¿William Blakely?
Dios mío, querrás decir Blockade Billy. Nadie me ha preguntado sobre él en años. Por
supuesto, nadie me pregunta mucho aquí, además de si me gustaría anotarme en el
Polka Night en el K del P Hall en el centro de la ciudad o algo llamado Bowling Virtual.
Ése está en el Common Room. Mi consejo para usted, señor King —no me preguntó
por uno, pero se lo voy a dar— es que no envejezcas, y si lo haces, no dejes que tus
familiares te pongan en un hotel de zombies como éste.
Es algo gracioso envejecer. Cuando eres joven, la gente siempre quiere oír tus
historias, especialmente si eres un profesional en baseball. Pero cuando eres joven, no
tienes tiempo de contarlas. Ahora que tengo todo el tiempo del mundo, parece que a
nadie le importan esos viejos días. Pero todavía me gusta pensar en ellas. De seguro,
te contaré sobre Billy Blakely. Una historia horrible, por supuesto, pero esas son las
duran más.
El baseball era diferente en esos días. Tienes que recordar que Blockade Billy jugó para
los Titanes sólo diez años después que Jackie Robinson rompió el color de la barrera, y
los Titanes desaparecieron hace tiempo. No creo que Nueva Jersey tendrá otro Liga
Principal otra vez, no con dos centrales eléctricas cruzando el río en Nueva York. Pero
era la gran cosa para entonces —nosotros éramos la gran cosa— y jugábamos en un
mundo diferente.
Las reglas eran las mismas. Esas no cambian. Y los rituales eran bastante similares,
también. A nadie se le permitiría usar la gorra corrida a un lado, o rodear el borde, y tu
cabello tenía que estar prolijo y corto (la forma en que éstos tontos lo usan ahora, Dios
mío), pero algunos jugadores se cruzaban entre ellos antes de entrar al campo, o
dibujaban en la tierra con la cabeza de sus bates antes de tomar su posición, o
saltaban sobre la línea de base cuando corrían para tomar sus lugares. Nadie quería
pisar la línea de base, se consideraba la peor suerte hacer eso.
El juego era local. La televisión había comenzado a venir, pero sólo los fines de
semana. Teníamos un buen negocio, porque los juegos eran en WNJ, y todos en Nueva
York podían verlos. Algunos de los locutores eran realmente graciosos. Comparado con
la manera que hacen los juegos de hoy, todo era todo una noche aficionada en Dixie.
La radio era mejor, más profesional, pero por supuesto que era local, también. No
había locuciones vía satélites, ¡porque no había satélites! Los rusos enviaron el primero
durante el Yanks-Braves World Series ése año. Según recuerdo, ocurrió en un día que
no jugamos, pero puedo equivocarme. Luchamos durante un tiempo, por parte gracias
a Blockade Billy, pero sabes cómo eso resultó. Es por eso que has venido aquí, ¿no?
Pero a esto me refiero: Porque el juego era pequeño en un contexto nacional, los
jugadores no eran la gran cosa. No estoy diciendo que no eran estrellas —chicos como
Aaron, Burdette, Williams, Kaline, y por supuesto El Mick — pero claro que no eran
conocidos de costa a costa como jugadores como Alex Rodriguez y Barry Bonds (no
muy profesionales, si me lo preguntan). ¿Qué hay de los otros chicos? Te lo puedo
decir en dos palabras: fiambres trabajando. El sueldo promedio en esa época era de
quince grandes por año, menos que lo que hace un profesor de secundaria en su
primer año de trabajo hoy en día.
Fiambres trabajando, ¿entienden? Como George Will dijo en uno de sus libros. Sólo
que él habló de eso como si fuera algo bueno. No estoy seguro de que lo fuera, si
fueses un campocorto de treinta años con esposa y tres hijos y tal vez unos siete años
para retirarte. Diez, si tuviste suerte y no saliste lastimado. Carl Furillo terminó
instalando ascensores en el World Trade Center y pasando las noches como cuidador,
¿sabías eso? ¿Sí? ¿Piensas que ese tipo Will lo sabía, u olvidó mencionarlo?
El tema era así: Si tenías las habilidades y podías hacer tu trabajo hasta con resaca,
tenías que jugar. Si no podías, te rajaban como a una chatarra. Era simple. Y brutal. Lo
que me lleva a nuestra situación de esa primavera.
Estábamos en buena forma en el campo, que para los Titanes era en Sarasota. El
catcher era Johnny Goodkind. Tal vez no lo recuerdes. Si lo recuerdas, es de seguro por
la forma en que terminó. Tuvo cuatro buenos años, bateó más de 300, puso ganas en
casi todos los juegos. Sabía cómo manejar a los lanzadores, no le costaba nada. Los
chicos no se atrevían a sacudirlo. Él golpeó cerca de 350 esa primavera, con docenas
de ding-dongs, uno tan profundo y lejos como ninguno que vi en el estadio Ed Smith,
donde la pelota no se manejaba bien. ¡Rompió el parabrisas de algunos reporteros de
Chevrolet, já!
Pero también bebía mucho, y dos días antes de que el equipo fuera al norte y abriera
la temporada en casa, atropelló a una mujer en la calle Pineapple y la mató tan muerta
como a una lira. O lo que sea que el dicho diga. Después el estúpido intentó correr.
Pero había un coche de policía en la esquina del parque Orange, y las personas dentro
vieron todo. No había que dudar mucho sobre el estado de Johnny, tampoco. Cuando
lo sacaron del auto, él olía como un barril de cerveza y apenas podía estar parado. Uno
de los policías se inclinó para ponerle las esposas, y Johnny le vomitó en la parte
trasera de la cabeza. La carrera de Johnny Goodkind en baseball terminó antes de que
el vómito se hubiera secado. Hasta El Bebe no podría haberse quedado en el juego
después de atropellar a una ama de casa haciendo sus compras matutinas.
Su respaldo era un tipo llamado Fran Farady. No era malo detrás de su profesión, pero
un bateador en su plenitud. Fue cerca de uno-cincuenta. No a granel, lo que lo puso
en peligro. El juego era difícil en esos días, señor King, con un montón de “vete a la
mierda”.
Pero Faraday era lo que teníamos. Recuerdo a DiPunno decir que no duraría mucho,
pero ni siquiera Jersey Joe tenía idea de cuánto tiempo.
Faraday estaba detrás del lugar de bateo cuando jugábamos nuestra última exposición
de aquel año.
Fue contra los Reds. Hubo un juego tenaz. Don Hoak en el lugar de bateo. Un gran
hombre –creo que era Ted Kluszewksi- en la tercera. Hoak golpea la pelota justo hacia
Jerry Rugg, quien estaba lanzando para nosotros ese día. Big Klew rompe hacia el lugar
del bateo; 270 kilos de él corriendo. Y estaba Farady, tan delgado como Flav’r Straw,
parado en un pie. Sabías que iba a terminar mal.
Rugg la lanza a Faraday. Faraday se vuelve para poner el tag. No pude mirar.
Faraday se aferró a la bola y quedó fuera., le voy a dar crédito por eso. Sólo que era un
entrenamiento de primavera, tan importante como en un gran régimen de cosas como
un leve pedo en un fuerte viento. Y ése fue el final de su carrera de baseball. Un brazo
roto, una pierna rota, una contusión –ésa fue su puntuación. No sé qué fue de él.
Terminó lavando parabrisas por propina en una estación de Esso en Tucumcari, hasta
lo que sé. No debió ser el único.
Pero aquí está el punto: perdimos a ambos lanzadores en cuarenta y ocho horas y
teníamos que ir al norte sin nadie a quién poner en la zona de bateo, excepto por
Ganzie Burgess, quién pasó de bateador a lanzador a principio de los cincuenta. Tenía
treinta y nueve años en esa temporada y era bueno, pero era un pícaro, como Satán. Él
dijo que me pondría a mí primero. Supe que estaba bromeando –yo sólo era un viejo
entrenador de la tercera base con las pelotas prácticamente colgando hasa mis
rodillas- pero la idea me dio escalofríos.
Lo que Joe hizo fue llamar a la oficina Front en Newark y dijo: “Necesito un chico que
pueda atrapar la pelota de Hank y la curva de Danny Doo sin caerse en sus nalgas. No
me importa si juega en Los Testículos Tirantes de Tremont, sólo asegúrate que tenga
un buen guante y tenlo en el Swamp a tiempo para el Nacional Anthem. Después
búscame un nuevo lanzador. Si quieres tener una posibilidad de ser parte del juego,
ésta es.” Después cortó y encendió lo que probablemente fue su cigarrillo número
dieciocho ése día.
Qué vida la de un manager, ¿eh? Un catcher enfrentado los cargos por homicidio; otro
en el hospital, envuelto en tantas vendas que se parecía a Boris Karloff en La Momia;
un lanzador no muy viejo para afeitarse o para estar listo para la Sociable Security;
Dios sabe qué punto poner sobre el equipo y ponerse en cuclillas detrás de la zona de
bateo el Día de Apertura.
Volamos al norte ese año en vez ir en tren, aunque se sintió como el recorrido de un
tren. Mientras, Kerwin McCaslin, quien era el GM de los Titanes, nos llamó y nos
encontró un bateador para empezar la temporada: William Blakely, pronto a ser
conocido como Blockade Billy. No recuerdo ahora si vino de Doble o Triple A, pero
puedes fijarte en tu computadora, supongo, porque sé el nombre del equipo de donde
vino: los Davenport Cornhuskers. Unos pocos jugadores vinieron de allí durante los
siete años con los Titanes, y nosotros siempre preguntábamos cómo era jugar para los
Cornholers. O a veces los llamaban los Cocksuckers (chupa pollas). El humor del
baseball no es lo que llamarías sofisticado.
Abrimos la temporada contra los Red Sox ése año. A mitad de abril. El baseball
empezaba tiempo después en aquella época, y tenía una programación sana. Llegué al
parque temprano ese día –antes de que Dios saliera de su cama, en realidad- y había
un hombre joven sentado en el parachoques de un viejo camión Ford en el
estacionamiento de los jugadores. La matricula de Iowa colgaba de un cable en la parte
trasera del parachoques. Nick, el guardia, lo dejó entrar cuando el chico le mostró su
carta de la oficina y su licencia de conducir.
-Debes ser Bill Blakely –dije, estrechando su mano-. Es un gusto.
-Es un gusto también –dijo él-. Traje mi uniforme pero está un poco golpeado.
-Oh, creo que podemos encargarnos de eso allí, compañero –dije, soltándole la mano.
Tenía una curita envolviendo su dedo índice, justo debajo del nudillo-. ¿Te has cortado
mientras te afeitabas? –pregunté, señalándolo.
-Sí, me corté mientras me afeitaba –dijo él. No supe si ésa fue su forma de
demostrarme que entendió mi broma, o si estaba tan preocupado de echar todo a
perder que pensó que debería estar de acuerdo con lo que dijéramos. Después me di
cuenta que era así; él tenía el hábito de hacer eco a lo que se le dijera. Me acostumbré
a eso, incluso me agradó.
-¿Eres el manager? –me preguntó-. ¿El señor DiPunno?
-No –dije-. Soy George Grantham. Puedes llamarme Granny. Yo entreno en la tercera
base. También soy el manager de los equipos. –Que era verdad; yo hacía dos trabajos.
