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CRÍTICA/FILOSOFÍA... ¿PARA QUÉ?

• PÉNDULO21/UNO/ENERO 2013 •

La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, Mé xico OCTUBRE 2010/ Añ o 2 N o. 20La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, México ENERO 2013/ Año 4 No. 70

Enrique Luján Salazar

Los avatares de la filosofía actual

Celebramos con este número, el devenir y los retos de

la filosofía, así como su enseñanza y su difusión en

la época contemporánea. La orientación filosófica y

su tarea educativa siempre han tenido una gran presencia

y desarrollo en las instituciones de educación superior de

nuestra época.

En estos momentos en que se hace imprescindible el de-

nuedo filosófico, en que la falta de ideas y propuestas vuelve

desértico el horizonte futuro de la sociedad; en el que los va-

lores son devorados por la sociedad consumista y de mercado

es necesario la figura del pensador inconforme y provocador

–aquél tábano ateniense llamado Sócrates–; es necesaria la

figura del profesor de filosofía y del pensador que coadyuve

mediante su diálogo, sus textos y su propia experiencia a for-

mar nuevos profesionistas que se dediquen a esta ocupación.

¿Quién se atreve aún a cuestionar su entorno y a sí mismo?

¿Quién es capaz de asombro en una sociedad donde todo se

compra, donde las “respuestas” se dan mágica e inmediata-

mente a través de internet o de la televisión? ¿Qué necesidad

hay de buscar nuevas ideas y de complicarse la existencia?

Pues bien, el filósofo es el pensador que ama más la bús-

queda que los encuentros, los enigmas más que las solucio-

nes. El ser que continuamente se presenta cuestionando; que

tercamente diluye en nuevos problemas lo que se creía ya

resuelto. La voluntad de reflexionar libre y críticamente está

presente como un objetivo primordial de la educación y de

la filosofía. La voluntad de asentir, de pensar por sí mismo

caracteriza este pensamiento; las palabras derivadas de él no

quieren ser cáscaras secas que encierran pensamientos fres-

cos a los cuales terminan por endurecer; su reflexión quiere

ser una erupción fuerte de pensamiento vivo: vida en el pen-

samiento y pensamiento en la vida. Una actividad humana

que no sólo construya pensamientos propios, sino que los

empuñe como armas frente al orden mercantilista que de-

riva en el nihilismo imperante, que sea capaz de expresar el

descontento por la pérdida del sentido, por la renuncia a la

necesidad de transformar una sociedad que transcurre ma-

cilentamente entre el confort del auto, el vacío existencial y

la higiene aséptica de la vida y de la muerte. Enfrentamos el

reto de crear un pensamiento filosófico que ha renunciado a

las grandes sistematizaciones –aunque siga dialogando con

éstas – a las terapias reconstruccionistas sean pragmatistas

o analíticas y nos hemos quedado con la filosofía como una

humilde crítica del presente y una provisional propuesta del

futuro. Y aún así, con estas limitaciones, enfrentar a los po-

deres de facto, a los mandarines “culturales” y educativos que

insisten en eliminar la filosofía de las aulas mediante “refor-

mas integrales educativas” que sólo sirven para garantizar

el statu quo y la concentración de riqueza y poder en unos

cuantos, mientras que la mayoría vive en la inopia, en medio

del desencanto, de la desesperación o de una sobrevivencia

anodina. El reto de los filósofos es asumir una reflexión inte-

ligente y comprensiva que piense de una manera nueva las

cosas y las relaciones que se dan en el mundo; resistir y sor-

tear el desencanto y la debilidad de un pensamiento que se

ha puesto en crisis; elaborar un pensamiento que asume en sí

mismo las afirmaciones y las negaciones, las contradicciones

de la vida social en una constante transformación de la vida y

del pensamiento mismo.

