Post on 26-Feb-2020
Tradiciones médicas y
sistemas de salud.
América Latina
FORMACIÓN EN COMPETENCIA INTERCULTURAL
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ............................................................................................... 3
ASPECTOS GENERALES ................................................................................. 3
PERCEPCIÓN SOBRE LA SALUD Y LA ENFERMEDAD EN LATINOAMÉRICA7
Historia de Manuel (Concepción popular de la causa de su enfermedad) . 9
ESTRUCTURA DEL SISTEMA SANITARIO EN LATINOAMERICA ................ 11
EXPRESIÓN TRADICIONAL DE LOS SÍNTOMAS .......................................... 14
TIPOS DE TRATAMIENTO EN CULTURAS LATINOAMERICANAS .............. 16
PAPEL DE LA RELIGIÓN/ESPIRITUALIDAD/FILOSOFÍA .............................. 18
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y LA FAMILIA EN PACIENTES LATINOAMERICANOS .................................................................................... 21
TABÚES Y CREENCIAS CULTURALES EN SALUD ...................................... 22
Síndromes afectivos de transición cultural ............................................... 24
Trastornos afectivos por desarraigo ......................................................... 25
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INTRODUCCIÓN
En España en torno a un tercio del total de personas inmigrantes provienen de
América Latina, siendo ésta una de las zonas del planeta con mayor diversidad
étnica y de la cual emigran más personas hacia el mundo. Conocer sus patrones
culturales en salud enriquecerá sin duda alguna nuestra propia cultura socio
sanitaria.
ASPECTOS GENERALES
Existen varias acepciones de América Latina. La primera sería la lingüística, es decir
allí donde se hablan idiomas latinos. Esta área está conformada actualmente por 22
Estados independientes y 13 dependencias; una de los EEUU (Puerto Rico) y el
resto, de Francia (Isla Clipperton, Guadalupe, Guayana francesa, Martinica, San
Bartolomé, San Martín, San Pedro y Miquelón) además de la región canadiense de
Quebeq. Sin embargo, nosotros haremos referencia a 18 naciones
hispanoamericanas independientes, más Brasil y Haití. Con una población estimada
de 577 millones de habitantes y un índice de pobreza del 31% (170 millones de
personas) [http://www.eclac.org/], América Latina es una región con muchas
desigualdades y una de las áreas geográficas con mayor diversidad étnica y con un
mayor porcentaje de inmigrantes repartidos por todo el globo terráqueo (30 millones
de personas).
La mayor parte de la población latinoamericana son jóvenes menores de 25 años y la
esperanza de vida media varía entre 70 y 80 años de edad, a excepción de
Argentina, Chile, Uruguay y Cuba, ya que su población adulta, similarmente a la
Europea, supera a la población juvenil. La elevada tasa de población juvenil se debe
a la alta natalidad como consecuencia, en parte, de la falta de educación sexual en
los ámbitos educativos latinoamericanos y el difícil acceso a métodos
anticonceptivos.
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En su “Informe anual sobre la niñez en Latinoamérica, 2003”, UNICEF señalaba que
al menos unos 100 mil niños vivían huérfanos en las calles, y más de 17 millones de
niños menores de 14 años estaban en necesidad de trabajar. De esos 17 millones,
unos 8 millones prestaban servicios por deudas, trabajo forzoso, prostitución,
pornografía y otras actividades.
Al hablar de Latinoamérica se debe tener en cuenta la enorme heterogeneidad de las
sociedades que la componen. Desgraciadamente, la desigualdad social y la pobreza
son una constante muy importante en todo el continente. Según los datos de la
CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones
Unidas), en su “Informe sobre Pobreza y Desigualdades Sociales en Latinoamérica,
2006”, los países con una mayor pobreza eran Bolivia (60,1), Haití (59,2), Colombia
(58,6), Paraguay (57,8), Chile (57,1) y Brasil (50,5); y los países con menor
desigualdad fueron: Cuba (32,4), Nicaragua (43,1), Ecuador (43,7), Venezuela
(44,1), Uruguay (44,9) y Argentina (45,9).
Su diversidad étnica se puede dividir básicamente en 4 grupos predominantes: los
Amerindios, que es la población primigenia aborigen; los mestizos, descendientes de
blanco e indígenas; los criollos, que son descendientes de colonos españoles y por
extensión a todos los de origen europeo y, por último, los afroamericanos, tanto de
origen africano como mulato (mestizo europeo-africano. A parte de estos 4 grandes
grupos, en Latinoamérica se pueden encontrar personas procedentes del continente
asiático, tanto de Oriente Medio (Líbano, Siria, Turquía, Israel y Territorios
Palestinos) como del Lejano Oriente (China, Japón, Corea, Filipinas, Laos y Taiwán).
La población amerindia en América Latina asciende a casi 23 millones de indígenas
repartidos por todo el continente, siendo los países de asentamiento más
representativos: Perú, Ecuador, Bolivia y Guatemala, llegando a representar en estos
últimos dos países casi el 60% de la población total.
Además, se estima que hay 30 millones de emigrantes Latinoamericanos repartidos
por el mundo, lo que representa el 5% de su población total. Estas personas
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remesan a sus familias 60.000 millones de dólares anuales, cifra que supera el PIB
sumado de Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Costa Rica. Entre la población
latinoamericana que ha escogido España como país para emigrar hay una clara
feminización; por cada 100 mujeres latinoamericanas inmigrantes hay 80 hombres,
aunque para algunos países como El Salvador y Honduras, esa relación es de 50
hombres por cada 100 mujeres.
