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8/19/2019 Sirlin, La Ultima Dictadura Militar
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3681
MIGUEl. MAZZl-:O
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La última dictadura: genocidio, desindustrialización
yel recurso a la guerra (1976-1983)
Ezequiel Sirlin
1. Introducción
La últ ima dictadura sebautizó a sí misma ''Proceso de Reorganización Nacional ,
proyectando que 1976 ocuparía en la his toria un lugar equiparable a 1880 por la
refundación de un capitalismo liberal firmemente asentado en sus bases de domina-
ción. Al cumplirse veinticinco años del golpe, los analistas concedieron a 1976 un
significado comparable a 1880 ya 1930, pero sólo en tanto tuvo lugar lainstalación
de un nuevo modelo de acumulación, que sediferenciaba de los anteriores por sus .
constantes destructivas: desindustrialización selectiva,desocupación estructural, des-
censo integral de las clases subalternas, desguace del patrimonio estatal, decadencia
de las prestaciones sociales, endeudamiento extremo, fuga de capitales, primacía de
lasganancias financieras, concentración del ingreso.
En 2001 este modelo condujo al país a una crisis abismal y para los analistas no
podía explicarse 'elderrumbe económico y socialmás hondo deArgentina sin llevar
la vista atrás y atender a lo que se había iniciado en 1976: un modo de apropiación
de lariqueza que carcomía elaparato productivo
y
los niveles alcanzados de bienes-
tar social, un sistema de valorización financiera que con tropiezos y recuperaciones
había logrado sobrevivir a ladictadura para alcanzar una segunda fasede concentra-
ción vertiginosa del ingreso durante elrégimen menemista, en los años 90.
La última dictadura también representa la embestida más terrorifica de cuanto se
oponía alorden dominante. Las tradiciones reaccionarias nunca sehabían aunado tan
cruelmente contra susenemigos ~do lugara ungenocidio administrado
y
tecnificado,
con rutinas de perversión diseñadas en eldoblé fondo de las instituciones más anti-
guas del Estado. La refundación del capitalismo liberal a partir de 1976 sólo ha sido
equiparada por suviolencia con elavance de lafrontera blanca en 1879\ . La analogía
La dictadura rindió un intenso homenaje al centenario de la conquista de l desierto ,
l legando a producir una rniniserie telev isiva, Fortín Quieto , dest inada a afianzar el culto
de esa gesta civilizatoria .
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LA UI .TIMA DlCrADURA (197ó-19K3)
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seha trazado con cautela entre la pacificación de losdesiertos yla aniquilación de la
izquierda revolucionaria.
En e país de golpe de Estado intermitente, laúlt ima dictadura se diferenció de
las anteriores por sus embestidas extremas no contempladas siquiera por ladicta-
dura de 1966. En principio, pueden distinguirse tres ofensivas que conformaron
una estrategia singular de perpetuación en e poder y de intervención penetrante
sobre lasociedad:
1)Un despliegue represivo s in precedentes que incluyó lamatanza metódica de
una categoría de personas previamente def inida por eldiscurso estatal (genoci-
dio).
2) Una ofens iva contra las ISI (industrias sustitutivas de importaciones) l ivia-
nas de capital nacional, en favor de la especulación financiera y del encumbra-
miento de burguesías concentradas, tanto locales como extranjeras . Un plan de
dispersión obrera y desindustriali zac ión select iva tendiente a que la protesta
social no renaciera en el futuro.
3)Un mecanismo para vincularse con la sociedad que tampoco había s ido ima-
ginado por las dictaduras anteriores: movil izar sin descanso a los argenttnos
contra enemigos supuestamente antinacionales ( subversión , Chile , cam-
paña antiargentina , Inglaterra ), montar escenarios confrontativos
y
belicistas
en elmarco de la exaltación patriót ica continuada.
Para abordar la signif icación his tórica del últ imo régimen mili tar, su origen, su
desarrollo y principales consecuencias, proponemos tres ejes introductorios:.
1)El primero consiste en pensar a esta dictadura como el r esultado de los dis-
tintos confli ctos examinados en los capítulos anteriores: capital trabajo,
peronismo / antiperonismo, socialismo revolucionario / capitalismo anticomunista,
catolicismo integrista/ culturas transgresoras, y el conflicto entre las burguesías
empatadas. .
Laúltima dictadura fue una contraofensiva múltiple derivada de estas CUlCO gran-
des disputas que de manera entrelazada se agudizaban desde 1955, alcanzando su
mayor desarrollo en el bienio 1974-1975 . En este sentido, el régimen mili tar
debiera ser contemplado como una acometida terrorífica de capitalismo
y
sus
fuerzas represivas contra las fuerzas insurgentes del socialismo revolucionario
y
todo el arco de laprotesta social post-Cordobazo. Un embate sin precedentes del
antiperonismo y el peronismo de derecha contra el peron ismo de izquierda y el
campo popular unificado por laestructura de sentimientos peronistas. Del ~apl-
tal industrial concentrado y laburocracia de los grandes gremios contra el sindi-
calismo clasista de lasindustrias más modernas. De lasburguesías agroexportadorn,
financiera y desarroll ista contra la burgues ía de industr ias l ivianas dir igidas al
mercado interno. Del capital privado asociado a la patria contratista contra el
nacionalismo popular de posguerra. De lajerarquía ecles iást ica contra los sacer-
dotes tercermundistas de base y militantes parroquiales que habían proyectado
enJesús laimagen de Camilo Torres o elChe Guevara. De profesores reacciona-
r ios contra cátedras marxistas. De las fuerzas policiales contra marginales y
transgresores de lascalles. Del catolicismo integrista que celaba un estilo de vida
rígido contra las manifestaciones de lacultura joven, las culturas modernas como
el psicoanálisis y larevolución de las costumbres de los años 60.
En síntesis, laúlt ima dictadura constituye lamás extrema de las contrarrevolu-
ciones y contrarreformas habidas en Argentina, y esto no puede explicarse sin
atender a la acumulación de confl ictos en e per íodo previo, a nivel nacional,
continenta l y mundial . Cuando los anal istas se preguntan si e l genoc idio y el
desguace económico iniciado en 1976 pudo haber sido evitado por alguna cir-
cunstancia, la respuesta que subyace en sus trabajos es casi siempre fatalista
porque consideran que rara vez las fuerzas conservadoras nacionales e interna-
cionales convergieron tan radicalmente en una misma dirección: el recrudeci-
miento de la Guerra Fría se había potenciado con la humillante derrota de
Estados Unidos enVietnam (1975). E l anticomunismo golpista en elCono Sur
alcanzaba su mayor radio a mediados de los 70 cuando las dictaduras mili tares
promovidas por laCIA t iñeron de verde laregión.
A esto hay que sumar la tradición golpista de la corporación mili tar argentina;
la maquinar ía autorreproductiva de escalafones y mandos enganchados en la
proyección polít ica de las Fuerzas Armadas, una posta activada en septiembre
de 1930. Los primeros conductores de la última dictadura, Jorge Rafael Vide a
y
Roberto Viola, habían participado como suba lte rnos en el golpe de 1966, así
como Juan Carlos Onganía lo había hecho el4 de junio de 1943,
y
Perón no
había permanecido a l margen del movimiento de tropas del 6 de septiembre
de 1930 comandado por José Félix Uriburu, general del Ejército que había
integrado las f ilas de los revolucionarios del Parque, en 1890. Los nombres
pudieron ser ot ros, por encima de e llos estaba la sucesión de ambiciones per-
sonales y corporativas que arraigaba en los cuarteles. El hecho de que Videla
haya sido el primer conductor de la última dictadura es otra muestra del
involucramiento orgánico del Ejérci to como ins ti tución en e golpe. Setrataba
del mili tar equil ibrista que s iempre había manifes tado un perfi l más bien neu-
tro, a medio camino entre el profesionalismo y el antiperonismo declarado,
una media bas tante aproximada del Ejército posperonista, un colorado en-
cubierto ( violeta ) que había logrado permanecer inmune a las purgas produ-
cidas en los vaivenes de la pol it ización de la fuerza? .
,
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2 María Scoane y Vicente Muleiro: El dictador. Historia secretay pública de J o r g e Rafael
Vide/a, Buenos Aires, Sudamericana, 2001, cap. 4.
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¿Qué hubiera sucedido si en alguna de esas purgas previas al go~e, Videla,
Viola o Emilio Eduardo Massera hubieran sido apartados de las Fuerzas Ar-
madas? Como toda pregunta instalada en un escenario hipotético, no hay r~s-
puestas cornprobables. Sinembargo, todo indica que a pes.arde las diferencias
que más tarde podrían establecerse entre el matiz neoliberal de Videla, el
terropopulista de Massera, el nacionalista de Ramón Genaro Díaz ~essone,
o el belicista de Leopoldo Fortunato Galtieri, los objetivos represivos del
golpe estaban instalados con tal certidumbre en lac?rporac~ón ~tar que cual-
quiera de los eventuales conductores hubiera asumido su ejecuctori. .
2) El segundo eje consiste en comparar a esta dictadura con las antenores de
Argentina, y en particular con ladictadura de 1966. Sin duda que .hayele~en-
tos comunes entre ellas: eran dos regímenes antiperonistas y anttcomUl11stas,
inspirados en laDoctrina de la Seguridad Nacional, que pr~tendían ~sciplinar
a la sociedad clausurando el espacio electoral por tiempo indeterminado, dos
dictaduras que no se habían propuesto límites temporales para rediseñ~r ~a
sociedad. Pero las diferencias fueron significativas, como veremos. En pnnc1-
pio, laúltima dictadura sepropuso vengar el fracaso del onganiato desplegando
una ofensiva mucho más terrorífica y abarcadora. Fue heredera de las dictadu-
ras del 55 y el 66 pero crítica del modo superficial de excluir el peronismo de la
sociedad sin erradicar definitivamente las bases materiales de laprotesta obre-
ra, ni de larevolución social que en ellalatía.
3) El tercer eje repara en larelación dictadura/ sociedad ..En elmodo en que el
régimen intentó vincularse con los distintos sectores sociales y en lasdiferentes
respuestas que encontró, desde el respaldo de laIglesiay asociaciones empr~s,a-
rias, hasta muy diversos modos de resistencia civil, pasando por la adhes~on
ocasional y eufórica de millones de argentinos manipulados por la comUl11ca-
ción oficial que una
y
otra vez apeló al sentimiento nacional. .
Finalizado lo que los militares llamaron la lucha antisubversiv~ , la di~tadura
creadora de atmósferas patrióticas dio a los festejos del Mundial de fútbol el
significado de una reunión nacional sin descontentos de lamism.aso~iedad a
laque había fragmentado en suafán demonizador, represivo y antts~dical. L,o
mismo volvería a suceder en los preparativos de la guerra con Chile, y mas
intensamente durante la guerra de Malvinas. Se trató de una dictadura que a
toda costa procuró evitar los tiempos muertos en suconvo~at?ria a las.ociedad.
Por diversas razones no podía perder la iniciativa y elmOV1m1entobeligeran~e,
aunque ese movimiento fuera una alocada huida hacia adelante que laconduje-
ra a ladestrucción como sucedió enMalvinas.
¿Por qué la dictadura no podía prescindir de estos llamamientos nacionales
contra enemigos por ella construidos? Indagar acerca de esas razones puede
llevamos a descubrir aspectos esenciales no sólo del régimen militar sino de la
1.11ÚLTIMII DlcrADUR¡1
1976-1~)XJ)
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sociedad argentina que una y otra vez sevio envuelta en las empresas que s
m
captores/ salvadores le formularon. Las fantasías de éxito yde perduración en
el poder que el Proceso fue concibiendo ni bien empezaron a proliferar las
denuncias por sus crímenes, tuvieron buena acogida en vastos sectores de las
clases medias: los desaparecidos no existen, son un invento de la campaña
anttargenttna , la plata dulce y la invasión de artículos importados como
señal de una nueva prosperidad enArgentina, el triunfalismo de Malvinas, son
las mayor~s.ficciones de ~orta duración, pero de mucha intensidad, que elrégi-
men logro instalar a traves del control de los medios.
2. El proyecto
L~conducción del76cuestionó másaspectos de la sociedad peronista que los
dlcta~o~es anteriores'. No sólo se proponía modificar el desarrollo político-
ldeologlco de Argentina, sino la estructura económica que a su entender lo
había engendrado. Desde luego que las elecciones y el accionar de los partidos
quedarían clausurados por riempo indeterminado ( pr im e ra e sf er a d e i nt er ve n-
ción). A suvez, los altos mandos habían acordado aniquilar a las organizaciones
~adas de izquierda y a quienes desde elCordobazo lideraban laprotesta so-
cial con II11rasevolucionarias. Intervenir los espacios transgtesores de lacultu-
ra ( segun~a e s fe ra de i n te r venc ión ). Pero también, y en esto radica la principal
diferencia con la dictadura de Onganía, el objetivo era rediseñar el aparato
productivo en desmedro de las industrias de sustitución fácilde importaciones
a las que consideraban el hábitat primario de la indisciplina laboral. Ésta fue
una tercera e s fe ra de i n te r venc ión , la desperonización más profunda que em-
prendieron los militares desde 1955,
y
es necesario que la examinemos con
mayor detalle.
Para entender por qué el último régimen militar se proponía destruir o trans-
formar esta industria eliminando subsidios y favoreciendo lainvasión de artí-
culos importados, hay que recordar de qué industria se trataba, cuál había sido
su origen y qué era lo que para Ios liberales estaba en juego en caso de que
sobreviviera.
El embate estaba dirigido contra las ISI livianas que habían nacido durante la
Primera Guerra Mundial y las décadas del 20 Ydel 30, sin el apuntalamiento
del Estado ni de laclase dominante tradicional. Esas industrias habían crecido
3 Véase Marcelo Cavarozzi,
Autoritarismo
y
democracia
(1955-1966).
La transicióndel
Estado al
mercado
en la A'l,entina,
Buenos Aires, Ariel,
199i.
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1.11ÚLTIMA DlcrllDURI\ (1976-1983)
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se ha trazado con cautela entre la pacificación de losdesiertos y laaniquilación de la
izquierda revolucionaria.
En el país del golpe de Estado intermi tente , laú lt ima dictadura se di ferenció de
las anteriores por sus embestidas extremas no contempladas siquiera por ladicta-
dura de 1966. En principio, pueden distinguirse tres ofensivas que confonnaron
una esrrategia singular de perpetuación en el poder y de intervención penetrante
sobre la sociedad:
1)Un despliegue represivo sin precedentes que incluyó la matanza metódica de
una categoría de personas previamente definida por eldiscurso estatal (genoci-
dio).
2) Una ofensiva contra las ISI (industrias susti tu tivas de importaciones) l iv ia-
nas de capital nacional, en favor de la especulación financiera y del encumbra-
miento de burguesías concentradas, tanto locales como extranjeras. Un plan de
dispersión obrera y desindustria lización select iva tendiente a que la protesta
social no renaciera en el futuro.
