Post on 13-Jan-2022
El Cuarto Libro de Esdras Llamado también Apocalipsis de Esdras
En la Vulgata aparece como 4 Esdras,
en las versiones eslavas y rusas como 3 Esdras
y en las traducciones inglesas (King James)
como 2 Esdras (en la sección de apócrifos).
Tomado de la traducción original al
castellano, en 1569, por Casiodoro de Reina,
conocida como la Biblia del Oso.
***
El Cuarto Libro de Esdras
CAPÍTULO I
l segundo libro de Esdras, profeta,
hijo de Saraías, hijo de Azarías, hijo
de Helcías, hijo de Sadama, hijo de
Sadoc, hijo de Achitob,
2 Hijo de Achías, hijo de Phinees, hijo de
Hech, hijo de Helí, hijo de Amarías, hijo de
Aziel, hijo de Marimoth, hijo de Arua, hijo
de Ozías, hijo de Borith, hijo de Abisea, hijo
de Phinees, hijo de Eleazar,
3 Hijo de Aarón, de la tribu de Leví: el cual
Esdras fue cautivo en la provincia de Media,
del reino de Astarjerjes, rey de Persia.
4 Y fue a mí la palabra del Señor, diciendo,
5 Ve y declara a mi pueblo sus maldades: y
a sus hijos sus iniquidades que han cometido
contra mí, para que las cuenten a los hijos de
sus hijos.
6 Porque los pecados de sus padres han
crecido en ellos: que olvidados de mí,
sacrificaron a dioses ajenos.
7 ¿No los saqué yo de la tierra de Egipto, de
casa de servidumbre?, y ellos me han enojado
y han menospreciado mis consejos.
8 Y tú, sacude el cabello de tu cabeza, y
echa sobre ellos todos los males: porque no
han obedecido a mi ley: mas es pueblo sin
castigo.
9 ¿Hasta cuándo los tengo de sufrir, que les
he hecho tantos beneficios?
10 Por amor de ellos he trastornado a
muchos reyes: a Faraón con sus criados y a
todo su ejército herí.
11 Todas las Gentes destruí delante de ellos:
y en el Oriente disipé pueblos de dos
provincias, a Tiro, y a Sidón: y maté a todos
sus enemigos.
12 Tú, pues, háblales diciendo, Esto dice el
Señor,
13 Yo os pasé por la mar, y os allané las
calles desde el principio: os di por capitán a
Moisés, y Aarón por Sacerdote.
E
2
14 Os di lumbre por una columna de fuego:
e hice en vosotros grandes maravillas: y
vosotros me habéis olvidado, dice el Señor.
15 Esto dice el Señor Todopoderoso: La
codorniz os fue por señal: os di real (tiendas)
para defensa, y allí murmurasteis.
16 Y no hicisteis triunfos en mi nombre de la
destrucción de vuestros enemigos: antes aun
hasta ahora murmuráis.
17 ¿Dónde están los beneficios que os he
hecho? ¿No clamasteis a mí en el desierto,
cuando tuvisteis hambre,
18 Diciendo, Por qué nos has traído a este
desierto para matarnos? Mejor nos fuera
servir a los Egipcios, que morir en este
desierto.
19 Y yo me condolecí de vuestros gemidos: y
os di Maná por comida.
20 Pan de ángeles comisteis. Cuando tuvisteis
sed, ¿no rompí yo la peña, y corrieron aguas
a hartura? Por el calor os cubrí de hojas de
árboles.
21 Os repartí las tierras gruesas: los
Cananeos, y los Ferezeos, y los Filisteos eché
delante de vosotros: qué más os tengo que
hacer, dice el Señor.
22 Esto dice el Señor Todopoderoso: En el
desierto cuando estabais en el río del
Amorreo, sedientos y blasfemando mi
nombre,
23 ¿No os di fuego por las blasfemias?: mas
metiendo del leño en el agua hice dulce el
río.
24 ¿Qué te haré Jacob? Judá, no quisiste
obedecer. Me volveré a otras Gentes, y les
daré mi nombre, para que guarden mis leyes.
25 Pues que me habéis dejado, yo también
os dejaré. Cuando me demandareis miseri-
cordia, yo no la tendré de vosotros.
26 Cuando me llamareis, yo no os oiré:
porque habéis manchado con sangre vuestras
manos: y vuestros pies son diligentes a
cometer homicidios.
27 No que me habéis dejado a mí, más a
vosotros mismos, dice el Señor.
28 Esto dice el Señor Todopoderoso: ¿No
os he yo rogado como el padre a los hijos, y
como la madre a las hijas, y como el ama de
leche a sus chiquitos,
29 Que fueseis mi Pueblo, y yo vuestro Dios:
vosotros mis hijos y yo vuestro Padre?
30 Os recogí, como la gallina a sus pollos
debajo de sus alas, y ahora, ¿qué os tengo de
hacer? Echaros de delante de mí.
31 Cuando me trajereis ofrenda, apartaré mi
rostro de vosotros: porque vuestros días de
fiesta, y nuevas Lunas, y circuncisiones, he
desechado.
32 Yo he enviado a vosotros a mis siervos los
profetas, los cuales tomasteis y los matasteis, y
despedazasteis sus cuerpos: mas yo
demandaré su sangre, dice el Señor.
33 Esto dice el Señor Todopoderoso:
Vuestra Casa está desierta: yo os echaré como
el viento las aristas.
34 Y los hijos no harán linaje: por cuanto
despreciaron mis mandamientos, e hicieron
lo malo delante de mí.
35 Yo entregaré vuestras casas al pueblo que
viene, que aunque no me oyen, creen: a los
cuales no mostré señales y harán lo que yo
mandé.
3
36 No vieron profetas, y se han acordado de
sus iniquidades.
37 Testifico la gracia del pueblo que viene,
los niños del cual se gozan con alegría: que
no me ven con los ojos de la carne, más con
el espíritu creen lo que he dicho.
38 Y ahora, hermano, mira qué gloria, y ve al
pueblo que viene de Oriente:
39 A los cuales daré la conducta de
Abraham, de Isaac, de Jacob, de Oseas, de
Amós, de Miqueas, de Joel, de Abdías, de
Jonás,
40 De Nahun, de Abacuc, de Sofonías, de
Aggeo, de Zacarías, y de Malaquías, que
también es llamado Ángel del Señor.
CAPÍTULO II
sto dice el Señor: Yo saqué a este
pueblo de la servidumbre, a los
cuales di mandamientos por mis
siervos los profetas, a los cuales no quisieron
escuchar, antes menospreciaron mis consejos.
2 La madre que los engendró, les dice:
Hijos, andad: porque yo soy viuda, y
desamparada.
3 Os crié con alegría, y os perdí con lloro y
con tristeza: porque pecasteis contra el Señor,
Dios vuestro, y cometisteis lo que él
aborrece.
4 Más ahora, ¿qué os haré yo? Yo soy viuda
y desamparada. Andad, hijos, y pedid al
Señor misericordia.
5 Más tú, que eres el padre, yo te llamo por
testigo acerca de la madre de los hijos, que no
han querido guardar mi Concierto.
6 Que a ellos pongas en confusión, y a su
madre a facco (en despojo), para que su linaje
no vaya adelante.
7 Que sean esparcidos entre las Gentes: que
sus nombres sean raídos de sobre la tierra:
por cuanto han menospreciado mi Concierto.
8 Ay de ti, ¡oh1, Asiria, que encubres en ti a
los injustos. ¡Oh!, mala Gente, acuérdate de
lo que hice a Sodoma y a Gomorra.
9 Cuya tierra está vuelta en terrones de pez
(brea), y en montones de cenizas. En tales
tornaré a los que no me han escuchado, dice
el Señor Todopoderoso.
10 Esto dice el Señor a Esdras: Di a mi
pueblo, que yo les daré el reino de Jerusalén,
que había de dar a Israel:
11 Y que yo me glorificaré con ellos, y les
daré las moradas eternas, que les he
aparejado.
12 Ellos tendrán el árbol de la Vida por olor
de ungüento, y no trabajarán, ni se cansarán.
13 Andad y recibiréis. Rogad por vosotros,
que el tiempo que os es largo, se os abrevie,
el Reino os está ya aparejado: Velad.
14 Llama por testigos al cielo y a la tierra:
porque yo ya he quebrantado el mal, y he
creado el bien: porque yo vivo, dice el Señor.
15 Madre, abraza a tus hijos: críalos con
alegría: afirma sus pies como una columna:
porque yo te he escogido, dice el Señor.
16 Y resucitaré a los muertos de sus lugares,
y los sacaré fuera de los sepulcros: porque yo
he conocido mi nombre en Israel.
17 No temas, Madre de los hijos: porque a ti
he escogido, dice el Señor.
E
4
18 Yo te enviaré a mis siervos Isaías y
Jeremías en ayuda, por el consejo de los
cuales te he santificado: y te he aparejado
doce árboles cargados de diversos frutos,
19 Y otras tantas fuentes, que manan leche y
miel: y siete inmensos montes que tienen
rosas y lirios, en los cuales henchiré a tus
hijos de alegría.
20 Haz justicia a la viuda, juzga la causa del
huérfano, da al pobre, defiende al
desamparado, viste al desnudo.
21 Cura al quebrantado y debilitado, nos
escarnezcas del cojo, ampara al manco, guía
al ciego a ver mi luz.
22 Guarda al viejo y al mozo dentro de tus
muros.
23 Y donde hallares muertos, dales sepultura,
y yo te daré la primera silla en mi
Resurrección.
24 Pueblo mío, espera, y descansa, que tu
reposo vendrá.
25 Ama buena, cría a tus hijos, afirma sus
pies.
26 Ninguno de los siervos que te he dado, se
perderá: porque yo los requeriré de entre los
tuyos.
27 No te canses: porque cuando viniere el
día de la dificultad y de las angustias, los otros
llorarán, y estarán tristes, mas tú estarás
alegre, y tendrás abundancia.
28 Las Gentes harán envidia de ti, y ninguna
cosa podrán contra ti, dice el Señor.
29 Mis manos te cubrirán, porque tus hijos
no vean el tormento.
30 Madre, alégrate con tus hijos, porque yo
te libraré, dice el Señor.
31 Acuérdate de tus hijos, que duermen,
porque yo los sacaré de los costados de la
tierra, y haré con ellos misericordia: porque
soy Misericordioso, dice el Señor Todo-
poderoso.
32 Abraza a tus hijos hasta que yo venga, y
les haga misericordia: porque mis fuentes
revierten (rebozan), y mi gracia nunca faltará.
33 Yo, Esdras, recibí mandamiento del Señor
en el Monte Oreb, que fuese a los de Israel.
Cuando vine a ellos, ellos me echaron de sí, y
desecharon el mandamiento del Señor.
34 Por tanto, a vosotros digo, Gentes, que
oís y entendéis, Esperad a vuestro pastor, el
cual os dará eterno reposo: porque el que ha
de venir al fin del siglo, está cercano.
35 Estad apercibidos a los premios del
Reino: porque la luz eterna resplandecerá
sobre vosotros perpetuamente.
36 Huid de la sombra de este mundo:
recibid la alegría de vuestra gloria. Yo testifico
públicamente a mi Salvador.
37 Recibid el don que os está encomendado,
y alegraos dando gracias al que os ha llamado
al Reino celestial.
38 Levantaos, y estad de pie, y mirad el
número de los que están señalados en el
convite del Señor.
39 Los cuales se apartaron de la sombra del
mundo, y han recibido del Señor vestiduras
resplandecientes.
40 ¡Oh!, Sión, recibe tu número, y encierra a
tus blanqueados, que cumplieron la Ley del
Señor.
41 El número de tus hijos que tú deseabas,
es cumplido: Ruega al imperio del Señor que
5
tu Pueblo sea santificado, el cual ha sido
llamado desde el principio.
42 Yo, Esdras, vi en Monte de Sión una gran
multitud, la cual no pude contar, y todos
alababan al Señor con canciones.
43 Y en medio de ellos estaba un mancebo,
el cual pasaba en grandor a todos los otros,
que ponía coronas sobre las cabezas de cada
uno, él, más alto que los otros: y yo estaba
espantado.
44 Entonces pregunté al Ángel diciendo,
Señor, ¿quiénes son estos?
45 El cual me respondió, y dijo, Estos son
los que dejaron la vestidura mortal, y
tomaron la inmortal, y confesaron el nombre
del Señor; ahora son coronados, y reciben
palmas.
46 Y yo torné a preguntar al Ángel, ¿Quién
es aquel Mancebo que les pone las coronas, y
les da las palmas en las manos?
47 Y respondiendo me dijo, Éste es el Hijo
de Dios, al cual ellos confesaron en el
mundo. Entonces yo comencé a magnificar a
los que habían estado fuertes por el nombre
del Señor.
48 Entonces el Ángel me dijo, Ve, y anuncia
a mi pueblo cuáles y cuántas maravillas del
Señor has visto.
CAPÍTULO III
n el tercer año después de la ruina de
la Ciudad, estando yo en Babilonia
acostado en mi cama conturbado, y
subiéndome pensamientos a mi corazón,
2 De ver la asolación de Sión, y la
abundancia de los que moraban en
Babilonia, de lo cual mi espíritu era
conmovido,
3 Comencé a hablar al Altísimo con palabras
religiosas, y dije:
4 Señor, Señoreador, tú ordenaste, desde el
principio, cuando tú solo fundaste la tierra, y
mandaste al pueb (pueblo)
5 Cuando diste a Adán un cuerpo sin ánima,
el cual también era obra de tus manos; y al
inspirarle en él espíritu de vida, fue hecho
viviente delante de ti:
6 Y lo metiste en el Paraíso que tu diestra
había plantado antes que la tierra creciese.
7 Y ahí le mandaste que amase tu camino,
mas él lo traspasó; y luego enviaste la muerte
en él y en su posteridad, de donde nacieron
gentes, naciones, pueblos, y linajes sin
número.
8 Y como cada nación siguiese su voluntad, y
cometiesen maravillosas cosas delante de ti, y
menospreciasen tus mandamientos,
9 Tú hiciste venir a su tiempo el diluvio
sobre los moradores del mundo, y los
destruiste.
10 Y por el diluvio vino a cada uno de ellos
lo que a Adán por la muerte.
11 Más tú dejaste uno de estos, que fue Noé
con su familia, del cual son nacidos todos los
justos.
12 Después, como se multiplicaron los
moradores de la tierra, y el número de los
hijos y pueblos y de muchas naciones
creciese: aconteció que la impiedad de los
postreros fue mayor que la de los primeros.
E
6
13 Y aunque eran malos en tu presencia, tú
te escogiste un hombre de entre ellos llamado
Abraham.
14 Al cual tú amaste, y a él solo mostraste tu
voluntad.
15 E hiciste con él un Concierto eterno,
prometiéndole que nunca dejarías su
simiente.
16 Y le diste a Isaac, y a Isaac le diste a
Jacob, y a Esaú: y de Jacob creció gran
multitud.