Ya dije que los juegos no eran a gran escala como ahora-. Te lo arreglaré, no te
preocupes. Todo un traje nuevo.
-Todo un traje nuevo –dijo-. Excepto por el guante, tengo que tener el viejo guante de
Billy, ¿sabes? Billy Junior y yo hemos recorrido millas.
-Bueno, no tengo problema con eso. Y fuimos a lo que los escritores deportivos solían
llamar esos días el Old Swampy.
Dudé en darle el 19, porque era el número del pobre de Faraday, pero el uniforme le
quedó a la perfección como si no fueran pijamas, así que se lo di. Mientras se
cambiaba, dije:
-¿No estás cansado? Debes haber conducido sin parar. ¿No te enviaron dinero para
venir en avión?
-No estoy cansado –dijo-. Deben haberme enviado dinero para tomarme un avión,
pero no lo he visto. ¿Podemos mirar el campo?
Dije que sí, y lo llevé por el corredor y por la cabina. Él caminó hasta la zona de bateo
afuera de la línea de faltas con el uniforme de Faraday, el azul 19 destellando bajo el
sol matutino (eran las ocho de la mañana, los jardineros acaban de empezar lo que
sería un largo día de trabajo).
Desearía poderte decir cómo se sintió verlo tomar el camino, señor King, pero las
palabras son lo suyo, no lo mío. Sólo sé que de espaldas se parecía más a Faraday que
nunca. Era diez años menor, claro… pero la edad no muestra mucho de espaldas, a
excepción de la forma de caminar de un hombre. Además era delgado como Faraday, y
delgado es la manera que quieres a tu campocorto y a tu hombre de segunda base, no
a tu bateador. Los bateadores deberían ser como los hidrantes de agua de las calles,
como lo era Johnny Goodkind.
Éste parecía estar esperando un montón de costillas rotas.
Tenía un cuerpo más firme que el de Frank Faraday, culo más ancho y muslos más
gruesos. Era delgado desde la cintura para arriba, pero observando el final de su culo
desaparecer en sus pantalones, recuerdo haber pensado que se parecía a lo que
probablemente era: un chico de Iowa de vacaciones en la escénica Newark.
Él fue hacia la zona de bateo y se volteó para ver el centro. Tenía el pelo oscuro y una
mata de él colgando en su frente. Se lo empujó hacia atrás y se quedó allí parado
observando –el silencio, asientos vacíos donde más de cincuenta mil personas estarían
sentadas esa tarde, los palos de falta pintados de azul, los jardineros empezando a
regar. Era una vista fantástica, siempre pensé, y no pude imaginar qué pensaba el
chico, quien probablemente había ordeñado vacas una semana atrás y esperando a los
Cornholers para empezar a jugar a mediados de mayo.
Pensé: El pobre chico finalmente está imaginando. Cuando me mire, veré pánico en sus
ojos. Tendría que atarlo al cuarto de casilleros para mantenerlo alejado de saltar en
ese viejo camión y volver al país de Dios.
Pero cuando me miró, no había pánico en sus ojos. No había miedo. Ni siquiera parecía
tener miedo, que es lo que todo jugador siente en un Día de Apertura. No, él parecía
estar perfectamente normal parado detrás de la zona de bateo en sus pantalones
Levi’s y una chaqueta luminosa.
-Yuh –dice, como un hombre conformando algo que está muy seguro de eso-. Billy
puede batear aquí.
-Bien por él –le respondo. Era todo lo que pude pensar.
-Bien –responde. Después –lo juro- el dice-: ¿Crees que esos tipos necesitan ayuda con
sus mangueras?
Solté una risa. Había algo raro sobre él, algo apagado, algo que hacía a la gente
ponerse nerviosos… pero ese algo hizo que la gente lo acepte, también. Un poco dulce.
Algo que te hacía quererlo a pesar de pensar que él no era lo principal de la historia.
Joe lo sintió de inmediato. Algunos de los jugadores, también, pero eso no les impidió
que les agradase. No sé, era como que cuando le hablabas lo que volvía era el sonido
de tu propia voz. Como el eco en una cueva.
-Billy –dije-, ser jardinero no es tu trabajo. El trabajo de Billy es ponerle ganas y batear
a Danny Dusen ésta tarde.
-Danny Doo –dijo.
-Ése. Veintiséis el año pasado, debería haber ganado el Cy Young, pero no lo hizo.
Tiene el culo rojo por eso todavía. Y recuerda esto: si te sacude, no te atrevas a hacerle
lo mismo. No a menos que quieras tu polla y el agujero de tu culo cambiar lugares
después del juego. Danny Doo está a cuatro juegos de haber ganado doscientas veces,
y va a ser tan malo como el infierno hasta que llegue a ése lugar.
-Hasta que llegue a ese lugar –asintió.
-Eso es.
-Si me sacude, haré algo diferente.
-Sí.
-¿Tiene buena velocidad?
-¿Tienes dos piernas? Los Doo han ganado ciento noventa y seis partidos. No haces eso
sin una buena velocidad.
-No haces eso sin un velocidad –dijo-. Está bien.
-Y no te lastimes allá afuera. Hasta que la oficina pueda hacer un trato, eres lo que
tenemos.
-Soy eso- dijo-. Te entendí.
-Espero que sí.
Otros jugadores iban llegando, y yo tenía unas miles de cosas que hacer. Después vi al
chico en la oficina de Jersey Joe, firmando lo que sea que se necesita firmar con Kerwin
McCaslin cerca de él como un buitre sobre un animal muerto en la carretera,
señalando todos los lugares. Pobre chico, probablemente seis horas de dormir en las
últimas sesenta, y estaba allí firmando cinco años de su vida. Más tarde lo vi con
Dusen, yendo a la línea Boston. Los Doo estaban hablando, y el chico escuchaba. Ni
siquiera preguntó algo, por lo que vi, lo que era bueno. Si el chico hubiera abierto la
cabeza, Danny lo hubiera sacado afuera.
Una hora antes del juego, fui a la oficina de Joe para ver la carta de jugada. Tenía al
chico bateando en la octava, que no me sorprendió. Por nuestras cabezas el murmullo
había comenzado y podías escuchar las pisadas de los pies en las tablas. En los Días de
Apertura la multitud siempre llega temprano. Escucharla me hizo sentir mariposas en
mis intestinos, como siempre, y yo pude ver que Jersey Joe sintió lo mismo. Su
cenicero estaba desbordando.
-No es lo que esperaba –dijo él, señalando el nombre Blakely en la carta de jugada-.
Que Dios nos ayude si lo barren.
-¿McCaslin no encontró a alguien más?
-Tal vez. Habló con la esposa de Hubie Rattner, pero Hubie ha salido de pesca en algún
lugar de la temperatura anal, Michigan. Fuera de servicio hasta la semana siguiente.
-Cap. Hubie Rattner tiene cuarenta y tres.
-Los mendigos no tienen opción. Y eso lo sé. ¿Cuánto tiempo piensas que el chico
durará en las grandes?
-Oh, probablemente una taza de café –dije-. Pero tiene algo que Faraday no tenía.
-¿Y eso sería…?
-No lo sé. Pero si lo vieras estado parado detrás de la zona de bateo mirando el centro,
te sentirías bien por él. Es como si estuviera pensando “No es la gran cosa como
pensé.”
-Va a descubrir la gran cosa cuando Ike Delock le tire una en la nariz –dijo Joe, y
encendió un cigarrillo. Fumó una calada y empezó a piratear -. Tengo que renunciar a
éstos Luckies. “Ni un poco de tos en un vagón” mi culo. Te apuesto veinte dólares que
el chico deja a Danny Doo ir a través de sus postigos. Entonces Danny va a estar
enojado, sabes como se pone él cuando le joden algo, y Boston va a estar fuera por las
carreras.
-¿No eres sólo el alegre Cherrio? –pregunté.
-Él sacará su mano. ¿Apostamos?
Y porque supe que él trataría de maldecirlo, estreché su mano. Gané esos veinte,
porque la leyenda de Blockade Billy comenzó ése día.
No podía decir que él llamó un buen juego, porque no lo llamó. El Doo lo hizo. Pero el
primer lanzamiento –a Frank Malzone- fue una cuerva, y el chico la atrapó bien. No
sólo eso. Era un pelo de coño en el aire y nunca he visto a un catcher atraparla tan
rápido, ni siquiera a Yogi. Ump llamó un strike uno y éramos nosotros a las carreras,
por lo menos hasta que William bateó en la quinta. Pusimos la nuestra en la sexta,
cuando Ben Vincent puso una. Después en la séptima, tuvimos un corredor en la
segunda –creo que fue Barbarino- con dos fuera y el nuevo chico en la zona de bateo.
Fue su tercer bateo. La primera vez él se ponchó mirando, la segunda se balanceó.
Delock lo engañó ésa vez, lo hizo ver tonto, y oyó el único BOOS que oyó mientras
usaba el uniforme de los Titanes.
Él pisa el campo, y mira a Joe. Lo ve parado en la línea, mirando el piso y sacudiendo la
cabeza. Si el chico hubiera caminado un poco, el Doo lo hubiera seguido, y el Doo no
podría batear un lanzamiento lento en un juego de softball con una raqueta de tennis.
Como un bateador el chico era jodidamente terrible.
No voy a aumentar el suspenso, esto no es una novela de deportes infantil. Aunque el
que dijo que la vida imita al arte estaba en lo correcto, y lo demostró ése día. El
contador fue de tres y dos. Después Delock lanzó de la forma que engañó al chico tan
mal la primera vez y maldición si el chico caía otra vez. Excepto que Ike Delock fue el
tonto ésta vez. El chico la atrapó cerca de la punta de sus zapatos de la manera que
Ellie Howard solía hacer y lo hizo de una sentada.
Todos en el campo estaban de pie, gritando con sus gargantas, pero el chico no parecía
oírlos. Sólo se paró allí un segundo, sacudiéndose el polvo de sus pantalones. No
estuvo allí mucho tiempo, porque los Doo fueron hacia él; que lanzó el bate como
siempre hacía y comenzó a correr.
Entonces tal vez es una novela de deportes infantil, después de todo, como la que se
lee en la primaria en el salón de estudios. Alto en el noveno y los Doo buscando
todavía la línea.
Pasa a Malzone, y un cuarto de la multitud cayó en sus pies. Pasa a Klaus, y la mitad de
la muchedumbre está a sus pies. Después viene Williams –el viejo Teddy Ballgame. El
Doo lo agarra de la cintura, después se debilita y camina hacia él. El chico comienza a
caminar hacia el montículo y Doo lo agita –siéntate y haz tu trabajo, Sonny. Así que
Sonny lo hace. ¿Qué más va a hacer? El chico en el montículo es uno de los mejores
bateadores en baseball y el chico detrás de la zona de bateo estaba tal vez jugando a
Little Pickup Ball detrás del granero esa primavera para mantener la forma después de
ordeñar las vacas.
¡El primer bateador, diablos! Williams despega un segundo. La pelota estaba en la
tierra, difícil de manejar, pero de todas maneras el chico hizo una jodida lanzada. Casi
atrapa a Teddy, pero como sabes, sólo cuenta con herraduras de caballo. Ahora todos
están de pie, gritando. El Doo le grita al chico –como si fuera la culpa del chico en vez
de porquería del lanzador- y mientras Doo le dice que es un perdedor, Williams pide
tiempo fuera. Se lastima la rodilla un poco deslizándose hacia la bolsa. Porqué robó
una bolsa ése día, no lo sé. De seguro no era un golpea-y-corre, no con dos fuera y el
juego en línea.
