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El fin de un modelo de política Universidad de La Laguna, 2017 – DOI:10.4185/cil2017-026
ISBN-13: 978-84-16458-82-0 / D.L.: TF-1149-2017 / DOI (del libro): 10.4185/129 Página | 599
Libro colectivo enlínea: http://www.revistalatinacs.org/17SLCS/libro-colectivo-2017.html
Las pintadas, demandas ciudadanas frente a la política
The “pintadas”, citizen demands against politics
J. Ignacio “Iñaki” Chaves G – Corporación Universitaria Minuto de Dios –
Uniminuto jose.chaves@uniminuto.edu - ichaves61@gmail.com
Resumen: Las expresiones de la ciudadanía para hacer públicas sus
demandas frente al accionar de los poderes pueden darse de múltiples formas,
más aún en tiempos de nuevas tecnologías, de una mayor penetración de
internet y de un elevado uso de las redes virtuales por la población.
A pesar de ello, las “tradicionales” formas de expresión siguen siendo vigentes
y utilizadas por una parte importante de la ciudadanía que, o no tiene opción de
usar lo tecnológico o cree que es más directo y efectivo el expresionismo
callejero. Las pintadas son una de esas maneras de significarse de quienes no
se sienten representados o le apuestan a hacer públicas sus inquietudes de
manera gráfica en las calles.
Analizar las pintadas, en este caso de un sector de la ciudad de Bogotá, nos
permite establecer esa otra manera de hacer política, o de intentar incidir en la
misma. En las pintadas se juntan la imaginación y la crítica para soñar, aúnan
las demandas ciudadanas con el arte y el ingenio para expresarse. Con ellas,
las paredes hablan, expresan lo que cierto número de ciudadanas y
ciudadanos desea comunicar. Sin ataduras, ocupando el espacio público,
dando muestras de esa libertad de la que hablaba Sen como parte del
desarrollo del ser humano. Pintar las paredes como medio y como fin de la
libertad soñada y en parte alcanzada.
Palabras clave: pintadas; comunicación; ciudadanía; política; espacio público.
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Abstract: The expressions of citizenship to make their demands public in the
face of the actions of the powers can occur in multiple ways, especially in times
of new technologies, a greater penetration of the Internet and a high use of
virtual networks by the population.
In spite of this, the "traditional" forms of expression are still valid and used by an
important part of the citizens who, either do not have the option of using
technology or believe that street expressionism is more direct and effective. The
graffiti is one of those ways of meaning of those who do not feel represented or
bet to make public their concerns graphically in the streets.
Analyze the graffiti, in this case a sector of the city of Bogotá, allows us to
establish that other way of doing politics, or trying to influence it. In the graffiti
imagination and criticism come together to dream, combine the demands of
citizens with art and ingenuity to express themselves. With them, the walls
speak, express what a sector of the public wants to communicate. Without ties,
occupying the public space, showing signs of that freedom that Sen was talking
about as part of the development of the human being. Painting the walls as a
means and as an end to the freedom that has been dreamed and partly
achieved.
Keywords: graffiti; communication; citizenship; politics; public space.
1. Introducción
Desde los inicios del ser humano sobre la Tierra, garabatear sobre las paredes
ha sido una actividad intrínseca a su existencia. Las pinturas rupestres, en las
cuevas de Altamira (Cantabria) o Nerja (Málaga) en España, o los petroglifos
prehispánicos en san José del Guaviare o Chiribiquete (Colombia) son una
clara muestra de esa afición humana por pintar su historia.
Miles de años después, las pintadas, o los grafitis, continúan esa tradición de
plasmar en las paredes las expresiones vitales de la ciudadanía. Mientras que
aquellas son consideradas obras de arte, vestigios de un pasado que ayudan a
situarnos en el mundo, éstas son tachadas las más de las veces de
vandalismo. Así es el tratamiento que la historia y los medios dispensan a
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acciones similares que no se distinguen por su antigüedad, sino por la
intencionalidad o los contenidos de sus mensajes.
Podemos decir que los grafitis son entonces esos textos, por lo general firmas,
o composiciones pictóricas que se plasman en las paredes y que, usualmente,
tienen un carácter subversivo al no contar con autorización para ocupar esos
espacios públicos. Mientras que las pintadas, que sufren de esa misma
discriminación, van, a nuestro modo de ver, un poco más allá, porque la acción
de escribir textos y dibujos sobre las paredes, o cualquier otro tipo de superficie
resistente y por lo general vertical, lleva implícita cierto contenido social o
político. Curiosamente, en América Latina, “estar pintada (o) en la pared” es no
tener valor o no ser tenido en cuenta.
