8/2/2019 Piedrapizarnik - Sergio Ernesto Ros
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PIEDRAPIZARNIK
-Sergio Ernesto Ros-
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A PROPSITO DE PIEDRAPIZARNIK
a) Los buenos libros pesan. Son una piedra al cuello que nos permiten librarnos,
por instantes, del lomo de la tierra.
Los malos libros, por el contrario, hunden. Aunque sus ttulos estn llenos de
picos, de plumas o de vuelos.
b) Un buen ttulo no hace bueno un mal libro. Un mal ttulo no hace malo un buen
libro. Un buen libro ancla desde el ttulo, para no dejarnos sosegados ni
indiferentes. ste es uno de ellos.
c) Muchas veces, los epgrafes seleccionados funcionan como tarjetas de
presentacin. Hablan de la cultura o de la inteligencia del seleccionador,
superando con frecuencia a la obra que preceden. No es el caso. Aqu los versos
elegidos realmente resumen, enmarcan y anuncian las pginas siguientes. Su
autor? Joel Piedra, joven poeta quien hace varios aos desapareciera como si lo
hubieran pulverizado.
d) El nombre o el apellido de un autor, incorporados al ttulo, de alguna manera
condicionan. Parecen decirnos: Lo que vas a leer viene de otras regiones y de
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otras formas de escribir. No confundas la emulacin con el homenaje. En el
momento de ponerte un antifaz, has iniciado el proceso de quitrtelo.
e) Una pgina en blanco es vereda. Debemos empedrarla a sabiendas de que no
va a ningn lado, as escribamos en alejandrinos.
f) Piedrapizarnik? S, mineral blancuzco con el que tropezamos en sueos y que
siempre es el mismo, con su aspecto de lpida o de colilla pisada en una comisura
de La Boca.
g) Piedrapizarnik? S, piedra de toque, piedra imn, rueda de molino o proyectil
contra un espejo, antes de que comience a duplicarnos.
h) El maestro Eckhart asegura que piedraes sinnimo de conocimiento. Alejandra
Pizarnik seala que es sinnimo de sufrimiento. Y Sergio Ernesto Ros nos
recuerda que, si algo cuelga de nuestros prpados, es la piedra fundadora de la
poesa: ese peso rodante y visionario, ese grumo repartido en la sed, esa recin
codificada piedra de Ros.
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i) El 9 de agosto de 1955, Alejandra Pizarnik anot en su diario: Al diablo! Siento
un libro dentro de m. Un libro que me atraganta. Un libro que me obstruye la
respiracin. Y yo no permito que salga. No! Pero por qu?
Afortunadamente, Sergio Ernesto Ros dej a un lado temores de influencias o
etiquetas castrantes, y simplemente se meti a nadar entre las palabras de la Hija
del Viento con plena adoracin por su locura y por su voz a ninguna otra parecida.
j) Publicar es un riesgo. No publicar puede ser asfixiante como una piedra ciega o
volcnica metida en la garganta.
k) Ver buitres de seis alas, percibir el cinismo del eco y adoptar a la luz que se
ahoga como insecto, son tareas propias de aquellos que nacieron para hablar con
las piedras o, al menos, para ablandarlas.
m) Piedrapizarnik o Alejandrapiedra, filosofal, marmrea o angular. Dcese de
aquel fragmento de roca puntiagudo y esfrico al mismo tiempo, que uno pretende
abandonar despus de la primera lectura, aunque su permanencia en el bolsillo (y
en la memoria), no ha hecho ms que empezar.
Francisco Hernndez
Mayo 24, 2004
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Pido
con los brazos en alto
con las ansias en pugna
la intimidad del gato
el poder del pndulo
tallo del Universo
el abandono sobreviene
AIRESOLAGUATIERRA
cuatro constelaciones
y una muerte cercana
al cabo de la oracin
compungido el rostro
este silencio
este grito en mis ojos
baado el cuervo con su luto
oigo el amanecer del ermitao
pero yo
cancin de piedra
no escucho
mi silencio.
Joel Piedra, Cancin de piedra
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En el crtalo mbar, en el stano de un libro desenterramos vespertiliones.No por la garganta, en ese ro los lobos gruen y su ceguera es costura de
escarcha.
