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II Jornadas Espectros de Althusser - 2011
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Mesa: Recepciones althusserianas EL EMPIRISMO: LA HERENCIA DE HEGEL EN EL PENSAMIENTO MARXISTA
Rodrigo Steimberg Nuestro análisis debe comenzar allí donde Althusser sitúa la presencia más clara de la
Ideología, de aquellas respuestas que se desprenden necesariamente de un modo falso
de plantear preguntas. Arrancaremos, así, siguiendo el tratamiento que nuestro filósofo
le da al problema del vínculo entre el objeto de conocimiento y el objeto real. Este
punto de partida se nos hace necesario porque su abordaje se le aparece a Althusser
como el ataque a un modo ideológico de plantear el lugar que le cabe a la filosofía
marxista, nuestro objeto, en toda problemática científica. “Si no hay lectura inocente es
porque toda lectura no hace sino reflejar en su lección y en sus reglas al verdadero
responsable: la concepción del conocimiento que, sosteniendo su objeto, lo hace lo que
es”1.
Se trata, entonces, de atacar la forma ideológica que asume en ciertas corrientes del
marxismo, particularmente, las que sabiéndolo o no arrastran la problemática heredada
de Hegel, la “teoría del conocimiento”. Esta forma ideológica es según Althusser el
empirismo. El corazón de esta concepción reside en la igualación del concepto de la
cosa con la cosa misma.
El empirismo parte de que el modo de apropiación del mundo en el que consiste
conocer está presente ya, como porción, en el objeto a conocer. De este modo, al estar
investida en lo real, la actividad de conocer queda reducida a una relación ya
perteneciente a aquello real que se tiene delante.
El empirismo ocluye, reduce la distancia que es el lugar que exige el mecanismo de
conocimiento, que lo permite: aquella existente entre el objeto pensado y el objeto real.
Pone al conocer, en su versión idealista, como un “momento” de lo real, momento
sublime que levanta su presencia cuando lo deviniente legó a la historia el fin que tenía
en su vientre al nacer. El aparecer del concepto es, así, para el idealismo, la simple
autoconcretización de la materia que lo engendró. En su versión inconsciente, el
1 Althusser, L. (1985). “De El Capital a la filosofía de Marx”, en Para Leer El Capital. México: Siglo XXI Editores. P. 40
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empirismo supone que a la presencia del conocimiento en lo real le cabe simplemente
ser recogida, apuntada. Leer se convierte, bajo esta concepción, en un sencillo ver lo
real, levantarlo, dejar que se nos muestre lo que es.
Althusser plantea aquí, y lo muestra con una elocuencia atendible, la unidad de
supuestos del positivismo y del idealismo absoluto hegeliano. Siempre, claro, en la
versión que nuestro autor se hace de aquél. El mero contar, medir, extraer de lo real
leyes, procurando poner a la producción de conocimiento en la seguridad de lo concreto
inmediato, es la contraparte de aquel idealismo que engendra lo real como predicado de
la Idea. Ambos apuestan a la inseparabilidad de objeto real y objeto de conocimiento.
Unos, los primeros, por defender al conocimiento como parte del objeto real, como su
mera extracción, los otros, cuyo máximo exponente es Hegel, por sostener que la
materia es una determinación que le brota al concepto puro en su desenvolverse (o
viceversa en el materialismo mecanicista).
Dice Althusser:
Contra esta confusión, Marx defiende la distinción entre el objeto real (lo concreto-real, la totalidad-real que ‘subsiste en su independencia fuera de la cabeza, antes como después’ de la producción de su conocimiento) y el objeto de conocimiento, producto del conocimiento que lo produce en sí mismo como concreto-de-pensamiento, como totalidad-de-pensamiento, es decir, como un objeto-de-pensamiento, absolutamente distinto del objeto-real, de lo concreto-real, de la totalidad-real, de la que el concreto-de-pensamiento, la totalidad-de-pensamiento, proporciona precisamente el conocimiento2
Si se afirma la distinción entre objeto real y objeto de conocimiento lo que se derrumba
no es solo una respuesta determinada respecto del vínculo que ambas tienen (vínculo
que el empirismo plantea como reducción) sino más bien un modo de exigir estas
respuestas, un modo de preguntar.
La pregunta por las garantías de objetividad que tiene el proceso de conocimiento frente
al mundo es ella misma, en tanto pregunta, ya una respuesta. El reclamo de garantías es,
ante todo, la exigencia de condiciones que aseguren, allende a la práctica de conocer, y
por lo tanto a priori, la posibilidad de conocer. Esta garantía la ofrece la disolución de
la especificidad de la actividad de conocer en la práctica en general, o, en otros
términos, la puesta del conocimiento como porción de lo real cuyo destino es solo ser
extraído. Así, la solución que produce la pregunta por el fundamento es el efecto
ideológico de cerrazón o de reconocimiento: el conocimiento del objeto ya estaba en el
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objeto, entonces, se trata de reconocer lo que ya nunca se produjo, o de cerrar el círculo
que la pregunta por las garantías nunca abrió, por clausurarse en ella la especificidad del
modo de apropiación del mundo que le cabe a la práctica de conocerlo. Althusser
encuentra en la pregunta por las garantías una pregunta que se cierra sobre sí misma, en
tanto simplemente exige garantías. Escribe:
Aquí encontramos la dificultad más grande, ya que tenemos que resistir, casi solos en esta empresa, a las ‘evidencias’, no solo de una respuesta falsa, sino sobre todo de una pregunta falsa. Tenemos que salir del espacio ideológico definido por esa pregunta ideológica, de ese espacio necesariamente cerrado (pues éste es uno de los efectos esenciales de la estructura de reconocimiento que caracteriza al modo de producción teórico de la ideología: el círculo inevitablemente cerrado de lo que en otros contexto y con otros fines Lacan ha llamado la ‘relación especular dual’), para poder abrir, en otro lugar, un nuevo espacio que sea el espacio requerido para un planteamiento justo del problema, que no prejuzgue su solución 3
Sosteniendo la distancia entre objeto de conocimiento y objeto real, se trata de
especificar lo exclusivo de la producción científica, lo que la hace ser tal frente al modo
de producción teórico ideológico.
Cabe aquí un rodeo. La ideología es también un modo de apropiación del mundo. Ahora
bien, es un modo de apropiación del mundo que escamotea su apropiación (por tanto,
que se ve como dada, es decir, que no se ve). Althusser, aquí, está no describiendo un
modo de producir conocimiento, la ciencia, sino más bien qué hace la ciencia cuando
produce conocimientos. Piensa una forma de ser entendida la distancia que la separa de
la ideología. El objeto de la filosofía es, precisamente, generar esa distinción.
La ciencia, entonces, ya no requiere de garantías para operar. Es decir, produce
conocimiento asumiendo que esta producción tiene lugar únicamente en el terreno del
pensamiento, en la transformación del objeto de conocimiento en, justamente, un
conocimiento sobre el objeto real. El mecanismo de esa apropiación es lo que urge ser
elucidado. Dice Althusser:
La simple sustitución de la cuestión ideológica de las garantías de la posibilidad del conocimiento por la cuestión del mecanismo de la apropiación cognoscitiva del objeto real por medio del objeto de conocimiento contiene en sí esta mutación de la problemática que nos libera del espacio cerrado de la ideología y nos abre el espacio abierto de la teoría filosófica que buscamos4
2 Althusser, L. (1985): “De El Capital a la filosofía de Marx”, en Para leer El Capital, México: Siglo XXI. pp. 46-47 3 Althusser, L. (1985): “El objeto de El Capital”, en Para leer El Capital, México: Siglo XXI. pp. 59-60
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Las palabras elegidas por Althusser exhiben bien que de lo que aquí se trata es de ganar
un espacio que permita pensar la producción del conocimiento como una práctica
específica y no ya como fundamentada de antemano. Esa práctica va a ser denominada
por Althusser práctica teórica.
