Post on 01-Apr-2016
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Capitulo 9
Marcelino
Champagnat pide a
Dios vocaciones. De
cómo Dios escuchó
su oración.
¿Qué pasó?
Las fundaciones de Saint
Sauveur y Bourg Argental
habían dejado vacio el
noviciado.
Los hermanos estaban
ocupados en las escuelas de la
parroquia…
Durante tres años se
recibieron 3 o 4 aspirantes.
Marcelino puso toda su
confianza en Dios. Siempre
acudió a María. (ofreció varias
misas y novenas.)
En 1822, Marcelino
encontró a un muchacho
tocando la puerta de Lavalla.
Yo había estado con los
hermanos de las Escuelas
Cristianas. Tenía fama
provenir de una familia
piadosa y pudiente.
Solo quería entrar con
los Maristas, el muchacho le
habló sobre su pueblo y las
vocaciones que allí podía
encontrar.
El P. Champagnat le
permitió quedarse unos
días en la casa. Pues
quería poner a prueba su
conducta.
Notó que su conducta era
ambigua, por lo que decidió
enviarlo a casa.
A lo que el muchacho le
respondió.
¿Me recibiría si le traigo media
docena de chicos buenos?
El muchacho le pidió
una carta. Y con ella en
mano partió a Saint-Pal-en-
Chalencon.
A los 8 días ya había
convencido a 8 jóvenes a que
lo siguieran a “Lyon”.
Cuando en realidad el
destino era Lavalla.
Todos, en el pueblo
de este muchacho, creían
que seguía siendo hermano
de La Salle y que los
jóvenes que había
convencido se dirigían,
precisamente, hacia ese
noviciado en Lyon.
A finales de marzo de
1822, los 9 muchachos se
pusieron en camino, con
mira a entrar al noviciado de
las Escuelas Cristianas.
Llegaron a La Valla
después de dos días de
camino.
¡Pero esto no es Lyon!
Aquí tenemos un noviciado.
Pasarán unos días aquí, luego
irán a Lyon.
La llegada del muchacho con
el grupo, sorprendió al P.
Champagnat
“Nos veía con ojos de
extrañeza, como si no nos
hubiese esperado”
Vino a nuestro
encuentro, preguntó
nuestras motivaciones y
dijo que no nos podía
recibir.
Dijo: Pasarán aquí la
noche, mientras el pensaba
que hacer.
La mayor parte de los
muchachos habían causado
una buena impresión al P.
Champagnat. Aún así se
negaba a recibirlos.
Temía que sus
motivaciones no fueran tan
elevadas o que su vocación
no hubiese sido lo
suficientemente probada.
El P. Champagnat pensaba
que el número de muchachos era
un exceso para la capacidad de la
casa. No había ni camas, ni
medios para recibirlos a todos.
Resolvió discutirlo
con los principales
hermanos. “Debo
consultar su estancia (…)
quien se quiera retirar
puede hacerlo”, les dijo a
los muchachos.
En consenso, los hermanos
decidieron admitir a los 9
muchachos, pues confiaban que su
llegada era resultado de la
providencia.
Fueron puestos a prueba:
Comúnmente debían:
- Trabajar en el campo todo el día.
-Guardar silencio.
-Vivir capítulo de culpas.
-Represiones y penitencias.
Con la condición de recibir
a los más pequeños el p.
Champagnat quiso
enviarlos a cuidar los
animales de los vecinos
Ellos aceptaron.
En ese momento, cabizbajo
por su disposición. El los
acogió en la casa.
Dijo uno: Se equivocan
al desconfiar de nosotros.
Quien quisiera estar en una
casa donde solo hay pobreza,
donde hay que aceptar las
reprensiones con respeto.
¿Qué nos atraía?
La profunda devoción a
María.
A los quince días de su
entrada, expulsaron a quien los
había encaminado. Por atentar
contra las buenas costumbres.
“El amor a la vida
religiosa sea cual fuere
su origen o su promotor,
solo puede proceder de
Dios”
De esos muchachos
surgió el autor de esta
biografía.
El instituto era muy
desconocido. Todos los
hermanos vivían en La
Valla o en un ambiente
parroquial.
El hno. Se entrevistó con
los curas del distrito para
dio a conocer la
congregación.
Los muchachos,
escribieron a sus casas,
contando que se
encontraban muy felices.
Eso motivó otras 4
vocaciones.
En 6 meses habían
20 novicios en aquella
región. Todos confiaban
en que los enviaba
Nuestra Señora de Le
Puy.