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8/17/2019 Literatura ecuatoriana de La Colonia
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UTPL
KIKIIOIICA BÁSICAin:AlflORIlS KCDATOKI \\«S
jéáMkáí
^LITERATURA
LA COLONIA (II)JUAN BAUTISTA AGUIRRE
JOSÉ DE OROZCOft
RAMÓN SÁNCHEZ DE VIESCAS
R a f a e l Ga r c ía d e g o y en a
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El presente volumen ofrece
una muestra de la obra lite-
raria de cuatro autores del
siglo XVIII. Ellos son: Juan
Bautista Aguirre, José de
Orozco, Ramón Sánchez de
Viescas y Rafael García
Goyena.
De estos, los tres primeros
fueron jesuítas, quienes, en
cumplimiento de un real
decreto, debieron abando-nar su patria y vivir el des-
tierro en Italia. Todos ellos (incluido García Goyena)
representan lo mejor de la
poesía de ese siglo, siendo
Juan Bautista Aguirre el
más destacado de nuestros
poetas coloniales. La mues-tra que aquí se presenta
recoge las diversas tenden-
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UTPLU N I V Ï M I D A D T E CX 1 C A P A R T I C U L A » 0 £ L O J A
Literatura de la Colonia
(ID
BIBLIOTECA BÁSICA
DE UrrORES ECUATORIANOS
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BIBLIOTECA BÁSICAI)E ALTORES ECUATORIANOS
Un i v e r s i d ad T écn i c a Pa r t ic u l a r de Lo j a
Proyecto editorial de la u t pl (2015)
Literatura de la Colonia (II)
Primera edición 2015ISBN de la Colección: 978-9942-08-773-7ISBN-
CoMITÉ DE HONOR UTPL:
José Barbosa Corbacho M. Id. Santiago Acosta M. Id. Gabriel García TorresRector Vicerrector Secretario General
A u t o r í a y d ir e c c ió n g e n e r a l :
Juan Valdano
Miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Española
Co o r d i n a c i ó n:
Francisco Proaño ArandiMiembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua
y miembro correspondiente de la Real Española
R ev i s i ón de t e x t o s :
Pamela Lalama Quinteros
D i seño y d i a g ramac i ón :Ernesto Proaño Vinueza
Inv e s t i g a c i ó n y a s e s o r í a en d i seño g r á f i c o :
Departamento de Marketing de la u t p l , sede Loja
D i g i t a l i z ac i ón de t e x t o s :
Pablo Tacuri (u t p l , s e d e Loja)
Impr esión y e n c u a d e r n a c i ó n: e d il o j a cía. Ltda.
URL: h t t p : / / a u t o r e s e c u a t o r i a n o s . u t p l . e d u . e c /
Loja, Ecuador, 2015
http://autoresecuatorianos.utpl.edu.ec/http://autoresecuatorianos.utpl.edu.ec/
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Literatura de la Colonia
Juan Bautista Aguirre
José de OrozcoRamón Sánchez de Viescas
Rafael García Goyena
Estudios introductorios:
Juan Valdano
Aclaración: En la presente edición se conservó la versión original de los textos literarios seleccionados.
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In d i c e
J u a n B a u t i s t a A g u i r r e
Sobre el autor / 13
A una rosa. Sonetos I y II / 21
Soneto moral / 23
Carta a Lisardo / 24
Llanto de la naturaleza humana
después de su caída por Adán / 27
Descripción del Mar de Ven us / 30
A la rebelión y caída de Luzbel y sus secuaces / 35
A una dama imagin aria . Romance / 40
A unos ojos herm osos / 42
Epigramas a Zoilo. I y II / 44
Breve diseño de las ciudades de Guayaquil y Quito / 45
Los POETAS DEL «OCIOSO DE FAENZA»:
J o s é d e O r o z c o y R a m ó n S á n c h e z d e V i e s c a s / 61
J o s é d e O r o z c o
L a c o n q u i s t a d e M e n o r c a
Canto I. La elección del supremo comandante / 71
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índice
Canto II. La navegación del Mediterráneo / 85
Canto III. La conquista de la isla / 92Canto IV. La toma de San Felipe / 100
Con clusión joco sa / 113
R a m ó n S á n c h e z d e V i e s c a s
Al sepulcro de Dante / 115
Madre e hija I y II / 119
A la restauración de la ig lesia de la torreta de Ravena.
Debida al celo de Dn. Gabriel de Roca / 121
Ensayo juv enil / 122
L a m u s a e s c é p t i c a
Soneto / 125
Décimas / 126
Da gritos, p idiendo a Dios por la
Compañía Exsurge: Quare obdormis, domine?
Psal. 43, 23 / 148
R a f a e l G a r c í a G o y e n a
Sobre el autor / 151
Fábula política. Nuevo sistema de
Gobierno en el Reino Animal / 153
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índice
Los sanates en consejo / 163
Los fueros jum entiles / 168
Los muchachos, los sanates y el loro / 170
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Juan Bautista Aguirre
N o t a b i o g r á f i c a
Juan Bautista Aguirre nace en Daule, provincia del Guayas,
en 1725. Pocos son los datos concretos que se conocen acer-
ca de su vida. Hacia 1740 lo encontramos en Quito como
colegial en el Seminario de San Luis, regentado por los jesuitas.
Al culminar sus estudios, ingresa a la orden de San Ignacio de
Loyola y se ordena de sacerdote. Pronto llegó a ser uno de losprofesores más renombrados en la Universidad San Gregorio,
institución en la que tuvo a su cargo las cátedras de Filosofía y
Teología Moral. En aquellos años había en Quito dos universida-
des que mantenían serias rivalidades entre sí: la de San Gregorio,
que estaba dirigida por la Compañía de Jesús y la de Santo Tomás,
que pertenecía a la orden dominicana.
La universidad colonial tenía un carácter y rasgos propios se-mejantes a los que, en ese entonces, ofrecían las universidades
españolas de esa misma época; eran instituciones muy diferen-
tes a lo que hoy conocemos como universidad. Salvo los estudios
de Derecho y Medicina (poco pragmáticos y muy especulativos),
la universidad colonial no tenía una orientación profesional ni
una finalidad práctica. Siguiendo una tradición que partía de la
Edad Media, la enseñanza universitaria de esa época se centraba
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Literatura de la Colonia
fundamentalmente en el estudio de la Filosofía (el aristotelismo
como sistema dominante) y la Teología (la cual se reducía a re-
petir la escolástica tomista). Imperaba el pensamiento deduc-tivo, pues el conocimiento basado en la inducción, observación
y experimentación y propio de las ciencias de la naturaleza, era
desconocido. Incluso las ciencias como la Física o la Cosmología
eran enfocadas como una parte de la Filosofía, por lo que se con-
virtieron en un diletantismo meramente retórico que consistía en
repetir doctrinas tradicionales (Aristóteles, sobre todo) y conver-
tirla en dogmas inalterables. No había la posibilidad de proponerun nuevo enfoque de los grandes temas filosóficos ni tampoco de
difundir la nueva ciencia experimental que había surgido a partir
del siglo XVII en Europa (en los países con tradición protestante)
como, por ejemplo, los aportes científicos de Newton, Copémico
o la filosofía de Descartes. Este nuevo pensamiento estaba exclui-
do de las aulas quiteñas porque, según la autoridad de la Iglesia,
contrariaba los dogmas y las opiniones de la Biblia.
Este era el panorama intelectual y académico con el que debió
enfrentarse el joven e inquieto jesuita Juan Bautista Aguirre
cuando obtuvo la cátedra de Filosofía en la Universidad de San
Gregorio. Y es en este punto que la labor académica desarrollada
por Juan Bautista Aguirre marcó un hito fundamental en la
evolución del pensamiento científico de la Audiencia de Quito.
La figura de Aguirre, por tanto, rebasa con mucho la literatura y llega a tener una significación relevante en la historia de las
ideas del Ecuador. Se conservan pruebas de que Juan Bautista
Aguirre enseñó la Física experimental y explicó a Descartes y
Copérnico en su cátedra de Física durante el año lectivo de 17691,
siendo, por ello, la primera vez que en América, y en un aula
universitaria, se enseñaba la nueva ciencia del universo a base
de las teorías newtonianas y copernicanas, razón por la cual fue
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Juan Bautista Aguirre
castigado y separado de su cátedra2. Eugenio Espejo fue uno desus discípulos y quien pinta al maestro con rasgos de un carácter
vivaz y comunicativo; dice: «Ayudábale una imaginación fogosa,un ingenio pronto y sutil»3.
El 20 de agosto de 1767 y por orden del rey Carlos III, JuanBautista Aguirre dejó su patria y, al igual que otros jesuítas qui-teños, fue desterrado a Italia. Poco se sabe sobre la suerte queeste jesuíta corrió en los Estados Pontificios, lugar donde residió
el resto de su vida. A diferencia de otros compañeros de infortu-nio que llevaron una vida lánguida y plagada de necesidades, setiene datos de que Aguirre exhibió su saber y su talento en Roma,en los años del pontificado de Pío V I. El obispo de Tívoli lo aco-gió en su casa y le nombró consultor del clero. Ocupó, además,la cátedra de Teología Moral en el colegio público de esa ciudaditaliana. Murió en 1786 en Tívoli, donde residió sus últimos años.
O b r a l i t e r a r i a
Juan Bautista Aguirre es recordado, en la historia de las letrasdel Ecuador, por su obra poética. Sin embargo, durante su vida,tanto en Quito como en Italia, tuvo fama de orador sagrado y detratadista de cuestiones morales y filosóficas. Prueba de ello es
la oración fúnebre pronunciada en Quito con ocasión de las exe-quias del obispo Nieto Polo del Águila. Sobre lo segundo, se con-serva su Tratado de Física que recoge el contenido de sus clases
y enseñanzas impartidas cuando fue profesor de esa asignaturaen la Universidad de San Gregorio4.
