Download - RELATOS PERUANOS

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Ilustración 1.......................................................................................................................................... 5

Ilustración 2.......................................................................................................................................... 8

Ilustración 3........................................................................................................................................ 14

Ilustración 4........................................................................................................................................ 21 CUENTOS

EL CONDOR Y EL ZORRO

iscutían acaloradamente un zorro y un cóndor sobre sus fuerzas y

aptitudes respectivas para desafiar la inclemencia de las punas.

- ¿Hablas de resistencia - decíale el cóndor al zorro - cuando te

veo acurrucado y hecho un ovillo los días lluviosos, encerrado en la cueva, tú y

tu prole, royendo huesos y pereciendo de hambre?

- ¿Y tú, cofrade, a quien ni se ve, sumido en su escondrijo, empollando

como una gallina clueca, crees ser más capaz que yo?

-A mí - replicó el cóndor – con tener un ala y cubrirme con la otra me

basta, en tanto que tú...

- ¿Yo?... en mi cola llevo abrigo y protección.

No pudiendo convencerse con razonamientos, como sucede así siempre

que se disputa, acordaron apelar a los hechos.

-Pues bien- propuso el zorro- vamos a quedarnos toda una noche al raso,

soportando la intemperie con una condición: el que se retira pierde la apuesta y

será pasto del que permanezca en pie.

- ¡Aceptado!, pero tempestuosa ha de ser- agregó el cóndor.

- ¡Choca! –exclamó el otro-. Y fijaron plazo.

Llegada la estación de las tormentas, cierto día en que nubes grises se

amontonaban como torbellinos de humo, fuese volando el cóndor en busca del

zorro. Comenzó luego, una furiosa tempestad: los relámpagos difundían destello

iluminando el firmamento y los rayos, uno tras otro, describiendo tortuosos

zigzags, rasgaban las nubes y estallaban con fragor sobre las cumbres, cuando

el cóndor, al resplandor de un relámpago, descubre a su contrincante, erizados

los pelos y desprendiendo chispas, aprestándose a huir, pero detiénese a la

D

llamada y, quieras que no quieras, hubo de aparejarse para dar cumplimiento a

lo pactado.

Llovía a cántaros, rotas las nubes se precipitaban como cataratas

desprendidas de lo alto y torrentes de agua inundaban el campo, cuando ellos

fieles al convenio disponíanse a pasar la noche de claro en claro, anhelosos que

asomase la aurora. De pie el cóndor sobre un montículo, sin muchos preámbulos,

extiende el desnudo cuello y, levantando el ala, introduce su encorvado pico

dentro de él. A su vez, el zorro, aparragado en el humedecido suelo, oculto el

hocico entre las patas, arrebujábase como podía guareciéndose bajo su copioso

rabo.

Mientras el impasible buitre desafiaba la lluvia que chorreaba y resbalaba

por su reluciente y apretada plumazón; al desventurado zorro empapábase el

ya estropeado pelaje, infiltrándose sin reparo aún por sus puntiagudas y rígidas

orejas. Remojado su encallecido pellejo que ha tiempo el frío le tenía como carne

de gallina, sin rehuir, herido en su amor propio, manteníase firme en la lid.

Prorrumpía de vez en cuando en lastimeros aullidos:

Alaláu (¡Ay, ¡qué frío!). Y con voz más desfalleciente gemía:

Alaláu (¡Me muero de frío!) ...

¡A-la! -laú-úúú...!

¡Huararaú!, respondía jactancioso el cóndor.

Y, pasada la noche, el Alto rey yérguese, arruga el penacho de su

coronado pico y purpúreo cuello, sacude su alba cola y renegrido manto y con

paso imponente dirígese a donde había dejado a su rival, el que, aterido y yerto,

yacía sin vida.

EL LEÑADOR Y LAS TERMES

staba un leñador talando algunos árboles en un frondoso bosque, pues

quería construir una cabaña más grande ya que la familia había crecido

y aquella donde vivía con su mujer y sus cuatro pequeños hijos, le

resultaba sumamente estrecha.

E

Los árboles fueron cayendo pesadamente uno tras otro, hasta que uno

de ellos terminó cayendo a pocos metros de un termitero, provocando tal

estremecimiento al caer, que éste estuvo a punto de desplomarse. Fue tal la

conmoción que se produjo dentro, que algunos termes salieron a ver qué

sucedía. Otro árbol amenazaba ya con desplomarse en el mismo termitero.

Enteradas de lo que acontecía, los termes decidieron enviar una comisión

para que hablara con el leñador. Este vio aquel grupo de malhumorados insectos

que se acercaban amenazadores, dejó a un lado su hacha y se sentó sobre un

árbol talado a esperar qué sucedía. Mientras se pasaba el pañuelo por el rostro

y el cuello sudoroso, el hombre escuchó atentamente las quejas de aquello

pequeños seres.

-Muy bien, muy bien. Según ustedes yo no debo cortar los árboles, por

lo tanto, no tendré madera para construirme una cabaña más acogedora, por lo

tanto, mi mujer, mis hijos y yo debemos seguir sufriendo la incomodidad que

ahora padecemos por el solo hecho de que unos nauseabundos insectos como

ustedes vienen a reclamar sus derechos. Pues, sepan que esto lo soluciono así...

Y dicho esto, los pobres termes sucumbieron bajo la pesada bota de aquel

malvado. El leñador regresó a su casa y nunca contó este hecho. Pero, como no

existe crimen perfecto, una del termes logró escapar de la muerte y pudo

regresar al termitero a informar al resto. La pobre quedó lisiada y al poco tiempo

murió. Fue sepultada con grandes honores en medio de un ambiente de gran

consternación.