Su legra, gozne de qu ceniza deja un taln absurdo entre rama y rama. Antes vi
slo la gavia estril de su vuelo, el hilo de alas deformes, como cruzara los
pasillos una larva.
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cielo, cardo desodo, stano de urracas, enredadera de ciegos, espada de viento
velando ramajes; hereda tempestad mi barca sin costa y sin oficio.
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aquel galope de ingobernable sequa,
aquel remedo de virar,
pie bajo una alondra,
esa sed, acaso sea el nombre.
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Yo, el Deshollinador Absurdo de esta fiebre, te advierto del fuego y su filo
inconstante, de su caligrafa en el umbral como sntesis lacerada del da, de su
latido magro que guarda como herrumbre, de cuando se apea y su quemadura
adhiere filamentos de lluvia descompuesta y sucede y se dispersa a otra hoguera,
a otro fardo de sombras. Desconfa, de ese reposo que no clausuran los crculos
de viento, que no amaga el atardecer disimulado; porque este fuego es el barandal
donde la noche pesa sus ros, es el fuego imperativo que amordaza los ojos. Y si
padeces la usura de enmudecer, Viajera con el Vaso Vaco, hay una orillainvertebrada, una ranura de azogue que desboca el alba en las migraciones que
secretamente nos llevan.
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Yo, Primer Cocinera del Rey, que abstergo ojos, la nariz filosa y la desvencijada
lengua y creo en sal descalza, en migajas que velan vasos y mesa, en el viento
que barniza a los perplejos su plato magro, y creo en el asiento de la tarde cuando
muerde los vidrios de cera. Certifico que el oro adverso de los hornos, que el
simple polvo cabizbajo, que las madrigueras cetrinas del musgo, no confundirn,
no escoltarn ms tus salidas. Anoche asegur toda el agua en el cuerpo de un
molusco, se despeda la sed.
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de palomas racimos en dedal la luna retiene.
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Yo, Darvulia, Hechicera del Bosque, que bajo la herldica del lobo y el invierno fui
madre de la tortura de escarcha, juro por la fijeza alfilereada del espejo, por ese
reptil atnito entre fuego receloso, por la urraca sonora de los stanos, por el felino
de los patios embozados, por el secreto aljibe y su constelado cieno y por esas
650 mujeres de cuerpos ridos y deformes que graznan en mi soledad, juro esta
vez, lastimada ma, apartar la rapia de tu insomnio sin la linfa y el vino humano.
Pues si recorto una paloma de oro sobre tu frente, si leo tu diccin de cardos, si
descorro tu blindaje sedentario, el rincn lbrego de tus ojos tiene otros postigos,tiene balanzas que despereza el azogue y habitaciones prematuras contra las
sombras. Junto a la Virgen y la Cabra tu planeta es la Luna, recuerda a la orilla del
otoo su muelle de niebla, su oro empecinado en hacer la noche. Eres agua de
corceles inacabados, eliges ciar y andas plomiza hacia el Este. Ama el verde
deleznable y en el declina.
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Yo, Falsa Tortuga, nad escamas del poniente, la espalda de un sol astillado,
nad bosques de naipes, escalas de granizo, para no caer en la sopa insuficiente
o el desgano del Grifo que me suea y te gua ahora con sus ocelos
acostumbrados. Cudate del enjambre ambiguo que mece luz, cudate de las
medusas heridas por el faro. No te demores, no dances en una cueva de
langostas, no te escondas en otalgia de mar abierto. Cualquier besugo te dira lo
mismo.
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Ella te despeina como sonmbula.
Esta noche con hlice de caza.
En el regazo la persona del gato donde su indolencia queda.
Rodea, entre adicta y animal de la ventana.
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El sentido del azogue no era ajeno a su cuello.
Respira en una madeja de nieve.
Abre el remusgo para advertir los viajes.
-No entres mansa en la noche prometida, le dije.
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EXTRACCIN INFUNDADA DEL HOMBRE DE ANTIFAZ AZUL EN UN ACTO
Luz de placenta de conejo. Sobre un agujero est el Hombre de Antifaz Azul y A.
como badajo antpoda.
A.Tengo un vientre postizo, muerde mis pies como ancla hostil o reseca mi pulmn
en xodo. Mis caminatas quedan oxidadas de un torpor celoso.
Hombre de Antifaz Azul
Pues descorre las grietas para dormir.
