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LOS SIMBOLOS PRECOLOMBINOS Cosmogona, Teogona, Cultura FEDERICO GONZALEZ El verdadero Padre amandu, el Primero, de una pequea porcin de su propia divinidad, de la sabidura contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabidura creadora hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina. Habindose erguido de la sabidura contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabidura creadora, concibi el origen del lenguaje humano. De la sabidura contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabidura creadora cre nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano e hizo que formara parte de su propia divinidad. Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas, cre aquello que sera el fundamento del lenguaje humano e hizo el verdadero Primer Padre amandu que formara parte de su propia divinidad. Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano, de la sabidura contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabidura creadora, concibi el fundamento del amor. Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas, y en virtud de su sabidura creadora, concibi el origen del amor. Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano, habiendo creado una pequea porcin de amor, de la sabidura contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabidura creadora el origen de un solo himno sagrado lo cre en su soledad Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas originarias, antes de conocerse las cosas, cre en su soledad el origen de un himno sagrado. La literatura de los guaranes.- Recopilado y traducido por el antroplogo Len Cadogan. Joaqun Mortiz, Mxico, 1965.

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PREFACIO Apenas comenz el autor a concebir la idea de un trabajo sobre la simblica precolombina advirti que su perspectiva no podra ser comprendida sin antes exponer ciertas ideas (smbolo, mito, rito, sociedad tradicional, etc.), es decir, el marco terico donde se inscribe su trabajo. En definitiva, que su libro iba a tratar tanto de lo precolombino, su cosmogona y teogona, como constituir una introduccin a la Simblica. Una obra de este tipo ha de ser necesariamente sinttica (casi un esquema de trabajo) y no se podr entonces considerar aqu con la riqueza y amplitud que se merecen cada uno de los temas que se tocan, reservndonos esta labor para nuevas oportunidades. Pensamos sin embargo que este trabajo brinda la posibilidad de comprender en esencia a las antiguas culturas americanas, -y a las 'primitivas', arcaicas y tradicionales en generaly ser un punto de nucleamiento de nuevas investigaciones y labores para los que se interesan en el smbolo y las culturas precolombinas. Esto es as para el autor, por qu no decirlo, puesto que el estudio de los smbolos tradicionales americanos coadyuv en l a su conocimiento de smbolos universales y porque el conocimiento de estos universales le hizo comprender ciertas ideas acerca del pensamiento y la cosmogona de los precolombinos. Este estudio est dirigido al lector no especializado -aunque tal vez pudieran sacar de l algn provecho los expertos- y como ya dijimos es tanto para el que desea interiorizarse en la Va Simblica y su funcionamiento como para el que posee aficin e intriga por las culturas precolombinas o arcaicas. Quiere dejarse aqu sentado el profundo agradecimiento a los esforzados cronistas, comentaristas e investigadores de todos los tiempos, extranjeros y americanos, gracias a los cuales se ha podido escribir este libro -que pretende ser en su medida un homenaje al pensamiento indgena- y cuya obra se cita en el texto y la bibliografa. Por ltimo quiere indicarse que el autor cree en la capacidad actuante del smbolo, en su virtud transformadora, a la par que sostiene que los smbolos estn hoy presentes, tan slo esperando ser vivificados.

INTRODUCCION A LA SIMBOLOGIA PRECOLOMBINA FEDERICO GONZALEZ La sociedad a la que pertenecemos, es decir la contempornea, ha concebido la idea de que Dios -la unidad original- es un invento del hombre, aunque algunos de sus miembros piensan ms bien que la deidad es un descubrimiento humano producido en cierta etapa de la historia. En ambos casos es el hombre el que crea a Dios en absoluta contradiccin con lo aseverado unnimente por todas las tradiciones y civilizaciones de que se tenga memoria, las cuales afirman y establecen la correcta relacin jerrquica entre el creador y su criatura. Esta flagrante inversin nace lgicamente del desconocimiento actual que poseemos acerca de lo sagrado, razn que nos obliga inconscientemente a 'humanizar' el concepto de Dios, hacerlo antropomorfo -lo que equivale a reducir a la deidad a las categoras del pensamiento y la concepcin humana- y minimizarlo a la escala del hombre de hoy da y a la estrechez de su visin. El cual no encuentra nada mejor entonces que hacer morir a los dioses, no 'creer' ya en ellos sino ms bien en lo 'humano' -lo cual ay! es tomado como un progreso- como si fuera posible que las energas csmicas y armnicas cuyos principios expresan las deidades dejaran de ser, o existir, por el simple expediente de negarlas.

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Estamos acostumbrados a pensar acerca de los panteones griego, romano, egipcio, caldeo o maya -o aun en el de los judos, cristianos, islmicos, hindustas y budistas-, como si sus dioses fuesen la propiedad privada de esos pueblos y religiones, y que adems esos dioses fueran enteramente diferentes entre s con identidades perfectamente particularizadas en un sistema clasificatorio imaginario. La realidad de lo sagrado queda as reducida a la capacidad 'especulativa' del hombre -o a un membrete indicativo en un casillero- y no se observa sin embargo que esos mismos hombres reconocieron a la deidad a travs de los 'nmeros' o medidas armnicas como patrones o mdulos de pensamiento universal y expresin de las ideas arquetpicas siempre presentes como partes constitutivas del cosmos, que los smbolos representan y cuya energa-fuerza no ha dejado ni dejar de manifestarse mientras existan el tiempo y el espacio. Lo mismo acontece con los astros y estrellas -en particular, el Sol, la Luna, Venus y las Plyades-, smbolos de los dioses a determinado nivel, planetas y constelaciones que por cierto han sobrevivido a los caldeos, egipcios, griegos, romanos y mayas y que an podemos observar a ojo descubierto en cualquier noche clara. Estos astros y estrellas significan las energas csmicas que son la expresin de los principios divinos y es imprescindible recordar que son los mismos astros y estrellas de hoy aqullos que contemplaron en la bveda celeste antes del 'descubrimiento' de Amrica los pueblos precolombinos, los cuales los identificaron en su cosmogona con determinadas ideas-fuerza, cuya manifestacin las estrellas expresan en la inmensidad del cielo, del cual dependen la tierra y el hombre. Somos otras las personas que habitamos bajo el firmamento en la tierra que labraron las antiguas civilizaciones americanas, pero los nmeros y los astros -como encarnaciones de los principios eternos- siguen siendo los mismos y estn tan vivos como las deidades, las cuales por otra parte se siguen expresando como fenmenos naturales y atmosfricos y energas anmicas y espirituales siempre presentes en la creacin. Pues es sabido que los dioses no mueren y eso es precisamente lo que los ha hecho inmortales en todo tiempo y lugar. O mejor, lo son porque han muerto a la muerte y ya no pueden morir. El dios sacrificado resucita, se regenera, y transforma sus energas cristalizndolas en el cielo bajo la forma de un planeta, smbolo del principio que ese dios testimonia de manera activa y manifestada. Los dioses, incluso, son anteriores a esta creacin y de hecho su sacrificio es lo que la produce "cuando an era de noche", como nos lo dice el mito teotihuacano. Las cosmogonas precolombinas constituyen una modalidad de la Cosmogona arquetpica -en la que el hombre est incluido- ms all de cualquier especulacin personal y pese a las diferentes formas o modos en que ella se exprese de acuerdo a las caractersticas de espacio, tiempo o manera, que a la vez velan y revelan su contenido prototpico, su esencia. Por eso es que esas cosmogonas tambin estn vivas hoy da, en sus smbolos y mitos, que esperan ser vivificados por su conocimiento, por su invocacin, para que generen toda la magnitud de su energa potencial. Los hombres antiguos han desaparecido pero no sus dioses eternos -Quetzalcatl, Kukulkn, Viracocha-1 que an conviven con nosotros y conforman gran parte de la historia de los pases americanos y aunque no lo advirtamos, la nuestra misma. En verdad an muchos millones de personas -en el norte, centro y sur de Amrica- los invocan con los antiguos ritos tradicionales y tambin bajo distintas formas religiosas o teidas de folklore. La deidad es igual para todos los pueblos que la conocen, as la llamen de una u otra manera, o tome esta o aquella forma particular; esto es vlido para todas las tradiciones vivas o muertas puesto que la deidad "en s" es finalmente una sola aunque sus manifestaciones sean mltiples. Cuando los sabios nahuas, los tlamatinime fueron interrogados por los doce primeros religiosos catlicos arribados a Mxico acerca de sus creencias y se enteraron por boca de sus inquisidores que sus dioses ya no existan pidieron morir con ellos. Luego aceptaron hablar con calma: "Romperemos un poco, ahora un poquito abriremos el secreto, el arca del Seor nuestro". "Vosotros dijisteis que nosotros no conocemos al Seor del cerca y del junto, a aqul de quien son los cielos y la tierra. Dijisteis que no eran verdaderos nuestros dioses. Nueva palabra es sta, la que hablis, por ella estamos perturbados,

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por ella estamos molestos. Porque nuestros progenitores, los que han sido, los que han vivido sobre la tierra, no solan hablar as". Y a continuacin describen y enumeran en forma sencilla para ser entendidos una serie de imgenes de la divinidad, la tradicin y el rito, que dicho sea de paso se corresponden con sus anlogas cristianas. Y luego, recapitulando: "Nosotros sabemos a quin se debe la vida, a quin se debe el nacer, a quin se debe el ser engendrado, a quin se debe el crecer, cmo hay que invocar, cmo hay que rogar". Como se ver por sus propias palabras puede observarse en realidad que los tlamatinime no alcanzaban a comprender esa situacin que los exceda. Cmo los hombres podan suprimir por decreto a los dioses? y cmo lo nico efectivo, lo cierto, poda ser aniquilado por las ilusiones y la sombra? Oigmoslos: "Ciertamente no creemos an, no lo tenemos por verdad, aun cuando os ofenda".2 Ofendidos o no, los conquistadores abolieron su imagen del mundo, del espacio y del tiempo, su concepcin de la vida y del hombre, sus mitos y ritos, y destruyeron la casi totalidad de su cultura. Y como desgraciadamente estas culturas estn aparentemente muertas debemos seguir un difcil proceso de reconstruccin a travs de sus fragmentos, cdigos y monumentos parcialmente completos, las crnicas de los conquistadores y distintos testimonios, as como por jirones an vivos del folklore, la danza, el diseo de los tejidos y cestera, sus monumentos, etc., para poder entenderlas. Pero tambin y sobre todo haremos hincapi en sus smbolos - y mitos cosmognicos y teognicos claros y precisos que se corresponden con smbolos y mitos de otros pueblos, incluidos sus modelos del universo y estructuras culturales -evidentes por ejemplo, en el smbolo constructivo, de base geomtrica y numeral-, los que nos permiten por analoga aproximamos al conocimiento de las tradiciones americanas y tener una visin lo suficientemente neta de ellas, al menos como fundamento para intentar comprenderlas en su esencia sin que slo signifiquen tristes ruinas o antiguallas sin sentido o un pasado desconocido, hipottico y grandioso del cual todo se ignora. Por otra parte y como ya hemos dicho, a pesar del saqueo, la sistemtica aniquilacin y el mltiple vejamen sufrido, las tradiciones precolombinas an estn vivas y vigentes, reveladas en sus smbolos, en sus mitos y en su cosmogona, en sus ideas arquetpicas, sus mdulos armnicos y sus dioses que no esperan sino ser vivificados para que actualicen su potencia; es decir, ser aprehendidos, comprendidos con el corazn, para que acten en nosotros.1 2

De los que se dice han de volver. El libro de los Coloquios de los Doce, captulo VII del texto nhuatl publicado por W. Lehmann. Traduccin de Miguel Len Portilla.

