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LA SOCIABILIZACIÓN EN LA LIMA DEL SIGLO XXI_
APUNTES MORFOLÓGICOS Y SUBJETIVOS EN TORNO AL ESPACIO PÚBLICO EN LIMA CENTRO Y LIMA PERIFÉRICA
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PREÁMBULO
La modernidad ha suscitado cambios
drásticos en la manera de vivir del hombre.
Nuestras maneras de relacionarnos han
cambiado. Nuestras ciudades han cambiado.
Nuestros hábitats han cambiado.
Tras la vorágine que se impuso a partir de
la modernización de nuestras sociedades,
algunas han marcado la pauta y otras han
debido de seguirles el paso. La manera de
concebir la ciudad a partir de la modernidad ha
marcado un derrotero lleno de imposiciones,
geometrías inertes y control. La modernidad
nos ha producido ciudades hostiles y
deshabitadas, con poca posibilidad para la
interacción y el intercambio.
Las ciudades del siglo XXI están marcadas
por la fragmentación, la velocidad, la
virtualidad, la globalización y la hibridación
cultural. En la gran mayoría de las ciudades
estas características han causado un efecto
incisivo en el tejido urbano y en la colectividad.
Lima no es la excepción.
El pronóstico para el habitar urbano no es
muy esperanzador. Si bien la revolución digital,
a diferencia de la industrial, es más accesible
por naturaleza, las faltas de equidad de las
distintas sociedades pueden generar ciudades
absolutamente disgregadas.
Sin embargo, se pueden generar espacios
para el renacer de la habitabilidad urbana.
Espacios en los que la socialidad genere
intercambio cultural, libertad de expresión,
vivencias urbanas diversas para devolverle a la
sociedad civil el poder que le corresponde como
agente del habitar urbano.
El espacio público es el ámbito en el que se
deben generar estas oportunidades para los
ciudadanos. Sin embargo, en la Lima actual el
espacio público es aún incipiente.
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LA CIUDAD DE LA MODERNIDAD
Y LA ULTRA‐MODERNIDAD
La modernidad y la ultra‐modernidad no
son fenómenos dispares. La ultra‐modernidad
se traduce en la acentuación y exageración de
las características de la modernidad.
Los agentes principales de la modernidad:
el capitalismo, la industrialización y la sociedad
civil se han transformado a partir de la
hegemonía del capitalismo y las repercusiones
de la industrialización. El gran ausente es la
sociedad civil. El capitalismo ha embebido todos
los ámbitos del quehacer humano. Se ha
inmiscuido en la ciudad, en el espacio público,
en los imaginarios urbanos. La industrialización
y sobre todo, la racionalización de las ciudades,
nos han dejado con espacios vacíos, la ciudad se
ha convertido en un lugar de paso, una
herramienta más para el trabajo. La calle ha
dejado de ser habitada y vivida, solo se utiliza
para trasladarse de un lugar a otro. La
especialización del espacio que generó la
excesiva fragmentación en los usos del entorno
urbano, ha separado tanto nuestras ciudades
que se han tornado poco humanas: “…la vida
cotidiana moderna ya no se organiza en
espacios regidos por la proximidad peatonal”
(Vega‐Centeno, 2003). Están pensadas para la
máquina, no para el peatón.
1.1. MOVILIDAD Y VELOCIDAD
Las ciudades del siglo XXI están organizadas
a partir de la movilidad y la velocidad. Entender
que el territorio de una ciudad actual ha dejado
de definirse por distancias, y ha cedido ante la
variable (capitalista) del tiempo, es muy
importante. Quienes habitamos en ciudades tan
grandes como Lima, sabemos bien que los
kilómetros lineales nada tienen que ver con la
gran cantidad de minutos que se utilizan para
recorrerla para realizar las actividades de
nuestro día a día. La organización (y el diseño)
de una ciudad deben contemplar
necesariamente los recorridos que deberán
hacer sus habitantes para vivir en ella; para
vivirla. Las tendencias urbanas desde el punto
de vista de la sostenibilidad promueven cada
vez más confluir distintos usos en pequeñas
porciones de territorio.
La movilización de las personas compone
redes de desplazamiento interconectadas a lo
largo del territorio. Esto produce, entre otras
cosas un tejido diverso al urbano, una maraña
de conexiones viales que tienen que ver más
con el tiempo que con la distancia y por tanto
con la noción de lugar.
La ciudad como red. Vista nocturna de Huamanga,
Ayacucho.
Fuente: Fotografía del Autor.
1.2. REDES Y COMPLEJIDAD
La ciudad del siglo XXI está organizada en
redes interconectadas. Redes de movilización,
de intercambio económico, cultural y de
información. Redes que componen una
organización muy diferente a aquella que la
modernidad proponía (absolutamente racional).
En consecuencia, el uso del espacio urbano
también se ha complejizado:
“La intensificación de tramas nodales no anula, entonces, la posibilidad de desarrollo de la presencia de permanencias en la ocupación del espacio y tampoco el espacio virtual aparece como dimensión de la interacción social que anule la necesidad de construir referentes ligados a espacios concretos. Esta parece ser una necesidad humana que no se puede soslayar con las innovaciones tecnológicas con las que nos confrontamos” (Vega‐Centeno, 2003).
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Esta transformación de la morfología de la
ciudad (de buscar homogenizar los
comportamientos – y por tanto los espacios – y
hacer énfasis en la idea de movimiento), nos
lleva a entender el territorio como una
confluencia de flujos, de distintas densidades y
distintos tiempos, que hacen la ciudad
contemporánea un espacio cada vez más
etéreo. Sin embargo, aún sumergidos en lo que
Vega‐Centeno denomina redes nodales, tal vez
estemos construyendo un territorio más
consolidado (a la manera de un verdadero
tejido urbano, que entrelaza centros de
diferentes jerarquías sólo con la actividad
humana).
“Estos espacios intersticiales de conectividad ente los edificios se extienden a través del espacio urbano para producir una estructura de múltiples capas de extraordinaria complejidad y utilidad” (Gandy, 2005).1
Las ciudades se han convertido en una
realidad complejísima de variables: variables
morfológicas o físicas y variables subjetivas.
Estas variables se superponen a manera de
capas en la estructura urbana. Para poder
entender esta red de variables se puede reducir
a la ciudad a su unidad mínica: el espacio y la
acción: “La acción y el espacio son indivisibles.
La acción se apoya en el tipo de espacio. “El
espacio apoya este tipo de acción. Ambos
forman una unidad, un patrón de
acontecimientos en el espacio” (Alexander,
1979).
La complejidad está en que la unidad
mínima espacio‐acción se multiplica n veces y
todo depende de las decisiones de los actores:
los habitantes de la ciudad. Confrontar al
ciudadano con el espacio y predecir las acciones
1 “These interstitial spaces of connectivity within
individual buildings extend through urban space to
produce a multi‐layered structure of extraordinary
complexity and utility.” Traducción del autor.
que este tomaría es una tarea bastante difícil, al
ser el ser humano, un ente tan subjetivo como
lo son sus decisiones.
1.3. TECNOCIENCIA
La innovación tecnológica ha evolucionado
a pasos agigantados. Desde el punto de vista del
capitalismo, ya no somos nadie, si por ejemplo
no tenemos acceso a tarjetas de crédito para
comprar online, o si no contamos con perfiles
en sitios electrónicos para que podamos ser
reconocidos (o mejor dicho rastreados). ¿Hasta
qué punto estos accesos y la permanente
disponibilidad de la que nos hacen capaces los
distintos aparatos que nos hacen creer que
necesitamos, son realmente necesarios? ¿Hasta
qué punto se nos permitirá, en un futuro no
muy lejano, decidir si quiero o no quiero estar
imbuida en esta conexión sin límites? Parece ser
que poco a poco vamos renunciando a la
facultad de poder decidir por nosotros mismos
si nos insertamos o no es te este mundo digital,
ya que al parecer resulta sospechoso que
algunos no formen parte de este sistema, que
abre las puertas a la posibilidad de que se sepa
siempre, en cualquier momento, que está uno
haciendo, con quien y en donde.
