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CAPÍTULO III
MARTIN BUBER Y EL GIRO DIALÓGICO EN LA FILOSOFÍA
1. MARTIN BUBER Y SU OBRA YO -TU
Martin Buber (1868-1965) fue un pensador judío cuyos escritos y
particularmente, su filosofía del diálogo alcanzaron mucha difusión en lengua
inglesa durante la década de los cuarenta hasta los ochenta del siglo
pasado, tanto en Europa occidental como en Estados Unidos; hacia donde
viajó en varias ocasiones invitado por universidades americanas.
La obra que le da la fama internacional a Martin Buber tiene un título, un
tanto extraño y al mismo tiempo familiar, “Yo y Tú” (en alemán Ich und Du),
es publicada hacia 1923, primero en alemán, y luego en inglés en 1937. Su
obra escrita originalmente en alemán fue traducida y comentada
principalmente por escritores y filósofos norteamericanos, entre se destacan,
por ejemplo, Maurice Friedman, quien tradujo y comentó la gran mayoría de
la obra de Martin Buber y quien además fue su biógrafo, y desarrolló una
línea de investigación en donde aplicaba la filosofía del diálogo en el ámbito
de la psicoterapia. En consideración a este último punto,
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es pertinente destacar que la obra de Buber tuvo repercusiones importantes
en otros campos de estudios tales como educación, política, jasidismo,
estudios bíblicos tanto en la esfera cristiana como en la judía, etc. Otros tres
traductores y/o comentadores muy conocidos son WillHerberg, Malcom L.
Diamond, y NahumGlatzer, un discípulo y amigo judío de Buber.
Los estudiosos de los escritos de Buber afirmaban que su obra era original
y profunda, que marcó un hito en la historia de la filosofía en virtud del
principio dialógico, el cual constituyó en la piedra angular de su pensamiento
filosófico. El “giro dialógico” que le imprimió a la filosofía recibió un favorable
impacto entre los filósofos contemporáneos del tiempo de vida de Buber al
punto de ser considerado uno de los filósofos más importantes de la primera
mitad del siglo XX y el filósofo judío más importante de todos los tiempos.
Este reconocimiento internacional quedó patentado por escrito cuando su
nombre y obra figuró en un volumen de la famosa colección The Library of
Living Philosophers, la cual previamente le había dedicado las pasadas
ediciones a filósofos de la talla de John Dewey (en 1939, que el primer
volumen de esta colección), Bertrand Russell (en 1944), Karl Jasper (en
1957), Ernst Cassirer (en 1949), y por cierto el primer judío en inscribir su
nombre en esta famosa colección. Lamentablemente, Buber no pudo ver
esta edición que fue publicada en 1967, dos años después de su muerte.
En la edición de 1967 de The Library of Living Philophers, dedicada a
Buber, se compilaba los escritos de un grupo de importantes filósofos que
comentaban y/o criticaban su obra, y él mismo Buber aportó algunos datos
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de su biografía intelectual y además escribió un capítulo en donde replicaba
a sus críticos. Entre los filósofos y teólogos de renombre que destacan en
ese volumen se encuentran Gabriel Marcel, Emil Bruner, Karl Kerenyi, Hans
Urs Von Balthazar, y algunos filósofos judíos como InmanuelLevinas, y otros
intelectuales judíos como el mismo NahumGlatzer.
Para algunos, Buber era una especie de “teólogo judío”, para otros, y era
la idea más dominante, su pensamiento se inscribía dentro de la filosofía del
existencialismo, la cual era una de las corrientes de pensamiento filosófico
que copaba la atención entre filósofos e intelectuales. De hecho, se percibía
que sus escritos era más bien una suerte de síntesis entre el existencialismo
y el judaísmo jasídico; siendo el jasidismo su principal fuente de inspiración
religiosa. En cualquier caso, Buber expresó claramente que su obra debía
más verse más bien como una antropología filosófica, que apuntaba a
completar, desde su perspectiva dialógica la antropología filosófica que había
originalmente planteado Kant en su obra.
De hecho, muchos autores han notado ciertas similitudes entre el
pensamiento de Buber y la filosofía del existencialismo, y en base a esta
comparación, lo han clasificado como un pensador o filósofo existencialista.
Por ejemplo, M. L. Diamond (1960) argumenta que el pensamiento de Martin
Buber se ubica dentro de las filas del existencialismo; al mismo tiempo que
critica a autores como M. Friedman y W. Helberg, quienes distinguen en las
obras dos períodos, antes y después de la publicación del Yo y Tú de 1923,
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el primero como existencialista, y el segundo período, después de esa fecha,
juzgan que sus obras más maduras expresan la “filosofía del diálogo”.
Malcom (1960) muestra que esto es incorrecto, pues la filosofía del
diálogo de Buber es tan existencialista como sus primeras obras. Pero
añade, un comentario que debilita su argumentación cuando afirma que a
partir de Yo y Tú “sus siguientes obras filosóficas son simplemente una forma
de expresión existencial más optimista” (p. 19). Pero justo este aspecto, es lo
que lo diferencia de manera radical del existencialismo pues uno de sus
rasgos distintivos centrales es el pesimismo; no hay esperanza para el
hombre ni se puede centrar ninguna esperanza en el hombre. Malcom
comete un error adicional, al suponer que el carácter optimista del
existencialismo buberiano se debe a que Buber lo ha enriquecido con una
profunda apreciación de la tradición judía, y de hecho, es esta fusión del
pensamiento existencial con el espíritu del Judaísmo la gran contribución de
Buber a la filosofía (p. 19,20).
Y, por ello, lo llama a Buber: “el judío existencialista”; cuando debió haber
declarado (y que además es falso) que el pensamiento de Buber es un
“existencialismo judío”. Es simplemente un pensador judío, quien con astucia
y carisma, y en un lenguaje accesible para todos, fue capaz de introducir al
mundo la perspectiva judía de la vida, una experiencia centrada en la Torá y
en la esperanza de la redención mesiánica, que la Torá y los profetas
anuncian, y que el jasidismo ha reavivado” (Pitter Martin Buber Dialogical
Principle as a Midrash”, 2017).
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En concordancia con lo anterior, Buber lo que ha hecho es expresar el
carácter concreto del pensamiento hebreo por medio de la clave
hermenéutica del principio dialógico a fin de formular un conjunto de
planteamientos basados en la relación personal Yo-Tú, para definir al
hombre, la realidad, la verdad, el bien y el mal. A diferencia de la filosofía
occidental, la cual, desde los griegos, establece que el sujeto (no el hombre,
un ser metafísico y por tanto abstracto) establece por medio del conocimiento
una relación con la realidad (el objeto, “el ser que está allí”).
De tal modo, que tal relación, la del sujeto con realidad, es en verdad una
auto-relación de índole metafísica, y restringida al plano cognitivo o
meramente intelectual del sujeto cognoscente, y que de ningún puede
comunicarse con ella, es un monólogo. De allí, de esta dicotomía sujeto-
objeto, esto es, la relación fundamental del hombre con la realidad, se deriva
entonces que la verdad se basa en la teoría del conocimiento, en el
razonamiento especulativo filosófico.
