INSTITUTO UNIVERSITARIO INTERNACIONAL DE TOLUCA1
HISTORIA DE VIDA
SANTA INES CARRERA BAHENA2
Esta historia de vida comienza antes de mí, comienza con la historia de mi padre J.
Guadalupe Carrera Rosales, un maestro rural del Estado de Guerrero, egresado de la normal
“Raúl Isidro Burgos”, mejor conocida como “Normal de Ayotzinapa”, en el municipio de
Tixtla Guerrero. (anexo 1)
Al ingresar a esta normal conoció a una admirable estudiante con el que compartieron
intereses e ideales. Ese compañero fue Lucio Cabañas (ver anexo 2), al igual que Cabañas,
mi padre lucho por las mismas causas justas ante la sociedad, aunque no fue un guerrillero
como este hombre admirable, si fue guerrillero ante las causas justas. Motivo por el cual le
1 Doctorado en Educación. Historia de vida: Tecnologías de la Información y la comunicación, impartida por el Dr. Octavio Islas Carmona. Octubre 2014.2 Maestra en Educación. Estudiante del Doctorado en Educación 1° cuatrimestre.
negaron puestos importantes dentro del magisterio, y por los que tuvo muchos roces con
políticos de ese Estado. Ya que mi padre representaba amenaza para los derechistas y para
el mismo sistema, puesto que no lo catalogaban como “alineado”. Gracias a ello le negaron
varios cargos, el mayor puesto que pudo obtener fue el de una dirección escolar en
Acapulco unos años antes de su muerte. (ver anexo 3)
Mi padre fue el factor principal para elegir mi carrera, ya que sus principios, valores y ética
profesional, fueron la única herencia y ejemplo que recibí de él.
Me tocó acompañarlo desde muy niña a los lugares donde trabajaba y observar el cambio y
diferencia de contextos donde ahora laboro profesionalmente, pero que al mismo tiempo
tienen mucho en común, tanto en necesidades, injusticias, ignorancia como pobreza.
A los ocho años de edad tuve la fortuna de acompañarlo a su trabajo, en esos viajes pude
constatar las largas caminatas que recorría, ya sea bajo el sol o la lluvia, con los zapatos
sucios de las caminatas que cada ocho días o cada mes recorría para llegar a su destino y el
cansancio y sed que éste le provocaba, para al fin llegar a una casa humilde donde le daban
posada y comida en un ambiente cálido y sincero.
Me acuerdo que prendían leña en el clecuil para hacer la comida del “maestro Lupe”, le
hacían tortillas a mano y preparaban agua de fruta o café en un jarrón de barro a su regreso
por las mañanas, tardes o noches.
La escuela se encontraba a unos 50 metros de la casa donde le daban posada, el camino era
de terracería, las casas de carrizo y por supuesto alegraban el camino la diversidad de flora
que embellecía las caminatas, más aún en temporada de lluvias, donde el verde de los
árboles y de la hierba ocasionaba el desprendimiento de un olor de vida y una brizna fresca
por las mañas, lugar donde la gente del poblado podía descansar en las tardes al regreso de
su trabajo en las tierras.
Seguro se preguntaran porqué una niña acompañaba a su padre en esos andares tan
agobiantes, lo acompañaba porque esa era la única manera de pasar más tiempo con él,
porque viajaba cada mes y en ocasiones cada semana de Guerrero a Morelos para vernos.
Casi no se encontraba en casa por las mismas cuestiones de trabajo y que a la larga tienen
consecuencias emocionales.
Pensándolo bien, creo que a mi papá le convenía mi acompañamiento en especial para
ponerle tablas rítmicas o bailable para los festivales del día de las madres o clausuras, ya
que mi padre nunca fue bueno para el baile, por lo que a mí no tanto.
Los alumnos que atendía mi padre eran niños de origen humilde, hijos de campesinos,
obreros o migrantes. Las familias estaban constituidas por un número mayor a cinco hijos,
las madres aparte de dedicarse a las labores del hogar también trabajan en el campo.