Si se quiere considerar que debe definirse de este modo el ‘pensamiento’, este término tan general del que Marx se sirve en el pasaje que analizamos, es perfectamente legítimo decir que la producción del conocimiento, que es lo propio de la práctica teórica, constituye un proceso que ocurre enteramente en el pensamiento, del mismo modo que podemos decir, mutatis mutandis, que el proceso de producción económica ocurre por entero en la economía, aunque con ello implique –y precisamente en las determinaciones específicas de su estructura- relaciones necesarias con la naturaleza y las demás estructuras (juridicopolítica e ideológica) que constituyen, tomadas en su conjunto, la estructura global de una formación social perteneciente a un modo de producción determinado5
Conceptualizar lo propio de la práctica teórica es un modo de conservar la eficacia de
cada una de las esferas que constituyen, en su combinación determinada, la unidad de la
totalidad social de la cual se intenta producir un conocimiento. Esa eficacia es la que las
interpretaciones del pensamiento de Marx que livianamente reconocen en él la presencia
invertida de la dialéctica hegeliana no se permiten pensar.
La Ideología, la evidencia, el Sujeto:
Consideramos que, por movernos en el plano de la crítica epistemológica de Althusser,
hemos más bien sobrevolado que asentado rigurosamente la definición del concepto de
Ideología. Se nos han abierto algunos de los interrogantes fundamentales que de este se
desprenden, particularmente, por el atributo de ideológico del empirismo como teoría
del conocimiento. Sin embargo, resulta patente la necesidad de profundizar en sus
implicancias, movimiento que nos pondrá enfrente del concepto de Sujeto que Althusser
construye. A estos fines, recorreremos su ya célebre “Ideología y Aparatos Ideológicos
del Estado” por el detalle con el que allí se abordan los problemas que nos toca
desenredar.
Antes de adentrarnos en la tarea que nos requiere, vale una aclaración respecto del
orden de exposición de este trabajo. Nuestro objeto de estudio es la definición de
filosofía que Althusser produce. Si nos abocamos a desentrañar la plétora de
implicancias que trae el concepto de Ideología es únicamente porque encontramos en
4 Althusser, L. (1985): “El objeto de El Capital”, en Para leer El Capital, México: Siglo XXI. pp. 63. 5 Althusser, L. (1985): “El objeto de El Capital”, en Para leer El Capital, México: Siglo XXI. P. 48.
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ellas síntomas de lo que se juega en el tratamiento de la filosofía que nuestro autor lleva
a cabo. Es decir, tanto el orden como el recorte del problema de la Ideología vienen a
cuenta de la necesidad de puntualizar cuál es el papel de la filosofía en la obra de
Althusser. De ahí que la exposición se mueva como un enorme rodeo, para así aumentar
la claridad de su crítica al empirismo, pues en ella está el fundamento contra el que una
auténtica filosofía debe erguirse.
Ese gran espejo: La Ideología
La primera observación que realiza Althusser, que no chocaría, en principio, a casi
ningún investigador en ciencias sociales, es que la Ideología traduce siempre posiciones
de clase. No se puede, así, pensar a la Ideología como un manojo de ideas exteriores a
las formaciones sociales en cuyo seno se engendran. Ahora bien, al articular lucha de
clases con Ideología, en tanto toda ideología es de una clase en lucha, es un mecanismo
operativo que tiene lugar en la arena del conflicto de clases, la ideología pasa a tener
historia, una historia que no es la suya propia sino la de la lucha de clases que traduce.
A la vez, esta primera aproximación nos acerca hacia otra realidad: dado que la historia
en la producción de Marx es la historia de la lucha de clases, no hay formación social en
la que no haya habido Ideología. Dice Althusser
Este sentido es positivo en la medida que lo propio de la ideología es estar dotada de una estructura y un funcionamiento tales que la convierten en una realidad no-histórica, es decir omni-histórica, en el sentido en que esta estructura y este funcionamiento están, bajo una misma forma, inmutable, presentes en lo que se denomina la historia entera, en el sentido en que el Manifiesto define la historia como la historia de la lucha de clases, es decir la historia de la sociedad de clases6
Tenemos delante un mecanismo que en su forma concreta asume efectos específicos de
acuerdo a la clase que lo detente, pero como mecanismo recorre a toda formación social
compuesta por clases sociales. Queda entonces ver cuál es ese mecanismo.
Althusser inmediatamente entrega una tesis absolutamente contra intuitiva. “La
Ideología representa la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones de
existencia”7. Como se ve, hay aquí una relación con una relación. Una relación,
digamos, doble. No se trata de una esencia, el trabajo humano, exteriorizado y hostil a
6 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 94. 7 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 95.
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los sujetos que lo crearon, que se transpone a un más allá que oprime a los hombres. No
son sus condiciones reales deformadas imaginariamente por la organización de las
mismas condiciones reales. No es, de nuevo, la naturaleza humana puesta
desnaturalizada, la relación reflejada en la cabeza de los hombres como no-relación, la
apropiación como enajenación. Pues todos estos motivos suponen un pasaje continuo
entre esencia y fenómeno. El sujeto de todos ellos es la dialéctica de fenómeno y
esencia, ya explicada por Hegel. En esta, la mostración aparece como ocultamiento. La
esencia de la esencia, allí, es la apariencia, por lo cual no cabe más que restablecer el
fenómeno como fenómeno para así mostrarlo como la forma concreta que asume la
esencia, por más violenta que este sea. Sintéticamente, allí, tenemos una unidad
moviéndose para sí misma. Como el fenómeno es en sí movimiento del desaparecer,
aparición que se consume en su realización, él es en sí mismo otra cosa más que
fenómeno. Es desaparición que aparece, es la negación de sí mismo como negación o la
continuidad de la desaparición, o, lo que es lo mismo, la esencia negada como pura
esencia quieta. Toda esta “aturdidora concepción”, en El Capital asume la forma puesta
en el fetichismo de la mercancía. La mercancía, entonces, se convierte en un modo de
organizarse el trabajo humano que está imposibilitado, en sí, de aparecer como lo que
realmente es, es decir, es la falsa conciencia necesaria al modo en el que los hombres
organizan su trabajo social8.
8 El filósofo argentino Oscar del Barco desarrolla una interpretación de la inversión de la dialéctica de Hegel por Marx que se mueve por entero en lo que Althusser define como problemática empirista. Sin embargo, cabe recuperarla por la consecuencia de su planteo y su pertenencia en lo tocante a nuestro objeto. Para él, Hegel reduce la inversión que produce el modo de producción capitalista, pues hace de la conciencia y de las condiciones reales una unidad. Marx por el contrario, y allí reside el punto de vista científico, muestra que esa inversión es, justamente, una inversión. ”La “abstracción o la idea no es sino la expresión teorética de las relaciones materiales” (Grundrisse), pero Marx ve en la exposición de esta inversión una inversión de segundo grado, o dicho en otras palabras, y refiriéndonos a Hegel (la crítica puede extenderse a la economía vulgar, apologética, y a parte de la misma economía clásica), Marx critica (a) la inversión hegeliana de la filosofía del Estado en su primer crítica, pero luego (b) critica la inversión capitalista que funda la inversión de Hegel, la que aparece no como inversión sino como el verdadero real, de allí el “engaño” de hacer coincidir conciencia y realidad, porque esta coincidencia es ocultamiento del verdadero real, que no se expresa como tal sino invertido” ( Del Barco, O. (1977): Esencia y apariencia en El Capital. México, Universidad Autónoma de Puebla. p. 48.) Esto es: Hegel reduce la distancia existente entre pensamiento y ser, pues una es en él inmediata y mediatamente la otra (cosa que Athusser suscribe). Marx demuestra que la dialéctica hegeliana es una inversión, pues funda la necesidad de la inversión de esencia en apariencia y viceversa, inversión que entonces se conserva como unidad transpuesta sobre sí misma. La inversión de esta inversión que es el pensamiento de Hegel (inversión de todas las inversiones posibles) es el modo de producción capitalista, que produce una conciencia que necesariamente se piensa a sí misma como auto fundamentada, como puramente interior. Ahora bien, en la interpretación de Del Barco quedan dos líneas abiertas, según el autor de este trabajo. O bien 1) Hegel pensó deformadamente la dialéctica de esencia y apariencia y ambas no son en sí lo contrario de sí mismas, y entonces, efectivamente, Hegel sería un perro muerto, o una conciencia ideológica entre otras o 2) La inversión de Marx por Hegel se mueve por entero dentro de la dialéctica de
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Althusser piensa fuera ya de este círculo continuo, de esta problemática, precisamente,
ideológica. Ejecuta un desplazamiento tan sutil como definitivo.
