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IMÁGENES DEL MUNDO DEL TRABAJO DE FINES DEL SIGLO XIX
POR MIRTA ZAIDA LOBATO*
* M I R T A Z A I D A L O B A T O , E S D O C T O R A E N H I S T O R I A P O R L A
U N I V E R S I D A D D E B U E N O S A I R E S Y P R O F E S O R A E
I N V E S T I G A D O R A E N L A F A C U L T A D D E F I L O S O F Í A Y L E T R A S
( U B A ) . S U Á R E A D E I N V E S T I G A C I Ó N E S E L M U N D O D E L
T R A B A J O Y L A S R E L A C I O N E S D E G É N E R O . E N T R E A L G U N A S D E
S U S P U B L I C A C I O N E S S E D E S T A C A N H I S T O R I A D E L A S
T R A B A J A D O R A S E N L A A R G E N T I N A , 1 8 6 9 - 1 9 6 0 , L A P R E N S A
G R E M I A L Y E N C O L A B O R A C I Ó N C O N J U A N S U R I A N O . E L
A T L A S H I S T Ó R I C O D E L A A R G E N T I N A Y L A P R O T E S T A S O C I A L
E N A R G E N T I N A . H A E D I T A D O P A R A S U U S O E N L A S E S C U E L A S
M E D I A S H I S T O R I A S D E M U J E R E S . M U J E R E S C O N H I S T O R I A
( C D ´ S I N T E R A C T I V O S P A R A E L A U L A Y E L P R O F E S O R ) .
L O B A T O @ F I L O . U B A . A R
LA COLECCIÓN WITCOMB OFRECE UN INTERESANTE MATERIAL PARA ANALIZAR
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LOS TRABAJADORES Y TRABAJADORAS DE
BUENOS AIRES DE ALREDEDOR DE 1900, CUANDO LA CIUDAD Y EL PAÍS SE
MODERNIZABAN VELOZMENTE.
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AGN
La imagen tiene un epígrafe que dice “Capitanía General- Muelle de Pasajeros – Torre de la Catedral”. Se trata de la ciudad de Buenos Aires. No se consignan datos sobre el autor.
INTRODUCCIÓN Vivimos rodeados de imágenes. Fotografías, videos,
publicidades, películas, dibujos. Su profusión es tal que muchas
veces cuesta detenerse a pensar sus sentidos y significados. Las
imágenes apelan a la emoción, a la nostalgia, a los sentimientos.
Sin embargo, ellas también invocan a la razón crítica, sobre todo
cuando buscan documentar episodios de la vida, ya sean
cotidianos o excepcionales, e intentan generar una reacción en
los espectadores apelando a su sensibilidad social.
Los debates sobre las imágenes fotográficas, sobre lo que dicen
o callan son innumerables, extensos y profundos. No pueden
resumirse en un párrafo breve pues abarcan todos los
problemas inherentes a la representación, a la capacidad de
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transmitir una idea y al carácter cooperativo de imagen y
palabra.
El registro con fines documentales de lo que se define como “lo
social”, entendido como búsqueda de una explicación e
interpretación de los cambios de una sociedad y como
indagación sobre lo que hacen los sujetos de la historia, sobre
cómo viven, sueñan y aman, tiene un pilar importante en el
análisis de las imágenes fijas y en movimiento.
En el siglo XIX la producción de imágenes se apoyó en las
pinturas, acuarelas y dibujos costumbristas. A partir de escenas
típicas del campo, tipos urbanos y fiestas diversas se fue
dibujando un mapa visual de las clases populares. Hacia fines del
siglo XIX, con la incorporación de la fotografía, se produjo una
transformación importante en el proceso de documentar lo
social y de visualizar acontecimientos más allá de una casa, de
una calle o de un pueblo. También se promovió un proceso de
democratización en el acceso a las imágenes visuales, que al ser
introducidas en la prensa (en diarios y revistas) ampliaban el
horizonte de lo cognoscible y reconocible. Como señala Gisèle
Freund, “con la fotografía se abre una ventana al mundo. Los
rostros de los personajes públicos, los acontecimientos que
tienen lugar en el mismo país y allende las fronteras se vuelven
familiares. Al abarcar más la mirada el mundo se encoge”.1
Por otra parte, como consecuencia del desarrollo de la
fotografía, el clásico retrato individual y familiar de las clases
acomodadas se fue extendiendo en su uso entre las clases
trabajadoras. Ello posibilitó que diferentes clases sociales vieran
1 Freund, Gisèle. La fotografía como documento social, Barcelona, GG Mas Media, 1999.
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amplificados los modos y ocasiones de representación. Además,
el retrato colectivo “obrero” (los trabajadores en fábricas y
talleres, los peones rurales, las manifestaciones de protesta, las
condiciones de vida) y el retrato ocupacional (los oficios)
entraron también en escena de la mano del “reportaje social”.
