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Pan y toros. Perdón, pan y fútbol.
16-17/07/2014 Samuel Benito de la Fuente
Cuando llega el informe Pisa, nos ponen por las nubes y sale a relucir en las noticias
que estamos fatal; y yo ahora me lo repito en la cabeza y me digo: ¿acaso son ciegos?
No hace falta mucho que ver; si es que se ve en todos lados, es algo natural. La
ineptitud del profesorado, podríamos decirnos, que se dice; y acertaríamos pero le
quitarían los merecidos esfuerzos de quienes se dedican a formar, ¡a formar!, que no es
moco de pavo, a quienes vamos, en este futuro hecho factible, a escribir estas cosas
críticas y… ¿razonables? —y digo esto porque en esta situación, del país y en general
del mundo, la emergencia, como todo cuando se está gritando pidiendo auxilio, lo único
que se espera es una solución—. Podríamos decir del modelo, pero el modelo
¿prusiano? —he oído que el modelo que tenemos es prusiano, sí, pero en otros países
funciona a pesar de que sea ineficaz para la realidad y una formación real como ser
humano; ¿acaso alguien dijo que no sea necesario el formarse aunque sea de esta
manera?, porque yo digo, a quien veo y se está formando aún en la escuela:
aprovéchalo—, ése no es el único problema por tanto.
Sabemos ya de antemano, a priori, la dejadez de los gobiernos, gobierne quien gobierne,
sean hunos u hotros, es la tónica; mas, su intención no es otra que querer “formar” a la
siguiente hueste de españolitos —que además están influenciado por la marejada de
CC.AA, algunas independentistas o independenlistos, que como el Pisuerga pasa por
Valladolid, ya sueltan algo de España o su comunidad, no vaya a ser que no se sientan
orgullosos de ella—, muchas veces diciendo memeces, convenciones “majas” y otras
tonterías como pasa con la Historia, en la que me estoy “graduando”. —El Plan
Bolonia, otra cosita para tema aparte y que denota la ineptitud de todo el Sistema.
Mi experiencia personal quisiera dejarla un poco a un lado, pero también usarla para
ejemplarizar algunas razones de mi enfado, lamentablemente porque creo que no hay
cosa más importante que la máxima de Lorca de que un español puede comer con un
pan, pero se “alimenta” más aún cuando come medio pan y tiene un libro.
Porque es otra: por muchos planes prolectura, muy guapos todos ellos, los chicos salen
sin saber escribir ni saber leer, lo cual es todavía más lamentable porque nos lastra en
una perianalfabetización, en seres con unas grandísimas carencias a nivel intelectivo, y
sobre todo hay una cosa que no se hace que es peor que todo eso: pensar y razonar por
uno mismo, a eso no nos enseñan; así, es fácil ser “manipulado” —yo preferiría el
término influenciable, porque salvo en el uso de técnicas de lavado de cerebros, creo
que una persona se deja manipular lo que ella quiere o puede por su misma capacidad.
Además, toda cosa nace de algo, salvo si es ex nihilo, y en un mundo tan globalizado,
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tan conectado y demás, casi es imposible; pero siempre lo ha sido: hasta los cristianos
bebían de sus archienemigos los paganos como Platón o Aristóteles y al primero casi lo
santificaron.
A mí, por ejemplo, recuerdo que en las “tutorías” nos ponían a leer, sin más: ¡hala, leer,
majos! Y además con una inepta de cráneo privilegiado que era más o menos como
aquélla la del episodio de los Simpson que separaba al colegio en chicos y chicas, a
diferencia que ella no odiaba las mates y daba Tecnología, asignatura que debiera
haberme gustado por lo de crear cosas pero la odiaba a muerte… ¡Lean, lean!, nos
sueltan. Consuman libros, que nos importa un copón qué sea lo que lean, lo que piensen
—si es que han de pensar…—; lo importante es que compren libros al tipo que da los
Premios Planeta, a quien quieren los publicistas o los descerebrado, que la gente compre
en esa temporada…
Porque, es tema aparte, deben de pensar que los niños son idiotas. Pueden ser ingenuos,
poco experimentados o con pocos conocimientos debido a la edad tan corta, o vagos, o
que les cueste, o no les interese, o tienen problemas (como era mi caso: problemas de
sicomatricidad, logopedia y otros derivados de un ataque epiléptico que tuve a los tres
años). Pero eso también es priorístico, como lo de los políticos; ya lo… ¿sabemos?
A ver, a ver, ¿no será simplificar, como en el caso de los hombres que nos gobiernan?