Toda ideología representa, en su deformación necesariamente imaginaria, no las relaciones de producción existentes (y las restantes condiciones derivadas de estas), sino ante todo la relación (imaginaria) de los individuos con las relaciones que de ellas se derivan. Así pues, en la ideología se representa no el conjunto de las relaciones reales que rigen la existencia de los individuos, sino la relación imaginaria de esos individuos con las relaciones reales en las que viven9
Lo que en la Ideología se juega no es la transposición de las relaciones reales
directamente, sino una relación imaginaria que los individuos tienen con ellas. Es decir,
la materialidad de la Ideología es un mecanismo que produce la posibilidad de todo un
abanico de producciones mentales, pues es justamente el modo en el que las personas
piensan su modo de vinculación con el mundo. Su carácter imaginario, se ve, es previo
al modo histórico en que como conjunto de representaciones de una clase social opera
materialmente en su lucha determinada. Lo que aquí tenemos delante, para Althusser, es
una relación deformada de una relación. Una gramática, un lenguaje formal (Práctico,
claro. Parte de su secreto es negar su practicidad. Ahora bien, esta negación está inscrita
en sí, pues ella es la denegación práctica de la práctica).
La Ideología es un mecanismo material estructurante. El objeto de la práctica científica
es conocer este mecanismo en su efectividad. Esto es lo que Althusser pretende hacer.
Veamos cuál es la gramática de la Ideología10 para luego chocarnos con la consecuencia
con la que Althusser produce su concepto.
este último. Pues hacer la inversión de la inversión –la mercancía aparece en la cabeza de los hombres necesariamente como la negación de lo que ella es- no necesita salir de la dialéctica hegeliana. A los fines de nuestro objeto, efectivamente Althusser afirma que toda problemática que se mueve desconociéndose partícipe del espacio abierto por Hegel, cae en la ideología empirista. Ahora bien, lo que nos interesará mostrar es que el primer proyecto, el de ruptura con Hegel, termina asumiendo los lineamientos principales de este último en lo que hace a la epistemología. 9 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. pp. 97-98. 10 Dice Althusser: “En cualquiera de los casos, sea el momento de la fascinación dual de lo imaginario (1), sea el momento (Edipo) del reconocimiento vivido de la inserción en el Orden simbólico (2), toda la dialéctica del paso esta marcada en su última esencia por el sello del Orden humano, de lo Simbólico, cuya lingüística nos suministra las leyes formales, es decir, el concepto formal” (Althusser, L. (2002): Freud y Lacan, en Posiciones. Madrid, Editora Nacional. p. 30) En Freud y Lacan Althusser analiza al discurso del inconsciente como una estructura de desconocimiento, estructura que pareciera ser, según el autor de estas líneas, un mecanismo que cae por entero dentro de la definición de Ideología. “este discurso, condición absoluta de todo discurso, el discurso presente desde arriba, es decir, ausente en su abismo, en todo discurso verbal, discurso de este Orden, este discurso del Otro, del gran Tercero, que es este mismo Orden: el discurso del inconsciente” (Althusser, L. (2002): Freud y Lacan, en Posiciones. Madrid, Editora Nacional. p. 28). Este gran Otro actúa sobre el niño desde su nacimiento, e inclusive antes de él. Ahora bien, esa estructura, que constituye al individuo humano en
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La Ideología se piensa a sí misma como conjunto de creencias, como núcleo de ideas
que distinguen a un individuo y resultan el motor de sus prácticas. Así, en la Ideología
nos encontramos con sujetos que poseen una conciencia que inspira sus decisiones,
decisiones que se toman en un tiempo y espacio arbitrados por la voluntad del actor. La
actividad del agente se encuentra en ella reducida a la correspondencia con aquello que
está en su conciencia.
En la noción ideológica de la Ideología se asume la necesidad de la práctica, pero como
el vástago que se desprende de un proceso que tiene lugar enteramente fuera de ella,
proceso que ella corona como libertad exteriorizada. Porque hay una conciencia que se
vuelca es que no hay más que práctica como complemento, como donación. De ahí que
el parámetro de la práctica sea su coincidencia o no con lo que el sujeto es, con su
trayectoria anterior. De ahí también que el Sujeto ya sea antes de actuar.
En la concepción ideológica que la Ideología produce, si se fracturan ideas y práctica es
por algún infortunio, por alguna fatalidad del imprevisible destino o por la tumultuosa
situación del Sujeto en cuestión. La Ideología tiene siempre a la mano para pensarse a sí
misma, en caso de urgencia, la pedestre apelación a la mala fe o al cinismo de quienes
profesan ideas que luego se invierten. Como se ve, todo en ella es una cuestión de medir
apariencias y esencias, de corresponder lo interno con lo manifiesto, de comparar lo que
se ve con lo oculto. El Sujeto siempre sospecha, no puede hacer otra cosa dado que pone
en la cabeza la fuente de toda actividad humana.
Desafortunadamente para el mecanismo en que consiste la Ideología, las ideas no se ven
(o se ven demasiado). Sin embargo, allí todo se resuelve en torno a la impoluta buena
intención del Sujeto, que en su salir de sí se topa con la opacidad del mundo, opacidad
que malogra sus mayores esfuerzos por realizarse. La conciencia ideológica retrocede:
es un problema del mundo el no ponerse de acuerdo con ella.
su esencia singular, es una estructura que repite vis a vis aquello que distingue al mecanismo ideológico: es un efecto de desconocimiento que se yergue como reconocimiento del yo de su igualdad genética consigo mismo. Althusser, en este tono, menciona que la lingüística aporta las reglas formales de funcionamiento del inconsciente, en tanto orden simbólico. Su esqueleto, su perímetro. Estas palabras abren una pregunta, al menos pertinente a nuestros fines. Si la estructura de desconocimiento no produce efectos particulares, sino más bien sostiene a todos aquellos, pues centra al yo sobre sí mismo, ¿Cómo puede ese yo preguntarse por su propia constitución como yo, sino desde ese mismo yo? ¿Qué es el lugar que se cuestiona el estatuto de la Ideología? Como mecanismo omni presente en la historia, la Ideología es un mecanismo formal. Un mecanismo que produce contornos que soportan la materialidad de deseos, representaciones, ideas, prácticas, imágenes, etc. La pregunta es: ¿Cuál es la necesidad de que los hombres se vean necesitados de pensar científicamente la eficacia de esta estructura? O más crudamente ¿Por qué Althusser?
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Althusser, frente a esta representación ideológica de la Ideología, considera:
Por tanto diremos, considerando un solo sujeto (tal o cual individuo), que la existencia de las ideas en las que cree es material, en tanto que sus ideas son sus actos materiales insertos en prácticas materiales, reglamentados por rituales también materiales definidos por el Aparato ideológico material del que dependen las ideas de dicho sujeto11
Dicho sin rodeos, no hay la abstracta práctica como no existen las abstractas ideas del
individuo. Toda práctica está puesta, está activada, está llamada, por un aparato
ideológico determinado, en un tiempo y espacios determinados, producto de una
configuración específica de la lucha de clases. Los aparatos ideológicos encuentran su
unidad en la Ideología dominante, ideología que, como se ha insistido, es la de la clase
dominante. Nuevamente, esta ideología tampoco es un espíritu que sobrevuela e inspira
tanto al brazo armado como al ideal del Estado (modo en el que ella se reconoce).
Menos aún es un Sujeto. Es, en cambio, un concepto que la tiene por objeto, que piensa
su practicidad, su prescripción de prácticas reglamentadas. Si la Ideología no es más que
el mecanismo práctico que hace de individuos conciencias libres que motivan la
práctica, el pensamiento sobre ella es una práctica concreta que la construye como su
objeto y cuyo resultado es su conocimiento auténtico en tanto mecanismo12.
Del extendido prolegómeno al tratamiento del concepto de Ideología por nuestro
filósofo se desprende irremediablemente una conclusión: el problema de la Ideología es
impensable fuera de la categoría de Sujeto.
“La Ideología interpela a los Individuos en tanto que Sujetos”13
En primer lugar, nos hallamos frente a un mecanismo. La pregunta que debe ser
contestada es por su funcionamiento, por sus efectos. ¿Qué produce la Ideología? La
Ideología produce Sujetos. ¿A qué realidad se apunta en el texto althusseriano al señalar
como Sujeto la secreción fundamental de la Ideología? La Ideología, a través de una
operación específica hace que el individuo que la soporta, en ella, se vea como
individuo antes de soportarla, antes de la práctica en la que efectivamente se constituye.