Creo que las pintadas, y algunos de esos grafitis que sí tienen una crítica
social, cuentan, o deberían contar mucho. Son una forma de comunicar de la
ciudadanía y conllevan cierta apuesta política, una manera de hacer otra
política, desde la calle, ocupando el espacio público para reivindicar otras
formas de construir en común.
Han sido históricamente una expresión de las demandas populares contra el
statu quo, unas acciones tendentes a subvertir el poder establecido y sus
disposiciones, habitualmente contrarias a la mayoría más o menos silenciosa.
2. Algo de historia
Una breve presentación para situar las pintadas en su contexto histórico.
Los inicios del grafiti como expresión artística y reivindicativa se suelen situar
en New York en la década de los 70 del siglo pasado. Taki183, una especie de
acrónimo de su nombre Dimitrios (“Dimitraki”) y el número de la calle donde
vivía en Nueva York (183 de Washington Heights), fue uno de los pioneros. Su
fama se debe a la aparición de un artículo sobre él, titulado algo así como
“Taki183, engendra amigos de la pluma”, en el New York Times1 el 21 de julio
de 1971. Estampaba su firma (tag) y eso, junto con el respaldo del artículo,
sirvió para etiquetarle como iniciador del grafiti y para que fuera imitado por
1 The New York Times, consultado el 2 de octubre de 2017. Disponible en http://www.nytimes.com/1971/07/21/archives/taki-183-spawns-pen-pals.html
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muchos otros que dejaban su huella (sobrenombre y un número) en paredes y
vagones del metro de Nueva York.
Investigaciones posteriores reconocen al austríaco Kyselak (Viena, 1798-1831)
como el primer grafitero de la historia. Hacia 1825, dicen que por una apuesta
en una cantina, caminó una parte del centro de Europa dejando su firma en
cuanta pared encontraba a su paso.
Mundialmente conocido, Banksy es tal vez el grafitero con más reconocimiento
internacional. Admirado y denostado casi a partes iguales, lo cierto es que su
trabajo, por muy oportunista que se pueda considerar, es, desde sus inicios en
Bristol (Inglaterra), de un alto contenido en crítica social y política. Cuando
criticaban el grafiti como acto delincuencial y vandalismo, solía responder que
la verdadera desfiguración de las calles y los barrios la producían los enormes
carteles publicitarios que nos venden todo a todos. De su libro “Wall and piece”
se dice en el resumen que “Sus declaraciones, incitaciones, ironías y
epigramas son a su vez comentarios inteligentes y atrevidos sobre cualquier
cosa, desde la monarquía y el capitalismo hasta la guerra en Irak y los
animales de granja.2”
Poesía, sátira y crítica que también estaban en la obra del desaparecido Jean-
Michel Basquiat, quien, junto a Al Díaz, firmaban sus protestas como “SAMO”
(SAMe Old shit, “la misma mierda de siempre”).
Todo ello supone una muestra palpable de ese desencanto y esa crítica
sociopolítica inherente a las pintadas en cualquier lugar del planeta. Sus
propuestas son acciones políticas ciudadanas.
En España, al igual que Kyselak, “Muelle”, apodo de Juan Carlos Argüello
(Madrid, 1965-1995), plasmaba su apodo escribiendo la palabra con la forma
de esa pieza helicoidal generalmente metálica y acabándola en una flecha por
la derecha, por lo que se les llamó “flecheros”. Supuso una especie de grafiti
autóctono madrileño. Su firma en una fachada de la calle Montera de Madrid
fue objeto de debate institucional en el ayuntamiento para intentar declararla
como bien de interés cultural y así poder salvaguardarla.
2 “Banksy: Wall and piece”. En google books, disponible en https://books.google.es/books?id=eqtPAAAAMAAJ&hl=es&source=gbs_book_other_versions
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En Colombia, Keshava, alter ego de Luis Liévano, grafiteó y escribió en los
años 90 del siglo XX sobre el grafiti, sobre todo acerca de los textos con
mensaje. Su trabajo callejero era una incansable labor comunicadora en busca
de proponer y provocar haciendo que las paredes, que oyen y hablan, cuenten.