El ser humano, dentro de su gran
capacidad técnica y su obsesión por el
conocimiento, ha llegado a un nivel tal de
desarrollo, que en este momento es posible
pensar en hombres o mujeres que lleguen a
vivir doscientos o trescientos años. La
tecnociencia de la que disponemos ahora, hace
que esta afirmación no sea más una fantasía
bíblica, sino una posibilidad.
Sin embargo, hay otras urgencias de las
que los avances tecnológicos no deben
distraernos. Perdemos el tiempo en desarrollar
tecnologías que, por ejemplo, nos pueden llevar
a una virtual inmortalidad pero aun no hemos
consolidado nuestra manera de ser mortales.
Deberíamos abocar toda la ciencia y técnica que
tenemos a nuestra disposición para llevar a la
humanidad en conjunto al desarrollo. ¿Cómo
podemos avocarnos a innovaciones
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tecnológicas superficiales, cuando aun tenemos
problemas, como sociedad global, que
cargamos como resultado de nuestra precaria
modernidad?: el hambre, la contaminación, la
falta de equidad, la pobreza, la falta de
educación, etc.
“La meta del proyecto tecnocientífico actual no consiste en mejorar las miserables condiciones de vida de la mayoría de hombres; en cambio, parece atravesado por un impulso insaciable e “infinitista” que ignora explícitamente las barreras que solían delimitar la proyecto científico prometeíco” (Sibilia, 2009).
El potencial tecnológico, sin embargo nos
abre puertas, desde el punto de vista de la
interacción social, que hasta hace un tiempo no
contemplábamos. Las redes sociales, la
conectividad inmediata tienen gran potencial
para despertar en la sociedad civil un sentido de
colectividad. Además, el potencial de la
conectividad en el espacio urbano, es
sumamente sugerente. Debemos buscar hacer
ciudades que a partir de esta nueva idea de
conexión virtual, aumenten la conexión física.
Es decir, el potencial del trabajo en conjunto
puede generar cambios positivos en el uso del
espacio público y el despertar de la colectividad.
1.4. TRANSFORMACIÓN CONSTANTE
Haciendo referencia a la postmodernidad,
la post‐metrópolis (Soja, 2000) se define como
aquel espacio urbano actual caracterizado por
el nuevo modo de vivir, pero que aún carga con
pedazos del pasado. Esta post‐metrópolis
también tiene que ver con la reestructuración y
la remodelación de los espacios urbanos. Es un
concepto que aun se está elaborando, pues los
cambios se siguen dando.
Los cambios producen ansiedad. Una
época marcada por los cambios, como lo es la
nuestra, genera incertidumbre. Tan es así que
alguno teóricos han llegado a prefigurar el
pronóstico de la ciudad del siglo XXI a un
panorama bastante desconcertante:
“Los edificios más recientes están dotados con helipuertos privados que permiten a unos cuantos privilegiados (cada vez más numerosos) vivir en la ciudad de manera completamente desconectada, pasando de un lugar cerrado a otro también cerrado (residencia, trabajo, ocio), evitando pasar por los espacios públicos abandonados a los ciudadanos comunes y corrientes” (Musset, 2007).
Este fragmento extraído de un texto que
compara las ciudades actuales (sobretodo
sudamericanas) con aquellas ciudades de la
ciencia ficción (como Coruscant2) revela el
miedo e incertidumbre que pueden producir la
inestabilidad de la morfología urbana: “…nutre
los sentimientos colectivos de paranoia, al
conformar una geografía del miedo basada en la
estigmatización de lugares específicos” (Musset,
2007). Esta sensación influye, evidentemente en
el estado de ánimo de la colectividad y
repercute en las formas de uso del espacio
urbano más cercano a ella: el espacio público.
Este vivir en un entorno que cambia
constantemente, al que hay que seguirle el paso
diariamente, no es algo para lo que el ser
humano está preparado, aún.
Procesos constantes de des‐
territorialización y re‐territorialización son el
marco en el que se mueven nuestras urbes. Nos
encontramos pues, frente a varios procesos
paralelos que tienen que ver con retroceder y
volver a caminar. La des‐territorialización
implica la ausencia de vínculos de identidad con
los lugares, determinada en gran parte por la
globalización y este nuevo mundo totalmente
accesible; la re‐territorialización, en
2 En la saga de películas de la Guerra de las Galaxias, Coruscant es uno de los planetas más poblados de la galaxia (es un planeta del tipo ecumenópolis, o sea es una ciudad que cubre el planeta entero). Fue la sede del gobierno de la llamada Antigua República, del Imperio Galáctico, y en última instancia de la Nueva República. Aparece en los episodios I, II, III y en la edición especial del VI.
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contraparte, suscita nuevas formas de
identificación y ocupación de los espacios.
Esta reubicación de los espacios, de los
centros y de los poderes nos lleva a pensar en el
torbellino del que hablar Marshall Bermann
(1982), en cuanto a que la modernidad diluye
todo lo sólido o todo aquello en lo que
pensábamos asentarnos, en lo que nos
sentíamos seguros. Es preciso pues, encontrar
nuevos cimientos, que no tengan que ver con el
capital o con el desarrollo tecnológico, que son
la columna vertebral de la búsqueda del
hombre hoy en día. Debemos volver a
buscarnos, en el hombre y sus subjetividades
como ser humano podemos encontrar nuestros
nuevos cimientos.
GEOMETRÍA Y
SOCIABILIZACIÓN
“Cuando las calles de una ciudad ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés” (Musset, 2007).
La morfología de las ciudades modernas ha
repercutido enormemente en la falta de
intercambio cotidiano en nuestras ciudades. Las
ciudades ya no son más un espacio de
encuentro, no propicia lo encuentros entre las
personas. Por lo menos no para las personas del
siglo XXI, ya que a partir de las características de
la post‐metrópolis (ciudad de la ultra‐
modernidad), está diseñada para acentuar la
individualización de sus habitantes. Estas
nuevas características, que han transformado
nuestras ciudades, convocan a la arquitectura a
pensar en una nueva manera de afrontar el
diseño del entorno urbano, en especial el
espacio público, que es el lugar con vocación
para el encuentro y el intercambio cultural.
2.1. DIACRONÍA DEL ESPACIO PÚBLICO
El espacio público a lo largo de la historia,
fue siempre un lugar de encuentro: el ágora de
la Grecia clásica propicia el cultivo físico e
intelectual de los atenienses, las calles
orgánicas de la ciudad de la Edad Media era
modelada por el uso mismo de sus habitantes,
las plazas del Renacimiento eran acogedoras
para los peatones, ya que por su escala
conformaban espacio intermedios entre los
grandes vacío de la ciudad y las áreas de
encuentro para las personas.
A partir de la modernidad y de la
consecuente racionalización de las ciudades,
éstas dejaron de ser “humanas”. “Cuando el
espacio se fue devaluando en virtud del
movimiento, los individuos gradualmente
perdieron la sensación de compartir el mismo
destino que los demás” (Sennett, 1997). La
ciudad dejo de ser pensada para los peatones,
para pasar a servir a la máquina (el nuevo
paradigma de la modernidad), y por ende, el
espacio público perdió poco a poco su carácter
de lugar de intercambio, encuentro e
identificación.