Es muy probable que Aguirre haya escrito su poesía durante el
primer período de su vida, esto es en su etapa quiteña, cuando fueestudiante y, luego, profesor en la Universidad de San Gregorio.
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Literatura de la Colonia
El manuscrito que contenía su poesía permaneció perdido por
mucho tiempo en Guayaquil. En el siglo XIX se conocía solo unos
pocos fragmentos de algunos de sus poemas; entre ellos, las coplassatíricas en las que pondera la belleza de Guayaquil y denigra
la fealdad de Quito y algunas más en las que hace gala de un
estilo gongorino. Con esta muestra magra y desigual, los críticos
del siglo XIX (Pablo Herrera, Juan León Mera) condenaron al
padre Aguirre como un poeta insoportable por sus desplantes
culteranos. Por azares del destino, llegó a salvarse un manuscrito
que recogía buena parte de su obra poética, la cual fue publicada
y comentada por el crítico argentino Juan María Gutiérrez, e
incluida en la antología titulada América poética, editada en
Buenos Aires, en 1846. Sin embargo, es a partir de 1917 y cuando
Gonzalo Zaldumbide conoce en París el libro de Gutiérrez, que
se redescubre la poesía de este olvidado poeta colonial al que,
además, dedica un minucioso estudio. Años después, el crítico
argentino Emilio Carilla incluye el nombre de Juan Bautista
Aguirre entre los poetas más representativos de la época colonial
en América Latina.
Incluimos a continuación algunas ediciones de la obra de Aguirre:
Versos castellanos, obras juveniles. Miscelánea. Incluido en
«Los dos primeros poetas coloniales ecuatorianos. Siglos XVII y
XVIII. Antonio De Bastidas, Juan Bautista Aguirre». Biblioteca
Ecuatoriana Mínima. Quito, 1960.
Poesía y obras oratorias. Clásicos Ariel 35. Guayaquil, s/f.
Nuevas poesías. Ediciones de la Biblioteca Ecuatoriana «Aurelio
Espinosa Pólit». Quito, 1979.
Física de Juan Bautista Aguirre. Biblioteca «San Gregorio»,
Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Quito,1982.
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Juan Bautista Aguirre
V a l o r a c i ó n
El corpus poético que se conserva de Aguirre es escaso, solo unospocos poemas que, sin embargo, presentan una variedad de to-
nos, metros, esquemas estróficos, léxico y estructura. Hay una
diversidad temática que va desde motivos morales a otros bana-
les, desde temas graves y metafísicos a otros de carácter satírico y
chocarrero. Esta dualidad que va de lo serio a lo jocoso es un ras-
go propio de esa etapa decadente del barroco y que, en la historia
de las letras, se lo conoce como barroquismo. Hay que recordarque para la época en la que Aguirre vivió en Quito (la mitad del
siglo xvm), el estilo barroco triunfaba en todas las manifesta-
ciones artísticas, literarias, intelectuales y sociales de la ciudad
audiencial. Este estilo fue defendido y sostenido, en gran parte,
por los jesuítas. Son los años en los que se construye la fachada
de la iglesia de la Compañía, los años del escultor Caspicara y del
pintor Goríbar, todos artistas netamente barrocos. Son los años
del triunfo de ese elemento arquitectónico indispensable en los
retablos y en algunas fachadas de los templos quiteños: la colum-
na salomónica. La poesía de Aguirre obedece a este mismo estilo
social de la época.
En la poesía de Aguirre encontramos la recurrencia a ciertos ele-
mentos retóricos que dan cuenta del interés en lo barroco en su
doble expresión: gongorina y conceptista. He aquí algunas deesas líneas expresivas:
a. Reflexiones morales y la fragilidad de la rosa: Aquí se reflejan
buena parte de las preocupaciones morales dominantes en esa
época. En este ámbito se hallan, por ejemplo, composiciones
poéticas como Carta a Lisardo, los Sonetos morales, la
Canción heroica y los Sonetos a una rosa. Tópico barroco de
fecundos antecedentes en la literatura europea fue el tema de
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Literatura de la Colonia
la rosa tratada como un símbolo de la brevedad y fragilidad de
las glorias mundanas. La rosa es un emblema literario entre
poetas renacentistas y barrocos. Juan Bautista Aguirre no podíasustraerse a la moda de su tiempo.
*
b. Dos canteras: la Biblia y la mitología grecolatina: De ins-
piración bíblica son algunos de los poemas más importantes de
Aguirre como A la rebelión y caída de Luzbel, composición de
forma y fórmulas gongorinas; el Llanto de la naturaleza humana
después de la caída por Adán, poema moral y conceptista que re-
cuerda el discurrir del Segismundo calderoniano y el Rasgo épico a la concepción de Nuestra Señora, que parte de la meditación
del capítulo XII del Apocalipsis. Emilio Carilla ya había anotado
que «la Biblia y Calderón son, particularmente, los alimentos que
nutren los asuntos de Aguirre». En lo que se refiere a las fuen-
tes latinas, Juan Bautista Aguirre recurrió a la Metamorfosis de
Ovidio, obra de la que tomó el tema para sus poemas titulados La
descripción de mar de Venus, la Fábula de Mirra y la Fábula de Atlanta e Hipómenes.
c. Sentimiento imaginado: El tema galante al que tan proclives
fueron los barrocos se halla también presente en la poesía de
Aguirre. Aunque se la tilda de «poesía amorosa», no se la debe
tener por tal, pues no se trata de afloramientos apasionados y
eróticos sino, más bien, de ejercicios retóricos en los que el
deseo de maravillar domina sobre cualquier otro. Poesía dela inteligencia y no de la emotividad. Se trata, por tanto, de
sentimiento imaginado, juegos de fantasía y alardes de ingenio,
algo que es parte de la estética barroca. En esta línea temática
encontramos composiciones como A una dama imaginaria y A
unos ojos hermosos.
d. La sátira y la burla como trágico consuelo: Es conocida la
relevancia que el barroco concedió a lo satírico y burlesco. La
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Juan Bautista Aguirre
ironía, la burla y la sátira tenían en el siglo XVIII, un trasfondo,
pues si el desengaño era un sentimiento dominante en la sociedad
colonial, no quedaba sino una salida para conservar la cordura:
el humor negro como trágico consuelo frente a lo irremediable:
la abulia, el atraso, el olvido, la pobreza generalizada en la que
vivía la Colonia, en particular, la Audiencia de Quito. Esto se
aprecia en los poemas titulados Breve diseño de las ciudades de
Guayaquil y Quito, también en su poesía epigramática en la que
arremete contra médicos e ignorantes.
e. La dialéctica de los contrastes: El descubrimiento de las opo
siciones fue un modo de interrogarse sobre el sentido de la vida
y del arte. Esto se aprecia a menudo en la poesía de Aguirre, por
ejemplo en Carta a Lisardo encontramos que el poeta juega con
conceptos opuestos como nacer-morir, vida-muerte; en A unos
ojos hermosos, las oposiciones saltan en conceptos como ricos-
pobres, fuego-nieve, cielo-infierno, ángeles-diablos, etc.f. Vocabulario y sintaxis: La tendencia al embellecimiento fue
un rasgo de toda manifestación artística del barroco. En el cam
po de las letras esto significó un uso particular del vocabulario y
la sintaxis. Nuestros barrocos coloniales no hicieron sino seguir
los modelos hispánicos, sobre todo a Góngora. Es justamente de
Góngora y sus seguidores que Aguirre retoma un vocabulario
culto que procede del latín. Ello es evidente en el uso reiteradode vocablos como «púrpura», «canoro», «aurora», «candor»,
«eclipse», «conturno», «cerúleo», «promontorio», etc. A esto se
añade el uso y abuso del hipérbaton con clara intención resalta
dora, rasgo propio del gongorismo.
g. Por fin y para terminar, debemos señalar que en la poesía de
Juan Bautista Aguirre encontramos un uso gongorino de la me-táfora, elemento que personaliza el estilo de este poeta5.
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Literatura de la Colonia
N o t a s :
1Rodríguez Castelo, Hernán. El nuevo luciano de Quito. Guayaquil: Ariel, [s. f.].
[Colección Clásicos Ariel; 73].
2Véase las siguientes obras de Juan Valdano: La pluma y el cetro. Cuenca:Universidad de Cuenca, 1977; Ecuador: cultura y generaciones. Quito:
Planeta/Letraviva, 1985; Prole del vendaval. Quito: Abya-Yala, 1999; Identidad y formas de lo ecuatoriano. Quito: Eskeletra, 2005.
3Rodríguez Castelo, Hernán. Ob. cit.
4Aguirre, Juan Bautista. Física. Quito: Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, 1982.
5 Véase estudio completo: Identidad y formas de lo ecuatoriano, de Juan Valdano.
B i b l i o g r a f í a s o b r e e l a u t o r :
Espinosa Pólit, Aurelio. Los dos primeros poetas coloniales ecuatorianos, siglos XVII y XVIII: Antonio de Bastidas y Juan Bautista Aguirre. Puebla: J. M.Cajica, 1960. [Biblioteca Mínima Ecuatoriana].
Barrera, Isaac J. Historia de la literatura ecuatoriana. Quito: Casa de la
Cultura Ecuatoriana, 1960.Jara Idrovo, Efraín. «Juan Bautista Aguirre». En Historia de las literaturas del Ecuador, Vol. III. Coord. Juan Valdano. Quito: Universidad Andina SimónBolívar/Corporación Editora Nacional, 2001.
Valdano, Juan. Identidad y formas de lo ecuatoriano. Quito: Eskeletra, 2005.