Pasaron los años y el leñador vivía feliz en su nueva cabaña que terminó

siendo tres veces más grande que la anterior. Se sentía orgulloso de que todos

sus vecinos tuvieran siempre una palabra de alabanza para su vivienda.

-A esta cabaña no la tumba ni un tornado, es dura cono el acero, solía

decir.

Y tenía razón, pues mientras las otras cabañas fueron sucumbiendo por

causa de las lluvias o de los truenos, la suya seguí en pie como un monolito.

Cierto día en que el leñador hubo de llevar a sus hijos a la escuela. Grande

fue su sorpresa al regresar y encontrar su cabaña hecha añicos, como si hubiera

sido un simple castillo de naipes vencido por el viento, sin detenerse a indagar

las causas del siniestro, el leñador sacó a su mujer de entre los escombros e

inconsciente la llevó al hospital más cercano.

Allí estuvo algunas horas atendida por un doctor hasta que recuperó en

algo la conciencia.

Cuando el leñador, pudo hablar con el médico, éste le indicó que su mujer

había sufrido un shock nervioso, pues, de otra forma no se explicaba que

estuviese repitiendo incesantemente:

-Han sido el termes, han sido el termes, se lo juro doctor, ellas se iban

gritando... venganza cumplida. Víctimas vengadas... ¡Busquen la bota! ¡Busquen

la bota!

EL PERRO Y LA PULGA

iscutían un perro y una pulga sobre la inutilidad de esta última.

-Deberías trabajar y no ser un parásito. Yo cuido la

casa, evito que los gatos se metan en las noches para llevarse

los alimentos, ahuyento a los ratones cuido que ningún

extraño se acerque a los niños, es decir, sé ganarme mi alimento, pero tú, amiga

mía, no haces nada por trabajar, y eso no está bien.

La pulga se regocijaba al escuchar los consejos del perro, pero éste no

perdía la oportunidad ni la esperanza de guiarla por el buen camino.

-Mira ancianito, dijo la pulga mientras se posaba en la nariz de su amigo.

Cuando quiero buena comida, me voy al dormitorio del dueño de casa y me doy

un buen banquete, y si no me deja comer tranquila, pues, lo pico toda la noche

y no lo dejo dormir. Duermo cómodamente entre las frazadas calientitas,

mientras tú, pobre diablo, debes enroscarte como una culebra y dormir a la

intemperie. Y eso no es nada, pues, sabrás que cuando tu año se va a trabajar

yo me doy una siestecita sobre su blanca almohada, y por último, como a la

hora que se me antoja, en cambio tú tienes que esperar tus sobras a la hora que

tus amos crean conveniente...

D

Y así siguió hablando el soberbio bicho mientras el perro la llevaba sobre

su cabeza hasta el dormitorio de sus amos para que la desvergonzada hiciera su

siesta.

Una mañana en que la pulga dormía plácidamente sobre la almohada,

entró una nueva mucama a limpiar la habitación. La anciana encargada

anteriormente de hacer tal servicio se había marchado, pues, como sufría de

una pronunciada ceguera, ya no podía realizar sus funciones con prolijidad. La

pulga, conocedora del defecto de la anciana roncaba cada mañana a patita suelta

muy confiada.

-¡Ajá! Qué vemos aquí, dijo la nueva mucama mientras el pulgar y el

índice de su mano cogían in fraganti aquel ser diminuto que había osado tentar

a los dioses. Lo último que vio la pobre pulga, antes de pasar a mejor vida, fue

dos uñas cuidadas con esmero que parecieron cerrarse como las tapas de un

gran libro.

LAS ESTACIONES

staban

discutiendo

las

estaciones sobre la

importancia de cada una de

ellas y tratando de ver quién

era la más imprescindible.

-Sin mis cálidos rayos, decía el verano, las plantas morirían y no habría

lluvias, pues, soy yo quien calienta los mares para que el agua se evapore, se

formen las nubes y éstas produzcan las lluvias.

Así que considero que soy la estación más importante.

-Te equivocas de cabo a rabo, amigo mío dijo solemne el otoño. Si no

fuera por mí, los árboles no mudarían sus hojas y se imaginan lo feo que se

verían los bosques llenos de árboles cubiertos de hojas chamuscadas y

envejecidas por el tiempo. Está demás decir entonces que mi importancia supera

largamente la de ustedes.

E Ilustración 1

El invierno, que escuchaba atentamente, se sacudió unos copos de nieve

y levantando un dedo para darse importancia, manifestó:

-He escuchado con atención lo que se ha dicho aquí, y me ha causado

gran asombro ver cómo el verano se atribuye para él solo la paternidad de las

lluvias, cuando también yo participo en ello. Por otro lado, si con mi poder no

congelara las aguas no habría el hielo de los polos y entonces el agua de los

mares crecería de tal manera que inundaría toda la Tierra y por lo tanto todos

los seres vivientes perecerían. Así que, si me lo permiten, quisiera tomar el cetro

y la corona para declararme la estación más importante, y...

-Un momento, interrumpió la primavera. Me extraña caballeros la

irrespetuosidad con que ha sido tratada, porque si no habéis reparado en que

de los cuatro soy la única dama, pues, entonces os lo hago saber.

Dicho esto, la primavera tomó el cetro y dio a cada uno de los tres un

bastonazo en la cabeza. Luego prosiguió.

-Habéis hablado de lluvias, de hojas chamuscadas, de agua congelada,

es decir, siempre de cosas materiales, pero nadie ha hablado de algo más

importante que eso- y tocándose el pecho, agregó- algo que hay aquí, en el

corazón, y ese algo se llama amor.

Y otra vez el cetro fue a estrellarse en la cabeza de cada uno de ellos.

-No son más que unos tontos. Vengan por acá.

