Post on 24-Sep-2015
description
1
"La muerte y la brjula" Jorge Luis Borges
A Mandie Molina Vedia
De los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de
Lnnrot, ninguno tan extrao - tan rigurosamente extrao, diremos - como
la peridica serie de hechos de sangre que culminaron en la quinta de Triste-
le-Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos. Es verdad que Erik
Lnnrot no logr impedir el ltimo crimen, pero es indiscutible que lo
previ. Tampoco adivin la identidad del infausto asesino de Yarmolinsky,
pero s la secreta morfologa de la malvada serie y la participacin de Red
Scharlach, cuyo segundo apodo es Scharlach el Dandy. Ese criminal (como
tantos) haba jurado por su honor la muerte de Lnnrot, pero ste nunca se
dej intimidar. Lnnrot se crea un puro razonador, un Auguste Dupin, pero
algo de aventurero haba en l y hasta de tahur.
El primer crimen ocurri en el Htel du Nord, ese alto prisma que domina el
estuario cuyas aguas tienen el color del desierto. A esa torre (que muy
notoriamente rene la aborrecida blancura de un sanatorio, la numerada
divisibilidad de una crcel y la apariencia general de una casa mala) arrib el
da tres de diciembre el delegado de Podlsk al Tercer Congreso Talmdico,
doctor Marcelo Yarmolinsky, hombre de barba gris y ojos grises. Nunca
sabremos si el Htel du Nord le agrad: lo acept con la antigua resignacin
que le haba permitido tolerar tres aos de guerra en los Crpatos y tres mil
aos de opresin y de pogroms. Le dieron un dormitorio en el piso R, frente
a la suite que no sin esplendor ocupaba el Tetrarca de Galilea. Yarmolinsky
cen, posterg para el da siguiente el examen de la desconocida ciudad,
orden en un placard sus muchos libros y sus muy pocas prendas, y antes de
medianoche apag la luz. (As lo declar el chauffeur del Tetrarca, que
2
dorma en la pieza contigua.) El cuatro, a las 11 y 3 minutos A.M., lo llam
por telfono un redactor de la Yidische Zaitung; el doctor Yarmolinsky no
respondi; lo hallaron en su pieza, ya levemente oscura la cara, casi desnudo
bajo una gran capa anacrnica. Yaca no lejos de la puerta que daba al
corredor; una pualada profunda le haba partido el pecho. Un par de horas
despus, en el mismo cuarto, entre periodistas, fotgrafos y gendarmes, el
comisario Treviranus y Lnnrot debatan con serenidad el problema.
-No hay que buscarle tres pies al gato-deca Treviranus, blandiendo un
imperioso cigarro-.Todos sabemos que el Tetrarca de Galilea posee los
mejores zafiros del mundo. Alguien, para robarlos, habr penetrado aqu por
error. Yarmolinsky se ha levantado; el ladrn ha tenido que matarlo. Qu le
parece?
-Posible, pero no interesante-respondi Lnnrot-. Usted replicar que la
realidad no tiene la menor obligacin de ser interesante. Yo le replicar que
la realidad puede prescindir de esa obligacin, pero no las hiptesis. En la
que usted ha improvisado interviene copiosamente el azar. He aqu un
rabino muerto; yo preferira una explicacin puramente rabnica, no los
imaginarios percances de un imaginario ladrn.
Treviranus repuso con mal humor:
-No me interesan las explicaciones rabnicas; me interesa la captura del
hombre que apual a este desconocido.
-No tan desconocido-corrigi Lnnrot -. Aqu estn sus obras completas-.
Indic en el placard una fila de altos volmenes; una Vindicacin de la
cbala; un Examen de la filosofa de Robert Fludd; una traduccin literal
del Sepher Yezirah; una Biografa del Baal Shem; una Historia de la secta de
3
los Hasidim; una monografa (en alemn) sobre el Tetragrmaton; otra,
sobre la nomenclatura divina del Pentateuco. El comisario los mir con
temor, casi con repulsin. Luego, se ech a rer.
-Soy un pobre cristiano-repuso-. Llvese todos esos mamotretos, si quiere;
no tengo tiempo que perder en supersticiones judas.
-Quizs este crimen pertenece a la historia de las supersticiones judas-
murmur Lnnrot.
