Post on 20-Jul-2015
Medidas correctivas en
menores infractores que han
cumplido mayoría de edad
Ab OLIVA DIAZ, Leidi Yanina1
El sistema de justicia penal juvenil peruano establece un marco normativo que
supuestamente propicia la impunidad de los adolescentes que infringen la ley penal.
El problema de los adolescentes infractores no es vigente, viene de mucho tiempo,
siendo un tema sin resolver, mismo que es motivo de múltiples discusiones entre lo
doctrinarios del Derecho
Durante siglos los niños y adolescentes estuvieron sometidos a idéntico tratamiento
legal que los adultos, pues existía absoluta carencia de regulación e instituciones
especializadas al respecto, consecuentemente, no se establecía ninguna diferencia
cuando el ilícito era cometido por un menor de edad o una persona adulta, inclusive
aquellos eran recluidos dentro de los mismos ambientes. “Es la etapa que Emilio
García Méndez ha llamado “etapa del tratamiento penal indiferenciado”, caracterizada
por juzgar a los niños prácticamente de la misma manera que a los adultos, con la
escasa excepción de los que no habían alcanzado 07 años.
El límite de la inimputabilidad penal se estableció a la corta edad de 07 años, entonces
los menores que superaban esta edad eran privados de su libertad y procesados bajo
las mismas normas que los adultos. Aída Kemelmajer da cuenta que hacia 1815 un
tribunal de Olb Baley – Inglaterra condenó a cinco niños de 8 a 12 años de edad, a los
que inclusive consideró merecedores de la pena de muerte.
En los albores del siglo XIX se realizó algunas modificaciones al régimen de carcelería
ordinario o para adultos, se implementaron dependencias escolares o talleres en
donde los presos jóvenes podían aprender un oficio y obtener ciertos beneficios
económicos, no obstante, los menores de edad que realizaban una conducta delictiva
continuaban recibiendo idéntico tratamiento que el otorgado a los adultos delincuentes.
En los últimos tiempos uno de los problemas que viene concitando preocupación son
los graves delitos cometidos por adolescentes infractores en perjuicio de miembros de
la sociedad; ya que los comportamientos delictivos más frecuentes de los
adolescentes infractores atentan contra el patrimonio y la propiedad privada o cuando
promueven una economía basada en negocios ilícitos como el robo agravado, hurto
1 Secretaria en el Segundo Juzgado Civil Mixto de Jaén Estudios de maestría en Derecho Civil y Comercial-Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo
agravado, homicidio calificado, etc., que contribuyen a la inseguridad ciudadana de
nuestro país; siendo que en la actualidad los delitos de robo agravado, homicidio
calificado son los de mayor incidencia debido a la gran magnitud comercial que se
realiza en esta parte de la ciudad, donde los transeúntes y comerciantes se
encuentran expuestos a ser afectados en su bien jurídico protegido el patrimonio. Es
más frecuente observar estos comportamientos en varones de clase media-baja, con
baja escolaridad normalmente provienen de hogares desintegrados o donde uno o
ambos padres manifiestan también conductas antisociales. Muchas veces provienen
de barrios característicos, donde proliferan las pandillas.
Sin la menor duda, la conducta antisocial de los jóvenes representa un problema
complejo y un reto para muchos grupos organizados, que luchan por mejorar las
condiciones de vida de la población en general y de sus comunidades. No es un
problema reciente, hay muy diversos factores que promueven en los jóvenes la
violencia y otras formas de conducta antisocial, en lugar de promover el
comportamiento socialmente adecuado. En otras ocasiones, más lamentable aún, los
encargados de educar y supervisar a los jóvenes son los directos inductores de su
conducta delictiva, como ocurre con algunos padres de familia, y educadores.
En la actualidad se argumenta que las sanciones que se imponen resultan demasiado
benignas, no acorde con la gravedad de los ilícitos cometidos, máxime cuando los
adolescentes que son privados de libertad se les deriva a centros de reclusión
exclusivos para menores de edad, lugares de los cuales frecuentemente escapan o
son rescatados por sus cómplices conforme ha sucedido recientemente en los centros
juveniles de Lima y Trujillo, donde miembros de bandas criminales organizadas
promovieron acciones de rescate a sus integrantes internados en estos centros
juveniles, para luego reintegrarlos a sus grupos delictivos y continuar con sus
actividades ilícitas.