Actualmente las lenguas oficiales en América Latina son el español, el portugués y
el francés [ver mapa]. No obstante existen todavía más de 1000 lenguas vivas de
origen precolombino. Cabe destacar el Quechua, lengua hablada por un mayor
número de indígenas (9 a 14 millones), el Guaraní (7 a 12 millones), Lenguas
Mayenses o Mayas (6 millones), el Aymara (2,5millones), el Náhualt (lengua Uto-
Azteca, 1,7 millones) y el Mapuche (440.000 hablantes).
Según el censo de 2011, el 12,5% de los residentes en España (más de 5.750.000
personas) era de nacionalidad extranjera, de los cuales, aproximadamente el 30%
eran latinoamericanos (casi 1.700.000 personas). Siendo mayoría los procedentes
de países de América del Sur (1.477.000), sobre todo de Ecuador, Colombia, Bolivia,
Perú, Rep. Dominicana y Brasil.
Un fenómeno reciente, reflejo directo de la crisis económica que se vive en España y
del resurgir de las economías latinoamericanas, es que en el último trimestre de
2011 fue mayor el número de extranjeros procedentes de países latinoamericanos
que decidió regresar a su país de origen, que el de aquéllos que llegaron a España.
Lo primero a tener en cuesta cuando se habla de “latinoamericanos” es la enorme
heterogeneidad que comprende el término, más allá del país de origen o la etnia a la
que pertenezcan. Podría decirse, por ejemplo, que las diferencias entre personas de
una gran ciudad y personas que viven en el mundo rural dentro de una misma zona
geográfica, podrían ser mayores que las encontradas entre personas
latinoamericanas y europeas que vivieran en un entorno urbano. Un dato relevante
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respecto a la realidad social de Latinoamérica es que el 25% de los latinoamericanos
sobrevive con menos de 2 dólares diarios. Según informes de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), uno de los aspectos más
importantes de la desigualdad y la pobreza en América Latina es la desigualdad en
el acceso a los servicios públicos básicos, entre ellos la Sanidad.
Por ello, frente a un usuario, es muy importante tener en cuenta su contexto, hacerle
preguntas que nos ayuden a ubicarle y entender las orientaciones de este apartado
como guías generales, que nos puede proporcionar el usuario sobre su realidad,
creencias, situación, necesidades, etc.
A modo introductorio, respecto al impacto de la población latinoamericana en los
servicios sanitarios, cabe decir que, al igual que sucede con otros subgrupos de
inmigrantes, y en contra de una opinión pública muy extendida, los latinoamericanos
apenas acuden a los especialistas. Sólo superan a los autóctonos en las visitas al
ginecólogo y al pediatra. La razón es obvia porque gracias a la inmigración nuestros
índices de natalidad se han elevado, frenando así la tendencia al envejecimiento de
la población.
En cuanto al uso excesivo que algunos pacientes de origen latinoamericano hace de
los servicios de urgencias, muchas veces este es debido al desconocimiento del
protocolo sanitario, los horarios de atención además de las condiciones laborales y
administrativas en que se encuentran.
En general, puede concluirse que Según los estudios realizados por la Fundación
Pfizer y la Fundación Ciencias de la Salud, es la población autóctona la que utiliza
con mayor asiduidad el sistema sanitario público, tanto en atención primaria como
especialistas, con un 3,1% y un 19% respectivamente de diferencia en relación a la
población inmigrante.
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PERCEPCIÓN SOBRE LA SALUD Y LA ENFERMEDAD EN LATINOAMÉRICA
Aunque existen importantes variaciones derivadas de la gran diversidad existente en
el continente latinoamericano, la mayoría de las culturas autóctonas
latinoamericanas poseen un concepto de salud holístico y complejo en el que
intervienen aspectos mágicos, míticos, ecológicos, vinculares y sociales. En un
sentido amplio, la salud se concibe como el equilibrio entre los factores naturales y
espirituales, entre los individuos y las comunidades. Cuando este equilibrio se
rompe, se presenta la enfermedad. La enfermedad es concebida como “dolencia” o
como “mal”, interpretados de acuerdo a los códigos de cada cultura.
Por ejemplo, los pueblos Aymara no poseen un término específico para designar la
salud. El concepto más aproximado sería “Kankaña” que significa bienestar, paz
moral e integridad física. Mientras que para los Miskitos estar sano es estar alegre,
vestirse mejor, tener apetito, encontrarse gordo, estar contento en el trabajo,
pasearse feliz por la casa, disfrutar de la vida, poder ir cada día al trabajo…
La enfermedad, para algunos pueblos indígenas, generalmente se explica como un
desequilibrio fisiológico y social que puede ser originada por cinco causas
fundamentales: espíritus o almas a través de una persona, una persona (por ejemplo
por medio de brujería), espíritus o almas directamente, espíritus o almas a través de
fenómenos naturales (arco iris, viento, etc.) y el medio ambiente, incluyendo el
trabajo fuerte y la alimentación.
En general, muchos latinoamericanos esperan que el médico sea capaz de
diagnosticar el mal, explicar sus causas, transmitir serenidad ante el mal
desconocido y proporcionar la medicación adecuada que produzca casi efectos
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inmediatos después de la primera toma. Los tratamientos prolongados pueden ser
mal vistos por algunos pacientes.
