TORRI Tres Libros

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del escritor mexicano Torri

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Tres libros impuros, extravagantesy geniales, que van de la narraciónal aforismo y de vuelta a lareflexión irónica. Es fácil advertirla huella de Torri en autores comoKafka y Borges, que nunca loleyeron; en otros, como Arreola oLuis Ignacio Helguera, que lofrecuentaron hasta el cansancio, lasombra de Torri es casi corpórea.

Julio Torri

Tres libros

ePub r1.0IbnKhaldun 17.02.15

Título original: Ensayos y poemas, 1917;De fusilamientos, 1940, ProsasdispersasJulio Torri, 1917

Editor digital: IbnKhaldunePub base r1.2

I

Ensayos y poemas

A Circe

¡CIRCE, diosa venerable! Heseguido puntualmente tus avisos.Mas no me hice amarrar al mástilcuando divisamos la isla de lassirenas, porque iba resuelto a

perderme. En medio del marsilencioso estaba la pradera fatal.Parecía un cargamento de violetaserrante por las aguas.

¡Circe, noble diosa de loshermosos cabellos! Mi destino escruel. Como iba resuelto aperderme, las sirenas no cantaronpara mí.

El maestro

…RoyalLear,WhomI

haveeverhonour’dasmyking,Lov’dasmyfather,asmymasterfollow’d

Asmygreatpatronthougtoninmyprayers…

S

CON EL crear, es el enseñar la

actividad intelectual superior. Setrata, seguramente, de una formamás humilde que la otra, puesto queno realiza y prepara sólo arealizaciones ajenas. Pero implica,sin duda, la afirmación más enfáticade la comunidad espiritual de laespecie.

La facultad creadora florecerara y maravillosamente. Cuando elartista flaquea, entrega sus armas asus hermanos, en la más heroica delas acciones humanas.

Crear y enseñar son

actividades en cierto sentidoantitéticas. La parábola de Wilde,del varón que perdió elconocimiento de Dios y obtuvo encambio el amor de Dios, tiene unaexacta aplicación en arte.

Todos apetecemos oír elmensaje que trae nuestro amigo;pero éste olvidará las palabrassagradas, si se sienta a nuestramesa, comparte nuestros juegos y secontamina de nuestra bajahumanidad, en vez de recluirse enuna alta torre de individualismo y

extravagancia. En cambio de lasvoces misteriosas cuyo eco norecogió, ofrecerá a la especie unrudo sacrificio: la mariposa divinaperderá sus alas, y el artista setomará maestro de jóvenes.

El mal actor de susemociones

Y LLEGÓ a la montaña dondemoraba el anciano. Sus pies estabanensangrentados de los guijarros delcamino, y empañado el fulgor de

sus ojos por el desaliento y elcansancio.

—Señor, siete años ha quevine a pedirte consejo. Los varonesde los más remotos países alababantu santidad y tu sabiduría. Lleno defe escuché tus palabras: «Oye tupropio corazón, y el amor quetengas a tus hermanos no lo celes».Y desde entonces no encubría mispasiones a los hombres. Mi corazónfue para ellos como guija en aguaclara. Mas la gracia de Dios nodescendió sobre mí. Las muestras

de amor que hice a mis hermanoslas tuvieron por fingimiento. Y heaquí que la soledad obscureció micamino.

El ermitaño le besó tres vecesen la frente; una leve sonrisaalumbró su semblante, y dijo:

—Encubre a tus hermanos elamor que les tengas y disimula tuspasiones ante los hombres, porqueeres, hijo mío, un mal actor de tusemociones.

Del epígrafe

EL EPÍGRAFE se refiere pocas vecesde manera clara y directa al textoque exorna; se justifica, pues, por lanecesidad de expresar relacionessutiles de las cosas. Es una

liberación espiritual dentro de lafealdad y pobreza de las formasliterarias oficiales, y derivasiempre de un impulso casi musicaldel alma. Tiene aire de familia conlas alusiones más remotas, y sunaturaleza es más tenue que la luzde las estrellas.

A veces no es signo derelaciones, ni siquiera lejanas yquebradizas, sino mera obra delcapricho, relampagueo dionisíaco,misteriosa comunicación inmediatacon la realidad.

El epígrafe es como una lejananota consonante de nuestraemoción. Algo vibra, como lacuerda de un clavicordio a nuestravoz, en el tiempo pasado.

La conquista de laluna

… Luna,Tú nos das el ejemploDe la actitud mejor…

DESPUÉS de establecer un serviciode viajes de ida y vuelta a la Luna,de aprovechar las excelencias de suclima para la curación de lossanguíneos, y de publicar bajo elpatronato de la SmithsonianInstitution la poesía popular de loslunáticos (Les Complaintes deLaforgue, tal vez) los habitantes dela Tierra emprendieron la conquistadel satélite, polo de las más noblesy vagas displicencias.

La guerra fue breve. Loslunáticos, seres los más suaves, no

opusieron resistencia. Sindiscusiones en cafés, sin edicionesextraordinarias de El matizimperceptible, se dejaron gobernarde los terrestres. Los cuales, a fuerde vencedores, padecieron lailusión óptica de rigor —clásica enlos tratados de Físico-Historia— yse pusieron a imitar las modas yusanzas de los vencidos. PorFrancia comenzó tal imitación,como adivinaréis.

Todo el mundo se dio a laselegancias opacas y silenciosas.

Los tísicos eran muy solicitados ensociedad, y los moribundos decíanfrases excelentes. Hasta las señorasconversaban intrincadamente, y losreglamentos de policía y buengobierno estaban escritos en estilotan elaborado y sutil que eranincomprensibles de todo punto aunpara los delincuentes másilustrados.

Los literatos vivían en laséptima esfera de la insinuaciónvaga, de la imagen torturada.Anunciaron los críticos el retorno a

Mallarmé, pero pronto salieron desu error. Pronto se dejó también deescribir porque la literatura nohabía sido sino una imperfecciónterrestre anterior a la conquista dela Luna.

La oposición deltemperamento oratorio

y el artístico

Idon’tconsider

humanvolcanoesrespectable.

GBSOverruled

PERMITIDME que dé rienda suelta ala antipatía que experimento por lassensibilidades ruidosas, por lasnaturalezas comunicativas y

plebeyas, por esas gentes que obransiempre en nombre de causas vanasy altisonantes. (Sin duda recordáisal detestable marido de Cándida.)Los oradores tienen, a mi ver, ciertaincapacidad natural para entender ycrear las más agudas y extrañasobras de arte. Casi todos sonvanidosos, o por lo menos, laoratoria es profesión de éxitosinmediatos (y efímeros, desde queexiste la taquigrafía). Se hallan deeste modo demasiado sujetos alpúblico, el cual nunca puede ser un

útil colaborador del artista. Lasmás exquisitas formas de arterequieren para su producción einteligencia algún alejamiento delvulgo. Movimiento tan importantecomo él prerrafaelismo inglés y elsimbolismo francés han sido obrade recogimiento y recibidos condilatados periodos deincomprensión.

El orador no leedesinteresadamente: su único afánes hallar buenas frases que citardespués. Carece, aunque os diga lo

contrario, de preferencias en libros,de devociones.

Se embriaga de entusiasmodemasiado pronto y pierde así todabuena disposición espiritual parasalir de sí mismo, la casi femeninapasividad que necesita el acto de lacomprensión. Su arrebato, sufacilidad para escalar súbitamentelas más altas cumbres de la pasiónno hacen de él, tampoco, un críticoestimable en letras. Nuestrosamigos de temperamento oratoriotienen, en términos muy breves,

alternativas lamentables en susjuicios. A cada hora, como pormecanismo de manivela, mudan susopiniones. Hoy prefieren a Dante;mañana a Petrarca. A todos losgrandes autores consagrados lesllega su tumo. Inútil me parecedecir que jamás adquieren de unescritor cualquiera eseconocimiento profundo que seconvierte en carne y sangre de uno,y que trasciende aun a los ademanesy gestos habituales.

La vida del campo

Est-cequel’âmedes

violoncellesestemportéedanslecrid’unecordequisebrise?

VDEL

AVéra

VA EL cortejo fúnebre por la calleabajo, con el muerto a la cabeza. Lamañana es alegre y el sol ríe con subuen humor de viejo. Precisamentedel sol conversan el muerto y unpobrete —acaso algún borrachoimpenitente— que va en el mismosentido que el entierro.

—Deploro que no te calientesya a este buen sol, y no cantes tus

más alegres canciones en estaluminosa mañana.

—¡Bah! La tierra es tambiénalegre y su alegría, un pocohúmeda, es contagiosa.

—Siento lástima por ti, que novolverás a ver el sol: ahora fumaplácidamente su pipa como elburgués que a la puerta de su tiendave juguetear a sus hijos.

—También amanece en loscementerios, y desde las musgosastapias cantan los pinzones.

—¿Y los amigos que

abandonas?—En los camposantos se

adquieren buenos camaradas. En lapertinaz llovizna de diciembrecharlan agudamente los muertos. Elresto del año atisban desde susderruidas fosas a los nuevoshuéspedes.

—Pero…—Algo poltrones, es verdad.

Rara vez abandonan sus lechos quehan ablandado la humedad y losconejos.

—Sin embargo…

—La vida del campo tienetambién sus atractivos.

En elogio del espíritude contradicción

A Pedro Henríquez Ureña

CONFIESO que el espíritu de

contradicción no me irrita al puntoy medida que al común de loshombres.

Si una persona nos contradicesiempre es porque existe en ella unaoculta aversión hacia nosotros, unade esas simpatías imperfectas quetan clara y sutilmente señaló elensayista Lamb.

Quien no experimente latiranía de un insensato deseo detener en todo razón, que reconozcaconmigo los derechos y fueros delcontradictor sistemático. Estriban

en la ventaja y superioridad quetiene lo que se edifica sobre lopuramente instintivo a lo que sepone sobre el fundamento de loracional. Porque antes de admitirlas argumentaciones ajenasdebemos admitir nuestras propiasafecciones, las secretasinclinaciones de nuestro ánimo, queestán más cerca de nosotros quetodo lo que construya nuestra razón,ya que ellas son nuestra propiaesencia. Creo, finalmente, que laantipatía instintiva que supone el

espíritu de contradicción debe sertan respetable a nuestros ojos comolos mejores argumentos y lasrazones de más subidos quilates,por lo menos.

El que a todo se opone es unhombre orgulloso que no quiereabajarse a reconocer que la verdadde los demás es también su verdad.Y todo acto de individualismo, porferoz que parezca o sea, nos debeser acepto en los tiempos pos-nietzscheanos en que tenemos laventura de vivir.

El menosprecio con que suelemirarse a los que contradicensiempre y al espíritu decontradicción mismo —como siéste pudiera existir en abstracto yno con consideración adeterminadas personas— provienede que se les mira desde el punto devista de la sociabilidad, punto devista mezquino y despreciable.

—Con una persona que todo lolimita con peros y sin embargos, yque ninguna verdad, por palmariaque sea, admite, como no salga de

sus propios labios, no se puedeconversar largo rato.

En estos o parecidos términosoímos expresarse a menudo anuestros amigos.

De cierto, si la sociabilidaddescendiera del Olimpo dondemoran las ideas puras, y viniera apedirnos cuentas, en mayor apuro severía el contradicho que elcontradicente. El trato se vuelvedifícil y escabroso, no por culpa deeste último —que lo quiereestablecer sobre la más pura

sinceridad— sino a causa delprimero que procura asentarlo en elmovedizo terreno de lacomplacencia y de las concesionesmutuas y no sobre la base de verdaden que debe ponerse todo trato entrehombres.

Además, si no soportamosvemos contradichos y nuestrohumor se enturbia con unaoposición constante a lo quedecimos, es porque estamos lejosde ser los perfectos espectadoresde la vida que nos hemos

complacido en imaginar. Unasimple obstinación de los demás, lamás leve terquedad ajena, nos sacande quicio, y nuestra calma y laserenidad cuasi-goetheana quepresumimos tener desaparecencomo por arte de encantamiento. Acausa de nuestra vivacidad dehumor se nos escapa de entre lasmanos la ocasión de gustarespectáculos interesantes. Nosaferramos en defender unaproposición a cambio del trato degentes que contradicen siempre, es

decir, perdemos monedas de oropara ganarlas de metales viles.

La contradicción continua es efectode la antipatía instintiva. Ahorabien, el mundo, nuestro mundo, secompone de gentes que nos tienenuna suave inclinación, por virtud dela cual están bien dispuestas paranosotros. Y esa tibia simpatía enque vivimos falsea el concepto quenos vamos formando de la vida amedida que la vamos viviendo.

Existe una suerte de contrato socialtácito en fuerza del cual nostoleramos, nos engañamos y nosaburrimos mutuamente. Pordesgracia, en nuestra época es másdifícil inspirar una aversiónconfortativa que ganar mediadocena de amigos. Sin que haya denuestra parte la más leve intención,contraemos los más estrechosvínculos con quienes caminan cercade nosotros. Llegamos almatrimonio sin haber sido apenasconsultados. Y muchos nos

conceden a la ligera y gratuitamenteel título de sus mejores amigos,título que por cierto nos impone losmás insuaves deberes. Por ejemplo,si se muere gloriosamente en lahorca, toca al «mejor amigo»recoger las últimas frases y pagarlas cuentas póstumas. Y es tambiénel «mejor amigo» quien pronunciala oración fúnebre, y como sabéis,nada influye tan directamente en lareputación definitiva como unasexequias lucidas.

¿Cómo, pues, no hemos de

regocijarnos cuando damos ennuestra senda con un hombrehonrado que contradice a todopropósito?

La paradoja, a cuyo ruido decascabeles empiezan aacostumbrarse nuestros oídos, es latraza más segura para descubrircontradictores. Lanzad cualquierade las paradojas más usadas yveréis una legión de hombresindignados que os enseñan losdientes y amenazan con los puños.Proseguid en el tono más inocente

elogiando las peores cosas yrebajando las más respetables. Alfin habréis conseguido suscitar unaantipatía verdadera.

Apartaos entonces con vuestrohombre, porque la gente, en suamabilidad oficiosa, podríadisponerlo en favor vuestro.Después conversad con él de lo queos plazca: contad de antemano consu oposición firme y bienintencionada. Comenzaréis desdeluego a pensar de nuevo todosvuestros problemas, a reconstruir

vuestra verdad, y a rectificarosvosotros mismos. La excitaciónexterior a la duda cartesiana, aprescindir en cualquier momento detodo cuanto se sabe y se haadquirido, es, en efecto, elinestimable beneficio que nosprocura el espíritu decontradicción.

Para mal nuestro, es difícilsostenerlo por largo tiempo ennuestro interlocutor. Aun en puntode intereses pecuniarios se acabatarde o temprano por ponerse de

acuerdo. Nuestro planeta fue hechopara quienes asienten, conceden ytoleran. Los que contradicen no sonde este mundo.

Y cuando las gentes estánconformes absolutamente en todaslas cuestiones discutibles yopinables con el resto del mundocivilizado y por civilizar, empleansus esfuerzos en avenir a Moiséscon Hammurabi, a los modernoscon los griegos, a Nezahualcóyotlcon Horacio. Este devaneo dequerer concordarlo todo a través

del tiempo y del espacio prevaleceen la crítica literaria del día, encuyo reino todo es influencia.

De una benéficainstitución

ME AGRADAN sobremanera losembustes y admiro la raraperfección que en este arte hanalcanzado los norteamericanos.

Y cuando topo con eruditosignorados, con poetas sin leyenda ysin empresario, lamento de corazónque no se sepa aquí de la empresacomercial de Nueva York que porpoco dinero suministra aventuras ahombres indolentes o cobardes.

¡Cuántas veces por falta deoportunas disputas conyugales, deuna miserable tentativa de suicidio,o de viajes extraordinarios por elMar Rojo, perdemos nuestrosmejores derechos a la gloria, y laflamante colección de nuestras

obras completas padeceninjustamente los rigores del tiempoen una doncellez inútil, comonuestras tías abuelas!

De funerales

HOY ASISTÍ al entierro de un amigomío. Me divertí poco, pues elpanegirista estuvo muy torpe. Hastaparecía emocionado. Es inquietanteel rumbo que lleva la oratoria

fúnebre. En nuestros días seadereza un panegírico con lugarescomunes sobre la muerte y ¡cosaincreíble y absurda! con alabanzaspara el difunto. El orador es casisiempre el mejor amigo del muerto,es decir, un sujeto compungido ytembloroso que nos mueve a risacon sus expresiones sinceras y susafectos incomprensibles. Lo menosimportante en un funeral es el pobrehombre que va en el ataúd. Ymientras las gentes no acepten estasideas, continuaremos yendo a los

entierros con tan pocasprobabilidades de divertirnos comoa un teatro.

Beati qui perdunt…!

Ssyl’conortan,nonlosananal

dolientelosjoglares.

ADEH

LAS COSAS que vemos siempre,llegan a ser para nosotros unaobsesión, una pesadilla. Afeannuestra vida, sin que nos demoscuenta de ello. Nuestro espíritu

vive sólo dentro de la variedadinfinita. Lo que lo fija en algunaimpresión que se repite, lo dañagravemente. Viajar sin cesar, heaquí lo que quiere la parte más ágilde nuestra alma.

Renuncio a interpretar elinstinto de conservación en losanimales; pero en los hombres loatribuyo a un sentimiento profundode curiosidad.

Nos interesamos en el vivircomo por el desarrollo de unanovela; novela singular en la que el

protagonista y el lector son unamisma persona; novela que leemosa veces de mala gana, y cuyanarración se anima muy de tarde entarde.

Si nos mueve únicamente uninterés estético, sentiremos acabarel libro de nuestros días sin haberhallado en él algo importante; y sinos sobreviene un desastre, sifracasamos, una estrecha lógica denovelista impondrá el suicidio.

¿Qué será de nosotros dentrode veinte años? ¿Con quién nos

casaremos? Cualquier mudanza enel cuadro gris de nuestra existencianos produce un goce intenso. Setrata de algo que ha dadoinesperadamente interés a la novelade cuya lectura no podemosescapar.

Todos somos un hombre quevive y un hombre que mira; ycuando nuestra existencia correacompasada por el cauce de unalarga condena o de un matrimoniofeliz, el espectador se aburre ypiensa en abandonar la sala por la

puerta del suicidio.En los indolentes y que no

gustan de la acción, el espectadores un melancólico personaje,ennoblecido por un aire perenne dedestierro; en todos nosotros pruebaser de humor versátil y lleno deinhumanidad. Su carencia desentimientos morales es en verdadirritante; y nadie sino él califica demagníficos un incendio y undescarrilamiento, y dedespreciable, un percance deciclista. La urgencia con que

reclama nuevas diversiones y lainsensibilidad para el dolor ajenoson sus cualidades distintivas. Esdifícil de contentar y sudesabrimiento parece provenir dehaber encarnado en un cuerpo llenode pesadez y sujeto a las leyes de lamateria.

El actor es siempre esclavodel espectador y en los hombresextravagantes esta esclavitud sevuelve tiránica. Representa el actoren nosotros la pequeña sabiduría yle mueven exclusivamente bajos

intereses: sólo entiende de ganar lavida, de evitar el dolor, de amar lacomodidad, de seguir la línea demenor resistencia. Cuandoperdemos un libro, los guantes, elreloj, se lamenta amargamente. Elespectador, al revés, piensa antetoda pérdida en variar elmobiliario, en renovar labiblioteca, en hacer nuevascompras. Para él perder es comoabrir una ventana a las sorpresas.

¡Tener inesperadamenteocasión de ir de compras! ¡He aquí

el ejercicio de nuestra libertad quemás sutiles goces nos proporciona!Las mujeres —de sensibilidadmenos enervada que la nuestra—tiene sobre esta materia opinionesmuy exactas. Interrogaréis siemprecon provecho a vuestras hermanas,a vuestra esposa, a vuestras hijas,acerca de la deleitosa ocupación decomprar especialmente cosasinútiles.

Son las señoras también aquienes más frecuentes pérdidas deobjetos ocurren; y algún suspicaz

barruntará que no todo esconsecuencia de la mala memoria odel adverso azar, sino que tieneparte la consideración de nuevascompras.

A veces apetecemos perderalgún utensilio o prenda,maltratados del uso, para teneroportunidad de sustituirlos conotros flamantes. Y con todo, no nosresolvemos a perderlosvoluntariamente, sino queesperamos de la casualidad unsigno aprobatorio para nuestro

deseo. Así es de rica en matices lafacultad de querer.

Y cuando oímos que alguien sequeja de carecer de trajes nuevos ode poseer una edición incompletade cualquier autor —siguiendo unaprovechosa costumbre del deliciosoSterne— traducimos mentalmenteasí estas querellas:

—Lo que anhelas es ir desastrería en sastrería y por lastiendas de libros a escucharplácidas disertaciones sobre laspropiedades de las telas, o a

acrecentar indefinidamente tusconocimientos en bibliografía. A lapostre adquirirás nuevos trajes ouna preciosa colección de obrascompletas qué envejecerán pronto yse convertirán entonces eninstrumentos de delicadas torturaspsicológicas.

¡Si los ladrones fueran másrazonables y menos petulantes…!

Para quienes reducen la moral a unasimple cuestión de buen gusto

(«estética de las costumbres», lallamó Fouillée), nuestra vida es unaobra de arte que trabajamosincesantemente. Los que se guíanpor los preceptos de una moral deabstenciones obran arte académico.Los que carecen de principio éticoalguno, y viven en las mayorescontradicciones y alternativas, sonartistas románticos. Goethe hizo consu vida un mármol antiguo, laestatua de Zeus, el padre de losdioses.

Sensibles a la belleza de toda

acción o actitud, descubrenelegancias inauditas en el acto derenunciar, en abandonar todadisposición de defensa o lucha.Entonces las pérdidas irreparablesarrebatan el ánimo; su influjo, elaura de insólita idealidad queprestan por breve tiempo, hacen quelas gentes distinguidas pongangrande estudio en alcanzarlas.

Su rareza (ya que sólodisfrutamos de escaso número depersonas y cosas irreemplazables)las dota de singular atractivo.

Es difícil conocerlas: a unhombre cuya mujer ha muerto, leoímos decir que ha tenido unapérdida irreparable; y sin embargo,pronto contrae nuevo casamiento.Alguien se empobrece rápidamente:se empeña en convencer a todosque no ha perdido nada y muestrauna alegría demasiado ruidosa; haperdido, con todo, algo irreparable.

El rústico a quien hurtan suasno; el bibliófilo a quien despojande su incunable; el académico encuyas obras aparece

inesperadamente un solecismo; elgalanteador de profesión, atrapadoen las redes femeninas y conducidoa la vicaría; el corsario byronianoque acepta una cátedra de geografíaen alguna universidadnorteamericana, pierden algoirreparable. No seré yo quien formela lista de estas pérdidas, catálogode las flaquezas humanas, de las milformas de ese extraño espejismo —de esa rebelde falacia en queconsiste la voluntad de poseer.

Quede tan laboriosa empresa

para algún ingenio español, deltemple de aquel del Renacimiento,que escribió «La primera Parte delas Diferencias de Libros que hayen el Universo».

No intento tampoco señalar lanaturaleza de lo bello; nunca heosado llegar en mis divagacioneshasta el recinto de las ideas puras;sólo quiero referirme aquí a que loirreparable decora extrañamente lavida. Vivimos plenamente —contodo nuestro espíritu— esemomento en que nuestra nave toma

nuevo rumbo. Como el viejo Kent,

He’ll shape his old course ina country new.

Se sufre con las pérdidas de estecarácter como una transfiguración:de súbito se borra hasta la sombrade nuestras últimas flaquezas; y seexperimenta ante los propios ojoscomo una purificación total del ser.Se fortifica y aguzaextraordinariamente el sentido denuestro decoro de hombres, y aun alos más viles desciende una luz de

perfección que los transfigura eidealiza.

Todos tenemos asentadonuestro bienestar en pocas cosas:dinero, posición social, etc.Cualquiera de estas pérdidas esirreparable. Cada individuo tienesus bienes insustituibles: uno, susamigos; otro, su reputaciónliteraria, el irresistible «chermaître» que le prodigan en todaspartes; una solterona, su loro; losviejos, sus costumbres; PeterSchlemihl, su sombra.

Quien no pierde en lasmayores desgracias suecuanimidad, la atormentadacuriosidad por su propia vida, esrealmente un hombre superior. Elinterés estético por nuestrossucesos decora las más altascumbres del esfuerzo. Sólo laconservación en nosotros del«hombre que mira» cuando seconsuma el aniquilamiento del«hombre que obra» indica queestamos por encima de nuestraruina, que no hemos perdido el

equilibrio interior. Fracasad enabsoluto; perdedlo todo de una vez;y os sentiréis de modo imprevistomás fuertes que nunca. Nuestraespecie tiene inagotables reservasde heroísmo: donde nos parece quese acaba la resistencia humanahallamos nuevas fuerzas.

Mirad la grandeza trágica delos héroes que perdieron susalvación eterna. Don Juandesciende a los infiernos; el llantopenetrante de sus víctimas se elevahacia los cielos sombríos. Elvira,

casta y endeble, reclama una últimasonrisa.

Tout droit dans son armure,un grand homme de pierre

Se tenait a la barre et coupaitle flot noir;

Mais le calme héros, courbésur sa rapière,

Regardait le sillage et nedaignait rien voir.

El caballero Tannhäuser que queríaver maravillas, y que fue el últimomortal que amaron las diosas,

vuelve de Roma, donde el PapaUrbano —con un extremado celopor el bien de las almas— lecondenó al dolor eterno. Pensandoen los ojos de Dama Venus, en losque fulgura el fuego del infierno, seencamina al Venusberg. Después sedespide de Nuestra Señora, ysublimado por el prestigio de supérdida eterna, penetra en lamontaña.

Wagner se apiadó deTannhäuser y le hizo subir alparaíso; y Bernard Shaw pone a

don Juan en un infierno sin torturas.El poeta popular alemán del sigloXVI y el donoso mercenario españolfueron menos complacientes con sushéroes y mostraron saber de losmilagrosos efectos estéticos queobran las pérdidas irreparables.

Las mujeres prefieren alamante que puede perderse. Raravez aman al compañero de juegosde la infancia, al amigo de lafamilia, al hombre que no correpeligro de irse. Si se desposan conél, antes fracasaron con el intento

de ganar, de conquistar, de detenerun enamorado.

La actitud de indiferencia —deno estar dispuesto a hacer algo porser conservado— es intolerable,irritante para las mujeres.

En la terrible complicacióndel mundo somos unidos ydesunidos al azar; y si nadaostensible hacemos por no alejamosde la amada, ésta toma la iniciativa.La mujer posee una agudapercepción de la belleza que resideen el abandono a la fatal corriente

de las cosas.