Este contraste entre el pensamiento concreto hebreo y el pensamiento
abstracto griego, lo conoce Buber muy bien, pues la Torá enseña que
cuando Adán “conoció” a Eva, era una referencia a un encuentro real, a una
experiencia total, física, psicológica, cognitiva, de entrega mutua. Por ello,
Buber afirmaba que la filosofía o los problemas filosóficos surgen cuando
reflexionamos en asunto reales de la vida: sobre el amor, el odio, el
sufrimiento, la muerte, etc.; asuntos en los cuales no se ha ocupado la
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filosofía occidental. Y debido a estas notables carencias de la histórica
reflexión filosófica occidental, han surgido corrientes filosóficas como el
romanticismo, el existencialismo, por ejemplo.
Con Buber, la filosofía de la experiencia, de raíces judías, ha ganado un
lugar prominente en la filosofía como una nueva manera de concebir la
realidad, la verdad y al hombre. De hecho, la parte central de su filosofía
consistía en definir al hombre por su cualidad dialógica, por su capacidad
para relacionarse con el otro en términos positivos.
En el campo de los estudios religiosos deseamos resaltar que Martin
Buber se destacó como un traductor y comentador e intérprete de las
Escrituras Hebreas (“Tanak” para los judíos, “Antiguo Testamento” para los
cristianos). Como traductor empezó en la década de los años veinte del siglo
pasado junto con su amigo y filósofo judío Franz Rosenzweig (1886-1929), la
traducción de la Tanak del hebreo al alemán, la cual la seguiría y terminaría
en solitario hacia el año 1960, en virtud del fallecimiento prematuro de
Rosenzweig.
Esta obra de traducción, al igual que la una vez hizo Lutero, estaba
destinada a reflejar un lenguaje no solo más cercano al espíritu del lenguaje
hebreo sino también que fuera legible e inteligible al hombre moderno, con el
objeto de hacerle ver la actualidad del pensamiento hebreo. El principio
dialógico sería un clave hermenéutica importante en esta traducción, pues
Buber consideraba que el carácter dialógico de las Escrituras hebreas, es
decir, el “diálogo entre Dios y los hombres” es una de las enseñanzas
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centrales de la Biblia; y en este sentido, que el Dios de la Biblia todavía tiene
el interés en comunicarse con los hombres.
Como comentador de las Escrituras hebreas, Buber realizó una obra
extraordinaria, la cual se puede ver desde dos ángulos distintos. En sus
escritos, en donde lo preponderante es el planteamiento de su filosofía del
diálogo se puede notar el uso de un léxico religioso que un lector educado en
el hebreo bíblico y en el Judaísmo puede identificar como proveniente de las
Escrituras hebreas o del jasidismo, la corriente judía que influenció
profundamente la obra y la visión de la vida de Martin Buber. En ese tipo de
escritos filosóficos podemos notar como Buber aborda y/o redefine por medio
del principio dialógico los términos como pecado, arrepentimiento, el amor, el
bien, el mal, etc. En otras palabras, Buber retoma desde su particular óptica,
que él mismo llama el “desfiladero”, la situación existencial del hombre y en
particular su “predicamento”, y la examina y aporta soluciones y sugerencias
para que el hombre pueda establecer una mejor y más elevada relación con
su prójimo y con el Creador.
Además de ello, Buber se distinguió por traductor y pionero en dar a
conocer la vida y obra de los maestros del Jasidismo, una corriente judía que
surgió a mediados del siglo XVIII y que trajo una renovación a la fe judía de
entonces. El Jasidismo influenció grandemente la filosofía del diálogo de
Martin Buber, al punto que él veía en la relación maestro-alumno (tzadik-
jasid) el ejemplo paradigmático del “Yo-Tú”, es decir, una relación respetuosa
y afectiva en donde el diálogo se llevaba con transparencia y sinceridad. Y,
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en general, la comunidad judía de los jasídicos se distinguía por un espíritu
de fraternidad y alegría.
A pesar de sus contribuciones en la filosofía hoy día Buber no es un
filósofo cuya obra sea parte de los estudios actuales de filosofía. Es decir, la
filosofía del diálogo ya no es tan atractiva para el filósofo contemporáneo
como lo es la filosofía analítica o la filosofía del lenguaje, las cuales han
ocupado un importante y creciente espacio en los departamentos de filosofía
de las grandes universidades del mundo. Incluso, cuando uno examina libros
sobre “Historia de la Filosofía” o sobre “Filosofía Moderna”, el nombre de
Buber brilla por su ausencia. Lo que sí se puede encontrar con mayor
frecuencia, especialmente en los años ochenta y noventa del siglo pasado y
en lo que va de este siglo, es una variedad artículos de investigación en
Journals o revistas especializadas de filosofía que se han ocupado del
pensamiento dialógico buberiano.
En virtud de lo anterior, podemos considerar que Martin Buber, hoy día, es
uno de los filósofos olvidados, o mejor dicho, uno de los pensadores judíos
olvidados, al igual que Rosenzweig, Hermann Cohen. Quizás, nos
aventuramos a opinar que tal olvido se debe al carácter o fondo judío (o
religioso) que distingue al pensamiento dialógico de Martin Buber, pues como
muchos escritores han afirmado y con razón, es que el estilo de los
planteamientos de Buber no está circunscrito en el ámbito del lenguaje
abstracto y especializado de la filosofía tradicional, en el cual los filósofos
han sido educados para pensar y escribir. Y, lo que es natural, para entender
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plenamente a Buber se requiere de un sólido background en hebreo bíblico y
en el Judaísmo, que la gran mayoría de los filósofos contemporáneo
carecen. De allí, que sea muy cierto lo que afirma con mucha certeza
Malcom Diamond (1960, p. 80).
La abundante diseminación del pensamiento original de Martin Buber es una ganancia para la cultura, pero se corre el riesgo que su pensamiento sea mal interpretado. Ello es debido al hecho que muchos lectores pueden ser extraviados por intelectuales seculares quienes ignoran las brillantes percepciones de Buber ignorando la matriz religiosa de donde tales percepciones provienen, de igual manera, puede ocurrir lo mismo con otros lectores que guiados por pensadores cristianos pasan por alto el carácter distintivo judío de esa matriz religiosa.
De allí que hayan surgido muchos malentendidos y hasta erróneas
interpretaciones de las ideas de Buber.
En resumen, ¿dónde ubicar a Buber desde el punto de vista filosófico?
Los estudiosos de las obras de Martín Buber lo definen dentro del
existencialismo; pero el mismo Buber afirma que su obra se define en el
marco de la antropología filosófica. Y en su libro ¿Qué es el hombre?,
propone presentar las líneas maestras de su pensamiento, el cual comienza
re planteando las preguntas fundamentales de la filosofía, hechas por Kant
en el siglo XVIII:
l.- ¿Qué puedo saber? – a lo que responde la Metafísica y la Teoría del
Conocimiento.
2.- ¿Qué debo hacer? – que trata de responder la Ética,
3.- ¿Qué me cabe esperar? – tiene como tema la Religión.
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4.- ¿Qué es el hombre? – a lo que responde la Antropología Filosófica.
Buber formuló, aunque no de manera sistemática, una Antropología
Filosófica fundada en la relación “Yo-Tú”, marco en el cual define al hombre,
e incluso el mal cuando se deteriora o no puede establecerse esta relación.
