Las pintadas, demandas ciudadanas frente a la política · las paredes hablan, expresan lo que...

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El fin de un modelo de política Universidad de La Laguna, 2017 – DOI:10.4185/cil2017-026 ISBN-13: 978-84-16458-82-0 / D.L.: TF-1149-2017 / DOI (del libro): 10.4185/129 Página | 599 Libro colectivo enlínea: http://www.revistalatinacs.org/17SLCS/libro-colectivo-2017.html Las pintadas, demandas ciudadanas frente a la política The “pintadas”, citizen demands against politics J. Ignacio “Iñaki” Chaves G Corporación Universitaria Minuto de Dios Uniminuto [email protected] - [email protected] Resumen: Las expresiones de la ciudadanía para hacer públicas sus demandas frente al accionar de los poderes pueden darse de múltiples formas, más aún en tiempos de nuevas tecnologías, de una mayor penetración de internet y de un elevado uso de las redes virtuales por la población. A pesar de ello, las “tradicionales” formas de expresión siguen siendo vigentes y utilizadas por una parte importante de la ciudadanía que, o no tiene opción de usar lo tecnológico o cree que es más directo y efectivo el expresionismo callejero. Las pintadas son una de esas maneras de significarse de quienes no se sienten representados o le apuestan a hacer públicas sus inquietudes de manera gráfica en las calles. Analizar las pintadas, en este caso de un sector de la ciudad de Bogotá, nos permite establecer esa otra manera de hacer política, o de intentar incidir en la misma. En las pintadas se juntan la imaginación y la crítica para soñar, aúnan las demandas ciudadanas con el arte y el ingenio para expresarse. Con ellas, las paredes hablan, expresan lo que cierto número de ciudadanas y ciudadanos desea comunicar. Sin ataduras, ocupando el espacio público, dando muestras de esa libertad de la que hablaba Sen como parte del desarrollo del ser humano. Pintar las paredes como medio y como fin de la libertad soñada y en parte alcanzada. Palabras clave: pintadas; comunicación; ciudadanía; política; espacio público.

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El fin de un modelo de política Universidad de La Laguna, 2017 – DOI:10.4185/cil2017-026

ISBN-13: 978-84-16458-82-0 / D.L.: TF-1149-2017 / DOI (del libro): 10.4185/129 Página | 599

Libro colectivo enlínea: http://www.revistalatinacs.org/17SLCS/libro-colectivo-2017.html

Las pintadas, demandas ciudadanas frente a la política

The “pintadas”, citizen demands against politics

J. Ignacio “Iñaki” Chaves G – Corporación Universitaria Minuto de Dios –

Uniminuto [email protected] - [email protected]

Resumen: Las expresiones de la ciudadanía para hacer públicas sus

demandas frente al accionar de los poderes pueden darse de múltiples formas,

más aún en tiempos de nuevas tecnologías, de una mayor penetración de

internet y de un elevado uso de las redes virtuales por la población.

A pesar de ello, las “tradicionales” formas de expresión siguen siendo vigentes

y utilizadas por una parte importante de la ciudadanía que, o no tiene opción de

usar lo tecnológico o cree que es más directo y efectivo el expresionismo

callejero. Las pintadas son una de esas maneras de significarse de quienes no

se sienten representados o le apuestan a hacer públicas sus inquietudes de

manera gráfica en las calles.

Analizar las pintadas, en este caso de un sector de la ciudad de Bogotá, nos

permite establecer esa otra manera de hacer política, o de intentar incidir en la

misma. En las pintadas se juntan la imaginación y la crítica para soñar, aúnan

las demandas ciudadanas con el arte y el ingenio para expresarse. Con ellas,

las paredes hablan, expresan lo que cierto número de ciudadanas y

ciudadanos desea comunicar. Sin ataduras, ocupando el espacio público,

dando muestras de esa libertad de la que hablaba Sen como parte del

desarrollo del ser humano. Pintar las paredes como medio y como fin de la

libertad soñada y en parte alcanzada.

Palabras clave: pintadas; comunicación; ciudadanía; política; espacio público.

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Abstract: The expressions of citizenship to make their demands public in the

face of the actions of the powers can occur in multiple ways, especially in times

of new technologies, a greater penetration of the Internet and a high use of

virtual networks by the population.

In spite of this, the "traditional" forms of expression are still valid and used by an

important part of the citizens who, either do not have the option of using

technology or believe that street expressionism is more direct and effective. The

graffiti is one of those ways of meaning of those who do not feel represented or

bet to make public their concerns graphically in the streets.

Analyze the graffiti, in this case a sector of the city of Bogotá, allows us to

establish that other way of doing politics, or trying to influence it. In the graffiti

imagination and criticism come together to dream, combine the demands of

citizens with art and ingenuity to express themselves. With them, the walls

speak, express what a sector of the public wants to communicate. Without ties,

occupying the public space, showing signs of that freedom that Sen was talking

about as part of the development of the human being. Painting the walls as a

means and as an end to the freedom that has been dreamed and partly

achieved.