Sus juegos de palabras llenaban las paredes ya que
“Los pergaminos, los libros y otras costosas formas de difusión y
expresión cultural, no satisfacían las necesidades del pueblo que, en
gran mayoría, no podía acceder a las bibliotecas de curas y
monseñores ni a las galerías palaciegas de reyes y señores. En
consecuencia, la palabra, los cuentos, el conocimiento y la cultura
popular en general se transmitieron de forma muy particular: de boca
en boca, pared en pared, de roca en roca, sobre la arena, en un
billete o una servilleta, o sobre la corteza de un árbol o la superficie
de un pupitre…” (Liévano, 1996: 13 y 14).
Hoy en día son muy numerosos los colectivos, anónimos o no, que realizan
actividades políticas y sociales, de denuncia o de llamados de atención,
pintando en las paredes de las urbes. A veces de manera “alegal” y clandestina
y otras cubriendo invitaciones de autoridades locales que ceden espacio
público para que artistas, en este caso sí, pasando de vándalos a creadores,
decoren las paredes de sus calles.
En Colombia podemos citar a Toxicómano, Lesivo, Erre, Guache o DJLu como
los más destacados del panorama nacional que son también reconocidos
internacionalmente.
3. Marco legal de una práctica “ilegal”
La práctica del grafiti es una actividad que en muchos partes del mundo no es
legal pero tampoco ilegal, encontrándose en el limbo de la alegalidad. Ni se
permite ni se prohíbe, no gusta, pero tampoco está vetada. En fin, es una
situación que hace que la ciudadanía que la visualiza no entienda y que la
ciudadanía que lo practica no sepa a qué atenerse.
Lo que también le imprime cierto sello de actividad al margen de lo permitido,
fuera de la “normalidad” con un contenido anárquico y un componente
romántico y transgresor frente a algunos poderes.
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En esta investigación no se trata de determinar la legalidad o no de la práctica
del grafiti. Esos que dice Silva que están “filtrados por la marginalidad, el
anonimato y la espontaneidad” (Silva, 2014: 44).
Lo que se quiere es observar y analizar el contenido de esos mensajes
plasmados en las paredes para determinar si son parte de la comunicación
ciudadana que contribuye a construir ciudadanía desde esa otra forma de
hacer política pública que es la ocupación del espacio público pintando
demandas e ilusiones, quejas y esperanzas en las paredes.
Esas paredes son parte del procomún, de ese espacio público que nos
pertenece y que las y los pintaderos (grafiteros) “asaltan” para expresar “sus”
verdades frente a las circunstancias que hoy en día falsean las realidades y
nos llenan de posverdad.
Un espacio público en el que se junta lo geográfico con lo socio-político, en la
línea de lo que señala Manuel Delgado “como conjunto de lugares de libre
acceso” y también como “ámbito en el que se desarrolla una determinada
forma de vínculo social y de relación con el poder.” (Delgado, 2015: 29)
Esa práctica alegal no está, en la mayoría de los casos, determinada por un
permiso o autorización para pintar lo que es de todas y todos. Aunque
autoridades y medios despotriquen frente a esa actividad hecha por intrusos
(outsiders) que “ensucian” las calles y provocan violencia. Porque, en cualquier
caso, las pintadas “suscitan curiosidad e interés o generan rechazo, pero rara
vez indiferencia” (Castillo Gómez, 1997: 216).
En Bogotá (Colombia), de alguna manera se ha intentado regular la actividad
de las y los grafiteros que, tal vez sin saberlo, son los pintaderos, los que
construyen otra ciudadanía y promueven otra forma de hacer política.
Así, el acuerdo 482 de 2011 establecía las normas que regulaban la práctica
del grafiti en la ciudad dentro de la protección del paisaje y del espacio público.
En 2013, durante la alcaldía de Gustavo Petro, se publica el Decreto 075 que
promueve “la práctica artística y responsable del grafiti en la ciudad”.
Dos años después, el mismo alcalde anuncia el Decreto 529 de 2015 que
modifica el anterior decreto para “aclarar y adicionar algunos aspectos
relacionados con la práctica del grafiti, tales como: la temporalidad del grafiti en
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el espacio público, los lugares autorizados para la práctica responsable del
grafiti y constituir el Comité para la Práctica Responsable del Grafiti, como un
espacio de participación, concertación y promoción de las acciones contenidas
en estas normas.”
Incluso en este decreto, en su artículo 1º que modifica el artículo 2º del Decreto
075 de 2013, se definen los términos “grafiti”, “autor”, “espacio público” y “bien
de interés cultural” estableciéndolos como:
- grafiti: toda forma de expresión artística y cultural temporal urbana, entre
las que se encuentran las inscripciones, dibujos, manchas, ilustraciones,
rayados o técnicas similares que se realicen en el espacio público de la
ciudad, siempre que no contenga mensajes comerciales, ni alusión
alguna a marca, logo, producto o servicio.