3)Un mecanismo para vincularse con lasociedad que tampoco había sido ~a-
ginado por las dictaduras anteriores: movilizar sin descanso a los argent1110s
contra enemigos supuestamente antinacionales ( subversión , Chile , cam-
paña antiargentina , Inglaterra ), montar escenarios confrontativos
y
belicistas
en el marco de la exaltación patriótica continuada.
Para abordar la significación histórica del ú lt imo régimen mili tar, su origen, su
desarrollo y principales consecuencias, proponemos tres ejes introductorios:
1) El pr imero consiste en pensar a esta dictadura como el resultado de los dis-
t in tos confl ic tos examinados en los capí tu los anteriores: capi tal /trabajo,
peronismo / antiperonismo, socialismo revolucionario / capitalismo anticornunista,
catolicismo integrista/ culturas transgresoras, y el conflicto entre las burguesías
empatadas.
La última dictadura fue una contraofensiva múltiple derivada de estas cinco gran-
des disputas que de manera entrelazada seagudizaban desde 1955, alcanzando su
mayor desarrollo en el bienio 1974-1975. En este sentido, e l régimen mil itar
debiera ser contemplado como una acometida terrorífica del capitalismo
y
sus
fuerzas represivas contra las fuerzas insurgentes del socialismo revolucionario
y
todo elarco de laprotesta social post-Cordobazo. Un embate sin precedentes del
antiperonismo y el peronismo de derecha contra elperonismo de izquierda y el
campo popular unificado por la estructura de sentimientos peronistas. Del capi-
tal industrial concentrado y laburocracia de los grandes gremios contra el sindi-
calismo clasista de lasindustrias más modernas. De las burguesías agroexportadora,
financiera y desarrollista contra la burguesía de industrias livianas dirigidas al
mercado interno. Del capital privado asociado a la patria contratista contra el
nacionalismo popular de posguerra. De lajerarquía eclesiástica contra los sacer-
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dotes tercennundistas de base y militantes parroquiales que habían proyectado
enJesús laimagen de Camilo Torres o elChe Guevara. De profesores reacciona-
rios cont ra cátedras marxistas. De las fuerzas pol iciales contra marginales y
transgresores de las calles. Del catolicismo integrista que celaba un estilo de vida
rígido contra las manifestaciones de lacultura joven, las culturas modernas como
elpsicoanálisis yla revolución de las costumbres de los años 60.
En síntesis, la última dictadura constituye lamás extrema de las contrarrevolu-
ciones y contrarreformas habidas en Argent ina , y esto no puede explicarse sin
atender a la acumulación de confl ic tos en elperíodo previo , a nivel nacional,
continental y mundial. Cuando los anali stas se preguntan si el genocidio y el
desguace económico inic iado en 1976 pudo haber sido evitado por alguna cir-
cunstancia, la respuesta que subyace en sus trabajos es casi s iempre fatali sta
porque consideran que rara vez las fuerzas conservadoras nacionales e interna-
cionales convergieron tan radicalmente en una misma dirección: el recrudeci-
miento de la Guerra Fria se había potenciado con la humillante derrota de
Estados Unidos enVietnam (1975). El ant icomunismo golpista en elCono Sur
alcanzaba su mayor radio a mediados de los 70 cuando las dictaduras mili tares
promovidas por laCIA riñeron de verde la región.
A esto hay que sumar la tradic ión golpista de lacorporación militar argentina;
la maquinaria autorreproduct iva de escalafones y mandos enganchados en la
proyección política de las Fuerzas Armadas, una posta activada en septiembre
de 1930. Los primeros conductores de la última dictadura, Jorge Rafael Videla
y Roberto Viola, habían participado como subal ternos en el golpe de 1966, así
como Juan Car los Ongania lo había hecho el4 de junio de 1943, y Perón no
había permanecido al margen del movimiento de tropas del 6 de septiembre
de 1930 comandado por José Félix Uriburu, general del Ejército que había
in tegrado las filas de los revolucionarios del Parque, en 1890. Los nombres
pudieron ser ot ros, por encima de ellos estaba lasucesión de ambiciones per-
sonales y corporativas que arraigaba en los cuarteles: El hecho de que Videla
haya sido el primer conductor de la última dictadura es otra muestra del
involucramiento orgánico del Ejército como institución en elgolpe. Se trataba
del mil itar equi libris ta que siempre había manifestado un perfi l más bien neu-
tro, a medio camino entre el profesionalismo y el antiperonismo declarado,
una media bastante aproximada del Ejército posperonista, un colorado en-
cubierto ( violeta ) que había logrado permanecer inmune a las purgas produ-
cidas en los vaivenes de lapol ir ización de la fuerza? .
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2 María Seoane
y
Vicente Muleiro:
El dictador. Historia secreta
y
pública de Jorge Rafael
Videla,
Buenos Aires, Sudamericana, 2001, cap. 4.
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¿Qué hubiera sucedido si en alguna de esas purgas previas al golp~, Videla,
Viola o Emilio Eduardo Massera hubieran sido apartados de las Fuerzas Ar-
madas? Como toda pregunta instalada en un escenario hipotético, n? hay res-
puestas comprobables. Sin embargo, todo indica que a pes.ar de las diferencias
que más tarde podrían establecerse entre el matiz neoliberal d~ Videla, el
terropopulista de Massera, el nacionalista de Ramón Genaro Díaz ~essone,
o el belicista de Leopoldo Fortunato Galtieri, los objetivos represIvos del
golpe estaban instalados con tal certidumbre en lac?rporac~ón ~tar que cual-
quiera de los eventuales conductores hubiera asunudo su e¡eCUcIon. .
2) El segundo eje consiste en comparar a esta dictadura con las antenores de
Argentina, y en particular con ladictadura de 1966. Sin duda que .hayele~en-
tos comunes entre ellas: eran dos regímenes antiperonistas y anncornunrstas,
inspirados en laDoctrina de la Seguridad Nacional,.que pr~tendían ~sciplinar
a la sociedad clausurando el espacio electoral por tiempo indeterminado, dos
dictaduras que no se habían propuesto límites temporales para rediseñ~ l.a
sociedad. Pero las diferencias fueron significativas, como veremos. En poncI-
pio, laúltima dictadura sepropuso vengar elfracaso del onganiato desplegando
una ofensiva mucho más terrorífica y abarcadora. Fue heredera de las dictadu-
ras del 55y el66 pero crítica del modo superficial de excluir elperonismo de la
sociedad sin erradicar definitivamente las bases materiales de laprotesta obre-
ra, ni de l a revolución social que en ella latía.
3) El tercer eje repara en larelación dictadura/ sociedad ..En elmodo ~nque el
régimen intentó vincularse con los distintos sectores ~ociales~'e~ lasdiferentes
respuestas que encontró, desde el respaldo de laIglesia y aSOCiaC10neSmpr~s,a-
rias, hasta muy diversos modos de resistencia civil, pasando por la adhes.I0n
ocasional y eufórica de millones de argentinos manipulados por la comunica-
ción oficial que una y otra vez apeló al sentimiento nacional. .
Finalizado lo que los militares llamaron la lucha antisubversiv~ , la di~tadura
creadora de atmósferas patrióticas dio a los festejos del Mundial de fútbol el
significado de una reunión nacional sin descontentos d~la mism.a.s~iedad a
laque había fragmentado en suafán demonizador, represtvo y antis~dical. ~o
mismo volvería a suceder en los preparativos de la guerra con Chile, y mas
intensamente durante la guerra de Malvinas. Se trató de una dictadura que a
toda costa procuró evitar los tiempos muertos en suconvo~at?ria a la s.ociedad.
Por diversas razones no podía perder lainiciativa y el rnovirruento beligerante,
aunque ese movimiento fuera una alocada huida hacia adelante que laconduje-
ra a la destrucción como sucedió en Malvinas.
¿Por qué la dictadura no podía prescindir de estos llamamientos nacionales
contra enemigos por ella construidos? Indagar acerca de esas razones puede
llevarnos a descubrir aspectos esenciales no sólo del régimen militar sino de la
LA ULTIMA DICfADURA (1976-1983) 1 373
sociedad argentina que una y otra vez sevio envuelta en las empresas que sus
captores/ salvadores le formularon. Las fantasías de éxito y de perduración en
el poder que el Proceso fue concibiendo ni bien empezaron a proliferar las
denuncias por sus crímenes, tuvieron buena acogida en vastos sectores de las
c1a~esmedias: los desaparecidos no existen, son un invento de lacampaña
antlargentina , la plata dulce y la invasión de artículos importados como
señal de una nueva prosperidad en Argentina, el triunfalismo de Malvinas, son
lasmayores ficciones de corta duración, pero de mucha intensidad, que el régi-
men logró instalar a través del control de los medios.
2. El proyecto
La conducción del 76cuestionó más aspectos de la sociedad peronista que los
~cta~o~es anteriores
3
•
No sólo se proponía modificar el desarrollo político-
ldeologlco de Argentina, sino la estructura económica que a su entender lo
había enge.ndrado. Desde luego que las elecciones y el accionar de los partidos
quedarían clausurados por tiempo indeterminado (primera esfera de i n te roen -
ción). A su vez, los altos mandos habian acordado aniquilar a lasorganizaciones
armadas de izquierda
y
a quienes desde elCordobazo lideraban laprotesta so-
cial con miras revolucionarias. Intervenir los espacios transgresores de la cultu-
r~ (segun.d a e .i fera de/ntervención) . Pero también, y en esto radica la principal
diferencia con la dictadura de Onganía, el objetivo era rediseñar el aparato
productivo en desmedro de las industrias de sustitución fácil de importaciones
a las que consideraban el hábitat primario de la indisciplina laboral. Ésta fue
una t er ce ra e if er a d e i nt er o en ci ón , la desperonización más profunda que em-
prendieron los militares desde 1955, y es necesario que la examinemos con
mayor detalle.
Para entender por qué el último régimen militar seproponía destruir o trans-
formar esta industria eliminando subsidios y favoreciendo la invasión de artí-
culos importados, hay que recordar de qué industria se trataba, cuál había sido
su origen y qué era lo que para Jos liberales estaba en juego en caso de que
sobreviviera.
El embate estaba dirigido contra las ISI livianas que habían nacido durante la
Primera Guerra Mundial y las décadas del
20
Ydel
30,
sin el apuntalamiento
del Estado ni de laclase dominante tradicional. Esas industrias habian crecido
3 Véase MarceIo Cavarozzi,
Alltoritarismoy democracia
(1955-1966).
La transición {¡t i
E t ado o / mercado en la Argentino,
Buenos Aires, ArieI, 1997.
8/19/2019 Sirlin, La Ultima Dictadura Militar
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FZI·:QUIELSIIU.lN
de un modo más bien silvestre , bajo el amparo de circunstancias proteccio-
nistas de hecho como habían sido las mermas involuntarias de la capacidad
exportadora-importadora del país debido a la contracción del mercado mun-
dial. Luego, el Estado peronista había apoyado decididamente a las industrias
sustitutivas en desmedro de la burguesía agropecuaria (primer lAPI). Como se
trataba de industrias poco modernizadas que aprovechaban almáximo sucapa-
cidad instalada (tres turnos diarios), las nuevas fábricas contribuían fuertemen-
te alpleno empleo sobre labase del cual mejoraba lacapacidad de negociación
de laclase obrera. Estas características genéticas de las ISI resultan fundamen-
tales para comprender por qué el liberalismo económico que propugnaba la
alianza cívico-militar de
1976
pretendía destruírlas o transformadas.
Para esta decidida coalición, el pleno empleo, el arbitraje estatal y las
redistribuciones secundarias del Estado de bienestar durante el peronismo
habían corroído las bases mismas del trabajo asalariado en tanto relación de
producción estructurante de la sociedad capitalista. Al garantizar el pleno
empleo y fortalecer el poder sindical en las fábricas y en los tribunales del
trabajo, elperonismo habría desvirtuado lacoacción económica, alterando el
disciplinamiento automático de laclase obrera por parte del mercado laboral,
generando trabajadores pleitistas e improductivos. Los liberales representa-
dos en José Alfredo Martínez de Hoz consideraban que la insurrección se
había cebado en esas fábricas porque lasobreprotección estatal no obligaba a
que los patrones reconstituyeran su dominación en busca de una mayor pro-
ductividad. Trabajadores díscolos y empresarios que cedían ante los recla-
mos, mientras que elEstado populista apañaba larelación por medio de aran-
celes y subsidios para sostener los aumentos salariales con recursos prove-
nientes de campo
y
de otros sectores eficientes de laeconomía. Para los con-
ductores del golpe éstas no eran las únicas causas de la desobediencia social
en Argentina, pero sílas más profundas.
Para ellos, la búsqueda de un consenso entre e capital y el trabajo que el
peronismo había iniciado reproduciendo la lógica keynesiana del pleno em-
pleo y fortaleza de la demanda, no era más que un factor distorsivo de la
dominación de una clase sobre otra, fundado en la falsa imagen de laarmonía
entre ellas.Los golpistas del 76 consideraban que los gobiernos antiperonistas,
civiles o democráticos, que se habían sucedido después de
1955
no habían
atacado el problema de raíz. Si bien, durante los shocks desarrollistas de
Frondizi y Onganía, se había procurado debilitar las bases sindicales con re-
presión y reformas a la Ley de Asociaciones Profesionales, los intentos ha-
brían resultado fallidos porque militares y civiles antiperonistas no se habían
propuesto llegar al fondo del problema. En la jerga higienista de la última
dictadura, esta vez se trataba de eliminar no sólo al virus de la subversión ,
LA ÚLTIMA DICTADURA (1976.1983) 1375
sino al caldo de cultivo . Cuando los militares hablaban de ello, en gran
medida se referían a la tercera esfera de intervención: desmontar lo que con-
sideraban el ámbito más básico de la formación de la guerrilla industrial .
Ello implicaba no sólo eliminar alsindicalismo combativo, sino reimponer la
coacción económica mediante la apertura de los mercados y lallegada de la
competencia extranjera. De este modo, los patrones se verían obligados a
mejorar laproductividad, poniendo en caja a sus trabajadores, restaurando el
orden social en cada fábrica. La obediencia sería reimpuesta en todas sus di-
mensiones, comenzando por un aumento de laexplotación.
Entonces, ¿hubo en Vide a y Martínez de Hoz una intención de vuelta a la
sociedad agraria y desmonte de laArgentina industrial? En todo caso, ¿cuál era
el alcance del proyecto antiindustríal y en qué intereses se fundaban sus limi-
tes? La pregunta nos llevaa contemplar dos visiones recurrentes.
1)Para una primera interpretación, ladictadura apuntó a destruir integralmente
a la industria con el objeto de regresar a la Argentina agrícola anterior al
peronismo y alyrigoyenismo. Reducir a la clase obrera para equilibrar social-
mente a Argentina en su estructura más tradicional. Restaurar la supremacía
de los negocios agrícolas y potenciar los negocios financieros en desmedro de
los industriales que debían reducirse drásticamente.
