El comienzo de esta historia
Mucho antes de que Tierra del fuego fuera
descubierta; mucho antes de que se encendieran sus
miles de fogatas; mucho .antes, en Tierra del Fuego,
muy al sur del c ontinente, nada exista sobre ella.
Temukel, entonces, obr ciertamente para
llenar Tierra del Fuego con habitantes. Temukel, el
Gran Padre, el creador de todo lo existente, envi
los primeros ocupantes. Envi Temukel a los
hohuen, hroes legendarios, con formas de hombres,
semidioses dotados magnficamente para hacer
cumplir los mandamientos superiores del Gran
Padre Temukel.
Los hohuen haban recibido la facultad de
no morir; no moran ellos, pues as llenaban al
mundo de vida.
Los hohuen hicieron muchas obras de bien.
Vivieron en armona ellos y buenas cosas hicieron
hasta que se apartaron del camino
indicado por Temukel y obraron con maldad. S,
malas acciones practicaron algunos de ellos.
Temukel se mostr molesto; se molest el
Gran Padre y puso la muerte en sus vidas, para
evitar que los males de los hohuen vivieran
eternamente, para evitar que los malos recuerdos
vivieran eternamente, para acabar con los odios, con
las rivalidades creadas por los hohuen que se
hicieron malos, a veces.
Temukel quiso terminar con la vida eterna
del mal.
Al morir los hohuen, s, cuando ellos co-
menzaron a morir, adoptaron forma de cerros, aves,
animales, estrellas; adoptaron forma de todo lo que
ahora existe en Tierra del Fuego.
Sakanusoyin, el corredor veloz
-En la Isla Grande de Tierra del Fuego,
donde la cordillera de los Andes se hunde en el
ocano, viva Sakanusoyin.
Era l un joven cazador. El mejor cazador. El
ms veloz, el ms diestro.
Sakanusoyin siempre estaba en movimiento.
En movimiento estaba siempre la gente de
Sakanusoyin. Ellos armaban sus riendas de cuero de
guanaco y las desarmaban con la misma prontitud.
Con la misma prontitud ellos iban tras los
desplazamientos del guanaco, del zorro, del puma y
del cormorn.
Eran ellos un pueblo de magnficos ca-
zadores.
Sakanusoyin era el nico que no cazaba al
igual que sus hermanos, no, l no cazaba igual que
los dems. No usaba el arco de roble, no usaba las
flechas con puntas de piedra. Ninguna de sus armas
aniquilaba, jams. l atrapaba, slo cazaba l. Nunca
dio muerte a
nada que existiera sobre Tierra del Fuego. l haba
recibido la primera virtud de los primeros hohuen:
dar vida solamente.
Sakanusoyin aprendi la velocidad, de la
rapidez de la liebre; de la sagacidad del zorro,
aprendi la astucia; la prudencia, de la cautela del
puma y de la presteza del cormorn, aprendi la
diligencia.
El vio la carrera de las nubes en el cielo. Los
vientos en Tierra del Fuego son tan veloces como la
luz del sol, tan veloces como la luz de las estrellas
que descienden a la regin de los hielos.
As aprendi a correr Sakanusoyin.
Adiestr su velocidad persiguiendo a la
liebre; su astucia la prob preparando trampas ms
inteligentes que la sagacidad del zorro; la prudencia
del puma, la adquiri con su capa de cuero que
semeja el arrugado tronco del rbol. As, oculto bajo
el disfraz, el joven espera hasta que la presa se
sienta confiada y ose acercarse. Entonces,
Sakanusoyin deja su escondite, como un cormorn,
como si el rbol liberara su alma, el joven sale de su
escondite y atrapa.
Para el joven cazador no exista el cansancio;
no conoca el agotamiento, ni la embriaguez despus
de un largo y pesado sueo.
El da de caza haca que los msculos del
joven se tornasen vigorosos y su nimo de I i esta.
Los jovencitos como Sakanusoyin tenan que
proveer de carne a su gente. Una misin importante
y un honor reservado slo a los mejores, pues el
guanaco en aquel tiempo era una presa muy
apetecida.
Las mujeres y las jovencitas, en cambio,
estaban dedicadas a la recoleccin de frutos
silvestres; ellas cuidaban de los nios y recogan lo
que bondadosamente proporcionaba la costa del
ocano.
Pero no todos los cazadores eran tan veloces
y diestros como el joven Sakanusoyin,
110 todos lo eran.
Salilsusoyin, otro joven cazador, envidiaba
las virtudes del ms veloz de los cazadores y
siempre estaba tratando de ganarle.
Salilsusoyin apenas capturaba al ltimo
guanaco de la manada y siempre presuma de ser
buen cazador; jams confes que sus presas eran
alcanzadas tras mucho esfuerzo y sufrimiento; as
era Salilsusoyin.
Sakanusoyin no gustaba vanagloriarse y
siempre capturaba al primer guanaco de la manada.
Nadie conoca el profundo dolor que le causaba la
cacera del guanaco. Despus de la
jornada, despus de la alegra y el entusiasmo,
Sakanusoyin se ocultaba en el rincn ms apartado
del bosque y se echaba a llorar con honda tristeza.
Me duele cazarte! le deca el joven a sus
presas. Pues mi madre fue una mam- sa, ella fue
tambin una guanaca como t.
El sufra en silencio y soledad porque su
gente vera tal llanto como demostracin de
flaqueza; tal debilidad jams la perdonaran los
suyos, sera algo nunca visto, algo despreciable.
El deber de cazar para su gente era un alto
honor al que Sakanusoyin no poda renunciar. El
gozaba de gran estima entre los suyos, era una
esperanza para muchos, para los que aguardaban
confiados el sustento que el joven cazador les
proporcionaba.
Cada tarde, al ponerse el sol, el cazador ms
esperado era Sakanusoyin. Las presas .atrapadas por
los otros jvenes cazadores eran pequeas,
insignificantes, presas en las que nadie reparaba.
un da el padre de Sakanusoyin, dijo: Sakanusoyin!
Eres un gil cazador. * tambin lo es. T traes la
presa mayor y pequea. Siempre. Si
Sakasusoyin,por qu no le
enseas tus artimaas? Por qu no le ayudas .i traer
presas ms preciadas?
Las palabras del anciano quedaron grabadas
en la conciencia del joven. Las palabras del anciano
tambin ofendieron el orgullo de Sakanusoyin y su
vanidad creci todava ms.
Padre respondi Sakanusoyin, yo
puedo hacerlo tan bien como l. Espera, padre, y lo
vers.
La caza compartida
-A.1 da siguiente ambos jvenes em-
prendieron juntos la jornada de caza.
Es fcil atrapar siempre al ltimo animal
dijo Sakanusoyin a su compaero. Tratars de
capturar al que va a la cabeza de la manada! Si eres
buen corredor, por qu atrapas al que ms se
atrasa?
As pretenda remecer al otro joven; para que
se esforzara, para que descubriera su destreza.
Caminaron por el sendero abierto y
pedregoso. Saban ellos que all nada encontraran,
ninguna presa que capturar encontraran all, lo
saban.
El campo abierto se mostraba lleno de
pisadas de otros cazadores. Eran huellas que los
animales conocan perfectamente; los animales
saban que era un terreno de riesgo, saban que no
deban cruzarlo.
Esta huella es de ayer dijo Sakanusoyin.
Cmo lo sabes?
No est endurecida como la piedra. Una
parte es fresca. Este rastro es tu rastro, amigo Salil.
Cmo puedes asegurarlo? Cmo puedes
sonrer tan seguro?
Tu rastro es profundo.
Sonres y dices que soy ms pesado, que
soy ms lerdo?
No te ofendas, Salilsusoyin. Tu pie cae con
todo el peso del cuerpo sobre el terreno.
Y t? Quieres decir que vuelas como el
cormorn? Salilsusoyin ri con burla, con sorna
fue su risa.
Yo piso con la parte del pie que va
primero; as cae mi pie. La parte que va despus
jams la pongo sobre el barro. As mi velocidad es
mayor.
Al ro llegaron los jvenes. Lo cruzaron a
travs de las grandes rocas, las grandes rocas que
formaban pozas de aguas profundas, pozas
transparentes son esas.
Recuerdas nuestros baos en las pocitas?
Lo recuerdo respondi Salil. Por qu
siempre piensas que soy ms torpe que t?
No quise decir eso, hermano Salil.
Fue un recuerdo que subi desde el agua cristalina,
un recuerdo que conservo con cario, eso fue.
Quera saber si t tambin lo guardabas en tu
corazn.
Sakanusoyin salt a la otra orilla. Sa-
lilsusoyin, salt detrs. Amoscado estaba el joven.
Junto al ro detuvieron su andar. Para tomar
aliento se detuvieron, para nada ms.
Sakanusoyin inspeccion las aguas esquivas,
esquivando la orilla estaban.
A veces saban encontrar all guanacos
moribundos; saban que los guanacos buscaban las
aguas cuando tenan voluntad para morir. As
iniciaban su viaje los animales; buscaban la nica
isla del ocano que se junta con el cielo, all en la
regin de los cielos se junta en el azul completo.
No hay rastro dijo finalmente Sa-
kanusoyin.
El joven inici la ascensin de las rocas
escarpadas, las rocas que llevan a los grandes
bosques, los bosques que estn ms all de las
brumas.
Salilsusoyin apur el paso, lo apur para no
quedar atrs; molesto iba el joven, molesto por tener
que ir siempre detrs. Cundo podra ser el
primero?
Algn da ser se deca a s mismo
Salilsusoyin, mientras suba por el roquero
peligroso, lleno de riesgos.
El ro se iba hundiendo cada vez ms.
As alcanzaron la gran explanada. A ella
llegaban slo los cazadores experimentados; exiga
un esfuerzo enorme llegar a la gran explanada. La
gran explanada exiga, adems, conocimiento y
resistencia.
No puedo ms! grit Salilsusoyin.
Estoy cansado.
Se tendi a lo largo sobre el csped duro. En
la alta explanada el fro, los vientos y el sol caen con
brutal energa. Por eso todo es salvaje all.
Sakanusoyin se detuvo en su marcha y quiso
hacerle compaa a su hermano de sangre.
Descansar contigo le dijo. Somos
camaradas. Todo lo que hagamos lo liaremos
siempre juntos. As ser, Salil.
Y guard silencio. Lindo era escuchar all el
viento tan prximo a los odos; lindo sentir las
nubes mojando el cuerpo vigoroso de los jvenes;
lindo ver la niebla transitar tierra adentro.
Durante mucho rato tomaron aliento,
energas recuperaron; as el humor se les haca ms
ligero, ms liviano se les pona el nimo.
La bruma subi, cerro arriba ascenda; desd
el ocano vena ella, abriendo sus velos blancos,
lentamente los abra, hasta los rboles cubra con
ellos la bruma.