CAPITULO II LA SIMBOLOGIA AMERICANA I Uno de los temas que ms se destacan cuando nos enfrentamos con el estudio de las sociedades precolombinas es la coincidencia en casi todos los autores europeos de la conquista y aun de siglos posteriores en pensar que los americanos eran de origen judo,1 ya haban sido cristianizados, o de algn modo confuso derivaban sus conocimientos y tradiciones del Viejo Mundo. Estas opiniones se basaban sin duda en la similitud de smbolos, mitos y modos culturales, que aunque tomasen formas diferentes eran sin embargo anlogos a los suyos. Esto es sealado por los franciscanos Fray Bemardino de Sahagn y Motolina, por el dominico Diego Durn, por el jesuita Joseph de Acosta, as corno por Mendieta, Las Casas, Torquemada, Lpez de Gmara, Ramos Gaviln, Gregorio Garca, Antonio de la Calancha, Poma de Ayala y la generalidad de los

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cronistas; asimismo entre los comentaristas posteriores como Veytia y Clavijero, etc., para no citar sino algunos, todos ellos hombres de la Iglesia o versados en asuntos religiosos, filosficos y teolgicos.2 A decir verdad, tambin las coincidencias entre el cristianismo, sus smbolos, mitos y ritos y la tradicin precolombina son harto numerosas.3 Comenzando por sus teogonas, donde las ideas de un Ser Supremo, de un dios creador y una deidad civilizadora y salvadora configuran una gnesis y un apocalipsis, una muerte y una resurreccin ligadas al sacrificio y la transformacin cclica y siguiendo por ciertos mitos como el de la virginidad de la madre de un dios hroe y su nacimiento sin necesidad de padre, antinatura, que aparece repetidamente. El primer caso se observa en la civilizacin del valle central de Mxico entre los indios de Nicaragua y Costa Rica, los de Bogot, los de Quito y otros grupos pertenecientes al Imperio Inca como los harochiri e incluso los guaranies de Paraguay y Brasil, siendo conocido por los zuni y otros indgenas de los Estados Unidos y los patagones argentinos. El segundo es muy neto entre los nahuas y aztecas (los dioses Quetzalcatl y Huitzilopochtli son hijos de vrgenes), y en los indios quich de Guatemala, Ixbalanch y Hunahp, los hroes por excelencia, son hijos de la doncella Ixcuiq. Asimismo los chibchas de Colombia reverenciaban a un hijo del sol que fue fecundado por intermedio de sus rayos en una virgen; y Viracocha, en el Per, embaraza a una joven agraciada sin que sta lo advierta.4 Esto sin mencionar algunos mitos como el del diluvio conocido en toda la Amrica Precolombina y el de la existencia pretrita de gigantes en lo cual coincidan con las tradiciones bblicas y greco-romanas. Pero lo que realmente sorprende a los conquistadores, o a los pocos que son capaces de ver, es nada menos que el smbolo de la cruz por doquier, lo cual por consideraciones debidas a las circunstancias se debe ocultar o callar. En efecto, esta representacin se halla explcita en su forma ms sencilla o de maneras derivadas, sola u organizada en conjuntos, en la entera extensin del continente americano. Y es ms, el smbolo de que hablamos -que por cierto es precristiano- constituye el esquema cosmolgico de estas culturas, siempre presente en sus manifestaciones de cualquier tipo que stas sean. Nos estamos refiriendo a los cuatro brazos o posibilidades de expansin horizontal en el plano y al centro como lugar de recepcin y sntesis de la energa vertical (alto-bajo), que de esta manera por medio de la cruz se irradia en la totalidad del espacio. Aunque tal vez lo que ms llama la atencin de los frailes es la similitud de algunos rituales con los sacramentos que ellos administran. As por ejemplo con respecto a la confesin practicada por los aztecas, mayas e incaicos, al matrimonio, al bautismo -del que el reticente Diego de Landa, obispo de Yucatn, sin embargo afirma con orgullo: "No se halla el bautismo en ninguna parte de las indias sino en esta de Yucatn (lo cual no era cierto) y aun con vocablo que quiere decir nacer de nuevo u otra vez", y a la comunin. En relacin con esta ltima sealaremos lo que nos dice Sahagn vinculado con la ceremonia que se efectuaba en honor a Huitzilopochtli en la que el pueblo comulgaba comiendo un trozo de la estatua del dios, que a esos efectos estaba confeccionada con una golosina que an es popular en el Mxico contemporneo a la que se llama alegra.5 El verdadero tema al respecto lo constituye el hecho de que el sacrificio ritual de animales y su inmediata ingestin en ciertas fechas y lugares precolombinos -como por otra parte es verificable en la casi totalidad de las culturas, siendo hoy mismo comprobable en comunidades 'primitivas'- conformaba un acto sagrado de importancia vital, tanto individual como colectiva. El sacramento cristiano de la eucarista simboliza mediante el pan y el vino lo que otras tradiciones ejemplifican por sus correspondientes: la carne y sobre todo la sangre como forma de comunin con la deidad. Creemos que bajo una perspectiva anloga podrn tal vez entenderse los cruentos sacrificios humanos efectuados en honor y alimento del sol como generador y conservador de la vida.6 De todas maneras estas similitudes entre las civilizaciones del Nuevo y Viejo Mundo no tienen nada de casual ya que los smbolos y los mitos fundamentales de todas las culturas son manifiesta y esencialmente los mismos ante nuestro ignorante asombro.7 Esta sorpresa no es tal en cuanto procedemos a verificar y comprobar este aserto y tambin en cuanto nos ponemos a pensar que lo que en verdad representan estos smbolos y estos

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mitos -es decir las ideas universales que expresan- son las mismas en todas partes, derivadas de un Conocimiento y una Tradicin comn, a la que podramos llamar 'no histrica', o mejor, 'metahistrica'. Por ese motivo es que la Simbologa utiliza la comparacin entre smbolos de distintas civilizaciones como mtodo para iluminar los smbolos particulares, sistema que utilizaremos asimismo en este texto en relacin con el conjunto de las culturas americanas -en la medida de nuestras posibilidades-, y el mosaico multifactico en que se expresa el pensamiento precolombino. No hay en la actualidad quien niegue seriamente el origen sagrado de toda civilizacin en cuanto ste es mtico y metafsico -segn esas tradiciones lo proclaman-, del cual por otra parte se desprenden sus conocimientos, artes, ciencias e industrias, incluidos la fundacin de su ciudad -cuando son sedentarios- y el nombre o identidad de sus habitantes. En ese sentido estas manifestaciones pareceran responder unnimemente a una idea arquetpica de la cual derivan los modelos culturales y las estructuras religiosas, econmico-sociales y polticas, los comportamientos y los usos y costumbres. Es por eso y a pesar de las variadas formas en que esas culturas tradicionales se expresan que se puede encontrar entre ellas tan asombrosas analogas pues se refieren todas a lo mismo. Lo cual nos permite a nuestra vez efectuar relaciones y asimilaciones igualmente sorprendentes. Los historiadores de las religiones limitan y ubican en el espacio y en el tiempo a la cultura que estudian, aunque los mejores de ellos, encabezados por Mircea Eliade, llevan sus investigaciones a la estructura misma de lo religioso expresando su origen atemporal. La Simbologa no toma en consideracin sino en forma secundaria las condiciones histricas donde se produce el smbolo, destacando por el contrario valores no histricos, es decir esenciales y arquetpicos. Pero sobre todo lo que diferencia al simblogo y al historiador de las religiones es la actitud con que enfrentan el conocimiento. Efectivamente, el simblogo no slo toma a los smbolos, mitos o ritos como objetos estticos -que tienen una historia- sino tambin como sujetos dinmicos siempre presentes, que se estn manifestando ahora. O sea, como capaces de cumplir una funcin mediadora entre lo que expresan en el orden sensible y la energa invisible -la idea- que los ha generado. En ese sentido no hay tampoco una historia de los smbolos. No slo por reconocer stos un origen atemporal, sino porque la mayor parte de ellos son comunes y aparecen en muchsimas tradiciones separadas en el espacio y en el tiempo -como si ellos fueran consubstanciales con el hombre y la vida- y se dan a veces hasta de manera idntica en cuanto a sus significaciones ms alejadas (en el tema de la 'brujera', por ejemplo), asunto ste que con un poco de paciencia y buena fe le es dado observar y comprender a cualquiera. Ello lleva a reconocer un origen comn, o aceptar la idea de una tradicin histrica unnime, lo que seguramente es vlido si se consideran enormes ciclos que incluyen no slo decenas de culturas -la mayor parte ignoradas- sino tambin profundas alteraciones geogrficas en la tierra como cambios en la posicin de los polos en correspondencia con fenmenos celestes, etc.8 Razn por la que el simblogo prefiere tomar al smbolo en s -sin descuidar su contexto-, en cuanto ste no es slo un objeto comparable a otro objeto, sino que adems es considerado como sujeto de una realidad siempre existente que lo ha plasmado, a la que expresa de manera directa. La idea que manifiesta y a la vez oculta el smbolo es lo que a la Simbologa le interesa. Por lo que el simblogo aspira no slo a la comprensin histrica o meramente intelectual del smbolo, sino a su conocimiento metafsico, a su aprehensin supra-intelectual -obtenida mediante su concurso-, a la identificacin o encarnacin de lo que el smbolo o mito manifiesta tal cual hacan los integrantes de los pueblos que los disearon con ese propsito. Los cuales los utilizan como soportes o vehculos cognoscitivos entre distintos planos de una realidad que ellos consideraban nica y sagrada, la que era testificada por esos smbolos y mitos. Dicho en otras palabras: el simblogo no se ocupa, salvo de manera secundaria, por los smbolos considerados bajo una perspectiva histrica o simplemente 'intelectual', sino que tomando en cuenta la identidad de los smbolos tradicionales aparecidos en distintos tiempos y lugares -material que ha obtenido de la Historia de las Religiones y de la Religin Comparada-, trata de comprender, vivenciar, o encarnar el concepto, o la idea, que ellos representan y de la cual son los emisarios.9 Esto es particularmente vlido