Entonces, evidenciamos que un numeroso sector de la población reclama un cambio
normativo a efectos de imponer mayor drasticidad al sistema de justicia juvenil; éste
reclamo social ha tenido incidencia directa en el plano político estableciendo pautas de
actuación en la clase dirigencial, que escuchando el “deseo de los ciudadanos” han
apostado - antes que en medidas preventivas y de rehabilitación -, por estrategias
basadas en la represión, como solución para frenar el auge de la delincuencia juvenil.
Conforme a la ley de creación de los centros correccionales, el juez intervenía no sólo
cuando los menores cometían infracciones a la ley penal, sino también en otros
supuestos como realizar ocupaciones ilegales, ingresar a casas de mala reputación,
entrar a negocios donde se expendía bebidas alcohólicas o en lugares de juegos y
apuestas exclusivos para adultos, deambular por las calles durante la noche, no
concurrir a la escuela habitualmente, usar lenguaje vulgar u obsceno en lugares
públicos, desobediencia de los padres, mendigar en las calles
La Doctrina de la protección integral tiene como uno de sus principales ejes el diseño
de un sistema de responsabilidad penal especializado para aquellas personas
menores de 18 años que cometen hechos ilícitos, completamente distinto al sistema
tutelar y al sistema penal de adultos, acorde con el esquema trazado por los artículos
37 y 40 de la Convención sobre Derechos del Niño.
Aún cuando los menores de edad se encuentran sometidos a una jurisdicción
especializada debemos admitir que se trata de una responsabilidad penal, aunque
atenuada respecto de los adultos, pero de la misma naturaleza.
Ornosa Fernández sostiene que la exigencia de un proceso diferenciado respecto a
los adultos “no es obstáculo para que el proceso de infracción a la ley penal deba
considerarse de carácter penal, por su propia naturaleza y aplicación de los principios,
derechos y garantías previstos en el ordenamiento jurídico”
Es más, resulta aconsejable y hasta beneficioso que el menor conozca sin
subterfugios que estamos ante una justicia penal que, con todas sus especialidades, le
va exigir – en caso de acreditarse su participación en los hechos imputados –
responder ante la sociedad por la infracción a la ley penal a través de una medida
socioeducativa. Una afirmación en contrario carecería de sinceridad y podría suponer
una forma encubierta de restricción de derechos, pues nos encontraríamos ante una
semántica ocultadora de consecuencias y sufrimientos reales, toda vez que no se
puede diferenciar privaciones de libertad para adultos y privaciones de libertad para
menores de edad. Afirmar que en el último caso se trata de una medida puramente
educativa, sin reconocer su parte sancionadora, trae como consecuencia la relajación
de los límites (que sí existen en el derecho penal de mayores) y la confusión del
menor.
El artículo 40 de la Convención sobre los Derechos del Niño establece cuáles son los
lineamientos que se deben respetar cuando un adolescente es infractor de la ley
penal. Por ello, que el adolescente merece ser tratado respetando su dignidad y valor,
fomentando el respeto por los derechos humanos reconocido y libertades
fundamentales de terceros. Además, se tomará en cuenta la edad del niño y se
buscará promover su reintegración para que asuma una función constructiva en la
sociedad. El referido artículo también se encarga de señalar la función de los Estados
Partes para garantizar la situación aquellos adolescentes infractores de la ley penal2.
Por ello, resulta necesaria la aplicación del “Derecho Penal Mínimo”, que establece
una serie de reglas y mecanismos especiales, cuando nos encontramos frente a
menores de edad, que infringen la ley penal.