El perder amigos no carece porcierto de alicientes.

En la amistad hay por locomún dos períodos. En losprimeros meses, la conversación esvenero de gratísimosentretenimientos. Cada vez sedescubren nuevas conformidades depensamiento y se establece unacorriente de secretas afinidades.Las experiencias del uno son

nuevas para el otro, y la curiosidadde ambos encuentra apacible regaloen las confidencias mutuas.

Pero llega un día en quenuestro amigo no nos guarda yasorpresas. Tenemos una clarísimavisión de su vida, y nos parececomo si la hubiéramos incorporadoa la nuestra. Donde nos hallamos,está él presente en espíritu; y en suausencia tenemos mil pensamientosque seguramente le hubieranocurrido, a estar al lado nuestro. Laamistad deja de ser en este punto

fuente de pasatiempo y risas y setoma en cosa más duradera y firme.Nuestro amigo se ha convertido enalgo familiar y molesto, de que nopodremos ya prescindir. Perderloen esta época es perderirreparablemente y para talaflicción las alquitaras de laideología no destilan bálsamoeficaz.

Pero podemos soportar condemasiada resignación la pérdidade otra suerte de amigos, y aunsentir como un alivio, como un

descanso. Los hay que nosentretienen, nos divierten, pero queno llegamos a amar. Y el día quedesaparecen, lo lamentamospúblicamente, acaso creamosnosotros mismos echarlos demenos; pero, en verdad,experimentamos una satisfacciónprofunda.

Y es que la sociabilidad exigetambién sus sacrificios. Cadapersona que tratamos promueve ennosotros una especial actitud deespíritu: sólo de reducido número

de asuntos sin importancia puededepartirse, por ejemplo, sindescender del terreno de lasconcesiones mutuas y la cortesíaexcesiva de los insociables.Delante de ciertos sujetos no nosmostramos plenamente; son unalimitación al libredesenvolvimiento de nuestro ser.

Perder viejos amigos íntimoses un punzante dolor que durasiempre.

J’avaiseneffet,entoutesinceritéd’esprit,

prisl’engagementdelerendreasonétatprimitifdefilsdusoleil,et

nouserrions,nourrisduvindesPalermesetdubiscuitdelaroute,moi

pressédetrouverlelieuetlaformule.

R

CAMINABA por la calle silenciosade arrabal, llena de frescos

presentimientos de campo. En unambiente extraterrestre demadrugada polar, la cúpula deazulejos de Nuestra Señora delOlvido brillaba a la luna conserenidad extraña y misteriosa. Nosé en qué pensaba, ni siquiera sipensaba. Las inquietudes se habíanadormecido piadosamente en micorazón.

En los tiestos las floresparecían como alucinadas en elextrañísimo matiz de la Luna, yrecibían las caricias del rocío,

amante tímido y casto. ¡Madrugadasin revuelos de pájaros blancos, sinalucinaciones, sin música deórgano!

¿Por qué no me evadí entoncesde la Realidad? ¡Hubiera sido tanfácil! ¡Ningún ojo sofisticado meacechaba! ¡Ninguna de las once milleyes naturales se hubiera ofendido!¡Mr. David Hume dormíaprofundamente desde hacía cienaños!

El ensayo corto

EL ENSAYO corto ahuyenta denosotros la tentación de agotar eltema, de decirlo desatentadamentetodo de una vez. Nada más lejos delas formas puras de arte que el

anhelo inmoderado de perfecciónlógica. El afán sistematizador haperdido todo crédito en nuestrosdías, y fuera tan ocioso embestirleaquí ahora, como decir mal de lahoguera en una asamblea de brujas.

No es el ensayo corto, sinduda alguna, la más adecuadaexpresión literaria ni aun para lospensamientos sin importancia y lasideas de más poca monta. Su levecontenido de apreciaciones fugaces—en que no debemos detener largotiempo la atención so pena de dañar

su delicada fragancia— tiene másapropiada cabida en el cuerpo deuna novela o tratado; de la mismamanera que un rico sillón españoldel siglo XVI estaría mejor, sindisputa, en una sala amueblada aldesolado gusto de la época, que enel saloncito bric-à-brac en quedepartimos de la última comedia deShaw, mientras fumamos cigarrillosy bebemos whisky y soda. A pesarde todo, el bric-à-brac hace vacilaraún a las cabezas más firmes.

Es el ensayo corto la

expresión cabal, aunque ligera, deuna idea. Su carácter propioprocede del don de evocación quecomparte con las cosas esbozadas ysin desarrollo. Mientras menosacentuada sea la pauta que seimpone a la corriente loca denuestros pensamientos, más rica yde más vivos colores será la visiónque urdan nuestras facultadesimaginativas.

El horror por lasexplicaciones y amplificaciones meparece la más preciosa de las

virtudes literarias. Prefiero elenfatismo de las quintas esencias alaserrín insustancial con que seempaquetan usualmente losdelicados vasos y las ánforas.

El desarrollo supone laintención de llegar a las multitudes.Es como un puente entre lasimprecisas meditaciones de unsolitario y la torpeza intelectiva deun filisteo. Abomino de los puentesy me parece, con Kenneth Grahame,que «fueron hechos para gentesapocadas, con propósitos y

vocaciones que imponen elrenunciamiento a muchos de losmayores placeres de la vida».Prefiero los saltos audaces y lascabriolas que enloquecen decontento, en los circos, al ingenuopúblico del domingo. Os confiesoque el circo es mi diversiónfavorita.

La balada de las hojasmás altas

A Enrique González Martínez

NOS MECEMOS suavemente en lo alto

de los tilos de la carretera blanca.Nos mecemos levemente por sobrela caravana de los que parten y losque retornan. Unos van riendo yfestejando, otros caminan ensilencio. Peregrinos y mercaderes,juglares y leprosos, judíos yhombres de guerra: pasan conpresura y hasta nosotros llega aveces su canción.

Hablan de sus cuitas de todoslos días, y sus cuitas podríanacabarse con sólo un puñado dedoblones o un milagro de Nuestra

Señora de Rocamador. No sonbellas sus desventuras. Nada saben,los afanosos, de las matinalessinfonías en rosa y perla; delsedante añil del cielo, en elmediodía; de las tonalidadessorprendentes de las puestas delsol, cuando los lujuriososcarmesíes y los cinabrios opulentosse disuelven en cobaltos desvaídosy en el verde ultraterrestre en quese hastían los monstruos marinos deBöcklin.

En la región superior, por

sobre sus trabajos y anhelos, elviento de la tarde nos mecelevemente.

De la noble esterilidadde los ingenios

etnéanmoinsiln’a

jamaisréussiarien,parcequ’ilcroyaittropal’impossible.

B

PARA el vulgo sólo se es autor delos libros que aparecen en laedición definitiva. Pero hay otrasobras, más numerosas siempre quelas que vende el librero, las que seproyectaron y no se ejecutaron; lasque nacieron en una noche deinsomnio y murieron al díasiguiente con el primer albor.

El crítico de los ingeniosestériles —ilustre profesión, a femía— debe evocar estas mariposasnegras del espíritu y representamossu efímera existencia. Tienen para

nosotros el prestigio de lo fugaz, elrefinado atractivo de lo que no serealiza, de lo que vive sólo en elencantado ambiente de nuestrohuerto interior.

Los escritores que no escriben—Rémy de Gourmont ensalzó estanoble casta— se llevan a lapenumbra de la muerte las mejoresobras, las que están impregnadas detan agudo sentido de la belleza queno las hubiera estimado tal vez laopinión, ni entendido acaso losdevotos mismos.

Se escribe por diversosmotivos; con frecuencia, porescapar a las formas tristes de unavida vulgar y monótona. El mundoideal que entonces creamos pararegalo de la inteligencia, carece deleyes naturales, y las montañas sedeslizan por el agua de los ríos, oéstos prenden su corriente de lasaltas copas de los árboles. Lasestrellas se pasean por el cielo enla más loca confusión y de verlastan atolondradas y alegres loshombres han dejado de colgar de

ellas sus destinos.Evadirnos de la fealdad

cotidiana por la puerta de loabsurdo: he aquí el mejor empleode nuestra facultad creadora. Losque no podemos inventar asuntos,nos encaramamos en los zancos dela ideología estéril y forjandoteorías sobre la forma de las nubeso enumerando las falaciaspopulares que contiene la cabeza deun periodista, empleamos la vidaque no consumió la acción.

¡Si fuéramos por ventura de la

primera generación literaria dehombres, cuando florecían en todasu irresistible virginidad aun loslugares comunes más triviales!

Era un país pobre

…evensupposingthathistory

were,onceinaway,noliar,coulditbethat…

KG

ERA UN país pobre, como tantosotros de que guarda siempreconfuso recuerdo el viajeroimpenitente. La exportación sereducía a pieles de camello,utensilios de barro, estampasdevotas y diccionarios de bolsillo.Ya adivinaréis que se vivía porcompleto de géneros y efectostraídos de otras naciones.

A pesar de la escasaproducción de riquezas sobrevinoun período de florecimientoartístico. Si sois profesores de

literatura, os explicaréis el hechofácilmente.

Aparecieron muchos poetas,de los cuales uno era idílico, llenode ternura y sentido de la naturalezay también muy poseído de lasolemne misión de los bardos; yotro, satánico —verdadera bêtenoire de cierta crítica mojigata—, aquien todas las señoras deseabanconocer, y que en lo personal era unpobre y desmedrado sujeto. Hubotambién incontables historiadores:uno de ellos, medioevalista

omnisciente, aunaba delinvestigador impecable y delsintetizador amenísimo; otros eranconcienzudos y prolijos, o elegantesy de doctrina cada vez mássospechosa.

La crítica literaria prosperabacon lozanía. Además de los tres ocuatro inevitables retrasados, quecensuraban por sistema cuantoparaba en sus manos y que sin frutopredicaban el retorno a una épocaremota de mediocridad académica,había escritores eruditos e

inteligentes que justificaban, anteuna opinión cada vez másinteresada, los caprichos y rarezasde los hombres de gusto.

La novela, el teatro, el ensayoadquirían inusitado vigor.

Después de los diosesmayores venía la innumerablecaterva de los que escriben algunavez, de los literatos sin letras, delos poetas que cuentan más comolectores, y cuyos nombres seconfunden (en la memoria decualquiera de nosotros, harto

recargada de cosas inútiles), conlos que vemos a diario en losrótulos de la calle.

Los extranjeros comenzaron ainteresarse por este renacimiento delas artes, del que tuvieron noticiaspor incontables traducciones,algunas infelicísimas aunque aprecios verdaderamente reducidos.Entonces se notó por primera vez uncurioso fenómeno, muy citado enadelante por los tratadistas deEconomía Política: el apogeoliterario producía una alza de

valores en los mercadosextranjeros.

¡Qué sorpresa para loshombres de negocios! ¡Quién iba asospechar que los libros de versosy embustes poseyeran tan útilesvirtudes! En fin, la cienciaeconómica abunda en ironías yparadojas. Había que aprovechardesde luego esta nueva fuente deriquezas.

Se dictó una ley que puso a laliteratura y demás artes bajo lajurisdicción del ministro de las

finanzas. Los salones (bienprovistos por cierto deimpertinencia femenina), lasacademias, los cenáculos, todo fuereglamentado, inspeccionado yadministrado.

Los hombres graves, loshombres serios protegían sin ruborlas artes. En la Bolsa se hablabacorrientemente de realismo eidealismo, de problemas deexpresión, de las Memorias deGoethe y de los Reisebilder deHeine.

El ministro de las finanzaspresentaba por Navidad alParlamento un presupuesto de laprobable producción literaria delaño siguiente: tantas novelas, tantospoemas… se restablece elequilibrio en favor de los génerosen prosa con cien libros de historia.Las mayorías gubernamentalesestaban por los géneros en prosa,mientras que las izquierdas de laoposición exigían siempre mayorcopia de versos.

Las acciones y géneros subían

siempre en las cotizaciones de lasbolsas. La moneda valía ya más quela libra esterlina, a pesar de queaños antes se codeaba con el reisde Portugal en las listas de losmercados. A cada nuevo librocorrespondía una alza, y aun a cadabuena frase y a cada verso noble. Sihabía una cita equivocada en estetratado o en aquel prólogo, losvalores bajaban algunos puntos.

El costo de la vida humanahabía descendido al límite de loposible. Todas las despensas

estaban bien abastecidas.Humeaban los pucheros de losaldeanos y el vino tierno henchíaalegremente las cubas. Las señorasya no hablaban de carestía, sino desus alacenas bien repletas deholandas y brocados, de sus tarrosde confituras y conservas, de susarquillas que guardaban lucientescintillos y pedreríasdeslumbradoras.

Pero un día ocurrió unacatástrofe. Bruscamente descendióla moneda muchos puntos en las

cotizaciones. Pasaron semanas y eldescenso continuó: no se trataba,pues, de un golpe de Bolsa.

¿Qué había sucedido? Todosse lo preguntaban en vano. Lasseñoras atribuían el desastre a lamala educación de las clasesinferiores y al escote excesivo queimpuso la moda aquel invierno.

La causa sin duda había de serliteraria. Sin embargo, loscenáculos, ateneos y todo elcomplicado mecanismo literario-burocrático seguía funcionando a

maravilla. Nadie había salido de sulínea.

Ordenóse una minuciosainvestigación; los mejores críticosfueron encargados de llevarla abuen fin. En realidad, nunca sellegó a saber la razón de aquellacatástrofe financiera.

El dictamen de los críticosseñalaba a algunos escritores depensamiento tan torturado, deinvenciones tan complicadas y depsicología tan aguda y monstruosa,que sus libros volvían más

desgraciados a los lectores, lesennegrecían en extremo susopiniones y les hacían, por último,renunciar a descubrir en laliteratura la fuente milagrosaadonde purificar el espíritu de suscuidados.

Ciertamente las artes nopueden ser el único sostén delbienestar de un pueblo.

Xenias

Las buenas frases son la verdad ennúmeros redondos.

EL POETA sin genio ve correr las

aguas del río. En vano se fatiga poruna nueva imagen poética sobre elcorrer del agua. La frase no vienenunca y las ondas siguenimplacables su curso.

El agua que pasa tiene unagran semejanza con su vida; no larelación secreta que inútilmente seesfuerza en discernir, sino ésta, quesu vida pasa también adelante sindejarle versos en las manos.

Una vez hubo un hombre que

escribía acerca de todas las cosas;nada en el universo escapó a suterrible pluma, ni los rumbos de larosa náutica y la vocación de losjóvenes, ni las edades del hombre ylas estaciones del año, ni lasmanchas del sol y el valor de lairreverencia en la crítica literaria.

Su vida giró alrededor de estepensamiento: «Cuando muera sedirá que fui un genio, que pudeescribir sobre todas las cosas. Seme citará —como a Goethe mismo— a propósito de todos los

asuntos».Sin embargo, en sus funerales

—que no fueron por cierto unbrillante éxito social— nadie lecomparó con Goethe. Hay ademásen su epitafio dos faltas deortografía.

Fantasías mexicanas

… al moro Búcar y a aquel nobleMarqués

de Mantua, teníalos por de sulinaje.

POR EL angosto callejón de laCondesa, dos carrozas se hanencontrado. Ninguna retrocede paraque pase la otra.

—¡Paso al noble señor donJuan de Padilla y Guzmán, Marquésde Santa Fe de Guardiola, Oidor dela Real Audiencia de México!

—¡Paso a don Agustín deEcheverz y Subiza, Marqués de laVilla de San Miguel de Aguayo,cuyos antepasados guerrearon porsu Majestad Cesárea en Hungría,Transilvania y Perpiñán!

—¡Por bisabuelo me lo hube adon Manuel Ponce de León, el quesacó de la leonera el guante dedoña Ana!

—¡Mi tatarabuelo Garcilasode la Vega rescató el Ave María delmoro que la llevada atada a la colade su bridón!

Tres días con sus noches sesuceden y aún están allí loslinajudos magnates, sin que ningunoceda el paso al otro. Al cabo deestos tres días —y para que nosufriera mancilla ninguno de ambos

linajes— mandó el Virrey queretrocedieran las carrozas al mismotiempo, y la una volvióse hacia SanAndrés, y la otra fuese por la calledel Puente de San Francisco.

El raptor

AMIGOS míos, ayudadme a robaruna novia que tengo en el Real dePozos. Tendremos que sacarla de sucasa a viva fuerza. Por eso os pidoayuda, que si ella tuviera voluntad

en seguirme… Iremos al galope denuestros caballos por el caminoreal, en medio de la noche comoalmas en pena. Os pagaré conesplendidez. Os daré caballos,rifles, sillas de montar labradas conplata y oro. ¿Por qué vaciláis?¿Para cuándo son los amigos? Estoyenamorado locamente de ella.Apenas sé si no desvarío. Tiene losojos llenos de asombro, sus senospalpitantes perderían a cualquiersanto. Cuando me ve se echa atemblar y si no fuera porque la

amenazo con matarla si no meespera en la ventana a la nochesiguiente, jamás la volvería a ver.Al hablarle se me enronquece lavoz, y a ella le entra tanto miedoque no atina a decirme sino que mevaya y que la deje; que no me hahecho mal ninguno; que lo haga porla Virgen Santísima… Sé bien queno me quiere; pero ¿qué importa?Ya me irá perdiendo el temor. Porella me dejaría fusilar. Ayudadme,mis amigos. Tened compasión de unhombre enamorado, y mañana haced

de mí lo que gustéis. Os obedecerécomo un perro. Y si algo os pasapor ayudarme, la Sierra Madre noestá lejos, y mi cinturón de cuero sehalla repleto de oro.

El abuelo

EL ABUELO —un viejecito delustrosa y roja tez, ojos azules ybarbas de plata, que quiere a todacosta ser amigo nuestro— presidela cena de innumerables nietos y

nietas, y amigos y amigas. (Unavieja familia que tuvo antepasadosen Trafalgar.)

Hablamos de Darío y Lugonesy él cita a don Antonio de Solís y aMoratín; de tenis y de flirt y éldesentierra sus lozanas mocedadesde hijo de gobernador, en no sé quéciudad de provincia, allá por el añode treinta.

En el comedor resuenan lasrisas y los gritos alegres. Todoshablamos en voz alta. Las gentilesprimas sonríen llenas de

benevolencia, dicen propósitosagudos, o amenazan con dengues ymelindres al atrevido que respondiócerteramente.

Alguien pide un cuento alviejecito. Todos aplauden y prestanatención. Y las caras se enciendenpor el rubor o la malicia, porquenuestro olvidadizo abuelo nosrelata plácidamente un cuentopicaresco de antaño, en el que todaslas cosas son llamadas por sunombres, a la sana usanza antigua.

Vieja estampa

Dos CRIADOS abren presurosos, a lacuriosidad de los desocupados, laspesadas hojas de la puerta, cuyostableros de cedro ostentan —en ricaobra de talla— las armas de los

Castillas, de los Mendozas, de losAltamiranos de Velasco.

Tirada por piafantes brutos,sale la carroza, con muellessacudimientos, de la penumbra delzaguán al deslumbramiento de lacalle.

El Conde de Santiago deCalimaya se encamina al palaciodel Virrey. Han llegado pliegos dela Metrópoli que tratan de asuntosgraves. La Real Audiencia y elArzobispo tienen en la Cortepoderosos valedores.

Y mientras pasa la carrozarebotando por el empedrado de lacalle de Flamencos, los indios sedescubren, los criollos se detienencuriosos.

Indiferente a todos, tras loscristales, el señor conde toma rapéde una caja de oro, con sus dedosdescarnados y temblorosos.

II

De fusilamientos

De fusilamientos

EL FUSILAMIENTO es una instituciónque adolece de algunosinconvenientes en la actualidad.

Desde luego, se practica a lasprimeras horas de la mañana.

«Hasta para morir precisamadrugar», me decía lúgubrementeen el patíbulo un condiscípulo míoque llegó a destacarse como uno delos asesinos más notables denuestro tiempo.

El rocío de las yerbas mojalamentablemente nuestros zapatos, yel frescor del ambiente nosarromadiza. Los encantos de nuestradiáfana campiña desaparecen conlas neblinas matinales.

La mala educación de los jefesde escolta arrebata a los

fusilamientos muchos de susmejores partidarios. Se han idodefinitivamente de entre nosotroslas buenas maneras que antañovolvían dulce y noble el vivir,poniendo en el comercio diariogracia y decoro. Rudasexperiencias se delatan en lacortesía peculiar de los soldados.Aun los hombres de temple másfirme se sienten empequeñecidos,humillados, por el trato de quienesdifícilmente se contienen un instanteen la áspera ocupación de mandar y

castigar.Los soldados rasos presentan a

veces deplorable aspecto: losvestidos, viejos; crecidas lasbarbas; los zapatones cubiertos depolvo; y el mayor desaseo en laspersonas. Aunque sean brevesinstantes los que estáis ante ellos,no podéis sino sufrir atrozmente consu vista. Se explica que muchosreos sentenciados a la última penasoliciten que les venden los ojos.

Por otra parte, cuando se pidecomo postrera gracia un tabaco, lo

suministrarán de pésima calidadpiadosas damas que poseen un celoadmirable y una ignoranciacandorosa en materia de maloshábitos. Acontece otro tanto con elvasito de aguardiente, que previeneel ceremonial. La palidez demuchos en el postrer trance noprocede de otra cosa sino de la bajacalidad del licor que les desgarralas entrañas.

El público a esta clase dediversiones es siempre numeroso;lo constituyen gentes de humilde

extracción, de tosca sensibilidad yde pésimo gusto en artes. Nada tanodioso como hallarse delante detales mirones. En balde asumiréisuna actitud sobria, un ademán nobley sin artificio. Nadie los estimará.Insensiblemente os veréiscompelidos a las burdas frases delos embaucadores.

Y luego, la carencia deespecialistas de fusilamientos en laprensa periódica. Quien escribe deteatros y deportes tratará acerca defusilamientos e incendios.

¡Perniciosa confusión de conceptos!Un fusilamiento y un incendio noson ni un deporte ni un espectáculoteatral. De aquí proviene ese estiloampuloso que aflige alconnaisseur, esas expresiones detan penosa lectura como«visiblemente conmovido», «surostro denotaba la contrición», «elterrible castigo», etcétera.

Si el Estado quiere evitareficazmente las evasiones de loscondenados a la última pena, que noredoble las guardias, ni eleve los

muros de las prisiones. Quepurifique solamente de pormenoresenfadosos y de aparato ridículo unacto que a los ojos de algunosconserva todavía ciertaimportancia.

1915

Para aumentar la cifrade accidentes

UN HOMBRE va a subir al tren enmarcha. Pasan los escaloncillos delprimer coche y el viajero no tienebastante resolución para arrojarse y

saltar. Su capa revuela movida porel viento. Afirma el sombrero en lacabeza. Va a pasar otro coche. Denuevo falta la osadía. Triunfan elinstinto de conservación, el temor,la prudencia, el coro venerable delas virtudes antiheroicas. El trenpasa y el inepto se queda. El trenestá pasando siempre delante denosotros. El anhelar agita nuestrasalmas, y ¡ay de aquel a quienretiene del miedo de la muerte!Pero si nos alienta un impulsodivino y la pequeña razón naufraga,

sobreviene en nuestra existencia uninstante decisivo. Y de él saldremosa la muerte o a una nueva vida,¡pésele al Destino, nuestro ceñudopríncipe!

La amada desconocida

DON JUAN… por quien olvidan lascortesanas parisienses de moda susahorros en el Banco de Francia.Rey norteamericano de unaindustria como la del acero y el

petróleo, la trata de blancas. EnMéxico galopa camino de la Sierracon una mujer desmayada entre losbrazos. Es en España, su país natal,un señorito a quien castigará elcielo cualquier día por sus grandesinfamias.

Duro vengador de hombres ysímbolo de energía mediterránea,pasa ante los varones que leenvidian y las hembras que por élse pierden, con la levedad de unafigura de mito y la gracia de unmancebo pintado en ático vaso.

(¡Oh Keats, las melodías noescuchadas son menos dulces que tuoda inmortal!)

Victorioso y risueño —diríaseque bajaba del tálamo de unadeidad— con ligero paso se dirigeal cementerio. Viste de negro, y enuna ciudad de deportistas y dandiespasaría inadvertido. Sus ojos grises—feroces para tantas heroínasllorosas— miran ahoradistraídamente. Una sonrisa iluminael rostro, como aquellas que fueroncompradas con el dolor de toda una

vida.Mal sujeto a todas luces, sólo

tolera los mejores momentos deltrato femenino. Cínico, despoja alamor de su prestigio romántico.Con decisión y aplomo espera sucondenación, porque los avisos delcriado, a pesar de todo, procedíandel cielo.

Taimadas garduñas e hijos depega consumirán su hacienda yacibararán su solitaria vejez; peronada le arredra, ni las llamas delinfierno, ni siquiera las molestias

de su celebridad equívoca.Entre fotógrafos y reporteros,

curiosos y badulaques de toda laya,cruza la puerta del camposanto, conuna corona de flores al brazo.Conmovido, como se conmuevenlas gentes de buen tono; ágil, conmucho de felino en el paso y algode hastío elegante en la figura; almodo de quien cumple uno de tantosdeberes sociales, pura fórmuladesprovista ya de contenido ysignificación, deposita conimpertinente gracia una corona de

siemprevivas en la tumba de laamada desconocida, la pobremuchacha sin nombre que noreclamó eternidad al caballerodespiadado de los fugaces amores.

La Gloriosa

LAS CUESTAS y llanos se pueblan delos pobrecitos indios. Ya baja allá alo lejos la imagen que traen enandas, con gran acompañamiento degentes. Los cirios y candelas brillan

amortiguadamente en la serena luzde la tarde. Este año ha sido desequía. Las milpas están resecas ylos gañanes tienen oprimido elcorazón por la falta debienhechoras lluvias, de las aguasque reverdezcan los campos, quetomen su pureza al aire y la alegríaal alma contristada del labriego.

Por encima de las cabezasdescubiertas e hirsutas, de las lucesque constelan de diamantes elpálido damasco del cielo sin nubes,y de las caras graves y hurañas de

los fíeles, se mantiene levementesobre las andas, en su peanadorada. Es pequeñita; de rostromoreno, casi negro; su mantoestofado desciende triangularmente,broslado de gemas, sobre unamedia luna.

Antaño un virrey se despojóde sus insignias para que ella lasluciese. Y cuando el cólera grandedespoblaba ciudades y villas, elPresidente de la República le dioese collar de amatistas quecentellea con tenues fulgores

purpurinos. Entonces fue traída congran pompa a la Catedral deMéxico, cuyas suntuosas naveshospedaron algunos días —los másfieros de la peste— a la NobleSeñora, que añoraba desde lo altodel coruscante altar su rústicosantuario.