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en el estudio y la meditacin sobre las manifestaciones humanas, es decir, culturales, en cuanto ellas constituyen un conjunto simblico donde la huella de una historia invisible y eterna -arquetpica-, se proyecta en las formas temporales de lo visible. II Ya indicamos en la nota inicial, haciendo una referencia personal, que no hemos transpuesto literalmente a la tradicin precolombina lo que por nuestros estudios hemos aprendido de otras civilizaciones tradicionales, sino que por el contrario, empapados del mundo de los antiguos americanos, su atmsfera, sus cdigos y formas, es que hemos llegado a comprender la identidad de los smbolos, mitos y ritos de la Tradicin Unnime, as sta se halle viva o aparentemente muerta. Sin duda los esquemas de nuestro pensamiento, la forma de concebir y los modos de acercarnos al pasado precolombino son europeos como los de todos los investigadores que conocemos. Esto se debe a nuestra educacin, ya que las estructuras mentales de todos los occidentales actuales -y eso es lo que somos- son anlogas, comenzando por la determinacin que imponen la lgica y los esquemas lingsticos, como asimismo lo son nuestras pautas de aprendizaje y actuacin, aunque muchos de nosotros no lo advirtamos o pensemos en contrario. Por otra parte anotaremos que el haber nacido en determinado lugar del Nuevo Mundo, o el tener la misma sangre de los pueblos que crearon las civilizaciones precolombinas, o aun hablar su lengua actual, es slo una ventaja secundaria para comprender la cosmogona indgena original.10 Los griegos contemporneos casi nada saben de su pasado mtico y de sus antiguas 'creencias', y an en la poca de Platn la mayor parte las ignoraba con generosidad. En otro caso, como pudiera ser el de una tradicin viva, la hind por ejemplo, tal vez suceda que a la fecha un extranjero no nacido en ella pueda comprenderla y vivirla mucho ms profunda y verdaderamente -en lo que ella es en s- que un simple devoto atenaceado por la supersticin y la confusin de las imgenes, como en general sucede con la mayora de los hindes actuales. Otra cosa es cuando los integrantes de una tradicin conocen perfectamente y no slo de manera exterior o superficial el sentido de sus smbolos, mitos y ritos -que siempre deben ser aprendidos- y sobre todo cuando se tiene bien patente lo que stos son, es decir cuando se comprende su funcin mediadora y trascendental encuadrada en el marco de una cosmogona original, a la que describen, la cual al ser vivenciada produce un estado de conciencia al que se puede acceder merced a la iniciacin en el conocimiento que los propios smbolos, mitos y ritos provocan. Con seguridad que quien haya experimentado estos conceptos y reconocido las formas en que ellos se manifiestan generando tal o cual cultura podr entonces entender la esencia de esa cultura, su razn de ser -incluso histrica-, su idea del espacio, del tiempo, del movimiento, del nmero, la medida y el lenguaje, y por lo tanto de su pensamiento, del que derivan todas sus acciones o creaciones, las que se expresan a travs de manifestaciones simblicas. Para poder asimilar la realidad, para integrarse a ella, es menester previamente tener una descripcin de la misma, cualquiera que sta fuese.11 El hombre procede siempre as aunque no lo sepa o lo niegue. Es tan vlida una concepcin del mundo donde la tierra es un plano y al mismo tiempo el centro del universo, como un sistema descriptivo tridimensional en donde la tierra es una esfera que gira alrededor del sol, su eje. Lo mismo vale -y ste es un tema directamente vinculado con lo anterior- para la representacin grfica plana y su extraordinario poder de sntesis y sugestin en contraposicin con los contrastes de luz-sombra y perspectiva que caracterizan al arte occidental de los ltimos siglos, e igualmente para la geometra llamada plana en comparacin con la espacial. Fuera de nuestro campo mental -y mientras ste no sufra una apertura- es imposible comprender algo que nos es completamente ajeno. Esto sucedi con los europeos con respecto a los indgenas en la poca de la conquista y en la actualidad constituye an el ms importante escollo en nuestros esfuerzos por acercarnos a este riqusimo y complejo acervo tradicional. Todo nos hace pensar que la generalidad de los religiosos, soldados y

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funcionarios que llegaron a Amrica no conocan la verdadera significacin, la ntima realidad de sus propios smbolos, sacramentos e instituciones, sino a lo sumo de una manera piadosa-moral (como buenos usos y costumbres) o legalstica, oficial y administrativa, de ningn modo metafsica ni esotrica, lo que indica con precisin que no los conocan en su totalidad. Esto no nos debe extraar pues hasta hoy no ha variado el panorama involutivo de Occidente, lo que por otra parte se debe a razones cclicas. Se puede pensar que algo similar aconteca en el seno de las sociedades precolombinas a la llegada de los espaoles, sobre todo con el grueso de la poblacin, incluidos la mayor parte de sus lderes y jefes, aunque cabra hacer algunas distinciones entre las variadas culturas que conformaban el mapa de la Amrica antigua. Sin embargo hay una diferencia: los sabios y altos sacerdotes indgenas parecen conocer -a travs de distintos documentos se lo puede comprobar- o haber conocido hasta muy poco tiempo atrs los secretos de la vida, la cosmogona y la deidad, mientras los religiosos cristianos -salvo honrosas excepciones en cuanto a alguna ciencia humanista o 'clsica'- slo aparentan ser, en el mejor de los casos, personas devotas o bien intencionadas, cuando no funcionarios de la corona, o espas fanticos de la conversin masiva de infieles, pero nunca hombres de conocimiento en el verdadero sentido de esta palabra.12 La opinin 'oficial' de la Iglesia con respecto a las tradiciones precolombinas an sigue siendo para muchos de sus prelados aqulla que las juzgaba como inspiradas en el demonio, y eran y siguen siendo para esos elementos el producto idoltrico de la ms oscura ignorancia o de su cndida ingenuidad infantil. Este fanatismo cercano al desprecio absoluto por aquello que se desconoce -junto con todos los argumentos que apuntan y sealan al ejercicio del poder- explica en parte el por qu de la extincin casi total de la sabidura que cre no slo los grandes monumentos y obras de arte que hoy nos asombran, sino tambin y fundamentalmente su modelo cosmognico, sus calendarios astronmicos y rituales, las escrituras jeroglficas, simblicas e ideogramticas; o sea, las estructuras de pensamiento que hicieron florecer la vida en el seno de esas culturas. La prdida resulta desoladora y esto se nota mucho ms aun cuando se alcanza a comprender a travs de los fragmentos que han llegado hasta nosotros la magnitud y la calidad de estas civilizaciones tradicionales equiparables a las ms sabias y refinadas del mundo entero pero con ciertas formas y originalidades tan sutiles y elaboradas en algunos casos, y tan sorprendentes en otros, que no se las puede hallar en ninguna otra parte. Quien se haya dejado fascinar por la atmsfera y la belleza de las civilizaciones precolombinas podr comprender con claridad a qu nos estamos refiriendo. Daremos un sencillo ejemplo de originalidad apenas emulado por la mitologa griega. Se trata en este caso de los mitos mayas de la creacin, los que se expresan de manera notoriamente humorstica,13 pero con una comicidad spera y gruesa, cuando no grotesca y sangrienta. Pues toda gestacin -la del sol, la del hombre, la del maz- parecera ser el fruto del engao, la burla, la dificultad, la contradiccin, el castigo o la venganza, expresados de una forma casi tan cnica y sardnica como desenfadada que, por cruda, pudiera parecer chocante. El sacrificio y el crimen ritual y la constante contradiccin de los opuestos se contraponen en una astuta danza de ritmos encontrados, descabellada y desopilante, en la que domina la presencia permanente de lo discontinuo, lo intempestivo y lo absurdo, de lo absolutamente paradjico e irreal y donde el nico elemento constante es la transformacin de los seres y la mutacin de las formas que aparecen y desaparecen, mueren y nacen y participan de una misma sustancia universal. Esta descripcin de los orgenes, (es decir la forma que toma para ellos cualquier concepcin) tiene en su base algo absolutamente extraordinario, asombroso, desproporcionado, tal vez monstruoso y por cierto sagrado, que despierta -como reaccin inmediata de atraccin y rechazo- la hilaridad y provoca la carcajada como una manera de evocacin del hecho asombroso o divino, del tiempo atemporal, llamando as al hado mediante la exaltacin, el regocijo desmesurado -capaz de producir un estado anlogo al del tiempo mtico-, las chanzas, fiestas y libaciones rituales.14 Tal vez sea necesario realizar un esfuerzo psicolgico cada vez que nos encontremos con ejemplos como ste en nuestra investigacin del mundo precolombino y en general en todos los estudios universales referidos a smbolos, mitos y ritos, pues

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stos, como manifestacin de lo sagrado son bien distintos de lo que el hombre ordinario pretende o imagina. Si no se efecta este trabajo y no somos capaces al menos de variar nuestra perspectiva, de cambiar el punto de vista respecto a la comprensin de estas expresiones, ellas nos parecern burda y simplona ignorancia llena de supersticin de acuerdo a patrones y programaciones donde la deidad, lo sagrado, es vinculado estrechamente con la pompa, la solemnidad, lo 'sublime', las maneras exteriores y la higiene, cuando no con una pretendida austeridad egosta y seca, no creativa, o una actividad devota y moralista.1