Las imágenes, vistas y analizadas, están inscritas en la
complejidad de la construcción de documentos sociales, aunque
también se pueden pensar en el marco de las tensiones entre
arte y representación de las clases populares.
A partir de estas ideas generales intento responder algunos
interrogantes sobre cuándo y cómo se crearon las imágenes de
los y las trabajadoras en la Argentina y de sus condiciones de
vida y de trabajo, como también sobre los significados que se les
atribuyeron. Me concentraré en la ciudad de Buenos Aires por la
magnitud de sus transformaciones económicas, políticas,
sociales y culturales, y por la disponibilidad de fotografías de la
colección Witcomb.
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La leyenda que acompaña la foto dice: “Riachuelo y puente - carruaje del fotógrafo. Foto de C. Junior”. Se trata del Ferrocarril Buenos Aires – Ensenada.
La ciudad de Buenos Aires, la campaña y otras provincias
argentinas fueron objeto de la mirada documentalista de
algunos fotógrafos. Las transformaciones urbanas y las
costumbres fueron registradas por Esteban Gonnet (1830-1868)
y Benito Panunzi (1819-1894) ya desde la década de 1860.
Christiano Junior2 (1832-1902), además de trabajar en Buenos
Aires lo hizo en localidades vecinas como Quilmes, San Martín,
La Plata, Tigre y Campana. En Entre Ríos, Corrientes y Chaco,
Samuel Rimathé (1862-¿?) fotografió a vendedores ambulantes
2 Ver: Tell, Verónica: “Christiano Junior y la colección Witcomb”, en este mismo sitio. (N. del E.).
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y obreros, como también a las viviendas de los sectores
populares y a sus habitantes, por lo que puede considerarse uno
de los pioneros de la fotografía social. Se destacaron también
otros fotógrafos como Alejandro Witcomb3(1835-1905) y Harry
Grant Olds (1868-1943), que combinaron la fotografía
documental y periodística con la publicitaria y de paisajes.
Witcomb además fue un reconocido fotógrafo social. Fuera de
Buenos Aires Fernando Paillet (1880-1967) produjo una enorme
cantidad de fotos testimoniales desde su estudio en Esperanza,
en la provincia de Santa Fe. Menos conocidos son los fotógrafos
que documentaron la vida social y económica en Berisso o La
Plata, en la provincia de Buenos Aires, entre los que podemos
mencionar a Jacobo Berman y a Federico Kohlmann.
Estos profesionales se dedicaban al negocio fotográfico y,
aunque no tenían el propósito de realizar una crítica social como
efectivamente hicieron quienes trabajaron en décadas
posteriores, dieron visibilidad a los pobres y marginados, lo que
permite pensar en las caras de la injusticia social de la época.
Algunos de ellos publicaron sus trabajos en La Ilustración
Sudamericana, una de las primeras revistas que incluyeron una
importante cantidad de imágenes entre sus páginas y, sin duda,
en Caras y Caretas.4
3 Ver: Alexander, Abel: “Alejandro S. Witcomb: un siglo de fotografía en la Argentina”, en este mismo sitio (N. del E.).
4 Buenos Aires. Ciudad y Campaña. Fotografías de Esteban Gonnet, Benito Panunzi y otros, 1860-1970, Buenos Aires, Fundación Antorchas, 2000. Ciudad y campo entre dos siglos. Buenos Aires, Cuyo y el Litoral en 1890-1910. Fotografías de Samuel Rimathé, Buenos Aires, Fundación Antorchas, 2007. H.G. Olds. Fotografías, 1900/1943, Buenos Aires, Fundación Antorchas, 1998, y Verónica Tell, “Reproducción fotográfica e impresión fotomecánica: materialidad y apropiación de imágenes a fines del siglo XIX”, en Malosetti Costa, Laura y Gené, Marcela (compiladoras), Impresiones porteñas. Imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aires, Buenos Aires, Edhasa, 2009.
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Este carácter documentalista de algunos fotógrafos también
estaba extendido en otros países como México, Perú o Brasil.
Hugo Brehme dio testimonio de los sucesos revolucionarios en
México y buscó retratar toda una época.5 Se podría decir que
aun a pesar de ellos mismos, los fotógrafos de fines del siglo XIX y
principios del siglo XX se convirtieron en fotoperiodistas y
contribuyeron a crear un imaginario nacional en las sociedades
en las que actuaron. Muchas veces, además, ese imaginario fue
exportado a través de las páginas de una revista, de un libro, de
las postales o de los diarios y periódicos. Es considerando la
publicación de una imagen que podemos ampliar el horizonte de
análisis a la dimensión de la circulación que ellas tuvieron.
Quisiera destacar que tomo a las imágenes que circularon en
Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y principios del XX como
documentos sociales sin acercarlas al término “documental”
porque ello tiene otras implicancias, empezando por la
historicidad del término, que comienza a tener un uso extendido
alrededor de 1930. Otra razón para considerarlas como
documentos sociales es porque se advierte la ausencia de una
declarada crítica social y del carácter pedagógico de quienes
buscan “promover un público educado y electoralmente activo”.