En la versión de Aldo Ferrer, la política económica de la dictadura estaba
explícitamente orientada a desmantelar la estructura productiva . De esta
manera se habría resuelto un conflicto planteado a fines del siglo XIX entre
dos proyectos de país : e basado únicamente en laagroexportación y elque
promovía ladiversidad de actividades productivas, cuyos portavoces habían
sido Vicente Fidel López, Miguel Cané y Carlos Pellegrini , Un siglo más
tarde, Videla y Martínez de Hoz habrían apuntado al desguace industrial
debido a que los herederos de la burguesía terrateniente no habían encontra-
do la forma de conducir alpaís por la senda de desarrollo .
En palabras de Horacio Verbitsky, elproyecto consistía en que Argentina vol-
viera a sus tiempos de país preindustrial, que importa casi todo y paga -si
puede- exportando carnesy granos'>5Yen los términos más enfáticos de Seoane
y Muleiro: El plan era un país
COl).
diez millones de habitantes, sobraba la
tercera parte y,sobre todo, los obreros industriales . ''Vide a había sido e elegi-
do, el brazo armado de estos militares y civiles cuyo proyecto nacional corres-
4 Aldo Ferrcr, Economía Argentina y estrategia 'prcindustrial' , en Alain Rouquié (comp.),
Argentina, boy, Buenos Aires, Siglo XXI, 1983, p. 105.
5 Horacio Vcrbitsky, Malvinas. Lo Ñlt ima batal la de la terrera gllerra mllndial, Buenos Ai-
res, Sudamericana (edición corregida
y
aumentada), 2002 p. 24.
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3761 E7.EQUlI'J.SIRJ.lN
pondia a una Argentina feudalizada (.:.) se trataba, de re~otra:~ al país a un
estadio previo a laexistencia del perorusmo y del yngoyentsmo . ,
El atractivo de esta interpretación basada en lavuelta alagro, conslst~ en que
adjudica la destrucción industrial a un proyecto deliberado de la dictadura.
Pero supunto flaco es que no contempla suficientemente que entre los ganado-
res de laúltima dictadura habría que contar a las industrias más avanzadas del
pa ís ,
almismo tiempo que lapolítica de atraso cam?iarío de Martínez, de Hoz
no favoreció sostenidamente alagro pese a laempana de clase que lovinculaba
al sector.
11 )
Estas objeciones nos llevan a una segunda visión, má~recie~t~, p~~alacual
la noción de redimensionamiento industrial o desindustrialispcion
selecti-
va seajusta enmayor medida alos planes del exdirector de ~cindar (M~rtínez
de Hoz), de los grupos económicos que serían llamados capIta~es de laindus-
tria en los años 80, y de las industrias multinacionales establecidas en Argen-
tina, cuyoobjetivo de largo plazo no era retroceder y abandonar, un t~rreno que
no podian dominar, sino imponerse en el terreno,y cr~cer en suinterior . Re?~-
cir indiscrirninadamente a la industria hubiera implicado la autodestrucción
de un sector de la burguesía perteneciente al bloque civil de la dictadura.
Tomemos como ejemplo a lasindustrias automotrices que desde elCor~o?azo
habían sido un ámbito neurálgico de lalucha de clases. No por eso elregtmen
sepropondría destruirlas y,de haberIo hecho, no hubiera en~o~trado el bene-
plácito de las multinacionales implicadas. Lo cierto es que SIbl~n algunas de
ellascomo General Motors decidieron irse del país, las automotnces fueron el
sector más protegido por el Estado de la apertura econó~ca que di~~ondría
Martínez de Hoz, así como el lugar de mayor cooperaclon entre milita~es.Y
empresaríos en el secuestro y asesinato de delegados gremiales ligados alsindi-
calismocombativo.
Bloquear totalmente a laindustria nunca habría sido elobjetivo, históríco de_la
burguesía más tradicional de Argentina. En rigor, la clase ,donunante de ~no
agroexportador no se habría resistido a las nuevas opo~dades d~gananc1a~,
sino sólo en lamedida en que la sustitución de importaciones pUSIeraen pe~-
gro las exportaciones agropecuarias. Esta ha~ía sido en reah?ad una clase capI-
talista multisectoríal y no iba a despreciar lanqueza que pudieran depararle los
6 MaríaSeoane
y
Vicente Muleiro, op, ci t. , p, 25.
7 Lasindustrias que más crecieron fueron las de bienes intermedios
y
capitalconcentrado:
celulosa, siderurgia, aluminio, petroquímica. ,
8 Véanse, por ejemplo, los trabajos recopilados por Alfredo Puc,ctarelh en Empresanos,
tecnócratasy m il it or es , L o t ra m a c o rp o ra ti va d e l a l il ti ma d i aadu ra Siglo XXI, Avellaneda,
2004,
l .A ÚLTIMA DICJ'ADURJI (1976-1983) 1377
nuevos rubros industriales sin perjuicio de los viejos negocios agrícolas. En
concordancia con ello, lo que los liberales del 76 de algún modo se habrían
propuesto era volver alcurso industrial planteado por el Plan Pineda de
1940:
un crecimiento basado en industrias de bienes exportables que fijara limites a
lasustitución de importaciones con el objeto de recuperar los mercados exter-
nos. Es decir, lacontinuidad del modelo de intercambio, ventajas comparativas
y crecimiento hacia afuera en el mundo post-30. La conducción de ladicta-
dura estaría dispuesta a desmontar o transformar, apertura económica median-
te, todo loque había crecido acontrapelo de esos principios, con elagregado de
que esta vez la naturalización de la economía conllevaría más que nunca a
reconstruir la dominación patronal en las fábricas. Más allá de algunas
formulaciones romántico-agraristas centradas en la noción de clases obreras
peligrosas y de sociedad industrial perniciosa y conflictiva, lameta de la con-
ducción política y económica no habría sido reducir de cualquier modo el nú-
mero de obreros, sino, en primer lugar, disciplinarios mediante la coacción
económica yextraeconómica. Las principales burguesías que impulsaban alré-
gimen se parecían mucho menos a una nobleza nostálgica y perdidosa, que a
una burguesía capitalista dispuesta a todos los triunfos sobre laclaseobrera. La
reducción delnúmero de obreros ocupados en laeconomía seconcretaría por un
proceso selectivo alcabo del cual decrecerían lasindustrias de tecnología preca-
ria basadas en la adición del trabajo, almismo tiempo que sedesarrollarían las
industrias de capital intensivo y mano de obra escasa. El sometimiento del
trabajo selograría combinando un ataque represivo yun golpe de gracia tecno-
lógico estimulado por laapertura económica. Almismo tiempo, se fomentaría
la dispersión geográfica de los polos industriales mediante regímenes de pro-
moción impositiva que alentaran el traslado de las plantas hacia las provincias
menos pobladas del territorio nacional.
Las diferencias con elprograma desarrollista de Onganía eran por tanto signifi-
cativas. En principio, la variante ideológica de Videla y Martínez de HOz se
inscribe, en cuanto a la filosofía esencial de su visión económica, dentro de lo
que hoy llamamos neoliberalismo, en referencia a lasideas contrarreforrnistas
del Estado de bienestar keynesiano de posguerra. En Argentina, estas ideas
tendrían implicancia s decisivas en la cuestión industrial. Alli donde en 1966
Onganía y Krieger Vasena contemplaban la industrialización y el desarrollo
social para garantizar el orden y prevenir el avance del comunismo, Videla y
Martínez de Hoz reformularon laDoctrina de laSeguridad Nacional pergeñando
el desguace de lo que consideraban malformaciones industriales, y de ciertas
instituciones características del Estado de bienestar keynesiano. Mientras el
desarrollismo de
1966
se concentraba en provocar un salto cualitativo en la
sustitución de importaciones mediante la atracción del capital extranjero para
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3781
L/'.I':QUILJ.SIRI.IN
e avance de la indust ria d ifíc il , e l énfasis de la pol ítica de Martínez de Hoz
estaría puesto en destruir ciertas industrias que habían prosperado en laecono-
mía cerrada del Primer Plan Quinquenal.
Tomando en cuenta su plan desindical izador, laapertura económica y laelimi-
nación de subsidios e intervenciones estatales anticíclicas, e discurso de Martínez
de Hoz estuvo inspi rado en las ideas host iles a laeconomía keynesiana formu-
ladas por Friedrich von Hayek y Milton Friedman, los máximos ideólogo s de
neoliberalismo. Sin embargo, la dictadura argentina no alcanzaría a convertir-
se, después de Chile, en e segundo experimento integral de las ideas neo liberales
antes de la llegada de Margaret Thatcher al poder en Gran Bretaña (1979).
Dist in tos fueron los condicionamientos que lacorporación mil itar le impuso a
su ministro de Economía apartándolo de la naciente ortodoxia.
En primer lugar, laconducción militar era reticente a privatizar las empresas esta-
tales; un punto de primer orden en cualquier agenda neoliberal-antikeynesiana. El
gobierno militar promovería la filtración subterránea de capital privado en laesfe-
ra estatal (privat iZ f láón periJérica) , pero no concretaría ventas ostensibles de los
activos estatales. La conducción encabezada por Videla no estaba dispuesta a pagar
el costo simbólico que significaba la enajenación de los patrimonios nacionales, ni
e costo político de ladesocupación que inevitablemente aumentaría con eltraspaso
de las empresas. Existen testimonios que indican que eldesempleo masivo preocu-
paba a laconducción del golpe. Que Videla estaba dispuesto apromover labaja de
salarios que el capital concentrado pretendía, pero no a laimposición de la tasa
natural de desempleo que a puertas cerradas yaproponían losseguidores deThatcher
dentro del Partido Conservador inglés. A pesar de que setrataba de una dictadura,
para laconducción militar no era sencillo asumir elcosto simbólico de una pérdida
tan visible del patrimonio nacional Videla no se sentía en condiciones de poder
asumido ni ante la sociedad, n i ante las propias Fuerzas Armadas, dentro de las
cuales elpensamiento económico no era homogéneo, aun cuando los liberales se
habían establecido en la cima del Ejército. Las privatizaciones chocarían con el
matiz nacionalista y desarrollista que pervivía en buena parte de las Fuerzas Arma-
das, y particularmente Videla, cuyo liderazgo no eracomparable alque había cons-
truido Augusto Pinochet en Chile, priorizaba launidad del frente militar evitando
fracturas que agravaran la competencia por el poder. Mantener las empresas en
manos del Estado también lepermitía alrégimen sumar cargos para las tres fuerzas,
lo que contribuía alinvolucramiento total de cada una de ellas con el ''Proceso''.
En segundo término, lacorporación militar tampoco constituía elinstrumento
más adecuado para la aplicación de un programa monetaris ta basado en fuertes
ajustes del gasto público debido a que, lejos de reducir los gastos para
desinflacionar la economía, necesitaba aumentarlos en rearme y obras públicas.
Armas para satisfacer las inquietudes profesionalistas de las Fuerzas Arma-
LA
llJ.TIMA DICIADL'I(,\
(1~7('-1~H1) 1 3 7 9
das, y autopistas y represas para jactarse de su eficacia operativa ante lasocie-
dad. Según el Insti tu to de Estocolmo de Investigaciones para la Paz, e lgasto en
armamentos de la dictadura argentina entre 1980 y 1982 superó los 15.000
millones de dólares ') . A estos gastos se sumaron el peso defici tario de las em-
presas es tatales que en muchos casos aumentaron por el auge de prebendas
durante la privatización periférica.
2.1 Aspectos políticos del proyecto
Otra diferencia entre los planes dictatoriales de 1966 y 1976 gira en tomo al rol
de las Fuerzas Armadas. Onganía había decidido apartarlas del poder, replegarlas
alámbito profesional para que no perturbaran lagobemabilidad de la dictadura
como había sucedido en los regímenes mili tares de 1930, de 1943 y durante el
enfrentamiento entre azules y colorados en torno algolpe de 1962. También
había pretendido con ello dar a ladictadura una imagen de gobierno civil .Pero el
apartamiento previsto por Onganía no había funcionado. La caída humillante de
aquel dictador, su soledad en elpoder yla vista gorda del Ejército ante laeclosión
popular iniciada con el Cordobazo eran imágenes grabadas en las retinas de la
conducción golpista de 1976. Por eso fue desechado elmodelo presidencialista
de 1966 por un
gobierno pleno de las fuerzas Armadas.
Como en 1943, los mili-
tares coparían integralmente la estructura del poder, desde los municipios hasta
las gobemaciones, las instituciones educativas, sindicatos, medios de comunica-
ción, etc. Recibirían la colaboración de civiles de extracción política conservado-
ra ( amigos del Proceso ), y elinvolucramiento de las tres fuerzas estaría asegura-
do tanto por eld iseño insti tucional en tomo a lacúspide -una junta t ripart ita- ,
como por el reparto equitativo del botín burocrático que por lo general
sobrerrepresentó a las dos armas menores, como en elcaso de los canales de tele-
visión: uno para cada fuerza (33 por ciento). Según Marta Castiglione, la milita-
rización del Estado alcanzó niveles excepcionales. La presencia del personal mili-
tar en la administración pública durante el año 1976-1977 llegó al: 40,5 por
ciento en laadministración centralde organismos, 32,4 por ciento en organismos
descentralizados, 37,5 por ciento en provincias y municipalidades de Buenos Ai-
res , y 44,5 por ciento en empresas del Estado ,
Por úl timo, una tercera diferencia con el modelo de Onganía basado en elcor-
porativismo nos permite abordar la imaginación pol ít ica que el ú lt imo régi -
9 Horacio Verbitsky,
op cit.,
p. 235.
10 Marta Castiglione,
La militarizaáón del Estado eJ1 la Argentina
(/976-1981), Buenos
Aires,CEAL, 1992, p. 55.
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I
EZF.QUII'.LSIIUJN
LA ÚI.TIMA DlCrADURA
(1976-19R3) I381
men militar puso en juego para figurarse y hacer figurar su continuidad. Como
toda dictadura instalada en un mundo donde el horizonte de legitimidad era
democrático , no podíaafirmarse exclusivamente en su capacidad represiva,
sin transmitir a la sociedad y a las propias Fuerzas Armadas el dibujo de un
sistema de perduración en elpoder que pareciera legítimo , lógico , facti-
ble y necesario .
En Argentina, los golpes de 1930, 1943 Y1966 habían recurrido a loinventado
por Mussolini en Italia: las corporaciones suplantarían a los partidos políticos y
la competencia electoral en la tarea de transmitir las inquietudes de lasociedad
civil al Estado. Pero la última dictadura, lejos de apelar a las corporaciones,
planeaba reducirlas al mínimo, sobre todo a las dos corporaciones que
estructuraban la comunidad organizada de la sociedad peronista: no sólo se
intervendría laCGT sino también laCGE y otras organizaciones empresarias,
donde se encontraba representada laburguesía industrial defensora de la eco-
nomía peronista . Hasta una parte de los gremios conducidos por laburocracia
sindical de derecha serían intervenidos y sus líderes en muchos casos encarcela-
dos, sibien serían objeto de un tratamiento muy diferente alque recibirían los
sindicalistas de izquierda.