-Como el cristianismo-se atrevi a completar el redactor de la Yidische
Zaitung. Era miope, ateo y muy tmido.
Nadie le contest. Uno de los agentes haba encontrado en la pequea
mquina de escribir una hoja de papel con esta sentencia inconclusa.
La primera letra del Nombre
ha sido articulada.
Lnnrot se abstuvo de sonrer. Bruscamente biblifilo o hebrasta, orden
que le hicieran un paquete con los libros del muerto y los llev a su
departamento. Indiferente a la investigacin policial, se dedic a estudiarlos.
Un libro en octavo mayor le revel las enseanzas de Israel Baal Shem Tobh,
fundador de la secta de los Piadosos; otro, las virtudes y terrores del
Tetragrmaton, que es el inefable Nombre de Dios; otro, la tesis de que Dios
tiene un nombre secreto, en el cual est compendiado (como en la esfera de
cristal que los persas atribuyen a Alejandro de Macedonia), su noveno
atributo, la eternidad, es decir, el conocimiento inmediato de todas las cosas
que sern, que son y que han sido en el universo. La tradicin enumera
noventa y nueve nombres de Dios; los hebrastas atribuyen ese imperfecto
4
nmero al mgico temor de las cifras pares; los Hasidim razonan que ese
hiato seala un centsimo nombre. El Nombre Absoluto.
De esa erudicin lo distrajo, a los pocos das, la aparicin del redactor de
la Yidische Zaitung. Este quera hablar del asesinato; Lnnrot prefiri hablar
de los diversos nombres de Dios; el periodista declar en tres columnas que
el investigador Erik Lnnrot se haba dedicado a estudiar los nombres de
Dios para dar con el nombre del asesino. Lnnrot, habituado a las
simplificaciones del periodismo, no se indign. Uno de esos tenderos que
han descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar cualquier libro,
public una edicin popular de la Historia de la secta de los Hasidim.
El segundo crimen ocurri la noche del tres de enero, en el ms
desamparado y vaco de los huecos suburbios occidentales de la capital.
Hacia el amanecer, uno de los gendarmes que vigilan a caballo esas
soledades vio en el umbral de una antigua pintorera un hombre
emponchado, yacente. El duro rostro estaba como enmascarado de sangre;
una pualada profunda le haba rajado el pecho. En la pared, sobre los
rombos amarillos y rojos, haba unas palabras en tiza. El gendarme las
deletre... Esa tarde, Treviranus y Lnnrot se dirigieron a la remota escena
del crimen. A izquierda y derecha del automvil, la ciudad se desintegraba;
creca el firmamento y ya importaban poco las casas y mucho un horno de
ladrillos o un lamo. Llegaron a su pobre destino: un callejn final de tapias
rosadas que parecan reflejar de algn modo la desaforada puesta de sol. El
muerto ya haba sido identificado. Era Daniel Sim Azevedo, hombre de
alguna fama en los antiguos arrabales del Norte, que haba ascendido de
carrero a guapo electoral, para degenerar despus en ladrn y hasta en
delator. (El singular estilo de su muerte les pareci adecuado: Azevedo era el
5
ltimo representante de una generacin de bandidos que saba el manejo del
pual, pero no del revlver.) Las palabras en tiza eran las siguientes:
La segunda letra del Nombre
ha sido articulada.
