¿Aún existe la intelectualidad en el educador?

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¿Aún existe la intelectualidad en el educador?

Autor: Daniel Alejandro Contreras Castro

Resumen:

“No nací marcado para ser un profesor, así me fui haciendo de

esta manera en el cuerpo de las tramas…” Paulo Freire.

Estudié y me formé en la Escuela Normal Superior de

Villavicencio desde preescolar hasta el Programa de Formación Complementaria de

Educadores; razón por la cual suelen decirme que llevo “a la normal” en la sangre…

La curiosidad, la lectura y la escritura son las cosas que me mantienen vivo y que me

han ocasionado constantemente “imprevistos” que se transforman en trabajos de

madrugada, oportunidades de exposición y en la posibilidad de que algunos de mis

escritos puedan ser libres de la prisión del ordenador. Además, he tenido el privilegio de

estudiar diplomados sobre investigación escolar a través de contenidos digitales, y de

asistir a seminarios de neurolingüística y de formación para orientadores escolares TIC.

Actualmente, por alguna extraña razón terminé estudiando licenciatura en lengua

castellana y literatura en la Universidad Santo Tomás en el CAU Villavicencio, cuando

en realidad quería estudiar filosofía, sin embargo, cada día logro adentrarme en este

entramado que me permite descubrir el por qué estoy aquí…

¿Aún existe la intelectualidad en el educador?

Desde los tiempos más primitivos el ser humano a concebido al acto de enseñar como

el proceso en el que alguien que “sabe” enseña a otro que “no sabe”. Los antiguos

griegos fueron más prácticos y al primero lo llamaron maestro: ser iluminado y al

segundo, alumno: ser sin luz. Concepciones que se afianzaron en la cultura occidental

con el trasegar de la Historia. En consecuencia, los maestros estaban capacitados en

alguna de las diferentes ciencias y en los conocimientos relacionados a sus objetos de

estudio, su formación era sólo disciplinar.

Sin embargo, con la aparición de la pedagogía en el Siglo XVII con Comenius se empezó

a iniciar un “tránsito hacia la acción y reivindicación de lo natural en la enseñanza”

(Zubiría, 2002, p: 72), lo cual le implicó al maestro adentrarse en otro tipo de

conocimientos; en donde debía comprender la naturaleza de la mente del niño.

Por otra parte, en el siglo XX se comenzó a concebir a “la educación como una práctica

política, social y cultural, a la vez que se plantea como objetivos centrales el

cuestionamiento de las formas de subordinación” (González, 2006, p: 2), lo cual le exigió

al educador desde ese momento ser un sujeto crítico con conocimientos políticos,

sociales y culturales propios de su contexto.

Evidentemente, se infiere que ser educador implica mucho más que una formación

disciplinar, debe ser capaz de construir conocimiento “en torno al hecho educativo”

(Zambrano, 2005, p:180), es decir, producir saber pedagógico.

En el caso de Colombia durante la década de los 80’s el movimiento pedagógico que

sacudió al país buscó que el educador se reconociera como “(…) profesionales de un

saber que les da identidad y desde el cual su voz puede ser escuchada a la hora de

pensar en la educación y la enseñanza…” (Tamayo, 2006).

Ahora bien, será que ¿en nuestra actualidad se conserva esta intelectualidad en los

educadores?, según la Fundación Compartir (2004) a la formación docente entran los

estudiantes con los más bajos puntajes en las pruebas saber 11 y, en las pruebas Saber

Pro genéricas los egresados sacan los puntajes más bajos, frente a otras carreras, por

lo tanto, son de calidad inferior (p, 137-147), se estima que el Estatuto 1278 tiene

considerablemente menos docentes con posgrado que el Estatuto 2277 (p,148), y los

municipios más pobres tienen docentes menos calificados en primaria y secundaria de

ambos estatutos (p, 153). En consecuencia, “al maestro se le expropio el discurso, la

reflexión, y la teoría pedagógica y sus causas son múltiples y algunas invisibles” (Zubiría,

2013).

Lo anterior, podría obedecer a los imaginarios y a factores políticos, económicos,

culturales y a las relaciones de poder que se tejen alrededor de la docencia y su

profesionalización. Por último, reconozco que no “(…) podremos escapar a la

incertidumbre y que jamás podremos tener un saber total: la totalidad es la no verdad.”

(Morín, 1990, p:101) menos sobre este gran dilema, sin embargo, esto no evita que me

pregunté junto a Sergio de Zubiría (2013) ¿Y de la teoría qué?, situación sobre la cual él

dijo lo siguiente:

“Debemos volver a teorizar, el maestro no puede dejar que ese campo tan amado

como lo es la teoría y la reflexión pedagógica no sea su vida misma (…) en estas

sociedades de penuria vital la única solución que tenemos es la teoría, la

argumentación y la racionalidad.” (Zubiría, 2013)

BIBLIOGRAFÍA

FUNDACIÓN COMPARTIR. (2004). Tras la excelencia docente. Bogotá D.C.

Panamericana Formas e Impresos S.A. Disponible en:

http://www.fundacioncompartir.org/pdf/Traslaexcelenciadocente18.02.2014.pdf

GONZÁLEZ, L. (2006). La Pedagogía Crítica de Henry A. Giroux. Revista Electrónica

Sinéctica. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=99815739014

MORÍN, E. (1990). Introducción al Pensamiento Complejo. España. Gedisa Editorial.

TAMAYO, A. (2006). El movimiento pedagógico en Colombia. Revista HISTEDBR On-

line, Campinas, n.24, p. 102 –113, dez. Disponible en:

http://www.histedbr.fe.unicamp.br/revista/edicoes/24/art09_24.pdf

ZAMBRANO, A. Didáctica, pedagogía y saber. Bogotá, D.C. Editorial Magisterio.

ZUBIRÍA DE, J. (2002). Modelos pedagógicos. Editorial Magisterio.

ZUBIRÍA DE, S. (2013). (27 de febrero de 2013). Hacia una cartografía de las

pedagogías contemporáneas. Víctor Gómez (Rector de la Universidad). Conferencia

Inaugural de las cátedras “Agustín Nieto Caballero y Ernesto Bein”. Conferencia llevada

a cabo en la Escuela de Maestros del Gimnasio Moderno.