Entonces, sino sólo seprohibiría por tiempo indeterminado laactividad de los
partidos, sino que también sebuscaría anular las corporaciones: ¿cómo planea-
ba la nueva dictadura conectarse con la sociedad? ¿De qué manera construiría
supropia ficción de enlace con ella, sitampoco apelaría a los plebiscitos del sí
implementados por lavecina dictadura de Pinochet?
La pregunta nos conduce al eje de las
convocatorias nacionales
que el régimen
inventó una y otra vez para llegar sin intermediarios a esa sociedad; pero antes
de abordarlo, debemos examinar dos hechos que incidirían plenamente en la
dinámica conducente a Malvinas: el genocidio y la economía de Martínez de
Hoz que llevaría al derrumbe de 1981-1982.
represores franceses en Argelia, cuadricularon al país en 19 subzonas y 117
áreas, acordaron lametodología y supervisaron su ejecución. Lo hicieron en
reuniones orgánicas en las que participaron la totalidad de los generales, almi-
rantes y brigadieres. De allíderiva el carácter estatal de laempresa de secuestro
y exterminio, lo que constituye el primero de los agravantes que permiten
categorizarla como
matanza adm in is tr ada .
En los 364 centros clandestinos de detención ( chupaderos ), ladictadura cons-
truyó elmás absoluto espacio de dominación total sobre sus enemigos y fue allí
donde se puso de manifiesto su radicalidad del
mal ,
La frialdad de los
perperradores y lacrueldad en las salas de tortura constituyen un mal superla-
tivo y ultraideológico que nos obliga a tomar como marcos de referencia los
hechos más aberrantes del siglo
xx.
La dictadura encabezada por Videla no
sólo cometió crímenes masivos, sino que en los centros clandestinos construyó
un infierno para cada una de sus víctimas en base a normas elaboradas. Posible-
mente, elgrado más alto de lo que Eduardo Luis Duhalde llamó la perversión
consciente del poder no corresponda ni siquiera almomento de las ejecuciones
clandestinas de prisioneros sino a las instancias previas de suplicio montadas
por torturadores que seidentificaban con un Dios sádico amante del sufrimien-
to
13
•
La tortura de embarazadas o de hijos en presencia de sus padres no eran
iniciativas de perversos sueltos sino que respondían a una perversión entrena-
da en las instituciones militares.
Frente a ello puede parecer trivial que en la empresa de exterminio se haya
desplegado un conjunto de recursos burocráticos y técnicos. Sin embargo, esto
distingue al genocidio de otro tipo de crímenes masivos en lamedida en que
laorganización de una maquinaria para el exterminio de prisioneros correspon-
de algrado más alto de premeditación en circunstancias de racionalidad propi-
cias para la conciencia y el arrepentimiento. Para el derecho occidental, esto
constituye el peor de los agravantes. Allí se funda ladiferencia que los códigos
penales establecen entre el homicidio impulsado por un estado de emoción
3. Genocidio y radicalidad del mal
11 María Seoane
y
Vicente Muleiro,
op . at.
p. 226.
12 Elnúmero decentros clandestinos identificados sigue creciendo conforme sereconocen
otros lugares de detención y tortura. Los organismos de derechos humanos estiman que el
número fue superior a 500.Los má; grandes fueron: laEscuela de Mecánica dela Armada
(enCapital Federal, alrededor de 5.000 prisioneros), Campo de Mayo (funcionaron cuatro
establecimientos dentro de la guarnición militar del Ejército, con alrededor de 4.000
prisioneros), La Perla (Córdoba, con más de 2.200 prisioneros hasta 1979), Vesubio (La
Matanza, con alrededor de 2.000 prisioneros)
y
Club Atlético (Capital Federal, con más
de 1.500 prisioneros).
13 Torturadores dela ESMA como el Tigre Acosta decían a sus prisioneros: Aquí adentro el
t iempo no existe , Esto no t iene l imites , María Seoane y Vicente Muleiro,
op .
at., p.
233.
Seha estimado que 1 de cada 10militares participaron en forma directa de los
Grupos de Tareas que llevaron a cabo elexterminio . Pero aun cuando lo ha-
yan hecho en formaciones nocturnas , son abrumadoras las evidencias de que
todo respondía a los más altos mandos de las fuerzas diurnas , quienes final-
mente disponían de lasinstalaciones y lacolaboración delconjunto de las Fuer-
zas Armadas. Fueron los altos mandos quienes, siguiendo el consejo de los
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EZEQU¡l'J.SIIUJN
violenta y el secuestro -frío y planificado- seguido de muerte. El hecho deque
laArmada haya previsto la fabricación en serie del narcótico pentonaval para
dormir a los prisioneros que serían arrojados almar desde los aviones permite
ca tegorizar la matanza como
geno cidio tec nificado.
Los estudiosos de este t ipo de crímenes estatales que proli feraron en el siglo
XX han tendido a identi ficar dis tintos factores intervinientes en las maquina-
rias de exterminio. Como señala Tzvetan Todorov, el fanatismo y labestialidad
no resultan suficientes para explicar el tamaño de los crímenes . Lo dificil no
es explicar elcomportamiento de los sádicos-perversos sino elde los hombres
grises que intervienen en la maquinaria de exterminio. Los hombres bestiales
no necesitan despersonalizar a sus víctimas, pero los otr<;>sprecisan
deshumanizadas siguiendo el camino trazado por los ideólogo s .Estos son los
primeros artífices del genocidio en lamedida en que conciben la demonización
que lo precede, esdecir , loque Duhalde denomina el asesinato nominal de las
víctimas
15.
Un genocidio no es sólo una matanza masiva, lo que termina de
conformado es la inclusión de las víctimas dentro de una categoría estableci-
da por el Estado a los efectos de su eliminación.
También en el caso argentino puede identificarse una variedad de elementos,
objetivos, instancias y timbres pasionales que intervinieron en el exterminio.
Comenzando por la d em on iz ac ió n d e l as víctimas, los componentes ideológicos
que contribuyeron a caracterizar al insurgente revolucionario como agente
reproductible del mal no eran nuevos en Argentina, sino que pueden ser ras-
treados desde el pánico rojo de 1909 y laSemana Trágica de 1919, cuando las
fuerzas estatales y paraestatales habían hecho de anarquistas , rusos y catala-
nes un enemigo pavoroso. Desde entonces laideología antiinsurgente se había
desarrollado en las imágenes de laamenaza comunista disolvente de lanaciona-
lidad que compusieron los golpes de 1930, de 1943 y de Ongama interpretan-
do la Doctr ina de la Segur idad Nacional.
Pero no es suficiente con detectar los antecedentes, esdecir, los hechos e ideas
que unidos en retrospectiva bien podrían conducir a un genocidio. Es necesa-
r io examinar las pulsiones extremas que condujeron a la concreción final del
exterminio de miles de prisioneros en los años 75, 76, 77 Y78. La caracteriza-
ción del insurgente subversivo como amenaza expans ible no era nueva, pero
el modo en que los genocidas internal izaron has ta elparoxismo las metáforas
de la manzana podrida , del cáncer y del tumor a extirpar , constituye el
factor agregado que condujo a laconcreción del plan.
14 Tzvetan 'Iodorov:
Frente al límite,
México, Siglo XXI, 1993.
15 Eduardo Luis Duhalde:
El Estado terrorista argentino. Quince años despué s, una mirada
critica,
Buenos Aires, Eudeba, 1999, p. 68.
LA ÚLTIMA DICTADURA (1976-1983)
1383
~a ~emonizació~ de l~svíc~as se nutrió de diversos elementos, En primer
termino, el sobredimensionamiento del enemigo. Es cierto que laamenaza plan-
teada p~r las formaciones armadas de ERP y Montoneros (entre 2.000 y 3.000
combatientes armados, disparmente entrenados' ) superaba a cualquier otra
que ?ubleran enfrentado las fuerzas de seguridad. El número de bajas militares
ocasionadas por laguerrilla seacercaba a las setecientas. Sin embargo, los analistas
concuerdan en que las dos organizaciones guerrilleras ya estaban desarticuladas
y en desbandada bastante antes de que el régimen mil itar cumpliera un año en
el poder, es decir antes de la gran matanza iniciada afines de 1977, cuando
miles de prisioneros serían ejecutados clandestinamente como luego veremos.
En segundo té~o, el convencimiento de la irrecuperabilidad de los prisio-
neros contnbUl.a. a laconstrucción del demonio absoluto , en especial cuando
se trataba de mil itantes per tenecientes al t ronco del ERP-PRT. En las distintas
~stancias de exterminio (escritorios
y
salas de tortura) eran considerados mar-
xistas absol~tos ~ue nunca se habían dirigido a Dios, apátrida sirredimibles por
haber carecido sIempre de cualquier matiz nacionaL
El.cuadro dernonizador terminaría de conformarse con el sostén religioso que
bnndaron los capellanes del Ejército y la jerarquia de la Iglesia que ofreció un
~ento de consolación eficaz para la conciencia de los genocidas, El princi-
plO establecía que la culpa de lavíctima estaba siendo expiada por su sangre y
su dolor en la tortura, que su alma era limpiada de los demonios marxistas al
momento de morir. Este recurso permitía que católicos practicantes como Videla
com~atibiliza~an sus creencias religiosas incluso con el asesinato de monjas
y
de hiJOSde militares pertenecientes al bando enemigo '.
En la Masacre de Trelew (agosto de 1972) donde 16 detenidos habían sido
acribillados clandestinamente se encuentran para Duhalde, a escala reducida
los principales elementos del genocidio que comenzaría cuatro años más tarde;
política genocida, pedagogía de l terror, no asunción de la autoría del hecho
criminal, pacto de sangre y aplicación de ley de fugas
18
• Pero lagestación inte-
lectual del Estado Terrorista Argentino se habría demorado hasta el 25de mayo
•
16 Marcos Novaro
y
Vicente Palcrrno: L , dictadura
militar
1976-1983.
Del golpe de Estado
a la restauraaán
demo crá tica,
Buenos Aires,
Paidós, 2003,
p. 74.
17 El Ejérci~o está expiando laimpureza de nuestro país, los militares han sido purificados
en el J ordan de la sangre para ponerse al frente de nuestro país (...) Nuestra religión es
terr ible, se nutrió de la sangre de Cristo y se sigue alimentando de nuestra sangre, de la
sangre de los hombres muertos. Esto quiere decir que Dios está redimiendo, mediante el
Ejército nacional, a toda laNación Argentina (rnonseñor Victorio Honamín, provicario
castrense, 25 de septiembre de 1975).
18 Asesinato de prisioneros alegando fugas incxistentes.
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Menéndez, Saint-Jean y Galtieri) rildaba a Videla y Viola de blandos , inten-
1
. d
tando mostrarse él mismo como e mas uro. . . . ( (
No fue casual que la masiva matanza de fines de 1977
y
pnnClplos de
1
7g
coincidiera con que los principales aspirantes a presidentes -Vldela,. Massera )
Galtieri- enfrentaban una partida decisiva en lalucha por laconducción. Lo,stres
jugaron la partida en función de la mi~~d~~el Cuerpo de Generales del Ejercito
donde la competencia por la conducclon ~1.aa resolverse ..Los tres .se~ostrar~:
incondicionales alpacto de sangre, es decir, alobjetivo inicial de exterm1lliO q
desde elprincipio había amalgamado a las Fuerzas Arm~das a pesar de las di~e-
rencias internas. Esta competencia permanente en función de la rnrrada corpora-
tiva explica lapresencia de los altos mand~)s en ~assalas de tortur:; p~~alos mili-
tares sign.ificaba estar al pie del cañón . 1mb~en explica por q~e Suarez.Maso~~
se jactaba de tener en El Campito todo un sotano l leno de 111)Ose mil itares
secuestrados por lavinculación con la guerrilla
26
• . .
Hasta aquí hemos mencionado las causas más evidentes del genOCidio:Per.o un
estudio minucioso del accionar de los grupos de tareas
y
de la expenenCla de
miles de desaparecidos y sobrevivientes se~an reveladoras de otros aspectos y
de impulsos adicionales de los artífices. . .
El secuestro de Héctor AníbaJ Ratto (sobreviviente) en el
u :
tenor de la planta
de Mercedes Benz de González Catán es un ejemplo de cientos de casos de
trabajadores entregados por lasgerencias a los Gtupos de Tareas. En la.planta
Ford Motors de General Pacheco casi todos los mtegrantes de las tres pnmeras
comisiones internas fueron secuestrados y asesinados. En laplanta de Mercedes
Benz, las dos primeras comisiones fueron también desaparec~da~. En alguno;
casos los trabajadores fueron incluso fusilados denu;o de las fa~ncas. Des~e e
Cordobazo en adelante la industria automotnz habla sido un ámbito part icu-
larmente intenso de lalucha de clases, razón por lacual seobserva de un mo.do
más patente lo que el genoc idio implicó en cu~nto a .la ofensi;a d~l caplta~
contra el trabajo en el te rritorio de la producclon capitalista mas
av
anzada
y
con flictiva. . .. d I.ili
Otros casos ptototípicos de secuestro
y
asesinato fueron ladesapanC1~n e ana
Delfino V Carlos Hiber, entre otros familiares de Mano Robert~ .~an.tucho, lo
. . . 1 d -' f mili' que se repiuo Cientos de
que puso en eVidenCia un pan e cas?go. a. aro . . .
veces: . También conformaron categonas Significativas de vicumas los 500 111-
nos y bebés raptados, los cerca de 800 adolescentes capturados -a lgunos de
ellos en las casas de sus padres-, los más.de 100 abogados secuestrados.
26 María Scoanc y Vicente Mulciro, op . dt.
p.
305.
27 lxluardo 1
,1Ii~
Duhaklc, op .
cit.,
PP: 334-339.
LA ('I.TI~j,\ DICTADLH¡\ (ln6-1<JH1) I 387
Llegados a este punto es oportuna lapregunta que formuló laperiodista Matilde
Herrera en una carta que recorrió e mundo luego del secuestro de sus tres
hijos: ¿Suponen acaso que no tendrán que rendir cuentas ante nadie sobre la
suerte de tantos miles de desaparecidos? .
La pregunta nos remite al escenario de impunidad nacionaly mundial que
imaginaron los genocidas. La forma en que muchos de ellos se referían a los
desaparecidos traslucía la ilusión de que las víctimas habían pasado a un plano
de inexistencia tan profunda que nadie reclamaría por ellas,o en sudefecto, que
los reclamos sedifumarían debido a laausencia de cadáveres como prueba ele-
mental del del ito. El propio Videla lo insinuó en un reportaje ante las cámaras,
cuando dio a entender que no podía hablar de los desaparecidos por las mismas
razones que no podía hablar de algo que no existía. En este caso y en otros,
parec ía que los militares no podían dejar de hablar sintomáticamente, pero
también se trataba de una aceptación solapada, fundada en la pretensión de
enterrar lacuestión para siempre. Benjamín Menéndez formuló esto deun modo
más directo: Se dice que hay una disposición de olvidado, mejor será entonces
olvidar ahora. Los desaparecidos desaparecieron
y
nadie sabe dónde están . Au-
sentes para siempre , los llamaría Viola después de que la Junta Militar los
declarara muertos a los efectos jurídicos
y
administrativos .