Bajo el cielo inclemente, porlos requemados maizales, loscánticos se elevan quejumbrosos.El dolor de las gentes sencillas ypobres, la fe obstinada y potente, elespíritu de esta raza milenaria

animan las letanías, entonadas enfalsete. Parpadean los velones. Elpolvo, esfumino de lejanías, hacemenos violenta la cresta de laSierra. Las voces implorandesafinadas y tercas:

¡Oh Madre, tierna,bendita,

Ayuda a nuestraNación,

Pues mucho lonecesita!

La humildad premiada

EN UNA Universidad pocorenombrada había un profesorpequeño de cuerpo, rubicundo,tartamudo, que como carecía porcompleto de ideas propias era muy

estimado en sociedad y tenía ante síbrillante porvenir en la críticaliteraria.

Lo que leía en los libros loofrecía trasnochado a susdiscípulos la mañana siguiente. Taninaudita facultad de repetir conexactitud constituía ladesesperación de los másconsumados constructores demáquinas parlantes.

Y así transcurrieron largosaños hasta que un día, en fuerza derepetir ideas ajenas, nuestro

profesor tuvo una propia, unapequeña idea propia luciente ybella como un pececito rojo tras elirisado cristal de una pecera.

El descubridor

A SEMEJANZA del minero es elescritor: explota cada intuicióncomo una cantera. A menudo dejarála dura faena pronto, pues la veta noes profunda. Otras veces dará con

rico yacimiento del mejor metal,del oro más esmerado. ¡Qué penosoespectáculo cuando seguimosocupándonos en un manto que acabóha mucho! En cambio, ¡qué fuerza ladel pensador que no llegaávidamente hasta colegir la últimaconclusión posible de su verdad,esterilizándola; sino que secomplace en mostrarnos que es antetodo un descubridor de filones y nomísero barretero al servicio decodiciosos accionistas!

El héroe

TODO se adultera hoy. A mí me hatocado personificar un heroísmofalso. Maté al pobre dragón demodo alevoso que no debe nirecordarse. El inofensivo monstruo

vivía pacíficamente y no hizo mal anadie. Hasta pagaba suscontribuciones, y llegó en inocentesimplicidad a depositar su voto enlas ánforas, durante las últimaselecciones generales. Me vio llegarcomo a un huésped, y cuando hacíaademán de recibirme y brindarmehospedaje, le hendí la cabeza de untajo. Horrorizado por mi villaníahuí de los fotógrafos que pretendíanretratarme con los despojos delpobre bicho, y con el malhadadoalfanje desenvainado y sangriento.

Otro se aprovechó de mi fea hazañae intentó obtener la mano de laprincesa. Por desdicha misabogados lo impidieron y aunobligaron al impostor a pagar lascostas del juicio. No hubo másremedio que apechugar con la hijadel rey, y tomar parte en ceremoniasque asquearían aun a Mr. Cecil B.de Mille.

La princesa no es la jovenadorable que estáis desde hacevarios años acostumbrados a verpor las tarjetas postales. Se trata de

una venerable matrona que, comotantas mujeres que han prolongadosu doncellez, se ha chupadointeriormente. (Perdonadme lo bajode la expresión.) Resulta sucompañía tan enfadosa que a sulado se explica uno los horrores detodas las revoluciones. Susaficiones son groseras: nada lacomplace más que exhibirse enpúblico conmigo, haciendo gala deun amor conyugal que felizmente noexiste. Tiene alma vulgar de actrizde cine. Siempre está en escena, y

aun lo que dice dormida vadestinado a la galería. Sus actitudesfavoritas, la de infanta demócrata,de esposa sacrificada, de mujersuperior que tolera menestereshumildes. A su lado siento náuseasincontenibles.

En los momentos de mayorintimidad mi egregia compañerainventa frases altisonantes que mecolman de infortunio: «La sangredel dragón nos une»; «tu heroicidadme ha hecho tuya para siempre»; obien «la lengua del dragón fue el

ábrete sésamo»; etcétera.Y luego las conmemoraciones,

los discursos, la retórica huera…toda la triste máquina de la gloria.¡Qué asco de mí mismo por habercomprado con una villaníabienestar y honores! ¡Cuántoenvidio la sepultura olvidada de loshéroes sin nombre!

Mujeres

SIEMPRE me descubro reverente alpaso de las mujeres elefantas,maternales, castísimas, perfectas.

Sé del sortilegio de lasmujeres reptiles —los labios fríos,

los ojos zarcos— que nos miran sincuriosidad ni comprensión desdeotra especie zoológica.

Convulso, no recuerdo si deespanto o atracción, he conocido unraro ejemplar de mujeres tarántulas.Por misteriosa adivinación de suverdadera naturaleza vestía siemprede terciopelo negro. Tenía laspestañas largas y pesadas, y susojillos de bestezuela cándida memiraban con simpatía casi humana.

Las mujeres asnas son laperdición de los hombres

superiores. Y los cenobitassecretamente piden que el diablo norevista tan terrible apariencia en lahora mortecina de las tentaciones.

Y tú, a quien las acompasadasdichas del matrimonio hanmetamorfoseado en lucia vaca querumia deberes y faenas, y que mirascon tus grandes ojos el amaneradopaisaje donde paces, cesa de mugiramenazadora al incauto que seacerca a tu vida, no como el tábanode la fábula antigua, sino llevadopor veleidades de naturalista

curioso.

El celoso

A OJITLÁN de los Naranjos no hallegado el ferrocarril. Lascostumbres se conservan aúnpatriarcales, aunque a la verdad elpueblo no ha progresado mucho que

digamos.Son gentilísimas sus mujeres,

arrebujadas en los sedeñossantamarías, a la salida de misa oen las serenatas de la plaza dearmas bajo la magia de la nochetropical y ardiente.

Por las aceras de las callejas,a la sombra de copudos nogales,corren acequias tapizadas deberros. Entre fresnos añosos serecatan gráciles las torres y elcampanario en espadaña de laparroquia, preciada joya del arte

churrigueresco. Más allá de lasúltimas casas, sobre muellesondulaciones del terreno, se dilatancomo tapices los campos de labor,ceñidos por vallados de órganos yheráldicos magueyes.

En este pueblo vivía hastapoco ha un coronel retirado, cuyafamilia era de antiguo arraigo en lacomarca. Alto, enjuto, recio decarnes, el campo le había dadofuerza y dureza. Por lo demás, secoen el trato, silencioso y taciturno dehumor. Si se le examinaba

atentamente, conmovía la tristeza desus ojos apagados.

Su esposa doña Rosita era unaseñora de provincia, sumisa,hacendosa, de mirar inocente,tímida, devota, con el espíritu desacrificio característico de nuestrasmujeres criollas, tan bello y tanabsoluto.

La dicha de ambos pareciósiempre completa a las inquisitivasmiradas de las comadres y vecinas.Sólo que él tenía un modo morbosode amarla, pues le atormentaban

singulares celos, que ante ella sinembargo reprimió siempre conhombría rústica y brava.

Los celos… Turbación denuestra alma que cobra agudísimaconciencia de su soledadirremediable. Pasión que no muevea piedad por ser acaso la másindividual y exclusiva, y que a losmás lamentables extravíos conduce.Amargo y cruel resabio de loquebradizo que es todo concierto ybuena inteligencia.

Si se desecha el fatalismo del

amor se engendran celosinextinguibles. En efecto, la pasiónque dignifica mi vida ¿es necesariay fatal? La mujer que esclarece ydora mi gris existir ¿me estabapredestinada? O pudo ser de otro, amediar cualquier circunstancia deesas en apariencia triviales peroque son decisivas para torcer elerrátil curso de nuestro destino. Ysi pudo ser de otro, puede serloaún. Su amor no viene de lanecesidad, sino de la contingencia,del juego loco de los sucesos. Y

ando a caza de pruebas en favor dela predestinación si revuelvo aveces lo pasado para alimentar misquerellas. El azar que me dio a laamada es capaz de arrebatármela.En todo momento —siguediciéndose el celoso— hay queapuntalar el andamiaje frágil de migozo.

Y el pobre hombre toma decontinuo precauciones contraextraños peligros y oscuros riesgos.Sus punzantes cautelas, su corrosivadesconfianza, su miedo patológico

son incurables como tantos malesimaginarios.

Tortura de sí mismo,prevención inútil contra el inciertogiro de la suerte, forcejeo pormantener cerrada una puerta queempujan desde afuera incógnitaspotencias, tétrica luz que vuelve elmundo totalmente hostil, los celosevocan tristes imágenes, negrossímbolos. ¡Piadosas artes las desaber con un apretón de manos, conuna mirada clara, con unas palabrasinocentes, ahuyentar los celos que

revolotean pertinaces en torno almísero celoso!

Si doña Rosita mostrabapredilección por algo, élsecretamente lo destruía; si hablabacon afecto de algún servidor, seremuneraba a éste con esplendidezy se le despedía al instante.

Fue poco a poco adivinando lafatal condenación que atraía sobrecuanto le agradaba. Se abstuvoentonces de cualquier impulso desimpatía y adquirió un airesingularmente noble, deslizándose

entre las cosas sin apasionarse conellas, desentendida de lacomplacencia que suelen despertaren nuestros sentidos, consagradapor entero al amor de su marido.

En la penumbra de suapartamiento, la palidez y el brilloinusitado de los ojos le daban elprestigio de una aparición. Susonrisa tenía no sé qué deextrahumano. Dijérase que laproximidad de su muerte latransfiguraba y revestía de sutilbelleza.

La pobre señora enfermó. EnOjitlán no se supo a ciencia ciertade qué mal, pues sólo el esposotenía acceso hasta la alcoba de sumujer. Se propaló la noticia de suextremada gravedad. El médico dellugar —venerable viejo ungido poruna sabiduría superior a la quedispensan los libros— acudió alcoronel y le propuso atender a laenferma. Tal ofrecimiento fuerecibido con aspereza. Era absurdopensar que un extraño se llegarahasta la agonizante, le tomase el

pulso, la auscultase, la examinasetodavía con mayor impertinencia.Así fue que la señora muriófinalmente.

Como siempre sucede en casostales, ocurrieron solícitas lasvecinas (que llevaban años de novisitar la casa) a vestir a la difunta,a rezarle, tal vez a curiosear. Elcoronel las despedía hosco en lapuerta. No otras manos que lassuyas tocarían jamás a su esposa,muerta o viva. Y fue él quiendesempeñó esos menesteres en que

se ejercita la más bella piedad.Tortura sin par la del viudo

cuando vistió a su preciosa finada.Al meter los vestidos de raso yblondas en los miembrosentumecidos, al calzar los adoradospies con los zapatitos de satín, aldeslizar bajo el rígido talle losbrazos para levantarla suavemente ycolocarla en la caja, sin duda probóaquel fuerte corazón las mássalvajes embestidas del fiero dolor.Es posible que la razón misma seenturbiara en aquella cruel prueba.

Algunas familias enviaroncoronas y flores que recibían loscriados. Las ventanaspermanecieron cerradas y en vanolos curiosos atisbaron por siconseguían ver al misteriosocoronel, sobre quien pesaba ya unaleyenda negra.

El sepelio no fue al díasiguiente, como es costumbre.Conocido de todos el violento amordel marido, se pensó que queríaéste dilatar por algunas horas laseparación definitiva.

Pero pasó otro día, sin que sellevara a cabo el entierro. Y otrodía más… y aun cinco. Lacuriosidad pública estabaexcitadísima. A la semana justaintervino la autoridad para darcristiana sepultura al cadáver. Elviudo no se había apartado hastaentonces de su amada.

Cuando se abrieron lasventanas y el sol entró por laestancia a raudales, hallaron elalcalde y sus acompañantes, que noeran pocos por cierto, al coronel

sentado junto al ataúd entreabierto,con una mano de la muerta entre lassuyas callosas y nervudas.

Alelado por su pena no opusoresistencia a las órdenes delalcalde, y la inhumación se llevóadelante sin nuevos incidentes.

Pero al anochecer del día delentierro viose al viudo cruzar elvillorrio, camino del cementerio.Allí pasó la noche, dando lentospaseos cerca de la sepultura de suesposa, embozado siniestramente ensu capa, ensimismado en no se sabe

qué pesarosas meditaciones.Y volvió la noche siguiente y

todas las demás hasta su muerte(que fue mucho tiempo después) avelar su sueño en medio de espesastinieblas propicias a los espantos ynahuales. Durante sus lúgubrespaseos entre las tumbas le roían elánimo porfiados celos, y escrutabalos campos del contorno por siacudía el otro, el que había deamarla con la misma tenacidadinquebrantable. Pero éste no acudiónunca porque no existía más que en

la imaginación del coronel, para supropio tormento. Amores tandesesperados y constantes ocunenrarísima vez y son respecto de lavida cotidiana como locasgirándulas en una noche sinestrellas. Sorprende lodesmesurado de tales pasiones queno guardan proporción con nuestrasvidas, con las que no están a escala.Amamos, ambicionamos y odiamoscomo si fuéramos inmortales.Nuestra alma, en trance pasional,sobrepasa las estrechas compuertas

de una encarnación y se revela ensu amplio vuelo milenario.

Anywhere in the South

Mujeresfire-proof,ala

pasióninertes,Llenasdefortaleza,comolascajasfuertes.

ElpoetaJJ

T

YO QUE no traigo credenciales enregla del Parnaso, carezco ¡ay! demensaje lírico, y que podríacontribuir con más de una a lasCien Peores Poesías LíricasMexicanas;

y ella: largos ojos oblicuos,tez finísima, cuerpo de nadadora.Bebe coca cola y forma parte deuna fraternidad universitaria. ¿Esinteligente Miss Smith? Tal vez no;

pero no importa porque es femeninacon femineidad perfumada, consuave intimidad de compañerasumisa.

En el cinematógrafo, ante mismalévolas dudas y mis fingidoscelos retrospectivos, poniéndose enpie y extendiendo el brazo, jura porsu Dios, anabaptista y cándida.

Entreveo por un instante elinterminable rosario de domingos,yo cantando himnos a su lado en untemplo de paredes desnudas; o lacaravana de semanas, alimentando

preocupaciones crematísticas bajoel ventilador insomne; o merepresento contristado ante susiracundas miradas, en una abrasadacarretera de Arizona, mientras elFord —no del todo pagado— seniega a caminar y persiste encrearme conflictos conyugales.

La tentación pasa como unabanda militar, conturbando al alma,incorregible prisionera que sedeleita en el espejismo de las vidasposibles.

De mis divagaciones aterrizo

con una de sus preciosas manosentre las mías. ¡Pobre orquídeatejana a quien no arredra lo inciertode mi porvenir! Porque en resumen:no soy más que un profesor adjuntoque en los cursos veraniegos deeste año explica en mangas decamisa la Quijotita y el Periquillo.

La feria

Y estando a —Y estando

amarrando un galloSe me re —Se me reventó el

cordón.Yo no séSi será mi muerte un

rayo…

Los MECHEROS iluminan con su luzroja y vacilante rimeros de frutas, ya contraluz proyectan negras lassiluetas de los vendedores ytranseúntes.

—¡Pasen al ruido de uñas, soncentavos de cacahuates!

—¡El setenta y siete, los dosjorobados!

—¡Las naranjas de Jacona,linda, son medios!

Periquillo y Januario están enun círculo de mirones, en el cual sedespluma a un incauto.

—¡Don Ferruco en laAlameda!

—¡Niña, guayabate legítimode Morelia!

—¡Por cinco centavos entren aver a la mujer que se volvió sirenapor no guardar el Viernes Santo!

Dos criadas conversan:—En México no saben hacer

prucesiones. Me voy pues a pasarla Semana Santa a Huehuetoca…

Una muchacha a un lépero quela pellizca:

—¡No soy diversión de nadie,roto tal!

—¡El que le cantó a SanPedro!

—¡El sabroso de las bodas!—¡El coco de las mujeres!—¡Pasen al panorama,

señoritas, a conocer la gran ciudaddel Cairo!

Una india a otra con quien

pasea:—Yo sabía leer, pero con la

Revolución se me ha olvidado.En la plaza de gallos les

humedecen la garganta a lascantadoras; y los de Guanaceví seaprestan a jugar contra San Juan delos Lagos.

En mitad del bullicio —¡ohtibia noche mexicana en azulprofundo de esmalte!—,acompañado de tosco guitarrón,sigue cantando el ciego, con su vozaguda y lastimera:

O me ma —O me matará un

cabrónDesos que an —Desos que andan a

caballoValidósValidos de la

ocasión.Y ha de ser pos

cuándo no.

Plautina

—LYCÓNIDES, sedujiste a la hija deEuclión en tanto que tu esclavohurtaba la marmita con el tesoro delavaro. Y mientras ella invocaba congrandes voces a Lucina, el burlado

Megadoro hacía comprar congrios yvino para celebrar el sacrificionupcial.

—Comedido Periplectómenes,la flor de los filósofos, tienescuanto puede desearse en un varónprudente: durante el banquete noarrebatas el mejor manjar, niacaricias al beber a la amanteajena, ni empinas el vaso de otro, yreclinado sólo meditas en Venus, elAmor y las Gracias.

La profesión de la lena separece a la del pajarero: Si

papillan pertractavit, haud id estab re aucupis. Los enamorados soncomo los peces. Sólo aprovechanlos nuevos. No hay tallas, nipinturas ni escrituras de poetadonde las alcahuetas obren bien.¿No lo sabías, apasionadomozalbete, hermano nuestro en lapropiciación de tu vida y tu dinero?

—Parásito Ergásilo queaguzas sin medida el ingenio con tuhambre: los mozos en el Foro, trasreír tus donaires, quedarán calladoscuando les interrogues dónde es la

cena. La sutileza no recibe yaestímulo del rico.

—Y tú, Pyrgopolinices, cuyashazañas inventa el acomodaticioArtotrogo, mañana las aprenderánde coro nuestros pobres nietos, bajoplagosa férula, en los libros dehistoria contemporánea.

La cocinera

…másvalequevayan

losfielesaperdersutiempoenlamaroma,quesudineroenel

juego,osupellejoenlosfandangos.

GRPCalvarioyTabor

POR INAUDITO que parezca hubocierta vez una cocinera excelente.La familia a quien servía setransportaba, a la hora de comer, auna región superior debienaventuranza. El señormanducaba sin medida, olvidado desu vieja dispepsia, a la que aun osódesconocer públicamente. Laseñora no soportaba tampoco quese le recordara su antiguo régimenpara enflaquecer, que ahoradescuidaba del todo. Y como loscomensales eran cada vez más

numerosos renacía en la parentelala esperanza de casar a una tíaabuela, esperanza perdida hacía yamucho.

Cierta noche, en esta mesadichosa, comíamos unos tamales,que nadie los engulló mejores.

Mi vecino de la derecha,profesor de Economía Política,disertaba con erudición amenaacerca de si el enfriamientoprogresivo del planeta influye en elabaratamiento de los caloríferoseléctricos y en el consumo mundial

de la carne de oso blanco.—Su conversación, profesor,

es muy instructiva. Y los textos queusted aduce vienen muy a pelo.

—Debe citarse, a mi parecer—dijo una señora—, cuando seempieza a olvidar lo que se cita.

—O más bien cuando se haolvidado del todo, señora. Las citassólo valen por su inexactitud.

Un personaje allí presenteafirmó que nunca traía a cuentocitas de libros, porque su esposa ledemostraba después que no hacían

al caso.—Señores —dijo alguien al

llenar su plato por sexta vez—,como he sido hasta hoy el másrecalcitrante sostenedor delvegetarianismo entre nosotros,mañana, por estos tamales de carne,me aguardan la deshonra y elescándalo.

—Por sólo uno de ellos —dijoun sujeto grave a mi izquierda—perdería gustoso mi embajada enMozambique.

Entonces una niña…

(¿Habéis notado la educaciónlamentable de los niños de hoy?Interrumpen con desatinos eimpertinencias las ocupaciones másserias de las personas mayores.)

… Una niña hizo cesar lamúsica de dentelladas y de gemidosque proferíamos los que nopodíamos ya comer más, y dijo:

—Mirad lo que hallé en mitamal.

Y la atolondrada, laaguafiestas, señalaba entre la tiernay leve masa un precioso dedo

meñique de niño.Se produjo gran alboroto.

Intervino la justicia. Se hicieronindagaciones. Quedó explicada lafrecuente desaparición de criaturasen el lugar. Y sin consideraciónpara su arte peregrina, pocos díasdespués moría en la horca lamilagrosa cocinera, con gransentimiento de algunos gastrónomosy otras gentes de bien que cubrimospiadosamente de flores su tumba.

Los unicornios

CREER que todas las especiesanimales sobrevivieron al diluvioes una tesis que ningún naturalistaserio, sostiene ya. Muchasperecieron; la de los unicornios

entre otras. Poseían un hermosocuerno de marfil en la frente y sehumillaban ante las doncellas.

Ahora bien, en el arca, tristees decirlo, no había una soladoncella. Las mujeres de Noé y desus tres hijos estaban lejos de serlo.Así que el arca no debió de seducirgrandemente al unicornio.

Además Noé era un genio, ycomo tal, limitado y lleno deprejuicios. En lo mínimo se desvelópor hacer llevadera la estancia deuna especie elegante. Hay que

imaginárnoslo como fue realmente:como un hombre de negocios denuestros días: enérgico, grosero,con excelentes cualidades decarácter en detrimento de lasensibilidad y la inteligencia. ¿Quésignificaban para él losunicornios?, ¿qué valen a los ojosdel gerente de una factoría yanquilos amores de un poeta vagabundo?No poseía siquiera el patriarca esacuriosidad científica pura quesustituye a veces al sentido de labelleza.

Y el arca era bastante pequeñay encerraba un número crecidísimode animales limpios e inmundos. Elmal olor fue intolerable. Con susilencio a este respecto el Génesisrevela una delicadeza que no seprodiga por cierto en otros pasajesdel Pentateuco.

Los unicornios, antes queconsentir en una turbiapromiscuidad indispensable a laperpetuación de su especie, optaronpor morir. Al igual que las sirenas,los grifos, y una variedad de

dragones de cuya existencia nosconserva irrecusable testimonio lacerámica china, se negaron a entraren el arca. Con gallardía prefirieronextinguirse. Sin aspavientosperecieron noblemente.Consagrémosles un minuto desilencio, ya que los modernos denada respetable disponemos fuerade nuestro silencio.

Estampa

EL DÍA fue caluroso. Se comienza allenar de opalina sombra lahondonada, por cuyo fondodiscurren ondas brillantes y tersas.Los árboles extienden espesas

copas sobre la grama. En rústicosbancos están repartidas algunasparejas, las cabezas inclinadas, lascaras graves y felices, perdidas lasmiradas en el tramonto. No seescuchan las palabras quemurmuran los labios, pero seadivinan apasionadas y dulces, delas que levantan hondas resonanciasen el espíritu. Ponen las girándulassu amarilla nota en el cieloverdemar, color de alma deNovalis. Los astros arden entre elfollaje. Un niño juega con su perro.

De las aguas asciende frescorperfumado que orea las frentes yextasía nuestros sentidos,penetrándolos con su caricia clara.Lucen al escondite las luciérnagas.

Fuera del cuadro unmelancólico, la cara negra desombra bajo el puntiagudosombrerillo, herido de amorosaspenas tasca desdenes y medita eninsolubles enigmas. La tarde divinaarmoniza sus querellosaspreocupaciones.

Le poète maudit

MUY POCO grata era su compañía yevitada hábilmente por todos.Había perpetrado un latrociniohacía mucho, y lo que es peor noconservaba nada del mal habido

dinero. De las dos razas humanas,pertenecía a la que pide prestado.Era un fatuo sin igual que nohallaba en Darío sino un admirablevirtuoso de las palabras, y enLugones un imitador genial sinoriginalidad verdadera. Su vida eracompletamente irregular. Notoria sumala educación; y nadie extrañaráque deliberadamente le hayamosolvidado cuando redactamos la listade socios de la Agrupación Ariel.Su ilustración era muy desigual, ydesde luego nada académica. De

latín no sabía ni los rudimentos, nileía a los humoristas ingleses deltiempo de la reina Ana, ni poseía laprincipesca edición de los cuentosde Lafontaine, que engalanaronEisen y Chauffard, ni había oídohablar del Pseudo Calístenes, delPseudo Turpino, ni del PseudoPamphilus.

Pero a pesar de todo, y porraro capricho de la Fortuna… hacíamejores versos que nosotros. Nocabe duda que los dones poéticosse reparten de modo arbitrario y a

veces tocan en suerte a los peoressujetos (de que se pueden aducirtantos ejemplos ilustres).

—Se suele admirar hasta laidolatría a un poeta —nos decíamosen nuestras amables cenas de laAgrupación Ariel—, y noapetecerlo para compañero en elparaíso.

Tras propinarnos intolerablesacertijos rimados nosconsolábamos considerando que sila poesía tiene curiosas virtudescomo la de mover los árboles y

detener la corriente de los ríos, nodignifica por sí sola a los que lacultivan ni los dota de autoridad enletras.

Gloria Mundi

Los VUELCOS de la fortuna sonsiempre lastimosos, pero cuando elsujeto es un empleado público,tienen algo de ridículo, sobre todoentre nosotros donde los cargos

duran tan poco, y entre quienes laestabilidad de las posicionesburocráticas se resiente algún tantode la marejada política que todo lotrastorna y derrueca.

Cierta infantilidad de nuestraidiosincrasia —signo de razasinteligentes— explica que noscansemos harto pronto de laspersonas que tenemos delante delos ojos, escritores, gobernantes oartistas. La tabla de nuestrosvalores intelectuales y de cualquierotro orden está gobernada por

violentas sacudidas que las másveces no proceden de otra causasino de la impaciencia de unpúblico aburrido y ávido de todocambio.

Muchos años hace quetrabajaba yo en modesta sección depomposo departamento. Mi jefe meordenó cierta vez que arreglara enIndustria un negocio de poca monta,pendiente sin embargo hacía meses.Con la grata perspectiva de salir ala calle (reléase TheSuperannuated Man de Charles

Lamb), dejé gozoso las mangas delustrina, tomé el sombrero, y ya alpartir escuché de nuevo lasinstrucciones de mi superiorinmediato:

—Busque a Medrano, queconoce el asunto y allanará todadificultad.

Pronto llegué en busca deMedrano al viejo palacioneoclásico donde residía elMinistro de Industria. Pregunto aporteros y conserjes por Medrano,y todos rectifican:

—¡Ah, el señor Medrano! —yponen rostros graves.