2. COMUNICACIÓN INTERSUBJETIVA Y DIÁLOGO BUBERIANO
Esta parte es el núcleo de nuestra investigación en donde expondremos
una síntesis del pensamiento dialógico de Martin Buber tomado
principalmente de su obra Yo y Tú, en la versión española de Hernán Crespo
(1982) con correcciones del Rabbí Dr. Williams Pitter, y en ese contexto
descriptivo haremos un análisis con el objeto de identificar los tipos de
comunicación intersubjetiva que se encuentran en esa obra y la clase de
diálogo que caracteriza a cada una de ellas. Todo ello tiene la intención de
establecer las bases a partir de las cuales podamos conceptualizar la
comunicación interpersonal y de allí, el próximo paso sería definir a su vez la
comunicación interpersonal desde la filosofía del diálogo de Buber, que es el
objeto de investigación de este trabajo.
A tal efecto, se ha considerado pertinente dividir en dos secciones esta
parte de la Tesis. En la primera sección abordaremos el origen griego y como
es entendida la noción de diálogo en la filosofía occidental, lo que nos dará
las luces necesarias y suficientes para hablar con propiedad de lo que
queremos decir cuando invoquemos la palabra “diálogo”. Ya habiendo
conocido el origen y concepto de diálogo, nos enfocaremos a presentar la
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filosofía del diálogo de Martin teniendo en mente las intenciones y objetivos
señalados en el párrafo anterior.
2.1. Las raíces griegas del concepto de diálogo
Ante todo, es pertinente aclarar que los autores citados en esta sección, y
en especial George Gadamer (1997) no usan como parte de su léxico
expresiones tales como “comunicación intersubjetiva”, pero es claro para el
lector de que de eso justo se trata cuando tales autores hacen afirmaciones
sobre la “experiencia dialogal”; y por esta razón justificamos el uso de esta
expresión en nuestro análisis y comentarios en esta sección y en las
siguientes.
George Gadamer (1997), en su escrito titulado Texto e Interpretación, nos
explica que desde la época de Platón cuando escribió sus obras en forma de
diálogos, el diálogo se ha entendido como la esfera del intercambio de
razones entre los interlocutores a fin de buscar un consenso en lo común.
Vinculado a esta noción preliminar diálogo encontramos también la noción de
dialéctica. Es importante que hagamos una distinción entre diálogo y
dialéctica. Ferrater Mora (2001) afirma que
El “arte dialéctico” puede definirse primariamente como “arte del diálogo”. Como en el diálogo hay por los menos dos logoi que se contraponen entre sí [para el intercambio de razones]; en la dialéctica hay asimismo dos logoi, dos “razones” o “posiciones” que se contraponen entre las cuales se establece precisamente un diálogo, es decir, una confrontación en la cual hay una especie de acuerdo en el desacuerdo –sin lo cual no habría diálogo-, pero
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también una especie de sucesivos cambios de posiciones inducidos por cada una de las posiciones “contrarias” (p. 866).
Nótese que el sentido “dialógico” de la “dialéctica”, no implica que “todo
diálogo es necesariamente dialéctico. En un sentido más técnico la dialéctica
se entendió como un tipo de argumentación” o procedimiento formal que
podía ser empleado por una persona ya sea en un discurso público o en un
escrito filosófico a fin de demostrar o dar razones, por ejemplo, acerca si
cierta proposición era declarada verdadera. Algunos de los diálogos de
Platón, por ejemplo, en parte de sus obras como Fedón y la República,
presentan la dialéctica como una deducción racional de ascenso a lo
inteligible (George Gadamer, 1997, p. 867) Tal vez, el más conocido método
o modelo de dialéctica, planteada como dos razones opuestas, es la
oposición entre tesis y anti-tesis, y a partir de allí se formula un procedimiento
para llegar a una síntesis.
En resumen, el diálogo en el sentido griego es una comunicación
intersubjetiva para el intercambio de razones, y la dialéctica puede ser
entendida de dos maneras distintas, una como una variedad de métodos de
razonamientos y como una comunicación intersubjetiva en donde los
interlocutores tiene posiciones opuestas (ya sea de naturaleza ideológica,
religiosa, o simple visiones contrarias sobre asuntos relacionados con un
problema de la junta de vecinos de la comunidad). Y en este último sentido,
como bien lo señala Ferrater Mora (2001), el diálogo se establece para
encontrar un acuerdo en el desacuerdo, de modo tal que, y note esto, que la
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experiencia dialogal acá, contiene implícita la alteridad, pero el único cambio
que produce tal alteridad en los interlocutores, son cambios de posición que
van a inducir un acuerdo entre las partes. Por tanto, el acuerdo, “el entre” es
simplemente un logoi, una razón. Los cambios se han producido en el plano
cognitivo, la experiencia dialogal de la dialéctica, solo logra eso. La
experiencia dialogal aquí expuesta es de naturaleza logocéntrica.
El carácter logocéntrico de la experiencia dialogal es resaltado por Platón
cuando Ferrater Mora (2001, p. 877) afirma que “el que sabe preguntar y
responder es el práctico o especialista del diálogo, esto es, el “dialéctico”
(Cratilo 390C)”. Platón también concibe el diálogo como un método en el
sentido siguiente: “el diálogo es un método riguroso de conceptualización”
Ferrater Mora (2001, p. 877), es decir, la comunicación intersubjetiva cuando
logra alcanzar el consenso en lo común, se dice que ha “conceptualizado” el
diálogo, y es por esto, que como afirma Gadamer, esta clase de diálogo está
encapsulado en la esfera del intercambio de razones, como veremos en
breve.
Es claro observar que el carácter del diálogo surgido y definido en el
marco del pensamiento griego, ya sea el diálogo per sé o el diálogo en la
dialéctica, se distingue y está limitado por el logocentrismo, como el mero
intercambio intersubjetivo de razones con el fin de producir o alcanzar un
consenso o un sentido compartido: la “conceptualización” platónica. Así,
desde Platón hasta nuestros días, podemos afirmar que la comunicación
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intersubjetiva es, en principio, una experiencia dialogal logocéntrica; pues ya
viene investida así por su carácter originario griego.
Llama la atención que George Gadamer (1997, p. 84) hiciera la siguiente
observación: “Se advierte, en este punto, una limitación del modelo griego,
ya denunciada en el Antiguo Testamento, en Pablo, en Lutero y en sus
renovadores modernos”. No tenemos espacio ni tampoco es nuestra
intención abrir una discusión sobre esta observación de Gadamer, solo
deseamos destacar que ha dejado constancia histórica en la literatura
occidental que el pensamiento griego fue retado y refutado por los hebreos,
los profetas de la antigüedad y por Pablo en el areópago de Atenas cuando
se enfrentó a los filósofos epicúreos y estoicos (Hch 17:16-34). De ello, se
haría eco Martin Lutero, y entre sus renovadores modernos, tenemos al
trabajo pionero del judío Martin Buber, quien imprimiría un nuevo sentido a la
experiencia dialógica griega; y que Heidegger y el mismo Gadamer, y Jurgen
Habermas retomarían y la desarrollarían por vías distintas.