Keywords: graffiti; communication; citizenship; politics; public space.

1. Introducción

Desde los inicios del ser humano sobre la Tierra, garabatear sobre las paredes

ha sido una actividad intrínseca a su existencia. Las pinturas rupestres, en las

cuevas de Altamira (Cantabria) o Nerja (Málaga) en España, o los petroglifos

prehispánicos en san José del Guaviare o Chiribiquete (Colombia) son una

clara muestra de esa afición humana por pintar su historia.

Miles de años después, las pintadas, o los grafitis, continúan esa tradición de

plasmar en las paredes las expresiones vitales de la ciudadanía. Mientras que

aquellas son consideradas obras de arte, vestigios de un pasado que ayudan a

situarnos en el mundo, éstas son tachadas las más de las veces de

vandalismo. Así es el tratamiento que la historia y los medios dispensan a

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acciones similares que no se distinguen por su antigüedad, sino por la

intencionalidad o los contenidos de sus mensajes.

Podemos decir que los grafitis son entonces esos textos, por lo general firmas,

o composiciones pictóricas que se plasman en las paredes y que, usualmente,

tienen un carácter subversivo al no contar con autorización para ocupar esos

espacios públicos. Mientras que las pintadas, que sufren de esa misma

discriminación, van, a nuestro modo de ver, un poco más allá, porque la acción

de escribir textos y dibujos sobre las paredes, o cualquier otro tipo de superficie

resistente y por lo general vertical, lleva implícita cierto contenido social o

político. Curiosamente, en América Latina, “estar pintada (o) en la pared” es no

tener valor o no ser tenido en cuenta.

Creo que las pintadas, y algunos de esos grafitis que sí tienen una crítica

social, cuentan, o deberían contar mucho. Son una forma de comunicar de la

ciudadanía y conllevan cierta apuesta política, una manera de hacer otra

política, desde la calle, ocupando el espacio público para reivindicar otras

formas de construir en común.

Han sido históricamente una expresión de las demandas populares contra el

statu quo, unas acciones tendentes a subvertir el poder establecido y sus

disposiciones, habitualmente contrarias a la mayoría más o menos silenciosa.

2. Algo de historia

Una breve presentación para situar las pintadas en su contexto histórico.

Los inicios del grafiti como expresión artística y reivindicativa se suelen situar

en New York en la década de los 70 del siglo pasado. Taki183, una especie de

acrónimo de su nombre Dimitrios (“Dimitraki”) y el número de la calle donde

vivía en Nueva York (183 de Washington Heights), fue uno de los pioneros. Su

fama se debe a la aparición de un artículo sobre él, titulado algo así como

“Taki183, engendra amigos de la pluma”, en el New York Times1 el 21 de julio

de 1971. Estampaba su firma (tag) y eso, junto con el respaldo del artículo,

sirvió para etiquetarle como iniciador del grafiti y para que fuera imitado por

1 The New York Times, consultado el 2 de octubre de 2017. Disponible en http://www.nytimes.com/1971/07/21/archives/taki-183-spawns-pen-pals.html

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muchos otros que dejaban su huella (sobrenombre y un número) en paredes y

vagones del metro de Nueva York.

Investigaciones posteriores reconocen al austríaco Kyselak (Viena, 1798-1831)

como el primer grafitero de la historia. Hacia 1825, dicen que por una apuesta

en una cantina, caminó una parte del centro de Europa dejando su firma en

cuanta pared encontraba a su paso.

Mundialmente conocido, Banksy es tal vez el grafitero con más reconocimiento

internacional. Admirado y denostado casi a partes iguales, lo cierto es que su

trabajo, por muy oportunista que se pueda considerar, es, desde sus inicios en

Bristol (Inglaterra), de un alto contenido en crítica social y política. Cuando

criticaban el grafiti como acto delincuencial y vandalismo, solía responder que

la verdadera desfiguración de las calles y los barrios la producían los enormes

carteles publicitarios que nos venden todo a todos. De su libro “Wall and piece”

se dice en el resumen que “Sus declaraciones, incitaciones, ironías y

epigramas son a su vez comentarios inteligentes y atrevidos sobre cualquier

cosa, desde la monarquía y el capitalismo hasta la guerra en Irak y los

animales de granja.2”

Poesía, sátira y crítica que también estaban en la obra del desaparecido Jean-

Michel Basquiat, quien, junto a Al Díaz, firmaban sus protestas como “SAMO”

(SAMe Old shit, “la misma mierda de siempre”).

