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Octubre, 2014

9. Feminismos transnacionales, hermenéutica y políticas de identidad

La paridad de género: el símbolo incómodo de la clase política

LLE. Nabil Mariana Grijalva Hinojos

Facultad de Filosofía y Letras, UACh. Maestría en Humanidades.

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La paridad de género: el símbolo incómodo de la clase política

El hecho y la situación de qué, a pesar de que las disposiciones legales en las que siempre nos

hemos mostrados tan avanzados y generosos, las mujeres siguen viviendo y actuando como seres

inferiores dentro de nuestra sociedad”.

Rosario Castellanos

Feminismo a la Mexicana

La distinción entre la mujer y el hombre marca los anales de la historia desde el primer esbozo de

la existencia de éste último: cuando nace un varón en la familia, la madre quien acaba de parir

siente que ha hecho las cosas bien; en tanto que el hombre y señor de la casa respondiendo

fielmente a su pensamiento de proveedor y procreador, se vanagloria por la sucesión y

continuidad de su descendencia, según cita la escritora Rosario Castellanos en su ensayo

“Feminismo a la Mexicana”. 1

Esta realidad no está lejos de lo que vivimos hoy. Como una tipología ancestral de las primeras

habitantes en el mundo, las féminas se encuentran fieles en su papel de madres respondiendo a

dicha encomienda, mientras que los hombres se saben amos y señores de su grey. Esta creación

cultural por siglos establecida obedece a la misión y distinción en México entre ambos sexos, es

1 Reyes, Andrea. “Feminismo a la mexicana”. Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos. Vol. I. México DF: CONACULTA, 2003. Impreso.

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decir, la asignación de responsabilidades en la sociedad mexicana se sujeta a las mismas

tradiciones que a pesar de los avances continúan cavando la una acequia cultural.

En las familias como en las instituciones sociales, culturales, académicas y políticas, los

contrastes entre hombre y mujer son innumerables. Los paradigmas siguen un mismo patrón

difícil de romper acuñado en la línea del tiempo. La propagación de códigos y normas culturales

en México, datan desde la imposición de la Colonia en la Nueva España en donde se tenía

especial rigurosidad en el comportamiento sexual, las características de cada individuo y las

prácticas que debían seguirse y ante su desobediencia, castigarse por la autoridad eclesial

equiparable en los siglos XVII y XVIII, a la autoridad política.2

Esta cadena prevalece con ligeras modificaciones. El mismo Estado ha convenido conservar, pero

también, diversificar y adaptar.

Ante este panorama cultural que llama al estudio filosófico y particular de las comunidades

expandidas por todo el mundo, se pone en el plano analógico y controversial el tema de género,

posición e identidad. Más allá de cimentar una razón de ser en esta condición diferencial a partir

de la ciencia, de los cánones y las mismas ideas interpretadas de manera unilateral por las

autoridades y la vida institucional constructora-deconstructivista, es preciso acercarnos a un

proceso hermenéutico en el que si bien retoma a la tradición, recupera la función de la praxis del

intérprete tal como reta Apel a Gadamer.3

La cuestión de género implica este proceso de la aceptación de las construcciones sociales

producto de la imposición ineludible (leyes y convenciones sociales completamente arraigadas),

así como del carácter hermenéutico de adaptación y comprensión a propósito del dinamismo

global. Las reglas cambian según se conciba la idea, en este caso, en la dialéctica obligada entre

explicación que data de causas, y la comprensión que es producto del análisis específico de cada

sociedad.

2 Lavrin, Asunción Coord. Sexualidad y Matrimonio en la América Hispánica Siglos XVI-XVIII. México D.F: Editorial Grijalbo, 1991. Impreso. Pág. 56. 3 Fernández Armendáriz, Eduardo. Cultura y Globalización ensayos filosóficos. Chihuahua, México: Textos Universitarios UACh, 2002. Impreso. Pág. 76

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El tema de género y apropiación de espacios resulta similar a esta nueva crítica de la crítica que

en su momento surgió en la filosofía. Ir contra corriente no es el objetivo, sino clarificar y

decodificar un nuevo intercambio de saberes.

La misma comunidad contemporánea, dice Apel, debe ser un elemento indispensable para la

discusión, no sin antes añadir lo que la comunidad histórica ha dicho plasmado en un papel lejos

de cualquier ideología. 4El tema de género, entonces, se convierte en ese punto medio que declara

en su integridad y de manera explícita un diálogo hermenéutico controversial sin importar el

tiempo o el lugar.