17 Y aconteció que como sacaste su simiente
de Egipto, los trajiste al Monte del Sinaí:
18 Y abajaste los cielos, y afirmaste la tierra,
y conmoviste el mundo, e hiciste temblar los
abismos, y conturbaste el siglo,
19 Y pasó tu gloria por cuatro puertas de
fuego, con terremotos, vientos, y hielos, para
dar a la simiente de Jacob la Ley, y a la
generación de Israel la diligencia.
20 Más no le quitaste el corazón maligno, a
fin de que tu Ley hiciese en ellos fruto.
21 Porque Adán, que fue el primero,
teniendo corazón maligno, fue vencido y
pecó: y así mismo todos los que vienen de él.
22 Y así la enfermedad y la Ley permanecen
siempre juntas en el corazón del Pueblo con
la maldad de la raíz: y lo que era bueno se
perdió, y quedó lo malo,
23 Y pasaron tiempos, y fenecieron años, y
te levantaste un siervo llamado David,
24 Al cual mandaste que edificase una
ciudad de tu nombre, en la cual fueses
honrado con incienso y ofrendas.
25 Y siendo hecho así por muchos años, los
moradores de la Ciudad se rebelaron,
26 A la imitación de Adán y de toda su
posteridad, porque ellos también tenían
corazón maligno.
27 Y por tanto entregaste tu Ciudad en
manos de tus enemigos.
28 ¿Más los que habitan en Babilonia hacen
mejores cosas, para que por eso sean señores
de Sion?
29 Y aconteció que venido yo aquí, y vistas
las maldades sin cuento, porque he visto
muchos que pecan en estos treinta años, yo
salgo fuera de mí.
30 Porque veo que pecando ellos, tú los
sufres: y perdonas a los que hacen impiedad:
y de otra parte has destruido tu pueblo,
guardando a tus enemigos sin dárselo a
entender.
31 Yo no hallo cómo pueda pasar este
negocio. ¿Son mejores los hechos de
Babilonia que los de Sion?
32 ¿Hay otra nación que te conozca fuera de
Israel? ¿O qué tribus han creído a tus
testimonios como Jacob?
33 El salario de estos no ha parecido: ni su
trabajo ha tenido fruto. Porque yo he pasado
por entre las Gentes, y las he visto florecer sin
tener memoria de tus mandamientos.
34 Pesa pues ahora en balanza nuestras
iniquidades, y las de los que habitan el
mundo, y no se hallará que se haga mención
de tu nombre sino en Israel.
35 ¿O cuándo no pecaron delante de ti los
que habitan la tierra? ¿O qué nación ha
guardado así tus mandamientos?
36 Estos cierto hallarás nombrados haber
guardado tus mandamientos, y no las Gentes.
7
CAPÍTULO IV
ntonces el Ángel que me fue enviado,
el cual tenía por nombre Uriel, me
respondió, y dijo:
2 Tu corazón excede demasiado en este
siglo, en pensar de poder comprender los
hechos del Altísimo.
3 Entonces dije, Es así, Señor. Y él me
respondió, y dijo, Yo soy enviado para
mostrarte tres a cosas, y proponerte, tres
comparaciones:
4 De las cuales si tú me supieses declarar la
una, yo también te mostraré el camino que
deseas ver: y te enseñaré de dónde viene el
corazón maligno.
5 Y yo dije, Di, Señor. Él entonces me dijo,
Ve, pésame el peso del fuego. O, mídeme el
soplo del viento. O, tórname atrás el día
pasado.
6 Y respondí, y dije, ¿Qué hombre entre los
nacidos podrá hacer lo que me pides de estas
cosas?
7 Y él me dijo, Si yo te preguntase diciendo,
¿Cuántos retretes hay en lo profundo de la
mar? ¿O, cuántos manaderos en el principio
del abismo? ¿O, cuántos manaderos hay en
el extendimiento del cielo? ¿O, cuáles son los
términos del Paraíso?
8 Por ventura me dirías, Yo nunca descendí
a los abismos, ni al infierno tampoco, ni
nunca subí al cielo.
9 Más ahora yo no te he preguntado sino del
fuego, del viento, y del día por el cual tú has
pasado, y de los cuales tú no te puedes
apartar: y con todo ello no me has
respondido.
10 Atiende de esto, me dijo, Tú no puedes
conocer las cosas que son tuyas, y que crecen
contigo:
11 ¿Cómo pues podrá tu vaso comprender
los caminos del Altísimo? ¿O, corrompido ya
el mundo de por fuera, conocer la
corrupción que a mi vista es evidente?
12 Entonces yo le dije, Mejor nos fuera no
ser, que ser para vivir en impiedad, y padecer
sin saber por qué.
13 A lo cual él me respondió, y dijo:
Caminando yo, llegué a un bosque de árboles
del campo.
14 Los cuales estaban en consejo, y decían:
Venid, y vamos a hacer guerra a la mar para
que nos dé lugar, y hagamos otros bosques
para nosotros.
15 Así mismo las ondas de la mar tuvieron
su consejo diciendo, Venid, y vamos a hacer
guerra a los bosques del campo para que
ocupemos allá otra región para nosotras.
16 Mas el consejo del bosque fue vano;
porque vino el fuego, que lo consumió.
17 Así mismo el consejo de las ondas de la
mar: porque la arena se allegó y las detuvo.
18 Ahora pues, si tú hubieses de ser el juez
de estos, ¿a cuál comenzarías a justificar, o a
condenar?
19 Y yo respondí, y dije: Ciertamente ambos
pensaron locamente, porque la tierra está
señalada para el bosque, y a la mar lugar en
que detenga sus ondas.
20 Entonces él me respondió, y dijo, Bien
has juzgado. Más, ¿por qué no juzgas así de ti
mismo?
21 Porque como la tierra está señalada para
el bosque, y la mar para sus ondas, así los que
E
8
habitan la tierra, solamente pueden entender
las cosas de la tierra: y los que moran en el
cielo, las cosas que son sobre la altura del
cielo.
22 Y yo repliqué, y dije, Señor, te ruego que
me sea dado juicio para entender:
23 Porque no he querido preguntar de tus
cosas de arriba, más de las que pasan entre
nosotros cada día. ¿Qué es la causa porque
Israel es dado en oprobrio a las Gentes? ¿Por
qué el Pueblo que tú has amado es entregado
a las naciones impías? ¿Por qué es abrogada
la Ley de nuestros padres, y las ordenanzas
escritas se han perdido?
24 ¿Por qué somos nosotros echados de una
parte a otra por el mundo a manera de
langostas: y nuestra vida no es otra cosa que
miedo y espanto, y no somos oídos por
dignos de alcanzar misericordia?
25 Más, ¿qué hará él a su Nombre del cual
somos llamados? De estas cosas he
preguntado.
26 Entonces él me respondió, y dijo: Cuanto
más escudriñareis, tanto más te maravillarás:
porque el siglo se da gran prisa a pasar:
27 Y no puede comprender las cosas que
están prometidas a los justos para el tiempo
por venir: por cuanto este siglo es lleno de
injusticia y de enfermedades:
28 Más, por declararte las cosas que
preguntas, El mal es sembrado, mas aun no
ha venido su fin.
29 Pues si lo que está sembrado, no fuese
trastornado; y el lugar donde el mal fue
sembrado, no fuese destruido, el bien no
vendrá cuando fuese sembrado.
30 Por cuanto el grano del mal fue echado
en el corazón de Adán desde el principio: ¿y
cuánta impiedad ha engendrado hasta ahora,
y engendrará hasta que venga la segada?
31 Estima pues en ti mismo cuánto fruto de
impiedad ha llevado aquel grano de la mala
simiente.
32 Y cuán grande siega será menester que se
apareje, cuando las espigas, que son sin
número serán cortadas.
33 Y yo respondí, y dije, ¿Cómo y cuándo
serán estas cosas? ¿Por qué son nuestros
años pocos, y desventurados?
34 Y él me respondió, y dijo: No te apresures
tú más que el Altísimo: porque por demás
trabajarás de ser sobre él, por más que te
esfuerces.
35 Las ánimas de los justos desde sus
retraimientos no han preguntado acerca de
estas cosas, diciendo: ¿Hasta cuándo esperaré
así, y cuándo ha de venir el fruto de la siega
de nuestro premio?
36. Y el Arcángel Jeremiel respondió a esto,
y dijo: Cuando fuere cumplido en vosotros el
número de las simientes: porque él ha pesado
el siglo en balanza.
37 La medida de los tiempos está medida:
los siglos están contados: y no serán
meneados ni mudados hasta que la medida
sea acabada.
38 Entonces yo respondí, y dije: Señor,
Señoreador, nosotros estamos tan llenos de
impiedad:
39 Que por ventura por causa nuestra no es
llena la mies de de los justos, por los pecados
de los que habitan la tierra;
40 Y él me respondió, y dijo: Ve y pregunta
a la mujer preñada, ¿Si cuando fueren
9
cumplidos sus nueve meses, su matriz podrá
detener aun su parto en sí misma?
41 Y yo respondí, Señor, no puede. Y él me
dijo: En los infiernos los lugares donde las
ánimas son guardadas, son como la matriz.
42 Porque así como la mujer preñada se da
prisa a salir de la necesidad del parir, así
aquellos lugares se dan prisa a devolver lo
que les es dado en guarda.
43 Te será mostrado desde el principio lo
que deseas saber.
44 Y yo respondí y dije: Si he hallado gracia
delante de tus ojos, y si es posible, y si yo soy
idóneo para ello, declárame,
45 Si el tiempo que está por venir es más
largo que el pasado; o, si las cosas pasadas
son más que las por venir.
46 Bien sé yo lo que ha pasado; mas no sé lo
que está por venir.
47 Y él me dijo; Párate a la mano derecha, y
yo te interpretaré la figura.
48 Y yo me paré, y miré; y he aquí un horno
encendido que pasaba por delante de mí; y
aconteció que como la llama fue pasada,
miré, y he aquí que el humo sobrepujaba.
49 Tras estas cosas pasó por delante de mí
una nube llena de agua, la cual envió mucha
agua con gran ímpetu: y cuando el ímpetu de
la lluvia fue pasado, vinieron tras ella unas
gotas.
50 Entonces él me dijo, Piensa contigo
mismo; que como la lluvia es más grande que
las gotas; y el fuego, que el humo, así la
medida pasada es más grande. Mas las gotas y
el humo eran en gran cantidad.
51 Y yo le pregunté, y dije; ¿Te parece que
yo viviré hasta ese tiempo?
52 Y él me respondió, y dijo; Las señales de
las cosas que me demandas en parte te las
puedo decir; más de tu vida, yo no soy
enviado a decirte, ni aun lo sé.
CAPÍTULO V
as cuanto a las señales, he aquí
que vendrán días, que los que
morarán en la tierra serán
tomados de la gran abundancia; y el camino
de la Verdad se esconderá, y el mundo será
estéril de fe.
2 Y la injusticia será multiplicada más de lo
que ahora ves, ni has oído en el tiempo
pasado.
3 Y acontecerá, que en poniendo el pie, la
región que ahora ves reinar, será vuelta en
desierto.
4 Y si el Altísimo te diese vida, verás que tras
la tercera trompeta súbitamente el Sol
resplandecerá de noche: y la Luna tres veces
al día.
5 Del árbol goteará sangre, y la piedra dará
su voz; y los pueblos se alborotarán.
6 Reinará el que los moradores de la tierra
no esperaban: y las aves mudarán lugar.
7 La mar de Sodoma echará fuera los peces,
y de noche dará un sonido no entendido de
muchos, aunque todos oirán la voz.
8 La tierra se abrirá en muchas partes; y el
fuego centelleará muchas veces; las bestias
salvajes se pasarán de unos lugares a otros, y
las mujeres menstruosas (menstruales)
parirán monstruos.
M
10
9 Las aguas saladas serán halladas en las
dulces, y todos los amigos pelearán los unos
contra los otros. Entonces el sentido se
esconderá, y el entendimiento se retraerá en
su retraimiento.
10 Será buscado de muchos, mas no será
hallado, y la injusticia e incontinencia será
multiplicada sobre la tierra.
11 La una región preguntará a la más cercana,
y dirá: ¿La justicia que justifica ha pasado por
ti?, y ella dirá, No.
12 Y acontecerá en aquel tiempo, que los
hombres esperarán, mas nada conseguirán:
trabajarán, mas no saldrán con lo que
pretendieron.
13 Me ha sido permitido de decirte estas
predicciones: y si todavía orases y llorases,
como lo has hecho ahora, y ayunases siete
días, oirás aun mayores cosas que éstas.
14 Entonces desperté, y mi cuerpo tuvo
grande horror: y mi ánima desmayaba, y
desfallecía.
15 Mas el Ángel que hablaba conmigo,
llegándose a mí me sustentó, y me confirmó,
y me enderezó sobre mis pies.
16 A la siguiente noche aconteció que
Salathiel Gobernador del Pueblo vino a mí, y
me dijo: ¿Dónde has estado, y por qué tienes
rostro triste?
17 ¿No sabes tú que Israel te es dado a cargo
en la región de su transmigración?
18 Levántate pues, y come pan, y no nos
dejes, como el pastor sus ovejas, entre las
manos de los lobos malignos.
19 Y yo le respondí, Vete de mí, y no te
acerques a mí. Él oyendo esto se apartó de
mí.
20 Y yo ayuné siete días lamentando y
llorando, como me había mandado el Ángel
Uriel.
21 Los cuales siete días pasados, aconteció
que los pensamientos de mi corazón me
tornaron a fatigar mucho:
22 Y mi espíritu tornó a tomar gana de
disputar; y torné otra vez a hablar delante del
Altísimo, y a decir:
23 Señor, Señoreador, De todos los bosques
de la tierra y de todos sus árboles tú has
escogido para ti una sola viña:
24 Y de toda la tierra del mundo has
escogido para ti una sola trinchera: y de todas
las flores del mundo has escogido para ti un
solo lirio:
25 Y de todos los abismos de la mar has
henchido para ti un solo arroyo: y de todas
las ciudades edificadas tú has santificado para
ti a Sion,
26 Y de todas las aves creadas has nombrado
para ti una sola paloma: y de todos los
rebaños formados has escogido para ti una
sola oveja:
27 Y de todos los pueblos crecidos has
adquirido para ti un solo pueblo y has dado
Ley aprobada de todos a este Pueblo que
tanto amaste.
28 Y ahora Señor, ¿por qué has entregado
este Pueblo, uno a muchos? ¿Has puesto
muchas raíces sobre una: y has sembrado tu
único entre muchos?
29 Lo han hollado los que contradicen a tus
promesas, y los que no creen a tus
testimonios.
30 Que si tanto aborrecías a tu Pueblo, con
tus manos había de ser castigado.
11
31 Y aconteció que en diciendo yo estas
palabras, el Ángel que vino a mí la noche
pasada, me fue enviado.
32 El cual me dijo, Óyeme para que yo te
instruya. Estame atento para que yo te enseñe
largamente.