Todo ello supone una muestra palpable de ese desencanto y esa crítica

sociopolítica inherente a las pintadas en cualquier lugar del planeta. Sus

propuestas son acciones políticas ciudadanas.

En España, al igual que Kyselak, “Muelle”, apodo de Juan Carlos Argüello

(Madrid, 1965-1995), plasmaba su apodo escribiendo la palabra con la forma

de esa pieza helicoidal generalmente metálica y acabándola en una flecha por

la derecha, por lo que se les llamó “flecheros”. Supuso una especie de grafiti

autóctono madrileño. Su firma en una fachada de la calle Montera de Madrid

fue objeto de debate institucional en el ayuntamiento para intentar declararla

como bien de interés cultural y así poder salvaguardarla.

2 “Banksy: Wall and piece”. En google books, disponible en https://books.google.es/books?id=eqtPAAAAMAAJ&hl=es&source=gbs_book_other_versions

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En Colombia, Keshava, alter ego de Luis Liévano, grafiteó y escribió en los

años 90 del siglo XX sobre el grafiti, sobre todo acerca de los textos con

mensaje. Su trabajo callejero era una incansable labor comunicadora en busca

de proponer y provocar haciendo que las paredes, que oyen y hablan, cuenten.

Sus juegos de palabras llenaban las paredes ya que

“Los pergaminos, los libros y otras costosas formas de difusión y

expresión cultural, no satisfacían las necesidades del pueblo que, en

gran mayoría, no podía acceder a las bibliotecas de curas y

monseñores ni a las galerías palaciegas de reyes y señores. En

consecuencia, la palabra, los cuentos, el conocimiento y la cultura

popular en general se transmitieron de forma muy particular: de boca

en boca, pared en pared, de roca en roca, sobre la arena, en un

billete o una servilleta, o sobre la corteza de un árbol o la superficie

de un pupitre…” (Liévano, 1996: 13 y 14).

Hoy en día son muy numerosos los colectivos, anónimos o no, que realizan

actividades políticas y sociales, de denuncia o de llamados de atención,

pintando en las paredes de las urbes. A veces de manera “alegal” y clandestina

y otras cubriendo invitaciones de autoridades locales que ceden espacio

público para que artistas, en este caso sí, pasando de vándalos a creadores,

decoren las paredes de sus calles.

En Colombia podemos citar a Toxicómano, Lesivo, Erre, Guache o DJLu como

los más destacados del panorama nacional que son también reconocidos

internacionalmente.

3. Marco legal de una práctica “ilegal”

La práctica del grafiti es una actividad que en muchos partes del mundo no es

legal pero tampoco ilegal, encontrándose en el limbo de la alegalidad. Ni se

permite ni se prohíbe, no gusta, pero tampoco está vetada. En fin, es una

situación que hace que la ciudadanía que la visualiza no entienda y que la

ciudadanía que lo practica no sepa a qué atenerse.

Lo que también le imprime cierto sello de actividad al margen de lo permitido,

fuera de la “normalidad” con un contenido anárquico y un componente

romántico y transgresor frente a algunos poderes.

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En esta investigación no se trata de determinar la legalidad o no de la práctica

del grafiti. Esos que dice Silva que están “filtrados por la marginalidad, el

anonimato y la espontaneidad” (Silva, 2014: 44).

Lo que se quiere es observar y analizar el contenido de esos mensajes

plasmados en las paredes para determinar si son parte de la comunicación

ciudadana que contribuye a construir ciudadanía desde esa otra forma de

hacer política pública que es la ocupación del espacio público pintando

demandas e ilusiones, quejas y esperanzas en las paredes.

Esas paredes son parte del procomún, de ese espacio público que nos

pertenece y que las y los pintaderos (grafiteros) “asaltan” para expresar “sus”

verdades frente a las circunstancias que hoy en día falsean las realidades y

nos llenan de posverdad.

Un espacio público en el que se junta lo geográfico con lo socio-político, en la

línea de lo que señala Manuel Delgado “como conjunto de lugares de libre

acceso” y también como “ámbito en el que se desarrolla una determinada

forma de vínculo social y de relación con el poder.” (Delgado, 2015: 29)

Esa práctica alegal no está, en la mayoría de los casos, determinada por un

permiso o autorización para pintar lo que es de todas y todos. Aunque

autoridades y medios despotriquen frente a esa actividad hecha por intrusos

(outsiders) que “ensucian” las calles y provocan violencia. Porque, en cualquier

caso, las pintadas “suscitan curiosidad e interés o generan rechazo, pero rara

vez indiferencia” (Castillo Gómez, 1997: 216).

En Bogotá (Colombia), de alguna manera se ha intentado regular la actividad

de las y los grafiteros que, tal vez sin saberlo, son los pintaderos, los que

construyen otra ciudadanía y promueven otra forma de hacer política.