Fue cuando Sakanusoyin intuy una manada
de guanacos salvajes escapando de la transparencia
de la niebla que suba y lo iba cubriendo todo,
borrando con sus velos lo que exista.
Espantados iban los animales de la manada;
arrastrados iban por lazos invisibles. Las grandes
nubes empujaban l manada hacia las cumbres de
ms altura, donde la gran cordillera siempre est
nevada. All, muy lejos, ms all del fondo de los
bosques del cerro; ms all iban los animales
buscando alimento, buscando refugio iban los
animales, subiendo prestos.
Vamos, Salilsusoyin! Es el momento!
Corriendo sali Sakanusoyin; liviano, veloz
como el viento. Se incorpor gilmente su
compaero, para seguirlo se levant, para no quedar
atrs, por miedo a ser atrapado por los lazos de la
niebla, por los velos blancos de ella.
Sakanusoyin corri, corri gil sobre los
obstculos y alcanz a la manada; alcanz al
guanaco que conduca la manada; lo alcanz y se
puso muy junto a su lado, a la par se
puso. As lo atrap el joven, cogindolo con fuerza
por el cuello, al animal por el cuello en plena
carrera, colgndose l sobre el guanaco, con todo su
peso, con todo su cuerpo de cazador en el animal,
con las piernas libres, en el aire casi.
Salilsusoyin corri entusiasta cuando vio que
su compaero Sakanusoyin atrapaba a la mayor de
las presas; con todas sus ganas corri el joven Salil y
quiso capturar al segundo de los guanacos.
Los animales se vieron acosados, per-
seguidos se vieron y corrieron todava ms; escapar
buscaron entre los enorjmes troncos volcados sobre
el terreno, troncos volcados por los fuertes vientos y
que alguna vez fueron orgullosos rboles en la gran
explanada.
No puedo ms, Sakanusoyin! grit el
joven.
Salilsusoyin tuvo que conformarse una vez
ms con atrapar al animal pequeo, al desorientado,
al que corra al final de la manada.
Extenuado qued con su presa en los brazos;
agotado estaba el joven Salil, casi arrullando en su
pecho recio al indefenso animalito.
Los guanacos que restaban se perdieron en la
bruma, en estampida, as se perdieron. La
bruma avanz y borr del bosque a los animales que
escapaban. La bruma borr los ltimos rboles, pero
aquellos que estaban eerca de los dos cazadores, esos
s quedaron a la vista.
No puedo seguirte. Eres mejor corredor. Y
te respeto. Qu har frente a mi padre? Lastimoso
es sacrificar un animal tan pequeo.
No te enfades respondi Sakanusoyin
. Este animal, mi trofeo, es tuyo.
I lvalo a nuestra gente como botn de caza. Ll
guanaquito que atrapaste se quedar en el bosque,
se quedar para reunirse con los animales de su
grupo.
No puedo, Saka. Es faltar a la verdad.
El corazn de Sakanusoyin sufra; su alma
estaba ms agotada que los msculos de su
compaero de cacera.
Me canso de ser el ms veloz dijo
Sakanusoyin. Deseo que ocupes mi lugar.
Cmo dices, Saka! Eres el mejor y as te
honran. No sabes cunto te envidio!
Nunca ms me envidiars. Deseo que seas
mejor que yo.
Salilsusoyin no entendi las palabras del
joven. El corazn de Sakanusoyin quera llorar; era
la voluntad de su alma, echar un
lloro. El joven se retir a una gruta junto al cerro, se
retir en silencio, busc refugio all.
El guanaco que iba a la cabeza es una
mamsa. Mi gente la destripar de arriba abajo. Soy
el asesino de mi madre.
Salilsusoyin llam desde la puerta de la
gruta; grit por lo oscuro que estaba ah dentro,
grit porque no saba qu ocurra con su compaero
Sakanusoyin.
Saka! gritaba, se encienden los
fuegos sobre el valle, ms all, al otro lado del ro se
encienden. Es nuestra gente que prepara la noche.
Debemos regresar pronto, regresaremos, Saka.
Desde el interior de la caverna, desde la penumbra,
respondi Sakanusoyin. /
Salilsusoyin! Siempre vendrs a cazar
conmigo. Mi camarada sers, en todo lo sers. Te
hars diestro y veloz, as te hars y con gusto ceder
para ti mi lugar.
La leccin del chamn
L os jvenes cazadores regresaron 111 nto a su gente, cerca de las fogatas donde
iodos esperaban.
El padre de Salilsusoyin sali al encuentro
de su hijo. Satisfecho estaba el padre, pues vio el
magnfico animal que traa.
El primero de la manada! exclam el
anciano. Por qu no le destripaste en e l mismo
lugar de la captura? Por qu le has i rado vivo,
contraviniendo las costumbres? No queremos
animales vivos entre nosotros. Nos roban el alma y
no podemos alimentarnos de ellos.
Salilsusoyin no pudo responder ni una sola
palabra, nada fue capaz de decir ante su padre. El
joven no supo asentir y ocultar su deshonor; el joven
no supo negar para dejar paso a la verdad y llenarse
de vergenza con ella.
Ha sido mi culpa respondi Sakanusoyin, al
tiempo que miraba a su compaero
a los ojos. Convenc a Salilsusoyin, le convenc de
traer vivo el animal; que todos vean lo que l trae a
su gente.
Antes que el rubor reventara en su rostro,
Sakanusoyin tir de la cuerda y arrastr al guanaco
pequeo; arrastr al animalito que haba capturado
el otro joven. Sakanusoyin desapareci en la tienda
de sus padres.
Mientras su madre y hermana manifestaban
alegra por el regreso del joven cazador,
Sakanusoyin meditaba; mientras toda su gente
celebraba la hazaa de Salilsusoyin, el joven Saka,
meditaba.
Qu ocurre, Saka? pregunt la madre.
Madre exclam el joven, usted, me hizo
nacer.
\
Pues s. Soy tu madre.
Las hermanas del joven se cubrieron la boca,
con la mano se cubrieron; las hermanas evitaban que
la risa burlona escapara de sus labios abiertos.
Qu necedad es esta? cuchichearon
ellas.
Pero el joven Saka no les hizo el menor caso
y prosigui con su preocupacin.
De barro fui hecho por mi padre, con sus
manos me hizo. Luego, l me dej en
MI vientre, madre. Me entreg ah para que usted me
diera su calor, su soplo de vida y me luciera nacer.
Durante muchos meses estuve cu su vientre. Lo s.
Pues s. Soy tu madre, Saka.
Mas, cuando usted ms leche no tuvo, me
aliment una mamsa, usted me aliment con leche
de guanaca.
Pues s. Corre sangre de mamsa por ms
venas. Sangre ma, sangre de tu padre, que el duro
barro le arranc cuando te daba lorma, y sangre de
guanaco, adems.
Entonces, madre, una mamsa puede ser
tambin mi madre. Adems.
S, puede ser, hijo. Llevas las tres sangres
en una, que es la tuya. Como el gran lago, pues
muchas aguas ayudaron a formarlo.
No puedo seguir cazando guanacos,
madre; no puedo.
Fue cuando se present el muchachito, se
present en la tienda de Sakanusoyin. El chamn
quera hablarle.
S asegur el nio, el chamn desea
que vayas con l, Sakanusoyin.
Rpido se fue el joven Saka a la tienda del
chamn. All estaba ya Salilsusoyin; sentado junto al
fuego estaba.
Los hombres all reunidos guardaban
silencio. Solamente el fuego hablaba con sus chispas
y llamas. As, como siempre habla el fuego, el fuego
habl hasta que la voz del chamn impuso su
autoridad. Entonces, el fuego se puso humilde.
La verdad, jovencitos dijo finalmente el
anciano jefe, quiero toda la verdad.
Hemos faltado a ella se apresur a
confesar el joven Salil.
As fue, gran chamn agreg Sa-
kanusoyin. Salilsusoyin desea ocupar mi lugar en
la jornada de caza. Gustoso se lo cedo.
No puedes interrumpi el anciano.
Eres el corredor ms veloz. Dejars por voluntad tu
lugar?
Como de costumbre, atrap tan solo el
ltimo animal se lament Salilsusoyiny. Nunca
correr ms que el ms veloz de los cazadores; jams
lo har.
Qu tienes que decir Sakanusoyin?
pregunt el viejo.
El joven permaneci silencioso. El joven Saka
pase su intensa mirada por las lenguas
parlanchnas del fuego, lenguas que envolvan los
secos maderos de la fogata. Entonces Sakanusoyin se
decidi a sacar el habla.
Nuestro chamn ha dicho que nada
hagamos contra nuestro corazn.
Eso he dicho afirm el anciano.
Querido padre continu el joven S.ika,
soy hijo de una mamsa. As me lo ha le velado mi
madre. Mi corazn me dice que no debo cazarlas.
El chamn enmudeci. El fuego habl de
nuevo porque el anciano haba guardado silencio. El
chamn respir profundo; el aire son hondo en su
cuerpo esbelto. Los ojos del viejo se llenaron de
humedad, se humedecieron sus ojos; de inteligencia
se humedecieron, de inteligencia y sabidura. El
chamn habl, recin habl.
Sakanusoyin, hijo de este pueblo comenz
diciendo el viejo, nuestro dios, nuestro buen
Temukel nos dio la vida; es su voluntad que
vivamos en esta tierra, en este gran hogar. Somos
hijos de la misma madre, el cielo; ella nos cubre
siempre, con sol y con luna, as nos cubre. Hemos
descendido del cielo, somos herederos de los
primeros ho- Imen. Hemos sido luces encendidas; al
caer sobre esta tierra fuimos barro, fuimos carne,
despus. Eso fue al comienzo. Temukel nos dio la
forma con sus manos; con el soplo de su gran
espritu nos dio el movimiento y las ideas, lodo lo
que habita esta extensa tierra es hijo del cielo, del
mismo; cada uno de nosotros es
hijo de ese cielo, el nico. Esa es tu madre. Tambin
lo es la mujer que gobierna tu casa, lo es. Todo lo
conozco, Sakanusoyin, nada ignoro. Por eso, mi
sabidura me dice que el cielo quiere que
alimentemos nuestros cuerpos, es su voluntad que
as sea; el cielo quiere que guardemos la vida de
nuestra gente, que la cuidemos. Desde que
Temukel nos quitara eternidad, esa es la voluntad
de nuestra madre, el cielo, lo es. Por eso ha puesto
junto a nosotros al guanaco, al puma, al zorro y al
cormorn. Para que nos alimentemos de ellos y nos
protejamos del fro con sus pieles y plumas.
El anciano guard silencio pesadamente.
Habl el fuego, de nuevo habl, porque el viejo
callaba.
Me duele el corazn, querido padre dijo
Sakanusoyin al otro lado de la fogata.
