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23AlterTexto No. 3, Vol. 2, Año 2004, ISSN 16654862
Cómo leer a Inés a través de una lectura de Elena Garro o cómo leer a Elena Garro a través de una lectura de Inés
Thomas D. Morin
University of Rhode Island
Con la publicación de Inés en 1995, Elena
Garro logró resucitar en las páginas de
revistas y periódicos la discordia familiar
—casi olvidada por el público— entre ella
y quien fue su esposo, Octavio Paz. Como
consecuencia de esta publicación la autora
sufrió por parte de ciertos comentaristas de
la Ciudad de México, un rechazo parecido al
rechazo conocido por Dostoeivski después
de la publicación de Crimen y castigo, novela
donde se entrecruzan los eventos reales y las
fantasías inventadas. Por otro lado, para el
lector desinteresado en los chismes familia-
res, la lectura de Inés es cautivante por la
manera tan depurada y clínica con que la
autora describe un desarrollo de experien-
cias vivenciales de terror de la protagonista,
quien se encuentra sin querer sobre un un
camino lleno de hostigamientos, manipu-
laciones, intoxicaciones, mentiras, ultrajes,
asesinatos e impunidades. El rechazo hacia
Inés no permitió una valoración seria de la
With the publication of Inés in 1995, Elena
Garro managed to revive the dispute bet-
ween she and her ex-husband, Octavio Paz
—almost forgotten by the public— in the
pages of magazines and newspapers. As a
result of this publication the author suffered
from certain literary critics in Mexico City, a
rejection similar to the rejection known by
Dostoeivski after the publication of Crime
and Punishment, novel where the real events
and the invented fantasies intercross. On
the other hand, for the reader who is not
interested in the gossips of the literary life,
the reading of Inés is captivating by the pure
and clinic ways in which the author descri-
bes the development of the existential and
terrible experiences of the protagonist, who
find herself in a path full of harassments,
manipulations, poisonings, lies, murders
and impunity. The rejection towards Inés did
not allow a serious valuation of the novel nor
as a work of art neither like a dialectic and
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novela ni como una supuesta obra de arte
ni como parte de una continua dialéctica
interna de Elena Garro como escritora y
como persona, ni como una continuación
de su constante discurso político social que
logra cuestionar siempre la relación entre el
papel poderoso de la autoridad, sea de uno
o de muchos, y la fragilidad de la vida de
los marginados que muchas veces llegan a
ser sus víctimas, sea un niño, una mujer, o
cualquier otro que va en busca de su indi-
vidualidad, identidad y dignidad.
(Elena Garro, Inés (novela), narrativa
mexicana contemporánea, recepción, vida
literaria en México, escritoras mexicanas)
continuous part of the work of Elena Garro,
neither like a continuation of her constant
social and political discourse, which always
questiona the relation between the paper of
the authority —represented by an individual
or by many—, and the fragility of the life of
the marginalized ones that often are their
victims, whether they are represented by a
boy, a woman, or any other person in search
of his individuality, identity and dignity.
(Elena Garro, Inés (novel), Contempo-
rary Mexican narrative, Reception, Literary
life in México, Mexican female writers)
Thomas Morin / Cómo leer a Inés
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Introducción
El 11 de diciembre de 1997, en la popular revista mexicana Siempre!, Ignacio Trejo Fuen-
tes, conocido y respetado ensayista, novelista e incansable reseñador de libros, al dar cuenta
de la reciente aparición de un libro de cuentos de Elena Garro, El accidente y otros cuentos
inéditos, responde favorablemente a estos textos con la siguiente observación:
Los tres relatos contenidos en este libro tienen mucho que ver con lo má-
gico, con lo sorprendente […] y sin embargo, la perplejidad que suscitan
estimula el entusiasmo de quienes leemos; y ese entusiasmo se da en varios
niveles, lo cual no ocurrió cuando Elena dio a conocer sus horrorosos libros
ya citados [Testimonios sobre Mariana y La casa junto al río]. Aquí [en El
accidente] todo funciona bien, principalmente porque está ante nosotros la
Elena Garro más importante, la que cuenta cosas atractivas valiéndose de
los recursos apetecibles, y no esa otra autora desaliñada y sin pundonor
que escribió libros como Inés. (Trejo Fuentes 65)
A la vez confiesa el comentarista: “me he leído la narrativa de Elena Garro con absoluta entrega
y soy admirador de sus libros La semana de colores (cuentos) y Los recuerdos del porvenir
(novela)” (Trejo Fuentes 65).