Por otra parte, pareciera poder pensarse, a partir de esta aproximación de nuestro filósofo al psicoanálisis, la problemática en la que se inserta la obra de Zizek. 11 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 101. 12 Podemos preguntarnos a esta altura, sin ofrecer una respuesta taxativa. ¿La práctica teórica científica se inscribe en algún aparato del Estado? Si nos contestamos afirmativamente esta inquietud, ¿En cuál? 13 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 102.
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La Ideología existe en la materialidad de los aparatos del Estado en los que los actores,
en su actividad, se cierran sobre ella misma, sobre su propia actividad. Esto es, la
Ideología es el efecto de una actividad cuyo paradójico resultado implica para los
portadores de esta actividad su negación y su simultáneo emplazamiento en la
interioridad de una conciencia a la que dicha actividad pasa a pertenecer.
El efecto ideológico, entonces, consiste en ‘imponer (sin parecerlo, dado que son ‘evidencias’) las evidencias como evidencias que no podemos dejar de reconocer, y ante las cuales tenemos la inevitable y natural reacción de exclamar (en voz alta o en el “silencio de la conciencia”): ‘¡Es evidente! ¡Eso es! ¡Es muy cierto!’En esta reacción se ejerce la función de reconocimiento ideológico que es una de las dos funciones de la ideología como tal (su contrario es la función de desconocimiento)’14
Lo que aquí se esboza entonces, en lo referente a la categoría de Sujeto, es que en la
Ideología se reconocen los individuos como ya-desde siempre-iguales a sí mismos. Yo
soy yo, tú eres tú. ¿Quién si no? Es decir, tenemos en la Ideología la extraordinaria
transparencia de lo evidente, lo que de por sí es aquello que ya siempre fue lo que es.
Sin embargo, interviene aquí, del mismo modo, el reverso necesario de esta placidez de
designar las cosas por su nombre: el desconocimiento. Si ya-siempre esto es esto, yo
soy yo, un Sujeto hecho y derecho, un individuo cuya conciencia es usina de todas sus
acciones, en las que ejerce su libertad inalienable, no queda más que la prueba de esta su
realidad antediluviana. Tú, tan Sujeto como yo, no puedes más que reconocer esta
prístina evidencia. Ambos, en este círculo, probamos lo que siempre fuimos y jamás
estuvo en juego. Esta quietud puesta como movimiento es la Ideología15. “Por otro lado,
14 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 104. 15 En la Fenomenología del Espíritu, Hegel aborda el problema de la explicación producida por el entendimiento. Resumidamente, el entendimiento se enfrenta fenomenalmente con un conjunto de fuerzas de las que trata de extraer su ley, como aquello que reduce la vastedad de su mostración. La interioridad del fenómeno, su esencia, una, se explica entonces por una ley. Ahora bien, esta ley, como expresa la síntesis del fenómeno múltiple que tiene delante, es un retorno a sí misma de esta diferencia que tiene lugar en el fenómeno. Es decir, la ley se propone asir la pluralidad que tiene delante. Para hacerlo, no puede más que atribuirse la diferencia que es en la ley (luego de A, B) a sí misma, al entendimiento que la construye, a la conciencia. La conciencia, en este momento, libra al juego de las fuerzas a su unidad, a su consumirse que es su realizarse, y se apropia de la diferencia como una diferencia puesta por el pensamiento. Las fuerzas son una continuidad, un ir y venir que se derrite en su mostración; la distinción que es en la ley, se convierte en una distinción analítica. Entonces, si decimos que luego de A se da B, y nos atribuimos a nosotros la diferencia entre A y B convirtiéndola en una diferencia analítica, el fenómeno es un continuo. Pero si el fenómeno es un continuo (o la interioridad del fenómeno es una unidad que se despliega) entonces no hay diferencia entre A y B. En ese sentido, Hegel muestra que la diferencia que se da en la ley (la lucha de clases es el motor de la historia: La historia no es la lucha de clases) es una tautología, pues estamos diciendo que A explica a B cuando A es lo mismo que B, lo que equivale a decir que B es B. Entonces, la explicación del entendimiento es un movimiento propio del entendimiento, en el que no se mueve nada, una tautología. Hegel resuelve este problema mostrando que
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deformación es conformación inédita, forma ideológica propiamente dicha. Se trata,
aquí, de la estructura del fantasma. La deformación es la relación de sí a sí mantenida
por el discurso, la repetición indefinida de un contenido idéntico mediante su
desplazamiento inmóvil”16.
La Ideología es un mecanismo que, como deformación, es la ley formal de la práctica.
En ese sentido, nos referíamos a su similitud con la estructura del desconocimiento de la
que el discurso del inconsciente participa. Pues es como estructura, como sostén que se
articula con otro conjunto de prácticas, que suministra la preciosa condición de Sujetos
a quienes la soportan.
Sugerimos entonces que la ideología ‘actúa’ o ‘funciona’ de tal modo que ‘recluta’ sujetos entre los individuos (los recluta a todos), o ‘transforma’ a los individuos en sujetos (los transforma a todos) por medio de esta operación muy precisa que llamamos interpelación, y que se puede representar con la más trivial y corriente interpelación, policial (o no) ‘¡Eh, usted, oiga!’17.
El corolario de este círculo evidente en el que se mueve la producción ideológica es la
imposibilidad de salir de su encierro para pensar, en ella, su propia condición. En ese
sentido es también una legalidad formal, no por eso menos densa y agobiante. Si su
funcionamiento es un ocultamiento, un ya-desde siempre, la gestación de un anterior a
toda práctica, no puede más que ser vivida como inherente a quienes están dentro de
ella, pues se les presenta como lo ya-siendo. La operación de interpelación a los
individuos en tanto ya siempre sujetos, se retuerce en sí para estar imposibilitada de
decir “yo soy Ideología”. Si ya-desde siempre soy el Sujeto que tiene una voz, ya-desde
siempre también me reconozco siéndolo. El círculo de la evidencia ideológica carece de
freno y, por tanto, de cuestionamiento. Pues ¿Qué en ella puede ser lo no evidente?18
la diferencia que pone el entendimiento es la diferencia absoluta, es la diferencia en el terreno de lo mismo. No es este el lugar como para profundizar en este aspecto de la obra del filósofo alemán. Lo que cabe destacar es que Althusser asume que la diferencia entre los aspectos del fenómeno tiene lugar en la construcción científica del objeto de conocimiento. Esto es, que asume que la diferencia es una diferencia en la práctica de pensar, que es una diferencia real, efectiva. La Ideología es exactamente lo contrario, no pensar la diferencia que cabe en el pensamiento, que tiene lugar en la construcción del objeto de conocimiento, y por lo tanto asumir que este simplemente recoge lo que la cosa es, que repite la estructura de la cosa. Por eso la Ideología es siempre-ya. Porque ve en el objeto lo que ella le puso, sin ver su intervención. En ese sentido, más bien vale recuperar que abandonar a Hegel en su crítica al temor de la conciencia que se recoge para no intervenir en la formación de la cosa. 16 Karsz, Saúl (1970): Lectura de Althusser; en Saúl Karsz (comp.). Lectura de Althusser; Buenos Aires; Galerna. p. 100. 17 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 104. 18 Retomando el problema abierto en lo que respecta al discurso del inconsciente, nos encontramos que como mecanismo de desconocimiento necesariamente produce el mismo efecto de ensimismamiento que
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Por eso aquellos que están en la ideología se creen por definición fuera de ella; uno de los efectos de la ideología es la negación práctica por la ideología del carácter ideológico de la ideología: la ideología no dice nunca ‘soy ideológica’. Es necesario estar fuera de la ideología, es decir en el conocimiento científico, para poder decir: yo estoy en la ideología (caso realmente excepcional) o (caso general): yo estaba en la ideología. Se sabe perfectamente que la acusación de estar en la ideología sólo vale para los otros, nunca para sí (a menos que se sea realmente spinozista o marxista, lo cual respecto de este punto equivale a tener exactamente la misma posición). Esto quiere decir que la ideología no tiene afuera (para ella), pero al mismo tiempo que no es más que afuera (para la ciencia y la realidad)19
El Gran Otro
Althusser analiza crudamente cómo se presenta el mecanismo formal recientemente
esbozado en el caso de la ideología religiosa. Retomaremos este tratamiento porque
encontramos en él la sucesión de problemas que se repite en la filosofía de Hegel.