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Llama la atencin la identidad entre el nombre hebreo Adam = rojo, y el color racial que se atribuan a s mismos los habitantes de Amrica, el que por otra parte es igual al otorgado a los habitantes de la Atlntida. An en el siglo XIX, el presbtero D. Juarros apoyndose en la autoridad de F. de Fuentes y Guzmn, nos dice en su Compendio de la Historia del Reino de Guatemala: "los citados Toltecas eran de la casa de Israel, y que el gran profeta Moiss los sac del cautiverio en que los tenia Faran..." Tratado IV, Captulo 1. Editorial Piedra Santa. Guatemala, 1981. Incluso los sabios indgenas seguramente comprendiendo lo arquetpico y simblico que expresan las 'genealogas' han llegado a decir: "Somos los nietos de los abuelos Abraham, Isaac y Jacob, que as se llamaban. Somos adems los de Israel." Historia de los Xpantzay de Tecpan (ver Recinos, su traductor, en Bibliografa) Cuando nos referimos a tradicin precolombina estamos sin duda generalizando pues en verdad nos referimos a numerosas culturas ms o menos independientes -como sus lenguas- distribuidas a lo largo y lo ancho de Amrica, las que sin embargo guardan una evidente relacin entre s, lo que nos permite tratarlas de manera conjunta. Volveremos ms adelante sobre el tema. Para los talarnancas de Costa Rica, Sib, un nio-dios, nace de una mujer embarazada por el viento. Tambin lo hacan en otras fiestas con las efigies de Tezcatlipoca (segn Motolina) y de otras deidades. Son conocidos los sacrificios humanos en honor a Varuna en un pueblo de innegable religiosidad como es el hind. El Inca Garcilaso de la Vega nos advierte con respecto a las 'historias' de sus antepasados: "El que las leyere podr cotejarlas a su gusto, que muchas hallar semejantes a las antiguas, as de la Santa Escritura como de las profanas y fbulas de gentilidad antigua". (Comentarios Reales, Primera Parte, Captulo Quinto). Este comentario adquiere particular inters si se piensa que el cronista, mestizo, hijo de hidalgo espaol y princesa peruana conoci en su infancia y adolescencia el mundo indgena de forma directa recibiendo una doble educacin y pasando luego a residir en Espaa y otros lugares de Europa como 'hombre culto' entre los de su tiempo. El ltimo de estos grandes cambios es para Platn la desaparicin de la Atlntida, situada precisamente en el ocano que toma de ella su nombre -el cual separa al Viejo del Nuevo Mundo-, "ms all de las columnas de Hrcules", lo que parecera ser un denominador comn a la mayora de las tradiciones histricas, aunque muy remoto en el tiempo. Hasta fines del siglo XIX y comienzos de ste ha subsistido la teora de un origen Atlntico para los indios americanos. (Ver Marcos E. Becerra, Por la Ruta de la Atlntida). En los siglos XVI y XVII esta tesis era comn segn lo testifica la bibliografa, (ver por ejemplo: Origen de los indios del Nuevo Mundo de Fray Diego Garca, libro IV, captulo VI, Crnica de la Nueva Espaa de Francisco Fernndez de Salazar, Libro I captulo 2, donde se cita tambin a Agustn de Zrate y una obra suya sobre el descubrimiento y conquista del Per, etc.), as como la comparacin de los nmenes, smbolos y ritos precolombinos con las deidades y mitos greco-romanos y religiones abrahmicas. El Renacimiento e incluso el post-renacimiento estaban demasiado cerca an de lo tradicional como para mofarse o tildar de fantasas a cosas que fueron aceptadas durante siglos por la

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gente ms sabia y culta de la poca como lo era la existencia de la Atlntida o la correspondencia y equivalencia entre diferentes dioses de diversos panteones y culturas. Slo con el racionalismo, el evolucionismo, y finalmente el positivismo, estas ideas son tomadas como anticuadas y objeto de escarnio. Para que no haya confusin, desde ya, el autor declara que el punto de vista en que se ubica no es afectado de ninguna manera por estos tres 'ismos' filosficos que desembocan el uno en el otro de modo natural e histrico, complementndose, y a los que considera los promotores de la vertiginosa cada de la sociedad contempornea. El racionalismo establece una divisin tajante e ilusoria entre el cuerpo y el alma y asla a la mente de su contexto. A partir de l todo es dual: adentro y afuera. El evolucionismo es pura ciencia ficcin. Las especies son fijas y la idea de progreso indefinido, un escapismo como cualquier otro. El positivismo hace cada vez ms emprico al mtodo de conocer y 'materializa' y solidifica ms que nunca las bsquedas del pensamiento, la ciencia y el arte. Tal vez pudiera decirse -no sin pretensin- que el trabajo del simblogo comienza cuando el del historiador de las religiones finaliza. Una tradicin -viva o muerta- no es patrimonio de un pas o grupo. Como forma parte de la Tradicin Primordial y Unnime es patrimonio del hombre, de la humanidad. Y esto se encuentra dado por su propio carcter, su universalidad conceptual. Aun la sociedad contempornea en su involucin pretende ordenar una serie de acontecimientos empricos con este fin aunque su enorme soberbia la ha llevado a construir una autntica torre de Babel. Una crcel donde sus moradores estn sujetos al terror y donde sistemticamente se los tortura. Los americanos eran ms 'primitivos' como afortunadamente lo haban sido los griegos rficos con respecto a los 'clsicos'. Los hispanos haban perdido el nivel espiritual e intelectual acuado durante el reinado de Alfonso el Sabio, que hizo de Toledo la Jerusaln de Occidente. Tambin entre otras varias culturas norteamericanas, mesoamericanas y sudamericanas. En la relacin que hace el licenciado Gmez Palacio sobre La Provincia de Guatemala, las costumbres de los indios y otras cosas notables puede leerse lo siguiente: "Si se emborrachaban y beban con exceso estas gentes, no lo hacan tanto por vicio, cuando por que en esto crean que hacan un gran servicio a Dios, y as el principal que se emborrachaba ms era el Rey y los Seores principales. Otros no se emborrachaban pero no era porque ellos fuesen de menos valer, sino porque ellos haban de gobernar la tierra y Proveer en los negocios del Reino, mientras que el rey estaba ocupado en aquella Religin y se emborrachaba". CAPITULO III LOS SIMBOLOS, LOS MITOS Y LOS RITOS

Debemos hacer algunas precisiones acerca de lo que el smbolo es para la Simbologa y por lo tanto lo que sta estudia y expresa, como asimismo dar una idea de lo que es un conjunto de smbolos en accin, es decir el mundo del smbolo tal como es vivido por una sociedad tradicional o arcaica en la que tanto el smbolo como el mito y sobre todo el rito -que abarca el total de las acciones cotidianas an est vigente y es comprendido en su significacin esencial como vinculacin directa con lo sagrado y no como convencin, alegora o metfora, o sea como algo vago que est fuera del ser. Para las sociedades tradicionales y primitivas el smbolo constituye -y toda expresin o manifestacin, ya sea macro o microcsmica, es simblica- una seal real que se produce dentro de un conjunto de seales igualmente vivas que se entrelazan y relacionan entre s a travs de la pluralidad de sus significados, conformando un lenguaje o cdigo cifrado propio y

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revelador con el que adems cohesionan a la comunidad en que se manifiestan. Esto se debe a que tanto el smbolo como el mito o el rito son el puente entre una realidad sensible, perceptible y cognoscible a simple vista y el misterio de su autntica y oculta naturaleza que es su origen. Ya que ellos son una expresin que se revela al manifestarse, estableciendo de manera efectiva el vnculo entre lo conocido y lo desconocido, entre un plano de la realidad que se percibe ordinariamente y los principios invisibles que le han dado lugar, lo que por otra parte constituye su razn de ser como tales, la que ellos testimonian al transformarse en vehculos. Esto inmediatamente les otorga un carcter sagrado -tabuado, si se quiere- en cuanto expresin directa de los principios, las fuerzas y las energas originales, de las cuales ellos son los mensajeros.1 Va de suyo que la idea que se tiene del smbolo en la sociedad contempornea es muy otra y esto se debe a que ya no se le conoce, o sencillamente se lo utiliza como simple convencin y en algunos casos apenas si se le otorga un valor sustitutivo o como probable, sinnimo de lo que tal vez pudiera llegar a ser, es decir, de algo alegrico e incompleto que necesitara de una traduccin racional y de una interpretacin lgica o analtica para poder ser comprendido. Lo que equivale a decir que ya no es tomado inequvocamente como emisario de una energa-fuerza sino que es encarado como un objeto independiente de su medio que debe ser considerado empricamente en el laboratorio de la mente, tal la extraeza y la desconfianza que produce. Aunque es muy frecuente tambin -casi la norma- que ni siquiera se advierta a los smbolos, o que simplemente se los pase por alto como si estos no existieran porque no los notamos o los consumimos, o no tuviesen ningn valor porque se los desconoce y se ignoran sus significados. Esto se debe a que una sociedad como la nuestra, orgullosamente desacralizada, que ha roto su conexin con los orgenes y la idea de un plano superior a la simple materia o a la comprobacin fsica-emprica, no lo acepta -salvo a veces en sus aspectos psicolgicos ms elementales-, por lo que el smbolo como mediador entre dos realidades -o planos de la realidad- carece de sentido en un esquema de este tipo, y su comprensin queda limitada a la versin que hace de l una oscura seal casi insignificante que no indica sino algo igualmente no-significativo o relativo. El mundo es entonces una masa gris que deviene, una multiplicacin horizontal de gestos indefinidos que se realizan en forma mecnica, casi sin que lo queramos, y que nada dice a nadie en razn de la autocensura que trae aparejado el entrenamiento que la sociedad contempornea nos otorga. Puesto que utilizando estos modelos de pensamiento todo queda fuera de nosotros y nos es ajeno ya que la va simblica de comunicacin se ha interrumpido y entonces los smbolos, los mitos y los ritos se presentan como diferentes a nosotros mismos, en tanto que objetos estticos a los que atribuimos determinadas caractersticas formales o exteriores, exclusivamente literales y cuantitativas, negando de este modo su potencia generadora, su identidad de sujetos dinmicos -lo que es lo mismo que decir su razn de ser- por lo que lgicamente nos parecen falsos e improbables, tan dispuestos al cambio como las insignias, o tan superados -segn nuestra ignorancia supone como la observacin de los ciclos de la luna, el sol y las estrellas y todo aquello en que la antigedad pona empeo, en las 'edades oscuras' en las que an no se haba inventado el progreso. Algo se interpone actualmente entre nosotros y el smbolo, como tambin entre nosotros y la realidad. El individualismo nos ha separado de nuestro contexto al punto de que constantemente hay un espacio entre lo que es y nosotros, entre el ser y la otridad. Este espacio nos garantiza a los modemos la idea de poseer una 'personalidad' con la que nos identificamos, la que nos hace as extranjeros a nosotros mismos y a nuestro contexto al obligarnos a aceptar esta forma de ver tan comprometida con el condicionamiento en que nacemos y vivimos y del que actuamos como cmplices ya que nadie sino los damnificados somos los que mantenemos impuestos estos valores en el campo de nuestra conciencia. El resultado de esta separacin es la angustia y el deseo, la soledad y la desintegracin, puesto que la cohesin que garantizan los smbolos, su funcin mediadora, no es reconocida, ha sido olvidada, o peor an, es tergiversada por nuestra comprensin actual que nos hace ver la realidad del mundo como exterior y hostil, tan