Entre estas reglas, cabe resaltar que la privación de libertad debe ser aplicada
solamente como última ratio, es decir, como un último recurso en casos
excepcionales. Asimismo, se alude a un tratamiento especializado, en el que los
menores sean tratados de manera apropiada y se guarde proporción entre las
circunstancias y la infracción. Ello implica, además, que en dicho tratamiento se
tomará en cuenta la personalidad, aptitudes, inteligencia y valores del menor; sobre
todo, las circunstancias que lo llevaron a cometer la infracción. Por otra parte, el menor
deberá recibir apoyo socio familiar, a través del cual se le brinde asistencia en
capacitación profesional y se utilicen todos los medios posibles para que el menor
tenga una comunicación adecuada con el mundo exterior
Esto no quiere decir que sea adecuado tratar a los menores de edad de manera
idéntica que a los adultos, pues el adolescente infractor es una persona que se
encuentra en desarrollo y que aún no ha tenido tiempo para interiorizar a plenitud las
normas que rigen la sociedad en que vive, por este motivo el artículo 5.5 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos establece la ineludible necesidad
que los niños acusados de infringir leyes penales sean sometidos a un sistema
especializado de justicia. Esto no significa que los adolescentes infractores sean
incapaces de discernir y que por lo tanto resulten irresponsables, sino que la reacción
social frente a sus actos ilícitos no debe ser exclusivamente el castigo, sino que sobre
todo se debe promover su real rehabilitación para cumplir un papel constructivo y
productivo en la sociedad
Es innegable que existen diferencias entre el sistema de justicia penal para adultos y
la justicia penal para adolescentes. En el último caso se enfatiza sobre todo la
educación y reinserción social del infractor, se establece alternativas de naturaleza
desjudicializadora; flexibilización y posibilidad de modificar las medidas impuestas al
menor; disposición de un amplio abanico de medidas socioeducativas de diferente
2 Gamarra Rubio, Fernando. “Interés Superior del Niño: Estudio Doctrinal y Normativo”. Normas
Legales Legislación Peruana, p 72
intensidad y contenido, a efectos de seleccionar aquellas que satisfagan con mayor
claridad el interés superior del niño
El artículo 20 inciso 2) del Código Penal establece un criterio estrictamente cronológico
(18 años de edad) a partir del cual el sujeto responde plenamente por sus actos
delictivos a través del sistema penal común. Se dice que “la determinación de la
mayoría de edad penal en los 18 años - plena aplicación del derecho penal de adultos
– es sin duda una decisión de política criminal esencialmente fundamentada en la
necesidad de una intervención especial, en la órbita de persecución, frente a los
menores. El legislador considera un principio de privilegio para el agente, en cuanto
asume que hasta ese momento la persona no ha alcanzado el grado de formación y
madurez suficiente para hacerle aplicable en su integridad el sistema penal de adultos.
Una lectura aislada y distraída del artículo 20 inciso 2) del Código Penal, puede
llevarnos a concluir que todos los menores de 18 años resultan absolutamente
inimputables, sin embargo, debemos tener en cuenta que los adolescentes cuya edad
oscila entre los 14 hasta antes de cumplir los 18 años, detentan responsabilidad penal
especial de acuerdo a lo indicado por el artículo 184 del Código de los Niños y
Adolescentes. Esto implica que los menores comprendidos en esta franja de edad son
los destinatarios del sistema penal juvenil, en consecuencia, aún cuando no pueden
ser procesados, juzgados o sancionados como adultos, sí existe la posibilidad
El Código de Niños y Adolescentes al establecer que el sistema de responsabilidad
penal para adolescentes tiene su ámbito de aplicación subjetiva para aquellas
personas que se encuentren entre los 14 y los 18 años de edad al momento de
realizar la conducta considerada delictiva, reconoce que a éstos les asis te capacidad
de imputabilidad específica, condicionada y diferenciada en referencia al hecho
cronológico de la edad y al propio desarrollo del proceso formativo del menor que a
todas luces se observa inconcluso por parte de las ciencias del comportamiento, todo
lo anterior fundamenta la no erradicación o exclusión de la responsabilidad penal sino
una respuesta estatal especial y diversificada de someterlos a un proceso específico
por infracción a la ley penal, donde de comprobarse su responsabilidad, se procederá
a aplicar alguna de las medidas socioeducativas reguladas en el artículo 217 del citado
texto legal, que comprende desde una simple amonestación hasta la privación de la
libertad a través del internamiento en un centro juvenil.
Es que la capacidad de imputabilidad de un adolescente “no es exactamente igual y
equivalente a la del adulto que ya ha culminado su ciclo formativo; una personalidad
en evolución debe ofrecer variables de madurez y cierta tendencia al peso de la
influencia de terceros, externa o telúrica, realidad que no puede ser desconocida por el
derecho penal, disciplina que admitiendo la imputabilidad, ha de aceptar que se trata
de una capacidad específica y peculiar, lo cual debe traer como consecuencia toda
una serie de matices, reflejados en la normatividad que se adopte.
El Código de los Niños y Adolescente, según lo establece en su artículo 183 penaliza
los actos de los niños y adolescentes a quiénes los denomina infractores de la ley
penal. Sin embargo, el capitulo V, del Titulo II, del Libro Cuarto, de dicha norma legal,
esta dedicado a los adolescentes mayores de 14 años, a quienes se les aplica
medidas socio-educativas3.
