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24 de Julio, gran fiesta de la Hispania Martyr
Por fin, tras largo periodo de silencio impuesto por razones de oportuni-
dad, tal día como hoy, hace 24 años, se pudo ya celebrar litúrgicamente la
festividad de las primeras beatas mártires de la Persecución Religiosa de
los años 1934-1939 en España
El anterior 29 de marzo de 1987, el Beato Juan Pablo II, Papa de los márti-
res de España, beatificaba en la Plaza de San Pedro de Roma a María del
Pilar de San Francisco de Borja, Teresa del Niño Jesús y de San
Juan de la Cruz y María de los Ángeles de San José, Carmelitas
descalzas de Guadalajara, asesinadas por odio a la Fe el 24 de julio
de1936.
Eran las primicias de la legión de mártires de la Persecución religiosa en
España 1934-1939, elevadas a los altares de la Iglesia de Dios; luego, ya
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como río impetuoso que alegra la Ciudad de Dios, les han seguido la ca-
nonización de 11 santos y la beatificación de un millar de mártires más,
estando a la espera próxima mayor número.
BEATAS CARMELITAS DE GUADALAJARA
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BEATA MARIA DEL PILAR
María Pilar de San Francisco de Borja (Jacoba Martínez García), nació en Ta-
razona (Zaragoza) el día 30 de diciembre de 1877, siendo la última de on-
ce hermanos. En 1891 se traslada toda la familia a Corella en Navarra.
Cuando contaba 15 años, vio como su hermana Severiana entraba carmeli-
ta. Muy lejos estaba ella de seguir su ejemplo: Si le preguntaban si quería
ser monja, contestaba con un rotundo “¡No!”.
Su madre le insinuaba: “contesta hija: “lo que Dios quiera””.
“Madre, ¿cómo voy a decir “lo que Dios quiera” si yo no quiero ser monja?”
“¿Y si Dios quiere que lo seas?”
“Si yo no quiero ser, ¿cómo lo va a querer Dios? Vaya, madre, que yo no quiero
ser monja”.
Pero su madre callaba y olvidada de sí, pedía a Dios para su benjamina la
gracia de la vocación religiosa. Su petición no fue desoída y el 12 de octu-
bre de 1898, día del Pilar, a sus veinte años, entraba en el palomar de la
Virgen de carmelitas descalzas de San José de Guadalajara. El 15 de octu-
bre del año siguiente, fiesta de Santa Teresa, hace su Profesión religiosa
tomando el nombre de Pilar de San Francisco de Borja, viviendo su entre-
ga con gran fidelidad, volando siempre más alto, hasta dar, como dice San
Juan de la Cruz “a la caza alcance”. Con frecuencia decía: “Si cien veces
naciera, otras tantas sería carmelita descalza y siempre en este convento
de San José de Guadalajara.
BEATA TERESA DEL NIÑO JESÚS
Eusebia García García nació en Mochales (Guadalajara) el 5 de marzo de
1909, la segunda de ocho hermanos. Desde los seis años, vivió largas tem-
poradas con su tío sacerdote D. Florentino, que en 1936 también derramó
su sangre por Cristo Rey, en Sigüenza (Guadalajara). A los nueve años
hizo dos votos: de castidad y esclavitud mariana, lo que nos muestra su
vida de piedad.
Alumna interna en el colegio de las Ursulinas, leyendo la “Historia de un
alma” de Santa Teresa del Niño Jesús, se sintió claramente llamada al
claustro carmelitano de San José de Guadalajara. Como Santa Teresita,
tuvo que esperar un poco de tiempo, y cuando contaba ya 16 años hizo su
entrada en el Monasterio el 2 de mayo de 1925. Empezó con el oficio de
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organista, estrenándose a los15 días - 25 de mayo de 1925 - con motivo
de la canonización de Santa Teresita.
El 6 de marzo de 1930 pronunció sus votos solemnes, y a su deseado
nombre de Teresa del Niño Jesús, añadió el de: y San Juan de la Cruz. Ya
era “toda de Jesús y Jesús de Teresa”. En carta a una amiga religiosa es-
cribía: “Lo único que tengo son deseos, pero deseos grandísimos de ser santa,
de ser toda de Jesús… de pagarle amor por amor”.
Decía: “no me desaniman mis defectos, al contrario, pues así tengo más ocasio-
nes de merecer luchando contra ellos y harán un día resplandecer en mí la infi-
nita misericordia de Dios”. “No me gustan las vidas de los santos en las que sólo
hablan de sus virtudes, ocultando sus faltas y combates. Cuando yo muera, no
oculten mis defectos para que brille más la misericordia de Jesús para conmigo”.
Alma profundamente eucarística y misionera, pasaba largas horas ante el
sagrario tomando “baños de Sol”, pidiendo por la santificación de los sa-
cerdotes y la salvación de las almas.
BEATA Mª ÁNGELES DE SAN JOSÉ
Marciana Valtierra Tordesillas, nacida en Getafe (Madrid) el 6 de marzo de
1905, última de once hermanos. A los tres años murió su madre. A los
doce años escribía a su hermana religiosa: “Cuando perdí a mamá, como era
tan pequeña, no me di cuenta de lo que perdía; ahora me acuerdo mucho de
ella. ¡Cuánta falta me hace! Pero la Santísima Virgen hace sus veces, pues me
he encomendado a Ella y la he tomado por madre.”