La geometría heredada de la ética
protestante (Senneth, 1991), que a la vez se
heredó de los babilonios, egipcios y romanos,
fue la geometría ideal para diseñar las ciudades
de la modernidad, de un nuevo comienzo. Una
retícula ortogonal, que se contradecía con el
tejido orgánico de la ciudad medieval y del
renacimiento. Se superponía sobre la topografía
sin el menor respeto por el entorno. La
racionalización y las necesidades de dominación
y control, llevadas al extremo. Esta cuadrícula,
se implantaba en el territorio y podía
extenderse ad infinitum, esta posibilidad de
extensión ilimitada acentuaba la nulidad del
espacio como tal. Se anularon los centros
públicos, no hay noción de nodos, ni de
aglomeración. No se tenía necesidad de
encuentro, de interacción.
El ritmo de vida actual, propicia el
desplazamiento constante de las personas y
esto lleva al aumento de espacios inertes, que
no sirven para el encuentro, sino que sirven
únicamente para la movilización de las masas.
La tecnología con la que contamos
actualmente nos permite prescindir del espacio
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urbano. Hace posible relacionarse o conectarse
con las personas a través de medios virtuales,
ya no hay necesidad de salir a la calle.
“La historia ha demostrado las virtudes de estos elementos hasta tal punto que, para la mayoría de la gente, las calles y las plazas constituyen la verdadera esencia del fenómeno “ciudad”. Esta sencilla relación y el uso lógico de las calles y las plazas – calles basadas en el trazado lineal del desplazamiento del ser humano y plazas basadas en la capacidad del ojo para inspeccionar una superficie – se han adoptado de nuevo en los últimos años” (Gehl, 2006).
Cuando privamos a las personas de un
espacio urbano que invite a la interacción, les
estamos privando de uno de sus derechos
fundamentales como ciudadanos. La ciudad, y
sobre todo el espacio público son una necesidad
para socialidad inherente en los seres humano.
La morfología de estos espacios debe estar
pensada a escala humana. El error más grave de
la ciudad moderna es dejar de pensar en la
ciudad para el hombre y volcarla hacia la
máquina. El peligro de la post‐metrópolis es el
mismo: olvidarse del hombre como centro de la
ciudad y embeberse en la tecnología y en el
individualismo y fragmentación que ésta puede
generar.
Sin embargo, la tecnología también puede
jugar un rol humanizador del espacio urbano.
Debemos, por ello, entender su potencial para
revestir los espacios públicos con la misma
conectividad que ésta nos proporciona.
2.2. ESPACIO PÚBLICO “El espacio público supone pues dominio público, uso social colectivo y multifuncionalidad. Se caracteriza físicamente por su accesibilidad, lo que le hace un factor de centralidad. La calidad del espacio público se podrá evaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita, por su fuerza mixturante de grupos y
comportamientos y por su capacidad de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración culturales” (Borja, 1998).
Se debe entender el espacio público “a
modo de escenario donde cada ciudadano
produce espacio a partir de sus observaciones y
recorridos, donde él también representa un
papel, donde la ciudad se encuentra
representada en reglas, símbolos, imágenes y
por supuesto, en las observaciones y
experiencias con las que cada ciudadano la
refleja y la recorre” (Iregui, 2007).
El espacio público es el espacio para
intercambio, para el encuentro y para
interacción. Existen diversas definiciones sobre
lo que significa el espacio público. Para efectos
de este ensayo, se ha elegido la definición pluri‐
dimensional del arquitecto Juan Tokeshi:
La dimensión físico‐territorial:
El espacio público es un espacio visible y
accesible. Tiene un carácter de
centralidad, es decir es reconocible por el
grupo de personas que lo utilizan
cotidianamente o es identificable como
parte de su entorno por aquellos, que si
bien no lo utilizan cotidianamente, lo
reconocen como un espacio que los podría
acoger sin resistencia.
La dimensión política:
El espacio público es el espacio del diálogo
entre el poder político y la ciudadanía. El
poder político es el propietario jurídico del
espacio público y faculta su uso. La
ciudadanía ejerce el uso del espacio,
ejerciendo su derecho y otorgándole el
carácter cultural propio del grupo de
personas que con él se identifican.
La dimensión social:
Se define el espacio público como el
escenario del anonimato, es decir es el
espacio en que todos son iguales, donde no
se debe justificar el origen o condición
social.
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La dimensión económica:
En la idiosincrasia peruana, las plazas y
calles son escenario tradicional de
comercio, sin olvidar que esta actividad
comercial genera conflicto en torno a su
dinámica.
La dimensión cultural:
El espacio público es el espacio de la
identificación con el pasado de toda la
ciudad. Expresa los orígenes y las
identidades comunes.
¿Qué pasa entonces cuando el origen y
el pasado no convergen? Es evidente que el
contexto de la Gran Lima no es unívoco. Las
diferencias entre Lima Centro y Lima Periférica y
los modos de apropiación del espacio público
son puntos clave para poder proponerle a Lima
un verdadero escenario para la interacción y el
intercambio cultural.
2.3. PANORAMA URBANO DEL SIGLO XXI
“…La ciudad tensa el sistema nervioso
humano al extremo” (Johnson, 2003).
La morfología de las ciudades determina el
uso de las mismas. Si la ciudad está pensada
para el automóvil, las personas no se sentirán
más parte de ella y será percibida, como sucede
con Lima Metropolitana, como un espacio
hostil. ¿Qué tipo de encuentros puede propiciar
una ciudad hostil? ¿Qué tipo de intercambios
sociales? ¿De qué manera se puede hacer
ciudad en un espacio que no te invita a
utilizarlo?
“¿Qué necesitamos los seres humanos para nuestra realización más plena? Necesitamos, por ejemplo, caminar, ver gente, estar con gente. Y la ciudad debe tener características que propicien ese contacto con otros” (Gehl, 2006).
Los vacíos enormes, de gran escala,
propiciados por la utopía urbana de la
modernidad, son pues espacios
deshumanizados. Se deben propiciar escalas
intermedias, para que el ser humano pueda
reconocerse en la ciudad. Estas escalas
intermedias tienen que ver con los bordes, con
los ángulos de visualización, con los elementos
polivalentes, finalmente, con devolverle a la
ciudad su carácter humano.
“El espacio público ha pasado de ser el lugar de encuentro y socialización a transformarse en uno de simple tránsito entre uno y otro punto de la ciudad; su diseño parece más orientado a optimizar los flujo de producción de un sistema decididamente capitalista que se expande sin resistencia aparente, que a satisfacer los deseos de bienestar y recreación de los ciudadanos” (Iregui, 2007).
Por las características expuestas de la post‐
metrópolis, entendemos que el espacio público
corre el gran peligro de desaparecer para
convertirse en espacio de infraestructura
urbana. Nuestras ciudades cada vez necesitan
más de espacio que sirvan a la movilización y el
desplazamiento, al intercambio económico. La
tecnología nos propone realizar cada vez más
actividades desde una conexión a la red. La
figura del peatón va perdiendo importancia. Los
desplazamientos humanos ya no son excusa
para el encuentro, se propicia el individualismo
sobre la interacción social.
Para propiciar este intercambio, la ciudad
debe convertirse en el espacio de neutralidad,
en el que todos somos iguales. Si el capitalismo
ha pasado a gobernar todas nuestras
actividades, esta igualdad no se puede dar
libremente. La lógica del capitalismo intensifica
les desigualdades:
“La imposición de lógicas derivadas del actual modelo económico –que pasa por alto criterios mínimos como planificación o sostenibilidad‐ sobre los procesos de nuestras ciudades ha marcado con mayor intensidad una huella que es patente en ellas desde el mismo momento en el cual fueron fundadas: la desigualdad” (Takano y Tokeshi, 2007).
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Una ciudad sin espacio de encuentro, es
una ciudad muerta. Cuando los habitantes no
tienen el espacio para manifestarse o para
apropiarse de la ciudad, la ciudad ha dejado de
servir al ser humano. Es preciso devolver la
ciudad a sus habitantes.
2.4. LO VIRTUAL vs. LO TANGIBLE
Los límites entre lo tangible y lo tangible,
entre lo físico y lo virtual se han ido diluyendo
(Sibilia, 2002), el mundo ya no será cartesiano
nunca más, en la ciudad cyborg (Gandy, 2005)
se diluyen los límites entre mente y cuerpo,
material y virtual.
