Post on 22-Jan-2018
UNIDAD EDUCATIVA COLEGIO EL CARMELO
AULA INTEGRADA
LAS ACACIAS - CARACAS
Son muchas las que comparten un rato con
sus hijos. El juego y la actividad al aire libre
o en cualquier otro espacio donde es
compartido con otro niños, suponen
importantes beneficios para ellos para el
disfrute de los más pequeños. Sin embargo,
estos espacios aparentemente idílico, un
espacio de juego y diversión, puede ser un
espacio donde afloren los conflictos entre
los niños, un espacio sin ley, donde a
menudo se impone la ley del más fuerte.
Para las familias los conflictos pueden ser
un gran desafío: niños mayores que no
dejan jugar a los más pequeños, niños que
acaparan los juguetes, lanzan objetos,
incluso empujones y golpes, entre otros.
Ante estas actitudes y conductas de los
niños, a menudo nos vemos limitados y no
sabemos cómo atajar la situación
Los conflictos de los niños
Los conflictos durante el juego son muy comunes.,
ya que los límites y las normas no están del todo
claros entre ellos a pesar que tanto en el
colegio y el hogar siendo estos ambientes
estructurados. Sin embargo en los espacios
abiertos tales como parques no están delimitadas
las figuras de autoridad, en el colegio los
niños saben que estas figuras son los docentes,
pero en el parque quedan difusas, no todos los
adultos presentes son figuras de autoridad.
Los conflictos pueden en estos espacios y a
menudo los adultos observamos de manera
pasiva esperando la intervención de los
adultos a cargo del niño que causa
problemas o que intenta imponerse. Pero en
muchas ocasiones, el mencionado adulto no
aparece y observamos desde lejos como
reaccionan los niños, es entonces cuando
surgen las dudas ¿Debemos intervenir?
¿Cuándo debemos intervenir? ¿Cómo
debemos hacerlo?
1. En primer lugar cuando observemos un conflicto,
debemos mantenernos en la distancia. Esto puede
que sea una de las labores más complicadas para
los padres, pero es importante dejar que el niño
intente solucionar sus conflictos y que aprenda a
hacerlo. Si intervenimos nosotros sin dejar que
ellos lo intenten, le estamos diciendo al niño lo
siguiente: Intervengo yo, porque lo hago mejor que
tú y tú no puedes hacerlo. Además observar cómo
reaccionan los niños a los conflictos nos aporta
una información sobre su forma de ser y actuar.
2. Puede ocurrir que el niño responda
ante los conflictos de manera asertiva.
Por ejemplo pidiendo que le dejen
tirarse por el tobogán, diciéndole que
todos tienen derecho a jugar. En estos
casos, si se soluciona el conflicto, no
debemos hacer nada
3. También puede ocurrir que el niño
responda de forma agresiva y golpee o
ataque a los otros niños. En este caso
debemos intervenir llamando al
niño y ofreciéndole otras alternativas
4. La otra opción es que el niño responda de
forma pasiva y no haga nada ante el conflicto.
En estos momento es cuando debemos
esperar que los adultos responsables del otro
niño actúen, sino lo hacen o no están
presentes, podemos intervenir como adultos
intentando mediar. No podemos intentar
imponer ya que para los demás niños no
somos figuras de autoridad
5. También puede ocurrir que el niño nos
pida ayuda para solucionar el conflicto. En
este caso en lugar de hacerlo por él, le
daremos opciones de lo que puede hacer.
Esperando que todo lo explicado sea de
gran utilidad, les anexo un cuento para
completar la lectura y analizar como se
inician los conflictos y que pasa después.
LOS DOS MONSTRUOS
Érase una vez un monstruo que vivía tranquilamente en la ladera
oeste de una montaña.
En la ladera este de la montaña vivía otro monstruo.
Los monstruos se hablaban a veces a través de un agujero de la
montaña.
Pero nunca se habían visto.
Una tarde el primer monstruo dijo por el agujero:
¿Has visto qué bonito? El día se marcha.
¿Que el día se marcha? - respondió el segundo monstruo-.
¡Querrás decir que la noche llega, ceporro!
¡Zopenco! ¡No me llames ceporro que me enfado! - saltó el primer
monstruo.
Y se quedó tan disgustado que casi no pudo dormir.
El otro monstruo estaba también muy irritado, y durmió muy mal.
A la mañana siguiente el primer monstruo se sentía fatal después de
la mala noche que había pasado.
Se acercó al agujero y gritó:
¡Despierta, melón, que se acaba la noche!
¡No seas estúpido, cerebro de mosquito! - contestó el segundo-.
Eso es que viene el día.
Y agarró una piedra y la tiró por encima de la montaña.
¡Tienes muy mala puntería, palurdo! - gritó el primer monstruo
cuando la piedra cayó sin darle.
Buscó otra piedra más grande y la lanzó.
También esta piedra falló.
¡No tienes nada que hacer, patán, peludo, narizotas! - aulló
el segundo monstruo, y arrojó un pedrusco que desmochó
la cima de la montaña.
¡Eres un buñuelo de viento rancio y pringoso! - gritó el
primer monstruo lanzando una roca que desprendió otro
pedazo de montaña.
¡Y tú eres un alcornoque viejo y renegrido! - replicó el
segundo monstruo.
Esta vez, por variar, le dio una patada a una piedra enorme.
A medida que avanzaba el día las piedras iban siendo cada
vez más grandes y los insultos cada vez más largos.
Los dos monstruos seguían ilesos, pero la montaña se iba
desintegrando.
¡Eres un zoquete peludo, cebón, cabeza hueca y mandón! - gritaba
el primer monstruo tirando una nueva roca gigantesca.
¡Y tú eres un flan temblón, modorro, apestoso y cobardica! -
chillaba el segundo monstruo arrojando otra roca todavía más
grande.
Esa roca terminó por destruir lo que quedaba de la montaña y los
dos monstruos se vieron por primera vez.
Esto ocurrió precisamente cuando empezaba una nueva puesta de
sol.
¡Increíble! - dijo el primer monstruo soltando la roca que tenía
entre las manos -.
Ahí llega la noche. Tenías razón.
¡Asombroso! - respondió el segundo monstruo dejando caer su
pedrusco-. Tienes razón, es que el día se va.
Se reunieron en medio del desastre que habían
organizado y contemplaron juntos la llegada de la
noche y la marcha del día.
Pues ha sido bastante divertido – rió el primer
monstruo.
¿Verdad que sí? - rió el segundo -. ¡Lástima de
montaña!.