Lectio Divina 19

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DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión DOMINGO DECIMONOVENO -TIEMPO ORDINARIO CICLO B La fuerza del creyente no es el poder sino Dios

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AMBIENTACION

Desde siempre el hombre ha querido independizarse de Dios, ha querido ser como Dios. La tentación crece en la medida en que avanza en sus hallazgos, en la técnica. Pero si el hombre es sincero consigo mismo descubre que no es así, que está lleno de limitaciones: es pobre en el amor, no sabe construir una sociedad mejor, se hace egoísta y enemigo del que es hermano suyo.

Este Domingo nos recuerda que El hombre ha sido creado por Dios y El se ha

comprometido en llevarlo hacia su auténtica plenitud. Si el ser humano escucha a Dios y acoge su Palabra, descubre que «Dios ha escogido lo débil del mundo, para confundir a lo fuerte» (1Co. 1, 27), que «la fuerza de Dios se muestra perfecta en la flaqueza del hombre» (2Co. 12, 9).

1. PREPARACION: Invoquemos AL ESPIRITU SANTO

Espíritu Santo, ven. Necesitamos tu presencia vivificadora

para disponernos a escuchar la Palabra. Necesitamos tu asistencia

que nos capacite para acoger esa Palabra en el corazón. Espíritu de esperanza, de fe en las promesas,

de paciencia y de vigilia, haznos dóciles para hacer lo que nos pide la Palabra.

Amén.

2. LEAMOS LA PALABRA: ¿QUÉ DICE el texto?

1Re. 19, 4-8: «Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas»

El relato de la vida de Elías en el libro de Reyes es uno de los más destacados del antiguo testamento: es una parábola de vida cristiana. Hoy leemos sobre el descorazonamiento de Elías; tiene un enorme trabajo frente a él, y no es mejor que otras personas. Pero Dios lo empuja hacia adelante, le da pan para comer, y lo llena de energía.

En medio de la crisis Elías se siente ayudado por Dios. Pero el profeta acepta esta ayuda como algo para recuperar sus fuerzas, como algo propio y no para los demás, para seguir luchando. Interviene Dios para decirle que se alimente más, que el camino y la tarea va a resultar superior a sus fuerzas. Elías cree y acepta el alimento que le viene de Dios, se fía de Él y sigue su camino.

Sal. 34(33): «Gusten y vean qué bueno es el Señor» El salmo 34(33) está organizado así:

1. Canto de acción de gracias (vv. 2-11)

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2. Reflexión sapiencial (vv. 12-23) Es un salmo alfabético de carácter sapiencial con elementos de acción de gracias.

Como es lógico, la forma alfabética de un salmo hace que, a veces, sea un poco forzado el desarrollo del pensamiento. Esta forma literaria se desarrollo durante el destierro y con posteridad a él, con vistas a retener mejor el salmo en la memoria. Los versos del salmo son como "cadencia del agua cayendo gota a gota" (Mannati).

"La enseñanza propuesta no es una doctrina teórica, sino la formulación de una experiencia espiritual. Por eso la doctrina tradicional no queda en rutina, sino que es personal y comunicativa" (A.Schókel). Existe una estrecha relación de ambas partes. En la primera se hace ver, por experiencia, lo que Dios es para el justo. En la segunda parte el autor intenta enseñar a otros desde su experiencia personal, es decir, desde lo que Dios ha realizado en él.

«Gustad y ved qué bueno es el Señor» (v. 9): aquí los sentidos son símbolos de

la experiencia espiritual. Se saborean las bondades que Él dispensa como si fueran manjares exquisitos. Dios se convierte en verdadero festín.

El gustar, disfrutar, saborear las cosas de Dios es un don del Espíritu Santo. Y esta

delicia y este gusto se hacen realidad especialmente en la Eucaristía. «¡Cállate, cierra los ojos, gusta! Es bueno recibir todo el sol de un solo golpe. Lo ha colocado sobre la lengua para que yo lo trague» (Paul CLAUDEL).