En general, desde el punto de vista del observador europeo, los latinoamericanos
tienden a exagerar cuando hablan de su mal estado de salud durante la visita
médica. Cuando se acude a visita con el médico ante la presencia de una
enfermedad puede que ya se han empleado otros circuitos. En ese momento la
persona puede temer por su vida, está muy asustada e intenta transmitir lo mal que
se encuentra con un lenguaje cuyo objetivo es llamar la atención del médico. Debido
a las diferencias comunicativas, esto puede ser percibido por el profesional sanitario
como una exageración o un intento de engaño.
Es habitual escuchar entre los profesionales sanitarios que tratan con
latinoamericanos la tendencia de éstos últimos a asentir durante las consultas,
aunque les queda la duda de un adecuado cumplimiento posterior de lo que se les
ha pautado. En realidad, esto no siempre es así. Las palabras del médico son de
gran importancia, no obstante la persona por patrón cultural puede tender a
complementar la prescripción con otros tratamientos alternativos, menos costosos y
más rápidos del sistema informal, que en muchas ocasiones producen una falsa
sensación de bienestar. También puede ser que las diferencias comunicativas hagan
que sea difícil expresar abiertamente disconformidad.
En general, las poblaciones latinoamericanas tienen una valoración muy positiva del
sistema sanitario español, no sólo en relación a las instalaciones y recursos
sanitarios sino también en lo que respecta a la profesionalidad del personal sanitario,
acceso a medicamentos y personal administrativo. No obstante, esta percepción
sobre el sistema sanitario español puede ser al principio muy negativa. Esto suele
ser consecuencia de lo complejo, traumático, desconcertante, desalentador y
decepcionante que resulta para los recién llegados. Sin embargo, posteriormente,
con el proceso de adaptación al mismo, dichas percepciones se tornan más
positivas.
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Historia de Manuel (Concepción popular de la causa de su enfermedad)
La historia de Manuel describe el cambio continuo de los conceptos etiológicos que
tanto él como su entorno desarrollan al respecto de su enfermedad o dolencia.
Cambios que son paralelos a los diferentes tratamientos e intentos hechos en vano
para que Manuel pueda finalmente curarse.
Manuel es un hombre boliviano procedente de una comunidad campesina. Cuando
le vi por última vez iba a cumplir 35 años. Yacía acostado en un tronco de árbol al
frente de su casa. Estaba muy débil y delgado, casi no podía mover sus piernas.
Tuve la sensación de que pronto moriría. Sospeché un cáncer intestinal.
Manuel me habló de su padecimiento, dijo que un año antes había trabajado muy
duro en el campo, que había sudado mucho y que había pillado “malaire” (este
término hace referencia al elemento que penetra en el cuerpo a través de una herida
o los poros cutáneos, produciendo enfermedades. En algunas zonas este concepto
se puede asimilar a la misma explicación que se da para los microbios, que también
aparecen como entes “invisibles e impersonales”. A diferencia de los espíritus, que
se “sienten” cuando entran en el organismo, el malaire y/o los microbios “no se
sienten”).
Por aquellos días Manuel empezó a sentirse muy débil, se encontraba muy cansado
y su espalda le dolía. María, su mujer le hizo masajes y una o dos semanas después
le empezó a poner emplastos de hierbas en su barriga y espalda. Como le dolía
mucho el abdomen pensaron que tenía ulceraciones en los intestinos.
Después visitaron a Félix, el curandero local. Félix confirmó el diagnostico inicial de
“malaire” producido por los espíritus de la montaña y prescribió durante una semana,
tecitos de hierbas. Pasó el tiempo y Manuel no mejoró por lo que Félix intentó
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convencer al enfermo para que fuera al hospital de la ciudad más cercana. Sin
embargo Manuel sólo pidió a su esposa que comprara calmantes y vitaminas en la
farmacia del pueblo.
Manuel no mejoraba, entonces lo llevaron a caballo al puesto de salud más próximo
que estaba a dos horas de camino. Allí el médico dijo que lo mejor era que le
llevarán al hospital de la ciudad más próxima porque era importante practicarle
algunas pruebas. No obstante Manuel y su familia decidieron volver al pueblo y
seguir con los masajes tratando de unir los “huesos zafados”. Manuel continúo
perdiendo peso y las piernas al final se le paralizaron.
Finalmente la familia lo llevó al Hospital de La Paz. Allí permaneció cuatro semanas
con un tratamiento de inyecciones y tabletas, sin embargo Manuel no mejoró, había
desarrollado una tuberculosis multirresistente y no tenían como comprar fármacos de
segunda y tercera línea. Manuel insistió que le enviaran a su casa, ya habían
gastado mucho dinero y no tenían más animales para vender ni personas que les
prestaran más dinero.
Manuel en casa siguió empeorando, cuando hablé de nuevo con él pensaba que la
enfermedad se debía a una intoxicación, por eso había mandado a su mujer a
comprar un purgante y leche de magnesia. Manuel, después de múltiples
diagnósticos (malaire, intestinos ulcerados, enfermedad desconocida, huesos
zafados, tuberculosis multirresistente e intoxicación) y tratamientos diversos
(masajes, emplastos en la barriga, plantas medicinales, calmantes y vitaminas,
antituberculostáticos y purgantes con leche de magnesia) fallece tres semanas
después en su pueblo perdido de los andes bolivianos.