Atenderemos el llamado de Aureliano Ortega, quien en el

siguiente ensayo de este suplemento, nos invita a tomar la ta-

rea del filósofo como quien hilvana cuidadosamente la reali-

dad a través del pensamiento; a reconocer que los problemas

no están resueltos, que es necesario cambiar la filosofía por

un programa más amplio, crítico y complejo que incluya una

concepción afirmativa y crítica de la historia, de la sociedad y

de la historicidad del ser humano. Saber, pues, que las cues-

tiones filosóficas son abiertas, vivas y que despliegan sus alas

en múltiples vuelos que incitan a la teoría a hacer lo mismo,

si no quiere perderlas y perderse. Sin embargo, no debemos

olvidar que los problemas filosóficos son creación del pen-

samiento en contacto con la realidad. La reflexión filosófica

es justamente esa apertura cuestionadora del mundo. Con

y en el pensamiento, la realidad se amplía, se pluraliza a sí

misma; desliza sus múltiples y diversas maneras constitutivas

en manifestaciones nuevas. No vemos en la tarea filosófica

lo opuesto y dador de la realidad sino una de sus múltiples

manifestaciones en donde ella misma busca construir su sen-

tido mediante su propio cuestionamiento. La necesidad de

pensar libre y críticamente proviene justamente del impulso

a la resistencia frente a las inercias, frente a todo dogmatis-

mo, frente a las verdades dadas de una vez y para siempre. El

pensamiento filosófico consiste en la apertura de problemas

y éstos abren el pensamiento; tiene ese valor de plantear du-

das a lo que se da por cierto en un medio en el que parece que

todo da igual. Nuestra tarea como pensadores y profesores,

estemos o no en un institución universitaria, asume el reto de

continuar las tareas propias y actuales de la filosofía –de nue-

vo siguiendo a Aureliano: una función crítica sin cortapisas y

concesiones; una resistencia frente a una vida inmediatista y

sinsentido; una reivindicación de la libertad y de la autodeter-

minación humanas; una segunda interpretación de la realidad

y una labor emancipadora en la praxis humana.

Si alguien se siente atraído por alguna de estas tareas,

nada mejor que comenzar con el diálogo abierto y crítico al

que nos inducen los filósofos del pasado y del presente para

actualizar la aventura del pensamiento y la transformación

de la sociedad.

CONTENIDO: LOS AVATARES DE LA FILOSOFÍA ACTUAL. Enrique Luján Salazar • LOS DESAFÍOS FILOSÓFICOS DEL PRESENTE. Aureliano Ortega Esquivel • EVANESCENCIA. Jorge Alfonso Chávez

• EL JUEGO DE PENSAR. Carlos A. Guerrero Velázquez

La vida de un profesor raramente es interesante.

Gilles Deleuze

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• PÉNDULO21/DOS/ENERO 2013•

La filosofía está hecha de preguntas, de muchas

preguntas y de muy pocas respuestas. Entre

aquéllas, las preguntas que interrogan por su

ser, ¿qué es la filosofía?; por su hacer, ¿qué hace?: por

sus métodos, ¿cómo procede?; por sus fines, ¿qué bus-

ca? ¿a qué responde?, nunca tendrán una respuesta

ni sencilla ni satisfactoria. Es demasiado difícil para

los filósofos decir qué es su disciplina, hablar de ella

y caracterizarla, delimitar su esencia, delinear sus ob-

jetos, sus campos y sus fines en un conjunto discreto

de palabras. Porque de alguna manera de la filosofía

solamente puede hablarse desde dentro de la filosofía;

y hablar de la filosofía es siempre hacer filosofía. Sola-

mente la filosofía viva, el “esfuerzo del concepto”, la

palabra que busca su sentido hasta el extremo; y no el

fárrago estorboso y muerto de las “doctrinas filosófi-

cas” que no son más que una invención escolar.

Ya la tradición socrática atribuía al eulaloi, al

“[buen] hablador” ateniense, la idea singular que la fi-

losofía no se enseña sino se aprende en la práctica mis-

ma del pensar y el dialogar. Y Walter Benjamín, pensa-

dor contemporáneo, ha caracterizado al lenguaje de la

filosofía como un lenguaje del hampa, como una jerga,

un caló cuyo dominio requiere del uso y el abuso del

sentido y del doble sentido, del lenguaje inteligente

y vivo del albur, pero no del concepto cristalizado y

vacío de las definiciones. Para alguno esto ha sido a

lo largo del tiempo una pena, porque piensan que con

ello la filosofía pierde espacios y respetabilidad frente

a disciplinas menos complicadas o menos problemáti-

cas. Pero para otros, esta falta de arraigo discursivo y

la indefinición que en todos los casos la acompaña le

han permitido –libre de ataduras doctrinarias de dog-

mas y prejuicios– hacer lo que puede hacer y decir lo

que puede decir (y que tradicionalmente, por fortuna,

ha sido vasto y generoso).

[…]

A la vista de lo que ha sido y de muchos mo-

dos sigue siendo aún la filosofía, es posible ahora pen-

sar en sus tareas, en su misión para el presente. Aun-

que la pregunta y sus posibles respuestas no son en

ningún grado asuntos muy sencillos.