Señala Althusser:
Dios se definió a sí mismo como el Sujeto por excelencia, aquel que es por sí y para sí (‘Yo soy Aquel que soy’), y aquel que interpela a su sujeto, el individuo que le está sometido por su interpelación misma, a saber el individuo denominado Moisés. Y Moisés, interpelado-llamado por su Nombre, reconociendo que era ‘precisamente’ él quien era llamado por Dios, reconoce que es sujeto, sujeto de Dios, sujeto sometido a Dios, sujeto por el Sujeto y sometido al Sujeto. La prueba es que lo obedece y hace obedecer a su pueblo las órdenes de Dios20
La ideología religiosa es el ejemplo más crudo del mecanismo puro de la Ideología. La
voz del Otro, de ese Otro omnipresente, es el garante de que el sujeto es Sujeto. El
mecanismo de reconocimiento tiene en ella a su más grandioso manantial, Dios. Un
Centro, un lugar, asegura que cualquier otro lugar sea el desdoblamiento del Centro
(Jerusalem). Cualquier punto del espacio obtiene, al poner su mirada en el centro, nada
menos que su sí, su propia imagen. El mecanismo ideológico permite que en la
contemplación, el otro y lo uno se conviertan en espejo uno del otro. Althusser describe
cómo discurre este proceso y cuáles son sus consecuencias.
el que atañe a la Ideología. De ese modo, siguiendo las tesis althusserianas, debemos encontrar una práctica concreta que tenga como envite la producción de un saber objetivo sobre ese discurso. Ahora bien ¿ese discurso es un discurso fuera del inconsciente? ¿Es un discurso científico que tiene como objeto de conocimiento al discurso del inconsciente? No por remañido el problema incumbe menor interés. 19 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. pp. 106-107. 20 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 110.
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Dios es para el individuo su subjetividad garantida. Yo soy Sujeto porque soy para
Dios, dado que Dios es para sí mismo. En el llamado de Dios, yo quedo constituido
como yo-siempre ya. Si Dios, que es puro Dios, posibilidad de toda efectividad, me
conoce como yo, a mí no me queda más que reconocer esta evidencia magna, para
entonces ser Sujeto: centro y responsable por mis actos. El llamado de Dios es la
interpelación que me constituye y borra, en ese llamado, la posibilidad de su
conocimiento. Pues al receptor de la voz perfecta, no le queda más que reconocerla,
reconociéndose el objeto de ese llamado absoluto. Descartes en su tercera meditación
desasnaba este llamado. ¿Cómo puedo tener la idea de un referente absoluto si no es por
la existencia de ese Absoluto? Si yo soy el objeto del Centro, el Centro está en mí21.
Ahora bien, si el Centro está en mí, pues yo en tanto Sujeto soy por Dios, que me
garantiza la posibilidad de contemplarme como lo que soy (un espejo), Dios tiene, como
decíamos, que estar en mí, pues si yo me reconozco en Dios es porque Él quiere que así
sea, porque Dios sale de sí para ponerse como Hombre. ¿Por qué el Hombre puede
reconocerse en Dios? Porque el Hombre es la realización de Dios, el Dios-Hombre.
Como todo mecanismo de reconocimiento, necesita de que una de las partes se vea en el
cuerpo de la otra (forma relativa), para que el cuerpo de esta se convierta en lo Otro, en
lo puro Otro (el equivalente general). Ahora bien, eso Otro, entonces, se convierte en lo
que garantiza que el primero de los momentos forme parte de la comunidad (el precio
realizado, la compra), del espacio en el que lo Uno y lo Otro se reconocen. Lo otro es la
mediación conmigo que me pone como yo, que garantiza mi mismidad. Yo estoy
desdoblado en ese otro, en el que lo otro deja de aparecer como lo que no es, como la
pura negatividad, para probar su efectividad (dinero como no-tesoro, como, por
ejemplo, medio de compra).
Hegel es un gran teórico de la Ideología. Desmenuza los pasos de esta “relación
especular” en la que uno es por y para el otro sí mismo. El evidente problema que hay
21 “Hegel es (sin saberlo) un admirable “teórico” de la ideología, en tanto que “teórico” del Reconocimiento Universal, que lamentablemente terminó en la ideología del Saber Absoluto. Feuerbach es un sorprendente “teórico” de la relación especular, que lamentablemente terminó en la ideología de la Esencia Humana. Si se desea encontrar elementos para desarrollar una teoría de la garantía, es necesario volver a Spinoza” (Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 111). Nótese que el Centro esté en mí abre la posibilidad a la inversión de la relación religiosa, inversión que es la antropología de Feuerbach. Dios es entonces la puesta fuera de mí como Centro. La pregunta pasa a ser ¿Por qué la necesidad de la alienación de la infinitud humana en la idea de Dios? Feuerbach no piensa a la alienación humana como exterior, como yuxtapuesta a la esencia humana. Entonces, el Centro del ser humano es el propio ser humano, especie desgarrada en Dios. En este sentido, la crítica de Althusser es irrecusable: se trata siempre de una inversión del portador del Centro, no de su conversión en un problema superfluo.
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aquí para Althusser es justamente ese, es que nos movemos en el péndulo de una familia
en la que lo Otro nunca es Otro, pues es siempre el yo que se reconoce a sí mismo en la
interioridad que pone como otro. El yo es yo porque nunca deja de serlo, pues lo Otro es
su necesidad, su doble22. Es el movimiento del no-movimiento. ¿Qué es el Centro? Es el
lugar al que se le asigna la capacidad de sujetarnos a todos los que estamos en su
círculo. Una vez nos hayamos reconocido como Sujetos, pasamos a disponer de nuestra
libertad, por estar sujetados. El reconocimiento de la libertad del Sujeto viene de la
mano de haberse reflejado en el reino de Dios. Esa es la consecuencia política más
nefasta, de cara a las tareas que enfrenta el proletariado en su lucha por tomar el poder.
Si el Sujeto se yergue en su sometimiento a la misión encomendada por el Centro (no
puede ser de otro modo, pues es el Centro el que lo convoca y garantiza como Sujeto),
es libre para estar dominado. Ejerce su dominación cuando se concibe como ser para sí.
Reconocerse como centro de sus iniciativas y tener su imagen y garantía en el Centro,
constituyen las dos caras del mecanismo de subjetivación.
El modo de producción capitalista se reproduce en el reconocimiento universal del
carácter subjetivo de los individuos. En la Ideología que unifica a los diversos aparatos
ideológicos del Estado, y, por supuesto, en la especificidad de las que se presentan en
cada uno de ellos. En el fondo “hay que amar al prójimo como a uno mismo”, pues
todos venimos del mismo vientre y en nuestro funcionar por nosotros mismos estamos
habilitados para reconocernos unos a otros la evidente condición que portamos: la de
Sujetos. Ya no hace falta Dios, Él ya ha cumplido su tarea. No hace falta el engaño.
Althusser no se ocupa de esta ilusión ni toma a los Sujetos por vírgenes sórdidamente
corrompidos. Explica un mecanismo que atañe a la operación ideológica. El mutuo
reconocimiento o la “relación especular dual”, incluso cuando carece de divinidades,
ocluye necesariamente el cuestionamiento al proceso que la constituye, pues se trata
justamente de eso, de un mecanismo que hace a las partes interiores a su propio
mecanismo. En la operatoria ideológica uno es garante de sí mismo como lo es el otro, y
así también en su vínculo, porque “es preciso que ocurra así, para que las cosas sean lo
22 Invertir el problema y decir que es inherente al capital el que el los hombres se encuentren imposibilitados de concebir que son sus relaciones las que engendran esta inversión, resulta para Althusser una solución insatisfactoria. Si el Centro es Dios o es el Capital, no cambia el problema. La traba permanece en pensar este proceso como una unidad que se desgarra en sí misma, cuyo dilema a enfrentar es su restitución.
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que deben ser”23. Es decir, en resumidas cuentas, que las cosas son así porque siempre-
ya fueron así, porque nunca nosotros fuimos más-que-nosotros. “Que así sea!”