—Suba al principal, y hágaseanunciar en la segunda puerta de laderecha.

Larga antesala en un salónoscuro con mugrienta alfombra yartesonado Renacimiento.Columnitas de alabastro por losrincones, con polvorientoscandelabros de tintineantesalmendras. Un largo divánempotrado en la pared ofrececómodo asiento a una veintena de

pretendientes, heroicos en suresignada cesantía. Por todas partesla alientan egoístas displicentes convagas esperanzas proferidas demala gana desde umbrales hostiles.

Por aquellos lejanos díashabía renunciado su cargo elMinistro, y con él, el subsecretario,el oficial mayor, los directoresgenerales y casi todos los jefes desección. Así que por cerca de unasemana vino a encargarse de losasuntos inaplazables y de merotrámite un empleado inferior,

Medrano, que asentó sus reales enel lujoso despacho delSubsecretario. Como ocurrieronentonces algunas fiestas, no seproveyeron desde luego losempleos vacantes, y Medranocontinuó, respecto de acuerdos queno cabe diferir, «al frente delMinisterio, encargado de él hastanueva orden y en virtud de superiorresolución», según rezaban lasfrases protocolarias que se estilanen tales casos.

Tras una hora de espera, el

portero me hace pasar a unsaloncito donde aguardan aúnalgunas personas. En esta nuevaantesala se hallan individuos queMedrano tiene algún interés enrecibir, en tanto que la primera salaestá repleta de importunos aquienes se despedirá a la postre conla inhumanidad habitual.

Llega por fin mi tumo, y elhosco guardián de la puerta me lafranquea, anunciándome en alta voz.Medrano aparece sentado a unagran mesa abrumada con papeles,

expedientes, libros, planos,pisapapeles, diccionarios, códigos,un pesado tintero de cristal y unasestatuillas de bronce de notable malgusto.

Medrano es corpulento, su vozrobusta; viste levita negra y esimperioso su ademán. Fuerte ha deser la impresión que haga en eltímido ánimo de pedigüeños deempleos y pobres diablos.

Como es locuaz y grandílocuoapenas si me deja enterarlo delpropósito de mi visita. A causa de

su encumbramiento reciente, lepreocupa mucho mostrarse llano ycampechano con todos. Además hayen él ese leve descontento íntimoque trae a veces un cambiofavorable de fortuna en ciertasgentes maltratadas de la suerte ylimpias de corazón, y que las llevaa ofrecer excusas a los demás ycomo a pedirles perdón por supróspera situación presente.Siguiendo un soliloquio casi nointerrumpido por la mutación delinterlocutor, se queja del exceso de

trabajo, de lo delicado de éste, desus grandes responsabilidades,etcétera.

—… como no hay ministro, nisubsecretario, ni oficial mayor, yolos suplo hasta donde me alcanzanlas fuerzas. Calcule usted lo pesadode mi labor. Y luego, todo el mundoquiere empleos; yo no puedodisponer sino de los pocos que hayvacantes; así que quedo mal concuantos me vienen a ver. Misamigos salen de aquí pensando queno soy con ellos el mismo de antes.

Lo que pasa es que no puedo yoestirar indefinidamente las partidasdel presupuesto de egresos. Ojaláno se me nombre en definitivasubsecretario, como se ha venidorumorando por ahí. No lo deseo deningún modo. Nada más lejos de míque tal pensamiento. En estas altassituaciones todo es acíbar, amigomío, créame usted. Yo…

Después vuelve a mi asunto;apunta algo a lápiz en uncartapacio, y me tiende la regordetamano con cordialidad estudiada y

aparatosa. No he salido todavía deldespacho, cuando lo atruena lapotente voz:

—¡Que pase el señorMorquecho!

Y mientras Morquecho penetraen el augusto recinto, me alejoreflexionando acerca de loshombres de autoridad y poder. Meparece que acabo de dejar a uno deellos, del más puro tipo por cierto,en su habitual ocupación, eljupiteriano ejercicio de fulminar yanonadar mortales.

Transcurren unos meses, tres ocuatro, y un día mi jefe me llama asu despacho.

—Vuelva —me dice— abuscar a Medrano, pues aún no seconcluye aquel negocio.

Ocurro de nuevo en busca demi héroe. Seguro de hallarle, acudoa las vastas antesalas que guardancriados galoneados. Nadie conoceya a Medrano, a pesar de que sonlos mismos porteros de antes. Trasmucho indagar y trajinar, y repetirlas señas, y ayudar a hacer memoria

a ujieres y escribientes, alguien meindica que el caballero por quienpregunto acaso trabaja en lossótanos, debajo de la escalera deservicio.

En efecto, allá doy con elpobre hombre que no conserva desu pasada y efímera grandeza sinoel levitón, que sin duda le sirviópara casarse largos años ha.Inclinado sobre vieja máquina deescribir, con el desaliño de lamiseria en las ropas, escucha unavez más la historia demasiado

comente del legajo perdido. Alhablar observo en el descuido de subarba, en sus zapatos llenos depolvo, en sus calcetines caídos, ensu mal anudada corbata, loslamentables estragos de un cambiobrusco de la suerte. Me despidocomprendiendo que, dada suposición actual, su intervención ennuestro negocio es punto menos queinútil.

Estrecho su manaza consincera conmiseración. ¡PobreMedrano, cuánto habrá sufrido,

desconocido y olvidado de todos! Adecir verdad, tenía muy seriosmotivos para triunfar y alcanzarbuen éxito: el imponente volumende su cuerpo, la voz de barítono, ellevitón… su inane verbosidad.

Almanaque de lashoras

A LOS CINCUENTA AÑOS. La vida seva quedando atrás como el paisajeque se contempla desde laplataforma trasera de un coche de

ferrocarril en marcha, paisaje delcual va uno saliendo. Algúnelemento del primer término pasa alfondo; el árbol airoso cuyo follajerecortaba las nubes va reduciendosu tamaño a toda prisa; el caserío,en el recuesto del valle, con suiglesita de empinada torre comienzaa borrarse al trasponer la ladera; elinmenso acueducto huye de nosotrosa grandes zancadas.

Un paisaje del cual se sale, enque todo se empequeñece y sepierde. Eso es la vida.

CUANDO alguien fracasa, nadie seríe ni se alegra sino el que fracasóantes.

INTRAVERTIDOS Y EXTRAVERTIDOS. Alos ojos de Dios ¿quién contarámás, el que toda su vida libra unabatalla interior y padece a menudoderrotas vergonzosas y retiradas sincuento, en una palabra, el que llevaun conflicto intemo —no porsilencioso menos emento—; que elser todo acción exterior cuya guerra

es a la luz del sol y no a la indecisade la meditación; contra otroshombres y no contra un enemigo dela misma carne; y cuya espada nohace correr calladamente y gota agota la sangre más roja del propiocorazón?

LA VIDA presente está compuestacomo de muchas notas. Noscorresponde sin embargo escogerde ellas la que sea dominante eneste acorde, que tiene a veces

disonancias tan extrañas ydesapacibles.

NADA importa pagar caro o baratolas cosas del mundo. Los que danpoco por ellas revélanse hábiles y aveces picaros. Los que las comprancaro acredítanse de torpes; y si condesdén y altivez, de señores. Notiene importancia el precio ennúmeros, puesto que si varían en eljuego falaz del deseo sujeto yobjeto, la posesión trae siempre el

mismo gozo y el mismo desengaño.

TODA la historia de la vida de unhombre está en su actitud.

LA MELANCOLÍA es el colorcomplementario de la ironía.

SOMOS más nuestras intuiciones quenuestra propia vida. Éstas y

aquéllas están en planos lejanos. Mivida no es mía sino en una pequeñamedida; a los demás pertenece elresto, a las gentes que me rodean, alos dioses o fuerzas locos ymisteriosos que presiden nuestrossucesos. La mayor parte de misacciones está gobernada porexigencias e instintos biológicosque desdeño cuando medito y existorealmente.

El trato social es a ratos como una

terrible losa que abruma nuestrapersonalidad y acaba pordeformarla. Al que hacemos sufrirserá dulce, tímido, cobarde, astuto(¿bien educado, en una palabra?).Al que aceptamos fácilmente,soberbio, seguro de sí. Nuestraindividualidad es un patrimonio delque disfrutamos ya tarde y que noshan administrado en la menor edadbuenas y malas manos, al azar. Laverdadera historia de uno laconstituye el rosario de horassolitarias o de embriaguez

(embriaguez de virtud, de vino, depoesía, ¡oh Baudelaire amado!) enque nos doblega el estrago de unaplenitud espiritual. Lo demás en lasbiografías son fechas, anécdotas,exterioridades sin significación.

LAS MENTES son como los relojes:no las más finas las que fácilmentese descomponen, las que acogen aciegas cualquier necia moda que lasapasiona y saca de tino.

EL SOL, rubio y apoplético, y elsoberbio y magnífico Júpiterjugaban, por sobre la red de losasteroides, a la pelota, que erapequeñita, verdemar, y zumbabagloriosamente en los espaciosluminosos. ¡Ah, se me olvidaba!: ladiminuta pelota que llamáis laTierra había caído de este lado delos asteroides, y el sol iba arecogerla para proseguir. Esteinstante, no más largo que la sonrisade una diosa, los mortales lollamaríais varios millares de

trillones de siglos. Así sois deampulosos, vosotros los seres de unmomento. Pues bien… ¿pero a quécontinuar si ignoráis las reglas deljuego?

ENTRE el héroe que sencilla ynaturalmente ofrenda su vida y elúltimo truhán que ejecuta el actomás antiheroico, ¡cuánta variedadde tipos constituyen el puente entreambos, salvan la distancia de uno aotro, y sin diferencias perceptibles

de eslabón a eslabón, llevan enarriscada curva del santo al pícaro!El héroe vanidoso; el fanfarrón, conheroísmo remoto; el embustero queindirectamente reverencia lasacciones heroicas sin poderlas yarealizar; el belitre queocasionalmente puede ser heroico;el canalla y el bergante que no loson nunca. En medio de ambosextremos —el santo y el malhechor— está la sección incolora, vasta yespesa en que se emplea tanta vidagris y sin consecuencia.

TODOS tenemos dos filosofías:aquella cuyas ideas moralesquebrantamos en nuestra conducta,a causa de nuestra voluntad frágil; yotra filosofía, más humana, con laque nos consolamos de nuestrascaídas y flaquezas.

LOS ESPÍRITUS puramente lógicos,los dialécticos, son los másdañinos. La existencia es ya de suyode los más ilógico y milagroso. Enel engranaje silogístico perfecto y

ruin de un abogado ergotista muchasinstituciones jugosas y lozanas seprensan y se destruyen. Líbrenos losdioses de estos malos bichos,teorizantes, fanáticos, rectilíneos,aniquiladores de la vida.

LA COMPLACENCIA con el trato delos charlatanes acaso no sea másque la falaz y rebelde esperanza decreer que los que están fuera de laley social nos van a decir algodistinto del monótono e

indestructible lugar común.

EL SALUDAR y el despedirse soncomo la puntuación del trato social.Corresponden a una concepciónpoemática del comercio humano.Despedirse al partir de una fiestaequivale a confesar que se ponepunto final a un espacio de tiempoque tiene valor y significación en sí.

EL SOLITARIO se alimenta de símismo, a sí mismo destruye. Supaisaje es siempre el mismo, suuniverso lleno está de sí mismo.Cuando viaja o frecuenta otroshombres inteligentes, tendrá quehacer muchas rectificaciones a susjuicios, ideas y percepciones,errores que proceden del viciomental que se llama soledad y queha estorbado el sano y libredesarrollo de su entendimiento,anquilosándolo en un monólogoinfecundo. El romanticismo

preconiza y exalta la soledad, peroel siglo XVIII, más sabio, ensalzabala sociabilidad, «flor de lacivilización». Del romanticismodata una desproporcionadaestimación del yo respecto de losdemás. El romántico es a veces unactor genial en un teatro vacío. Élsolo llena y rebasa el grandeescenario que es el mundo. Amenudo antójasenos elromanticismo como una galería degrandes insociables, grandeshuraños, grandes egoístas, grandes

solitarios.

EN UNA esfera superiordesaparecen con frecuencia ciertascontradicciones meramenteaparentes y formales. Por eso es tanpenoso para algunos espíritusdistinguidos el espectáculo de unadiscusión, en que los frutos sonsecos, marchitos, verbales, lógicos,sin contenido vital.

…lamurmuraciónmaliciosadequiennohayestadoqueseescape.

C

NADA tan difícil como destruir unafalsa opinión ajena sobre nosotros.Con nada logramos corregir unamala impresión que perdura. Nadapodemos hacer para que ciertasgentes muden apreciacionesdesfavorables originadas por unaactitud tímida; por el chascarrillo acosta nuestra que hizo fortuna y quese recuerda siempre que se nosnombra; por alguna cena en que elvino descubrió modos de ser que nonos son habituales; por habladuríasde algún gratuito enemigo cuya

vanidad o impotencia rozamos alpasar, sin caer en ello; por una deesas mil causas —no débiles pormínimas— que rigen la formaciónde los juicios sociales, en que haymucho de fortuito, de azar, decapricho, de ruindad, de bajeza y devileza. Nada de esto podemoscombatir porque se trata de unadversario de que rara vez nosdamos cuenta. Ante la maledicenciaestamos totalmente indefensos.

—¿POR QUÉ no fuma usted?—Porque estoy, entre las

virtudes y los vicios, en equilibrioperfecto; y un pequeño vicio másme inclinaría decididamente hacialos vicios.

LOS INFORMALES desperdician comocosa propia el tiempo precioso delas gentes puntuales.

EN AMOR sólo hay dos situaciones:persigue uno a una mujer o trata delibrarse de ella. Pero dentro de estaseca fórmula general, qué variedadcabe de embrollos, de incidentes;qué diversidad de sentimientos, quéprodigio de matices, desde elanaranjado del primer deseo —imperioso y desesperado— hasta elvioleta del último desengaño en quede nuevo tomamos al monólogo desiempre, al querelloso y gravemonólogo de siempre.

LA MUJER es una fuerza de lanaturaleza, como el viento c elrelámpago, terrible desatada; parael que quiere pagar el hospedaje,necesarísima, sujeta a lainteligencia ordenadora. O nosarrolla como al mísero des Grieux,o nos saca como a tantos (a France,por ejemplo) del marasmo de lapereza y la vida estéril. Al igualque Odiseo ante las divinidadesincógnitas, acerquémonos a ellatemerosos si no sabemos la fórmulamágica que ata y orienta su

incontrastable energía.

UN DÍA se hastiaron las sirenas delos crepúsculos marinos y de laagonía de los erráticos nautas. Y seconvirtieron en mujeres lasterribles enemigas de los hombres.

EN EL brillo frío de tus ojos y en larisa inhumana de tu boca y tambiénen la olímpica frivolidad de tus

razones y de tus gráciles velos, headivinado que eres uno se estoscrueles númenes que vengan algunaantigua y secreta afrenta olvidadaya hasta de los mitólogos máseruditos.

LA MUJER, al salir de la juventud,pasa de la contemplacióndesinteresada de las cosasconcretas a las generalizaciones, dela pasividad del instinto a laactividad intelectual que todo lo ata

y desata. Al principio es sólo idealespectadora de la vida, en tanto quenosotros, al contrario, comenzamospor ser teorizantes impenitentes ydados a todo género deabstracciones, y con los añosasistimos a la bancarrota denuestras ideologías.

Así, pues, en ellas es másespontáneo el desenvolvimiento delas facultades intelectuales, másnatural y libre la historia delespíritu. Tienen sobre nosotros lasuperioridad de quien alcanza sus

conquistas por modo más lento ysuave.

En los hogares firmementeedificados se descubre en la esposamayor comprensión para todo queen el marido, más hondo sentido delos ritmos misteriosos de la vida.Él es a su lado un instrumento deallegarse medios para subsistir, unser con funciones bien definidas; ytiene nada más la importanciatransitoria del macho en ciertasespecies zoológicas de que noshablan los naturalistas.

NO HAY que envanecerse nunca deuna incomprensión.

QUIEN no tenga nada que decir debetambién escribir. Como la figura deRops sostendrá sobre sus muslos ycon los brazos alzados la gran lira ala que manos invisibles arrancaránlos arpegios más sibilinos, losmensajes siderales más lejanos.

ALGUIEN hablaba de escritores deimaginación y de escritores desentimiento. Creo que los primeros,cuando exacerban las condicionesde su índole y producen ideologíaestéril semejan ventiladoreseléctricos dentro de campanasneumáticas. Los segundos, cuandono tienen genio, son absolutamenteintolerables.

UN AMIGO me confesó:—Mi vocación literaria es tan

corta que tengo que prescindir dematrimonio, ambiciones, etc., puescualesquier preocupaciones de esteorden la dominarían y anonadarían.

PRESTAMOS a las ideas calorhumano. Somos en algún sentido, supersonificación, sus campeones. Ladistinción espiritual, la sumainteligencia y otros atributos rarosasegurarán el triunfo de principiosque no se impondrían fácilmente sino tuvieran a su servicio tan

eficaces mantenedores.

UN TIPO. Lo que solía afirmar erafalso las más veces, cuando notrivial. Su dialéctica, especiosa; suénfasis, innecesario; patente suignorancia de todo. Pero… ¡quétono de voz estupendo!, ¡qué portetan científico! Nunca se vio ensabio auténtico mejor estilo, mayoraplomo, superior actitud, más nobleseguridad.

III

Prosas dispersas

Fantasías

EL POETA Efrén Rebolledo, quevivió tantos años en Oriente quehasta su nombre se transformó en eljaponés de Euforén Reboreto San,nos contaba ayer de unprestidigitador que recortaba anteel público una mariposa de papel,

que después hacía revolotear conayuda de un abanico que movía consin igual destreza. La mariposalevantaba su vuelo incierto; iba depalco en palco, sin detenerse nuncay daba la vuelta por todo el teatro, agran distancia del juglar, que laseguía con ojos anhelantes y queagitaba sin descanso su frágilabanico de seda y de marfil.

SAUDADE. Río, sobre morrospintados por Baskst, de violeta,

carmesí, escarlata y verdemar.Casas pequeñas con persianasverdes y al fondo hileras depalmeras reales. Cada ciudad tienesu escala, su proporción. Todo looprime aquí la vegetaciónexuberante. La costa ondulada; susentrantes como Botafogo son casicirculares. Es perezosa la línea desus bahías profundas. Laranjeiras,Catumby, nombres de barrios dondemoran las alentadas heroínas deMachado de Assís. Farou, CaesFarou, callejuelas solitarias en que

vagan sombras mundanas delimperio de Don Pedro II. RuaOuvidor: ofuscamiento por lasgemas en los escaparates y por losojos zarcos de las fluminenses, ojosque rutilan en la piel melada quepulió la brisa marina y quedescoloró el trópico.

EL MÉDICO arrugó el entrecejo ysentenció gravemente:

—Este riñón derecho no megusta y tendremos que arrancarlo

desde luego. Lo mismo que esasamígdalas que nos pueden darmañana más de un dolor de cabeza.Los dientes… por supuesto, hay quesacarlos, sin que quede uno.Después seguiremos con elapéndice y con un palmo deintestino, que se nos puede ulcerarcualquier día. Habrá que extraertambién la vesícula biliar, que noanda muy bien…

Y salí del consultorio al buensol de la calle que infundía alegríade vivir en la gentes del barrio. Y

he seguido viviendo hasta el día dehoy con mis órganos deteriorados ycon mi viejo y casi inservible juegode glándulas.

EL PROFESOR leía el pasaje deKirké. Uno de los alumnos se pusoen pie indignado.

—Ese pasaje —prorrumpió—es ofensivo e intolerable para loscerdos, la especie tan vilipendiaday martirizada por nosotros. ¿Porqué se considera perniciosa la

trasformación de los compañerosde Odiseo en puercos? ¿Para qué,sin tomarles su parecer, se lesconvierte de nuevo en sereshumanos? Cierto que se lesembellece y rejuvenece para darlesen algún modo una merecidacompensación…

El discurso se volvióininteligible porque se trocó en unasucesión de gruñidos a que hicieroncoro los demás discípulos.

Ante los hocicosamenazadores y los colmillos

inquietantes, ganó el maestro comopudo la puerta, no sin disculpardébilmente antes al poeta, y aludircon algo de tacto a su linajeisraelita y a la repugnancia atávicapor perniles y embutidos.

Mutaciones

EL ESCRITORZUELO innoblementesentimental y cómicamente emotivose convierte a la chita callando enel literato de moda más ameno einteresante. Declinará con lentitudel ídolo de una generación y su alto

valer antiguo será secreto yrecuerdo de algunos pocos. Losimpacientes que dejaron la ruta delarte por logros más positivos einmediatos se convencieron con losaños que todos los caminos sonásperos y estarán arrepentidos dehaber abandonado el que primeroensayaron. Yace hoy sepultado envida oscura el mozo inquieto quepareció por un momento señalarcon su pluma los nuevos derroteros.

El poeta cuyo renombrepersiste en situación privilegiada

quebranta la ley del tiempo, segúnla cual todo debe desaparecer,hundirse y perderse en la nada y enel olvido.

A quien se le cerraron antañolas puertas de los salones, la damade turbio pasado, en el presente esel más firme sostén de la virtudmesocrática y la más exclusivista eintolerante de las reinas (tambiénefímeras) de la elegancia y laconducta. Si habéis preservado lafacultad de sorprenderos, admiraosde que los antiguos criados

suplanten a los viejos señores, deque las doctrinas muden defanáticos y detractores. Aquellosque antes deshicieron luegoedificaron, o viceversa. Los queprimero encamaron la incivilidad yrustiqueza hoy se escandalizan anteleve contravención a las leyes de laetiqueta. Quienes otrora campearonen los bandos de la tradición en lahora del día quisieran aniquilarlotodo, comenzando por el propio yestorboso pasado. Bohemios deayer que garrapatearon en sórdidas

tabernas poemas de rebeldía ahoracondenan las locuras de laincorregible mocedad.

El tiempo se burla finalmentede todo y parece —como lo notóBalzac— «que la ironía es el fondodel carácter de la Providencia».

Estas mutaciones, no bruscaspero sí considerables, nos llevan amirarlo todo con recelo y a reímosde nuestras inevitablescontradicciones e insospechadosavatares.

Noche mexicana

HABÍA estallado un motín en laciudad de México. Una vez más losmexicanos ofrendaban sin tasa susangre a los antiguos dioses delpaís. Reaparecía el espíritubelicoso de Anáhuac.

Los roncos cañones de laCiudadela, las ametralladoras, lasacompasadas descargas de fusileríasembraban de cadáveres lasirregulares plazoletas de los barriosy la grandiosa Plaza Mayor.

Los soldados rasos morían amillares: desplomándosepesadamente; abriendo los brazosal caer; silenciosos, taciturnos,heroicos. (Los mexicanos nosabemos vivir; los mexicanos sólosabemos morir.)

En las tinieblas espesas, la

cohetería infernal de la metrallailuminaba fugazmente inquietassombras negras como diablosjóvenes que danzan en torno a lascalderas donde se cuece más de unjusto.

Y el Popocatépetl —el primerciudadano de México— se contagiótambién de divina locura,coronándose de llamas en la nocheardorosa.

Oración por un niño quejuega en el parque

¡INFANTILIDAD, secreto de la vida,no le abandones nunca! ¡Tú queviertes el olvido y el descuido, nole abandones nunca! ¡Ten piedad desus futuros cuidados!

¡Fantasía, suma benevolencia!que transformas el sórdidojardincillo de arrabal en selvaencantada: ¡encanta su camino!

¡Paz interior, la de sonrisaspuras y ojos lucientes yasombrados, mana siempre para élasombro y luz!

¡Infantilidad, embriaguez dealmas claras! ¡Apártalo del fastidio,del análisis que conduce a lasriberas de la nada, deldesfallecimiento y del recuerdo!

Balada de las tres hijasdel buscador de oro

LUCÍA era la menor. Sobre unpromontorio, en lo más alto de laroca, se mantenía frágilmente. Elviento jugaba con sus cabellos ycon sus velos tenues. Ante sí, el

grande Océano Pacífico, marbárbaro, tan hondo como el tiempo,y tan grande que casi es toda latierra. Sus ojos, a decir verdad,tenían la pálida luz del mar.

Matilde era la mayor. Susbesos más apasionados, para losaventureros de ardiente mirar,gambusinos y corsarios, ¡oh BretHarte! De la penetrante melodía desu corazón, Matilde parecíaescuchar un grave acompañamientoen la música del mar.

Amelia era la tercera hermana.

Desde pequeña vivió en remotaciudad. ¿Será actriz, princesa, laesposa de un mercader oriental? Loignoro y como nuestras vidascorrieron alejadas entre sí, no séqué cosa guarda del mar.

El vagabundo

EN PEQUEÑO circo de cortaspretensiones trabajaba, no hamucho, un acróbata, modesto ytímido como muchas personas demérito. Al final de una funcióndominguera en algún villorrio, llegó

a nuestro hombre la hora deejecutar su suerte favorita con laque contaba para propiciarse alpúblico de lugareños y asegurar asíel buen éxito pecuniario de aquellatemporada. Además de sushabilidades —nada notables quedigamos— poseía resistencia pococomún para la incomodidad y lamiseria. Con todo, temía en esosmomentos que recomenzaran lasmolestias de siempre: las disputascon el posadero, el secuestro de suropilla, la intemperie y de nuevo la

dolorosa y triste peregrinación.El acto que iba a realizar

consistía en meterse en un saco,cuya boca ataban fuertemente losmás desconfiados espectadores. Alcabo de unos minutos el sacoquedaba vacío.

A su invitación, montaron altablado dos fuertes mocetonesprovistos de ásperas cuerdas.Introdújose él dentro del saco ypronto sintió sobre su cabeza eltirar y apretar de los lazos. En laobscuridad en que se hallaba le

asaltó el vivo deseo de escaparrealmente de las incomodidades desu vida trashumante. En tan extrañadisposición de espíritu cenó losojos y se dispuso a desaparecer.

Momentos después secomprobó —sin sorpresa paranadie— que el saco estaba vacío ylas ligaduras permanecían intactas.Lo que sí produjo cierto estupor fueque el funámbulo no reapareciódurante la función. Tras un rato deespera inútil los asistentescomprendieron que el espectáculo

había terminado y regresaron a suscasas.

Mas a nuestro cirquerotampoco volvió a vérsele por elpueblo. Y lo curioso del caso eraque nadie había reclamado en laposada su maletín.

Pasados algunos días seolvidó el suceso completamente.¡Quién se iba a preocupar por unvagabundo!