Entonces Billy Anderson busca a tientas a Teddy… quien probablemente fue
regiamente tostado por el manager sólo por el hecho de ser Teddy. Y Dick Gernert
entra al campo, 425 baboseando porcentaje o algo así. La multitud se torna molesta, la
bandera flamea, las envolturas están alrededor, las mujeres están llorando, los
hombres están gritando para que Jersey Joe le dé un tirón a El Doo y que ponga a Stew
Ranking –él es lo que la gente llamaría el íntimo hoy en día, aunque en aquella época
era conocido como un especialista en el alivio.
Pero Joe cruzó los dedos y se apegó a Dusen.
El contador va tres y dos, ¿no? Anderson en el campo, ¿no? Porque él puedo correr
como el viento y el chico detrás de la zona de bate es una torre de primer juego.
Gernert, ese hombre no muy seguro, va bajo la curva y le da un pitido –no lo grita pero
le da un pitido- detrás del montículo del campo, fuera del alcance de Los Doo. Él está
ahí como un gato. Anderson corre a tercera y Los Doo lanzan desde sus rodillas. Ésa
cosa fue una jodida bala.
Sé que estás pensando yo estoy pensando, señor King, pero está equivocado. Nunca se
me ha cruzado por la mente que nuestro novato catcher iba a ser lastimado como
Faraday y tener un solo juego en las grandes. Por un una cosa, Bill Anderson no era
ningún alce como Big Klew; más que un bailarín de ballet. Por otra… bueno… el chico
era mejor que Faraday. Creo que lo supe la primera vez que lo vi, sentado en el
parachoques de su camión hecho mierda con su tan usado equipo de baseball.
El lanzamiento de Dusen fue bajo. El chico la atrapó entre sus piernas, después giró, y
lo vi sosteniendo sólo el guante. Pensé en qué error de novato era ése, cómo olvidó el
dicho dos manos para los principiantes, cómo Anderson iba a golpear la pelota y cómo
intentaríamos ganar el juego. Pero el chico bajó su hombro izquierdo como un hombre
de línea de fútbol. Nunca presté atención a su mano vacía, porque estaba mirando su
guante de catcher, como todos allí. Entonces no vi con exactitud qué ocurrió, y nadie
tampoco lo hizo.
Lo que observé fue esto: el chico corrió el guante hacia el pecho de Anderson mientras
estaba a tres pasos de él. Después Anderson golpeó el hombro izquierdo del chico. Él
se levantó y cayó detrás a la izquierda de la caja del bateador. El árbitro levantó su
puño en señal de FUERA. Después Anderson comenzó a gritar y a agarrase el tobillo.
Pude oírlo desde lejos, así que sabe que fue un grito desgarrador, porque los fans
estaban aullando. Pude ver que los extremos de los pantalones de Anderson se
tornaban rojos, y sangre comenzó a emanar de entre sus dedos.
¿Puedo tomar un poco de agua? Ponga un poco en el vaso de plástico, ¿quiere? Los
vasos de plástico es todo lo que nos dan en las habitaciones, ¿sabes?; ningún vaso de
vidrio permitido en el hotel zombie.
Ah, qué bien. Hace mucho que no hablaba tanto, y tengo mucho más que decir
todavía.
¿No te aburres todavía? ¿No? Bien. Yo tampoco. Tengo el tiempo de mi vida, ya sea
una historia fea o no.
Anderson no jugó otra vez hasta el ’58, y en el ’58 fue su último año –Boston le dio su
incondicional liberación durante mitad de temporada, y no pudo ponerse al día con
nadie más. Porque su velocidad había desaparecido, y la velocidad era todo lo que
tenía. Los doctores dijeron que estaría como nuevo, el tendón Achilles estaba solo
golpeado, no cortado, pero también estaba estirado, e imagino que eso es lo que
terminó con él. El baseball es un juego duro; ¿sabes?, la gente no se da cuenta. Y no es
sólo los catchers que se lastiman en colisiones detrás de la zona de bateo.
Después del juego, Danny Doo toma al chico mientras se baña y le grita: ¡Voy a
comprarte un trago hoy, novato! De hecho, ¡te voy a comprar diez! Y después él le da
su mejor frase: ¡Espera acá, mierda!
-Diez tragos, porque esperé allí, mierda -dice el chico, y El Doo ríe y le da una
palmadita en la espalda como si fuera lo más gracioso que ha oído en su vida.
Pero más tarde Pinky Higgins se entromete. Era el manager de los Red Sox ése año,
que era un trabajo ingrato; las cosas empeoraron para Pinky y los Sox mientras el
verano del ’57 transcurría. Estaba enfurecido, masticando tabaco tan fuerte y rápido
que el jugo se derramaba desde ambos lados de su boca y caía en su barbilla. Dijo que
el chico había intencionalmente cortado el tobillo de Anderson cuando colisionaron en
la zona de bate. Dijo que Blakely lo debió haber hecho con las uñas, y que el chico
debió ser expulsado del juego por eso. Eso era muy generoso, viniendo de un hombre
cuyo lema era “Clave alto y déjelos morir”
Yo estaba sentado en la oficina de Joe bebiendo cerveza, por lo tanto ambos oímos a
Pinky. Pensé que el tipo estaba demente, y pude ver por la cara de Joe que él pensaba
lo mismo.
Joe esperó a que Pinky terminara de hablar, después dijo:
-Yo no estaba mirando al pie de Anderson. Estaba mirando si Blakely llegó a tomar la
pelota, cosa que hizo.
-Tráigalo aquí –dice Pinky-. Quiero decírselo en la cara.
-Sé razonable, Pink –dice Joe-. ¿Estaría yo en tu oficina haciendo un berrinche si
hubiera sido Blakely el herido?
-¡No fue un spike! –grita Pinky-. ¡Los spikes son parte del juego! Rasguñar a alguien
como una… una niña en un partido de kickball… ¡eso no! ¡Y Anderson ha estado en el
juego por siete años! ¡Tiene el apoyo de su familia!
-¿Entonces qué está diciendo? ¿Que mi catcher arañó a su lanzador en el tobillo
mientras lo estaba marcando, y presionándole el hombro, recuerde, y que lo hizo con
sus uñas?
-Eso es lo que dice Anderson –le dice Pinky-. Anderson dijo que lo sintió.
-Tal vez Blakely arañó el pie de Anderson con sus uñas, también. ¿No?
-No –admite Pinky Su cara estaba roja, y no sólo por estar enojado. Sabía cómo
sonaba-. Él dice lo que ocurrió cuando cayó.
-Rogando el perdón del campo –dije-, ¿pero uñas? Eso sí que es una mierda.
-Quiero ver las manos del chico –dice Pinky-. Me la muestras o presentaré una maldita
demanda.
Pensé que Joe le diría a Pinky que cague en su sombrero, pero no lo hizo. Se volteó
hacia mí.
-Dile al chico que venga. Dile que le va a mostrar las uñas al señor Higgins, tal como
hizo con su maestra de primer grado después de su Promesa de Lealtad.
Traje al chico. Vino de buena gana, aunque estaba usando sólo una toalla, y no tuvo
problemas en enseñar sus uñas. Estaban cortas, limpias, sin roturas, y sin siquiera estar
dobladas. No había ampollas de sangre, tampoco, como habría si clavaras las uñas en
alguien y lo lastimaras. Noté algo, aunque en ese momento no pensé en eso: la curita
de su dedo índice no estaba allí, y no vi ninguna marca en donde había estado, sólo
piel limpia y rosa por el agua de la ducha.
-¿Satisfecho? –Joe le preguntó a Pinky-. ¿O deberíamos ver sus orejas por si tiene
tierra de papas ya que estamos?
-Vete a la mierda –dice Pinky. Se levantó, se acercó a la puerta, escupió hacia el cesto
de basura -¡splut!- y después se volteó-. Mi chico dice que tu chico lo lastimó. Dice que
lo sintió. Y mi chico no miente.
-Tu chico intentó ser un héroe con el juego corriendo peligro en vez de parar en
tercera y darle a Piersall una oportunidad. Te diría que la luna fue hecha con los
calzoncillos manchados de su padre si eso lo salvaría de un problema. Sabes lo que
pasó y yo también. Anderson se enredó con sus zapatillas y se lo hizo a sí mismo
cuando gritaba. Ahora vete de aquí.
-Habrá una revancha, DiPunno.
-¿Sí? Es lo mismo que vengas mañana. Ven aquí temprano.
Pinky se fue, arrancando un pedazo de una goma de mascar. Joe tamborileó los dedos
a un lado de su cenicero, después le preguntó al chico:
-Ahora sólo somos nosotros gallinas, ¿le hiciste algo a Anderson? Dime la verdad.
-No. –Ni una pizca de vacilación-. No le hice nada a Anderson. Ésa es la verdad.
-Está bien –dijo Joe, y se levantó-. Siempre es bueno disparar la mierda después del
juego, pero creo que iré a casa y beberé un trago. Después tal vez folle a mi esposa en
el sofá. Ganar en un Día de Apertura hace que mi polla se pare. –Después dijo-: Chico,
jugaste como deberías haber jugado. Bien por ti.
Se fue. El chico se colocó la toalla alrededor de su cintura y comenzó a volver hacia la
habitación de los casilleros. Yo dije:
-Veo que el corte que te hiciste al afeitar se ve mejor.
Se paró en la puerta, y aunque su espalda estaba frente a mí, supe que había hecho
algo. La verdad estaba en la manera en que se paraba. No sé cómo explicarlo mejor,
pero… lo supe.
-¿Qué? –dijo como si no me hubiera entendido, ¿sabes?
-El corte que te hiciste al afeitar en tus dedos.
-Oh, ese corte de afeitar. Sí, mucho mejor.
Y salió afuera… aunque, patán como lo era, probablemente no tenía idea de donde
estaba yendo. Afortunadamente para él, Kerwin McCaslin le había conseguido un
mejor lugar en una parte de Newark. Difícil de creer como lo es, Neward tenía una
parte buena en ese entonces.
Bueno, el segundo juego de la temporada. Dandy Dave Sisler en el montículo para
Boston, y nuestro nuevo catcher estaba a duras penas puesto en la caja de bateador
antes que Sisler golpeara una pelota en su cabeza. Podría haber sido golpeado en sus
jodidos ojos si no hubiera estado atento, pero él golpea su cabeza hacia atrás –no
esquiva ni nada- y ladea el bate otra vez, mirando a Sisler como si dijera, Vamos, mac,
hazlo si quieres.
Los gritos de la multitud estaban enojados y cantando ¡RUN IM! ¡RUN IM! ¡RUN IM! El
árbitro no sacó a Sisler, pero fue advertido. Miré y vi a Pinky en la caseta de Boston,
caminando de un lado a otro con los brazos cruzados tan fuertes que parecía como si
tratara de mantenerse para no explotar.
Sisler caminaba dos veces alrededor del montículo, absorbiendo el amor de los fans –
chico oh chico, lo querían ahogado y en cuartos- y después él fue hasta la bolsa de
resina, y sacó dos o tres signos. Tomando su tiempo, sabes, dejándolo hundir. El chico
todo el tiempo estaba parado con su bate, cómodo como un viejo Tillie. Entonces
Dancy Dave lanza un a-t-r-á-p-a-m-e sobre Broadway y el chico la pierde a la izquierda
del campo. Las noticias estaban en la base y nosotros nada. Apuesto que la gente de
Nueva York oyó el sonido de Swampy cuando el chico bateó un home run.
