Señores, caciques y principales. El artificio de la monarquía indiana.
Guadalupe O. Cuamatzi Cortés. ENAH
La historiografía en México ha dado lugar desde los años 60’s a una escuela de
estudios que, en su origen, buscó generar un nuevo acercamiento a la
organización social del México indígena antiguo alejándose de las interpretaciones
generalizadoras sobre el mundo antiguo que tomaban como referencia solo a los
mexicas y como fuentes únicamente a los cronistas europeos. Con este
acercamiento las discusiones sobre la existencia o no de las formas estatales en
el México prehispánico, los modos de producción, o las generalizaciones sobre el
imperio mexica, fueron cediendo terreno a una nueva vertiente de investigación
que mostraba, en lo referente a la organización social de la población indígena
durante el virreinato, diferencias importantes entre las diversas regiones de México
y que los documentos locales hacían posible estudios de caso con gran nivel de
detalle.
Por más de cincuenta años los trabajos de Charles Gibson, Pedro Carrasco,
Delfina López Sarrelange, William Taylor, Luis Reyes, Jesús Monjaras, Hildeberto
Martínez, Margarita Menegus, Bernardo García Martínez, René García Castro, por
citar algunos de los investigadores más conocidos de una amplia lista, han
aportado una aproximación metodológica que cambió la escala y la forma de
aproximación al estudio de las formas de organización social y política de los
pueblos indígenas. Esta nueva aproximación ha sido particularmente fructífera
para acceder a una cantidad significativa de información sobre instituciones que
regulaban la población indígena como el cacicazgo y la republica de indios en
casos concretos de todo el país1. Sin embargo la lectura de las fuentes judiciales
en las que se han basado ha carecido, en lo general, de un cuestionamiento firme
sobre el contexto de producción de los documentos utilizados y el horizonte
discursivo desde el que describen los sucesos. El resultado de esta ausencia ha
sido convertir en hechos sociales inherentes a las sociedades nativas nociones
como nobleza indígena, señorío y señor natural2. Se ha visto en la nominación de
estos señores naturales en crónicas y litigios la continuidad de las formas de
organización y gobierno indígena prehispánico, tomando sin cuestionamiento los
argumentos que estos personajes proclaman en sus demandas donde afirman
haber heredado señoríos de ancestros que los poseían antes de la guerra de
conquista y los de los cronistas que describen a “los señores que reinaron en
México antes de la llegada de los españoles”3, “las casas reales”4 y “la monarquía
indiana”5.
En el análisis de las crónicas, memoriales e historias naturales del siglo XVI existe
una reflexión sobre la forma discursiva teológica cristiana en que se inscriben
estos textos y por tanto de la lejanía que debe reconocerse en ellos antes de
1 Una excelente recopilación de casos que da un panorama general de estos estudios es la compilación sobre
el cacicazgo coordinada por M. Menegus y R. Aguirre (2005). También puede consultarse el texto que coordinado por F. González-Hermosillo (2001) sobre economía y gobierno indígena. 2 La procedencia del concepto de señor natural como categoría legal del derecho castellano ha sido
abordada en el artículo clásico de R. S. Chamberlain (1939). 3 Mendieta, F. G (1971), 273.
4 Sahagún, F. B. (1988), Tomo II, p. 757.
5 Torquemada, F. J. (1969)
convertirlos en fuentes de descripciones sobre las sociedades precolombinas6, sin
embargo el uso de la documentación judicial y administrativa de la época no ha
merecido una reflexión equivalente por los especialistas que de ella se valen en
sus investigaciones. Según la lectura que se ha hecho de ellos, estos documentos
aportan “datos duros” que deben recolectarse para la reconstrucción de los
hechos. Nuestra finalidad es proponer una revisión de este tipo de documentos y
del uso que se ha hecho de ellos para colocarlos en el contexto del discurso que
los produce y explorar la posibilidad de conclusiones distintas en el marco de una
nueva lectura. Para ello tomamos en el centro de nuestra observación la
organización política y social de la población indígena durante el siglo XVI y el
tratamiento que se ha dado del tema. El presente trabajo constituye solo una
primera aproximación a la formulación del problema.