Ef. 4,30 - 5,2: «No pongan triste al Espíritu Santo»

«No pongan triste al Espíritu Santo», escribe San Pablo. ¿Qué puede entristecer

al Espíritu Santo? No es el llevar una vida gravemente pecadora: en ese caso nosotros «expulsamos» al Espíritu Santo de nuestras vidas. Entristecemos al Espíritu cuando no le ponemos atención a nuestros pequeños pecados y defectos, no tratamos de ser mejores, cuando pasamos por alto sus inspiraciones, dentro de nuestros corazones, de hacer un bien por Dios o por los demás.

El cristiano de nuestros días no se preocupa del Espíritu ni para su gozo ni para su tristeza. Para el cristiano de nuestros días el Espíritu podría recibir el nombre de «El Dios desconocido». Uno de los escándalos más serios de nuestros días es la desconsideración] existencial del Espíritu. Podríamos suprimir del Credo este artículo de fe y el pueblo de Dios apenas lo notaría.

Por el contrario, para Pablo, hombre activo y contemplativo, luchador y hombre comprometido, el Espíritu es lo íntimo de Dios y del cristiano, es la base y la consolidación de su experiencia cristiana.

Jn. 6,41-51: «¿No es éste Jesús, el hijo de José?»

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN JUAN

R/. Gloria a Ti, Señor. 41 Los judíos murmuraban porque había dicho que era el pan bajado del

cielo; 42 y decían:

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–¿No es éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que ha bajado del cielo?

43 Jesús les dijo:

–No murmuren entre ustedes. 44 Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré el último día. 45 Los profetas han escrito que todos serán discípulos de Dios. Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí. 46 No es que alguien haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre; ése ha visto al Padre. 47 Les aseguro que quien cree tiene vida

eterna. 48 Yo soy el pan de la vida. 49 Sus padres comieron el

maná en el desierto y murieron. 50 Éste es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera.

(cfr. Mt. 26,26-29; Mc. 14,22-25; Lc. 22,14-20; 1Co. 11,23-25)

51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá

siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne.

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Re-leamos LA PALABRA para interiorizarla

El Evangelio que proclamamos en este Domingo es la continuación del proclamado el

Domingo anterior. Jesús sigue adelante con su discurso sobre la necesidad de buscar vida espiritual y eterna. Una vida que se encuentra en El mismo.

Pistas para la lectura:

El capítulo sexto del evangelio según San Juan presenta un carácter unitario, que

desarrolla en torno al tema de la fiesta de la Pascua. A semejanza del cap. 5, también se

se articula a través de un prodigio (Jn. 5, 1-9ª: curación del enfermo en la piscina de

Betesda = Jn. 6,1-15: multiplicación de los panes) seguido por un discurso (Jn. 5,16-47: sobre la autoridad y el testimonio de Jesús = Jn. 6,25-71: sobre el Pan de Vida).

Este capítulo (Jn. 6) presenta una parte de la actividad de Jesús en Galilea y

precisamente el momento culminante: Jesús se autorevela como Pan de vida para ser creído y comido por quienes quieran ser salvados.

El conjunto del capítulo 6° está organizado así:

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- Jn. 6, 1-15: encontramos el gran signo de la multiplicación de los panes; el relato de

este prodigio está seguido por la narración del camino de Jesús sobre las aguas (Jn. 6, 16-21).

.

- Jn. 6, 22-59: es el discurso que desvela el significado de ese signo: ese don del pan para el hambre física del pueblo prepara las palabras sobre el Pan de la vida eterna.

- Jn. 6, 60-71 Jesús invita a los discípulos a decidirse, ya conociendo su

incredulidad (vv. 60-66), ya solicitando la fe de los doce (vv. 66-71).

Re-lectura: Es necesario un momento de silencio: Dejamos que la voz del

Verbo resuene en nosotros.

Sigamos sus enseñanzas paso a paso:

Primero: La gente, que ha seguido a Jesús hasta ahora más por interés propio que

por fe, lo empieza a criticar (Jn. 6,26.41.43ss). Eso significa que todavía no están listos para creer y seguir su Palabra, cuando les reprocha su prudencia humana y sus ideas

preconcebidas. Esto no es extraño a nuestra propia experiencia: nosotros tendemos también a elegir lo

que nos gustaría o no nos gustaría creer.

