REVISTA UMBRAL N.3 noviembre 2010, pp. 62-79 ojs.uprrp.edu/index.php/umbral ISSN 2151-8386 Universidad de Puerto Rico R e c i n t o d e R í o P i e d r a s
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Representaciones urbanas de la ciudad de Caracas en el arte secuencial
Douglas Miguel Llanos M. Universidad Simón Bolivar [email protected]
Resumen El arte secuencial o cómic como se le conoce popularmente, desarrollado inicialmente por los dibujantes europeos Wilhem Busch y Rudolf Topfer, entre otros, permite obtener un registro escrito-visual de las diferentes percepciones de la ciudad, tanto en su forma urbana como arquitectónica, así como de la composición social de sus ciudadanos. En el caso latinoamericano, y particularmente en las ciudades venezolanas, aunque es una empresa incipiente en comparación con las industrias americanas y europeas pero con estilo propio, refleja con fuerza y claridad cada componente de dinámica urbana latinoamericana. Tal es el caso de Fonseca que con el “Ranchito” presenta el día a día de aquellos que viven en los barrios o asentamientos urbanos espontáneos; o “El magistrado” de Julio López Hallaco (1936-2006), personaje caricaturesco inspirado en el dictador venezolano Gómez. Palabras clave: arte secuencial, ciudad, seguridad ciudadana. Abstract The sequential art was developed initially by Wilhem Busch and Rudolf Topfer, european draftsmen, obtaining different perceptions of the city, in his urban and architectural form, as well as of the social composition of his citizens. In the Latin-American sequential art, and particularly in the Venezuelan cities, it reflects strongly and clarity every component of the urban Latin-American dynamics. Such it is Fonseca's case that with the "Ranchito" he presents day after day of those that live in the neighborhoods or urban spontaneous accessions; or "El magistrado" of Julio Lopez Hallaco (1936-2006), comical personage inspired by the Venezuelan dictator Gómez. Key words: sequential art, city, civil safety.
Introducción Roman Gubern sostiene en El lenguaje de los cómics (1972) que el arte
secuencial —o cómics— constituye un medio expresivo que como parte de la
familia de los medios de comunicación nace de la integración del lenguaje
icónico con el literario, ya que combina imágenes y texto para narrar o
presentar una historia, real o imaginaria.
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Krieger sostiene que durante la Edad Media las imágenes sirvieron para
reforzar el mensaje de las Sagradas Escrituras: “Las imágenes contienen el
potencial expresivo que ayuda a remarcar el mensaje religioso de la oración en
la memoria colectiva” (Krieger, 2006, p. 63), como puede observarse en los
grabados e ilustraciones de las Biblias Pauperun del siglo XIV, que no sólo
servían para transmitir el evangelio sino también para educar a las
colectividades analfabetas.
En la Europa de finales del siglo XIX, Richard Felton Outcalt trabajaba en
un método de narración visual que combinara imágenes y textos, sin embargo,
el arte secuencial moderno nació en 1897 bajo el patrocinio de William R.
Hearts, dueño del New York Journal, donde se publicaban las aventuras de
The Katmenjammer Kids, con la idea de facilitarle al lector la lectura de la
historia por medio de gráficas que reforzaran la comprensión de su mensaje
humorístico.
De esta manera, se puede apreciar que la aparición del cómic está ligada
al florecimiento del periodismo ilustrado, en palabras de Gubern: “…como un
arma publicitaria más en la encarnizada competencia comercial entre dos
magnates de la prensa de Nueva York: Joseph Pulitzer y William Randolph
Hearts” (Gubern, 1972, p. 15).
En el arte secuencial la arquitectura cumple un papel fundamental en/para
la asignación del carácter de la historia y sus personajes, bien sea en la selva
como en ciudades o planetas inexistentes. Un ejemplo de esto es The Spirit
(1940-1952) de Will Eisner (1917-2005), que muestra a la Central City como un
laberinto, de hecho el mismo Spirit es un ser subterráneo, su nombre real es
Dennis Colt, un detective dado por muerto que vive en una especie de cripta-
laboratorio.
“En lugar de la oposición entre el héroe luminoso y la oscuridad, Spirit es
un intercesor entre los dos mundos” (De Santis, 2004, p. 28). Central City es la
ciudad de los suburbios segregados y ruinosos, dominados por el hampa y el
crimen, cuyos actores centrales son personajes típicamente urbanos (ladrones,
policías y prostitutas).