Muecas y sonrisas

EN EL ascensor nos encontrábamosa menudo. Acabamos porsaludamos y después por prestamosservicios de utilidad dudosa: yo aella le proporcioné cartas derecomendación que no iban a ser

tomadas en cuenta; ella a mí medijo alguna vez que me conservabalozano en mis treinta y ocho años(en realidad tenía cincuenta). Algode curiosidad o un vago impulso decortesía me hacían proseguir eldesganado galanteo. Su otoñal ydecadente encanto no me atraía niconquistaba. Era rubia, su tezbastante marchita. Cremas y afeites,en vez de disimularlos, acentuabanlos estragos del tiempo. Vestía, esosí, con singular buen gusto. Era unaruina hermosamente conservada

como esas piedras vetustas que lasolicitud municipal rodea deamenos prados. Rechazando mis noinsistentes ruegos, me confesótristemente:

—Mi último enamorado novolvió tras la primera entrevista enque me abandoné en sus brazos.Temo que usted hiciera lo mismo.

EN EL amor más espiritual hay algode sensual. En el más sensual haymucho de espiritualidad.

CUANDO una mujer nos hastía, nosenfadan todas las que se le parecen,las que son de su mismo tipo.

Esdolortansinmedidalapartidaqueescomoperderlavida.

Villancicoanónimo,anteriora1511

Inhoursofblissweofthave

met:Theycouldnotalwayslast;AndthoughthepresentIregret,I’amgrateful

fotthepast.

C

…Ruegoquenosearrojena

vituperarsemejanteslibertades,hastaquemirenensísialgunavezhansidotocados

destasquellamanflechasdeCupido,queenefetoesvnafuerça,siassi

sepuedellamar,incontrastable,quehazeelapetitoalarazón.

CLas

dosdonzellas

HACE un año que la perdí. A ratospienso que su fuga es como unagrave derrota mía, ya que, en lacorriente veloz que todo lo desune yarrebata, no supe detenerla. ¿Secansó de mí y huyó por eso de milado?, ¿mi exigente y violento amorse le hizo intolerable? No lo sé.Acaso cometí las torpezas de rigoren todo apasionado, y la primera de

todas, descubrirle mi lastimosacondición. (No me detengáis,amigos, voy en busca de una mujerque he perdido.)

Tengo grabadas en el alma sucara seria y sus ojos maliciosos,sus rebeldías, sus llamados a lacorrección cuando mis caricias sevolvían locas. Perdí una mujer yahora sin reposo la busco anhelantecon el ardiente deseo de hallarla,con el temeroso deseo de hallarla.Si al verme huye, si al dar conmigome dice palabras duras, la habré

perdido para siempre, y por esotengo tanto temor de hallarla. (Nome consoléis, amigos, con elcordial de vuestras palabras.)

Y sin embargo no descanso enbuscarla: mis ojos sólo escrutanrostros y talles y, en mismelancólicos paseos, me he vueltoinsensible para los nobles árboles ylas ágiles nubes que se desperezangentilmente en las brisas ligeras.No veo sino figuras humanas,desconocidas, buscando a la queamo tanto y tan desesperadamente.

A veces el ansia de encontrarla esurgente y violenta; otras se apaciguay hasta llego a pensar que he sanadodel fiero mal. Pero después mefatiga de nuevo el tormento porverla, por oír su voz… Concentrótodo el fuego de mi alma, y me hizosuyo para siempre tan sin desearloni saberlo. Llena mi soledad surecuerdo, licor en que me embriagosin medida y sin cordura. Mipensamiento se abisma en las máspesarosas meditaciones. (Amigos,no os pese de mi callada

compañía.)

‘Tis Pity She’s AWhore[1]

DEL MARIDO mal guardará el honorla que no supo guardar su flor. Losé… pero tus dieciocho años…

¿Y los divorcios de tu mamá?Tú me prometes que no te

divorciarás nunca. Lo creo. ¿Porqué no? Tus ojos que me miranahora con tanta fijeza son tan lindosque sería de mal gusto recordar lasbellas frases que ha inspirado laperfidia femenina.

Si el amor platónico que teníasal mismo tiempo que el nuestroresultó a la postre menos platónicode lo que me aseguraste aquellatarde… ¡Bah! Haces bien en no usarafeites, y tus labios descoloridos, tuentornar de ojos y tus desmayos, telo juro, son hoy el único incentivo

para poder seguir viviendo.Los años que median entre

nosotros, y tus veleidades ambiguasy todas esas bagatelas que se ponena considerar los que van a unirse…

Sí, realmente nuestras nupciasserán un disparate… pero ¡uno másen una lista bien larga!

La ingrata

LA PINTORESCA señora que en elvillorrio había sentado plaza decelestina me dijo:

—¡Ay niño, no me hable deesa picara! Por todo paso menospor la ingratitud. Que no me pongan

delante gentes mal agradecidas.Decía bien mi difunto Guadalupe:mujer chiquita y caballo grandeaunque repare. Mire nomás cómome ha venido a pagar esadesagradecida, a mí que le heservido de madre, que la he criado,a quien debe todo cuanto tiene.Porque habrá de saber la buenapersona de usted que mi comadritaNicolasa, mi vecina, me dijocuando ya se estaba finando: «Tedejo a Zenaida. Edúcala y haz deella una mujer de provecho».

»Y la mísera de mí le serví demadre. Y si no aprendió a leer fueporque no quiso; y yo le compré suEspontini —su método debandurria— para que siquieratuviera alguna gracia. ¿No le parecea usted? Y conmigo nunca le faltósu buen zagalejo de bayetacolorada, su sartal de cuentas dehueso, su sortija de cuerno y susarracadas de vidrio; y por mí hastallegó a dormir en catre.

»Y si tuvo buenos amigos, yose los procuré. Porque primero la

rifé, cuando todavía no se hacíapública su desgracia; que por másseñas se la sacó el general Borrego,mi compadrito que del cielo goce yen la presencia de Dios se halle.Verdad es que ya había tenido quever con don Lucas y con JuanitoPérez y con el boticario don Matías.

»Y después de mantenerla yvestirla como Dios manda, porqueen mi casa nunca le faltaron susenaguas almidonadas y su buenrebozo de Tenancingo, venirme apagar con la más negra de las

ingratitudes, juyéndose con elcaporal de la hacienda de laPurísima…».

La bicicleta

ES UN deporte que para practicarlono necesita uno de compañeros.Propio pues para misántropos, paraorgullosos, para insociables de todalaya. El ciclista es un aprendiz desuicida. Entre los peligros que lo

amenzan los menores no son paradesestimarse: los perros, enemigosencarnizados de quien anda aprisa yal desgaire; y los guardias que singran cortesía recuerdandisposiciones municipalesquebrantadas involuntariamente.

Desde que se han multiplicadolos automóviles por nuestras calles,he perdido la admiración con queveía antes a los toreros y la hereservado para los aficionados a labicicleta.

En ella va uno como

suspendido en el aire. Quien vuelaen aeroplano se desliga del mundo.El que se desliza por su superficiesostenido en dos puntos de contactono rompe amarras con el planeta.

El avión y el auto no guardanproporción por su velocidad con elhombre, que es mayor de la que élnecesita. No así la bicicleta.

Raro deporte que se ejercitasentado como el remar. Todos losintentos para compartirlo con otroshan sido frustráneos.

Lo exclusivo de su disfrute la

hace apreciable a los egoístas.Llegamos a profesarle

sentimientos verdaderamenteafectuosos. Adivinamos suspequeños contratiempos, sus bajasnecesidades de aire y aceite. Unleve chirrido en la biela o en elbuje ilustra suficientemente nuestrasolícita atención de hombressensibles, comedidos, bieneducados. Sé de quienes hanextremado estos miramientos por sumáquina, incurriendo en afeccionesque sólo suelen despertar seres

humanos. Las bicicletas sontambién útiles, discretas,económicas.

LABIOS que hoy besamos y quemañana estarán exangües, cuando laamiga ocasional repose en laplancha acogedora del depósito decadáveres. Tendremos que alegarante el juez de instrucción nuestroshonorables antecedentes de horteras

respetables o una coartada que noparezca del todo inverosímil.

ASTRONÓMICA. Nuestra criada erade un pueblecito del Estado deQuerétaro, del cual no salió hastavenir a trabajar a México. Tuvo unperro, «Diamante», que cuidaba suganado. Un tío suyo mató de unapedrada a un jinete insolente. Suastronomía: los ojitos de SantaLucía, las tres Marías, los tresreyes, las siete cabrillas, el lucero

de la tarde.

JÓVENES EXISTENCIALISTAS. Secambian opiniones, catarros,queridas.

Se elogian o se denuestansegún el humor del momento.

Se enardecen o se apaciguanen la medida de sus bienclasificados temperamentos ycomplejos.

Se casan, se divorcian o seamanceban conforme al viento que

mueve las hojas.

HOGEREÑA. He recomendado diariae incansablemente a mi domésticaque no mueva con rudeza misdestartaladas sillas, ni emplee todassus fuerzas contra mis deslucidosmuebles y mis añosos libros. Todoinútil. La polilla ha hecho el resto.

Lucubraciones demedianoche

¡CUÁNTOS millares de parejastenemos en nuestra ascendencia queviene desde la aparición delhombre en el planeta! ¡Cuántascasualidades han ocurrido para que

cada uno de nosotros exista y eneste instante se dé cuenta de que suser reposa sobre un altísimoedificio de cartas! ¡Somos juguetese hijos de la contingencia infinita!

COMO un nadador que enzambullida profunda se enredase enlos tupidos yerba jos del fondo decenagosa laguna, a ratos nuestroespíritu no puede desasirse de losruines cuidados diarios, pararemontarse a regiones más puras de

meditación.

EL PUNTO antípoda de la exaltaciónespiritual en que somos subyugadospor Diónisos es el instante dehondo aburrimiento en que seaflojan totalmente los resortes de lavoluntad y pierden su interés lasvagas metas hacia dondegobernamos nuestras vidas. Estosdos polos encierran la vasta gamade nuestras emociones.

Los ESPÍRITUS hablan a pesar delhipnotizador y del hipnotizado.

EL GOZO irresistible de perderse, deno ser conocido, de huir.

EL PUDOR de los filántropos está enno ser tiernos.

EN EL diálogo interior, no hay que

emplear la retórica ni las grandesfrases. Nada de discursos nisermones, sino el lenguaje llano delas plazas y mercados, aun cuandoesto nos vuelva un poco cínicos.

A VECES la sola presencia de algunapersona nos conforta y alienta. Unsimple saludo, la sonrisa de unamigo por la calle, nos reaniman ynos hacen olvidar nuestrosdesfallecimientos.

Los SUEÑOS nos crean un pasado.

ABRIR un diccionario, leer algo, ydibujarse en el rostro una sonrisade orgullo satisfecho. El suaveplacer de ver confirmada unapresunción filológica.

EL ARTISTA. NO proponerse finessecundarios en la vida: comoposición social, dinero, buen

nombre entre las gentes o susamigos, etc. Su pan y su arte(Nietzsche). El artista tiene unaorientación y vive por lo tantodentro de la moral.

LAS PROFESIONES de fe y lasdeclaraciones anticipadas e inútilesde principios son peligrosas yentorpecen y limitan la acción. Laperspectiva del tiempo: ¿de qué haservido tanto acto inhibido enprovecho de una absurda unidad de

criterio? El criterio mismo ¿no esuna regla general que disciernenuestra pereza espiritual pararesolver mecánicamente y sinmayores molestias los casosparticulares análogos en la vida?

LA MORAL es a la postre unproblema estético. Como «estéticade las costumbres» la definióFouillée.

LOS DÉBILES, espíritus amantes de loconcreto y de lo definido: cómicoso melancólicos, pero nunca con esaindiferencia filosófica ni la tristezaprofunda que producen las ampliasperspectivas.

UNA HADA le había concedido eldon de abrir cualquier diccionariojustamente en la página donde sehallaba la palabra buscada.

EL NOTABLE periodista don LuisLara Pardo solía decir que lasmujeres ganan las discusiones contres argumentos únicamente: síporque sí; no porque no; y sí perono.

UNAS cuantas experienciasafortunadas dan el sentido de losnegocios.

MATEMOS al cuáquero que todosllevamos dentro.

EL HEROÍSMO verdadero es el queno obtiene galardón, ni lo busca, nilo espera; el callado, el escondido,el que con frecuencia ni sospechanlos demás.

SOMOS una planta de sol (acción);pero también de sombra

(reconditez, intimidad, aislamientopropicio al perezoso giro denuestros sueños y meditaciones).

ESAS hojitas secas que se adhierena la cola del gato, y que él repartepor todos los rincones de la casa,son sus tarjetas de visita.

HAY DÍAS en que todo nos es fácil:en que si buscamos algún objeto, lo

hallamos, comprobando que no nosha sido sustraído por infielescriados; en que si llaman a la puertaes para devolvernos el libro quehabíamos prestado; en que siencendemos la radio está apagadala estación que solicitamos; y en elómnibus no nos fastidia coninepcias el habitual impertinente.

EL DESDEÑOSO todo lo paga caro yel estafador lo obtiene de balde.Pero entre estos dos extremos hay

un término medio, puntoequidistante de ambos: el queregatea. Con bajo y exacto sentidode lo que puede alcanzarse con eldinero y sin la osadía del ladrónque pone a riesgo su libertadfructífera.

Meditaciones críticas

EL PROFESOR de literatura no debecomunicar solamente nocionesgenerales ni aturdir a losestudiantes con fechas y títulos, sinocrear en ellos el hábito de la buenalectura y suministrarles una somera

guía en la selvática espesura de loslibros. No es desiderátum echar almundo poetas, por grave falta quenos hagan los buenos y por muchoque lo exija la austera tradición deayer, de los Nervos y Díaz Mirones,y de anteayer con los Cuencas yAltamiranos. El objeto a mi ver esel de crear hombres cultos, unaaristocracia del espíritu, que losbuenos escritores nos vendrán deañadidura.

HAY MUCHAS suertes demexicanismo: el de pulque yenchiladas; el de jicara y zarape; elmexicanismo de turistas; el desemitas recientementenacionalizados; el mexicanismo quepor auténtico no descubren losextranjeros ni emplea el énfasis delas falsificaciones (el de Fernándezde Lizardi, etcétera).

UNO DE los peores males de lasguerras es la propaganda, la asfixia

espiritual de la propaganda, decualesquier propagandas. La peores la que utiliza falsedades.

LITERATURA. El novelista, enmangas de camisa, metió en lamáquina de escribir una hoja depapel, la numeró, y se dispuso arelatar un abordaje de piratas. Noconocía el mar y sin embargo iba apintar los mares del Sur, turbulentosy misteriosos; no había tratado ensu vida mas que a empleados sin

prestigio romántico y a vecinospacíficos y oscuros, pero tenía quedecir ahora cómo son los piratas;oía gorjear a los jilgueros de sumujer, y poblaba en esos instantesde albatros y grandes aves marinaslos cielos sombríos yempavorecedores.

La lucha que sostenía coneditores rapaces y con un públicoindiferente se le antojó el abordaje;y la miseria que amenazaba suhogar, el mar bravio. Y al describirlas olas en que se mecían cadáveres

y mástiles rotos, el mísero escritorpensó en su vida sin triunfo,gobernada por fuerzas sordas yfatales, y a pesar de todo fascinante,mágica, sobrenatural.

LOS DIÁLOGOS socráticos lodemuestran con certeza: El que sabehacer algo nunca acierta a explicarla finalidad última de susactividades. El que fracasadiscierne en cambio perspicazmentelos principios del arte.

LOS VIEJOS estamos un pocoobligados a conocer a los nuevosvalores literarios, hasta los desegunda categoría; pero de ningúnmodo a los de la decimosexta fila.

TAN PRONTO como un escritor nosdescubre la mecánica de supensamiento, sus hábitos mentales,sus reacciones acostumbradas y elcielo bajo de sus ideas preferidasse nos cae de las manos y de lagracia. Guárdate de descubrir tus

rutinas y tus procedimientos y hazcreer que tu cerebro no repite jamássus operaciones y que la tapa de tussesos es el espacio infinito.

OBRAS en que el autor se pone enellas todo entero. Obras que sonsondeos por las menos exploradasregiones del alma. Obras querenuevan los símbolos y lasimágenes con que traducimosnuestro pensar. Comunicación deestados de ánimo en que el espíritu

se halla en descuido o en tensión,inefables. Hastío del fárragoliterario y de la explicación, y delas concesiones y mutilaciones enprovecho de la comunicación.Verdades oscuras y densas,impenetrables a los muchos, y quehacen florecer la fantasía de lospocos.

POLÍTICA FEMENINA DE LOSLITERATOS. Así como una mujerbonita nunca elogia a una que lo sea

más, el escritor que se administrabien se guarda de ensalzar a unposible rival; ayuda a los queempiezan, empero jamás a los queestán cerca de la meta.

CUANDO alguien reacciona contralos que le preceden, contra losmayores, contra las modas bajo lascuales creció, algo y mucho recibede aquello mismo que combate.

MACHADO DE ASSIS. El escritor nopuede sino reflejar su propia vida,y así Machado de Assis nos ofrececuadros de tintas apagadas en quelas sonrisas acaban en lágrimas y enternuras las ironías. Algo como elarte de Greuze, arte de interiores yde gracia infantil. Arte como el deDaudet y el de Coppée, de muyhondas raíces emocionales.

BAJO cualquier moda se descubre elhombre de genio. No importan las

condiciones de estilo y expresiónque una época impone al artistacreador. Si éste lo es de veras, avueltas del tributo pagado al cultodel momento, reverenciará a losverdaderos númenes, a las normassupremas del arte puro. Y lospoetillas y míseros prosélitos quese adueñaron trabajosamente de lasmaneras y recursos superficiales deuna moda pasajera se quedarán consus inanes frutos. Lo lamentable esque también pasan y se olvidan losbuenos libros. Pero este desvío e

injusticia es muchas vecestransitorio, en tanto aparece unerudito curioso que evoque, deentre las apretadas falanges delayer, al ingenio que no se satisfizoplenamente con las ideas de sutiempo, y que las rebasó y superó,en ocasiones sin que lo notaran susdesaprensivos contemporáneos.

CÓMO SE DESHACE LA FAMA DE UNAUTOR. Se comienza por elogiarleequivocadamente, por lo que no es

principal ni característico en él; sele dan a sus ideas un alcance y unainterpretación que él no sospechó;se le clasifica mal; se venden suslibros, que todos exaltan sinleerlos; se le aplican calificativosvacuos: el inevitable, el estimable,el conocido, el inolvidable, etc.Poco a poco disminuyen en revistasy libros las menciones y referenciasa lo suyo. Finalmente se le cubrecon la caritativa sombra del olvido.¿Resucitará?

SI COMO a profesor de Literatura seme pidiera que señalara dos de lasmejores novelas cortas mexicanasdel siglo XIX me pronunciaría porAngelina de don Rafael Delgado ypor alguna de las novelas de donIgnacio Manuel Altamirano,Clemencia, La Navidad en lasmontañas o El Zarco.

En Angelina todo armonizaadmirablemente: la delicadezasensitiva de los protagonistas; laextrema dulzura del medioambiente; el mal entendimiento tan

propio de jóvenes de nuestrasciudades.

Altamirano pinta al buenciudadano, al bueno y al malsoldado, al salteador de caminos, alnoble cura que ejercita santamentesu ministerio entre la gente sencillade un pueblecito, etc. Pero estasnovelas del Maestro guerrerensetienen algo en común, que es elpunto de partida: la desacertadaelección que hace la heroína encada una de ellas. La hembra queelige mal, que sufre el prestigio

romántico del héroe falso, que caeen la añagaza de la apariencia, quesucumbe al exterior brillante yengañador es la causa primera de laacción de estas lindas novelas deAltamirano. Todo en ellas esconsecuencia de esta atracciónnatural de la hembra por lollamativo y aparente.

UNA BUENA novela no sólo ha detener ambiente, personajes, sucesos,acción, sino que debe contener

sustancialmente elementos que nosinciten a seguir viviendo, principiosvitales que pongan en movimientonuestra voluntad, que estimulennuestro gastado querer convoliciones coercitivas que entrañeny representen un interés nuevo porla vida y por el mundo. Con serperfectas las novelas de Flauberthoy están cada día más olvidadaspor engendrar representaciones —acaso reales, pero depresivas einfecundas. Sólo temporalmentealcanzaron gran boga siendo hoy

preferidas por la valiosaCorrespondencia, verdaderobreviario del hombre de letras,como el célebre Diario de losGoncourt. Hay algo en común entrelas grandes novelas de Flaubert y elarte desesperado y sombrío deOdilon Redon.

La moralidad en una novela esun elemento vital. Si se impone anuestra atención un trozo de vida enque acaben por triunfar fuerzasperversas y siniestras no nossentiremos llamados a una lucha

que se prevé inútil finalmente. Noes preciso que el desenlace searisueño, no. No lo es, por ejemploen Le Père Goriot, obra creadacomo la tragedia del Rey Lear conla ingratitud filial femenina comotema. Y sin embargo esta obramaestra nos deleita siempre. Sindecírnoslo expresamente, Balzacnos cuenta un caso excepcional deingratitud. En el libro percibimos sucarácter de desagradecimientoinsólito. No todas las hijasresponden a un amor paternal con la

frialdad de corazón de Anastasia yDelfina. Corroboran esta alentadorarepresentación de la humanidadpersonajes como Rastignac yBianchon, piadosos, abnegados,batalladores.

TRAS SUS libros y papeles sehallaba el autor célebremascullando blasfemias contra laturba de sus discípulos que con susfáciles imitaciones habíanarruinado completamente sus

poesías y su fama.

HAY ARTÍCULOS de crítica —lospeores— que tienen lamentablesemejanza con alegatos de abogado.

X HACÍA muchas explicaciones ysalvedades pero en realidad notenía nada nuevo que decir.

HAY ESCRITORES que a ratos dejanentrever las principales cualidadesy limitaciones de su raza. AsíNerval.

ESE GARRAPATEADO con falsaselegancias y perendengues depésimo gusto, de estilo pomposo yvacuo, promueve simpatía para losque escriben con sequedad.

NO CREO que a nada conduzcacomparar épocas literarias yafirmar que el modernismo deGutiérrez Nájera a José JuanTablada es superior o inferior a lalírica de hoy con Octavio Paz,Novo, Villaurratia, Gorostiza ydemás. Como viejo que soy —hombre al fin del siglo XIX o delXVIII— prefiero el modernismofinisecular. Pero esta opinión míaes muy discutible. Los poetas deldía se han libertado por completode toda traba de forma, como los

pintores abstraccionistas de cuantohuele a realismo, literatura, asunto,dibujo, etc. Pero tal estado, comotoda moda, no es sino un momentodel perpetuo devenir.

XAVIER VILLAURRUTIA fue uno delos escritores mejor enterados queha producido nuestro país. Suinfluencia perdura hoy y su papel decorifeo de Contemporáneos escada día más evidente.

LEY DE salud mental: no sufras porcosas imaginarías.

NO PIERDAS de vista tus ideas fijas.Mantente alerta porque son lapuerta que da a la locura.

ESCRIBE luego lo que pienses.Mañana ya será tarde. Tu emoción,tu pensamiento se habránmarchitado. El escritor ha de tener

a su servicio una firme voluntad;siempre ha de estar dispuesto aescribir (esa sombra de la acción).

ESCRIBIR hoy es fijar envanescentesestados del alma, las impresionesmás rápidas, los más sutilespensamientos.

Artículos

Marcel Proust

LA EPOPEYA DE LOS CELOS Y ELSNOBISMO. Paul Valéry es acaso elgenio del ayer en las letrasfrancesas. Gide tuvo sus partidariosapasionados, y Claudel, sus devotosfervorosos. Alain —un ensayista de

la estirpe de Montaigne, Pascal yVauvenargues— es menosapreciado del gran público, pero nomenos digno de estima.

El último genio reconocido yadmirado universalmente es MarcelProust, cuya excelsa cumbre aúndomina las letras francesas y acasotambién las europeas.

Proust pudo haber comenzadosu gran obra A la búsqueda deltiempo ido diciendo: «¡Canta, ohMusa, los celos y el snobismo…!».

Mago que evoca para nosotros

en el mundo de sus fumigaciones suvida mundana; nuevo Orfeo queintrépido y tenaz vuelve al orco delolvido en busca de las sombrasamadas, de la Eurídiceincorruptible y resplandeciente, delas horas vividas; que en insistentestentativas acaba por crear, pararegalo de nuestros sentidos einteligencia, una realidadexuberante, llena de cambiantesreflejos, con perdurables yacariciadoras resonancias, plena,multiforme, total.

A las gentes que handesempeñado gran papel en nuestravida acabamos por agregar, en elrecuerdo —con la huella de lo quemás hondamente remueve nuestrasensibilidad y agita la inteligencia—, los personajes de A labúsqueda del tiempo ido: laduquesa de Guermantes, hadamundana llena de sutileza, tanfemenina ante la pasión que Marcelabriga por ella, como real en sumisma indolencia para servir a losdemás. El barón de Charlus, alma

medieval con extrañasinclinaciones; famoso tipo por suspasiones, sus impertinenciasprincipescas, sus cortantesexabruptos, su calidad exquisita dearbiter elegantiarum en loscírculos más exclusivos einexpugnables. El modelo real deCharlus fue el conde Robert deMontesquiou Fesanzac, poeta ymecenas de grandes maestros delarte moderno. Madame deVilleparisis, gran señora a quien nose recibe, por su liaison con el ex

embajador Norpois, conceptuoso,trivial y ejemplar en último términode muchos gloriosos hombres deEstado.

La abuela del protagonista, tanhumana, tan gran corazón, tiene algode homérico en su naturaleza. Sóloviejas familias burguesassuministran esos admirablesejemplares de señoras que resumenen sí tanta experiencia del mundo ytanta bondad. Y Swann, inteligente,certero crítico en achaque depintura, que exorna sus sentimientos

descubriendo en Odette ademanes yactitudes de las ondulantes figurasde Botticelli. El pobre Swannvivirá las horas más patéticas deeste tiempo evocado.