Pensé que él estaría gritando cuando pasó a la tercera base, pero estaba tan serio
como un juez. Entre dientes él murmuraba:
-Termínalo, Billy, demuéstraselo a ese tonto y termínalo.
El Doo fue el primero en agarrarlo en la caseta y lo lanzó directo al batrack. Lo ayudó a
levantar polvo, también, pero era nada comparado con Danny Dusen, quien
usualmente pensaba que por tales cosas era superior a otras.
Después de golpear a Boston dos veces y hacer enojar a Pinky Higgins, fue hasta
Washington y ganó tres seguidas. El chico bateó bien en los tres, incluyendo su
segundo home run, pero el estadio Griffith era un lugar depresivo para jugar, hermano;
podrías haber baleado a una rata corriendo en los asientos detrás de la zona de bate y
no tendrías que preocuparte por los fans. Los malditos senadores terminaron cuarenta
juegos ese año. ¡Cuarenta! Jesús lloró, joder.
El chico estaba detrás de la zona de bateo para el segundo comienzo de Los Doo y
cerca vio a un no-bateador en su quinto juego usando un uniforme. Pete Runnels lo
sacó en la novena –bateó doble con una fuera. Después de eso, el chico fue al
montículo, y para ese tiempo Danny no lo saludó. Discutieron un poco, y después El
Doo dio un pase intencional para el siguiente bateador, Lou Berberet (¿ves como todo
vuelve?). Eso trajo a Bob Usher, y él bateó un golpe doble tan dulce como puedes
querer.
Ésa noche El Doo y el chico fueron a celebrar el su ganada número ciento noventa y
ocho. Cuando vi a nuestra joven chica al día siguiente, él estaba con una terrible
resaca, pero no le dio importancia tan calmado como cuando ignoró el golpe de Dave
Sisler en su cabeza. Yo empezaba a pensar que teníamos a un gran miembro en
nuestras manos, y no estaríamos necesitando a Hubie Rattner después de todo. O a
nadie más.
-Tú y Danny están muy rudos, supongo –dije.
-Rudos –dijo él, estando de acuerdo y frotándose las sienes-. Yo y El Doo somos rudos.
Él dice que Billy un amuleto de la suerte.
-¿Eso dice, ahora?
-Sí. Dice que si estaríamos pegados juntos, él ganaría veinticinco y le tendrían que dar
el Cy Young.
-¿Así es?
-Sí, señor, así es. ¿Granny?
-¿Qué?
Me miraba con su mirada ancha y azul de él: visión veinte-veinte que veía todo y
entendía prácticamente nada. Para entonces yo sabía que él podía a penas leer, y la
única película que había visto era Bambi. Él dijo que fue con otros chicos de Ottershow
o Outershow –lo que sea- y yo asumí que fue a la escuela. Estaba en lo correcto y en lo
incorrecto sobre eso, pero ése no es el punto. El punto es que él sabía jugar baseball –
instintivamente, diría- pero de todas maneras él era un pizarrón sin nada escrito.
-¿Qué es un cy Young?
Así de tonto era él, ¿ves?
Fuimos a Baltimore por tres antes de volver a casa. Típico baseball de primavera en la
ciudad, que no es sur o norte; tan frío para congelar las bolas de un mono el primer
día, más caliente que el infierno al segundo, un leve brisa líquida de hielo en la tercera.
No le importó al chico; él bateó en los tres juegos, haciendo un ocho seguro. Además,
él detuvo a otro corredor en la zona de bateo. Perdimos el juego, pero fue un infierno
detenerlo. Gus Triandos fue la víctima, creo. Corrió primero hacia las rodillas del chico
y se quedó acostado allí anonadado, a metros del home. El chico puso el tag en la
parte trasera de su cuello tan gentil como una momia palmeando aceite en un bebé.
Hubo una fotografía de eso en el Newark Evening news, con el título: Blockade Billy
salva otro run. Era un buen apodo y le agradó a los fans. No eran tan demostrativos en
aquellos días –nadie hubiera ido al estadio Yankee en el ’57 usando un sombrero de
cocina para apoyar a Gary Sheffield, creo- pero cuando jugamos nuestro primer juego
en el Old Swampy, algunos fans usaron letreros de carreteras color naranja que decían:
DESVÍO y CAMINO CERRADO.
Los letreros hubieran sido una cosa de un solo día si los Indians no hubieran lanzado
fuera de la zona de bateo en el juego. Ése fue el juego en el que Danny Dusen se lanzó,
accidentalmente. Ambos put-outs fueron los resultados de grandes lanzamientos en
vez de grandes bloqueadas, pero el novato se llevó el crédito, de todas maneras, y diría
que se lo mereció. Los fans comenzaron a confiarle, ¿ves? Todo lo que deseaban era
verlo jugar. Los jugadores de baseball son fans, también, y cuando alguien está en
aprietos, hasta el del corazón más duro trataba de ayudar.
Dusen sacó su ciento noventa y nueve ése día. Oh, y el chico fue de tres a cuatro,
incluyendo un home run, así que no te sorprendería que hasta más gente viniera con
esos letreros en nuestro segundo juego contra Cleveland.
Para el tercero, un tipo vendía en la zona de los Titanes Esplanade, grandes cartones
naranjas en forma de diamantes con letras negras: CAMINO CERRADO ORDENADO
POR BLOCKADE BILLY. Algunos de los fans levantaban los letreros cuando Blockade
Billy estaba con el bate, y todos lo sostenían cuando el equipo tenía un corredor en la
tercera. Para cuando los Yankees llegaron a la ciudad –a finales de abril- el estadio
entero se tornaba naranja por los letreros cuando los Bombers tenían un corredor en
la tercera, cosa que era usual.
Los Yankess nos hicieron mierda y se llevaron el primer lugar. No era culpa del chico; él
bateó en todos los juegos y le hizo tag a Bill Skowron entre home y tercera cuando un
tirón lo paralizó mientras corría. Skowron era un alce tan grande como Big Klew, y
trató de aplastar al chico, pero fue Skowron quien cayó de culo, con el chico cerca. Una
foto en el periódico lo hizo parecer como el final de un campeonato de lucha libre con
Pretty Tony Baba atrapando a Gorgeous George en vez de ser al revés. La tribuna se
superó a sí misma flameando los letreros de CAMINO CERRADO. Parecía no
importarles que los Titanes hubieran perdido; los fans estaban felices porque su
delgado catcher había hecho que Mightly Moose Skowron cayera de culo.
Vi al chico más tarde, sentado desnudo en un banco cerca de las duchas. Tenía un gran
moretón saliendo de su pecho, pero parecía no importarle. No era un llorón. El hijo de
puta era muy estúpido para sentir el dolor, dijeron algunas personas después, muy
estúpido y loco. Pero he conocido a un montón de jugadores estúpidos en mi vida, y
ser estúpidos nunca les impidió insultar a sus oponentes.
-¿Qué hay de todos los letreros, chico? –pregunté, pensando que lo animaría un poco
si lo necesitase.
-¿Qué letreros? –dijo él, y vi que por la forma en que me miraba que él no estaba
bromeando. Ése era Blockade Billy. Él se hubiera parado frente a un coche si el chico
detrás del volante estuviera conduciendo hasta la tercera base e intentando acertar en
el blanco, pero de todas maneras no tenía una jodida pista.
Jugamos dos series de juegos en Detroit antes de volver al camino otra vez, y perdimos
ambos. Danny Doo estaba en el montículo de la segunda, y no podía culpar al chico por
la forma en que pasó; él se había ido antes de que terminara el juego. Se sentó en la
cabina gimoteando sobre el clima frío (no hacía frío), la forma en que Harrington se le
pasó la pelota a la derecha (Harrington habría necesitado cohetes en sus zapatos para
alcanzarla), y las malas llamadas que tuvo del hijo de puta de Wenders detrás de la
zona de bateo. En el último tenía razón. Hi Wenders no le agradaban los Doo, nunca lo
había hecho, y lo corrió a él el año anterior. Pero no vi ninguna mala llamada ese día, y
yo estaba a unos 20 metros de allí.
El chico bateó bien en los dos juegos, incluyendo un home run y un triple. Ni Dusen
sostuvo el bate frente a él, que hubiera sido un comportamiento ordinario; él era uno
de esos tipos que quería gente para entender que había una estrella en los Titanes, y
no eran ellos. Pero le agradaba el chico, parecía que el chico era un amuleto de la
buena suerte.
Y al chico le agradaba él. Fueron a un bar después del primer juego, bebieron unos mil
tragos y visitaron a putas para celebrar la primera derrota de Los Doos, y lo vi al otro
día en el viaje a KC blanco y tímido.
-El chico se acostó con alguien anoche –confesó Doo mientras íbamos camino al
aeropuerto en micro-. Creo que fue su primera vez. Ésa es la buena noticia. La mala es
que no creo que lo recuerde.
Tuvimos un viaje en avión un poco perturbado, muchos viajes eran así en aquel
tiempo. Apestosos asientos rotos; es un misterio cómo no nos matamos como Buddy
Holly y el Big Fucking Bopper. El chico pasó todo el viaje vomitando, mientras que
cerca de la puerta un par de chicos jugaban acey-deucey mientras lo molestaban con
lo usual: ¿tuviste acción, eh? ¿Quieres un tenedor y un cuchillo para cortar eso un
poco? Al siguiente día el hijo de puta va cinco-a-cinco en el estadio Municipal,
incluyendo un par de jacks.
Hubo también una jugada a lo Blockade Billy; pero nosotros estábamos distraídos.
La víctima fue Clete Boyer. Otra vez era Blockade Billy con su hombro izquierdo, arriba
y abajo hacia donde fue Boyer, con su espalda tocando el campo como una tabla. Hubo
diferencias, sin embargo. El novato usó dos manos en el tag, pero no hubo ningún pie
con sangre o un tendón Achilles enredado. Boyer se levantó y se dirigió a la cabina,
sacudiendo el trasero y la cabeza como si no supiera dónde estaba. Oh, y perdimos el
juego a pesar de los cinco bateos del chico. Once a diez fue la puntuación final, o algo
así. Ganzie Burgess no bailó ése día; y los Atléticos festejaron.
Ganó el juego siguiente, y perdió en otro. El chico bateó en ambos juegos, que lo hizo
seguir dieciséis derecho. Además nueve put-outs en la zona de bateo. ¡Nueve en
dieciséis juegos! Ése hubiera sido un récord. Si estuvo en los juegos, lo fue. Si alguno
de esos récords estuvieran en los libros.
Fuimos a Chicago para tres juegos, y el chico bateó en esos juegos, también, haciendo
un diecinueve derecho. Pero rayos si no perdimos los tres. Jersy Joe me buscó a mí
durante el último tiempo de esos juegos y me dijo:
-No me trago eso del amuleto de la suerte. Creo que Blakely chupa la suerte.
-Eso no es justo y lo sabes –dije-. Fue bueno al principio, y ahora está en una mala
racha. Ya se va a emparejar.
-Tal vez –dice-. ¿Está Dusen todavía tratando de enseñar al chico a beber?