Ayudó al P. Juan Vicente O.C.D. (también en proceso de canonización) en
la propagación de la revista “La Obra Máxima” y en cuantos proyectos el
Padre proponía para extender el Reino de Cristo.
El cuidado de su padre y de dos tías, una de ellas paralítica, le impusieron
el sacrificio íntimo de retrasar su entrada en el claustro. Por fin el 14 de
julio de 1929 entraba en el Carmelo de San José de Guadalajara, feliz “sola
con Dios solo”, llamándose desde entonces María Ángeles de San José.
Escribía a su hermana Concepcionista: “¡Qué dicha tan grande ser carmelita!
Por más que lo pienses no te lo puedes figurar…” Vivía abandonada en Dios
como un niño. Se ofreció para ir a un Carmelo a misiones lejanas para que
Dios fuera conocido y amado de todos en todas partes, pero Jesús la había
elegido para otra misión, la de ser testigo de su amor hasta la muerte, en
su propia patria.
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“¡Disparadles, son monjas!”.
El 22 de julio de 1936, Guadalajara fue tomada por los rojos. Había que
abandonar el convento. Las monjas vestidas de seglares se disponían a sa-
lir, ya que venían a quemar el monasterio. Salen de dos en dos y se repar-
ten en casas conocidas, oran sin cesar.
El día 24, siendo muchas en el mismo lugar y comprometiendo a la dueña
de la casa, Hna. Teresa se ofrece a llevar dos Hermanas a casa de una ami-
ga suya, confiando en que las recibirían; así fue como Hna. Mª Pilar y Hna.
Ángeles la acompañaron.
Salen sobre las 4 de la tarde, a la casa número 5 de la calle Francisco
Cuesta; pasan junto a un camión en donde unos milicianos estaban me-
rendando. Una miliciana al verlas exclamó: “¡Disparadles, son monjas!”. Se
bajan del camión y van en su busca. Ya habían entrado en el portal, pero
las obligan a salir a la calle.
La primera en salir es Hna. Mª Ángeles, le disparan varias veces, cae mor-
talmente herida. En silencio entrega su vida a Dios. ¡El amor a Jesús ha si-
do más fuerte que la muerte! Se había pasado toda la noche suspirando
por la gracia del martirio; le decía a su Madre Priora: “¡Madre, qué dicha
si fuéramos mártires!” Murió por ser esposa de Jesús, la mataron por ser
monja. Hna. Mª Pilar recibe varios tiros, da unos pasos y cae desplomada.
Al ver que no está muerta, disparan nuevamente sobre ella, dándole tam-
bién con un cuchillo. Ella exclama: “¡Viva Cristo Rey! ¡Dios mío perdónalos!”
Un guardia de asalto consigue llevarla a un Farmacia próxima y de aquí es
trasladada al puesto de la Cruz Roja a donde fue atendida con mucha cari-
dad y al oír hablar a Dña. María Carrasco, decía: “No me deje señora, que
no me toquen, ¡perdónales, Señor!” Su amor a la pureza y su perdón, como
el Maestro. En una ambulancia se la llevó al Hospital Provincial y fue reco-
nocida nuevamente. Tenía: una perdigonada en el vientre, rota la columna
vertebral, una pierna rota y un riñón al descubierto. El Director avisa a la
Hermana de la Caridad Sor Dolores Casanova “es una monja”. Le da a be-
sar el Crucifijo y muere en sus brazos repitiendo: “Perdónales, perdóna-
les…”
La Hna. Teresa ha presenciado la muerte de sus Hermanas, pero
ella queda indemne. Trata de entrar en el Hotel Palace, pero unos milicia-
nos se lo impiden: En esto llega otro que intenta tomarla por el brazo, pe-
ro lo rechaza con energía. La obliga a ir por la calle San Juan de Dios y le
dice: “No te asustes, esos son unos brutos; te llevaré adonde no te pase nada”.
Ella repite sin cesar: “Jesús, Jesús…” Llegan al puente de San Antonio, tuer-
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cen hacia el camino del Cementerio. Camina lentamente, va recelosa;
arrecian las insinuaciones malignas del grupo de milicianos que se les hab-
ían juntado, le quieren obligar que grite: “Viva el comunismo”. Pero ella abre
sus brazos en cruz y echa a correr gritando: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva
Cristo Rey!” Una descarga por la espalda troncha la tercera azucena blan-
ca. Le habían dado a Cristo como eran sus deseos toda su sangre. Fueron
beatificadas por Juan Pablo II el 29 de marzo de 1987. En su recordatorio
leemos esta oración
Oh Dios, fortaleza de los humildes, que de modo admi-
rable infundiste a las Beatas María Pilar, Teresa y María
Ángeles, vírgenes, constancia en su martirio, concéde-
nos, por su intercesión, que, así como ellas derramaron
con generosidad gozosa la sangre por Cristo Rey, tam-
bién nosotros mantengamos la lealtad a ti y a tu Iglesia
hasta la muerte. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los si-
glos de los siglos. Amén. (Textos extraídos de Los Santos Carmelitas del P.
Rafael María López-Melús )
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Sepulcro de las mártires