Por último, por el rol clave que esas imágenes tendrán en los
medios de comunicación y en la cultura del siglo XX. Las
fotografías analizadas no son “fotografías activistas”, cuyo fin es
5 Cabrera Luna, Claudia, Mendoza Avilés, Mayra, Schmidt-Welle, Friedhelm y Spitta, Arnold (editores), Hugo Brehme y la revolución mexicana, México, Carbón4 estudio de impresión, DAAD, Instituto Nacional de Antropología e Historia, SINAFO, 2009.
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promover la militancia y crear conciencia, sino retratos sociales
susceptibles de ser analizados como documentos de una época.6
II
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La imagen lleva un epígrafe que dice “Fábrica de guantes ‘La Nacional’”. No hay indicación del autor.
6 Rosler, Martha, Imágenes públicas. La función política de la imagen, Barcelona, GG, 2007. En la década de 1930 se desarrolló en diferentes países europeos el movimiento denominado “ojo proletario”, que buscaba documentar el trabajo industrial y rural. La expresión fue utilizada por Edwin Hoernle, colaborador habitual de Der Arbeiter-Fotograf. El movimiento de la fotografía obrera (1926-1939). Ensayos y documentos, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía-TF editores, 2011, p. 15 (Jorge Ribalta: Introducción).
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DOCUMENTAR LO SOCIAL: EL MUNDO DEL TRABAJO El territorio que hoy denominamos Argentina cambió
radicalmente desde la segunda mitad del siglo XIX. La expansión
económica se hizo visible en el aumento de las exportaciones e
importaciones, en la expansión de las actividades agrícolo-
ganaderas, en el desarrollo de las actividades industriales, en el
incremento de la población, en la extensión de las vías férreas y
en la construcción y modernización de puertos como los de
Buenos Aires y Rosario.
La ciudad de Buenos Aires fue un ejemplo de esa fuerza
transformadora, pues se erigieron numerosos edificios públicos
y privados, como hospitales, escuelas, bancos, ministerios,
estaciones ferroviarias, plazas, teatros, fábricas, barracas. Un
actor fundamental de esas transformaciones fueron los
trabajadores, pues ellos realizaban las labores en el campo y en
la ciudad, trabajaban levantando edificios y viviendas,
construyendo puentes, caminos y vías férreas, produciendo
alimentos. Esos trabajadores eran varones y mujeres, nativos y
extranjeros, adultos y niños.
Las fotografías que se tomaron entre fines del siglo XIX y
principios del XX documentan esos cambios y dibujan un
panorama donde lo nuevo y lo viejo se entremezclan. Sin
embargo, esas imágenes plantean un dilema a los estudiosos del
mundo del trabajo, pues aunque muestran las transformaciones
fruto de la actividad productiva de las personas, los y las
trabajadoras solo pueden ser pensados a partir de su omisión.
Del conjunto de fotografías de la Galería Witcomb solo una
ínfima minoría muestra a los trabajadores fabriles, y cuando lo
hacen ellos no están en sus puestos de trabajo. Las imágenes de
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hornos de ladrillos o de aserraderos se toman a la distancia. Las
fotografías de las fábricas son fachadas de edificios que a veces
se completan con personas no identificadas, en su mayoría
varones adultos junto a unos pocos niños.
Una explicación posible de esta ausencia de representación del
trabajo es de orden técnico, pues la ausencia de luz limitaba la
tarea del fotógrafo, pero no es la única razón. En la práctica los
propietarios evitaban que las miradas indiscretas entraran a las
fábricas, amparándose en el derecho de propiedad.
Probablemente ello se debía al temor de que las imágenes
pudieran ser utilizadas por los obreros cuando comenzaban a
denunciar las malas condiciones de trabajo. De modo que el ojo
de los fotógrafos solo entró a las fábricas y talleres de la mano
de los patrones, con la intención de hacer perceptible la
modernidad de las industrias del país. Este proceso fue mucho
más visible al inicio del siglo XX y claramente evidente en los
álbumes conmemorativos como los de los diarios La Prensa y La
Nación de 1910 y 1916.
En contraposición son más abundantes las fotografías de los
vendedores ambulantes. Ellos podían ser fotografiados al aire
libre, miraban a la cámara sin temor y muchas veces
acompañaban al fotógrafo a su estudio para que este hiciera una
foto posada. En ese caso la imagen era despojada de los
elementos espaciales de identificación.
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IV
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Vuelta de Rocha.
EL PROGRESO ECONÓMICO Y SOCIAL: LOS TRABAJADORES DEL TRANSPORTE El rol de los trabajadores del transporte emerge claramente de
aquellas fotografías que buscan mostrar el progreso económico.