Curiosa crítica sobre la obra de Elena Garro. Quizás por tratarse de un artículo publicado
en una revista popular, Trejo Fuentes se suelta la melena y así, con su voz de crítico literario,
encomia el arte novelesco de Garro mientras esa misma voz se desdobla en voz justiciera
moralizante al concluir su ensayo con juicios que sancionan a la autora por una supuesta
falta de ética moral por llevar a la luz pública su novela Inés.
Elena Garro confiesa que Inés estuvo archivada por más de 20 años antes de tomar la
decisión de llevarla a la imprenta en 1995. ¿Por qué esperó Elena Garro tantos años para
publicar esta obra? Durante dos décadas Elena Garro mantuvo en entredicho el contenido
de esta obra y por fin, al publicarla, según Ignacio Trejo Fuentes, ¨ pone en entredicho su
pundonor de artista¨ (Trejo Fuentes 65). Pero ¿por qué se escandaliza tanto Trejo Fuentes
ante la publicación de Inés?
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Como se sabe, México es un país de murmuraciones y secretos en el orden político tanto
como en el orden familiar. Todo a sotto voce. El pundonor se ha de conservar a toda costa.
Esto lo vemos ejemplificado en algunos refranes como “la ropa sucia se lava en casa” o “en
boca cerrada no entran moscas”. No se ventilan las intimidades como en los Estados Unidos,
a todo color y con lujo de detalles. Las bardas que circundan las casas en México protegen a
sus moradores contra la invasión exterior y archivan los secretos. Cuando Elena Garro publicó
Inés, hacía ya más de 20 años que se había divorciado de Octavio Paz. Hacía ya más de 20
años que la discordia familiar de los Paz comenzó a hacerse parte de la chismografía entre
los grupos del mundo de las letras.
Son conocidas en México las grillas en el campo intelectual y artístico. Las camarillas se
dan por ideologías, compadrazgos, padrinazgos, profesiones, gremios, etc. Para estos conoce-
dores de la vida íntima de todos, la publicación de Inés por Elena Garro se transformó en un
acto de sacrilegio con respecto a las normas sociales que prohiben la revelación en público
de los pecados familiares. Enseguida se ventiló entre este público letrado una interpretación
deconstructivista de la novela como una revelación familiar traicionera de una esposa lasti-
mada —Elena Garro— que responsabiliza a su esposo —Octavio Paz— por la disfuncionalidad
familiar. Según estos críticos, la autora distorsiona la verdadera historia de la vida de su
marido al identificarlo en la novela como dueño de una mansión y dirigente de una logia de
sadomasoquistas que busca la humillación y la muerte de la protagonista de la novela. Cabe
mencionar aquí que en la novela los personajes son ficticios. Nunca se menciona los nombres
de los seres reales que supuestamente son representados por los personajes que aparecen en
la novela. Sin embargo, si algún lector encuentra alguna semejanza entre estos personajes y
las personas reales de la vida de Elena Garro, ocurriría porque ella es conocedora de algunos
datos de la vida íntima de la pareja susodicha. Al mismo tiempo, la novela proyecta cierta
relación entre los mundos modernos de Europa y el continente americano por su identifica-
ción de lugares reales —España, Francia, Canadá— así como alguna referencia a ritos míticos
sagrados de las culturas indígenas mexicanas. Menciona la influencia popular de la famosa
curandera mexicana María Sabina así como la existencia de un Instituto de Historia mexicano
que resguarda la historia indígena y sus artefactos prehispánicos. Para el público en general,
que desconoce de las intimidades de la vida de Elena Garro, no hay ninguna pista en la no-
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vela que le pueda informar sobre esta posible conexión entre la ficción novelesca y historia
vivida por una pareja conocida en el mundo de las letras mexicanas. Además, la historia de
la muerte ritual de Inés, la protagonista de esta novela, transforma todo lo que pudiera ser
anecdótico, concerniente a la vida real de los seres mencionados, en vivencias simbólicas del
discurso literario de la lucha entre la inocencia y la perversidad que Elena Garro, la autora,
intenta proyectar. Sin embargo, para los seguidores de Octavio Paz la publicación de la novela
resulta ser una difamación con la intención de enlodar la imagen de su ídolo, una blasfemia,
un acto indigno de venganza familiar. En cambio, para los seguidores de Elena Garro la no-
vela representa un acto de valentía que hace escuchar la voz de una mujer silenciada por
cuestiones de la política y las costumbres machistas de su época. A fin de cuentas el supuesto
aludido jefe de la familia novelada es nada menos que uno de los escritores más importantes
del siglo veinte en el mundo, el ganador del Premio Nobel, Octavio Paz.