33 Y yo le respondí, Habla, Señor. Entonces
él me dijo: Tú estás en gran manera
conturbado a causa de Israel. ¿Lo amas tú
más que el mismo que lo hizo?
34 Y yo le respondí: No, Señor: mas hablo
con el dolor: que mis entrañas me
atormentan a todas horas, trabajando de
comprender el consejo del Altísimo, y de
sacar del rastro alguna parte de su juicio.
35 Y él me dijo: No podrás. Y yo le
respondí: ¿Por qué, Señor? ¿Para qué soy
nacido? ¿O por qué el vientre de mi madre
no me fue el sepulcro?, para no ver el trabajo
de Jacob, y la fatiga del linaje de Israel.
36 Entonces él me dijo: Cuéntame ahora las
cosas que aún no son venidas: o cógeme las
gotas derramadas: reverdéceme las flores
secas.
37 Ábreme los retraimientos cerrados, y saca
los vientos que están encerrados en ellos.
Muéstrame el retrato del sonido: y entonces
yo te enseñaré lo que pides, y trabajas de
saber.
38 Y yo dije: Señor, Señoreador, ¿quién
puede saber estas cosas, sino aquél que no
tiene su habitación entre los hombres?
39 Más yo que soy ignorante, ¿cómo podré
hablar de las cosas que me has demandado?
40 Entonces él me dijo, Así como tú no
puedes hacer alguna de las cosas dichas, así
tampoco podrás hallar mi juicio, ni la
postrera merced que yo he prometido al
Pueblo.
41 Y yo le repliqué: A ti, Señor, están
presentes las postreras cosas: ¿mas qué será
de los que han sido antes de mí, o de
nosotros, o de los que vendrán después de
nosotros?
42 Y él me dijo: Mi juicio puede ser
comparado a un círculo: como las partes de
atrás no van despacio, así las de delante no
van de prisa.
43 Entonces yo respondí y dije: ¿No pudieras
tú crear juntos a los que han sido, los que
son, y los que han de ser, para que mostraras
más presto tu juicio?
44 Y él respondiéndome dijo: La criatura no
puede ir delante del Creador; ni el mundo
pudiera tener juntos a todos los que en él
habían de ser creados.
45 Y yo dije, Como has enseñado a tu siervo,
que tú, que eres alimentador de todas las
cosas, diste vida a toda obra que tú hiciste, y
la has sustentado, así pudiera también ahora
el mundo tenerlos a todos presentes.
46 Entonces él me dijo; Pregunta a la matriz
de la mujer, y dile; ¿Para qué has menester
espacio de tiempo antes de parir? O, pídele
que dé diez juntos.
47 Y yo respondí, Cierto, no podrá sino por
espacio de tiempo.
48 Él entonces me dijo; Yo también repartí
así por razones la matriz de la tierra, cuando
se echaron las simientes.
49 Porque así como el niño no pare las cosas
que son de los viejos, así yo ordené el tiempo
que creé.
12
50 Y yo le torné a preguntar diciendo; Pues
que ya me has mostrado el camino, yo
proseguiré a hablar delante de ti, Nuestra
madre, la cual tú me has dicho que aun es
moza, ¿acercase ya de la vejez?
51 Y él me respondió, y dijo; Pregunta a la
que pare; y ella te responderá.
52 Tú le dirás; ¿Por qué los que ahora has
parido no son semejantes a los que nacieron
de ti antes, más son de más pequeña
estatura?
53 Y ella te responderá; Los unos nacieron
en la fuerza de la mocedad, y otros cerca del
tiempo de la vejez, cuando ya la matriz
desfallecía.
54 Considera pues también tú, que vosotros
sois de menor estatura, que los que fueron
antes de vosotros.
55 Y que los que serán después de vosotros
serán de menor estatura que vosotros
envejeciéndose ya las criaturas, y pasándose
el vigor de la mocedad.
56 Entonces yo dije, Señor, te ruego que, si
he hallado gracia delante de ti, muestres a tu
siervo, ¿Por quién visitas tu obra?
CAPÍTULO VI
Él me dijo; Desde el principio del
mundo terreno, y antes que los
términos del mundo fuesen puestos,
antes que los concursos de los vientos
soplasen,
2 Antes que resonasen los sonidos de los
truenos; antes que el resplandor de los
relámpagos resplandeciese, antes que los
cimientos del Paraíso fuesen afirmados,
3 Antes que las hermosas flores apareciesen,
antes que las virtudes de los movimientos
fuesen afirmadas, antes que los innumerables
ejércitos de los Ángeles fuesen ajuntados;
4 Antes que las alturas del aire fuesen
alzadas, antes que las medidas de los cielos
fuesen nombradas, Antes que las chimeneas
fuesen calentadas en Sion,
5 Antes que los años presentes fuesen
hallados, y antes que las invenciones de los
que ahora pecan, se extrañasen, y los que
hicieron tesoros de fe, fuesen marcados,
6 Ya yo había pensado estas cosas, y por mi
solo fueron hechas, y no por otro: y el fin de
ellas será por mí, y no por otro.
7 Entonces yo respondí, y dije; ¿Cuál será la
división de los tiempos: o, cuándo será el fin
del primero, y el principio del siguiente?
8 Y él me dijo, Desde Abraham hasta Isaac:
cuando nacieron de él Jacob y Esaú, la mano
Jacob tenía desde el principio, el calcañar de
Esaú.
9 Porque Esaú es el fin de aquel siglo, y
Jacob el principio del que se sigue:
10 Mano de hombre entre el calcañar y la
mano, y Esdras, no repreguntes otra cosa.
11 Más yo respondí, y dije, Señor,
Señoreador, si he hallado gracia delante de ti,
12 Te ruego que acabes de mostrar a tu
siervo tus predicciones, parte de las cuales me
enseñaste la noche pasada.
13 Y él me respondió, y dijo: Levántate
sobre tus pies, y oye una voz de muy gran
sonido.
14 Se te ha de dar una figura de un
terremoto, mas el lugar donde tú estarás no
se moverá.
Y
13
15 Por tanto no te espantes cuando él
hablará: porque la palabra es del fin: y la
inteligencia, del fundamento de la tierra.
16 Por lo cual mientras se habla de ellos,
tiembla y se conmueve, porque él sabe que el
fin ha de ser trocado.
17 Oyendo esto, yo me levanté sobre mis
pies para oír: y he aquí una voz que hablaba y
el sonido de ella era como de grandes aguas.
18 La cual decía: He aquí que vienen
tiempos: y será, cuando yo me comenzaré a
acercar para visitar los moradores de la tierra;
19 Y cuando comenzaren a hacer
información de los que con su injusticia
agraviaron injustamente: y cuando la aflicción
de Sion será acabada:
20 Y cuando será sellado el siglo que va a
perdición: yo haré estas señales: Los libros
serán abiertos en la presencia del cielo: y
todos juntamente verán,
21 Los niños de un año hablarán con sus
voces; y las mujeres preñadas parirán las
criaturas de tres o cuatro meses, y vivirán
resucitados.
22 Entonces los lugares sembrados
aparecerán súbitamente no sembrados: y los
graneros llenos, súbitamente serán hallados
vacíos.
23 Y la trompeta sonará: y todos los que la
oyesen súbitamente serán espantados.
24 Y acontecerá en aquel tiempo, que los
amigos harán guerra a los amigos como a
enemigos: y la tierra se espantará con ellos.
Las venas de las fuentes estancarán y cesarán
de correr por espacio de tres horas.
25 Mas todos los que escaparen de todas
estas cosas que yo te he predicho, serán
salvos, y verán mi salud, y el fin de vuestro
siglo.
26 Lo han de ver los hombres que han sido
recibidos: y que no han gustado la muerte
después de su nacimiento. Entonces el
corazón de los que habitan la tierra será
mudado, y tornado en otro sentimiento.
27 Porque el mal será destruido, y el engaño
será apagado:
28 Y la fe florecerá, y la corrupción será
vencida: y la Verdad saldrá a luz, la cual tanto
tiempo ha estado fin fruto.
29 Y estando hablando conmigo, he aquí
que yo poquito a poquito miraba hacia aquél
delante del cual yo estaba,
30 El cual me dijo estas cosas: Yo he venido
para mostrarte el tiempo de la noche que
viene.
31 Por tanto si tú tornases a orar, y ayunases
otros siete días, Yo te haré saber mayores
cosas que las que de día he oído.
32 Porque tu voz ha sido oída del Altísimo;
porque el Fuerte ha visto tu rectitud, y ha
mirado la limpieza que has guardado desde
tu mocedad.
33 Por lo cual me ha enviado para mostrarte
todas estas cosas y declarártelas. Ten pues
confianza, y no temas.
34 Y no te apresures en la vana consideración
de los primeros tiempos, porque apresurán-
dote no te alejes de los tiempos que se
siguen.
35 Después de esto yo comencé a llorar de
nuevo, y así mismo ayuné siete días por
acabar las tres semanas que me habían sido
señaladas.
14
36 Y a la octava noche mi corazón se tornó a
turbar en mí, y comencé a hablar delante del
Altísimo.
37 Porque mi espíritu se inflamaba en gran
manera, y mi ánima se angustiaba: y dije:
38 Señor, Tú hablaste claramente en la
primera creación en el Primer día, cuando
mandaste, Sea hecho el cielo y la tierra: y la
obra se siguió a tu palabra.
39 Mas entonces estaba el viento y las
tinieblas extendidas alrededor con silencio, ni
el sonido de la voz del hombre, era aun
creado por ti.
40 Entonces tú mandaste que saliese de tus
tesoros la luz resplandeciente, que alumbrase
tu obra.
41 En el Segundo día creaste el viento del
cielo, y le mandaste que poniéndose en
medio, hiciese división y apartamiento entre
las aguas, y que la una parte se fuese arriba, y
la otra se quedase abajo.
42 En el Tercer día mandaste a las aguas que
se juntasen en la séptima parte de la tierra, y
secaste las seis partes reservándolas para que
algunas de ellas te sirviesen plantadas y
cultivadas divinamente.
43 Porque en el instante que tu palabra era
pronunciada, la obra era hecha.
44 Por lo cual luego fueron producidos frutos
en abundancia, y muchas maneras de sabores
apetecibles, y flores de colores inimitables, y
olores de admirable olor, todas las cuales
cosas fueron creadas en el día Tercero.
45 En el Cuarto día creaste con tu
mandamiento la lumbre del Sol, y de la
Luna, y los órdenes de las estrellas.
46 Y les mandaste que sirviesen al hombre
que había de ser hecho.
47 En el Quinto día dijiste a la séptima parte
en la cual el agua estaba ajuntada, que criase
animales, aves, y peces:
48 Lo cual fue hecho así. Que el agua muda
y sin ánima engendró los animales que Dios
le mandó por señas: para que de esto las
naciones tuviesen que contar tus maravillas.
49 Entonces tú conservaste dos animales; al
uno llamaste Enoch, y al otro Leviatán.
50 Y los apartaste el uno del otro: porque la
Séptima parte donde el agua estaba ajuntada,
no los podía tener a ambos.
51 Y a Enoch diste la una de las partes que
habían sido secas en el día Tercero, para que
habitase en ella, en la cual hay mil montes.
52 Más a Leviatán diste la séptima parte
húmeda, preparándolo para que trague los
que tú quisieses, y cuando tú quisieses.
53 Finalmente en el Sexto día mandaste a la
tierra que criase delante de ti bestias mansas y
fieras, y serpientes:
54 Y sobre todo esto a Adán, al cual hiciste
Capitán sobre todas las obras que habías
hecho: y de él somos venidos todos, y
también el Pueblo, que tú escogiste.
55 Yo, Señor, he dicho delante de ti todas
estas cosas, porque por causa nuestra has
creado el mundo;
56 Declarando que todas las otras gentes
nacidas de Adán tenías en nada, y que eran
como la saliva: y que estimabas sus riquezas
como las gotas que están colgadas del vaso.
57 Y ahora, Señor, he aquí que estas Gentes,
que en nada son tenidas, han comentado a
enseñorearse sobre nosotros, y a tragarnos.
15
58 Y nosotros, que somos tu Pueblo, a quien
tú has llamado, tu Primogénito, y Unigénito,
e Imitador, somos entregados en sus manos.
59 Pues si el mundo es creado por causa
nuestra, ¿por qué no lo poseemos nosotros
por heredad? ¿O hasta cuándo hemos de
padecer tales cosas?
CAPÍTULO VII
cuando hube acabado de decir esto,
aconteció que el Ángel que me había
sido enviado las noches pasadas, me
fue enviado; y me dijo,
2 Levántate Esdras, y oye las palabras que
soy venido a decirte.
3 Y yo dije, Habla mi Dios. Entonces él me
dijo, La mar fue puesta en lugar ancho para
que fuese honda, y larga.
4 Más demos caso que su entrada es en un
lugar estrecho y semejante a las de los ríos.
5 ¿Quién habría que quisiese entrar en la
mar, ó por verla, o por señorearla, que para
venir a su anchura no pasase por la
estrechura?
6 Igual, otra semejanza. Hay una ciudad
edificada, y asentada en un lugar llano, la cual
está llena de todos los bienes:
7 Mas su entrada es estrecha, y puesta en un
despeñadero: y a la mano derecha hay fuego,
y a la siniestra una profunda agua.
8 Y no hay más que una senda entre el fuego
y el agua de no más de un pie de un hombre.
9 Si esta ciudad fuese dada por herencia a un
hombre, ¿cómo podría éste tomar su
herencia, si primero no pasase por el peligro
que está delante?
10 Y yo le dije: Es así, Señor. Entonces él
me dijo: De esta manera es la suerte de
Israel.
11 Porque yo creé el mundo por amor de
ellos: y cuando Adán quebrantó mis
constituciones, entonces aconteció un caso
como éste.
12 Que las entradas de este siglo se volvieron
estrechas, tristes y trabajosas: pocas, y malas,
y llenas de peligros, y de grades trabajos.
13 Porque las entradas del siglo primero eran
anchas y seguras, y llevaban fruto de
inmortalidad.
14 Así que si los vivientes no trabajan de
entrar por estas cosas vanas y angostas, no
podrán recibir las cosas que están guardadas.
15 Ahora pues, ¿por qué te turbas tú, pues
eres caduco? ¿Y por qué te desasosiegas
siendo mortal?
16 ¿Por qué no tomas de corazón lo que está
por venir, más que lo presente?
17 Respondí, y dije, Señor, Señoreador, he
aquí que tú has ordenado por tu Ley, que los
justos tengan estos bienes por herencia, y que
los malos perezcan:
18 ¿Por qué han de padecer los justos estas
estrechuras esperando las anchuras? Porque
los que han vivido impíamente también han
padecido las estrechuras, más no verán las
anchuras.
19 Entonces él me respondió. No hay juez
más justo que Dios: y nadie es más sabio que
el Altísimo.
Y
16
20 Porque muchos perecen en esta vida, por
cuanto dejaron la Ley de Dios que está
puesta.