En general, a pesar de las diferencias regionales, estos estudios coinciden en
señalar que:
a) La unidad político territorial que sustentaba la organización prehispánica y
sobre las que se montó el orden virreinal fue el señorío indígena,
denominado altepetl en el centro de México y con otros nombres en otras
regiones.
b) Al interior del señorío indígena existían formas de vasallaje y/o tributación
y/o prestación de servicios personales a la nobleza indígena por parte de
una clase que dependía de estos señores naturales, si bien estas
6 Rozat, G. (2002), p. 24.
prestaciones podían tener el carácter de voluntario en algunos casos o ser
entregadas con irregularidad en otros.
c) Junto a estos señores indígenas, sus tierras y sus mayeques (por citar uno
de los términos con que se les designa) existían tierras patrimoniales
reclamadas por el señorío como poseídas desde tiempos inmemoriales al
igual que las tierras de la llamada nobleza indiana y en algunos casos
existía dentro del mismo señorío un tipo de organización diferente: el
calpulli.
d) La legitimidad de la nobleza indígena está sustentada en el linaje y la
herencia sucesoria.
e) Durante el siglo XVI se vivió una continuidad de las instituciones (y en
muchos casos de las personas) que ejercían el control político de la
población nativa, antes y después de la conquista militar, sustentada en el
reconocimiento de derechos a la nobleza indígena y a la concertación con
los conquistadores.
Esta esquemática enumeración nos servirá como guía para la reflexión. Evitando
la discusión sobre la variedad de niveles de organización y contextos en que se
utilizan las palabras de altepelt y señorío, centro la atención en las características
que muestran estos señoríos en las descripciones donde la documentación es
abundante. Los casos más documentados y estudiados de ‘señoríos indígenas’ en
la primera mitad del siglo XVI tropiezan con una realidad inquietante que se ha
denominado entreveramiento territorial7. Este consiste en la existencia de
jurisdicción, por parte de los señores indígenas, de grupos de gente en otros
señoríos y que en la documentación se encuentra expresada a menudo como la
división de los asentamientos en parcialidades pertenecientes a distintos señores
indígenas. La situación es referida con particular énfasis como un problema por los
encargados de la evangelización a quienes complica mucho el hecho de que los
indígenas no quieran ir a los servicios religiosos en la visita más cercana a su
lugar de asentamiento sino recorran largas distancias para hacerlo en el lugar que
para ello destina su “señor”. La política de congregaciones y el desplazamiento de
los señores naturales en el escenario político borrarían esta imagen entreverada
para dar paso a la de los pueblos de indios como unidades más compactas, pero
su amplia presencia durante las primeras décadas después de la caída de
Tenochtitlán deberían llevarnos a preguntarnos cuál es la naturaleza de las
relaciones entre los distintos segmentos de población que se asociaban a un
señor después de las acciones militares de conquista y la que pudieron tener
antes de ellas. Este hecho debería también cuestionarnos si necesariamente bajo
esta forma de asociación esta una relación de tipo señorial o podrían pensarse
otras formas de organización social que están siendo interpretadas y/o construidas
como señoriales durante las primeras décadas del régimen novohispano. La
existencia de tierras patrimoniales junto a tierras señoriales y el carácter irregular y
voluntario del “tributo” de los vasallos hacia su señor (no así a la autoridad) son
7 Dos casos de estudio que sobresalen por la abundancia de las fuentes con que se realizaron y el uso
minucioso de información donde se puede apreciar el entreveramiento territorial son el estudio de la región matlatzinca en el estado de México de R. García (1999) y la del oriente del estado de Puebla correspondiente a Tecamachalco y Quecholac realizado por H. Martínez (1994).
rasgos que del mismo modo llevan a preguntarnos si no se adquirió demasiado
rápido de las fuentes la noción de señorío para interpretar la organización social
del mundo indígena en detrimento de la variedad de formas de gobierno que se
agrupan bajo vocablos como altepetl o pueblo.