Con la publicación de Inés en 1995, Elena Garro logra resucitar la discordia familiar entre
esposo y esposa –casi olvidada por el público– en las páginas de revistas y los periódicos. Como
consecuencia de esta publicación (y como acabamos de señalar) la autora sufrió por parte
de ciertos comentaristas de la Ciudad de México, un rechazo parecido al rechazo conocido
por Dostoeivski después de la publicación de Crimen y castigo, novela donde se entrecruzan
los eventos reales y las fantasías inventadas. En cambio, para el lector desinteresado en los
chismes familiares, la lectura de Inés es cautivante por la manera tan depurada y clínica con
que la autora describe un desarrollo de experiencias vivenciales de terror de la protagonista,
quien se encuentra sin querer sobre un un camino lleno de hostigamientos, manipulaciones,
intoxicaciones, mentiras, ultrajes, asesinatos e impunidades. El rechazo hacia Inés no permitió
una valoración seria de la novela ni como una supuesta obra de arte ni como parte de una
continua dialéctica interna de Elena Garro como escritora y como persona, ni como una conti-
nuación de su constante discurso político social que logra cuestionar siempre la relación entre
el papel poderoso de la autoridad, sea de uno o de muchos, y la fragilidad de la vida de los
marginados que muchas veces llegan a ser sus víctimas, sea un niño, una mujer, o cualquier
otro que va en busca de su individualidad, identidad y dignidad.
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La novela
La trama de la obra se centra en las experiencias confusas, desconcertantes, delirantes,
misteriosas, espeluznantes, tenebrosas, nefastas, abusivas, que vive la joven e inocente Inés,
que con su destino a cuestas sale un día de un orfelinato español de ambiente bucólico, en
donde había vivido feliz y tranquilamente toda su niñez, para comenzar a ganarse el pan de
todos los días como empleada doméstica en una mansión parisina, en la que trabajan también
su primo Jesús y su familia. En París, Inés se encuentra con el doble problema de no poder
legalizar su situación social ante la ley como trabajadora doméstica, lo que hace de ella una
indocumentada sin derechos ante la ley, y la necesidad emocional y psicológica de adaptarse
a un ambiente de secretos góticos, de un mundo lleno de chiaroscuras penumbras, en una
mansión por donde no entra el sol del día, y que desorienta a los habitantes; un lugar en
donde se oye todos los días el cuchicheo de voces detrás de puertas cerradas y un lugar, sin
embargo, en donde no se permite establecer ninguna comunicación profunda entre los que
viven en la mansión o que pasean por sus salas. Esta mansión en pleno centro urbano de una
de las ciudades más cosmopolitas y modernas del mundo occidental, pertenece a un grupo
de hombres y mujeres capitalistas y artistas ricos que gozan de un alto reconocimiento entre
los medios de comunicación y el público en general, pero de manera secreta pasan el tiempo
organizando fiestas pretenciosas, extrañas, satánicas y sadomasoquistas en los lugares más
recónditos de la casa.
A la par del relato de las peripecias, tropiezos, encuentros y enfrentamientos de Inés den-
tro de la mansión, se desarrolla otra triste historia de una familia truncada por un divorcio
acrimonioso y la enfermiza relación del aparente dueño de la casa, el industrial Javier, y su
hija Irene, que intenta infructuosa y obsesivamente de ganarse el respeto y un reconocimiento
afectuoso de su padre. Dentro de la estructura de la novela, esta ausencia de reacciones cari-
ñosas entre padre e hija constituye el eje de la perversidad reinante en la novela. La tensión
dramática que produce esta relación frustrada es determinante para que en la novela se revele
la razón de ser de todo el dolor humano producido por las malsanas acciones deliberadas de
los socios del club de masoquistas, cuya sede es la mansión habitada por Inés. Esta historia de
desafecto y abuso psicológico, que llega a ser el elemento central de la obra, se enlaza con la
historia de Inés cuando ésta interviene en una pelea a gritos entre Gina, la amante posesiva
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e inescrupulosa de Javier, e Irene. Sin querer, Inés se convierte en el paladín de Irene, lo que
frustra los planes de los socios, especialmente los de Gina, para ningunear la personalidad de
Irene. En tercer término, existe la mansión como un negocio y la enigmática empresa de los
socios —cuyos productos el lector nunca llega a conocer—que pasean sigilosamente por los
pasillos obedeciendo los mandatos y reglamentos de Javier, el patrón de la mansión.
En términos de género, Inés refleja características de la novela de terror, la novela gótica
y la novela de género negro o policiaco, con su atmósfera de misterio, suspenso, autoridad,
violencia, abuso sexual, secuestros, e impunidad ante la justicia. Sin embargo, como acabamos
de señalar, el eje del mal de la obra reside en el tema del odio paterno, tema alegórico de corte
bíblico, cuyo producto semillero es la corrupción espiritual que padece la figura de Javier. Su
rechazo al amor filial se plasma en el texto como causa y efecto de la perversidad que invade
y que absorbe toda su personalidad de hombre adinerado, famoso y ateo.