Segundo: Aprendemos, una vez más, que la fe en Jesús es un regalo de Dios: «nadie puede venir a mí si mi Padre que me envió no lo atrae». Esto es

aplicable a todos los que somos llamados a creer como cristianos. . Particularmente, de acuerdo a este Evangelio, en el Misterio eucarístico.

Tercero: Jesús declara explícitamente que Él es el Pan de la vida, el pan de la

vida eterna, enviado por Dios desde el cielo.

Desarrollo del texto:

«Murmuraban de Él los judíos porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo"» (v. 41). Jesús apenas había afirmado: «Yo soy el pan de la vida»

(v. 35) y «he bajado del cielo» (v.38) y esto provoca desacuerdo entre la gente.

Cristo es el único Pan que quita el hambre. Las palabras de los judíos son objeciones

contra la persona de Jesús y al mismo tiempo paso para introducir el tema de la

incredulidad. Este murmurar claramente deja ver la incredulidad y la incomprensión.

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«¿No es éste Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Pues cómo dice: Yo he bajado del cielo?"» (v. 42)): La ironía

es sutil. Los incrédulos conocen los orígenes terrenos de Cristo, conocen ciertamente al hijo

de José, pero no conocen al Hijo de Dios.

Sólo los creyentes conocen su origen transcendente por intervención directa de Dios en

la Virgen Santísima. Como otra vez en el desierto, los judíos murmuraban: no comprenden el origen ni el don de Jesús:

Como en otro tiempo los padres rechazaron el maná, porque era un alimento muy

ligero, ahora los hijos rechazan al Verbo hecho carne, pan bajado del cielo, pero no de

origen terreno.

«Jesús respondió: “No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no le trae; y yo lo resucitaré en el último día”» (vv. 43-44): Jesús subraya que sólo el que es «atraído» por el Padre

puede ir a Él. La fe es pues un don de Dios que tiene como condición la apertura de parte del

hombre, la escucha... Pero, ¿qué quiere decir que «el Padre lo atrae»? ¿Es que no es

libre el hombre en su caminar? La atracción es sólo en la trayectoria de un deseo escrito

en aquellas «tablas interiores» que todo hombre lleva consigo: todo ser humano está

abierto a la plenitud, al infinito, al Absoluto... Es por tanto libertad plena, adhesión espontánea a la fuente del propio existir. La vida no puede ser atraída sino por la vida, sólo la muerte no se deja traer.

«En los Profetas está escrito: "Y serán todos enseñados de Dios".

Todo el que oye a mi Padre y recibe su enseñanza, viene a mi» (v. 45): El

seguimiento está determinado por un orden bien preciso. No es una invitación, es un

imperativo.

El seguimiento no brota de una decisión autónoma o personal, sino del encuentro

con la persona de Jesús y su llamada. Es un acontecimiento de gracia, no una

elección del hombre. No son los discípulos quienes eligen al Maestro como sucedía con los «rabbi» del

tiempo, sino es el Maestro quien escoge los discípulos como depositarios de la

herencia de Dios que es más que una doctrina o enseñanza. La llamada comporta el abandono de los familiares, de la profesión, un cambio total de

existencia por una adhesión de vida «sin posibilidad de rescate y sin límites de donación», como decía Pablo VI en una Homilía de Ordenación Sacerdotal (En Bogotá,

Agosto de 1968), que no admite espacios al autocentralismo.

Los discípulos son hombres del Reino. La llamada para convertirse en discípulos de

Jesús es una «llamada escatológica». La frase del profeta del destierro babilónico dice

textualmente: «y todos serán sus hijos [de Jerusalén]» en referencia a los hebreos. El

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uso de: «todos serán» es una expresión de la universalidad de la salvación de la que

Cristo es el cumplimiento.