La conclusión que se desprende parece ser necesaria: la Ideología como mecanismo
formal opera como garante de las relaciones de producción. Sentencia nuestro filósofo:
La inmensa mayoría de los (buenos) sujetos marchan bien ‘solos’, es decir con la ideología (cuyas formas concretas estánrealizadas en los aparatos ideológicos de Estado). Se insertan en las prácticas gobernadas por los rituales a los Aparatos Ideológicos del Estado. ‘Reconocen’ el estado de cosas existentes (das Bestehende), que ‘es muy cierto que es así y no de otro modo’, que se debe obedecer a Dios, a su conciencia, al cura, a de Gaulle, al patrón, al ingeniero, que se debe ‘amar al prójimo como a sí mismo’, etc. Su conducción concreta, material, no es más que la inscripción en la vida de las admirables palabras de su plegaria24
El concepto de problemática o la filosofía marxista:
No es la respuesta lo que hace a la filosofía, sino la pregunta misma planteada por la filosofía, y que es en la pregunta misma, es decir, en la manera de reflexionar acerca de un objeto (y no en este objeto mismo) donde hay que buscar la mistificación ideológica (o por el contrario la relación auténtica con el objeto)25
Se ha intentado seguir la producción del concepto de Ideología que Althusser lleva a
cabo. Para dar cuenta de sus consecuencias, sean estas epistemológicas o políticas, es
menester elaborar un concepto auténtico de la filosofía, concepto que permita trazar la
división que separa al conocimiento científico de su asaltante, el mecanismo ideológico.
De cara a esta tarea, Althusser se encuentra munido del conocimiento de este último
efecto. Se lanza, así, a un ataque cuyo envite es el materialismo dialéctico.
Todo campo teórico encuentra en sus preguntas una unidad de problemas a resolver. Es
casi una verdad de Perogrullo que todo espacio del saber se constituye en torno a ciertos
objetos determinados y que, por tanto, una disciplina se organiza alrededor de
cuestiones ligadas en mayor o menor medida. Lo que ocupa a Althusser es producir la
filosofía que de cuenta de esa trabazón, que no se detenga simplemente ante la
23 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. pp. 112-113. 24 Althusser, L. (2002): “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Posiciones, Madrid, Editora Nacional. p. 112. 25 Althusser, L. (2004). “Sobre el joven Marx”, en La Revolución teórica de Marx, Buenos Aires, Siglo XXI. p. 53.
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evidencia de la unidad, que exponga el porqué y el cómo de esa unidad. Althusser se
atiene a generar una filosofía que sea capaz de pensar auténticamente aquello que la
ciencia hace, para protegerla de su agazapado asaltante, la Ideología.
El concepto althusseriano de problemática da cuenta de la unidad de las preguntas de
todo campo teórico. Una problemática es una estructura de conceptos que no solo
responden a ciertos problemas, sino que, a la vez, constituyen la condición de
posibilidad del planteamiento de cualquier problema. Lo que una ciencia o una
ideología ven deja de ser el producto del genio o de la estrechez de un individuo o de un
grupo para pasar a ser aquello habilitado por el campo de preguntas y conceptos que
sostienen su actividad teórica. Althusser sentencia
Ni lo invisible aquí, ni lo visible, están en función de la vista de un sujeto: lo invisible es el no-ver de la problemática teórica sobre sus no-objetos; lo invisible es la tiniebla, el ojo cegado de la reflexión sobre sí misma de la problemática teórica cuando atraviesa sin ver sus no-objetos, sus no-problemas, para no mirarlos26
El concepto de problemática es el que expresa la unidad de los problemas que ataca una
disciplina, unidad que es ella misma la afirmación de lo que no es, en tanto no posa su
mirada en sus no-objetos, en sus no-problemas. Así le permite a cualquier producción
teórica avanzar normalmente en el conocimiento del objeto real (también a la
producción ideológica, desconociendo a este mismo objeto en su deformación
imaginaria).
El primer punto que queremos destacar en estas aproximaciones es que en la
construcción de Althusser del concepto de problemática nada impide que esta resulte un
modo ideológico de abordar el objeto. Como se persiguió mostrar más arriba, el
empirismo constituye un horizonte de problemas que, en su igualación de objeto de
conocimiento con objeto real, produce como respuesta necesaria la ceguera respecto de
lo que es. El empirismo es una respuesta a una pregunta jamás hecha: qué es la práctica
teórica.
El concepto de problemática permite aprehender la diferencia entre un conjunto de
problemas auténticos, la ciencia, y un grupo de problemas imaginarios, la ideología.
Pero es también en esta generalidad en donde encontramos su mayor debilidad.
26 Althusser, L. (1985). “De El Capital a la filosofía de Marx”, en Para leer El Capital, México, Siglo XXI. p. 31.
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El que una problemática pueda ser científica o ideológica nos obliga a preguntarnos qué
es lo que la dota de uno u otro atributo. Entendemos que la única respuesta que puede
darnos Althusser es que una es consciente de aquello que hace y la otra no. Una es la
reflexión en torno al quehacer científico y la otra es incapaz de producir el concepto de
lo que ella es. El concepto auténtico de lo que es producir un concepto científico es
tarea del pensamiento que tiene como resultado el concepto mismo de problemática, es
decir: la producción althusseriana o la filosofía marxista. Dicho de otro modo, la
producción del concepto de lo que es producir un concepto científico frente a uno
ideológico es tarea de la filosofía, y este concepto es el de problemática. Únicamente
cuando el ver de una disciplina determinada cesa de ser un mero ver subjetivo para
pasar a ser una pregunta específica permitida por un conjunto de conceptos que son
ellos mismos respuestas en tanto que preguntas, es que esa disciplina pasa a ser
científica.
La plasticidad del concepto de problemática, que aprehende tanto a la ciencia como a la
ideología, le brota exactamente porque él es el que hace a la ciencia ser tal y por tanto la
distingue de su inasible contendiente. Solo porque se sabe cómo opera la ciencia es que,
en el planteo althusseriano, la ciencia deja de ser Ideología. Pero cabe a la vez
preguntarse ¿El pensamiento que tiene como problemática el concepto mismo de
problemática, o la filosofía marxista, no es él mismo, al mismo tiempo, la aplicación del
concepto de problemática? Intentaremos demostrar los pasos progresivos que concluyen
en este encierro y, de encontrarnos con él, desandar sus consecuencias.
La filosofía como círculo de círculos
Para plantear rigurosamente el problema debemos avanzar teniendo en claro el modo en
el que opera regularmente toda ciencia, esto es, en la unidad que su problemática
habilita.
La misma relación que define lo visible define también lo invisible, como su reverso de sombra. El campo de la problemática es el que define y estructura lo invisible como excluido definido, excluido del campo de la visibilidad y definido como excluido, por la existencia y la estructura propia del campo de la problemática; como aquello que prohíbe y rechaza de la reflexión del campo sobre su objeto, o sea, la puesta en relación necesaria e inmanente de la problemática con alguno de sus objetos27
27 Althusser, L. (1985). “De El Capital a la filosofía de Marx”, en Para leer El Capital, México, Siglo XXI. p. 31.
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La unidad de todo conjunto de preguntas se reproduce en el no hacerse la pregunta
respecto de qué es lo que sí se pregunta. Esta pregunta le pertenece a la filosofía.
La torsión en el planteo althusseriano nace a la hora de responderse una cuestión que
pareciera ser, a primera vista, bastante elemental, esto es: ¿De dónde puede brotar la
filosofía marxista que no sea del propio desarrollo de Marx? Si el marxismo es a la vez
la ciencia de la historia de las formaciones sociales, el materialismo histórico, y la teoría
de la producción de toda teoría científica, el materialismo dialéctico, la filosofía que nos
brinda la distinción entre ciencia e ideología debe estar ya en movimiento en el mismo
planteo del cual se trata de explicitarla, debe ser la aplicación del materialismo
dialéctico. El mismo Althusser, lejos de esquivar el problema, afirma
Nuestro problema exige, pues, más que una simple lectura literal, incluso atenta, una verdadera lectura crítica, que aplique al texto de Marx, los principios mismos de esta filosofía marxista que nosotros buscamos por lo demás en El Capital. Esta lectura crítica parece constituir un círculo, ya que parecemos esperar la filosofía marxista de su aplicación misma (…) Este círculo aparente no debería sorprendernos: toda ‘producción’ de conocimiento lo implica en su proceso28
Y un párrafo más abajo se nos dice
Sin duda, Marx nos da en El Capital y bajo una forma extremadamente explícita la manera cómo identificar y enunciar el concepto de su objeto -¡Qué digo! lo anuncia en términos perfectamente claros. Pero, si ha formulado, sin equívoco, el concepto de su objeto, no ha definido siempre con la misma nitidez el concepto de su distinción, el concepto de la diferencia específica que lo separa del objeto de la economía clásica29
Althusser sentencia a la vez que la filosofía marxista está puesta en movimiento en el
desarrollo de El Capital y que, al mismo tiempo, de lo que se trata es de producirla a
través de su misma aplicación. La distinción que falta en el planteo de Marx es
precisamente la definición rigurosa de lo que es la filosofía marxista, pero, a la vez, se
sostiene que es el mismo Marx el que la tiene en estado práctico. Se trata, entonces, de
reconocer aquello que ya está en el planteo de Marx. La filosofía marxista es el proceso
por el cual se logra a ella misma como resultado, resultado que Althusser pone en su
propia producción, dado que pasa por ser él quien lo expone.
