El azul silencio de tu mirada

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1 El Azul Silencio De tu Mirada poemas (foto de Internet, misterio gracias) Antonio Avilés Rodríguez

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Poemas de amor de un joven hacia una muchacha sordomuda a la que por razones sociales, pierde para siempre.

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El Azul Silencio De tu Mirada

poemas (foto de Internet, misterio gracias)

Antonio Avilés Rodríguez

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Se me hace impenetrable la dureza de tus silencios,

ideados por la ira de un dios que no calculó su poder.

Cada espacio habitado

por el escudo protector de tu mirada, se llena de un misterio incontrolado al que no sé llegar con mis palabras.

Y tengo miedo.

Se me altera la consciencia de lo real buscando en el vuelo de tus manos

el verbo exacto que me haga comprender los poemas que dibujas,

pero no los hallo.

Y tú, persiguiendo mariposas por el aire, me dedicas una ruborizada sonrisa

capaz de difuminar todos los misterios que te rodean.

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Tu silencio hace de mí un eterno peregrino hacia tu palabra.

Necesito hablarte

y el suave murmullo de tu silencio acalla todos los ecos de mi voz.

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Alzo la vista,

y entre el algodón plomizo de las nubes, un eco de silencio recibe mis súplicas,

perdiéndose en el paisaje la amarga oración de la mirada.

Y no hay respuesta. Sólo un viento azul que clama al cielo,

resignado a su inutilidad y al falso reflejo de una esperanza.

Y tú,

rescatándome de las tinieblas, pones en mí tus ilusiones;

apoyas tu cabeza sobre mis hombros; cierras los ojos, para alejar

al mundo y sus presagios, y con el baile suave de tus manos

dices, acariciando el viento: Te quiero.

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Se me hace raro mirar esta fotografía.

El verme menudo y sin forma, embutido en un traje

demasiado pequeño para mi talla. Sentir que aquello fui

y esto soy. Darme cuenta

que todos los sueños de antaño son dolorosos recuerdos jamás cumplidos.

Y recuerdo cuando era dueño

de un viento encabritado en caballos de espuma;

de una espada de punta roma y mellado filo de madera.

Cuando me disparaban balas de aire y moría de mentira,

resucitando, incólume y manso, a la llamada del maestro

o a la hora de la merienda.

Se me hace raro mirar esa fotografía. Obligarme a recordar lo callado.

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Hacer de mí un nuevo escenario

donde representar la invisible obra de mi vida

- año tras año - en eterna reposición-

Y tú,

a mi lado, me miras a los ojos

y con la fe del amor puesta en ellos, me dices con tu sonrisa:

“Aún tienes el mismo brillo de inocencia que tanto me gusta”.

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He de llegar a ti desde lejos, buscando el aire que te mece - dueña del mar y del viento -

He de llegar a ti,

atravesando el muro de maldad que nos separa,

la mortaja de ignorancia que nos cubre.

He de llegar a ti,

sediento y anhelante.

Dame, entonces, tu eterno respirar sin fondo, he inunda de paz mi cuerpo.

Dame el frágil cristal

que ennoblece tus ojos, irradiados de luz y reflejos.

Amansa con tus caricias

el bravo empuje de mis instintos, desbordado en deseos y aventuras.

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Traza sobre mi vientre

el surco triunfal de tu figura y deja sobre mi frente

la marca indeleble de tus manos, poblando mi rubia crin

de sueños azules y etéreos como tú

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Hablarte, es profanar el lecho que noche nos unía,

destruir el orgulloso silencio que te cubre y hermosea.

Callar,

la bendición de la luna y el perdón de mis vanidades.

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Aún no he logrado ver dónde llega la misteriosa profundidad de tus ojos;

pero sigo buceando en el azul silencio que los rodea.

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Ahora comprendo todo lo que sufría

cuando en la noche de mi espíritu -torturado por el miedo y la locura -

te aguardaba.

Ahora sé que toda mi vida es un eterno círculo

que hacia ti me lleva.

Ahora puedo sentirme vivo

porque estás ahí cuando te miro aunque tu boca no pueda decir nada.

Y tú,

encerrada en tu silencio.

Y yo intentando salir de mi agónica ausencia,

para llegar a tus palabras eternamente mudas.

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Quien pudiera escribir tu nombre con vocablos de silencio. Quien pudiera atravesar

en el blanco folio los sonidos de brisa

con aromas a espliego.