-Sí. Ellos se dirigieron a El lazo con algunos otros chicos.
-Pero que van a volver juntos -dice Joe-. Yo no lo entiendo. Por ahora Dusen debe odiar
a ese chico. Doo ha estado aquí cinco años y sé de su modus operandi.
Yo también lo sabía. Cuando El Doo perdió, tuvo que echar la culpa a alguien más,
como el vagabundo de Johnny Harrington o el del traje azul Hi Wenders. El turno del
chico en el barril se retrasó, pero Danny estaba todavía dándole palmadas en la
espalda y le prometió que sería el Novato del Maldito Año. No es que El Doo podía
culpar al chico por la pérdida de ese día. En la quinta entrada de su última obra
maestra, Danny había hecho uno al tope de retención en la quinta: alto, ancho y
hermoso. Que anotó uno. Entonces se enoja, pierde el control, y camina por las dos
siguientes. A continuación, Nellie Fox se duplicó en la línea. Después de que El Doo
volvió a unirse, pero para entonces ya era demasiado tarde, estaba en aprietos y se
quedó allí.
Hicimos lo que podíamos en Detroit, sacamos dos de tres. El chico bateó los tres
juegos e hizo su maravillosa forma de pararse en la zona de bateo. Después volamos a
casa. Para ése entonces el chico de los Davenport Cornholers era la cosa más caliente
en la liga de América. Había cosas de él en los comerciales de Gillette.
-Ése es un comercial que me gustaría ver –dijo Si Barbino-. Soy un fan de la comedia.
-Entonces te gusta verte en el espejo –dijo Critter Hayward.
-Eres una carta –dijo Si-. Lo que quiero decir es que el chico no tiene bigotes.
Ése nunca fue un comercial, claro. La carrera de Blockade Billy en baseball estaba casi
arruinada. Sólo que no lo sabíamos.
Tuvimos tres juegos con los White Sox, pero el primero fue un desastre. El viejo chico
del Doo Hi Wenders fue el árbitro del equipo, y él mismo me dio la noticia. Fue a El
Swamp temprano porque el baúl con nuestros uniformes fue enviado a Idlewild por
error y quería estar seguro de que los regresaran. No lo necesitaríamos por una
semana, pero de todas maneras quería estar seguro de eso.
Wenders estaba sentado en un pequeño banco fuera del cuarto de árbitro, leyendo un
libro en tapa blanda con una rubia en la portada.
-¿Es tu esposa, Hi? –pregunté.
-Mi novia –dice él-. Ve a casa, Grannie. El tipo del clima dice que para las tres caerán
cubos de hielo. Estoy esperando a DiPunno y a Lopez para que vengan.
-Está bien –dije-. Gracias.
Empecé a caminar y me llamó.
-Grannie, ¿está ese chico maravilloso tuyo bien de la cabeza? Porque habla consigo
mismo detrás de la zona de bateo. Nunca se calla, joder.
-No es ningún Chico Cuestionable, pero no está loco, si eso quieres decir –dije. Estaba
equivocado sobre eso, ¿pero qué sabía en ese entonces?-. ¿Qué tipo de cosas dice?
-No pude oír mucho cuando estuve detrás de él en el segundo juego en Boston, pero
sé que habla sobre él mismo. En lo que llamarían, en tercera persona. Dice cosas como
“Puedes hacerlo, Billy”. Y una vez, cuando hizo una falta que pudo haber sido un strike
tres, él dijo “Perdóname, Billy”.
-¿Y, qué tiene? Hasta que yo tenía cinco años, tuve un amigo imaginario llamado
Sheriff Pete. Yo y él baleamos muchas minas juntos.
-Sí, pero Blakely no tiene cinco años. A menos que tiene cinco allá afuera. –Wenders se
golpea un poco su duro cráneo.
-Está apropiado para tener cinco como el primer número de su promedio de bateo
antes de mucho –dije yo-. Eso es lo que me importa. Además sabe marcar a los
jugadores. Tienes que admitirlo.
-Lo hago –dijo Wenders-. El chiquito golpeador de pollas no tiene miedo. Otra señal
que no tiene todo en su cabeza.
Yo no iba a escuchar a un árbitro correr por uno de mis jugadores más que eso, así que
cambié de tema y le preguntó en broma, pero no en broma-si se va a llamar el juego
de mañana en buena lid, a pesar de que su favorito Doo-Bug estaba lanzando.
-Siempre lo llamo justo y cuadrado –él dice-. Dusen es un vanidoso-cerdo que tiene su
lugar todos los recogidos en Cooperstown, que va a hacer cientos de cosas mal y no va
a tener la culpa ni una vez, y él es un hijo de puta argumentativo que sabe mejor que
empezar conmigo, porque no me resistiré a ello. Dicho esto, voy a llamarlo recto-para
arriba, como siempre lo hago. No puedo creer que preguntes.
Y no puedo creer que te sientes allí rascándote el culo y llamando a nuestro catcher un
idiota, pensé, pero tú sí lo eres.
Llevé a mi esposa a cenar esa noche, y tuvimos un buen tiempo. Bailamos con la
música de la banda de Lester Lennon. Nos pusimos románticos en el taxi de vuelta.
Dormimos bien. No dormí bien después de eso; tuve muchos sueños malos.
Danny Dusen tomó el balón en lo que se supone que es la media tarde de un
twinighter, pero el mundo ya se aplica que los Titanes ya se habían ido al infierno, sólo
que no lo sabía. Nadie lo hizo a excepción de Joe DiPunno. Por la noche, sabíamos que
estábamos jodidos con la temporada, porque nuestros primeros veinte y dos partidos
casi seguro iban a ser borrados de los libros de registro, junto con el reconocimiento
oficial de Blockade Billy Blakely.
Llegué tarde debido al tráfico, pero pensé que no importaba porque el bodrio del
uniforme fue resuelto. La mayoría de los chicos ya estaban allí, vistiéndose o jugando
al póquer o simplemente sentados alrededor de la mierda. Dusen y el chico estaban en
una esquina por la máquina expendedora de cigarrillos, sentado en un par de sillas
plegables, el niño con los pantalones de uniforme, Dusen todavía con nada más que su
inguinal, no un bonito espectáculo. Me acerqué a obtener un paquete de Winston y
escuché. Danny era el que más hablaba.
-Esa mierda de Wenders odia mi culo- dice.
-Odia a tu culo -el chico dice, y agrega: Ese hijo de puta.
-Por supuesto que lo es. ¿Crees que quiere ser el único detrás de la zona de bateo
cuando llego a mi ducentésimo?
-¿No? -dice el chico.
-¡Por supuesto que no! Pero yo voy a ganar hoy sólo para vengarme de él. Y me vas a
ayudar, Bill. ¿No?
-Así es. Claro. Bill va a ayudar.
-Él se va a exprimir como un hijo de puta.
-¿Lo crees? ¿Se va exprimir como un hijo…?
-Acabo de decir que lo hará. Así que retiras lo dicho.
-Retiro lo dicho.
-Tú eres mi amuleto de la suerte, Billy-boy.
Y el chico, sonriendo:
-Yo soy tu amuleto de buena suerte.
-Sí. Ahora escucha...
Fue divertido y raro al mismo tiempo. El Doo fue intenso –inclinándose hacia delante,
los ojos titubeantes mientras hablaba-. Todo lo que dijeron de Wenders era verdad,
pero se olvidó de una cosa: El Doo era un competidor. Quería ganar con la forma que
Bob Gibson lo hizo. Como Gibby, él haría lo que fuera para poder escapar sin que eso
ocurriera. Y el chico se lo estaba tragando con una cuchara.
Casi dije algo, porque quería romper esa conexión. Hablando contigo, creo que tal vez
mi subconsciente ya había puesto muchos de ellos juntos. Tal vez eso es una tontería,
pero yo no lo creo.
En cualquier caso, los dejé solos, sólo me largué de allí con mis nalgas y me alejé.
Joder, si yo hubiera abierto el bazoo, Dusen me hubiera hecho poner un calcetín en
ella, de todos modos. No le gustaba ser interrumpido cuando tenía su corte, y mientras
yo no podría haber dado mucho más de una mierda que en cualquier otro día, se
tiende a dejar un chico solo cuando es su torno de levantar el dedo de goma para
cuarenta mil personas que pagan su salario. Especialmente cuando él pasa por dos-
doble-cero.
Me acerqué a la oficina de Joe para obtener la tarjeta de jugada, pero la puerta estaba
cerrada y las persianas bajas, algo casi imposible en un día de juego. Los listones no
estaban cerrados, así que espié dentro. Joe tenía el teléfono en su oreja y una mano
sobre los ojos. Golpeé el vidrio. Se asustó de tal forma que casi cae de la silla, y
después miró alrededor. Vi que estaba llorando. Nunca lo vi llorar en mi vida, no antes
o después de eso, pero él estaba llorando ese día. Su cara estaba pálida y el cabello
despeinado –lo que tenía de cabello-.
Él me hizo ademán de que me vaya, y siguió hablando por teléfono. Pasé por el cuarto
de casilleros hasta la oficina de los entrenadores, que era realmente una habitación
con los equipamientos del juego. Me detuve allí. La gran conferencia lanzador-catcher
no estaba en pie, y el chico estaba con su camisa del uniforme con el gran 19 azul. Y vi
que la curita había vuelto a su dedo índice en su mano derecha.
Caminé hasta allí y le puse una mano en el hombro. Me sonrió. El chico tenía una linda
sonrisa cuando la hacía.
-Hola, Granny –me dijo. Pero su sonrisa se desvaneció cuando advirtió que yo no
sonreía.
-¿Listo para jugar? –dije.
-Claro.
-Bien. Pero quiero decirte algo antes. El Doo es un lanzador del demonio, pero como
ser humano nunca va a pasar la Doble A. Él caminaría sobre la espalda rota de su
abuela para ganar, y tú significas mucha mierda menos para él que su abuela.
-¡Soy un amuleto de la suerte! –dijo indignado… pero debajo de la indignación, él
parecía estar a punto de llorar.
-Tal vez –dije-, pero de eso no estoy hablando. No hay tal cosa como salir muy
golpeado en un juego. Un poco es bueno, pero demasiado y un compañero puede
abrirse bien abierto.
-No te entiendo.
-Si tú reventases y te tornaras liso como un neumático desinflado, a El Doo no le
importaría una mierda. Él sólo se encontraría a él mismo el nuevo amuleto de la
suerte.
-¡No deberías hablar así! ¡Él y yo somos amigos!
-Soy tu amigo, también. Más importante, soy uno de los entrenadores del equipo. Soy
responsable de tu bienestar, y yo hablaré como se me antoje, especialmente a un
novato. Y tú me escucharás. ¿Estás escuchando?
-Estoy escuchando.
Estaba seguro que lo estaba, pero él no me estaba mirando; había fundido la mirada
hacia abajo y sombrías rosas rojas florecían en sus mejillas como a un niño.
-No sé qué cosa tengas bajo la curita, y no lo quiero saber. Lo que sé es que lo vi en el
primer juego que jugaste con nosotros, y alguien salió lastimado. No lo he visto desde
entonces, y no quiero verlo hoy. Porque si te atrapan, te atraparían a ti. No a El Doo.
-Sólo me corté –dijo él, de pronto.
-Claro. Mientras te afeitabas. Pero no quiero ver la curita en tu dedo mientras estés
allá afuera. Estoy buscando tus propios mejores intereses.