«No que alguno haya visto al Padre, sino sólo el que está en Dios, ése ha visto al Padre» (v.46). Sólo Jesús, que viene de Dios, ha visto al Padre y lo puede

revelar definitivamente. El hombre es llamado a venir de Dios. El conocimiento de Dios

no es una conquista, es una proveniencia: venir de Dios, nacer de Dios...

El movimiento no es externo. Si yo busco la proveniencia externa puedo decir que tengo un padre y una madre, criaturas del mundo creado. Si yo busco la proveniencia profunda de mi significado existencial puedo decir que vengo del Padre, Creador de toda vida.

«En verdad, en verdad les digo: El que cree tiene la vida eterna» (v.

47): Creer a la Palabra de Jesús, a su Revelación, es condición para obtener la vida eterna

y poder ser «amaestrado por el Padre».

Creo, me apoyo en una roca. La estabilidad no está en mi límite de creatura, ni en la realización de mi perfectibilidad humana. Todo es estable en Aquel que no tiene enganches naturales, que es la fuente misma del ser y de la vida. ¿Cómo puede una criatura apoyarse sobre sí misma, cuando no es dueño de un solo instante de su vida?

«Yo soy el pan de vida» (v. 48): Se vuelve a presentar el tema del Pan de

vida que enlaza con el de la fe, y el de la vida eterna. Jesús es el verdadero Pan de vida. Este versículo está ligado al 51. «Yo soy el pan vivo». Sólo el que se

alimenta de este Pan, el que asimila la Revelación de Jesús como Pan vital, podrá vivir.

«Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron... Éste es el pan que baja del cielo, para que el que lo coma no muera» (vv. 49.50): El

Pan que baja del cielo es contrapuesto al maná que alimenta a los padres sin

preservarlos de la muerte. Este Pan que da la vida eterna y proviene de lo alto es el Verbo de Dios Encarnado.

El tema eucarístico apuntado en algunas expresiones precedentes, ahora se

convierte en central. La experiencia de la muerte terrena no contradice esta experiencia de vida si se camina por las sendas de lo transcendente. El límite no es un límite para el que se alimenta de este Pan, de Él.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan,

vivirá para siempre y el pan que yo le daré es mi carne, para la vida del mundo» (v. 51): Alimento vital para el creyente será la «carne» de Jesús.

El término carne (sàrx= sa,rx) que en la Biblia indica la frágil realidad de la persona

humana de frente al Misterio de Dios, ahora se refiere al Cuerpo de Cristo inmolado

sobre la cruz y a la realidad humana del Verbo de Dios.

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«Para la vida del mundo» indica «en favor»y pone de relieve la dimensión

sacrificial de Cristo, cuyo sacrificio causa la Salvación del mundo.

3. MEDITEMOS LA PALABRA: ¿QUÉ NOS DICE el texto?

Para orientar la reflexión::

- «Murmuraban de él»: ¿cuántas voces de murmuración cuando se trata de Dios?

- «Yo soy el pan bajado del cielo»: ¿dónde tomamos el pan que comemos cada

día?

- «Ninguno puede venir a Mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado»:

¿el Padre nos atrae o más bien vamos tras sus pasos criticando lo que dice a nuestra vida de cada día?

- «Si uno come de este pan, vivirá para siempre»: nosotros nos alimentamos de

la Palabra de Dios y del Pan repartido, una vez a la semana o a lo mejor todos los días... ¿por qué no corre la vida eterna en nuestras palabras y en nuestra experiencia humana?

El Señor, alimento para el camino.

El profeta Elias: Recibe una misión; experimenta el fracaso, el cansancio, la debilidad.

El Señor, que sabe que el camino es superior a sus fuerzas, le da el pan por dos veces

para que pueda andar cuarenta días y cuarenta noches y llegar al monte del Señor.

Nuestra misión y nuestro monte es «ser imitadores de Dios», no en cosas

excepcionales, sino en nuestro vivir diario; apartando toda amargura, ira, enfados,

siendo bondadosos y comprensivos. Cuando no se acepta plenamente a Cristo su mensaje resulta incomprensible. Es lo que sucedió a los judíos. Jesús, en la lectura de hoy, es un incomprendido. Se le critica duramente el que haya dicho: «Yo soy el pan bajado del I cielo». «Pero, cómo —dicen—, ¿no conocemos todos a sus padres, no conocemos la posición social de ellos?».