Inés, por su temática, dista mucho de ser una novela mexicana como es Recuerdos del
porvenir, la más conocida y renombrada obra de Elena Garro, en que la autora se preocupa
profundamente por la identidad histórica y evolutiva de la mujer mexicana, como nos dice
Michael Hardin en Inscribing and Incorporating the Marginal. Si tomamos en cuenta el momento
en que escribió Inés, resulta que Elena Garro es una de los primeros escritores mexicanos en
situar la trama de su obra fuera de México. La lucha de su protagonista a favor de su dignidad
e identidad se deslinda de consideraciones locales. En términos de la ubicación de los aconteci-
mientos novelados, la novela adquiere una dimensión internacional o global: España, Francia,
Canadá. En Inés el problema nacional de una búsqueda de la autenticidad cultural de algún
personaje se convierte en una lucha por conservar la integridad espiritual de la protagonista.
La guerra en que se encuentra Inés es una contienda entre el carácter moral y fuerte de una
doncella inocente y creyente en Dios y el cinismo prototípico de los no creyentes, una lucha
entre el valor espiritual compasivo y el oportunismo dantesco de quienes se burlan de las
instituciones religiosas y familiares. Llevada a cabo la trama —desde el punto de vista de la
autora—en un mundo relativista y materialista, filosóficamente hablando, Inés representa la
victoria moral de los sacrificios de propios de los creyentes cristianos.
Para Elena Garro, la historia bíblica de la caída en desgracia y de la lucha entre Abel y Caín,
parecen informarle más sobre la razón de ser de las injusticias en el mundo que las luchas
político-sociales. Por esto, Inés, como la obra más moralizante de Elena Garro es, a la vez, la
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versión novelesca de su creencia como una ciudadana católica y creyente. Vista la obra desde
esta perspectiva, Inés representa un tipo de desahogo espiritual en busca de la salvación y su
definición en la vida. Elena Garro, autora y ciudadana, acepta el sacrifico como una constante
en la vida. Lo que importa es la conservación de la dignidad que resulta ser, a fin de cuentas,
la historia de todos los mártires de todos los tiempos.
Así como en Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, se anuncia la
muerte, la novela de Elena Garro es, también, una novela de presagios que anuncian desde
el principio el suplicio mortal que está destinada a sufrir la protagonista. Al inicio del texto,
encontramos a Inés acompañada por la Madre Superiora del orfanato, esperando la llegada
del tren que la llevará a París. Por sus lágrimas, como dice el texto, “con gesto mudo y sor-
prendido” (Garro 7), sabemos que Inés no ve su partida de manera esperanzada con ánimo
de conocer algo diferente, de participar en la aventura de un viaje. Teme algo. Y para que el
lector no tenga ninguna duda sobre la intención novelada, Garro transforma un tren indiferente
en un tren partícipe del presagio agonizante: “¡Vamos, ánimo! —exclamó la Madre Superiora
cuando el tren amenazador como un monstruo se detuvo ante ellas (Garro 8). Inés, joven,
inexperta y creyente, al ver la llegada de esa máquina tan imponente en su aspecto siente de
súbito cierta angustia por lo que sabe, en lo más profundo de su ser, que no puede evitar.