Al niño y al adolescente hasta los 14 años lo excluye de actividad procesal judicial y
solo a través de un procedimiento administrativo, investigación tutelar (Articulo 245 y
siguientes), el juez impone la medida de protección respectiva.
Por eso es que se dice que al niño y adolescente menor de 14 años se le ha excluido
del sistema de responsabilidad penal4. Sin embargo se considera que ello no es así,
ya que como se ha dicho, el menor no sería merecedor de una medida de protección,
pues aunque se trate de disfrazarla ésta no deja de ser una pena frente a una
conducta contraria a ley penal. La doctrina de la protección integral ha roto el mito de
la situación irregular (de irresponsabilidad absoluta) al señalar que el menor de edad
puede cometer delitos o faltas.
Al niño que comete infracción a la ley penal le corresponde las medidas de protección.
El Juez especializado podrá aplicar cualquiera de las siguientes medidas:
a) El cuidado en el propio hogar, para lo cual se orientará a los padres o
responsables para el cumplimiento de sus obligaciones, contando con apoyo y
seguimiento temporal por Instituciones de Defensa.
b) Participación en un programa oficial o comunitario de Defensa con atención
educativa, de salud y social.
c) Incorporación a una familia sustituta o colocación familiar; y
d) Atención Integral en un establecimiento de protección especial.
Las medidas no se aplica solo con la acreditación de la infracción sino también el Juez
deberá de ver el entorno familiar, las condiciones y necesidad del menor
3 Morales Córdova, Hugo. El adolescente infractor en conflicto con la Ley penal -una perspectiva sociopsicológica del sistema de Justicia Penal Juvenil en el Perú , p 25 4 Chunga La Monja, Fermín, Exposición de Motivos del Código de Menores, pp 252
Hay que relevar dos aspectos fundamentales de este cambio de perspectiva: los niños
y adolescentes no son ya objetos de compasión y de represión sino que son sujetos
de derechos; y en segundo lugar, en el ámbito penal, se establece una normatividad
exclusiva para el adolescente infractor pasible de medidas socio educativas
perfectamente diferenciada del niño o adolescente en presunto estado de abandono
sujeto a medidas de protección.
En nuestro ordenamiento el adolescente mayor de doce años que infringe la ley ya sea
como autor o partícipe de un hecho punible tipificado como delito o falta en la ley penal
es pasible de medidas socio educativas del mismo modo que el adulto de penas. Es
decir, tanto las penas como la medidas socio educativas son la respuesta del Ius
Puniendi estatal, entendido éste como la facultad del estado de intervenir y sancionar
la comisión de ilícitos y como tales, ambas encuentran su justificación en la idea que
tenga el Estado sobre la finalidad de las sanciones que aplica.
Uno de los temas que más preocupa a la sociedad y sobre el cual existe mayor
polémica en el mundo entero es el referido a la responsabilidad penal del menor. A la
fecha, el debate se ha centrado en las siguientes interrogantes:
¿Es posible disminuir la edad de 18 a 16 años, para hacer responsables en el ámbito
penal a los menores de edad?, ¿Son idóneas las medidas socio-educativas existentes
en nuestro ordenamiento jurídico, para reducir el nivel de delincuencia juvenil?, ¿Es
posible prolongar el plazo de duración de la medida de internamiento en casos de
delitos graves?
Para dar respuesta a estas preguntas resulta necesario esbozar las normas
actualmente vigentes en nuestro ordenamiento jurídico. Así, principalmente
encontramos el Código de Niños y Adolescentes (artículos 183 y siguientes), en el que
“Se considera adolescente infractor a aquel cuya responsabilidad ha sido determinada
como autor o partícipe en un hecho punible tipificado como delito o falta en la ley
penal”. En dicho cuerpo legislativo se prevén una serie de garantías, derechos y
deberes que parten de reconocer al adolescente como un sujeto de derechos,
dejándosele de ver como un objeto de tutela y represión (lo que en antaño se
explicaba en un excesivo paternalismo estatal y fue desarrollado por la Doctrina de la
situación irregular)5. En tal sentido, el artículo 191 regula expresamente que el sistema
de justicia del adolescente infractor se orienta a su rehabilitación y a encaminarlo a su
5 Morales Córdova, Hugo. El adolescente infractor en conflicto con la Ley penal-una perspectiva
sociopsicológica del sistema de Justicia Penal Juvenil en el Perú , p 75
bienestar; razón por la que, al momento de emitir sentencia, el juez debe tomar en
cuenta: la existencia del daño causado, la gravedad de los hechos acontecidos, el
grado de responsabilidad del adolescente, el informe del equipo multidisciplinario y el
informe social correspondiente (artículo 215).