¿Hubiera dicho eso si no habría visto a Joe tan molesto y llorando? Me gusta pensar
eso. Me gusta pensar que estaba buscando lo mejor del juego, que los amaba antes y
ahora. El Bowling Virtual no puede sostener una vele, créeme.
Me fui antes de que pudiera decir algo más. Y no miré atrás. Por parte porque no
quería ver qué se ocultaba bajo la curita, pero más porque Joe estaba parado en la
puerta de su oficina, haciéndome señas. No juraré que había más canas en su pelo,
pero no juraré que no las había.
Llegué a la oficina y cerré la puerta. Una idea terrible se me vino a la mente. Tenía
sentido, mirando el rostro que tenía:
-Jesús, ¿ha sido tu esposa? ¿O tus hijos? ¿Algo le ocurrió a tus hijos?
Él empezó, como si lo hubiera sacado de un sueño.
-Jessie y los niños estás bien. Pero George… oh Dios. No puedo creerlo. Esto es un
desastre.
Se puso los talones de las palmas de sus manos en los ojos. Un sonido salió de allí, pero
no era un sollozo. Era una risa. La risa más jodida que oí en mi vida.
-¿Así es? ¿Quién te llamó?
-Tengo que pensar –dice él, pero no a mí. Se lo dijo a sí mismo-. Tengo que decidir
cómo voy a… -Se sacó las manos de los ojos, y pareció volver en sí-. Tú eres el manager
hoy, Grannie.
-¿Yo? ¡No puedo ser el manager! ¡El Doo va a sacar sus fichas! Irá por su doscientos
otra vez, y…
-Nada de eso importa ahora, ¿no lo ves? No ahora.
-¿Qué…?
-Cállate y haz la tarjeta de jugada. Y respecto a ese chico… -Él pensó, después sacudió
la cabeza-. Al diablo, déjalo jugar, ¿por qué no? Mierda, bate su mugre. Lo iba a
cambiar de lugar, de todos modos.
-Claro que él iba a jugar –dije-. ¿Quién más atraparía a Danny?
-¡Oh, a la mierda con Danny! –dice.
-Cap –Joe-, dime qué ocurrió.
-No –él dice-. Tengo que pensarlo primero. Qué le diré a los chicos. ¡Y a los reporteros!
–Se golpeó la frente como si hubiera tenido una idea-. ¡Esos pendejos, mierda! –
Después, lo oí hablar con sí mismo otra vez-: Pero deja que los chicos juegen hoy. Se lo
merecen. Hasta el chico, también. Diablos, ¡tal vez él bateará en busca del ciclo!
Rió más, luego alzó su cabeza para detenerse.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás. Vete, ve allá afuera. Haz cualquier formación vieja que hemos usado
antes si quieres. Saca los nombres de un sombrero, ¿por qué no? No importa. Sólo
asegúrate de informarle al jefe de árbitro que se está ejecutando el programa. Creo
que ése sería Wenders.
Caminé por el pasillo hasta la habitación del árbitro como un hombre en sueños y le
dije a Wenders que yo iba a hacer la carta de jugada y que iba a dirigir el juego desde la
tercera caja. Me preguntó qué ocurría con Joe, y le dije que estaba enfermo.
Ese fue el primer juego que dirigí hasta que lo hice en el Athletics en el ’63, y fue uno
corto, como probablemente sabes si has buscado al respecto, Hi Wenders me corrió en
la sexta. No recuerdo mucho de eso, de todas maneras. Tenía tantas cosas en mi
mente que me sentí como un hombre en un sueño. Pero tenía el sentido necesario
para hacer algo, y eso fue ver la mano derecha del chico antes de que echara a correr
al campo. No había ninguna curita en el dedo índice, ni señal de lastimadura, tampoco.
Ni siquiera me sentí aliviado. Sólo seguía viendo los ojos rojos de Joe DiPunno y su
boca demacrada.
Ese juego fue el último de Danny Doo, y nunca llegó a obtener sus doscientos. Intentó
volver en el ’58, pero no fue bueno. Él dijo que su visión doble había desaparecido y tal
vez era verdad, pero ya no podía ponerse de pie sobre la zona de bateo. No había lugar
en Cooperstown para Danny. Joe tenía razón: el chico chupaba la suerte.
Pero esa tarde Doo demostró lo mejor de él que he visto, su forma rápida de lanzar, su
curva de ajuste como un látigo. Por las primeras entradas no podían tocarlo. Sólo agita
el palo y toma asiento, compañero. Él pasó a seis y el resto fueron molidas. El único
problema fue, que Kinder era tan bueno como él. Tuvimos un apestoso bateo, un
doble con dos outs en la parte inferior de la tercera base.
Ahora está en la quinta. El primer bateo va bien. Después Walt Dropo viene, golpea
una profundamente hacia la parte izquierda del campo, y corre rápidamente como si
fuera un bate del infierno. La multitud vio a Harry Keene persiguiendo la bola mientras
Dropo corría, y entendieron lo que podría ser un trabajo-dentro-del-parque. El canto
comenzó. Solo unas pocas voces al principio, después más y más. Se hacían más
profundas y más ruidosas. Me dio un escalofrío desde el centro del culo hasta la nuca.
-¡Bloh-KADE! ¡Bloh-KADE! ¡ Bloh-KADE!
Así. Los letreros naranjas comenzaron a mostrarse. La gente estaba parada y
mostrándolos sobre sus cabezas. No los movían como solían hacer, sólo los sostenían.
Nunca he visto algo parecido.
-¡Bloh-KADE! ¡Bloh-KADE! ¡ Bloh-KADE!
Al principio pensé que no había una posibilidad de ver una bola de nieve en el infierno;
para ese entonces Dropo pasaba con todas las paradas fuera. Pero Keene golpeó la
bola e hizo un lanzamiento perfecto a Barbarino. El novato, mientras, estaba parado en
la tercera base de la zona de bateo con su guante en mano, y Si golpeó el maldito
bolsillo.
La multitud cantó. Dropo se desliza, las puntas hacia arriba. Al chico no le importa, él
se arrodilla y se sumerge en ellos. Hi Wenders estaba donde tenía que estar –en esa
situación, al menos- cerca del juego. Una nube de polvo se evapora y sale el pulgar en
alto de Wenders.
-¡Siiii… FUERA!
Señor King, los fans enloquecieron. Walt Dropo también. Él estaba parado y bailando
como un niño drogado con un récord. No podía creerlo.
El chico tenía magullado su antebrazo izquierdo, no muy mal, sólo un poco de sangre,
pero suficiente para un viejo Bony Dadier –él era nuestro entrenador- para ir y ponerle
una curita. Así que el chico tuvo su curita después de todo, sólo que ésta fue de fiar.
Los fans permanecieron parados durante el asunto médico, flameando sus letreros
CAMINO CERRADO y cantando ¡Bloh-KADE! ¡Bloh-KADE! como si no hubieran tenido
suficiente antes.
El chico pareció no notarlo. Él estaba en otro mundo. Estaba todo el tiempo así cuando
estaba con los Titanes, ahora que lo pienso. Él sólo se ponía la máscara, iba detrás de
la zona de bateo y se ponía en cuclillas. El trabajo de siempre. Vino Bubba Phillips,
lineado a Lathrop en un principio, y ése fue el quinto.
Cuando el chico regresó al centro de la entrada y ponchó tres lanzamientos, la tribuna
todavía le daba apoyo. Ésa vez lo notó, y agachó la punta de su gorra mientras volvía a
la cabina. La única vez que lo notó. No porque era presumido sino porque… bueno, ya
lo he dicho antes. Lo del otro mundo.
Bueno, a la sexta. Más de cincuenta años después y todavía se me pone el culo rojo
cuando lo pienso. Kinder corre a tercera, como lo haría un lanzador. Después aparece
Luis Aparicio, Little Louis. El Doo sale volando. Aparacio comete una falta enviando la
pelota detrás de la zona de bateo, en la tercera base. El chico se saca la máscara con la
cabeza atrás. Wenders lo siguió, pero no tan cerca como debió. No pensó que el chico
tenía oportunidad. Fue un pensamiento maldito.
El chico está en el césped y corriendo, cerca de la pared baja entre el campo y los
asientos. El cuello curvo. Con el perfil alto. Dos docenas de personas en esos primeros
–y segundos- asientos también con el perfil alto, la mayoría de ellos saludando con sus
manos en el aire. Eso es una cosa de los fans que no entiendo y nunca voy a entender.
¡Es baseball, joder! Algo que se vendía a setenta y cinco centavos en ese entonces.
Todos sabían. Pero cuando los fans ven un partido, se convierten en Danny Doo con el
fin de atraparlo. No importaba quedarse parado de espaldas y dejar que lo agarren –su
hombre, y en una jugada apretada- para hacer su trabajo.
Lo vi todo. Lo vi claro. La bola voló como kilómetros y pasó por nuestro lado de la
pared. El chico iba a agarrarla. A continuación, unos de largos brazos de uno de los
Titanes con la camiseta que vendían en la Explanada , extendió la mano y la pelota
rebotó en el borde del guante del niño y cayó al suelo.
Yo estaba seguro que Wenders sacaría a Aparicio –fue una clara interferencia- que en
un principio no pude creer lo que vi cuando corrió hacia el chico para ir detrás de la
zona de bateo. Cuando lo vi, corrí, con mis manos moviéndose en el aire. La multitud
comenzó a alentarme y a gritarle a Wenders, que no es una buena forma de ganar
amigos e influir a personas cuando estás argumentando una falta, pero yo estaba muy
enojado para darme cuenta de eso. No me hubiera detenido ni aunque Mahatma
Gandhi hubiese caminado desnudo mostrando el culo y diciendo que hagamos la paz.
-¡Interferencia! –grité-. ¡Claro como el día, claro como la nariz en tu cara!
-Estaba en las gradas y eso hace que la pelota fuera de cualquiera –decía Wenders-.
Vuelve a tu pequeño nido y continuemos con el show.
Al chico no le importó; él estaba llevando a su compañero el Doo. Eso estaba bien. No
me importó que a él no le importara. Todo lo que quería hacer en ese momento era
romper el culo de Hi Wenders. No soy un hombre que discute –todos los años que
dirigí al A’s, sólo me sacaron del juego dos veces –pero ese día hubiera hecho ver a
Billy Martin como a un pacifista.
-¡No lo viste, Hi! ¡Estabas de espaldas y lejos! ¡No viste una mierda!
-No estaba detrás y vi todo. Ahora regresa, Granny. No estoy bromeando.
-Si no viste esos brazos largos hijo de puta (aquí una dama en la segunda fila puso las
manos sobre las orejas a su hijito y frunció los labios hacia mí en un oh—mira-que-
desagradable-hombre) salir y golpear la bola, ¡estabas jodidamente detrás! ¡Jesús
Cristo!
El hombre en el jersey comienza a sacudir la cabeza -¿quién, yo? ¡Yo no!- pero también
usaba un gran chupaculos. Wenders lo vio, supo lo que yo decía, y miró a otro lado.
-Eso es –me dijo. Y en una voz razonable eso significa que eres inteligente si bebes un
Rhinegold en el cuarto del casillero-. Has dicho tu palabra. Ahora puedes regresar a la
cabina o puedes oír el resto del juego en la radio. Escoge.