Así, el acuerdo 482 de 2011 establecía las normas que regulaban la práctica

del grafiti en la ciudad dentro de la protección del paisaje y del espacio público.

En 2013, durante la alcaldía de Gustavo Petro, se publica el Decreto 075 que

promueve “la práctica artística y responsable del grafiti en la ciudad”.

Dos años después, el mismo alcalde anuncia el Decreto 529 de 2015 que

modifica el anterior decreto para “aclarar y adicionar algunos aspectos

relacionados con la práctica del grafiti, tales como: la temporalidad del grafiti en

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el espacio público, los lugares autorizados para la práctica responsable del

grafiti y constituir el Comité para la Práctica Responsable del Grafiti, como un

espacio de participación, concertación y promoción de las acciones contenidas

en estas normas.”

Incluso en este decreto, en su artículo 1º que modifica el artículo 2º del Decreto

075 de 2013, se definen los términos “grafiti”, “autor”, “espacio público” y “bien

de interés cultural” estableciéndolos como:

- grafiti: toda forma de expresión artística y cultural temporal urbana, entre

las que se encuentran las inscripciones, dibujos, manchas, ilustraciones,

rayados o técnicas similares que se realicen en el espacio público de la

ciudad, siempre que no contenga mensajes comerciales, ni alusión

alguna a marca, logo, producto o servicio.

- autor: persona natural o jurídica, colectivo o agrupación que concibe y

realiza un grafiti

- espacio público: es el conjunto de inmuebles públicos y los elementos

arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados destinados por su

naturaleza, por sus usos o afectación a la satisfacción de necesidades

urbanas colectivas que trascienden los límites de los intereses

individuales de todas las personas en el Distrito Capital de Bogotá.

Están destinados al uso y goce de todos los habitantes, son

inalienables, imprescriptibles e inembargables, según lo consagrado en

la Constitución Política.

- bien de interés cultural: son bienes de interés cultural aquellos

inmuebles o muebles declarados como tales por las autoridades

competentes, que por su valor excepcional requieren de un tratamiento y

protección especial (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2015: 2-3).

Al llegar a la alcaldía Enrique Peñalosa, en enero de 2016, se acabaron las

políticas promotoras y proteccionistas del grafiti. La nueva administración local

declaró al entrar a la alcaldía “que limpiará las calles de grafiti “no artístico” y

respetará los avances del anterior gobierno.” Entre sus desacertadas

declaraciones, una en la que afirmaba que “cierto tipo de grafitis” creaban un

ambiente de inseguridad en la ciudad y entre sus gentes. Algo que la mayoría

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de grafiteros se han encargado de repetir hasta la saciedad sin que tena eco

en ciertos poderes, que pintar las paredes no es sinónimo de vandalismo.

Incluso el secretario de Gobierno, Miguel Uribe, llegó a declarar que

“una cosa es el grafiti hecho y elaborado en una zona autorizada, y

otra bien diferente es el rayón, los actos vandálicos, que

especialmente acaban con la infraestructura pública o los bienes de

patrimonio cultural. En ese orden de ideas, vamos a actuar”3

Noticias RCN recogió otra de sus “perlas”, que los grafitis “generan percepción

de inseguridad porque deterioran el espacio público”. Antes al contrario, para

los colectivos de grafiteros el grafiti no solamente sirve para la expresión

artística y política, sino que, además,

“Hacer un grafiti en comunidad se volvió un punto de encuentro, en el

que desde niños hasta ancianos entendían esto como la expresión

artística de nuestras visiones de diferentes temas. Gracias a eso,

grandes artistas que están en lugares como Nueva York volvieron a

pintar en Bogotá”4

Toxicómano, uno de los grandes grafiteros colombianos, está en contra de esa

posición que denigra el grafiti. En una entrevista para la revista Semana

declaró

“la delincuencia se genera cuando no llega transporte digno a todos

los rincones de la ciudad, cuando no hay luz en una calle. Los

grafitis, por el contrario, le dan vida a la ciudad. Son la prueba de que

hay gente transitando por ahí.”5

En las paredes, como sustento de esa otra comunicación, se dan “formas de

expresión y modos de recepción diferentes a los que ofrecen y representan

otras vías” (Castillo Gómez, 1997: 215).

