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Curso “ Teoría del Turismo Sostenible y Desarrollo Local”
Trabajo de evaluación
Lic. Pablo Zouain
1. Introducción
El trabajo de María Velasco González1 tiene como propósito declarado el análisis y
reflexión respecto a la relación existente entre el turismo y la gestión del patrimonio. En este
sentido, se detiene a considerar fundamentalmente la interrelación –encuentros y
desencuentros- entre ambos sistemas, disímiles en los sentidos y culturas que importan, a la
vez que desarrolla su visión respecto a los elementos que se deben tomar en cuenta para
realizar una mejor gestión turística del patrimonio.
Desde una lógica propositiva, el objetivo del artículo consistirá en presentar lo que la
autora considera los enfoques necesarios para un desarrollo sostenible del turismo cultural ,
instando a la reflexión respecto a cómo consensuar los intereses y valores de todos los actores
implicados por este fenómeno. En definitiva, una propuesta para la intervención.
2. Marco Teórico
Si bien en su artículo la autora no explícita claramente el marco teórico desde donde
presenta su propuesta, atendiendo a las diversas conceptualizaciones y desarrollos que
efectúa podemos sostener que nos encontramos ante una mirada con clara impronta
fenomenológica. En este trabajo el patrimonio cultural se visualiza como una construcción
social histórica -producto de una sociedad concreta- resultando en verdaderos depósitos de
sentidos2 y valores. Su conceptualización del turismo, como institución, no es ajena a esta
mirada. Asimismo, Velasco González recurre conscientemente a las nociones de “construcción”
y “simbolismo”, destaca su reconocimiento de los múltiples “espacios de la realidad social” y
considera al turismo y el patrimonio como “fenómenos sociales” complejos, dinámicos y
sistémicos. Su legítima preocupación porque todos los actores implicados en los procesos que
hacen a la gestión del patrimonio turístico tengan voz, remite al cuidado y respeto por la mirada
nativa – relativismo cultural- en torno a la intervención sobre su realidad; no obstante, la
concepción de desarrollo sostenible que refrenda no parece la más ajustada para ello. Aún así,
nos encontrarnos ante un enfoque interpretativo.
1 Gestión Turística del Patrimonio Cultural: Enfoques para un Desarrollo Sostenible del Turismo Cultural , Cuadernos de
Turismo, num. 23, (2009); pp. 237-253.2 Berger, P. y Luckmann, T.; Modernidad, pluralismo y crisis de sentido, España, Paidós, 1997.
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3. Aspectos metodológicos
La propuesta metodológica se proyecta en el artículo desde una concepción sistémica
del turismo y el patrimonio como campos en interacción, promoviendo estrategias de análisis y
reflexión respecto a los mismos con el fin de “mejorar la funcionalidad turística de los bienes de
patrimonio” (Velasco, 2009:244). Para ello Velasco recurre a la idea de “enfoques” sin distinguir
específicamente los instrumentos para dicha tarea. En este sentido, planteará
fundamentalmente ideas guía para la acción.
Para la autora -ya sea a nivel de la planificación, de conceptualización de los bienes
(políticas de conservación y propuestas de usos) y de la evaluación- en todos los casos las
acciones deben realizarse mediante la colaboración de los distintos actores, sean estos
implementadores o destinatarios de las mismas (2009:245), debiéndose procurar consensuar
intereses entre los implicados a partir del trabajo en redes e implementando procesos
continuos de evaluación –con características propias de la investigación social- que den cuenta
de las virtudes y falencias de los diseños y decisiones que se efectúan, validando o no la
gestión.
Según Velasco estas ideas guía deberán actuarse teniendo presente como criterios
rectores los documentos internacionales existentes en relación con los bienes patrimoniales
(2009:248) así como aquellos que conceptualizan el desarrollo sostenible (2009:250), pero
omite señalar de qué documentos está hablando particularmente.
Si bien la estrategia metodológica -desde el momento que reclama el carácter de
investigación social- habilita imaginar un abordaje de índole cualitativo (consonante con el
marco teórico propuesto), esto no resulta claramente especificado ni se hace mención respecto
a las técnicas que deberían utilizarse para lograr los fines propuestos. La investigación social
puede tener características bien disímiles y en esta propuesta para la gestión podrían terminar
primando herramientas propias de otros marcos teóricos.