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ESTRUCTURA DEL SISTEMA SANITARIO EN LATINOAMERICA Los países latinoamericanos, como consecuencia de sus procesos históricos,
conservan muchas diferencias tanto en extensión geográfica como en estructura
social y económica, lo que genera una tremenda heterogeneidad que hace muy
difícil la aplicación de modelos homogéneos de atención en salud.
Según los datos aportados por la OMS (World Health Statistics 2007, WHO; Health
Analysis and Statistics Unit, Pan American Health Organization; Regional Core
Health Data initiative, la infraestructura de la asistencia sanitaria varía
considerablemente en toda Latinoamérica. Por ejemplo, el número de médicos varía
desde alrededor de un médico por cada 10.000 habitantes en Chile hasta alrededor
de tres por cada 10.000 en Argentina; en comparación con una tasa de 22 médicos
por cada 10.000 habitantes en Estados Unidos.
En cuanto al gasto farmacéutico, según los datos de la Organización Panamericana
de la Salud (OPS), de 2007 Latinoamérica representa aproximadamente el 10% del
mercado mundial de medicamentos, liderado por tres países: Brasil (USD 9.9 mil
millones), México (USD 8.6 mil millones) y Argentina (USD 2.6 mil millones). El gasto
en medicamentos asciende aproximadamente a más de USD 22.000 millones (casi
USD 40 per capita/año), del cual las dos terceras partes es financiado por los
hogares. Desgraciadamente, en América Latina, el gasto excesivo en medicamentos
no revierte en la mejora de las condiciones de salud de la mayoría de la población:
países como Bolivia y Ecuador tienen más del 76% de la población sin cobertura en
salud, Perú cerca del 70% y en Colombia cerca del 60% de las personas no posee
ningún tipo de cobertura.
A excepción de casos como Cuba, los sistemas sanitarios en Latinoamérica tienen
un carácter exclusivamente asistencial y de pago, no existen políticas preventivas
poblacionales y el marco estructural de los sistemas no tiene una implementación
universal y gratuita.
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Además, la mayoría de los países han adoptado una opción de plan prepagado
similar a los HMO de Estados Unidos. El predominio de este tipo de plan varía
significativamente. En Colombia, la medicina prepagada es la opción principal para
los seguros privados, mientras que en Méjico es la última alternativa.
En general, se distinguen dos grandes ámbitos de asistencia sanitaria, dos circuitos
complejos que cada vez están más descentralizados y que llevan a que la
precariedad en la atención se incremente con el paso del tiempo. Por un lado está el
sistema formal de salud, con un porcentaje de privatización cada vez más alto y que
corresponde al modelo científico universal que supone el análisis, la experimentación
y la verificación de los problemas. Y de otro lado está el sistema informal de salud
que se presenta con diferentes denominaciones: medicina popular, tradicional,
folklórica, alternativa, vernácula, etc.
Puede decirse que los latinoamericanos creen en la biomedicina y respetan
muchísimo el conocimiento de los médicos. No obstante, por costumbre, pueden
buscar otros circuitos que alternan y complementan cuando no sienten una pronta
recuperación, o cuando no entienden la explicación y el lenguaje médicos. Por ello
creemos necesario que los profesionales de la biomedicina tengan en cuenta la
realidad de las personas con las que trabajan, y no la realidad impuesta e importada
desde afuera, que se consideren sus mitos, sus narraciones, sus creencias para
conseguir una comunicación que de lugar a una atención de calidad.
En el sistema de salud informal, o tradicional, la causa de la enfermedad se explica
por la intervención de agentes sobrenaturales que curan o producen el mal mediante
mediadores, o por elementos naturales como factores climáticos o del
comportamiento social. En este sistema las enfermedades se clasifican de acuerdo
a su origen: espíritus, clima, alimentación; el diagnóstico se fundamenta en la
adivinación antes que en los signos y síntomas de la enfermedad, y la terapéutica
combina elementos mágicos, religiosos, plantas medicinales y medicamentos
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modernos. El tratamiento de la enfermedad en el sistema informal se realiza desde
una cosmovisión que involucra a todos los elementos de la naturaleza (a la cual el
ser humano pertenece pero no domina), tomando en consideración el medio natural,
social y cultural mediante la observación sistemática y permanente (el ver y el
recordar), la analogía (igualar la planta, el órgano y la enfermedad) y el empleo de
mecanismos como la adivinación, el éxtasis o la iluminación. En este sistema
informal, los agentes que lo encarnan y ejecutan no tienen formación académica
formal y se identifican con diferentes nombres: brujos (Individuo que utiliza poderes
sobrenaturales para la realización de actividades curativas. En comunidades
mestizas a veces tiene la connotación de quien utiliza las fuerzas del más allá para
producir males.), curanderos o remedieros (Combinan procedimientos mágicos,
religiosos, naturalistas y médico-modernos: hierbas, cultos religiosos, oraciones
secretas, actos de hechicería, medicamentos modernos, adivinación, etc.),
parasicólogos, hueseros o sobadores (son los terapeutas populares encargados de
solucionar problemas de traumatología: esguinces, fracturas, luxaciones, etc.),
homeópatas, espiritistas, comadronas o parteras empíricas, etc.