En Proust sentimos, al precisarun modo de saludar propio deSaint-Loup, o al individualizar unasuerte de ingenio privativa de losGuermantes, que nos extraviamos,que finalmente perdimos el hilovago que nos guiaba, que hemosembarrancado en el pormenorsingularmente engrandecido por una

lente maravillosa, iluminado porintensísimo reflector. Pero luegoreanudamos el camino ágilmente:de nuevo tomamos a orientarnos;todo vuelve a desplazarse y aanimarse; los personajes sedesenvuelven en direccionesimprevistas; evolucionan nosolamente en el plano social, sinoque también se mudan en sunaturaleza íntima bajo el influjo deciertos seres (de Odette, en el casode Swann; lejos de Rachel, apropósito de Saint-Loup). Y así se

va desarrollando la acción, conlentitud pero sin reposo, en unaespecie de polifonía wagneriana; yel alma del lector se anega en algocomo deleite musical. Este ritmo enProust, en que se esclarecen todaslas complejidades y se revela hastalo mediumnímico que es aún laexpresión del rostro menos vigiladopor la conciencia, este ritmo,repito, me parece lo más parecidoal de la vida misma, que recuerdoen libros modernos. En este andarsin premura y sin descanso se va

descubriendo en efecto unaenmarañada madeja de móviles enel menor acto, y sondeandoprovechosamente en las volicionesde los héroes. Nada es casual en elmundo proustiano. Aun la erróneapronunciación con que laCambremer cita un apellidoprocede de la imitación de alguno aquien la snob provinciana creyóenterado de las bogas parisienses.Lo indefinible que singulariza unaactitud habitual, algo aparentementesin significación, una presentación

por ejemplo, es a menudo un signoatávico. La manifestación casizoológica del contento en el bravodoctor Cottard existe menosdepurada en algún otro miembro desu familia, en el primo René,verbigracia. Proust lo nota, loapunta, lo consigna todo: siemprehay algo inisignificante enapariencia, inconsciente en elsujeto, que lo revela eindividualiza, y que lo relacionacon los suyos en las diversasgeneraciones.

De nada aprovechan aquí losconceptos de real e ideal. La vidaanalizada de este modo resulta serlo más bello y poético que puedadarse. Muchas páginas de estoslibros inmortales encierran máspoesía pura o de la mejor ley, paraser más exactos, que las obrascompletas de algunosversificadores contemporáneos.Hay aquí en efecto un hervir desentimientos y pasiones de todoorden: de Marcel por Gilberta, porla duquesa de Guermantes, por

Albertina; de Swann por Odette; deSaint-Loup por Rachel; de Charluspor Morel; de la princesa deGuermantes por Charlus…

Desde la hipocresía venial queimplican los buenos modales hastael misterio fatal con que una almase siente atraída por otra; cuantohay tras las relaciones sociales y entorno al comercio de los hombres,Proust lo percibe y exhibe de modoincomparable. Nadie acaso haestudiado desde Thackeray paraacá, como Proust, el snobismo y sus

punzantes y variadísimos tormentos.Amistades, inclinaciones,simpatías, odios, sentimientosfiliales, de todos los matices yvoltajes. Y un exaltado amor por lanaturaleza, una comunicación íntimacon ella, revelados por toda la obraen gran variedad de paisajes, desdelos jardines de ninfeas en elVivonne hasta las marinas deBalbec, con tardes de formidablestormentas.

En Proust hay una variedad yuna grandeza de comparaciones

verdaderamente homéricas. Abro alazar un libro de A la Recherche… yhallo una de tantas bellas muestrasque pueden aducirse paracorroborarlo: «Semejante almarinero que ve bien el muelledonde amarrar su barca, sacudidasin embargo aún por las olas, teníayo el propósito claro de mirar lahora y de levantarme, pero micuerpo era a todo instanterechazado en el sueño».

Biblia de nuestro tiempo;clave para entender el complicado

mundo moderno; alfabeto mágicoque nos permite leer en cerebros ycorazones cuanto es posible hallaren ellos; Ilíada de nuestra edad,refinadamente aristocrática, comola otra y en que palpita y se afanatoda una sociedad infinitamentevariada.

Monsieur Le Trouhadeccaído en el libertinaje

AFIRMA M. Jules Romains su fe enque el teatro, heredero de latradición milenaria de rapsodos yjuglares, y la gran poesía son losúnicos géneros que «pueden resistir

un desvío peligroso del espíritumoderno, y salvar en nosotros unade las facultades más preciosas delhombre». Y más adelante explica demodo profundo por qué hemos deconceder tanta importancia al teatroy a la poesía:

Al teatro —dice—, porque conduce abuenas o de mal grado la creaciónliteraria a su máximo de materialidad y deobjetividad. A la poesía, porque impide allenguaje degenerar hasta convertirse enmero signo abstracto; porque en vez dedejarlo consumirse en una álgebrasilenciosa lo obliga constantemente anuevos esfuerzos de organización sonora;

y porque conserva y rejuvenece sutemple de materia artística.

Sólo un gran dramaturgo y un granlírico puede deslindar estascuestiones con tal perspicacia yhondura. Y en efecto —aquí eldesplazamiento de espacio vale porel desplazamiento de tiempo—, enAmérica ¿quién duda que entre loque se salvará y perdurará denuestra época serán piezas comoKnock y libros como Odes etPrières y Amour, couleur de Paris?

Al día siguiente de la

representación por M. Jouvet deuna de las más finas comedias delseñor Romains —académico paragloria de Francia—, escribí lassiguientes notas sueltas, que nadaimportan y que consigno aquí nopor otra razón sino por subrevedad.

MONSIEUR LE TROUHADEC SAISI PARLA DÉBAUCHE (1923). LeTrouhadec es un disimulado donJuan y un colega para Trestaillon,

que se ha retirado de los negocios(escalamientos y robos confractura); para otros, un jugador queposee el secreto de ganar siempre;un sabio para quienes le hanrevestido con la celebridad oficial.Esta diversidad de opiniones, estasuerte de juego de espejos, da alhéroe singular realidad. Únicamenteel espectador y Benin juzgan aTrouhadec a la luz solar sinatribuirle un modo de ser ficticio, oen otros términos, sin tener queinventarlo.

—Le Trouhadec es verdaderamenteel mártir de la respetabilidad. Meexplicaré. Una gran posición social,una celebridad científica o decualquier otro orden confina alhombre en un mundo demasiadoestrecho y de dudosa amenidad. Hade ser irresistible en tales casos lafames in vulgus, el señuelo delbajo fondo social. Supersticiones yhechicerías, gratas al folklorista;pasiones y sentimientos elementalesque complacen al stendhaliano;historias pintorescas —a la vez

vulgares y mágicas— que deleitanal humanista.

—El amor —aun el venal— essiempre un proceso interesante parael naturalista que todos llevamosdentro, sobre todo cuando se tienecomo el señor Romains unapoderosa lupa o más bien unmicroscopio electrónico que revelahasta los más oscuros móviles.

—El dramatismo de la pieza vienede lo que es una triste certidumbrede nuestra época: el más respetablepersonaje presenta el costadodescubierto a los tiros de lacalumnia, del chantaje, osimplemente a una desastradacombinación de sucesos aparentes.Hay cierto pathos en Monsieur LeTrouhadec. Los peligros de que losalva Benin son tan inminentes queen el espectador perdura una notadominante de inquietud. Por cómicoque sea el personaje, Trouhadec

representa —muy ridículamente sigustáis— la inteligencia, laintelectualidad. Aun cuando vaya decaída en caída, del amor deRolande a la aceptación del cofrede alhajas que le libra el ladrón, esun hombre de ciencia, unintelectual. Y la inteligencia, comodice nuestra Sor Juana, estáindefensa: … «La riqueza y elpoder castigan a quien se lesatreve: y el entendimiento no, puesmientras es mayor, es más modestoy sufrido y se defiende menos».

—Benin es un tipo que tiene ciertaafinidad con el Mascarille deL’Étourdi y cuyos antecesoresremotos son los esclavos de Plauto,llenos de recursos y expedientessalvadores.

—Le Trouhadec es una comediaque se mantiene dentro de la mejortradición teatral; que vuelve arenovar en nuestros tiempos temasclásicos como el amor venal, elamor del viejo: con una galería

selecta de personajescontemporáneos, desde la actrizbuscona y el honorable editor delibros sobre el juego hasta el amigoinvencionero que por largas víaslleva a la comedia antigua. Y entodo esas cualidades supremas delmaestro, la seguridad de mano en eltrazo, la fuerza de la concepción yen la realización y la sobriedad.

Odiseo, Simbad yRobinson

AL LEER la Odisea vienen a nuestrorecuerdo lecturas de la infancia,Róbinson y Simbad.

Róbinson como Odiseo pasamuchos años ausente de su patria, y

lucha con una naturaleza hostil, laque acaba por cambiar en benigna.Como el rey de Ítaca, el inglés pasalargo tiempo a solas, en soledadimpuesta por azares del mar, y quees muy diversa de la soledad delermitaño, poblada toda demeditación. La soledad de estoshéroes es toda acción y lucha conun mundo exterior enemigo.

En Inglaterra, en el siglo XVII,la simpatía popular acogió a loscorsarios como Drake quesaqueaban puertos españoles de

América, y a los marinos como elmalaventurado Sir Walter Raleigh,cuyas biografías abundan enhazañosos hechos.

En el siglo XVIII el héroenacional inglés es Crusoe, menosbelicoso pero igualmente enérgico yvital que los piratas isabelinos; mástenaz que ellos, y en una luchamenos viva e intensa pero mássostenida; con cualidades no sólodel corazón, sino antes bien de lainteligencia para domeñar un medioambiente inhospitalario.

Así nos aparece Odiseo elnauta, el descubridor, el fértil enrecursos, ante los héroes de lasIlíada, ptoliportos o destructor deciudades del litoral, saqueador depuertos que, tras la sorpresa y larapiña, distribuye con loscompañeros equitativamentecautivos y riquezas de villas aúnmal localizados como Crisa, Tebasde Hipoplaquia, etcétera.

Las aristocracias jonias yeolias de las ciudades marítimas deAsia Menor, que fueron las

primeras en escuchar, allá por elsiglo VIII antes de Cristo, de labiosde aedos o cantores, en fiestasreligiosas, los cantos homéricos,han de haber experimentado acasoun cambio de modas en cuanto a sushéroes favoritos como Inglaterra enlos siglos XVII y XVIII, segúndejamos dicho.

Odiseo, el marino atenaceadode curiosidad geográfica, viajero ydescubridor de maravillosospaíses, rudo y varonil triunfador depeligros continuos, sustituye en el

favor del auditorio de mercaderesenriquecidos por la piratería (éstano tenía según parece nada deinfamante, por esos remotostiempos) a los reyes y príncipes quecombaten o defienden la bienmurada ciudad de Troya,saqueadores de villas, avezados alas correrías y a la rapacidad en lasaventuras.

Es bien sabido que Defoe ensu célebre novela tuvo muy encuenta la historia del marinoescocés Alejandro Selkirk, quien

padeció una relegación por 4 años y8 meses en la isla deshabitada MásAfuera del archipiélago de JuanFernández (frente a la ciudad deValparaíso). Selkirk formaba partede la tripulación de un barco inglés,de un bucanero, y por disputas conel capitán de éste —un tal Pradling— fue desembarcado en la isla.Hay antecedentes de abandono enlugares solitarios de marinerosinsumisos. Así Magallanes aplicóel mismo castigo a Juan deCartagena y a un clérigo levantisco.

Aun en la isla de Más Afuera, añosantes que Selkirk, había sidodesembarcado un tripulante indiopor el célebre Dampier.

Selkirk estuvo en la isla desde1704 hasta 1709 y el capitán que lesocorrió —Wood Roggers—publicó en 1712 las peripeciasverdaderas del escocés que sieteaños más tarde había de aprovecharDefoe en su Robinson Crusoe.

Prefirió Selkirk serabandonado en tierra a implorar elperdón del capitán Pradling.

Idiosincrasia típicamente escocesa,que un siglo después atraerá laironía exquisita de Charles Lamb enel ensayo Simpatías imperfectas.

Selkirk cazaba cabras,dándoles alcance. Abundabanfelizmente en la isla; y en labajamar, recogía cangrejos quefueron su principal alimento. Entrelas calamidades que le afligieron nofue la menor una plaga de topos queroían todo, hasta los pies del buenhombre. Con gatos que acudían apernoctar en torno a las dos

pequeñas cabañas que habíaconstruido el industrioso caledonio,los topos fueron exterminados.

El barco en que fue rescatadoatracó en Más Afuera paraproveerse de cangrejos. Crusoesitúa la isla de Róbinson en elestuario del Orinoco, en cuyalatitud no existen leones marinos. Avarios barcos españoles quepasaron por la isla, Selkirk noquiso pedir auxilio, temiendo sercastigado por proceder de un barcobucanero.

Dice Roggers que, cuando diocon él, había perdido a tal punto lacostumbre de hablar, quepronunciaba sólo a medias laspalabras, por lo cual se pasó largotiempo sin que se le pudieseentender. Al principio rechazó elaguardiente que se le ofrecía, portemor de quemarse el estómago conun licor tan fuerte; y transcurrieronvarias semanas para acostumbrarsea las viandas cocinadas a bordo.Los primeros lectores de Róbinsonpudieron haber conocido a Selkirk

que regresó en 1711 a Inglaterra yque murió en 1721. Abandonó deseguro la isla de Más Afuera bajolos deplorables efectos deembotamiento espiritual que traeconsigo una soledad prolongada. Enel comercio humano nuestrasfacultades mentales se ejercitan y seacrecientan. La sociabilidad es laflor de la civilización. La revistaitaliana Oggi (año XVIII, número 27,de julio de 1962) publicóinteresantes fotografías, de MásAfuera, logradas por, el fotógrafo

Sergio Larrain.

Por lo que hace a Simbad, hay quereconocer que, como en la Odisea,se trata de viajes realesdesfiguradísimos por virtud de unalarga tradición escrita, y atribuidosa un solo personaje.

C. R. Beazley en su libro TheDawn of Modern Geography dice:«Los Viajes de Simbad son unarelación “verdadera” con un pocomás de misterio y exageración que

de costumbre, de las experienciasde primitivos marineros árabes enel Océano Índico, seleccionadas yarregladas para uso popular».

En la misma obra se asientamás adelante: «Las hazañas demuchos viajeros se atribuyen a unsolo hombre; el cual sale bienlibrado, con increíble frecuencia ybuena fortuna de toda clase depeligros; pero hay pocos incidentes,aun los más sorprendentes, que nopueda demostrarse a lo último queestán fundados en hechos».

Se reconoce generalmente queLas mil y una noches recibieron suforma actual en las postrimerías delsiglo XV y en los primeros años delXVI. Se trata sin embargo de cuentosviejísimos que han hecho un largoviaje a través de diversas lenguasantes de llegar a labios deSheherazada. Los mejores y lamayoría de ellos viene, según seestima, de la India, y se han perdidolas colecciones originales. A travésdel persa, del siriaco han llegadoestas narraciones a los semitas

(hebreos y árabes), razas que noparecen haberse señalado por suimaginación y poder inventivo.

Machado de Assis

JOAQUÍN MARÍA MACHADO DE ASSISnació en Río de Janeiro, en 1859.Hijo de negros, su extracción fuehumilde: el padre era pintor defachadas, y la madre, en ocasiones,doméstica. Abrirse paso para llegar

a ocupar el sitio destinado en lavida no carece sin duda deasperezas, aun en el benévoloambiente del Brasil. El futuroescritor comienza por ser sacristánde la iglesia de Lampadosa,aprendiz de tipógrafo, corrector depruebas. Aparecen poco a poco losprotectores: el librero Paula Brito,Francisco Octaviano, nombreilustre en la historia de la prensabrasileña. Desde temprano apuntala vocación literaria firme, segura,dominadora.

A los diecinueve años escribereseñas de libros, bajo el título deO passado, o presente e o futuro daliteratura, en la Marmota de PaulaBrito. Frecuenta los cenáculos de laépoca: la librería de Paula Brito, elestudio del doctor Filgueiras,finalmente la tienda de libros de sufuturo editor Garnier. A los treintaaños se casa con una damaportuguesa, hermana de un escritorsatírico; y su matrimonio esexcepcionalmente feliz. Su origenhumilde, los prejuicios de raza, la

pobreza invencible y unaenfermedad incurable (la epilepsia,que se precisa a los cuarenta años)ennoblecieron su vida y pusieron ensu carácter cierta nota de modestia,de delicadeza excesiva en losafectos, de represión y dominioabsoluto en sus expansiones yentusiasmos. Fue un melancólico yun irónico más bien que unoptimista generoso.

Hacia los cuarenta años, yacaso por influencia de la escuelade Médan, abandona su manera

romántica, e inicia el periodo desus libros más importantes: Lasmemorias póstumas de Braz Cubasy Don Casmurro. Por esta época seagrava su pesimismo que sólo serefleja en apreciaciones rápidas yen su repugnancia a vaciar la partemás seria de su pensamiento en elmolde de un sistema filosóficocoherente. Murió el 29 deseptiembre de 1908, habiendosobrevivido cuatro años a suesposa, su adorada Carolina. Murióde cruel enfermedad: una úlcera

cancerosa en la boca, y su antiguomal, la epilepsia, se recrudeció ensus tristes años de viudez.

«Era un insigne descifrador dealmas», dice su excelente biógrafoAlfredo Pujol, de quien extractamostodas estas noticias biográficas. Enefecto, no se complace en describirla naturaleza, sino en penetrar enlas complejidades del alma humana.Con los Goncourt pudo haberdicho: «En la fisonomía de la mujery en la palabra del hombre estribansolamente mi placer y mi interés».

Los cerros de formas caprichosas,las peñas crudamente coloridas, lalínea perezosa de las bahíasprofundas, la exuberante vegetacióndel paisaje carioca, la gloria deltrópico que es Tijuca y el regalo delos ojos que son Copacabana, laGavea y los panoramas desdeCorcovado y el Pao de Assucartienen débil eco en el arte de esteescritor, afín de los humoristasingleses del siglo XVIII.

Las heroínas de Machado soncreaciones de singular vigor. Acaso

haya sido el gran retratista de lacriolla brasileña, llena defemineidad delicada y etérea comofigura de vieja litografía, y a la vezhumana y discreta como las mujeresdel teatro de Lope de Vega. Lasprotagonistas de Machado, sobretodo en su manera romántica de losprimeros libros, se entregan porentero al amor, sufren pasivamentesu dominación avasalladora,rebosan devoción y espíritu desacrificio, pero conservan en elfondo un sentido firme de la

dignidad femenina, de lasconveniencias sociales, y de losrígidos preceptos morales quepresiden las vidas puras.

Traducimos a continuación unpasaje de Don Casmurro, quemuestra bien el exquisito ingeniodel gran escritor.

ES TIEMPO

Mas es tiempo de tomar a aquellatarde de noviembre, una tarde clara

y fresca, sosegada como nuestracasa y el trecho de la calle en quemorábamos. Verdaderamente fue elprincipio de mi vida: todo lo quesucedió antes fue como el pintar yvestir de las personas que van aentrar en escena, el encender de lasluces, el afinar de los violines, lasinfonía… Ahora iba yo a comenzarmi ópera. «La vida es una ópera»,me decía un viejo tenor italiano queaquí vivió y murió… Y explicómeun día la definición, en tal maneraque me hizo creer en ella. Tal vez

valga la pena darla: es sólo uncapítulo.

LA ÓPERA

Ya no tenía voz, mas se obstinabaen decir que la tenía. «El desuso esel que me hace mal», añadía.Siempre que una nueva compañíallegaba de Europa, iba alempresario y le exponía todas lasinjusticias de la tierra y del cielo;el empresario cometía una más, y él

salía vociferando contra lainiquidad. Le quedaba aún el airede sus papeles. Cuando andaba, apesar de lo viejo, parecía cortejar auna princesa de Babilonia. A vecestarareaba, sin abrir la boca, algúntrozo tan antiguo o más que él;voces así sofocadas son siempreposibles. En ocasiones comíaconmigo. Una noche, después demucho Chianti, me repitió ladefinición de costumbre, y como yole dijese que la vida tanto podía seruna ópera como un viaje por mar o

una batalla, movió la cabeza yreplicó:

—La vida es una ópera y unagran ópera. El tenor y el barítonoluchan por la soprano, en presenciadel bajo y de los comprimarios,cuando no son la soprano y lacontralto quienes riñen por el tenor,en presencia del mismo bajo y delos mismos comprimarios. Haycoros numerosos, muchos bailes yla orquestación es excelente…

—Pero, mi caro Marcolini…Y, después de beber un trago

de licor, dejó la copa, y me expusola historia de la creación, conpalabras que voy a resumir.

Dios es el poeta. La música esde Satanás, joven maestro debrillante porvenir, que aprendió enel conservatorio del cielo. Rival deMiguel, Rafael y Gabriel, notoleraba la precedencia que ellostenían en la distribución de lospremios. Puede ser también que lamúsica en demasía dulce y místicade aquellos otros condiscípulosfuese odiosa a su genio

esencialmente trágico. Tramó unarebelión, descubierta a tiempo, yfue expulsado del conservatorio.Todo hubiera quedado así si Diosno tuviese escrito un libreto deópera, el cual dio de mano, porentender que tal género deentretenimiento era impropio de sueternidad. Satanás llevó elmanuscrito consigo para el infierno.Con el propósito de mostrar quevalía más que los otros —y acasopara reconciliarse con el cielo—compuso la partitura, y luego que la

acabó fue a llevarla al PadreEterno.

—Señor, no olvidé laslecciones recibidas —díjole—.Aquí tenéis la partitura, escuchadla,enmendadla, hacedla ejecutar y si lahalláis digna de las alturas,admitidme con ella a vuestrospies…

—No —respondió el Señor—,no quiero oír nada.

—Mas, Señor…—¡Nada! ¡Nada!Satanás suplicó todavía, sin

mejor fortuna, hasta que Dios,cansado y lleno de misericordia,consintió en que la ópera fueseejecutada, mas fuera del cielo. Creóun teatro especial, este planeta, einventó una compañía entera, contodas las partes, primarias ycomprimarias, coros y bailarines.

—¡Escuchad ahora algunosensayos!

—No, no quiero saber deensayos. Bástame haber compuestoel libreto; estoy pronto a dividircontigo los derechos de autor.

Fue tal vez un mal estanegativa; de ella resultaron algunosdesarreglos que la audición previay la colaboración amistosa habríanevitado. En efecto, hay lugares enque el verso va por la derecha y lamúsica por la izquierda. No faltaquien diga que en eso mismo está labelleza de la composición, en huirla monotonía, y así explican elterceto del Edén, el aria de Abel,los coros de la guillotina y de laesclavitud. No era raro que losmismos lances se reprodujeran sin

razón suficiente. Ciertos motivoscansan a fuerza de repetición.También hay oscuridades; elmaestro abusa de las masas corales,encubriendo a menudo el sentido demanera confusa. Las partesorquestales son, por el contrario,tratadas con gran pericia. Tal es laopinión de los imparciales.

Los amigos del maestropretenden que difícilmente se puedehallar obra tan bien acabada. Unoque otro admite ciertas rudezas y talcual laguna, mas en la

representación de la ópera esprobable que éstas sean colmadas oexplicadas, y aquéllas desaparezcancompletamente, sin negarse elmaestro a enmendar la obra dondehallare que no responde del todo alpensamiento sublime del poeta. Yano dicen lo mismo los amigos deéste. Juran que el libreto fuesacrificado, que la partituracorrompió el sentido de laescritura, y aunque sea bonita enalgunos lugares, y trabajada conarte en otros, es absolutamente

diversa y hasta contraria al drama.Lo grotesco, por ejemplo, no estáen el texto del poeta: es unahinchazón para imitar a las Alegrescomadres de Windsor. Este punto esdiscutido por los satánicos conalguna apariencia de razón. Dicenellos que, en el tiempo en que eljoven Satanás compuso la grandeópera, ni esa farsa ni Shakespeareeran nacidos. Llegan a afirmar queel poeta inglés no tuvo otro geniosino el de transcribir la letra de laópera, con tal arte y fidelidad, que

se confunde con el mismo autor dela composición; mas evidentementees un plagiario.

—Esta pieza —concluyó elviejo tenor— durará lo que dure elteatro, no pudiéndose calcular enqué tiempo será éste demolido porutilidad astronómica. El éxito escreciente. Poeta y músico recibenpuntualmente sus derechos deautores, que no son los mismos,porque la regla de la división esaquello de la escritura: «Muchosson los llamados, pocos los

escogidos». Dios recibe oro,Satanás papel.

—Tiene gracia…—¿Gracia? —gritó él con

furia; mas aquietóse luego, yreplicó—: Caro Santiago, yo notengo gracia, yo tengo horror a lagracia. Esto que digo es la verdadpura y última. Un día, cuando todoslos libros sean quemados porinútiles, ha de haber alguien, puedeser que tenor, y tal vez italiano, queenseñe esta verdad a los hombres.Todo es música, amigo mío. En el

principio era el do y del do hízoseel re, etc. Esta copa (llenábala denuevo), esta copa es un breveestribillo. ¿No se oye? Tampoco seoye el pan ni la piedra, mas todocabe en la misma ópera.

Un tratado sobre Ellibro de Buen Amor

MR. FÉLIX LÉCOY, profesor delLiceo de Argel, es el autor de unimportante estudio sobre elArcipreste de Hita, estudio que porcircunstancias actuales del mundo

no ha recibido la atención quemerece: Recherches sur le «Librode Buen Amor» (Librairie E. Droz,París, 1938).

La primera parte —«Latradición del texto»— estáconsagrada a estudiar losmanuscritos del Libro de BuenAmor, su versificación y su lengua.En todo campea una competenciacientífica cabal, sin la cual no eslícito tratar de estas materias. En lapágina 75 dice:

Desechamos resueltamente en primer

lugar, como lo que hemos indicado másarriba, las analogías españolas en lascuales a menudo se ha pensado. Lafluctuación rítmica del Libro de BuenAmor no tiene nada en común, a nuestrojuicio, con la desigualdad silábica depoemas tales como el Cid oRoncesvalles. Estos últimos textosobedecen a leyes aún misteriosas, y casino entrevemos sobre cuál base reposa suritmo.

De existir estas leyes serían a talpunto complicadas que desde luegolas diputamos por incompatiblescon este género de poesía tanespontánea y popular.

Las piezas líricas de métricasilábica son: el Gozo I de la Virgen,la troba cazurra, las cantigas deserrana, las cantigas de escolares yla cántica II de Loores.

Los trozos líricos de métricaacentual son: el Ave María, lacántica IV de Loores, así como lacántica I (coplas 1668 y siguientes).

Las obras líricas de métricadudosa son: cántica III de Loores, ylos Gozos III y IV. Este grupo decomposiciones está sin duda muyinfluido por la poesía latina

medieval.La segunda parte del libro

trata de las Fuentes del Poema. Delos veinticinco apólogos del BuenAmor, veintiuno se atribuyen a latradición esópica medieval que,como es sabido, arranca de Fedro.Son de origen oriental: elEnsiemplo de la raposa que comegallinas en la aldea y el cuento corcervi vel asini (versos 893 ysiguientes). Al fondo común decuentos de animales pertenece el«ejiemplo de como el león estaba

doliente» (a partir de la copla 82).Y acaso haya que asignarle tambiénprocedencia oriental a la fábula delupo pedente (coplas 766 a 779).