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Asimismo, pueden trazarse los antecedentes del uso de la arquitectura en
el arte secuencial en las historias de Little Nemo in Slumberland (1904-1909)
de Winsor McCoy, quien representó las aventuras de Nemo en la ciudad
imaginaria de Slumberland, donde combina varios estilos como el bizantino, el
neogótico, el chino, el románico, el gótico y el renacentista, entre otros, y que
poco a poco se van metamorfoseando hasta transformarse en la misma ciudad
de Nueva York1.
En casi todas sus viñetas, McCoy presenta vistas generales de la ciudad,
con sus puertos marítimos a lo lejos que permiten establecer un claro límite
urbano. La ciudad imaginaria de Slumberland tiene grandes avenidas, plazas y
parques, edificios civiles y simbólicos, puentes y elevados, estaciones de
ferrocarril y fábricas típicas de las ciudades dinámicas industrializadas en pleno
crecimiento y densificadas. Estas imágenes, puras y modernistas, transmiten
una especie de optimismo por el desarrollo del siglo XX, con sus beneficios
económicos y culturales.
Para Peter Krieger, los cómics son un arte primordialmente urbano
popular, donde la ciudad moderna es expresada generalmente como un
ambiente peligroso, denso, tecnológico y de muchas relaciones, donde
justamente esa “…movilidad, densidad y heterogeneidad son características de
la metrópolis…” (Krieger, 2006, p. 69), ámbito que fue magistralmente
representado por Fritz Lang, director de la película del mismo nombre,
realizada en 1972 y que permitió a la población europea que no podía viajar al
Nuevo Mundo —al igual que en las aventuras de Little Nemo in Slumberland —
conocer la modernidad y cultura urbana norteamericana en todas sus facetas:
las calles, la oficina, la vivienda y la diversión.
Ciudades violentas ¿ciudades imaginarias? Durante la década de los treinta, Estados Unidos atravesaba lo que se conoce
como la Gran Depresión y que fue el escenario para la aparición de personajes
1En este sentido, la ciudad de Nueva York es la imagen de la modernidad metropolitana por excelencia.
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como Dick Tracy (1931) y Tarzán de la selva metropolitana2, quien ordena el
caos y la violencia urbanos con justicia (Krieger, 2006).
En ese sentido, para Eisner el dominio del hampa sobre Central City es
tal, que algunas veces se justifica la aparición de personajes como The Spirit
(1939), quien la defienden casi con los mismos métodos de los malhechores,
en ocasiones desdibujando la línea que separa el bien y el mal3. The Spirit
surge en contraposición a personajes como Superman (1936) de Jerry Siegel y
Joe Shuster, representación de la belleza aria, un ser casi divino venido de los
cielos que, sin explicación alguna, imparte justicia divina, decidiendo quién es
bueno y quién es malo en la peligrosa moderna ciudad de Metrópolis. Este
caso particular es emblemático ya que desde su primera aparición representó
la esperanza de una generación maltratada por los efectos de la depresión
económica de la época, el ideal de un súper hombre luchando por lo bueno
sirvió como instrumento pedagógico para las masas urbanas (Krieger, 2006).
No sólo Central City de The Spirit es una ciudad peligrosa, en 1939 Bob
Kane y Bill Finger crearon Gotham City —hogar de Batman— inspirada en el
lado oscuro de Nueva York, introduciendo la idea de la inteligencia humana
como medio para lograr la salvación de la sociedad contemporánea. La
sociedad es percibida como crítica y deshumanizada, violenta y
psicológicamente enferma, donde los criminales no son simples ladrones, sino
psicópatas y lunáticos como el Joker, Two Faces y el Scarecrow; quienes una
vez capturados no son llevados a una cárcel común y corriente sino a Arkham
Asylum, una institución mental de máxima seguridad.
Y qué decir de la ciudad imaginaria de Basin City creada por Frank Miller
en Sin City (1992-1999), donde sus personajes: policías corruptos, asesinos a
sueldo y prostitutas —seres urbanos alejados del héroe idealizado—, se
enfrentan cada vez más a situaciones ilícitas que ponen a prueba su propia
moralidad.
2Edgard Rice Burrough (1875-1950), en Tarzan of the Apes (1912), expresa su descontento ante la aristocracia británica por medio del realce de las virtudes de la vida natural no humanizada, como crítica a la sociedad posvictoriana. 3Vale la pena en este punto mencionar su obra más urbana La Avenida Dropsie (1995), donde aborda un siglo entero de la vida y muerte de un barrio del Bronx donde Eisner revela la condición humana de sus habitantes.