La forma holística de atención a problemas de salud no es la curación del síntoma,
sino la restauración del equilibrio con la naturaleza. Y es en este marco de referencia
donde encontramos que los terapeutas tradicionales son los especialistas en el
conocimiento médico. Las normas y los conceptos generales de estos tratamientos
son conocidos y muy aceptados por las comunidades. En muchos casos las terapias
pueden ser administradas dentro del mismo ambiente familiar por la cuidadora
responsable, o bien en otras ocasiones, requieren la participación de los agentes
tradicionales en salud. Existe además dentro de esta vertiente una figura de gran
importancia para los cuidados en salud, es la cuidadora familiar (mujer mayor) que
sintetiza y ejerce los saberes medicinales aprendidos de generación en generación.
Generalmente, los servicios que presta el sanador de la medicina popular tienen un
coste muy bajo y racional.
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Este modelo tradicional de la medicina está muy extendido por Latinoamérica, y las
personas que lo frecuentan buscan más que un remedio a un problema orgánico, un
camino integral para sentirse mejor. Buscan alguien que les escuche y les preste
atención, buscan la participación como un factor protector.
En las culturas sanitarias latinoamericanas, el sistema utilizado no es más que el
producto de la complementariedad empleada de los diferentes sistemas. Es así que
la gente combina en sus tratamientos, medicamentos con brebajes de plantas o
rituales de la medicina casera y el curanderismo. De igual manera el grupo familiar y
el enfermo buscan de manera alternativa o paralela agentes de salud de diferentes
sistemas médicos: así como se consulta a la vecina, se va al curandero o se acude a
algún brujo; también se utilizan los servicios del médico, quien, de acuerdo a la
etiología atribuida a la dolencia, es el primero o el último en ser consultado.
EXPRESIÓN TRADICIONAL DE LOS SÍNTOMAS En la mayor parte de las culturas latinoamericanas la sintomatología combina signos
articulados a órganos y signos de tipo mágico, la intensidad de la sintomatología se
asocia a la dolencia. Los síntomas pueden ser leves o graves y de duración corta y
transitoria o antigua y prolongada. Sin embargo, en la medicina tradicional, la
importancia de los síntomas es pequeña en relación con la importancia de la causa
que provoca la enfermedad.
Para el diagnóstico de las enfermedades se tienen en cuenta procedimientos
mágicos, adivinatorios o empíricos realizados por medio de la ropa del enfermo, la
uroscopia (Inspección visual y metódica de la orina, antiguamente usada para
establecer el diagnóstico de las enfermedades internas), la oniromancia (concepto
con el que se identificó en origen la interpretación de los sueños. Técnica o arte por
el cual se pretendía adivinar o predecir acontecimientos futuros a través de los
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sueños) y la incubación (Identificación del mal o enfermedad mediante la lectura del
huevo y su calentamiento).
El agente de salud tradicional es una persona de la comunidad que no tiene
formación académica formal para desarrollar su actividad, aunque algunos,
especialmente los de los grupos indígenas, requieren un largo aprendizaje y ritos de
iniciación bajo la dirección de un maestro. El agente de salud tradicional tiene que
descubrir la causa, encontrar al culpable, determinar la naturaleza del mal, aplicar el
tratamiento adecuado y facilitar o proporcionar algún medio para la prevención de
futuros infortunios; utiliza para ello diferentes métodos. Se pueden distinguir cuatro
grupos de diagnósticos en el procedimiento: adivinaciones, examen de objetos,
examen del cuerpo o sus excreciones y conversaciones diagnóstico terapéuticas.
Las adivinaciones se realizan mediante la ayuda de naipes, dados, piedras, cenizas,
plantas (hojas de coca), aceite, etc. Con o sin invocar la ayuda de los espíritus o de
los santos. El diagnóstico se fundamenta en la adivinación más que en los signos y
síntomas de la enfermedad.
El examen de objetos se realiza con los que han extraído con anterioridad el mal del
cuerpo del enfermo: huevos, velas, animales (conejillos de indias, conejos), flechas
mágicas.
El examen del cuerpo o sus excreciones se realiza mediante la toma del pulso, los
tendones del antebrazo, la orina, el iris, la posición de los órganos externos, las
líneas de la mano, etc. Para los latinoamericanos es muy importante el contacto
físico durante la consulta, durante el proceso de diagnóstico la palpación, la toma de
la temperatura, la toma del pulso y la observación detallada son aspectos muy
valorados por las culturas latinoamericanas, producen el efecto de cuidado y
atención en el enfermo y su padecimiento.
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Las conversaciones diagnóstico-terapéuticas son muy empleadas en la medicina
tradicional; sobre todo en caso de enfermedades atribuidas a orígenes psicológicos
(por ejemplo “nervios”, “susto”, “amartelo”). El terapeuta hace un análisis detallado de
los antecedentes sociales del enfermo.
TIPOS DE TRATAMIENTO EN CULTURAS LATINOAMERICANAS La terapéutica combina elementos mágicos, religiosos, plantas medicinales y
medicamentos modernos.
Como se ha comentado en el apartado Estructura del sistema sanitario, hay dos
grandes ámbitos de asistencia sanitaria: por una parte está el sistema formal de
salud, con un porcentaje de privatización cada vez más alto y que corresponde al
modelo científico universal. Y por otra parte está el sistema informal de salud que
hemos comentado más arriba.
En Latinoamérica se han desarrollado complejos sistemas de tratamiento, sanación y
cura, estructuras heterogéneas de cuidado de la salud asociadas a determinadas
creencias, costumbres y especialización en los roles, así como técnicas orientadas a
conseguir la salud y prevenir, diagnosticar y curar dolencias.