Tu corazn sufrir todava ms si tu gente
perece de hambre y desamparo.
El hombre sabio habl con palabras severas,
as habl. El anciano fue sensato, pues estaba
persuadido de que ambos jvenes ya no eran nios.
El klketen, la iniciacin, haba pasado haca mucho
tiempo ya.
El klketen, la iniciacin ^
Sakanusoyin haba jugado con los guanacos
desde muy pequeo. Desde muy pequeo haba
jugado con ellos como si ellos lucran sus propios
hermanos. Sakanusoyin saba que una vez adulto,
tendra que salir a t azarlos; lo saba.
El joven Saka no haba querido ser adulto.
Pero su momento de dejar atrs la ni- nez haba
llegado; haba llegado finalmente el momento de ser
un iniciado al mundo de los adultos. Eso
significaba ser un klketen, l lo saba muy bien.
Sakanusoyin, sin embargo, nunca estuvo
muy satisfecho de llegar a klketen.
Las pruebas de iniciacin siempre le
parecieron demasiado severas, eran muy severas,
era cierto.
Cuando al joven Saka le lleg su momento,
los oficiantes de la ceremonia de iniciacin lo
abandonaron en mitad del bosque; ah le dejaron
para templar su valor de muchacho,
para que sobreviviera sin la ayuda de los adultos,
para que aprendiera a valerse por s mismo.
En aquella lejana prueba, el joven record
cmo fue dejado en completo desamparo. El joven vio
la aparicin de los espritus, eso mismo. Los espritus
que simulaban ser hombres pintados con franjas
cruzadas sobre el cuerpo casi desnudo. Aquellos
espritus se pintaban el rostro para infundir temor a
los hielos que flotaban en las aguas del invierno. Para
eso se pintaban los rostros, a veces, y para infundir
respeto entre los hombres.
Aquellos aparecidos haban querido asustar
al joven. Sakanusoyin debi convivir con esos
hombres pintados, por varios das tuvo que vivir con
ellos en el bosque.
El joven se vio obligado a conseguir su propio
alimento. Busc hongos silvestres, busc frutos,
busc todo lo que le sirvi para alimentarse.
Uno de esos das, soportando sus pruebas, el
joven tuvo un espritu frente a sus ojos. Era el famoso
espritu de Ktaich el que haba emergido detrs de
los rboles y desde lejos le observaba el joven.
Ktaich provena de las rocas cubiertas de
musgo, de las rocas ms negras, de all provena.
Tena el cuerpo grueso, era corpulento el
espritu. Apareci pintado con largas franjas
blancas; luca dos cuernos en la cabeza, luca dos
astas que apuntaban hacia los lados.
Sakanusoyin se encontraba observando al
Ktaich cuando un grupo de jovencitas cruz el
bosque por uno de sus tantos senderos. Del ro
venan ellas, portando cestos con lea, portando
odres de cuero llenos de agua.
Sakanusoyin haba querido acercarse a las
jovencitas; el joven no pudo hacerles ninguna seal
para advertirles de la presencia de Ktaich.
Durante la iniciacin, al joven le prohiban
todo contacto con semejantes y ms se le prohiba el
contacto con mujeres.
El Ktaich se haba ocultado detrs de los
grandes rboles; el espritu haba seguido muy de
cerca a las despreocupadas muchachas.
En un segundo ellas se vieron sorprendidas
por la presencia del temido espritu; gritos agudos
lanzaron las jovencitas. Ellas desparramaron el agua
de los odres sobre las hojas secas del bosque, ellas
abandonaron los cestos con lea, desparramada
qued la lea.
Las jovencitas huyeron despavoridas; se
cubran sus cabezas con las pieles de guanaco que
les servan de vestiduras, las pieles que les servan
de ornamento.
El Ktaich remeci las ramas de los ..Hielos,
produjo un ruido estremecedor el Ktaich. El
espritu haba terminado con la serenidad del
bosque, un infierno haba sido.
Sakanusoyin se haba mantenido aler- la; el
joven dese que aquellas jovencitas se defendieran
de las molestias que causaba el Ktaich, dese que
el espritu no abusara, |>ues ellas se hallaban
indefensas.
Ellas buscaron la nica proteccin que ellas
mismas podan ofrecerse, lo nico que podan
brindarse: sus gritos.
Cabeza de piedra! Cara enfurecida! -le
gritaron.
El Ktaich se cans, de pronto, pareci
divertirse lo bastante y se fatig. Luego se march,
se fue para que la paz regresara al bosque de
canelos.
Las jovencitas, repuestas del susto, re-
cogieron la lea esparcida; temblando recogieron
los cestos vacos, temblando reunieron los leos
esparcidos, temblando recogieron los odres de
cuero; pero no pudieron alcanzar el agua derramada
perdida entre las hojas.
La noche se anunci en las puertas del
bosque, en las puertas que haban permanecido un
tanto abiertas, todava.
Las jovencitas saban que al cerrarse las
puertas del bosque la oscuridad sera completa. Ellas
regresaron de prisa a sus tiendas, regresaron prestas
a reunirse con su gente.
Sakanusoyin, el iniciado, soport an largos
y penosos das. As haba terminado su rigurosa
prueba; as haba dejado de ser un klketen
iniciando otra vida.
El joven deba reunirse despus con su
chamn; el joven deba demostrar al anciano cual
haba sido el resultado de sus pruebas en la soledad
y el desamparo del bosque.
Me sent como un cobarde confes el
joven cuando no pude defender a las mujeres que
asustaba el Ktaich.
Cmo queras ser ms valiente?
pregunt el chamn.
Quise poner fin a la diversin del espritu,
quise proteger a las mujeres. Por qu no se divirti
conmigo que soy ms fuerte?
Un klketen no puede luchar contra el
Ktaich, hijo. T no podas luchar contra l, contra
ningn espritu. Siempre mostrars docilidad y
veneracin ante ellos. Por qu debo hacerlo, gran padre? Porque el Ktaich te daba una leccin.
Una leccin? Atemorizar mujeres? Qu
leccin puede ser esa? Escucha, Sakanusoyin replic
pacientemente el anciano. Tu condicin de
klketen ha terminado, ya no eres un iniciado.
Conocers entonces los secretos de nues- ira gente y
prometers no mencionar jams estos misterios, a
nadie, menos a la mujer, que jams debe saberlo.
As ser, gran padre. Lo prometo.
El Ktaich te enseaba que las muirles
deben respetarnos. Pues hubo un tiempo lejano que
no haba respeto entre hombres y mujeres. Es lo que
nos recuerda el Ktaich. Tiempo atrs el sol y la
luna vivan entre los hombres, todava vivan ellos
aqu en la tierra, como cualquiera de nosotros
vivan ellos. En aquel tiempo las mujeres
sojuzgaban a los hombres, sus esposos, as como la
luna sojuzgaba al sol, su esposo. Caprichosa era la
luna entonces y las mujeres seguan fielmente las
enseanzas de la luna. Las mujeres se reunan
siempre en una cabaa llamada Hain. All pintaban
ellas sus rostros, disfrazaban sus cuerpos para
imitar espritus fingidos que bajaban del cielo;
espritus protegidos por la luna. Esos espritus
atemorizaban a los hombres, los mantenan
obedientes a la voluntad veleidosa de las mujeres.
El anciano hizo una profunda pausa y
prosigui:
Un da, las mujeres se baaban en el ro
con sus cuerpos pintados. El sol, que las observaba,
descubri que ellas eran espritus fingidos;
descubri que con el agua la pintura se descoloraba
y los cuerpos de las mujeres quedaban al desnudo,
plidos quedaban, plidos como el rostro de la luna.
El sol advirti a los cazadores y ofreci una leccin.
As persigui a su mujer, la luna, para castigarla por
el engao; mas, nunca pudo darle alcance.
El chamn interrumpi brevemente su
relato, tom aire y continu:
Un buen da un cazador advertido por el
sol sorprendi a la luna en las aguas del ro. Era de
noche entonces; el cazador se sumergi en las aguas
con un garrote y golpe a la luna hasta cansarse. La
luna logr escapar de la furia del cazador; la luna
subi al cielo, con su rostro golpeado; desde
entonces se qued ella en el cielo, no baj ms a la
tierra y conserva en su cara las huellas del castigo
que recibi. Entonces, todos los hombres
convinieron en que igual suerte podan correr sus
mujeres si no naca en ellas el respeto por sus
esposos. As aprendieron las mujeres a respetar a los
hombres. Desde entonces mutuamente se respetan.
Despus de esta sorprendente revelacin,
Sakanusoyin regres a su familia convertido en otro
joven. Sus padres y hermanas
lo recibieron con cario, lo recibieron con alegra y
lgrimas, pues regresaba sano y salvo de su prueba.
El joven Saka poda ser considerado un
adulto, un cazador digno de respeto y admiracin.
Su padre le aconsej luego en el compor-
tamiento que deba observar con sus iguales; le
aconsej ser generoso, estar dispuesto al sacrificio,
ser discreto durante los perodos de escasez, ser
esforzado y laborioso en las jornadas de caza; su
padre le aconsej mesura en todos los actos de la
vida.
Sakanusoyin culmin su iniciacin con
una ceremonia familiar; recibi el arco de canelo, el
arco que su padre haba hecho con sus manos
cuando tuvo voluntad de casarse, cuando se lo
obsequi a su novia manifestndole as su deseo de
matrimonio. Las costumbres indicaban que ese arco
sera guardado por la esposa para drselo a su
primer hijo varn cuando este tuviera edad de
usarlo. As recibi Sakanusoyin el arco de canelo, de
las manos de su madre lo recibi y deba llevarlo
consigo en sus jornadas de caza; as fue, y para no
contradecir las costumbres de sus padres, el joven
haba aceptado el regalo, sabiendo que jams lo
usara, en verdad.
Un relato muy antiguo
L/os dos jvenes, al salir de cacera,
adornaban siempre sus cabezas con los tocados
kschel. El preciado adorno consista en un nozo de
cuero de guanaco cortado en forma triangular. El
tocado kschel estaba reservado solo a los
cazadores, ellos podan usarlo. Los jvenes
cazadores lucan, adems, sus capas de cuero y
portaban sus armas, que usaban al verse atacados
por alguna bestia salvaje y hambrienta.
Cierta vez, Sakanusoyin y Salilsusoyin,
lueron acosados por un puma furioso que no les
permita el paso al interior del bosque.
Salilsusoyin deposit una bola de piedra en
el cuero de su honda; el joven movi diestramente
su brazo hacia adelante, hizo bolear la honda en el
aire y dispar el proyectil. La poderosa esfera se
apart del cuero de nutria, cruz el espacio como
una bala silenciosa y golpe ferozmente a la fiera en
plena mandbula.