En cuanto a útiles escolares, los libros de texto no llegaban completos o definitivamente no
llegaban, los alumnos carecían de cuadernos y lápices, los padres hacían el mayor esfuerzo
para comprárselos.
Claro que la escuela tenía su uniforme, pero ante estas circunstancias los alumnos asistían
con la ropa que tenían. La cual se encontraba sucia y desgastada por las labores del campo
en temporada de sembrado y cosecha. No llevaban mochila, en el brazo sólo llevan un
simple cuaderno maltratado y un lápiz. Con respecto al recreo no llevaban el clásico lunch,
los alumnos aprovechaban ese momento para jugar y unos pocos se acercaban al matorral
que servía como barda para encontrarse con su madre y comer tacos de guisado hecho en
casa.
Al término del horario escolar, los alumnos se quedaban para ensayar un bailable y al
finalizar mi padre y yo quedábamos cansados. Al regreso, por las noches, después de
cenar, mi padre preparaba el catre donde dormía para cedérmelo y él se tendía un petate en
el suelo, se acostaba, leía o platicábamos de cosas, tomábamos un café mientras llegaba la
hora del sueño.
Mi padre fue un hombre admirable, de esos pocos que quedan en la actualidad. Admirable
porque prefería dar sus servicios en los lugares donde en verdad requerían de su labor, pues
gestionó muchas obras que ahora quedaron en el olvido de las nuevas generaciones, pero
las personas de edad avanzada recuerdan.
Por ejemplo, gestionó en la construcción de escuelas, lavaderos públicos, pavimentación
de calles, albergues, así como asesoramientos a la comunidad. Mi padre me contaba que al
principio de su carrera tuvo que viajar en avioneta para llegar a comunidades más lejanas
de Guerrero para impartir clase y que poco a poco esos lugares fueron adquiriendo vías de
acceso gracias a su gestión.
Mi papá tenía la mentalidad de ayudar a la comunidad y la comunidad le correspondía su
gratitud, fue un hombre querido y respetado en los lugares donde trabajaba, creo que eso
compensa los días que no estuvo en casa. Ahora entiendo su compromiso social, ahora que
me encuentro en la misma situación.
Papá casi no estaba en casa, y mamá se dedicaba al comercio, por lo que solo la veía por las
noches al regreso de su trabajo, con un cansancio tan notorio en su rostro.
Soy la menor de ocho hermanos, por lo que gracias a mi familia me encuentro en el lugar
donde ahora estoy, porque fueron de gran apoyo para que terminara mis estudios básicos,
medio superior y superior y hasta los de posgrado.
En cuanto a mi vida estudiantil no hay mucho de qué hablar, tuve altas y bajas como
cualquier estudiante, buenas y bajas calificaciones, problemas con compañeros, fugas de
clase y todo lo que se tiene que experimentar como estudiante. Experiencias que ayudan a
forjarte y a ser lo que ahora eres, gracias a las enseñanzas de la vida.
Tiempo después crecí y decidí estudiar la Normal en el Estado de Morelos, lugar de
nacimiento, estudios académicos y donde por desgracia no encontré un espacio para
laborar al término de mis estudios. Pero que gracias a mi hermana Ma. De la Luz Carrera
Bahena pude incorporarme al magisterio del Estado de México en Nezahualcóyotl.
Nezahualcóyotl es uno de los 125 municipios del Estado de México. Se localiza al oriente
del Distrito Federal y Estado de México, posee una superficie de 63.74 km22 y una
población de 1,109,363 habitantes, este municipio ocupa parte de los terrenos del antiguo
Lago de Texcoco.
Por asares del destino llegué en una escuela que se encuentra a unos pocos metros del
Bordo de Axochica, un tiradero de basura a cielo abierto donde cientos de familias viven
allí y que se dedican a la pepenada, motivo de sustento en la recolección de pet, cartón,
vidrio y materiales de metal, que venden o compran por kilo para ganar dinero extra (ver
anexo 4).