El tercer crimen ocurri la noche del tres de febrero. Poco antes de la una, el
telfono reson en la oficina del comisario Treviranus. Con vido sigilo,
habl un hombre de voz gutural; dijo que se llamaba Ginzberg (o Ginsburg),
y que estaba dispuesto a comunicar, por una remuneracin razonable, los
hechos de los dos sacrificios de Azevedo y Yarmolinsky. Una discordia de
silbidos y de cornetas ahog la voz del delator. Despus, la comunicacin se
cort. Sin rechazar la posibilidad de una broma (al fin, estaban en carnaval),
Treviranus indag que le haban hablado desde el Liverpool House, taberna
de la Rue de Toulon -esa calle salobre en la que conviven el cosmorama y la
lechera, el burdel y los vendedores de biblias. Treviranus habl con el
patrn. Este (Black Finnegan, antiguo criminal irlands, abrumado y casi
anulado por la decencia) le dijo que la ltima persona que haba empleado el
telfono de la casa era un inquilino, un tal Gryphius, que acababa de salir con
unos amigos. Treviranus fue enseguida al Liverpool House. El patrn le
comunic lo siguiente: Hace ocho das, Gryphius haba tomado pieza en los
altos del bar. Era un hombre de rasgos afilados, de nebulosa barba gris,
trajeado pobremente de negro; Finnegan (que destinaba esa habitacin a un
empleo que Treviranus adivin) le pidi un alquiler sin duda excesivo;
Gryphius inmediatamente pag la suma estipulada. No sala casi nunca;
cenaba y almorzaba en su cuarto; apenas si le conocan la cara en el bar. Esa
noche, baj a telefonear al despacho de Finnegan. Un cup cerrado se detuvo
ante la taberna. El cochero no se movi del pescante; algunos parroquianos
6
recordaron que tena mscara de oso. Del cup bajaron dos arlequines; eran
de reducida estatura y nadie pudo no observar que estaban muy borrachos.
Entre balidos de cornetas, irrumpieron en el escritorio de Finnegan;
abrazaron a Gryphius, que pareci reconocerlos, pero que les respondi con
frialdad; cambiaron unas palabras en yiddish -l en voz baja, gutural, ellos
con las voces falsas, agudas- y subieron a la pieza del fondo. Al cuarto de
hora bajaron los tres, muy felices; Gryphius, tambaleante, pareca tan
borracho como los otros. Iba, alto y vertiginoso, en el medio, entre los
arlequines enmascarados. (Una de las mujeres del bar record los losanges
amarillos, rojos y verdes.) Dos veces tropez; dos veces lo sujetaron los
arlequines. Rumbo a la drsena inmediata, de agua rectangular, los tres
subieron al cup y desaparecieron. Ya en el estribo del cup, el ltimo
arlequn garabate una figura obscena y una sentencia en una de las pizarras
de la recova.
Treviranus vio la sentencia. Era casi previsible; deca:
La ltima de las letras del Nombre
ha sido articulada.
Examin, despus, la piecita de Gryphius-Ginzberg. Haba en el suelo una
brusca estrella de sangre; en los rincones, restos de cigarrillo de marca
hngara; en un armario, un libro en latn -el Philologus
hebraeograecus(1739), de Leusden- con varias notas manuscritas.
Treviranus lo mir con indignacin e hizo buscar a Lnnrot. Este, sin sacarse
el sombrero, se puso a leer, mientras el comisario interrogaba a los
contradictorios testigos del secuestro posible. A las cuatro salieron. En la
7
torcida Rue de Toulon, cuando pisaban las serpentinas muertas del alba,
Treviranus dijo:
-Y si la historia de esta noche fuera un simulacro?
Erik Lnnrot sonri y le ley con toda gravedad un pasaje (que estaba
subrayado) de la disertacin trigsima tercera del Philologus: Dies
Judaeorum incipit a solis occasu usque ad solis occasum diei sequentis. Esto
quiere decir -agreg-, El da hebreo empieza al anochecer y dura hasta el
siguiente anochecer.
El otro ensay una irona.
-Ese dato es el ms valioso que usted ha recogido esta noche?
-No. Ms valiosa es una palabra que dijo Ginzberg.
Los diarios de la tarde no descuidaron esas desapariciones peridicas. La
Cruz de la Espada las contrast con la admirable disciplina y el orden del
ltimo Congreso Eremtico; Erns Palast, en El Mrtir, reprob "las demoras
intolerables de un pogrom clandestino y frugal, que ha necesitado tres
meses para liquidar tres judos"; la Yidische Zaitung rechaz la hiptesis
horrorosa de un complot antisemita, "aunque muchos espritus penetrantes
no admiten otra solucin del triple misterio"; el ms ilustre de los pistoleros
del Sur, Dandy Red Scharlach, jur que en su distrito nunca se produciran
crmenes de sos y acus de culpable negligencia al comisario Franz
Treviranus.