Ahora bien, George Gadamer (1997) critica este carácter logocéntrico de
la experiencia dialogal y señala con precisión, que la experiencia dialogal es
algo que va más allá del intercambio de razones y cuya coincidencia pudiera
constituir el sentido de todo diálogo; pues la alteridad, el reconocimiento del
otro, tiene un potencial para producir cambios en nuestros pensamientos y
en nuestro discurso. Para George Gadamer (1997) El punto de partida de su
crítica comienza en el simple y elemental hecho básico del carácter dialogal
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del lenguaje, el hombre tiene un lenguaje para comunicarse con el otro, y en
esa experiencia comunicativa debe entenderse que:
“Lo que se manifiesta en el lenguaje no es la mera fijación de un sentido pretendido, sino un intento en constante cambio o, más exactamente, una tentación reiterada de sumergirse en algo con alguien. Pero esto significa exponerse. Tan lejos está el lenguaje de ser una mera explicitación y una acreditación de nuestros prejuicios, que más bien los pone a prueba: los expone a la propia duda y al contraste del otro” (p. 85).
En otras palabras, la superación de la comunicación intersubjetiva
dialógica en el sentido ontológico griego se da en el hecho simple y llano del
reconocimiento de las potencialidades que tiene la alteridad, es decir, el
encuentro presencial con el otro en producir cambios importantes en nuestra
visión de la vida. Y en virtud de esto, Gadamer (1997) añade un hecho
básico que todos conocemos también:
¿Quién no conoce por experiencia –sobre todo frente al interlocutor que queremos convencer- de la facilidad con que uno expresa las razones que posee y, sobre todo, las razones en contra del otro? La mera presencia del otro a quien encontramos, ayuda, aun antes que abra la boca, a descubrir y abandonar la propia clausura (encerramiento). La experiencia dialogal que aquí se produce no se limita al intercambio de razones de una y otra parte, cuyo intercambio y coincidencia pudiera constituir el sentido de todo diálogo. Hay algo más: una potencialidad de ser otro, por decir así, que se encuentra más allá de todo entendimiento en el ámbito de lo común (p.85).
Estamos hablando entonces del Principio Dialógico, es decir, que el efecto
de la alteridad presente en la comunicación intersubjetiva dialógica
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propiamente dicha enriquece a los interlocutores, amplía el horizonte de la
comprensión de uno mismo y del otro; o como dirían Arnett, Cissna y
Anderson (2008), ensancharía la mentalidad comunicativa; quedando así
superada definitivamente la experiencia dialogal del modelo logocéntrico
griego, encerrada en la esfera del mero intercambio de razones desde los
tiempos de Platón.
Gadamer, en su formidable recuento de la experiencia dialógica en la
literatura filosófica occidental, nos enseña que, con el ocaso de la metafísica
por una parte y la insuficiencia de la ontología griega en su caracterización
de la experiencia dialógica, el Principio Dialógico, o “principio dialogal” como
lo llama Gadamer (1997, p. 85), “solo alcanzó la conciencia filosófica en el
ocaso de la metafísica, en la época del romanticismo alemán, y se ha
impuesto de nuevo en nuestro siglo frente a la unilateralidad del sujeto
idealista”.
Gadamer (1997), en su obra da cuenta que la esfera de las razones, el
logocentrismo de la experiencia dialogal, ha sido penetrada por los efectos
que la alteridad provoca en la comunicación intersubjetiva, de la cual ahora la
filosofía occidental está consciente con el llamado “giro dialógico” que ha
dado un nuevo curso e impulsos a las investigaciones en filósofos tales como
Wiggenstein, Heiddeger, Habermas, y el mismo Gadamer, como ya
señalamos.
Ya una vez bien informados, por una parte, acerca de la noción diálogo
como “intercambio de razones”, su carácter logocéntrico, y que tal diálogo en
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verdad está en el “medio” de la comunicación intersubjetiva. Y por otra parte,
que la alteridad, como señala Gadamer tiene el potencial para romper la
esfera de las razones, y producir cambios, no solo de posición en el diálogo
racional, sino también que va más allá y produce otros cambios entre las
partes que han establecido la comunicación intersubjetiva de modo tal que
sea superado el carácter logocéntrico, que desde Platón se le ha atribuido al
diálogo. Con Martin Buber, el giro dialógico que toma la filosofía con sus
planteamientos, no solo supera este escollo sino que además define y
explica con múltiples detalles la manera como la alteridad, el “Tú”, produce
cambios importantes “entre” las partes de la comunicación intersubjetiva a fin
de que se produzca un diálogo genuino. Y a estos asuntos nos dedicaremos
en la próxima sección.
2.2. El pensamiento dialógico de Martin Buber
En esta sección vamos a exponer y analizar las principales ideas del
pensamiento dialógico de Martin Buber basadas en el libro Yo y Tú (Crespo,
1982), pero por razones pedagógicas vamos a presentar primero unas citas
de Buber realizadas en una obra posterior a su obra Yo y Tú, a fin de aclarar
a sus lectores la relación entre los diversos tipos de comunicación y los
diversos de diálogos que éstas generan.
Esta aclaratoria es importante a la luz de los intereses que persigue esta
investigación, puesto que Buber va a definir tres tipos de comunicación
intersubjetivas, pero una de ellas, es la comunicación intersubjetiva que lleva
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al verdadero diálogo, o mejor dicho, en la que se produce el genuino dialogo
en sentido Buberiano. Luego de esta precisión, vamos a adentrarnos en la
obra Yo y Tú de Buber.
2.2.1. Los tres diálogos buberianos
Martin Buber publicó una colección de cinco ensayos escritos entre 1929 y
1939 que lleva por título Entre hombre y hombre (Between man and man), y
que fue traducido al inglés y publicado por primera vez en 1947 por Ronald
G. Smith. En el prefacio de esa obra, Martin Buber explica que esos cinco
ensayos tienen la intención de completar y aplicar las ideas que
originalmente fueron formuladas en su obra Yo y Tú, publicada en alemán en
1923, y luego traducida al inglés por Ronald G. Smith en 1937.
Entre las aplicaciones a su obra Yo y Tú, en esta compilación se destacan
dos ensayos sobre la educación, pero me interesa destacar lo que dice sobre
su primer ensayo que titula Diálogo (escrita en alemán en 1929), del cual
afirma que surgió de su deseo de clarificar el principio dialógico presente en
su libro Yo y Tú, ilustrar tal principio y precisar la relación de este principio
con las con las esferas esenciales de la vida, la cual será objeto de nuestra
atención en la próxima sección.
El quinto ensayo titulado ¿Qué es el hombre?, contiene el curso completo
que con ese nombre dictó Martin Buber en 1938, que fue el curso inaugural
con el cual comenzó su profesorado en la Universidad Hebrea de Jerusalén,
La versión española más autorizada de este ensayo la tradujo y con una
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breve introducción E. Imaz, 1949. En este curso, según Buber, se desarrolla
el asunto acerca de la esencia del hombre, que no comienza con el hombre
mismo ni con la colectividad o sociedad, sino con la relación mutua entre el
hombre y hombre, y esa es la manera como la esencia del hombre puede ser
percibida o comprendida. En otras palabras, la esencia del hombre se define
en la comunicación intersubjetiva, en una relación dialógica; y sobre el
carácter y modo de expresión de esas relaciones dialógicas fue lo que trató
su obra Yo y Tú.