A.
Es otra racin de armadura vulnerable.
Hombre de Antifaz Azul
Prefieres tragar otro gajo de piedra?
A.
Ese gajo ya es ancla, es la enredadera de un muro.
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Hombre de Antifaz Azul
No ser un simple destierro de maniqu?
(A. mira desde un circo distrado)
(A. mira empecinada de nudos)
A.
Cul sera tu bestiario inerte?
(Hombre de Antifaz Azul con el alefriz asendereado)
Hombre de Antifaz Azul
Cmo?
A.
S, qu podras domesticar mejor, la luz que se ahoga como insecto rido o el
viento ojeroso en los reptiles?
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Hombre de Antifaz Azul
El viento. El viento no. No, que sea la luz, odio el tropiezo involuntario, no hay
bastn puntual.
A.
Te imaginaba areo. Dispuesto al vagabundeo de ventanas.
Hombre de Antifaz Azul
OIvidas nuestro encuentro, soy fiel a la mscara que guarece musgo.
A.
Pero el musgo usa colores de pozo cetrino. El tuyo es equvoco, el color de un
cuervo que se ahoga y entre ms tartamudea se empapa negro
Hombre de Antifaz Azul
La ltima vez
A.
Slo negro afnico
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La noche aparece disecada. Ahora el hombre de Antifaz Azul cuelga de A. Una
lmpara de mnimo vuelo pasa a cuentagotas.
Hombre de Antifaz Azul
La ltima vez te guareciste, corr al pozo, el bosque qued rezagado y t
A.
T no avanzaste, nadie avanza sentado como ttere, como pez vecino del espejo,
aunque una sombra
Hombre de Antifaz Azul
Yo nunca te repet ni siento esa casa de hormigas en el vientre.
A.
Por eso, ya no sers un paraguas estril, la lluvia te har husped, se disfrazaran
juntos, revolotearan las ventanas nmadas del rbol y el bosque te dejar nacer.
Hombre de Antifaz Azul
Y t?
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A.
Crees en piedras pastoras de ros?
El agujero boquea prematuramente. Teln desasido y encorvado.
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un dibujo del relmpago afuera,
la alianza del oro y la brizna aciaga,
el tronco escaso de alguna vigilia,
el aviso nervado de las piedras,
el fardo a la orilla del crepsculo,
rapia en el insomnio, imn de fiebre.
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Una sombra no es prlogo de orfandad, vlida como raz, vspera que obedece el
teln de un gesto, rbol cauto amanecido de sanguijuelas, merece la tachadura
implcita lugar?, Qu precede al tacto de habitar esa tarde zanjada, es la
extensin perversa del foso? No existe hueco ordinario: una cerradura un
cimiento; los oficios del espejo y la ventana, carnada tambin del ojo, una
explicacin de la salida.
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Sasha, tu abuela es como lobo de patas blancas, el badajo que encanece sobre
bosques. Ella dio huesos de halcn al brazo del pantano. Ella desaboto n un
invierno que hizo trono del ro y del rbol doblegado. Para tener luna, nos dijo tu
abuela, cada caballo perdera un ojo, el ojo se sembr, los caballos que
amamantaron con nieve eran ahorcados. Esta luna nunca trep la muralla,
escoltaba los pastos y envejeca. Falta en esa luna un estribo, advirti, que los
puentes sean acorralados para que las nubes bostecen. Pero la luna slo creci
sus cuernos en balanza y el ramaje de la sombra nos escondi como buitres deseis alas.
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Yo, Nodriza Umbilical de los corredores, execro y desdigo: que el vendaval del
bosque no tenga races aqu, ni sea tu rbol un cepo curvado; que las baldosas se
baen como peces impvidos y nunca repitan el cinismo del eco; que deshielo en
los espejos se interne con una caducidad vaga; que el camafeo de tus renuncias
no cifre un lado espurio y un lado parsito; que desde las mutaciones del hartazgo
restes ancdotas de silencio y te invada el prpado voraz del sueo con su
espesura de oro aterido y que con sus estatuas entredichas como dandeleones
canos prolongue la ineptitud de las horas; que el revs de tus preguntas, Pupila dela Endecha, se consuma en el menstruo de cien lucirnagas, en el abrazo
quelcero de cualquier ayuno, en el roco ensordecedor que te circunda.