3 En “Vuelve el debate sobre el grafiti en Bogotá”, El Espectador 5 de enero de 2016. Disponible en https://www.elespectador.com/noticias/bogota/vuelve-el-debate-sobre-el-grafiti-bogota-articulo-609054. Consultado el 10 de octubre de 2017 4 En “Vuelve el debate sobre el grafiti en Bogotá”, El Espectador 5 de enero de 2016. Disponible en https://www.elespectador.com/noticias/bogota/vuelve-el-debate-sobre-el-grafiti-bogota-articulo-609054. Consultado el 8 de octubre de 2017 5 En revista Semana, “Peñalosa cometería un error si cree que el futuro de Bogotá es volver a ser gris” Consultado el 8 de octubre de 2017. Disponible en: http://www.semana.com/enfoque/galeria/toxicomano-habla-sobre-estereotipos-politica-gustavo-petro-enrique-penalosa/454533-3

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Hoy en día, un sector de Bogotá tan “artístico” como el barrio de La Candelaria,

la zona más antigua y donde se fundó la capital, está siendo limpiada aun en

contra de las personas dueñas de los inmuebles que contienen los grafitis con

la excusa de proteger el patrimonio cultural. Cuando es, sobre todo, gracias a

esas pintadas que el turismo visita dicho barrio.

Porque las y los pintaderos son activistas y voyeurs al mismo tiempo, plasman

y observan, narran y miran. Las ciudades nos imaginan, nos leen, nos cuentan

y nos construyen. Sus expresiones, en este caso las pintadas, nos hacen un

lugar frente a los no lugares, “dan cuenta de esta ácida actividad ciudadana en

la construcción de distintos imaginarios que ayudan a definir los modos de ser

urbanos del nuevo milenio” (Silva, 2014: 17).

4. Una apuesta ciudadana al margen

Las pintadas son un asunto que casi todo el mundo conoce porque inundan, en

el buen sentido, sin llegar a desbordar, espacios públicos de multitud de

poblaciones a lo largo y ancho de la geografía mundial. Son muchas veces un

llamado de atención para quienes las observan. Pero ese extendido

“conocimiento” no se corresponde con una comprensión del fondo de un tema

que tiene muchas aristas que investigar y comentar. Una de ellas es analizar

cómo las pintadas constituyen demandas ciudadanas frente a la política.

Ilegal, clandestino, subrepticio… son adjetivos que se han unido a las pintadas

desde sus inicios. De hecho, para muchos grafiteros su trabajo tiene que

hacerse de manera ilegal. Para el mencionado Toxicómano

“El grafiti surge de un impulso a expresarse espontáneamente en la

calle y eso solo puede ocurrir en la ilegalidad. Y así debe ser para

mantener su espíritu transgresor. El grafiti no puede existir si hay

intermediación. No puede haber nada acordado de antemano. Usted

sale a la calle y raya.”6

6 En revista Semana, “Peñalosa cometería un error si cree que el futuro de Bogotá es volver a ser gris” Consultado el 8 de octubre de 2017. Disponible en: http://www.semana.com/enfoque/galeria/toxicomano-habla-sobre-estereotipos-politica-gustavo-petro-enrique-penalosa/454533-3

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Porque las pintadas sobre las paredes suponen “transgredir el dominio del

espacio gráfico que ostenta el poder”, dando legitimidad comunicativa a otros

espacios distintos a los habituales y que son los aceptados por los poderes.

“Escribir sobre los muros entraña subvertir el orden de la estética burguesa”

(Castillo Gómez, 1997: 217).

Pero también hay regulaciones para su desarrollo. Durante la alcaldía de

Gustavo Petro (2012-2015) se fomentó y reguló el uso del espacio público para

esos grafitis que, a veces, atacan al mismo poder que los autoriza.

La escuela nos enseña a escribir en los espacios que se suponen están

destinados para ello, no traspasando las “normas” establecidas. Los grafiti con

mensaje, con contenido textual, llamados por Blay “europeos” frente a aquellos

otros “neoyorquinos” que solamente garabatean la firma, rompen barreras que

el encubrimiento del otro, como diría Dussel, construyó para aislar al distinto,

para negar las alteridades que están presentes en las pintadas. Encuentro y

descubrimiento de la realidad comunicativa de quienes no cuentan pero sí

expresan, narran, gritan.

Significan una apuesta ciudadana al margen de los cauces “reglamentarios”

establecidos por los poderes y las instituciones para encauzar las demandas

de la población.

Pero es cuando menos curiosa la manera de enfrentar este arte callejero,

porque a mi manera de ver, un buen texto es una obra de arte aunque no vaya

acompañado de un dibujo o una ilustración; a veces se les denigra como

vándalos y otras se les ensalza como posible acción o terapia contra la guerra,

la violencia o la exclusión.

En las paredes hay más verdades que en los medios y que en la política, al

menos en los tradicionales medios vendidos a los poderes fácticos y alejados

de la ciudadanía y en esa política vacía de legitimidad y pringada de barro por

los ya habituales casos de corrupción.