4. Sobre la conceptualización de Desarrollo Sostenible y sus estrategias conexas.
Velasco dedica un breve capítulo a conceptualizaciones en torno a la noción de
sostenibilidad. Noción que a su juicio debe estar presente en toda propuesta relativa al turismo,
no discriminando a éste ni por el tipo de destino ni por las formas que pueda tomar (de masas,
cultural, rural, etc.), y lo argumenta recurriendo a las directrices que en tal sentido elaboró laOrganización Mundial de Turismo (2004).
Su propuesta promueve incorporar en la planificación y en la gestión turística del
patrimonio algunos enunciados que dicha organización entiende como principios básicos del
desarrollo sostenible: “optimizar el uso de los recursos ambientales, respetando los procesos
ecológicos y ayudando a conservar los recursos naturales; contribuir al mantenimiento y mejora
de los activos culturales singulares de las sociedades receptoras y asegurar que las
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actividades económicas sean viables a largo plazo y generen beneficios distribuidos, en
especial a través del empleo.” (OMT en Velasco, 2009:250).
Según la autora las estrategias que deben implementarse para la consecución de tales
fines reclaman nuevas formas de gestión: cooperación, búsqueda de consensos y lo que
denomina “el ejercicio consciente de la responsabilidad compartida” (ib id). Abogará entonces
por la creación de espacios – redes- para la cooperación interadministrativa a nivel de la
gestión, que incorporen a los actores privados y con la participación de diferentes agentes
sociales, para obtener “una toma de decisiones realmente eficiente” (2009:251).
Aquí se plantean por lo menos dos cuestiones discutibles. La primera remite
directamente a las zonas nebulosas que abriga esta definición de desarrollo sostenible de la
OMT -que la autora selecciona como su apoyatura explícita-, en relación con varios elementos
que ella entiende centrales en su propuesta. Así, Velasco opta por un modelo que según se lo
lea/entienda, puede resultar funcional a determinadas formas de gestionar (cierto
relacionamiento público-privado, el lugar que se asigna a las comunidades, alcances de los
beneficios e impactos, etc.), pudiendo devenir en un modelo desarrollista pensado e
implementado de “arriba hacia abajo”, donde queda en manos del decisor el alcance del
“respeto” y la “conservación”, en el que mientras que a nivel sociocultural la cuestión sería
“contribuir”, en el terreno económico se busca “asegurar” –literalmente- la rentabilidad,
distribuyendo “beneficios” a través de un empleo que no se define en términos de calidad. La
segunda remite a las estrategias para alcanzar dicho desarrollo, donde los conceptos en juego
tampoco parecen acompasar el espíritu que en buena parte del artículo parecería primar: la
gestión se define como el trabajo en redes entre los administradores públicos más la
“incorporación” de los actores privados. A los actores sociales se los limita a “participar, no
quedando claro en calidad de qué.
En relación con estos dos problemas, considero que la autora podría haber recurrido a
otras definiciones en torno al desarrollo sostenible, que presentaran mayor precisión en su
redacción en cuanto a sus alcances, aportando fundamento teórico claro en el mismo sentido
que ella parecería promover a lo largo del artículo respecto a lo teórico-metodológico: que los
planes y gestión deben ser abordados entre todos los sujetos comprometidos con las acciones.
5. Divergencias y complicidades
En lo que tiene que ver con lo que Velasco señala como “divergencias” y “complicidades”
entre los fenómenos del patrimonio y el turismo, encontramos una serie de elementos que se
presentan como oportunidades para la potenciación de ambos espacios, así como otros que de
no abordarse en forma consensuada mediante negociaciones -incluyendo a la totalidad de los
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actores- podrían entorpecer la gestión turística del patrimonio o incluso disparar procesos
reactivos a dicha actividad.
En primer término los bienes patrimoniales se han vuelto objeto de interés para un
creciente número de turistas. Esto, necesariamente, obliga a todos los actores a abandonar la
concepción tradicional del turista interesado en el patrimonio como un consumidor, y
exponente, de la llamada alta cultura –un estereotipo o perfil muy arraigado-, y exige reconocer
la diversificación en los gustos e intereses de los turistas (cualquiera sea el origen de ello),
abandonando posiciones maniqueas en torno a este aspecto. De esta manera, el proceso de
intensificación del “consumo” del patrimonio supone una mayor interacción entre espacios –y
actores- que tradicionalmente han actuado con lógicas e intereses primarios bien diferenciados.