“El concepto de cyborg puede, en este sentido, ser considerado dentro de un proyecto intelectual para “rematerializar” la ciudad y establecer conexiones sustantivas entre el cuerpo, la tecnología y el espacio”3 (Gandy, 2005).
Rematerializar la ciudad, quiere decir en
este caso, devolver su sentido físico y táctil a
partir del potencial tecnológico de este tiempo.
Lo que necesitan nuestras ciudades no es
vaciarse de vida, sino todo lo contrario. Para
devolverle el sentido a la ciudad, debemos
devolvérsela a sus habitantes. Lo cual se puede
lograr sin satanizar el desarrollo tecnocientífico,
sino incorporándolo a esta tarea.
“La ciudad cyborg es ampliamente percibida como una ciudad post‐metabólica en la cual el intercambio de información ha suplantado el papel del intercambio material y se convierta en la dinámica dominante detrás de la conformación del espacio urbano”4 (Gandy, 2005).
3 The cyborg concept can in this sense be enlisted into an intellectual project to “rematerialize” the city and establish substantive connections between the body, technology and space. Traducción del autor. 4 The cyborg city is widely perceived as a post‐metabolic city in which the exchange of information has supplanted the role of material exchange to
Imaginémonos recorrer una ciudad en la que a cada paso podemos percibir información útil y práctica para facilitar su recorrido. La ciudad misma es una fuente de información. La infraestructura física está complementada por infraestructura virtual y de esa manera percibimos datos de clima, tráfico, eventos, acumulación de personas, etc. A partir de esta información podemos tomar decisiones informadas con respecto a nuestros recorridos.
“…la ciudad es a la vez una entidad tangible, sino también una construcción relacional de modo que no podemos separar la una de la otra”5 (Gandy, 2005).
Sin embargo se mantiene clara una idea: la
conectividad virtual no podrá reemplazar al
espacio físico tangible. Lo que debe pasar es
que la ciudad se adapta a estas nuevas
tecnologías y las incorpore en la infraestructura
urbana, para de este modo complementar lo
tangible con lo virtual y viceversa.
A partir de esta idea de
complementariedad, se desliga un concepto
que algunos autores denominan identidad
digital, que está íntimamente relacionado con el
potencial del reciente fenómeno de las redes
sociales. Volcar ese potencial de identificación
de una red con este gran potencial de
conectividad a un espacio físico tangible, es una
de las tantas puertas que nos abre la tecnología.
El espacio público se volverá nuevamente el
escenario de la interacción social, dejarnos
nuestras casas u oficinas para volver a las calles.
“Asociar una identidad digital un lugar
(barrio, calle) de residencia abrirá nuevas
fronteras a las dinámicas de comunicación
de escala local e hiper‐local catalizando
nuevos procesos de identificación con los
become the dominant dynamic behind the shaping of urban space. Traducción del autor. 5 The city is both a tangible entity but also a relational construct so that we cannot disentangle the one from the other. Traducción del autor.
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espacios públicos del barrio donde vivimos
o trabajamos” (Di Siena, 2010).
IDENTIDAD E
INTERCULTURALIDAD
“Mediante el concepto de espacio social,
nos aproximamos, entonces, a un enfoque
del ámbito de lo local referido a un
colectivo humano circunscrito a un espacio
delimitado. Partiendo de este enfoque
antropológico, Augé define este espacio
como lugar, como territorio que permite a
un colectivo la afirmación de una
identidad” (Vega‐Centeno, 2003).
Aquello a lo que vega Centeno se refiere
como lugar, es el espacio de identificación, un
espacio que podemos asociar a algún tipo de
referente personal que, por mínimo que sea,
podemos relacionar con algún aspecto
importante en nuestras vidas. Un lugar es un
espacio con significado.
Las ciudades tienen una carga subjetiva
sustancial. Están conformadas ellas mismas por
seres de gran subjetividad: los seres humanos.
No podemos entender el fenómeno urbano
únicamente desde el punto de vista morfológico
(físico), ya que siempre habrá un complemento
no tangible (lo meta‐físico, o aquello que está
más allá de los físico). Este elemento no
tangible es tan importante como el morfológico,
ya que la subjetividad de las personas
determinará sus decisiones y son estas
dicisiones las que determinan el uso del espacio
público. Estas decisiones son el encuentro entre
la vida y el espacio en la ciudad: “el patrón total,
espacio y acontecimientos juntos, es un
elemento cultural” (Alexander, 1979).
Esta parte no tangible está comprendida
por la cultura, la identidad, los imaginarios
urbanos y demás variables que se desprendan
del factor humano de la ciudad.
3.1. LA NOCIÓN DE PERTENENCIA
Desde el punto de vista del espacio
público, los factores de identidad y cultura son
fundamentales. Si consideramos el ejemplo del
París de la post‐revolución francesa,
entendemos que si una sociedad no se
identifica con un determinado hecho, el espacio
público no funciona: luego de la revolución
francesa, las autoridades de la ciudad de París
pretendieron movilizar a la población en
diversas actividades de tipo procesional.
Cuando la gente era dirigida, la procesión
marchaba como estaba planificada, pero
cuando llegaba el momento de usar las plazas y
calles de manera espontánea, las personas se
desorientaban, se aburrían o simplemente se
retiraban a sus casas. Y es que para utilizar el
espacio público es fundamental identificarse
con él, de alguna manera, no necesariamente
directa:
“Generalmente será preciso que tengan un significativo denominador común: un trasfondo común, intereses comunes o problemas comunes” (Gehl, 2006).
La identidad se genera a partir del
reconocimiento de los otros, ya que esta
relación con los demás es clave para el
autodescubrimiento y la autoafirmación, por
eso la identidad está ligada intrínsecamente a la
colectividad. La sociedad alimenta mi identidad.
Es por ello que para que una ciudad sea vivida,
para que sus espacios públicos vuelvan a la vida,
es necesario consolidar la identidad de la
colectividad que la habita.
Además, le hecho de vivir en sociedad nos
hace capaces de tolerar y respetar las
decisiones de los otros: nos hace civilizados, en
el sentido de ejercer la civilidad. La noción de
civilidad proviene del latín civitas, que quiere
decir ciudad, esto quiere decir que la civilidad
es la capacidad de una persona para vivir en
una sociedad urbana, lo cual implica la
capacidad de respetar a lo demás, de
sociabilizar, de concertar. Así pues la incivilidad
dificulta la convivencia, ya que puede generar
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violencia, abusos e inseguridad. La ciudad debe
ser capaz de enseñarte eso:
“El entorno urbano debe ser “civil” para que sus habitantes puedan aprender las difíciles destrezas de la civilidad” (Bauman, 2008).
Además de aprender a convivir entre
iguales, las ciudades deben ser el germen para
el desarrollo de la identidad colectiva, que es la
que reafirma la identidad individual. Para lograr
esto se debe despertar en cada uno de los
habitantes la noción de colectividad, de
pertenecer a un grupo y la capacidad para
identificarse con algún grupo se relaciona
directamente con los hábitos.
“El hecho de compartir el espacio físico con
otros actores abocados a una actividad
semejante añade importancia a la acción”
(Bauman, 2008).
Cuando los ciudadanos se encuentran unos
con otros, realizando las mismas actividades en
el espacio público, más allá de que la actividad
sea compartida o no, ésta se torna más
importante. La acción, entonces, se liga al
espacio, y el espacio conecta a las personas
mediante la acción. Identificar estas acciones
comunes que puede ir desde sentarse a leer en
una banca, salir a jugar a la calle, regar las
plantas, o arreglar una bicicleta; es
determinante para entender el tipo de espacios
públicos que necesita tal o cual sociedad.