Otro elemento muy frecuente en las declaraciones de los jefes militares se rela-
ciona con lainmunidad que sentían por considerarse vencedores de una guerra
a la que sólo ellos juzgarían imponiendo su visión de los hechos al mundo
entero. La guerra lajuzga elque lagana , declaraba elgeneral Ramón Carnps,
y
para los mil itares esto sería así más que nunca en la medida en que su guerra
respondía a una cruzada universal en favor de Occidente cristiano y capitalista.
La guerra que perdió Estados Unidos en Vietnam lahemos ganado ahora, los
argentinos, contra el marxismo apátrida , dijo elgeneral Cristino Nicola.ides
y
aun los más nacionalistas del Ejército como Mohamed Alí Seineldín se identi-
ficaban plenamente con el internacionalismo anticornunista promovido por la
CIA. La primera incursión de las fuerzas represivas argentinas en jurisdicciones
extranjeras tuvo lugar en Bolivia, en apoyo al golpe mil itar l iderado por Luis
García Meza en junio de 1980 contra las fuerzas democráticas que habían rena-
cido tras ladictadura de Hugo Banzer, La segunda, Operación Calipso, comen-
zó al año s iguiente en El Salvador , Nicaragua
y
Guatemala, donde militares
argentinos participaron de lacontrainsurgencia liderada por Estados Unidos de
Ronald Reagan. Los militares del Proceso no sólo se sintieron lareserva mo-
ral de Argentina sino del mundo entero, sobre todo antes de 1980 cuando,
según ellos, el cartercornunisrno gobernaba al país de Norte (por el presi-
dente demócrata, James Carter -1976-1980-) . Luego se esperanzaron con la
llegada de Reagan alpoder hasta el punto de creer que e gobie~no nortearneri-
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390
IICI.I·:<~LJII-:LSII LIN
Estado que laact ividad product iva enfrentada a una invasión de art ículos im-
portados muy abaratados por el t ipo de cambio.
PrilJatizaáóll periférica. Las empresas del Estado más emblemáticas del na-
cionalismo de posguerra no fueron privatizadas. De las más de 700 que
por entonces había, se l iquidaron o vendieron las de pequeñas dimensiones,
al tiempo que se estatizaron otras de grandes dimensiones como la ltalo
(electricidad)
y
Austral (aviación). La forma en que se compatibilizó el
ncoliberalismo del equipo económico con el nacionalismo que pervivía en
las Fuerzas Armadas ha sido llamada privatización periférica : un meca-
nismo de inf ilt ración selectiva del capital pr ivado en las empresas estatales
a través de concesiones
y
terciarización de act ividades selectas. En el cor to
plazo, esta vinculación puntual del capital privado aseguraba una mayor
rentabilidad a los adjudicatarios, considerando que las empresas de servi-
cios eran por lo común deficitarias. Así, por ejemplo, la petrolera estatal
(YPF) aumentaba su rentabilidad negativa de menos 17,8 a menos 68,47
por ciento entre 1976 y 1983, mientras que las petroleras locales (como
Bridas, Pércz Companc, Astra) y extranjeras (como Shell , Esso) part icipa-
ron en 37 licitaciones, duplicando su participación en la exploración y ex-
plotación, con altas tasas de ganancias. Los grupos locales se posicionaron
con ventajas en la l icitación de las obras públicas que fueron incrementadas
notoriamente . Según Alfredo Pucciarelli , esta expans ión de la patria con-
trat is ta encubierta por eldiscurso l iberal fue lacoronación de un entrama-
do corporativo que se había establecido diez años antes, durante ladictadu-
ra de Onganía. Desde entonces, la privatización periférica bajo el imperio
de la ley de mayores costos habría sido el atajo mediante el cual las frac-
ciones más concentradas buscaron contrarrestar el círculo vicioso de creci-
miento inestable que afectaba al capitalismo argentino. Según Pucciarelli
se habría concretado de este modo un primer desempate entre burguesías
rivales mediante la obtención de cuasi rentas de privilegio >2.
Afluenáa de mpi taleJ extranjeros . La creación en nuestro país y en otros países de la
región de circuitos inéditos de capitales tuvo sus orígenes en el aumento del ahorro
mundial que saturó a los bancos del Primer Mundo en lasegunda mitad de los 70.
Como resultado de uno de los períodos más expansivos en lahistoria del capitalis-
mo (la onda larga de posguerra 1950-1973), la acumulación de capitales finan-
cieros en las economías centrales había crecido a niveles muy altos. A esas reservas
se sumaron los petrodólares de las burguesías árabes que habían cuatriplicado
los precios del petróleo en 1973-1974. Estos capitales se trasladaron de inmedia-
to a labanca occidental en busca de mayor seguridad. Pero larecesión que des-
pués de veinte años interrumpía el crecimiento del capitalismo. central era un
obstáculo para que tan importante masa de capitales líquidos pudiera reproducir
elciclo a través de un crecimiento productivo dentro de laregión. De modo que,
como otras veces en lahistoria dela economía-mundo, elsistema buscó exportar
sucontradicción de una región a otra. El capitalismo periférico sería receptor de
préstamos masivos que lo endeudarían a niveles inéditos. La banca internacional
necesitaba prestar a toda costa para reproducir el ciclo de capital bancario, eV1-
tando que el sistema financiero colapsara a causa del exceso de depósitos sin colo-
cación ulterior. Los préstamos buscarían consolidarse preferentemente como deu-
da pública, sin importar que los Estados deudores del Cono Sur estuvieran gober-
nados por dictaduras terroríficas. Lo que los acreedores no ignoraban era que l~s
Estados disponían de valiosos activos con que responder alendeudamiento mas
tarde o más temprano: las empresas estatales, algunas de las cuales eran poten-
cialmente muy rentables. Sobre la base de estos puntos serían esgr imidos los
planteamientos más sólidos de ilegitimidad de la deuda.
Anda
salarial.
El primer plan procesista se propuso desinflacionar la econornía
mediante una brutal transferencia de ingresos en favor de los empleadores. Apo-
yada por larepresión y elamordazamiento de los sindicatos, lacarrera inflacionaria
entre precios, salarios y tarifas de servicios públicos sería frenada por e ancla
salarial . Es decir que sólo los salarios serían congelados y como los preClos y las
tarifas seguirían subiendo, el poder adquisitivo de los asalariados quedaría reza-
gado. En efecto, lacaída de los salarios reales fue cercana al 40 por ciento con
respecto alpromedio de los primeros cinco años de ladécada del 70
311
•
30 Jorge Schvarzer ,
La p ol ít im e t' O lI ó , im d e M m 1 /í le z d e H o Z ,
Buenos Aires, l Ivspamcrica,
1986, pp. 45-46 .
DW71glllaáól1 finamiera La reforma de 1977 consistió en: 1) liberar las tasas de
interés que en lo sucesivo serían reguladas por laoferta y la demanda
de
créditos;
2)
disminuir las exigencias estatales a las entidades financieras lo que llevó a una mul-
tiplicación de las mismas; 3) rnayor permisividad a la entrada y salida de capitales
de Argentina. El equipo económico aducía que así terminaría de configurarse un
circuito lo suficientemente fluido para atraer a L 1 liquidez mundial, facilitando el
31 , \n :l Casld lani , Gestión económica l iberal -corporativa y t ransformaciones en el inter ior
de lo s g randes agent es económicos de la . \rg ent in a duran te la última dictadura militar ,
en Alfrcdo i 'ucciarcll i (comp.) , o p . a t ., pp. 173-218.
32 Alf redo Puccia rc ll i, La pat ri a con tr at is ta . L lnucvo di scurso l ib er al de la di ct adura encu-
br e una vi ej a pr ác ti ca corporat iva , en .\ lf redo l' ucci ar cll i ( comp. ),
op .
at. p. 116 .
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crédito mediante e cual la industria se equiparía con e finde afrontar lacompeten-
ciade productos importados.
I.A LIJ.TIrvl/\ D CTADUHA (l97('.l~K')
I 393
T as as de int erés
positivas.
En el corto y mediano plazo, la mult iplicación de
entidades financieras y la masiva toma de crédito por parte de Estado dieron
lugar a tasas de interés extraordinar iamente posi tivas, es decir, muy superiores
a lainflación
y
a las tasas de los bancos internacionales. Estas tasas ofrecidas por
bancos locales poco con fIables atrajeron de todos modos a los capitales especu-
lativos una vez que elEstado argentino dio la señal de que élmismo devolvería
los depósitos en el caso de que las entidades financieras quebraran.
En lo concerniente a laindustria, e atraso cambiario estimuló aun más lainva-
sión de artículos extranjeros, muchos de ellos provenientes del sudeste asiático
con los cuales la producción nacional no podía competir. Martínez de Hoz sos-
tenía que el dólar barato facilitaría la importación de maquinaria para el
reequipamiento industrial , pero aun cuando los aranceles para bienes de capital
fueron rebajados acero, no resultó suficiente para sopor tar la caída de las ventas
que sufrieron los productos nacionales.
Ga rantía es ta ta l d e lo s d epósit os
ban carios.
Se instaló como expectativa luego
de la liquidación de Banco de Intercambio Regional en marzo de 1980, cuan-
do, ante el peligro de que se extendiera la corrida bancaria, el Estado terminó
por garant izar la devolución de 100 por ciento de los depósitos a los 350.000
ahorristas de BIR.
Plata
dulc«
Otra derivación del dólar barato fue el fenómeno conocido como
plata dulce , una corta fiesta de consumo para ciertos sectores de la clase me-
dia que accedieron a una variedad de artículos importados y al turismo interna-
cional en elverano de 1981. Todo ello se daba en un clima de eufor ia y banali-
dad dentro del cual no se percibía que lasupuesta prosperidad descansaba en un
artificio cambiario subsidiado a futuro por e Estado y la comunidad. Muchos
argentinos de clase media manifestaban creer que s ipor primera vez ellos po-
dían acceder al turismo internacional debia ser porque la economía nacional
estaba progresando.
Apertura económica. Después del discipl inamiento obrero, la aper tura econó-
mica constituye la disposición de cuño neoliberal más intensivamente aplicada
por Martínez de Hoz. Mediante larebaja de aranceles proteccionistas sepropo-
nía que la competencia de productos extranjeros depurara a la industria
sustitutiva sencilla (véase el segundo apartado).
AtraJ O
cam biario
o dó la r barat o. El segundo programa antiinflacionário, dado a
conocer el 20de diciembre de 1978, abandonó lapauta de ancla salarial por una
estrategia basada en la desinflación concertada de cuatro variables, cuatro anclas
simultáneas: salarios públicos, tarifas de servicios públicos, la sobreemisión rnone-
taria que realizaba e Estado para solventar susgastos,
y
ladevaluación de lamone-
da. La disminución gradual del ritmo inflacionario de cada una de estas variables
conllevaría, según elequipo económico, a disminuir la inflación general de precios.
Con arreglo a estas pautas, seprodujo el nacimiento de laprimera tablita que
anticipaba la cotización de peso respecto de dólar en los ocho meses siguien-
tes, tal como el Estado se comprometía a carnbiar los en e mercado oficial. El
atraso cambiario se produjo en e período 1979-1980 y principios de 1981
debido a que el Estado argentino se atuvo a lo que había pautado en materia
cambiaria, vendiendo dólares alvalor estipulado en la tablita, cuando los pre-
cios de la economía habían subido más de lo previsto debido al fracaso del
segundo plan ant iinf lacionario. Esto condujo a la sobrevaluación del peso, o
sea, a un dólar abaratado a la mitad de su paridad histórica que de diversas
maneras incidiría en el derrumbe.
Los elementos de la política económica que hemos considerado hicieron
posible el mecanismo especulativo conocido como bicicleta f inanciera : el
empresario volcado a laespeculación pedía un crédito alextranjero, lo con-
vert ía en pesos y lo depos itaba en bancos locales que ofrecían tasas de inte-
rés superiores a la inflación local y al interés del crédito contraído en el
extranjero. La tabl ita y la garantía oficial de los depósitos le aseguraban
que no sería perjudicado por una devaluación, ni por el quebranto del ban-
co que pagaba intereses tan altos. El mecanismo no sólo resultó atractivo
para los especuladores argentinos, sino también para capitales golondrinas
que aprovecharon la oportunidad. El dólar barato también contribuyó a
sobredimensionar el sector f inanciero incentivando la toma de préstamos
del extranjero. Repasando, las piezas indispensables para la conformación
del mecanismo especulativo fueron:
1) Las tasas de interés extraordinariamente positivas.
2) La garant ía estatal de los depósitos bancarios ante cualquier quebranto.
3) La tablita que disipaba e temor de una devaluación abrupta.
Hasta que el sistema colapso en marzo de 1981, dando lugar a una devaluación
que a lo largo de la presidencia de Viola llegaría al 500 por ciento.
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39611 'H~Llll'J,SIl().IN
1.,\ L'J.'J'I~l,\DICTADL'I\A (l~7(,-l~X ,)
I
397
tes para comprar las nuevas tier ras resultaron abaratados por la devaluación
del peso en los años sucesivos. Una clara homología del espejo de la historia.
En 1880 como en 1980, se consolidaron las clases dominantes a través de una
concentración de bienes product ivos , adquiridos por migajas luego de un pe-
l lizco financiero auspiciado por e Estado. Los grupos domésticos mejor
posicionados hacia el final de la dictadura l legarían en mejores condiciones al
reparto del período Menem-Cavallo.
capital ismo argentino optaron o tuvieron que optar por una economía con-
centrada, financista y quebrada , y no por una economía concentrada, abierta
y
pujante , tal como predicaban. ¿Era el camino ant iproduct ivo de las per ipe-
cias financieras, e endeudamiento
y
la fuga de capitales, potencialmente más
rentable, cómodo o preferíble a los ojos de dichas burguesías? En tal caso,
¿cómo lograrían recomponer su hegemonía sobre labase de resultados mera-
mente destruct ivos para las clases subalternas? La pregunta es relevante aun
teniendo en cuenta que no siempre las burguesías actúan conforme a una es-
trategia que lo contempla todo, y que no necesariamente ladominación de una
clase sobre otra se edif ica mediante construcciones asociadas a la imagen de
progreso nacional. La destrucción de laeconomía puede implicar mecanismos
extorsivos de sometimiento como e endeudamiento externo al momento de
fijar políticas, o e disciplinamiento de los trabajadores por medio de ladesocu-
pación, la hiperinflación y el empobrecimiento general.