En primer lugar, porque en un estado de cosas

que se pone “todo en venta” los mandarines no nece-

sitan de quienes piensen las cosas, sino de quienes las

administren. Hoy existe muchísima más riqueza mate-

rial acumulada que la producida, durante milenios, por

todas las sociedades precedentes […] Hoy sabemos

tanto acerca de tantas cosas que seguramente una

sola persona no es capaz de conocer siquiera los nom-

bres de todas las disciplinas y saberes que registran,

miden, analizan, teorizan y tratan de explicar una rea-

lidad y un mundo que cambian con las horas. Máquinas

e instrumentos que en nuestra niñez no sospechába-

mos han transformado radicalmente los viejos relatos

y teorías con las que se solía hablar del cosmos, de la

naturaleza, de la vida, de lo infinitamente grande y de

lo infinitamente pequeño, de los hombres, de su histo-

ria, de sus relaciones con el mundo y con otros hom-

bres. El saber informatizado cambia constantemente

y las hipótesis envejecen aún antes de ser discutidas,

mientras la performatividad y la impronta de la exce-

lencia y la pertinencia aceleran y replantean todos y

cada uno de los valores, formas de vida, expectativas

y costumbres humanas y sociales. En un mundo así, la

reflexión sale sobrando. O mejor dicho, estorba, inco-

moda, impide con sus preguntas y sus dudas la lumíni-

ca impronta del performance.

En segundo lugar, porque el mundo actual es,

como dijera Sastre, horrible. Hoy existe suficiente ri-

queza material como para acabar con el hambre y el

sufrimiento humanos en unas cuantas semanas. Pero

paradójicamente, como un rotundo mentís al entusias-

mo iluminista y a las eternas promesas de bienestar y

libertad de la modernidad, hoy los hombres no somos

más libres, más tolerantes o razonables; con nuevos

dogmas, con nuevos ídolos se ha sometido la vida al

chantaje de lo que no se entiende. Y se habla de la pro-

ducción, del pensamiento, de la ley (sobre todo, de la

ley) como si no se tratara de una obra humana, de es-

fuerzo y pensamientos humanos traducidos en bienes

culturales y sociales. Ya no se teme al “mal” arcano, a

lo desconocido o a lo irracional: se teme a lo transpa-

rentemente cotidiano: al cáncer, al SIDA, al tedio, a la

soledad y a la violencia. Campea la desconfianza y los

hombres se temen a sí mismos. Exacerban sus diferen-

cias –en muchos casos nimias- y se matan por ello […]

El agotamiento de sus grandes propuestas moderni-

zadoras, la entronización y la “transparencia del mal”,

la intolerancia, el racismo, el neofascismo, la violencia,

pero también el descrédito de los gobiernos, la crisis

crónica de los partidos, el clientelismo, el cabildeo, la

legitimación forzada por la vía de la negociación y la

corrupción generalizada de estadistas y líderes eter-

nos evidencia un profundo estado de descomposición,

de pérdida integral de los valores sociales que otrora

fueron cuidadosamente cultivados.

[…]

Creo, a pesar de todo que algo queda, y no

precisamente en las versiones edificantes o recons-

tructivas de la filosofía; éstas, como casi toda la heren-

Aureliano Ortega Esquivel

1 El presente texto es un breve extracto del capítulo primero del libro Las Tareas Filosóficas del Presente, editado por la Universidad de Guanajuato. Retomamos con cierto riesgo estas ideas por ser lúcidas y muy pertinentes para el reinicio de actividades filosóficas en la UAA. El lector interesado en estas ideas y en la plataforma teórica que las sostiene puede remitirse a este magnífico libro para ampliar el vuelo reflexivo y comprometido de las ideas presentadas por el autor.

Los desafíos filosóficos del presente 1

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• PÉNDULO21/TRES/ENERO 2013 •

EvanescenciaPor Jorge Alfonso Chávez Gallo

Pudo sentir mi miedo en su nuca. Me observó mirarme las manos

ensangrentadas y se preguntó conmigo quién de los dos estaba

herido. Hurgaba en su memoria reciente, como quien intenta

recordar una gota de lluvia, mientras sus ojos buscaban en los míos

la resignación o el espanto, pero sólo encontraban en ellos el mismo

afán inquisitivo. El dolor se hacía cada vez más intenso. Me escuchó

gritar como si él mismo gritara y vio en mis ojos la sorpresa de

ver en los suyos el espanto. Me interrogaba sin encontrar palabra

alguna, intentando retener en su cuerpo la insensata impaciencia

que despertaba en él mi obstinación por mantenerle la mirada.