La propuesta va en función de desarrollar cómo el sujeto mujer es nada menos que el ejemplo

vivo de la tradición anquilosada de un constructo social- histórico difícil de revertir, y que como

consecuencia de una lucha frontal contra el sistema, se apodera de los sitios que comúnmente

correspondían al varón, ¿qué tan incómodo resulta su figura en un espacio de dominio “macho”?

¿qué lectura le da el resto de los espectadores, el resto de la sociedad? ¿qué significa el

desplazamiento de papeles?

El tema es una oportunidad de dilucidar este choque intenso de propuestas, discursos y formas de

interpretación. Las ideologías tendrán que quedarse detrás y guardadas por temporada mientras

ocurre el debate entre los rostros contrarios.

1. El problema metafísico y el analogismo necesario

La construcción de sujetos inicia a partir del objeto preconcebido. Las ideas surgen de una

sociedad dedicada a agrupar según su espacio, tiempo y antecedentes.

Para Nietzsche todos “(…) vivimos en una nube de opiniones impersonales, difusas y

envolventes que se desarrollan y viven con toda independencia entre los individuos”5. Con ello

confirma, desde su visión de finales de siglo diecinueve, el desencanto de una sociedad erigida en

de apariencias, de las migajas que encabezan una cultura real pero difusa y pragmática.

Los roles entre hombre y mujer forman parte de esta idea funcional pues existe una configuración

hecha y valorizada por una sociedad que distingue a superiores y subordinados. Este

4 Íbid Pág. 77. 5 Íbid Pág.88.

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posicionamiento Nietzscheano concuerda con la visión de una cultura dispuesta a sobrevivir entre

lo etéreo, entre las nuevas formas de explicar la misión de los dispositivos sociales que se dan

entre el varón y la hembra y que se funden en esa amalgama de conciencias en la línea del

tiempo.

El reconocimiento entre uno y otro comulga con esta vida cultural que los apropia y les asigna un

lugar en la esfera. El rompimiento de la modernidad para dar surgimiento al posmodernismo, que

proclama una nueva metafísica y una forma distinta de mirar al hombre, abre la posibilidad de

entender un progreso que trasciende la pérdida o permanencia de los valores y de Dios mismo.

Independientemente de tomar lo anterior como un hecho, cierto es que la metafísica y la

posmetafísica, el ser humano va desenvolviendo su propio existir no sin antes recurrir al pasado

con la intención de dar solución y un vuelco diferente al comportamiento individual y colectivo.

El hombre atraído por la ciencia y la tecnología así como de la dependencia de las ideas

canónicas que le van formando, tienen oportunidad de despegarse y revelarse para lograr una

realidad diferente lejos del nihilismo abrasivo o del relativismo imperante.

Los seres humanos tienen la capacidad de constituir un nuevo ser respetando sus diferencias e

inquietudes con afán de cubrir sus necesidades idetntitarias y de convivencia, revirtiendo las

figuras por años establecidas. “Una metafísica que pueda universalizar sin destruir las

diferencias, es decir, que no sea unívoca o equívoca sino analógica”6, tal como lo señala Mauricio

Beuchot. Agrega la imperiosa recuperación del ser sin caer en el fatalismo nihilista o el

relativismo moderno, sino, en consideración de lo que la fusión y punto medio ofrecen.

El posmodernismo critica fuertemente la modernidad. En él se elimina la verdad como evidencia

así como esa capacidad del sujeto para auto conocerse, por lo tanto también aquello de conocer e

involucrarse con el Otro, de comprender su mundo y reconocer la moral – en su sentido muy

particular- evitando el bagaje sin sentido, un llamado al “apocalipsis” que arroja tanto la

modernidad como la posmodernidad en potencia. En efecto, si el hombre ya ha sufrido los

golpes de tal condición moderna también se enfrenta a una definición posterior de vacuidad, ergo,

de incomprensión.

6 Íbidem.

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Desde ahí la urgencia por recurrir a una universalización que promueva la realización humana, a

los derechos humanos y a la democracia;7 a la atención en la alteridad, la deconstrucción de los

términos y las figuras por mucho tiempo establecidas. Ver al Otro lejos del carácter personal y

único; ver al Otro como el Otro mismo dando la oportunidad de desenvolvimiento y construcción

en la vida individual y colectiva: mujer y hombre, ambos como entes distintos pero parte del

mismo escenario político y social.

Renovar el sentido existencial y de pertenencia forman parte de este entendimiento, del

reconocimiento del hombre y la mujer como indispensables en este proceso dialógico cultural.