28 Althusser, L. (1985): “El objeto de El Capital”, en Para leer El Capital, México: Siglo XXI. p. 82. 29 Althusser, L. (1985): “El objeto de El Capital”, en Para leer El Capital, México: Siglo XXI. pp. 82-83.
II Jornadas Espectros de Althusser - 2011
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Antes de abocarnos a la especificación y a la elucidación de las consecuencias que
encontramos en este problema, cabe asir lo que es entonces esa demarcación que falta
explicitar en la producción de Marx: qué es la filosofía.
Las palabras del propio autor nos permitirán situar las tareas que entiende llaman a su
precisión “Quiero únicamente llamar la atención sobre lo siguiente. La distinción entre
la filosofía y las ciencias, entre las categorías filosóficas y los conceptos científicos
constituye en el fundo una toma de posición filosófica radical contra todas las formas
de empirismo y positivismo” 30. Si se permanece en la indistinción entre materialismo
histórico y materialismo dialéctico, distinción en marcha pero inconsciente en la
producción de Marx, se cae en la Ideología. Althusser se entrega a la toma de posición
en filosofía para distinguir a la filosofía marxista a través de su propia aplicación.
Una línea de demarcación en el vacío
En este trazado de una línea de demarcación vemos enfrentarse las dos tendencias fundamentales a las cuales ya nos hemos referido. La filosofía materialista traza esta línea de demarcación para preservar la práctica científica de los asaltos de la filosofía idealista, lo científico de los asaltos de lo ideológico. Podemos generalizar esta definición diciendo: toda filosofía consiste en trazado de una línea de demarcación mayor mediante la cual rechaza las nociones ideológicas de las filosofías que representan la tendencia opuesta a la suya; el envite de este trazado, y por ende de la práctica filosófica, es la práctica científica, la cientificidad31
Aquí Althusser pone tajantemente lo que es propio de la filosofía. Ella es esa eterna
toma de posición frente al adversario. Un terreno vacío que permite preservar a la tarea
científica de su asaltante, la Ideología. Parece difícil rechazar la idea althusseriana de
que el desarrollo de Marx es una distinción entre ciencia e ideología. Por ende, en sus
términos, que toma partido en filosofía. Mucho más difícil es aceptar que pueda
encontrarse la distinción de lo que ella es, como espacio vacío, en su planteo. Por ende,
que se trate únicamente de reconocerlo en la propia aplicación.
Aceptar que se trate de reconocer el concepto de lo que es la filosofía en su utilización
práctica es asumir que hay una toma de partido, una posición, la de Marx, que brinda lo
que la filosofía es como espacio en el que se generan trazos, cortes. Es decir, que hay
una posición que da lo que ella es como posibilidad de tomar posición. Dicho sin
30 Althusser, L. (2003): “Lenin y la Filosofía”, en Lenin y la Filosofía, Madrid: Editora Nacional. p. 158. 31 Althusser, L. (2003): “Elementos de autocrítica”, en Soledad de Maquiavelo, Madrid: Editora Nacional. pp. 50-52.
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rodeos, que la filosofía materialista es la que permite definir lo que es la filosofía tanto
científica como ideológica. Concepto que se tiene a sí mismo, la ciencia, y a su
negación, la ideología. Aquí es donde el desarrollo de Althusser construye el círculo de
todos los círculos. Aquí es donde se parece más de lo que quisiera al de aquél del que
pretendió deshacerse, el de Hegel.
Cabe hacer un paréntesis que tenga en cuenta el discurrir fáctico de la producción de
Althusser. El filósofo nacido en tierras argelinas, con la franqueza que lo caracterizó,
encaró, tiempo después de entregar estas definiciones, su propia crítica. El eje sobre el
que se apoyó para así realizarla fue la carencia que advirtió en ellas acerca del papel que
le corresponde a la lucha de clases. Dice Althusser
La tesis (especulativa) de la filosofía como ‘Teoría de la práctica teórica’, que representaba el punto culminante de esta tendencia teoricista. Naturalmente, esta última tesis sobre la filosofía no ha dejado de tener efectos derivados sobre la concepción de la ciencia marxista, del materialismo histórico, no tanto a causa de la función que yo hacía desempeñar a la distinción (justa en principio) entre la ciencia y la ‘filosofía’ marxistas, sino por el modo en el que pensaba esta relación (siendo la filosofía, a fin de cuentas, teoría como la ciencia tallada en la misma materia: Teoría) De ello se han derivado consecuencias nefastas para la presentación de la modalidad de la ciencia marxista, del materialismo histórico, sobre todo en Para Leer El Capital32
Para morigerar esta tendencia teoricista, dice entonces
Podemos avanzar ahora en la proposición siguiente: la filosofía sería la política continuada de una cierta manera, en cierto dominio, a propósito de una cierta realidad. La filosofía representaría la política en el ámbito de la teoría, o para ser más precisos: ante las ciencias y viceversa, la filosofía representaría la cientificidad en la política, ante las clases involucradas en la lucha de clases33
Que la filosofía pase a ser la representante de la lucha de clases en el sacro terreno de la
producción científica, y viceversa, que porte la cientificidad en el magro plano político,
según entendemos, no resuelve el problema que venimos intentando plantear. Sí permite
historizar, aprehender el movimiento que la ciencia tiene en su interior en cuanto a los
parámetros que pone, ya sea para probar hipótesis, para crear instrumentos de medición,
para analizar sus datos, para experimentar en el campo, etc. Ahora bien, de cara a la
definición de las tareas de la filosofía, hacer jugar a la lucha de clases como un
elemento que participa de su relación con la ciencia, agrega aún más oscuridad al
32 Althusser, L. (2003): “Lenin y la Filosofía”, en Lenin y la Filosofía, Madrid: Editora Nacional. p. 169.
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planteo. Para sostener la conceptualización sobre la filosofía como línea de demarcación
entre ciencia e ideología (cosa que nuestro autor hace), nos vemos compelidos a afirmar
que cierta relación de fuerzas entre las clases (la que se quiera) produce el trazo efectivo
que protege a la ciencia de la ideología y, por el contrario, otra configuración de la lucha
de clases no hace más que asaltar a la racionalidad científica. Es decir, que una clase o
fracción o conjunto de ellas es la portadora de la defensa de la ciencia y que, viceversa,
posee a la vez el conocimiento real de lo que ella es. No se trata de que las
consecuencias de esta mirada sean la de la fractura entre ciencia proletaria y ciencia
burguesa, cosa que no entendemos sea así, pero sí de que la brecha entre las clases no
cambia lo que la filosofía es. Por lo tanto, que la lucha de clases sea lo que hay que
mirar para comprender el movimiento que esta línea de demarcación tiene no la
modifica en tanto línea de demarcación. Aún así, cabe pensar cuál es la forma específica
de la lucha de clases que frena esa línea en la posición capaz de distinguir a la ciencia de
la ideología, que produce la auténtica filosofía, el materialismo dialéctico.
La filosofía como proceso de reconocimiento
El empirismo es una forma filosófica incapaz de dar el concepto de lo que es la
filosofía. Esta tarea queda en manos de la única producción especulativa capaz de
hacerlo: el materialismo dialéctico. Dicho de otro modo, una línea de demarcación en
filosofía es capaz de poner luz sobre lo que la filosofía es.