El puma dej escapar un aullido, se espant
y ech a correr dejando astillas de madera detrs de
sus patas.
Hermoso tiro, Salil! Ya no habr peligro.
Los dos anduvieron ms de lo acostumbrado
aquel da. Sin extenuarse casi. Cruzaron las aguas
del ro, treparon laderas, caminaron largo a travs
de la estepa y alcanzaron el bosque ms lejano,
nicamente visitado por los cazadores cuando la
caza escaseaba en la planicie.
La noche los sorprendi muy lejos de las
tiendas de su gente. Era difcil regresar a tientas. La
luna se mostr mezquina y malhumorada con ellos,
ella no quiso alumbrar sendero alguno para los
jvenes que cazaban.
Sakanusoyin y Salilsusoyin buscaron un
buen refugio para guarecerse; juntaron leos e
hicieron un fuego soberbio con sus piedras de
chispa.
La fogata encendida por los dos jvenes no
era la nica en Tierra del Fuego. Las fogatas se
extendan por todo el ancho territorio. All, ms
lejos todava, se encenda la fantstica aurora de la
Antrtida, la mayor de las fogatas, pues tie de
fuego todos los cielos con sus llamas.
Ellos estaban acompaados con esos lingos,
estaban seguros, prximos. Saban que los suyos se
reunan junto a esos hogares compartiendo a cielo
abierto, esperando el da para .ir tras la caza del
guanaco cada vez ms escurridizo.
Las estrellas altas encendan el azul pro-
fundo, casi negro, del cielo, iluminndolo i orno si
estuviera de fiesta.
El sueo de los jvenes fue interrumpido
por la inquieta presencia de un coruro.
El pequeo roedor, menor que una liebre en
tamao, haba salido de su madriguera para
buscarse alimento bajo la proteccin de la noche.
Pero de nada le sirvieron sus prevenciones, pues los
cazadores Saka y Salil lo capturaron con un lazo de
cuero.
Salilsusoyin se encarg de asarlo para la
comida. La carne del coruro saba exquisita, tanto
como la del conejo de monte.
Los jvenes entornaron los ojos mientras
coman y platicaron bastante, contaron aquellas
viejas historias sin edad. Qu historia te agrada ms, hermano
Salil?
La lucha entre los gigantes Kwanyip y
Chaskel. Esa historia es la ms sabrosa.
Bien, hermano Salil. La escucho.
Mientras el joven se preparaba para narrar
la historia famosa, Sakanusoyin estir sus piernas
junto al fuego, se arrop con su manta de cuero y se
dispuso a escuchar.
Kwanyip y Chaskel comenz Sa-
lilsusoyin su relato eran dos gigantes que
habitaban estas extensas tierras.
Los animales que ocupaban estas tierras
tambin eran gigantes agreg Sakanusoyin.
Todo era enorme entonces prosigui el
joven su relato. Chaskel era un gigante famoso
por su crueldad, aficionado como era a devorar
seres humanos, preferentemente nios, que era lo
que ms le gustaba al gigante Chaskel. Ese gigantn
capturaba nios pequeos, los echaba en un saco
profundo y los cargaba sobre sus anchas espaldas.
Un da, Chaskel fue sorprendido por otro gigante,
fue sorprendido por Kwanyip, quien le grit:
Chaskel, detente!
Es a m a quien hablas? replic el
malvado gigante.
Quiero que abras tu saco y me obsequies
lo que llevas le dijo Kwanyip.
Si tus fuerzas son tan grandes como tu
insolencia respondi el gigante malo, por qu
no vienes y lo abres t mismo?
Kwanyip perdi la paciencia, Kwan- vip
quiso poner fin a las atrocidades del perverso,
Kwanyip se abalanz sobre Chaskel y si- trab con
l en feroz lucha a muerte. Salilsusoyin hizo una corta pausa en su
relato. Sakanusoyin aprovech el respiro de
MI amigo y dijo: Y qu pas con la bolsa que llevaba el gigante Chaskel? Lo sabes, hermano Salil?
La solt, creo verlo respondi Sa-
lilsusoyin. Qu haba en ella?
Nios.
Vivos?
S, creo verlos. Qu hicieron esos nios?
Huyeron, hermano Saka. Habrn liuido? Es as
la historia? No la hacemos engaosa?
No, hermano Salil. As como decimos, as
debi ocurrir en verdad. La historia no cuenta eso.
No la cuenta; nada dice de los nios en el
saco. Pero tenemos derecho a desentraar la
historia. La bolsa de Chaskel siempre llam mi
atencin, desde muy pequeo llam mi atencin.
Siempre que escuchaba a
mis mayores el relato de Chaskel y Kwanyip,
siempre quise saber algo ms de la bolsa y de los
nios que all haba.
A m tambin me ocurri lo mismo,
hermano Saka. Ahora lo recuerdo.
As es, muy cierto. Contina, Salilsusoyin,
no detengas ms el relato, quiero llegar pronto al
final.
Salilsusoyin prosigui:
Kwanyip y Chaskel lucharon, mucho
lucharon, sin darse tregua, sin darse descanso.
Lucharon hasta hacer temblar la tierra, lucharon
hasta caer al suelo y rodar a las aguas del gran lago.
Los gigantes cayeron a las aguas con sus
voluminosos cuerpos; hicieron que las aguas se
alzaran, hicieron que las aguas formaran enormes
olas, olas tan gigantes como Kwanyip y Chaskel. Las
olas inundaron la tierra que rodeaba el lago. Con la
salida de las aguas huyeron los animales al interior
de los bosques, las aves espantadas volaron a las ci-
mas altas de las montaas; desolado qued el lago.
Los gigantes lucharon hasta que por fin
Kwanyip sumergi la cabeza de Chaskel en el agua;
le hundi la cabeza, no lo dej salir a tomar aire, no
lo dej hasta que Chaskel jur a los cielos,
arrepentido, de que jams le
hara ningn dao a ningn ser humano de esta
tierra.
Salilsusoyin concluy as su relato.
Hermosa historia coment Saka-
nusoyin. Sabes qu pas con los nios que
huyeron del saco que llevaba Chaskel?
No, hermano Saka. T lo sabes?
Sakanusoyin aspir casi todo el aire que lo
rodeaba, acomod mejor sus piernas junto al fuego y
se dispuso a narrar el final del relato. As prosigui
el cuento:
Despus que Kwanyip venci a Chaskel,
el gigante victorioso se intern en el bosque; quera
buscar la bolsa del gran arrepentido. Mas, Kwanyip
nada encontr, no encontr la bolsa, por mucho que
la busc. l saba que el saco contena nios
capturados por Chaskel; el buen gigante, al no
encontrar el saco se entristeci, muy triste se puso y
casi se desplom aplastando dos grandes coiges.
Es ese el final de la historia? Tan triste
es?
No es triste, Salilsusoyin. Kwanyip no
encontr la bolsa, como dije, pero tropez con dos
nios perdidos en el bosque, dos extraviados que
dijeron ser hurfanos. El gigante sospech que
haban escapado ilesos del saco de Chaskel y los
adopt, los adopt
\ los cuid como si fueran sus propios hijos.
Kwanyip conserv esos nios a su lado hasta que se
hicieron hombres. Un da, Kwanyip se consider
viejo y decidi subir al cielo para convertirse en
estrella para siempre. Pasaron los aos; los hijos
adoptivos de Kwanyip siguieron el mismo camino
emprendido por su padre, subieron al cielo para
convertirse en estrellas.
Sakanusoyin concluy as su relato.
El otro joven estaba maravillado, jams
nadie le haba hablado de aquel final tan hermoso.
Es eso cierto?
Ven, hermano Salil. Sgueme.
Sakanusoyin llev a su compaero a cierto
lugar en el bosque; lo llev ah donde los rboles no
eran tan densos y sus copas frondosas dejaban ver el
elevado cielo. Ellos observaron las grandes
constelaciones, estrellas que se vean tan cerca, tan
inmensas, que ganas daban de tocarlas con los
dedos.
Aquella estrella roja es Kwanyip explic
Sakanusoyin. Aquellas dos que estn a su lado son
sus hijos.
Salilsusoyin tena la vista extraviada en el
cielo.
La alucinacin
A -id da siguiente comenzaba, una nueva
jornada. La cacera result larga y fatigosa, ms
extenuante que las anteriores. Resultaba difcil encontrar guanacos.
Hemos caminado dos das y no hallamos
al animal dijo a su compaero, Sakanusoyin. Me asustas, hermano Saka. Es as, Salilsusoyin. Qu haremos? No regresaremos sin nada
en las manos.
T regresars para alertar a los nuestros.
Les dirs que el guanaco escasea, que cada vez se
hace ms difcil hallarlo.
Ir a mi gente para decir lo que me pides,
pero qu hars t, hermano Saka?
Seguir tras el rastro del animal, buscar
hasta encontrarlo. No dejar que el
guanaco se eche a morir por culpa de los hombres. Salilsusoyin se inquiet, se inquiet de
LAS. Las palabras de Sakanusoyin sonaban
tristes.
Saka le dijo el joven con temblor en los
labios, no pensars subir al cielo para convertirte
en estrella?
No lo har, Salilsusoyin. Puedes confiar.
Me asustas. No quisiera que nos falta ras
en la tierra nuestra. No quiero llorar tu i au sencia;
no quiero hacer cortes de sangre en mi rostro, en mi
pecho; no quiero dejar de nombrar tu gracioso
nombre; no quiero que S.ikanusoyin se haga
silencio.
Los jvenes se echaron en los brazos,
amistosamente, el uno en los brazos del otro.
Sollozaron con honda tristeza, pues deban
separarse.
Sakanusoyin comprendi que la envidia
demostrada por su compaero haba sido un
sentimiento pasajero, como a veces las nubes lo son.
Salilsusoyin se haba convertido al fin en un
verdadero amigo.
Salil, hermano le dijo, aqu tienes mi
arco de canelo; aqu tienes mis flechas de pedernal.
Son tuyos. Quiero que los conserves, es mi amistad
la que llevas.
Saka, hermano respondi el otro joven
, no desarmars tu brazo solo por darme un
obsequio.
No necesito armas para hacer lo que me
propongo. Seguir mi camino con los brazos
livianos.
Quiero dejar mi arco contigo. Lo colgar
en la rama de este rbol; cuando regrese por ti sabr
que te has marchado si el arco y las flechas no estn.
Saldr a buscarte, buscar hasta encontrarte.
Promete, Sakanusoyin, promete que no te separars
de l.
Lo prometo, Salilsusoyin.
Desear que la buena fortuna te acompae
siempre. Dejar contigo mis piedras de chispa, las
necesitars. Cmo encenders el fuego de tu
hogar?
T te quedas en soledad. Yo me marcho;
encontrar muchos fuegos en mi camino.
