Post on 27-Mar-2020
El día 19 del pasado mes de noviembre, en el teatro de la Paz de San Luis Potosí, laAcademia Potosina de Ciencias y Artes hizo entrega de una medalla de oro "porméritos a la cultura nacional" a don Francisco de la Maza distinguido historiadorprofund~ y prolífico estudioso del arte, especialmente del art~ de la Nueva España, e~el que SIO duda es entre nosotros la máxima autoridad. El homenaje vino a significaruno de esos reconocimientos que suelen hacerse en la madurez de una vida de estudio.Casi coincidió con la aparición de un libro de don Antonio Castro Leal dedicado a laobra del historiador potosino, y de otro del propio De la Maza sobre las iglesiasfilipenses de México. Presentamos de estas dos obras sendas reseñas.
libros
por Jorge Alberto Manrique
de y sobre franciscode la maza
del arte hecha en México y fuera: deMéxico.
Ciertamente el sistema seguido por Castr!? Leal tiene la vitud de hacer que nosasomemos a la gran variedad de temas quehan ocupado los desvelos de De la Maza(que no se detienen en el arte colonial, nisiquiera sólo en el arte), si bien esa ideaqueda algo desdibujada por el hecho deque sus dieciséis reseñas van presentadaspor orden cronológico de apárición de losestudios a que se refieren, salvo muycontadas excepciones. En general don Antonio los comenta más por lo que tienende información que por lo que pudiéramos llamar la intención del autor: noexamina conceptos o tesis, sino que preferentemente agrega datos o aventura discrepancias acerca de ellos. Una vez más,eso no contribuye al mejor conocimientode las actitudes académicas del doctor Dela Maza; sin embargo esa postura críticada las partes más jugosas del libro deCastro Leal: su manera comedida perofirme de disentir de tal o cual opinión, ode sumar datos interesantes a los queaporta el autor que comenta enriquecenseguramente al lector, y nos hablan de untrato entre los ciudadanos de la "república de las letras" -cortés pero polémicoque parece a punto de desaparecer enestas épocas de elogios mutuos o de odiosdefinitivos. La información que agrega resulta muchas veces importante, la controversia se muestra en general fructífera,aunque otras parezca un poco intrascendente y en algunos casos no esté exentade gazapos (v. gr.: hablar de la "sobriedadherreriana" del túmulo de Carlos Y, construido por Arciniegas años antes de que seiniciara el Escorial, y más años antes deque Herrera tomara a su cargo las obras yde que su modalidad estilística se definiera).
Desde el punto de vista físico, la ediLión de Francisco de la Maza, historiadory crítico de arte, primera de la Academiade Artes, no hace honor a la propiaacademia: es tipográficamente fea, pobrey descuidada. Ya adornada con el escudoo "logotipo" de la academia, de tan malgusto que apenas puede uno imaginarcómo un grupo de muy distinguidos señores académicos de las artes haya podidoadoptarlo.
En suma, se trata de un libro sin dudainteresante por la intención que lo anima,
sin pato", donde no se cumplen ni porasomo los posibles temas que hemos señalado en el párrafo anterior, ni otros similares o equivalentes.
El libro está dedicado curiosamente ala memoria de Ponciano Arriaga y ManuelJosé Othón, "los dos potosir.os más ilustres", dice. Pero aparte su calidad depotosinos no ve uno qué relación tenganel político liberal y el poeta con el doctorDe la Maza. En una página ("Dos palabras") se aclara cómo surgió la obra, apartir de una reseña sobre un estudioreciente de don Francisco: eso quizá explica -aunque de ninguna manera justifica- el resultado fina!.
En efecto, después de una introducciónque en forma rápida y más bi~n deslucidainsiste en que los mexicanos no nos ocupamos de nuesira riqueza artística sinohasta después de que los extranjeros nosenseñaron (lo cual no es totalmente justo), y de. una mínima biografía, excesivamente superficial, de Francisco de la Maza, los dieciséis siguientes capítulos corresponden a otras tantas obras del estudiosohomenajeado, que comenta más larga omás brevemente.