4.3 Maquiavelismo o ingenuidad , del iberación o desmanejo
A propósito de las intenciones del equipo económico yla conducción militar,
Novaro
y
Palermo plantean que entre los cuatro destinos de laeconomía argen-
t ina - una economía desarrol lis ta y quebrada , una economía desarrol lista y
pujante , una economía abierta y quebrada , una economía abier ta y pujan-
te -, la conducción política
y
económica del régimen habría preferido la últ i-
ma opción, aunque elresultado de lages tión haya sido claramente una econo-
mía abierta y quebrada en lacual sólo se habrían cumplido los objetivos disci-
plinarios' , Para estos autores los resultados de lapol ít ica económica s ípueden
ser leídos en términos de fracaso y desmanejo . Sencillamente, no eran los
resultados que laconducción se había propuesto sino derivaciones fallidas que
se habrían originado en el descontrol y en las discusiones internas del régimen
en torno a diversos puntos como las privatizaciones y la reducción del gasto
estatal. Las improvisaciones que surgían de lanecesidad de subsanar estas fric-
ciones habrían creado una compleja cadena de contingencias y remedios incon-
sistentes que acabarían siendo letales para los planes procesistas de continuidad
en el poder. El régimen no habría destruido voluntariamente sus medios de
perpetuación, sólo habría fracasado en su intento de compatibilizar las visiones
económicas tensionadas que pervivían en su seno.
Muy dist inta resulta la visión de Basualdo, para quien la conducción cívico-
mil itar de 1976 sepropuso sentar lasbases de un modelo de acumulación basa-
do en lavalor ización del capital f inanciero. El objet ivo consciente de la dicta-
dura habría sido, entonces, una economía financista
y
quebrada . El declive
económico de Argentina habría sido previsto por ella y ejecutado con unidad
de criterio a lo largo de los últimos veinticinco años. Contraponiendo los enfo-
ques de Basualdo yde Novaro
y
Palermo, podemos precisar más aun lacuestión
a dilucidar en los siguientes términos: ¿por qué los grupos dominantes del
5. Sometinúento, resistencia, consenso y complicidad
36 Marcos Novaro
y
Vicente Palcrrno, op . ti/ p _ 339.
Exis te una perspectiva de los golpes mili tares de Argentina que sugiere laino-
cencia del pueblo y de su clase dirigente no conservadora. La película de Luis
Gregorich y Enrique Vanoli, La Rcpúb/ú-a pe rd ida , ha sido señalada como un
exponente de esta operación de lamemoria colectiva en laque se sos layan los
apoyos partidarios y lapasividad o conformidad que los golpes encontraron en
diversos sectores de la estructura social.
El reciente trabajo de Novaro y Palermo nos ofrece un mapa de los apoyos
civiles que conci tó la dictadura y de los proyectos del Proceso tendientes a
ampliarlos. Sin caer en la distorsión opuesta de las afirmaciones que
monocromáticamente componen la imagen de una sociedad cómplice , los
autores encuentran múltiples formas de disidencia que les permiten complejizar
ladicotomía apoyo/resistencia. Una amplia gama de actitudes mutantes fueron
las respuestas que provocaron las distintas acciones
y
montajes de régimen, en
circunstancias diferentes. El seguimiento contextuado de Novaro y Palermo
acerca de cómo seposicionaban un buen número de organizaciones y personali-
dades públicas nos permite distinguir los siguientes casos.
l)El apoyo propositivo , entusiasta
y
duradero de la Iglesia, los partidos con-
servadores provinciales, los medios de comunicación apologético s,buena parte
de las asociaciones empresarias
y
ejecutivos par ticipes de la represión en las
fábr icas, un segmento s ignif icat ivo del peronismo de gobierno par ticipe de la
cacería estatal de año 1975, dirigentes territoriales del P] y de la UCR que
conformaron un buen porcentaje de los intendentes.
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3
981/,:Z/ :C¿L //:,I.S/RI.IN
1./\
C I.I/r-.¡,\ D/c:rADU/(,\
(1 )7(,-1%:\) I 399
2) El respaldo condicional, oportunista, dosificado y negociador de figuras más
relevantes de los partidos mayoritarios -UCR, PJ, Partido Intransigente (PI),
Democracia Cristiana (DC)-, del Partido Comunista Argentino y de buena parte
de losmedios masivos de comunicación que coadyuvaron al espejismo deacorn-
pañamiento . De artistas e i ntelectuales asociados al apagón cultural .
3)
El respaldo inicial de buena parte de laclase media angustiada por elescena-
rio violento, (]uevio en la primera aparición televisiva de laJunta militar a un
gobierno de caballeros ?', El respaldo ocasional y eufór ico de millones de ar-
gentinos manipulados por la comunicación que apelaba al sentimiento nacio-
nal durante el Mundial 78 y Malvinas.
4) La pasiva conformidad o pasivo discurrir de buena parte de la sociedad
doblemente condicionada por loque Novaro y Palermo denominan el mundo
del temor
y
el mundo de la seguridad ; mundos superpuestos que propicia-
ron las transacciones mentales tendientes a preferir no saber o a culpabilizar
a las víctimas ( por algo será , algo habrán hecho ).
5) La resistencia silenciosa o molecular de diversos sectores de laclase obrera,
antes
y
después del hundimiento económico de 1981. Las protestas sociales en
los barrios periféricos contra eldeterioro de la economía a part ir de 1980. La
resistencia solapada de las agrupaciones de izquierda alejadas de lalucha arma-
da, de ciertas formaciones y seguidores del rock nacional,
y
de loque seha dado
en llamar la cultura de las catacumbas en referencia a los círculos artísticos e
intelectuales que emergieron lentamente a la superficie a partir del aflojamien-
to de 1979-1980.
6)La resistencia pública de las agrupaciones de derechos humanos que surgie-
ron en los años más duros de la represión y que perdurarían tras la caída del
régimen.
7) La resistencia clandestina y armada de las organizaciones guerril leras hasta
que fueron definitivamente derrotadas.
8)
y
sobre el final, el grito social reprobator io que estalló tras la derrota de
Malvinas y que en gran medida fue canalizado por la Multipartidaria.
Estos casos nos permiten visualizar los complejos umbrales de apoyo, pasividad
y resistencia. Comenzando por elprincipio de laprogresión, algunos hechos e
imágenes ilustran que elconsentimiento fue mayor de loque lamemo tia colec-
tiva preferiría recordar tras la caída del régimen. Los almuerzos mensuales de
Videla con personalidades muy prestig iosas de la ciencia y la cultura, como
René Favaloro, Federico Leloir, Ernesto Sabato yJorge Luis Borges. Los aplau-
sos que siguieron al discurso del presidente de faLto en la ceremonia inaugural
del Mundial 78, y a lapresencia de laJunta Militar en la tinal del campeonato.
El respaldo que, luego del informe condenatorio de la Comisión de Derechos
Humanos de laOEA (1979), e l régimen recib ió por parte de 200 cámaras em-
presarias y de asociaciones civiles, y de figuras relevantes de los partidos mayo-
ritarios; elproyecto de ley presentado por elColegio deAbogados de laCapital
Federal en favor de legalizar el fusilamiento in xi/u ; la reivindicación de la
lucha antisubversiva en elColoquio Idea de 1982, constituyen una breve selec-
ción de hechos que ilustran una dictadura menos solitaria de lo que elimagina-
rio histórico suele representarse, y que también exceden lafigura de un consen-
so supuestamente acotado a los inicios como consecuencia del escenario violen-
to de los años previos.
En su defensa alrégimen, la Iglesia argentina mantuvo enfrentarnientos con el
Vaticano y, en general, los partidos mayoritarios tuvieron declaraciones y silen-
cios funcionales con la vuelta alorden que proclamaban los sectores más sono-
ros dela opinión pública. De ese conjunto devoces surgió lasensación de legiti-
rnidad de origen que elrégimen sentía a su favor. A principios de 1977, incluso
las figuras más progresistas del arco político mayoritario que se declaraban
preocupadas por las violaciones a los derechos humanos -Deolindo Bittel (PJ),
Raúl AlfonsÍn (UCR), Oscar Alende (PI), Néstor Vicente (DC)- seexpresaban en
contra de toda salidapolítica que no fuera
consensuada
con lasFuerzas Armadas.
Por su parte , e l Partido Comunista Argentino apoyaba al videlismo contra las
denuncias del presidente Carter, aun antes de que Argentina
y
laUnión Soviética
setransformaran en socios comerciales de primer orden luego del bloqueo norte-
americano tras lainvasión soviética a Afganistán, en 1979.
Estas demostraciones alentaron los proyectos procesistas tendientes a consolidar
un frente militar-civil dentro del cual elprimer elemento moldeara alsegundo en
función de lograr una herencia a imagen y semejanza suya. En este sent ido, e l
Movimiento de Opinión Nacional (MON) impulsado por eltitularde laCARNAB
Jorge Aguack> y por Saint-jean desde laprovincia de Buenos Aires, así como el
Proyecto Nacional instruido por Genaro Díaz Bessone desde la Secretaría de
Planeamiento, no fueron ilusiones delirantes de una dictadura descomunicada.
Por el contrario, surgieron de la posibilidad de instirucionalizar el diálogo fluido
que existía entre el régimen y b{¡ena parte de la dirigencia política, religiosa y
empresarial, más alláde lafigura de Ricardo Balbín en quien laconducción videlista
depositaba las mayores expectativas. Estos contactos eran más frecuentes y natu-
ralizados de lo que 110S permite recordar elanacronismo de ver esos años a laluz
de laimagen pública que el Proceso adquirió después de 1981, del fracaso de
Malvinas y del informe de la CONADEP. En los días de mayor consenso, por
debajo de lacomunicación ejercida desde lacúspide del régimen, los jefes milita-
res duros y blandos que buscaban proyectarse en lasucesión de Videla, mul-
37 Marcos Novaro
y
Vicente Palcrmo, op . at., p . 246.
38 l . a expr es ión per tenece a Jor ge Lui s Borgcs ,
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40011:,/H~L'II':I.SIlU.lN
LA ('LTIM,\
DICL\l)l'R,\
(In('-19H:\) I 401
tiplicaban los almuerzos y planes a futuro con políticos, gremialistas, asociacio-
nes intermedias
y
personalidades públicas, Los periódicos
y
medios de comunica-
ción solían estar de buen humor y una atmósfera de normalidad envolvía a la
Argentina aislada, junto a las otras dictaduras del Cono Sur, de las denuncias que
proliferaban en Europa y México,
De diversas maneras estos contactos se extendían a la sociedad a través de los
medios de comunicación, especialmente los medios masivos que secuidaban de
alinearse explíci tamente con el régimen pero que contribuían a crear un clima
de opt imismo, En su estudio sobre los medios gráficos del per íodo, Eduardo
Blaustein y Martín Zubieta procuraron reconstruir el discurso promedio de
la prensa gris , esdecir, elrol de los medios más populares y no específicamente
apologético s como la revis ta Gente, ni denunciantes como el BuenosAires
Herald. La prensa media contribuyó alenlace del régimen con la sociedad en la
medida en que ocultó el horror, neutral izó sus edi toriales, impersonal izó los
verbos de las acciones represivas y,sobre todo, contr ibuyó a instalar laagenda
de temas de adminis tración que normalizaban laimagen del régimen
39
•
En cuanto alsegundo umbral de laprogresión, laobediencia de lamayoría social
nos lleva a recorrer los mecanismos complejos de sometimiento
y
consenso que
en algunos casos eran ante riores al golpe . No todo lo que contribuyó a que la
dominación fuese efect iva surgió de la iniciat iva del régimen sino que exist ían
procesos previos a marzo de 1976 que cooperaron con la subordinación general.
Comenzando por lacultura del miedo, Juan Corradi señala que estaba profun-
damente vinculada a la sensación de caos que re inaba antes del golpe. La vio -
lencia desplegada por lasorganizaciones guerrilleras, los comandos sindicales y
lasfuerzas paraestatales antes de 1976, había reactivado el escenario hobbesiano
en el cua l un ciudadano teme tan intensamente a los otros, que prefiere estar
encadenado s i también los otros lo
están : .
El pacto implícito de seguridad
se habría desarrollado entre individuos privatizados en un proceso mediado por
la comunicación deformada.
A su vez , la re tirada al mundo privado se habría debido a una multip lic idad de
factores. Para Guillermo O'Donnell , el desgas te
y
la sensación de violencia
caótica habrían llevado a que muchos militantes sociales emprendieran lareti-
rada hacia laesfera individual. A esto se sumó laclausura impuesta por elrégi-
men que no sólo descansaba en métodos represivos sino también económicos,
en la medida en que la vuelta al mercado reforzaba el individualismo más
como instinto de supervivencia que como valor preeminente.
En este punto resta mencionar la sintonia que hubo entre elmacro autor itar is -
mo del régimen
y
elmicro despot ismo de miles de personas con autor idad civil
en sus micro contextos. Como explica O'Donnell en su estudio del cot idiano
durante la dictadura, s in la ayuda de los pequeños déspotas voluntarios el so-
metimiento no se hubiera establecido en los r incones de la sociedad . Uti li -
zando las metáforas de este autor, el régimen sol tó los lobos , la sociedad se
llenó de kapos
y
se patrulló a s ímisma : .
La imposición del silencio fue exitosa pero nunca absoluta. Incluso en los luga-
res más si lenciosos, elcontrol de lamurmuración resultó imperfecto en lame-
dida en que surgieron voces oblicuas dispues tas a sal tar el cerco con gestos
sutiles. Pero en líneas generales, durante los primeros cinco años (hasta el des-
hielo de 1980), el régimen consiguió impedir que resurgiera la deliberación
en los ámbitos públicos
y
colectivos.
Ingresando alumbral de laresistencia, lavisión de los analistas sobre la actitud
global de laclase obrera varía de acuerdo a s ise contempla lo suficiente que el
mundo del trabajo fue el lugar más embestido por la dictadura . Los balances
pueden resu lta r opuestos porque no todos contemplan en igua l medida que
dominación y resistencia son fuerzas interdependientes que deben medirse
en relación recíproca: el t rabajo a reglamento en t iempos de dictadura puede
indicar una resistencia tan s ignificativa como la toma de una fábrica en t iem-
pos de legalidad democrática.
Así, para Francisco Delich, entre 1976
y
1980 seregistró el período más exten-
so de inmovil idad s indical desde 1955, dentro del cual la burocracia de los
gremios fue sustituida por la burocracia estatal, altiempo que se desmoronaba
la solidaridad obrera
y
el lugar de trabajo se convertía en un ámbito de pura
productividad y mecanización'? .
En cambio, para Pablo Pozzi lasformas huelguísticas y no huelguísticas de
laresistencia obrera como los sabotajes a la producción
y
otras formas de r e s i s
tencias
moleadares,
impid ie ron que el régimen lograra someter a los traba ja-
dores en función de la hegemonía del capital monopólico, lo que a la larga
conllevaría al fracaso global de'la dictadura ',
39 Eduardo Blaustcin y Martín Zubida:
Dec/amos
c ry er . L a p re ns a a rg mt il la b aj o
el
Proceso,
Bueno s Air es , Col ihuc , 1998 ,
p,
49y 55.