Porque también, ambos, tienen la capacidad para “mangarla”, que los pongan partes o
les saquen del partido por haber hecho caja con el dinero “del pueblo”. A ver, ¿aquí es
que somos dementes? ¿Será la educación…? Pues puede ser; que nos haya hecho ver la
cosa como cuando estamos enfurruñados, después de que un lamentable suspenso
inmerecido o que no habríamos conseguido si nos enseñaran de verdad nos nublara la
mente; que estemos como en esta emergencia nacional y mundial, local o infranacional
(en este caso castellana, o castellana-leonesa, aunque yo no me considero tal en los
conceptos imperantes, de esta seudo CC.AA), necesitados de un hospital, y nos operan,
nos joden un nervio y encima ya (nos dicen que) veníamos así de casa… —como en un
caso personal—. Y en parte, la priorística quizás no esté equivocada, pero la cosa es
más grave.
Sí, veníamos así de casa, porque el hogar es importantísimo, el primer corpúsculo de la
Sociedad según Aristóteles; sí, quizás la pierna venía jodida, pero lo habéis rematado
dándole un servicio que, como garantes del “Estado del Bienestar” —si es que ha
existido como nos hemos creído, o ahora nos creemos porque las cosas están así…—,
deberías dar correctamente y haberle dirigido por el buen camino. Pero como no hay
nada perfecto —y a priori, en el mundo platónico del gobierno y las frasesitas potitas,
debemos ser sacados de la cueva, ésta en la que nos sacan con sus brotes verdes y sus
(¿pocas?) luces—, el a priori no funciona. El Sistema no funciona. Y éstas son las
contradicciones que minan un Estado, como decía Marx, y estáis dirigiendo a “esos
populistas” vosotros mismo, porque sois vosotros el problema, sois parte de éstos
también. Todos lo somos.
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Eso es, y que seamos unos lerdos es porque no tenemos narices a decirnos esto; y con
ello me acuso, que he sido y quizás sea un lerdo, que he tenido una mierda de educación
pública (aunque pienso que la privada es igual o peor en algunos casos, o levemente
mejor en otros, pues la capacidad del sujeto y sus circunstancias vitales le influyen
mucho a éste y es lo que hace encaminar bien o mal a éste —pero eso sería muy
simplista: yo, por ejemplo, creo haberme formado bien en lo mío, la Historia, o en la
Literatura, pero en Ciencia…, por desgracia, no, y me hubiera gustado tener a alguien
que por lo menos me hubiera “iluminado”—), y que por todas estas circunstancias ahora
puedo tener un peor juicio que quienes han tenido la suerte de una mejor formación.
Pero, creo, no ha sido el único aspecto que ha fallado en la cadena del descarrilamiento
de este país —así como ese tren en Galicia.
Creo que nos olvidamos de algo fundamental. Si la casa, el hogar, es el primer núcleo
de nuestra formación, la escuela representa aquella aldea que nos hablaba Aristóteles.
Una aldea que representa la reunión de los niños de todos los miembros de la
comunidad, y eso es también una agresión a la individualidad de cada uno, pero no me
voy a poner a defender el anarquismo; sino que aquí quiero decir, es que dejamos la
formación, una cosa importantísima, a otras personas, y les delegamos a quienes más
queremos, y éstos deberían ser unos grandes intermediarios entre todos ellos, así como
el alcalde de un pueblo debería ser ese representante de toda la comunidad (¿y lo es, en
la gran parte de los casos?), y encaminarles no hacía un precipicio sino a una altura que
los permita discernir lo que se oculta desde el llano, o al contrario, sumergirlos en lo
que se oculta bajo tierra. Pero ya decimos que son unos incompetentes, a priori…
No me voy a poner con que magisterio tiene poca nota, que gastamos mucho o poco, o
que tal, pues sí, a priori digamos que es así…: todos podemos ver a Jordi Evole en
Salvados dándonos a ver qué bonita es Finlandia con nieve, pura y blanca, y el observar
nuestros campos secos, pedrizos, y feos en general nos da un ataque egofóbico, lo sé, y
España no es tan gloriosa —como tampoco los tercios la amarían tanto a la patria al
darnos por culo los holandeses, de la misma manera que a los americanitos en
Afganistán u otro país del desierto—. Eso, ya me repito, lo sabemos; no es una novedad,
oye… Todo lo que digo no es una novedad, y habrá quien se sorprenda, ¡manda narices!