Ese partido adoptado es suficiente paraentender que la obra carece de una verdadera estructura conceptual, y que no pasade ser una "crónica" que relata la produc-
. ción de Francisco de la Maza. El últimocapítulo, "Apreciación final", no salva esacarencia de valoración crítica, pues menosde dos páginas con algunos elogios varios("ingenioso", "ameno", "apacible", "incansable,,) son totalmente incapaces deconfigurar para el lector la personalidadacadémica de De la Maza, ni de si tuar suobra dentro del contexto de la historia
DE HISTORIA DEL ARTE
Don Antonio Castro Leal ha escrito unapequeña obra sobre Francisco de la Maza,en que se ocupa de él como historiador ycomo crítico de aríe."* El autor indica suintención en el prólogo: "fundamentalmente elogia y celebra la labor admirabley constante de Francisco de la Maza". Yciertamente ese propósito es loable y anadie que medianamente conozca la carrera académica de don Francisco le puedeparecer poco pertinente. Estudiar la obradel historiador de arte potosino, deslindarlos fundamentos y la actualización de suquehacer, ponderar el gran esfuerzo quesignifica lograr una producción tan vastacomo la suya, parangonarla con la deotros estudiosos, distinguir los puntos mayores de interés sobre los que gira sutrabajo, examinar, en fin, su método y elproceso a través del cual ha modificado omantenido sus primeras posturas, hastallegar a una indudable madurez, todo estv ~t:
ría mllteria bastante y de interés indudable.Sin embargo don Antonio Castro Leal
parece haberse quedado en las buenasintenciones. Yo diría, incluso, que le hahecho un flaco servicio a De la Maza,porque a través del librito no se distingueen lo más mínimo ni su personalidad, ni
" " lo que realmente cuenta su obra, la "acadé-.mica y la otra, que podríamos considerar"política" (en el mejor sentido: la dedifusión y de defensa de valores amenazadost A tal punto oue podría decirse queel libro es un caso de "guisado de pato
* Antonio Castro Leal: Francisco de la Maza, historiadory crítico de arte. México, Academia de Artes, 1970, 139 pp.
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II.,
con datos sustanciosos s"hre los temasque han ocupado a Francisco de la Mazay sobre él mismo (a lo~ q~e se agrega. unabibliografía· de sus pnncJpales trabaJos),que sin embargo· parece haber f~lado enlograr un análisis de la person~Jd~? delhistoriador potosino y una aprecJacJon dela importancia real de su obra.
RELIGlON y ARTE EN LA NUEVAESPAÑA
El último, pequeño} muy cuidado libroque ha dado la prodigalidad intelectual deFrancisco de la Maza* es, dentro de susproporciones, un magnífico ejemplo de lamanera que este estudioso ha seguido paratratar sus temas, manera que correspondea todo un estilo de entender la historiadel arte.
A los monumentos antiguos se llega,primero, por un conocimiento históricoprevio, que sitúa una obra en el tiempo,antes de entrar al análisis histórico yformal de la misma obra. Así, el presentelibro de De la Maza responde a esa estruc·tura clásica: yendo de lo general a loparticular, habla primero del santo FelipeNeri y la fundación del Oratorio en Roma, luego de la vida de Antonio CalderónBenavides y la fundación de la "UniónIlustrísima de San Felipe Neri"; más ade·lante nos hace la historia de las primerasconstrucciones filipenses, hasta llegar a lafábrica de San Felipe el viejo, las modifi·caciones que se le hicieron, la decoraciónque lo fue sucesivamente enriqueciendo através del tiempo, y su posterior abandono y ruina.
Hay un importante intermedio con hJstorias de los filipenses, antes de que lleguea referirse a la construcción -que quedaría inconclusa- de la iglesia nueva. Estaaparente alteración del orden lógico, queiría de lo histórico a lo artístico, sejustifica por el deseo de plegarse a unorden cronológico, puesto que las historias filipenses que cita se sitúan en tiempo,por la mayor parte, en el siglo XVII, es decir,cuando fue levantado el templo viejo y antesde que se iniciara el nuevo, y puesto que lafuente de esos datos es de 1736 y resulta portanto anterior a este último acontecimiento.Finalmente se refiere a la restauraciónreciente del conjunto arquitectónico, de laque hace elogio y crítica.