Los jvenes se despidieron. Salilsusoyin
debi regresar sobre su propio rastro. Un largo
regreso le esperaba.
Cuando la figura del joven que se marchaba
termin de perderse tras los lejanos rboles, decidi
Sakanusoyin buscar una caverna en el monte y hacer
all su nuevo refugio.
Esa noche el joven comi hongos silvestres
bien asados en el fuego; bebi agua cristalina de una
vertiente que descenda muy cerca de la caverna.
Despus de la merienda, con el sueo que le
vino despus, aparecieron las alucinaciones. El joven
tuvo su noche de deslumbramiento. La luna estaba
en eclipse y Sakanusoyin tuvo una alucinacin
perfecta.
Sakanusoyin vio al chamn presentarse en la
caverna; el chamn se reuna con l.
El apreciado anciano luca un bello tocado de
plumas en la cabeza, luca su capa de guanaco, luca
un crculo rojo en cada mejilla de su rostro.
El chamn no dej nunca de observar la luna
y realiz cantos embelesadores.
Despus de los cantos cogi al joven de la
mano y lo condujo fuera de la caverna.
Ah comenz el viaje de Sakanusoyin hacia el
centro de la luna. Durante el viaje comprob que
volaba sobre el bosque de canelos, volaba sobre el
bosque de coiges, volaba sobre cerros y montaas,
volaba sobre la aurora antrtica.
El joven pudo ver el vasto ocano, como
nunca antes lo haba visto, pudo ver lo interminable
que el mar era. Tambin vio los espejos de la luna
incrustados en los grandes hielos eternos y supo por
qu a veces se dice que all estn enterradas las
lgrimas de la luna; cuando llora, su llanto se
incrusta en los
hielos eternos, pues ella no quiere que sus lgrimas
se pierdan en el fondo de los ocanos.
El joven vio que el resplandor de la luna
creca; mientras ms prxima era su cercana, ms
intensa se haca su refulgencia. Cerr los ojos, los
cerr porque sinti que ellos no le servan, de tanta
claridad que tena en su vista. Estaba encandilado
por la belleza de la luna.
Escuch luego la voz del chamn, su gua.
Escucha, Sakanusoyin. De la luna misma
depende tu ventura venidera. Si eres aceptado por
ella, tendrs un tiempo futuro asegurado;
prolongada ser tu suerte, si ella te acepta. Mas, si
te rechaza, tendrs una pronta muerte.
Cmo sabr, gran padre, cul ser mi
suerte?
Lo sabrs al regresar de este viaje; al
despertar lo sabrs.
Qu signos debo descifrar?
Si descubres un puado de hierbas
manchadas con sangre, si la punta de tus flechas
estn manchadas con sangre, si lo estn los bordes
de tu vestimenta, sabrs que la luna te ha puesto
bajo su sombra, sabrs que ella atrap tu cuerpo,
sabrs que te rechaza.
Y si ella no me rechaza, gran padre, qu
indicio hallar?
Si ella no te pone bajo su sombra, recibirs
un obsequio valioso; recibirs una esfera que de
piedra ser, que de madera ser, que ser de cuero el
obsequio que ella te obsequiar. As testimonia ella
su tolerancia. Si es esa tu buena estrella, debers
coger el obsequio con tu boca. Si as lo haces, sers el
nuevo chamn de tu gente, lo sers cuando tengas
edad suficiente para serlo. Ese es el indicio y ningn
otro encontrars.
As le habl al joven el chamn durante el
viaje al centro de la luna. Y guard silencio; condujo
a Sakanusoyin de regreso a la caverna para dejarle
dormido junto al fuego.
Ms tarde, el joven despert; despert al
sentir el sol directo sobre su frente abierta. El joven
Saka abri los ojos. Una luminosidad diferente tena
ante su vista. Entonces, cuando sus ojos se
acostumbraron a la luz del da, entonces, el joven
descubri el obsequio de la luna, el buen indicio del
que le haba hablado su chamn.
A la entrada de la caverna, en el centro de
ella, haba una esfera perfecta; pulida era ella,
brillante era la esfera.
Con instinto puro el joven quiso estirar el
brazo, quiso alargar la mano para coger el obsequio;
mas, justo a tiempo se contuvo y record las palabras
del gran padre.
Cogers el obsequio con tu boca.
El joven abandon la capa de cuero que le
daba abrigo y se acerc a la esfera.
Sakanusoyin abri la boca y mordi el
obsequio con sus labios, lo mordi con suavidad, con
sumo cuidado lo hizo. Por el sabor cido supo el
joven que la esfera era de cuero, un cuero terso, como
la piel de la madre cuando se la besa.
El joven se puso contento, pues magnfico era
su despertar.
Las palabras del chamn sonaron una vez
ms en su mente:
As sabrs que has de ser el nuevo chamn
de tu gente, cuando tengas edad suficiente para
serlo. Ese es el indicio y ningn otro encontrars.
Un viaje solitario
Al amanecer, Sakanusoyin se intern en el
bosque.
Vesta su capa larga de cuero, su manto kcel,
que lo protega no solo del fro, sino tambin de las
piedras, de las durezas de los matorrales espinudos.
El joven no se desprenda de su capa de
cuero; buena suerte le traa.
Los guanacos se detenan al olfatear el olor de
su propia piel; ante la piel curtida se quedaban
petrificados.
El cazador solitario cruz el bosque para ir
directamente al lago de los patos. En ese lugar las
aves ocupaban la orilla por cientos y por miles; tantos
eran los pjaros que all haba.
Bellas aves que buscaban comida bajo el sol
clarsimo de la maana.
Estas aves se alimentan del lago. Mi gente
podra alimentarse de ellas reflexion el joven.
Sakanusoyin observ maravillado la gran
abundancia, la variedad y el colorido de aquellas
aves.
El joven se acerc a la orilla y pudo tocar los
pjaros con la punta de sus pies, casi. Los patos
salvajes no se desperdigaron con la presencia del
cazador. No le teman, no tenan por qu, ellos no
conocan cazador alguno. Era la primera vez que un
hombre se aproximaba tanto al lago. Aquellas aves
no saban todava que a los hombres haba que
cogerles miedo.
Sakanusoyin se sent, en la orilla de las
aguas se sent; muy cerca de las aves descans y
admir lo que le rodeaba.
El joven record el origen de aquellos
pjaros, origen que enterneca su alma. Sakanusoyin
record que el nacimiento de las aves fue durante
las grandes guerras, cuando grupos de cazadores se
lanzaron unos contra otros; para dominar territorios
se lanzaban a la guerra.
En aquel tiempo se produjeron perse-
cuciones y matanzas. Cierta vez, un grupo de
mujeres hua por la estepa, pues ciertos cazadores
las acosaban para apoderarse de ellas, para hacerlas
sus mujeres y vengarse as de los esposos de ellas,
sus enemigos. Las mujeres que huan se lanzaron
valientemente a las
aguas fras. Se lanzaron y preferan morir ahogadas
antes que caer en las manos de sus terribles y
enfurecidos perseguidores. Ellas quisieron nadar en
el lago y salvarse, pero el fro de las aguas las fue
venciendo. Las ancianas quisieron proteger a las
jovencitas, pero el fro de las aguas las fue
venciendo. Para salvarse, para no morir ahogadas,
las mujeres comenzaron a convertirse en patos, en
hermosos patos salvajes se convertan aquellas
lindas mujeres. As salvaron ellas sus vidas
preciosas.
Sakanusoyin decidi entonces que jams
causara algn dao a esas aves tan bellas, pues
tena su pasado en la memoria.
El joven prosigui su marcha hasta alcanzar
la playa arcillosa.
All se desprendi de su manto kcel y se
meti desnudo en el lago.
El joven moj bien su cuerpo y luego lo
pint con barro. Pintura rojiza era aquella, la
pintura que Sakanusoyin se echaba en el cuerpo.
En los tiempos de las grandes guerras,
pintarse el cuerpo de esa manera significaba estar
preparado para el combate. Pero Sakanusoyin no se
embetunaba para guerrear, se alistaba para la
captura del guanaco, solo eso.
La pintura al secarse en el cuerpo quedaba
confundida con la corteza de un rbol, en eso
quedaba convertido el hombre pintado de rojo: en la
corteza de un rbol, casi.
Era como ver un arbolito, como ver un
canelo que tiene corteza roja, casi.
El guanaco se mostrara confiado, pues no
vera peligro entonces. Para el animal no existira
cazador que quisiera atraparlo; solamente un rbol
estara aguardndolo.
Es para lo que Sakanusoyin se dispona, se
preparaba para capturar a su presa.
Camin a zancos bien largos el remedo de
rbol y fue dejando trampas para zorros; fue
dejando lazos abiertos en los senderos del animal.
All donde haba huellas, donde rastros de animal
haba. Sakanusoyin fue dejando sus trampas, sus
lazos abiertos para que la presa quedara aprisionada
en ellos.
El joven conoca muy bien el rastro de los
animales. Entenda las huellas con claridad, como
quien entiende un libro, como quien entiende lo que
las estrellas dicen.
Sakanusoyin saba la direccin que haba
tomado el animal, saba qu velocidad llevaba el
animal en su carrera, todo lo saba l. Conoca los
ruidos del bosque, el lenguaje de la estepa que
hablaba con sus colores, segn la
hora del da y la estacin del ao. Sakanusoyin saba
cuando ella estaba triste o estaba festiva, si era
invierno o verano, si ella estaba florida o marchita.
El joven saba darle su cara al viento para escuchar
el desplazamiento del zorro, para escuchar el rumor
del guanaco cuando corra.
Sakanusoyin hizo un largo camino para
buscar al guanaco. Cruz extensos lagos, vade sus
orillas para encontrar al guanaco. Descendi a las
profundas quebradas y solo se detuvo cuando lleg
al ocano, al otro, el ocano que su gente siempre
tena en las espaldas, ms all de las montaas. En
ese otro ocano tambin se vean los altos hielos
azules. En el horizonte podan verse, no antes. Cuan-
do tocaba verano aquellos hielos se vean rojizos, sin
brumas, sin nieblas, tampoco nubes.
Cruzar aquel mar, cruzar aquel territorio de
hielos abiertos al cielo significaba hacer el ms largo
de los viajes, el viaje al cielo, el viaje que haba
hecho el gigante Kwanyip y sus dos hijos, para
convertirse en estrellas.
Sakanusoyin sinti que sus ojos se llenaban
de lgrimas y record las tiernas palabras de su amigo Salil:
No pensars subir al cielo para trans-
formarte en estrella?
El joven sinti su corazn lleno de sen-
timiento, entonces quiso hablar con Dios, con
Temukel quiso hablar.
Padre le dijo, t que eres tan
poderoso, t que nos infundes temor y respeto, t
que hiciste el cielo y la tierra cuando nada exista,
que nos diste forma y vida, t, padre Temukel,
tienes que hablarme.