De esto nos ocuparemos último nos ocuparemos más adelante, ahora nos
concentraremos en tomar del ensayo titulado “Diálogo” unas notas
importantes sobre el principio dialógico y las tres definiciones de diálogo de
Buber (2002), las cuales ampliaré y daré algunos ejemplos para ilustrarlas
mejor.
Para Buber hay tres formas de comunicación, las cuales explicaremos
brevemente a continuación:
Primera forma de comunicación: la primera de ellas es un monólogo
disfrazado de diálogo, y ocurre cuando dos o más se intercambian palabras
pero en realidad cada quien está hablando a sí mismo; no se escuchan entre
si y uno no está interesado en lo que dice el otro.
Segunda forma de comunicación: A esta segunda manera de
comunicarse, Buber lo llama “diálogo técnico”, cuyo propósito es alcanzar un
acuerdo o incrementar un conocimiento, podríamos decir acá que tendríamos
varios tipos de “diálogos técnicos”, los que se dan, por ejemplo, en las juntas
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de médicos para analizar y decidir sobre un caso, en las reuniones de los
escenarios en las comunidades para la planificación, diagnóstico y solución
de problemas (como lo propone las democracia deliberativas), o en los tipos
de diálogos que ocurren den diversos escenarios científicos como simposios
o coloquios, etc.
Tercera forma de comunicación: A esta tercera manera de comunicarse
es, según Buber, el “genuino diálogo”, el verdadero diálogo que surge en una
relación dialógica Yo-Tú, cercana, recíproca, etc., como en breve
comentaremos con cierta amplitud. Este “genuino diálogo” aparece ya
ampliamente descrito y analizado en su libro Yo y Tú, del cual tomaremos
unas citas representativas en la próxima sección.
2.2.2. Las esferas de relación y los modos de existencia buberianos
La Filosofía del Diálogo de Buber tiene su punto de partida y
planteamiento central en la obra I and You, publicada por primera vez en
alemán en 1923, y traducida al inglés por R. G. Smith en 1937. Esta obra
hunde sus raíces en las Escrituras Hebreas y en la tradición judía, y plantea
básicamente que el hombre es un ser dialógico, creado para el diálogo; y en
ese sentido, a diferencia de Tomás de Aquino, concibe que el ser del hombre
se constituye como persona en una relación dialógica; cuando se encuentra
nuestro “Yo” con el “Tú” (no impersonal ni lejano).
De allí que, las palabras “Yo” y “Tú” no se refieren a la distinción elemental
de pronombres personales de individuos sino a una relación, a un par
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integrado de personas, dispuestas a compartir una relación dialógica
transparente y sin segundas intenciones, para ganar o usar la relación en
provecho de sus intereses. De otra manera, no solo se destruiría el diálogo
sino también la dignidad de persona, que se ha constituido en el diálogo, que
ha de distinguir a los seres humanos.
De acuerdo con Buber, en el plano de la comunicación intersubjetiva,
pueden darse diversos modos de relacionarse. Las palabras “Yo” y “Tú” se
refieren a la relación dialógica entre persona y persona (hombre-hombre,
hombre-mujer, mujer-mujer) gobernada por el espíritu de dar y recibir
(reciprocidad), que requiere de la presencia del otro para el encuentro real a
fin de dialogar “con todo el ser”. En cambio, la relación Yo-Ello, es una
comunicación intersubjetiva distante, la que se puede dar entre un científico y
el objeto del mundo natural que tiene bajo estudio, o un profesional de la
medicina y su paciente, por ejemplo. Pero en este último caso, la relación Yo-
Ello que puede tornarse a una relación Yo-Tú si se genera una amistad entre
el paciente y el médico y entonces pueden llegar a ser grandes amigos. No
es la regla general, pero puede darse.
Antes de entrar a citar algunas porciones relevantes para nuestra
investigación de la obra Yo y Tú de Martin Buber es importante que digamos
algunas palabras relacionados con la naturaleza y estructura de esta obra
original. En primer lugar, el libro no es un exposición sistemática y en
progresión de los planteamientos para proponer los modos de relación entre
el “Yo” y el “Tú” o entre el “Yo” y el “Ello” (o “Ella” o “Él”) y sus respectivas
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conceptualizaciones y características. En segundo lugar, el libro está escrito
como una serie de aforismos, agrupados en párrafos, unos cortos y otros un
poco más largos, sin que se perciba ningún desarrollo de ideas ni pasos en
una argumentación. Tales aforismos vendrían a ser más bien como
propuestas o planteamientos que indican o sugieren como se establecen
tales relaciones y como ellas están interconectadas.
Por último, hay un acuerdo unánime entre los comentadores de esta obra
en cuanto a su estructura, dado que reconocen que contiene tres partes: en
la primera parte plantea su postulado o premisa fundamental según la cual la
condición humana asume dos posturas básicas de relacionarse con el
mundo, designadas bajo el par Yo-Tú o Yo-Ello, las cuales no son
excluyentes. La segunda parte, el énfasis es puesto sobre las relaciones en
la sociedad y los efectos alienantes que la sociedad tiene sobre las
relaciones humanas, y en la tercera, igualmente en una serie de aforismos
plantea asuntos de naturaleza religiosa que tienen como base todos los
aforismos de las dos primeras partes.
A continuación, vamos a citar los dos primeros párrafos y sus respectivos
aforismos, que definen las primeras líneas maestras del pensamiento
dialógico buberiano (Crespo, 1982), y comentamos en notas de pie de
páginas esos aforismos para proporcionar una explicación:
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Para el hombre el mundo tiene dos aspectos, en conformidad con su propia doble postura o actitud ante él1. La actitud del hombre es doble en conformidad con la dualidad de las palabras fundamentales que pronuncia2. Las palabras fundamentales del lenguaje no son vocablos aislados, sino pares de vocablos. Una de estas palabras primordiales es el par de vocablos Yo-Tú. La otra palabra primordial es el par Yo-Ello, en el que Él o Ella pueden reemplazar a Ello. De ahí que también el Yo del hombre sea doble. Pues el Yo de la palabra primordial Yo-Tú es distinto del Yo de la palabra primordial Yo-Ello. Las palabras primordiales no significan cosas, sino que indican relaciones Las palabras primordiales no expresan algo que pudiera existir independientemente de ellas, sino que, una vez dichas, dan lugar a la existencia3. Estas palabras primordiales son pronunciadas desde el ser. Cuando se dice Tú, se dice al mismo tiempo el Yo del par verbal Yo-Tú. Cuando se dice Ello, se dice al mismo tiempo el Yo del par verbal Yo-Ello. La palabra primordial Yo-Tú sólo puede ser pronunciada con todo el ser. La palabra primordial Yo-Ello jamás puede ser pronunciada con todo el ser (p. 6).
Más adelante insiste en el carácter dialogal del “Yo” de la persona, pues
esta se constituye con relación dialógica con el Tú, como puede verse en los
siguientes párrafos (Crespo, 1982, p. 6, 7).