Carilla, Emilio. Un olvidado poeta colonial. Buenos Aires: Bajel S. A., [s. f.].
Rodríguez Castelo, Hernán. Literatura de la Audiencia de Quito, siglo XVIII, T. II. Ambato: Consejo Nacional de Cultura/Casa de la Cultura Ecuatoriana,Núcleo de Tungurahua, 2002.
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A una *
(Sonetos)
I
En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuanto en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz activa.
De nacarado incendio es llama viva,
que al prado ilustra en fe de que la adora
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.
Rosas, escarmentad: no presurosas
anheléis a este ardor; que si autoriza,
aniquila también el sol ¡oh rosas!
Naced y lucid lentas; no en la prisa
os consumáis, floridas mariposas,
que es anhelar arder, buscar ceniza.
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Juan Bautista Aguirre
Soneto moral
No tienes ya del tiempo malogrado
en el prolijo afán de tus pasiones,
sino una sombra, envuelta en confusiones,
que imprime en tu memoria tu pecado.
Pasó el deleite, el tiempo arrebatado
aun su imagen borró; las desazones
de tu inquieta conciencia son pensiones
que has de pagar perpetuas al cuidado.
Mas si el tiempo dejó para tu daño
su huella errante, y sombras al olvidodel que fue gusto y hoy te sobresalta,
para el futuro estudia el desengaño
en la imagen del tiempo que has vivido,
que ella dirá lo poco que te falta.
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Carta a Lisardo persuadiéndole que
todo lo nacido muere dos para acertar a morir una.
(Liras)
¡Ay, Lisardo querido!si feliz muerte conseguir esperas,
es justo que advertido,
pues naciste una vez, dos veces mueras.
Así las plantas, brutos y aves lo hacen:
dos veces mueren y una sola nacen.
Entre catres de armiño
tarde y mañana la azucena yace,
si una vez al cariño
del aura suave su verdor renace:
¡Ay flor marchita! ¡ay azucena triste!
dos veces muerta si una vez naciste.
Pálida a la mañana,
antes que el sol su bello nácar rompa,
muere la rosa, vana
estrella de carmín, fragante pompa;
y a la noche otra vez: ¡dos veces muerta!
¡oh incierta vida en tanta muerte cierta!
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En poca agua muriendo
nace el arroyo, y ya soberbio río
corre al mar con estruendo,
en el cual pierde vida, nombre y brío:
¡Oh cristal triste, arroyo sin fortuna!
muerto dos veces porque vivas una.
En sepulcro suave,
que el nido forma con vistoso halago,
nace difunta el ave,
que del plomo es después fatal estrago:
Vive una vez y muere dos: ¡Oh suerte!
para una vida duplicada muerte.
Pálida y sin colores
la fruta, de temor, difunta nace,
temiendo los rigoresdel noto que después vil la deshace.
¡Ay fruta hermosa, qué infeliz que eres!
una vez naces y dos veces mueres.
Muerto nace el valiente
oso que vientos calza y sombras viste,
a quien despierta ardientela madre, y otra vez no se resiste
a morir; y entre muertes dos naciendo,
vive una vez y dos se ve muriendo.
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Muerto en el monte el pino
sulca el ponto con alas, bajel o ave,
y la vela de linocon que vuela el batel altivo y grave
es vela de morir: dos veces yace
quien monte alado muere y pino nace.
De la ballena altiva
salió Jonás y del sepulcro sale
Lázaro, imagen vivaque al desengaño humano vela y vale;
cuando en su imagen muerta y viva viere
que quien nace una vez dos veces muere.
Así el pino, montaña
con alas, que del mar al cielo sube;
el río que el mar baña;el ave que es con plumas vital nube;
la que marchita nace flor del campo
púrpura vegetal, florido ampo,
todo clama ¡oh Lisardo!
que quien nace una vez dos veces muera;
y así, joven gallardo,
en río, en flor, en ave, considera,
que, dudando quizá de su fortuna,
mueren dos veces por que acierten una.
Y pues tan importante
es acertar en la última partida,
pues penden de este instante
perpetua muerte o sempiterna vida,
ahora ¡oh Lisardo! que el peligro adviertes,
muere dos veces porque alguna aciertes.
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Juan Bautista Aguirre
Llanto de la naturaleza humana
después de su caída por Adán
(Liras premiadas en primer lugar en un certamen
cuyo asunto era el nacimiento del Niño Jesús)
De su infelice suertenaturaleza humana congojada,
del árbol de la muerte
al yerto tronco estaba recostada;
y si el curso del llanto suspendiera,
aun más helado tronco pareciera.
¿Hasta cuándo, hasta cuándo(clamaba triste) el mal que me atormenta
su fuerza irá aumentando,
que, aunque infinita, por mi mal se aumenta?
¿hasta cuándo querrá mi mal supremo
mostrar que admite más y más lo extremo?
Mas si suele en el llanto
hular tal vez consuelo un afligido,
arroje mi quebranto
ayes del alma con mortal gemido,
canten mis ojos, y sus melodías
tan tristes suenen que parezcan mías.
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Literatura de la Colonia
Pero ¡ay! ¡ay! que son tales
las crueles penas que en el alma siento,
que a publicar mis males
de mis ojos no basta el instrumento;
y así, por dar el lleno a mis enojos,
en vez de llanto lloraré los ojos.
Yo fui aquella dichosa
formada a esfuerzos de un milagro, aquella
criatura venturosa,
copia de Dios y copia la más bella;
yo fui ¡ay dolor! aquella peregrina
centella hermosa de la luz divina.
Yo fui la que al esmero
del más sublime numen delineada,
en mi instante primerode mil prodigios me miré formada;
mas ¡ay! que si esto fui, todo ha pasado,
y en mí, de mí, la sombra no ha quedado.
Mi antigua llamarada
tan breve se apagó, con tal presteza,
que, convertida en nada,antes que llama se miró pavesa;
pues sólo ardió mi luz aquel instante
que a dar ser a mi nada fue bastante.
Esta mi pena ha sido,
y esta pena importuna de tal suerte
con el alma se ha unido,que aun no la puede separar la muerte,
pues cuanto a mitigarla se apercibe
en ella muere, y ella en todo vive.
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Juan Bautista Aguirre
Y así en tales enojos
apelo sólo por remedio al llanto.
Lloren tristes los ojos
mi imposible dolor, y lloren tanto,
que al ver absorto mi dolor profundo,
valle del llanto se apellide el mundo.
Lloraré eternamente
la antigua dicha de que fui halagada,
aun más que el mal presente;
pues, porque fui feliz soy desdichada.
Dijo, y rendida al grave sentimiento,
en el dolor se destempló el acento.
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Literatura de la Colonia
Descripción del Mar de Venus
(Ficción poética y moral)
De Memnón en el reino floreciente,
donde entre rosas, llama brilladora,
con bostezos de nácar al oriente
se asoma el sol en brazos de la aurora,
cuando, risueño, la estación lucientedel celeste zafir purpúreo dora,
y, fogoso bajel, trasmonta bellas
ondas de luz en piélagos de estrellas,
el Mar de Venus yace, que encendido,
encrespando los rizos de su frente,
ondas eleva que formó Cupidode adusto aljófar, de cristal ardiente:
En llamas hierve el golfo, y convertido
en torpe hoguera su voraz torrente,
risueñas brillan con incendio ciego
espumas rojas en un mar de fuego.
Abrasado en el golfo es un cometacada brillante pez, y con iguales
rayos que emulan al mayor planeta
los escollos se cambian en fanales:
nada de Venus el ardor respeta,
escollos, peces, ondas ni cristales;
y, luceros del mar, arden serenas
de Cupido en el fuego aun las arenas.
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Juan Bautista Aguirre
Este, pues, golfo habitación profunda
de halagüeñas sirenas siempre ha sido,
arqueros del amor, en quienes funda
su imperio Venus, su poder Cupido;
que dulces vibran con acción fecunda
de apacible veneno arpón teñido,
y a los esfuerzos de su acero impuros
arrojan sangre aun los peñascos duros.
¡Oh a cuántos necios el mentido halagode este mar enamora sin sosiego,
y, mariposas de su mismo estrago,
la muerte beben en un dulce fuego!
¡Oh cuántas naves, de este obsceno lago
despojo fueron al impulso ciego,
revelando su ruina a las orillas
sangrientos trozos de deshechas quillas!
Aquí la madre del Amor navega,
que si riza las ondas o el mar bruma,
con lo halagüeño de su vista anega
en luz el aire y en ardor la espuma:
Venus, divina Venus a quien llega
de las tres Gracias la belleza sumaconfusa al verla, matizando ufano
arpón dorado su nevada mano.
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Literatura de la Colonia
Su nave es una concha brilladora
que de nácar y púrpura formada,
o es, constelado, el llanto de la aurorao es la risa del cielo congelada:
su proa argenta, si su popa dora
de luz y aljófar copia enamorada;
y si gira las ondas, es en ella
Venus la perla de esta concha bella.
Aquí Cupido, de este mar pirata,del arco ebúrneo fatigando el seno,
en suaves dardos de bruñida plata
dispara dulce su mortal veneno;
y tanto el ciego flechador maltrata
del convexo marfil la cuerda o freno,
que, siendo el blanco humanos corazones,
anega al mundo en piélagos de arpones.
En esta, pues, galera de Cupido
se miran muchos del amor forzados,
que en dulce llanto y apacible ruido
gimen al remo, de una flecha atados,
y del numen rapaz, terror de Gnido,
siendo azote su cuerda, amenazados,con eco alterno, con clamor profundo,
juran a Venus por deidad del mundo.