Acuñar una metafísica entera, no causal, se convierte en una tarea indispensable para comprender

la existencia y el equilibrio entre ambos. Beuchot afirma que en la analogía domina la

equivocidad, por lo que se requiere marcar un camino igualitario en el que habite univocismo sin

llegar al carácter absoluto de pensamiento.

La hermenéutica analógica que presenta Beuchot semeja ese estado social al que es preciso llegar

para reinventar las condiciones ecuánimes no sólo en la vida filosófica, sino en la vida y el

dinamismo convencional del ser humano.

De ahí que se reconozcan los extremos, resaltando un punto céntrico en el que ambos y que pese

a sus diferencias o lejanía, sean válidos y tomados en cuenta. Algo similar con lo que Derrida

realizó con la escritura y la aclaración de la metafísica de la presencia en donde criticó el

logofonocentrismo por tratarse de un absolutismo pleno en la palabra y la exclusión de la

escritura. Lo traigo a colación tratando de ser más calara en el carácter impositivo que la

academia legitimó en cuanto a aprendizaje, nuevas formas de saberes y en consecuencia, de su

comprensión.

En síntesis, y como colofón de este primer apartado, para el pensamiento tanto de Beuchot como

de Derrida, habría que eliminar las intenciones de centralidad y anular las diferencias

diferenciadoras en nombre de una diferencia original denominada la différance8. Comprender la

oposición, en este caso palabra/ escritura, hombre/ mujer, significado/significante; acudiendo a

7 Íbid 79. 8 Aragón González. La Dimensión política de la deconstrucción. Revista Internacional de Filosofía, num.54, 2011. Pág. 88.

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una renovación y un nuevo entendimiento de los rasgos distintivos sin minimizar, sino,

concentrar pese a los rasgos opuestos.

2. El significado a partir de las diferencias

Para Yui Lotman, precursor de la Escuela Semiótica de Tartu, la semiótica de la cultura refiere a

la “disciplina que examina a la interacción de sistemas semióticos diversamente estructurados, la

no uniformidad interna del espacio semiótico, la necesidad del poliglotismo cultural y

semiótico”.9

Lotman arguye que las diferencias encontradas en el espacio denominado como semiosfera

habitan lo propio y lo ajeno filtrado a partir de la frontera semiótica.10 Sin acudir al lenguaje o a

la versatilidad en los mismos textos que maneja el teórico, es válido considerar la semiosfera

como esa burbuja abstracta en el que conjugan diversos términos y formas de actuar e

identificarse.

La semiosfera cultural, si es posible denominarla en este apartado, concuerda con un principio de

autenticidad y de sentido. Lo demás no existe en tanto falte el reconocimiento y la significación

de lo ajeno y las diferencias que a partir de éste surgen; la homogenización en la semiosfera11

será posible siempre y cuando convivan diversas estructuras, en este caso, las distinciones de lo

establecido y del discurso de sus opositores.

La semiótica adoptada por Lotman deja clara la existencia de diferencias para una nueva

traducción no sólo de textos, sino de realidades. Por ello hablar de semiótica obliga a evidenciar

las particularidades del símbolo y signo como un compuesto operativo diacrónico-sincrónico de

los fenómenos culturales, afirma la semióloga, Julia Kristeva.12

Así como para Lotman la semiótica de la cultura es una construcción que diferencia y que al

mismo tiempo puntualiza, para Kristeva la semiótica o semiología adquiere un carácter

translingüístico totalmente opuesto a la designación de Saussure, este último que da por hecho a

9 Fernández Armendáriz, Eduardo. Cultura y Globalización ensayos filosóficos. Chihuahua, México: Textos Universitarios UACh, 2002. Impreso. Pág. 89. 10 Íbid Pág.90. 11 Íbid. 12 Kristeva, Julia. El Texto de la Novela. Trad. Jordi Llovet. España: Lumen, 1981.Impreso. Pág. 34.

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la lingüística como parte de la ciencia de los signos.13 Krsiteva menciona la existente

axiomatización de los sistemas significantes sin dejarse confundir por su relación estructural con

el texto14, lo que arroja una semiótica alejada de la visión estructuralista para dar pie a una

semiótica humana e interpretativa.

De esta manera se pone en la mesa de qué manera la significación da sentido a la cultura, de

cómo trasciende el lenguaje y cómo aparece renovada luego de su filtración inasible entre las

fronteras designadas por Lotman.

La mujer y su presencia en una nueva significación de las culturas se convierte en especie de

monema inesperado que impregna un discurso diferente y apabullante en la esfera política, social,

económica y académica de cualquier parte del mundo.