- autor: persona natural o jurídica, colectivo o agrupación que concibe y
realiza un grafiti
- espacio público: es el conjunto de inmuebles públicos y los elementos
arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados destinados por su
naturaleza, por sus usos o afectación a la satisfacción de necesidades
urbanas colectivas que trascienden los límites de los intereses
individuales de todas las personas en el Distrito Capital de Bogotá.
Están destinados al uso y goce de todos los habitantes, son
inalienables, imprescriptibles e inembargables, según lo consagrado en
la Constitución Política.
- bien de interés cultural: son bienes de interés cultural aquellos
inmuebles o muebles declarados como tales por las autoridades
competentes, que por su valor excepcional requieren de un tratamiento y
protección especial (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2015: 2-3).
Al llegar a la alcaldía Enrique Peñalosa, en enero de 2016, se acabaron las
políticas promotoras y proteccionistas del grafiti. La nueva administración local
declaró al entrar a la alcaldía “que limpiará las calles de grafiti “no artístico” y
respetará los avances del anterior gobierno.” Entre sus desacertadas
declaraciones, una en la que afirmaba que “cierto tipo de grafitis” creaban un
ambiente de inseguridad en la ciudad y entre sus gentes. Algo que la mayoría
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de grafiteros se han encargado de repetir hasta la saciedad sin que tena eco
en ciertos poderes, que pintar las paredes no es sinónimo de vandalismo.
Incluso el secretario de Gobierno, Miguel Uribe, llegó a declarar que
“una cosa es el grafiti hecho y elaborado en una zona autorizada, y
otra bien diferente es el rayón, los actos vandálicos, que
especialmente acaban con la infraestructura pública o los bienes de
patrimonio cultural. En ese orden de ideas, vamos a actuar”3
Noticias RCN recogió otra de sus “perlas”, que los grafitis “generan percepción
de inseguridad porque deterioran el espacio público”. Antes al contrario, para
los colectivos de grafiteros el grafiti no solamente sirve para la expresión
artística y política, sino que, además,
“Hacer un grafiti en comunidad se volvió un punto de encuentro, en el
que desde niños hasta ancianos entendían esto como la expresión
artística de nuestras visiones de diferentes temas. Gracias a eso,
grandes artistas que están en lugares como Nueva York volvieron a
pintar en Bogotá”4
Toxicómano, uno de los grandes grafiteros colombianos, está en contra de esa
posición que denigra el grafiti. En una entrevista para la revista Semana
declaró
“la delincuencia se genera cuando no llega transporte digno a todos
los rincones de la ciudad, cuando no hay luz en una calle. Los
grafitis, por el contrario, le dan vida a la ciudad. Son la prueba de que
hay gente transitando por ahí.”5
En las paredes, como sustento de esa otra comunicación, se dan “formas de
expresión y modos de recepción diferentes a los que ofrecen y representan
otras vías” (Castillo Gómez, 1997: 215).
3 En “Vuelve el debate sobre el grafiti en Bogotá”, El Espectador 5 de enero de 2016. Disponible en https://www.elespectador.com/noticias/bogota/vuelve-el-debate-sobre-el-grafiti-bogota-articulo-609054. Consultado el 10 de octubre de 2017 4 En “Vuelve el debate sobre el grafiti en Bogotá”, El Espectador 5 de enero de 2016. Disponible en https://www.elespectador.com/noticias/bogota/vuelve-el-debate-sobre-el-grafiti-bogota-articulo-609054. Consultado el 8 de octubre de 2017 5 En revista Semana, “Peñalosa cometería un error si cree que el futuro de Bogotá es volver a ser gris” Consultado el 8 de octubre de 2017. Disponible en: http://www.semana.com/enfoque/galeria/toxicomano-habla-sobre-estereotipos-politica-gustavo-petro-enrique-penalosa/454533-3
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Hoy en día, un sector de Bogotá tan “artístico” como el barrio de La Candelaria,
la zona más antigua y donde se fundó la capital, está siendo limpiada aun en
contra de las personas dueñas de los inmuebles que contienen los grafitis con
la excusa de proteger el patrimonio cultural. Cuando es, sobre todo, gracias a
esas pintadas que el turismo visita dicho barrio.
Porque las y los pintaderos son activistas y voyeurs al mismo tiempo, plasman
y observan, narran y miran. Las ciudades nos imaginan, nos leen, nos cuentan
y nos construyen. Sus expresiones, en este caso las pintadas, nos hacen un
lugar frente a los no lugares, “dan cuenta de esta ácida actividad ciudadana en
la construcción de distintos imaginarios que ayudan a definir los modos de ser
urbanos del nuevo milenio” (Silva, 2014: 17).