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Juan Bautista Aguirre
Enamorados de sus graves penas,
de un dardo y otro al golpe repetido,forman del nácar que latió en sus venas
víctima a Venus de carmín vertido;
y de las bellas de su amor sirenas
al fatal silbo dulcemente oído,
sulcan gustosos con trabajo sumo
golfos de fuego en remolinos de humo.
En copas de oro que el amor propina,
un néctar liban de dulzuras lleno,
en el cual Venus a su sed destina
veneno dulce, pero cruel veneno;
y el dios vendado, que áspid se reclina
en el catre florido de su seno,
en suave llama su ponzoña miente
para entrañarles hasta el alma el diente.
A estos cautivos cada ninfa ingrata,
Circe hechicera, brinda dulcemente
en manos de cristal prisión de plata,
y en labios de carmín ponzoña ardiente;
cadena de oro con que amor los ata
es el pelo, desdén de ofir luciente,
que en las costas de amor estas sirenas
son causa hermosa de un Argel de penas.
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En el purpúreo rosicler sediento
que risueño en sus labios liba grana,
tiñe sus dardos de carmín sangriento
el lince, nieto de la espuma cana.
Y de amor los cautivos, al violento
fogoso impulso de la flecha insana,
ríen y lloran, porque están de modo
que nada sienten y lo sienten todo.
¡Oh infelices forzados de la impura
madre del numen faretrado y ciego!
¿este tormento lo juzgáis dulzura?
¿refrigerio fingís que es este fuego?
¿por acierto tenéis esta locura?
¿esta inquietud amáis como sosiego?
¡Oh, cuánto os ciega vuestro amor!
¡oh, cuánto la copa un día colmaréis con llanto!
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Juan Bautista Aguirre
A la rebelión y caída de
Luzbel y sus secuaces
Viose Luzbel de estrellas coronado,
plumas de fuego y resplandor vestido,
de los astros al ápice encumbrado,
entre querubes adalid lucido,
de Dios portento, a esmeros fabricado,
perfecto en todo, en todo esclarecido;
y soberbio de verse en tanta alteza,
dijo lleno de rabia y de fiereza:
¿En lóbrego no puedo, ardiente, horrendo
desorden, espantoso a la fortuna,el universo todo confundiendo,
ahogar al sol en su dorada cuna?
¿En pavesas cambiar, si lo pretendo,
no me es posible el globo de la luna?
¿Qué espera, pues, mi enojo sin segundo,
que no hundo al cielo sepultando al mundo?
Falsear haré con ira fulminante
del alto cielo, en un vaivén ruidoso,
la azul muralla, y subiré triunfante
a ser señor del reino luminoso;
si son estorbo a mi ímpetu arrogante
aire, mar, tierra o firmamento hermoso,
haré que sientan mi furor violentoel mar, la tierra, el aire, el firmamento.
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Literatura de la Colonia
Igual a Dios seré, pues se dilata
mi poder tanto, y sellaré mi huella
donde el ártico polo en hielos ata
al Aquilón, perezas de su estrella.
Dijo, y al punto en iras se desata
de celestes garzones tropa bella,
que marchando con brava bizarría
luz, por guerrero polvo, daba al día.
¡Al arma! ¡al arma! ya el clarín sonorogrita con ecos agrios, resonantes;
y al aire vieras del metal canoro
blandir los astros picas de diamantes;
serpeaba undosa sobre yelmos de oro
turba de airones vivos, tremolantes;
nunca vio el aire, en pavoroso anhelo,
poblado de astros, tan turbado el cielo.
Con rabia extraña, con coraje horrendo
de Lucifer los lúgubres pendones,
seguían, de sombras su escuadrón vistiendo,
prófugos de la luz, ciegos dragones;
con tal soberbia, confusión y estruendo
marchaban estos hórridos campeones,que del antro al cénit el polo helado
tembló confuso, palpitó turbado.
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Juan Bautista Aguirre
No de otra suerte cuando intenta el noto
teñir feroz el vulto de la esfera:el aire entonces duramente roto
con serpientes de fuego al mundo altera;
pálido el sol al fúnebre alboroto
ceniza peina en vez de cabellera:
todo es horror, el cielo se anochece,
el polo cruje, y el universo entero se estremece.
Del testamento sobre el monte ardiente
Luzbel estaba respirando saña,
dos hogueras por ojos, y por frente
negra noche que en sierpes enmaraña;
altivo aturde al mundo fieramente,
este bastardo horror de la montaña,
pues, trueno el silbo, el eco terremoto,
confunde al orbe en hórrido alboroto.
El divino Miguel espiritoso,
que fiel se opone al ángel atrevido,
las rubias hebras apremió garboso
al yelmo de oro en soles guarnecido;
y al encuentro primero pavoroso,
al caos le arroja, donde el fementido,de expirante tizón eterna llama,
blasfemo truena, corajudo brama.
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No tan furioso nubes despedaza
el sulfúreo turbión, no tan violenta
con ráfagas de luz montes arrasa
del huracán la rápida tormenta,
como arrojado de la etérea casa
Luzbel cayó con ira tan sangrienta
que, en humo envuelto y en coraje eterno,
de espíritus de luz ondeó un infierno.
Al caer Luzbel con su escuadrón tremendo,un polo y otro, el vulto demudado,
palpitaron violentos, confundiendo,
el giro de ambos orbes prolongado;
turbóse luego al estallido horrendo
del cielo y tierra el orden barajado,
y que bajaban pareció al profundo
la esfera en polvo, en átomos el mundo.
¿Viste nocturna Dama presurosa
encendida ilusión, que en pronto vuelo,
rasgo de luz, exhalación hermosa,
con brillante destello argenta el cielo?
¿y que al correr la esfera luminosa,
desliz lucido, con fogoso anhelo,tan presto acaba luces y carrera
que no miras lo que es sino lo que era?
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Así Luzbel, planeta rutilante,
que a la madre de amor dio lucimiento,
lucero hermoso entre ángeles brillante,
del sol envidia, de beldad portento,
fanal celeste que intentó arrogante
establecer al aquilón su asiento,
fue en el estado de su luz primera
llama que pasa, exhalación ligera.
Estudiad, oh mortales, escarmiento
en esa imagen necia de Faetonte,
que quiso remontarse al firmamento,
y el averno fue tumba a su remonte:
así pagó su loco atrevimiento
este atezado embrión del Aqueronte,
y así padece, aún más que en el abismo,
horrible infierno dentro de sí mismo.
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Lector mío, los versos amorosos que se siguen,
advierte que no se hicieron a otro fin que a mi
diversión y ejercicio: si tú puedes, aplícalos a lo divino, y si no, juzga que son requiebros de Don
Quijote a Dulcinea.
A una dama imaginaria
(Romance)
Qué linda cara que tienes,
válgate Dios por muchacha,
que si te miro, me rindes
y si me miras, me matas.
Esos tus hermosos ojosson en ti, divina ingrata,
arpones cuando los flechas,
puñales cuando los clavas.
Esa tu boca traviesa
brinda, entre coral y nácar,
un veneno que da vida y una dulzura que mata.
En ella las gracias viven:
novedad privilegiada,
que haya en tu boca hermosura
sin que haya en ella desgracia.
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Primores y agrados hay
en tu talle y en tu cara;
todo tu cuerpo es aliento,
y todo tu aliento es alma.
El licencioso cabello
airosamente declara
que hay en lo negro hermosura,
y en lo desairado hay gala.
Arco de amor son tus cejas,
de cuyas flechas tiranas,
ni quien se defiende es cuerdo,
ni dichoso quien se escapa.
¡Qué desdeñosa te burlas!
y ¡qué traidora te ufanas,a tantas fatigas firme
y a tantas finezas falsa!
¡Qué mal imitas al cielo
pródigo contigo en gracias,
pues no sabes hacer una
cuando sabes tener tantas!
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A unos ojos hermosos
Ojos cuyas niñas bellas
esmaltan mil arreboles,
muchos sois para ser soles,
pocos para ser estrellas.
No sois sol, aunque abrasáisal que por veros se encumbra,
que el sol todo el mundo alumbra
y vosotros le cegáis.
No estrellas, aunque serena
luz mostráis en tanta copia,
que en vosotros hay luz propia y en las estrellas, ajena.
No sois lunas a mi ver,
que belleza tan sin par
ni es posible en sí menguar,
ni de otras luces crecer.
No sois ricos donde estáis,
ni pobres donde yo os canto;
pobres no, pues podéis tanto,
ricos no, pues que robáis.
No sois muerte, rigorosos,
ni vida cuando alegráis; vida no, pues que matáis,
muerte no, que sois hermosos.
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Juan Bautista Aguirre
No sois fuego, aunque os adula
la bella luz que gozáis,
pues con rayos no abrasáis
a la nieve que os circula.
No sois agua, ojos traidores,
que me robáis el sosiego,
pues nunca apagáis mi fuego
y me causáis siempre ardores.
No sois cielos, ojos raros,
ni infierno de desconsuelos,
pues sois negros para cielos
y para infierno sois claros.
Y aunque ángeles parecéis,
no merecéis tales nombres,que ellos guardan a los hombres
y vosotros los perdéis.
No sois diablos, aunque andáis
dando pena a los que os vieron,
que ellos del cielo cayeron,
vosotros en él estáis.
No sois dioses, aunque os deben
adoración mil dichosos,
pues en nada sois piadosos
ni justos megos os mueven.
Y en haceros de este modonaturaleza echó el resto,
que, no siendo nada de esto,
parece que lo sois todo.
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Breve diseño de las ciudades de Guayaquil y Quito
(Carta jo c o s e r ia escrita por el autor a su cuñado don
Jerónim o M endio la , describ ie ndo a Guayaquil y Quito.)