Las pintadas son como gritos vagabundos que la minoría poderosa no quiere

escuchar y que la mayoría silenciosa ignora o desdeña. Sus autores son, como

los nombraba Arturo Guerrero, equilibristas “como debe serlo todo el que se

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atreva a rescatar el aroma perdido de las palabras, su carácter cortante, su

índole de cachetada callejera.” (Liévano, 1996: 8)

Una parte de la historia del ser humano sobre la Tierra se ha escrito en las

paredes. Una parte de la comunicación que conocemos nos ha llegado a través

de esos muros o cualquier otro elemento en el que alguien plasmó su particular

“pintada” para dejar constancia para la historia.

Como afirma Jenaro Talens en la introducción al libro “Los muros tienen la

palabra”, las pintadas forman parte de esa cultura popular que “no por

casualidad, es la que atraviesa y unifica (dado que establece algo que

compartir) una franja mayor de población en toda comunidad social.” (Gimeno

Blay y Mandingorra, 1997: 8).

Los textos de las pintadas son una declaración política que interviene el

espacio público ante la ausencia de otros cauces para manifestarse. Cierto

carácter anónimo, o de “autoría difusa” como afirma el propio Talens (1997),

incluso los grafiteros que firman sus obras se ocultan sobre un nombre “sin

nombre” que aglutina un grupo o colectivo que, individualmente, prefiere cierto

aire de incógnito. Son constructores de un tipo de cultura pública, en espacios

públicos para el público en general.

Podemos afirmar que hoy, desde el mayo francés de 1968, son maneras de

hacer política, son expresiones ciudadanas para reclamar y demandar otras

formas de abordar las actividades que gobiernan los asuntos públicos.

Si queremos contradecir aquel grafiti del París del 68 que rezaba “la

universidad sólo iluminará el día que la incendien”, debemos promover el

estudio y análisis de actos políticos ciudadanos como las pintadas. Cierto

ejercicio de libertad política y de contra poder para reclamar muchas veces lo

que no tenemos. En Colombia, la tan ansiada, y casi vaciada de contenido,

paz. Un término con significados múltiples en función de la percepción y el

interés de cada quién.

Hay quien dirá que las pintadas son una moda comunicativa pasajera, pero lo

que han pasado son los años y la ciudadanía sigue pintando las paredes.

También las consideraran “agresiones icónicas – textuales”, pero más agreden

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ciertos anuncios y carteles que ofenden a una parte importante de la población

por sexistas, racistas o violentos y casi nadie los denuncia.

5. Sed realistas, pedid lo imposible

“Soyez realistes, demandez l´impossible”, pintada en un puente sobre el Sena

en París en 1968, ese eslogan promovía la acción ciudadana para cambiar la

política en un país democrático con la democracia secuestrada, con el

estudiantado en situación precaria para su formación académica y con el

proletariado en ambiente frágil bajo la explotación fabril y con salarios y

condiciones indignas.

En Colombia en la segunda década del siglo XXI, con una situación social de

enfrentamiento armado pese a la firma de los acuerdos de La Habana entre el

gobierno del presidente Santos y la guerrilla de las FARC-EP, con una elevada

inequidad social y un aumento de las agresiones contra líderes sociales, las

pintadas piden mayoritariamente paz. ¿Imposible, realidad? Ni sí ni no, sino

todo lo contrario.

Si tanta política y tanta acción han resultado estériles y el mundo sigue en

guerra, la población muere de hambre, las mujeres y las minorías siguen

violentadas y excluidas y el planeta va agonizando por obra del hombre, puede

que sea el momento de dejar hablar a las paredes. De tomar nota de lo que

nos gritan en silencio y difundirlo, a ver si el poder, los muchos poderes que

nos gobiernan, se hace eco de esas voces y empezamos a transformar la

realidad.

Jean Paul Sartre le dijo a un por entonces joven Daniel Cohn-Bendit en un

diálogo publicado por Le Nouvel Observateur el 20 de mayo de 1968 que la

juventud estudiantil levantada contra el poder tenía, pese a que la imaginación

era limitada como la de todo el mundo, muchas más ideas que sus mayores y

les pidió que no renunciaran a eso

“Ustedes tienen una imaginación mucho más rica y las frases que se

leen en los muros de La Sorbona lo prueban. Hay algo que ha

surgido de ustedes que asombra, que trastorna, que reniega de todo

lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es. Se trata de lo

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que yo llamaría la expansión del campo de lo posible.” (Cohn-Bendit,

Sartre y Marcuse, 1978: 50).

Esa posibilidad está ahí, pero hay que salir a conquistarla. En Colombia, tras el

plebiscito de 2017, la población juvenil, sobre todo universitaria y de estrato

social alto, se dio cuenta de que había errado y salió a reclamar lo que no

había buscado en las urnas.

Las palabras de Marcuse en esa misma obra relativas al movimiento estudiantil

del mayo francés de 1968 son, desde mi punto de vista, actuales y aplicables a

la situación de muchas juventudes y poblaciones a lo largo y ancho del planeta

“Una lucha estudiantil que ataca no sólo a las estructuras de la

Universidad, sino a todo un orden social, donde la prosperidad y la

cohesión tienen por fundamento la incentivación de la explotación, la

competencia brutal y una moral hipócrita.” (ibíd. 51).