Así, tomados de la oreja, el verano, el otoño y el invierno, se asomaron

a la ventana del firmamento.

-Miren, les dijo la primavera.

Y allá abajo, en la Tierra, dos pequeños ruiseñores juntaban sus picos,

dos alegres mariposas revoloteaban alrededor de una azucena, dos ardillas

corrían de arriba abajo por las ramas de un ciruelo, un pingüino cortejaba una

pingüina y, a la sombra de un abeto, una pareja de enamorados dejaba escapar

un sonoro beso.

En ese instante la primavera pudo ver que de los ojos de las tres

estaciones, gruesas lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas.

-Bien señores, dijo la primavera con tono indiferente.

Sin mediar palabra alguna, el verano le puso la corona, el otoño le alcanzó

el cetro y el invierno le calzó unos bellos zapatitos de cristal adornados con unos

lacito multicolores.

Y así fueron desfilando / la primavera y su pajes / a través del

firmamento, / permitiéndoles la reina

Que asomaran su presencia, / en la tierra y en el cielo / cada uno en su

momento.

LOS MINEROS

os mineros habían extraído de una mina gran cantidad de oro. Uno de ellos,

el más joven, se encontraba molesto, pues, el otro había logrado obtener,

con igual esfuerzo, casi el doble de oro que lo que él había sacado.

-Ya encontré la forma de deshacerme de él y quedarme con todo el oro, pensó

el joven minero. Camino arriba, el malvado llegó hasta un viejo puente que había sido

construido con la finalidad de salvar un pequeño abismo. En la entrada de aquél, había

un letrero que indicaba el peso, máximo que éste soportaba, sólo quinientos kilogramos.

Como sólo llevaba trescientos kilos, incluyéndose él, la cateta y el mulo que

tiraba de ella, no se alarmó ante aquella advertencia y pasó el puente. Fue en ese

momento en que se le ocurrió una forma de deshacerse del viejo minero que también

pasaría por allí.

A sabiendas que el viejo llevaba una carga superior a los quinientos kilogramos,

cambió el letrero colocando en su lugar otro que decía: HASTA MIL KILOGRAMOS. De

esa manera el viejo caería al abismo y a él le resultaría fácil hacerse del oro.

Escondido tras unos peñascos, esperó la llegada del viejo, pero el sueño lo

venció y no estuvo alerta cuando el otro llegó.

El minero, al ver aquel letrero, pensó en pasar el puente, pero se detuvo y se

dijo a sí mismo:

-mejor abandonaré la mitad del oro, pues, no vaya a ser que el puente, por lo

viejo que está ya no resista. Es mejor tener la mitad de este oro a no tener nada y

perecer en el abismo. Como bien dice el refrán, hombre precavido vale por dos.

Fue así como el hombre cruzó el puente y siguió su camino. Cuando el joven

minero despertó, vio al viejo que se alejaba en su carreta, lo cual llamó su atención.

D

¿Cómo había logrado cruzar el puente con su pesada carga sin que éste se haya venido

abajo?

-Vaya, qué tontería. Colocar un letrero por quinientos kilogramos cuando acabo

de comprobar que aquel puente resistió el doble.

Ya se disponía a marchar lamentando su mala suerte, cuando se percató que al

otro lado del puente algo brillaba. Subido a su carreta, volvió a cruzar el puente de

regreso y grande fue su sorpresa al encontrar en una pequeña cueva una gran cantidad

de oro, que no era otro que aquel que el viejo había abandonado.

-Estoy que es maravilloso. Ahora sí que me sonríe la suerte. Gracias a Dios que

el vejete no lo encontró antes que yo.

Luego de juntar el oro encontrado con el que tenía en la carreta, el hombre

calculó unos ochocientos kilogramos. Entonces concluyó que si el viejo había pasado el

puente sin ningún contratiempo con una carga tan pesada de casi mil kilos, él pasaría

de sobre con todo su oro.

Cuando había recorrido la mitad del puente, éste cedió, y con él, mulo, carreta,

oro y ambición, se perdieron en el abismo.

FÁBULAS

EL PUMA Y LA ZORRA

abía helado tanto que

un pobre puma yacía

tiritando de frío al pie

de una loma, cuando acertó a

pasar una zorra, describiendo

piruetas en el aire para entrar

en calor. Detiénese y le dirige

la palabra.

-¡Oye compadre!, ya,

que estamos friolentos vamos

a calentarnos azotándonos

mutuamente; pero eso sí, antes nos amarraremos los pies a fin de no

encolerizarnos y hacernos daño.

H

Ilustración 2

Dicho y hecho. Le tocó primero al puma, que ató de pies y manos a la

zorra y le arrimó unos cuantos zurriagazos hasta hacerla brincar.

Llególe su turno a la zorra, la que, a su vez, atrincó al puma y lo flageló

despiadadamente. Dejándolo amarrado, huyó sin dar oídos a sus lamentos, pues

lo suponía irritadísimo y no sin razón, después de la manera cruel como lo había

zurrado.

El puma, dolorido y maltratado, logró desasirse como pudo, jurando

castigar ejemplarmente a la que había osado burlarse de modo tan inicuo y

azotado sin compasión al rey de los animales, caminaba en pos de la

desvergonzada zorra, cuando a pocos pasos la apercibe profundamente dormida

tras unas matas de paja. Coge un manojo de briznas y se le pone a cosquillar el

hocico a la muy taimada, que sacudía su poblada cola, exclamado ufana:

“¡Chuspi (mosca) fuera, que estoy durmiendo después de haber azotado al

puma!”. Y repetía: “¡Chuspi, fuera que estoy durmiendo después de haber

zurrado al feroz puma!”, con esto lo encolerizaba más recordándole su afrenta;

así que cogiéndola por el rabo y sin darle tiempo para encomendar su alma, la

aventó barranca abajo, donde se hizo polvo.