Es como si entendiese desde sus entrañas que tiene que cumplir con un papel ritual como lo
cumplió Cristo en sus lecciones de catecismo dentro del convento. Se da cuenta que se tiene
que separar de la protección ofrecida por los muros del convento en donde se formó como
doncella y creyente. Esta realización le infunde con una zozobra que la desorienta. Se despide
de la comitiva que la acompaña a la estación como si fuera una sonámbula o una penitente
destinada a sufrir por lo que no entiende:
La imagen de la Madre Superiora otorgándole la bendición al lado del
hombre que la ayudó a subir la maleta al tren, le pareció irreal. Angus-
tiada se preguntó si en verdad se marchaba de aquel andén español, del
hombre que la despedía con la gorra en mano y de la cara sonrosada de
sor Dolores. (Garro 8)
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Su viaje es un viaje obligado hacia el mundo manipulado por el dinero, la fama, hacia su
desprotección, la soledad, el abandono, el desengaño anunciado:
Al salir de la estación el tren hizo una vuelta inesperada e Inés se encontró
sola en su compartimiento de segunda clase. Lejos de las figuras conocidas
prefirió cerrar los ojos para no ver al mundo que la esperaba. (Garro 8)
Una vez llegada a París, Inés se encuentra con su primo Jesús. Se saludan sin decir mucho,
toman el subterráneo y finalmente llegan a una mansión imponente y elegante de vista en
medio de una de las zonas más elegantes de la ciudad. Sin embargo reina dentro de la casa
un ambiente de descuido y pesadumbre:
Inés arregló su nueva habitación y colocó en el armario sus pequeñas
propiedades. Después volvió a inspeccionar la enorme casa deshabitada
y su silencio le pareció un presagio de desgracia. (Garro 12)
Enseguida, por las miradas extrañas de los que trabajan en la casa, por los alaridos extraños
de las fiestas nocturnas, por la actitud triste e inexplicable de la familia de su primo, Inés
siente que su viaje hacia el mundo ha sido un error. Arrepentida intenta refugiarse entre sus
recuerdos y sus rezos. A fin de cuentas, la Madre Superiora le había asegurado que Dios siempre
estaría de su lado. Sin dinero, sus intentos de encontrar una ruta de escape y el camino de
regreso al convento resultan ser inútiles. A fin de cuentas, o por sentirse comprometida con
la familia de su primo, o por un sentimiento fatalista que le dice que no puede cambiar lo que
su destino le tiene preparado, paulatinamente ella misma se entregará a su papel, bíblico, de
la sacrificada. Inmovilizada por su falta de dinero, su desconocimiento del francés, su estatus
migratorio inseguro, se prepara emocional y psicológicamente a soportar el ambiente de la
casa con su aspecto ruin de polvo, oscuridad, y muebles desvencijados.
Hablar de presagios es hablar de hechos predeterminados como es la fuerza del sino en la
literatura romántica teatral del siglo XVIII. Pero como la obra de Elena Garro se lleva a cabo en
pleno siglo XX, lo que distingue el trayecto del destino trágico e inevitable de Inés no es que lo
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suyo sea el producto de eventos accidentados, controlados sin embargo por la mano del Sino
—la fuerza deus ex-máquina—, sino producto de un diseño criminal, diabólico, premeditado,
de la conjura cruel de otros seres humanos que pertenecen a una logia de sadomasoquistas, de
la manipulación política de los medios de comunicación, producto de un complot ejercitado
metódicamente por mentes turbadas, disciplinadas y diabólicamente inteligentes. Una vez
instalada como trabajadora doméstica en la mansión, comienza a sentir los efectos psicológicos
seguidos por los ataques físicos que la logia le tenía preparado con la ayuda de sustancias
alucinógenas que Inés ingiere inocentemente. La meta de la logia es romper a Inés la espina
dorsal de su voluntad. Un día llega a su alcoba Gina, la desesperada, histérica amante de
Javier, el dueño de la mansión, para conseguir su complicidad en la muerte de Javier. Es un
asunto de acciones en la bolsa de valores. No obstante Inés demuestra la fuerza de su carácter
moral cuando rehusa obedecer las órdenes e imprecaciones de Gina en uno de los momentos
climáticos más dramáticos de la obra.
—Inés, Inés, ¡ayúdame a matarlo! […] ¡Hay que matarlo! —urgió Gina.
(Garro 117)
Pero Inés responde sin titubeos, con una negación firme y contundente que parece surgir de
algún recinto profundo de su conciencia:
—¡No matarás! (Garro 117)
Incrédula ante esta demostración de voluntad de Inés al no querer participar en el crimen
anunciado, Gina le grita en forma de súplica:
—¡Ayúdame, Inés! ¡Quiere matarme! (Garro 117)
Inés le devuelve sus insistencias con más recelo y rechazo y con los ojos puestos en alto res-
ponde con una interrogación agónica:
—¿Dónde está Dios? (Garro 117)
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Desesperada Gina le lanza insultos:
—¡No seas coñona! ¡Hay que matar a éste! ¡Ayúdame! (Garro 117)
Pero Inés se ancla en sus convicciones y no cede ante los histerismos y las palabras hu-
millantes de Gina.