Los delitos tipificados en el Código Penal hay varios cuya comisión está directamente
relacionada con la percepción de inseguridad en las calles. Los delitos contra el
patrimonio, que son los más comunes en nuestro país, como hurtos, robos y robos
agravados, por ejemplo; aquellos que afectan el cuerpo, la vida y la salud, como los
homicidios o lesiones; los que afectan la libertad personal y la sexual, entre otros. Es
por ello que, a falta de políticas claras, integrales y de largo plazo en materia de
seguridad ciudadana, solemos ver muchas iniciativas que recaen en la ampliación de
supuestos de los referidos tipos penales, o el incremento de las penas con las que son
sancionadas dichas conductas.
Dicho de otro modo, es usual en sociedades como la nuestra, significativamente
autoritarias, la recurrencia a las conocidas medidas de mano dura para hacer frente a
la delincuencia. Una de ellas, que al parecer es típica en nuestra región, es la
reducción de la edad mínima de imputabilidad, con la cual se pretende reprimir a los
menores de edad que infrinjan la ley penal. Por citar unos cuantos ejemplos, la edad
de imputabilidad penal juvenil en Argentina y Bolivia es de 16 años; en Chile,
Colombia, Panamá y Paraguay es de 14 años; en Guatemala, Nicaragua y República
Dominicana es de 13 años y en Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras, México y
Venezuela es de 12 años
Toda reforma legislativa, y con mayor razón cuando se trata de ampliar las
condiciones o supuestos para la aplicación de sanciones penales, requiere por parte
de nuestras autoridades un exhaustivo análisis que tenga en cuenta, por lo menos, la
justificación de la misma sobre la base de una necesidad real, así como la viabilidad y
capacidad de nuestras instituciones para su implementación eficiente (léase no
contraproducente).
No estaría de más, por supuesto, la revisión de medidas similares adoptadas en otros
países de la región, sus condiciones y supuestos contextuales, así como los
resultados, tomando nota tanto de aciertos como desaciertos conocidos, a fin de
contar con elementos básicos que nos permitan prever, o al menos suponer, los tipos
impacto que se podría tener en el largo plazo y determinar así la conveniencia de la
medida en cuestión.
En esa línea, el sentido común nos aconsejaría conocer la información disponible a fin
de constatar, por ejemplo, si hay un número relevante de casos de menores
infractores vinculados con determinados delitos. De lo contrario, la medida no tendría
el mínimo sustento en la realidad y podría entenderse que está siendo impulsada por
motivos equivocados, como lo sería, y es lo típico, algún caso emblemático y el
consecuente temor en la población a partir de la difusión del mismo6.
Si hacemos caso a nuestro sentido común, sabríamos que de 2289 menores recluidos
en los diez Centros Juveniles a nivel nacional, 134 (el 6%) lo están por homicidio, 1109
(el 48%) lo están por robo o robo agravado, mientras que 426 lo están por violación
sexual (el 19%)
En el Centro Juvenil de Lima (Maranguita), el 96.53% de casos cumple su primer
internamiento (no son reincidentes). Es decir, que el seis por ciento de la población
internada en algún Centro Juvenil serían potenciales sicarios, aunque sabemos que no
necesariamente “homicida” es igual a “sicario”.
Cabe acotar, que en Doctrina Penal, es universalmente aceptado que el Derecho
Penal en su acepción tradicional se identifica como una forma de control social formal
de reacción, acaso el más violento de los métodos utilizados para la consecución de
sus fines, sin embargo tal como señala Luigi Ferrajoli7, “Desde hace algunos años
asistimos, en Italia, Alemania y España, a un nuevo despertar de intereses y
reflexiones teóricas y empíricas por parte de penalistas, sociólogos y filósofos del
Derecho, acerca del problema del bien jurídico. En torno a este problema viene a la
vez tematizada la función -utilitaria y garantista- del Derecho Penal como técnica de
tutela de los ciudadanos contra la ofensa de derechos subjetivos e intereses
fundamental.