El tratamiento de la enfermedad en el sistema informal y el cuidado de la salud se
realiza desde una práctica holística, desde una cosmovisión que involucra a todos
los elementos de la naturaleza (a la cual el ser humano pertenece pero no domina),
tomando en consideración el medio natural, social y cultural mediante la observación
sistemática y permanente (el ver y el recordar), la analogía (igualar la planta, el
órgano y la enfermedad) y el empleo de mecanismos como la adivinación, el éxtasis
o la iluminación.
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La forma holística de atención a los problemas de salud no es la curación del
síntoma, sino la restauración del equilibrio con la naturaleza. Y es en este marco de
referencia donde encontramos que los terapeutas tradicionales son los especialistas
en el conocimiento médico. Las normas y los conceptos generales de estos
tratamientos son conocidos y muy aceptados por las comunidades. En muchos
casos las terapias pueden ser aplicadas dentro del mismo ambiente familiar por la
cuidadora responsable; o bien en otras ocasiones, requieren la participación de los
agentes tradicionales en salud (chamanes, brujos, curanderos, espiritistas,
sobadores, remedieros, etc.).
Para el tratamiento de las enfermedades se emplean frecuentemente infusiones,
masajes, compresas, enemas o eméticos, que normalmente pueden ser aplicados
por una yerbatera o un ama de casa entendida, como por ejemplo las abuelas o las
tías mayores del enfermo. Los tratamientos rituales son simples o complejos
dependiendo de la patología (leve o aguda, grave o crónica).
Los curanderos tradicionales están convencidos que ayudar a curar a la gente es
una misión predestinada, se consideran un vehículo de Dios y que es a través de
Dios y los espíritus como curan a las personas. Consideran que la mayoría de las
personas piensan que se enferman cuando todo lo que les pasa es producto de la
brujería, hechizos, envidias o venganzas. El curandero, para diagnosticar el mal
primero recurre al interrogatorio de la persona que solicita consulta, después tira las
cartas para obtener información sobre el mal y después inicia el proceso de curación
mediante la velación (encender velas) preparando el camino hacia la luz y finalmente
despojar a la persona de la oscuridad. Hecho esto se prescribe el tratamiento que es
específico para cada caso.
Contra lo que pudiera parecer, las personas que solicitan los servicios de terapeutas
tradicionales son de todos los niveles socio-culturales, lo que explica que toda
sociedad posee una forma de entender la salud y el dolor la cual da origen a
sistemas ordenados y articulados de explicaciones y prácticas, y estas prácticas
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constituyen un sistema de creencias y valores desempeñadas por el médico
tradicional.
Para prevenir las enfermedades se utilizan a menudo recursos mágicos como la
posesión de objetos profilácticos, la realización de rogativas o rituales terapéuticos, y
el acatamiento de las normas culturales. También se emplean las infusiones de
hierbas medicinales, el cuidado general de la salud y una buena alimentación. Sin
embargo, por encima de estas tendencias en la búsqueda de una curación, se
sobreponen tres principios de tratamientos que se encuentran en casi todo el
continente:
1. La dieta: Tiene una gran importancia en el tratamiento de la mayoría de las
enfermedades (es importante para la biomedicina reconocer y –donde sea útil-
reforzarla).
2. La purga: Que significa limpiarse de la enfermedad o el mal. Se limpia de
forma mágica (con huevos, piedras, velas, animales, etc.) y/o con substancias
químicas como purgantes (antihelmínticos) o infusiones de plantas.
3. El ritual: Es un elemento importantísimo que estimula y facilita la curación,
disposición y adherencia al tratamiento del enfermo. Los rituales son una
serie de acciones y actitudes que siempre se repiten de la misma manera y
están emparentadas, marcadas o signadas por algún valor simbólico que
generalmente encuentran un sentido o razón de ser en el contexto de una
religión o la tradición de alguna comunidad.
PAPEL DE LA RELIGIÓN/ESPIRITUALIDAD/FILOSOFÍA La biomedicina debería intentar adoptar como un aliado la importancia que supone
para los latinoamericanos el paradigma que implica aunar la salud con lo
trascendente, lo esotérico, lo que no tiene explicación científica.
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Nominalmente, el 90% de la población latinoamericana se considera católica, aunque
ello no signifique que sean practicantes. Aunque actualmente hay países en los que
la religión católica tiene estatuto oficial (Costa Rica, Haití y Panamá), en el resto de
países no existe tal estatuto porque se declaran estados laicos (Bolivia se declaró
como tal en 2009 y Ecuador en el año 2008).
No obstante, existe una forma de catolicismo popular predominante que se ha
fusionado sincréticamente con los cultos de los antepasados. Se trata de creencias
que continúan presentes, constituyen verdaderos e importantes rituales y llegan a
determinar el comportamiento y la forma en que se gestionan determinados procesos
psico-sociales de marcada influencia en la gestión de la salud y la enfermedad.
Muchas de estas ceremonias son prácticas propiamente cristianas que han derivado
en rituales como la santería, que conservan un nivel privilegiado en el ser individual y
privado de cada persona. La santería es una práctica religiosa que se practica y tiene
mucha importancia hoy en día en países como Cuba, República Dominicana, Haití,
Brasil, Puerto Rico y regiones francesas de ultramar (Guadalupe, Guayana Francesa
y Martínica).
