Post on 12-Feb-2017
"Decenio de las Personas con Discapacidad en el Perú 2007 - 2016" "Año de la consolidación del Mar de Grau"
Si las mujeres pierden, el país pierde
Intervención del Ministro de Educación, Jaime Saavedra, en la
Clausura del Evento: “¿Están las sillas vacías?”
En primer lugar quiero agradecer a ESAN y a Instituto Invertir por
la invitación.
Una de las cosas que hago como ministro es recorrer colegios. Un
tipo de colegio que hemos promovido en esta administración son
los Colegios de Alto Rendimiento (COAR). Son colegios
internados para chicos y chicas de tercero, cuarto y quinto de
secundaria, extremadamente exigentes. Los estudiantes acceden al
programa de Bachillerato Internacional y la educación que reciben
les abre las puertas al mundo. Para ingresar a estos colegios hay
que ser primer, segundo o tercer puesto de la promoción en el
colegio secundario de origen; tener un promedio ponderado mayor
a 15; y pasar una prueba escrita rigurosa, así como una entrevista
personal y una dinámica grupal. Tenemos ya 22 de esos colegios.
Recorriendo el año pasado uno de esos colegios en Piura, vi que las
habitaciones de las chicas estaban ordenadas, pero un poco
apiñadas. Las habitaciones de los chicos estaban un poco menos
ordenadas pero se veían más amplias y espaciosas. Resulta que
cuando se diseñaron los espacios de habitación, se hizo designando
los espacios en un 50% para chicos y 50% para chicas. Error, pues
fueron admitidas más chicas que chicos. En el examen no hay
ningún tipo de cuota. Entran los mejores. Pero el ratio es 62%-38%.
Hoy, entre nuestros estudiantes más talentosos, hay más chicas que
chicos.
Hace 40 años, mi colegio primario de hombres era manejado por
monjas. Y se hacían concursos de spelling (deletreo en inglés). Yo,
como buen nerd, era de los “campeones” de spelling del colegio.
Nos llevaron al equipo de mi colegio a competir con otro colegio
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de la misma congregación, un colegio de chicas. Éramos diez
contra diez. A lo largo del evento nos fueron eliminando y en un
momento quedamos seis: cuatro chicas y dos chicos. Me
eliminaron; quedaban cuatro chicas y uno de los nuestros. Él
también quedó fuera. ¿Los cuatro primeros puestos? todas mujeres.
Ojalá hubieran habido cuotas… para los hombres. Han pasado 40
años y me acuerdo perfectamente de esa escena.
Este año acabamos de nombrar a 8000 maestros para que entren a
la carrera pública. Una evaluación meritocrática súper exigente:
prueba escrita, clase maestra en un aula y entrevista. Postularon
200 000 e ingresaron 8000. Una tasa de ingreso de 4%. Más difícil
era entrar como nombrado a la carrera docente que entrar a la
Universidad Peruana Cayetano Heredia. Ratio de ingreso: 71%
mujeres, sin ningún tipo de cuota; entraron las mejores.
En el Ministerio de Educación, casi la mitad de los cargos de
dirección están ocupados por mujeres. Algunos dirán, “Ah, es que
eso se debe a que es pedagogía, y es una profesión más femenina”.
Falso. Una de las cosas que hemos identificado en el ministerio, y
en la que hemos avanzado, es que se necesitan profesionales de
todas las disciplinas. Pedagogos, pero también administradores,
economistas, gerentes públicos, arquitectos, ingenieros,
psicólogos, abogados.
En el acceso a la educación, las mujeres tienen casi las mismas
oportunidades que los hombres, como han mostrado algunos de los
expositores quienes me antecedieron. Eso lo constatamos en los
ingresos a las universidades, en los ejemplos de ingresos a los
Colegios de Alto Rendimiento, como les mostré. Las
oportunidades educativas se van equiparando poco a poco.
Déjenme darles un ejemplo de un problema y de una solución.
Hemos creado una beca que se llama “Doble Oportunidad”. La
creamos porque hay todavía un problema de deserción en la
secundaria, y tenemos jóvenes de 20, 23 años ya trabajando, sin
haber culminado la secundaria, y condenados a empleos de mala
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calidad toda su vida. La beca que otorgamos les permitirá culminar
la secundaria y al mismo tiempo lograr una certificación técnica.
¿Quiénes aplicaron a la beca?, muchas chicas que habían dejado el
colegio porque habían tenido familias. Tenemos allí entonces un
problema de chicas que pueden ver frustrado su futuro laboral por
un embarazo a una edad tan joven. Este problema es inclusive
muchísimo más grave en la selva, donde hay una altísima tasa de
deserción y de embarazo adolescente. Lo bueno es que vamos
creando oportunidades para que esas chicas se labren su propio
futuro. Pero todavía nos falta mucho.