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extraa como indiferente. Algo tan fro, lejano y vaco de contenido como nosotros mismos, cuando en verdad se trata de un universo integrado perfectamente en la armona de sus partes y correspondencias, que expresa una realidad no escindida ni fragmentaria, un organismo gigantesco que nos incluye en el torrente sanguneo de su vida csmica, al que solemos contemplar como algo atroz o curioso sin relacionarlo inmediatamente con nuestro ser; en el mejor de los casos como algo simptico observado desde la vereda de enfrente. Para la Simblica, el smbolo, el mito y el rito testimonian activamente a nivel sensible las energas que los han conformado. Por ese motivo debe haber una correlatividad muy precisa entre el smbolo, el mito y el rito y lo que stos manifiestan, sin lo cual no expresaran nada. Esta correspondencia entre idea y forma (no en el sentido escolstico sino actual de este ltimo trmino), esencia y substancia, inmanifestacin y manifestacin, hacen del smbolo la unidad precisa para religar dos naturalezas opuestas, que encuentran en el cuerpo simblico -en cuanto sujeto dinmico y objeto esttico- su complementariedad. Por otro lado y como bien se dice: lo menor es smbolo de lo mayor y no a la inversa. Y se hace esta aclaracin referida especialmente a la posibilidad de comprensin cabal del pensamiento de una sociedad tradicional -la precolombina- que reconoce al smbolo como el lenguaje universal que ha sido capaz de fecundarla y darle vida. En este sentido los smbolos han creado a las sociedades y no stas a sus smbolos -sin olvidar la interaccin mutua-, pues ellos estn entretejidos en la trama misma de la vida y el hombre. En cierto aspecto no hay nada fuera del smbolo -como tampoco del cosmos- ya que ste expresa la totalidad de lo posible en cuanto todas las cosas son significativas y ellas reflejan lo inmanifestado mediante lo manifestado. Por lo que a los smbolos y a los mitos no es necesario inventarlos, ya estn dados, son eternos y ellos se revelan al hombre, o mejor, en el hombre. El cual simboliza en s al cosmos en pequeo sin pretender que el macrocosmos lo est simbolizando especficamente a l. Los hroes civilizadores, reveladores y salvadores como Quetzalcatl o Viracocha, no son seres humanos que como tales y gracias a sus mritos se hayan deificado o convertido en astros, sino que por el contrario, son dioses o estrellas que -como los hombres- han cado del firmamento y deben recorrer el inframundo y morir por el autosacrificio para renacer a su verdadera identidad y ocupar su autntico lugar en el cielo que, adems, es su origen. Para las culturas precolombinas este rito universal es ejemplificado en la bveda celeste por el Sol, la Luna y Venus en particular -y todos los planetas y estrellas en general- y por sus ciclos de aparicin y desaparicin, muerte y resurreccin, de los que la tierra y el ser humano dependen, ya que han visto en ellos la manifestacin ms alta de los modelos o arquetipos universales y eternos en los que fundamentaron su cosmogona. Las leyes de la analoga y la correspondencia se basan en la interrelacin de un plano menor y conocido y otro mayor y desconocido. Lo conocido simboliza a lo desconocido y ste jams puede ser un smbolo de aqul. Una sociedad tradicional y/o arcaica adopta el punto de vista de la unidad, lo hace suyo, puesto que de ella emanan todas las cosas: la vida, el sustento y la cultura, mientras que la sociedad moderna acepta el de la multiplicidad, el de la individualidad fragmentada y autosuficiente que progrede indefinidamente por el juego de su dialctica. El primer enfoque es sinttico, el segundo analtico. El tradicional tiende a la simultaneidad, a la visin concntrica, el otro a la sucesin, a la inmensa minucia. La perspectiva moderna est construida con la lgica del racionalismo; contrariamente la antigedad ordenaba su visin del mundo por medio de la analoga y sus mecanismos de asociacin. La correspondencia entre los fenmenos, seres y cosas resulta entonces natural puesto que ellos simbolizan distintos aspectos de los principios universales que los han generado. Nada de casual hay en un mundo as porque todo adquiere su sentido en el conjunto y el hombre acata una voluntad superior que analgicamente se le revela en el interior de su conciencia. Y es en virtud de esta complementariedad que todas las cosas, los fenmenos y los seres, se buscan y corresponden, se atraen y se rechazan, pero no se excluyen.

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Hacen la guerra o viven en paz, pero tienen un sentido armnico que imita el ritmo del aspir y el expir universales. Los parentescos entre las cosas resultan as evidentes y ellas vibran a la misma frecuencia y han sido generadas por una matriz nica, y las formas, los colores y todas las cualidades o diferenciaciones posibles slo son modalidades de una misma onda sujeta a idnticos principios, expresados en la totalidad del concierto csmico. Lo similar atrae lo similar y se funde y se conjuga con l. Y los opuestos no se eliminan porque hay un punto de equilibrio comn -que no es ni lo uno ni lo otro, ni esto ni aquello- en donde todas las cosas coinciden, aun para volver a oponerse y retornar a complementarse. Esto no quita la responsabilidad individual porque es en el interior del corazn del ser humano -como protagonista del drama csmico- y no fuera, donde se produce e igualmente se comprende este hecho, y es por tanto en ese corazn donde se concilian las contradicciones. En cierto modo la vida entera depende de ese hombre que as toma conciencia de su ser y de su verdadera responsabilidad como smbolo intermediario entre la tierra y el cielo. Entonces y bajo esta luz las cosas de su entorno estarn sacralizadas y l mismo emular las cualidades de los dioses, encarnar los principios universales con los que sincroniza en simultaneidad. En una sociedad as las cosas no suceden linealmente en forma prevista sino que todos los das son el primero de la creacin y todo est tan vivo que puede suceder cualquier cosa en cualquier momento. El hombre no imagina ni proyecta lo que vendr sino que vivencia constantemente la eternidad del presente. Para el pensamiento precolombino el cosmos y la vida se estn creando ahora mismo, no son un hecho histrico, y se participa activamente en esa generacin. Por cierto, la existencia vista de este modo es un riesgo y sin duda una aventura permanente y no es extrao entonces que se conciba como un momento de paso y un lugar de transformacin, como un sueo del que hay que despertar. El tiempo no ha sucedido antes ni suceder despus porque siempre est sucediendo, constantemente es presente, y abarca la totalidad del espacio, donde se expresa siempre como algo sobrenatural cargado de energas constructivas y destructoras representadas por nmenes y cifras sagradas segn puede observarse en sus calendarios. El movimiento, que es una imagen de la inmovilidad, es la huella visible que sta deja al manifestarse, gracias a la cual podemos acceder a la eternidad de su reposo. Y es mediante las analogas, que vinculan a los smbolos, los mitos y los ritos con su origen increado, que el ser humano podr jugar su papel y cumplir su destino en relacin con las leyes y las estructuras del modelo cosmognico, de las que hablaremos seguidamente.1

En lo futuro, cuando nos refiramos al smbolo, hemos de entender tambin mito y rito, pues desde nuestra perspectiva estos son idnticos y cumplen exactamente la misma funcin reveladora. El mito, que desde luego es simblico, manifiesta un hecho ejemplar, que por serlo, organiza la vida de los que creen y confan en l. Es ms, ste constituye su ntegra creencia y por lo tanto instaura su confianza pues en cualquier sociedad tradicional es la manifestacin misma de la verdad al nivel humano. Los ritos son smbolos en accin y expresan en forma directa las creencias y la cosmogona que asimismo las historias mticas traducen. Estas tres manifestaciones complementarias revelan los secretos ms profundos de la vida, el cosmos y el ser y conforman todas las imgenes posibles del hombre tradicional. Y por lo tanto su identidad.

CAPITULO IV

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EL CENTRO Y EL EJE Tal vez en ninguna sociedad tradicional sea tan notoria la obsesin de simbolizar el eje y el centro como se puede observar en las antiguas culturas americanas. En todas sus manifestaciones estos smbolos estn presentes expresados en los cuatro rumbos del espacio y el tiempo y en el quinto punto equidistante y central en el que se conjugan, que marca el eje vertical, la direccin alto-bajo, cielo-tierra. Nos dice Alfonso Caso: 1 "Una de las ideas fundamentales de la religin azteca consiste en agrupar a todos los seres segn los puntos cardinales y la direccin central, o de abajo arriba". "Los cuatro hijos de la pareja divina (que representa la direccin central, arriba y abajo, es decir, el cielo y la tierra) son los regentes de las cuatro direcciones o puntos cardinales". "Esta idea fundamental de los cuatro puntos cardinales y de la regin central, se encuentra en todas las manifestaciones religiosas del pueblo azteca y es uno de los conceptos que sin duda este pueblo recibi de las viejas culturas de Mesoamrica". En el Popol Vuh puede leerse: "Grande era la descripcin y el relato de cmo se acab de formar todo el cielo y la tierra, as como fue formado y repartido en cuatro partes, cmo fue sealado y el cielo fue medido y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo y en la tierra, en los cuatro ngulos, en los cuatro rincones". Para los mayas el mundo era una superficie plana y cuadrada, un cocodrilo o iguana que flotaba en un lago, al igual que el Cipactli de los aztecas, el dragn chino, o la tortuga mtica de los iroques norteamericanos y tambin de los hindes y muchos otros pueblos tradicionales. En el centro de la tierra, que era una isla, creca un inmenso rbol, una ceiba, como smbolo axial y en cada una de las esquinas de este cuadro haba asimismo un rbol ms pequeo en el que moraba un pjaro. Fray Diego de Landa comenta: "Adoraban cuatro llamados Bacabs cada uno de ellos. Estos, decan, eran cuatro hermanos a los cuales puso Dios cuando cre el mundo, a las cuatro partes de l sustentando el cielo (para que) no se cayese".2 En el mito de la fundacin del imperio Inca, una pareja ancestral, Manco Capac y Mama Ocllo, despus de un intenso viaje, una peregrinacin auspiciada por el sol quien les haba regalado un bastn de oro -smbolo del eje- consiguen hundirlo sin dificultad en un lugar mgico y preciso en donde segn el astro deban detenerse pues ese sera su centro, el sitio donde fundar y desarrollar su imperio. La seal se haba producido y ella mostraba la conjuncin de cielo y tierra dada por la verticalidad del bastn como factor masculino y la receptividad horizontal de la tierra como componente femenino. En aquel lugar mtico que segn ciertas leyendas result ser el Cuzco se manifest pues la confluencia de dos energas sin contradiccin -como se haba profetizado- producindose la reconciliacin de opuestos que hizo posible la irrupcin de la energa celeste, divina, axial, en forma de efluvios que mediante la labor de este pueblo, heredero del sol, se podran extender en las cuatro direcciones del espacio y en la totalidad del tiempo cclico, marcado este ltimo tambin por el cuaternario de las estaciones en el ao o el de las grandes eras del mundo -a las que asimismo se asociaba con los cuatro estados de la materia- o el de las horas del da.3 En la fundacin de Mxico Tenochtitlan el simbolismo no es menos evidente. Nuevamente una isla -smbolo como el del omphalos universalmente utilizado para marcar el centro- donde se encuentran una piedra y un nopal -que como la montaa y el rbol son expresiones del eje- y sobre ellos un guila y una serpiente (o dos corrientes de energa csmica manifestndose por dos fuentes de agua, una de color rojo, otra azul, expresiones ambas de la dualidad y de la complementariedad de los contrarios) que son las seales que buscan durante aos dirigidos por su deidad, Huitzilopochtli, imagen guerrera y solar. All encuentran su centro, su ubicacin, y a partir de l es que han de crear su nacin, cumplir su destino