De esta manera la mujer no solo forma parte como objeto de estudio, por el contrario, se acude a

su participación en el engranaje y el significado que proyecta dentro del globo cultural;

significado que le da identidad dentro y fuera del carácter formal e institucional concebido, inicia

a partir de las diferencias. El pensamiento particular e individualista de ellas, la voz que retumba

más allá del margen semiológico dado por los grupos de poder, otorga a su vez el propio

empoderamiento femenino. Necesario pues ver al Otro, urgir la presencia y hallar distinciones en

el mismo acto limítrofe entre la empatía y la oposición.

3. La mujer y el símbolo a que disgusta

Reconocer a la persona es parte de los principios de una sociedad humanista, el problema es que

para la mayoría esto se ha perdido. El sentido que ofrece cada elemento que vive en la semiosfera

Lotmantiana o el símbolo que representa cada uno de ellos que superan la estructura como lo

hace ver Kristeva, es la parte medular de una convivencia entre iguales.

El comportamiento de la humanidad es la consecuencia de un entretejido cultural creado por el

imaginario colectivo, por las convenciones y percepciones de lo que se considera correcto

teniendo por ello un aparato poco aceptable. Para Antonio Caso, filósofo mexicano, “[…] el

13 Íbid. Pág. 12. 14 Íbid. Pág. 13.

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sumo error de la civilización contemporánea es su falta de respeto a la persona humana, su

consideración preeminente de los conjuntos, de las sumas, de lo anónimo, lo colectivo común”15.

En este sentido critica a la sociedad actual ya que se preocupa por su búsqueda permanente por

uniformar al mundo en lugar de aceptar las desigualdades16. Así pues reconoce que existe desde

siempre una estructura social inaceptable que desconoce los polos opuestos y que además tiende

a desecharlos.

La mujer ha sido siempre el símbolo del sobejo, del servilismo y de sometimiento del sistema

patriarcal. A pesar de las acciones logradas por hombres y mujeres para poner en la balanza un

tratamiento igual y una comunión personalísima de cada uno, habrá que reconocer que falta

mucho por hacer para completar esta visión del bien común en el prójimo.

Rosario Castellanos señala firmemente que el feminismo a la mexicana es todo menos ese dogma

puro de la mujer y su dignidad, ya que la sociedad se ha encargado de aislar los intereses propios

de ésta para atribuirle otros que según se cree, son mejores. El matrimonio es prueba de ello tal

como cita la misma Castellanos a M. Loreto: “El matrimonio mexicano es un círculo vicioso en

que el hombre y la mujer se perjudican mutuamente, porque no hay entre ellos comprensión ni

semejanza de ninguna especie. Él vive aislado en su superioridad, ella se ve condenada a no ser

jamás comprendida, a no recibir del otro ni compañerismo ni apoyo moral”17.

Es claro que su rol social se da, al menos en el matrimonio, en función de Otro, no como

complemento sino como resignación existencial. Pese a las trabas que tienen en el desempeño de

su vida intelectual y física, la mujer ha dado un salto brutal que deshace al simbolismo socio-

cultural impuesto, expresando su pensamiento en la ocupación de espacios en el ámbito político

que no ha dejado de ser, pese a todo, un puente superpuesto con el sello viril.

En el caso específico de México las cifras hablan por sí mismas. Las mujeres cuentan con 43 de

128 escaños en la Cámara Alta así como 184 lugares en la Cámara Baja, es decir, poco más del

36 por ciento del total en éste último. En el ámbito del poder Judicial, únicamente dos de los once

15 Caso, Antonio. Antología Filosófica. México .Pág. 182. 16 Íbidem. 17 Reyes, Andrea. “Feminismo a la mexicana”. Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos. Vol. I. México DF: CONACULTA, 2003. Impreso. Pág. 248.

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magistrados de la Suprema Corte son mujeres, según la Radiografía de la Mujer Mexicana en la

Política del INEGI.

Sucede hay un movimiento lento en el empoderamiento político- electoral. La mujer que nunca

dejó de ser parte de la construcción social, ahora es emblema de sin número de tareas que

complementan y presiden la vida institucional y política cueste a quien le cueste, o al menos esas

son las aspiraciones.

La paridad de género no siempre fue generosa o plausible como ahora se ve. La aceptación de las

féminas en el ámbito político permite diversificar las voces o hallar complicidades nunca vistas

que hacen de la sociedad un tejido multiforme y preciso para la toma de decisiones; la semiosfera

propuesta por Lotman sería ese espacio real de convivencia.