Los cuentos del Libro de BuenAmor pueden, según Mr. Lécoy,repartirse de este modo: a) cuentosmorales o exempla, como elermitaño beodo (estrofa 530 ysiguientes), el ladrón que hizo cartaal diablo de su ánima, y los dosperezosos que querían casar conuna dueña; b) cuentos para hacerreír: el garzón que quería casar con

tres mujeres, y don Pitas Payas,pintor de Bretaña; y c) cuentoseruditos: el nacimiento del hijo delrey Alcarez, el mago Virgilio(estrofa 261 y siguientes) y ladisputación entre griegos yromanos.

Es notable la probidad críticade Monsieur Lécoy al declarar queno hay en el Libro de Buen Amorinfluencia directa francesa, pues siel Arcipreste hubiera sabido estalengua de seguro que habríaaprovechado Le Roman de la Rose.

Nada más absurdo que aquellanecia afirmación que recuerdohaber leído en una antología delRoman prologada por M. Gorce O.P., que el poema de Juan Ruiz esuna servil imitación del Romanentre dos series de alabanzas a laVirgen.

La oración preliminar —contra el parecer de MenéndezPidal— no contiene referencias auna prisión verdadera que hayasufrido el poeta, sino que se trata deun pasaje inspirado en el oficio de

agonizantes ordo commendationisanimae. La opinión de Lécoy no meparece muy convincente, puesto queno es explicable el verso.

Faz que todo se torne sobre losmezcladores.

Para Lécoy tampoco la descripcióndel Arcipreste en boca deTrotaconventos es fidedigna.Confesamos, sin embargo, que enella hay rasgos personalesindubitables como (copla 1498):

Sabe los instrumentos e todasjuglerías.

El Arcipreste estudió acaso en laescuela episcopal de Toledo, centrouniversitario de importanciaeuropea a fines del siglo XIII yprincipios del XIV (V. A.Ballesteros y Beretta, Historia deEspaña, II). Así se explica que elBuen Amor sea un brote esporádicoen España de la poesía goliardesca,tan vinculada con el mundouniversitario medieval. Helinando

de Froidmont cita a Toledo entre lasuniversidades más famosas: «Eccequaerunt clerici Parisius artesliberales, Aurelianis auctores,Bononiae códices, Salerni pyxides,Toleti daemones, et nusquammores». (Tissier, Bibl. PatrumCisterseiensium, VII, p. 257).

Al final del libro que nosocupa, se estudia el plan del BuenAmor, que en sustancia comprendedos episodios centrales (DoñaEndrina y la Batalla de Don Carnaly Doña Cuaresma, seguido este

último por los Triunfos de DonCarnal y Don Amor), y algunosotros episodios de importanciavariable, como la pelea con DonAmor, los amores con la monja, etc.Para Lécoy el libro del Arcipreste,a pesar de su forma original, no esmás que un arte de amar. BuenAmor debe entenderse en suconnotación profana, esto es, amorque se conforma con las delicadasreglas de la cortesía. Está usadopor antífrasis.

Cree también Lécoy que el

pasaje central de Doña Endrina esuna traducción o mejor dicho unaparáfrasis del Pamphilus realizadaen los años mozos del Arcipreste yaprovechada después en el granpoema. De paso añadiré que, contralo que se asienta en algún nocivomanual de literatura, el Pamphiluses una obra de singular mérito queresiste la comparación con sutraducción castellana.

Tres apuntes

NOTORIO es que las razas delMediterráneo han revelado siempreun agudo sentido de la perfección,un anhelo persistente de cuanto escalidad. En los españoles secumple esta ley, pudiéramos decir

la ley de la supremacía de lainteligencia, y así por reacción ydesahogo crean con vigorinsuperable una sucesión depersonajes imperfectos yantiheroicos, a partir de los condescarrionenses del poema del Cid.Aparece Trotaconventos, lasapiente doctora de la ciencia de lavida; luego Celestina, diabólicaemponzoñadora de inexpertasmocedades; y los tipos del teatrodel donosísimo Lope de Rueda: elrufián cobarde, el aldeano simple,

el bachiller bellaco, el viejoladrón. En pos de éstos, Lazarillo ysu famélica estirpe, los clérigosavarientos, los hidalgosayunadores, Pablos de Segovia, conel inmortal licenciado Cabra y elcaballero de la Tenaza, el de lasdonosísimas cartas. Al mismotiempo, en los tablados de losteatros, los bobos y graciosos de lacomedia encaman todos los viciosde los criados. En el siglo XVIII, laserie prosigue en los sainetes dedon Ramón de la Cruz y en las

aguas-fuertes de Goya. Aun en elmundo galdosiano, recordemos lacamarilla de Fernando VII, Pipaóny demás paniaguados. Valle Incláncierra esta galería de figuras detapiz con algunos sujetos de susesperpentos admirables. Quevedo yGoya son los maestros consumadosde este realismo supremo.

LOPE DE VEGA. El hecho dedramatizar una tradición esfrecuentísimo en la escena española

clásica. Apenas hay leyendaespañola, caballeresca o piadosa,que no sea asunto de una comediade Lope de Vega. Este creadorilustre del teatro español en sumejor época, sacó a las tablas nosólo las grandes leyendasnacionales de España, cosa queantes de él había hecho el sevillanoJuan de la Cueva, sino también lastradiciones menores y de carácterlocal, que algunas veces aparecenen nobiliarios y centones de cuentosy en no raras ocasiones en

cantarcillos, como aquelaprovechado en El caballero deOlmedo:

Esta noche le mataronal caballero,la gala de Medina,la flor de Olmedo.

y aquel otro que barrunta Menéndezy Pelayo:

Al val de Fuente Ovejunala niña en cabellos baja:el caballero la sigue

de la cruz de Calatrava.

Estudiar el vasto teatro de Lope deVega es pasar revista a todas lastradiciones y cuentos populares dela España medieval. En ese sentidoy con harta justeza llama Menéndezy Pelayo a Lope el herederouniversal de la Edad Media. «Sucorazón —son palabras deMenéndez Pidal— ha permanecidosiempre abierto a la inspiracióningenua y ruda de los humildes: loscantos populares despiertan en él el

eco fiel y armonioso de la poesíamás profunda.»

Tirso y Calderón, a imagen ysemejanza de su genial maestro, enalgunas de sus obras mejoresrevisten de forma dramática uncuento popular vetustísimo, yexpresan un alto pensamientoteológico o filosófico en fábulascuyas raíces se pierden en elMahabharata o en las jatakasbudistas.

LAS SONATAS DE VALLE INCLÁN.Entre los don Juanes modernos,ninguno tan sugestivo como elMarqués de Bradomín, que rompecon los convencionalismos delgénero: es feo, católico ysentimental. La calidadimponderable y exquisita de laprosa de Valle Inclán lo reviste deun prestigio indefinible y penetrantecomo aroma antiguo. Son regalo denuestra imaginación la vieja ciudaden la Italia papal en que parecedetenerse el siglo XVIII; el México

heroico y exótico, en que sedesarrolla la Sonata de estío; elfondo bizarro de la guerra carlistasobre el cual se destacan lashazañas casanovescas del arroganteMarqués en la Sonata de invierno.Las heroínas son inolvidables. Enla Niña Chole está cifrado elhechizo subyugador de nuestracriolla. Y Concha, la pobre Conchade la otoñal Sonata, en su languidezy amor de enferma incurable, es unode los mayores aciertos artísticosdel gran escritor. La adecuación del

paisaje con las pasiones ysentimientos hace de las Sonatasobras tersas y perfectas, de las queemana una delicia casi musical parael alma.

Una nota sobre Galdós

ZUMALACÁRREGUI. El asunto de estanovela es la guerra carlista, bajoZumalacárregui, vista desde unavida —la de José Fago—desorientada y a merced de causasexteriores. Sacerdote-soldado, le

toca sufrir las alternativas yzozobras que supone esa paradoja.

Las palabras profundas quedan honda significación moral allibro las pronuncia el ermitañodesorejado Borra, venerable santo,españolísimo aun en laindependencia de su posiciónespiritual:

Óiganme, señores míos, y si quierenhacerme caso, bien, y si no también. Yoles digo que la guerra es pecado, elpecado mayor que se puede cometer, yque el lugar más terrible de los infiernosestá señalado para los generales que

mandan tropas, para los armeros quefabrican espadas o fusiles, y para todos,todos los que llevan a los hombres a esematadero con reglas. La gloria militar esla aureola de fuego con que el Demonioadorna su cabeza. El que guerrea secondena, y no le vale decir que guerreapor la religión, pues la religión no necesitaque nadie ande a trastazos por ella.

¿Es santa, es divina? Luego no entracon las espadas. La sangre que había quederramar por la verdad, ya la derramóCristo, y era su sangre, no la de susenemigos. ¿Quién es ése que llaman elenemigo? Pues es otro como yo mismo, elprójimo. No hay más enemigo queSatanás, y contra ése deben ir todos lostiros, y los tiros que a éste le matan sonnuestras buenas ideas, nuestras buenas

acciones.

Es bellísima esa digresión del bajotrajinar de la guerra civil, esaexcursión por una de las vertientesdel Murumendi donde vive elsolitario, atento sólo a las estrellasy airado para con las guerras ydemás errores de nuestra condición.

Fago es también un inocentecomo Borra, pero sujeto al ajetreodiario. Cuando su debilísimavoluntad dirija sus acciones, huirá ahacerse también ermitaño. Hay algode Dostoyevski en el Galdós de

Zumalacárregui. El héroe esvacilante, enfermizo, genial ypadece singulares aprensiones.Sigue sin alcanzar a Saloma, unamujer que sedujo y amó antaño.Cree tener telepáticascomunicaciones con el espíritu delgeneralísimo carlista, y muere elmismo día. El alma de Fago,dolorida y mórbida, busca enincierto giro el amor humano,Saloma. Se refugia en el divino, ensus dos fluctuaciones. Vive pues elconflicto de los dos amores, y el

protagonista a veces será capellánungido por el más puro fervormístico, y otras desatentadoperseguidor de una sombramundana.

La guerra por el pretendientedon Carlos María Isidro levantaestos problemas para los creyentescatólicos: ¿hay una guerra sagradaen que sea lícito quebrantar elquinto mandamiento?, ¿las manosungidas que elevan las hostiaspueden disparar contra el prójimoque milita en los ejércitos

cristianos? Este mismo problemaaparece ya planteado en una novelade la Segunda Serie de losEpisodios, Un voluntario realista,problema que atenacea en susarrobos a una de las más femeninasy atrayentes figuras del mundogaldosiano, Sor Teodora deAransis.

Fago, lo mismo que laaristocrática reclusa de Solsona, ymás intensamente que ella, siente lomonstruoso y antitético de sereclesiástico y soldado; y no hay

palabras especiosas que acallen deltodo la voz de su conciencia.Asaltado de alucinaciones,ofuscada a veces su razón por lamuerte de Ulibarri y por lasenfermedades, con ideas fijas comola de encontrar a Saloma, atraídopor el genio sobrenatural deZumalacárregui, es un pobrehombre enfermo que persiguencruelmente dudas, y es tan realcomo los personajes deDostoyevski.

Algo todavía sobreromanticismo

RENÉ LALOU, célebre críticofrancés que tan notables estudioshizo acerca de la literatura de supaís en el siglo XIX, y que mostróuna inteligente comprensión aun

para los poetas más excéntricos yraros, publicó un precioso libroProsistas románticos, con grabadosen cobre de Georges Gorvel ycapitales en madera de Chapront.

Nuestro excelso Duque Jobtuvo sin duda gran afición a losrománticos franceses, aun a los desegunda fila; y en las obras de todosellos precisa a veces rastrear elantecedente de su sensibilidadexquisita, nunca o en muy contadasocasiones de una imitación directa.Así pues, resulta muy útil para

nosotros estudiar el romanticismoen Francia, ya que al igual queGutiérrez Nájera otros escritoresnuestros —como es bien sabido—revelan su influjo.

Mucho se ha discutido sobrelo que debemos entender porclasicismo y romanticismo. Todomovimiento en arte, de acentuadaoriginalidad, que rechaza enelegante ademán los temas y formasque le ofrece la época, deslustradospor la rutina de las generaciones, essiempre romántico. La rebeldía

contra modas gastadas, laaspiración a nuevas corrientes deideas, todo anhelo de renovación devalores espirituales son románticos.Ya Darío dijo: «¿Quién que es, noes romántico?». Pero romanticismoquiere también decir másconcretamente reacciónantiintelectualista y mística, contrael neoclasicismo cartesiano; retornoa lo nacional y popular, a lasleyendas y arte magníficas de laEdad Media, a los países deensueño y romance como la España

de Merimée y de Gautier, la Italiade Stendhal, la Alemania y elOriente de Gérard de Nerval.

Romanticismo es también elreflujo contra un arte en quien tienedemasiado predominio la razón; yque en consecuencia se complaceen regiones menos iluminadas denuestra alma y busca expresión apasiones exaltadas y extra-humanasy a toda revelación del másdesaforado individualismo. «Yollamo clásico a lo sano —dijoGoethe— y romántico a lo

enfermizo.»Curioso por demás resulta ver

la serie de las principales figurasdel romanticismo francés a travésdel tamiz de esta crítica tancomprensiva y sutil y que aspira asintetizar en breves consideracionesel secreto del arte romántico.

Vienen primero losprecursores. La baronesa de Staël«funda la primera agencia en que elescritor turista que no quiere salirde París puede hacer poner en susmaletas los sellos de los grandes

hoteles europeos». Su misión, sinembargo, fue la de interrumpir elsoliloquio literario a que Francia sehallaba entregada desde la muertedel Tasso y de Lope de Vega. Y porvirtud de los discutidos libros de laseñora de Staël aparecen losmetafísicos y los poetas delAufklarung.

Rousseau impuso el tipo delhombre sensible «creándolofraternalmente, es decir, dejándoleese aire de lacayo cazurro del cualél nunca se vio enteramente

exento».Chauteaubriand, para quien no

existe en rigor la humanidad sinocomo público, pasa lleno dealtivez. Con todos sus defectospueriles es un prosista sinprecedente desde Bossuet. «Pintorincomparable, su imperialismo seanexa la naturaleza virgen delNuevo Mundo así como las ruinasde Roma; reconcilia las dostradiciones, la de Atenas y la deJerusalén; e inmortaliza loshumildes paisajes de su provincia

natal.»René fue el primero de los

breviarios que exaltan la infinitadisponibilidad de la adolescencia.

Muy pintoresca yrepresentativa es la figura deBenjamín Constant, que ha sido ennuestros días objeto de apasionadasdiatribas y defensas. Su vida fuemuy agitada por continuos viajes,alternativas de fortuna, incidentesde la vida política, amoríos,triunfos sociales por ser uno de losconversadores más brillantes de su

tiempo, etc. De una gran señora delsiglo XVIII, Madama de Charrière,uno de sus primeros amores,adquirió «el odio clásico por lasemociones complacientementeexhibidas».

Con una existencia con tantoscontrastes y tan rica en todo génerode experiencias, se adivina quehaya podido escribir en su Diarioestas sutilísimas palabras: «Yo nosoy del todo un ser real».

Su famosa novela Adolfo es lahistoria —muy francesa por cierto

— de un mozo que se pierde aconsecuencia de amores violentos.Escrita en quince días, constituye enverdad una de las obras maestras dela novela romántica. De ella puededecirse que realiza típicamente latransmutación a que se refiereBarrès en estas líneas:

«Creo que un sentimientollamado romántico, si es llevado aun grado mayor de cultura, toma uncarácter clásico».

Carlos Díaz Dufoo, hijo

C’estundevoiràchaquegroupe

littérairecommeàchaquebataillonencampagnederetireretd’enterrersesmorts.

SBPortraitsLittéraires

EN LOS primeros años del sigloaparece en nuestras letras una seriede escritores malogrados —Couto,Gómez Robelo, Jesús T. Acevedo yCarlos Díaz Dufoo, hijo— que nosdejaron breve producción pero desorprendente calidad y un nobleejemplo de amor exclusivo por la

Belleza. Deliberadamenteinadaptados al medio ambiente,atentos sólo a un alto designioespiritual. Almas escogidas de lafamilia del orgulloso Cavalcanti,sus cortas y atormentadorasexistencias tienen el matiz de rarezade los poètes maudits.

Sus estudios dotaron parasiempre, a Díaz Dufoo Jr., dedistinción meditativa. Con él muerelo mejor de una generación que seagota en ingrata lucha con el mediopoco propicio a las manifestaciones

de cultura. ¡Tan loco, tan valeroso,tan nietzscheano, cuantos letratamos podemos repetir laspalabras que de Nerval escribióGautier: «N’a causé d’autre chagrinà ses amis que celui de sa mort».

Nunca sacrificó en el altar delbuen éxito o del oportunismo. Suprobidad literaria parece ilustrarestos versos de Villiers de l’IsleAdam:

Car l’indifférence est le seulhommage

Dont je suis jaloux.

Las pequeñas y grandescontrariedades que cada día nossalen al encuentro molestaban talvez demasiado su hiperestesia deelegido; de aquí ese humorismodespiadado que brota en su obra,pero sólo en sus últimasproducciones.

Ninguno de su generaciónabrigó más serio plan de estudiosque él. Como nadie entre nosotrosconocía a los Presocráticos, a

Spinoza, a los alquimistas de laEdad Media, a Descartes, Locke yBerkeley. «La erudición ultravioletade mi hijo», decía risueño en algunaocasión su humanísimo padre. Sudedicación a obras filosóficasexplica la inusitada riqueza deideas en sus breves escritos. Aun asu estilo trasciende este comerciocon los pensadores sustanciales.Padeció el horror del verbalismo yfrecuentemente vuelca su meditar encentelleantes aforismos. Suexpresión es concentrada, límpida.

Como muestra copio en seguida suEpitafio, tan puro de alardescorintios, en que exalta la vidarecatada que amaron los epicúreos.

EPITAFIO

Extranjero, yo no tuve un nombreglorioso. Mis abuelos no combatieron enTroya. Quizá en los demos rústicos delAtica, durante los festivales dionisíacos,vendieron a los viñadores lámparas depico corto, negras y brillantes, y pintadoscon las heces del vino siguieron alegres laprocesión de Eleuterio, hijo de Semele. Mivoz no resonó en la asamblea paraseñalar los destinos de la república, ni enlos symposia para crear mundos nuevos y

sutiles. Mis acciones fueron oscuras ymis palabras insignificantes. Imítame,huye de Mnemosina, enemiga de loshombres, y mientras la hoja cae vivirás lavida de los dioses.

Algunos seres escogidos —thehappy few, que dijo Beyle— semuestran tenazmente reacios aadaptarse a las condiciones denuestra vida; desdeñan la bajacomodidad, los honores, laposición social encumbrada, ydemás desiderata que es dablealcanzar en la tierra. Se refugian entodo lo que puede despicar su sed

de infinitud: la música, la filosofía,la existencia desasida y errátil.Nunca pierden su extranjería ennuestro planeta, y sus vidas fugacesy luminosas siguen —al decir deStefan Zweig— parabólicatrayectoria.

Díaz Dufoo Jr. era de estaselectísima familia de espíritus aquienes toda baja realidad hiere demodo punzante, y que terminan poraniquilarse en su ansiavehementísima de infinito.

En El barco reacciona con

violencia incontenible contra lafalsa actitud que sirve a tantos paraprosperar. Basta la inminencia deun peligro mortal para queabandonen sus disfracesconvencionales y nos muestren susdeformadas almas y su pensar bajo.

He aquí algunos pensamientosde su notable libro Epigramas(París, 1927):

Vida magnífica, brillante comoColada, sonora como un peán.

Abundante gloria y recuerdoglorioso. Al doblar el cabo de lamuerte, el Fundidor de Botones.

La incoherencia sólo es un defectopara los espíritus que no sabensaltar. Naturalmente, sólo puedenpracticarla los espíritus que sabensaltar.

Inmortalidad. Sin apetitos, sin

deseos, sin dudas, sin esperanzas,sin amor y sin odio, tirado a un ladodel camino, mira pasar eternamentelas horas vacías.

Murieron tristes y austeros, dejandotras sí hijos felices y frívolos.

—Un viejo es siempre un rey Lear.—Un viejo es siempre un

Polonio.

—Sé tú mismo.—Sé lo esencial de ti mismo.

—Yo vendí mi alma por un granamor.

—Yo vendí mi alma por unaactitud irreprochable.

—Yo vendí mi alma por no serlo que otros eran.

—Yo vendí mi alma por nosaber que tenía una alma.

—Yo vendí mi alma por sabersi tenía una alma.

Gastó largos años para hacer unestilo. Cuando lo tuvo, nada tuvoque decir con él.

De los libros valen los escritos consangre, los escritos con bilis y losescritos con luz.

Notas sobre AlfonsoReyes

ALFONSO REYES nos ofrece unejemplo de entrega total a suvocación, desde la adolescenciahasta su muerte. Estudiar conperseverancia tenaz; escribir;

mostrar a los demás cómosuperarse en el cultivo de lasbuenas letras; divulgar en elextranjero lo valioso de nuestraliteratura y de nuestra historia:éstos fueron sin duda los objetivosque dirigieron su vida, la misiónespiritual que realizó en sus añosde aprendizaje y en los de madurez.

Su obra es tan vasta quesatiface gustos diversos. Unosprefieren la Visión de Anáhuac oIfigenia cruel; no falta quien estápor la Crítica ateniense o la

admirable Junta de sombras; otrosestamos por los libros de ensayosdiversos, sin desestimar, porsupuesto, otros aspectos de sucopiosa producción.

Se mueve en una densaatmósfera libresca. No porque lefalte la experiencia humananaturalmente, sino porque su mundoes el mundo de las ideas.

La rica producción alfonsinase puede distribuir en períodos: elprimero, el de su juventud que seinicia con Cuestiones estéticas,

libro en que se reflejan lecturas deescritores españoles, y que desde elpunto de vista del lenguaje es de losmejores y el más castizo. Despuésvienen los libros publicadosdurante su estadía en España y enParís (por ejemplo, El suicida y Elcazador, en los que es visible lapreocupación filosófica). El planooblicuo que aparece por entonceshabía sido escrito en México. EnRío de Janeiro y en Buenos Airessu producción siguióacrecentándose, lo mismo que

cuando retornó a la patria.

ALFONSO REYES Y SU PADRE. A. R.nació el 17 de mayo de 1889, añoen que se fundó en París la célebrerevista literaria Le Mercure deFrance y en que se comenzó alevantar la torre Eiffel. Alfonsoescribió en Tren de ondas quealguna vez la torre y él tuvieron lamisma estatura. Su abuelo paternonació en Nicaragua. Su padre elgeneral de división don Bernardo

Reyes se distinguió al frente del 6°regimiento de caballería, bajo lasórdenes del general don RamónCorona, en la guerra contra elterrible «Tigre» de la Sierra deÁlica, el feroz Lozada; fusiladoéste, contra sus lugartenientes. Elgeneral Reyes hizo una brillantecarrera militar; se señaló siemprepor su extraordinario valorpersonal, y como personaje dealiento heroico fue víctima de lafatalidad inexorable. De sobremesa,cierta vez Alfonso me aconsejó que

escribiera mis memorias; y añadió:«Yo llevo ya escritos dos tomos delas mías, y todavía no nazco». Unode estos tomos es Parentalia, enque narra hazañas que su padresolía referirle haciendo recuerdos.

EL MENSAJE DE ALFONSO REYES.Para el sociólogo Francisco GarcíaCalderón —prologuista del primerlibro de Alfonso, Cuestionesestéticas— «defiende el idealespañol, la harmonía griega, el

legado latino, en su país amenazadopor turbias plutocracias».

Chacón y Calvo, eruditoescritor cubano, opina: «…Lección… la del trabajo sin tregua,la de sentir la vida toda cargada dedeberes y encontrar en sucumplimiento una profundaalegría».

Octavio Paz lo llama «… elenamorado de la mesura y laproporción, sediento de claridad yarmonía, hombre para el que todo,inclusive el amor, la acción y la

pasión ética, debería resolverse enequilibrio; sabía que estamosrodeados de caos y silencio».

En mi opinión, la obra deAlfonso es una exhortación acultivar nuestro intelecto con lasmás severas disciplinas, unaentusiasta excitación a desarrollar yacrecentar nuestra inteligencia en elcomercio de la antigüedad clásica yde las principales literaturasmodernas para lograr la posesiónde una alta cultura, de una culturade primer orden.

Este propósito fundamental dela obra de Reyes es perceptible encasi toda su producción. Citemosentre otros los Estudios helénicos,libro de iniciación y guía para elestudioso.

SU RETRATO. En cuanto a su«retrato» intelectual, recordemos larespuesta que dio, en una encuesta,a una revista de Bogotá:

… Los fines humanos son, para la

Divinidad, sólo medios. De aquí el mal yel dolor. Aceptación estoica.

… La Estética. La escala platónicadel deseo desde el apetito hasta lacontemplación. Imperioso afán hacia labelleza, y sospecha de que lacomprensión es una resultado de hábitoen la contemplación.

… La expresión: toda la Poética.Suma voluptuosidad, suma sensualidad, lapalabra único verdadero productohumano, único sentido en que el hombrecrea, o colabora plenamente con laCreación.

… El orden humano es un ordenmoral. Todo acierto humano, consciente oinconscientemente, es una investigaciónhacia el bien.

… La Economía, la Economía Política,

la Política. Nunca lo he entendido muybien. ¿Acaso aquí el anhelo deindependencia, de libertad? Libertad,¿para qué? Para conquistar el ocio. Elocio, ¿para qué? Para trabajar siempre enlo que yo quiera. Y trabajar siempre en loque yo quiera ¿no será más bien jugar?Tal vez…

… El principio ortodoxo de todaacción; a saber: 1) rigor en lo esencial; 2)tolerancia en lo accesorio; 3) abandonode lo inútil.

… La fábula del astrónomo al revés:ver cada día, donde se va afirmando laplanta, y afirmarla bien. Y, en cuanto a latrayectoria del viaje (¡es curioso!), ciertofatalismo, cierta obediencia semejante ala que me permite acatar con sencillez, enmi carrera diplomática, los cambios de

país que me ordenan desde México. Deaquí el horror de los «manifiestos»,«plataformas», «programas» —y hasta delas definiciones como ésta que voyhaciendo, que me parecen atentadoscontra la plasticidad necesaria de mi ser.