Regresé a la cabina. Aparacio se sentó con su gran chupaculos en su cara. Él sabía, por
supuesto que sí. E hizo lo mejor de eso. El hombre nunca bateó home runs, pero
cuando El Doo cambió la velocidad eso no cambió, Louie lo tragó rápido, y corrió hacia
la parte más profunda del parque. Nosy Norton estaba jugando en el centro, y ni
siquiera se volteó. Aparicio circuló las bases, sereno como el Queen Mary entrando en
el puerto, mientras la multitud le gritó, denigrado a sus familiares, y la arrojó sobre la
cabeza de odio de Hi Wenders. Wenders no oyó nada de eso, lo que es una habilidad
de árbitro. Sacó una bola nueva de su bolsillo y la observó para buscar golpes y otras
cosas. Viéndolo hacer eso, me perdí por completo. Salí corriendo y comenzó a sacudir
mis puños en su cara.
-¡Esa es tu corrida, jodido estúpido! –le grité-. ¡Muy vago como para perseguir una bola
y ahora tienes una RBI para ti mismo!¡Métetela en el culo! ¡Tal vez encuentres tus
gafas!
Al público le encantó. A Hi Wenders, no tanto. Me señaló, se pasó el pulgar por el
hombro, y se fue. La multitud comenzó a desalentarlo y a mover su letrero de CAMINO
CERRADO; a arrojar botellas, vasos, y salchichas a medio comer al campo. Parecía un
circo. -¡No te alejes de mí, culogordo hijo de puta bastardo! –le grité, y lo perseguí.
Algunos me agarraron antes de que pudiera agarrar a Wenders, que es lo que
pretendía hacer. Había perdido contacto con la realidad.
La multitud cantaba: ¡MATA AL UMP! ¡MATA AL UMP! ¡MATA AL UMP! Nunca olvidaré
eso, porque lo hacían de la misma manera en que decían “Bloh-KADE! ¡Bloh-KADE!
-Si tu madre estuviese aquí, te estaría arrojando mierda, ¡estúpido! –grité, y después
me llevaron hacia la cabina. Ganzie Burgess, nuestro knuckleballer, dirigió las últimas
tres entradas de ese show del horror. Si hubieran grabaciones de esa primavera
perdida.
Lo último que vi en el campo fue a Danny Dusen y a Blockade Billy de pie en la hierba
entre la zona de bateo y el montículo. El chico tenía la máscara bajo el brazo. El Doo
estaba susurrando algo en su oído. El chico estaba escuchando -siempre escuchaba
cuando hablaba el Doo- pero él estaba mirando a la multitud, cuarenta mil aficionados
de pie, hombres, mujeres y niños, gritando:
¡ MATA AL UMP, MATA AL UMP, MATA AL UMP!
Había un cubo de bolas a mitad de camino por el pasillo entre la caseta y el vestuario.
Lo pateé y las bolas se dispersaron por doquier. Si hubiera pisado una de ellas y caído
de culo, habría sido el final perfecto para una tarde perfecta de mierda en el estadio.
Joe estaba en el vestuario, sentado en un banco fuera de la ducha. Para entonces
parecía de setenta en vez de cincuenta. Había tres chicos con él. Dos de ellos eran
policías uniformados. La tercera estaba en un traje, pero sólo con echar un vistazo a su
carne asada en su rostro sabrías que era un policía, también.
-¿Terminó el juego antes? –preguntó uno. Estaba sentado en una silla reclinable con
una gran bolsa con cosas de policía y pantalones. Los trajes azules estaban en una de
las bancas enfrente de los casilleros.
-Para mí, sí –dije. Seguía enojado y ni me importaban los policías. Le dije a Joe-: El
jodido de Wanders me corrió. Lo siento, Cap, pero era un claro caso de interferencia y
ese vago hijo de puta…
-No importa –dijo Joe-. El juego no va a contar. No creo que ninguno de tus juegos
vaya a contar. Kerwin va a ir al juzgado, seguro, pero…
-¿De qué estás hablando? –pregunté.
Joe suspiró. Después miró al hombre con el traje de policía.
-Usted dígale, detective Lombardazzi –dijo-. Yo no puedo soportarlo.
-¿Necesita saber? –preguntó Lombardazzi. Él me miraba como si fuera un insecto que
jamás había visto. Era una mirada que no me agradó, pero me quedé callado. Porque
sabía que tres policías, uno de ellos detectives, no vienen al cuarto de casilleros de una
Liga Mayor de baseball si no es por algo sumamente importante.
-Si quieres mantener a los otros chicos durante más tiempo para que pueda sacar al
chico Blakely, creo que lo necesita.
Desde arriba nos llegó un grito de los aficionados, seguido de un gemido, seguido de
una ovación. Ninguno de nosotros le prestó atención a lo que resultó ser el final de
carrera en el béisbol de Danny Dusen. El grito fue cuando recibió en la frente una línea
de Larry Doby. El gemido fue cuando cayó en el montículo del lanzador como un
boxeador. Y la alegría fue cuando él se levantó y señaló que él estaba bien. Que no lo
estaba, pero lanzó al resto del sexto, y el séptimo, también. No se rindió, tampoco.
Ganzie lo hizo salir antes del octavo cuando vio que El Doo no estaba caminando
derecho. Danny dijo que estaba perfectamente bien, que el gran huevo de gallina color
púrpura en su frente no era nada, que había perdido cosas peores, y el chico diciendo
al mismo tiempo: no es nada, no es nada. Hermana Eco. Nosotros allí en el club no
sabíamos nada de eso, no más que Dusen tal vez fue etiquetado como el peor de su
carrera, pero era la primera vez que una parte de su cerebro tenía una gotera.
-Su nombre no es Blakely –dice Lombardazzi-. Es Eugene Katsasis.
-¿Katz-whatsis? ¿Dónde está Blakely, entonces?
-William Blakely está muerto. Lo ha estado por un mes. Sus padres, también.
Lo miré boquiabierto.
-¿Qué estás diciendo?
Entonces me dijo las cosas que estoy seguro que ya sabes, Sr. King, pero tal vez pueda
llenar los espacios en blanco. Los Blakelys vivían en Clarence, Iowa, un parche de
ancho de no más de una hora de Davenport. Hecho que fue conveniente para Ma y Pa,
ya que podrían ir a la mayoría de los juegos de su hijo de ligas menores. Blakely tenía
una granja con éxito, un trabajo de ochocientas hectáreas. Uno de los jornaleros no
era mucho más que un niño. Su nombre era Eugene Katsanis, un huérfano que había
crecido en La Casa Ottershaw cristiana para niños. No era un agricultor, y no estaba
muy bien de la cabeza, pero era un infierno de jugador de béisbol. Katsanis y Blakely
jugaron uno contra el otro en un par de equipos de la iglesia, y juntos en el equipo
local de Babe Ruth, que ganó el torneo del estado los tres años que los dos jugaron
juntos, y una vez llegó hasta las semifinales nacionales. Blakely se fue a la escuela
secundaria y protagonizó en ese equipo, también, pero Katsanis no era material
escolar.
El padre de Blakely lo contrató porque el niño trabajó barato, seguro, pero sobre todo
porque tenía suficiente talento natural para mantener a Billy fuerte. Por veinte y cinco
dólares a la semana, el chico tuvo un campo y un lanzador de práctica de bateo. El
anciano tenía un ordeñador de vaca y un pato. No es un mal negocio, al menos para
ellos.
Cualquier cosa que encontraste cuando buscabas información seguramente favorecía a
la familia Blakely, ¿no? Porque han estado allí por cuatro generaciones, porque eran
granjeros ricos, y porque Katsanis no era más que un niño del estado que comenzó su
vida en una caja de licor en un paso de la iglesia y el piso de arriba tenía varios tornillos
sueltos. ¿Y por qué era así?
¿Porque nació estúpido o porque tuvo la mierda de él tres o cuatro veces a la semana
en ese hogar hasta que fue lo suficientemente grande como para sostenerse? Sé
mucho de los golpes que tuvieron porque tenía el hábito de hablar con sí mismo –eso
salió en el diario, después.
Katsanis y Billy practicaron tan duro que una vez Billy entró en la granja de los Titanes
durante la temporada libre, ¿sabes?, probablemente lanzando y bateando hasta que la
nieve fue demasiado espesa fuera –pero Katsanis fue echado del equió local, y no le
permitieron ir a las prácticas de los Cornholers durante la segunda temporada con
Billy. Durante su primera, a Katsanis se le había permitido participar en algunos de los
entrenamientos, incluso en algunos juegos intersquad, aunque se tratara de un
hombre tímido. Todo era muy informal y tonto en aquel entonces, no como ahora,
cuando las compañías de seguros cagan en un ladrillo si un jugador de Grandes Ligas
agarra un bate sin llevar un casco.
Lo que creo que sucedió, no dude en corregirme si usted sabe mejor es que el chico,
cualquiera que sea otro problema que podría haber tenido, siguió creciendo y
madurando como jugador de pelota. Blakely no lo hizo. Ya ves todo el tiempo. Dos
niños que tanto se parecen a Babe Ruth Fuckin en la escuela secundaria, misma altura,
mismo peso, la velocidad del mismo, los mismos ojos de visión veinte-veinte. Pero uno
de ellos es capaz de jugar en el siguiente nivel... y el siguiente... y el próximo...
mientras que el otro comienza a quedarse atrás. Esto es todo lo he oído más tarde:
Billy Blakely no comenzó como catcher. Él se cambió de centro del campo cuando el
chico que fue catcher se rompió un brazo. Y el tipo de cambio no fue una buena señal.
Es como que el entrenador mande un mensaje: Lo vas a hacer… pero sólo hasta que
aparezca alguien mejor.
Creo que Blakely se puso celoso, y creo que su padre se puso celoso, y creo que su
madre quizá también. Quizás especialmente su madre, porque madres deportivas
pueden ser las peores. Creo que tal vez sacaron unos hilos intentando dejar a Katsanis
jugar localmente, y de presentarse para los entrenamientos de Davenport
Chupapollas. Podrían haberlo hecho, porque eran una familia acomodada de Iowa y
Eugene Katsanis era nadie quien creció en un orfanato solo. Un orfanato cristiano que
era el infierno en la tierra.
Creo que tal vez Billy se achaparró también y a veces muy difícil. O puedo haber sido el
padre o la madre. Tal vez era la manera en que ordeñaban las vacas, o tal vez él no
paleó la mierda de una vez, pero puedo apostar que había celos. El ojo verde del
monstruo. Por lo que sé, el manager del Cornholers le dijo a Blakely que tal vez lo
enviarían a Single A en Clearwater, y terminar una oportunidad cuando a penas tiene
veinte –cuando se supone que tienes que subir- es una buena señal que tu carrera en
organizar el baseball va a ser corta.
Pero como sea –y quién sea- fue un error malo. El chico pudo haber sido tratado bien,
sabíamos eso, pero estaba mal de la cabeza. Y podía ser peligroso. Supe que antes que
los policías llegasen, por lo que pasó en la primera jugada de la temporada: Billy
Anderson.
-El sheriff encontró a los tres Blakelys en el granjero –dijo Lombardazzi-. Katsanis les
cortó las gargantas. El Sheriff dijo que parecía que lo había hecho con una hoja de
afeitar.
Me quedé boquiabierto.