Si se observa detenidamente esta imagen se nota la intensidad
del tráfico de embarcaciones en la Vuelta de Rocha, hoy uno de
los paisajes turísticos de la ciudad de Buenos Aires. La foto,
probablemente tomada a fines del siglo XIX, contiene indicios
significativos de lo nuevo y lo viejo en la ciudad. Por un lado, las
arboladuras de los barcos indican la presencia de las viejas
embarcaciones a vela, aunque la diversidad de naves, incluso
con motores modernos, que navegaban el Riachuelo era
notable. Pailebotes, goletas y balandras, buques pequeños,
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botes y remolcadores ocupaban a una cantidad importante de
personas, necesariamente fuertes para manipular objetos
pesados.
También se observa la enorme cantidad de carros que llegaban a
la boca misma del puerto y servían para el transporte de
mercancías, y la aglomeración y circulación de personas (se
puede suponer que son trabajadores) en “la Boca del
Riachuelo”. Estos trabajadores estaban involucrados en las
operaciones de carga y descarga, en la construcción y
mantenimiento de las embarcaciones.
La presencia de los conductores de carros es notoria. Ellos
fueron un grupo de trabajadores importante, ya que si
paralizaban las tareas buena parte de las actividades comerciales
resultaban afectadas. Además, el humo que se visualiza en la
parte superior izquierda de la foto sugiere la existencia de
fábricas y talleres. En todo caso, aparece como símbolo
novedoso de las chimeneas fabriles que luego se convertirá en
un modo de representar el trabajo. En el fondo se divisa una
serie de galpones, muchos de ellos barracas donde se
almacenaban cueros para las curtiembres. A partir de esto
podemos imaginar el crecimiento de otras industrias, como los
astilleros y las actividades relacionadas con ellos: aserraderos,
hojalaterías, fábricas de velas y depósitos de carbón. Varones
adultos y menores con sus caras negras por la suciedad del
carbón son comunes en las representaciones artísticas de la
zona. La Boca, el Riachuelo, los puentes, los barcos y los
cargadores dominarán, años más tarde, las representaciones
pictóricas de Benito Quinquela Martín (1890-1977) y Fortunato
Lacámera (1887-1951).
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El epígrafe de esta foto indica que se trata de la Boca del Riachuelo y que su autor es Christiano Junior. Es de 1877 y se trata de un negativo al colodión, de 237 mm x 298 mm. La imagen fue incluida en el Álbum de vistas y costumbres de la República Argentina, de Christiano Junior, con el siguiente epígrafe: “Puerto muy concurrido de cabotaje argentino, por el abrigo que ofrece a numerosas embarcaciones. Unido a la capital por una línea de ferrocarril y otra de tranvía, forma uno de sus arrabales y es susceptible de un gran porvenir.”7
La imagen 5 es otra escena de la misma zona de la ciudad: La
Boca. Ella agrega más información pues se puede observar el
caballo de un vendedor ambulante, ya que transitaban por el
centro y la periferia de la ciudad. Un hombre apilando cueros.
Niños en el ángulo izquierdo de la imagen.
7 Alexander, A., Bragoni, B y Príamo, L. Un país en transición. Fotografías de Buenos Aires, Cuyo y el Noroeste. Christiano Junior. 1867/1883, Buenos Aires, Ediciones de la Antorcha, 2007.
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Por otra parte, en el caso de esta fotografía existen datos que se
consignan en el epígrafe y alertan sobre la importancia de la
colaboración entre imagen y palabra para tener una idea precisa
del momento en el que se produjo la toma, y de las intenciones
del fotógrafo al apretar el disparador de la cámara. Para la fecha
de datación, 1877, el puerto de La Boca era muy importante; el
puerto de Buenos Aires era poco práctico y sus modernas
instalaciones recién se construyeron entre 1884 y 1897 bajo la
dirección de Eduardo Madero,8 tal como puede observarse en
otras fotografías de la colección Witcomb.
Las palabras aluden también a la importancia del tranvía para
articular y comunicar las diferentes áreas de la ciudad. Sugieren
además que la zona forma parte de los “arrabales”, espacios tan
importantes en las construcciones poéticas del suburbio, en
particular en los versos de Evaristo Carriego publicados en la
primera década del siglo XX.
En las dos fotografías el río articula la vida: era importante para
las industrias que necesitaban agua limpia para el
funcionamiento de sus maquinarias, en particular las calderas.
Pero los desechos industriales contaminaban sus aguas. Una
investigación reciente sostiene que las condiciones naturales
combinadas con las cuestiones sociales, en particular las
precarias condiciones de vida y la suciedad derivada de las
industrias, no solo provocaron alarma entre los médicos
higienistas sino que también comenzaron a delinear la
caracterización del sur de la ciudad como un territorio
8 Ver al respecto el artículo “La modernización de Buenos Aires”, de Fernando Aliata, en este mismo sitio (N. del E.).
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“peligroso” y “abandonado”9. Por otra parte hacia fines del siglo
XIX y principios del XX las familias obreras utilizaban sus orillas
como lugar de recreo y las organizaciones gremiales organizaron
numerosos picnics con la idea de educar e iluminar a los
trabajadores.10 Fue justamente la contaminación de las aguas la
que alejó a la gente de las orillas del Riachuelo.