Atinó a reconocer en mi rostro la certeza de que esa era la última

vez que nuestras miradas se corresponderían. De un instante a otro

ya no pudo encontrarme en mis ojos, y supo que su dolor se había

convertido en el mío.

cia teórica y discursiva de la modernidad, no confor-

man ya una alternativa; son irrecuperables. En el espa-

cio mercantil y bajo la impronta del espectáculo todo

acto positivo deviene apologético.

Pero si algo queda, apuesto entonces por el restableci-

miento y el cultivo de la tarea crítica de la filosofía; por

lo que queda de ella en estas condiciones de terror y

desencantamiento. Apuesto por la filosofía que repul-

sa explícitamente el ser edificante y que conserva, a

contrapelo, como nervio vital la resistencia contra los

modos de vida y muerte al uso. Apuesto por la posibi-

lidad de enfrentar al monstruo y por la reivindicación

de la libertad de la autodeterminación humana […]

Y fundo mi confianza en que es posible restaurar las

tareas críticas de la filosofía en algo a todas luces pa-

radójico: en el hecho, señalado al pasar, de que la fi-

losofía no sirve para nada; y porque al no servir, al no

ser funcional, al no ser eficiente, resiste a la impronta

de la administración y rompe el dominio de lo estable-

cido, de lo performativo, de lo programable, usable y

desechable, para garantizar la vida y la movilidad del

pensamiento y construir con ello “refugios para la li-

bertad”.

No se trata de inventarle a la filosofía ninguna tarea

para la que no haya sido antes requerida y capaz. En

sentido estricto se le asigna el objetivo de realizar una

“segunda lectura” de las cosas, señalar los vacíos, los

no dichos, los excesos.

[…]

Hoy para asumir las tareas emancipatorias

que le corresponden, la filosofía deberá liberarse ella

misma de esa carga. Deberá dejara atrás sus tareas

edificantes y suspender tácticamente sus labores de

cura […] Deberá asimismo restituir el saber espe-

cializado a los dominios que le corresponden y ex-

perimentar esa restitución no como un vaciamiento

desgarrado sino como liberación, como abandono de

un lastre disciplinario que no le ha permitido hacer lo

suyo propiamente.

Todo esto, empero, a condición de conservar y cul-

tivar esto suyo como negación, como la actividad

fundamental de ese viejo topo que socava las medias

verdades o las medias falsedades del discurso y de las

prácticas de los mandarines. Como ejercicio del pen-

samiento que va a la raíz de las cosas para desarticular

su función apologética, o que se ciñe vigorosamente

a los vacíos, a los no dichos, a las fisuras que inevi-

tablemente presenta el edificio social en sus propios

cimientos, minados ya por la carcoma y el desgaste,

para instalar ahí la desconfianza, el rigor inquisitivo, la

denuncia de lo que ya no sirve y que para sostenerse

usurpa a los hombres su ser, su lengua y su conciencia.

Conciencia, lenguaje y ser que volverán a ser suyos

cuando también por concurso y oficio de la filosofía

los hombres puedan volver a nombrarlas cosas y to-

men a su cargo los caminos de su propia vida.

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• PÉNDULO21/CUATRO/ENERO 2013 •

EDITOREnrique Luján Salazar

DISEÑOClaudia Macías Guerra

La Jornada AguascalientesPÉNDULO21

Publicación quincenalEnero 2013. Año 4, No. 70

COMITÉ EDITORIALIgnacio Ruelas OlveraJosé de Lira BautistaRaquel Mercado SalasRamón López Rodríguez

COLABORACIONESAureliano Ortega EsquivelJorge Alfonso Chávez Gallo

Carlos Alberto Guerrero VelázquezPENDULO21

El juego del pensarCarlos Alberto Guerrero Velázquez

Me rehúso a olvidar que alguna vez miré al cielo

para preguntarme en dónde estaba conteni-

do el mundo, en qué parte se encontraba Dios

y cómo llegaron las nubes allá arriba. Se me ha borrado

el recuerdo de la primera pregunta de dondequiera que

lo haya guardado, pero el gusto paladeado al obtener

una respuesta – esa excitación que nos prometen las

sirenas con sus cantos –, sigue tan vivo como las pri-

meras ocasiones o cuando menos eso me gusta pensar.

Aún disfruto experimentando la curiosidad crónica que

inyecta el riesgo de saber: ¿cómo funciona?, ¿qué tie-

ne dentro?, ¿por qué respira?, ¿cómo está hecho?, ¿qué

pasa si lo desarmo?, ¿por qué no camina más? La emo-

ción de la aventura que repta por la piel para meterse

en las fibras al mirar y mirarse por primera vez, al tocar

y tocarse por primera vez y todas las veces posibles. Al

explorar y al escuchar; al penetrar lo inédito y lo oculto,

lo inesperado y lo terrible, lo deseado, lo prohibido y lo

doloroso también. Animales, plantas, gente, comida, lu-

gares, canciones, paisajes, sustancias, olores y cuerpos;

el mundo que a la vez se resiste y se entrega para ser

descubierto, pensado y recreado.