Varios estudiosos de la obra de Elena Garro, han hecho la observación sobre la importancia
técnica en la creación de ambientes vivenciales de los personajes a costa del desarrollo de sus
personalidades que en muchos casos terminan por ser figuras representativas y simbólicas de
ellas. Así, en Inés, el título es engañoso —como son las imágenes distorsionadas en los espejos
ahumados de la casa en donde trabaja—. Conocer a Inés es conocer su situación tensa y as-
fixiante, es no conocer a fondo a Inés, cuyo papel en la novela es de víctima simbólica, como
en una novela de terror. Lucha por sobrevivir apoyada únicamente por la fuerza de su carácter
y sus convicciones de creyente en Cristo. Lo único que sabemos de su pasado es su orfandad
en un claustro de monjas españolas que reside en la memoria de Inés como remanso de paz
y bondad, como refugio, que la tranquiliza y fortalece cuando se encuentra con las miradas
hostiles de los directores de la empresa secreta de la mansión. Garro consigue que el lector
confíe en la integridad moral de Inés, que nunca se “raja”, como dicta un popular refrán. El
papel de Inés como figura novelada conforma al diseño antes mencionado de un personaje
simbólico que representa la lucha entre la inocencia y la perversidad. Lo que resulta ser
interesante desde la perspectiva del lector es cómo se efectúa el procedimiento de los planes
perversos de los directores de la empresa de la mansión. De esta manera, es la perversidad lo
que adquiere un carácter de personaje en la novela; de igual manera ocurre con la inocencia
de Inés. En esta obra los valores ya mencionados (la inocencia como víctima y la perversidad
como fuerza dirigente de la acción) lidian en una batalla representativa de la lucha entre el
bien y el mal en un mundo desprovisto de valores morales, en un mundo relativista y moderno,
manipulado por los intereses creados por los poderosos y famosos.
El discurso interno de la novela provoca un cuestionamiento sobre la existencia misma
de la perversidad y sus móviles. Por medio del planteamiento de las acciones descritas en
este novela, descubrimos la personalidad íntima y política de Garro. Para ella la vida misma
es una constante lucha entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, que es el producto
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del egoísmo y la agresividad innata en el hombre. El mal existe. Reside en el hombre mismo
y se expresa cuando por su soberbia deja de ser creyente en Dios y piensa que la autoría de
su vida depende sólo de los resultados que pueden producir su inteligencia y su astucia. El
ateo para Garro termina por ser egoísta y carece de los valores necesarios para defender a
los ultrajados. Convierte el ateo la lucha por sobrevivir en una lucha sin escrúpulos entre los
más fuertes y los débiles. La vida del hombre sin Dios es un reflejo de las fuerzas naturales
que no respetan la personalidad ni la dignidad del más débil.
Al concluir la novela es evidente que el sacrificio de la inocencia de Inés en las aras del
sadomasoquismo de los socios logra conseguir la desintegración del grupo de malhechores que
se creen intocables e impunes a todo tipo de sanción moral. Resultan ser la sencillez personal
de Inés y su bondad, factores determinantes en el éxodo de los socios de la mansión. Cierto
es que la autoridades francesas no resuelven el misterio de la muerte de Inés, o si es que lo
resuelven, lo envuelven en un silencio detonante que sólo permite la difusión de la verdad
por medio de la chismografía de la gente. Ni los periódicos indagan sobre la muerte de Inés.
Lo que es cierto, sin embargo, es que los socios ven en Inés una fuerza capaz de denunciarlos
ante las autoridades y de marcarlos con un sentido de culpabilidad. De manera arrogante
creyeron conseguir a una muchacha dócil y sumisa. El pánico de los socios ante el temor de ser
denunciados precipita el secuestro de Inés, su forzada intoxicación y su eventual muerte.
El texto de Garro es breve. Consiste de diálogos cortos y depurados de descripciones ex-
tensivas. Se puede decir que la novela es minimalista en el uso de adjetivos, con un lenguaje
escueto y transiciones rápidas que logran producir un ambiente cargado de incertidumbre,
suspenso y desconcierto, hasta alucinatorio. Los actos violentos contra la dignidad humana se
producen sin mayor explicación que la de que son cometidos por personajes desquiciados, por
sus deseos aberrantes y la necesidad de controlar la vida de los demás y violar las normas de
las instituciones sociales y consagradas por los valores religiosos de la cultura occidental. Es
difícil llegar a comprenderlos. Elena Garro no nos ofrece ninguna posible justificación social
ni política para la existencia de la maldad que gobierna la vida de los personajes de su novela.
Tampoco es la maldad de la novela de Garro el producto de las deficiencias o los excesos de
enfermos mentales. Es una maldad creada por seres inteligentes aparentemente sanos y ateos,
que pasan sus noches maldiciendo y despotricando contra todos los símbolos cristianos de la
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iglesia y la fe de Inés. Es producto de los seres libertinos dedicados a satisfacer sus placeres
sexuales a toda costa. Nace esta maldad de las obsesiones ideológicas y el narcisismo de cada
uno de los socios de la hermandad de letrados que tratan de legitimar sus experiencias como
experimentos intelectuales. Su arrogancia intelectual desconoce los límites de su poder. Los
ritos en que participan son satánicos; pero el demonio está en el hombre. Los socios maquinan
un complot para conseguir paulatinamente la rendición de la voluntad de sus víctimas y la
dominación de su psique. Para ellos su meta es comprobar que la voluntad del otro, la voluntad
de un cristiano que afirma pertenecer a Dios por la fuerza de sus creencias y convicciones,
es algo frágil, algo insostenible ante la persuasión psicológica y física de su autodenominada
superioridad intelectual ceremoniosa.