En el campo del Patrimonio, los fines pasan por la conservación de los bienes -tanto
materiales como intangibles- por su valor simbólico para la comunidad, siendo un sector dónde
los actores públicos tienen un peso específico y que en la mayoría de las situaciones persiguen
beneficios socioculturales públicos. En contrapartida el campo del Turismo –más allá de
políticas públicas y entes reguladores- remite a orientaciones donde la actividad privada tiene
una importancia trascendente, inspirada en la búsqueda de beneficios económicos, y donde el
patrimonio es visualizado como un complemento al interés que representa el destino para los
turistas, es un bien de consumo a ofrecer. Será la capacidad que tengan los distintos actores
para avanzar en procesos interactivos sostenibles -donde los fines “naturales” de cada sector
no se vean comprometidos- lo que habilitará disminuir la brecha generada por las divergencias
arriba señaladas, a la vez que extraer su potencialidad a las “complicidades” que pueden
establecerse entre ambos campos.
Algunas de las complicidades que la autora distingue tienen que ver directamente con
los aspectos económicos vinculados a la conservación del patrimonio y el uso que el sector
turístico hace del mismo. Dicha conservación requiere ingentes cantidades de dineros públicos
y la discusión sobre la posibilidad de que los actores privados colaboren en esta tarea -
revirtiendo parte de las ganancias que genera la industria turística- debe estar sobre la mesa,
sostiene Velasco. En línea similar, los actores del patrimonio incorporan criterios económicos
en la gestión de los bienes, procurando ampliar su oferta y captar nuevos usuarios, así como
implementan innovaciones en la gestión apuntando a usos no tradicionales del patrimonio tales
como el “desprestigiado” entretenimiento y la educación.Por su parte, dentro del sector turístico, entiende que comienza a generarse la
conciencia respecto a cuestiones caras al sector patrimonial: fundamentalmente en lo que
refiere a la sostenibilidad de los recursos y cuidado del medio ambiente –debiendo velar por su
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equilibrio conjuntamente con la rentabilidad económica- así como el interés por la cultura en un
sentido, si se quiere, “antropológico”.3
En definitiva, la autora asume en su planteo lo borrosas que se presentan las fronteras
entre ambos fenómenos y cómo, pese a las divergencias originales resultantes de la
especificidad de cada campo, las complicidades ante las que hoy nos encontramos son
muchas más de las que se suelen reconocer, representando oportunidades para el trabajo en
conjunto de los diferentes actores, públicos y privados, en la gestión turística del patrimonio
teniendo como trasfondo el concepto de turismo sostenible.
6. La evaluación
La autora considera la evaluación como una investigación en torno a los planes y
programas que se implementan en la gestión pública, investigación cuyos procedimientos
“serían los mismos que los de la investigación social” (Bustelo en Velasco González,
2009:246). Por tal motivo juega un rol protagónico en su propuesta: se trata de “no sólo un
deber, sino una manera de convertir la experiencia en conocimiento” (Velasco González,
2009:248).
Frente a cierta gestión del patrimonio, que entiende por “evaluación” la medición de
algunos pocos parámetros puntuales (la “satisfacción” de los clientes o los estudios de
públicos, siempre a través de encuestas), Velasco -partiendo de diversas teorizaciones propias
del campo de la educación- promueve un concepto de evaluación no sólo cualitativamente
distinto sino más abierto, que preste atención también a aquellas cuestiones que no
necesariamente están sometidas a las lógicas de mercado respecto a servicios y bienes, es
decir, que ofrezca un feedback a los actores institucionales respecto a la validez y utilidad de
los diseños e implementaciones realizadas buscando responder otras inquietudes,
fundamentalmente sociales: cuestiones en torno la adecuación de los servicios, si con ellos se
aporta o no a una mayor equidad social, si se democratizan los accesos y el conocimiento, lo
ajustado de las prioridades, etc.