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La imagen lleva escrita el nombre de “La Porteña”. No se dispone de otros datos. Se trata de la primera locomotora del Ferrocarril Oeste, inaugurado en 1857, que fue el pionero en la Argentina.
Las locomotoras y estaciones ferroviarias fueron también
indicadores de progreso. Son muchas las fotografías de las
estaciones existentes en la ciudad y en la provincia de Buenos
Aires. El espectador de estas imágenes puede imaginar el
9 Silvestre, Graciela, El color del río. Historia cultural del paisaje del Riachuelo, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes-Prometeo3010, 2003.
10 Lobato, Mirta Zaida, La prensa obrera, Buenos Aires, Edhasa, 2009.
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trajinar de las locomotoras, los pasajeros agolpados en los
vagones, los trenes de carga, el ritmo de las estaciones cuando
llegaban las cosechas, la aceleración de las personas que corrían
de un lado a otro, la cantidad de personas necesarias para
garantizar su funcionamiento, la diversidad de saberes puestos
en juego.
La fotografía de La Porteña muestra la primera locomotora que
realizó un viaje por las calles porteñas. El Ferrocarril del Oeste
fue el primero construido en el país (1857), inaugurando la
expansión ferroviaria nacional. El recorrido inicial iba desde la
zona en la que actualmente está el Teatro Colón hasta Floresta.
Originalmente, la imagen, como otras que se analizan en este
texto, no tiene referencias, es muda en muchos sentidos. Por
eso, para leer una fotografía sin palabras que la rodeen, como
los epígrafes, se necesita información adicional. Necesitamos
envolver las imágenes con palabras y esas palabras dependen de
las preguntas que nos hagamos y de la información que
podamos conseguir.
Al mirar esta serie de fotografías el observador puede
preguntarse por los hombres que conducen las locomotoras, por
el sentido atribuido a las estructuras de hierro y cristales como
expresiones de un mundo moderno, el lugar que ocupaban los
rieles y las estaciones en la estructuración del espacio urbano. La
imagen de la locomotora solo nos muestra una máquina y a dos
personas que miran la cámara sin temor. Sin embargo nosotros
sabemos que el ferrocarril jugó un rol central como medio de
transporte, en un país basado en la producción agropecuaria,11 y
11 Ver Williams, Fernando: “El país del ferrocarril”, en este mismo sitio (N. del E.).
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que comunicó e integró el territorio nacional con sus 47.000
kilómetros de rieles (era la cifra cuando fueron estatizados,
entre 1946 y 1948). Esa centralidad otorgó cierto poder a sus
trabajadores, en particular a los maquinistas y foguistas que en
1887 organizaron su gremio: La Fraternidad.
Los maquinistas y foguistas eran diferentes del resto de los
trabajadores, ya que eran personas calificadas e instruidas, su
empleo era regular y recibían salarios más altos. En su conjunto,
sin embargo, el gremio ferroviario era más heterogéneo, pues
estaba constituido por una variedad de peones con diferencias
salariales y calificaciones diversas que se traducían a su vez en
diferentes estatus laborales y sociales.
Ya en el siglo XX, la Unión Ferroviaria, que se constituyó en 1922,
cobijó a ese conjunto más heterogéneo de trabajadores. Como
otros obreros, editaron diferentes periódicos con el objetivo de
educar y organizar a los trabajadores. Periódicos y revistas
fueron un instrumento fundamental en la conformación de una
conciencia obrera y la herramienta que ayudó a difundir las
semillas de la organización, las ideas de solidaridad, cooperación
y ayuda mutua, así como sobre la importancia de luchar por
derechos laborales y sociales.
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VII
AGN
Vista de la Estación Constitución y tranvías a caballo.
El ferrocarril jugó también un papel importante en la
estructuración del espacio urbano y en la movilidad espacial de
los trabajadores. Las fotografías muestran andenes y fachadas,
algunas de ellas son aún dominantes en el paisaje de Retiro y
Constitución. Esta imagen de la estación Constitución introduce
al tranvía y, por ausencia, a los trabajadores que los conducían y
a sus ayudantes, los cuarteadores.
La extensión del transporte tranviario y el abaratamiento del
costo del pasaje fueron un factor relevante en la estructuración
de los barrios porteños y de la adquisición de la casa propia por
las familias trabajadoras. Los tranvías tenían recorridos más
cortos y trasladaban miles de personas en el cotidiano
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movimiento que los llevaba de la casa al trabajo12 y a los lugares
de esparcimiento.