21 Porque Dios ha avisado con diligencia a
los que vienen, todas las veces que vinieron,
de lo que habían de hacer para vivir: y de lo
que habían de guardar, para no ser
castigados.
22 Más ellos no recibieron el aviso, antes lo
han contradicho, y se imaginaron con
posturas vanas:
23 Y se han propuesto a sí mismos engaños
de pecados. Han negado la divinidad del
Altísimo, y no han conocido sus caminos.
24 Han menospreciado su Ley, y han
refutado sus promesas: han violado
pérfidamente sus derechos, y no han puesto
en ejecución sus obras.
25 Por tanto, Esdras, las cosas vacías, para
los vacíos: y las llenas, para los llenos
26 He aquí que vendrá tiempo, y será,
cuando las señales, que yo te he predicho,
serán hechas. La Esposa aparecerá: y
apareciendo será vista la que ahora está
debajo de la tierra.
27 Y cualquiera que de estos males escapare,
verá mis maravillas.
28 Porque mi Hijo Jesús aparecerá con los
que son con él, y los que hubiesen quedado
celebrarán alegrías, por cuatrocientos años.
29 Y acontecerá que después de estos años
mi Hijo Cristo morirá, y todos los hombres
que respiran.
30 Y el mundo será tornado al silencio
antiguo por siete días, como en los primeros
juicios, hasta que no quede ninguno.
31 Mas acontecerá, que después de los siete
días el siglo, que aun está dormido, se
despierte, y muera lo corrompido.
32 Entonces la tierra restituirá las cosas que
en ella duermen; y el polvo las cosas que en
él están guardadas en silencio: y los cilleros
(encargados) restituirán las ánimas que les
fueron dadas a guardar.
33 El Altísimo entonces aparecerá sentado
en silla de juicio: y las miserias pasarán, y será
puesto fin a la paciencia.
34 Mas la justicia sola quedará, la Verdad
será establecida, y la fe será confirmada.
35 La obra de la fe seguirá, el premio
aparecerá, las buenas obras serán en su
fuerza, y las maldades dejarán de
enseñorearse.
36 Entonces yo dije: Abraham oró primero
por los de Sodoma: después Moisés, por los
padres que pecaron en el desierto:
37 Y los que vinieron después de él, por
Israel en el tiempo de Acaz y de Samuel:
38 David, por la mortandad: y Salomón, por
los que viniesen al Santuario:
39 Elías, por los que recibieron la lluvia; y
por el muerto, que resucitaste.
40 Ezequías, por el Pueblo en tiempo de
Senaquerib: y así otros muchos, por otros
muchos.
41 Pues si ahora, que los vicios han crecido,
y la injusticia abunda, algunos justos orasen
por los impíos, ¿por qué no se seguirá el
mismo efecto?
42 Más él me respondió, y dijo: La vida
presente no es el cabo (fin): muchas veces la
honra dura en ella: por tanto hay oración por
los flacos.
17
43 Mas el día del juicio será el cabo de este
siglo, y el principio de la inmortalidad,
vendrá: cuando la corrupción toda cesará:
44 La intemperancia será deshecha: la
incredulidad cortada; mas la justicia será
aumentada, y la Verdad venida.
45 Porque entonces nadie podrá salvar al
que fuere perdido, ni echar abajo al que
hubiere vencido.
46 Entonces yo respondí, y dije, Ésta es mi
primera y mi postrera palabra; que mejor
fuera no haber dado la tierra a Adán; o que
ya que se le dio, haberlo tenido, para que no
pecase.
47 Porque, ¿de qué sirve que los hombres
que vivan esta vida presente en tristeza, y
después de muertos temer el castigo?
48 ¡Oh!, Adán, ¿y qué has hecho? Porque
en lo que tú pecaste, no has caído tú solo mas
la caída viene hasta nosotros, que
descendimos de ti.
49 Porque, ¿qué nos aprovecha, que nos sea
prometida inmortalidad, si nosotros hacemos
obras, que también nos acarree la muerte?
50 Y que nos sea prometida esperanza
Eterna, ¿si nosotros estamos ligados a
vanidad pésima?
51 ¿De qué nos sirve, que tengamos moradas
de salud y de seguridad, si nosotros hemos
mal vivido?
52 Y que la gloria del Altísimo esté guardada
para defender a los que han vivido en
paciencia, si nosotros hemos tenido el mal
camino.
53 ¿De qué nos sirve que fe haya de
manifestar un paraíso eterno, cuyo fruto
permanezca incorruptible, en el cual haya
seguridad y salud, si nosotros no hemos de
entrar allá?
54 Porque nosotros hemos vivido en lugares
ingratos.
55 ¿De qué nos aprovecha, que la faz de los
que hubiesen vivido en abstinencia,
resplandecerán más que las estrellas, si las
nuestras son más negras que las tinieblas?
56 Porque mientras que vivíamos, cuando
hacíamos lo malo, nunca pensábamos que
después de muertos habíamos de padecer.
57 A lo cual él respondió, y dijo; Ésta es la
condición de la pelea en que el hombre que
naciese en la tierra, ha de pelear;
58 Que si fuese vencido, padezca lo que tú
has dicho; y si venciese, reciba lo que yo he
dicho.
59 Porque ésta es la vida, de la cual habló
Moisés al Pueblo, cuando vivía; diciendo,
Escoge para ti la vida, porque vivas.
60 Mas ellos no creyeron a él, ni tampoco a
los profetas después de él, ni menos a mí,
que les he dicho,
61 Que no es tanta la tristeza para su
perdición, cuanta es la alegría, que ha de
venir sobre aquellos, a quien la Salud fuere
persuadida.
62 Entonces yo respondí, y dije; Señor, yo
sé, que el Altísimo es llamado
Misericordioso, por cuanto él hace
misericordia a los que aun no han llegado a
este siglo;
63 Y que él tiene piedad de los que viven
según su Ley.
64 Así mismo, que es Longánimo; porque
espera luengamente a los que han pecado,
como a hechuras suyas.
18
65 Y que es Liberal, porque él nos quiere
dar todo lo que hemos menester.
66 Y que es de gran clemencia, porque con
su mucha clemencia pasa a los que ahora
son, y a los pasados, y a los que están por
venir.
67 Porque al no ser él liberal de sus
misericordias, el mundo no viviera, ni los
que lo poseen.
68 Y que él es Perdonador, porque si con su
bondad él no diese que fuesen soportados los
que hacen maldad, de diez mil no quedaría
69 Y siendo juez, Si no perdonase a los que
sanan por su palabra, y quitase la multitud de
los pecados,
70 Por ventura no quedarían sino bien pocos
de una multitud tan innumerable.
CAPÍTULO VIII
ntonces él me respondió, y dijo; El
Altísimo hizo este siglo para muchos;
y el venidero para pocos.
2 Y yo te pondré una comparación ¡oh!
Esdras. Como si tú preguntases a la tierra,
ella te diría, que ella lleva mucha tierra para
hacer ollas, mas para hacer oro, ella no da
sino un poco de polvo; así va el negocio de
este siglo.
3 Muchos son creados, mas pocos se
salvarán.
4 A esto yo respondí, y dije; Ahora pues
ánima mía sírvete el sentido, y trágate la
sabiduría.
5 Porque tú has concertado de obedecer, y
tú quieres profetizar, y no te es dado más
espacio, que solamente el de la vida.
6 Si tú, Señor, no permites a tu siervo que te
oremos, que des simiente en nuestro
corazón, y cultives nuestro sentido, de donde
salga fruto de que pueda vivir todo hombre
corrupto, ¿quién intercederá por el hombre?
7 Porque tú eres solo, y nosotros somos la
única obra de tus manos, como tú has dicho.
8 Porque desde que el cuerpo es formado en
el vientre, y que le has dado los miembros, tu
criatura es conservada por fuego y por agua, y
la obra que tú has hecho sufre por nueve
meses en sí, tu obra creada en ella.
9 Y lo que guarda y lo que es guardado lo
uno y lo otro son conservados: y cuando es
venido el tiempo, la matriz conservada
restituye lo que en ella ha crecido.
10 Porque tú has ordenado, que de los
mismos miembros, es a saber, de las tetas, sea
dada leche a la criatura determinada para las
tetas.
11 Para que lo que ha sido formado sea
alimentado por algún tiempo, hasta que tú lo
determines a tu benignidad.
12 Tú lo alimentas de tu justicia, y lo metes
en tu Ley, y lo corriges con tu juicio.
13 Tú lo matas como a criatura tuya, y le das
vida como a hechura tuya.
14 Pues si tú hechas a mal lo que fue
formado con tantos trabajos, cosa fácil será
de ordenar por tu mandamiento que también
sea conservado, lo que fue hecho.
15 Ahora pues, Señor, yo hablaré. De la
universidad de los hombres, esto, sea como
E
19
mandares. Mas de tu Pueblo, por el cual yo
tengo dolor,
16 Y de tu heredad, por la cual yo lloro; de
Israel, por el cual yo me entristezco: de
Jacob, por el cual me aflijo:
17 De estos haré mi oración delante de ti,
por mí, y por ellos: porque yo veo las faltas
de los que habitamos en la tierra.
18 Más también he oído la prisa del juez que
viene.
19 Por tanto oye mi voz, y entiende mi
razón, que yo propondré delante de ti. El
principio de las palabras de Esdras antes que
fuese tomado.
20 Y yo dije: ¡Oh!, Señor, que vives
eternamente, que miras desde arriba lo que
está en el cielo, y en el aire,
21 Cuyo trono es inestimable, y la gloria
incomprensible: delante del cual está
presente el ayuntamiento de los Ángeles con
temor:
22 La guarda de los cuales se vuelve con
viento y fuego: Cuya palabra es verdadera,
cuyos dichos, seguros. Cuyo mandamiento es
fuerte, y su gobierno terrible.
23 Cuya vista seca los abismos, y su enojo
abate los montes, como la misma obra lo
testifica:
24 Oye la oración de tu siervo, y admite en
tus oídos la súplica de tu criatura.
25 Porque entre tanto que viviese, hablaré: y
mientras tuviese sentido daré mi voz.
26 No mires a los pecados de tu Pueblo, más
que a los que te sirven con verdad.
27 No mires al malvado corazón de los
hombres, más que a los que en sus aflicciones
han guardado tus testimonios.
28 No pienses a los que han sido traidores
en tu presencia, mas antes acuérdate de los
que han reverenciado tu voluntad.
29 Y no quieras echar a mal los que se han
gobernado como los animales brutos: mas
mira a los que animosamente han enseñado
tu Ley.
30 No te airees contra los que se han
mostrado peores que bestias, mas antes ama a
los que se han siempre confiado en tu justicia,
y en tu majestad.
31 Porque nosotros y nuestros padres
estamos enfermos de tales enfermedades,
más tú eres llamado Misericordioso por
causa nuestra, que somos pecadores.
32 Por tanto si tienes voluntad de hacernos
misericordia, entonces podrás ser llamado
Misericordioso para con nosotros, que no
tenemos las obras de justicia.
33 Porque los justos, que tienen copia de
buenas obras, reciban el premio de sus obras.
34 ¿Qué cosa es el hombre, para que te
enojes con él? ¿O el mortal linaje, que tanto
te amargue?
35 Porque verdaderamente ninguno hay de
los nacidos, que no haya sido impío: ni
ninguno de los que te alaban, que no haya
pecado en algo.
36 Ciertamente Señor en esto será tu justicia
y tu bondad celebrada, cuando perdonares a
aquellos que carecen de sustancia de buenas
obras.
20
37 Entonces él me dijo, Algunas cosas has
dicho bien: y así se hará conforme a tus
palabras.
38 Porque verdaderamente yo no tendré
cuenta con las obras de los malos, antes de la
muerte, antes del juicio, antes de la perdición:
39 Antes me holgaré con la obra de los
justos: y así misino tendré memoria de la
peregrinación, de la conservación, y del
premio que ha de ser recibido.
40 Así que como he dicho, así es.
41 Porque como echa el labrador muchos
granos de simiente en la tierra, y planta
muchas plantas: mas ni todo lo que fue
sembrado se salva en su tiempo, ni todo lo
que fue plantado echa raíces, así tampoco
todos los que en el mundo fueron
sembrados, serán salvos,
42 Entonces yo respondí, y dije: Si he hallado
gracia, hablaré.
43 Como la simiente del labrador perece, si
no se levanta, o si no recibe tu lluvia en su
tiempo, o si por muchas aguas se corrompe:
44 Así es el hombre que es formado de tus
manos, del cual tú eres llamado la imagen, en
cuanto es hecho a tu semejanza: para el cual
tú has hecho todas las otras cosas: y lo has
hecho semejante a la simiente del labrador.
45 No te airees con nosotros, antes perdona
a tu Pueblo, y ten misericordia de tu heredad:
porque tú eres el que has de hacer piedad de
tu criatura.
46 Entonces él me respondió, y dijo: Las
cosas presentes, para los presentes: y las por
venir, para los por venir.
47 Cierto muy lejos estás de poder amar mi
creatura más que yo: por tanto me he
acercado muchas veces a ti, y a ella: más de
los impíos, nunca.
48 Ciertamente en esto eres admirable
delante del Altísimo,
49 Que te has humillado, como te conviene:
y no te has tenido por digno de gloriarte
mucho entre los justos.
50 Porque muchas miserias y calamidades
esperan a los que vivieren en los postreros
tiempos, por cuanto andarán muy soberbios.
51 Tú empero, aprende para ti: y pregunta
de la gloria de tus semejantes.
52 Porque a vosotros es abierto el Paraíso,
plantado el árbol de la vida, aparejado el
tiempo venidero, aparejada la abundancia,
edificada la ciudad, examinado el reposo,
acabada la bondad, y la sabiduría cumplida.
53 La raíz del mal herrada (clavada) se ha
apartado de vosotros: pereció de vosotros
enfermedad y polilla: corrupción se huyó a
los infiernos en olvido.
54 Los dolores se fueron, y finalmente el
tesoro de inmortalidad apareció.
55 No pases pues adelante en preguntar de
la multitud de los que perecen:
56 Porque también ellos alcanzando la
libertad menospreciaron al Altísimo, tuvieron
en poco su Ley, y dejaron sus caminos.
57 Y además de esto, hollaron (pisaron) a
tus justos,
58 Diciendo en su corazón que no había
Dios, aunque sabían que habían de morir.
59 Porque así como os han de recibir a
vosotros las cosas dichas, así a ellos los
recibirán la sed y el tormento que les están
aparejados.
21
60 Porque Dios no quiso que el hombre se
perdiese: mas ellos después de creados
profanaron el Nombre, del que los creó; y
fueron ingratos al que les había aparejado la
vida,
61 Por lo cual se acercan ahora mis juicios:
62 Los cuales no he mostrado a todos, sino a
ti, y a otros pocos semejantes a ti.
63 Entonces yo respondí, y dije; He aquí
ahora, Señor, me has declarado muchas
maravillas, que tú piensas hacer en los
postreros tiempos: mas en qué tiempo, no
me lo has aún declarado.