Dichoso paisano, en quien
con diversísimos modos
se miran los dones todos,
todas las prendas se ven,
perdona si en parabién
de tu carta no te da
algo mi amor, porque ya
cuanto yo darte podía,que era la voluntad mía,
tú te la tienes allá.
Mostrárteme agradecido
hoy mi empeño viene a ser,
y para poderlo hacer
de estos versos me he valido;recíbelos advertido,
de que si aun el don mayor
sólo recibe valor
del amor de quien lo da,
inmenso mi don será,
pues es inmenso mi amor.
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Juan Bautista Aguirre
Tribútanle con desvelo
entre singulares modosla tierra sus frutos todos,
sus influencias el cielo;
hasta el mar que con anhelo
soberbiamente levanta
su cristalina garganta
para tragarse esta perla,
deponiendo su ira al verlale besa humilde la planta.
Los elementos de intento
la miran con tal agrado,
que parece se ha formado
de todos un elemento;
ni en ráfagas brama el viento,
ni son fuego sus calores,
ni en agua y tierra hay rigores,
y así llega a dominar
en tierra, aire, fuego y mar,
peces, aves, luces, flores.
Los rayos que al sol regazan
allí sus ardores frustran,
pues son luces que la ilustran
y no incendios que la abrasan;
las lluvias nunca propasan
de un rocío que de prisa
al terreno fertiliza,
y que equivale en su tanto
de la aurora al tierno llanto,del alba a la bella risa.
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Hacen a Quito muy hondo
una y otra rajadura, y teniendo tanta hondura,
es ciudad de ningún fondo.
Aquí hay desdichas ahondo,
aquí el hambre y sed se aúnan
y a todos nos importunan;
aquí, en fin, ¡raros enojos!
los que comen son los piojos,
los demás todos ayunan.
Son estos piojos taimados
animales infelices,
grandes como mis narices,
gordos como mis pecados;
cuando veo que estirados
van muy graves en cuadrilla,
me asusto que es maravilla
desde que un piojillo arisco,
sólo con darme un pellizco,
me sumió la rabadilla.
Las sillas de mano aquí
se miran como a porfía, y te aseguro a fe mía
que tan malas no las vi;
luego que las descubrí
por unos lados y otros,
viendo los asientos rotos
y quebradas las tablillas,
dije: Bien pueden ser sillas,mas yo las tengo por potros.
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En estas sillas se encierra,
llevando cualquier serrana,mucho pelo y poca lana,
como oveja de la tierra.
Aquí, pues, en civil guerra
con femeniles enojos
son de los piojos despojos,
y con dentelladas bellas,
los piojos las muerden a ellas, y ellas muerden a los piojos.
Estas quiteñas como oso
están llenas de cabello,
y aunque tienen tanto vello,
mas nada tienen hermoso;
así vivo con repososin alguna tentación,
siquiera por distracción
me venga, pues si las hablo,
juzgando que son el diablo,
hago actos de contrición.
Lo peor es la comida(Dios ponga tiento en mi boca):
ella es puerca y ella es poca,
mal guisada y bien vendida;
aquí toda ella es podrida,
y ¡vive Dios! que me aburro,
cuando imagino y discurro
que una quiteña taimada
me envió dentro una empanada
un gallo, un ratón y un burro.
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Hay tal o cual procesión,
mas con rito tan impío,que te juro, hermano mío,
que es cosa de inquisición:
van cien Cristos en montón
corriendo como unas balas,
treinta quiteños sin galas,
más de ochenta Dolorosas,
San Juan, Judas y otras cosas,
casi todas ellas malas.
Con calva, gallo, y sin manto,
un San Pedro se adelanta,
y, por más que el gallo canta,
no quiere llorar el Santo;
pero le provoca a llanto
de sus llaves la reyerta,
pues cuenta por cosa cierta,
estando el Santo con sueño,
que se las hurtó un quiteño
para falsear una puerta.
Va también tal cual rapaz
vestido de ángel andante,con su cara por delante
y máscara por detrás;
con tan donoso disfraz
echan unas trazas raras,
dándonos señales claras
que, en el quiteño vaivén,
aun los ángeles tambiénson figuras de dos caras.
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De penitentes con guantes
salen los nobles por nodar limosna, y temo yo
que han de salir de danzantes.
Estos quiteños bergantes
¿cómo harán tal indecencia?,
pues hallo yo en mi conciencia
que es muy grave hipocresía
vestir la cicateríacon traje de penitencia.
Después se ven unos viejos
beatos, brujos y quebrados,
y algunos frailes cargados
con sus barbas y agarejos;
luego se sigue a lo lejos
una recua de Cofrades,
después las Comunidades,
y otras bestias con pendones,
porque aquí las procesiones
todas son bestialidades.
Mil pobres despilfarrados
se miran a cada instante,
mas ninguno es vergonzante,
que son bien desvergonzados;
ciegos, mudos, corcobados
y enanos hay en verdad
tantos en esta ciudad,
que yo afirmo sin rebozo
que es este Quito piojosoel Valle de Josafat.
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Hermano, en aqueste Quito
muchos mueren de apostemas,
de bubas, llagas y flemas,
mas nadie muere de ahito;
y hay serrano tan maldito
que al rezar la letanía
pide a la Virgen María,
con grandísimo fervor,
que le conceda el favor
de morir de apoplejía.
A cualquiera forastero,
con extraña cortesía,
sea de noche, sea de día,
le quitan luego el sombrero;
y si él no trata ligero
de tomar otra derrota,le quitan también sin nota
estos corteses ladrones
la camisa y los calzones,
hasta dejarlo en pelota.
Andan como las cigarras
gritando por estas sierrasque son leones en las guerras,
y lo son sólo en las garras;
para hurtar estos panarras
con sutileza y con tiento
son todos un pensamiento,
de suerte que yo he juzgado
que en las uñas vinculadotienen el entendimiento.
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El que es noble gamonal
algún obraje procura, y de esta suerte asegura
tener enjerga el caudal.
Los quiteños, por su mal,
entablaron desdichados
estos obrajes malvados,
pues con esperanzas vanas
van al obraje por lanas y se vuelven trasquilados.
Todos estos obrajeros,
por interés del vellón,
compran ovejas y son
ellos gentiles carneros.
Tienen bueyes y potreros
del caudal para ventaja,
pero, aunque ellos se hacen raja,
nunca salen de pobreza,
pues vinculan su riqueza
en cuernos, lanas y paja.
A todos con gran certeza
de frailes les acredito,
pues todos en este Quito
hacen voto de pobreza;
pero el fausto, la grandeza
y la gala es incesante,
pues aquí, como es constante,
se estudia con grande aprieto
la comedia de Moretonombrada, «Trampa adelante».
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Cualquier chisme o patarata
lo cuentan por novedad,
y para no hablar verdad
tienen gracia gratis data:
todo hombre en lo que relata
miente o a mentir aspira;
mas esto ya no me admira,
porque digo siempre: ¡Alerta!
sólo la mentira es cierta
y lo demás es mentira.
Mienten con grande desvelo,
miente el niño, miente el hombre,
y, para que más te asombre,
aun sabe mentir el cielo;
pues vestido de azul velo
nos promete mil bonanzas, y muy luego, sin tardanzas,
junta unas nubes rateras,
y nos moja muy de veras
el buen cielo con sus chanzas.
Llueve y más llueve, y a veces
el aguacero es eterno,porque aquí dura el invierno
solamente trece meses;
y así mienten los franceses
que andan a Quito situando
bajo de la línea, cuando
es cierto que está este suelo
bajo las ingles del cielo,es decir, siempre meando.
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Juan Bautista Aguirre
Este es el Quito famoso
y yo te digo, jocundo,que es el sobaco del mundo
viéndolo tan asqueroso.
¡Feliz tú! que de dichoso
puedes llevarte la palma,
pues gozas en dulce calma
de ese suelo soberano,
y con esto, adiós, hermano.
Tu afecto, Juan de buen alma.
N o t a :
* Los textos han sido s eleccio nad os de E spinosa Pólit, Aurelio. Los dos prim eros
poetas colonia les. México: J. M. Cajica, 1960. [Colección B iblioteca Ecu atoriana
Mínima].
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José de Orozco
y
Ramón Sánchez de Viescas
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Los poetas del «Ocioso de Faenza»:*José de Orozco y Ramón Sánchez de Viescas
La cultura ecuatoriana debe al padre Juan de Velasco S. J.
no solo el haber escrito el primer ensayo historiográfico
importante acerca de lo que fue el «Reino de Quito»,
sino también la más extensa recopilación de obras poéticas de
nuestro período colonial, amén de otros trabajos eruditos sobrela lengua quichua que hoy, lamentablemente, andan perdidos.
En efecto, en la Colección de poesías varias, hecha por un ocioso
en la ciudad de Faenza, Velasco pretendió compilar, en una
suerte de antología, las obras poéticas más célebres de la lengua
española, florilegio al que añadió algunas producciones propias
de los jesuítas americanos expulsados en Italia, principalmente
de sus coterráneos1. Varios son los nombres de los poetas jesuítasnacidos en el territorio de la antigua Audiencia de Quito y a los que
Juan de Velasco rescata del olvido gracias a su acuciosa labor de
antologo. Entre ellos encontramos a Nicolás Crespo (1701-1769);
Juan de Ullauri (1722-1801); Juan Celedonio Arteta (1741-1796);
José de Orozco (1733-1796); Ramón Sánchez de Viescas (1731-
1799); José Garrido (1726-1780); Sebastián Rendón (1715-1776);
Mariano Andrade (1734-1811); Manuel de Orozco (1729-1786);
Ambrosio Larrea (1742-1796). A estos nombres hay que añadir
el del propio Juan de Velasco, quien incluye en su voluminosa
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Literatura de la Colonia
antología las obras líricas de su propia cosecha. Si todos nacieron
en diversas ciudades y pueblos de la Audiencia de Quito, todosellos murieron en el destierro, en Italia, lejos de su tierra, pues
nunca retornaron a su extrañada patria.