No hay Yo en sí, sino solamente el Yo de la palabra primordial Yo-Tú y el Yo de la palabra primordial Yo-Ello. Cuando el hombre dice Yo, quiere decir uno de los dos. El Yo al que se refiere está presente cuando dice Yo. También cuando dice Tú o Ello, está
1 Este es el postulado fundamental de Martin Buber: el mundo tiene dos aspectos para el hombre,
según las dos maneras como éste se relaciona con él. 2 Estas dos formas de relacionarse con el mundo son expresadas con la dualidad de palabras “Yo-
Tú” y “Yo-Ello”, que desde este aforismo y en los siguientes, vendrán a ser el par de vocablos o palabras primordiales y distintas en naturaleza, como distintas también son las relaciones que las caracterizan.
3 Debido a que cada vocablo representa una relación, los integrantes de cada par (el “Yo” y el “Tú”, de la relación “Yo-Tú” así como también el “Yo” y el “Ello”, de la relación “Yo-Ello”) no son independientes, por eso afirma Buber cuando se pronuncia uno de ellos él otro también está involucrado. Y en este sentido, la unidad que plantea cada relación, en el respectivo par, es un modo de existencia en particular. Aquí se establece una diferencia crucial entre estos dos modos de existencia, es decir, si bien es cierto, estas dos palabras primordiales se pronuncian desde el ser de cada hombre (o mujer) solo la palabra primordial Yo-Tú, se pronuncia con todo el ser ya que, como lo describirá en posteriores aforismos, es en este plano de relaciones en donde se da la existencia propiamente dicha y el diálogo genuino; y además tanto los integrantes del par de esta especial relación llegan a ser personas.
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presente el Yo de una u otra de las palabras primordiales. Ser Yo y decir Yo son una sola y misma cosa. Decir Yo y decir una de las palabras primordiales es lo mismo. Quien pronuncia una de las palabras primordiales penetra en esta palabra y se instala en ella4.
Uno de los aspectos centrales del pensamiento dialógico buberiano es la
noción de “encuentro”, que no es un avistamiento físico entre los que entran
la comunicación intersubjetiva, sino que la conexión que establece
propiamente el carácter dialógico de la comunicación (Crespo, 1982):
El Tú viene a mí a través de la gracia; no es buscándolo como lo encuentro5. Pero el dirigirle la palabra primordial es un acto de mi ser; es, en verdad, el acto de mi ser. El Tú llega a mi encuentro. Pero soy yo quien entro en relación directa, inmediata, con él. Así la relación significa elegir y ser elegido; es un encuentro a la vez activo y pasivo. La acción del ser total suprime las acciones parciales y, por lo tanto, las sensaciones de acción, todas ellas fundadas en el sentimiento de un límite; esta acción se asemeja entonces a una pasividad. La palabra primordial Yo-Tú sólo puede ser dicha con la totalidad del ser. La concentración y la fusión en todo el ser nunca pueden operarse por obra mía, pero esta concentración no puede hacerse sin mí. Me realizo al contacto del Tú; al volverme Yo, digo Tú6. Toda vida verdadera es encuentro (p.10, 11).
4 Los aforismos contenidos en este párrafos expresan las mismas ideas de los aforismos del
párrafo anterior, en esta relación el “Yo” de cada uno de los partes en la comunicación intersubjetiva está ligado al otro, y por tanto, y por eso dice Buber en forma poética, que “está instalado” en la palabra primordial Yo-Tú; es una relación persona-persona, muy distinta a la relación Yo-Ello.
5 Acá Buber postula que se da una conexión especial, “la gracia” o simpatía mutua, que es la vincula a las partes de modo tal que si se da tal conexión, entonces hay el “encuentro” que establece la relación Yo-Tú. En este punto es importante agregar que Buber está acudiendo a un concepto extraído de las Escrituras hebreas, el cual proviene de la palabra hebrea “jen”, que generalmente es traducida como “gracia” y viene a designar la simpatía, agrado, o la positiva emoción de ver o escoger a una persona. Por ejemplo, en Génesis 6:8 se dice que “Noé halló gracia ante los ojos del Eterno”; es decir, de todos los hombres de aquella época, solo Noé agradó al Eterno.
6 Este aforismo es clave en el pensamiento dialógico buberiano, la realización humana, el hecho de constituirnos como personas, se da en el encuentro, pues tanto el uno como el otro “Yo” habrán encontrado al “Tú”, a la persona con la cual puede, por fin, establecer un diálogo transparente y “con todo el ser”, sin guardarse nada. No debe pensarse esto en una relación sentimental, sino también de una genuina amistad.
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En otras palabras, sin esta conexión no se da en la comunicación
intersubjetiva, la clase de diálogo que se establece no es el diálogo
buberiano, y, en el mejor de los casos, es un intercambio de razones
respetuoso en el plano Yo-Ello, distante, pues no hubo “encuentro”. Y esto es
clave a la hora que distingamos entre “comunicación intersubjetiva” y
“comunicación interpersonal”.
Una de las porciones en las que Buber presenta las características de la
comunicación intersubjetiva Yo-Tú es la siguiente (Crespo, 1982)
La relación con el Tú es directa. Entre el Yo y el Tú no se interpone ningún sistema de ideas, ningún esquema y ninguna imagen previa. La memoria misma se transforma en cuanto emerge de su fraccionamiento para sumergirse en la unidad de la totalidad. Entre el Yo y el Tú no se interponen ni fines, ni placer, ni anticipación. El deseo mismo cambia cuando pasa de la imagen soñada a la imagen aparecida. Todo medio es un obstáculo. Sólo cuando todos los medios están abolidos, se produce el encuentro (p. 11).
Para finalizar estos análisis y comentarios, vamos a citar Malcom Diamond
(1960), quien nos ofrece el conjunto de características que distinguen la
relación Yo-Tú, o que en nuestros términos, caracterizan la comunicación
intersubjetiva Yo-Tú: “presencialidad (inmediatez), y acciones tales como
reciprocidad, exclusividad, unidad, responsabilidad (compromiso), las cuales
afectan y crean la diafanidad del diálogo, que al igual que las acciones, se
realizan con todo el ser” (p. 32).
De Maurice Friedman (1960) podíamos tomar y añadir dos características
adicionales: orientación (que se refiere al camino o vía que en mutuo
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acuerdo ha de dirigirse la relación) y la realización (la constitución de la
persona como tal, el bienestar mutuo producido por la dicha del encuentro)
(p. 36). Es por estas razones que otros autores han precisado que las
características de la relación “Yo-Tú” es una “relación interpersonal” (Gorzna,
2014. p. 46), es decir, una comunicación interpersonal.
De aquí en adelante, Martin Buber dedica toda la primera parte a una serie
de aforismos con la intención de ampliar y esclarecer Yo-Tú y Yo-Ello y a sus
múltiples formas o manifestaciones. En la segunda parte, si bien es cierto
está dedicada a las relaciones Yo-Ello, o al “mundo del Ello”, como muchos
autores la han llamado, en muchas porciones enfatiza y/o ejemplifica la
naturaleza de la relación Yo-Tú.