CAPÍTULO IX
ntonces él me respondió, y dijo:
Mide con diligencia el tiempo
consigo mismo: y cuando vieres que
una parte de las señales dichas es pasada,
2 Entonces entiende que aquél es el tiempo
en que el Altísimo comenzará a visitar el siglo
que fue hecho por él.
3 Así que cuando se sintiese en el mundo
temblor de tierra, y alborotos de pueblos:
4 Entonces entenderás, que el Altísimo
habló de estas cosas desde los tiempos que te
han precedido desde el principio,
5 Porque de la manera que todo lo que se
hace en el mundo, tiene principio y fin, y la
consumación es manifiesta,
6 Así los tiempos del Altísimo tienen sus
principios manifiestos con señales y eficacia: y
así mismo acaba con efectos maravillosos.
7 Así que todos los que escapasen a salud, y
que pudiesen escapar por sus obras, y por la
fe en que vosotros habéis creído,
8 Escaparán de los peligros dichos, y verán
mi salud en mi tierra y en mis términos:
porque yo me he apartado del mundo como
Santo y limpio.
9 Entonces harán mancilla de sí mismos los
que abusaron de mis caminos: y los que los
desecharon con menosprecio, quedarán en
tormentos.
10 Porque es necesario que los que no me
conocieron recibiendo beneficios mientras
vivieron.
11 Y los que tuvieron fastidio de mi Ley
mientras estuvieron en la presente libertad:
12 Y los que teniendo aún oportunidad de
arrepentirse: no la quisieron entender, antes
la menospreciaron, que después de la muerte
sean enseñados por el tormento.
13 Tú, empero no seas curioso en preguntar,
de qué manera los impíos serán
atormentados: mas pregunta, de qué manera
los justos serán salvos: y de cuáles es el mudo:
y por causa de cuáles es el mundo: y cuándo.
14 Entonces yo respondí, y dije: Yo he ya
dicho, y ahora lo torno a decir, y lo mismo
diré de aquí en adelante,
15 Que los que perecen son más que los que
se salvan,
16 Como la onda del agua es mayor que la
gota. Y él me respondió, y dijo:
17 Cual es el campo, tales también han sido
las simientes: cuales las flores, tales los
colores: cual el maestro, tal la obra: y cual el
labrador, tal su labranza: porque aquel era el
tiempo del mundo;
E
22
18 Ciertamente que cuando yo aparejaba el
mundo antes que fuese hecho, para ser
morada de los que ahora viven, nadie
entonces me contradecía:
19 Antes cada cual obedecía: mas ahora las
costumbres de los que fueron creados en este
mundo después que fue hecho, son corruptas
de una simiente perpetua, y de una ley
indispensable.
20 Yo he examinado el mundo, y he aquí
que él era peligroso, a causa de las afecciones
que en él han nacido.
21 Lo cual viendo, yo le perdoné con
diligencia: y me guardé un grano del racimo,
y una planta del gran número de gente.
22 Piérdase pues la multitud nacida en vano:
y mi grano sea guardado: y mi planta, la cual
yo he cultivado con grandes trabajos.
23 Más si tú entremetieses ahora otros siete
días, en los cuales no ayunarás,
24 Mas y te irás a un campo florido donde
ninguna casa haya edificada: y comerás
solamente de las flores del campo: no
gustarás carne, ni beberás vino, sino
solamente de las flores,
25 Y que tú ores sin cesar al Altísimo: yo
vendré y te hablaré.
26 Yo pues me fui como él me dijo, a un
campo, el cual se llama Ardath: y allí me
asenté entre las flores, y comí de las yerbas
(hierbas) del campo: y la comida de ellas me
hartó.
27 Y aconteció siete días después, que
estando yo acostado sobre la yerba, mi
corazón se comenzó a alborotar, como antes,
28 Y abriendo mi boca comencé a hablar
delante del Altísimo, y a decir:
29 Señor, queriendo manifestarte a nosotros,
te manifestaste a nuestros padres en un
desierto estéril, y sin camino, cuando
partieron de Egipto: a los cuales mandaste
severamente, diciendo,
30 Tú, Israel, óyeme, y Simiente de Jacob,
está atenta a mis palabras.
31 Porque he aquí que yo siembro en
vosotros mi Ley, para que ella lleve fruto en
vosotros, y seáis glorificados eternamente.
32 Mas nuestros padres habiendo recibido la
Ley, no la guardaron, ni vivieron conforme a
tus derechos: y el fruto de la Ley nunca se
mostró: ni tampoco podía, porque no lo
había.
33 Por tanto los que la recibieron, mas no
guardaron lo que en ellos fue sembrado,
perecieron.
34 Y he aquí que la costumbre es ésta:
cuando la tierra ha recibido alguna simiente,
o la mar algún navío, o cualquier vaso la
comida o la bebida, si acontece, que aquello
en que fue sembrado, o aquello en que la
cosa fue puesta, se pierde;
35 Juntamente se pierde también lo que fue
sembrado, o lo que fue puesto o fue recibido
dentro, ni más lo podemos cobrar. Mas en
nosotros no aconteció así:
36 Porque nosotros recibimos la Ley, y
pecando perecimos, y así mismo nuestro
corazón que la recibió:
37 Mas la Ley no se perdió, antes
permaneció en su fuerza.
38 Estando yo diciendo estas cosas en mi
corazón, torné mis ojos, y vi a la mano
derecha una mujer, que lloraba y lamentaba a
alta voz, teniendo rotos sus vertidos, y la
23
cabera cubierta de polvo, se fatigaba en su
ánimo en gran manera.
39 Entonces dejando yo mis pensamientos
en que estaba ocupado, me volví hacia ella, y
le dije:
40 ¿Por qué lloras?, ¿y por qué te atormentas
en tu ánimo? Y ella me respondió:
41 Déjame Señor llorarme a mí misma, y
entregarme al dolor, porque yo estoy en
grande amargura de corazón, y muy afligida.
42 Y yo le dije: ¿Qué te ha acontecido?
Dímelo. Y ella me dijo;
43 Yo, tu sierva, era estéril, y nunca había
parido en treinta años que fui casada.
44 Cada hora, y cada día, en todos estos
treinta años yo oraba al Altísimo de noche y
de día:
45 Y aconteció que pasados estos treinta
años, Dios oyó a tu sierva, y miró a mi
aflicción y a mi pena, y me dio un hijo: con el
cual yo me gocé en gran manera juntamente
con mi marido, y todos los de mi ciudad: y
dimos grande honor al Todopoderoso.
46 Y yo lo crié con gran trabajo:
47 Y cuando fue grande, y vino en edad de
tomar mujer, yo hice día de banquete.
CAPÍTULO X
Aconteció que entrando mi hijo en
el tálamo, cayó muerto.
2 Entonces fueron trastornadas todas
las lámparas, y todos los de mi ciudad
vinieron a consolarme: y así me estuve hasta
la noche del día siguiente,
3 Y cuando todos hubieron acabado de
consolarme, yo me fui a reposar: más me
levanté de noche, y huí, y he venido como
ves, a parar en este campo,
4 Determinada de no volver más a la ciudad,
más de quedarme aquí; y ni comer ni beber,
sino llorar sin cesar, y atormentarme hasta
que muera.
5 Entonces yo, dejado los propósitos que
había comenzado, le respondí enojado,
diciendo:
6 ¡Oh!, la más loca de todas las mujeres: ¿y
tú no ves nuestro luto, y las cosas que nos han
acontecido?
7 ¿Que Sion nuestra madre está llena de
toda tristeza, y es humillada en gran manera,
y se lamenta dolorosamente?
8 Y ahora cuando todos, lloramos y nos
contristamos y experimentamos tristeza, ¿tú
estás triste por un solo hijo?
9 Pregunta a la tierra, y ella te dirá que ella es
la que había de llorar por la muerte de tantos
como en ella nacen.
10 Porque desde el principio todos han
nacido de ella, y otros nacerán: y he aquí que
casi todos se van en perdición: y la multitud
de ellos es perfidísima.
11 ¿Quién pues debe más llorar: ésta, que ha
perdido tan grande multitud, o tú que te
lamentas por uno?
12 Y si me dices, Mi lloro no es semejante al
de la tierra: porque yo he perdido el fruto de
mi vientre, el cual yo parí con trabajos y
engendré con dolores:
13 Y la tierra a la manera de la tierra, que la
multitud presente se va en ella, como se vino:
Y
24
14 Yo te respondo, que como tú pariste con
dolor, así da la tierra su fruto desde el
principio al hombre, que la ha labrado.
15 Ahora pues reprime en ti misma tu dolor,
y sufre varonilmente los casos que te han
acontecido.
16 Porque si tú tienes por justa la ordenación
de Dios, y tomas su consejo con tiempo,
serás alabada por ello.
17 Vete pues a la ciudad a tu marido.
18 Entonces ella me respondió: No lo haré:
yo no entraré en la ciudad, mas moriré aquí.
19 Entonces yo torné a hablarle, y a decirle,
20 No pongas en efecto este dicho, mas
consiente con el que te aconseja: porque,
¿cuántos son los infortunios de Sion?
Consuélate a lo menos en respecto del dolor
de Jerusalén.
21 Porque ya ves cómo nuestro Santuario
está desierto, nuestro altar derribado, nuestro
Templo destruido.
22 Nuestro Salterio ha enfermado, y el
himno no suena, nuestro gozo está caído, la
lumbre de nuestro candelero apagada, el
Arca de nuestra Alianza robada, y nuestro
culto contaminado: casi es profanado el
nombre, que es invocado sobre nosotros,
nuestros hijos han padecido oprobrio,
nuestros Sacerdotes son quemados, nuestros
Levitas llevados cautivos, nuestras vírgenes
corrompidas, nuestras mujeres violadas,
nuestros justos saqueados, nuestros niños
perdidos, nuestra juventud en servidumbre, y
nuestros valientes quebrantados:
23 Y lo que es más que todo, Sion nuestra
insigne honra ha perdido su gloria insigne: la
cual es venida en manos de los que nos
aborrecen.
24 Tú pues desecha tu mucha tristeza, y
aparta de ti la multitud de los dolores: para
que el que es Poderoso se reconcilie contigo,
y el Altísimo te dé reposo, y relajación de los
trabajos.
25 Hablando yo con ella estas cosas
aconteció que súbitamente su rostro y su
figura comenzó a resplandecer, y su vista a
echar de sí tanta luz, que yo tuve gran miedo
de ella.
26 Y estando pensando, qué sería aquello,
he aquí que de repente ella dio una voz muy
grande y espantable: tanto que la tierra
tembló del estruendo de la mujer.
27 Y estando yo mirando, la mujer
desapareció de delante de mí, y una ciudad se
edificaba, y se mostraba un lugar muy ancho
para los fundamentos.
28 Yo tuve miedo, y clamé en alta voz
diciendo, ¿Dónde está el Ángel Uriel, que
vino a mí desde el principio?, porque él me
ha traído en este extremo exceso de
entendimiento, y mi fin es venido a
corrupción.
29 Y hablando yo estas palabras he aquí que
él vino a mí,
30 Y como me vio tendido delante de si
como muerto, y sin entendimiento, me tomó
por la mano derecha y me confortó, y me
puso sobre mis pies, diciendo,
31 ¿Qué has? ¿O por qué está turbado tu
entendimiento y tu sentido? ¿O de qué te
conmueves? Y yo le dije:
32 Porque tú me has dejado, habiendo yo
hecho lo que tú me dijiste: que he venido al
campo, donde he visto, y aún veo lo que no
puedo declarar.
25
33 Entonces él me dijo, Está varonilmente, y
yo te enseñaré.
34 Y yo le dije, Señor habla tú conmigo, y no
me dejes, porque yo no muera teme-
rariamente.
35 Porque yo he visto lo que no sabía, y oigo
lo que nunca entendí.
36 ¿O si se engaña mi sentido, y mi
entendimiento vaguea por alturas?
37 Por tanto te ruego ahora que tú declares a
tu siervo esta maravilla. Entonces él me
respondió, y dijo:
38 Estame atento para que yo te enseñe, y
hable contigo de estas cosas de que has
tenido temor: porque el Altísimo te ha
querido revelar grandes misterios.
39 Él ha visto la rectitud de tu camino, que
sin cesar te afliges por tu Pueblo, y lloras, en
grande manera por Sion.
40 Ésta pues es la significación de la visión,
que poco antes se te ha mostrado:
41 Tú comenzaste a consolar a la que viste
que lloraba.
42 Más ahora ya no ves más la forma de
aquella mujer, sino te ha aparecido una
ciudad, que se edificaba.
43 Y acerca de lo que ella te contaba de la
muerte de su hijo, ésta es la solución.
44 La mujer que viste, es Sion: y lo que ella
te dijo, a la cual también verás como una
ciudad que se edifica,
45 Lo que ella te dijo, que había sido estéril
por treinta años, significa que por espacio de
treinta años no fue hecho en ella sacrificio.
46 Mas después de treinta años, como
Salomón edificase la Ciudad, y ofreciese
sacrificios, entonces fue el tiempo cuando la
estéril parió hijo.
47 Y lo que te dijo, que ella lo había criado
con trabajo, significaba la habitación de
Jerusalén.
48 Además de esto, lo que te contó, que su
hijo entrando en el tálamo cayó muerto de un
caso fortuito, es la ruina, que ha venido a
Jerusalén.
49 Cata (examina) aquí lo que significa la
figura de la que comenzaste a consolar, por
qué lloraba a su hijo, y las cosas acontecidas
que se te habían de declarar.
50 Y ahora viendo el Altísimo que te has
contristado de ánimo, y que de todo tu
corazón tienes dolor de ella, él te ha
mostrado el resplandor de su gloria, y la
belleza de su hermosura.
51 Porque por esta causa te dije que
esperases en un campo, donde no hubiese
alguna casa edificada:
52 Porque yo sabía que el Altísimo
determinaba de mostrarte estas cosas.
53 Por tanto te mandé que vinieses a un
campo, donde no hubiese algún cimiento de
edificio:
54 Porque no era posible que obra de
humano edificio fuese sustentada en el lugar,
donde la ciudad del Altísimo había de ser
mostrada.
55 Tú pues, no hayas temor, ni se espante tu
corazón: mas entra y contempla la grandeza y
magnificencia del edificio, cuanto con la vista
de tus ojos pudieses alcanzar a ver:
56 Y después oirás cuanto con el oído de tus
orejas pudieres percibir.
26
57 Porque tú eres bienaventurado sobre
muchos, y entre pocos nombrado delante del
Altísimo.
58 Más tú quedarás aquí mañana en la
noche: y el Altísimo te mostrará sublimes
visiones de cosas que el Altísimo ha de hacer
sobre los que habitan en la tierra en los
postreros tiempos.
CAPÍTULO XI
Echándome a dormir aquella noche,
y la siguiente, como me había
mandado, vi un sueño: y he aquí que
un águila subía de la mar, la cual tenía doce
alas de pluma, y tres cabezas.