El problema con la postulación del “señorío indígena” es que no se tomó solo
como la referencia descriptiva legal que hizo el discurso novohispano de una serie
de prácticas y relaciones observadas entre la población nativa al momento del
contacto sino como una realidad social nativa distanciada de su contraparte
europea por algunos usos locales pero conceptualmente de la misma naturaleza.
Por otra parte, efectivamente el régimen virreinal creó (y no solo en forma nominal)
señores indígenas, caciques y principales como parte orgánica de su
funcionamiento; ellos aparecen como protagonistas en la documentación del siglo
XVI, la dificultad estriba en reconocer si la realidad a la que pertenecen estos
personajes ha sido creada por el orden naciente o si como afirma Bernardo García
Martínez (1987) sobre los españoles “su identificación del tlahtoani o cacique con
lo que en el pensamiento europeo se designaba como señor natural fue acertada”
(p.80).
La consecuencia lógica de atribuir a ciertas relaciones de asociación indígena el
carácter de señorío que les asignó necesariamente la legalidad castellana sin
ningún distanciamiento que restituya su carácter histórico, es postular que existió
una continuidad de gran peso en las formas sociales y políticas de las sociedades
precortesianas y las sociedades indígenas del virreinato. En esta conclusión se
anclan muchas de las premisas del análisis de la cultura de los pueblos indígenas
actuales y de los pueblos nativos desaparecidos con la conquista.
La cantidad de estudios de caso e información de la que hoy se dispone sobre el
tema de la organización de las poblaciones indígenas durante las primeras
décadas del virreinato permite tener una plataforma sobre la cual intentar nuevas
lecturas de estos problemas de investigación y plantearnos si podemos tomar sin
reservas un discurso que hace visibles a las sociedades nativas solo en el
lenguaje de la sociedad señorial europea.
Bibliografía
Chamberlain, R. S. (1939) The Concept of the Señor Natural as Revealed by Castilian
Law and Administrative Documents, The Hispanic American Historical
Review, Vol. 19, No. 2, May, pp. 130-137.
García M., B. (1987) Los pueblos de la sierra. El poder y el espacio entre los indios del
norte de Puebla hasta 1700. México: COLMEX.
García C, R. (1999) Indios, territorio y poder en la provincia matlatzinca. La negociación
del espacio político de los pueblos otomianos, siglos XV-XVII. México:
Colegio Mexiquense-CIESAS-INAH.
Gibson, C. (1977) Los aztecas bajo el dominio español, 1519-1810. México: SigloXXI.
González-Hermosillo, F. (coord.) (2001) Gobierno y economía en los pueblos indios del
México Colonial. México: INAH.
López, D. (1965). La nobleza indígena de Patzcuaro en la época virreinal. México:
Imprenta Universitaria.
Martínez M., H. (1994) Codiciaban la tierra. El despojo agrario en los señoríos de
Tecamachalco y Quecholac, Puebla 1520-1650. México: CIESAS.
Mendieta, F. G. (1971). Historia eclesiástica indiana. México: Porrúa.
Menegus, M. y Aguirre, S. (coords.) (2005) El cacicazgo en Nueva España y Filipinas.
México: UNAM-Plaza y Valdés.
Reyes G., L. (1988) Cuauhtinchan del siglo XII al XVI. Formación y desarrollo histórico de
un señorío prehispánico. México: CIESAS.
Rozat, G. (2002) Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de
México. México: Universidad Veracruzana.
Sahagún, F. B. (2000), Historia General de las cosas de la Nueva España. México: CONACULTA
Torquemada, F. J. (1969) Monarquía indiana. México: Porrúa.
Top Related