Así la evaluación se convierte en un enfoque: en la posibilidad de un aprendizaje
continuo en relación con lo que se hace. Para la autora, la evaluación –como investigación-
deberá tener como objeto diversos aspectos de la gestión: a. cómo se diseñó la propuesta de
gestión, en lo que hace a la planificación, gestión, uso y acciones; b. sobre la ejecución de losprogramas, cómo se está implantando el programa, los lugar de los actores en el mismo y sus
3 He sido generoso y califico de “antropológico” el supuesto interés del sector turístico en aras de significar que la
autora entiende que se comienza a concebir la cultura como ese todo compuesto por el patrimonio material e inmaterialde los pueblos. No obstante no estoy de acuerdo en que el sector turístico efectivamente tenga interés en la cultura persé. No sin que se justifique esto con investigación que avale tal afirmación. Entiendo que el sector turístico puede tenerinterés por la cultura desde el momento en que se la visualiza como una oferta más a ofrecer y consumir, cuestavisualizar que la tendencia del sector sea hacia el conocimiento respecto a la cultura.
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miradas al respecto; c. la eficacia del programa, consecución o no de objetivos, eficiencia,
costos y beneficios obtenidos.
Coincido con Velasco en que un enfoque con estas características permitirá obtener
diversos insumos que habiliten mejoras sobre la marcha tanto en el diseño como en la
implementación de los programas, ya sea ello en términos conceptuales como en sus puestas
en práctica, concretándose en una mejor toma de decisiones por parte de los actores
implicados en los procesos.
7. Sobre la relación entre el marco teórico y la metodología planteada
Me cuesta señalar incongruencias entre el marco teórico y la metodología que propone
Velasco. En parte porque no observo flagrantes contradicciones -si las hubiere éstas resultan
más sutiles-, pero sobre todo porque a nivel metodológico la autora evita especificar
determinadas cuestiones con las que, intuyo, no está dispuesta a lidiar. De ahí que,
fundamentalmente, me queden interrogantes respecto a las motivaciones que llevaron a la
autora a redactar su propuesta en los términos que lo hizo4.
Desde el punto de vista conceptual lo que llamé sus ideas guía, para trabajar los
enfoques en el nivel metodológico, son plenamente compartibles: colaboración entre actores,
búsqueda de consensos y procesos de evaluación continua (formativa y sumativa), ajustándose
con el marco teórico en que se posiciona la autora. Pero el no definir claramente la metodología
mediante la que interrogaremos la realidad abre espacios para la desavenencia entre marco
teórico y abordaje metodológico. Asimismo, considero que no resulta lo suficientemente
terminante en relación con los lugares y roles que debe ocupar la comunidad5 local,
fundamentalmente en términos de ejercicio del poder.
Velasco nos habla de “actores sociales”, lo que no necesariamente debe ser leído como
la comunidad, pudiendo tratarse de agrupamientos más o menos representativos de sectores
de la misma. Asimismo, el encuadre teórico en que pretende moverse dispone tener en
primerísimo plano las representaciones de los nativos, pero en el nivel metodológico ello no se
ve traducido con la misma claridad: está claro que los “actores privados” serán incorporados a
la gestión sin embargo para los “actores sociales” resguarda la participación, sin aclarar los
alcances y formas que la misma tomaría.
Por otra parte, en su propuesta la autora remite al lector a ciertos “criterios” emanados de
“documentos internacionales”, lo que en buen romance significa que el gestor dispondrá deentera libertad para la selección de tales criterios dentro de la innumerable variedad conceptual
existente, con lo que se puede llegar a inconsistencias entre la metodología a implementar y el
modelo teórico del que se partió.
4 Discuto esto en el punto 8.
5 No puedo entrar en la discusión respecto a qué se significa bajo éste término complejo. Con él pretendo señalar al
conjunto de individuos que creen compartir ciertos sentidos; maneras de sentir, pensar y actuar.
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En definitiva, al habilitar la libre interpretación respecto a estos aspectos, queda librado a
criterio del gestor público los grados en que dichas ideas guía serán implementadas y
seguidas, así como el posible ajuste metodológico -o no- respecto al modelo teórico que las
sustentó.
8. Apreciaciones personales
El artículo de Velasco es una propuesta de acción para la gestión del patrimonio turístico,
desde una lógica del poder –gestionar lo implica- la autora apela al conocimiento científico para
la consecución de los más “eficientes” resultados. No descubro nada al señalar que resulta
sumamente difícil entrelazar el conocimiento científico sobre lo social con las políticas públicas
en forma satisfactoria para todos. Particularmente, al respecto, los científicos sociales deben
tener en cuenta al servicio de qué construcciones ponen su conocimiento y ser precisos en sus
propuestas para no traicionarse ni traicionar a los sujetos junto a quienes elaboró ese
conocimiento. Al menos si lo que buscamos es que las comunidades locales –en sus deseos y
sentidos- sean reconocidas, escuchadas y, quizá, empoderadas.