2 Y estando yo mirándola, he aquí que ella
extendía sus alas por toda la tierra: y todos los
vientos del cielo se juntaban, y soplaban en
ella.
3 Vi también, que de sus plumas nacían otras
al contrario, las cuales se hacían alas
pequeñas y menudas.
4 Mas sus cabezas estaban quietas: y la
cabeza de en medio era más grade que las
otras: mas con todo esto ella estaba quieta
con las otras.
5 Y estando yo mirando vi, que el águila
levantaba vuelo con sus plumas, y reinó sobre
la tierra, y sobre los que en ella moran.
6 Y todas las cosas debajo del cielo estaban
sujetas a ella: nadie le contradecía, ni aun una
de cuantas criaturas están sobre la tierra.
7 Después miré, y he aquí que el águila se
levantó sobre sus uñas, y habló a sus plumas
diciendo,
8 No veléis todos a una: cada uno duerma en
su lugar, y velad por veces.
9 Mas las cabezas sean guardadas hasta el
cabo.
10 Y estando yo mirando, he aquí que
ninguna voz salía de las cabezas, mas del
medio del cuerpo.
11 Entonces yo conté sus plumas contrarias:
y de que hube visto que eran ocho,
12 Miré, y he aquí que a la mano derecha se
levantó una pluma, la cual reinó sobre toda la
tierra.
13 Y aconteció que reinando ella, vino su
fin: y nunca más apareció su asiento. Después
se levantó otra, y reinó, la cual tuvo el
imperio por largo tiempo.
14 Y aconteció que reinando ésta vino
también su fin, y se desvaneció como la
primera.
15 Y he aquí una voz que fue enderezada a
ella, diciendo:
16 Oye, tú que has tenido la tierra tanto
tiempo: Yo te anuncio estas cosas antes que
te apercibas al partirte:
17 Nadie tendrá tu tiempo después de ti, ni
aun la mitad de él.
18 Después, se levantó la tercera, y tuvo el
Señorío, como las primeras: mas también ella
se desvaneció.
19 Lo mismo aconteció a cada una de las
otras, ocupando la una después de la otra el
principado, y desvaneciéndose después.
20 Después de esto miré, y he aquí que por
sucesión de tiempo se levantaban las plumas
siguientes del lado derecho, para tener
Y
27
también el Señorío: y algunas hubo, que lo
tuvieron, más luego se desvanecían.
21 Otras de ellas se levantaban, más no
alcanzaban el Principado.
22 Después de esto estando yo
contemplando he aquí que las doce plumas
no aparecían, ni las dos pequeñas alas.
23 Y nada quedaba ya en el cuerpo del
águila fino las dos cabezas, que estaban
reposando, y seis alas.
24 Y yo miré, y he aquí que dos alas se
apartaron de las seis, y se pulieron debajo de
la cabeza, que estaba a la mano derecha.
25 Porque las otras cuatro se quedaron en su
lugar. Y estando yo contemplando esto, he
aquí que las plumas de debajo de las alas
pensaban levantarse, y ocupar el principado.
26 Y aun yo vi que una se levantó presto,
mas luego desapareció.
27 Mas las que se siguieron, fe desvanecieron
más presto que las primeras.
28 Entonces yo miré, y he aquí, que las dos
que quedaban, consultaban entre sí de reinar
también ellas.
29 Y estando ellas en este pensamiento, he
aquí que una de las cabezas, que estaban
reposando, la del medio, se despertó: y esta
cabeza era mayor que las otras dos.
30 Y vi, que las otras dos cabezas estaban
juntas con ella:
31 Y he aquí que la cabeza se volvió con las
otras que estaban juntas con ella, y le comió
las dos plumas de debajo de las alas que
pensaban reinar.
32 También esta cabeza espantó a toda la
tierra, y dominó en ella sobre sus moradores
con gran vejación: y tuvo el principado de
todo el mundo más que todas las alas que le
habían precedido.
33 Después estando yo mirando, he aquí
que la cabeza que estaba en medio había
desaparecido, también ella como las alas.
34 Mas las dos cabezas quedaban, las cuales
también reinaron juntas en la tierra, y sobre
los moradores de ella.
35 Después estando yo mirando, he aquí
que la cabeza, que estaba al lado derecho, se
tragó a la que estaba al izquierdo.
36 Entonces oí una voz que me dijo, Mira
delante de ti, y considera lo que vieres.
37 Y yo miré, y he aquí una semejanza de un
león que salía del bosque, furioso y
bramando: y vi que este león echaba una voz
de hombre al águila diciendo:
38 Oye, tú, para que yo hable contigo. He
aquí que el Altísimo dice:
39 ¿No eres tú el que ha quedado de los
cuatro animales, los cuales yo ordené que
reinasen en este mi mundo según lo
demandasen los tiempos de cada uno de
ellos?
40 El cual animal saliendo el cuarto ha
vencido todos los otros animales que han
pasado, y ha tenido el mundo con horrible
imperio, y a todo el universo con vejación
gravísima: y que ha habitado en la redondez
de las tierras tanto tiempo fraudulosamente?
41 Porque tú no has sido juez justo de la
tierra,
42 Pues has afligido a los mansos, trataste
mal a los quietos, amaste a los mentirosos,
destruiste las moradas de los hombres útiles,
28
y derribaste los muros de los que nunca te
hicieron mal.
43 Tus injurias han subido hasta el Altísimo,
y tu soberbia hasta el Fuerte.
44 El Altísimo ha mirado sobre los tiempos
soberbios: y he aquí que ya son acabados, y
sus maldades son ya cumplidas:
45 Por tanto, tú, águila, desvanécete también
con tus alas horribles, con tus plumas
malvadas, con tus cabezas maliciosas, con tus
uñas facinerosas, y con la vanidad de todo tu
cuerpo:
46 Para que en toda la tierra haya refrigerio,
y libre de tu tiranía se recoja, y ponga su
esperanza en la justicia y clemencia de Aquél
que la creó.
CAPÍTULO XII
Aconteció que diciendo el León
estas palabras al águila, estando yo
mirando,
2 He aquí que la cabeza que había quedado,
súbitamente se desvaneció juntamente con las
cuatro alas que a ella se habían pasado por
reinar, el reino de las cuales fue flaco, y lleno
de alborotos.
3 Así que estando yo mirando, he aquí que
ellas desaparecieron de la vista, y todo el
cuerpo del águila fue quemado, de lo cual la
tierra fue espantada en gran manera.
Entonces despertándome de aquella
turbación, y de aquel embelesamiento de
entendimiento, y del gran temor, yo mismo
reprendía mi espíritu diciendo,
4 Cata aquí, tú me has traído en esto, porque
escudriñas los caminos del Altísimo.
5 He aquí que aún tengo el ánimo cansado, y
el espíritu debilitado en gran manera, apenas
me queda un poco de esfuerzo a causa del
gran espanto que esta noche he tenido.
6 Ahora pues yo oraré al Altísimo que me
confirme hasta el cabo.
7 Y así dije: Señor, Señoreador, si he hallado
gracia delate de ti, y tú me tienes por más
justo que a otros muchos, y si es cierto que
mis ruegos pueden subir delante de tu
presencia,
8 Confórtame, y declara a tu siervo
distintamente la significación de esta visión
horrible, para que cumplidamente consueles
mi ánima:
9 Pues que me has estimado digno para
mostrarme los tiempos postreros.
10 Entonces él me dijo, Ésta es la declaración
de esta visión.
11 El águila que viste salir de la mar, es el
reino que apareció a Daniel tu hermano en
visión:
12 Más no le fue declarado: por tanto te lo
declaro yo ahora.
13 He aquí que vienen tiempos en que un
reino se levantará sobre la tierra, el temor del
cual será más terrible que de todos los reinos
que han sido antes de él.
14 Y reinarán en él doce reyes el uno tras el
otro:
15 El segundo de los cuales habido el reino,
durará en él por más tiempo que ninguno de
los otros doce.
16 Ésta es la declaración de las doce alas que
viste.
Y
29
17 Y la voz que oíste que hablaba no de las
cabezas, sino de medio del cuerpo, ésta es la
declaración:
18 Que pasado el tiempo de aquel reino,
nacerán grandes cuestiones: y él estará en
peligro de caer: mas no caerá por entonces,
antes será restaurado del todo.
19 Más de las ocho plumas de debajo de las
alas que viste que estaban pegadas con sus
alas, ésta es la declaración:
20 En él se levantarán ocho reyes, cuyos
tiempos serán cortos, y los años apresurados:
dos de los cuales se perderán.
21 Más cuando el medio del tiempo se
acercara, los cuatro serán conservados por un
tiempo, hasta tanto que el tiempo de cada
uno de ellos comience a acercarse para tener
fin. Mas los dos serán conservados hasta el
fin.
22 Además de esto, de las tres cabezas que
viste que dormían, ésta es la declaración:
23 En los postreros tiempos de aquel reino
el Altísimo levantará tres reinos, en los cuales
restituirá muchas cosas: y ha de enseñorearse
de la tierra y de los que en ella habitan con
grande tiranía sobre todos los que les habrán
precedido.
24 Por esta causa son llamados cabezas del
águila.
25 Porque sus impíos fraudes estos los
consumarán, y los llegarán a su perfección.
26 Y lo que viste que la mayor cabeza se
desvaneció, significa, que el uno de ellos
morirá en su cama: más con todo esto con
tormentos.
27 Mas los dos que quedarán, espada los
consumirá.
28 Porque la espada del uno comerá al otro:
mas él también a la final caerá a cuchillo:
29 Además de esto, de las dos plumas de
debajo de las alas, que viste que se pasaron a
la cabeza de la mano derecha, ésta es la
significación.
30 Estos son los que el Altísimo conservó
para su fin: el reino de los cuales es pequeño,
y lleno de alborotos, como tú viste.
31 Finalmente el León que viste que salta del
bosque furioso y bramando, y hablando al
águila, y arguyéndola de sus hechos injustos
con todas las palabras que tú oíste:
32 Éste es el viento que el Altísimo ha
reservado para el fin contra ellos, y sus
impíos fraudes; el cual los argüirá, y echará
sobre ellos sus robos.
33 Porque él los hará venir vivos a juicio, y
desde que los haya convencido, los castigará.
34 Porque él librará el resto de mi Pueblo
los que por los trabajos habrán escapado
hasta mis términos: y él los alegrará hasta que
venga el último día del juicio, del cual yo te
hablé al principio.
35 Éste es el fuego que viste, y éstas son sus
declaraciones.
36 Porque ciertamente tú solo has sido
estimado digno de conocer estos misterios
del Altísimo.
37 Por tanto escribe en un libro todas las
cosas que has visto, y ponlas en algún lugar
secreto:
38 Y muéstralas a los sabios de tu Pueblo,
cuyos corazones tú entiendes que son hábiles
para ver, comprender, y guardar estos
misterios.
30
39 Con todo espera aún aquí otros siete días,
para que te sea mostrado todo lo que al
Altísimo fuere bien visto de mostrarte.
40 Después de esto él se partió de mí. Mas
cuando todo el Pueblo oyó que eran ya
pasados siete días, y que yo no volvía a la
ciudad, se juntaron todos desde el menor
hasta el mayor, y vinieron a hablarme,
diciendo:
41 ¿En qué te hemos ofendido, o qué sin
razón te hemos hecho, para que nos dejes, y
te vengas a sentar a este lugar?
42 Porque de todo el Pueblo tú solo nos has
quedado como el rebusco en la parra: y
como una lámpara en lugar seguro, y como
un puerto donde un navío se salve de la
tempestad.
43 ¿No nos bastan los males que tenemos?
44 Pues si tú nos dejas, ¿cuánto mejor nos
fuera haber sido quemados con Sion?
45 Porque cierto que no somos nosotros
mejores que los que allá murieron. Y lloraron
todos a gran voz. Entonces yo les respondí
diciendo:
46 Ten confianza, Israel, y no te entristezcas
tú, Casa de Jacob.
47 Porque el Altísimo tiene memoria de
vosotros: y el Fuerte no os ha olvidado en la
tentación.
48 Ni yo tampoco os he dejado ni me he
huido de vosotros: sino, he venido aquí a
hacer oración por el asolamiento de Sion: y a
pedir misericordia por la asolación de vuestro
Santuario.
49 Por tanto ahora cada uno de vosotros se
vaya a su casa, que yo volveré a vosotros un
día de estos.
50 Y así el Pueblo se volvió a la Ciudad,
como yo le dije.
51 Y yo me quedé en aquel campo siete días,
como me había sido mandado, comiendo
solamente de las flores del campo, no
teniendo otra cosa para mi sustento que
yerbas por siete días.
CAPÍTULO XIII
Después de siete días aconteció, que
yo soñé un sueño de noche:
2 Y he aquí un viento que se
levantaba de la mar para conturbar todas sus
ondas.
3 Y yo miré, y he aquí que aquel viento se
tornaba un hombre con los millares del cielo:
y donde quiera que él volvía su rostro para
mirar, todas las cosas que se veían debajo de
él, temblaban:
4 Y donde quiera que sonaba su voz, todos
los que oían el sonido, se abrasaban, de la
manera que la tierra desfallece, cuando es
tomada del fuego.
5 Y después de esto miré, y he aquí, que se
juntaba de los cuatro vientos del cielo una
multitud de hombres sin número, para pelear
contra el hombre que había salido de la mar.
6 Y estando yo mirando, he aquí que el
mismo se cortó a sí un gran monte sobre el
cual voló.
7 Y yo procuré ver la región y el lugar de
donde el monte había sido cortado, mas no la
pude ver.
8 Después de esto miré, y he aquí que todos
los que se habían juntado para pelear contra
Y
31
él, temían en gran manera: más con todo esto
hozaban hacerle guerra.
9 Mas él como vio el ímpetu de la multitud,
que venía, nunca alzó su mano, porque
tampoco tenía espada ni ninguna arma de
guerra.
10 Más solamente, en cuanto yo vi, él echó
de su boca como un soplo de fuego; y de sus
labios un viento inflamado: lanzando de su
lengua centellas, y tempestades.
11 Estas cosas todas mezcladas juntamente,
es a saber, el soplo de fuego, y el viento
inflamado, y la multitud de la tempestad,
cayeron impetuosamente sobre la multitud,
que estaba apercibida para pelear, y los
quemó a todos; de tal manera que ninguna
cosa apareció de toda aquella multitud
innumerable, sino solamente el polvo, y el
olor del humo. Lo cual viendo yo, tuve
temor.
12 Después de esto vi que este hombre
descendía del monte llamando a sí una a otra
multitud pacífica:
13 Y muchos venían a él, unos con rostro
alegre, otros tristes: unos ligados, otros
trayendo a otros que eran ofrecidos. Y yo con
la fuerza del miedo comencé a estar mal
dispuesto: hasta que desperté, y dije:
14 Tú has mostrado a tu siervo desde el
principio estas maravillas: y me has tenido
por digno de que tú recibieses mi oración:
15 Ahora pues muéstrame también la
declaración de este sueño.