El discurso todo d\" De la Maza vaenriquecido de comentarios sabrosos, inteligentes y eruditos. Si el pequeño primercapítulo dedicado al santo fundador italia·no no pasa de ser una entrada conveniente (aunque aprovecha para caracterizaralgunos rasgos generales de la orden, como la legendaria hermosura de sus miembros), las partes siguientes cobran mascuerpo a medida que se avanza.
Don Francisco camina por la NuevaEspaña como por su casa -resultado detantos años de trato continuo- y puedehablar prácticamente de cualquier temacon seguridad, lo mismo si se refiere a la
* ,Francisco de la Maza: Los templos de SanFelipe Neri de la ciudad de México, con historias que parecen cuentos. México, edi.:ión delautor, 1970.
organización de las órdenes religiosas quesi trata de patronos y protectores, laactitud de la mitra o de la autoridadvirreinal o la tarea editorial del fundadormexicano, Antonio Calderón, heredero deimpresores. Su conocimiento de las fuentes es indudable y le permite comentarioscontinuos a tantos aspectos relacionadoscon el tema que específicamente le ocupaen un momento. De manera que la mayoría de sus obras -y entre ellas la presente- rebasan con mucho lo específicamente monográfico de un monumento.
Seguramente la parte más amena dellibro es el interregno titulado "Biografíasfilipenses, sucesos y costumbres del sigloXVII", que justifica el subtítulo de laobra. Ahí hace una selección y glosa,chispeante de ingenio muchas veces, de lasbiografías de oratorianos que incluye Julián Cutiérrez Dávila en sus Memoriashistóricas de la Congregación del Oratoriode la ciudad de México; es ésta una largacrónica de la institución "bosquejada antes con el nombre de unión", que sigue elmodelo más general de tal tipo de obras,construidas sobre la base de las vidas de
varones ilustres que fueron orgullo de sus"religiones"; publicada en 1736, relataprincipalmente sucesos del siglo anterior.Con agudeza y al}n malicia, De la Maza hasabido leer esa apología, desvelando lanideza o el ridículo cubiertos por losadjetivos y las frases arrobadas de Cutierrez Dávila. Algunos de los subtitulillosque emplea para encabezar los hechos queentresaca pueden dar idea del tono:"Chinches y pulgas", "Moral y baños","Nube de hostias", "El padre Montaña yel fantasma etíope", y suma y sigue. Entodo caso y amenidad aparte (que no espoca virtud en un estudio histórico), laglosa de De la Maza. es un ejemplo decómo pueden utilizarse esas crónicas viejastantas veces calificadas de farragosas einútiles; no sólo datos, sino hasta chistespueden encontrarse en ellas: todo depen·
. de de la agudeza del ojo de quien busque.y esa parte del librito es del mayorinterés, porque don FranciiSco ha podidodarnos una serie de retratos, todo lofragmentarios que se quiera, pero cierta·mente vívidos, de aquel oscuro siglo novohispano. En éste y en otros estudios (co-
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mo La ciudad de México en el siglo XVII,1969) De la Maza contradice la visiónapologética que algunos historiadores delarte colonial parecen darnos. acerca de laépoca, más exactamente -dejando a unlado el problema de castas- acerca de lavida criolla como todá lujos, arte, cortesía, elegancia y piedad religiosa. Reconociendo ia ventaja de esta postura máscrítica, yo le pondría sin embargo algúnreparo: el de una especie de "desenfoque"histórico que proviene, sin duda, de unaactitud en él fondo esencialista; juzga él lamugre o el excesivo pudor o el orgullo declase <> de limpieza de sangre de aquellaépoca desde una cómoda postura del sigloXX; quizá lo absurdo de esos hombres nosea tanto si nos preocupamos por verlos,en lo posible, desde su mismo tiempo,tratando de entenderlos más que de exhibirlos. Y no dejo de advertir alguna formade contradicción entre esa torpeza queencuentra en la sociedad colonial y suindudable admiración por el arte que produjo. Si fue una época de absurdos ¿cómo pudo realizar maravillas artísticas?Ciertament-e era más consecuente la postura vieja liberal decimonónica: la épocade la colonia fue mala, injusta, inmoral yfalsa .y en consecuencia el barroco es unarte falso y malo:
Seguro de los terrenos que pisa, donFrancisco usa de ese estilo más bien desenfadado que le es característico, y deuna especie de rudeza en afirmacionestajantes y definitivas, lo que tiene la granvirtud de hacer resaltar, en una especie declaroscuro violento, aquello que particularmente le interesa señalar. Aunque, porotro lado, tal manera de proceder nocarece de riesgos: por mi parte, v. gr., yono me atrevería a negar con tanto garboque "No hubo nunca, salvo el carmelitafray Andrés de San Miguel, ningún fraile,obispo, cura o sacristán arquitecto" durante la colonia; quizá lo más probable esque tenga razón, pero no lo sabremos decierto mientras no tengamos la nóminacompleta de todos y cada uno de losalarifes que intervinieron en todas y cadauna de las construcciones... lo cual esdesde luego imposible.