Más aún, las expectativas de las mujeres empiezan a ser las
correctas. Cuando visito colegios en todo el Perú, siempre les
pregunto a los estudiantes, ¿qué van a ser cuando sean grandes? y
las respuestas de las chicas son alentadoras: médica, policía,
abogada, arquitecta, maestra, ingeniera. No hay sesgos, taras, ni
prejuicios en sus cabezas.
Pero en algún momento, sin embargo, se chocan con algún techo
invisible, que es sutil, que no está escrito, pero que es
tremendamente real aún en este país supuestamente occidental. Y
más aún, existe también en la parte del Perú que presume de ser la
más educada, globalizada y la más integrada al mundo. Existe entre
la gente que trabaja en los edificios alrededor de este hotel. Ese
techo no está solo en las zonas pobres del Perú, es un techo invisible
pero grueso, agrietado quizás, pero incólume.
Nos enfrentamos con generaciones y generaciones de prejuicios,
de carreras de mujeres relegadas a las del hombre, y de roles
diferenciados que se originaron en costumbres arcaicas, pero que
están todavía interiorizados y arraigados en hombres y mujeres de
todos los estratos sociales.
En el acceso a la educación las oportunidades son quizás similares.
Pero en el mercado de trabajo, no. Todavía las carreras y posiciones
laborales de las mujeres son consideradas menos importantes, más
prescindibles, secundarias respecto de las ocupadas por hombres.
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No estoy hablando de las mujeres que están sentadas en esta sala.
Esta no es una muestra aleatoria de mujeres. Quizás la mayor parte
de mujeres de las que estamos hablando, ni siquiera saben que
existen eventos como este.
Asegurar que las mujeres tengan las mismas oportunidades de
progreso en el mercado de trabajo es crucial para aumentar la
productividad, y por tanto, el bienestar en el país. El primer
ministro japonés Shinzo Abe acuñó el término “womenomics” para
referirse a que, asegurando que todos los hombres y mujeres tienen
las mismas oportunidades, se va a aprovechar en toda su dimensión
y en su totalidad el talento en una sociedad. Aun cuando la
evidencia económica de eso es muy clara, todavía nos enfrentamos
a normas sociales arcaicas que nos impiden aprovechar todo el
talento de nuestra gente. En particular, el talento de las mujeres
peruanas.
Ahora, tampoco soy un iluso. No estoy diciendo que la situación
debe de cambiar porque las mujeres y los hombres somos iguales.
No somos iguales.
Como les digo a mi esposa, mis hijas y a mis colegas mujeres que
trabajan más cerca a mí cuando nos sucede que estamos, por
ejemplo, en una reunión y quieren decirme algo. Yo les digo que
no me den señales sutiles para que haga algo: “No me des indicios,
señales, hints como dicen los gringos, ¡díganmelo claramente!”.
Los hombres somos lineales, directos; A implica B, sin
condicionantes, compartimentamos los problemas y los planos. No
hay mucho sexto sentido; cinco a lo más. Para las mujeres todo es
lo inverso. Esas diferencias entre el hombre y la mujer no son ni
buenas ni malas. Simplemente son. Y en algunos casos pueden
llevar a malentendidos, pero en otros casos, a grandes
complementariedades y sinergias.
El punto es que las mujeres y los hombres no son iguales. Las
mujeres y los hombres son muy distintos. Pero tienen que tener las
mismas oportunidades para aprovechar su talento, sus habilidades
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innatas y su potencial al máximo. Hoy, todavía no las tienen. Las
mujeres pierden, y el país pierde.
Yo tengo dos hijas, y espero que ese techo se agriete lo suficiente
para que se caiga. Que ellas se sientan ganadoras y dueñas del
mundo. Yo sé que las competencias las tienen y los conocimientos
los van a tener y los van a seguir adquiriendo a lo largo de sus vidas.
Pero es indispensable que ellas y todas las mujeres tengan la
convicción de que pueden cambiar el mundo. Y que esta sociedad
les deje cambiar el mundo.
Presumo y espero que la historia siga su curso y les deje a las
mujeres cambiar el mundo. La fuerza bruta –literalmente bruta–
que hace unos miles de años era indispensable para cazar y cultivar,
y por lo tanto para sobrevivir, es cada vez más, o ya absolutamente
irrelevante. Más importante es la inteligencia, la comprensión
holística de los problemas, la sensibilidad, la rapidez mental, la
empatía, la inteligencia emocional. Es cada vez más obvio, que la
mujer va a tener un sitial distinto. ¡Ay de los hombres en ese
momento!
Pero ese curso de la historia puede acelerarse si nos lo proponemos.
Y llegaremos al momento en el que digamos algo así como: No sé
si las mujeres van a cambiar el mundo. Pero si les da la gana, lo
pueden hacer.