LA JARACHUPA Y EL UTUSHCURO

aminaba distraída una Jarachupa, cuando reparo en un

utushcuro que triste y abatido presa de hambre iba jadeante

arrastrándose penosamente por entre las malezas de un

matorral.

Oruguita, ¿a dónde vas?

– preguntó la muca.

¿A roer la raíz de las hierbas?

-respondió con voz apagada y trémula.

Pasó el invierno con sus hielos y sequías, sus inclemencias y rigores. Vino

la primavera con sus lluvias y rocíos sus flores y sus frutos. Volviéndose a

encontrar nuevamente los camaradas y con la cabeza erguida e inflado en

C

orgullo, el irascible gusano deslizábase infatuado por entre las cañas y mazorcas

de un tupido maizal sin dignarse mirar a la Jarachupa, que sorprendida por ese

cambio y extrañada de tanta arrogancia le interroga:

Señor gusano ¿A dónde está usted yendo?

Irguiéndose aún más le enfurecida oruga contesto altanera y con mucho

énfasis:

¿A comer corazón de choclos negros?

Y tanto y tanto se irguió el valiente utushcuro que alcanzo a divisarlo un

chiguaco y se lo devoró.

LOS PERROS HAMBRIENTOS

ierto día una jauría de perros hambrientos, que llevaban

varios días sin comer recorrían la comarca en busca de

alimentos y, cuando pasaron junto a un arroyo, uno de ellos

dijo

- ¡Miren ay abajo! ¡Hay unas pieles que se remojan en el fondo del foso!

Efectivamente, en lo profundo de unas aguas cristalinas, se veían

unas hermosas pieles sumergidas. Entonces la jauría de perros buscaba la

manera de apoderarse de ellas, pero no las alcanzaban por la cantidad de agua.

Así que el más viejo del grupo propuso:

- Si todos bebiéramos,de seguro disminuirá el líquido elemento y podríamos

alcanzarlas cómodamente.

Así que sin pensarlo dos veces, se abalanzaron sobre el agua y bebieron y

bebieron tanta agua hasta reventar, sin conseguir el objetivo codiciado.

LEYENDAS

C

LEYENDA SOBRE EL NOMBRE DEL DEPARTAMENTO DE AREQUIPA

l nombre que obtuvo este departamento proviene del quechua Are

Quipay que significa “si quedaos”, cuando Mayta Cápac bajo con su

ejército después de conquistar a los habitantes de Moquegua y le gustó

el lugar además los soldados estaban cansados y le dijeron señor hemos visto

que este lugar es muy hermoso nos podemos quedar a descansar y después nos

da permiso de construir nuestras viviendas para poder vivir en este lugar tan

maravillosos y Mayta Cápac les dijo Are Quipay, es por eso que se quedó con

ese nombre.

Luego pasado el tiempo, los españoles llegaron al Perú y empezaron a

conquistar ciudades y primero pasaron por Camaná donde iban a instalarse pero

había muchos mosquitos pero divisaron a lo lejos un verdor y preguntaron a los

camanejos como se llama ese lugar que está adornado por un cerro

resplandeciente y los incas dijeron Are Quipay. Y los españoles se fueron a

posesionar y además le cambiaron el nombre es por eso que ahora la nombran

Arequipa.

Algunos dichos de la gente en este lugar, son los siguientes:

Eran fieles al rey los españoles, es por eso que la gente de Arequipa son

pantorrilludas y a los que no son les dicen que son pobres.

A un arequipeño le preguntaron qué ciudad es más bonita Arequipa o

Lima y él dijo bueno Lima me parece muy bonita para ser la segunda ciudad más

bonita, porque ellos afirman que Arequipa es la primera ciudad del Perú.

Los Arequipeños no pueden aceptar que el departamento tiene parte

Costa y parte Sierra, ellos dicen que todo el departamento es Costa, y dicen

como el Amazonas es el Río más alto del Perú, Arequipa es la costa más alta del

Perú.

Cuando viene el tren de Puno dicen hay vienen los serranos y cuando

viene los de Mollendo dicen hay vienen los de la Costa.

Son muy religiosos pero le dicen rocoto con sotana porque a veces se

levantan con la nevada, es decir cuando están muy molestos o se levantan así.

E

La procesión de la Semana Santa es importante en Arequipa sacan al

Señor en su féretro, pero también salen dos santos San Francisco y Santo

Domingo los cuales se encuentran en el camino y se saludan. Franciscanos dicen

que los Dominicos les pueden ganar en todo pero dicen en humildad nadie nos

gana.

Los sermones de Semana Santa son importantes en Arequipa, pues había

una Señora que tenía su H cura y se apresuró porque él iba a dar el sermón y el

cura comienza y San Pedro le dijo a San Pedro y San Pablo le dijo a San Pedro

y San Pedro le Dijo a San Pablo........ Y una mujer que estaba en el sermón

preguntó pero que le dijo, que le dijo y la Madre del cura se levantó y le

respondió: le dijo mierda cuando vaya a estudiar lo que mi H estudio sabrá lo

que le dijo.

Los cánticos que dicen los niños:

José se llamaba el padre

y Josefa la mamá y al H

que tuvieron le pusieron....

José .....(bis)

algunas vivas que hacen a Arequipa en su día

¡Viva Arequipa mi her....moza Tierra.!

La gente characata siempre se ha burlado de los que pertenecen a la

ciudad de Camaná porque son humildes y a veces muy pero muy cándidos.