En el caso peruano, el actual Código Penal Vigente aprobado mediante Decreto
Legislativo Nº 635, establece en su artículo 20º que está exento de responsabilidad
penal el menor de 18 años.
No fue sino hasta el año de 1899 cuando, con la creación del primer Tribunal Juvenil
en Chicago, Illinois, se empezó a comentar la necesidad de sustraer al menor de la
justicia penal. Con este objetivo, se inició la labor de creación de una jurisdicción
especializada, totalmente diferente a la concepción del Derecho Penal de adultos y
6 Ferrajoli, Luigi: “Algunas confusiones en torno a las consecuencias jurídicas de la conducta transgresora
de la ley penal en los nuevos sistemas de justicia juvenil latinoamericanos*, p 259 7 Hernández Alarcón, Christian. “La Investigación Tutelar en el Nuevo Código de los Niños y
Adolescentes”, p 15
con una marcada tendencia tutelar y proteccionista. Los menores de edad estaban
“fuera” del derecho penal, según opinión generalizada de doctrina tutelar.
La concepción tutelar del derecho de menores se fundamenta en la llamada “Doctrina
de la Situación Irregular”, según la cual, el menor de edad es considerado sujeto
pasivo de la intervención jurídica, objeto y no sujeto de derecho.
Christian Hernández Alarcón, en su Tesis el Debido Proceso y la Justicia Penal
Juvenil, nos indica que en la Doctrina de la Situación Irregular al menor que mataba o
robaba se decía que había cometido un acto antisocial; ahora de acuerdo a la Doctrina
de la Protección Integral aquellos menores que cometen los actos anteriores se les
califica con su verdadero nombre: homicida o ratero. Antes el Juez de Menores
calificaba el acto según su propio criterio ahora el Juez de Familia debe verificar que el
acto cometido esté previamente tipificado como falta o delito en el ordenamiento penal
en virtud del principio de legalidad.
Con relación a niños y adolescentes que se encuentren en conflicto con la ley penal,
será fundamental fijar una edad por debajo de la cual el Estado renuncie a la
aplicación de todo tipo de medidas. Para aquella fracción etárea que se pueda imputar
la comisión de un delito (esto es declararlo responsable) deberán reconocérsele todas
las garantías del debido proceso. Se aplicará la privación de libertad como medida de
último recurso, y por el tiempo más breve que proceda, considerándose medidas
alternativas.
El juez, ya no es “un buen padre de familia”, sino un juez técnico que ejerce funciones
jurisdiccionales, abandonándose la utilización de eufemismos que otorgaban absoluta
discrecionalidad para intervenir en cuestiones penales como así también
indistintamente asistenciales.
Es así, como dentro de este ámbito, donde los problemas asistenciales, fueron
excluidos de las cuestiones justiciables y por tanto surge la imperiosa necesidad del
trazado de políticas públicas que garanticen la satisfacción plena de los derechos de
los niños.
Con la promulgación del Código de los Niños y Adolescentes, nuestro ordenamiento
capta la doctrina de la protección integral y deja de lado la doctrina de la situación
irregular. Con este cambio de perspectiva, el menor deja de ser objeto de compasión y
represión y pasa a ser sujeto de derechos.
El Código de los Niños y Adolescentes, tiene en cuenta los principios de la
Constitución Política del Estado Peruano, así como la Convención sobre los Derechos
del Niño y otras normas internacionales, las cuales establecen que el Estado protege
de manera especial al niño y al adolescente como sujetos de derechos y protección en
su condición de personas en desarrollo
¿Qué sucede con aquellas personas que realizan una conducta ilícita antes de haber
alcanzado los 14 años de edad?. El legislador ha optado por la edad de los 14 años
como un límite mínimo a partir del cual se comienza a exigir responsabilidad penal
especial, entonces, aquellos que no alcancen dicha edad son considerados como
absolutamente exentos de responsabilidad penal bajo la presunción iuris et de iure que
debido a su grado de inmadurez carecen de capacidad para comprender el carácter
ilícito de su conducta.
Entonces, debido a que los menores de 14 años se encuentran exentos de
responsabilidad penal (inimputabilidad absoluta), no pueden ser juzgados ni privados
de libertad bajo la sindicación de haber realizado un acto punible, por tanto, respecto
de ellos se establece un procedimiento especial de naturaleza protectora, donde
resultan aplicables únicamente las medidas de protección previstas en el artículo 242
del Código de los Niños y Adolescentes
Algunos sistemas jurídicos no permiten que los infractores que alcanzan mayoría de
edad mientras están detenidos, sean externados del centro de detención juvenil. En
Colombia, por ejemplo, los centros especializados de privación de libertad no separan
a los adolescentes infractores de aquéllos jóvenes que cumplen los 18 años de edad
durante la ejecución de la medida socioeducativa privativa de libertad.