Este recibi, la noche del primero de marzo, un imponente sobre sellado. Lo
abri: el sobre contena una carta firmada Baruj Spinoza y un minucioso
plano de la ciudad, arrancado notoriamente de un Baedeker. La carta
8
profetizaba que el tres de marzo no habra un cuarto crimen, pues la
pinturera del Oeste, la taberna de la Rue de Toulon y el Htel du Nord eran
"los vrtices perfectos de un tringulo equiltero y mstico"; el plano
demostraba en tinta roja la regularidad de ese tringulo. Treviranus ley con
resignacin ese argumento more geometrico y mand la carta y el plano a
casa de Lnnrot, indiscutible merecedor de tales locuras.
Erik Lnnrot las estudi. Los tres lugares, en efecto, eran equidistantes.
Simetra en el tiempo (3 de diciembre, 3 de enero, 3 de febrero); simetra en
el espacio tambin... Sinti, de pronto, que estaba por descifrar el misterio.
Un comps y una brjula completaron esa brusca intuicin. Sonri,
pronunci la palabra Tetragrmaton (de adquisicin reciente) y llam por
telfono al comisario. Le dijo:
-Gracias por ese tringulo equiltero que usted anoche me mand. Me ha
permitido resolver el problema. Maana viernes los criminales estarn en la
crcel; podemos estar muy tranquilos.
-Entonces, no planean un cuarto crimen?
-Precisamente, porque planean un cuarto crimen, podemos estar muy
tranquilos.
-Lnnrot colg el tubo. Una hora despus, viajaba en un tren de los
Ferrocarriles Australes, rumbo a la quinta abandonada de Triste-le-Roy. Al
sur de la ciudad de mi cuento fluye un ciego riachuelo de aguas barrosas,
infamado de curtiembres y de basuras. Del otro lado hay un suburbio donde,
al amparo de un caudillo barcelons, medran los pistoleros. Lnnrot sonri
al pensar que el ms afamado -Red Scharlach- hubiera dado cualquier cosa
por conocer su clandestina visita. Azevedo fue compaero de Scharlach;
9
Lnnrot consider la remota posibilidad de que la cuarta vctima fuera
Scharlach. Despus, la desech... Virtualmente, haba descifrado el problema;
las meras circunstancias, la realidad (nombres, arrestos, caras, trmites
judiciales y carcelarios) apenas le interesaban ahora. Quera pasear, quera
descansar de tres meses de sedentaria investigacin. Reflexion que la
explicacin de los crmenes estaba en un tringulo annimo y en una
polvorienta palabra griega. El misterio casi le pareci cristalino; se
abochorn de haberle dedicado cien das.
El tren par en una silenciosa estacin de cargas. Lnnrot baj. El aire de la
turbia llanura era hmedo y fro. Lnnrot ech a andar por el campo. Vio
perros, vio un furgn en una va muerta, vio el horizonte, vio un caballo
plateado que beba del agua crapulosa de un charco. Oscureca cuando vio el
mirador rectangular de la quinta de Triste-le-Roy, casi tan alto como los
negros eucaliptos que lo rodeaban. Pens que apenas un amanecer y un
ocaso (un viejo resplandor en el oriente y otro en el occidente) lo separaban
de la hora anhelada por los buscadores del Nombre.
Una herrumbrada verja defina el permetro irregular de la quinta. El portn
principal estaba cerrado. Lnnrot, sin mucha esperanza de entrar, dio toda la
vuelta. De nuevo ante el porton infranqueable, meti la mano entre los
barrotes, casi maquinalmente, y dio con el pasador. El chirrido del hierro lo
sorprendi. Con una pasividad laboriosa, el portn entero cedi.
Lnnrot avanz entre los eucaliptos, pisando confundidas generaciones de
rotas hojas rgidas. Vista de cerca, la casa de la quinta de Triste-le-Roy
abundaba en intiles simetras y en repeticiones maniticas: a una Diana
glacial en un nicho lbrego corresponda en un segundo nicho otra Diana; un
10
balcn se reflejaba en otro balcn; dobles escalinatas se abran en doble
balaustrada. Lnnrot rode la casa como haba rodeado la quinta. Todo lo
examin: bajo el nivel de la terraza vio una estrecha persiana.
La empuj: unos pocos escalones de mrmol descendan a un sotano.