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Las ciudades latinoamericanas en el arte secuencial Lentamente los países latinoamericanos comenzaron a producir sus propios
personajes e historias con un enfoque inicialmente humorístico, por ejemplo
Avivato (1953-1978) y Ramona (1930) de Lino Palacio; Los otros yo del Doctor
Merengue (1955-1960) de Guillermo Divito, y Mafalda (1962-1972) del
argentino Joaquín Lavado, alias Quino. Posteriormente aparecerían Kalimán, el
hombre increíble (1963) de Rafael Navarro y Modesto Vázquez; Fantomas
(1969) de Pierre Souvestre y Marcel Allain; Las Chambeadoras y Memín
Pinguín (1943) de Yolanda Vargas, y Condorito (1949) de René Ríos. Ahora
bien, este último personaje es emblemático, ya que es creado por el dibujante
chileno como respuesta en contra de los prejuicios norteamericanos hacia los
latinos, particularmente en el film Saludos amigos (1949) de Disney, donde el
país de Chile es representado por un pequeño avión bimotor que apenas sabía
volar y no podía pasar la Cordillera de Los Andes (Salazar, 2007).
En Venezuela los primeros cómics llegaron de mano de Julio López
(1936-2006), alias Hallaco, con la publicación de Historia del petróleo (1971) en
el diario regional El Carabobeño, y quien posteriormente crearía el Capitán
Guayana (1972), personaje:
venezolano de pura cepa, de rasgos muy varoniles e inteligencia abierta a los cuatro puntos cardinales que tenía su guarida en las entrañas del Cerro El Ávila (…) que combate el mal y defiende la ecología y su misión es luchar por un mejor planeta, sin contaminación, sin guerras, sin odios, a regalar paz, amor y abundancia… (Rodríguez, 2007, pp. 16 y 17).
Este superhéroe es la primera incursión del arte secuencial venezolano
en la ciencia ficción a fin de buscar un personaje que acercara al lector a los
valores nacionales, como su propio nombre lo describía. En su primera edición,
el héroe imaginario posa en la ciudad de Caracas con el Distribuidor La Araña,
símbolo de la modernidad urbana.
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Ilustración 1. Portada del primer número de Capitán Guayana de Julio López
(Rodríguez, 2007).
Paralelamente, sería creado otro personaje totalmente opuesto al Capitán
Guayana, El Magistrado, inspirado en el dictador venezolano Juan Vicente
Gómez (1857-1935) acompañado de algunos políticos de turno, militares de
trinchera, genios imbéciles, adulantes, golpistas y pedigüeños que
revoloteaban al Magistrado. Historia de claro tinte humorístico, pero que a su
vez trataba los problemas cotidianos del venezolano de manera sutil y
sarcástica, es decir, los aspectos más relevantes de la sociedad
contemporánea.
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Ilustración 2. Portada de El Magistrado de Julio López.
Tiempo después aparecerían Martín Valiente de Armando Couto y Aníbal
Mariscal (1977), Tuk y su dinosaurio de Giambattista Russo (1976), El
Náufrago de Jorge Blanco (1980), Lolita (1974) de Alberto Vivanco; historias
cortas de tipo humorístico que reflejaban la ingenuidad y chispa venezolanas
(Herrera, 2009). Otros ejemplos icónicos son Lolita y Panchita, las cuales ha
sido absorbidas por la cultura urbana venezolana, y en particular por los
asiduos compradores de los números de billetes de lotería, quienes creen ver
en sus trazos los números ganadores del día.
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Ilustración 3. Panchita como personaje popular de los juegos de azar.
Durante la década de los ochenta aparecerían, en las páginas de la
revista infantil Meridianito, las aventuras de El Guardián de Juan Medina,
historia ambientada en la Caracas del siglo XXI. El Guardián —además de ser
un medio didáctico para enseñar al lector sobre astronomía, geología y otras
ciencias en general— luchaba contra las amenazas extraterrestres de Dar
Krimen quien intentaba conquistar el posapocalíptico “Valle de los
Desesperados”. En los encabezados de cada aventura se apreciaba una vista
general de la ciudad, dominada por las torres del Parque Central, el Centro
Simón Bolívar, el edificio de La Previsora y con El Ávila como telón de fondo —
todos, hitos de la imagen urbana de la ciudad capital—.