La escuela “Lázaro Cárdenas” es una escuela primaria ubicada en la colonia Benito Juárez
a una cuadra del Bordo de Xochiaca. Lugar donde decenas de alumnos asisten ya sea por
mañana o por la tarde a estudiar.
Mis alumnos son esos niños que viven en condiciones insalubres, propensos a infecciones
letales por los desechos orgánicos e inorgánicos que día a día nosotros desperdiciamos o
tiramos inconsciente o conscientemente. Viven en una casa de cartón, que en temporadas
de invierno no llega a proteger el viento frio, lo que trae como consecuencia enfermedades
en vías respiratorias. En especial a los más pequeños. (ver anexo 4).
Cuando los camiones de basura llegan al tiradero, los pobladores de “las casitas” se acercan
para tomar cosas que les puedan servir. En fin reúsan lo que nosotros tiramos; duermen en
los colchones que nosotros tiramos porque están sucios, rotos o porque lastiman; comen y
cocinan en los trastos que consideramos inservibles; los niños más pequeños juegan con los
juguetes rotos, sucios e incompletos que consideramos peligrosos para nuestros hijos; se
visten con la ropa que desechamos ya sea porque no nos queda, no nos gusta o porque
tiene un pequeño agujero; Los niños que yo atiendo viven en la basura y de la basura.
Las familias viven en condiciones tristes, donde no tienen servicios de luz, agua potable y
drenaje. Tienen como paisaje cerros de basura que expiden un olor bastante desagradable,
más aun en temporadas de lluvia y de calor.
Ya sea por las tardes o por las mañas los niños asisten a la escuela y en contraturno trabajan
en la recolección de basura, pasando de casa en casa por trayectos largos, con un caballo de
acompañante quien al mismo tiempo le sirve de ayuda para jalar una carrera metálica en la
que depositan la basura. Pero cuando no tiene otra opción tiene que suspender su asistencia
escolar por trabajar, para ayudar a sus familias.
Los alumnos del Bordo tienen aspectos similares a los que atendía mi padre, ya se podrán
imaginar el aspecto físico, que para mí es lo de menos, sino la coincidencia de vida injusta,
donde los derechos de los niños no existen.
¿Derecho a la educación? No existe tal, cuando el niño tiene que trabajar para comer. Estos
niños trabajan desde los años, en jornadas largas y pesadas para su edad.
¿Derecho a la alimentación correcta? Donde no alcanza lo suficiente para un trozo de carne,
leche o frutas, porque su costo es elevado.
¿Derecho a la salud? ¿Cuál salud? si viven en condiciones insalubres, que ya su propio
sistema tiene más inmunidad por el medio donde viven.
Los primeros días que llegué a trabajar allí, me admiraba del aspecto de sus manos sucias
por el contacto de la basura. En el receso es común ver que juegan canicas en el piso, ponen
su torta de frijol en el suelo mientras toman su turno, después de su tiro, vuelven a tomar su
torta del suelo y se la comen sin ninguna mortificación.
Par ellos es normal levantar del piso algún trozo de alimento para llevárselo a la boca ¡y no
les pasa nada! Claro que nosotros les informamos de los riesgos que pueden contraer, pero
las mamás nos dicen que no les pasa nada, que ya están acostumbrados de comer así y con
las manos sucias.
Estas condiciones de vida son tristes para las personas que no nacimos en ese medio, en lo
personal nunca me puse a pensar en esta situación de vida, ahora que me encuentro dentro,
me pongo a pensar de tantas cosas que pasan alrededor de nuestras vidas y que no estamos
al tanto de lo que ocurre.
A esto auméntele que el medio se encuentra de personas que se dedican al secuestro,
narcotráfico, prostitución y asesinato. Los alumnos que atiendo son hijos de estas personas,
así es, los mismos profesores sabemos a lo que se dedican los padres de nuestros alumnos y
por lo que tienen pasar nuestros niños.