Hacer un balance general acerca del valor literario de los textos
líricos de esta colección resulta complejo en vista de la gran varie-
dad de temas, estilos y géneros poéticos que se aborda en ellos y,
sobre todo, por la desigualdad que existe en la capacidad literaria
de los autores. Para medir la importancia de esta colección en las
letras ecuatorianas, me remito a lo ya expresado en Identidad y
formas de lo ecuatoriano:
Las pequeñas obras de los extrañados, incluidas en este libro colectivo
(El ocioso de Faenza), llegan a nuestra sensibilidad, no solo por su men-saje estético sino, además porque hay en él algo como un haz de angus-
tiadas voces de auxilio frente a un casi seguro naufragio en el tiempo,
lejos de la amada patria. Porque si hay algo que une la diversa heteroge-neidad de esta colección de poesías varias es el hecho de que estas vocesse nos aproximan al unísono, en coro. En toda ella hay una implícita
voluntad de salvarse, no individualmente sino en comunidad, porque en
comunidad habían compartido la vida y el infortunio. Aunque no era la
publicación el fin inmediato, no obstante se siente que fue este afán desalvarse del olvido, de afirmar ese «yo» y ese «nosotros» tan negados
y rezagados, ese grito inicial del «sálvese quien pueda» que por obradel recopilador llegó al comunitario «salvémonos», el principal impulso
aglutinador de esta colección2.
De todos los poetas aquí nombrados, nos referiremos con más de-
talle a dos de ellos: José de Orozco y Ramón Sánchez de Viescas.
J o s é d e O r o z c o
El padre José de Orozco nació en Riobamba en 1733. Ingresó en
la Compañía de Jesús en 1748. Coterráneo y pariente de Juan
de Velasco. Fue profesor de gramática y bibliotecario en el
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José de Orozco y Ramón Sánchez de Viescas
colegio jesuíta de Guayaquil. Como todos los jesuítas quiteños,
fue desterrado a los Estados Pontificios (Italia) en 1767. Vivió enRávena junto a otros hermanos expulsados. Fue en esa ciudad
italiana que escribió la mayor parte de su obra poética, sobre
todo su poema de corte épico titulado La conquista de Menorca.
No se sabe a ciencia cierta la fecha de su muerte, es probable que
ocurriera en Rávena poco después de 1796.
O b r a l i t e r a r i a
José de Orozco figura en las letras ecuatorianas por su célebre
poema épico La conquista de Menorca, obra que consta de 142
octavas reales y escrita en 1782, el mismo año que ocurrieron los
acontecimientos que se relatan en el poema. Tales hechos se re-
fieren a la expedición militar que realizó Carlos III, rey de España,para reconquistar del poder de los ingleses la isla de Menorca,
antigua posesión española en el Mediterráneo. La acción estuvo
al mando del Duque de Crillón, mercenario francés a órdenes de
la monarquía española.
El poema consta de cuatro «Cantos»: «La selección del supremo
comandante»; «La navegación del Mediterráneo»; «La conquis-
ta de la Isla» y «La toma de San Felipe». El plan de exposiciónes, en opinión de Juan León Mera3, «sencillo y bien concertado»
y, en esencia, consiste en lo siguiente: Carlos III decide recon-
quistar la isla de Menorca, pero duda en cuanto a la elección del
jefe militar que llevaría a cabo la empresa. Hasta su despacho
real llega Marte, el dios de la guerra, y le aconseja nombrar al
Duque de Crillón. Una vez que la escuadra se da a la vela, so-
breviene una tormenta que pone en grave peligro la vida de losespañoles. Los navegantes elevan al cielo sus ruegos y gracias a
la intervención de Jesús y María, la calma y las esperanzas de los
navegantes renacen. Caen por sorpresa en la isla de Menorca y
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Literatura de la Colonia
dominan Mahón, pero los ingleses, al mando del general Murray,
se reagrupan en la fortaleza de San Felipe desde donde resisten valerosamente. Sin embargo, los españoles arremeten con valor
y denuedo y consiguen, al fin, dominar a los ingleses.
No le falta al poema aliento épico y al poeta le sobran ganas de dar
a sus versos nobleza heroica y de engrandecer una escaramuza
que, como tantas otras de ese siglo, la historia no ha concedido
mayor importancia. Orozco es consciente de las dificultades
que le ofrece el tema, pues se propone cantar un hecho que nopertenece a su mundo ni a su ámbito. Por ello, desde la segunda
estrofa de su poema se oye la dolida voz del desterrado que atisba,
como furtivo espectador, la historia ajena que —oh paradoja— se
propone, sin embargo, exaltar:
Com o en contrario clim a degenera
no poc as veces desg raciada planta,
aun cuando cuidadoso más se esmera
en su cultivo aquel que la trasplanta:
tal, mi Musa infeliz en extranjera
región se ve degenerar, si canta:
fá lta le la aura nativa, y con ella
el dulce flu jo de benigna estrella.
Pero la dificultad del poeta es aún mayor cuando se confiesa
inepto para el verso, pues por «cuatro lustros», dice, ha estadoalejado del «comercio de las Musas». Sin embargo, el «marcial
estrépito» de la conquista de Menorca «cual trueno, el estro des
pertó que en mí dormía». Este «trueno» que sacó de la pasividad
al poeta Orozco para cantar una guerra ajena, ¿no es acaso el pre
ludio de aquel otro que, años después, despertará al guayaquile-
ño José Joaquín Olmedo para celebrar la libertad de los pueblos
americanos? ¿Coincidencias o influencias?
No es de extrañar que este criollo de Riobamba, desterrado en
tierras italianas por incomprensible disposición de la monarquía
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española, alabara en su poema al propio rey que lo desterró.
Y no es de extrañar esta actitud, digo, porque con ello Orozcose unía a una tradición colonial que estaba más allá de sus
sentimientos personales, tradición que consistía en manifestar
siempre sumisión a un monarca cuyos favores, a pesar de todo,
eran esperados con ansias por los míseros expulsos. No otra cosa
hicieron otros poetas coloniales antes de Orozco y después de él,
como es el caso de Olmedo, el cantor de la Independencia, quien
rompió lanzas en los campos de la poesía celebrando las gloriasde la monarquía.
José Orozco muestra en La conquista de Menorca dos impulsos
diferentes en su estilo. Por una parte está su formación barroca
que se manifiesta en ese empaque rígido al que obliga el gon-
gorismo; y, por otra, hay una expresión que corre más ligera y
suelta, alivianada de los excesos propios de «embellecimiento»culterano; sin embargo, en un caso y otro, la frase se halla siem
pre sometida a la tortura del hipérbaton, ese corsé que retuerce
la anatomía de la oración. Ejemplo de ese estilo más terso bien
podría ser la estrofa transcrita anteriormente. La expresión cul
terana, muy cercana al Góngora del Polifemo se manifiesta, en
cambio, en la siguiente octava real en la que se describe el agreste
paisaje de Menorca:
Su desmedida mole comparece del más bárbaro adorno con las señas,
pues rebujándose áspera ennegrece la hórrida gala y fausto de sus greñas;
de mil Tifeos el remedo ofrece en lo encumbrado de sus rudas peñas,
cuyos escudos y deformes bultos
a Jove le recuerdan sus insultos.
Es manifiesta la desigualdad de estilo y de tono en esta obra; un
defecto que ha sido señalado por los críticos literarios a partir de
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Juan León Mera. Por lo demás, José de Orozco sabe manejar el
verso con acierto y la cláusula poética con gran aliento y ampli
tud. Sin embargo, no comparto el entusiasmo de Espinosa Pólit,
quien sostenía que «la obra del P. José de Orozco es piedra sillar
de cimiento en la literatura ecuatoriana».
No tiene valor, hoy en día la discusión que plantearon varios
críticos acerca de la mezcla que hace Orozco de la mitología greco-
latina con lo divino-cristiano. Un recurso semejante —aunque
lindando con el disparate— había sido utilizado un siglo antespor el poeta guayaquileño Antonio Bastidas. Tampoco hacía falta
«justificar» esta licencia señalando que ya, antes, desde la Edad
Media se la había utilizado, en concreto, a partir del Caballero
Cifar. Esta simbiosis (que nunca ha ofrecido buenos logros, es
verdad) obedece, en la obra de Orozco, a dos razones: por una
parte, a la imprescindible utilización de tópicos de la poesía épica
occidental (la referencia a los dioses griegos) y, por otra, a larelación (imprescindible también en una cosmovisión cristiana
de la vida) de los actos humanos con la voluntad divina.
R a m ó n Sá n c h e z d e V i e s c a s
Nació en Quito en diciembre de 1731. En 1745 ingresa como alumnoen el Seminario de San Luis, en Quito, institución regentada por
los jesuítas y donde fue condiscípulo de Eugenio Espejo. Estudia
retórica y filosofía. En la Universidad de San Gregorio fue profesor
de Teología Moral. En 1765 se ordena de sacerdote y en 1767, al
igual que sus hermanos de la orden jesuíta, es desterrado a Italia.
El resto de sus días los pasa en Rávena, ciudad insalubre, según
lo testimonia en sus escritos. Los jesuítas desterrados en Italiaestaban impedidos de ejercer su oficio sacerdotal y con el fin de
ganarse el pan cotidiano, Viescas, al igual que otros hermanos de
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infortunio, debieron ejercer la cátedra. Su fama de teólogo y buen
maestro se difundió en Rávena, donde con dignidad sobrellevó eldestierro. A diferencia de otros hermanos de hábito que debieron
arrastrar una vida de desocupación y hasta miseria, Viescas fue
llamado a ejercer cargos de importancia como el ser prefecto
de las Escuelas Públicas de Rávena, tarea que le encomendó el
cardenal Valenti Gonzaga, a la sazón gobernador de la Romaña.