4. Una apuesta ciudadana al margen
Las pintadas son un asunto que casi todo el mundo conoce porque inundan, en
el buen sentido, sin llegar a desbordar, espacios públicos de multitud de
poblaciones a lo largo y ancho de la geografía mundial. Son muchas veces un
llamado de atención para quienes las observan. Pero ese extendido
“conocimiento” no se corresponde con una comprensión del fondo de un tema
que tiene muchas aristas que investigar y comentar. Una de ellas es analizar
cómo las pintadas constituyen demandas ciudadanas frente a la política.
Ilegal, clandestino, subrepticio… son adjetivos que se han unido a las pintadas
desde sus inicios. De hecho, para muchos grafiteros su trabajo tiene que
hacerse de manera ilegal. Para el mencionado Toxicómano
“El grafiti surge de un impulso a expresarse espontáneamente en la
calle y eso solo puede ocurrir en la ilegalidad. Y así debe ser para
mantener su espíritu transgresor. El grafiti no puede existir si hay
intermediación. No puede haber nada acordado de antemano. Usted
sale a la calle y raya.”6
6 En revista Semana, “Peñalosa cometería un error si cree que el futuro de Bogotá es volver a ser gris” Consultado el 8 de octubre de 2017. Disponible en: http://www.semana.com/enfoque/galeria/toxicomano-habla-sobre-estereotipos-politica-gustavo-petro-enrique-penalosa/454533-3
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Porque las pintadas sobre las paredes suponen “transgredir el dominio del
espacio gráfico que ostenta el poder”, dando legitimidad comunicativa a otros
espacios distintos a los habituales y que son los aceptados por los poderes.
“Escribir sobre los muros entraña subvertir el orden de la estética burguesa”
(Castillo Gómez, 1997: 217).
Pero también hay regulaciones para su desarrollo. Durante la alcaldía de
Gustavo Petro (2012-2015) se fomentó y reguló el uso del espacio público para
esos grafitis que, a veces, atacan al mismo poder que los autoriza.
La escuela nos enseña a escribir en los espacios que se suponen están
destinados para ello, no traspasando las “normas” establecidas. Los grafiti con
mensaje, con contenido textual, llamados por Blay “europeos” frente a aquellos
otros “neoyorquinos” que solamente garabatean la firma, rompen barreras que
el encubrimiento del otro, como diría Dussel, construyó para aislar al distinto,
para negar las alteridades que están presentes en las pintadas. Encuentro y
descubrimiento de la realidad comunicativa de quienes no cuentan pero sí
expresan, narran, gritan.
Significan una apuesta ciudadana al margen de los cauces “reglamentarios”
establecidos por los poderes y las instituciones para encauzar las demandas
de la población.
Pero es cuando menos curiosa la manera de enfrentar este arte callejero,
porque a mi manera de ver, un buen texto es una obra de arte aunque no vaya
acompañado de un dibujo o una ilustración; a veces se les denigra como
vándalos y otras se les ensalza como posible acción o terapia contra la guerra,
la violencia o la exclusión.
En las paredes hay más verdades que en los medios y que en la política, al
menos en los tradicionales medios vendidos a los poderes fácticos y alejados
de la ciudadanía y en esa política vacía de legitimidad y pringada de barro por
los ya habituales casos de corrupción.
Las pintadas son como gritos vagabundos que la minoría poderosa no quiere
escuchar y que la mayoría silenciosa ignora o desdeña. Sus autores son, como
los nombraba Arturo Guerrero, equilibristas “como debe serlo todo el que se
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atreva a rescatar el aroma perdido de las palabras, su carácter cortante, su
índole de cachetada callejera.” (Liévano, 1996: 8)
Una parte de la historia del ser humano sobre la Tierra se ha escrito en las
paredes. Una parte de la comunicación que conocemos nos ha llegado a través
de esos muros o cualquier otro elemento en el que alguien plasmó su particular
“pintada” para dejar constancia para la historia.
Como afirma Jenaro Talens en la introducción al libro “Los muros tienen la
palabra”, las pintadas forman parte de esa cultura popular que “no por
casualidad, es la que atraviesa y unifica (dado que establece algo que
compartir) una franja mayor de población en toda comunidad social.” (Gimeno
Blay y Mandingorra, 1997: 8).