Los ritos satánicos o sadomasoquistas que obsesionan a los socios son orquestados por un
grupo de usurpadores de los derechos humanos de los demás. Los socios de grupo se jactan de
ser practicantes de la misa negra. Se identifican como curanderos intelectuales que valiéndose
de grabaciones oficiales, probablemente publicadas por los Institutos de Historia y Arqueología
(en México), escuchan y estudian las evocaciones de conocidas curanderas latinoamericanas,
como María Sabina, y las adaptan a sus ritos. Tergiversan el significado de estas formulas
rituales de un pueblo. Las utilizan para burlarse de las plegarias de la misa católica. El sacri-
fico simbólico de Cristo en la cruz y el consumo sagrado espiritual de su sangre y cuerpo se
convierte en los ritos sádicos en un acto orgiástico. En realidad, la intención es burlarse de
los ritos de la misa católica y sus creencias morales al igualarlos con las plegarias paganas
de las curanderas indígenas. Lo que practican los de la logia intelectual es la distorsión y la
desacralización de ambas creencias. Recordemos que Carlos Mayor escribió, en referencia a
la noción de lo sagrado en la herbolaria indígena, que:
Hay además en la religiosidad del México indígena una devota relación
con ciertas plantas narcóticas. Estas plantas piensan, hablan, enseñan, se
comunican. Tienen “alma”. No pueden estar al servicio de caprichos o
aventuras psíquicas de los hombres. Son guías, puertas sagradas que se
reverencian y cumplen con la misión de curar y de ayudar al crecimiento
espiritual que los pueblos indígenas necesitan para cooperar en la conser-
vación de la vida, en la conservación del mundo. (Mayor 10)
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Para los integrantes de la vida nocturna en la mansion, la ritualización de sus actos
termina por ser un juego delirante de experiencias psicodélicas producidas con la ayuda de
sustancias narcóticas como es mariguana. Sus placeres se derivan de actos que desacralizan
lo sagrado. La perversidad de sus actos se percibe en la necesidad que tienen de gozar de la
humillación, la desmoralización y una esperada deshumanización de Inés, atrapada por las
efectos nocivos de una ingestión involuntaria de algunas sustancias alucinatorias con que los
socios lograron contaminar su comida.
Poco después de haber llegado Inés a la mansión se inicia un proceso de hostigamiento
psicológico por medio de gritos y salmos blasfemos que denuncian incansablemente a la Virgen
María y al Arcángel Gabriel. En una secuencia ubicada a mediados de la novela, Javier invita
a su hija a entrar en su habitación, donde también se encuentra a su amante Gina. Todo está
preparado para que Gina ataque física y psicológicamente a Irene. En esta escena también se
evidencian el cinismo y la inmoralidad de Javier:
Javier, de pie, contemplaba la escena sonriendo de una manera extraña.
Se había colocado junto a una ventana interior y miraba embelesado a
Irene. La jovencita, puesta de rodillas en el suelo, miraba a Gina con terror,
mientras que de una mejilla le corría la sangre como si le hubieran dado
un navajazo. Tenía los cabellos en desorden y el traje desgarrado cubierto
de sangre. (Garro 85)
Sin embargo, lo que no está contemplado es la reacción protectora de Inés, quien acude
a socorrer a Irene cuando es golpeada por Gina, identificada en la novela por Inés como “La
Loba”:
Inés se precipitó sobre ella, la abrazó, la puso de pie y la sacó de ahí, en
medio de los alaridos de La Loba, que amenazaba con matarla y fornicar
ella misma con la puta Virgen María. (Garro 85)
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A Inés le impiden asistir a la misa dominical. El plan satánico es posesionarse de ella,
atrapar su voluntad, destruir el fervor religioso con que Inés se refuerza con sus rezos en la
privacidad de su recamara.
Pero, ¿cuál es el punto discursivo o dialogista de esta lucha entre Inés y sus asaltantes?
La novela parece ser, como ya hemos dicho, un desahogo emocional por parte de la autora.