En la antropología –campo en el que me formé- la cuestión del “desarrollo” se presenta,
como mínimo, urticante. La discusión respecto al conocimiento social aplicado discurre de la
mano del ejercicio del poder, y en este sentido se pueden señalar dos grandes corrientes
antagónicas: la antropología para el desarrollo y la antropología del desarrollo6. Mientras que
desde la primera se aboga por la intervención de los antropólogos en el diseño de programas,
porque de esta manera serían culturalmente adecuados ofreciendo una más eficiente
intervención –más beneficios, menos contrapartidas-; desde la segunda se critica ácidamente
el término “desarrollo” por sus características en tanto construcción histórica y marco
interpretativo hegemónico para “conocer” las regiones periféricas, así como por sus
implicancias en términos de cosmovisión, de estilos de poder, de organización de la producción
e impactos identitarios.
De esta manera la cuestión del desarrollo dentro del campo antropológico se posiciona
en un punto muerto: “Quizá el punto más débil de la antropología para el desarrollo sea la
ausencia de una teoría de intervención que vaya más allá de las intervenciones retóricas sobre
la necesidad de trabajar en favor de los pobres. De modo similar, la antropología para el
desarrollo sugiere que el punto más débil de la antropología del desarrollo no es tan diferente:
estriba en cómo dar un sentido político práctico a sus críticas teóricas.” (Escobar, 2010).Para Gardner y Lewis la única manera de salvar esta situación sería mediante
paradigmas conceptuales diferentes a los que se han venido utilizando, pues si bien es
6 “La antropología para el desarrollo y la antropología del desarrollo tienen su origen en teorías contrapuestas de la
realidad social (una, basada principalmente en las teorías establecidas sobre cultura y economía política; la otra, sobreformas relativamente nuevas de análisis que dan prioridad al lenguaje y al significado), cada una de ellas suscorrespondientes recetas contrapuestas para la intervención práctica y política” (Escobar, 2010). Para una discusión alrespecto ver Escobar, Antropología y desarrollo (2010).
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“necesario desentrañar y desmontar 'el desarrollo', si los antropólogos pretenden hacer
contribuciones políticamente significativas a los mundos en los que trabajan deben continuar
manteniendo una conexión vital entre conocimiento y acción.” (1996:153). ¿Qué características
tendría este nuevo paradigma? ¿Cuál sería el lugar, rol y compromiso del investigador en él?
¿Cómo se entenderían las relaciones de poder a su interior? Son cuestiones a elaborar.
Velasco, en su propuesta, parecería estar atrapada en similar conflicto, y antes que
defender coherentemente una mirada en un sentido u otro intenta conciliar posiciones… sin
embargo creo que no llega a lograrlo dejando zonas de indefinición. Ello quizá producto de la
no existencia del nuevo paradigma a que se refieren Gardner y Lewis, quizá porque su
propuesta tiene como destinatarios primarios a los gestores y es a ellos a quienes se dirige, o
quizá porque defiende cierta forma de ciencia social aplicada con la que se encuentra
comprometida y de la que le resulta muy difícil extrañarse como para cuestionarla.7
En cualquier caso, lo que me queda rondando tras leer el artículo es la dificultad para
conformar una propuesta de aplicación que respete punto por punto los presupuestos éticos
que deben guiar la investigación social desde la perspectiva teórica esbozada, pues esto puede
significar reconocer que los sujetos a quienes se dirigen los programas quizá no los desean
bajo ningún término, contraviniendo los deseos y lógicas de los gestores públicos y privados,
extremo último que una administración central no estaría dispuesta a reconocer de buena
gana. Al final el gestor preguntará al investigador ¿concretamente, usted, de qué lado está?
