Discurso del Ministro de Educación Jaime Saavedra

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"Decenio de las Personas con Discapacidad en el Perú 2007 - 2016" "Año de la consolidación del Mar de Grau" Si las mujeres pierden, el país pierde Intervención del Ministro de Educación, Jaime Saavedra, en la Clausura del Evento: “¿Están las sillas vacías?En primer lugar quiero agradecer a ESAN y a Instituto Invertir por la invitación. Una de las cosas que hago como ministro es recorrer colegios. Un tipo de colegio que hemos promovido en esta administración son los Colegios de Alto Rendimiento (COAR). Son colegios internados para chicos y chicas de tercero, cuarto y quinto de secundaria, extremadamente exigentes. Los estudiantes acceden al programa de Bachillerato Internacional y la educación que reciben les abre las puertas al mundo. Para ingresar a estos colegios hay que ser primer, segundo o tercer puesto de la promoción en el colegio secundario de origen; tener un promedio ponderado mayor a 15; y pasar una prueba escrita rigurosa, así como una entrevista personal y una dinámica grupal. Tenemos ya 22 de esos colegios. Recorriendo el año pasado uno de esos colegios en Piura, vi que las habitaciones de las chicas estaban ordenadas, pero un poco apiñadas. Las habitaciones de los chicos estaban un poco menos ordenadas pero se veían más amplias y espaciosas. Resulta que cuando se diseñaron los espacios de habitación, se hizo designando los espacios en un 50% para chicos y 50% para chicas. Error, pues fueron admitidas más chicas que chicos. En el examen no hay ningún tipo de cuota. Entran los mejores. Pero el ratio es 62%-38%. Hoy, entre nuestros estudiantes más talentosos, hay más chicas que chicos. Hace 40 años, mi colegio primario de hombres era manejado por monjas. Y se hacían concursos de spelling (deletreo en inglés). Yo, como buen nerd, era de los “campeones” de spelling del colegio. Nos llevaron al equipo de mi colegio a competir con otro colegio

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"Decenio de las Personas con Discapacidad en el Perú 2007 - 2016" "Año de la consolidación del Mar de Grau"

Si las mujeres pierden, el país pierde

Intervención del Ministro de Educación, Jaime Saavedra, en la

Clausura del Evento: “¿Están las sillas vacías?”

En primer lugar quiero agradecer a ESAN y a Instituto Invertir por

la invitación.

Una de las cosas que hago como ministro es recorrer colegios. Un

tipo de colegio que hemos promovido en esta administración son

los Colegios de Alto Rendimiento (COAR). Son colegios

internados para chicos y chicas de tercero, cuarto y quinto de

secundaria, extremadamente exigentes. Los estudiantes acceden al

programa de Bachillerato Internacional y la educación que reciben

les abre las puertas al mundo. Para ingresar a estos colegios hay

que ser primer, segundo o tercer puesto de la promoción en el

colegio secundario de origen; tener un promedio ponderado mayor

a 15; y pasar una prueba escrita rigurosa, así como una entrevista

personal y una dinámica grupal. Tenemos ya 22 de esos colegios.

Recorriendo el año pasado uno de esos colegios en Piura, vi que las

habitaciones de las chicas estaban ordenadas, pero un poco

apiñadas. Las habitaciones de los chicos estaban un poco menos

ordenadas pero se veían más amplias y espaciosas. Resulta que

cuando se diseñaron los espacios de habitación, se hizo designando

los espacios en un 50% para chicos y 50% para chicas. Error, pues

fueron admitidas más chicas que chicos. En el examen no hay

ningún tipo de cuota. Entran los mejores. Pero el ratio es 62%-38%.

Hoy, entre nuestros estudiantes más talentosos, hay más chicas que

chicos.

Hace 40 años, mi colegio primario de hombres era manejado por

monjas. Y se hacían concursos de spelling (deletreo en inglés). Yo,

como buen nerd, era de los “campeones” de spelling del colegio.

Nos llevaron al equipo de mi colegio a competir con otro colegio

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de la misma congregación, un colegio de chicas. Éramos diez

contra diez. A lo largo del evento nos fueron eliminando y en un

momento quedamos seis: cuatro chicas y dos chicos. Me

eliminaron; quedaban cuatro chicas y uno de los nuestros. Él

también quedó fuera. ¿Los cuatro primeros puestos? todas mujeres.

Ojalá hubieran habido cuotas… para los hombres. Han pasado 40

años y me acuerdo perfectamente de esa escena.

Este año acabamos de nombrar a 8000 maestros para que entren a

la carrera pública. Una evaluación meritocrática súper exigente:

prueba escrita, clase maestra en un aula y entrevista. Postularon

200 000 e ingresaron 8000. Una tasa de ingreso de 4%. Más difícil

era entrar como nombrado a la carrera docente que entrar a la

Universidad Peruana Cayetano Heredia. Ratio de ingreso: 71%

mujeres, sin ningún tipo de cuota; entraron las mejores.

En el Ministerio de Educación, casi la mitad de los cargos de

dirección están ocupados por mujeres. Algunos dirán, “Ah, es que

eso se debe a que es pedagogía, y es una profesión más femenina”.

Falso. Una de las cosas que hemos identificado en el ministerio, y

en la que hemos avanzado, es que se necesitan profesionales de

todas las disciplinas. Pedagogos, pero también administradores,

economistas, gerentes públicos, arquitectos, ingenieros,

psicólogos, abogados.

En el acceso a la educación, las mujeres tienen casi las mismas

oportunidades que los hombres, como han mostrado algunos de los

expositores quienes me antecedieron. Eso lo constatamos en los

ingresos a las universidades, en los ejemplos de ingresos a los

Colegios de Alto Rendimiento, como les mostré. Las

oportunidades educativas se van equiparando poco a poco.