3.2. COTIDIANEIDAD
Así como relacionar las mismas acciones es
importante, también lo es la constancia con que
se realizan. Identificar las acciones más
comunes, las más repetidas, nos dará un claro
panorama del espacio a proponer.
“Las interacciones se hacen constantes en un espacio delimitado por la práctica cotidiana (…,) la referencia constante a un espacio delimitado permite generar una
noción de identidad vinculada al lugar en que viven” (Vega‐Centeno, 2003).
Se podría decir, a partir de esto, que las
acciones, la magnitud y la repetición de las
mismas pueden llegar a conformar un espacio
sin necesidad de la existencia física del mismo.
La sola acción por el hecho de realizarse
cotidianamente define tanto la identificación
con el lugar como los límites espaciales de esta
identidad.
El espacio público por lo anterior, debe ser
capaz de servir para múltiples actividades
cotidianas, debe ser versátil y a la vez familiar.
De poder adaptarse a las diferentes actividades
y a la vez ser percibido como igualmente
confortable para todas ellas:
“Tal vez para conseguir revitalizar e incluso rehabilitar cualquier barrio de cualquier ciudad sea suficiente el hecho de crear atmósferas adecuadas en el espacio público mediante la introducción de lo cotidiano como herramienta que permite su modificación, que es adaptable a las situaciones cambiantes e imprevisibles del devenir de toda ciudad” (González y Muñiz, 2010).
3.3. HIBRIDACIÓN CULTURAL
La identidad se alimenta también del
intercambio cultural, por el mismo hecho que
esta tiene que ver con el reconocimiento de los
otros, a partir de un encuentro cultural las
identidades se afianzan y se alimentan. El
intercambio cultural no hace más que
enriquecer a la colectividad. “Pertenecer” es
fundamental para el individuo, para el ser
humano como ser social que es por naturaleza.
Desde una perspectiva ética, se
prefiguraba la globalización como una fuerza
con la capacidad de anular las diferencias, en el
sentido de desaparecerlas y diluirlas. Ahora
entendemos que mientras más globales somos,
más enraizados con nuestra cultura y nuestras
tradiciones podemos ser. La globalización, bien
llevada, nos invita a realzar lo local, para poder
compartirlo con el mundo.
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Esta colectividad y este pertenecer
repercuten en el uso del espacio urbano. La
acción y el espacio son indivisibles, la acción se
apoya en el tipo de espacio (morfología) y
ambos forman una unidad, un patrón de
acontecimientos.
La ciudad no es más que una red compleja
de decisiones individuales interconectadas.
Entenderla de esta manera nos permite
entender su carácter, su esencia. Este conjunto
de decisiones se convierten en patrones de
conducta repetidos. Los patrones de conducta
se estructuran a partir de reglas simples, que
pueden (y suelen) tener grandes repercusiones
en el entorno urbano.
Es clave para el arquitecto, que es el
encargado de juntar la vida con el espacio,
entender de esta manera la ciudad: a partir de
los patrones que las mismas personas van
generando, como si de una ciudad medieval se
tratara, en donde la morfología era modelada
por el uso.
Pues bien, nuestra tarea no es tan sencilla,
ya que las variables que debemos contemplar
en el siglo XXI, son muchas más y están mucho
más interconectadas unas con otras, generando
redes en un sistema urbano complejísimo. Sin
embargo es posible, ya que las herramientas
con las que contamos también han
evolucionado y nos proporcionarán la
información necesaria para poder hacerlo.
Debemos pensar las ciudades a partir de la
interculturalidad, el nuevo potencial social del
siglo XXI.
3.4. IDENTIDAD Y VIRTUALIDAD
“Los arquitectos se han preocupado por el
cuerpo humano que está limitado por la
piel y su entorno sensorial inmediato,
ahora deben contemplar cuerpo virtuales,
electrónicamente potenciados y
reconfigurables que pueden sentir y actuar
a distancia; sino que también deben
permanecer anclados a su entorno
inmediato”6 (Mitchell, 1998; en Gandy,
2005).
Hay que considerar que ahora ya no se
diseña una ciudad para cuerpos limitados, con
una capacidad sensorial limitada (como es la
nuestra), y enmarcada en contenedores
espaciales diferenciados; sino que el diseño de
la ciudad ahora tiene que ver con cuerpos
electrónicos (o más bien electronizados)
capaces de registrar estímulos sensoriales a
grandes distancias, o en pequeñísimas
densidades y en muchas direcciones, una
especie de tecnología omnipresente, pero que a
la vez está condenada a un punto fijo, que le
impide una movilización o desplazamiento
considerables.
Lo contradictorio de esta nueva manera de
hacer ciudad es que se va estructurando en
recintos limitados y al mismo tiempo híper
conectados entre sí. Los ciudadanos modernos
tienen una fuerte carga de individualización. La
ciudad cyborg de Gandy, tiene nuevas maneras
de vivir las experiencias colectivas, a partir de
los nuevos significados.
LIMA:
¿CIUDAD DEL SIGLO XXI?
Las características de las ciudades del siglo
XXI se dan de manera distinta en Lima
Metropolitana. Por la historia de su formación
Lima presenta una complejidad particular ya
que no todos los sectores de la ciudad se han
desarrollado de la misma manera, y mucho
menos en el mismo momento.
En cuanto a la movilidad, es ya redundante
decir que Lima carece de sistemas eficientes
6 Architects have been concerned with the skin‐bounded body and its immediate sensory environment… (sic) now they must contemplate electronically augmented, reconfigurable, virtual bodies that can sense and act at a distance but that also remain partially anchored in their immediate surroundings. Traducción del autor.
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LA SOCIABILIZACIÓN EN LA LIMA DEL SIGLO XXI_
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para la movilización masiva de sus habitantes.
Los recientes proyectos culminados como son el
Metropolitano y el tren eléctrico, además de no
estar conectados a un sistema integral (todavía,
o por lo menos eso esperamos), parecen estar
concebidos para una Lima de hace 10 o 20 años.
Las grandes vías como son la Vía Expresa,
Panamericana, Circunvalación, Javier Prado, La
Marina, parte de la Carretera Central, Brasil,
Abancay, Alfonso Ugarte, Arequipa, etc.
generan un efecto incisivo en el tejido urbano.
Uno de los efectos más críticos de estas arterias
tiene que ver con el peatón y como se accede al
transporte público: los paraderos no están
pensados de manera integral. Para acceder de
un sistema vial a otro, en la mayoría de los
casos es necesario caminar grandes distancias,
lo cual hace que la movilidad no sea menos
eficiente aún.
En la periferia, sin embargo la movilidad se
hace menos fluida, por la misma topografía. La
avenida Túpac Amaru, en Lima Norte, se
distingue por ser una de las pocas arterias de
una escala considerable por su amplitud. Es
importante recalcar que en la periferia, las
arterias comprenden una gran berma central
(generalmente un arenal) que podría ser
potenciado para el uso público a partir de las
lógicas de la periferia, como son: le mercado, el
comedor, los juegos infantiles. Incluso se
podrían incorporar sistemas de compostaje y
reciclaje de residuos inorgánicos, que
conforman una parte importante de las
actividades periféricas.
Por esto, Lima está marcada por la
movilidad y el desplazamiento de sus
habitantes. Es una ciudad altamente recorrida,
que se encuentran en movimiento permanente.
La velocidad está intrínsecamente
relacionada con extensión de la ciudad de Lima.
La población se ve en la necesidad de recorrer
inmensas distancias diariamente para acudir a
sus centros educativos o laborales. Si bien para
la población periférica esta distancia es
evidentemente mayo que para aquellos que
viven en los distritos céntricos, la congestión a
la que se ven sometidos es la misma, aunque
por distinto lapsos de tiempo. Es cierto que el
Metropolitano y ojalá el Tren eléctrico, han
aliviado un poco estas demoras, pero es
evidente que los flujos que recorren las arterias
de la ciudad las saturan y por tanto el tema de
la velocidad se presenta en momentos
específicos de día y en zonas muy particulares,
lo cual no es suficiente para catalogar a Lima
como una ciudad veloz, todo lo contrario.