Otro aspecto que merece discusión aparte -pero teniendo como trasfondo lo señalado
para el “desarrollo”- es la mención de Velasco al desarrollo sostenible como criterio guía para la
acción. Ya cuestioné que la autora se apoye en conceptualizaciones que surgen de organismos
internacionales y que se muestran tan esquivas como ella misma a la hora de las definiciones
explícitas8. No obstante resulta interesante discutir, mínimamente, el presupuesto básico que
tales definiciones suscriben en torno a los efectos económicos beneficiosos que surgirían de la
relación entre turismo y desarrollo, por lo menos en nuestra zona del mundo.
Estos presupuestos se suelen apoyar en la visión de que el turismo significará una
mejora en la calidad de vida de las poblaciones receptoras merced a la generación de empleo
e ingreso de divisas por diversos conceptos. Barreto (2000) descarta que la teoría del
desarrollo a través del turismo tenga asidero, máxime en los países “subdesarrollados”, ya que
el supuesto efecto multiplicador 9 se ha demostrado que no se puede sustentar en estudios para
América Latina. Muy por el contrario, los bajos salarios en el sector turístico impiden la
concreción de lo que la autora denomina una cadena de gastos significativa.Entonces, más allá de las definiciones, debemos preocuparnos seriamente respecto a
los tipos y la calidad de los empleos que se generan así como enfatizar en la necesidad de
7 Aquí retomé lo señalado en nota a pié número 3 (página 6).
8 Ver página 3.
9 “Un modelo teórico de distribución de la renta turística de un país entre los diferentes sectores de su economías (ver
Acerenza, 1984, p. 104, Barretto, 1995, p.75), tiene su equivalente en la sociedad, a lo cual ningún autor ha dado aúnuna denominación y que podríamos designar, provisoriamente, como “efecto cascada”, figura que, coincidentemente,rememora la imagen de cambio de niveles y de dispersión.” (Barreto, 2000:18)
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precios y salarios justos para las poblaciones nativas. Si es que realmente deseamos ver
beneficiadas a las comunidades locales con los manidos “derramamientos” económicos, nos
encontraremos con la necesidad de un gestor público firme en la defensa de postulados en tal
sentido, y esto también reclama una toma de posición política por parte del investigador.
A modo de resumen, considero que el artículo de Velasco se constituye en una
interesante propuesta de trabajo en relación con la gestión turística del patrimonio. Tanto desde
el punto de vista teórico como desde el espíritu que impregna la propuesta metodológica me
parece compartible. Pero creo que la autora podría haber avanzado más en términos de
democratización de la toma de decisiones –la distribución del poder- así como en directrices en
relación con lo que debe ser los impactos económicos sobre las comunidades (ya sea en forma
de empleos, salarios, etc).
Al no hacerlo con claridad, el problema que se presenta está en torno a ciertas
definiciones que la autora elige como apoyatura teórica a la hora de la puesta en práctica –y
que a mi juicio presentan inconsistencias con el marco teórico-, y las faltas de definición o
ambigüedad en torno a otras cuestiones relativas a la participación de los actores, lo que
entiendo es una problemática emergente del pasar del terreno de las ideas al de la acción.
Quizá, como sostuve, el problema central pasa por la dificultad para compatibilizar
investigación y gestión en forma satisfactoria pues se trata de dos acciones muy diferentes en
sus objetivos. Finalmente, como sugieren Gardner y Lewis, quizá estemos necesitando un
nuevo paradigma que habilite reconciliar prácticas tan disímiles a su interior, en beneficio de
una mejor vida para nuestras poblaciones.
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Bibliografía
Barreto, Margarita; “Las ciencias sociales aplicadas al turismo”, en Serrano, C., Bruhns, H., y Luchiari, M.,Olhares Contemporâneos sobre o Turismo, Campinas, Papirus, 2000, ISBN 85-308-0595-X, pp.17-36(Versión traducida)
Berger, P. y Luckmann, T.; Modernidad, pluralismo y crisis de sentido, España, Paidós, 1997.
Escobar, Arturo; Antropología y desarrollo en http://www.unesco.org/issj/rics154/escobarspa.html [consultado 16 de febrero de 2010]
Gardner K. y Lewis D.; Anthropology, Development and the Post-modern Challenge, Londres, Pluto Press,1996.
Velasco Gutiérrez, María; Gestión Turística del Patrimonio Cultural: Enfoques para un DesarrolloSostenible del Turismo Cultural, Cuadernos de Turismo, num. 23, (2009); pp. 237-253.