El problema más grave es la poca consideración que tenemos hacia nuestra propia
formación: ¿acaso pondrías tú a construirte un Ferrari al que se jodió el coche para
hacerse el molón ante las pibitas tuneándolo, y lo único de mecánica automovilística
que tiene es cuando de pasada vio en la 2 —esa cadena que nos pone documentales para
uno hacer siesta, cosa tan española como la misma siesta— una cadena de montaje de
Ford y se dijo qué fácil tié que ser esto de montar coches…? Pues si tan listos somos,
¿cómo es que dejamos a los lerdos educarnos a los hijos? ¿Acaso somos nosotros lerdos
o cortitos? ¿Es que sacamos mucho pecho, españolito, y tenemos tripa cervecera? ¿O
tenemos mucho orgullo y parloteamos de mucha tripa cervecera y nos reímos, pero nos
jode que nos lo digan al puto careto? Pues, ¿qué se le va a hacer?, tenemos barriga,
chicos… Y no todos nacimos con cuerpazo, pero, oye, somos humanos.
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Pero si además, vas a esa aldea de “compañeros” y encima te humillan, y para
rematarte, para pasar ya esa “mierda” que no vale pa na`, te meten en diver (cosa que
conseguí que no me hicieran), pues, escúchame: estamos de puuuuuta madre, Jona;
eeeeres el puto amo, Jona. Eso seguro, chico. Cogemos el buga y a fardar, venga. Y sí,
por unos minutos he sido el cani de Vaya Semanita: yo también tengo eso que llaman
los “intelectualoides” —palabra, la de intelectual, denigrada porque, sin dudas, tiene
algo de sabio (-sabiondo), también denigrada ya desde Grecia, por sofística, y yo por lo
menos no la dejo en el trastero, porque no está mal serlo, ser intelectual y tener
intelecto; y también me podrías considerar “activista, la que está ahora de moda, pero
ser activista es otra “pijeria”, de “pijoprogre”, sep, para decir que actuamos, que no nos
metemos en lenguajes rebuscados, como si eso fuera malo…, y claro que no si con esto
conseguimos dar con la forma correcta, creamos nuestra propia verdad y hacemos esto
de ahora…: dar la rola, mover la bola; es decir, pensar, enredar ideas como la malla de
pesca con el pescado—, sí, yo también tengo como otro plebeyo, cultura popular; y la
lengua se me revolotea a veces como un malhablado, señoras del buen hablar. Soy
joven, soy de esta generación que quiere cambiarlo todo y no tiene ni zorra aún de qué
quiero, o un poco sí… Un poco sí. A priori, quizás no lo sepa todo, qué cambiaría o
cómo, pero un poquito sí.
Por ejemplo, yo lo que no quiero es que me hayan machacado en la escuela y luego en
el instituto, en ambientes diferentes, en la ciudad, en el pueblo, en Valladolid, en
Palencia. En Castilla (y León), en España, en Europa, en el mundo… En cualquier ser
humano, creo, es inhumano el que cualquier criajo maleducado (porque la Educación no
es la prioridad de un Occidente que nace y bebe de Rousseau y el resto del pandi
`ilustrá´) se piense con el derecho feudal de ser más que los demás, así porque así: hasta
la ONU dice que cuando os matéis, majos, no uséis armas desproporcionadas, aunque
Israel pegue el doble o el triple después de que dos hijoputas zumbados tiren dos
zambombazos. Y eso que llamamos con snobismo anglosajón, como bulling, es algo
que he tenido que sufrir, y es que es tan normal ya como que nuestros padres se vayan a
partir los morros porque los guajes se han dado de guantazos a la salida de la escuela, a
lo liza de caballeros. Pero de caballeresco no tiene nada. Porque pegarse y luchar y
defenderte, pelearte por el ideal, está bien cuando hay motivos; cuando hay motivos
racionales, cuando hay un motivo que vale de verdad, y no es por el honor de
cavernícola, de privilegiado de la escuela —imitando paradigmas histórico-
antropológicos del ser humano desde tiempos inmemoriales, el querer estar en una
escala social, y ésta sea favorable—. Entonces, la batalla es honorable, no ésa. No
quiero una escuela de machos o señoritas metomentodo, que si no invitaba a los cuatro
hijos de puta mayores que haya y les digo, en mi propio casa, que me maten, ya que
estamos en ésas… La batalla más honorable, sería, por ejemplo: pelearme por mi
conocimiento, por mi formación, lo que no es tan honorable, porque andamos en
comunidad y lo mejor es no pelearse cuando si, a lo un poco a rollo hippy, hacemos el
amor y menos la guerra, ¿nos entendemos?