40 Juan Corradi: La cultura de l mie do en la s ocie dad c ivil: refle xiones y propues tas , en
' I~idoro Chcrcnsky (cornp. ):
Cr is is y
transformadon
de los regí lJ1e 1esautoritarios,
Buenos
Aires, Eudcba, 1985, p, 173,
41 Gui llcrrno O'Donncll : Democracia en , \rgent ina: micro y macro ,en Oscar Oszlak (comp.) ,
' P roce so , r r i. r is y
trausiao»
democrática, tomo 1, Buenos Aires, CE'\L, 1984, pp, 17-
18,
42 F ranc isco Dcl ich: Después de l d il uvio, la c lase ob re ra , en Ala in Rouqu ió ( cornp. ),
Ar-
ge l/ t il / a, hoy ,
Buenos A ire s, Siglo XXI, 1983,
43 Pablo Pozzi: O p oJ i dó lI o b r er a a l a d iaadnra Buenos Air es , Con tr apunto, 1988 , cap, 1.
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1
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• •
11
Lo cierto es que sólo en 1980 los gremios l levaron adelante 188 confl ictos en
los que intervinieron cerca de 1.800.000 trabajadores. Por contenido llue fuera
el despertar de la protesta obrera a partir de ese momento, los anal is tas de la
dinámica del régimen advierten que tuvo importantes efectos en la dictadura.
Junto con el deshielo en ciertos ámbitos culturales de la sociedad, la primavera
de los gremios recordó la pesadilla que los militares más temían y se transfor-
mó en otro motivo de presión que impulsó al régimen a la búsqueda de solucio-
nes milagrosas como Malvinas.
Pero, sin duda la resistencia más frontal de los primeros años la encarnaron los
militantes de las organizaciones armadas
y
los familiares de los desaparecidos.
Los primeros alentados por la ética del coraje y una visión de futuro basada en
la inminencia del triunfo revolucionar io. Los segundos movidos en primera
instancia por la desesperación.
Comenzando por los primeros, ¿de dónde provenía la audacia que llevó a
Montoneros y al ERP a demorar un repliegue estratégico a 1.I:nunto que resul-
taría letal para muchos de sus militantes y para las propias organizaciones? Las
autocríticas posteriores que hicieron las propias conducciones dejan ver que la
resistencia armada contra ladic tadura se sostenía no sólo en el espíritu de lucha
que caracte~izaba a la subjetividad de los setenta , sino también en una visión
distorsionada de la correlación de fuerzas. La sobrestimación de las posibilida-
des de éxito habría perdurado más de la cuenta debido a que las organizaciones
se habían jerarquizado en férreas estructuras de mando conforme a sumili tari -
zación. Los militantes de a pie se veían atados a l a decisión de las conducciones
cuyas autocriticas por demorar el repliegue resultarían tardías. Tanto l~s lí~e-
res montoneros como los erp-perretistas pensaron que la llegada de los milita-
res al poder provocaría el surgimiento de un poderoso ejército popular, sin
tomar nota del aislamiento que venían sufriendo a partir del repliegue de las
masas y de un buen número de sus militantes periféricos. Aferrados a una
mirada de la historia que vaticinaba el triunfo, apostaron ciegamente al
voluntarismo almomento de creer, por ejemplo, que sus dirigidos podrían so-
portar indefinidamente la tortura o que la organización en células los protege-
ría sufic ientemente de lacacería de los Grupos de Tareas.
Hasta la escalada represiva iniciada en mayo de 1977, el ERP-PRT resistió en
diversos niveles, lanzando algunas pocas acciones selectivas pero sumamente
audaces como laOperación Gaviota (febrero de 1977) en la q ue por poco no se
logró dest ru ir el avión presidencial en el que viajaban Videla
y
Martínez de
Hoz. Por su lado, la organización Montoneros llevó adelante en 1977 más de
600 acciones, entre las que se destacaron e secuestro de empresarios vinculados
con la represión, acciones de sabotaje a fábricas e infraestructura , ladestruc-
ción de un cuartel general en La Plata, un atentado contra el 'Ministerio de
Defensa
y
otro dirigido a Vide a en octubre de 1977~~
A diferencia de los militantes de las organizaciones armadas cuya capacidad de
resistir se apoyaba en la exper iencia previa, las Madres de Plaza de Mayo se
constituyeron en suje tos de la resistencia durante los días más cruentos de la
dictadura. Muchas de ellas eran amas de casa)' sus relatos sobre e momento en
que comenzaron a girar alrededor de la Pirámide de Mayo dan cuenta de la
intemperie inicial. Al romper el silencio que observaban los partidos políticos
y la Iglesia , las Madres de Plaza de Mayo quebraron el aislamiento que envolvía
a la sociedad, y así se constituyeron en el sujeto político esencial de los años
totalitarios. Como señala Héctor Leis, la política como vida justa y buena tuvo
que ir a buscar su voz al úl timo rincón de lo privado , e l espacio público de lo
político fue así reconstruido desde lo biológico-ético : : Las Madres de Plaza
de Mayo convocaron a la primera concentración pública desafiante dela clausu-
ra impuesta por el régimen
y
en su apelación almundo enfrentaron la represión
yel fervor nacionalista que los comunicadores del régimen direccionaban con-
tra ellas.
¿De dónde provenía la fortaleza de quienes terminarían encarnando el sujeto de
resistencia más persis tente? Por obvio que parezca, todo partía de sucondición
de madres, razón por la cual no han faltado enfoques centrados en la cuestión
del género. Pero, en cuanto a otros móviles que impulsaron su lucha, fue singu-
lar la situación de búsqueda que debieron afrontar. En 1981,Julio Cortázar
advertía que ladesaparición forzada de personas, más que cualquier otra forma
de asesinato, producía una presencia abstracta resistente a laidea de ausencia
final. Los mil itares no habrían previsto hasta qué punto el ocultamiento y la
negación de los crímenes reforzarían la desesperación yel temple de los farni-
liares de las víctimas, constituyendo un sujeto singular de lucha por la apari-
c ión, laverdad y la justicia. Lapresencia abst racta de los desaparecidos, expre-
sada iconográficamente en las siluetas , revertiría en permanente reacción contra
la impunidad, el pacto de silencio y la indiferencia inicial de laopinión pública
y de buena parte del conjunto social.
Por lovisto hasta aquí, podemos acordar que fuera de laresistencia protagonizada
por las víctimas más directas delarepresión y del desguace económico que afectó
inmediatamente a la clase trabajadora, el régimen acumuló, en los sectores me ..
44 Richard Gil lcspic,
Solr/t/(foJde Pe rán. Los Mo ntoueros,
cap, 6: I.a retirada hacia el exte-
rior del país (1976-1981) , Buenos Aires, Grijalbo, 1987.
45 l Iéctor Ricardo Lcis,
El Il¡o¡lÍmieJl/opor
10J
derechos hlllnaJlOS)1 la polítit'a argen/illa/1,
Buenos Aires, CI~¡\L, 1989.
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1.11L'I:I'IM/\ DICT/\I)l J(,\
(197ú-19Hl)
I 4 5
dios r altos, más consentimiento de lo que luego admit iría la sociedad en su
rechazo a la dictadura. A medida que lademocracia fue i luminando lo más
5ClI
ro del período, dos preguntas comenzarían a ser formuladas con mayor frecuen-
cia: ¿en qué sentido podia afirmarse que la sociedad había sido cómplice o
responsable ya no de golpe, sino del genocidio que e régimen había llevado a
cabo? Dejando de lado laparticipación directa de empresarios , Iglesia, dirigencia
conservadora y una parte del peronismo de gobierno nacional y provincial del
año 75, ¿podía cuestionarse laalegada inocencia del conjunto social que había
producido numerosas imágenes de acompañamiento al régimen?
Hugo Vezzetti afirma que si bien en Argentina no hubo un despotismo desde
abajo, artífice del exterminio, existieron responsabilidades colectivas en la im-
plantación de la dic tadura que lo llevó a cabo? . En su estudio de memoria
social abocado areconstruir los olvidos colectivos que permitieron argumentar
la inocencia del pueblo , Vezzett i sostiene que lav isión de guerra del Ejército
fue compartida por diversos sectores de la sociedad cuyo l lamado alorden ha-
bría estado más cerca del acc ionar de los verdugos de lo que la memoria del
conjunto estaría dispuesta a admitir.
Más allá de las impresiones , hasta el momento han avanzado muy poco los
estudios sobre las adherencias y rechazos de lasociedad. Apenas ha comenzado
a desarrollarse una historia desde abajo , socialmente discriminada, que nos
permita comprender los diversos modos en que la gente corr iente de los di-
versos segmentos sociales interpretó la dictadura. La dicotomía inocencia/ com-
plicidad impide comprender la experiencia diversa, confusa y cambiante de los
distintos sectores sociales que evaluaron los primeros años de la dictadura a la
luz de una traumática experiencia previa. Los diversos modos de valuar alrégi-
men no sólo se vinculaban con las visibilidades propias de cada lugar de la
estructura social, sino también con la cercanía o lejanía de los circuitos de in-
formación alternativos que permitieran poner en duda la d esinformación or-
ganizada de la propaganda oficial}' los medios masivos . En otras palabras, la
dicotomía entre sociedad inocente y verdugos voluntarios impide ver la
variedad de matices existentes entre el saber y e l no saber , lo que la gente
observaba directamente a su alrededor e indirectamente a través del cristal de
los medios manipulados, las diversas razones evasivas y no evasivas por lasque
el genocidio tardó en ser objetivado. El anestesiamiento de las conciencias
morales , el fantasma de ladisolución nacional , lapr ivat ización de los indi-
viduos , el miedo , la culpa , la impotencia , e l desconocimiento since-
ro o el preferi r no saber , const ituyen sólo algunos de los ingredientes que
interactuaron en diferentes proporciones sobre la conciencia de mil lones de
argentinos que no dejaron de ser víctimas de aquella dictadura aunque tardaran
en reconocer lo. Reconstruir de qué manera ellos procesaron mentalmente las
ficciones que elrégimen montaba, es ins talamos en la circunstancia de quienes
seencontraban básicamente aislados de cualquier contradiscurso.
Algunos episodios ponen de manifiesto esta complejidad. En su libro sobre
Malvinas, Horario Verbi tsky narra un hecho que ilustra a pequeña escala el
proceso de conocimiento que debía a travesar buena parte de la s ociedad.
Tras lallegada de lacomisión inspectora de laOEA, el locutor deRadio Rivadavia
José María
Muñoz
arengó a los hinchas de fútbol que habían ganado lascalles
para festejar el triunfo del seleccionado juvenil en Japón. Les propuso que fue-
ran a la sede de la OEA para demostrar a los funcionarios extranjeros que los
argentinos vivían en paz
y
en l iber tad, conformes con la autor idad mili tar.
Cuando los hinchas llegaron al lugar, en la Avenida de Mayo, encontraron a
cientos de personas que aguardaban en fi la para presentar las denuncias por la
desaparición de sus familiares. Cuenta Verbitsky: Las columnas que, incitadas
por elseñor Muñoz yguiadas por un dispositivo policial, se acercaban a laOEA
tomaron contacto con una realidad nueva que ignoraban y que los conmovió, al
observar esas cuadras cubiertas de compactas colas de deudos silenciosos, casi
todas personas mayores, mujeres y niños, que aguardaban turno para dejar cons-
tancia de su angustia en un formulario de la Comisión. Dos rostros del país se
miraron a los ojos y a par ti r de all í ya nada volver ía a ser igual. Los desapareci-
dos aparecían finalmente con un peso en la política argentina que no cesaría de
crecer en los años siguientes : .
6. Las convocatorias nacionales de la última dictadura
46 Ilugo Vczzctti, Pasado y Presente. Guerra, dictadura y sociedad eNla Argel/fil/a, Buenos
Aires, Siglo XXI, 2002, p. 49.
A diferencia de las dictaduras anteriores y de sus contemporáneas del Cono Sur,
el Proceso evitó elinmovilismo de una manera inédita en lahistoria del país
y
de laregión: casi nunca dejó de proponer una empresa belicista de convocato-
ria nacional contra un enemigo por ella construido.
Primero fue la llamada guerra contra la subversión , el enemigo que había
unificado a los militares en el pacto de sangre que los condujo al poder desde
donde ese enemigo fue proyectado hacia lanación toda. La amenaza debía ser
aniquilada mediante una acción mancomunada del Estado y la sociedad: un
47 l loracio Vcrbitsky, op .
at.,
pp. 111-112.
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-------------
40611:Z1·:<~UI·].SI1U.IN
puesto de lucha para cada ciudadano , había dicho Vidcla en su discurso inau-
gural. Luego fue instalada, de la noche a la
mañana,
la guerra con Chile que no
llegó a concretarse pero que, a través de consignas y simulacros, el régimen
instrumento en 1978 para conectarse nuevamente con la sociedad mientras la
preparaba para un conflicto armado. Al mismo tiempo
y
avanzando hacia 1979
y 1980, fueron llevados al primer plano de la enemistad nacional quienes su-
puestamente promovían la campaña antiargentina : familiares de desapareci-
dos y exiliados que denunciaban el genocidio desde elexterior, losjugadores de
la selección holandesa que un día antes de la final habían visitado a las Madres
de Plaza de Mayo, o los inspectores de laComisión de laOEA que arribó alpaís
en 1979. Por último, la reconquista de Malvinas en manos de los usurpadores
ingleses. Las islas debían ser recuperadas sin dilación.
Es sabido que lasdictaduras son más propicias a entablar conflictos bélicos que
lasdemocracias porque necesitan de lasguerras más que aquéllas para resolver
sus contradicciones con la sociedad unificando el frente interno alinvocar la
unión sagrada . Pero enArgentina ninguna de las dictaduras anteriores había
arrastrado a lasociedad a una guerra, nihabía estado cerca de hacerlo. La nece-
sidadde presentar en todo momento un enemigo nacional frente alcual convo-
car alos argentinos debió ser particularmente perentoria en este caso porque el
último régimen militar rara vez se privó de ello y porque estuvo dispuesto a
construir a los enemigos en todo momento .
. 1) Un primer factor se relaciona con lanecesidad que en general presentan los
regímenes autoritarios de justificar supresencia en elpoder aduciendo que las
amenazas contra lanación no han cesado. Es decir que para presentarse como
regfmenes de ex repaán para tiempos de emergencia deben renovar el escenario
de las supuestas emergencias nacionales .
2) Un segundo elemento para explicar las guerras de la dictadura fue, otra
vez, la competencia
in terna po r el po der.
Como en la represión y el genocidio, a
propósito de lasguerras con otras naciones, los duros presionaban a los blan-
dos para ganar posiciones, mientras éstos intentaban mostrarse no tan blan-
dos con tal de conservar su liderazgo en las fuerzas. No escasual que la guerra
con Chile y la reconquista militar de Malvinas hayan sido impulsadas por la
Armada (Massera yJorge Anaya) tanto como por los duros del Ejército que
competían por elpoder: Benjamín Menéndez, Suárez Masón, Santiago Ornar
Riveros y , más tarde, Galtieri. Quien más decidido semostrara seduciendo a las
fuerzas con promesas de triunfos históricos, ganancias patrióticas y suculentos
aumentos en la compra de armamentos, ganaría apoyo en un lugar decisivo: el
cuerpo de generales del Ejército, quienes reunidos constituían lainstancia de-
cisivapara la sucesión presidencial. De hecho, concitando el apoyo de este cuer-
po fue como Galtieri logró la destitución de Viola para asumir la conducción.