Estaban hablando de los inventos dos limeños y un arequipeño y decían:

Erickson inventó los focos, etc. Y el arequipeño dice pero a mí me gusta más lo

que inventaron los arequipeños, los limeños dijeron ¿que inventaron?, que no

saben dijo el arequipeño eso que se ve a través de las paredes, que interesante

no nos habíamos enterado ¿qué es? las ventanas.

Hay un angelito en la plaza de Arequipa que le dicen el Tuturuto, y que

dicen que toca la corneta cuando pasa una virgen y hace 50 años que no toca.

A los arequipeños le gusta hablar el castellano un poco difícil, un

campesino estaba vendiendo camarones y justo suenan las campanas de la

iglesia y una señora que pasaba por ahí dijo porque redoblan esos insensibles

bronces y el campesino no entiende, se admira y ve sus camarones y le dice son

camarones señora.

Canticos:

Bailemos, cantemos

sobre esta granada,

hasta que reviente

agua colorada.

Estos carnavales

traen alegría

y a los nueve meses

guagua que se cría.

A los arequipeños le echan la culpa de haber perdido la guerra con Chile,

y por eso dicen:

Caballero arequipeño

que al pie del Misti naciste,

durante la guerra con Chile

donde ¿MIERDA? te metiste.

Castilla puso su fuerte en lo más alto de Arequipa y cuando estaba viendo

por la ventana un soldado se acerca y le dice mire mi general esa ciudad parece

una paloma blanca dormida al pie del Misti, no dice Castilla a mí me parece un

burro blanco en medio del alfalfar.

LEYENDA SOBRE LA VIRGEN DE CHAPI

rajeron en barco

una imagen de

España para que sea patrona de la

ciudad de Arequipa, llegaron al

puerto Islay? pero por el camino que

iba a Arequipa no pudieron pasar y

se fueron por la quebrada de nombre

Chapi, y descansaron y al momento

que se iban para la ciudad, no

pudieron cargar la imagen estaba

muy pesada y la dejaron. Pero el

obispo de la ciudad estaba muy

molesto y fue a traer la imagen con

un ejército de hombres y empezó a

gritar a los pobladores porque se

habían adueñado de esa imagen si

era para la ciudad le dijeron que se

puso pesada y no la podían levantar,

el obispo mando a los hombres que

lo habían acompañado que la

levantasen intentaron varias veces

pero no pudieron y el obispo

resignado la dejo allí

Ilustración 3

UTQHA PAUQAR

o se sabe en qué tiempos remotos sucedió esta historia. Unos la

cuentan como acaecida dentro del Imperio de los Incas y otros la

creen mucho más antigua.

En la ladera de una alta montaña tenía su palacio el anciano Awapanti,

curaca de vastos dominios y padre de una joven muy hermosa que tenía por

nombre Ima Súmaj. Arriba, la montaña se mostraba todo el año coronada de

nieve; abajo, corría las aguas revoltosas de un río; al frente, veíase una sucesión

de lomas que de ordinario se cubrían de papeles y de maizales.

Ima Súmaj era hija única y vivía en medio del orden y el recato, bajo los

solícitos cuidados de su madre Chimpa Dalla. Por costumbre, los mozos y las

mozas se congregaban las noches de plenilunio a la orilla de las cementeras en

épocas en que había que tener vigilancia con los animales dañinos. Allí los

T

N

jóvenes cantaban y danzaban al son de las quenas y las antaras y el amor solía

anidar los corazones. Pero Ima Súmaj nunca se la vio a esas horas a la orilla de

las cementeras en los días del aymúray los mozos y las mozas se congregaban

para celebrar con danzas y canciones la generosidad de la tierra. Pero Ima Súmaj

esos días no abandonaba el palacio paterno.

La doncella sólo se dejaba ver en las fiestas de los Wak’as tutelares,

cuando ningún habitantes del lugar podía eximirse de sus deberes religiosos.

Aún en estas ocasiones ella no se entregaba como las otras a los placeres de la

danza y era poco complaciente y sí más bien muy circunspecta en su trato con

los jóvenes.

En una provincia vecina vivían dos jóvenes hermanos: Utqha Páucar y

Utqha Maita. El primero era sinchi y se distinguía entre los capitanes que

comandaban las unidades del ejército, por su vigor físico y por su valentía. El

pueblo contaba muchas hazañas realizadas por él en las batallas. El segundo,

mozo de gallarda presencia, se dedicaba principalmente a las faenas agrícolas y

al pastoreo. No se contaba de él ninguna hazaña, pero sus sementeras siempre

daban buena cosecha.

En una fiesta religiosa fue que Utqha Páucar conoció a la joven hija de

Awapanti, habiéndole tocado en suerte compartir con ella el sanku y la carne

del sacrificio y conseguido después estrechar sus adorables manos a lo largo de

un wayñu. Su belleza singular y sus maneras suaves y pudorosas cautivaron al

punto del corazón, del guerrero a hacerla su esposa, comenzó a frecuentar la

casa del curaca con el pretexto de oír, de labios del anciano, las hazañas de los

guerreros antiguos y las maneras de conducir con éxito a las tropas en los

combates. Pero le resultaba difícil ver al objeto de sus sueños debía conformarse

con escuchar los relatos del padre.

Al mismo tiempo que él, se había enamorado de la doncella su hermano

Utqha Maita. No contando con pretexto alguno para visitar al padre, el joven se

limitaba a pasear sus ansias al pie de los muros del palacio. No había conversado

con ella más veces que Utqha Páuqar, pero sí logró verla alguna veces llenando

de agua su cantarillo en la fuente. Sólo que la fuente se hallaba demasiado cerca

del palacio y mientras él se acercase, ya la doncella estaba en la puerta de la

morada, sin oír su llamado ni dolerse de sus penas. Un día se encontraron los

dos hermanos: el uno saliendo de haber platicado con el curaca y el otro

rondando el palacio. Entonces tuvieron una explicación. Ambos amaban a la

doncella y cada cual la quería para su esposa.