Los textos de las pintadas son una declaración política que interviene el
espacio público ante la ausencia de otros cauces para manifestarse. Cierto
carácter anónimo, o de “autoría difusa” como afirma el propio Talens (1997),
incluso los grafiteros que firman sus obras se ocultan sobre un nombre “sin
nombre” que aglutina un grupo o colectivo que, individualmente, prefiere cierto
aire de incógnito. Son constructores de un tipo de cultura pública, en espacios
públicos para el público en general.
Podemos afirmar que hoy, desde el mayo francés de 1968, son maneras de
hacer política, son expresiones ciudadanas para reclamar y demandar otras
formas de abordar las actividades que gobiernan los asuntos públicos.
Si queremos contradecir aquel grafiti del París del 68 que rezaba “la
universidad sólo iluminará el día que la incendien”, debemos promover el
estudio y análisis de actos políticos ciudadanos como las pintadas. Cierto
ejercicio de libertad política y de contra poder para reclamar muchas veces lo
que no tenemos. En Colombia, la tan ansiada, y casi vaciada de contenido,
paz. Un término con significados múltiples en función de la percepción y el
interés de cada quién.
Hay quien dirá que las pintadas son una moda comunicativa pasajera, pero lo
que han pasado son los años y la ciudadanía sigue pintando las paredes.
También las consideraran “agresiones icónicas – textuales”, pero más agreden
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ciertos anuncios y carteles que ofenden a una parte importante de la población
por sexistas, racistas o violentos y casi nadie los denuncia.
5. Sed realistas, pedid lo imposible
“Soyez realistes, demandez l´impossible”, pintada en un puente sobre el Sena
en París en 1968, ese eslogan promovía la acción ciudadana para cambiar la
política en un país democrático con la democracia secuestrada, con el
estudiantado en situación precaria para su formación académica y con el
proletariado en ambiente frágil bajo la explotación fabril y con salarios y
condiciones indignas.
En Colombia en la segunda década del siglo XXI, con una situación social de
enfrentamiento armado pese a la firma de los acuerdos de La Habana entre el
gobierno del presidente Santos y la guerrilla de las FARC-EP, con una elevada
inequidad social y un aumento de las agresiones contra líderes sociales, las
pintadas piden mayoritariamente paz. ¿Imposible, realidad? Ni sí ni no, sino
todo lo contrario.
Si tanta política y tanta acción han resultado estériles y el mundo sigue en
guerra, la población muere de hambre, las mujeres y las minorías siguen
violentadas y excluidas y el planeta va agonizando por obra del hombre, puede
que sea el momento de dejar hablar a las paredes. De tomar nota de lo que
nos gritan en silencio y difundirlo, a ver si el poder, los muchos poderes que
nos gobiernan, se hace eco de esas voces y empezamos a transformar la
realidad.
Jean Paul Sartre le dijo a un por entonces joven Daniel Cohn-Bendit en un
diálogo publicado por Le Nouvel Observateur el 20 de mayo de 1968 que la
juventud estudiantil levantada contra el poder tenía, pese a que la imaginación
era limitada como la de todo el mundo, muchas más ideas que sus mayores y
les pidió que no renunciaran a eso
“Ustedes tienen una imaginación mucho más rica y las frases que se
leen en los muros de La Sorbona lo prueban. Hay algo que ha
surgido de ustedes que asombra, que trastorna, que reniega de todo
lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es. Se trata de lo
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que yo llamaría la expansión del campo de lo posible.” (Cohn-Bendit,
Sartre y Marcuse, 1978: 50).
Esa posibilidad está ahí, pero hay que salir a conquistarla. En Colombia, tras el
plebiscito de 2017, la población juvenil, sobre todo universitaria y de estrato
social alto, se dio cuenta de que había errado y salió a reclamar lo que no
había buscado en las urnas.
Las palabras de Marcuse en esa misma obra relativas al movimiento estudiantil
del mayo francés de 1968 son, desde mi punto de vista, actuales y aplicables a
la situación de muchas juventudes y poblaciones a lo largo y ancho del planeta
“Una lucha estudiantil que ataca no sólo a las estructuras de la
Universidad, sino a todo un orden social, donde la prosperidad y la
cohesión tienen por fundamento la incentivación de la explotación, la
competencia brutal y una moral hipócrita.” (ibíd. 51).
Para continuar afirmando algo que deberíamos procurar si pretendemos una
verdadera transformación que promueva la justicia social
“los estudiantes (…) aspiran a un modo de vida radicalmente nuevo: a
un mundo donde la competencia, la lucha de los individuos unos
contra otros, el engaño, la crueldad y la masacre ya no tengan razón
de ser. Un modo de vida que (…) ponga realmente los instintos de
agresión al servicio de los instintos de vida y eduque a las jóvenes
generaciones en vista a la vida y no a la muerte.” (ibíd. 52).