16 Porque, a cuanto yo pienso, ay de
aquellos que fueron dejados en aquel tiempo:
y mucho más, de los que no fueron dejados.
17 Porque los que no fueron dejados, estaban
tristes.
18 Ahora entiendo yo las cosas que están
guardadas para los postreros tiempos, y las
que han de venir también a ellos como a los
que fuesen dejados:
19 Porque vinieron en grandes peligros, y en
muchas calamidades, como aquellos sueños
lo muestran.
20 Mas con todo esto es más tolerable, que
el que peligra, caiga en estas cosas y ver ahora
lo que ha de acontecer en lo por venir, que
pasar de este mundo como una nube.
Entonces él me respondió, y dijo:
21 Yo te diré la declaración de la visión, y así
mismo te declararé más abiertamente las
cosas de que has hablado.
22 Por cuanto has hecho mención de los
dejados, ésta es su declaración.
23 El que hubiese llevado el peligro en aquel
tiempo, será guardado: los que cayeron en el
peligro, estos son los que presentan sus obras
y su fe al Altísimo.
24 Sabe pues que más bienaventurados son
los dejados, que los muertos. Éstas son las
declaraciones de la visión.
25 En cuanto al Varón que viste subir de en
medio de la mar,
26 Éste es aquel, que el Altísimo conserva
por muchos tiempos, el cual por sí mismo
librará a su criatura: y él tomará el cuidado de
los dejados.
27 Lo que viste, que de su boca salía como
un soplo con fuego y tempestad,
28 Y que ni tenía espada, ni algún otro
instrumento de guerra, más con todo eso
deshizo con su ímpetu la multitud que venía a
pelear contra él, ésta es la declaración:
32
29 He aquí que vienen tiempos, cuando el
Altísimo vendrá a librar los que habitan en la
tierra,
30 Y con el miedo de su venida hará atónitos
los entendimientos de los moradores del
mundo:
31 Los unos1
aparejarán guerra contra los
otros: ciudad contra ciudad, lugar contra
lugar, gente contra gente y reino contra reino.
32 Mas cuando estas cosas se hiciesen, las
señales que te he mostrado, vendrán: y
entonces será revelado mi hijo, al cual tú viste
subir como un hombre:
33 Cuya voz, cuando todas las gentes la
hubiesen oído, acontecerá que cada uno en
su región dejarán la guerra, que entre sí se
hacían:
34 Y multitud innumerable se juntará a una
con determinación de venir contra él,
35 El cual estará sobre la cumbre del Monte
de Sion.
36 Sión pues vendrá, y será mostrada a todos
preparada y edificada, de la manera que tú
viste el monte cortado sin manos.
37 Mas mi mismo Hijo argüirá las impías
invenciones de las gentes, que por sus malas
maneras de vivir, vinieron en aquella
tempestad,
38 Y en los tormentos semejantes a la llama,
en los cuales serán atormentados: y sin
trabajarse los deshará con la Ley, que es
semejante al fuego.
39 Igual, lo que viste que él recogía a si otra
multitud pacífica:
1 Mateo 24, 7
40 Éstas son las diez tribus que fueron
llevadas cautivas fuera de su tierra en tiempo
del Rey Oseas, al cual Salmanasar2
Rey de los
Asirios llevó preso: el cual los trasportó de
esta parte del Río, y los llevó a tierra extraña.
41 Más ellos de común acuerdo se
determinaron de dejar la multitud de las
Gentes, y se fueron a una región más
adelante, donde nunca hombre habitó:
42 Para guardar al menos allí sus leyes, las
cuales habían menospreciado en su tierra.
43 Y entraron por los estrechos del Río
Éufrates.
44 Porque el Altísimo les hizo entonces
grandes maravillas: y3
detuvo los manaderos
del Río, hasta que hubieron pasado.
45 Porque habían de ir por aquella región
por largo camino de año y medio, la cual
región se llama Arareth.
46 Entonces tomaron allí asientos hasta los
postreros tiempos: más cuando ahora se
aparejasen para volver,
47 El Altísimo tornará a estancar las fuentes
del Río para que puedan pasar. De aquí es
que tú viste una multitud pacífica.
48 Más los que de tu Pueblo son dejados,
son los que son hallados dentro de mi
término.
49 Así que acontecerá que cuando
comenzaren a deshacer la multitud de las
gentes ajuntadas, él amparará al Pueblo que
habrá quedado.
50 Al cual entonces él mostrará grandes
maravillas.
2 2 Reyes 17, 3 3 Josué 3, 15…
33
51 Entonces yo dije: Señor, Señoreador, esto
me declara: Porque me pareció que aquel
Varón ¿subía de en medio de la mar?
52 Y él me dijo: Como tú no puedes
investigar ni conocer las cosas que están en lo
profundo de la mar, así ninguno podrá sobre
la tierra ver mi hijo, ni los que lo acompañan,
sino en el tiempo de aquel día.
53 Ésta es la declaración del sueño que viste:
y del cual tú solo eres aquí claramente
enseñado:
54 Por cuanto dejando tu propia Ley te has
ocupado en la mía y estudiado en ella.
55 Porque has ordenado tu vida sabiamente:
y a la inteligencia has llamado para ti Madre.
56 Por esto yo te he mostrado las riquezas
que están guardadas acerca del Altísimo. Mas
de aquí a tres días yo te diré otras cosas: y te
declararé cosas graves, y maravillosas.
57 Entonces yo me fui al campo glorificando
y loando al Altísimo por las maravillas que él
había de hacer a su tiempo:
58 El cual él dispensa con las cosas que caen
en los tiempos. Y reposé allí tres días.
CAPÍTULO XIV
Al tercer día aconteció, que estando
yo sentado debajo de un alcornoque,
he aquí que una voz vino a mí de un
zarzal llamando, Esdras, Esdras.
2 Y yo dije, Señor, heme aquí: y diciendo
esto me levanté en pie: y él me dijo:
3 Yo me mostré claramente4
sobre la zarza, y
hablé a Moisés, cuando mi Pueblo servía en
Egipto.
4 Y lo envié, y saqué mi Pueblo de Egipto. Y
lo llevé al Monte de Sinaí, y lo tuve conmigo
muchos días.
5 Yo le conté muchas maravillas, y le mostré
los secretos de los tiempos y el fin, y le
mandé diciendo,
6 Tú dirás públicamente estas palabras, y
estas otras encubrirás.
7 De la misma manera te digo a ti ahora.
8 Las señales que te he mostrado, y los
sueños que has visto, con las declaraciones
que has oído, guárdalas en tu corazón.
9 Porque tú serás sacado de entre todos: y de
aquí en adelante conversarás en mi consejo, y
con tus semejantes hasta que los tiempos sean
acabados.
10 Porque el siglo ya ha perdido su juventud,
y los tiempos declinan ya a la vejez.
11 El siglo ha sido partido en doce partes: y
las diez partes con la mitad de la décima
parte son ya pasadas.
12 Y no queda ya más que lo que resta desde
la mitad de la décima parte.
13 Dispón pues ahora de tu casa: castiga a tu
Pueblo, consuela a los que en él están
afligidos, renuncia desde ahora a la
corrupción.
14 Deja los pensamientos de las cosas
mortales, echa atrás las molestias de las cosas
humanas, finalmente desnúdate de tu frágil
naturaleza, y dejando a un cabo las
4 Éxodo 3, 1-2
Y
34
molestísimas meditaciones, date prisa a salir
de este siglo.
15 Porque otros peores males han de venir,
que los que hasta ahora has visto que han
venido.
16 Porque5
cuanto más el mundo se
enflaqueciese a causa de la vejez, tantos más
serán los males de los que en él moran,
17 Porque la Verdad se aleja más y más: y la
mentira se acerca.
18 Porque ya se da prisa a venir la visión que
viste. Entonces yo respondí y dije, Delante de
ti Señor.
19 He aquí que yo iré, como tú me has
mandado, y castigaré el pueblo presente: más
¿quién amonestará a los que vendrán
después?
20 Porque el mundo está puesto en tinieblas,
más los que moran en él, son la luz.
21 Porque tu Ley es quemada: por lo cual
nadie sabe las cosas que tú has hecho, ni qué
obras has de hacer.
22 Mas si he hallado gracia acerca de ti,
envíame el Santo Espíritu, para que yo
escriba todo lo que se ha hecho en el siglo
desde el principio: y las cosas que estaban
escritas en tu Ley, porque puedan los
hombres hallar el camino; y los que quisiesen
vivir, puedan vivir en lo por venir.
23 Entonces me respondió, y dijo: Ve, junta
tu Pueblo, y mándales que no te busquen en
cuarenta días.
24 Y después apareja muchas tablas, de
madera: y toma contigo estos cinco, que
5 Mateo 24, 7
tienen mano ligera para escribir, Sarea,
Dabrias, Salemias, Echamis,y Asiel.
25 Y vente aquí, y yo encenderé en tu
corazón lámpara de inteligencia, la cual no
será apagada hasta que sean escritas las cosas
que comenzaréis a escribir.
26 Y desde que todo lo hubieses acabado
publicarás algunas cosas, y otras se darán
secretamente a los sabios: y comenzarás a
escribir desde mañana a esta misma hora.
27 Entonces yo me fui, como él me mandó,
y junté todo el Pueblo diciendo,
28 Oye, Israel, estas palabras:
29 Nuestros padres6
fueron extranjeros en
Egipto al principio, y fueron librados de allá.
30 Después recibieron la Ley de vida7
, la
cual ellos no guardaron: y vosotros después
de ellos la habéis quebrantado.
31 Y cuando la tierra os fue repartida por
suertes, y la tierra de Sion, vosotros y vuestros
padres hicisteis iniquidad: y no perseverasteis
en los caminos que el Altísimo os había
señalado.
32 El cual, como sea juez justo, al presente
os ha quitado lo que os había dado.
33 Mas ahora vosotros estáis aquí, y vuestros
hermanos juntamente con vosotros:
34 Ahora pues si os enseñoreaseis de vuestro
sentido, y enseñaseis vuestro corazón, seréis
conservados vivos, y después de la muerte
alcanzaréis misericordia.
35 Porque después de la muerte queda el
juicio, cuando tornaremos a vivir de nuevo.
Entonces los nombres de los justos serán
6 Génesis 47, 4 7 Deuteronomio 4, 5-6
35
manifestados: y las obras de los malos serán
descubiertas.
36 Ahora pues ninguno venga a mí, ni me
busque antes que pasen cuarenta días.
37 Entonces yo tomé los cinco varones, como
él me había mandado, y nos fuimos al
campo, y esperamos allí.
38 Y el día siguiente, he aquí una voz que
me llamó, diciendo: Esdras, abre tu boca, y
bebe8
lo que yo te daré a beber.
39 Y abrí mi boca, y he aquí que me fue
dado un vaso lleno, el cual estaba lleno como
de agua, más su color era como de fuego.
40 Y yo lo tomé, y lo bebí: y desde que lo
hube bebido, mi corazón era atormentado de
meditación: y la sabiduría crecía en mi
corazón, porque mi ánima se fortificaba en
memoria.
41 Entonces mi boca fue abierta, y nunca
más fue cerrada.
42 Y el Altísimo dio entendimiento a los
cinco hombres, los cuales escribieron las
maravillas que eran dictadas de noche, las
cuales ellos ignoraban.
43 Y tomaban de noche su comida, y yo
hablaba de día, y de noche no callaba.
44 Y fueron escritos en cuarenta días
doscientos y cuatro libros.
45 Pasados estos cuarenta días aconteció que
el Altísimo habló, diciendo: Publica los
primeros que has escrito, y lean los dignos, y
los indignos:
46 Mas los setenta postreros guardarás, para
darlos a los labios de tu Pueblo;
8 Ezequiel 3, 2
47 Porque en ellos están los manaderos de la
inteligencia, y la fuente de la sabiduría; y el
río de la ciencia.
48 Y yo lo hice así.
CAPÍTULO XV
e aquí, habla en los oídos de mi
Pueblo las palabras proféticas que
yo meteré en tu boca, dice el
Señor,
2 Y procura que sean escritas en carta;
porque son fieles y verdaderas.
3 No tengas temor de las artes de tus
adversarios: ni te turbe la continua
desconfianza de los contradictores.
4 Porque todo incrédulo morirá en su
incredulidad.
5 He aquí, dice el Señor, que yo hago venir
los males sobre todo el mundo; cuchillo,
hambre, muerte, y perdición;
6 Por cuanto la iniquidad ha contaminado
toda la tierra abundantemente: y las maldades
dañosas de los moradores de ella han llegado
a lo sumo.
7 Por lo cual, dice el Señor,
8 Ya no disimularé sus impiedades que
cometen irreligiosamente: ni sufriré sus
hechos injustos. He aquí que la sangre
inocente y justa, clama a mí, y las ánimas de
los justos claman continuamente.
9 Yo los vengaré gravemente, dice el Señor;
y toda la sangre inocente traeré a mí de entre
ellos.
H
36
10 He aquí que mi Pueblo es llevado a la
muerte como manada de ovejas: ya no
consentiré que habite en tierra de Egipto,
11 Más yo lo sacaré con mano poderosa y
brazo levantado: y heriré con mortandad toda
la tierra, y yo la destruiré como antes.
12 Egipto llorará, y sus cimientos serán
heridos de mortandad, y de castigo, que el
Señor traerá sobré él.
13 Los labradores, que la labran, llorarán,
porque sus simientes les faltarán a causa de la
niebla, del granizo, y de terribles
constelaciones.
14 Ay del mundo, y de los que en él habitan.
15 Porque cuchillo y su perdición les viene
cerca: y una gente se levantará contra otra en
guerra, con espadas en sus manos.
16 Porque habrá sediciones entre los
hombres: los unos se levantarán contra los
otros, y no harán caso de sus reyes: y los
príncipes medirán la razón con lo que podrán
hacer.
17 Porque será tiempo cuando el que deseare
venir a la ciudad, no podrá, porque las
ciudades estarán en revuelta.
18 A causa de su soberbia: y las casas serán
derribadas, y los hombres tendrán temor.
19 En el hombre no habrá misericordia de
su prójimo para no poner a cuchillo la casa
de cada uno, y saquear sus bienes por falta de
pan, y por diversas calamidades.
20 He aquí, dice el Señor, que yo llamo aun
a todos los reyes de la tierra para que me
teman desde el Oriente, y el Mediodía (Sur),
y desde el Poniente, y el Líbano, para que
vuelvan sobre ellos, y les den el pago de lo
que hicieron.
21 Como ellos han hecho a mis escogidos
hasta hoy, así les haré yo: y les tornaré en su
seno. Así dice el Señor Dios.
22 No perdonará a los impíos mi diestra: y
mi cuchillo no se apartará de los que
derraman la sangre inocente sobre la tierra.