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Ilustración 4. Encabezado y viñetas de El Guardián de Juan Medina (Meridianito, 13
deseptiembre de 1987).
Ilustración 5. Viñeta de El Guardián donde se observa la torre La Previsora de Caracas
(Meridianito, 6 de septiembre de 1987).
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Ilustración 6. Viñeta de El Guardián donde se observan los barrios de Caracas (Meridianito, 20
de septiembre de 1987).
En 1993 fue creado El Patriota de Omar Cruz, también autor de El
Ranchito (1989-2003), personaje del populoso sector de Catia, uno de los
barrios más pobres de Caracas, que representa a un superhéroe indestructible
que combatía las fuerzas oscuras de la oligarquía armado sólo con un bat de
béisbol (en referencia al beisbolista venezolano Andrés Galárraga). “Vestido
con mallas, capa, playera ajustada sin mangas y una máscara que sólo deja
ver la barbilla, el personaje hace justicia por propia mano, pues en la historieta
está por encima de las autoridades responsables de impartir justicia” (Sánchez,
2004).
El Patriota, como cualquier héroe del arte secuencial, posee un alter ego
a fin de ocultar su identidad real: técnico en computación que decidió tomar la
justicia en sus manos a raíz del asesinato de su esposa e hijo durante un asalto
a mano armada. Al combatir a corruptos y delincuentes de la ciudad recita
artículos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
promulgada por el presidente Hugo Chávez en diciembre de 1999, de quien es
amigo en secreto al igual que su creador.
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Ilustración 7. El Patriota de Omar Cruz.
Con la llegada del nuevo milenio aparecerían otros personajes como La
Yuleizi (2003) de Jesús Torrealba, una nueva especie de heroína urbana
latinoamericana sin superpoderes ni antifaz, estereotipo de las chicas
venezolanas de bajos recursos, “una amazona a tiempo completo y como tal
pelea con rateros, huelepegas, sádicos, gozones, piedreros,… e incluso
policías matraqueros” (Torrealba, 2005, pp. 23 y 24). Esto marca un cambio
profundo en el perfil de los villanos —pues ya no son las amenazas
extraterrestres con superpoderes ni el crimen organizado, sino una
representación de los peligros a que se enfrentan día a día los ciudadanos— y
de los héroes —personas comunes y corrientes como cualquier caraqueño
más— de la ciudad.
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Ilustración 8. La Yuleizi (2003) de Jesús Torrealba.
Sin embargo, hay una realidad más cruda reflejada en el arte secuencial:
la violencia e inseguridad urbanas. En el caso venezolano, según cifras
estadísticas publicadas por el Programa Venezolano de Educación-Acción en
Derechos Humanos (PROVEA), en 2006 se registraron 2 218 homicidios en
Caracas, lo que equivale a una tasa de 107 víctimas por cada 100 000
habitantes durante este periodo. Para 2007, según estadísticas del Cuerpo de
Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, hubo 3 639 homicidios,
lo cual es un aumento alarmante y significativo.
Durante 2009 se reportaron en el país 13 985 casos (49 homicidios por
cada 100 000 habitantes), cantidad que aunque inferior a la del año anterior de
14 584 (52 homicidios por cada 100 000 habitantes), es sumamente alarmante
pues de hecho ubica a Venezuela en los primeros puestos del ranking en la
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región, muy por encima de Colombia con una tasa de 32 homicidios por cada
100 000 habitantes (INCOSEC, 2010, p. 4).
En un estudio presentado en enero de 2010 por el Consejo Ciudadano
para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, se determinaron las ciudades
más violentas del mundo, donde los primeros cinco lugares están ocupados por
urbes latinoamericanas: Ciudad Juárez (México), San Pedro Sula (Honduras),
San Salvador (El Salvador), Caracas (Venezuela) y Guatemala (Guatemala).
Según cifras suministradas por el Ministerio para el Poder Popular del Interior y
Justicia, se estimó una proporción de 94 muertes por cada 100 000 personas.
Debido al recrudecimiento de la violencia urbana los ciudadanos
abandonan espacios públicos de encuentro, sobreutilizan otros semiprivados
de consumo y limitan cada vez más sus derechos, son testigos y partícipes de
un desmejoramiento acelerado de su calidad de vida, ya que la mayoría de los
caraqueños, según algunas encuestas de opinión, ha experimentado estos
sentimientos en sus lugares de trabajo, en la calles de su comunidad y hasta
en los medios de transporte público y privado (INCOSEC, 2010, p. 13).