As habl el joven Saka al Dios de Tierra del
Fuego.
Lo hizo sin miedo pues su rostro estaba
pintado de rojo, como tambin lo estaba su cuerpo.
Estaba pintado para estar frente a los grandes
hielos, pues solo as los hielos respetaban a los
hombres en aquel tiempo.
El secreto de la lechuza :8^
El viento de los hielos golpe el rostro de
Sakanusoyin. Las aguas inquietas del mar mojaron
las puntas de los mocasines del joven. Los cabellos
negros del cazador bailaron bajo la atadura del
kschel que adornaba su frente.
Sakanusoyin decidi virar en redondo para
regresar por el mismo camino que lo haba llevado a
las puertas del gran dominio del padre Temukel.
El joven volvi sobre sus pasos. Al regresar
encontr la primera trampa, que era la ltima que
haba puesto. La trampa estaba vaca. El joven
recogi el lazo y escuch el chillido burln de la
lechuza.
No te burles, K'uumits le dijo el joven al
pjaro que haba chillado. Conozco tu origen. Lo
confesar si te burlas de m.
El pjaro burln call en seguida.
Sakanusoyin guard el lazo de cuero entre
sus ropas y prosigui su camino.
Al cabo de un rato encontr la segunda
trampa, que era la penltima que haba puesto. La
trampa estaba vaca. El joven recogi el lazo y
escuch el chillido burln de la lechuza.
No te burles, K'uumits volvi a decir el
joven al pjaro que haba chillado. Conozco tu
origen. Lo confesar si te burlas de m.
El pjaro burln call en seguida.
Sakanusoyin guard el segundo lazo de
cuero entre sus ropas y prosigui su camino.
No haba caminado demasiado cuando
encontr la tercera trampa, que era la antepenltima
que haba puesto. La trampa estaba vaca, igual que
las anteriores.
El joven esta vez no se agach para recoger
el lazo y guardarlo entre sus ropas. Sakanusoyin
esper el chillido del pjaro.
La lechuza, en su rbol, no chill.
K'uumits! dijo el joven. No te
burlas?
La lechuza no respondi. El joven insisti.
No te burlas le dijo porque has
comido mis presas en mis propias trampas. Las
comiste del mismo modo que devoraste el cuerpo de
tu cuado, cuando eras mujer y no pjaro.
La lechuza dio unos cuantos aleteos en la
rama del rbol, quiso escapar el pjaro, con su pico
chico bien cerrado quiso salir volando.
Pero el joven lo detuvo.
No escapes, K'uumits le dijo.
El pjaro se pos en otra rama, gir en
redondo su cabeza, inquieto, como si estuviera
alerta, como si tuviera miedo.
Ests oteando, K'uumits, no quieres que se
escuchen mis palabras agreg el joven. Una
piedra debera lanzarte y dejar tu cuerpo tumbado
en la hierba. Mas, revelar tu secreto ser un castigo
bien merecido por la burla que me has hecho.
El pjaro se inquiet an ms y quiso escapar
volando, pero el joven lo detuvo.
K'uumits! le dijo, recuerdas cuando tu
esposo pregunt por su hermano? No lo s, fue tu
respuesta. Eras mujer entonces, y te habas comido a
tu cuado. Tu esposo encontr parte de su hermano
bajo unas mantas, en un rincn de tu casa lo en-
contr. En ese momento tu esposo se enfureci y te
maldijo. En ese momento, K'uumits, te hiciste
lechuza. Tu esposo se convirti en gorrin y t en
lechuza. Ese fue el origen y lo he revelado para que
no vuelvas a hacer mofa de m.
El joven dej que el pjaro escapara; se alej
chillando como si un bochorno le hubiese dado. Por
eso, solo aparece de noche el K'uumits, para que
nadie le recuerde su vergonzoso origen.
En su regreso al refugio, Sakanusoyin
encontr todas las trampas restantes con alguna
presa en ellas. El jugueteo de la lechuza haba
terminado con la astucia del joven.
Sakanusoyin recogi las presas; eran zorros,
nicamente zorros asustados, eso eran.
El joven encontr una sorpresa en la ltima
trampa, que era la primera que haba puesto. Una
mamsa joven estaba enredada en el lazo.
Sakanusoyin sinti que la felicidad le haca
olvidar por completo el mal rato pasado con la
lechuza. Su da de caza, su esfuerzo era
recompensado.
El joven cazador llev sus presas al refugio.
All las at para que no se escaparan durante la
noche.
Esa noche el joven durmi profundo; ningn
sueo tuvo el joven. No haba necesidad de soar, de
tener alucinaciones; su da haba sido bueno.
EL guanaco de la discordia H
H aba amanecido. De pie, a la entrada de la caverna, estaba
Salilsusoyin.
Detrs del visitante, la luz del da creaba
destellos caprichosos; el sol llenaba de sombra la
figura del joven recin llegado al refugio de
Sakanusoyin. Pareca una de las tantas fantasas que
el joven haba tenido desde que se refugiara en
aquella cueva junto al monte.
Soy yo, hermano Saka dijo al fin el
visitante.
T, hermano Salil? respondi
sorprendido el joven y entrecerr los ojos, pues la
claridad de la maana le caa de lleno en el rostro.
El mismo, hermano. Vine tan pronto como
lo permitieron mis pies.
Nada has tardado.
Era noche an cuando sal de la tienda de
mis padres prosigui el joven Salil. El sol tena a
su esposa, la luna, cogida de los
cabellos, casi la tena en sus manos. Entonces
emprend la marcha, hice lo que me indicaste,
Sakanusoyin. Corr poniendo solo la punta del pie
en el terreno; as pude avanzar ms rpido.
Sakanusoyin se estremeci bajo su manto
kcel y se incorpor de un salto.
Hermano Salil! exclam, estoy feliz.
Me alegro de verte. Me alegra saber que corres
ligero. Ahora descansa, hermano. Traes hambre?
Tengo frutos deliciosos para desayunar.
Con gusto comer esos frutos respondi
Salilsusoyin y se acomod en el interior del refugio.
Sakanusoyin aviv las brasas de la fogata.
Junto al fuego se platica con ms deleite. Los amigos
se sentan reconfortados. La amistad prenda, creca.
Las paredes de la caverna se iluminaron. El rostro
de Salilsusoyin tambin se ilumin al descubrir las
valiosas presas que haba capturado Sakanusoyin.
Hermosos zorros! -exclam lleno de
admiracin el joven Salil.
Seran muchos ms si la lechuza no se
hubiera burlado. Revelaste su secreto para castigarla?
Lo hice, pero igual se comi el fruto de mi
captura.
No has destripado ningn zorro. Por
qu?
Porque son tuyos, hermano Salil.
Y el guanaquito? pregunt Salilsusoyin
con gran inters, pues acababa de descubrirlo en la
semipenumbra de la caverna.
Ese animal se queda conmigo respondi
con seguridad el joven Saka.
Salilsusoyin enmudeci, plido se torn el
joven; pens que la soledad que su amigo soportaba
en aquel refugio le haba arrancado la sana razn,
alejndolo de sus deberes, apartndolo de la
obligacin que tena con los suyos.
Tu gente creer que has fallado dijo
Salilsusoyin.
Atrap muchos zorros. Son tuyos, llvalos
a nuestra gente.
Desde que te marchaste insisti el joven
Salil nadie ha vuelto a probar la carne del
guanaco, nadie ha podido hacerlo, pues hay escasez
de ella. Ninguno de nuestros cazadores ha
conseguido capturar un solo guanaco. Perdido anda
el animal. Pero t s has atrapado al guanaco, debes
darlo a tu gente.
Comern zorros, conejos comern.
Bastante hay en la estepa y en el monte. Hasta un
nio puede atraparlos.
Los nuestros no estarn satisfechos con tu
respuesta. Eres el mejor cazador. Atrapaste un
guanaco, tu deber es destriparlo en este mismo lugar
y ofrecer su carne a tu gente.
Sakanusoyin no respondi. Guard silencio
el joven. No necesitaba que le recordaran sus
deberes. Cmo hacer que su compaero
comprendiera? Cmo hacer para que todos
comprendieran que haba un deber mayor, una
obligacin que todos deban atender? Finalmente,
despus de un largo rato de silencio, Sakanusoyin
habl:
Me quedar un largo tiempo en este
refugio. Est bien, Saka. Puedes hacerlo, si
Salilsusoyin! la voz del joven son
severa. No tocars al animal!
Los amigos se enfrentaron, como dos fieras,
como si fueran enemigos. Salilsusoyin amenaz al
joven Saka con su cuchillo de pedernal. Los cuerpos
chocaron. Los cuerpos forcejearon. Tan enfurecidos,
tan ciegos estaban. Sakanusoyin empuj lejos a su
amigo y se puso delante del animal para protegerlo.
Saka! grit desesperado el otro joven.
Tu gente muere! Tendr que decir que Sakanusoyin
se ha vuelto mezquino y cobarde?
El joven entristeci con las duras palabras de
Salilsusoyin. T pntrp qmhns culmin; la pena
Sakanusoyin hundi su mano en una bolsa
de cuero y sac de ella un puado de murtillas rojas.
Toma, hermano Salil le dijo a su
compaero, desayunemos. Comamos y dejmonos
aconsejar.
El joven Saka meti otra vez la mano en la
bolsa y sac otro puado de murtillas; estas las
arroj fuera de la caverna.
Voy a comer dijo el joven. Lo que
arroj es para ti, que ests all arriba. Benvolo seas!
Dinos tu voluntad, padre Temukel!
Luego, el joven Saka, cogi la esfera de
cuero y la acarici en silencio, mientras coma con su
compaero Salil.
Har una prueba dijo Sakanusoyin
despus de un rato.
Qu prueba? el otro joven lo mir a los
ojos.
Escucha, hermano Salil. Dejar escapar al
animal. La mamsa se ir.
No puedes hacerlo, Saka.
Lo har.
No tienes juicio. Cmo quieres ganar la
buena voluntad de nuestro padre Temukel? No
dejars escapar el animalito. Est escaso. Los
cazadores lo buscan con desesperacin. Habr
guerra entre familias, lo sabes.
Lo s, hermano Salil. Lo s y es lo que ms
me angustia. Har la prueba. El padre Temukel me
habl.
Qu hars?
Dejar que el animalito busque su manada,
que busque su refugio. Nosotros dos saldremos a
cazarlo y que sea la voluntad de Temukel. Si t
atrapas al animal, tuyo ser y podrs destriparlo en
el mismo sitio de la captura. Olvidar que antes fue
mo. Lo olvidar por completo. Pero si yo lo atrapo
una vez ms, ser mo, el animal ser mo para
siempre. Se quedar conmigo, se quedar hasta que
mi voluntad determine que debo reunirme con los
mos.