Cierto paradigma religioso de salud se ha difundido históricamente en las
poblaciones latinoamericanas. En este tipo de visión religiosa “la energía” es
considerada como fuente primordial sujeta a desequilibrios que pueden revertir en lo
que se denomina “enfermedad”. Esta reversión puede ser producto de agentes
internos (cuando el cuerpo se desequilibra dando lugar a signos y síntomas), o
pueden ser consecuencia de agentes externos (producidos por energías naturales
sin intencionalidad u otras personas donde la intención es la que dinamiza el
fenómeno).
La adopción de este paradigma confluye en la posibilidad real de mezclar la salud
con lo trascendente, y es aquí donde la religión y quienes la practican se solidarizan
para proporcionar una sensación de alivio psicológico ante la perspectiva de que
existe algo más, subyacente, más poderoso, algo que da esperanza.
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Es por esto que en cuanto a la etiología de la enfermedad las culturas
latinoamericanas distinguen dos causas distintas: las naturales y las sobrenaturales
o mágicas, siendo estas últimas causas las que adquieren una mayor relevancia en
la cotidianidad individual y social cuando se experimenta algún padecimiento o mal.
Si bien es cierto que las creencias e ideas que asumen las causas de la enfermedad
dependen del país, de la procedencia (rural-urbana), de la clase social, del nivel
educativo, etc., en algunos casos se cree que las causas de la enfermedad se
deben a la intervención de agentes sobrenaturales que curan o producen el mal
mediante mediadores, o piensen que el mal se deba a elementos naturales que
pueden ser factores climáticos o del comportamiento social.
También en algunos casos, en las culturas latinoamericanas, la enfermedad y la
desgracia suelen ser episodios religiosos que implican métodos de tratamiento
específicos, ya que se considera que los males son causados por Dios o espíritus y
personas dotadas de poderes especiales. Se cree entonces que el sufrimiento, la
desgracia, los accidentes, males o enfermedades se producen de forma misteriosa y
que la mejor manera de contrarrestar o combatir estos elementos negativos, es
encontrando y eliminando las causas que los producen.
Es desde esta perspectiva sincrético-religiosa que se tiende a clasificar las
enfermedades o los males en relación a su origen: espíritus o almas a través de una
persona; personas directamente mediante la brujería; espíritus o almas
directamente; espíritus o almas a través de fenómenos naturales como el arco iris,
los cambios lunares, el viento, etc.; o factores medioambientales como el trabajo
fuerte y la alimentación.
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y LA FAMILIA EN PACIENTES LATINOAMERICANOS
El modelo de desarrollo sociocultural más habitual en los países latinoamericanos es
grupal, comunitario. Tal y como se ha comentado en el apartado anterior, la familia
extensa es el núcleo social básico más importante y la comunidad es el organismo
social más inmediato y el que ofrece poder y protección a sus miembros. No resulta
extraño en Latinoamérica que un enfermo sea visitado por gran cantidad de amigos y
familiares en caso de estar ingresado, e incluso que vaya muy acompañado en el
momento de la visita externa con el médico. De hecho, la presencia permanente de
personas alrededor del enfermo latinoamericano, puede contribuir enormemente a
mejorar su disposición para gestionar tratamientos largos y difíciles; la comunidad y
el entorno representan una vigilancia omnipresente que es muy tenida en cuenta y
respetada.
La familia en Latinoamérica es una estructura social de control y protección del
individuo muy poderosa. Cuando una persona enferma, su capacidad de decidir por
sí misma y todo el proceso de gestión de su propia situación quedan relegados a las
decisiones grupales que tome el núcleo familiar, decisiones que son vehiculizadas a
través del referente familiar más importante (que puede ser el padre, la madre, un
hermano, un tío, el abuelo, un padrino...) o en algunos casos mujeres que por su
edad, poder, reconocimiento y autoridad, acaban ejerciendo este importantísimo rol
de convivencia social y familiar.
La familia en la mayor parte de las culturas latinoamericanas está estructurada desde
una perspectiva piramidal de poder, en la que el hombre posee un lugar privilegiado
y jerárquico. No obstante, la mujer es un centro dinamizador de esencial importancia
en relación con la educación, crianza y cuidado de los hijos. Es en la mujer sobre
quien suele recaer la responsabilidad de cuidar, de proteger, de prevenir, de sanar o
curar.
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Cuando una persona enferma, es la familia la que se encarga de decidir y determinar
qué se debe o no se debe hacer, quedando así relegada su autonomía a la potestad
y autoridad de la familia, que normalmente ostenta el padre, cabeza de hogar, o en
la actuación mixta de ambos padres. Al mismo tiempo es el padre, o los padres,
quienes suelen ejercer de interlocutores con el resto de familiares y la comunidad
cercana a la persona.
Los roles de la familia cambian en los procesos migratorios. En los últimos años,
muchas mujeres han migrado solas dejando a su familia en su país de origen,
desarrollándose así nuevas estructuras familiares transnacionales. El papel de la
mujer, de los hijos, del padre y de la familia se ha ido transformando con la
migración, tanto mientras se quedan en el país de origen (en el que hermanas,
abuelas u otros familiares asumen roles importantes en cuanto a las tareas de
cuidado de los hijos e hijas y las personas mayores), como al llegar al país de
destino con la reagrupación familiar.
TABÚES Y CREENCIAS CULTURALES EN SALUD El imaginario latinoamericano ha desarrollado multitud de mitos y tabúes en torno a
la salud y la enfermedad, así como para todo tipo de situaciones y estados
relacionados con la juventud, el sexo, la vejez, la pubertad, el embarazo o la salud
materno infantil.