-Lo que debe haber pasado fue esto –dijo Joe con la voz pesada-. Kerwin McCaslin
llamó a un respaldo cuando nuestro chico se lastimó en florida, y el manager de los
Cornhuskers dijo que tenía un chico que podría aguantar tres o cuatro semanas,
asumiendo que no queríamos esperar de él algo grandioso. Porque, él dijo, que el
chico no haría eso.
-Pero lo hizo –dije.
-Porque no era Blakely –dijo Lombardazzi-. Para ese entonces Blakely y sus padres
llevaban muertos unos días, por lo menos. Lo que hizo Katsanis fue mantener la casa
por sí mismo. No todas sus neuronas se habían extinguido. Era inteligente para
responder el teléfono cuando alguien llamara. Él contestó la llamada del manager y
dijo que sí, que Billy estaría feliz de ir a Nueva Jersey. Y después que se fue –siendo
Billy- llamó a los vecinos y a las tiendas de alimentos del centro. Les dijo que los
Blakelys tuvieron una emergencia familiar y que él se encargaba de las cosas.
Inteligente para un loco, ¿no?
-No es un loco –dije.
-Bueno, él le cortó las gargantas a la gente que le dio un trabajo, y mató a todas las
vacas para que los vecinos no oyeran a las vacas pidiendo ser ordeñadas en la noche,
pero entiéndelo a tu manera. Sé que el DA va a estar de acuerdo contigo, porque él
quiere ver a Katsanis ser ahorcado. Así es como se hace en Iowa, ¿sabes?
Me volví hacia Joe.
-¿Cómo podría pasar algo así?
-Porque era bueno –dijo Joe-. Y porque quería jugar con la pelota.
El chico tenía el ADN de Billy Blakely, y en esos días no se sabía mucho de eso. Los dos
chicos eran parecidos: ojos azules, pelo oscuro, altos. Pero más sucedió porque el
chico era bueno. Y quería jugar con la pelota.
-Tan bueno como para en un mes estar entre los profesionales –dijo Lombardazzi, y
sobre nuestras cabezas se oyó un alarido de alegría. Billy Blockade había bateado su
última liga: un homer-. Después, el día antes de ayer, el hombre de LP gas fue a la
granja de Blakely. Otras personas habían ido allí antes, pero leyeron la nota que
Katsanis dejó en la puerta y se habían ido. El hombre del gas no. Llenó los tanques
detrás del granero, y el granero era donde los cuerpos estaban –los de las vacas y los
de los Blakely. El clima estaba templado, y él los olió. Ahí es donde termina nuestra
historia. Ahora, tu manager quiere arrestarlo lo más antes posible y con el menos
peligro para otros jugadores como sea posible. Eso está bien para mí. Así tu trabajo…
-Tu trabajo es mantener a los jugadores en el campo –dijo Jersey Joe-. Manda a
Blakely… Katsanis… aquí. Él se habrá ido antes de que el resto de los jugadores lleguen
aquí. Después intentaremos resolver todo esto.
-¿Qué rayos le digo?
-Reunión de equipo. Helado gratis. No me importa. Tenlos en espera por cinco
minutos.
Le dije a Lombardazzi:
-¿Nadie sabe de esto? ¿Nadie? ¿Quieres decir que nadie oyó en la radio las
publicidades e intentó decir qué tan grande era el chico para jugar en las Ligas?
-Imagino que uno o dos lo intentaron –dijo Lombardazzi-. Gente de Iowa vienen de una
gran ciudad de tiempo en tiempo, e imagino a algunas personas visitando Nueva York y
escuchando a los Titanes o leyendo de ellos en el periódico…
-Prefiero a los Yankees –dijo uno de los policías.
-Si quieres mi opinión, voy a traquetear en tu cueva –dijo Lombardazzi-. Hasta
entonces, cállate y muere.
Miré a Joe. Me sentí enfermo. Tener una llamada en el juego y ser corrido de él
durante mi primer juego como manager parecía el último de mis problemas ahora.
-Tráelo a él solo –dijo Joe-. No me importa cómo. Los chicos no deberían ver esto. –Lo
pensó y añadió-: Y el chico no debería ver a ellos verlo. No importa lo que haya hecho.
Si importara –sé que no- perdimos el juego dos a uno. Todos los tres runs fueron solo
shots. Minnie Minoso bateó al ganador del juego a Ganzie en la nueve. El chico hizo la
final. Él ponchó en su primer bateador como Titán; él ponchó en su última. Baseball es
también un juego de balance.
Pero ninguno de los chicos les importó el juego. Cuando llegué allí, estaban reunidos
alrededor de El Doo, que estaba sentado en la banca y diciéndole a ellos que estaba
bien, maldición, solo un poco mareado. Pero no se veía bien, y nuestra vieja excusa de
un doctor se veía bastante grave. Él quería a Danny en el Newark General para rayos X.
-A la mierda con eso –dijo Doo-. Necesito unos minutos. Estoy bien, les digo. Jesús,
Huesos, denme un respiro.
-Blakely –dije-. Ve al cuarto de casilleros. El señor DiPunno quiere verte.
-¿El señor DiPunno quiere verme? ¿En el cuarto de casilleros? ¿Por qué?
-Algo sobre el novato en el Month Award –dije. Salió de mi cabeza de mi ningún lugar.
No había ninguno de esos en ese entonces, pero él no lo sabía.
El chico miró a Danny Doo, y éste lo saludó moviendo la mano.
-Ve. Sal de aquí, chico. Jugaste bien. No es tu culpa. Sigues siendo afortunado, y a la
mierda con los que dicen lo contrario. –Después dice-: Vete de aquí. Déjame espacio
para respirar.
-Cuenta con eso –dije-. Joe quiere verlo solo. Quiere darle una sola uno-por-uno
felicidad, supongo. Chico, no esperes por aquí. Sólo… Sólo fue cómo iba a terminar, y
no tenía qué. Blakely Katnasis, él ya estaba retirado. Y sabes qué ocurrió después de
eso.
Si el chico hubiera ido directo desde el pasillo hasta el cuarto del árbitro, lo hubieran
pillado, porque el cuarto de casilleros estaba en ese camino. En vez de eso, acortó el
camino por el cuarto de cajas, donde había un par de mesas y una bañera. Nunca
sabemos con exactitud por qué hizo eso, pero creo que él sabía que algo andaba mal.
Loco o no, creo que él sabía que el techo se le iba a caer tarde o temprano. De todos
modos, él salió del lado lejano del cuarto de casilleros, caminó hasta el cuarto y tocó la
puerta. Para entonces lo que aprendió a hacer en el Ottershaw Christian Home había
vuelto a su dedo índice. Uno de los chicos más grandes seguramente le mostró cómo
hacerlo, creo. Chico, si quieres evitar ser golpeado todo el tiempo, necesitarás uno de
estos.
Nunca puso la curita en su casillero, ¿ves?; sólo la escondió en el bolsillo. Y no le
importó ponerse la curita después del juego, lo que significa que ya no tenía qué
ocultar.
Él dice frente a la puerta:
-Urgente telegrama del señor Hi Wenders.
Loco pero estúpido, ¿ves? No sé cómo otra persona reaccionaría si hubiera abierto la
puerta, pero fue Wenders quien lo hizo, y apuesto que su vida había terminado al ver
que no era el chico del delivery quien estaba parado allí.
Era una hoja de afeitar, ¿ves? O un pedazo de una, lo que sea. Cuando no la
necesitaba, la ponía en la curita. Sólo que cuando él apretó su puño la hoja de afeitar
salió a la luz atravesando la curita. Wenders abrió la puerta y Katsanis le pasó la hoja
de afeitar por el cuello y le cortó la garganta. Cuando vi la sangre después que se lo
llevaron con las esposas –Dios mío, parecía una piscina- todo lo que pude pensar fue
en la gente gritando MATALO de la misma forma en que gritaban Bloh-KADE. Nadie lo
decía enserio, pero el chico tampoco sabía eso. Especialmente después que el Doo
sacó un montón de veneno de sus orejas sobre cómo Wenders lo intentó atrapar.
Cuando los policías salieron del cuarto de casilleros, Billy Blockade estaba allí con su
uniforme blanco manchado en sangre y Wenders acostado en el suelo. No es que no
intentó hacer algo mientras lo atrapaban. No, él sólo se paró allí y susurró:
-Lo tengo, Doo. Lo tengo, Billy. No va a hacer más daño. Lo atrapé por todos nosotros.
Aquí termina la historia, señor King –la historia que sé, al menos-. Qué tan lejos fueron
los Titanes lo puedes buscar, como diría ol’ Casey: todos los juegos se cancelaron, y
todos los jugadores fueron inventados. Cómo terminamos con el viejo Hubie Rattner
detrás de la zona de bateo después de todo, y cómo bateó 185 –más bajo de lo que
llamarían la zona Mendoza-. Cómo Danny Dusen fue diagnosticado con algo llamado
“hemorragia intercraneal” y tuvo que salir del equipo durante la temporada. Cómo
intentó volver en el ’58, eso fue triste. Cinco fueras. En tres de ellas no pudo atrapar la
pelota. En las otras dos… ¿te acuerdas de la temporada de los Red Sox-Yankees en
2004? Cómo Kevin Brown empezó para los Yankees, y los Sox anotaron seis runs off en
la primer entrada? Así fue cómo Danny Doo hizo en el ’58 cuando manejó la pelota. No
tenía nada. Y así, después de eso, nos manejamos para seguir en el Senators y en el
Athletics. Sólo que Jersey Joe tuvo un infarto durante el World Series ese año. Puede
que haya sido el mismo día en que los rusos pusieron al Sputnik. Lo sacaron del estadio
en camilla. Vivió otros cincos años, pero nunca más regresó.
Él dijo que el chico chupaba la suerte, y estaba en lo correcto. Señor King, ése chico era
un agujero negro para la suerte.
Para él mismo, también. Sé que sabías cómo ésta historia terminó –cómo fue llevado a
la Essex County Jail y lo dejaron allí. Cómo se tragó un pedazo de jabón y se ahogó
hasta morir. No puedo creer la forma en que todo fue. La temporada esa fue una
pesadilla, sin duda, y todavía, contártela a ti me trae buenos recuerdos. Sobre todo,
creo, de cómo los Old Swampy se tornaría naranja cuando los fans alzaran los letreros:
CAMINO CERRADO POR ORDEN DE BLOCKADE BILLY. Sí, apuesto a que ese tipo que los
inventó hizo un gran comercio. Pero sabes, la gente que los compró tienen un valor
justo. Cuando se levantaban y ponían los carteles sobre la cabeza, eran parte de algo
más grandes que ellos. Podría ser algo malo –piensa en todas las personas que fueron
a ver a Hitler en sus manifestaciones- pero fue una cosa buena. El Baseball es una cosa
buena. Siempre fue, y siempre lo será.
Bloh-KADE, bloh-KADE, bloh-KADE
Todavía me da cosa pensar en eso. Ecos en mi cabeza. ¿Has tenido suficiente? Bien.
Me alegro. Puedes volver cuando quieras, pero no en la tarde del miércoles; ahí en
donde tenemos el maldito Bowling Virtual y no puedes oír tus propios pensamientos.
Ven el sábado, ¿por qué no? Algunos miramos el Juego de la Semana. Nos permiten un
par de cervezas, y gritamos como locos. No es como en los viejos tiempos, pero no está
mal.
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