A continuación citaremos un grupo de aforismos en los cuales podemos
leer con claridad la distinción entre los modos de existencias “Yo-Tú” y “Yo-
Ello” y sus respectivas comunicaciones intersubjetivas; nótese además como
Buber (1923) señala que en la relación “Yo-Ello” aparece el individuo, y la
relación “Yo-Tú” aparece la persona. A continuación citaremos de traducción
de Crespo (1982) a la obra de Martin Buber “Yo-TU”
El Yo de la palabra primordial Yo-Tú es diferente del Yo de la palabra primordial Yo-Ello. El Yo de la palabra primordial Yo-Ello aparece como un ser aislado y adquiere conciencia de sí como de un sujeto (el sujeto del conocimiento práctico y de costumbre). El Yo de la palabra primordial Yo-Tú aparece como una persona y adquiere conciencia de sí como de una subjetividad (sin régimen genitivo). La individualidad aparece en la medida en que se distingue de otras individualidades. Una persona aparece en el momento en que entra en relación con otras personas. La una es
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la forma espiritual de una separación natural. La otra es la forma espiritual de una natural solidaridad de conexión (p. 32).
El típico ejemplo de una relación Yo-Ello es la relación entre el científico y
los objetos del mundo natural, es una obvia relación impersonal en donde el
científico toma distancia de su objeto de estudio. La ciencia es el mundo del
Yo-Ello. Acá, por supuesto, no hay ningún tipo de comunicación
intersubjetiva, sin embargo, este modo de existencia, el de la experiencia
científica, es importante para la vida humana, pues produce avances en el
conocimiento y genera tecnologías. En el ámbito de la comunicación
intersubjetiva podemos agregar que la relación Yo-Ello, se da por ejemplo, a
nivel de roles como en la relación médico-paciente, y este tipo de relación,
aunque no contiene las características de la relación Yo-Tú, también
importante para el hombre y para la sociedad. Como vemos, el modo de
existencia Yo-Ello presenta dos variaciones.
Por otra parte, una relación de la clase Yo-Ello, impersonal y distante entre
los hombres (cuando interactúan a nivel de roles), puede transformarse en
una relación Yo-Tú; y en este sentido, no opera la lógica de que primero es el
encuentro y luego la relación; sino que la relación es primero (la impersonal)
y luego el encuentro que da lugar a la relación Yo-Tú. Esto es así, porque
para Buber “el encuentro” no es el avistamiento físico de las partes sino más
bien la “conexión” que vincula a las partes, cuando el “Yo” es capaz de decir
“Tú”. Este cambio de relación Yo-Ello a relación Yo-Tú puede ocurrir en el
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plano de nuestra relación con Dios, y con la naturaleza a su respectivo nivel,
por supuesto.
Pero es también importante añadir que la relación Yo-Ello se puede tornar
perversa cuando vemos y usamos “al otro” en beneficio propio, y por tanto,
no hay una relación sana intersubjetiva; y el diálogo que se establece no es
genuino. Es más, el “Yo”, que en la relación dialógica es una persona, se
transforma en un ser abusivo y egoísta, centrado en sus intereses. En su
obra, Buber pone ejemplo a Napoleón Bonaparte, que mostraba interés en
sus soldados sólo porque servían a sus propósitos de grandeza (Crespo,
1982, p. 34).
Según Buber (1923), este tipo de gente no pueden decir “Tú” a nadie,
pues no participa del real encuentro y vivencia como persona, la cual se vive
en la relación dialógica. Es en la relación dialógica Yo-Tú, cuando el ser
humano pasa de individuo a persona. A continuación, transcribamos un
párrafo en donde están resumidas las características del “Yo” de la relación
“Yo-Ello” (Crespo, 1982, p. 33)
La persona contempla su sí mismo. El individuo se ocupa de lo que es suyo; dice mi especie, mi raza, mi actividad, mi genio. El individuo no participa en ninguna realidad y no conquista realidad alguna. Se delimita por relación a lo que no es él, y trata de apropiarse, por la experiencia y la utilización, la mayor parte posible de ese no-yo. Este es su dinamismo propio; autodiferenciación y apropiación, doble operación que ocurre fuera del Ello, en la no-realidad. El sujeto que se cree ser podrá apropiarse de lo que quiera, pero no extraerá de ello sustancia; permanecerá tal cual es, un punto funcional, agente de experiencia y de utilización, y nada más. Ni su modalidad de ser
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extendido y complejo, ni su "individualidad" ambiciosa le ayudará a ganar enjundia.
La tercera sección del libro Yo y Tú es un denso tratado sobre el rol de
Dios (el Dios de los judíos) en el contexto del principio dialógico, desarrollado
en términos de la relación Yo-Tú. Si queremos tener una idea de lo que
quiere decir Buber, no pensemos en el misticismo, ni en experiencias
religiosas que alejan al hombre de la comunidad, sino en el tipo de relación
entre Moshé y el Eterno, pues Moshé, “hablaba con Dios como si fuera un
amigo” (Ex 33:11). Por ejemplo, consideremos a Crespo (1982, p. 45,46)
Dios abarca el universo, pero no es el universo. Igualmente, Dios abarca mi yo, pero no es mi yo. A causa de esta verdad inefable, puedo decir Tú en mi lenguaje, como cada uno lo puede decir en el suyo. A causa de esta verdad inefable, hay el Yo y el Tú, hay diálogo, hay lenguaje, hay el espíritu y el lenguaje (el acto prístino del espíritu) y el verbo de la eternidad.
A partir de acá, se puede decir que Buber desarrolla su filosofía de la
religión, partiendo del particularismo judío a fin de establecer los principios
universales por medio del cual el hombre debe relacionarse con Dios, y
establece como criterio y prueba de una verdadera relación con el Tú eterno,
una genuina con el Tú, es decir, el prójimo. Esta idea está enraizada en las
enseñanzas del Rabino Hillel () que enseña en el Talmud Shabbat cuando le
dice a gentil que desea convertirse que amar al prójimo es lo más importante
de la Torá, el resto es comentario. De manera similar enseña Pablo en
Romanos 13:8,10.
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Y Buber (1923) va más allá, pues afirma, si se establece una comunidad
en donde sus miembros participan de una relación Yo-Tú, entonces Dios
será el centro de esa comunidad, visualizada como una esfera de círculos
concéntricos definidos por los diversos grados de relación entre todos los
“Yo” y “Tú” de la comunidad. Este principio de fraternidad, válido para todas
las experiencias religiosas, él lo ve ejemplificado, en las comunidades
jasídicos en donde vivió parte de su adolescencia.
Martin Buber (1923) en su obra Yo y Tú amplía una vez más y clarifica los
tipos de relaciones que el hombre establece con el mundo exterior. Para
Buber, hay tres esferas de relación dentro de las cuales el hombre
interacciona y establece relaciones con el mundo exterior. La primera esfera
de relación es con la naturaleza, la segunda es la relación que se establece
entre los hombres, y la tercera la que se establece con el arte y con Dios.