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Yo, Corza por la espina del labio, anego entre racimos autmatas de oscuridad el
sopor que no dentellea la mandrgora aterida, el cubrefuego de un parto de
tropiezos y murria, el gajo mullido de una slaba decapitada y ltima como lebrel
con privilegio de sombra, que puede escaldarte y obedecer el bao de lilas
desdentadas, el asilo de azolve que riela brevemente, el hbito litfago y la tregua
para tus fretros llenos de pjaros. Princesa paraje sin sol, cuando aturdo con
tatuajes el pico del viento gris, cuando vuelven lmparas con bilis olvidada por los
huesos del rayo, estoy en el calabozo donde la luna ondea su mun y de suenjambre desbanda la revesa fija en insomnio, sigo cerca.
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sec madera carnvora del fuego,
cobijo de peces deshojados.
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Espejos no, piedras si mis ojos van invlidos. Por esta celada de miope poco
confo del hbito y la forma que desla la luz, para m envuelta en limo sucede la
distancia, se estrangulan cosas, un imn devora lo que hay cerca y lejos. No
ignoro que mi memoria padece una mettesis semejante, una miopa de
postergar, como la soledad rastrilla y esconde el siguiente paso.
Hacia un ojo ilegible y la paciencia que nada hiende, zurdo entre su cauce,escombro que el prpado negaba, en el espejo el azogue fatiga medio rostro.
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Yo, Arquitecto Pstumo del Reino, mientras las torres anegan el vrtigo de ser
pura sombra y los muros se carcomen de vuelos, no invoco azar luengo sino una
rmora en medio de tus ojos para que seas cautiva del color borroso del alba y los
fragmentos montonos que templa la luna. Pero no, Hija del Viento, de la
penumbra hueca ni del epitafio ensimismado que est a oscuras, en vano ser
que desciendas; mejor busca el jardn que es el estadio donde la tarde ubicua
parte como animal vedado y a cada brizna regresa como un gato con mscara de
azogue y escucha y te vigila. Por eso, dibuja una estrella burda en la ventana; alSur est el jardn y no la paciencia de verlo.
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verde: armadura vegetal que mana la sombra indita, cauce de ojos, selva
disecada, ardua selva, relmpago o rbol hundido.
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orculo, no suicida en lo relente,
la que numera sombra, un dandelen
en el paladar un naipe vedado
como seas.
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un relmpago que otea la desnuda escama del aire.
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Si la noche viaja. Si la noche envenena sus muelles parciales. Si la noche cruza
una ventana que hipnotiza cuervos, habr noches destronadas por un vaso de
pesadilla. Noches en que vegeta nuestro disfraz sonmbulo, como un nadie
inconcluso. Noches que de roerse convalecen extraas entre s. Noches que
cabecean entre sus despedidas, que deletrean sus renuncias. La noche se escribe
por un ojal de incertidumbre hasta que los ojos son el filo ms rudimentario. Faltan
paredes, nunca cuadernos; faltan prpados; faltan banderas que deshojar con
indiferencia. Falta hacer la noche, martillar pjaros enemigos. Enlazar la cavernaajena y el vientre jaula, donde la oscuridad es el primer aparecido. Que el rehn
de un bosque de arena negra quede adentro. Que la cena de saliva trivial no
distraiga. Que las manecillas no tiemblen. Que la jaura invisible abra un color
escaso, un forcejeo de ojos. Madre crucial, presencia de los ciegos. Madre
ensimismada, tnel, viga. Madre de las mutaciones, hombro del aljibe. Madre que
escampas, estatua taciturna. Censo del da desheredado, escala hacia las danzas
de esto. Si viajas y orillas nuestra mina de desgano. Si envenenas nuestra
paciente hogaza. Si cruzas, nuestro vaco bautizas.
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El carbn decapitado que la noche emplea se vence. Por el tranva, el tnel breve
juega laberintos. Duplica su sombrero de ramas una fuente. Los guantes miran el
andn baldo. Del puerto se curva un ala incolora. Se acurruca la bala entre ojo y
gato. No falta el portazo ni la reja plida. No falta el barco con nombre desdentado.
Ya estn sin freno las goteras. Ya secuestr al patio, al balcn una cascada negra.
Ya tiritas, Alejandra, debajo de qu.
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