Como el caso de Esmeralda, una niña de 7 años de edad. Una mañana llego con tanto sueño
a la escuela y le pregunte,-¿no dormiste ayer Esme?- ella me contesto, -no, mi mamá llegó
ayer con un señor, me despertó, me bajo de la cama y me mando a dormir en el piso-.
Otro caso es el de Adolfo, un alumno que trabaja en la recolección de basura, en ninguna
materia obtiene buenas notas, pero sabe defenderse ante la vida de los peligros y en el que
su misma necesidad le ha ayudado a aprender lo que nosotros no enseñamos, y ha
aprendido mejor lo que nosotros no pudimos transmitirle. En él aplica lo que Terezinha
Carraher, David Carraher, Analúcia Schliemann escriben en su libro “En la vida diez, en la
escuela cero”.
Otro problema que se vive cotidianamente es lo expuesto que estamos ante padres
secuestradores, narcotraficantes y exconvictos. Por lo que a cualquier molestia del padre
está en juego nuestras vidas o alguna represalia.
Al principio si me daba miedo, pero ahora puedo constatar que la misma necesidad, el
hambre y la carencia ha orillado a muchas personas a ser lo que son, no justifico lo que
hacen, pero comprendo que una cosa lleva a otra.
Así como te puedes encontrar a un padre de familia que te amenaza de muerte, te cruzas
con padres que sin pena te brinda se su “ayuda” por si alguna vez la necesitas, sin ninguna
pena, como si fuera lo más normal del mundo.
Ahora que me encuentro laborando en un medio “urbano” me doy cuenta que no existe
mucha diferencia como lo mencionada anteriormente en el contexto de mi padre y el mío.
Porque como en todo lugar de este país existen situaciones de riesgo, intereses políticos que
lastiman a la sociedad, de pobreza, de injusticia y de silencio e impunidad que es lo que
más duele.
Creo firmemente que la escuela no lo es todo, pero que es el lugar donde tenemos un
espacio para luchar incansablemente en el cambio de pensar, donde no rescataré a todos
pero ayudaré a los que se dejen ayudar.
Muchos compañeros me preguntan -¿por qué trabajas allí? ¿porque no pides tú cambio? Por
lo que les contesto, -yo trabajo donde en verdad requieren de mis servicios, donde en
verdad me necesitan, donde es menester de mi voz de cambio y de lucha.
Si bien la educación no asegura la movilidad social ascendente ni la reducción de las
desigualdades sociales, no hay oportunidades sin educación. La educación es condición
necesaria pero no suficiente para la movilidad ocupacional y social.
Xavier Bonal
ANEXO 1
Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, conocida como Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa, institución educativa de nivel superior
que se encuentra en la población de Ayotzinapa, en el municipio de
Tixtla (Guerrero, México). Implementado por el estado mexicano a
partir de la década de 1920, cuando Moisés Sáenz era secretario de
Educación Pública. Lugar donde se formaron personajes como Lucio
Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas, que encabezaron dos
importantes movimientos guerrilleros en México durante el siglo XX.
ANEXO 2
Lucio Cabañas Barrientos fue un maestro rural, egresado de la
Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, líder estudiantil y jefe del grupo
armado Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero, México,
durante la década de 1970.
ANEXO 3
Mi padre J. Guadalupe carrera Rosales, hijo de campesinos Margarita Rosales y Ladislao Carrera Lima, nació el 12 de Diciembre de 1738 en
Tlalnepantla Estado de Morelos, falleció el 9 de julio de 2012 por infarto agudo al miocardo mientras trabajaba en las labores del campo. Fue profesor rural en el Estado de Guerrero, estudio en la Normal de Ayotzinapa, Municipiio de Tixtla Guerrero.
ANEXO 4
Estas son las condiciones en las que viven mis alumnos. En la primera
imagen podemos observar la manera en que trabajan. En la segunda
al recolectar lo servible para su consumo y en la tercera el lugar que
ocupan como su hogar.
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