No «entristecer» al Espíritu Santo Según la enseñanza de San Pablo, no se puede aceptar a Cristo con solas las fuerzas

humanas, ni con; silogismos humanos; todo lo contrario, se le rechaza, porque incide como una cuña mordiente en la historia de todo hombre y hace daño al que no le acepta.

La presencia y la fuerza del amor en nosotros, en la comunidad parroquial, en la Iglesia, es fruto de la presencia y la acción del Espíritu Santo. Un amor que nos mantiene unidos y nos ayuda a vivir como hermanos.

Por eso san Pablo en su carta a los Efesios que hemos leído en segundo lugar, les

aconseja, y nos aconseja también a nosotros: «No pongan triste al Espíritu Santo». Y

hace una larga lista de comportamientos, a los que Jesús añadirá: «no murmuren», es

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decir, «no critiquen», impropios de un cristiano, porque el cristiano debe vivir unido por el

amor, convirtiendo en vida el mensaje de Jesús. Por eso me parece que no es necesario hacer un comentario largo sobre estos

aspectos, sino más bien que cada uno de nosotros, leyendo atentamente el pasaje de la carta a los Efesios, nos vayamos preguntando con qué comportamientos nos sentimos identificados, y por lo tanto cuáles son los que debemos corregir para ir enderezando nuestra vida, aunque sea poco a poco.

Fe existencial Para aceptar a Cristo se precisa de una fe profunda que es don de Dios. El no ser

aceptado da pie a Jesús para asentar varias verdades básicas, fundamentales, aunque sean inadmisibles para el hombre autosuficiente y creído.

La actitud básica para hacer vida de este mensaje es la fe existencial. El cristiano se distingue de quien no lo es por la fe en Cristo traducida en obras (no en palabras). Esta fe en Jesús nos lleva a comer el doble alimento de la Palabra y de la Carne-Eucaristía. Jesús se hizo carne para ser comido y dar vida, fuerza y amor.

El hombre se cree dueño absoluto de lo que no es suyo. Quiere dominar, mandar. Se cree autosuficiente. Unos se creen superiores a otros y los dominan, los aplastan. A medida que avanza en la técnica .cree más en sí mismo. Quiere ser como Dios. Esta es la tentación perenne del hombre, desde que existe.

Sólo el creyente podrá restablecer el equilibrio perdido. El creyente logra vivir, por la fe, el puesto que Dios le ha asignado en el poema de la creación y en la historia de la salvación. Descubre que aun siendo la letra más pequeña de la creación es la más importante y que su misión es llevar todo al creador. He aquí la gran responsabilidad del hombre.

El creyente descubre las limitaciones inherentes a su condición de criatura, limitación en el poder, en el saber, en el amor, en el construir una sociedad mejor. Descubre que el sufrimiento es su pan cotidiano y llega a convertir, con Dios, el sufrimiento en resurrección.

Gran opción Pero para esto precisa de una gran opción: opción por vivir la vida en conformidad a la

lógica de Dios y no a la suya propia; opción por dejarse guiar por su Palabra; opción por alimentarse de El en los sacramentos. Quiere ser hombre plenamente, pero viéndolo todo a la luz de Dios.

Y en esta opción será sensible al Espíritu, la fuerza de Dios que le guiará hasta la verdad completa (Jn. 16, 13), tendrá luz para «pasar haciendo el bien» (Hch. 10, 38), para «vivir como vivió El» (1Jn. 2, 6). Se dejará llevar, «atraer», por el Padre hacia Cristo, sentirá la presencia del Padre en él (Jn. 14, 23). En esta presencia de hombre débil pero robustecido por Dios (2Co. 12, 9) sentirá que su fe se va vigorizando día a día, constantemente.

Resumiendo: la vida cristiana no debe consistir en obrar, sino en dejar que Dios

obre en nosotros.