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como pueblo y como hombres, en la totalidad del espacio y el tiempo que desde ese momento se ordenan y sacralizan, es decir existen verdaderamente, pueden ser considerados como tales. Miguel Lon Portilla dice: 4 "Huitzilopochtli para mostrar su complacencia, habl a sus sacerdotes. Les hizo saber cmo su destino supona que se extendieran por los cuatro cuadrantes del mundo, precisamente a partir del corazn de la futura ciudad, desde all donde haban levantado su templo, espacio sagrado por excelencia. Aunque en cierto modo toda Tenochtitlan nace y existe en espacio sagrado, ello es sobremanera en lo que toca al recinto del templo mayor". "El tiempo primigenio -ab origine, illo tempore- en que su nueva existencia transcurre, desde la manifestacin del dios portentoso se desenvolver en una secuencia que culminar en el espacio sagrado, en la regin de, los lagos". Efectivamente esto es as en perfecta correspondencia con toda civilizacin tradicional y fundacin de las ciudades en el tiempo y el espacio sacralizado, exclusin hecha de las modernas metrpolis y su pseudo-cultura.5 Por otra parte la imagen del corazn como centro -reflejo del eje- est presente en la mayor parte, si no en todas las tradiciones conocidas y esta simbolizacin del centro de la ciudad como posibilidad de irrigacin del organismo social, es decir, de la totalidad de ese ser, se transpone al individuo que conforma esa misma sociedad, al que se le otorga una nueva vida al iniciarse en una realidad distinta, en un tiempo y un espacio regenerados. Los indios de Estados Unidos tambin lo encaran de la misma manera: "Entre las tribus sioux la cabaa sagrada donde tienen lugar las iniciaciones representa el universo. Su techo simboliza la bveda celeste, el suelo la tierra, las cuatro paredes, las cuatro direcciones del espacio csmico, ... La Construccin de la cabaa sagrada repite, pues, la cosmogona". Esta cita pertenece a Mircea Eliade, autor que se encarga tambin de aclaramos que: "la experiencia del espacio sagrado hace posible la 'fundacin del mundo'... All donde lo sagrado se manifiesta en el espacio, lo real se desvela, el mundo viene a la existencia. Pero la irrupcin de lo sagrado no se limita a proyectar un punto fijo en medio de la fluidez amorfa del espacio profano, un 'Centro' en el 'Caos'; efecta tambin una ruptura de nivel, abre una comunicacin entre los niveles csmicos (La Tierra y el Cielo) y hace posible el trnsito de orden ontolgico, de un modo de ser a otro." Todo esto que efectivamente es as nos sugiere una serie de asociaciones. En primer lugar se destaca la relacin eje, centro, corazn, templo, espacio sagrado, iniciacin, regeneracin del ser, nueva vida y realidad, etc. Esto frente al caos amorfo, indeterminacin, reiteracin y esclavitud cclica, vida falsa, mundo profano, etc. Tratemos de aclarar algunos trminos a la luz del conocimiento tradicional que es, precisamente, quien los emplea. Lo Sagrado y lo Profano Hemos visto que el eje vertical ubicado en el centro efecta como intermediario la relacin cielo-tierra, alto y bajo, y es simbolizado por el rbol, la piedra (miniatura de la montaa), el templo y especficamente en Mesoamrica por la pirmide. Le cabe al hombre ser el ms alto y completo exponente de la verticalidad pues es 1 quien corona y acaba la creacin, ya que conjuga en s las energas de lo celeste y lo terrestre, y es a travs de su conducto que se recrea perennemente el cosmos. Ya hemos dicho que para las civilizaciones precolombinas el mundo era un plano de base cuadrangular rodeado por el mar que en la lnea del horizonte se funda con la cpula celeste ("las aguas celestes de la mar divina"). Por debajo de esta tierra -en algunos casos sostenida por columnas, dioses o gigantes- se encuentra el inframundo, el pas de los muertos. Como ya se ha destacado se patentiza en esta concepcin que los americanos pensaban lo mismo que las tradiciones del Viejo Mundo y la Antigedad. Incluso esta asuncin de la tierra como una superficie plana es sustentada prcticamente en forma unnime por los

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primeros padres del cristianismo: San Clemente de Alejandra, San Basilio, San Juan Crisstomo, San Ambrosio, Lactancio, etc., y es heredada tanto de la Tradicin griega como de otras civilizaciones. En todo caso no es exclusiva, aunque si propia, es decir, autctona. Ms bien parece ser que todas las versiones conocidas de estos smbolos y mitos son adaptaciones de un mismo acontecimiento no histrico, entretejido en la trama del hombre. El nmero cinco que est en la base de la cosmogona precolombina -los cuatro puntos cardinales y el centro o quintaesencia- es por definicin el nmero del hombre, del microcosmos para la simblica occidental y tambin el lugar del emperador -como mediador, gobernante y administrador- en la tradicin china. Y este ser humano, imagen de lo vertical, es dual, todo l existe entre dos polos, lo ms alto y lo ms bajo, lo celeste y lo terrestre, lo divino y lo humano, lo vertical y lo horizontal, lo sagrado y lo profano, que como todo par de opuestos que tan slo se contradicen en apariencia, han de tener un punto comn, unitario, en donde se conjugan. Lo sagrado y lo profano no son sino dos formas distintas de ver una sola realidad al remarcar o subrayar determinadas caractersticas de acuerdo a nuestra visin. Esa potestad est dentro del hombre; a l le toca sacralizar o profanar el mundo y la vida, saber de lo alto y de lo bajo y de los profundos misterios cosmognicos envueltos en las ideas que el cielo y la tierra simbolizan y que l puede comprender y conocer gracias a que se dan en su conciencia, en su espacio interno y mental. Es entonces el ser humano el que es capaz de escuchar y saber de las energas celestes, reconocer a los dioses que se le revelan y cumplir sus mandatos en la tierra mediante una serie de adecuaciones. Esta inspiracin o aspiracin de efluvios divinos y su expiracin en el mundo, esta reconversin de lo vertical en horizontal -si se pudiera uno expresar as- es lo que conforma y ha conformado las culturas, las cuales una y otra vez reiteran la sacralidad de sus orgenes y su conocimiento de una realidad de otro nivel, invisible y ms elevada, que se vive como transcurrida en un tiempo atemporal, a la que se suele denominar la Ciudad, el Palacio o el Templo Celeste, que son los prototipos de la ciudad, el palacio y el templo terrestre.6 Todo hombre es una imagen visible de un Ser Universal que sin embargo est dentro de l o l representa, y su vida y el cuerpo que usa en la mansin terrestre son ilusorios. "La vida es sueo/slo venimos a dormir, slo venimos a soar/No es verdad, no es verdad/que venimos a vivir en la tierra!".7 No es sta su vida real ni su cuerpo su ser autntico puesto que la verdadera morada es la celeste. Estas dos tendencias o energas, de lo real y lo ilusorio, de lo ascendente y lo descendente, coexisten en cualquier manifestacin aunque casi siempre predomine la una sobre la otra. Las civilizaciones tradicionales han subordinado lo profano a lo sagrado y esto es precisamente lo que las diferencia de la sociedad moderna que ha sobrevalorizado lo profano al punto de que casi no conoce otra cosa, mientras que otorga a lo sagrado -cuando lo hace- un lugar inferior, considerndolo innecesario y hasta nocivo; o se lo adultera asimilndolo exclusivamente a lo 'religioso', a la 'santidad', a lo fraterno, piadoso, sentimental y a veces a lo comunitario. En ese sentido lo sacro, lo verdaderamente santo, casi nada tiene que ver para el pensamiento tradicional con lo que hoy conoce una persona ordinaria de cultura occidental con ese nombre, o lo que imagina de ello segn los patrones internalizados por su aprendizaje social y religioso. La realidad de lo sagrado, que se impone por s misma, es percibida en la interioridad de la conciencia y se manifiesta como lo nico, lo efectivo y verdadero. Como una presencia no sujeta al devenir, inmutable, que no necesita de nada ni nadie ya que en s misma es eterna. Frente a esta vivencia donde el hombre alcanza su autntico ser, las dems cosas sern entonces relativas y su valor estar dado en la medida en que a su nivel son las expresiones del Ser Universal, al que testifican y revelan, pasando a ser smbolos, soportes del conocimiento, o perennes gestos rituales. En ese sentido diremos que los participantes de una comunidad tradicional, tanto en la vida privada como en la pblica, pasaban su tiempo en sacrificios, oraciones, fiestas y ritos sagrados de guerra o paz -su vida cotidiana- es decir, que estaban en estos menesteres y oficios recordatorios de su cosmogona, de su imago mundi, siempre y constantemente desde su nacimiento a su muerte; en suma, que vivan en un mundo permanentemente sacralizado lo cual se

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expresa de una manera unnime en todos los documentos, textos y obras de arte, que nos han quedado como testimonios de las culturas indgenas, algunas de las cuales perduran fragmentariamente vivas hasta nuestros das. Tampoco lo sagrado es mojigatera, religiosidad o supersticin. No est vinculado exclusivamente con una moral y sus comportamientos de acuerdo a leyes coactivas. Incluso a veces contiene algo de anormal o se presenta en forma monstruosa (enfermedad, locura, desgracia) y hasta grotesca. De alguna manera esto se patentiza en el tab y lo tabuado, realidad que se encuentra marcada por un halo equvoco -para quien est de fuera- como todo aquello que pudiera ser 'antinatural'. Lo sagrado existe en el interior de la conciencia del hombre que participa del Ser Universal, y sin embargo, este estado, esta realidad, es tan difcil de describir como la naturaleza de aquello que ella misma expresa. Tal vez se pudiera afirmar lo sagrado negando todo lo que no es tal. Pero tomando muy en cuenta que lo santo no es slo un 'sentimiento', como se pretende, ni una fantasa, como se sospecha, ni una 'virtud' como se imagina. La realidad de lo sagrado, su verdad, se desprende de la falsedad de lo profano, de su ineficacia. Se piensa en la salud cuando se comprueba la enfermedad. Es gracias a la creacin que concebimos lo increado; en lo substancial lo esencial es inmanente. Una concepcin tradicional de la sacralidad est ntimamente ligada con el conocimiento de otros planos o mundos a los que se vivencia como reales y que no estn fuera del hombre, como si constituyeran otros mundos fsicos, o lugares, sino que se hallan en el ncleo de su conciencia con la que puede percibirlos. Ya que se le presentan como idnticos a s mismo, cual si fuera su autntico ser el Ser Universal que es su origen y su destino y del cual derivan todos los hombres y las cosas retornando a El indefinidamente. Este cambio, esta vuelta al Ser Universal, est a cargo del hombre como administrador de la creacin. Y el rito y el smbolo son los vehculos que emplean las sociedades tradicionales para establecer un puente entre lo fugaz y lo permanente, entre la ignorancia y el conocimiento. Toda su cultura, que se traduce en los ritos cotidianos y los smbolos diarios, no es sino un recordatorio gestual y mental continuo del plano invisible, de la sacralidad del mundo, y una ofrenda constante de accin de gracias y reverencia a la deidad, a los nmenes que perpetuamente nos estn generando. Cualquier pensamiento en contrario jams ha tenido cabida en una sociedad tradicional,8 la cual extrae todo su conocimiento de la aprehensin de estas verdades arquetpicas que constituyen su cosmogona -su forma de ver la cosmogona nicamerced a la cual pueden organizarse y vivir libre y prsperamente a su medida y poseer una identidad que se traducir en sus actividades diarias, sus trabajos, ocupaciones familiares, individuales, sus fiestas y juegos, su organizacin social, su escritura y calendarios, sus dioses, sus mitos y smbolos, en suma, en su cultura como un gigantesco rito total.1

