Pan Diario 13 De Febrero De 2009

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Salmos 51:8-13 Vuélveme el gozo de Tu salvación.

Salmos 51:12

¿En qué piensas cuando escuchas la palabra fresco? Cuando el clima es agradable, mi esposo y yo disfrutamos yendo al mercado de los productores agrícolas para poder comprar productos que fueron cosechados esa misma mañana. Para mí, fresco significa frutas y verduras recién cosechadas —no pasadas o malogradas, sino frescas y llenas de exquisito sabor.

Yo necesito ese tipo de frescura en mi relación con Dios. Yo también tengo demasiadas actitudes pasadas —impaciencia, crítica y egoísmo— y no tengo suficiente «benignidad, bondad, . . . mansedumbre», que son «el fruto del Espíritu» (Gá. 5:22-23).

Cuando David se arrepintió del pecado en su vida, oró: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio». Luego elevó una petición a Dios: «Vuélveme el gozo de Tu salvación» (Sal. 51;10-12). La confesión y el arrepentimiento de nuestro pecado renuevan nuestra comunión con el Señor y gozosamente nos permite comenzar de nuevo.

¡Qué mejor momento que hoy para pedirle a Dios que te dé un espíritu nuevo, una fe fresca, y una apreciación renovada de Él!

Señor, queremos que el fruto de nuestras vidas siempre esté «vigoroso y verde» (Sal. 92:14). Ayúdanos a experimentar Tu amor, compasión y fidelidad que «nuevas son cada mañana» (Lm 3:22-23). Amén.

      8      Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido.

      9      Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades.

      10      Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.

      11      No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu.

      12      Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.

      13      Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti.

51.7 En Egipto, los israelitas usaron manojos de hisopo para untar la sangre del cordero en los dinteles de las puertas de sus casas. Esto los mantendría a salvo del ángel de la muerte ( Éxodo 12.22 ). A través de este acto los israelitas mostraron su fe y aseguraron su liberación de la esclavitud en Egipto. Este versículo, por lo tanto, hace un llamado a la purificación por el pecado y a la disposición para servir a Dios.

51.10 Debido a que nacemos pecadores ( 51.5 ), nuestra inclinación natural es complacernos a nosotros y no a Dios. David siguió esta inclinación cuando tomó la esposa de otro hombre. También nosotros la seguimos cuando pecamos en cualquier forma. Al igual que David, debemos pedir a Dios que nos limpie desde adentro ( 51.7 ), que nos limpie el corazón y el espíritu para tener pensamientos y deseos nuevos. La buena conducta solo proviene de un corazón y un espíritu limpios. Pida a Dios que se los dé.

51.12 ¿Se ha sentido estancado en su fe alguna vez, como si todo lo hiciera automáticamente? ¿Acaso ha establecido el pecado una brecha entre usted y Dios, haciéndolo parecer distante? David se sentía así. Pecó con Betsabé y el profeta Natán acababa de confrontarlo. En su oración a Dios suplicó: «Vuélveme el gozo de tu salvación». Dios quiere que estemos cerca de Él y que experimentemos su vida plena y completa. Pero el pecado inconfesado hace que esa intimidad sea imposible. Confiese su pecado a Dios. Aun así tendrá que enfrentarse a las consecuencias terrenales, como lo hizo David, pero Dios le devolverá el gozo de andar con Él.