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La fortaleza de la Eucaristía Jesús nos vuelve a recordar hoy en el Evangelio que no podemos cambiar y mejorar

en nuestra vida si El no nos ayuda, si no comemos el verdadero pan del cielo. Si nuestra vida sobrenatural no se ve acrecentada y fortalecida con la Eucaristía, no podremos parecemos cada vez más al Señor y tener pensamientos, sentimientos y comportamientos de bondad y de amor, de modo que sepamos disculpar, comprender, perdonar... y en vez de provocar situaciones de conflicto, aprovechar cada ocasión para ayudar a mejorar y a estar más cerca del Señor a quien lo necesite y lo desee.

Agradable sorpresa Qué sorpresa entonces, sabiendo que este Pan eterno no es un extraño, sino Jesús,

«el hijo de José», un hombre del que conocemos el padre y la madre, porque el que

come de este pan vive para siempre.

Un Pan que nace de un amor de Padre. Estamos invitados a escuchar y a

aprender para llegar a Él sobre la senda de la atracción, sobre la huella de aquella fe que

permite ver. Pan con pan, Carne con carne. Sólo aquel que viene de Dios ha visto al Padre. El

hombre lo ha visto cuando ha hecho de su carne el pesebre del Pan vivo.

4. OREMOS CON LA PALABRA: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Te alabamos y te bendecimos, Padre de bondad, porque nos das el Pan de la Vida

con el que podemos vivir y alegrarnos. Nos das el alimento, la salud,

la presencia de los seres queridos, de los amigos y compañeros,

para que podamos cubrir cada día el trozo de camino que nos invitas a recorrer.

Sobre todo, nos das el pan y el vino

de la presencia de tu Hijo, para que podamos caminar sin desfallecer,

disfrutando, a la vez, de las alegrías de la marcha.

Padre, tu santa voluntad es que nadie se malogre ni nadie sirva de instrumento de nadie.

Para todos deseas la dicha, la realización, la plenitud personales,

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aquí, ahora y, de modo definitivo, cuando instaures el final de los tiempos.

Deseas que cada ser humano sea un fin (y no un medio),

que se realice a sí mismo y en sí mismo, no que se sacrifique en aras de nada ni de nadie,

como si fuera una cosa o un instrumento.

La imagen de hijos tuyos, que has impreso en nuestro espíritu,

exige ese respeto que todos debemos tenernos. Amén.

5. CONTEMPLEMOS LA PALABRA Y COMPROMETÁMONOS:

¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA?

También nosotros experimentaremos el fracaso, la debilidad y el cansancio:

Cuando nos proponemos un sin fin de veces ser mejores, corregimos, cambiar, progresar en nuestra manera de hacer bien las cosas. Cuando servimos a los demás y nos sentimos rechazados, incomprendidos. Cuando trabajamos por cambiar el mundo... y somos criticados y todo sigue igual y sin cambiar.

El camino es superior a nuestras fuerzas; no podemos cambiamos ni cambiar el

mundo por nosotros mismos:

Por eso el Señor nos ofrece el pan de la vida, su cuerpo y su sangre: Él es la vida verdadera... La fuerza para el camino... El alimento que perdura para que,

unidos al Señor, seamos transformados por Él, en Él, y con su fuerza y ayuda caminemos hacia la meta de perfección y la construcción del Reino.

Después de estas reflexiones podemos preguntamos: ¿Cuál es el origen de nuestros cansancios y desánimos...? Y la respuesta está muy clara: porque nos falta esperanza y confianza, porque fácilmente nos damos por vencidos.

Recibamos hoy el pan de vida con la seguridad de que Él es la verdadera fuerza que

necesitamos para recorrer el camino; y pidámosle al Señor que, apoyados en El comencemos cada día con renovada ilusión el camino hacia Él.