Recomendaciones acertadas y plenamente vigentes para la realidad
colombiana, en un país que necesita creerse la paz y olvidar la violencia.
Defender y valorar la vida haciendo política, desde la palabra y no con las
armas.
Una lucha por ganar un espacio comunicativo que suele estar prohibido
escriturar. En España ese “prohibido fijar carteles” que llenaba paredes por
doquier para advertir de la posible sanción de contrariar la orden.
Una comunicación transgresora que reta al poder y a las miradas de la gente
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Dice Maria Aurelia Capmany que las calles son
“punto de encuentro de la gente, espacio para la opinión, es por
excelencia el lugar del hecho público. Viene de lejos esta tendencia
del hombre a llenar los vacíos, los papeles y los espacios en blanco
que se ofrecen a la vista.” (Cano, G. y Rabuñal, A., 1991: 7)
Las pintadas son comunicación callejera en estado puro, porque es un ámbito
que existe antes de la imprenta y, por supuesto, antes de estas nuevas
tecnologías que difunden lo comunicativo a todo el planeta en segundos.
Incluso para un artista callejero actual la calle es más que las redes virtuales.
Así lo declara Toxicómano al afirmar que
“la calle es un espacio ideal para dar a conocer algo. Le llega a
mucha gente. Es la viralidad fuera de internet. Es incluso mejor
que esta, pues mientras uno en la red tiene 5.000 ‘vistas’ en
varias horas o días, acá las tiene en dos minutos.”7
6. A modo de conclusiones
Si estamos hablando de las pintadas como una manera de hacer públicas las
demandas de la ciudadanía, si consideramos que esas expresiones son otra
forma de hacer política, el mejor modo de concluir es reivindicando sus textos.
Hacerlos presentes para analizar su contenido y entender lo que hay de
ejercicio público de ciudadanía, de acción política y de propuesta de cambio
social.
Porque las pintadas contrarrestan el poder mediático, son un “arma” contra la
homogeneización a la que nos aboca esa cultura occidental del
eduentretenimiento, principalmente de EE.UU. Los textos y los dibujos de las
pintadas construyen sentido ciudadano, le dan dimensión simbólica a la ciudad
que “viva, se traviste y se tatúa de lo transitorio incluso donde parecía habitar
tan solo la rutina” (Silva, 2014: 9).
Aunque la investigación está centrada en la ciudad de Bogotá, y se ha hecho
un primer avance de incluir pintadas de otros lugares de Colombia como
7 En revista Semana, “Peñalosa cometería un error si cree que el futuro de Bogotá es volver a ser gris” Consultado el 8 de octubre de 2017. Disponible en: http://www.semana.com/enfoque/galeria/toxicomano-habla-sobre-estereotipos-politica-gustavo-petro-enrique-penalosa/454533-3
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Cartagena de Indias y Medellín, para estas conclusiones hemos considerado
conveniente incluir también frases encontradas en París, citadas en los libros
“Sed realistas, pedid lo imposible” de Manuel Serrat Crespo y “La imaginación
al poder” de Cohn-Bendit, Sartre y Marcuse, y otras de Bogotá recogidas en
“La vida contra la pared” de Luis Liévano. A las que se suman las encontradas
a lo largo del propio ejercicio investigativo llevado a cabo en Bogotá, Cartagena
y Medellín y algunas recogidas durante el 15M en Madrid. Todas estas están
fechadas de 2011 en adelante.
“Las paredes tienen oídos, vuestros oídos tienen paredes” (París 1968)
“Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición” (La Sorbona,
París 1968)
“La barricada cierra la calle, pero abre el camino” (París, 1968)
“Información libre” (París, 1968)
“Atención, la radio miente” (París, 1968)
“Si usted piensa por los otros, los otros pensarán por usted” (Nanterre, 1968)
“Construir una revolución es también romper todas las cadenas interiores”
(París, 1968)
“La imaginación al poder” (París, 1968)
“No hay pan para tanto chorizo” (pta. del Sol, Madrid, 2011)
“Tenemos la fuerza y las herramientas para reescribir la historia” (pta. del Sol,
Madrid, 2011)
“Todos prometen, nadie cumple. Vote por nadie” (calle 24 con cra. 5, Bogotá
1994).
“Colabore con las autoridades, denúncielas” (Biblioteca Nacional, Bogotá
1994).