Qu consejo te ha dado Temukel?
protest Salilsusoyin. Lo atrapars con seguridad,
eres el mejor de todos. No creo que Temukel te
haya hablado de ese modo.
No lo crees, Salilsusoyin? Pues, escucha.
Escchalo t mismo. Qu te dice el que est all
arriba?
Salilsusoyin guard silencio. Baj los ojos
hasta el suelo y alz su rostro hacia el cielo. Esper
una seal, esper y esper, mas ninguna voz
escuch. El joven pens que Temukel era injusto, el
joven pens que Temukel no protega a los
desvalidos.
Hermano Salil insisti Sakanusoyin, te
dejar marchar. Antes que yo, marchars t tras el
animal. Y cuando mis ojos no te distingan en la
lejana, slo entonces, partir en persecucin de la
mamsa.
No quiero superioridad! se indign
Salilsusoyin.
No pienses que hay engao.
Salilsusoyin lo medit por un instante; en su
mente aparecieron las splicas y demandas de su
gente.
Est bien dijo al fin. Marchar antes
que t. Suelta el animal!
Y Sakanusoyin lo hizo.
La prueba
Sakanusoyin espant al animalito; lo
avent con gritos y manotazos al aire.
La guanaquita, en tan corto tiempo, se haba
amansado con la buena compaa de Sakanusoyin.
El animalito dud todava, recel. Sa-
kanusoyin tuvo que espantarlo con insistencia hasta
que cedi, cedi el animalito y escap velozmente.
Cort por un sendero estrecho, por ah cort en
veloz carrera. La mamsa se intern an ms en el
espeso bosque; se dirigi a la regin por donde sale
el sol, el mismo sol que ya estaba en lo alto; hacia el
sol huy el guanaquito.
No le concedas tanta ventaja inst Sakanusoyin
a su compaero. No la pierdas; que no escape.
Debo atraparla respondi Salilsusoyin
. No quiero un maana con deshonra. Advertido
estoy por el chamn. Si no consigo caza mayor
tendr que acompaar a las mujeres
a recoger frutos silvestres o atrapar peces pequeos
en la orilla de las aguas.
Anda, hermano Salil! Corre! grit
Sakanusoyin, de impaciencia grit, de susto grit por
el animalito que hua.
Salilsusoyin apret su manto kcel contra el
cuerpo y sali en veloz carrera detrs de la presa.
El terreno era hosco, era difcil, era quebrado,
distinto a la estepa tan plana, tan abierta.
Ese fue el camino que haba escogido el
animal perseguido.
Salilsusoyin perdi de vista la presa; tuvo que
detenerse varias veces para observar la huella fresca,
el rastro que la bestiecita iba dejando en el terreno.
Suba, el rastro lo deca claramente. El joven apresur
el paso; el joven se intern en el bosque y al volver
atrs la vista, comprob que Sakanusoyin no se
distingua, por ningn lado se vea. El cazador
escuch un ruido entre los rboles. Salilsusoyin se
detuvo. El joven se qued inmvil; se ocult detrs de
su manto, como si ste fuera un escudo, como si fuera
una proteccin que simulaba ser el tronco de un
rbol.
Si es mi presa la que hace ruido pens el
joven Salil, la atrapar aqu mismo.
Y se ocult completamente; asom tan solo
la punta de la cabeza por el borde superior del
manto; asom su cabeza para que se viera su kschel
hermoseando su frente; asom la punta de los ojos,
tan slo eso asom el joven.
Si es mi presa la que hace ruido, pens
otra vez el joven Salil, se detendr al descubrir mi
manto kcel. Inmvil quedar al reconocer el olor de
su piel. Entonces, saldr desnudo de mi escondite y
la cazar. Mo ser el animalito.
El ruido no cesaba, el ruido continuaba muy
cerca de ah, entre los rboles. Pero la bestiecita no
apareca, por ningn lado se vea. Salilsusoyin sinti
que la espalda se le pona tiesa de fro.
Ha de ser algn espritu dijo callado,
para que nada ni nadie escuchara sus pensamientos.
Salilsusoyin ni siquiera sospechaba lo que
ocurra; ni siquiera sospechaba que en ese momento
un espritu del bosque le segua los pasos muy de
cerca. Como el joven no viera lo que causaba tal
ruido, comenz a intuir que algo sobrenatural estaba
a sus espaldas.
Es un espritu asegur el joven. Puede
ser Mehn, que es un espritu bueno y
seguramente me ayudar en mi tarea. Pero si es
Yohsi, puedo estar seguro de que me har muy
difcil mi labor, pues Yohsi, s que es un mal
espritu. Quiz se ha metido en mi sombra!
concluy asustado el joven Salilsusoyin.
Nada se vea, sin embargo. El joven quiso
atrapar su sombra, para ver si notaba algo extrao
en ella; descubri tantas sombras en esa parte del
bosque, que no supo cual de todas era la suya.
Salilsusoyin sinti el desamparo; lo invadi
un profundo desasosiego, muy solo se sinti, muy
solitario pens que estaba, tanto, que andaba incluso
sin su propia sombra.
Hermano Saka! exclam lastimo-
samente. Por qu no ests conmigo? Debo morir
en medio del abandono?
Despus de sus palabras que sonaron como
un grito, despus del llamado de auxilio, el joven
escuch un fuerte crujir de ramas. Salilsusoyin
entendi que algo terrible se aproximaba. Sin
pensarlo dos veces, salt; disparado como un
proyectil, brinc a un costado y ech a correr en
cualquier direccin. El joven arrastraba su manto
kcel entre las hojas, entre los troncos cados lo
arrastraba. Resbal, rod, cay de bruces y de
espalda; no pasaron ni dos suspiros del joven,
cuando un
coigiie gigante se vino al suelo. El rbol inmenso
cay con todo su peso y largura en el mismo lugar
que Salilsusoyin haba elegido como escondite para
capturar a su presa; ah mismo se desplom el
coige. Slo entonces el joven comprendi lo que
ocurra.
Yohsi! exclam. Es Yohsi el espritu
que me anda rondando! Ese rbol me habra
aplastado. Ahora tendr que ver a Yohsi, tendr que
presentarse ahora. Todos tenemos que verlo,
tenemos que ver a Yohsi alguna vez en la vida. Me
corresponde, y tendr que mostrarme valeroso ante
su presencia. Gran Padre Temukel, sea cual sea tu
nimo, lo acepto!
No haba terminado de pronunciar aquellas
palabras, cuando Salilsusoyin crey sorprender un
contorno luminoso que se ocultaba en lo ms
sombro del bosque.
Ah est! murmur el joven. Es
Yohsi! Jams lo imagin as.
Salilsusoyin no supo qu hacer; no supo si
era mejor salir corriendo, huir; no supo si era mejor
permanecer en el sitio esperando lo peor. Entonces,
sac valor de su temor y se decidi.
Si me acerco a l, se ir; al querer acer-
carme a l se ir reflexion el joven. Soy
valiente, debo ahuyentarlo. Le demostrar
que no le temo, aunque por dentro est temblando.
Me mostrar cauteloso, pues Yohsi querr
atraparme.
Decidido a todo dio unos pasos en direccin
al espritu; otros ruidos desconocidos se
presentaron, ruidos seguidos de un aullido
estridente. La luminosidad con forma humana
desapareci, en un instante se esfum en el aire.
Lo saba! grit el joven. Desapareci!
Soy valiente; con mi valor lo ahuyent. Yohsi se ha
escondido por ah, en algn escondrijo se ha metido.
Al joven le volvi la sangre al cuerpo; sinti
que su alma se aquietaba, que su pulso se calmaba;
ms seguro se sinti Salilsusoyin, conforme consigo
mismo estaba. Se dio unas cuantas palmadas en los
brazos, se felicitaba, se dio nimo para continuar.
En ese preciso instante, otro crujido se
produjo, un ruido muy similar al anterior. Pero
Salilsusoyin estaba advertido. Ese ruido presagiaba
la cada de otro coige, pues era el modo que
utilizaba Yohsi para atemorizar a sus vctimas.
Salilsusoyin sali disparado del lugar, sin
meta ni destino, huyendo para buscar refugio en
otro sitio.
Pero no se desplom rbol alguno; ms bien,
se escuch una voz amistosa a sus espaldas.
Por qu huyes?
Pero Salilsusoyin no estaba con humor para
detenerse a responder, menos volverse para ver a
quien perteneca la voz aquella; tan seguro estaba
de saber lo que sus ojos veran.
Eres t, Yohsi respondi el joven. Lo
s. Y no huyo de ti, esquivo el rbol que dejars caer
sobre mi cabeza.
La voz amistosa insisti, sin embargo.
Soy yo, hermano.
Recin entonces se volvi a mirar el joven;
un gran alivio tuvo y respir profundo.
Hermano Saka! exclam fatigosamente
Salilsusoyin. El espritu Yohsi me acosaba.
Qu dao te hizo?
Ningn dao me hizo, hermano Saka. Me
asust, me ahuyent, me dej caer un coige, que
por poco me mata. Slo eso me hizo. Lo he visto.
A Yohsi? Tambin lo has visto?
He visto el rbol que dej caer. Ese coige
borr su rastro, pero un nuevo ruido me dijo que
aqu estabas. Yohsi no es tan malo.
Me detuvo, me distrajo; me hizo perder el
animalito y t, hermano, me has dado alcance. No
podr atraparlo.
Mi suerte no es mejor que la tuya; hemos
perdido la presa.
Las palabras de Sakanusoyin no recon-
fortaron el mal nimo del joven Salil; pensaba que la
aparicin de Yohsi no era una buena seal, pues
nunca lo haba sido.
Los dos jvenes continuaron con la
bsqueda de la bestiecita, rastrearon sus huellas.
Mucho buscaron ellos, lo bastante como para dar,
finalmente, con el rastro del animal.
Son estas! exclam jubiloso Sa-
kanusoyin.
Tuyo ser! T lo atrapars! se impuso
el tono derrotista de Salilsusoyin.
El otro joven nada respondi; no dispona de
tiempo para hacerlo. Sakanusoyin corri tan rpido
como pudo en la direccin que sealaba el rastro.
Se dirige al ro! grit alarmado. Hay
que atraparla.
:Qu pasa? respondi Salilsusoyin, que
al parecer caa en la cuenta de que la situacin era
tan grave, que no importaba quien capturara la
presa, sino quien salvaba al animal de un gran
peligro.
Corre, Salil! insisti Sakanusoyin. Se
ahogar si cruza el ro.
Salilsusoyin fue remecido por la inquietud de
su compaero; record que el animal, al sentirse
perdido, acorralado, por instinto intentara cruzar el
ro, pues as lo hacen los guanacos cuando sienten
que van a morir, buscan las aguas, pues estas los
han de llevar a un sitio ms seguro, el ltimo que
han de encontrar en toda su existencia.