Quién, amada mía, pudiera reflejar con negra tinta,

el crujir de la hojas secas, el eco del arroyo

rodando por los cerros

Quién, desde el oculto hilo de las palabras, pudiera pintar el susurro de una ola;

tallar los trinos del ruiseñor; creando en el frágil mundo de los sueños:

el cuadro más bello, el retablo más armonioso,

la más perfecta de las esculturas.

Te quiero. Y me conformo, sencillamente,

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con unir mis manos a las tuyas y cogidos el uno al otro, dejar que sea el viento

quien trace los versos de nuestro poema.

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Y tú, esperando que madure el tiempo

como una rosa en su humilde tallo, como una estrella

en la noche oscura del firmamento.

Y yo, corriendo hacia la rosa,

hacia la estrella, hacia el firmamento que te rodea.

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Sólo tengo mi voz

para llegar a ti. Sólo mi alma

para llenar la tuya; sólo mi yo para contener tu yo.

Y tú,

a mi lado, callada y en paz;

me llenas de felicidad con la simple caricia de tus ojos,

reconciliados los dos: tú conmigo,

yo con el mundo.

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Tanto tiempo buscando un verbo

que dignifique el sentimiento de ser poeta y ahora

junto a ti no necesito buscar palabras

que hagan inmortal la sencilla expresión de tu mirada.

Dos turquesas veo cuando me miras,

dos lagos profundos de misterio cuando me miras.

Cuando me miras...

un azul silencio me acaricia, como me acarician tus manos

cuando me hablas.

Cuando me hablas hay un poema esculpido

en el vuelo de tus manos, palomas son al viento

que dibujan las palabras.

Las persigo con mis azules gavilanes intentando, cuando me hablas,

desvelar las metáforas

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que dibujas en el aire, la poesía escondida

en el etéreo ballet con el que me hablas.

Y tú, dulcemente calma, sonríes levemente

atrapando en tu sonrisa mil alas de mariposa

que me llenan de felicidad

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Quien intenta jugar con el pálido resplandor de la luna,

halla un anillo vacío; un círculo de gris plata aferrándole la garganta

hasta hacerle aullar de miedo; y nadie puede salvarlo de la angustia.

Y tú,

casualidad hallada en noches de luna llena, dejas un halo de bondad

que llena de luz los huecos de mi alma;

germinando bajo tu sombra un mundo de esperanzas

- maduras y serenas- como el corazón que les da vida

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Quizá el recuerdo sea mi peor enemigo y las palabras dichas antaño

hieran ahora mi boca hasta hacerla sangrar.

No hay retorno.

Y el tiempo lleva en su tránsito el castigo para mis ayeres

o el perdón para mis mañanas.

Y tú, al trasluz de la ventana,

miras las estrellas del infinito y sonríes

mientras tus labios dejan un beso, tímidamente prendido en el cristal.

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Quiero atravesar el viento con mi voz

y deshacerme como el hielo en el aire caliente de la noche.

Quiero alcanzar el profundo sueño del

silencio, perderme en su infinito misterio

tras una capa de olvido. Pero no me dejan.

Tienen las uñas cargadas de rabia y en los dientes

se les agolpa una infinita ira hasta hacerles daño:

y ladran.

Soy culpable, sin juicio ni preguntas,

sin respuestas, sólo condenas.

Y me sentenciaron a tu perdida.

Ven. Dame la mano.

En el vacío hueco de mis palmas, hallarás la verdad que promulgo

y la sinceridad que predico.

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Jugaremos tú y yo con la aurora roja del miedo, entre las bordadas sábanas

de un lecho nupcial embellecido por el olvido.

Jugaremos tú y yo

henchidos de anhelos y esperanzas, cargados de volcánica sencillez

que nos hace humildemente sinceros y amantes.

Tu figura realizará la proeza

de reírse del aire envuelta en el etéreo caracol del viento.

Jugaremos...

y nos olvidarán.

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Ella callaba mientras los demás

hablábamos.

Su silencio contenía el aliento de sus palabras.

Sus ojos dibujaban en el aíre

la simple luminosidad de sus sentidos.

Releía entre líneas el morado amasijo de nuestros labios, tumefactos de movimientos inútiles

palabras vanas que nada dicen. La miramos,

nos miró, y comprendimos:

La verdad no necesita de muchas palabras,

a veces basta con un silencio.