La fragmentación es una característica
fundamental de Lima, tanto desde el punto de
vita morfológico, como desde el aspecto
histórico‐cultural. Lima es una ciudad
fragmentada tanto por su organización física y
vial (como lo podrían ser diversas ciudades en el
mundo), pero particularmente por su realidad
cultural.
El proceso migratorio y de sub‐
urbanización periférica produce el Lima
realidades muy diversas. Esto, sumado al
reciente boom de los centros comerciales como
polos de atracción “fragmenta a la ciudad en
“islotes” de consumidores en medio de un
creciente mar de guettos de pobreza,
articulados entre sí más allá de la
contigüidad territorial” (Ávila, 2003).
En el aspecto económico sin embrago, la
ciudad presenta una mayor homogeneidad que
hasta hace unos años, cuando aún la periferia
se consideraba un sector económicamente
inferior. Si bien esta realidad persiste en gran
parte de la periferia, han surgido focos de
desarrollo económico sustancial en diversos
sectores de la misma. Esto se traduce en los ya
mencionados mega centros comerciales (sobre
todo en Lima Norte) como lo son Mega Plaza y
el Plaza Norte, en el Callao tenemos el Aventura
Plaza, en Lima Sur el Plaza Lima Sur y hacia el
este el Mall Aventura Plaza Vitarte.
“Como hace algunos años ya no es tan cierto asociar de manera absoluta a la ciudad popular con el territorio de la pobreza urbana. El mapa metropolitano de pobreza se ha desconcentrado teniendo
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ahora grandes zonas con una población económicamente emergente donde se vuelve clave la aparente constitución de una nueva clase media” (Takano y Tokeshi, 2007).
Por lo anterior, podemos afirmar que si
bien existen grandes diferencias culturales y morfológicas en la Gran Lima, podemos considerar, hoy, que todos sus habitantes son ciudadanos urbanos, es decir, que se manejan dentro de una estructura urbana cotidianamente, ya no son más extraños al sistema urbano, ya no son más inmigrantes:
“Han transcurrido ya tres generaciones descendientes de aquellos primeros migrantes y hoy día debemos decir a ciencia cierta, que quienes actualmente la habitan son limeños y son urbanos” (Takano y Tokeshi, 2007).
Desde el punto de vista de la conectividad
y la revolución digital es pertinente considerar
que si bien la revolución industrial no fue capaz
de llegar a todos los sectores de la población (y
en el sentido global se entiende que Perú no
llego a desarrollar una industria per se), la
revolución digital si tiene la facultad de
inmiscuirse en los más diversos sectores
económicos por su accesibilidad. Si bien no
llegamos a la modernidad por la industria, se
podría decir que podemos alcanzar a la ultra‐
modernidad por la conectividad.
Tanto Lima Centro como Lima Periférica
cuentan con conexiones a la nube del internet.
En Lima Centro estas conexiones son privadas y
se están incorporando al los espacios públicos.
Tanto a los libres como por ejemplo el Parque
Kennedy, como a los comerciales como son los
cafés urbanos. En la periferia abundan las
llamadas cabinas de internet (que son también
comunes en provincia y en cualquier ciudad con
alta actividad turística). Esta posibilidad de
conectarse a la nube de gran parte de la
población inserta a Lima dentro del tema post‐
metropolitano de la virtualidad.
Lima, es una ciudad aún en formación, por
lo tanto presenta más oportunidades de las que
percibimos. Es una ciudad joven que, sobre
todo en la periferia, presenta la posibilidad de
proponer espacios y arquitectura más
pertinentes. Hacia ahí es hacia donde debemos
mirar también las futuras generaciones de
arquitectos. Lima Central también tiene
carencias y defectos, que deben ser
subsanados, pero estos aspectos urgen en la
periferia. Debemos asumir nuestras ciudad
como una oportunidad, un lugar donde todavía
queda mucho por hacer y eso debe ser una
motivación.
LA MORFOLOGÍA
DE LA CIUDAD LA CIUDAD PLANIFICADA
VS. LA CIUDAD IMPROVISADA
El proceso de crecimiento urbano en Lima
tuvo un punto de quiebre importante a partir
de los años 40 con la migración masiva de
habitantes del interior del país por el conflicto
interno. Estos inmigrantes se afincaron en las
zonas exteriores de la ciudad, en las topografías
más complejas, construyendo lo que
llamábamos las barriadas.
Este gran grupo de personas huyó de una
realidad violenta y marcada por la falta de
equidad. En gran parte esta situación tuvo que
ver con el terrorismo que azotó las regiones
andinas y amazónicas. Cuando los eruditos en el
tema hablan de reparaciones civiles, se han
propuesto acciones penales, de indemnización,
de restitución y simbólicas. Pero no se ha
pensado nunca en acciones de corte urbano. La
población que llegó a Lima y abandonó su lugar
de nacimiento y al hacerlo tuvo que renunciar a
sus costumbres, alejarse del grupo humano al
que pertenecía. Cuando consideramos que
estas personas enfrentaron cosas que las
personas de la capital apenas percibieron con el
ataque de Tarata y los cortes de luz,
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entendemos que la retribución hacia ellos
nunca será suficiente. ¿Por qué no proponer
espacios en donde ellos puedan volver a
pertencer?
Parte importante de la incorporación a una
sociedad tiene que ver con la morfología. La
forma de la ciudad es la manera en que esta te
acoge o te repele:
“Si la ciudad es un lugar de encuentro por excelencia, más que cualquier otra cosa, la ciudad es su espacio público peatonal… La cantidad y la calidad del espacio público peatonal determinan la calidad urbanística de una ciudad… un espacio público es bueno cuando en el ocurren muchas actividades no indispensables, cuando la gente sale al espacio público como un fin en sí mismo, a disfrutarlo” (Gehl, 2006).
La ciudad de Lima es una ciudad de muchas
maneras hostil. Si bien un factor importante
tiene que ver con la movilidad y el
individualismo, también tiene que ver con la
morfología del espacio urbano. Con criterios
fundamentales de diseño.
Los vacíos de gran escala no son
acogedores para el ser humano. El peatón
necesita de espacios intermedios. Necesita
poder tener un registro visual de aquel espacio
al que se va a enfrentar. Necesita también, ver
gente en esos espacios para sentir que puede
recorrerlos con tranquilidad.
Las plazas
En Lima central podemos apreciar plazas
de la época republicana, como por ejemplo la
Plaza San Martín en el centro de Lima, que si
bien por su extensión pueden parecer
impersonales, la presencia de elementos
polivalentes le presentan al peatón
oportunidades de estadía variadas y opciones
para decidir. Las arquerías que bordean la plaza
mayor representan un límite flexible, desde el
cual el peatón puede tener un registro de los
que sucede en el vacío y decidir si accede a él o
si permanece en esa especie de limbo que
genera este espacio intermedio. Otro ejemplo
puede ser el parque Kennedy de Miraflores, que
presenta una variedad importante de mobiliario
urbano que permiten al usuario observar
diversas actividades y personas.
Parque Kennedy, Miraflores.
Fuente: Cuenta Hillmer de Flicker.
En la periferia sin embargo, hay una
carencia de estos elementos polivalentes. El
referente principal de mobiliario urbano es la
banca y la pérgola. Las plazas, que por su
extensión no son consideradas de gran escala,
por su simpleza y poca ambigüedad, no le
proponen al peatón distintas opciones. Limitan
la actividad.