El pensamiento que tiene como problemática al concepto de problemática, la
producción de Althusser, es la aplicación de la filosofía marxista destinada a
reconocerse en su verdadera determinación. Esa realidad es la que la convierte en la
encargada de distinguir a la ciencia de la ideología. Es también la que obliga a Althusser
a poner a la filosofía como su propia autoconciencia. Permítasenos una extensa cita que
llama la atención incluso por su terminología
Este otro espacio está también en el primero, que lo contiene como su propia denegación; este otro espacio es el primer espacio en persona, que no se define sino por la denegación de lo que excluye dentro de sus propios límites. Es lo mismo que decir que representa para él solamente límites internos y que lleva su exterior dentro de sí mismo. La paradoja del campo teórico consiste así en ser, si queremos salvar la metáfora espacial, un espacio infinito porque es definido, o sea, sin límites, sin fronteras exteriores que lo separen de nada, justamente porque está definido y limitado dentro de
33 Althusser, L. (2003): “Lenin y la Filosofía”, en Lenin y la Filosofía, Madrid: Editora Nacional. pp. 172-173
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sí al llevar en sí la finitud de su definición, la cual, excluyendo lo que él no es, hace de él lo que es34
Althusser piensa la posibilidad de que una problemática asuma una forma ideológica.
En ese caso, se constituye como problemática que se desconoce en tanto problemática,
que simplemente se reconoce como un conjunto de conceptos que recogen o levantan la
auténtica realidad. La problemática que sí se reconoce como tal es, en este desarrollo, el
materialismo dialéctico, y es precisamente esto lo que le otorga el carácter científico al
marxismo. Es decir, es una problemática que sabe de sus límites, que se reconoce como
una pregunta cierta que, por su propia afirmación como pregunta, descarta ciertos
problemas. Ahora bien, la problemática que se sabe como problemática no es otra cosa
que el planteo de Althusser. Es una mirada que tiene como corolario entregar el
concepto de lo que hace (o en todo caso de lo que hizo Marx), y esto no exteriormente,
sino a través de la aplicación del planteo de Marx. Este círculo es el que entendemos
que encierra a Althusser. Un trazo determinado, una posición en el vacío que es la
filosofía, el materialismo, es capaz de pensar auténticamente no solo la distinción
ciencia-ideología, que él produce, sino a la vez qué es la filosofía misma. Entonces, el
marxismo tiene a su propio concepto en sí mismo, como aplicación de sí mismo. Es
decir, se reconoce a sí mismo, pudiendo dar cuenta de sí en sus propias categorías. Es
una ciencia particular, el materialismo histórico, y en la aplicación de la filosofía que
engendra es capaz de garantizar su propia cientificidad. Esta filosofía es el concepto de
la producción de todo concepto, por lo cual posee en sí la frontera que se yergue entre la
producción científica y la ideológica. Por lo tanto es el espacio común a ambas, espacio
que brota en y por una teoría determinada y a causa de esto asegura a esa teoría como
científica. La filosofía marxista concluye su recorrido en la obra de Althusser siendo a
la vez parte y todo. Produce una distinción que sabe como distinción, y es ese saberse el
que resuelve su cientificidad. Dice nuestro autor
El hecho de que esta práctica es una nueva practica filosófica: nueva en tanto que ya no es esa rumia que es únicamente la practica de la denegación en la que la filosofía no cesa de intervenir ‘políticamente’ en los debates en los que se juega el destino real de las ciencias, entre los científico que ellas instauran y la ideología que las amenaza, y que no cesa de intervenir ‘científicamente’ en las luchas en las que se juega la suerte de las clases, entre lo científico que las sirve y lo ideológico que las amenaza, la filosofía, decíamos, niega, sin embargo, ferozmente, en la ‘teoría’ filosófica que ella interviene en
34 Althusser, L. (1985). “De El Capital a la filosofía de Marx”, en Para Leer El Capital. México: Siglo XXI Editores. P. 32.
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todo ello; nueva en tanto que constituye una práctica que ha renunciado a la denegación, y que sabiendo lo que hace, actúa de acuerdo con lo que ella es35
Ya en su obra temprana, Althusser atendía este círculo que el marxismo constituye.
Decía
Si no es la verdad de, en sentido hegeliano y feuerbachiano, sino una disciplina de investigación científica, el marxismo no está en efecto más turbado por su propia génesis que por la evolución de la historia que ha marcado con su intervención: aquello de donde Marx salió, como aquello que salió de Marx, debe someterse igualmente, para ser comprendido, a la aplicación de los principios marxistas de investigación36
Si trajimos tantas veces la rumia de sus palabras en torno a este problema es porque
entendemos que nuestro filósofo hace del marxismo un pensamiento que es capaz de
pensarse a sí mismo, que tiene a su principio en sí mismo. En todo caso, dicho más
someramente, que no necesita salir de sus categorías para dar cuenta de la necesidad que
tiene de producirlas. Como actividad, como teoría puesta en marcha, es, a la vez, la
conciencia de esta puesta en marcha, o, una teoría que puede en sus propias categorías
asegurar su cientificidad. En este círculo que tiene en sí mismo la posibilidad de todos
los círculos -pues una actualización del marxismo no sería sino producir lo que ya está
en él garantido, la ciencia- lo vemos acercarse al espíritu contra el que construyó su
propio planteo, al de Hegel.
Conclusiones
Althusser muestra que es el materialismo dialéctico el que es capaz de distinguir a la
ciencia de la ideología, y que la práctica científica se convierte en tal una vez que se
produce el concepto de lo que ella es. El concepto de lo que es lo brinda el materialismo
dialéctico, la aplicación de la filosofía marxista. Ahora bien, ¿De dónde brota la
filosofía que distingue ciencia e ideología? De la aplicación de los principios del
marxismo. El concepto de lo que es la ciencia brota de la filosofía marxista, filosofía
que es capaz de dar cuenta de lo que ella es como filosofía para así distinguir ciencia e
ideología. Nos encontramos en pleno en un proceso de reconocimiento, por parte del
marxismo, de sí mismo. Proceso de reconocimiento que queda a cargo de la filosofía
marxista, y más específicamente, de la filosofía marxista expuesta por Althusser.
35 Althusser, L. (2003): “Lenin y la Filosofía”, en Lenin y la Filosofía, Madrid: Editora Nacional. p. 174. 36 Althusser, L. (2004). “Sobre el joven Marx”, en La Revolución teórica de Marx, Buenos Aires, Siglo XXI. p. 50.
II Jornadas Espectros de Althusser - 2011
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Según lo descripto en la teoría althusseriana, este proceso de reconocer lo que
aparentemente ya es, no es otra cosa que Ideología. En el caso de Althusser, de
reconocer que la filosofía marxista ya está en marcha en el planteo de Marx.
Se persiguió desenvolver lo que concebimos constituye un encierro en la producción de
Althusser. Si así se hizo no fue para simplemente descartar la producción del filósofo
francés por obsoleta e incoherente. Por el contrario, su objeto ha sido repensar si el
concepto de Ideología no es el producto de la aplicación de un concepto que, en los
términos de Althusser, cae también dentro de la Ideología, para así examinar
nuevamente el modo en el que está construido. Hablamos del concepto de problemática,
en tanto es el que expresa la aplicación de la filosofía marxista. Incluso, mucho más que
este punto en particular, hemos intentado abonar en la comprensión de la necesidad de
volver a Althusser, por ser quien achaca sobre la importancia para la producción
científica en ciencias sociales de elucidar el esquivo vínculo que guarda el planteo de
Marx con la filosofía de Hegel.
BIBLIOGRAFIA
Althusser, Louis (1985) Para Leer El Capital. México: Siglo XXI.
Althusser, Louis (2002) Posiciones. Madrid, Editora Nacional.
Althusser, Louis (2003) Lenin y la Filosofía. Madrid, Editora Nacional.
Althusser, Louis (2003) Soledad de Maquiavelo, Madrid, Editora Nacional.
Althusser, Louis (2004) La Revolución teórica de Marx. Buenos Aires, Siglo XXI.
Del Barco, Oscar (1977) Esencia y apariencia en El Capital. México, Universidad
Autónoma de Puebla.
Hegel, G.W.F (1966) Fenomenología del Espíritu, México, Fondo de Cultura
Económica.
Karsz, Saúl (1970): Lectura de Althusser, en Saúl Karsz (comp.). Lectura de Althusser;
Buenos Aires, Galerna .