Podría convertirse en tema de una homilía dominguera para señalar que el camino hacia el
infierno se hace con el abuso del poder efectuado por los que niegan la primacía de Dios en
la vida de los hombres. Existe en la novela la convicción de que es necesario creer para res-
petar la vida. Los que no viven con este sentido de espiritualidad y que intentan deconstruir
estructuras sociales tales como la familia sufren también del vacío emocional producido por
su autoengaño. Al final de la novela después de la muerte de Inés, Javier, sintiéndose algo
defraudado por su propio comportamiento, intenta regresar con Paula en busca de cierta
reconciliación por su tardío sentimiento de culpa, una culpa de la cual antes siempre había
renegado. Entre Javier y su ex esposa se da el siguiente diálogo:
—¡Gracias, Paula! ¡Gracias! A mi vuelta trataremos de reconstruir nuestras
vidas. Es horrible lo que hemos hecho con nuestra juventud.
[…]
—Así será —contestó ella. (Garro 155)
Paula lo piensa un momento, pero sabe que el reconocimiento le llega demasiado tarde y,
además, confiar en las palabras de Javier, el oportunista sin remedio, va a ser imposible:
Su marido bajó corriendo las escaleras. Por la ventana Paula lo vio cruzar
el patio.
—Javier, no quiero verte nunca más. Ni es esta vida ni en la otra —le
dijo, en el momento en que terminaba de cruzar el patio y salía a la calle.
(Garro 155)
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En una de las últimas escenas de la novela, Paula, después de informarse de la muerte de Inés
y del traslado de su cuerpo a un morgue, acude desesperada a los periódicos matutinos para
corroborar la noticia telefónica de la muerte de Inés la noche anterior:
Lloró mucho rato, esperando a que amaneciera. Entonces, se levantó,
se duchó, se vistió y corrió a la calle a comprar los diarios. Volvió a sus
casa para leerlos con calma y encontrar la noticia tristísima de la muerte
de Inés. Los revisó de prisa, can manos temblorosas y no encontró nada.
(Garro 156)
Al no encontrar la noticia buscada, Paula piensa que está soñando, que está viviendo el famoso
refrán de la política mexicana: “Aquí no pasó nada”. Todos los medios oficiales desconocen la
identidad de la occisa. Para ellos Inés no existe ni existió. La verdad es que Inés nunca recibió
los documentos migratorios que Ivette le dijo que tramitaría para legalizar su estancia en el
país. Inés, la sacrificada, la heroína de la novela, muere desconocida para el mundo de la no-
vela, arrojada en un morgue como basura en un depósito municipal. Para evitar todo tipo de
investigación, la empresa de la mansión se disuelve, desaparece. Los socios criminales vuelan
a distintas partes del mundo como personajes célebras, fotografiados en las páginas sociales
de los mismos periódicos. Llevan a cuestas sus buenos nombres, su impunidad.
Conclusión
Para concluir, la historia fatal de Inés es la historia, como hemos venido señalando, de una
muerte y un suplicio espiritual anunciados. Termina la novela pero es parte de una historia
actual inconclusa, ya que los medios masivos de comunicación, nos informan de otros cuerpos
flotando en el río, hundidos en la mar, congelados en el desierto, atropellados en la carretera.
Pero, !qué importa ! , dirán algunos, son indocumentados.
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Epílogo
En 1998, el 22 de agosto, falleció Elena Garro. En el periódico La jornada del 23 de agosto del
mismo año se publicó el siguiente reportaje, donde se cita una entrevista a la autora realizada
un día después de la muerte de Octavio Paz:
Yo lo perdono [a Octavio Paz] y sé que él me ha perdonado, espero pronto
encontrarme con él. (Monsiváis 21)
Y de la vida y la muerte dijo lo siguiente, según el entrevistador:
[La muerte] es vivir para siempre dentro de la obra que cada quien crea y
la vida no es más que un espectro de la muerte misma. Cuando uno muere,
vive para siempre, dependiendo del camino que uno elija: el lleno de rosas
te lleva al infierno , y el lleno de espinas, al cielo. (Monsiváis 21)
Obras citadas
• Garro, Elena. Inés. México: Editorial Grijalbo, 1995.
• Hardin, Michael. “Inscribing and Incorporating the Marginal: (P)Recreating the Female
Artist in Elena Garro’s Recollections of Things to Come”. Hispanic-Journal 16.1 (1995):
147-59.
• Mayor, Carlos. “Peyote, venado y maíz”. La jornada semanal 22 Feb. 1998: 10.
• Monsiváis, Carlos. “Elena Garro”. La jornada 23 Ago. 1998: 21.
• Trejo Fuentes, Ignacio. Reseña de El accidente y otros cuentos inéditos, por Elena Garro.
Siempre! 11 Dic. 1997: 65.
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