Las calles Las calles y vías deben presentar opciones
para los peatones. Si bien ya se ha mencionado
la falta de conexión con la ciudad y el peatón de
las arterias de la ciudad, en Lima central las vías
se han volcado a servir al automóvil. Existen
algunos ejemplos importantes de vías
peatonales que generan vida alrededor de las
mismas, del Jirón de la Unión hasta el malecón
de Miraflores. No es necesario, en este aspecto,
generar una estadía. La fluidez de los recorridos
ya evidencian su eficacia.
En la periferia no existen vías para el
tránsito peatonal. Tampoco ciclovías, que si se
presentan en el sector céntrico de la ciudad. Sin
embargo, la berma central se es utilizada como
tal en muchos casos, por su amplitud. Resulta
curioso e interesante como la generación de
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vías arteriales en la periferia, con un exagerado
espacio central cuya vocación convencional
suele estar dirigida a albergar vegetación – que
en el caso periférico es casi inexistente por la
aridez de los suelos – puede resultar una
oportunidad para una nueva manera de
circulación peatonal, capaz de albergar tantas
actividades como una plaza central.
Berma Central en Tablada de Lurín. Fuente: Fotografía del Autor.
Conexiones y Bordes
Como se camina una ciudad es determinante en la calidad del espacio público. Los límites entre un espacio y otro deben proveer descansos o estaciones. La ciudad que se puede percibir a pie, es la ciudad que mejor se vive.
En Lima periférica, a diferencia de Lima centro, en muchos casos los límites se presentan en la misma plaza, por un tema topográfico. Cuando se deben subir escaleras, los espacios dejan de convocar a la acción. Gran parte de las plazas en la periferia están sesgadas por necesarias escaleras para conectar los pronunciados desniveles.
En el caso de los bordes entre la vivienda y el afuera, resulta mucho más útil proveer a la viviendas de pequeños espacios intermedios en el exterior, antes que un gran vacío alejado de las mismas. Casos como la residencial San Felipe o Matute, generan estos vacíos intermedios, que a la manera de las arquería de la plaza mayor, le dan la opción a sus habitantes para realizar actividades en el afuera, sin alejarse de la vivienda, con la consecuente oportunidad para encontrarse e interactuar con las personas que por allí circulen.
En la periferia esta noción de espacio exterior se vuelca hacia la calle directamente, es decir se utilizan las, a veces inexistentes, veredas para sacar las mesas (de la misma manera que se hace en las provincias costeras) o hasta las piscinas inflables en verano. La calles es de todos, y todos la comparten.
Equipamiento
Lima Centro cuenta con diversos tipos de equipamiento urbano, en ese sentido se puede decir que está bien abastecida de comercio local, centros de salud, centros deportivos, culturales, etc.
En Lima Periférica se han suscitado unas pocas tipologías indispensables en el espacio público. Una de ellas es en salón comunal, donde se dan las reuniones de la junta vecinal. El comedor popular, que alberga al comité del Vaso de Leche. Uno de los espacios más recurrentes es la losa deportiva, presente en toda la periferia presenta una oportunidad importantes para proponer complementos en estos espacios altamente utilizados por la población (que en su mayoría es masculina).
“Si bien el deporte es vital para mantener la vida de los distintos barrios, y alrededor de él se generan una serie de actividades y apropiaciones distintas del espacio urbano, no podemos decir en ningún caso que una cancha de fútbol suple todo el equipamiento necesario” (Takano y Tokeshi, 2007).
La losa deportiva debe complementarse con otro tipo de infraestructuras. Parque de llantas en Manchay. Fuente: Fotografía del autor.
Una nueva tipología de espacio público,
presente tanto en Lima centro como en la
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periferia es el skatepark, que además resulta sugerente morfológicamente para plantear diversas situaciones. Junto con esta actividad emergente, aparecen también manifestaciones urbanas consideradas de alguna manera más subterráneas como el graffitti, que forma parte de la expresión cultural, pero que también puede generar una imagen física de la ciudad.
Graffiti en el Averno, Jirón Quilca. Fuente: Fotografía del autor.
IDENTIDAD Y
SUBJETIVIDAD LIMA CRIOLLA VS. LIMA PROVINCIANA
“El espacio público es indispensable, o por lo menos muy necesario, para desarrollar el proceso de socialización de los pobres y los niños. Y de los recién llegados a la ciudad. En los espacios públicos que se expresa la diversidad, se produce el intercambio y se aprende la tolerancia. La calidad, la multiplicación y la accesibilidad de los espacios públicos definirán en buena medida el progreso de la ciudadanía” (Borja, 1998).
La inserción del colectivo provinciano en la
realidad urbano limeña implicó un proceso de
marginación y redefinición del mismo. El sólo
hecho de tener que cambiar su idioma o su
vestimenta determinó una renuncia a parte de
su identidad.
En un primer momento los inmigrantes
pudieron recrear diversas manifestaciones
culturales propias de sus lugares de
procedencia (ceremonias, danzas, música,
fiestas, etc.) que se tradujeron en una
sistemática manera de insertarse en la capital y
sobrevivir. Pero, para fines de los 90, este
dinamismo perdió fuerza y la identidad propia
del “campo” fue diluyéndose y mezclándose
con la realidad urbana.
Hoy Lima es fruto de la hibridación cultural
de este encuentro. Paradójicamente desde su
fundación Lima ha sido producto del mestizaje
repetidamente. Convergen hoy en nuestra
capital lo moderno con lo tradicional y como en
el otras ciudades del Perú, lo global con lo local,
pero sobre todo lo formal con lo informal. El
centro histórico se vuelve una especie de
núcleo de esta convergencia. Alrededor de él se
despliega la carga cultural tanto criolla como
provinciana.
Las muestras de las diversidades subjetivas
que componen el imaginario urbano de la Gran
Lima son diversas. Desde las actividades
cotidianas, recreativas, religiosas, hasta la
manera de asumirse como parte de una ciudad
inserta en el siglo XXI, marcado por la
globalización y la tecnociencia.
Uso del espacio público
Tanto en el centro como en la periferia, los
habitantes de esta ciudad ocupan los espacios
urbanos de manera masiva, allí donde los haya.
La gente si tienen necesidad de salir a la calle,
de encontrarse, de pasear, de movilizarse.
Sin embargo en lima periférica se
encuentran tintes colectivos más pronunciados
por la misma necesidad de auto‐organización de
la población. En estos espacios, la sociedad se
encuentra más compenetrada, con la
colectividad como con sus tradiciones. En
Chaclacayo por ejemplo, se siguen festejando
las yunzas como eventos que marcan los
eventos más importantes de la colectividad.
En Lima centro se evocan remanentes
culturales tradicionales, como por ejemplo el
carnaval de Barranco, hoy organizado y
difundido a través de las redes sociales, que
convoca a gente de los distintos distritos
centrales.
6
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El carnaval toma las calles de Barranco.
Fuente: Facebook carnaval de Barranco.
Desplazamientos en la ciudad
Los habitantes de Lima Centro suelen
recorren un porcentaje mucho menor del
territorio total de la ciudad; a diferencia de los
habitantes de Lima Periférica que tienen la
necesidad de atravesar la Gran Lima para
realizar sus actividades cotidianas. Se podría
decir, por esto, que ellos conocen una mayor
parte de la nueva Lima.
Presencia Ciudadana
La periferia la han hecho y construido sus
habitantes. Mal que bien, la consecuente
identificación con el lugar hace que hagan de la
necesidad virtud y mediante la organización
colectiva (muy propia de los andes peruanos)
resuelvan sus problemas. En la Lima
central, los problemas son de las autoridades, y
a ellos se le culpa por todas las deficiencias de
la ciudad.
Las actividades culturales de Lima centro
tienen un tono aristocrático y regularmente
exclusivo (entiéndase excluyente), el ejemplo
más cercano es la reciente inauguración del
Remodelado Estadio Nacional. En Lima
periférica, en cambio, la convocatoria (y la
responsabilidad) es para todos, las actividades
tienen fines inclusivos.