A pesar de que ninguno se sentía realmente correspondido, ninguno se

resignaba a renunciar a favor del otro. Deseosos de no reñir entre hermanos

acordaron visitar juntos al padre y exponerle cada cual sus pretensiones. Así los

hicieron, el curaca, sin mostrar preferencia por ninguno, decidió casar a su hija

con aquel de los hermanos que lograse desviar más pronto un torrente que

bajaba de la montaña vecina, de modo que el nuevo cauce pasara por la puerta

del palacio.

La condición que imponía el anciano resultaba poco menos que

irrealizable; mas lo rivales no tuvieron otro remedio que aceptarla. Utqha Páuqar

tenía la esperanza de contar con mayores facilidades que su hermano; por algo

era sinchi y ejercía mando sobre mucho hombres. Movilizó las tropas que pudo

y sin pérdida de tiempo dio comienzo a la obra. Utqha Maita no podía disponer

de mucha gente y sólo consiguió la ayuda de un puñado de amigos; pero por lo

mismo de que era agricultor, tenía alguna experiencia en construcciones de

acueductos, pues le cupo intervenir antes en varias obras hechas para irrigar los

valles vecinos; en consecuencia, estudió el trazo del nuevo cauce con, más

acierto que el rival y en un lapso de dos lunas escasas hizo pasar las aguas del

torrente por la puerta del palacio.

Entretanto, el hermano, con toda su tropa, no había conseguido llegar a

la mitad del trayecto. Awapanti desea cumplir su palabra y ha de otorgar la mano

de su hija al vencedor. Pero Utqha Páuqar no se halla conforme con su derrota

ni está dispuesto a renunciar al amor de Ima Súmaj. Busca otros medios de

lucha y acaba por declarar guerra a su hermano.

En el ejército no todos simpatizan con Utqha Páuqar; muchos hombres

abrazan la causa del hermano. Lo mismo sucede con los jóvenes de las

provincias vecinas: unos van a engrosar las filas de Utqha Maita y otros las del

adversario. En poco tiempo se forman dos ejércitos poderosos y comienza entre

ellos una lucha porfiada y sangrienta. Se libran batallas encarnizadas; unas

veces la victoria favorece al uno y otras al otro, sin que el conflicto pueda llegar

a una final solución.

Entretanto transcurren los días y las lunas. Un año queda transcurrido y

otro también, y un tercero. Continúan las batallas y ninguna puede llegar a ser

la decisiva. La guerra no concluye. A ese tiempo son pocos los que siembran y

pocos los que cuidan las cementeras. La cosecha es mala y escasa. El pueblo

padece hambre y privaciones y no hay abastecimientos para las tropas. Decaen

las acciones y llega un momento en que la guerra amenaza con acabar por

inanición. Antes de que esto suceda, Utqha Páuqar invita al rival a resolver la

disputa por medio de un combate singular entre ellos dos. Utqha Maita no puede

menos que aceptar el reto y se presenta.

Ambos hermanos se colocaron frente a frente, el champi en una mano y

la wallkanka en la otra. Iba a empezar la pelea. Pero Utqha Páuqar era mayor y

más fuerte que su adversario; de modo que la lucha tenía que ser desigual. En

ese momento, Utqha Páuqar comprendió la situación y reconoció lo injusto de

su conducta, entonces depuso las armas, reconoció el derecho adquirido por el

hermano y se reconcilió con él. Utqha Maita y la doncella se casaron con mucha

solemnidad y pompa. Asistieron invitados todos los sinchis del lugar y los de las

provincias vecinas. Se cantó y se bailó mucho, con abundancia de comida y

bebida y las fiestas duraron varios días, como era costumbre en aquellos tiempos

entre nuestros antepasados. Pero Utqha Páuqar no asistió a la boda. Vencido y

postrado, sin poder hallar alivio para sus males, se retiró a una montaña lejana,

donde fue a sufrir su desventura de amor hasta su muerte.

MITOS

ADANEVA

daneva creo la humanidad antigua. El hombre antiguo hacía

caminar a las piedras con azotes, como los ñawpa de Q’eros.

Fueron hombres de fuerza descomunal. El dios Adaneva logró

tener relaciones con la Virgen de las Mercedes(Mamacha mercedes) y la

abandonó cuando ésta quedó encinta. El hijo de Adaneva y la Virgen fue Téete

Mañuco (padre Manuel).Téete Mañuco, cuando llegó a ser mayor, destruyó a la

humanidad antigua haciendo caer sobre el mundo una lluvia de fuego. Pero esa

humanidad no está completamente muerta, cuando alguien pretende cazar

A

pumas o zorros, que fueron el ganda del hombre antiguo, se oyen en el campo

grandes voces protestan. Extinguida la primera humanidad, Téete Mañuco hizo

la actual y la dividió en dos clases: indios y mistis (“blancos”, la casta

dominante).

Los indios para el servicio obligado de los mistis. Creó también el infierno

y el cielo. No hay hombre exento de pecado. El cielo es exactamente igual que

este mundo, con una sola diferencia: allí los indios se convierten en mistis y

hacen trabajar por la fuerza, y hasta azotándolos, a quienes en este mundo

fueron mistis. La división de la humanidad en dos clases fue establecida por Dios

y será eterna, porque Téete Mañuco es inmortal, puesto que todos los años

muere un día viernes y resucita el sábado. Se renueva año tras año.

(Mito de la Comunidad de Vicos, Ancash)

INKARRI

nkarri, dicen, tuvo la

potencia de hacer y de

desear. Fue hijo del

padre Sol en una mujer salvaje.