Déjenme darles un ejemplo de un problema y de una solución.

Hemos creado una beca que se llama “Doble Oportunidad”. La

creamos porque hay todavía un problema de deserción en la

secundaria, y tenemos jóvenes de 20, 23 años ya trabajando, sin

haber culminado la secundaria, y condenados a empleos de mala

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calidad toda su vida. La beca que otorgamos les permitirá culminar

la secundaria y al mismo tiempo lograr una certificación técnica.

¿Quiénes aplicaron a la beca?, muchas chicas que habían dejado el

colegio porque habían tenido familias. Tenemos allí entonces un

problema de chicas que pueden ver frustrado su futuro laboral por

un embarazo a una edad tan joven. Este problema es inclusive

muchísimo más grave en la selva, donde hay una altísima tasa de

deserción y de embarazo adolescente. Lo bueno es que vamos

creando oportunidades para que esas chicas se labren su propio

futuro. Pero todavía nos falta mucho.

Más aún, las expectativas de las mujeres empiezan a ser las

correctas. Cuando visito colegios en todo el Perú, siempre les

pregunto a los estudiantes, ¿qué van a ser cuando sean grandes? y

las respuestas de las chicas son alentadoras: médica, policía,

abogada, arquitecta, maestra, ingeniera. No hay sesgos, taras, ni

prejuicios en sus cabezas.

Pero en algún momento, sin embargo, se chocan con algún techo

invisible, que es sutil, que no está escrito, pero que es

tremendamente real aún en este país supuestamente occidental. Y

más aún, existe también en la parte del Perú que presume de ser la

más educada, globalizada y la más integrada al mundo. Existe entre

la gente que trabaja en los edificios alrededor de este hotel. Ese

techo no está solo en las zonas pobres del Perú, es un techo invisible

pero grueso, agrietado quizás, pero incólume.

Nos enfrentamos con generaciones y generaciones de prejuicios,

de carreras de mujeres relegadas a las del hombre, y de roles

diferenciados que se originaron en costumbres arcaicas, pero que

están todavía interiorizados y arraigados en hombres y mujeres de

todos los estratos sociales.

En el acceso a la educación las oportunidades son quizás similares.

Pero en el mercado de trabajo, no. Todavía las carreras y posiciones

laborales de las mujeres son consideradas menos importantes, más

prescindibles, secundarias respecto de las ocupadas por hombres.

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No estoy hablando de las mujeres que están sentadas en esta sala.

Esta no es una muestra aleatoria de mujeres. Quizás la mayor parte

de mujeres de las que estamos hablando, ni siquiera saben que

existen eventos como este.

Asegurar que las mujeres tengan las mismas oportunidades de

progreso en el mercado de trabajo es crucial para aumentar la

productividad, y por tanto, el bienestar en el país. El primer

ministro japonés Shinzo Abe acuñó el término “womenomics” para

referirse a que, asegurando que todos los hombres y mujeres tienen

las mismas oportunidades, se va a aprovechar en toda su dimensión

y en su totalidad el talento en una sociedad. Aun cuando la

evidencia económica de eso es muy clara, todavía nos enfrentamos

a normas sociales arcaicas que nos impiden aprovechar todo el

talento de nuestra gente. En particular, el talento de las mujeres

peruanas.

Ahora, tampoco soy un iluso. No estoy diciendo que la situación

debe de cambiar porque las mujeres y los hombres somos iguales.

No somos iguales.

Como les digo a mi esposa, mis hijas y a mis colegas mujeres que

trabajan más cerca a mí cuando nos sucede que estamos, por

ejemplo, en una reunión y quieren decirme algo. Yo les digo que

no me den señales sutiles para que haga algo: “No me des indicios,

señales, hints como dicen los gringos, ¡díganmelo claramente!”.

Los hombres somos lineales, directos; A implica B, sin

condicionantes, compartimentamos los problemas y los planos. No

hay mucho sexto sentido; cinco a lo más. Para las mujeres todo es

lo inverso. Esas diferencias entre el hombre y la mujer no son ni

buenas ni malas. Simplemente son. Y en algunos casos pueden

llevar a malentendidos, pero en otros casos, a grandes

complementariedades y sinergias.

El punto es que las mujeres y los hombres no son iguales. Las

mujeres y los hombres son muy distintos. Pero tienen que tener las

mismas oportunidades para aprovechar su talento, sus habilidades

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innatas y su potencial al máximo. Hoy, todavía no las tienen. Las

mujeres pierden, y el país pierde.

Yo tengo dos hijas, y espero que ese techo se agriete lo suficiente

para que se caiga. Que ellas se sientan ganadoras y dueñas del

mundo. Yo sé que las competencias las tienen y los conocimientos

los van a tener y los van a seguir adquiriendo a lo largo de sus vidas.

Pero es indispensable que ellas y todas las mujeres tengan la

convicción de que pueden cambiar el mundo. Y que esta sociedad

les deje cambiar el mundo.

Presumo y espero que la historia siga su curso y les deje a las

mujeres cambiar el mundo. La fuerza bruta –literalmente bruta–

que hace unos miles de años era indispensable para cazar y cultivar,

y por lo tanto para sobrevivir, es cada vez más, o ya absolutamente

irrelevante. Más importante es la inteligencia, la comprensión

holística de los problemas, la sensibilidad, la rapidez mental, la

empatía, la inteligencia emocional. Es cada vez más obvio, que la

mujer va a tener un sitial distinto. ¡Ay de los hombres en ese

momento!

Pero ese curso de la historia puede acelerarse si nos lo proponemos.

Y llegaremos al momento en el que digamos algo así como: No sé

si las mujeres van a cambiar el mundo. Pero si les da la gana, lo

pueden hacer.