Muere en la misma ciudad italiana en marzo de 1799.
O b r a l i t e r a r i a
De entre los poetas quiteños que comparecen en El ocioso de
Faenza, Ramón Viescas es, sin duda, el de mayores méritos
literarios y el que más simpatías despierta. La crítica del siglo XIX
lo consideró nuestro mayor poeta colonial. Como poeta, Viescasmuestra una inspiración variada, un buen conocimiento del
oficio y una búsqueda de la corrección formal. Sin embargo, sus
dotes de buen poeta se ven a menudo limitadas por ese ámbito
estrecho que impone siempre la poesía de circunstancias, género
que él practicó de preferencia, un condicionamiento al que, sin
excepción, estuvieron sometidos todos los poetas coloniales.
Abordó con acierto y tono adecuado, tanto lo serio como lo festivo,
ductilidad que demuestra, por ejemplo, cuando celebra el nuevo
túmulo erigido a la memoria de Dante o cuando, con sarcasmo y
burla, describe la calvicie de algún hermano de hábitos.
En efecto, en estos dos grupos: poesía seria y poesía satírica pue-
de clasificarse la obra de Ramón Sánchez de Viescas, tal como
nos ha legado la colección del P. Juan de Velasco. En la primera
categoría se destacan poemas como Al sepulcro de Dante, los dossonetos de despedida escritos en honor de Matilde Cappi y de
su madre, y el soneto dedicado a la restauración de la iglesia de
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la Torreta de Rávena. Todas, como se ve, son obritas nacidas al
impulso de alguna circunstancia pasajera, dictadas por el com-promiso de la lisonja a sus mecenas (el cardenal Valenti) o a per-
sonajes influyentes. Si desde el punto de vista del arte, pena da
ver cómo el P. Sánchez de Viescas desperdició su ingenio poético
(que lo tuvo, sin duda) en escribir loas a los poderosos, humana-
mente, en cambio, es comprensible, pues con ello logró afianzar
en tierra ajena su siempre precaria condición de forastero. En
este primer grupo debemos también mencionar las décimas de
La musa escéptica y en las que el poeta, sin tomar partido por el
Thabor o el Calvario, elige «el oscuro limbo de las dudas».
A la par de estos encomios y otra poesía seria, Sánchez de Viescas
escribió también poesía satírica, como lo demuestran las fáci-
les décimas dedicadas a la calvicie «apóstata» de don Vicente
Recalde.
Al sepulcro de Dante es un poema que formal y expresivamen-
te obedece a un ideal literario clásico. Está escrito en liras (es-
trofa preferida por los poetas del Renacimiento) y se siente que
el poeta ha dejado atrás las brumas del gongorismo y ha con-
quistado una renovada expresión en la que, además, se mueve
con admirable seguridad. La idea del sueño en el que emergen
sombras parlantes es, en este caso, atractiva aunque no original,
procede, en parte, de una tradición en la que el mismo Dante (elasunto del poema) fue uno de los más connotados cultores (José
Joaquín Olmedo la repetirá después en La victoria deJunín). Lo
desmedido es el elogio sin reservas al transitorio gobernante de
la ciudad de Rávena que el poeta pone en boca del gran Dante.
No deja de ser interesante la coincidencia de que un desterrado
en Rávena, como lo fue Sánchez de Viescas, interprete los sen-
timientos de otro desterrado, esta vez Dante, que para siempredejó sus huesos en la misma ciudad.
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José de Orozco y Ramón Sánchez de Viescas
No coincido con la opinión de aquellos que tildan a Sánchez de
Viescas de «poeta neoclásico»; pero sí creo que con él se inicia uncamino de transición en la poesía colonial, camino que nos con-
ducirá a la obra de un José Joaquín Olmedo, por ejemplo. Esta
transformación en el gusto y estilo de este poeta jesuíta, que en
su juventud, en Quito, fue educado bajo la sombra de Góngora, se
debe no solo a esa corriente estética de retorno a los clásicos del
Renacimiento (tendencia que dominó el arte literario italiano, al
final del siglo x v i i i), sino también a un impostergable afán de
comunicación más eficiente con el medio en el que debió abrirse
paso. Ramón Sánchez de Viescas, el jesuíta quiteño que estuvo
en contacto con la élite culta de la ciudad de Rávena, siente que
el gongorismo en el que se formó en su juventud es anacrónico y
quiere ponerse más a tono con su tiempo y, sobre todo, con esa
clase aristocrática italiana a la que sirve y elogia.
Las décimas que Viescas escribió a una «calva apóstata» lomuestran como poeta dotado para la sátira. Los versos —que
corren fáciles y espontáneos— derraman buen humor y, a veces,
destilan mordacidad. El autor se enfila aquí en la tradición
conceptista y al pretender describir la gran calva que le obsesiona,
sus estrofas crecen y se inflan con el uso reiterado de la hipérbole
quevedesca. Así lo muestran estos versos en los que, hipérbole
tras hipérbole, trata de darnos una idea de cómo era aquellacélebre calva:
Una bóveda capaz de ser la casa de Anás;
un gran Calvario sin cruz, un huevo de avestruz, un talón de Fierabrás.
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No t a s :
*Los prólogos que corresponden a José de Orozco y a Ramón Sánchez de Viescas
reproducen, en su mayor parte, el texto que, bajo el subtítulo de «José Orozco y Ramón Sánchez de Viescas: dos intentos de conferir dignidad a lo circunstan
cial», consta en mi libro: Identidad y formas de lo ecuatoriano, publicado enQuito, por la editorial Eskeletra, en 2005 (págs. 309 a 317).
1Valdano, Juan. Identidad y formas de lo ecuatoriano. Quito: Eskeletra, 2005,pág. 298. Sobre el destierro que la Corona española (Carlos III) decretó en 1767
en contra de los jesuitas que, en ese momento, residían tanto en España como
en sus territorios coloniales, me remito al mismo libro aquí citado, págs. 289 y ss.
2Ibíd., págs. 305-306.
3 Mera, Juan León. Ojeada histórico-crítica de la poesía ecuatoriana. Guayaquil: Ariel, [s. f.], pág. 73. [Colección Clásicos Ariel; 23].
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José de Orozco
La conquista de Menorca' (Fragmentos)
Hallándose la Isla de Menorca, antigua posesión de España, en
poder de los Ingleses, fue conquistada por el Señor Carlos III, el
año de 1782, bajo el comando del Excmo. Sr. Duque de Crillón y de
Mahón, Grande de España, Gran Cruz del Real Orden de Carlos III,
Capitán General de los Reales Ejércitos, etc., etc., a quien dedicó
su Autor esta Obra, dividida en 4 Cantos, el mismo año 1782.
Canto ILa elección del supremo comandante
Musas del Pindó hispano, mis errores
discretas disculpad, que yo no puedo
a esa cumbre llegar, ni a los honores
que a vuestras sienes con envidia cedo.
Mal de la docta rama los verdores
solicitara, pues distante quedo
de ellos: que siendo en su desdén fugaces,ni a seguirlos mis ansias son capaces.
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Como en contrario clima degenerano pocas veces desgraciada planta,aun cuando cuidadoso más se esmeraen su cultivo aquel que la trasplanta:tal, mi Musa infeliz en extranjeraregión se ve degenerar, si canta:fáltale la aura nativa, y con ellael dulce influjo de benigna estrella.Son cuatro lustros que en obscuro seno
un letargo funesto me oprimía,teniéndome apartado del amenocomercio de las Musas de que huía,cuando marcial estrépito, cual trueno,el estro despertó que en mí dormía,mientras que, desvelados mis pesares,
bogaban de mis ojos en los mares.
Del patrio reino la ruidosa famael peso aligeró, de que oprimido,
vi ya confusa y trémula la llamacasi apagarse en mí de lo entendido:el triunfal viva, con que el orbe aclamaal gran Bertón aquel estruendo ha sido,
que hechicero poder de patriotismopudo en mí tanto, que volví en mí mismo.
Éste, pues, entre júbilos me obligaa divorciar la necia pesadumbre,que, cadena de horror, al alma ligacuando le ofusca su preciosa lumbre;
con paz de mi dolor, vuelvo a la amigadeliciosa estación, si no a la cumbre,a lo menos al pie: probaré en tantosi me hospeda otra vez amigo el canto.
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Ardua empresa es decir cuál fuese a punto
la luminosa armada, que mi acento,
al cantarla admirable en el conjunto,
restaura en pasmos su perdido aliento.
En él la admiración encuentra junto
cuanto con su facundia y fingimiento
grandiosa en otros inventar podría
licenciosa brillante fantasía.
No del feliz Perú preciosas venastantas riquezas a la Europa han dado,
que, excediendo del mar a las arenas,
de la gran madre el cuerpo han circulado,
cuantas son (casi de guarismo ajenas)
las que regia opulencia ha derramado
para mayor decoro de la armada
al arduo desempeño destinada.
Grecia, la antigua Roma, el Otomano,
y cuanto las historias de eminente
decirnos pueden del poder humano,
ceder sin queja deben al presente.
Basta decir: fue empeño soberano
de aquel Monarca sumo, en cuya frenteaun son corto diadema los imperios
que ilustra el sol en ambos hemisferios.
De aquel Monarca invicto y poderoso,
Carlos Tercero, el sabio, el admirado...
Aquí suspender debo el armonioso
acento, reverente y asombrado:nadie ignora que asunto muy glorioso
resalta, más que dicho, respetado;
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pues la elocuencia del silencio abulta
el mismo encomio que industriosa oculta.