Como era el segundo dios podía

mandar. El hizo cuanto existe sobre

la tierra. Amarró al Sol en la cima del

cerro Osgonta y encerró al viento

para concluir su obra de creación.

Luego decidió fundar la ciudad del

Cuzco. Inkarri lanzó una barreta de

oro desde la cima de una montaña.

Donde cayera la barreta construiría

la ciudad por encima de la pampa

pasó, ensombreciéndola. No se

detuvo. Llegó hasta el Cuzco.

Inkarri arrojaba las piedras

también. En las piedras hundía los

pies como sobre barro. Alas piedras,

al viento, él les ordenaba. Tuvok

poder sobre toda las cosas. Fue un

hombre excelente, un joven

admirable Inkarri fue apresado por el

rey español fue martirizado y

decapitado. ¡Cuánto, cuánto habrá

padecido! La cabeza del dios fue

llevada al Cuzco. La cabeza de Inkarri

está viva y el cuerpo se está

reconstituyendo bajo la tierra. Pero

como ya no tiene poder, sus leyes no

se cumulen ni su voluntad se acata,

cuando el cuerpo de Inkarri esté

completo, él volverá y en ese día se

hará el juicio final.

Como prueba de que Inkarri

está en el Cuzco, los pájaros de la

I

costa cantan: “En el Cuzco el rey”.

“Al Cuzco id”.

(Mito de la comunidad de

Puquio, Ayacucho)

KUNIRAYA WIRAQOCHA Y KAWILLAKA

rimitivamente este Kuniraya Wiraqöcha caminaba muy pobremente

vestido. Su manto y su túnica se veían llenos de roturas y de

remiendos. Los hombres, aquellos que no le conocían, se figuraban que

era un infeliz piojoso y le menospreciaban. Pero él era el conductor de todos

estos pueblos. Con su sola palabra hacía que fueran abundantes las cosechas,

hacía aparecer bien murados los andenes y con sólo arrojar una flor de caña

llamada pupuna dejaba abiertos y establecidos los acueductos. Luego anduvo

realizando muy útiles trabajos, empequeñeciendo con su sabiduría a los dioses

de los otros pueblos.

En aquellos mismos tiempos vivía una diosa llamada Kawillaka. Se

mantenía siempre virgen y porque era muy hermosa no había dios, fuera mayor,

fuera menor, que, deseoso de yacer con ella, no la enamorase. Pero ella nunca

admitió a ninguno. De esa manera, sin permitir que nadie la tentase, pasaba los

días tejiendo al pie de un lúcumo. Pero Kuniraya, valiéndose de su sabiduría se

convirtió en un pájaro y fue a posarse entre el ramaje del árbol. Allí tomó una

lúcuma madura e introduciendo en ella su simiente la dejó caer muy cerca de la

mujer. Esta se comió muy contenta la fruta. De esa sola manera, sin que varón

alguno se le hubiese aproximado, la diosa apareció en cinta. Como sucede con

todas las mujeres en tal estado, a los nueve meses Kawillaka tuvo que dar a luz,

a pesar de su doncellez. Por espacio de un año alimentó al niño con el pecho,

preguntándose continuamente para quién pudo haberlo concebido.

Transcurrido el año y cuando el niño comenzó a caminar a gatas,

Kawillaka convocó un día a todos los dioses, mayores y menores pensando que

de este modo le sería dado conocer al padre de su hijo. Al oír el llamado, todos

ellos acudieron ataviados con sus mejores vestiduras, cada uno ansioso de ser

el preferido de la diosa.

Esta reunión se realizó en Anchiqhocha, que era el lugar donde la diosa

residía. No bien tomaron asiento todos los dioses, mayores y menores, la mujer

les dirigió estas palabras:

P

- Ved, señores y nobles varones, reconoced a este niño. ¿Cuál de vosotros

pudo haberme fecundado?, ¿Tú?, ¿Tú? – fue así preguntándoles uno por uno, a

solas.

Y ninguno de ellos pudo decir: “Es mi hijo”, por su parte aquel que hemos

llamado Kuniraya Wiraqöcha había tomado asiento a un extremo y al verlo en

esa traza tan lastimosa Kawillaka no se dignó preguntarle, pensando con

menosprecio: “¿Ese menesteroso fuera el padre de mi hijo?”, la diosa le dijo al

niño: Anda, hijo mío y reconoce tú mismo a tu padre.

Y dirigiéndose a los dioses, dijo:

Si alguno de vosotros es su padre, a él se encaramará el niño. Entonces

el pequeñuelo fue caminando a gatas y empezando de un extremo recorrió la

fila de dioses sin detenerse ante ninguno, hasta que llegando al otro extremo,

allí donde se sentaba su padre, se puso a trepar a los muslos de él, presuroso y

regocijado.

Al ver aquello, la madre montó en cólera y gritó: ¿Qué horror?, ¿Yo

hubiese dado a luz un hijo de semejante desdichado?. Luego tomó en brazos al

niño y huyó hacia el mar. En medio del asombro de los demás dioses, Kuniraya

Wiraqöcha apareció vestido con un traje de oro y exclamó:¡Presto me amará

ella! Y se lanzó en seguimiento de la diosa diciéndole: ¡Hermana Kawillaka,

vuelve a mí lo ojos! ¡ Mírame cuán decente ya estoy!

Y haciendo resplandecer su traje de oro se detuvo. Empero Kawillaka no

volvió los ojos hacia el dios y siguió huyendo. Voy a desaparecer dentro del mar,

ya que hube dado a luz un hijo de tan horroroso y despreciable varón – decía

enderezando hacia el mar. La madre se arrojó con su hijo al agua y al punto

ambos se convirtieron en rocas.