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Caso, Alfonso. El Pueblo del Sol, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1976, pgs. 21 y 22. Relacin de las cosas del Yucatn, Porra, Mxico 1973, Pg. 63. El Cuzco, la capital, era el centro tanto geogrfico como poltico-social del imperio, el que se divida en cuatro grandes regiones o provincias; gobernada cada una por un miembro de la familia real, que conjuntamente con el Inca rega todo el Tawantisuyo (el imperio), vocablo que en quechua significa literalmente la 'Tierra de los Cuatro Cuartos'. Mxico Tenochtitlan: Su Espacio y Tiempo Sagrado, I.N.A.H., Mxico, 1978. Tambin en la China exista una isla mtica en donde vivan cuatro 'maestros', uno en cada punto cardinal. En Irlanda antiguamente haba cinco reinos, uno en cada direccin y otro central. Lo mismo en la India y Tibet donde regan los cuatro Mahrhas, o grandes reyes. Igual con los cuatro Awtd del esoterismo islmico. Ver Ren Gunon, El Rey del Mundo, captulos IX y X. El juego sagrado de pelota mesoamericano se practica en un espacio que simboliza el cosmos y sus participantes protagonizan en ese rito a los dioses primigenios -las

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energas csmicas- merced a los cuales la creacin tuvo lugar en un tiempo original. Cantares Mexicanos, annimo de Tenochtitlan, traduccin Angel M Garibay K. La que podra engendrar un ladrn, un asesino, un traidor, pero nunca un ateo; ste es un fenmeno que no puede darse en ella.

CAPITULO V EL MUNDO PRECOLOMBINO Como ya se ha destacado el panorama que nos ofrecen las culturas precolombinas es vasto y complejo aunque los restos que han quedado de su grandeza son ms que suficientes por evidentes para poder reconstruirlas en su esencia. Desde los esquimales y los indios de Canad y Norteamrica, hasta los araucas y pampas de Chile y Argentina, se extiende un inmenso complejo de mitos, tradiciones, smbolos, ritos, usos y costumbres, formas de vida, etc., que pese a su variedad se articulan coherentemente y nos proyectan una imagen de lo que fueron esas culturas antes de la conquista y la colonizacin, aunque muchas de ellas ya se haban perdido por ese entonces o refundido con otras o se hallaban ms o menos tergiversadas con respecto a sus orgenes, solidificadas en formas menores por designios histricos a travs de razones polticas y econmicas.1 Por otra parte al arribo de los europeos este enorme rompecabezas de culturas se hallaba en estados dismiles de 'desarrollo'. Este 'desarrollo' al que nos referimos no es de ningn modo 'progresivo', como si fuese un avance conjunto y lineal del hombre como miembro de la evolucin de la especie, o como inventor de los 'adelantos' cientficos, sino que aqu es considerado en cuanto a las diferentes etapas cclicas nacimiento, juventud, madurez, decadencia en que normalmente se desenvuelve cualquier cultura, para finalmente desaparecer, y volver a surgir en otra forma, que se genera a partir de los grmenes antiguos y que correr igual suerte que sus precedentes y las que le seguirn. Esto es particularmente claro en la Amrica antigua, donde los restos de viejas civilizaciones desaparecidas convivan y conviven con nuevas maneras y modos culturales en distintas etapas de evolucin por diferentes motivos particulares lo que configuraba un complicado mosaico de pueblos, un enjambre de costumbres y usos, de formas y colores mltiples y cambiantes que a veces coexisten en una misma sociedad, pero con un soporte, una estructura comn, constituyendo un todo vivo y dinmico. Un conjunto de ciclos y ruedas que se interrelacionaban entre s y se comprendan las unas dentro de las otras y stas a su vez con unas terceras, etc., con lo que todas directa o indirectamente estaban integradas en un continente. Tal si fueran engranajes independientes pero interligados, encajando con otros con los que componan el mapa o panorama de la Amrica Antigua. Esto, como se sabe, no ha sido exclusivo de los precolombinos pues las sociedades y reinos de todos los lugares han tenido estas mismas caractersticas de independencia e integracin entre s, slo uniformada con la aparicin de los imperios, o esquemas anlogos, los que tienen que tomar formas totalizadoras y rgidas, e imponerse por la fuerza de las armas haciendo tributarios a sus vecinos; sin embargo parecera, desde un punto de vista histrico y cclico, que los imperios son imprescindibles aunque hayan tomado formas tan militarizadas y abusivas que hasta la misma tradicin es utilizada como factor de poder, lo que podra haber sido el caso de los gobernantes aztecas e incas que, sin embargo, llevaron a sus pueblos al mximo de organizacin, actividad y florecimiento cuantitativo.2 Por otra parte muchas de las sociedades tradicionales se haban constituido como ncleos diferenciados que conformaban familias que sin embargo no siempre procedan de manera homognea. Asimismo debemos decir que estas desigualdades se complicaron aun mas en la poca de la invasin europea pues cada pueblo distinto recibi un trato diferente, y reaccion de manera propia de cara a la conquista, protagonizando su

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historia. Sin embargo, y pese, a eso, es asombroso que subsistan tantas analogas destacadas a simple vista entre los indios americanos del norte, centro y sur. A veces las distancias que separaban a estos innumerables pueblos entre s era apenas aqulla que se poda recorrer en uno o dos das de marcha, aunque en otros casos era enorme. Se municaban por el comercio o por la guerra y de esta manera se influan mutuamente, pero a veces y por espacios muy prolongados de tiempo y por diversas circunstancias se mantenan ms o menos aislados los unos de los otros. Pueblos de este tipo coexistan perfectamente en el mismo continente geogrfico y en el mismo tiempo histrico y derivaban de un nucleamiento mayor que los comprenda a todos incluyendo lenguas y caractersticas secundarias as estos pueblos fuesen al momento del 'descubrimiento', nmades, se hallasen en decadencia, o estuviesen en la juventud o plenitud de su poder. Lo mismo da que fuesen sencillos recolectores, o seres capaces de expresarse en pictografas, ideogramas o sistemas de clculo tan complejos como sus calendarios. Creer que los pueblos nmades son an no evolucionados es creer en un sistema histrico oficial progresivo e imaginario donde el gnero humano de mono o pez llega finalmente a ser ejecutivo, lo cual es algo tan evidentemente falso cuando uno se permite observar la realidad histrica ms elemental, que un lego de buena fe abomina inmediatamente del engao. Muchos pueblos nmades fueron anteriormente sedentarios y varios de ellos han sido una y otra cosa a lo largo de su historia, como es el caso de Israel. No son las culturas nmades y lo mismo vale para las 'primitivas' atrasadas ni inferiores, en cuanto se pretende otorgarles una categora semi-evolucionada o se las confunde con hordas de salvajes. En el apogeo de la tradicin islmica, para poner un ejemplo, ellas han coexistido con la magnificencia y el adelanto de las grandes ciudades sin ningn tipo de interferencia, sino ms bien complementndose, como resulta fcil de corroborar al recordar que efectivamente el Islam es la religin del desierto. Esta modalidad cultural an subsiste hoy da y los pueblos que viven de este modo no dejan de realizar sus tradiciones, sino que las actan en la perenne vigilia del peligro y de la marcha, en la reiteracin ritual de sucesivas jornadas, en sus leyes, usos y costumbres y en su Conocimiento, transmitido por la iniciacin en los misterios cosmognicos como en cualquier sociedad sedentaria expresados en sus smbolos y manifestaciones culturales. A la inversa de los sedentarios, por las propias caractersticas del peregrinaje, estos grupos estn menos condicionados y viven ms directamente el movimiento y el tiempo. Y en la llanura que es el espacio que generalmente ellos recorren cuyo paisaje es la inmensidad del firmamento, su comunicacin con el cielo, las estrellas y el entorno es mucho mayor que en las ciudades. Su integracin con la naturaleza, como imagen de lo sobrenatural, es innegable ya que dependen de sus ciclos y modalidades para subsistir, pues generalmente son recolectores, o cazadores, o pastores, o pescadores. Otra, cosa que se olvida es que la mayor parte de los pueblos a los que se llama nmades son en verdad seminmades, pues su instalacin temporaria a veces prolongada en determinados parajes ha hecho que cultivaran la agricultura, en donde era posible, o se radicaran en ciertos lugares peridicamente.3 Este es el caso de numerosas culturas precolombinas a las que se atribuye ignorancia respecto a la cristalizacin, solidificacin y anquilosamiento de las formas de las sociedades sedentarias o urbanas, las cuales aparecen como necesariamente rgidas desde el punto de vista de la libertad del movimiento nmade, reflejo de un estado primordial. Tampoco se suele recordar que para los griegos, la presencia de la estatua clsica como mdulo de ritmo, armona y perfeccin, es decir como expresin de la Belleza, atributo de los dioses, era directamente heredera de la piedra bruta, como expresin natural y testimonio directo de la energa divina. Efectivamente, la pulida estatua representaba una forma indirecta de la presencia sacra, ya que ella se manifestaba ahora bajo el oropel de la forma y la apreciacin esttica, siempre relativa, aunque los artistas deseasen hacer hablar a la piedra, revelarla en su intimidad. Los pueblos nmades, o los peregrinos, dado su constante contacto con el cielo, necesitan de pocas imgenes intermediarias, y su relacin con lo celeste no ha sido nunca discutida, por lo que de ninguna manera son inferiores a los sedentarios ni deben considerarse un estado embrionario de los mismos.