Como ejemplo de alguno de estos mitos puede citarse la creencia extendida entre
algunas culturas latinoamericanas respecto a los poderes que puede tener la sangre
menstrual para curar enfermedades como la gota, la fiebre puerperal y las
infecciones intestinales, así también como para curar heridas y úlceras. También hay
quien cree que la mujer no debe bañarse cuando menstrua porque se le puede
cortar la regla o le pueden dar calambres dolorosos, o que no se debe tomar nada
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frío ya que puede desaparecer la regla o quedarse esteril. O que no se debe hacer
ejercicio porque pueden salir tumores.
Muchas situaciones se asocian a tabúes y creencias para explicar aspectos tanto
endógenos como de la medicina occidental: interpretaciones fatalistas para aquellas
enfermedades que no tienen soluciones eficaces (trastornos mentales, pandemias,
patologías relacionadas con el género, accidentes fortuitos o enfermedades
crónicas).
Atención especial pueden merecer los trastornos de la vida afectiva que, en los
pueblos latinoamericanos son, a menudo, reflejo directo de sus cosmovisiones del
mundo que acaban expresándose en las manifestaciones de sus propios
comportamientos, con reacciones y actitudes que se entrelazan desde sus propios
sistemas de valores míticos con los valores de la biomedicina y las culturas
occidentales.
Los trastornos afectivos de las poblaciones latinoamericanas son múltiples y
complejos, sin embargo, y en cierta manera, se pueden agrupar en cuatro grandes
grupos:
Síndromes afectivos de influencia mítica: que se corresponden con las
denominaciones de “enfermedades étnicas” o “enfermedades míticas” y cuyas
explicaciones parten de contenidos y significados míticos, relacionados con
conceptos animísticos y dualísticos de la interrelación ánima-cuerpo, en la que el
ánima o alma puede verse afectada por determinadas situaciones y manifestarse
con trastornos corporales. En estos casos la persona puede reaccionar ante la
situación de forma somatizada. Entre estas enfermedades encontramos “el susto”, la
“colerina”, “la pena o tristeza” y “el suicidio”. En el “susto”, por ejemplo, el “asustado”
cree que espíritus malignos antropomorfizados que aparecen en lugares solitarios le
han secuestrado el alma, provocando miedo y salida o pérdida de ánimo en el
cuerpo. La victima experimenta comportamientos ansiosos y busca el retorno del
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alma al cuerpo mediante rituales mágicos. El “asustado” manifiesta sensación de
desvitalización y desfallecimiento corporal acompañado de quejas y malestares
orgánicos, así como cuadros delirantes alucinatorios y de confusión mental. El
“susto” presenta diferentes formas y grados de manifestaciones que pueden llevar
incluso a la muerte.
Síndromes afectivos de influencia “hispánica”: en la población urbana y rural de
origen hispánico se han conocido estos síndromes con los términos de depresión y
melancolía: cuadros caracterizados por la pena y la tristeza, junto con
somatizaciones y trastornos funcionales orgánicos. Se pueden señalar como
síndromes afectivos de influencia hispánica el “amartelo”, la “tiricia” o la congestión.
Síndromes afectivos de transición cultural
Con este nombre se designan los síndromes particulares afectivos resultantes del
encuentro y convivencia entre culturas diferentes. Estos síndromes de transición o
variaciones de síndromes se presentan derivados de transculturizaciones que se
experimentan en una sociedad policultural y en constantes cambios migratorios.
Depresiones en el mundo urbano y en el mundo rural pueden presentarse con
rasgos diferenciables. Las migraciones internas a las ciudades contribuyen a
manifestaciones de transiciones de síndromes. Se les llama síndromes de
“desanimados” o “faltos de ánimo” por pérdida del ánima (relacionada con las
creencias animísticas). Se identifican como tales el “síndrome cultural afectivo-
delirante” que es un cuadro psicótico reactivo que se puede considerar como un
síndrome de transición, surgido del encuentro permanente de otras etnias con
culturas occidentales. Factores como interrupción de vínculos afectivos con los
padres, la separación o distanciamiento de un sistema familiar y comunitario muy
ligado y la exigencia de adaptación a roles que satisfagan ambos sistemas, acaban
generando conflictos de identidad y valores y consecuentemente reacciones
psicóticas.
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Este tipo de síndrome presenta una sintomatología asociada a trastornos oscilatorios
de la conciencia y de los impulsos (estupor, excitación psicomotora, desorientación,
perplejidad, estados de trance y confuso-oníricos...); ideas delirantes (míticas-
cristianas, de grandeza, de influencia), insomnio, anorexia; estados de ánimo
cambiantes (tristeza y expansividad) y alucinaciones.
Trastornos afectivos por desarraigo
Consecuencia de la transplantación de las personas a tierras extrañas y en contra de
su voluntad. Dentro de este grupo encontramos la tiricia del inmigrante, que es un
estado depresivo, sobre todo reactivo acompañado de miedo y temores, un tipo de
susto avasallador, que produce trastornos delirantes-alucinatorios. Así mismo se
identifican el síndrome afectivo delirante, el amartelo y el síndrome delirante místico.
En general, en la mayoría de los síndromes descritos con anterioridad se observan y
destacan reacciones inhibidas y somatizadas, ansiedad y excitación, cuadros con
variaciones de formas afectivas y psicóticas y muerte y suicidio.