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Salto sobre las vallas del pasado, he intento ser libre,

ser viento y soplar fuerte.

Recorro sendas silvestres que me llevan a la búsqueda da la verdad

-mi verdad – Hice de los recuerdos un hato

y los eché al olvido, preparando los mañanas con prudencia.

Hincho mis pulmones de palabras altruistas:

fe, esperanza, caridad, honor, patria, amistad;

las riego con la sangre que me inunda rabiosamente viva.

Oculto las mentiras que conozco, la hipocresía que he vivido; llego al centro del sendero

y me pregunto con resignación: ¿Cómo te va...? ¿La verdad...?

¡ Mal, terriblemente mal ¡

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Siento dolor en mi alma sabiendo que voy perderte.

Siento vomitar mi odio contra este yo que han clavado

a la estaca de la miseria.

Siento que toda mi vida se mueve en el mismo camino, con la misma y cruel deriva, con el mismo y cruel destino.

¿Cuándo se acabará este ser

que nunca he sido? ¿Cuándo se acabarán estas noches de no

dormir por ya haber dormido? ¿Y cuándo seré feliz

como tantas veces lo he sido?

La noche escucha y calla. Las estrellas ni oírme quieren,

y todo el caos abatido sobre mi cabeza se cierne

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Y tú. Silencio azul como la misma noche,

duermes a mi lado sin miedo a las preguntas

y con todas las respuestas ya olvidadas.

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A veces quiero escribir un poema

y al coger la pluma, surge el nombre que te identifica.

A veces, escribir tu nombre es el mejor poema que se me ocurre.

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Alzo la vista, y entre el algodón plomizo de las nubes, un eco de silencio recibe mis súplicas,

perdiéndose en el paisaje la amarga oración de la mirada.

Y no hay respuesta.

Sólo un viento azul que clama al cielo, resignado a su inutilidad

y al falso reflejo de una esperanza.

Y tú, rescatándome de las tinieblas,

pones en mí tus ilusiones; apoyas tu cabeza sobre mis hombros;

cierras los ojos, para alejar al mundo y sus presagios,

y con el baile suave de tus manos dices acariciando el viento:

Amen.

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Qué triste es sentir la boca seca y calmar la sed

con un avinagrado silencio.

Qué amargo tener el estómago vacío y llenarlo sólo con ira y rabia

(La ira de los cobardes la rabia de los condenados)

Es doloroso alzar los ojos buscando

clemencia y derramar tus lágrimas

por unas mejillas muertas, cansadas ya de esperar un futuro que no

llega, un mañana sin bendiciones.

Y tú,

a mi lado, cogida mi mano con tu mano, juegas a crear sueños azules

para obligarme a sonreír un... día... más

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La noche te envuelve y enluta y de tus ojos

surge la increíble realidad de tu presencia, derramando tu sonrisa

por el hueco vacío de mi alma. Ven.

Fundámonos con la noche hasta que el día nos demuestre

que toda nuestra felicidad es pura fantasía

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Solo. Y tras los cristales,

la aurora roja de tu presencia. Sola.

Y yo rodeando tu insaciable necesidad de amor. Solos.

Y toda la eternidad que nos contempla

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Desolación. Aurora de marchitos crisantemos

que tiñen de púrpura negritud el destino que atisbo.

Desengaño.

Olvidadas palabras en un bloc de notas que ahora , años a,

hieren la sensibilidad de quien las dibujó.

Tristeza. Sólo una inmensa tristeza inundándolo todo.

Y tú,

en el cerrado mundo de mi almohada, vas tejiendo sueños de oro

con la rubia crin de mi cabeza.

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Hago recuento de mis palabras y en el vendaval caído de mi voz,

sólo quedan verbos muertos que callan.

Y todo,

como una sinfonía inconclusa, agoniza tras el último compás

del pequeño pentagrama que les da vida.

Sólo tú,

en eterna renovación, sacas de la partitura

un silencio que hace perdurar la música

tras mi derrota.

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La ausencia de tu yo, prolonga la agonía de lo inconfesable;

y el viento me borró la sencilla sonrisa de lo amable.

Son retazos de lo imposible,

recuerdos amargos e imborrables.

Pútridos aromas a pecado de los que yo fui culpable

al sentirme completamente olvidado de mí mismo y de Dios.