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El epígrafe que acompaña la imagen señala: “Antiguo Hotel de Inmigrantes, Paseo de Julio, Retiro, Fábrica de Gas y puente recién construido”. No existen datos acerca del autor.
EN EL CRUCE DE LO SOCIAL Y LO CULTURAL: LOS INMIGRANTES Desde el ángulo en que fue tomada esta imagen se destaca el
techo circular del Hotel de Inmigrantes, las chimeneas de una
fábrica y, al fondo, apenas perceptible, un puente: los tres
12 Ver el texto de Fernando Aliata, “La modernización de Buenos Aires”, en este mismo sitio.
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elementos hablan de transformaciones económicas, sociales y
culturales. Por un lado, refiere a los cambios en la
infraestructura urbana, pues se puede suponer que la Fábrica de
Gas13 producía este elemento para el sistema de iluminación, y
abre el interrogante sobre sus trabajadores.
En segundo lugar, la sola mención del Hotel de Inmigrantes
desata toda una serie de reflexiones sobre el impacto de la
llegada masiva de europeos en la sociedad argentina. El arribo
de miles y miles de inmigrantes alcanzó una dimensión inédita y
transformó profundamente las bases de la sociedad. La
información censal da cuenta de ese proceso: en 1869 se realizó
el Primer Censo Nacional, que registró 1.830.214 habitantes, de
los cuales aproximadamente un 16 % eran extranjeros. En 1914
la población llegó a 7.885.237 personas y el porcentaje de
extranjeros, en su mayoría italianos y españoles, alcanzó al 30 %
del total de la población. Muchos inmigrantes se alojaban en el
Hotel de Inmigrantes hasta que encontraban trabajo.
Volviendo a la imagen, el puente, que apenas se divisa, ayuda a
pensar la articulación funcional y técnica que permite salvar los
límites impuestos por los ríos a la circulación de vehículos y
personas. Todo esto sin desdeñar los elementos estéticos de
estas construcciones, ni su impacto sobre el paisaje: baste
recordar los cambios en la boca del Riachuelo a partir de la
instalación del puente que puede observarse aún hoy.
13 Ver Aliata, Fernando, op.cit..
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IX
AGN
Se indica a pie de foto “Interior de un rancho de inmigrantes”. No se incluye información sobre el autor.
La llegada masiva de inmigrantes incidió no solo en el
crecimiento de la población o en la satisfacción de la demanda
de trabajadores sino también en la emergencia de numerosos
problemas sociales. Uno de los más importantes fue el desajuste
entre oferta y demanda de viviendas. Muchas personas tuvieron
que vivir en pésimas condiciones en conventillos y viviendas
precarias de todo tipo.
La imagen muestra el interior de una de esos lugares, en los que
se vivía en una pequeña habitación que funcionaba como
dormitorio, comedor y, a veces, hasta taller. Esta fotografía es
muy interesante porque contrasta con las imágenes de los
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ranchos criollos donde la lente de la cámara generalmente se
detiene en la puerta. Ellos abundan en la colección Witcomb y
entre las producciones de otros fotógrafos de la época.
Con esta imagen los numerosos relatos escritos y orales de
inmigrantes que leí y escuché en el curso de mis investigaciones
se convierten en artefactos y escenas observables. La luz que
penetra por la puerta ilumina una habitación cuidada que
permite suponer la presencia de una mujer hacendosa. La
máquina de coser que se divisa a la izquierda de la imagen nos
dice que ella además de realizar las tareas de la casa se dedicaba
a la costura. El mobiliario está formado por una cama y unas
pocas sillas. Trabajo y vivienda se concentran entre las cuatro
paredes, y el consumo ostensible que se muestra en otras
fotografías de las familias acomodadas está limitado.
La fotografía permite imaginar también el gusto de sus
habitantes. El mantel sobre la mesa y los adornos que cuelgan o
están pegados en la pared sugieren un ama de casa cuidadosa y
una familia que atesora imágenes de memoria: la de sus
familiares dispersos y la de los paisajes étnicos, conviviendo con
imágenes religiosas o almanaques ilustrados.
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El epígrafe señala: “Repartidor de leche en la ciudad. Año 1874”. No hay indicación de autor.
TRABAJAR EN LA CALLE Algunos de los personajes de Christiano Junior, de Alejandro
Witcomb o de los fotógrafos de la Sociedad Fotográfica
Argentina de Aficionados vienen de las calles, espacios urbanos
donde se cruzan las diferentes clases sociales y donde es posible
diferenciarlos. La calle y la cultura que en ella se desarrolla son,
según Martha Rosler, “el escenario teatral de un arte [la
fotografía] que [está] todavía dirigido a los miembros de la alta
cultura”.14 Aunque ella está pensando en los Estados Unidos,
14 Martha Rosler, Op. Cit. pág. 229.
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esta idea de escenario teatral es útil para ir llenando ese espacio
con los sujetos que le dan vida a la escena.