En efecto, el artículo 187 del Código de la Infancia y Adolescencia – Ley Nro. 1098 del
08 de noviembre del 2006 establece que “si estando vigente la sanción de privación de
la libertad el adolescente cumpliere los dieciocho (18) años, esta podrá continuar hasta
que este cumpla los veintiún (21) años. En ningún caso esta sanción podrá cumplirse
en sitios destinados a infractores mayores de edad. Los Centros de Atención
Especializada tendrán una atención diferencial entre los adolescentes menores de
dieciocho (18) años y aquellos que alcanzaron su mayoría de edad y deben continuar
con el cumplimiento de la sanción. Esta atención deberá incluir su separación física al
interior del Centro”.
Similar trato establece el Código de la Niñez y Adolescencia del Ecuador cuyo artículo
379 expresa: “Los centros de internamiento de adolescentes infractores tendrán cuatro
secciones totalmente separadas para: a) Los adolescentes que ingresen por efecto de
una medida cautelar; b) Los que cumplen las medidas socio-educativas de
internamiento de fin de semana e internamiento con régimen de semilibertad; c) Los
adolescentes en internamiento institucional. A su vez, en esta sección los
adolescentes serán separados de forma tal que no compartan el mismo espacio los
menores de quince años con los mayores de esta edad; y, d) Los que cumplan
dieciocho años de edad durante la privación de la libertad”.
Otros ordenamientos jurídicos establecen un régimen específico e independiente para
aquellos adolescentes que cumplen la mayoría de edad durante la ejecución de la
medida privativa de libertad.
En Costa Rica, los adolescentes que adquieren mayoría de edad no permanecen
detenidos en el mismo lugar donde se encuentran los menores de edad pero tampoco
son transferidos a centros penitenciarios para adultos, sino que son llevados al “Centro
de Formación Juvenil Zurquí” y al “Centro Adulto Joven” que albergan exclusivamente
a la población penal juvenil mayor a dieciocho años que aún se encuentra cumpliendo
una medida socioeducativa privativa de libertad.
En algunos países el traslado o no de los infractores que adquieren mayoría de edad
durante la ejecución de la medida privativa de libertad, dependerá de la evaluación de
su comportamiento y al cumplimiento de los objetivos propuestos en la sentencia.
En España por ejemplo, el artículo 14 de la Ley Orgánica Nro. 5/2000 instituye que: “
Cuando se trate de la medida de internamiento en régimen cerrado y el menor alcance
la edad de dieciocho años sin haber finalizado su cumplimiento, el Juez de Menores,
oído el Ministerio Fiscal, el letrado del menor, el equipo técnico y la entidad pública de
protección o reforma de menores, podrá ordenar en auto motivado que su
cumplimiento se lleve a cabo en un centro penitenciario conforme al régimen general
previsto en la Ley Orgánica General Penitenciaria si la conducta de la persona
internada no responde a los objetivos propuestos en la sentencia”.
Hay Estados que sí permiten enviar automáticamente a los infractores que alcanzan
mayoría de edad, a centros de detención para adultos.
En Argentina, el artículo 6 de la Ley Nro. 22278 - Régimen Penal de la Minoridad
dispone que “las penas privativas de libertad que los jueces impusieran a los menores
de edad se harán efectivas en institutos especializados. Si en esta situación
alcanzaren la mayoría de edad, cumplirán el resto de la condena en establecimientos
para adultos”.
El artículo 91 del Código de la Niñez y la Adolescencia de Uruguay – Ley Nro. 17823
señala: “La medida de privación de libertad tendrá una duración máxima de cinco
años. En ningún caso el adolescente que al llegar a los dieciocho años permanece
sujeto a medidas, cumplirá lo que le resta en establecimientos destinados a los
adultos”.
En este grupo se encuentra nuestro país, toda vez que el artículo 197 del Código de
los Niños y Adolescentes establece que “El adolescente que durante el cumplimiento
de la medida socio-educativa de internación alcance la mayoría de edad será
trasladado a ambientes especiales de un establecimiento penitenciario primario a
cargo del Instituto Nacional Penitenciario para culminar el tratamiento”. Es decir, en
virtud del citado dispositivo legal cuando el infractor alcance los 18 años de edad y aún
no haya cumplido la totalidad de la medida de internamiento, automáticamente será
trasladado a un centro penitenciario para adultos.