Lnnrot, que ya intua las preferencias del arquitecto, adivino que en el
opuesto muro del stano haba otros escalones. Los encontr, subi, alz las
manos y abri la trampa de salida.
Un resplandor lo gui a una ventana. La abri: una luna amarilla y circular
defina en el triste jardn dos fuentes cegadas. Lnnrot explor la casa. Por
ante comedores y galeras sali a patios iguales y repetidas veces al mismo
patio. Subi por escaleras polvorientas a antecmaras circulares;
infinitamente se multiplic en espejos opuestos; se cans de abrir o
entreabrir ventanas que le revelaban, afuera, el mismo desolado jardn
desde varias alturas y varios ngulos; adentro, muebles con fundas amarillas
y araas embaladas en tarlatn. un dormitorio lo detuvo; en ese dormitorio,
una sola flor en una copa de porcelana; al primer roce los ptalos antiguos se
deshicieron. En el segundo piso, en el ltimo, la casa le pareci infinita y
creciente. La casa no es tan grande, pens. La agrandan la penumbra, la
simetra, los espejos, los muchos aos, mi desconocimiento, la soledad.
Por una escalera espiral lleg al mirador. La luna de esa tarde atravesaba los
losanges de las ventanas; eran amarillos, rojos y verdes. Lo detuvo un
recuerdo asombrado y vertiginoso. Dos hombres de pequea estatura,
feroces y fornidos, se arrojaron sobre l y lo desarmaron; otro, muy alto, lo
salud con gravedad y le dijo:
-Usted es muy amable. Nos ha ahorrado una noche y un da.
11
Era Red Scharlach. Los hombres maniataron a Lnnrot. Este, al fin, encontr
su voz.
-Scharlach, usted busca el Nombre Secreto?
Scharlach segua de pie, indiferente. No haba participado en la breve lucha,
apenas si alarg la mano para recibir el revlver de Lnnrot. Habl; Lnnrot
oy en su voz una fatigada victoria, un odio del tamao del universo, una
tristeza no menor que aquel odio.
-No- dijo Scharlach.- Busco algo ms efmero y deleznable, busco a Erik
Lnnrot. Hace tres aos, en un garito de la Rue de Toulon, usted mismo
arrest e hizo encarcelar a mi hermano. En un cup, mis hombres me
sacaron del tiroteo con una bala policial en el vientre. Nueve das y nueve
noches agonic en esta desolada quinta simtrica; me arrasaba la fiebre, el
odioso Jano bifronte que mira los ocasos y las auroras daban horror a mi
ensueo y a mi vigilia. Llegu a abominar de mi cuerpo, llegu a sentir que
dos ojos, dos manos, dos pulmones, son tan mostruosos como dos caras. Un
irlands trat de convertirme a la fe de Jess; me repeta la sentencia de
los goim: Todos los caminos llevan a Roma. De noche, mi delirio se
alimentaba de esa metfora: yo senta que el mundo es un laberinto, del cual
era imposible huir, pues todos los caminos, aunque fingieran ir al Norte o al
Sur, iban realmente a Roma, que era tambin la crcel cuadrangular donde
agonizaba mi hermano y la quinta de Triste-le-Roy. En esas noches yo jur
por el dios que ve con dos caras y por todos los dioses de la fiebre y de los
espejos tejer un laberinto en torno del hombre que haba encarcelado a mi
hermano. Lo he tejido y es firme: los materiales son un heresilogo muerto,
12
una brjula, una secta del siglo XVIII, una palabra griega, un pual, los
rombos de una pinturera.
El primer trmino de la serie me fue dado por el azar. Yo haba tramado con
algunos colegas- entre ellos, Daniel Azevedo- el robo de los zafiros del
Tetrarca. Azevedo nos traicion: se emborrach con el dinero que le
habamos adelantado y acometi la empresa el da antes. En el enorme hotel
se perdi; hacia las dos de la madrugada irrumpi en el dormitorio de
Yarmolinsky. Este, acosado por el insomio, se haba puesto a escribir.