“No hay paz que dure cien años ni pueblo que la resista” (Bogotá, barrio
Teusaquillo 1992).
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“Sí a la paz” (cra. 11 con calle 84, Bogotá 2017)
“Yo paro por la paz” (cra. 7ª Bogotá, 2016)
“Más PAZ” (calle 26 con cra. 22, Bogotá, 2013)
“No hay paz con pobreza” (cra. 7ª, Bogotá 2012)
“Paz con participación social” (calle 26, cementerio Central, Bogotá 2017)
“Paz, pan y tierra” (calle 26, cementerio Central, Bogotá 2017)
“Paz con justicia social” (calle 26, cementerio Central, Bogotá 2017)
“La paz de los ricos es guerra contra los pobres” (cem. Central, Bogotá 2017)
“El paro se viene por paz con cambios” (calle 26, cem. Central, Bogotá 2017)
“Con la paz todos ganamos” (av. Caracas con calle 38, Bogotá 2017)
“Mientras el campesino siembra yuca, el gobierno siembra pobreza” (calle 26
con cra. 22, Bogotá 2013)
“Libertad para los presos políticos, # paz es libertad” (calle 24 con cra. 7ª,
Bogotá 2017)
“Paz = vida digna” (cra. 7ª con calle 20, Bogotá 2013)
“No llores por un mundo que lucha, lucha por un mundo que llora (U. Nacional,
Bogotá, 2017)
“Luchemos por nuestra educación” (U. Nacional, Bogotá 2017)
“Más poesía, menos policía” (U. Nacional, Bogotá 2017)
“Siembra conciencia, cosecha libertad” (U. Nacional, Bogotá 2017)
“Somos el sol que renace ante la impunidad” (calle 53 con cra. 19, Bogotá
2017)
“Pensar no es un delito” (U. Nacional, Bogotá 2017)
“Que la memoria retumbe en las paredes” (Jetsemaní, Cartagena 2017)
“Nuestros sueños no caben en sus urnas” (cra. 7ª con calle 24, Bogotá 2013)
“Sin periodistas no hay periodismo, sin periodismo no hay democracia” (cra. 7ª
con cl 19, Bogotá 2017)
“Somos transformación” (Comuna 13, Medellín, 2017)
“La envidia es el arma del incapaz” (estación san Javier, Medellín, 2017)
“Caminando por la verdad” (Comuna 13, Medellín, 2017)
“El ruido de las balas no permite escuchar las ideas” (calle 12 con cra. 6ª,
Bogotá 2013)
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Medios, poder, paz, participación, conciencia… son algunas de las temáticas
de todas estas pintadas que dan cuenta de esa otra manera de hacer política,
de una actividad ciudadana comprometida con la transformación social a través
de las denuncias y demandas plasmadas en las paredes.
La novela “El francotirador paciente”, del escritor y periodista español Arturo
Pérez Reverte, en la que el protagonismo lo tienen el grafiti y el grafitero
Sniper, se presentaba diciendo que
“refleja el latido de las protestas ciudadanas y las peculiares
condiciones del arte urbano, e interpreta el arte y la
intervención en las calles no sólo con una voz clara y
contundente, sino con un grito imborrable, preciso y con ritmo
perfecto.8”
Algo que se puede extrapolar y aplicar a las pintadas como medio de expresión
ciudadana y de actividad política popular.
El grafiti da sentido a la ciudad, la edifica al pintarla, al hacer que se expresen
sus habitantes y le pongan voz a sus múltiples realidades. Es, como plantea
Silva, “una de esas demostraciones de urbanización (…) hasta llegar a ser un
objeto al que le importa la producción de significados sociales y políticos”
(Silva, 2014: 19).
Luego podemos concluir que las pintadas son otra manera de hacer política,
otra acción ciudadana para participar en la política y hacer oír su voz.
Las paredes son el medio, el escenario; las pintadas la obra, los instrumentos,
y la ciudadanía el actor social, la protagonista.
8 Página promocional de “El francotirador paciente”, de Arturo Pérez Reverte http://www.perezreverte.com/upload/ficheros/libros/201311/dossier_de_prensa_el_francotirador_paciente.pdf
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Manizales. ISSN 0121-6538.
* Este artículo está elaborado a partir del proyecto de investigación “Las
pintadas como medio de comunicación ciudadana”, cuya segunda fase (2017)
ha sido financiada por la Corporación Universitaria Minuto de Dios – Uniminuto
y cuya tercera fase ha sido aprobada para su realización en 2018.