Quiero tomar el riesgo de creer que la curiosidad y

la creatividad se manifiestan en la mayoría de los seres

humanos en algún momento de su vida y que la excita-

ción lúdica que produce descubrir es propia de la espe-

cie. Lo creo simplemente porque a veces me gusta ver a

los niños. Un hermoso cuento de Helen Buckley, titula-

do precisamente El niño, relata la historia de un infante

preescolar al que su maestra pide que haga un dibujo.

Al principio se siente con libertad total de plasmar en

el papel todo lo que desee, con las formas y colores que

quiera, pero poco a poco esa libertad se va limitando

cuando la maestra “enseña” la forma “adecuada” de ha-

cer las cosas. Cuando el niño llega a una nueva escuela,

ha olvidado ya que él tiene ideas propias y se limita a

hacer todo como le han enseñado a hacerlo.

¿En qué momento logran la escuela o la casa o la

iglesia o la televisión o la comunidad o todos juntos

matar la autenticidad de cada niño para ajustarlo a una

norma, a una política, a un perfil de egreso; para hacer-

le una pieza útil, buena y correcta, para uniformarlo o

para someterlo? ¿Cuándo dejamos de explorar, de bus-

car y de crear? ¿Cuándo las ideas dejan de ser un juego?

¿Cuándo se vuelve aburrido pensar?

Por supuesto, no niego la necesidad de la educación

formal y no quisiera ser tan utópico para creer que el ser

humano nace con independencia intelectual o que algu-

na vez la consigue de forma absoluta; pero estoy con-

vencido de que la posibilidad de aumentar la calidad de

vida de una persona no se limita a mostrarle los medios

para asegurarse una subsistencia y un confort, sino en

ayudar a desarrollar su capacidad para analizar su reali-

dad y su entorno, para criticar y proponer, entender y

dialogar, para descubrir un sentido propio de entender

su existencia. En suma, para desarrollar un pensamien-

to integral, como el filosófico y el humanista; desarrollo

que depende en gran medida de la estimulación de la

curiosidad y la creatividad encaminada al desarrollo del

pensamiento propio; que sea descubierto como algo

atractivo y emocionante.

En este país hay organismos educativos que están

haciendo un esfuerzo muy grande por encontrar mane-

ras estimulantes de que los estudiantes desarrollen ca-

pacidades para que aprendan a ser autónomos, reflexi-

vos, íntegros y capaces de resolver sus problemas. ¿Será

posible que un docente logre transmitir a sus alumnos la

excitación que las ideas son capaces de producir?

Ojalá que el olvido y el rechazo en el que se ha teni-

do a la filosofía y las humanidades pueda superarse para

entender y aprovechar las herramientas intelectuales

que por siglos estas áreas han desarrollado. Y ojalá tam-

bién que los filósofos y humanistas nos dispongamos

a comunicarnos efectivamente con la educación. Lo

fundamental es que ese placer lúdico que proporciona

pensar no se quede sepultado en bibliotecas, que las

posibilidades que el pensamiento filosófico puede brin-

dar a la educación no se jubilen con aquellos que le han

dedicado la vida. Que seamos capaces de compartir con

otros la experiencia, el juego que resulta la reflexión.

Ese juego en el que vivimos la satisfacción o el des-

encanto, abriendo y cerrando los ojos, inundándonos

el pecho de gozo o dolor cuando descubrimos, cuando

nos damos cuenta del hecho mismo de que somos ca-

paces de descubrir; en el que saboreamos la exaltación

que produce entender lo que durante mucho tiempo

se ha “masticado” sin ser comprendido; ese juego en el

que conocemos la verdad que corroe la inocencia o des-

truye esa comodidad tan confortante que la ignorancia

brinda – un dolor que nunca es suficiente como para

dejar de quemar las naves –; el sortilegio de abrir un li-

bro que alguien nos ha recomendado como interesante,

peligroso o prohibido y encontrar en ese texto las imá-

genes y las ideas, las palabras y las omisiones, el gusto

por lo nuevo y por lo viejo; la excitación que produce

experimentar, conocer y volver a pensar lo que otros ya

han vislumbrado.

¡Ojalá que no permitamos que las aulas maten el

placer de enfrentarse a las ideas!