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Aún siento la tristeza de los días, llamar a mis azules iris.

Aún está latente el corazón del animal que habita en mí.

Aún tengo la sangre demasiado caliente

y mis nervios brincan aún en mortal danza desordenada.

Aún me atacan pesadillas y desilusiones.

Aún me desespero y lloro, rompiéndome por dentro;

aún tengo miedo a los silencios, y un odio suicida

escondido entre mis dedos, se cruza en el camino de mi mente.

Y desde los tiempos del olvido,

en los que navegué en etílicas ilusiones

de muertas esperanzas, hundidas en el agobiante enjambre de los

pecados, he buscado la perfecta conjunción

entre el yo perdido y el añorado.

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Y tras el fracaso de mi intento,

dolorido por la derrota, dejo que mi mundo se nuble

y sea el tiempo quien ponga fin a este vendaval de tristeza

que anega mi alma.

Y tú, sin que nada ni nadie te dé fuerzas,

luchando contra ti y tu destino,

dejas un beso en mi frente, conjugando al mundo y sus temores con la leve calentura de tus labios

mientras me dices adiós.

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A veces

quiero escribir un poema y al coger la pluma,

surge el nombre que te identifica. A veces,

escribir tu nombre es el mejor poema que se me ocurre.

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Con el último aliento del día, cuando un manto de tinieblas

cubra de luto la yerba, cuando de nada sirva el llanto

ni el resplandor ahogado de las lágrimas... yo te buscaré.

Y tú

sin miedo a la oscuridad, haciendo trenzas con la negra melena de la

noche, juegas a tejer sueños de espuma

blancos como la fantasía que les da vida.

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Domina la ansiedad que me ahoga cada noche

cuando pierdo el cálido refugio de tus ojos.

Calma con tus besos el desbordado mundo de agonías

creados en el laberinto de los miedos que cicatrizan los momentos

en los que estoy sin ti.

Sella el compromiso sutil donde enraizará la esperanza

sembrada en cada sueño que tus manos me ofrecen

cuando le robamos al tiempo los minuto necesarios para ser felices.

Acuna

en la cuenca de tus senos la inocencia con la que mis labios

buscan los tuyos cuando desesperado

quiero olvidar el negro mañana que nos persigue

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Encuéntrame en cada línea que te escribo para hablarte,

en cada verso tatuado en este folio.

Encuéntrame, hállame deshecho en tinta

para atravesar tus silencios con los ecos de mis poemas,

para crear en ti el mundo mágico que me inunda

cuando quiero hablarte y no sé esculpir la palabras

en las etéreas plataformas del aire. Encuéntrame

y seré tuyo por entero.

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Hoy siento dentro de mí la terrible necesidad de escribir un poema.

Hoy galopa por mis venas

el insondable eco de la noche, y late en mi corazón

la marga sabiduría de la derrota.

Porque hoy estoy solo, y tú no estás conmigo.

Dejo que mi pluma navegue

por el lienzo inmaculado de mi presente - intocable e intocado por mi ego-

No sé cual será el designio de los dioses, ni qué cristalina espada

arrancará mi esencia y mi futuro; dejo, tanta sólo,

que el olvido inunde mi persona, y vierta su abismal silencio

sobre mis secas palabras sin forma;

porque hoy estoy solo, y tú no estás conmigo.

Quizá pudiera ser el más bello poema de

amor

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que jamás he escrito, un sortilegio indestructible y manso

que hacia ti vuela por el vacío de mi esperanza;

pero hoy estoy solo,

y tú no estás conmigo.

Es inútil buscar en mi recuerdo noches anteriores, ni esperar las venideras.

Es inútil la reconciliación con mi alma

y mis desventuras. Inútil es la sangrante búsqueda de mi yo,

porque hoy estoy solo, y tú no estás conmigo.

Te amo,

y sólo la noche acompaña mi persona;

ella, con su sepulcral negrura,

revuelve en mis entrañas el pasado hasta hacerme vomitar de rabia

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Y hoy estoy solo, y tú no estás conmigo.

He gritado al dios de los humanos,

y el diablo en su lujuriosa inteligencia: ni el diablo ni dios me han oído;

porque hoy estoy solo..., y tú no estás conmigo.

SANTIAGO DE COMPOSTELA ENERO DE 1982