La experiencia del alimento que aleja del corazón el hambre, nos recuerda que

podremos andar de la imperfección al cumplimiento, para ser espejo del Señor, no

anulando el hambre, sino interrogándola para no encontrar jamás en ella un homo sapiens, que no se interroga nunca, que vive sin intereses, que no quiere ver ni sentir, que no se

deja tocar, que vive en el miedo, sino como homo vigilans, que está siempre presente a sí mismo y a los demás, capaz de apagarse en el trabajo y servicio, aquél que

responsablemente no se acaba en lo inmediato, sino que sabe madurar en la larga y paciente espera, aquél que expresa todo lo que es en cada trozo de su vida,

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aquél que no tiene miedo de sentirse vulnerable, porque sabe que las heridas de su

humanidad pueden transformarse en vida plena si se alimenta de ese Pan.

Para orar y vivir la Palabra:

«Gusten y vean qué bueno es el Señor... Contémplenlo y quedarán radiantes» (vv. 6 y 9)

Contemplar. ¡Qué palabra tan linda! Es un mirar y remirar.

Es un mirar gozando. Es un nunca cansarse de mirar. Como cuando miramos el mar, o el cielo estrellado, o el rostro de un niño. Señor, que por encima de todo lo bello y hermoso que existe en este mundo, yo sepa mirarte a Ti, contemplarte, quedar extasiado ante el esplendor de tu rostro. Muchas personas a lo largo de mi vida me han invitado a leer la Biblia, estudiarla, comentarla. Nadie, como Tú, Señor, me ha invitado a gustarla, saborearla, experimentarla.

Gustar es una palabra mística. Y yo me creía - ¡tonto de mi! - que eso

estaba reservado sólo a los santos... Hoy descubro que esa invitación que Tú haces es para todos, es también para mí. ¡Gracias, Señor! Hoy quiero experimentar el gozo profundo de tu presencia dentro de mí. Hoy quiero saborear el abrazo inefable de la criatura con el Creador. Hoy quiero quedar embriagado con el vino nuevo y desbordante de tu amor.

«Es preciso gustar las santas dulzuras. Dios nos ha dado en esta vida una salida de la gloria en la gracia; una prueba de la clara gloria en la fe; u n gusto anticipado de la posesión en la esperanza; un destello de la caridad consumada en la caridad comenzada. Comencemos, pues, a gustar qué dulce es el Señor» (Bossuet)

Relación con la Eucaristía

Cristo se nos ofrece como el Pan de la Vida. Esto tiene dos significados: por una

parte, si comemos de este Pan (el Cuerpo de Cristo, la Eucaristía), tendremos vida interior: creceremos en fe, esperanza, amor a Dios; amor, justicia y solidaridad con los demás. Por otra parte, si comemos el Cuerpo de Cristo, no moriremos para siempre; viviremos para siempre después de la muerte.

La Eucaristía es la vida del mundo en estos dos sentidos. Que hoy al recibir la Eucaristía, recibamos también la Luz y la Fortaleza que necesitamos para descubrir lo que hemos hecho mal y para hacer del amor nuestro estilo de vida.

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Desierto y muerte, cielo y vida: un dulce connubio que se cumple en cada Eucaristía...sobre cada altar, aquel altar del corazón en el cual la vida del Soplo divino

consuma la arcilla desfigurada del hombre perdido: es la Nueva Creación en Cristo por el

Espíritu.

Algunas preguntas para meditar durante la semana 1. ¿Cuáles son mis motivaciones para recibir la santa Comunión? 2. ¿De qué manera puedo entristecer al Espíritu Santo? 3. ¿He tenido alguna vez en la vida una experiencia fuerte de Dios? ¿Qué ha supuesto

para mí? 4. ¿Vivo en m i comunidad descubriendo el gozo de aceptar a mis hermanas(os) y ser

aceptado por ellos(as); amar a mis hermanos(as) y ser amado por ellos(as); confiar en mis hermanos(as) y recibir confianza de ellos(as)?

5. ¿Es realmente la fraternidad una fiesta para mí? 6. Cuando hago catequesis o hablo de Dios, ¿qué Dios estoy dando a los demás? El

Dios que aprendo en las clases de teología o el Dios vivo y fascinante que voy descubriendo dentro de mí?

P Carlos Pabón Cárdenas, CJM.