Si en nuestro país está permitido el traslado automático del infractor que cumple los 18
años de edad, a un centro penitenciario para adultos, no comprendemos cuál es la
situación que se desea modificar con los proyectos de ley anteriormente referidos,
pues en esencia intentan regular un escenario que ya se encuentra normado por el
artículo 197 del Código de los Niños y Adolescentes; es más, conforme lo
explicaremos más adelante, quienes insisten en dichas iniciativas no advierten que sus
propuestas legislativas desnaturalizan los principios del sistema de justicia penal
juvenil e inobservan derechos fundamentales de las personas mayores de 18 años,
que fueron privados de libertad por hechos ilícitos cometidos durante su adolescencia.
Es que el hecho que un infractor tenga que continuar con el cumplimiento de la medida
socioeducativa en una prisión común carece de toda lógica, pues la medida se ha
impuesto por un acto ilícito cometido cuando aún era menor de edad y conforme a una
legislación especializada (en nuestro caso el Código de los Niños y Adolescentes),
normativa distinta a aquella que regula las sanciones aplicables a los mayores de edad
(Código Penal). Se transgrede parámetros de imperativa observancia que establece la
Convención sobre Derechos del Niño, en cuanto señala que los menores de 18 años
que cometen una infracción a normas penales deben ser procesados, juzgados y
sancionados mediante una legislación especial que garantice sus derechos y haga
valer su responsabilidad, separados de los adultos, teniendo en cuenta su grado de
desarrollo (artículos 37 y 40).
Si procedemos a ejecutar la medida socioeducativa de internamiento en prisiones
ordinarias, no tendría sentido el reconocimiento de un específico sistema de justicia
penal juvenil, toda vez que en la práctica se estaría aplicando el sistema penal para
adultos a aquellos que infringen la ley siendo menores de edad, por tanto, las
consecuencias de su acción serán idénticas, debido a que terminarán siendo privados
de libertad en un mismo ambiente de detención. El principio de justicia juvenil
especializada garantiza la ejecución de la medida socioeducativa privativa de libertad
en ambientes separados de los adultos detenidos; derecho que no solamente asiste a
los adolescentes en conflicto con la ley penal, sino que también incluye a los mayores
de 18 años que durante su adolescencia infringieron la ley penal.
En efecto, el Código de los Niños y Adolescentes establece en el artículo V del Título
Preliminar que sus normas resultan aplicables “a todos los niños y adolescentes del
territorio peruano, sin ninguna distinción por motivo de raza, color, sexo, idioma,
religión, opinión política, nacionalidad, origen social, posición económica, etnia,
impedimento físico o mental, o cualquier otra condición, sea propia o de sus padres o
responsables”.
Interpretando el citado dispositivo legal concluimos que cuando hace referencia a
“cualquier otra condición”, se está considerando que toda situación capaz de
transformar el mundo exterior del adolescente no puede afectar los derechos
adquiridos durante ese estado natural, entonces, el Código de los Niños y
Adolescentes extiende sus efectos, para reconocer los derechos y garantías
especiales del sistema de justicia penal juvenil a quienes al momento de cometer la
infracción eran menores, aún cuando durante la ejecución de la medida socioeducativa
de internamiento hubieran alcanzado la mayoría de edad.
La interpretación efectuada es apropiada, porque aún cuando el infractor cumpla
mayoría de edad durante la ejecución de la medida privativa de libertad, siempre debe
prevalecer su protección integral en armonía con el principio del interés superior del
niño, dado que su condición jurídica no puede ser afectada por circunstancias ajenas a
la voluntad humana, en consecuencia, corresponde la continuidad de sus derechos
adquiridos que son propios de los adolescentes en conflicto con la ley penal, entre
ellos, no ser destinados a establecimientos penales para adultos.
El artículo 197 del Código de los Niños y Adolescentes autoriza el traslado automático
de los infractores que cumplen 18 años de edad, a un centro penitenciario para
adultos, en consecuencia, no comprendemos cuál es la situación que se pretende
modificar con los numerosos proyectos de ley existentes al respecto, pues en esencia
intentan regular una facultad que ya se encuentra normada.