La creciente sensación de violencia e inseguridad repercute en el
comportamiento ciudadano donde “la urbe, de alguna manera, se convierte en
un reclamo que salta por todas partes, es una desconfianza general que traza
barreras invisibles para la mayoría” (González, 2008, p. 23). Esto se registra en
un gran número de las encuestas de opinión públicas que coinciden en que la
delincuencia es considerada como el principal problema, no sólo en las
ciudades, sino también en el resto del país.
Este miedo e inseguridad urbana se puede observar en los trabajos de la
nueva generación de artistas venezolanos como Rodolfo Hernández, en cuya
obra se refleja una realidad perturbadora. Así como en los relatos cortos Lobos
& Conejos (2005) donde la víctima y el victimario intercambian roles; Las Latas
(2005), en el cual dos mendigos se enfrentan en una batalla campal al estilo
Matrix por una simple lata vacía de aluminio o 2x6 (2008), en donde una madre
soltera al volante pretende que su hijo se aprenda la tabla de multiplicar
mientras intenta defenderse —arma en mano— de los asaltantes motorizados
que los asedian.
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Ilustración 9. Lobos & Conejos (2005) de Rodolfo Hernández.
Ilustración 10. Las latas (2005) de Rodolfo Hernández.
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Ilustración 11. 2x6 (2008) de Rodolfo Hernández.
Otros dibujantes de cómics han reflejado tal violencia urbana en historias
como ¡Conciudadano! (2005) de José Lara, donde el personaje se enfrenta a
una tensa situación de asalto armado que se resuelve no generando más
violencia sino a través del diálogo; Yare Devil (2005) de José García, donde el
héroe disfrazado del traje típico de Diablo Danzante de Yare es atacado por
unos habitantes de los barrios al confundirlo con una cabra; La parada (2007)
de Felipe Rodrigues, que representa las disputas cotidianas entre estudiantes y
conductores del transporte público por no querer recibirles el “pasaje
preferencial estudiantil”; El Súper Alzao (2009) de José García, un antihéroe
violento y nada ético, y La ciudad de las noches rojas (2009) de Frank Viloria,
historia muy impactante donde dos jóvenes son abatidos por policías corruptos
quienes posteriormente los acusan de narcotraficantes.
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Ilustración 12. ¡Conciudadano! (2005) de José Lara.
Ilustración 13. Yare Devil (2005) de José García.
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Ilustración 14. La ciudad de las noches rojas (2009) de Frank Viloria.
Consideraciones finales Al realizar este breve recorrido por el arte secuencial latinoamericano, es
posible observar cómo lentamente la temática fue cambiando de visiones
futuristas, optimistas y hasta ingenuas de la situación urbana, a temas más
oscuros y de denuncia como los cómics norteamericanos durante la década de
los treinta —época de la Gran Depresión— con personajes como The Spirit de
Will Eisner, Superman de Siegel y Shuster y Batman de Kane y Finger, entre
otros, donde puede observarse también cómo la ciudad dejo de ser un simple
escenario de fondo, para configurar y darle sustancia a las tramas planteadas;
es decir, las historias ya no giran en torno a personajes alejados de la
condición humana, ahora son un reflejo de las sociedades contemporáneas.
En el caso de la urbe caraqueña los héroes evolucionaron (¿o acaso
involucionaron?) desde el Capitán Guayana y El Guardián de Juan Medina,
hasta El Patriota, La Yuleizi y El Súper Alzao. En algunas historias se
presentan personajes desconocidos y sin nombre que, de alguna manera,
permiten al lector identificarse con sus realidades y fantasear con resolver las
situaciones como en la ficción.
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El arte secuencial producido en Venezuela también ha servido como
espacio de denuncia y manifestación de la sensación de miedo e inseguridad
que a diario experimenta el ciudadano caraqueño, emociones que se
transforman en algunos casos en violencia y, en otros, en el abandono de los
espacios públicos para esconderse en sus viviendas y en centros comerciales
“más seguros y vigilados”. Como diría Paulo Virilo: “La escena urbana en los
cómics no es menos ficticia que nuestra sociedad actual; al contrario, es su
transcripción brutal” (Krieger, 2006, p. 87)
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