Para continuar afirmando algo que deberíamos procurar si pretendemos una

verdadera transformación que promueva la justicia social

“los estudiantes (…) aspiran a un modo de vida radicalmente nuevo: a

un mundo donde la competencia, la lucha de los individuos unos

contra otros, el engaño, la crueldad y la masacre ya no tengan razón

de ser. Un modo de vida que (…) ponga realmente los instintos de

agresión al servicio de los instintos de vida y eduque a las jóvenes

generaciones en vista a la vida y no a la muerte.” (ibíd. 52).

Recomendaciones acertadas y plenamente vigentes para la realidad

colombiana, en un país que necesita creerse la paz y olvidar la violencia.

Defender y valorar la vida haciendo política, desde la palabra y no con las

armas.

Una lucha por ganar un espacio comunicativo que suele estar prohibido

escriturar. En España ese “prohibido fijar carteles” que llenaba paredes por

doquier para advertir de la posible sanción de contrariar la orden.

Una comunicación transgresora que reta al poder y a las miradas de la gente

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Dice Maria Aurelia Capmany que las calles son

“punto de encuentro de la gente, espacio para la opinión, es por

excelencia el lugar del hecho público. Viene de lejos esta tendencia

del hombre a llenar los vacíos, los papeles y los espacios en blanco

que se ofrecen a la vista.” (Cano, G. y Rabuñal, A., 1991: 7)

Las pintadas son comunicación callejera en estado puro, porque es un ámbito

que existe antes de la imprenta y, por supuesto, antes de estas nuevas

tecnologías que difunden lo comunicativo a todo el planeta en segundos.

Incluso para un artista callejero actual la calle es más que las redes virtuales.

Así lo declara Toxicómano al afirmar que

“la calle es un espacio ideal para dar a conocer algo. Le llega a

mucha gente. Es la viralidad fuera de internet. Es incluso mejor

que esta, pues mientras uno en la red tiene 5.000 ‘vistas’ en

varias horas o días, acá las tiene en dos minutos.”7

6. A modo de conclusiones

Si estamos hablando de las pintadas como una manera de hacer públicas las

demandas de la ciudadanía, si consideramos que esas expresiones son otra

forma de hacer política, el mejor modo de concluir es reivindicando sus textos.

Hacerlos presentes para analizar su contenido y entender lo que hay de

ejercicio público de ciudadanía, de acción política y de propuesta de cambio

social.

Porque las pintadas contrarrestan el poder mediático, son un “arma” contra la

homogeneización a la que nos aboca esa cultura occidental del

eduentretenimiento, principalmente de EE.UU. Los textos y los dibujos de las

pintadas construyen sentido ciudadano, le dan dimensión simbólica a la ciudad

que “viva, se traviste y se tatúa de lo transitorio incluso donde parecía habitar

tan solo la rutina” (Silva, 2014: 9).

Aunque la investigación está centrada en la ciudad de Bogotá, y se ha hecho

un primer avance de incluir pintadas de otros lugares de Colombia como

7 En revista Semana, “Peñalosa cometería un error si cree que el futuro de Bogotá es volver a ser gris” Consultado el 8 de octubre de 2017. Disponible en: http://www.semana.com/enfoque/galeria/toxicomano-habla-sobre-estereotipos-politica-gustavo-petro-enrique-penalosa/454533-3

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Cartagena de Indias y Medellín, para estas conclusiones hemos considerado

conveniente incluir también frases encontradas en París, citadas en los libros

“Sed realistas, pedid lo imposible” de Manuel Serrat Crespo y “La imaginación

al poder” de Cohn-Bendit, Sartre y Marcuse, y otras de Bogotá recogidas en

“La vida contra la pared” de Luis Liévano. A las que se suman las encontradas

a lo largo del propio ejercicio investigativo llevado a cabo en Bogotá, Cartagena

y Medellín y algunas recogidas durante el 15M en Madrid. Todas estas están

fechadas de 2011 en adelante.

“Las paredes tienen oídos, vuestros oídos tienen paredes” (París 1968)

“Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición” (La Sorbona,

París 1968)

“La barricada cierra la calle, pero abre el camino” (París, 1968)

“Información libre” (París, 1968)

“Atención, la radio miente” (París, 1968)

“Si usted piensa por los otros, los otros pensarán por usted” (Nanterre, 1968)

“Construir una revolución es también romper todas las cadenas interiores”

(París, 1968)

“La imaginación al poder” (París, 1968)

“No hay pan para tanto chorizo” (pta. del Sol, Madrid, 2011)

“Tenemos la fuerza y las herramientas para reescribir la historia” (pta. del Sol,

Madrid, 2011)

“Todos prometen, nadie cumple. Vote por nadie” (calle 24 con cra. 5, Bogotá

1994).