Salilsusoyin trat de igualar el paso de su
compaero, que corra con toda la energa de sus
giles piernas; el joven trat de igualarlo en
velocidad, mas le result imposible hacerlo.
Salilsusoyin sinti el peso de la fatiga, muy pronto,
el peso del agotamiento se posesion de todo su
cuerpo. Entendi recin entonces que nada haba
descansado, desde que fuera a reunirse con su gente
y regresara luego al refugio donde esperaba
Sakanusoyin. Una marcha tan larga y esforzada, en
tan poco tiempo, sin darse la oportunidad de
recuperar las fuerzas gastadas. Y ahora esta nueva
carrera, buscando la presa a travs del accidentado
bosque, perseguido por espritus burlones como
Yohsi, haba sido demasiado. Salilsusoyin
desfalleci, agotado en extremo, vio contornos
luminosos en los rincones del bosque y crey estar
rodeado por
un espritu Yohsi que se multiplicaba por cientos.
Salilsusoyin vio mantos de bruma devorando los
rboles, vio que todo era niebla y que tras ella se
esconda un verdadero ejrcito de apariciones que
aguardaban, juguetonas, el momento justo para
apoderarse de l y hacer con el joven todas las
diversiones que un espritu del bosque acostumbra
llevar a cabo.
Hermano Saka murmur, Yohsi me
atrapa.
Y se desplom sobre la hierba, desvanecido
cay.
Temukel, me has abandonado! musit
el joven, al tiempo que vea una poderosa claridad
deslumbrando la tierra. A continuacin se present
un calor sofocante, se present un fuego que abras
lo que a su paso encontr. El joven vio cmo el
fuego consuma la tierra. Entonces, comenz a caer
un torrente de lluvia, un torrente que no cesaba. Las
lagunas se hicieron lagos, los lagos se hicieron
ocanos y los ocanos inundaron la tierra completa.
Un guanaco abandonado, solitario, hua de las
aguas, hua hacia los escasos terrenos secos. Las
aguas lo arrasaron todo, con todo arrasaron las
aguas, con el guanaco arrasaron, arrasaron con el
cuerpo desvanecido del joven Salil. Perdi el sentido
y su alucinacin, producida por la gran fatiga, se
hundi en un hoyo negro.
Sakanusoyin, entre tanto, no se detuvo ni un
solo instante en su desesperada carrera para atrapar
a la bestiecita que ya estaba junto al ro, a punto de
penetrar en las aguas correntosas.
La cazar dijo el joven y apur ms el
paso.
El guanaco advirti la presencia del cazador
y no reconoci a Sakanusoyin como su protector. El
animal se inquiet. Pero el joven fue ms veloz y le
dio alcance, en el borde mismo de las aguas le dio
alcance a la mamsa. Sakanusoyin se aferr a ella
fuertemente con sus brazos, se aferr con todas sus
fuerzas al cuerpo del animal y forceje hasta
tumbarlo, forceje y forceje hasta dar con l en
tierra. Animal y cazador quedaron exhaustos sobre
el hmedo terreno. Los ojos espantados de la
mamsa, encorvados al cielo, vieron pasar la sombra
del lazo y qued definitivamente atrapada. El
animalito clav su mirada en el esplndido kschel
que Sakanusoyin luca con orgullo en su amplia
frente.
El regreso al refugio fue slo docilidad. La
mamsa sigui mansamente la marcha serena del
cazador.
En el refugio, Sakanusoyin esper
pacientemente el regreso de su amigo Salil.
La noche dominaba.
Sakanusoyin quiso tener los ojos del puma,
quiso tenerlos para moverse con seguridad entre los
espesos velos de la noche. El joven quiso ir por su
compaero, pero no tena ojos de puma.
Sakanusoyin hizo lo que nunca haba hecho,
s, lo hizo; su preocupacin por la suerte de su
amigo era inmensa.
El joven cort los lazos que mantenan
cautivos a los zorros en la caverna y los liber fuera
de ella.
Corran! les dijo. Son libres. Quiero
que corran por el bosque y encuentren a mi
hermano Salil. Quiero que le muestren el camino
que conduce a mi refugio, pues seguro se ha
perdido.
As les habl a los zorros, eso fue lo que les
dijo. Y los pequeos animales lo entendieron
porque corrieron, disparados se perdieron en las
sombras con sus voluminosas colas alzadas.
Sakanusoyin abandon la caverna y busc el
claro del bosque ms abierto; el ms espacioso busc
y dej que all pastara la mamsa, dej que se
moviera en plena libertad, casi.
El joven frot con fuerza las piedras para
hacer chispa y encendi una gran fogata, en el
corazn del bosque la encendi, para que no
durmiera, para que la foresta despertara y pusiera
todos sus signos de vida en plena actividad, como si
de da fuera. La fogata deba ser un sol que
alumbrara el perdido camino de Salilsusoyin. Luego,
el joven se arrop con su manto kcel, se arrop
para esperar junto al fuego, sobre la tierra silenciosa
y bajo la resplandeciente techumbre del cielo.
Aquella noche las estrellas estaban mucho
ms cerca de la tierra que de costumbre. No haba
nubes suspendidas en el aire; no haba bruma a ras
del suelo; los astros ocupaban todo el espacio del
ancho cielo.
Sakanusoyin esper la voz del creador de
todo lo existente. Temukel tendra que darle una
respuesta, debera darle una prueba, una prueba de
que la voluntad del creador favorecera los
propsitos del joven. Record que al principio
cuando nada exista sobre esta
tierra, Temukel dispuso que la forma de los seres
existentes fuera hecha de barro. Pero ese barro deba
provenir de los terrones luminosos que caan del
cielo, los terrones que caan para humedecerse en las
aguas de la ltima gran lluvia.
Eso fue lo que record el joven mientras
esperaba una seal de salvacin que bajara desde lo
alto.
En el nimo del joven haba un segundo
deseo; su compaero Salil deba regresar sano y
salvo. Sakanusoyin saba que el espritu benfico de
Mehn tendra que guiar al amigo por los caminos
correctos del regreso a casa; Mehn tendra que salvar
a Salilsusoyin de su extravo.
Mehn descubrira la fogata que Sakanusoyin
encendiera en medio del bosque. Mehn poda
descubrirla desde muy lejos; la fogata de
Sakanusoyin deba ser la ms luminosa de todos los
fuegos que iluminaban la Fierra del Fuego aquella
noche, sin duda lo era.
As como el fuego es bueno para indicar
rutas y direcciones, tambin es malo, pues espanta
sin duda a los animales cercanos.
Sakanusoyin guardaba la esperanza, vaya
que la esperaba!, de que un guanaco macho,
valeroso, osara acercarse a la mamsa. En
el nimo del veloz corredor estaba el anhelo de
atrapar un compaero para su guanaquita solitaria.
Sakanusoyin deseaba un ejemplar vigoroso, un
ejemplar soberano; vencedor de mil pruebas,
diestro, dispuesto ya a formar pareja, a dar cras
sanas para poblar con ellas toda la estepa, otra vez.
El guanaco que ha de olfatear a mi mamsa
ser como los jvenes de mi pueblo que antes de ver
a una jovencita, antes de mirar sus cabellos, la
distinguen por el dulce aroma que exhala su persona
fina y graciosa.
As pens Sakanusoyin mientras esperaba la
seal de Temukel.
Si la joven es serena de rostro, hacendosa
con sus manos y encierra en ella un corazn paciente,
entonces, el joven que la pretende querr acercarse.
Primero se arrimar a la tienda del padre de la joven,
se arrimar para hablarle; ser su voluntad hablarle,
mas, al padre de ella no le hablar; le hablar a la
joven hasta que ella tenga voluntad de ser su novia.
Si la jovencita acepta, el joven que la pretende le har
un obsequio, un obsequio de compromiso le har. Le
dar un arco de canelo, un arco que el mismo joven
ha confeccionado con sus manos. Si la joven recibe el
arco de canelo y las flechas en su carcaj, significa que
acepta al
joven que la pretende como su esposa. Ms tarde, los
padres de ella consentirn, entonces, ella preparar
una fina trencilla de nervadura de animal y la pondr
en la mueca del joven, en su mueca derecha la
pondr como una pulsera. Y luego, el joven levantar
una tienda, otra tienda, no la de sus padres levantar,
una tienda que ser su nuevo hogar, otra tienda que
har vivir otro humo en el lugar.
As pens Sakanusoyin mientras esperaba la
seal de Temukel, as de lejos haba volado la
meditacin del joven.
El humo de la fogata ascenda intermi-
nablemente hasta las estrellas, tan alto suba,
mientras que el fuego se extingua prontamente
entre las piedras.
Sakanusoyin guard un profundo silencio;
embelesado qued mirando el firmamento, mirando
el vasto cielo tan completo de estrellas, como estaba
aquella noche que todo lo dominaba.
Fue cuando el joven cazador descubri
aquello que deslumbr su mirada.
Del cielo cayeron dos astros encendidos;
descendi uno y el otro descendi a continuacin;
uno y otro cayeron, sin separacin, sin perderse,
como cogidos de una mano invisible. Los dos astros
encendidos se orientaron a la
laguna de los patos, all descendieron despus de
cruzar la cima empinada de los rboles.
Sakanusoyin tuvo un presentimiento.
Temukel escuch mis ruegos dijo.
Sakanusoyin se incorpor con energa, con
bros se levant de su sitio el joven y se dirigi al
lugar que los dos astros haban escogido para
descender. Corri entre las ramas espinudas y no se
detuvo hasta que las aguas del lago mojaron la punta
de sus pies.
Si han cado al lago los habr perdido
dijo inquieto el joven.
Toda la luz del cielo se reflejaba en el lago;
el agua era el enorme espejo que contena tantos
reflejos como tantas luces en lo alto haba; era
imposible saber qu luz escoger.
Sakanusoyin hundi su cuerpo en las aguas
heladas del lago.
Estas luces que se esfuman con mi cuerpo
son las que estn suspendidas en las alturas.
Cules debo capturar con mis manos
como si fuesen peces plateados?
Fue lo que el joven pens.
El fro eriz la piel del cazador y aviv an
ms sus sentidos. Camin abriendo surcos en el
agua y eran muchas las luces que se desvanecan
cuando el joven pasaba.
Ser imposible exclam con decepcin
. El cielo me pone una prueba muy dura.
A punto ya de darse por vencido; a punto ya
de regresar a la orilla, descubri dos puntitos
luminosos en tierra firme. Sakanusoyin clav sus
ojos en las dos claridades aquellas y sali presuroso
de las aguas. Se acerc a las luminosidades y cuando
crea poder cogerlas con las manos, las dos
brillanteces repentinamente
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