La última parte del librito está dedicada a la iglesia nueva de San Felipe Neri,que los oratorianos iniciaron con todolujo y grandeza en 1751, apenas quinceaños después de haber terminado la última "reconstrucción" de la iglesia vieja yonce después de la inauguración del fastuoso retablo mayor de ésta. El arquitectolldefonso lniesta Bejarano hizo triunfar enella el nuevo barroco estípite que simultáneamente entronizaba Lorenzo Rodríguezen el Sagrario metropolitano: su obra ibaen vías de ser una de las más esplendorosas de la ciudad cuando "las protestas delconde de Regla, que vivía al otro lado",la expulsión de los jesuitas en 1767 y untemblor que dejó malt!echa. la iglesia aLaño siguiente hicieron que los oratorianosse mudaran a la antigua casa Profesa de laCompañía de Jesús. De la Maza historiaesto y el posterior ocultamiento, por elteatro Arbeu, desde 1875, de la fachadainconclüSa, cuando 'el buque de la iglesia
se utilizó para la sala y la portada fueescondida en el vestíbulo del coliseo. Salvada la obra por casualidad milagrosa, elpredio fue comprado por la Secretaría deHacienda y el conjunto de ambas iglesiasy claustro restaurado en los años de 1968y 1969 en lo que tenía de restaurable ydedicado a biblioteca. Encuentra De laMaza que con esto "paga la ciudad otradeuda que tenía con su historia colonial ylogra la reivindicación' de dos monumentos del virreinato que merecían ser conocidos y apreciados en su alto valor artística", aunque le parece errado el que sehaya dado remate (según dibujos de Carlos Chanfón) a la no terminada fachadade la iglesia nueva, porque, según la Cartade Venecia, "la restauración termina donde comienza la hipótesis"; yo creo, paramí, que aunque ese célebre documentosea muy respetable, no es palabra divina,y que quizá aun más discretamente de loque se hizo, pero era indispensable daralguna terminación a esa magínfica fachada, que no podía, por claras razonesestéticas, terminar en una desesperantelínea horizontal que contradiría todo el
sentido de la obra; en' la misma cartaveneciana puede justificarse lo realizado,puesto que ésta asienta que la restauración tiene el fin de "preservar y revelarlos valores estéticos del monumento".
"No hay como hacerse uno sus cosas",y Francisco de la Maza, que por su prestigio puede publicar prácticamente dondequiera, ha preferido esta vez hacer unaedición propia, cansado, él tan meticuloso, de lidiar con editores. El resultado esun librito de 75 páginas, modesto, peromuy pulcro, realizado en los talleres de"Libros de México", de indudable buengusto, sobrio, complementado con sufi- .cien tes y bien impresas fotografías de losmonumentos que estudia, dibujos, pinturas y grabados, y con un plano desplegable del conjunto arquitectónico de las dosiglesias y claustro de San Felipe. .
El todo, como puede apercibir el lectorde esta recensión, una obra interesante,útil, amena y lograda en toda proporción,que corresponde indudablemente a la madurez de Francisco de la Maza comoindividuo como estudioso del arte colonial y d: la historia de la Nueva España.
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