101 dálmatas cuento+pictogramas

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101 DÁLMATAS

Autor pictogramas: Sergio Palao Procedencia: http://catedu.es/arasaac/ Licencia: CC (BY-NC-SA) Imágenes: GoogleAutora: Susana C.B. Blog: Susana Maestra de AL Febrero 2015

Hola, me llamo Pongo y os voy a contar mi historia. Comenzó un día de primavera en un piso de Londres, cerca de Regent’s Park, donde vivía con mi amo y amigo, Roger Radcliff.

Roger y yo estábamos solteros, necesitábamos encontrar a alguien, pero él siempre estaba ocupado. Por eso, cuando vi a aquella pareja dirigirse al parque, decidí actuar.

Fuimos al parque las busqué por todas partes, hasta que, por fin, las encontré. Pasé por delante de ellas caminando despacio para que nos vieran.

Comprendí que era un caso difícil: debía echarle imaginación. Cuando se levantaron para dar un paseo, tiré de la correa y di unas vueltas hasta que conseguí que Roger y la joven se enlazaran.

Cuando lograron liberarse nos reímos todos, y unas semanas después, Anita y Perdita (así se llamaban) se convertían en nuestras esposas.

Fuimos a vivir a un piso con Nani, la cocinera y ama de llaves. Un día, Perdita suspiró.- Esperamos cachorros, Pongo- me dijo. Me sentí feliz, y Nani casi tanto como yo.

Sin embargo los tres nos preocupamos cuando Cruella de Vil, antigua compañera de colegio de Anita, vino a ver si habían nacido los cachorros.- Aún faltan tres semanas – le dijo Anita.

- ¡Qué maravillosos abrigos! – exclamó Cruella mientras contemplaba una fotografía nuestra.¡A aquella mujer le apasionaban las pieles! Y Perdita temía que se llevara a nuestros cachorros.

Era una noche de octubre y había tormenta. Después de una larga espera, por fin, Nani anunció:- ¡Ya están aquí los cachorros! ¡Y son quince!

- ¿Quince? ¡Qué maravilla! – dijo Cruella entrando en la habitación -. ¡Pero no tienen manchas!Anita le explicó que a los dálmatas les salen varias semanas después de nacer.

- Muy bien. Los compro todos – dijo la mujer, mientras sacaba su pluma y un cheque.- No están en venta – contestó Anita.Cruella ignoró estas palabras, agitó la pluma… ¡y nos salpicó de tinta!

Pasaron varias semanas. Perdita y yo éramos felices viendo crecer a nuestros cachorros.

Pero un día, mientras dábamos un paseo, llamaron a la puerta dos hombres: Gaspar y Horacio.- Buenas tardes, somos de la Compañía Eléctrica y venimos a revisar la instalación – dijeron a Nani.

El ama de llaves no les permitió entrar, pero la empujaron y la encerraron en la habitación.- Ahora trabajaremos mejor – dijo Gaspar.

Cuando consiguió escapar, corrió a la cocina y encontró vacío el cesto de los cachorros.- ¡Se los han llevado! – gritó-. ¡Esos hombres han venido a robarlos!

Roger y Anita hablaron con detectives y policías, ¡pero nada! Así que dije a Perdita:- Utilizaremos el Ladrido del Crepúsculo. Si están en Londres, algún perro los habrá visto. Ladremos hasta que alguien nos oiga.

Poco después obtuvimos respuesta.- ¡Es el Dogo Alemán de Hampstead!El mensaje había pasado de un perro a otro, por calles, parques y hasta las tiendas de animales.

La noticia llegó al Coronel, un pastor inglés.El caballo Capitán y el Sargento Tibbs, un gato, se enteraron al mismo tiempo que él.

El Sargento Tibbs dijo que dos noches antes había oído ladridos en la mansión de los Vil. Entró y descubrió a los ladrones vigilando a quince dálmatas y ¡a otros ochenta y cuatro más!

El Dogo Alemán nos contó lo ocurrido. Imaginábamos a nuestros cachorros en manos de Cruella.- ¿Podéis ir allí? – nos preguntó el Dogo.- ¡Ahora mismo! – contestamos.

Entonces, Cruella apareció en la habitación donde estaban Gaspar y Horacio. El Sargento Tibbs se enteró que quería los dálmatas para… ¡hacerse un abrigo!

El Sargento Tibbs vio alejarse a Cruella en su coche, y decidió intervenir. Les enseñó un agujero que había en la pared y, aprovechando un despiste de los ladrones, los perritos fueron saliendo por él.

Mientras tanto, nosotros llegábamos a la mansión. El Dogo Alemán nos había indicado el camino. El Coronel nos esperaba fuera.En ese momento oímos ladridos dentro de la casa. Sin pensarlo dos veces, entramos por una ventana ¡enseñando los dientes!

Poco después habíamos reducido a los secuestradores.- ¡Debemos irnos! – exclamó el Sargento Tibbs. Pero los malvados hombres seguían nuestras huellas marcadas en la nieve, así que nos escondimos debajo de un puente mientras conteníamos el aliento, inmóviles.

Pero nos seguían buscando. Escuché a Cruella.- Por las huellas, sé que se dirigen al pueblo. Yo iré por la carretera principal y vosotros por las secundarias – dijo.

Conseguimos llegar hasta un antiguo almacén un herrero. Había hollín por todas partes.- ¡Tengo una idea! – dije.Nos restregamos en el hollín, y poco después nos habíamos convertido en labradores negros.

Así pudimos librarnos de Cruella y regresar a casa.- ¡Ciento un dálmatas en total! – dijo Roger al vernos. Bueno, compraremos una casa en el campo, en la que quepamos todos.