Carlos Tercero, sí, mas sin segundo,
vuestra gloria aplaudir sólo callando
podré, con el respeto más profundo,
pues que sólo errar mucho puedo hablando;
mudo mi labio será más fecundo
en encomiaros dignamente, cuando
de vuestros timbres en inmenso abismo
zozobra absorto aun el asombro mismo.
Disculpad, como padre compasivo,
este mi arrojo temerario y grave:
a callar, el respeto es gran motivo,
mas el silencio en tanto amor no cabe;
entre amor y respeto decisivo
el choque fue —mi pecho bien lo sabe—,
que en él gigantes ambos combatieron,
y mutuamente siempre se vencieron.
De Menorca esculpida en su real pecho
llevaba el Rey la indeleble historia,
a que vio mantener mejor derecho,según publica a voces la memoria;
y sabio resolvió que con un hecho
más decisivo y digno de su gloria,
borrase de sus héroes el coraje
de rea fortuna el antiguo ultraje.
Mas en la misma copia prodigiosade campeones, perpleja considera
su regia comprensión cosa por cosa,
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y cuál de tantos al bastón prefiera:
de méritos la lid si admira hermosa,
crece su duda más, porque pondera
de cada cual prerrogativas tales,
que todos le parecen ser iguales.
Equilibrada así la competencia
estaba, cuando, con prodigio claro,
de Carlos en la augusta residencia
se dejó ver un personaje raro;a reprimir su intrépida violencia
no bastando de guardias el reparo,
libremente sus pasos encamina
al gabinete, en donde al Rey se inclina.
Su aspecto horror, sus ojos fulminantes,
de amenazas y estragos giran llenos:sus acentos y voces resonantes
idioma son de articulados truenos;
membruda emulación de los gigantes,
su gran mole conturba los terrenos,
y oprimidos los pueblos gimen tanto
que de sangre en torrentes va su llanto.
Un morrión es la pompa de su frente,
la de su diestra un penetrante acero
todo manchado en sangre, que caliente
de su sed refrigera el ardor fiero,
su hórrido traje avisa que igualmente
es de hierro fatal su genio austero,
pues mostrando el odiar la paz del hombre,se jacta de tener este renombre.
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Si a vulgar perspicacia inexorable
por su cruel apariencia se presenta,de la razón a veces amigable,
y poderoso defensor se ostenta;
no lleva siempre, no, la lamentable
venda de la ignorancia turbulenta:
tal vez observa bien, como conviene,
la equidad de la parte que sostiene.
El Monarca muy lejos del espanto
que al más invicto ocasionar debiera
tal objeto, lo mira sin quebranto
de su quietud serena y placentera;
del vestiglo extranjero observa en tanto
traje, aspecto y divisas: quién pudiera
ser bien advierte, y dícele severo:«¿Qué pretendes aquí marcial guerrero?
¿Cómo o por qué de mi mansión sagrada
a violar los respetos te atreviste?
¿Tal vez de la más alta y adorada
Suprema Potestad nuncio veniste?
Si tal eres, declara la embajada, y el fin arcano que en venir tuviste:
¿Quién eres? Del misterio corre el velo,
y sabe que me rindo sólo al cielo».
«Marte soy, le responde, aquel terrible
genio o numen sangriento de la guerra:
esta espada es el yugo que insufrible
hace gemir el mar, gemir la tierra.
Mi presencia, que os debe ser plausible,
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no otro arcano que gratitud encierra,
pues tengo vinculada yo mi gloriade las armas de España a la memoria.
Más que amigo, deudor agradecido,
a vuestro grande Imperio me declaro;
mi aplauso por sus armas desmedido
en nuevos mundos resonó más claro:
su dominio sin límite extendido,
al del sol justamente lo comparo,
pues pudo victoriosa su bandera
las distancias medir de su carrera.
Con ruidoso silencio los anales,
con muda voz los ricos monumentos,
en tinta y bronces hacen inmortales
del brazo iberio insignes vencimientos:
testigo soy y afirmo que son tales
de sus héroes los hechos y portentos,
que en valor sin igual y en la constancia,
hacen al Reino una común Numancia.
Se dilata en dos mundos poderoso
de vuestros campeones el heroísmo,sosteniendo el Imperio más famoso,
donde mayor me encuentro yo a mí mismo:
¿Qué mucho que, solícito y ansioso
de mi gloria mayor en el abismo,
pretenda de fiel Marte, que en su empeño
haga mi gratitud el desempeño?
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Minerva como yo, como yo Astrea
reconoce su deuda cual conviene; y grata cada cual se lisonjea
en el sumo esplendor que por vos tiene
de valor, ciencia y equidad pelea
el poder triplicado, de que os viene
gloria inmortal, no halago de fortuna,
luz permanente, no esplendor de luna.
De luna, que al esmero de favores
de quien su gala argenta e ilumina,
crece y, cuando más crece en esplendores,
tanto más a las menguas se avecina;
no así cuando resaltan los primores
de una fuente de luz que no declina,
como la vuestra, que perenne crecepor sí misma, y dos mundos esclarece».
Dijo; y con agradable cortesía,
el grande Carlos reconoce en Marte
la atenta y obsequiosa bizarría
que al Reino encomios liberal comparte;
viendo pues que propicio le sería,
de su indecisa duda le da parte,
haciendo que por justo y por severo,
fuese su fiel privado consejero.
«Veniste, dijo, al tiempo que mi idea
en tantas dudas más que detenida,
ya se confunde, ya se lisonjea,
en la bella contienda divertida;
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el mérito sublime la recrea
de mis héroes, si bien entretenida, y suspensa éste mismo tiene el alma,
a un tiempo en dulce y turbulenta calma.
Preferir dignamente se debría
aquel a quien adorna y ennoblece
la ciencia militar, brillante guía,
sin la cual el valor no resplandece:
una ciega e intrépida osadía
¡oh, cuanto las empresas obscurece!
pues que de la ignorancia los arrojos
son de sí mismos trágicos despojos.
La ciencia sin valor no desempeña
los créditos de un jefe esclarecido:
el que sin alas a volar se empeña,
de necio yerra, más que de atrevido.
Así razón, así experiencia enseña
ser aquel que, de ciencia enriquecido,
del valor no se adorna necesario
a rebatir el ímpetu contrario.
Arte eximia y valor, los principales
apoyos, que a mis armas dan decoro,
se elevan en el precio a ser iguales
de la equidad con el mejor tesoro:
de una injusta violencia los triunfales
aplausos sólo sirven de desdoro;
de Rey justo el renombre a mis deseos
satisface más bien que mil trofeos.
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Cedo esta vez la decisión dudosa
a tu experiencia y sin igual cordura:mi mente inquieta en ellas se reposa
tranquila, y los aciertos asegura;
de mis guerreros en la copia hermosa
elegirás aquel cuya estatura
alta en valor, en equidad y en arte,
a ti mismo te deje absorto, Marte».
«Comprendo bien, oh sabio soberano,
vuestros designios, dijo Marte, y veo
que de mil héroes la invencible mano
llena su espacio inmenso a mi deseo:
más allá remontada de lo humano
en contemplarla es mi mayor recreo;
por lo que será fácil que yo emprendahallar al que queréis que me sorprenda.
Mi gratitud atenta se previene
al desempeño de la empresa, y llama
el mejor testimonio que ésta tiene
en el grito sonoro de la Fama:
Cuanto de Europa el ámbito contiene,
pregonero sus méritos aclama,
y el eco que repite todo el mundo,
al héroe me señala sin segundo.
Mi justa aprobación lo solemniza
de gloria sin igual enriquecido,
pues con ventaja en él junto divisa
lo que en muchos se admira dividido:
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ni más brillante, ni mejor divisa jamás a un héroe tanto ha distinguidocomo la suya, a cuyo solo nombreno habrá quien justamente no se asombre.
Valor, ciencia, equidad son ornamentodigno del General que se pretende.Juntas y en competencia a vuestro intento,las descubro en aquel que me sorprende;entre sí cada cual el vencimiento,
y bello exceso en amistad contiende:eximias y sublimes en su altura,solemnizan del héroe la estatura.
El vuelo de sus méritos excedecon sus remontes la más alta esfera,
adonde apenas acercarse puedela idea más facunda y lisonjera;a sus prerrogativas se concedeque si elevar alguno se debieraentre los semidioses, por guerrero,el Duque de Crillón fuera el primero.
Éste es, sabio monarca, el valerosocampeón, que Providencia os lo previno:a su diestra librad vuestro reposo,pues que de Marte fiel os lo destino;comprobará más bien el venturosoéxito cuánto mi elección convino,
y quedaran mis grandes expresiones
inferiores del Duque a las acciones.
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Su rubor generoso se querella,
que a su modesta frente le es deformede sus encomios la corona bella,
que le tejió verídico mi informe.
De sí mismo se queje; pues que de ella
atestiguan sus hechos ser conforme
al mérito, que a medida lo encarece
en cuanto por sí mismo se merece.
El bastón de supremo comandante,
para la empresa de Menorca quiero
por mí mismo poner en la triunfante
mano del que más digno considero:
ésta mi dignación será bastante
a descifrar mejor el verdadero
aprecio, que del grande campeón tengo,pues de amigo a servirlo me convengo».
Dijo, y con pompa airosa gravemente
rindió obsequio cortés al Soberano,
protestando, al partirse reverente,
ir, por rendido a Carlos, más ufano.
El Monarca no menos sabiamente
en lo discreto se excedió y humano,
viendo que de amistad en el combate,
vence quien más se rinde y más se abate.
En la justa elección el Rey pondera
retratada su mente con recreo,
y con ella gozoso el dar espera
cumplimiento feliz a su deseo;
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