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Con respecto al origen histrico de los pueblos americanos la ciencia moderna ha hecho de la cuestin algo tan primordial que cualquier apreciacin referida a estas civilizaciones ha sido encuadrada bajo esta perspectiva, lo que ha impedido tanto el poder contemplar la unidad de las tradiciones indgenas volcadas en sus expresiones culturales, como destacar la grandiosidad de sus civilizaciones. Hasta el da de hoy ha subsistido esta actitud debido a que los 'descubridores' han credo, siguen creyendo y hacen creer que el amanecer de estas sociedades comienza con su intervencin o llegada. Lo que no saben es que ese pensamiento que ostentan se debe a que se sienten poseedores de la historia, a la que han institucionalizado, de la que piensan es una rama de la deidad 'ciencia', que es lo nico verdadero. Y creen en la historia oficial, de la cual llegan a ser los representantes, ya que antes de la invencin de esta disciplina no exista la cronologa y por lo tanto la vida, segn imaginan.4 Desde el punto de vista de los indios que por millones habitaban y habitan el continente y que siguen marcando su tiempo, su vida y su nombre por otras prcticas, se trataba y se trata simplemente de una intrusin, de una ocupacin lograda a base de mentiras y violencias, a la que no se integraron ni se integran autnticamente por sus caractersticas profanas. Por otra parte el hecho de que los europeos renacentistas hayan 'descubierto' Amrica, nos hace preguntarnos: Ante qu, quin o quines se ha producido tal evento? y aqu volvemos a encontrar el mismo punto de vista equivocado anterior. Es decir, que se toma a la historia de Occidente, claro est como una institucin legal y cientfica, absolutamente veraz, como una realidad independiente, que la hace inapelable e indiscutible. Todo este invento tiene entonces que negar verdad a lo que no cae bajo su frula, o le es desconocido y por lo tanto inexistente; en este caso todo el continente americano, sus culturas y civilizaciones, con las que hasta ese momento no se contaba. De ah tambin la necesidad de encontrarle un origen, una oficializacin, una clasificacin, de etiquetarlo y legalizarlo para consumirlo, de hacerlo digerible sin que les diera mucho disgusto ni demasiadas sorpresas. En cuanto al 'descubrimiento' es slo tal desde esa perspectiva es decir la occidental e histrica pues por un lado tal 'descubrimiento' sera mutuo y por otro, es sabido que estas culturas se conectaron entre ellas y tambin con otros continentes a travs de los mares, como ha sido siempre con todos los pueblos del mundo. Pero sin duda el prejuicio ms lamentable de todos es el del progreso, asociado a evolucin, que tiene su expresin en las 'teoras' que hacen al hombre ser descendiente del mono y otras degeneraciones transformistas. El autor no es el primero en afirmar que las tesis darwinianas y 'evolucionistas' conforman el primer aporte al gnero literario de ciencia-ficcin, perfeccionado ms tarde por el padre Theilhard de Chardin. Por cierto que no queremos insistir en estos temas que no nos incumben directamente puesto que para nuestro trabajo nos basta con el smbolo en s y las ideas o principios universales que este manifiesta, conformando las culturas, aunque no queremos dejar de sealar estas anomalas de las cuales est teida cualquier visin 'cientfica' de lo precolombino.5 Una investigacin integral del antiguo panorama americano ha de tomar sus elementos fundamentales de los smbolos culturales con el auxilio de lo que hoy se denomina la antropologa, la etnografa, la arqueologa, la lingstica, la etnobotnica, la economa, las ciencias sociales, y por cierto de la astronoma, la matemtica, la arquitectura y el arte, etc. Todas estas fuentes se sintetizan y originan en una sola realidad: la del hombre, lo humano, tal como ste fue valorizado por los americanos, tomado en cuenta desde un punto de vista tradicional, no bajo la perspectiva que hoy le otorgamos a la propiedad personalizada del fenmeno humano. Pues es a travs del hombre tradicional y sus smbolos que podemos acercarnos y reconocernos a nosotros mismos como seres humanos en su integralidad, por medio de la comprensin que nos facilita la va simblica, que acta como un soporte y un camino ordenado de conocimiento, revelndonos nuestra identidad y nuestro verdadero origen extratemporal, como el del mundo. En general, las personas de una informacin media, tienen una idea de lo precolombino que en el mejor de los casos se limita a recordar el nombre de unos pueblos misteriosos llamados Inca, Maya y Azteca. Lejos de ser as han sido multitud, como se lleva dicho,

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las culturas precolombinas en el pasado, y las que aun hoy aisladas, remotas y fragmentadas, subsisten. Tanto los aztecas como los incas constituan sociedades militarizadas que conformaban dos grandes imperios que, cuando la conquista, apenas si llevaban unos pocos siglos de vida estaban en su apogeo guerrero, organizativo y comercial, habindose llegado a constituir como tales gracias a la degradacin generalizada de los pueblos de su entorno, lo que seal su destino histrico sin restar mritos a sus valores y conquistas. En realidad el extrao mundo precolombino visto como un todo viva en ese momento un drama interno, un desgarramiento que hizo posible la conquista europea, y que fue profetizado unnimemente por sus sacerdotes, como es notorio en el caso de Mxico y Per (as como en las Antillas, el Brasil y en Norteamrica antes del arribo del capitn Coronado, etc.). Y si bien estos dos imperios dominaban gran parte del continente, tambin es verdad que no su totalidad, ni mucho menos, y por otro lado haba gran libertad con respecto a las creencias de cada sociedad particular sujeta a tributo, porque a pesar de las deidades locales la base doctrinaria, la concepcin del mundo y su forma de simbolizarla era esencialmente la misma; es ms, las tradiciones y conocimientos que haban hecho suyos estos pueblos derivaban de un origen comn, aunque concretamente en el caso de estos dos imperios, haban sido tomadas por los primeros aztecas e incas de las culturas ms elaboradas y ya decadentes de sus sabios antecesores y vecinos, ahora sojuzgados por el rgimen imperial. Podramos imaginar una inmensa toma cinematogrfica a la altura necesaria como para abarcar todo el continente americano. La imagen permanece congelada, la cmara fija y observamos as con atencin los movimientos que se producen en l en 1492, unos das antes de la llegada de los espaoles, como una danza rtmica de gestos armnicos y coordinados, un colmenar bullente de actividad, lleno de vida.6 Se calcula que para ese entonces vivan en Amrica ms de cien millones de personas organizadas en miles de centros y subcentros independientes. Slo en Mxico y Estados Unidos se hablaban alrededor de cien familias de lenguas distintas. A esto debemos agregar la diversidad de usos y costumbres, ceremonias, fiestas, vestimentas y creencias locales, as como muy diferentes caractersticas raciales. Los climas, los lugares geogrficos y su fauna y flora determinaron innumerables particularidades de estos pueblos que por consiguiente se manifestaron de variadsimas maneras que nos sorprenden y deleitan por la riqueza de los contenidos y las formas que hacen que se distingan y destaquen entre s y que estn sustentadas en una base comn; en una estructura invisible que es la que otorga unidad al conjunto y lo diferencia asimismo del Viejo Mundo, y que se manifiesta a travs de sus smbolos y mitos y se expresa en sus cosmogonas, teogonas, creencias y modos culturales. En efecto, si a nuestra gran toma cinematogrfica panormica la hiciramos descender para enfocar un punto cualquiera del mapa americano, encontraramos un ncleo cultural en plena actividad que al ser estudiado en su esencia nos transmitir una estructura, una simblica, perfectamente homologable y coherente con la de cualquier otro ncleo que quisiramos o pudiramos estudiar. Por cierto que esto se debe en gran parte a que las estructuras arquetpicas son siempre las mismas en todo tiempo y lugar, pero sobre todo y esto es lo que ahora nos interesa a que los smbolos precolombinos conforman un conjunto de mdulos especficos, tpicamente americanos. Podra parecer, bajo una luz superficial, que al tratar al smbolo en su descarnada raz, en su desnuda sntesis, ste perdera gran parte de su mltiple esplendor, de su colorido atractivo, pero una mirada ms serena nos hara entender que es gracias al conocimiento del smbolo y de los esquemas simblicos, que no slo podemos comprender la esencia y el pensamiento de esas civilizaciones y culturas, sino adems gustar realmente, saborear, diramos, y admirar, la inmensidad, riqueza, armona, majestad y originalidad de las variadsimas formas precolombinas, espejo de las del mundo entero.

La Amrica Antigua

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Queremos destacar algunos valores de la Tradicin Precolombina que no son bien conocidos por distintos motivos. Nos interesa seguir subrayando ciertos aspectos esotricos de la Amrica Antigua dada la escasa importancia que la ciencia oficial brinda a los smbolos tradicionales de distintas culturas, los que sin embargo constituyen el lenguaje en que se expresaron las civilizaciones que nos precedieron, de las cuales, lo quiera o no el hombre moderno, ha recibido todo; herencia, por otra parte, que se ha encargado de dilapidar a tontas y a locas, enfrentando en este momento la irreversibilidad de sus actos. Comencemos dando algunos datos sobre distintos aspectos de los indios americanos, desde los esquimales a los nativos de Tierra del Fuego; del rtico al antrtico, pasando por los trpicos y la lnea equinoccial. Si empezamos por los esquimales nos encontramos con un pueblo que pese a tener hbitos directamente relacionados con su entorno y su clima, posee muchos rasgos comunes con las culturas que comienzan a extenderse hacia el sur, inclusive utilizan elementos que se encuentran en otras culturas americanas. Ese es el caso del lanzadardos que se encuentra en regiones tan lejanas como Paraguay y Brasil y prcticamente en toda la Amrica indgena. Igualmente han sido cazadores de cabezas (cabeza-trofeo), caracterstica de todo el continente, aunque ella se encuentra tambin en otras tradiciones. Llevan a sus hijos a la espalda en unos 'envoltorios', costumbre que se encontrar unnimemente ms al sur y es an comn en los pases de ancestros indgenas. Pero, sobre todo los esquimales constituyen un ejemplo, un modelo, de lo que se encontrar entre los indgenas americanos. Nos referimos particularmente a que esta cultura conforma por s sola un mundo riqusimo y por lo tanto un campo de trabajo inmenso, al igual que los otros pueblos instalados ms al sur, los que sobre un fondo o una base simblica y cultural semejante tienen caractersticas propias y una compleja fisonoma individual. Los mismos esquimales son varias tribus distintas que durante siglos y en continuo movimiento han poblado no slo Alaska sino todo el rtico. Si descendemos por el mapa encontramos a los indios que hoy habitan Canad y Estados Unidos que han sido innumerables pueblos que hablaban lenguas distintas y tenan organizaciones sociales, vivienda y usos y costumbres diferentes, lo que los identificaba como naciones. Muchas de ellas eran muy semejantes entre s, generalmente en virtud de la vecindad o del rea ecolgica pero otras tenan condiciones muy dismiles comenzando por las lenguas; sin embargo se da el caso de que sociedades muy alejadas tengan particularidades comunes, incluso lenguas parientes. El conjunto de la Amrica Antigua da la impresin de una gran Tradicin madre que se hubiera ido desgajando en familias de naciones que a su vez han sufrido diversas evoluciones, cambios interiores e influencias exteriores. Todas estas tribus al momento del descubrimiento eran adems sociedades guerreras que luchaban perennemente entre s a lo largo del continente, lo que, dicho sea de paso, facilit la conquista de los europeos, quienes advertidos de estas caractersticas las utilizaron en su provecho mediante alianzas contra terceros. Queremos destacar nuevamente que pese a esta multitud de formas y explosin de colores en que se manifest Amrica Precolombina los smbolos en que expresaron sus conocimientos son anlogos y se refieren unnimemente a la misma cosmogona prototpica. As fuesen estos indgenas nmades, recolectores, cazadores, o seminmades con agricultura