Post on 29-Jul-2015
Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.…El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
Lucas 14, 25-33.
«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus
hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.»
Estas palabras se nos clavan como dardos. ¿Cómo interpretarlas?
La familiaNo podemos leer la frase de modo literal. Dios no desea la ruptura de las familias ni el abandono de los deberes.Pero, quien dice sí a Dios, lo convierte en lo primero en su vida, por delante de su propia familia. San Francisco de
Asís
Jesús no quiere que rompamos con nadie.
Solo desea que seamos capaces de
amar a Dios con todas nuestras fuerzas, poniéndolo en el
centro de nuestra vida.
Que nuestra libertad sea acorde con la voluntad de Dios.
Santa Teresa de Lisieux
A veces la familia es un apoyo en la vocación, pero otras veces lo dificulta. Decir sí a Dios nos puede acarrear conflictos sociales y familiares porque es un nadar a contracorriente… Es entonces cuando hay que estar
dispuesto a dejarlo todo por él.
Santa Clara
Ignorar a Dios es la gran tragedia del ser humanoA veces olvidamos que todo cuanto tenemos y somos es un
regalo: vivir, respirar, la familia, los amigos, el trabajo, los bienes de que disfrutamos… Todo es suyo.
El mayor obstáculo: uno mismoNegarse a sí mismo alude al gran impedimento: el ego. Nos aferramos a nuestras ideas, a nuestros criterios y a
nuestra visión de la realidad. Centrados en nosotros mismos, nos volvemos narcisistas y reacios a cambiar.
Negarse a sí mismoSignifica des-centrarse y volcarse en los demás,
especialmente en los más necesitados de nuestro amor. Negarse a sí mismo es ocuparse de los otros.
Como dice el Papa Francisco: custodiar a los demás, a la Creación, a Dios en nosotros.
La sabiduría del corazónLa parábola del hombre que calcula antes de construir nos habla de una inteligencia que va más allá del saber erudito o abstracto. Es la inteligencia del amor, que nos
permite descubrir la voluntad de Dios.¿Cómo alcanzar esta sabiduría?
Los niños, maestrosLos niños poseen una innata sensibilidad religiosa y una
capacidad maravillosa para captar las verdades espirituales. Si reciben la educación adecuada, con su
espontánea apertura al trascendente, se convierten en nuestros maestros.
Del intelecto pasamos a la experiencia.
Del raciocinio a la vivencia.
Estamos llamados, no a ser expertos ni
intelectuales, sino a obtener un “diez” en
el amor, en el servicio, en la
entrega.