SU POSICIÓN FILOSÓFICA. Fue unexpositor brillante de las doctrinasfilosóficas desde Platón hastaBergson y Husserl. No en balde suestrecha amistad con Antonio Caso,Henríquez Ureña, y Vasconcelos.Spinoza, Descartes, Montaigne,Hobbes, Rousseau, Schopenhauer,

qué sé yo cuantos más ocupan largoespacio en sus escritos. Sentíahorror porque se le definiera, se leclasificara, se le limitara en supensar. Con todo, no es aventuradoafirmar que se inclina aleclecticismo. Oíd esta fábula queaparece en El cazador:

Un hombre se propuso un día no tenerideas preconcebidas, no tener prejuicios;y ese mismo día perdió la vista. Alsiguiente se colgó de una sola idea, comodesesperado, y fundó en ella todo susistema del mundo: y siguió a ciegas. Altercer día meditó en sus dos experiencias.

Y como al hacerlo tuviera que confrontarla desconfianza en todas las ideas —de laantevíspera— con la fe en un sola idea—de la víspera—, recobró súbitamente lavista.

«¡Eureka! —salió gritando por la calle—, y de hoy más mi ojo derecho sellamará dogmatismo, y mi ojo izquierdoescepticismo.»

Alfonso fue un autor quedeslumbraba al lector con lapirotecnia de su inteligenciasiempre alerta y activa: con lasinnumerables referencias a todasuerte de lecturas; con la avalanchade sus oportunas citas. En el mundo

de las ideas descubre relacionesnuevas e insospechadas, sin fatiga yen un juego que tiene mucho del artedel prestidigitador. No en balde setitula uno de sus libros Árbol depólvora.

Escritor de la familiaespiritual de Sainte-Beuve, el grancrítico europeo del siglo XIX. Susimpresiones directas de las cosasdespiertan resonancias de susamplias lecturas. Fue un escritorlibresco, sin que esta palabraimplique nada de peyorativo o de

censurable. Toda idea trae en él elrecuerdo de otras semejantes quehalló en sus autores predilectos,que son legión. Es un tipo deescritor que sólo se produce en losambientes literarios más doctos, enlos países de cultura más refinada.En su formación intelectualcolaboran no únicamente nuestraMetrópoli, en las últimas etapas delmodernismo, cuando el nivel decultura literaria era superior al quehoy priva, sino también el Madriddel segundo decenio del presente

siglo, el Buenos Aires anterior alperonismo, y el Río de Janeiro«foco vivaz de pensamiento», quedijo Rubén Darío.

SU PROSA. Emilio Oribe, al saber lamuerte de Alfonso ha exclamado:«Ya nunca se volverá a dar encastellano una prosa tan atrayente,engañosa y veraz, como frágil yenigmática».

¿Qué operación de magiarealizaba para investirla de una

calidad tan rara y preciosa?

CÓMO TRABAJABA. De Stendhal secuenta que apuntaba lospensamientos que le ocurrían, aunen las mangas de la camisa, cuandono tenía a mano un pedazo de papel.En El cazador dice Reyes:

Esta tarea de ir apuntando cada uno denuestros fugaces pensamientos ofrece elriesgo de todos los «narcisismos»,conduce a la desesperación y a la muerte.Quien a toda hora escribe lo que dice o lo

que piensa decir, acaba por considerar la«nota» como el objetivo supremo de suvida y por enamorarse de todas susideícas. Ya no piensa, no habla, noescribe, sino en vista de su libro de notas.Y menos mal si se trata de una mentedesordenada, que se regocija en sudesorden… Olvidará el comer y eldormir. ¡Ay del que clasifica palabras—(y figuraos que, en cierto modo, lahumanidad nunca ha hecho otra cosa).

Muchos años después, en Ancorajesrectifica estas apreciaciones sobreel valor de los libros de notas:

Tú, en cambio, hostigado de ideas y demotivos, a cada instante te aíslas para

fijar un rasgo, una sugestión, una palabra.

Alfonso era un escritor queadministraba tan perfectamente susextraordinarias facultadescreadoras, que alguna vez memostró un baúl mundo que usaba ensus viajes, lleno de pequeñoscompartimientos para guardar yclasificar las apuntaciones quefuera registrando su continuo eintenso pensar. Su vida es digna deejemplo. Su dedicación a las letras,su entrega total a ellas, duró hastael fin de sus días.

LOS AMIGOS DE ALFONSO. Lo fuerontodos los miembros del Ateneo dela Juventud, incluyendo a los poetasRoberto Argüelles Bringas y RafaelLópez, hoy injustamente preteridospor la boga de López Velarde. Susamigos predilectos, además deAntonio Caso y de HenríquezUreña, fueron el arquitecto Jesús T.Acevedo, a quien consagra unsentido artículo en Simpatías ydiferencias (Notas sobre Jesús T.Acevedo), Ricardo Gómez Robelo,a quien menciona alguna vez, y

Martín Luis Guzmán. En loscomienzos de su carrera literariainfluye en sus lecturas el egregiobardo colombiano RicardoArenales (que se llamó antesMiguel Ángel Osorio, y despuésPorfirio Barba Jacob). En los añosde la madurez, además de loscitados, Luis G. Urbina, Nervo,González Martínez, Enrique Diez-Cañedo, Gabriela Mistral, AmadoAlonso. Yo mismo disfrutélargamente de su amistad ybondades.

EL ENSAYISTA. Se quejaba siemprede que se le elogiaba sin leerle.Sucedía esto —y es más explicable— respecto de los tratados extensoscomo El deslinde (en que aísla elconcepto de lo literario,segregándole especies adventicias)y en colecciones de sustanciososartículos como Junta de sombras.Menudean hoy las menciones de laVisión de Anáhuac y de la Ifigeniacruel, tan admirables, pero apenassi se recuerdan sus escritos máspersonales, donde se reflejan mejor

su gran talento e ingenio: lascrónicas periodísticas (recogidasen colecciones como Simpatías ydiferencias); sus ensayos críticos,sus impresiones de viaje (así Lasvísperas de España); sus recuerdosliterarios (del tipo de Pasadoinmediato), como las Burlas veras.La dispersa Historia documentalde mis libros que recogió Revistade la Universidad es unaautobiografía imprescindible.

En Reyes además del ensayistay notable prosista merece atención

el poeta, nada desdeñable; elcrítico con preferencias porGóngora, Goethe y Mallarmé; elevocador de nuestro pasado enVisión de Anáhuac; el tratadista deEstética, en El deslinde, en Laantigua Retórica y en La crítica enla Edad ateniense; el traductor deldelicioso Viaje sentimental deSterne, y de libros del humoristacatólico Chesterton. La producciónliteraria es tan variada comosorprendente no sólo por su valorintrínseco sino por su vastedad. La

personalidad literaria de esteescritor es verdaderamenteproteica.

OTRAS ACTIVIDADES. Además de lacopiosa producción de libros,ejecutó útiles trabajos. Citemosalgunos: para la Biblioteca Nueva,de Madrid, dirigió la edición deObras Completas de Amado Nervo(en 28 volúmenes). Le auxilióeficazmente desde aquí GenaroEstrada que hacía copiar las

colaboraciones del bardo nayaritaen diversas revistas. Paleografió elManuscrito Chacón de las poesíasde don Luis de Góngora, para laedición definitiva que hizo el sabiofrancés Reymond Foulché-Delbosc.Regentó desde su fundación LaCasa de España en México, editorade importantes obras; y más tarde elColegio de México. A la muerte deAmado Alonso asumió la direcciónde la Nueva Revista de FilologíaHispánica, que tanto honor hatraído de los filólogos del mundo

para nuestro país.

Recuerdos de PedroHenríquez Ureña

LE TRATÉ por largo tiempo y fui unode sus amigos íntimos en dosépocas en que vivió en México. Lasegunda lo frecuenté menos; así queestos recuerdos se refieren a la

primera, y acaso a la mejor versióndel crítico dominicano.

Era de una bondad inagotable.Éste me parece uno de sus rasgoscaracterísticos. A menudo ocurríansus amigos a leerle manuscritos y aconsultarle aun en horas que todosdedicamos al sueño. Mediodormido, vencido por el cansancio,pero siempre benévolo y cordial,aprobaba o hacía objeciones, entreronquidos. Si el desconsideradoamenazaba con irse y volver alsiguiente día, Pedro aclaraba,

siempre con los párpados cerradosy entre dos sueños:

—Sigue leyendo, no estoydormido.

Por una larga temporadaacudía a despertarlo uno de tantosjóvenes discípulos. Llegaba a lasseis o las siete de la mañana,cuando Pedro a veces acababa deacostarse. Así emprendían juntos lalectura de la Ética de Spinoza,mientras yo, que por entonces vivíaen la misma casa, me encaminaba ala Facultad, a escuchar al maestro

don Julio García o a don VictorianoPimentel, insignes jurisperitos.

Otro rasgo suyo era suinteligencia clarísima, de primerorden. Cuando me daba algúnconsejo o me comunicaba algunaobservación útil, le hacía yosonreír, agradeciéndolo con unverso de Boileau:

L’amitié d’un critique est unbienfait des dieux.

Era muy aficionado a formar porpasatiempo listas: de los veintisiete

nombres de la aristocraciaintelectual de España, de los nueveo diez (no recuerdo bien) de lasgentes de más valer espiritual enMéxico; los veinticinco librosesenciales de la literatura hispano-americana; las cien poesías mejoresde la lírica mexicana… Cuántasveces, de sobremesa, nosentregábamos a este juego en quelucía él su saber y su certero juicio.

Con su infinita paciencia para

soportar toda clase de importunos ymolestias se revelaba en él unaespecie de santidad laica, más biende tipo protestante que católico. Enuna ocasión un Ministro delGabinete obtuvo del Presidente dela República Victoriano Huerta elcese de su modesto empleo en laSecretaría de la Universidad y desus cátedras. Antonio Caso,Alfonso Reyes y yo le llevamos lanoticia a la antigua Escuela deAltos Estudios, donde a la sazóndisertaba sobre alguna comedia

shakespeariana. Lo llamamos aparteunos instantes, y le hicimos saber exabrupto la injusticia de que se lehacía víctima. Quedó impertérrito.Hizo un vago gesto de «ya me loesperaba» o de «todo sea por Dios»y prosiguió su clase risueño yalentado. Caso, muy conmovido,dijo refiriéndose al Ministro,malqueriente de Pedro, esta frase oalguna parecida, según recuerdo:«Debía contrarrestar conintuiciones sus pasiones violentas».

Henríquez Ureña era lasociabilidad misma. Nadie gozabacomo él de los problemáticosplaceres que procuran las reunionesy tertulias. Allá por 1910 solíamospasar juntos algunas impagableshoras los que cultivábamos lasletras y el estudio: dos o tres vecespor semana con Caso; algúndomingo por la tarde en casa deIsidro Fabela; una que otra mañanaen la de Luis G. Urbina, quemientras se vestía iba pausadamenteafirmando conceptos profundos. A

ninguno de estos symposia fue ajenala contagiosa cordialidad deHenríquez Urefia, como no lo fuetampoco a la fundación del Ateneode la Juventud. Las sesiones de ésteeran semanarias, los miércoles, enun salón de la Facultad deJurisprudencia que nosproporcionaba el excelente donPablo Macedo. Cenábamos despuésen alguna fonda a la moda, Bach oEl León de Oro. Hablaban de todo,con sabiduría y finura espiritual,nuestros malogrados amigos

Ricardo Gómez Robelo, RafaelLópez, Jesús T. Acevedo, EduardoColín y Mariano Silva; y otros queson la honra y prez de nuestraintelectualidad como AlfonsoCravioto, Ángel Zárraga, JoséVasconcelos, Alfonso Reyes, eldoctor González Martínez y CarlosGonzález Peña. Entre tancompetentes hombres de letras ynobles ingenios, Pedro interveníaen la conversación para mantenerlaen su tensión y brillo, para llevarlaa temas interesantes, para evitar que

se despeñara por el derrumbaderode lo meramente anecdótico ytrivial.

A las veladas en la bibliotecade Antonio Caso me llevaba Pedrode cuando en cuando. Allí encontrésiempre a mis amigos JoséVasconcelos y Alfonso Reyes, y setrataron temas filosóficos. Una vezse hablaba del Fedón y de losargumentos de Sócrates sobre lainmortalidad del alma. Pedroparece que la sostuvo también, sóloque el alma después de nuestra

muerte aligeraba su lastre y se veíalibre de lo individual; y suinmortalidad era de una suerte deque no podemos en esta existenciaformarnos cabal idea. Otra noche setrató de si el Universo tiene uncentro; Vasconcelos opinó que sí,pero he olvidado sus razones. Otrodía se habló de don Justo Sierra, yCaso exaltó sus cualidades críticas.Nos leyó al efecto el excelenteprólogo de don Justo a las poesíasde Gutiérrez Nájera. Leimostambién esa noche uno de los

últimos discursos del granhistoriador y maestro.

Su larga permanencia enEstados Unidos y su saber deliteraturas nórdicas habíanengendrado en él cierto despegopor Roma y Francia. Precisamentesu espíritu evolucionaba en losaños en que le traté a unacomprensión mejor de la Latinidady de las culturas fundamentales delMediterráneo. Ni Anatole France nilos simbolistas le atraían porentonces, así como una de sus

limitaciones —inevitables de todogran espíritu como el suyo— eranCicerón y Horacio. Esto se apreció,más que en él, en sus amigos ydiscípulos.

Pedro era muy hábil en dirigira los jóvenes y en despertar enellos anhelos de mejoramientointelectual. Todo el mundoestudiaba y se cultivaba a sualrededor. Después de conversarcon él, aceleraba uno el ritmo desus lecturas y volvía a su sotabancolleno de nuevas curiosidades y

proyectos intelectuales. Ejecutabahabitualmente este milagroHenriquez Ureña.

Vivía entre sus discípulos —esnecesario confesarlo— en unmundo de pasión. Naturalmente quesi estábamos incluidos en las«listas» del Maestro y habíamosobtenido implícitamente suaprobación nos sentíamos con lacelebridad en el bolsillo. Pero si senos omitía —sus omisiones erandesgraciadamente siempredeliberadas y cuidadosamente

establecidas— se enfurecía elsuprimido y se convertía envirulento detractor. Cerca de sí nohabía sino devotos y maldicientes.Lo mejor era situarse a ciertadistancia.

Pedro representó entrenosotros, y en una época decisivapara la cultura del país, la seriedadde la carrera literaria, la aspiracióna un saber de primera mano, laafición por las letras clásicas, porlo griego y por lo español sobretodo. Sus escritos, con serlo tanto,

son menos valiosos que suinfluencia personal en la juventudde hacia el segundo decenio de estesiglo.

Rafael López

DE LOS poetas jóvenes que sedestacan en los últimos años de LaRevista Moderna de México,ninguno de tan alto valer comoRafael López, olvidado como EfrénRebolledo y Manuel de la Parra por

Federico de Onís en su Antología.El culto exclusivo a López Velardeha arrojado cierta sombra de olvidopara el bardo guanajuatense.

Algún crítico nuestro hanotado la excelente técnica delautor de La bestia de oro, rasgocomún a los poetas modernistasmexicanos. No en balde sintetizó suestética así:

… en los bloques duros de lapropia vida

buscaré sin tregua los versos

perfectos.

(Los versos indemnes).

Experimentó —como todos suscontemporáneos— el influjo delgran Darío. Y el de Lugones (así enLeyenda). Y el fecundo deBaudelaire (al par que el mismoLópez Velarde). No puede exigirsemás ilustre prosapia.

Sus poemas refulgen ydeslumbran, con imágenes

intensamente luminosas. No sinsignificación intituló su libro Conlos ojos abiertos. Campea en él unvivo sentimiento de modernidad ycosmopolitismo, en que predominaen cierto modo la gracia de Francia.Cantó las fugaces alegrías de estaruta breve y negra. Y hay algo dehoraciano y aun de anacreóntico ensus lindos poemas amatorios. Noexento de melancolía, preconiza lasabiduría epicúrea:

La ruta es breve… tiende las

manos presurosas,y ciñe, con guirnaldas de

entretejidas rosas,los cuellos de las horas que

pasan fugitivas.

Su arte —como el de Manuel M.Flores y el de Efrén Rebolledo—se emplea en realzar el hechizofemenino, logrando imponderablesaciertos como A luchar, Huelen tusdieciocho años a mejorana, ytantos más. Y consagró poemas

magníficos a la patria y a susgloriosos héroes en Vitralespatrios. Pagó tributo a las montañasde Guanajuato, a cuya sombra naciónuestra independencia. Su soneto ala Virgen de Guadalupe recogebaudelerianas esencias.

Los que fuimos sus amigossiempre rememoraremos suelegante y despreocupado vivir, suepicureismo, su aristocráticodesdén por lo vulgar y cotidiano, lagracia incomparable del epigramaque se escapaba de continuo de sus

labios.

Semblanza de don JustoSierra

PERSONAJE de gran autoridad entrehistoriadores, filósofos, poetas yhombres de letras en general. Es elliterato más cabal y más respetadoy admirado por los intelectuales

mexicanos de los comienzos delpresente siglo. Lo envolvía —dijéramos— una atmósfera, un halode respetabilidad.

Prosista elegantísimo, oradorelocuente; historiador que fijó conclarividencia y patriotismo lascorrientes y valores de nuestropasado, sobre todo de nuestropasado reciente o sea el siglo XIX;lector infatigable que estaba al díaen la copiosa producción literariade Francia, España, Italia y de laAmérica Latina; expositor de ideas

y sistemas sólo comparable conMontalvo y José Enrique Rodó.

Por su saber literario, por sudominio del oficio de escritor, porsu influencia cultural en los demás,tan benéfica y estimulante, pocos sele equiparan en nuestra literatura:don Ignacio Ramírez, Riva Palacio,don Joaquín García Icazbalceta,Altamirano.

Despertaba por su tratoperfecto de gran señor, por suciencia literaria, por su jovialidadelegante y oportuna, y

principalmente por su inagotablebondad, entrañables amistadescomo la que le profesó el poetaLuis G. Urbina que le dedicó todossus libros, en vida de don Justo ydespués de muerto.

En todo tiempo, aun antes deser Ministro de Instrucción Públicay Bellas Artes, se rodeó de losmejores escritores y artistas,pedagogos e historiadores.Mencionaré a algunos de ellos,además de su Secretario Particular,Urbina, notable prologuista de la

Antología del Centenario: lospoetas Rafael López, José JuanTablada, que casó con una sobrinade don Justo. Casó con otra JesúsUrueta, nuestro elegantísimo orador.Los injustamente olvidados poetasRoberto Argüelles Bringas y eldurangueño Manuel de la Parra,entiendo que también fueronprotegidos del Maestro Sierra. Estaenumeración —por incompleta quesea— hay que iniciarla con elnombre glorioso de don Ezequiel A.Chávez, su colaborador más

cercano, fiel y laborioso y de muyamplios conocimientos, quesobresalió como pedagogo,psicólogo y crítico literario. Otrospedagogos fueron don Miguel F.Martínez, el doctor AlfonsoPruneda, don Leopoldo Kiel, y losdirectores de la Escuela NacionalPreparatoria: el eximio doctorPorfirio Parra y el también doctorManuel M. Flores, a quien no hayque confundir con su homónimo ellírico de Pasionarias. Arqueólogoscomo Batres e historiadores como

don Carlos Pereyra y don LuisGonzález Obregón fueron susallegados. En el Liceo Altamirano,en la Academia Mexicana de laLengua Correspondiente de laEspañola, entre los altosfuncionarios del Gobierno tuvoamigos entrañables como elhumanista y mecenas don JoaquínD. Casasús, el eminente don PabloMacedo, y otros muchos.

Con los exiguos recursos de laSecretaría de Instrucción Públicade entonces, o a lo menos con su

amistad y consejo, ayudó a muchosartistas como los músicos omusicógrafos Gustavo E. Campa, elmaestro Carlos J. Meneses,Elórduy, Ricardo Castro, Rubén M.Campos, Manuel M. Ponce, entreotros; y los pintores Mateo Herrera,Germán Gedovius, JoaquínClausell, Gerardo Murillo (DoctorAtl), Leandro Izaguirre, JorgeEnciso, Roberto Montenegro, etc.Arquitectos también: FedericoMariscal, Jesús T. Acevedo, LuisR. Ruiz, Carlos y Manuel Ituarte,

este último muy notable.El Maestro Sierra echó los

cimientos de la organizaciónescolar de México y esta obra secoronó en 1910 con la creación dela nueva Universidad Nacional queha hecho reflorecer los laureles yprestigio de la Real y Pontificia.Los ministros de Educación JoséVasconcelos, Ángel Ceniceros,Torres Bodet y demás han laboradoa partir de las realizacionesculturales del Maestro, como éstesiguió en algún modo las huellas de

don Gabino Barreda.Valiosa por todo extremo es su

producción en el campo de lahistoria. Nada desdeñable son loslibros destinados a la enseñanzacomo la breve Historia patria y laHistoria universal, libros quereeditamos en el DepartamentoEditorial de la Secretaría bajo elgran ministro José Vasconcelos.Pero el libro supremo es sin génerode duda Juárez: su obra y sutiempo por la brillantez de suestilo, por la sutileza de los análisis

psicológicos, por la actualizaciónde los sucesos en sus múltiplescausas y en su complejidad deaspectos. Por estos motivosprocede de Tácito, y entre loshistoriadores mexicanos del sigloXIX sólo pueden equiparársele donLucas Alamán y los autores deMéxico a Través de los Siglos.

El excelente periodista ycronista de la época don CarlosSerrano, Secretario del SecretarioParticular, que vivió muchos añoscerca del Maestro, y que pasaba en

limpio sus escritos, asienta yconfirma este rasgo de su carácter,su extremada bondad:

Muchas veces, con el poeta Urbina, lo oíen la intimidad de sus conversaciones,protestar contra la maldad de loshombres, pero jamás escuchamos de suslabios una frase de odio. Sabía perdonartodas las ofensas.

Y más adelante:

… lo miro en el instante en que, restandounos pocos pesos a su modestopresupuesto personal, dejaba en lasmanos temblorosas de tres ancianas, que

venían a esperarlo todos los sábados, algocon que pudieran aligerar su pobreza.

A uno de sus allegados le oí contarque en una ocasión atrapó en elinterior de su casa a dos ladrones.Llamó a su hijo Justo y le ordenó:

—Hazlos salir por la puerta deservicio… y échales en el bolsilloesos pesos.

Frecuentemente veía a donJusto cuando estudiaba yo leyes enla Escuela de Jurisprudencia.Siempre de levita y chaleco blanco,se encaminaba a la Secretaría de

Instrucción Pública o salía de ella,sita a la sazón en el magníficopalacio neoclásico en la esquina deCordobanes y Primera Calle delReloj. Otras veces le viatravesando a pie nuestra granPlaza Mayor. De su coche sólo supeque lo tenía cuando, al dejar de serMinistro, lo vendió, señalinequívoca de su acrisoladahonorabilidad.

Una sola vez le vi de cerca.Fuimos en comisión a invitarle en1910 a una serie de conferencias

con que el Ateneo de la Juventudconmemoró el primer centenario dela proclamación de nuestraIndependencia. Presidía lacomisión nuestro brillante filósofoAntonio Caso, a quien don Justotenía en gran estima, merecidísimapor cierto. Pedro Henríquez Ureñay Alfonso Reyes —egregios amigosinolvidables— y yo, estudiantillodel tercer año de la carrera deabogado, completábamos lacomisión. El Ministro nos recibiódesde luego; y tras breve

conversación y algún rasgo de buenhumor aceptó la invitación. Enefecto, presidió la primeraconferencia de Caso sobre laFilosofía Moral de don Eugenio M.de Hostos y la inauguró con breve yafectuoso discurso. Leacompañaron su SecretarioParticular el poeta Urbina y donTelésforo García. La segunda fuepresidida por don Ezequiel A.Chávez y las demás por don PabloMacedo, Director de la EscuelaNacional de Jurisprudencia, que

sufragó los gastos de impresión dedichas conferencias y a quienfueron dedicadas por el Ateneo. Laúltima fue honrada con la presenciade doña Laura Méndez de Cuenca.

Por entonces me tocó en suerteescuchar, en el Anfiteatro Bolívar,el magnífico discurso en lafundación de nuestra casa deestudios. Su voz grave y pausadaera muy grata al oído, y suspalabras escuchadas conadmiración profunda por unauditorio integrado en su mayor

parte por distinguidos profesores delas primeras universidades delmundo.

Años después conocí en casade mi distinguido y muy caballerosoamigo Justo Sierra, hijo, a doñaLucecita Mayora, primeranormalista entre nosotros engraduarse. Por cierto que le oíreferir que en su examenprofesional vio por primera vez adon Justo, que habría de ser suesposo.

Notas

[1] Título de una comedia de JohnFord, impresa en 1633. <<

Table of Contents

Tres librosI. Ensayos y poemas

A CirceEl maestroEl mal actor de susemocionesDel epígrafeLa conquista de la lunaLa oposición deltemperamento oratorio yel artístico

La vida del campoEn elogio del espíritu decontradicciónDe una benéficainstituciónDe funeralesBeati qui perdunt…!Caminaba por la callesilenciosaEl ensayo cortoLa balada de las hojasmás altasDe la noble esterilidad delos ingenios

Era un país pobreXeniasFantasías mexicanasEl raptorEl abueloVieja estampa

II. De fusilamientosDe fusilamientosPara aumentar la cifra deaccidentesLa amada desconocidaLa GloriosaLa humildad premiadaEl descubridor

El héroeMujeresEl celosoAnywhere in the SouthLa feriaPlautinaLa cocineraLos unicorniosEstampaLe poète mauditGloria MundiAlmanaque de las horas

III. Prosas dispersasFantasías

ElpoetaEfrénRebolledoMutacionesNochemexicanaOraciónporunniñoquejuegaen el

parqueBaladadelastreshijasdelbuscadordeoroElvagabundoMuecasy

sonrisas‘TisPityShe’sAWhoreLaingrataLabicicletaLabiosquehoybesamos

LucubracionesdemedianocheMeditacionescríticas

ArtículosMarcelProustMonsieurLeTrouhadeccaídoen ellibertinaje

Odiseo,SimbadyRobinsonMachadodeAssisUntratadosobreEllibrodeBuen

AmorTresapuntesUnanotasobreGaldósAlgotodavíasobreromanticismoCarlosDíazDufoo,

hijoNotassobreAlfonsoReyesRecuerdosdePedroHenríquezUreñaRafaelLópezSemblanzade

donJustoSierra

Notas