El cuidado del espacio público es igual de
incipiente. Se puede encontrar poco respeto
por los demás, como por el espacio urbano en
ambos escenarios. Desde la basura en la calle,
los claxon, los gritos de la gente que maneja,
etc. en general Lima es una ciudad hostil. Tal
vez esto se deba a esta confrontación entre
realidades: uno se sienten excluidos y evitados y
los otros se sienten invadidos.
Distracciones
La música, la televisión, la radio, el
internet, todos tienen presencia tanto en Lima
Centro como en Lima Periférica. Sin embargo es
evidente que el producto que se consumo no es
el mismo.
La música chicha, el reggaetón y la cumbia
se han infiltrado en los encuentros sociales de
Lima Centro, así como la importada del
extranjero también ha encontrad seguidores en
Lima Periférica.
La televisión tiene sus puntos de encuentro
y divergencia. Algunos programas como Magaly
TV y Al Fondo hay sitio, tienen rating en todos
los segmentos. Sin embargo los programas de
humor son mucho más visto en Lima Periférica,
mientras que el acceso a la televisión digital y
por cable provee a la población de Lima Centro
de otras alternativas, a las que, aun contando
con el servicio en algunos casos, la periferia
podría renunciar por un tema de gusto
exclusivamente.
Imaginarios
Los miedos a la inseguridad son los mismos
en ambos sectores. Lima es una ciudad
peligrosa tanto en zonas de la Periferia como en
el Centro. Las respuestas sin embargo, son
diferentes: en Lima centro el miedo se traduce
en consumo de tecnología para protegerse o en
la contratación de servicios. Al carecer de esta
posibilidad en la periferia, la respuesta usual es
la organización colectiva y en algunos casos, los
habitantes llegan a tomar la justicia en sus
propias manos.
Los recuerdos en la Lima central tienen que
ver con la Lima que alguna vez fue, con jironear,
con el champus y el arroz con leche. En Lima
periférica necesariamente le recuerdo los lleva
a su tierra natal, a las costumbres y tradiciones
que les transmitieron sus padres o abuelos.
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Sin embargo los niños comparten los
mismos deseos para la ciudad. La imagen que
tienen ellos de la ciudad ideal es muy parecida.
Una ciudad en la que puedan salir a jugar, en la
que puedan trepar árboles y montar bicicletas.
En esa generación es en donde Lima puede
encontrar finalmente el encuentro verdadero y
un futuro promisorio.
Imagen elaborada
por un niño de
Manchay para un
proyecto de Diseño
Participativo.
Fuente: Fotografía
de Natalia
Cárdenas.
Permeabilidad
Las personas que se encuentran en la calle
en Lima Centro, pocas veces se saludarán o
intercambiarán palabras. El Lima Periférica, al
haber compartido más actividades, las personas
se conocen más, hay más vida de barrio.
La apertura a los habitantes del otro sector
es un igualmente reducida. En Lima central
hasta hace unos años esta situación se daba por
discriminación. En la Periferia, por desconfianza.
La situación de ensimismamiento se ha
reducido considerablemente en los últimos
años, nuestras sociedades se han ido abriendo
poco a poco a aquellos que son diferentes. Esto
podría deberse a que Lima, en general, se ha
visto invadida, por la globalización, por culturas
de otras partes del mundo, lo cual hace que se
explore la posibilidad de apertura hacia los
demás con mayor facilidad.
Lo que nos une
Lo que definitivamente genera una
identidad colectiva en toda la Gran Lima, es la
comida. La genialidad reciente del conocido
cheff Acurio, ha logrado un impulso conjunto
hacia la misma dirección. Resulta sorprendente
y sugerente para potenciar el uso del espacio
público, como todos los sectores sociales de
Lima (y el Perú) sienten que algo tan cotidiano
como la comida puede generar un impulso tan
fuerte hacia la identidad y la sensación de
pertenencia.
Un plano en el que volvemos a ser todos
iguales es el virtual. En la red no hay distinción
de ubicación ni procedencia, pues este
referente queda eliminado. La tecnología de la
conectividad ha llegado (con las carencias
propias de cada sector) a homogenizar los
accesos a la información de ambos sectores.
Este es otro aspecto en el que el espacio público
debe explorar nuevas posibilidades.
Finalmente, una actividad a la que se
avocan tanto Lima Periférica como Lima Central
es el consumo. Si bien consumir, no determina
la identificación necesaria con una sociedad, si
permite que las personas se sientan un poco
más parte de algo. Sin embargo, la posibilidad
de los centros comerciales como espacios
urbanos totalmente democráticos queda
anulada por su misma naturaleza: para
participar, es necesario pagar, lo cual anula su
posibilidad como espacio público totalmente
accesible.
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PALABRAS FINALES
La vocación de toda ciudad es llamar a la
unidad. Y será muy difícil llegar a la unidad sin
puntos de encuentro. El ser humano necesita
sociabilizar con otros seres humanos. Necesita
el contacto físico (carnal si se quiere) de los
griegos (seguramente sin la desnudez a que
estos estaban acostumbrados). Pero es
fundamental generar estos espacios de
encuentro físicos, para devolverle a la sociedad
civil el espacio de acción y de interacción que ha
perdido.
El espacio público de una ciudad es el
espacio de la interacción, de la cultivación de la
identidad. Los espacios públicos, desde que la
modernidad asomaba, han dejado de ser
concebidos para los ciudadanos de a pie. En
algunos casos funcionan y en otro ni siquiera
existen. La necesidad de un espacio público vivo
para las colectividades urbanas es imperante.
Tanto las ciudades como los ciudadanos,
necesitan para subsistir, de esta interacción.
El espacio público se ha visto
deshumanizado, por todas las características de
la ciudad ultramoderna: la velocidad, la
fragmentación, la globalización. Estas
características han propiciado que las ciudades
(en mayor o menor medida) convoquen a la
individualización. Las personas prefieren
interactuar desde la comodidad de su hogar on‐
line con otras personas en sus hogares. Ya no
parece ser necesario salir a la calle, ya que el
encuentro se puede dar tranquilamente desde
una laptop.
La situación de Lima Metropolitana es tan
diversa y compleja que los aspectos
morfológicos y subjetivos se traducen en
realidades muy diversas. El potencial de
enriquecimiento social y cultural a partir de
nuestro mestizaje particular, debe orientarse a
consolidar una identidad colectiva basada en la
diversidad.
Se podría suponer que morfológicamente
hablando, las personas responden de la misma
manera a los estímulos físicos que el espacio
urbano les presenta; pero necesariamente la
carga cultural que cada habitante trae consigo,
hace que en algunos casos la respuesta sea
diferente.
Si partimos de de la idea que la ciudad es
una red de decisiones interconectadas que
responden a la morfología diversa que se
presenta, la mejor opción para proponer
espacios públicos es la polivalencia y la escala
intermedia. Estos es, la inserción de elementos
en los vacíos urbanos deben servir para diversas
actividades o situaciones y las escalas deben
acercarse más al peatón que a la maquina, y al
diversificarse ofrecer diferentes opciones
espaciales, para diversos tipos de agrupación de
personas. La versatilidad se adaptaría a nuestra
realidad marcada por la complejidad y la
hibridación cultural.
Sin embargo la neutralidad propia de la
modernidad, no es capaz de convocar e
incorporar las subjetividades propias de nuestra
realidad. Es preciso empapar los espacios
públicos de cada contexto con las cargas
culturales propias de cada uno de ellos, para
afianzar la idea de pertenencia y así generar en
Lima el dinamismo y en enriquecimiento que el
intercambio de culturas de nuestra realidad
puede propiciar.
LA SOCIABILIZACIÓN EN LA LIMA DEL SIGLO XXI_
APUNTES MORFOLÓGICOS Y SUBJETIVOS EN TORNO AL ESPACIO PÚBLICO EN LIMA CENTRO Y LIMA PERIFÉRICA
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