“Colabore con las autoridades, denúncielas” (Biblioteca Nacional, Bogotá

1994).

“No hay paz que dure cien años ni pueblo que la resista” (Bogotá, barrio

Teusaquillo 1992).

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“Sí a la paz” (cra. 11 con calle 84, Bogotá 2017)

“Yo paro por la paz” (cra. 7ª Bogotá, 2016)

“Más PAZ” (calle 26 con cra. 22, Bogotá, 2013)

“No hay paz con pobreza” (cra. 7ª, Bogotá 2012)

“Paz con participación social” (calle 26, cementerio Central, Bogotá 2017)

“Paz, pan y tierra” (calle 26, cementerio Central, Bogotá 2017)

“Paz con justicia social” (calle 26, cementerio Central, Bogotá 2017)

“La paz de los ricos es guerra contra los pobres” (cem. Central, Bogotá 2017)

“El paro se viene por paz con cambios” (calle 26, cem. Central, Bogotá 2017)

“Con la paz todos ganamos” (av. Caracas con calle 38, Bogotá 2017)

“Mientras el campesino siembra yuca, el gobierno siembra pobreza” (calle 26

con cra. 22, Bogotá 2013)

“Libertad para los presos políticos, # paz es libertad” (calle 24 con cra. 7ª,

Bogotá 2017)

“Paz = vida digna” (cra. 7ª con calle 20, Bogotá 2013)

“No llores por un mundo que lucha, lucha por un mundo que llora (U. Nacional,

Bogotá, 2017)

“Luchemos por nuestra educación” (U. Nacional, Bogotá 2017)

“Más poesía, menos policía” (U. Nacional, Bogotá 2017)

“Siembra conciencia, cosecha libertad” (U. Nacional, Bogotá 2017)

“Somos el sol que renace ante la impunidad” (calle 53 con cra. 19, Bogotá

2017)

“Pensar no es un delito” (U. Nacional, Bogotá 2017)

“Que la memoria retumbe en las paredes” (Jetsemaní, Cartagena 2017)

“Nuestros sueños no caben en sus urnas” (cra. 7ª con calle 24, Bogotá 2013)

“Sin periodistas no hay periodismo, sin periodismo no hay democracia” (cra. 7ª

con cl 19, Bogotá 2017)

“Somos transformación” (Comuna 13, Medellín, 2017)

“La envidia es el arma del incapaz” (estación san Javier, Medellín, 2017)

“Caminando por la verdad” (Comuna 13, Medellín, 2017)

“El ruido de las balas no permite escuchar las ideas” (calle 12 con cra. 6ª,

Bogotá 2013)

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Medios, poder, paz, participación, conciencia… son algunas de las temáticas

de todas estas pintadas que dan cuenta de esa otra manera de hacer política,

de una actividad ciudadana comprometida con la transformación social a través

de las denuncias y demandas plasmadas en las paredes.

La novela “El francotirador paciente”, del escritor y periodista español Arturo

Pérez Reverte, en la que el protagonismo lo tienen el grafiti y el grafitero

Sniper, se presentaba diciendo que

“refleja el latido de las protestas ciudadanas y las peculiares

condiciones del arte urbano, e interpreta el arte y la

intervención en las calles no sólo con una voz clara y

contundente, sino con un grito imborrable, preciso y con ritmo

perfecto.8”

Algo que se puede extrapolar y aplicar a las pintadas como medio de expresión

ciudadana y de actividad política popular.

El grafiti da sentido a la ciudad, la edifica al pintarla, al hacer que se expresen

sus habitantes y le pongan voz a sus múltiples realidades. Es, como plantea

Silva, “una de esas demostraciones de urbanización (…) hasta llegar a ser un

objeto al que le importa la producción de significados sociales y políticos”

(Silva, 2014: 19).

Luego podemos concluir que las pintadas son otra manera de hacer política,

otra acción ciudadana para participar en la política y hacer oír su voz.

Las paredes son el medio, el escenario; las pintadas la obra, los instrumentos,

y la ciudadanía el actor social, la protagonista.

8 Página promocional de “El francotirador paciente”, de Arturo Pérez Reverte http://www.perezreverte.com/upload/ficheros/libros/201311/dossier_de_prensa_el_francotirador_paciente.pdf

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Manizales. ISSN 0121-6538.

* Este artículo está elaborado a partir del proyecto de investigación “Las

pintadas como medio de comunicación ciudadana”, cuya segunda fase (2017)

ha sido financiada por la Corporación Universitaria Minuto de Dios – Uniminuto

y cuya tercera fase ha sido aprobada para su realización en 2018.