Verosmilmente, redactaba unas notas o un artculo sobre el Nombre de
Dios; haba escrito ya las palabras La primera letra del Nombre ha sido
articulada. Azevedo le intim silencio; Yarmolinsky alarg la mano hacia el
timbre que despertara todas las fuerzas del hotel; Azevedo le dio una sola
pualada en el pecho. Fue casi un movimiento reflejo; medio siglo de
violencia le haba enseado que lo ms fcil y seguro es matar... A los diez
das yo supe por la Yidische Zaitung que usted buscaba en los escritos de
Yarmolinsky la clave de la muerte de Yarmolinsky. Le la Historia de la secta
de los Hasidim; supe que el miedo reverente de pronunciar el Nombre de
Dios haba originado la doctrina de que ese Nombre es todopoderoso y
recndito. Supe que algunos Hasidim, en busca de ese Nombre secreto,
haban llegado a cometer sacrificios humanos... Comprend que usted
conjeturaba que los Hasidim haban sacrificado al rabino; me dediqu a
justificar esa conjetura.
Marcelo Yarmolinsky muri la noche del 3 de diciembre; para el segundo
"sacrificio" eleg la noche del 3 de enero. Muri en el Norte; para el segundo
"sacrificio" nos convena un lugar del Oeste. Daniel Azevedo fue la vctima
necesaria. Mereca la muerte: era un impulsivo, un traidor; su captura poda
13
aniquilar todo el plan. Uno de los nuestros lo apual; para vincular su
cadver al anterior, yo escrib encima de los rombos de la pinturera La
segunda letra del Nombre ha sido articulada.
El tercer "crimen" se produjo el tres de febrero. Fue, como Treviranus
adivin, un mero simulacro. Gryphius-Ginzberg-Ginsburg soy yo; una
semana interminable sobrellev (suplementado por una tenua barba
postiza) en ese perverso cubculo de la Rue de Toulon, hasta que los amigos
me secuestraron. Desde el estribo del cup, uno de ellos escribi en un
pilar La ltima de las letras del Nombre ha sido articulada. Esa escritura
divulg que la serie de crmenes era triple. As lo entendi el pblico; yo, sin
embargo, intercal repetidos indicios para que usted, el razonador Erik
Lnnrot, comprendiera que es cudruple. Un prodigio en el Norte, otros en el
Este y en el Oeste, reclaman un cuarto prodigio en el Sur; el Tetragrmaton -
el nombre de Dios, JHVH- consta de cuatro letras; los arlequines y la muestra
del pinturero sugieren cuatro trminos. Yo subray cierto pasaje en el
manual de Leusden: ese pasaje manifiesta que los hebreos computaban el
da de ocaso a ocaso; ese pasaje da a entender que las muertes ocurrieron
el cuatro de cada mes. Yo mand el tringulo equiltero a Treviranus. Yo
present que usted agregara el punto que falta. El punto que determina un
rombo perfecto, el punto que prefija el lugar donde una exacta muerte lo
espera. Todo lo he premeditado, Erik Lnnrot, para atraerlo a usted a las
soledades de Triste-le-Roy.
Lnnrot evit los ojos de Scharlach. Mir los rboles y el cielo subdivididos
en rombos turbiamente amarillos, verdes y rojos. Sinti un poco de fro y
una tristeza impersonal, casi annima. Ya era de noche; desde el polvoriento
14
jardn subi el grito intil de un pjaro. Lnnrot consider por ltima vez el
problema de las muertes simtricas y peridicas.
-En su laberinto sobran tres lneas -dijo por fin-. Yo s de un laberinto griego
que es una lnea nica, recta. En esa lnea se han perdido tantos filsofos que
bien puede perderse un mero detective. Scharlach, cuando en otro avatar
usted me d caza, finja (o cometa) un crimen en A, luego un segundo crimen
en B, en 8 kilmetros de A, luego un tercer crimen en C, a 4 kilmetros de A y
de B, a mitad de camino entre los dos. Agurdeme despus en D, a 2
kilmetros de A y de C, de nuevo a mitad de camino. Mteme en D, como
ahora va a matarme en Triste-le-Roy.
Para la otra vez que lo mate -replic Scharlach-, le prometo ese laberinto,
que consta de una sola lnea recta y que es indivisible, incesante.
Retrocedi unos pasos. Despus, muy cuidadosamente, hizo fuego.
Referencia: La muerte y la brjula, cuento de Borges
Apocatastasis: Literatura y Contenidos Seleccionados