Ahora mismo, en el profundo mar de Pachacamac, se empinan dos rocas

imponentes que parecen seres humanos sentados.

(Mito de Waruchiri)

VICHAMA

n el principio Pachacamac creó un hombre y una mujer. Todo era

eriazo, la lumbre del Sol secaba a los campos y parecía que la vida

se extinguía. Murió el hombre y quedó sola la mujer.

Un día ella salió a buscar raíces entre las espinas para poderse sustentar,

alzó los ojos al Sol y entre quejas y lágrimas le dijo así: Amado creador de todas

las cosas ¿para qué me sacaste a la luz del mundo?, ¿Para matarme de hambre?,

¿Porque si nos creaste, nos consumes?; y si tu repartes la vida y la luz en todas

la extensión ¿Porque me niegas el sustento?, ¿ Porque no te compadeces de los

afligidos y de los desdichados?; permite ¡oh! padre que el cielo me mate de una

vez con su rayo o que la tierra me trague.

Entonces el sol bajó risueño, la saludó amable y condolido de sus lágrimas

oyó sus quejas. Le dijo palabras amorosas. Le pidió que depusiera el miedo y

esperase días mejores, le mandó que continuase sacando raíces. Cuando estaba

ocupada en esto, le infundió sus rayos y ella concibió un hijo que nació al poco

tiempo.

El dios Pachacamac indignado de la intervención del Sol y que, sobre

todo, no se le diera la adoración que se le debía a él, miró con odio al recién

nacido. Sin atender a la clemencias y gritos desesperados de la madre que pedía

socorros al Sol lo mató, despedazándolo en menudas partes.

Ilustración 4

Pachacamac, para que nadie se quejase de que no había alimentos y se

volviese a pedir ayuda al Sol, sembró los dientes del difunto y nació el maíz,

sembró las costillas y los huesos y nacieron las yucas. De la carne nacieron los

pepinos, pacaes y demás frutos de los árboles. Desde entonces no hubo hambre

ni necesidad alguna. Al dios Pachacamac se le debió la fertilidad de la tierra, el

sustento y los dulces frutos.

Sin embargo a la madre no la aplaco, ni consoló la abundancia. Cada

fruta era un testigo de su agravio y cada día le recordaba a su hijo. Clamo pues

al Sol y pidió castigo o remedio a sus desdichas. Bajó el Sol conmovido hacia la

mujer y le preguntó ¿dónde estaba la vid que había surgido del ombligo del hijo

difunto? Al mostrársele le dio vida, creó otro hijo y se lo entrego diciéndole que

lo envolviera. Le dijo que su nombre era Vichama. El niño creció hermosísimo,

bello y gallardo mancebo. A imitación de su padre, quiso dar vueltas por el

mundo y verlo criado en él.

Mientras tanto, el dios Pachacamac mató a la madre que ya era vieja. La

dividió en pequeños trozos e hizo comer a los gallinazos y a los cóndores. Solo

guardó los huesos y cabellos escondidos en las orillas del mar. Entonces creó

hombres y mujeres para que poseyeran el mundo. Nombró Curacas y Caciques

que los gobernaran y así empezó el orden y la organización. Después de un

tiempo volvió el semidiós Vichama a su tierra, Végueta, valle abundante en

árboles y flores que está a una legua de Huaura, deseoso de ver a su madre,

pero no la halló. Supo del cruel castigo. Su corazón arrojaba llamas de odio y,

fuego de furor sus ojos. Preguntó por los huesos de su madre y al saber dónde

estaban los recogió. Los fue ordenando como solían estar en vida y la resucito.

Vichama se dispuso entonces a aniquilar a Pachacamac. Solo la venganza

podría aplacar sus furor. Lo supo el dios, huyó y se metió en el mar, en el valle

que lleva su nombre donde ahora esta su templo. Bramando, Vichama encendía

los aires y centellando recorría los campos. Se volvió contra los de Végueta

culpándoles de cómplices. Pidió al Sol su padre que los convirtiese en piedras.

Así todas las criaturas que formó Pachacamac se convirtieron en cerros, rocas y

moles inmensas; todo quedó desolado y no se pudo deshacer el castigo.

Curacas, Caciques nobles y valerosos fueron arrastrados a la costa y

playas del mar y quedaron convertidos en huacas en pequeñas, arrecifes, ripios

e isletas e islas UE hasta hoy se observan en las playas de Pachacamac.

Viendo Vichama el mundo sin hombres, sin que nadie adorase al Sol, rogó

a su padre que crease nuevos hombres. El sol le envió tres huevos: uno de oro,

otro de plata y un tercero de cobre. Del huevo de oro salieron los curacas, los

caciques y los nobles. Del de plata salieron sus mujeres. Del huevo de cobre

salió la gente plebeya, los mitayos. Sus mujeres y familias poblaron así

nuevamente los valles de la costa. Desde entonces, los habitantes adoran los

cerros y huacas en homenaje a sus antepasados, a su origen.

Elaborado por:

Es el relato más corto

con 138 palabras.

TIPO NOMBRE CANTIDAD

PARRAFOS PALABRAS

CUENTOS

El condór y el zorro.

17 503

El leñador y las termes.

13 519

El perro y la pulga.

7 364

Las estaciones.

20 544

Los mineros.

14 499

FÁBULAS

El puma y la zorra.

6 266

La jarachupa y el

utushcuro.

11 165

Los perros hambrientos

2 127

LEYENDAS

Leyenda sobre el

nombre del

departamento de

Arequipa.

37 814

Leyenda sobre la

Virgen de Chapi.

2 139

Utqha Pauqar.

13 1248

MITOS

Adaneva

3 230

Inkarri

5 229

Kuniraya Wiraqocha y

Kawillaka.

13 664

Vichama

11 795