23 El fuego salió de golpe a causa de su ira, y
tragó los fundamentos de la tierra, y los
pecadores como paja encendida.
24 Ay de los que pecan, y de los que no
guardan mis mandamientos, dice el Señor.
25 No los perdonaré. Apartaos, hijos de la
potestad: no contaminéis mi Santidad.
26 Porque el Señor conoce a todos los que
le ofenden: por lo cual él los entregará a la
muerte, y al matadero.
27 Porque los males son ya venidos sobre
todo el mundo, en los cuales vosotros
quedaréis. Porque el Señor no os librará, por
cuanto pecasteis contra él.
28 He aquí que su vista horrible y su rostro
viene del Oriente.
29 La generación de los dragones de Arabia
saldrá en abundancia con multitud de carros:
el número de los cuales irá como viento
sobre la tierra, para que ahora tengan temor,
y tiemblen todos los que los oyesen venir
locos de ira.
30 Los Carmonios saldrán como jabalíes de
la montaña, acometiendo con gran fuerza, y
entrarán en batalla con ellos, y destruirán
parte de la Asiria.
31 Mas después los dragones se esforzarán
acordándose de su naturaleza, y conspirando
juntos volverán con gran fuerza a
perseguirlos.
37
32 Ellos entonces se turbarán, y serán
domados con la potencia de los otros, y
pondrán los pies en huida.
33 Mas el combatidor los cercará desde los
primeros términos de los Asirios, los unos de
los cuales ya domados sobre el ejército de
ellos tendrán horror y espanto, y entre sus
reyes habrá disensión.
34 He aquí nubes que los apremian del
Oriente y del Norte hasta el Mediodía (Sur),
de una apariencia horrible en gran manera,
furiosa, y tempestuosa:
35 Las cuales topándose entre sí derribarán
muchas estrellas a la tierra, y aun la estrella de
ellos. La sangre llegará hasta el vientre a causa
de la mortandad,
36 Y la suciedad de los hombres hasta las
cinchas de los camellos.
37 Pavor y gran espanto vendrá sobre la
tierra: los que viesen este furor tendrán
horror, y serán tomados de temblor.
38 Después de esto muchos nublados se
moverán del Mediodía (Sur), y del Norte, y
de la otra parte del Occidente:
39 Y allende (además) de esto se han de
levantar vientos del Oriente que la encierren,
y también a aquella nube que se movió
furiosamente: y la estrella que se levantó para
espantar al viento Oriental, y al Occidente,
será herida.
40 Se han de levantar grandes y poderosas
nubes llenas de furia, y así mismo la estrella,
para espantar a toda la tierra, y a los que
habitan en ella: las cuales esparcirán terribles
tempestades sobre todo lugar alto y eminente.
41 Fuego, granizo, espadas volantes, y gran
multitud de aguas, que con su multitud
hinchan todos los campos, y todas las riberas.
42 Las cuales derribarán también las
ciudades, los muros, los montes, y los
collados: los árboles de los bosques, el heno
de los prados, y los panes.
43 Y pasarán con ímpetu continuado hasta
Babilonia, y la han de trastornar.
44 Y recogiéndose allí la cercarán, y
derramarán sobre ella su tempestad y toda su
furia: y el polvo y el humo se levantarán hasta
el cielo, y todos los de los al derredores, la
llorarán.
45 Y los que en ella quedasen, servirán a los
que la habrán destruido.
46 ¡Oh!, Asia, compañera de la esperanza de
Babilonia, y gloria de su apariencia.
47 Ay de ti miserable, por cuanto la imitaste:
y ataviaste tus hijas como meretrices para que
agradasen, y se vendiesen a tus enamorados,
los cuales quisieron siempre fornicar contigo.
48 En todas sus obras e invenciones imitaste
a la aborrecible: por tanto, dice el Señor;
49 Yo te enviaré males, viudez, pobreza,
hambre, cuchillo y pestilencia; para que con
muerte y corrupción tus casas y la gloria de tu
virtud sean destruidas.
50 Como la flor que se seca cuando el calor
fe levantará sobre ti y te herirá, enfermarás,
como una pobrecilla de las mujeres llena de
plagas, y castigada:
51 De tal manera que los poderosos y
enamorados no te puedan recibir.
52 Te celaré yo tanto, dice el Señor,
53 ¿Si tú no hubieras muerto mis escogidos
en todo tiempo con golpes de manos traídos
de alto? Y después emborrachada de su
sangre, dijeras a ti misma,
38
54 ¿Atavía la hermosura de tu rostro?
55 Por lo cual recibirás el premio de tu
fornicación arronjado en tu regazo.
56 De la manera que tú has acostumbrado
de tratar a mis escogidos, dice el Señor, así te
tratará a ti Dios, y te entregará al mal.
57 Tus hijos morirán de hambre, tú caerás a
cuchillo, tus ciudades serán asoladas: los
tuyos todos, que estuviesen en el campo,
caerán a espada.
58 Los que estuviesen en los montes, morirán
de hambre, y comerán sus propias carnes, y
beberán su sangre por falta de pan y de agua.
59 Pasarás la mar desventurada: y de nuevo
recibirás males.
60 Al pasar estrellarán la Ciudad matada, y
hollarán parte de tu tierra, y parte de tu gloria
desharán, tornando de nuevo a derribar la ya
derribada.
61 Después de destruida, les has de ser en
lugar de aristas, y ellos a ti en lugar de fuego.
62 Y te han de consumir a ti y a tus ciudades;
tu tierra, tus montes, y todos tus bosques: y
todo árbol fructífero quemarán a fuego.
63 Tus hijos llevarán cautivos, y tus rentas
tendrán por presa: y la gloria de tu rostro
corromperán.
CAPÍTULO XVI
y de ti Babilonia y Asia. Ay de ti
Egipto y Siria.
2 Ceñíos de sacos y de cilicios,
llorad a vuestros hijos, y haced
llanto: porque vuestro quebrantamiento se
acerca.
3 Cuchillo es enviado contra vosotras: ¿y
quién lo apartará?
4 Fuego es enviado contra vosotras, ¿y quién
lo apagará?
5 Males son enviados contra vosotras, ¿y
quién los estorbará?
6 ¿Quién hará huir al bosque al león
hambriento: o apagará el fuego en las aristas
cuando una vez se encendiese?
7 ¿Quién detendrá la saeta arronjada por el
robusto flechero?
8 Cuando el Señor fuerte envía los males,
¿quién los estorbará?
9 ¿Quién apagará el fuego cuando saliese
con ímpetu de su saña (furia)?
10 Cuando él relampaguease, ¿quién no
temerá? Cuando él tronase, ¿quién no se
asombrará?
11 Cuando él amenazase, ¿quién no perecerá
desde los fundamentos delante de él?
12 La tierra tiembla y sus fundamentos. La
mar saca sus ondas desde lo profundo; y sus
ondas y sus peces juntamente se suelen turbar
delante de la presencia del Señor, y de la
grandeza de su potencia:
13 Porque su diestra, con la cual tensa el
arco, es robusta, y las saetas que echa, son
agudas; no se enflaquecen, cuando alguna vez
son arrojadas hasta los fines de la tierra.
14 He aquí que los males son enviados, y no
serán impedidos que no caigan sobre la
tierra. A
39
15 Fuego se enciende que no se apagará
hasta que haya consumido los fundamentos
de la tierra.
16 De la manera que la saeta echada del
robusto flechero, no sabe volver, así los males
enviados a la tierra no serán detenidos.
17 Ay de mí, ay de mí. ¿Quién me librará en
aquellos días?
18 Dolores están cerca, y muchos gemidos:
hambre viene y mucha perdición: guerras
vendrán, y temerán las potestades: vendrán
males, y todos temblarán.
19 En estos males, ¿qué tengo de hacer,
cuando viniesen?
20 He aquí hambre, mortandad, trabajos y
angustias: azotes enviados para castigo.
21 Ni por todas estas cosas se volverán de
sus maldades, ni harán caso de los azotes.
22 He aquí que el mantenimiento (sustento)
será de poco precio en la tierra, tanto que
parezca que hay prosperidad: mas entonces
los males retoñarán en el mudo, cuchillo,
hambre, y gran alboroto.
23 Porque muchos de los que habitan en la
tierra, morirán de hambre: y todos los que
del hambre quedasen, destruirá el cuchillo.
24 Y los muertos serán echados como el
estiércol, y no habrá quien tenga compasión;
porque la tierra quedará desierta, y sus
ciudades serán trastornadas.
25 No quedará nadie para labrar la tierra, ni
para sembrarla.
26 Los árboles darán sus frutos, mas ¿quién
los cogerá?
27 El racimo madurará, mas ¿quién lo
pisará?, porque la soledad de los lugares será
grande.
28 El hombre deseará ver a otro hombre, y
oír su voz.
29 De una ciudad quedarán diez: y de un
campo, dos; los cuales se habrán escondido
por los bosques espesos, y por las cavernas de
los peñascos:
30 Como en un olivar, o en cada un árbol
quedan tres o cuatro aceitunas;
31 O como rebuscos en viña vendimiada
olvidados de los que con diligencia la
buscaron.
32 Así en aquellos días serán dejados tres o
cuatro de los que escudriñarán las casas con
el cuchillo.
33 La tierra quedará desierta, sus campos se
envejecerán: los caminos también, y todas sus
sendas llevarán espinos, porque nadie pasará
por ellas.
34 Las vírgenes llorarán privadas de esposos,
las mujeres llorarán los maridos perdidos,
llorarán también sus hijas desamparadas de
ayuda:
35 Porque sus esposos serán consumidos de
la guerra, y los hombres perecerán de
hambre.
36 Mas los siervos del Señor oíd estas cosas,
y entendedlas.
37 Veis aquí la Palabra del Señor, recibidla:
no creáis a los dioses, de los cuales el Señor
dice,
38 Veis aquí que los males se acercan, y no
tardarán.
40
39 Como la mujer preñada cuando en el
mes noveno ha de parir su hijo, dos o tres
horas antes de la hora de su parto los dolores
están al derredor de su vientre: y saliendo de
él la criatura no se detienen un punto:
40 Así no se detendrán los males que no
acometan al mundo gimiendo él y cercado de
dolores.
41 Pueblo mío, escucha una palabra.
Apercíbete para la pelea: y gobiérnate en los
males como peregrino en la tierra.
42 El que vende, como quien va huyendo, el
que compra, como quien ha de perderlo
todo.
43 El que mercadea, como quien no ha de
recibir el fruto; y el que edifica, como el que
no ha de morar.
44 El que siembra, como quien no ha de
segar: y el que poda la viña, como quien no
ha de vendimiarla.
45 Los que se casan, como los que no han
de engendrar hijos: y los no casados, sean
como viudos.
46 Por cuanto los que trabajan, trabajan en
vano.
47 Porque extranjeros segarán sus
sementeras, saquearán sus bienes, derribarán
sus casas, y a sus hijos apremiarán con
servidumbre, porque en cautividad y en
hambre los engendrarán.
48 Los mercaderes avaros cuanto por más
tiempo adornan las ciudades, las casas, las
posesiones, y sus personas,
49 Tanto más me airaré contra ellos por sus
pecados, dice el Señor.
50 Como la mala mujer aborrece a la mujer
honesta, y de bien,
51 Así la justicia se airará contra la iniquidad
que se atavía de ella: y públicamente la
acusará, cuando vendrá aquel que ha de
meter en razón a todo autor de pecado en la
tierra.
52 Por tanto no os conforméis con ella, ni
con sus obras.
53 Porque presto será quitada de la tierra la
iniquidad, y la justicia reinará en vosotros.
54 El pecador no diga que no tiene pecado:
porque carbones de fuego serán encendidos
sobre la cabeza del que dijere, Yo no he
pecado delante del Señor Dios y de su
Majestad.
55 He aquí que el Señor9
conoce todas las
obras de los hombres: y sus invenciones, y
sus pensamientos, y sus corazones.
56 Porque él dijo10
, Sea hecha la tierra, y la
tierra fue hecha: Sea hecho el cielo, y el cielo
fue hecho.
57 Por su palabra fueron afirmadas las
estrellas:11
y él sabe su número.
58 Él es el que escudriña los abismos, y sus
recámaras: el que midió la mar y su
capacidad.
59 El que encerró la mar en medio de las
aguas: y colgó la tierra sobre las aguas con su
palabra.
60 El que extendió el cielo como una cámara,
y lo fundó sobre las aguas.
61 El que puso en el desierto fuentes de
aguas, y lagos sobre las cumbres de los
montes, para echar ríos de las altas rocas que
rieguen la tierra.
9 Lucas 16, 5
10 Génesis 1, 1 11
Salmo 147, 4
41
62 El que formó al hombre, y asentó su
corazón en medio del cuerpo: el que le dio
espíritu, y vida, y entendimiento, y divino
soplo:
63 El todopoderoso, que creó todas las
cosas: el que escudriña todas las cosas que
están escondidas en los escondrijos de la
tierra.
64 Éste conoce vuestras invenciones, y lo
que en vuestros corazones determináis,
cuando pecáis, y procuráis encubrir vuestros
pecados.
65 Por lo cual el Señor escudriñará con
diligencia todos vuestros hechos, y os
publicará a todos.
66 Y os avergonzaréis, descubiertos vuestros
pecados en la presencia de los hombres,
estando en pie vuestras maldades aquel día
para acusaros.
67 ¿Qué haréis? ¿O cómo tendréis
encubiertos vuestros pecados a Dios, y a sus
ángeles?
68 He aquí que el juez es Dios: temed a él, y
apartaos de vuestros pecados, y olvidad con
eterno olvido vuestros hechos inicuos: y Dios
os sacará, y librará de toda aflicción:
69 Porque he aquí que se enciende contra
vosotros el ardor de la gran compaña de
aquellos que arrebatarán algunos de vosotros,
y los matarán para apacentar sus ídolos.
70 Más los que con ellos consintiesen, serán
de ellos escarnecidos, y mofados, y pisados
71 Porque gran conspiración habrá en cada
lugar, y en las ciudades vecinas contra los que
temen al Señor.
72 Arremeterán, como locos sin perdonar a
nadie, a saquear y matar a los que temen al
Señor;
73 Porque destruirán y saquearán sus
haciendas: y los han de echar de sus casas.
74 Entonces harán experiencia de mis
escogidos, como el oro es probado con el
fuego.
75 Oíd, amados míos, dice el Señor. He
aquí que los tiempos calamitosos están cerca:
mas yo os libraré de ellos.
76 No temáis, ni dudéis: porque Dios es
vuestro Capitán.
77 Y los que guardáis mis mandamientos y
preceptos, dice el Señor, no os agraven
vuestros pecados, ni os sobrepujen vuestras
iniquidades.
78 Ay de los que están ligados en sus
pecados, y cubiertos de sus maldades, como
el campo embarazado con el monte, y como
la senda cubierta de los espinos, que se cierra
y se hace desierta, y al cabo es sentenciada a
ser quemada del fuego.
FIN DEL CUARTO LIBRO DE
ESDRAS.