( ,, , , , ,D e , ~ ; ) , 4 0 1
•
•
4
4
Peroantes de que eso tuviera lugar, fue durante el conflicto con Chile cuando la
competencia interna depoder puso de manifiesto loprecario que era ellidcrazgo
militar de Videla
y
la falta de conformación institucional de un régimen deter-
minado por internas aplazadas pero no resueltas. Dos cosas que contrastaban
con ladictadura chilena. La estrategia de Masscra desde que el conflicto con
Chile quedó planteado cuando el gobierno argentino consideró nula la resolu-
ción del laudo inglés, consistió en promover a Suárez Mason a la jefatura del
Ejército, emitiendo discursos belicistas en las bases militares del Sur con el
objetivo de ganarse elapoyo de los jefes de los cuerpos y regimientos. Mientras
Videla y Viola apostaban a una solución diplomática mediada por elVaticano y
Estados Unidos, Massera entablaba contactos con elEjército de Bolivia en bus-
ca de un potencial aliado para laguerra. Presionando a la conducción, los cuer-
pos del Ejército argentino comenzaron sus aprestos para el combate. Lanzaron
gritos de guerra y movilizaron tropas altiempo que diseñaron elataque argen-
tino. Frente a ello, Videla evidenció su condición de mero
primuJ
in ter
pares
entre los generales delEjército cuando accedió a fumar el decreto que autoriza-
ba la invasión argentina denominada Operativo Soberanía cuyo inicio se fijó
para el 20 de septiembre de 1978. Entre
L1 S
distintas hipótesis que contempla-
ba elalto mando argentino ftguraba la regionalización de la guerra en el caso
muy probable de que Bolivia
y
Perú intervinieran contra Chile,
y
en el caso
menos probable de que Brasilia hiciera contra Argentina buscando reconsti-
tuir el equilibrio regional .
¿Cuáles eran las principales motivaciones de los mandos que impulsaban una
aventura de este calibre? Además del triunfalismo basado en una supuesta su-
perioridad de la infantería argentina compuesta por soldados invictos , exis-
tían otros impulsos e ilusiones belicistas. Como señalan Seoane y Muleiro, la
guerra era necesaria para crear un escenario donde reinaran quienes mandaban
en sus armas . El oportunismo de los postulanres a lajefatura del Ejército que
como Galticri alternaron de una posición moderada auna belicista de acuerdo
con las circunstancias de lainterna militar, pone de manifiesto que lasoberanía
de las islas no era lo primordial.
3) En tercer lugar, la apelación a I? nacional permitía alrégimen congraciarse
de múltiples maneras con la sociedad y construir la imagen de una nación
cohesionada por intereses transversales al conflicto entre las clases: 25
mi-
llones de argentinos jugaremos elMundial , unidos esmás fácil , rezaban las
consignas en
LUlO
y otro momento llamando a la confraternidad después del
48 Bruno Passarclli, El delirio .Arorado. Argel/filla y Chile, 1 gllrrra 1m cl,i/o Papa,
Buen Aire , Sudamericana, 199::1,
pp.
39-41.
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40811:Z1''<~ULI.~II(J.lN
1.'\ LlI:nM,\ DICI'¡\I)UIt,\ (lnú·19H:1)
I
409
fratricidio . Que el llamamiento tuviera éxi to era vital para un régimen que,
como vimos, había desechado por igual los plebiscitos del s í y el uso de las
corporaciones, al tiempo que carecía por completo de recursos car ismáticos
aunque algunos jefes procesistas como Massera pretendieran tenerlo. La dicta-
dura que había atomizado a lasociedad destruyendo asociaciones de base debía
reunir a esos mismos individuos en otro tipo de convocatoria, en un reencuentro
colectivo prefigurado por su voz rectora. El régimen terminó de descubrirlo
durante el Mundial 78: en un contexto de exaltación triunfalista era posible
dirigirse a una multitud modelada por discursos adula torios sin que el alma
colectiva notara la contradicción que exist ía entre esos elogios y el cercena-
miento del derecho a voto. Cualquier t riunfo que pudiera ser exhibido como un
logro nacional, desde la consagración de una Miss Universo argentina, o el
buen desempeño de un tenista o un automovilista en lacompetencia mundial,
contribuía a dulcificar larelación sobre la base de ocultar lo más evidente .
A su vez, en cuanto a laguerra con Chile y de Malvinas, elEjército nocturno
encontraba la oportunidad de transf igurarse en diurno , cambiando guerra
sucia por guerra limpia , buscando un acercamiento con la sociedad que no
habían conseguido en sullamamiento contra la subversión. El caso del teniente
de navío Alfredo Ast iz lo i lustra claramente: guerra mediante, el alias rubio
de larepresión clandestina mutaba por unos días en conductor de los comandos
Lagartos Argent inos , narrados como héroes de la resistencia nacional en las
Georgias del Sur.
4) Un cuarto factor interviniente en el conflicto con Chile y más aun durante
Malvinas refiere a los impulsos comúnmente denominados huida hacia ade-
lante . Cuando los militares advirtieron que más tarde o más temprano buena
par te de laopinión pública mundial y de la sociedad argentina los iba a obl igar
a rendir cuentas por sus crímenes, lanecesidad de permanecer en elpoder ape-
lando al nacionalismo con su manto de confusiones se hizo más urgente que
nunca'-Aesto se sumó el derrumbe económico de 1981, el resurgimiento de la
protesta obrera y elagravamiento de lacompetencia interna de poder que ame-
nazaba con fragmentar alrégimen desde arriba.
En verdad, todos los caminos y los fracasos de la dictadura condujeron a una
salida como Malvinas, tan ignorante de la historia del siglo XX como de la
historia de las guerras: el f racaso para esconder el genocidio o consensuar su
impunidad. El fracaso económico dificil de soslayar en una situación de banca-
rrota, y elf racaso pol ít ico almomento de criar lo que Videla denominaba una
descendencia civil del Proceso que no fuera el antiproceso . Durante la presi--
dencia de Viola, en el año 1981, se evidenciaron estos fracasos justo en el
momento en que la conducc ión militar se había quedado sin convocatorias
nacionales para distraer a los argentinos. La desorientación política que el régi-
men sufr ió cuando perdió la iniciativa de convocar, reveló lo necesarias que
estas maniobras nacionalistas eran para su continuidad. El inmovilismo en el
poder durante lapresidencia de Viola coincidió con el fracaso de enmendar al
Proceso a los ojos de la sociedad justo en el momento en que se producía el
derrumbe económico y un deshielo social y cultural que los militares no logra-
ban detener; . Tan profunda fue la sensación de pérdida de rumbo que, por
primera vez desde marzo de 1976, los duros del Ejército arrebataron elcon-
trol a laconducción Videla-Viola, destituyendo a este último en favor de Galtieri:
un general decidido a recuperar la iniciativa por medio del más audaz de los
llamamientos nacionales. Galtieri asumía la presidencia con la idea fija de
Malvinas, La corporación mil itar apostaba a un general decidido a romper la
encruci jada mediante la reconquista de una parte del terr itorio nacional muy
anhelada por la sociedad.
Los analistas no han terminado de explicar lairracionalidad de Malvinas; cómo
laconducción mili tar se embarcó en una guerra tan desventajosa. Pero es evi-
dente que el tamaño de la aventura que el régimen estaba dispuesto a empren-
der secorrespondía con lamagnitud de sus necesidades, de sus fracasos y tam-
bién de las frustraciones golpistas anteriores a 1976 que el Proceso cargaba
en sus espaldas. La pesadilla que empujaba a los militares a una acción desespe-
rada como Malvinas estaba compuesta de las imágenes de 1969 y 1973: renaci-
mientos de la protesta social que habían señalado el fracaso rotundo de los
proyectos golpistas de 1955
y
1966. Esas imágenes eran nuevamente evocadas
por elresurgir de laprotesta en 1981
y
1982, Ylos militares estaban dispuestos
a cualquier emprendirniento con tal de evitar su repetición.
De este modo, Argentina, que había atravesado la época de los nacionalismos
sin enredarse en los conflictos mundiales más destructivo s de la humanidad
(primera y Segunda Guerra Mundial), se veía envuelta en una elemental expe-
riencia de distorsión nacionalista. Tardíamente había llegado lahora de lo que
en 1948José Luis Romero definía como lapesadilla nacionalista con todas sus
confusiones entre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo
falso . Una confusión de estas dimensiones permit ió que el2 de abr il de 1982,
día del. desembarco en las islas , Galt ieri fuera aclamado por añadidura en las
plazas del país, en las escuelas y en los cafés, en los estadios de fútbol
y
en las
colas de los bancos. La ceguera fue compar tida por los mil itares y buena parte
49 Alberto R. joreJán, op . cit .,
p.
127.
50 Véase un excelente análisis de este per iodo en Marcos Novaro
y
Vicente Palcrrno, op .
at.,
cap. V
Q
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1,\ L'I.'J'JI\liI DICI·,\Dl'J(;\ (1~7('-1~H.')
I 411
de la sociedad que se limitó a actuar como si ignorara los peligros que se aveci-
naban. Tomados de la mano, unos y otros se aferraron a las ilusiones que la
corporación militar fabricaba, en primera instancia, para sí misma. Al princi-
pio, se mantenía la ilusión de que Inglaterra no respondería. No se percibía que
para la refundación conservadora liderada por Margaret Thatchcr laguerra sig-
nificaba una oportunidad espléndida para superar sus propios fracasos después
de tres años de tozudo neoliberalisrno.
Pero
pronto se biza evidente que Ingla-
terra sírespondería, que de hecho una de las armadas más poderosas del mundo
estaba en camino,
y
con la asistencia de su al iado histórico, Estados Unidos.
Entonces se renovaron ilusiones basadas en la leyenda del soldado criollo que
nunca había perdido una guerra, o en el voluntarismo de los argentinos que si
era necesario volverían a tirar acei te hirviendo desde los balcones como en
1807 .
LáS primeras víctimas de este lance politico-bclicista fueron los conscriptos
muy jóvenes e inexpertos (muchos de ellos con pocos meses de instrucción) que
formaron un alto porcentaje de los cerca de 10.000 soldados argentinos que
combatieron en Malvinas. Mal equipados, debieron enfrentarse a dos enemigos
que la geografia y el clima hicieron más temibles, dos enemigos que en la
posguerra habitarían sus pesadillas simultáneamente: en el frente, la maquina-
ria militar inglesa que contaba con soldados expertos, bien pertrechados. En la
retaguardia, la negligencia de los mandos argentinos, que en muchos casos des-
cargaban sus temores maltratándolos con sadismo. De lado argentino, elsaldo
humano de la guerra fue de 649 soldados muertos (323 murieron en e hundi-
miento del Crucero General Belgrano que fue atacado cuando navegaba fuera
de la zona de exclusión militar declarada por Gran Bretaña), cerca de 1.300
heridos, y cerca de 350 ex combatientes (cifra estimada al 2006 por organiza-
ciones de veteranos de guerra) que se suicidaron en la posguerra.
Si Malvinas implicó e colmo de la irracionalidad transmitida de arr iba hacia
abajo, es importante distinguir su nacimiento dentro de los cuarteles de su
irradiación triunfalista a la sociedad a través de más penetrante operativo de
comunicación .
Una vez iniciados los aprestos para la guerra, correspondió a los medios instalar
primero e optimismo y luego e triunfalismo cuando las acciones bélicas co-
menzaron. Lo narrado por los primeros comunicados de guerra impusieron el
estamos ganando con laasistencia de operaciones de prensa que soslayaban o
falsificaban hechos, y que inventaban la existencia de armas milagrosas y de
circunstancias favorables, que supuestamente inclinarían las posibilidades del
triunfo para Argentina. Sería la última fantasía impuesta por e régimen a la que
gran parte de la sociedad se aferraría intensamente. De todas las falsedades y
autoengaños que e Proceso había montado sería también la de más corta
duración. Pero en los primeros tiempos gozó de un apoyo masivo porque era
transmitida en un contexto de uniformidad pública sin precedentes, y porque
se trataba de una población modelada infantilmente para escuchar los relatos
del poder, sobre todo cuando e relato apelaba a un sentimiento nacional arrai-
gado como e de Malvinas, Sin duda que cuanto más vuelo remontara el sueño
triunfalista peor sería e impacto de la vuelta a larealidad. Eso sucedió repenti-
namente a partir de los comunicados 164
y
165 que para sorpresa de muchos
anunciaron livianamente
y
con eufemismos la rendición argentina, desatando
la reacción callejera más colérica hasta el momento.
El fracaso de Malvinas, junto a la crisis económica que renacía a la conciencia
civil una vez apagada la euforia nacionalista, dio lugar a un estall ido de protesta
que fue encauzado por una Multipartidaria dispuesta a absorber la crisis del
modo más cauto
y
controlado que le fuera posible. El poco tiempo que medió
entre la rendición de Malvinas, el grito social reprobatorio
y
la autorrenuncia
de régimen a seguir intentando alguna otra cos,. que no fuera cubrirse las es-
paldas por las denuncias contra sus crímenes, hizo que fueran factibles dos in-
terpretaciones sobre e
final
de la dictadura. Muchos de los partícipes creían
que su propio grito era la causa de derrumbe al que asistían, es decir , que se
trataba de un auténtico derrocamiento. Otros percibían que las movilizaciones
crecientes no hacían otra cosa que leña de un árbol caído por sus propios fraca-
sos, es decir que se había tratado de un autoderrumbe . La discusión tenía
importancia porque era evidente que las diferencias entre una democracia con-
quistada desde abajo o cedida desde arriba por elcorrimiento de una dicta-
dura fracasada, se harían notar, para bien o para mal, en los años siguientes sin
perjuicio del sincero sentimiento de liberación que los protagonistas tuvieran
mientras durara la sensación de primavera política.
Los militares abandonaron el poder en un contexto de repudio y descrédito social
que no tenía antecedentes en Argentina ni en América del Sur. El descrédito de la
corporación militar alcanzaría niveles tan altos que e país del golpe de Estado
intermitente dejaría de producirlos. ·Así, ladictadura que en materia de modelo
de acumulación capitalista había abierto un ciclo, parecía cerrar otro en lo refe-
rente a los goli. de Estado. Esta arnbivalcnte combinación de consecuencias -
democracias socialmente valoradas que debían afrontar herencias económicas de-
sastrosas- daría lugar a la .Argentina más pobre
y
más democrática que había
existido hasta el momento.
Comparada con el final de la dictadura chilena, que se fue imponiendo los
tiempos y las formas de la transición, la dictadura argentina abandonó e poder
velozmente, sin llegar a planificar su impunidad con la misma parsimonia, ni a
1 l loracio Vcrbirskv, op . at. cap.l ó
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conseguir imponer suvisión de los hechos sobre extensos sectores de lasocie-
dad como sucedió en el país trasandino. Considerando que fueron dos dicta-
duras igualmente sanguinarias, el contraste de sus finales nos lleva a formular
una última pregunta contraria a los hechos: ¿cómo hubiera procesado lasocie-
dad argentina el genocidio si los militares no hubieran dejado una econonúa
quebrada ni una frustración colectiva tan imborrable como Malvinas?
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