La calle se puebla de sonidos con los vendedores ambulantes. La
venta callejera de diversos productos fue una de las formas del
trabajo por cuenta propia. En las fotografías de la colección
Witcomb se pueden observar y analizar las imágenes de
panaderos, pescadores, aguateros, repartidores de leche y
verduleros. La calle es también el lugar privilegiado del trabajo
del fotógrafo. Allí encuentra a sus protagonistas, tiene la luz
necesaria para las tomas y escapa a cualquier tipo de limitación.
En la imagen sobre estas líneas, los personajes son el repartidor
de leche a caballo, un niño (que puede ser el hijo del lechero, ya
que era común que los niños ayudaran a sus padres), otro
vendedor que observa a la compradora y la misma clienta.
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XI
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La foto lleva una leyenda que dice: “Tres niños vendedores de diarios. Fot. C. Junior”.
NIÑOS TRABAJADORES La imagen de los tres niños posando con los diarios constituye
una huella indeleble de la presencia de los niños en la calle.
Aunque en la imagen posada se borraron los rastros de la calle,
otras fotografías publicadas en la prensa muestran a los canillitas
en una esquina o en la calle voceando sus productos. Por eso, se
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podría afirmar que los dueños de la calle eran los vendedores de
diarios. Muchas veces se nota que eran espontáneos y
desenfadados y que además colaboraban con los fotógrafos
cuando posaban en sus estudios.
También se puede decir que las fotografías documentaron tanto
o más que los informes oficiales la inserción de los niños y niñas
en el mundo del trabajo. Y que el trabajo de los niños se
constituyó lentamente en una preocupación, mientras que el de
las niñas rápidamente causó alarma. Como muchas veces las
pequeñas eran contratadas para estos menesteres, algunos
cronistas, como los de Caras y Caretas, denunciaron la situación
en nombre de la moral e increparon a los lectores para que
tomasen conciencia de ella. En la práctica, los y las “canillitas”
formaban parte del heterogéneo y complejo mundo del trabajo
infantil, y este se relacionaba con el inédito crecimiento de la
circulación de productos culturales que se produjo en los últimos
años del siglo XIX y en las primeras décadas del XX.
Por entonces se conformó un público de lectores y lectoras, que
era en parte resultado de las campañas de alfabetización masiva.
Las empresas periodísticas como La Nación y La Prensa primero
y Crítica más tarde y el mercado editorial pusieron a disposición
de lectores y lectoras una gran cantidad de publicaciones. Desde
diarios hasta novelas por entregas, folletines, revistas y
cancioneros. Este nuevo público encontraba difícil el acceso al
circuito de las librerías tradicionales, todavía minoritario. Por
esto, las publicaciones populares se vendían en quioscos,
estaciones de ferrocarril, tabaquerías, o a través de vendedores
puerta a puerta.
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Si bien las fotos seleccionadas muestran a vendedores de
diarios, los niños podían ser lustrabotas, vendedores de frutas y
verduras, y las niñas, vendedoras de flores. Además trabajaban
en fábricas como las de cigarrillos, fósforos, vidrio, carpinterías y
talleres de zapatos.
Las causas del trabajo infantil residían tanto en la pobreza de las
familias, por los bajos salarios, como en la inestabilidad laboral,
el desempleo o las enfermedades de sus padres. No debe
desdeñarse la demanda de los empresarios en algunas
actividades que necesitaban niños diestros más que hombres
fuertes, lo que, además, les ahorraba dinero, ya que los salarios
que se les pagaban eran inferiores. Su trabajo, como el de las
mujeres, era considerado complementario pues se estimaba que
el varón adulto era el principal sostén de la familia, aunque la
realidad era mucho más compleja. Además, los niños eran
considerados por los patrones como más dóciles y proclives a
sujetarse a la disciplina impuesta por los mayores.
A principios de siglo los avisos que requerían menores para
diversas tareas eran habituales, sobre todo para el servicio
doméstico. Así, el diario La Nación publicó en marzo de 1910 un
aviso donde se pedía: “Muchacha de 12 a 13 años se necesita
para trabajo sencillo en casa de familia alemana, Calle General
Paz 1765 (Belgrano)”, y el 4 de diciembre del mismo año puede
leerse otro aviso que dice “Muchacha de 10 a 12 para
quehaceres sencillos, se necesita, en casa de familia decente, se
le dará buen sueldo, educación, vestido y buen trato. Que sepa
trabajar, que sea dócil y honesta. Córdoba 2244”. También eran
numerosos los avisos en los que niños y niñas eran ofrecidos
para la realización de diferentes tareas. Era común leer “Para
dependiente de comercio, por mayor o menor, de cualquier rama
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y por lo que quieran darle, con tal que tenga casa y comida, se
ofrece un jovencito de 15 años”, o “Muchachito de 13 años, algo
práctico en almacén de campaña, se ofrece para Capital”.