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Tampoco quiero que nos metan como borregos en cárceles: mi instituto parecía una
cárcel, con verjas que impedían que saliéramos haciendo ventaning —como hay
puenting, en este caso ventaning: chiste malo, con snobismo de anglosajonitis aguda,
¡por los dioses!—. ¿Acaso somos presos? ¿Vale la pena algo que consideramos una
mierda, algo que nos hace sufrir? No tenemos que pensar, ni que aprender; debemos
obedecer, decir co y cu, y sacar buenas notas, y además para más inri aguantar. Es que
no es eso; no es algo que deberíamos sentirnos obligados, apresados, sino algo que nos
ayuda, que nos apoya, que cuando estamos mal nos saca del barrizal, al igual que en
casa está tu familia para apoyarte (y si cuando ni siquiera está ésta, por lo menos tener a
alguien). Y hay personas, profesores, que así piensan; pero tampoco es suficiente, que si
hay uno, dos, tres o incluso un buen grupo, si todo está contra ti, acabas quemado y
muerto literalmente… Yo, acabaría muerto, moralmente sobre todo: ver lo que hay, lo
que he tenido, y ver día a día que eso es como una prisión. Vivir así es mortal, como
vivir en la vida cotidiana en una cárcel. Las cárceles son castigos; ¿de verdad debemos
estar encarcelados? Quizás nos lo merezcamos, como dice esa frase del inglés que decía
que todo país tiene lo que se merece, pero no… Somos conductores de nuestra voluntad,
pero no es moralmente correcto, ¿no es reprobable?, que estemos como estemos. La
sociedad puede ser merecedora del castigo de las brasas, pero hasta un dios razonable,
justo, sabría (si existe), que todos merecen redención.
Puede que la historia de esta comunidad haya sido mucho tiempo lamentable, pero no es
posible que nos tengamos así a nosotros mismos. No hacemos vida, como suele decirse.
No hacemos vida. Y quizás la mejor de las cárceles, como decía Carlos Ruíz Zafón, sea
la de las letras, pero ya no es suficiente; es que es un imperativo categórico, moral,
actuar, hablar, gritar. No vale vivir, mal vivir. No vale el pan y fútbol, el Mundial, en el
que “perdemos” —pierden los que cobraron sus primas en Austria o en otro sitio para
no tributar acá—, y que gritemos nuestros sentimientos naciona-¿listos? (¿o, nacio-a-
listos: nación sin listos?). Necesitamos alguien que diga como Lorca, como el lema de
la República: “Pan y educación”. Un republicano, aquí viene…, no quiere una república
para quitar reyes, guillotinar y “matar la rabia”, sino que quiere una moral
“respublicana” (de Estado, del pueblo, del demos en global —no una supuesta
mayoría—) y lo que todo humano: hacer vida en esta selva y hacerla habitable.
Y ya un tanto a posteriori de todo esto, para hacer molona una conclusión, no me gusta
el pan y el toro, como no me gusta el pan y el fútbol de ahora; yo quiero educación y
menos fútbol por la tele, aunque me duerma, como con los documentales: porque quizás
el ver callados a los de Sálvame, dejaba que los demás les diese un beneficioso
silencioso que les permitiese pensar (o por lo menos pasaba de “Sálvame” a más
“Salvados”…).
Yo a veces me callo y no digo tanta bobada, y pienso, y duele. Sí, pensar duele, porque
al pensarlo llegas un tanto a Sócrates de nuevo. Y sabes que lo único que sabes es que
no sabes nada, quizás; pero es que hay que mantener un poco el apriorístico, que
sabemos algo, y cuando hayamos llegado a nuestras propias cuevas, y nos demos cuenta
de que éstas están muy frías pero con el fueguecito hecho ahora, podríamos calentarnos,
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y sería bueno traer a otros; y te dices, ya tú, solo, entonces valió la pena, creer, crear
algo que luego, a posteriori, qué buen trabajo… Quizás valió algo la pena formarse. Y el
pan y la educación, sí, valen algo, aunque sea con dolor. Has pasado la prueba. Estás en
el camino, fuera de la cárcel durante unos momentos, y ya puedes mirar tu estela para
hacer tu propio camino. Ahí tienes tus alas, prestadas de Palas. Y os dejo las plumas al
volar por si queréis haceros vosotros unas alas, que duran poco pero es increíble volar
un rato, imaginariamente, mentalmente. Pensar, eso, pensar que somos libres. Tan sueño
como dicen que es la vida.
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