Como se ve, de este esquema, nuestro trabajo está centrado en la segunda
esfera, que es justo la esfera de la comunicación intersubjetiva. Vamos a leer
este pensamiento de Buber (Crespo, 1982, p. 48, 49)
Tres son las esferas en que surge el mundo de la relación. La primera es la de nuestra vida con la naturaleza. La relación es allí oscuramente recíproca y está por debajo del nivel de la palabra. Las creaturas se mueven en nuestra presencia, pero no pueden llegar a nosotros, y el Tú que les dirigimos llega hasta el umbral del lenguaje. La segunda esfera es la vida con los hombres. La relación es allí manifiesta y adopta la forma del lenguaje. Allí podemos dar y aceptar el Tú. La tercera esfera es la comunicación con las formas inteligibles [las creaciones artísticas, incluso Dios]. La relación está allí envuelta en nubes, pero se devela poco a poco; es muda, pero suscita una voz. No distinguimos ningún Tú, pero nos sentimos llamados y
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respondemos, creando formas, pensando, actuando. Todo nuestro ser dice entonces la palabra primordial, aunque no podamos pronunciar Tú con nuestros labios. ¿Pero qué derecho tenemos de integrar lo inefable en el mundo de la palabra fundamental? En las tres esferas, gracias a todo lo que se nos torna presente, rozamos el ribete del Tú, eterno, sentimos emanar un soplo que llega de Él; cada Tú invoca el Tú eterno, según el modo propio de cada una de las esferas.
Estas esferas de relaciones quedan englobadas en dos categorías del
pensamiento buberiano, las cuales son los dos modos de existencia ya
vistos: (1) La relación YO-TÚ (I-YOU), y (2) la relación YO-ELLO (YO-IT).
Como ya mencionamos antes, la primera clase de relación, es una
comunicación intersubjetiva, es más personal y cercana, de reciprocidad, es
el encuentro cara a cara para el diálogo genuino; es crucial para la vida
individual y comunitaria del hombre. Es la comunicación interpersonal como
ya señalamos.
En cuanto a esta primera clase de relación, no debemos perder la
perspectiva que Buber se ha inspirado en aquellos episodios de la Escrituras
hebreas en donde se establecen relaciones y diálogos como los que
caracteriza Buber en sus escritos (David y Jonatán). También, habla de otros
términos, como “encuentro” y “relación”, y estamos equivocados si pensamos
que primero debe ocurrir un encuentro, y luego la relación, como también ya
aclaramos. En su momento, explicaremos esto con más detalle, pero el punto
central es que para Buber, la relación Yo-Tú define y nos hace
auténticamente seres humanos, y sorprendente, tal relación define además
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la realidad, la verdad, el bien y mal. Y por ello, es que Martin Buber afirma
que sus planteamientos constituyen una antropología filosófica.
Sin embargo, y pertinente resaltarlo, este tipo de relación de comunicación
intersubjetiva de alto nivel de contenido dialógico, puede ser pervertido
cuando una de las partes, encubre sus intenciones y utiliza la experiencia en
beneficio personal. De hecho, también la relación Yo-Tú, también puede
disminuir su intensidad, por alejamiento, pues la comunicación intersubjetiva
necesita la presencia de las partes para que sea tal, pero se renueva con
cada encuentro, como bien afirma Buber. Aún más, “este alto nivel dialógico
también puede deteriorarse cuando la conexión que las unía se pierde, y
ocurre entonces la distancia, hasta el encuentro de un nuevo Tú” (Crespo,
1982, p.18,19).
La segunda clase de relación (Yo-Ello), en su segunda variación7, es
también una comunicación intersubjetiva, la cual es más impersonal y
distante entre las partes pero también es importante para la vida individual y
comunitaria del hombre. En este modo de relación, es en donde la
comunicación intersubjetiva ocurre a nivel de roles (maestro-discípulo,
médico-paciente o médico-enfermera (incluso director del hospital con un
médico), jefe-empleado, general-soldado, pastor-feligrés, etc. En este tipo
comunicación intersubjetiva no hay “encuentro” en el sentido buberiano ya
definido; no obstante, podría ocurrir, dos tipos de cambios importantes.
7 Recuérdese que la primera variación de la relación Yo-Ello es la que establece el
científico con la naturaleza u objetos del mundo.
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Es decir, que comunicación intersubjetiva a nivel de roles se transforme en
un aspecto positivo más elevado, en una comunicación intersubjetiva del tipo
Yo-Tú; por ejemplo, el médico y el paciente lleguen a ser amigos. El segundo
cambio importante es de carácter negativo, una de las partes, generalmente
el que se encuentra en posición de poder (médico, jefe, general, pastor)
manipula la relación y convierte al otro (paciente, empleado, soldado,
feligrés) en una “cosa” o “instrumento” para beneficio propio.
De aquí es muy claro, y es la primera contribución de este trabajo, que de
los planteamientos dialógicos buberianos se puede inferir que tenemos dos
clases de comunicación intersubjetiva, bien distintas en carácter: la
comunicación intersubjetiva del tipo Yo-Tú y la comunicación intersubjetiva
del tipo Yo-Ello.
Buber (1923) afirma que en la esfera de las relaciones entre los hombre,
las relaciones que la persona establece se mueven en la polaridad del Yo-Tú
y del Yo-Ello, es decir, con cierto grupo de personas tales como la esposa,
hijos, padres, etc. se establecen relaciones dialógicas, pero con el médico,
con su jefe, etc., se formalizan relaciones Yo-Ello, sanas y significativas tanto
en la comunicación como en las acciones conjuntas que se emprendan. He
aquí la cita que nos habla de estos dos polos entre los cuales se mueve el
hombre sin que ello implique una ruptura de su personalidad (Crespo, 1982)
No hay dos especies de hombres, sino dos polos de humanidad. Ningún hombre es puramente una persona, ninguno es puramente individualidad. Cada hombre vive en el interior de un Yo doble. Pero hay hombres en quienes la persona es a tal punto
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preponderante que cabe llamarlos personas. Y hay otros en quienes la individualidad es a tal punto preponderante que cabe llamarlos individuos. La verdadera historia se desarrolla en la relación de los unos con los otros (p. 33).
En otras palabras, en términos buberianos la vida del hombre oscila entre
dos modos de existencias, el mundo de la relación “Yo-Tú” (en donde es una
persona) y el mundo de la relación “Yo-Ello” (en donde es un individuo).
En el plano de las comunicaciones intersubjetivas, podemos decir, que en
el primer modo de relación o existencia, sería entonces la comunicación
interpersonal propiamente dicha, y en el segundo modo de relación o
existencia, sería simplemente y en general la comunicación intersubjetiva. Y
esta última, como puede llegar a convertirse en una comunicación
interpersonal, cuando la relación Yo-Ello (a nivel de roles) cambia a una más
personal (Yo-Tú), como ya apuntamos más arriba; y viceversa. Esto es uno
de los primeros resultados importantes de esta investigación.
En conclusión, para Buber, el diálogo es una cualidad esencial que
distingue al ser humano; y que llegamos a ser propiamente persona en la
relación dialógica Yo-Tú. Es posible que tengamos la capacidad para
comunicarnos con otros, pero si tal comunicación no tiene la calidad
dialógica ya señalada; no hay ni verdadero diálogo, percibimos erróneamente
la realidad y se desfigura la imagen de Dios en el hombre, entonces caemos
en el dominio del Yo-Ello. Este tipo situación puede ser evitada cuando el
individuo ha llegado a ser persona en la relación Yo-Tú y aprende a vivir sin
egoísmos y con responsabilidad hacia al otro, de modo tal que, cuando en
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una relación del tipo Yo-Ello, por la experiencia ya vivida en la relación Yo-Tú
no usará ni hará distancia con el otro, y tendrá una cualidad de comunicación
intersubjetiva de la que esta investigación se ha llamado comunicación
interpersonal, con todas las características positivas ya mencionadas.