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AGN
Al pie de la foto se lee: “Estación Venezuela –Viaducto San Telmo”. No hay indicación de autor.
OFICIOS FEMENINOS El mundo del trabajo incluía a las mujeres. Con las
transformaciones económicas y sociales se abrió un abanico de
actividades para inmigrantes y nativas y, ya en la primera década
del siglo XX, ellas realizaban muchas labores, dentro y fuera del
hogar. Eran obreras en fábricas y talleres, costureras, empleadas
de tienda, maestras, enfermeras.
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Sin embargo, las mujeres de las clases populares formaron parte
de la servidumbre desde antaño. Ellas realizaban todas las tareas
del hogar en los hogares de las clases más o menos acomodadas.
Muchas memorias recuerdan a las criadas, cocineras y mucamas.
En esos recuerdos se destacan también las lavanderas, negras y
blancas, que se aposentaban a la orilla del río para realizar sus
menesteres.
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La imagen lleva un epígrafe en el que se lee: “Lavanderas en el Bajo. Fot. C. Junior”. No hay indicación de fecha.
En la imagen anterior, el fotógrafo, ávido de nuevos registros
urbanos, capturó a las lavanderas cuando realizó una vista de la
ciudad. Están arrodilladas fregando la ropa y, a sus espaldas,
sobre el pasto y algunas piedras, se destaca la ropa blanca
secándose al sol.
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En la imagen sobre estas líneas, en cambio, las inmortaliza
posando de frente a la cámara. La escena ha sido preparada.
Una mujer con sus hijas está sentada en el primer plano y un
grupo más numeroso se ubica en el fondo. Si miramos
detenidamente la imagen veremos que la mayoría son negras,
aunque en 1900 mujeres de todos los colores y nacionalidades
hacían su trabajo en el inmenso espacio de la orilla del río.
Sin embargo las imágenes enmudecen en esta época para
informarnos sobre otras ocupaciones femeninas y sus
particulares condiciones de trabajo. Por eso es que a partir del
análisis de otros documentos se puede concluir que en la
historia del trabajo femenino se fue configurando un patrón de
desigualdad basado en la descalificación y una valoración
distinta de sus habilidades y destrezas, que se traducía en la
percepción de menores salarios.15 Es un problema que se
mantiene hasta el presente.
15 Lobato, Mirta Zaida, Historia de las trabajadoras en la Argentina, 1869-1960, Buenos Aires, Edhasa, 2007.
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La imagen lleva un epígrafe donde se lee “Muelle de las Catalinas”.
A MODO DE CONCLUSIÓN Cuando la fotografía se extendió en el Río de la Plata el interés
de los fotógrafos era rescatar lo típico, incluyendo a los oficios
de la población. Pero el trabajo no era un tema en sí mismo,
como será en décadas posteriores, sino que él emergía a través
del producto del esfuerzo humano visible en los edificios y en las
construcciones de diverso tipo. Sin embargo, como puede
seguirse en el análisis realizado, el trabajo de adultos y niños y
de mujeres y varones es mostrado tanto por omisión como por
su presencia indiscutible. En este sentido, el escenario
privilegiado del trabajo fueron las calles pobladas de vendedores
ambulantes.16
16 El 4,2 % de las fotografías de la colección Witcomb corresponden a vendedores ambulantes y solo el 1,6 % refiere a fábricas o talleres donde pueden observarse algunas personas. Estaciones ferroviarias, escuelas,
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Las fotografías muchas veces se convirtieron en postales que,
enviadas a distintos lugares, hicieron circular en una geografía
más amplia las imágenes urbanas y los oficios de sus habitantes.
Las revistas hicieron lo suyo cuando introdujeron ilustraciones
en las notas con la intención de hacer más vívido el relato o
colocar ante los lectores las pruebas de lo que se estaba
diciendo.
Con el paso del tiempo, las fotografías conservadas en un
archivo quedaron como documentos del pasado, susceptibles de
ser mirados, interrogados e interpretados. Ellas no fueron
producidas con una intencionalidad de crítica social pero
constituyen indicios del heterogéneo mundo del trabajo urbano
de fines del siglo XIX.
Por otra parte, esas imágenes, junto con las palabras que las
rodeaban, contribuyeron a crear estereotipos sobre el trabajo
femenino e infantil. Revistas como Caras y Caretas y PBT
realizaron reportajes de “oficios menudos” y “terribles” e
incorporaron con el tiempo la denuncia social. De acuerdo con
esta consideración, las notas aparecidas en Caras y Caretas, por
ejemplo, anuncian los cambios en el sentido que tienen las
imágenes y las palabras para documentar lo social.
edificios públicos, calles de la ciudad de Buenos, plazas, monumentos y estatuas ostentan los más altos porcentajes.
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