Es precisamente la cultura dominada por los varones lo que han mantenido por siglos,

amordazada a la población mayoritaria. En los trabajos para la construcción de una filosofía para

la paz, se menciona al patriarcado como uno de los motivos más patentes en la generación de

violencia, ya que a partir de este esquema de poder se ha infravalorado y explotado de manera

abusiva el curso natural de la vida. Es en él que se han controlado diferentes escenarios:

religiosos, laborales, sistemas económicos, sicológicos, familiares, corporales, en materia de

leyes, sexualidad entre otros18 que han permitido marcar modelos de autoridad y poderío en todos

los tiempos.

La estructura ha sido sencilla y la fórmula simple. Los hechos violentos como signo de

perpetuidad y poderío, concentran las relaciones humanas entre hombre y mujer. Pareciera que el

estigma de mayor y menor es una sombra continua y que se mantiene pese a los esfuerzos por

ganar empoderamiento, independencia, equilibrio y justicia en un sistema de dos sexos, dos

mentes que llaman a la diversidad.

3.1 La semiosfera local

Un ejercicio interesante se presentó en Chihuahua hace poco más de un año. El sentido cobró

vigor cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ordenó al

Instituto Estatal Electoral (IEE) el respeto a la paridad de género de un 50-50 por ciento en

18Fisas, Vicenç. Cultura de paz y gestión de conflictos. Cap. XI Una cultura de paz. Barcelona: Icaria, Ediciones Unesco, 1998. Impreso. Pág. 353.

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candidatura para el proceso electoral en curso, en la cual obligaba a los partidos políticos a

modificar sus criterios de elección aprobados, según publicó el portal de la revista Proceso.19

Lo anterior se da como respuesta a la pugna del Movimiento Estatal de Mujeres en Chihuahua

que viendo la violación a los derechos humanos en cuanto a la equidad de género, presentó la

querella. La inconsistencia encontrada por dicho movimiento refiere al párrafo 3 del artículo 131

de la Ley Estatal Electoral ya que no obligaba a los partidos a presentar cuotas de género a los

partidos; además de aprobar la suplencia en la lista de regidores sin alternancia.

La situación se ha modificado sin embrago la lectura intertextual es preocupantes pues en pleno

siglo XXI se impide, y la ley en sus artilugios pareciera experta, a las mujeres ser parte y generar

ese espacio de convivencia e intercambio de ideas en la política.

Las limitantes son vastas desde en las representaciones de los diversos poderes hasta en quienes

tienen la posibilidad de acercarse para hacer valer la opinión de éste sector. El rezago permanece,

¿Cómo se explica entonces la alteridad y la construcción de culturas con una opinión univostista?

Lo que los filósofos intentan (o intentaron) elaborar es justo lo que apenas se intenta esbozar.

Los principios de igualdad se nombran sin ser una realidad palpable. La lucha por que se plasmen

y ejerzan es misión de una sociedad bien informada, participativa y analítica que rompa el

esquema y filtre a partir de las fronteras de la semiosfera, lo ajeno y lo propio, así como los

discursos encontrados.

Las diferencias encuentran su lugar como diferencias, así tal cual, de modo que la igualdad en el

trato debe preponderar en toda la estructura instituida como cultura que lleva en ella a la alteridad

por delante, como aceptando su personalidad y su parte colectiva, tal como lo dijo en su momento

Antonio Caso, “Toda persona lo es en cuanto a que precisamente es ella misma y no las demás, y

la personalidad es una presencia sui generis que estriba en un modo de ser singular en cada sujeto

único en su ser”.20

La construcción cultural, su interpretación y comprensión, tiene forma a propósito de una

afinidad de ideas y de la inclusión en muchos aspectos, difícil. Por ello la convivencia absoluta de

19 Mayorga, Patricia. Ordena TEPJF atender paridad de género en Chihuahua. Proceso. Web. 16 mayo de 2013. 20 Caso, Antonio. Antología Filosófica. México. Pág.182.

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quehaceres y pensamientos que surgen de una propuesta analógica, una necesidad de ver lo que

hay detrás en ese ejercicio de supuestos y tradiciones para explicar lo que se vive hoy.

Es ahí en donde entra el papel de la mujer en ese principio de participación y equidad- equilibrio,

no sólo porque así lo citan los documentos generales de carácter internacional como aquel en el

que se establece un respeto igualitario hombres o mujeres ya que por ningún motivo, ya sea por

su sexo, estado civil, cultura, profesión, condición social u origen étnico se encuentren en

desventaja (Ley General para la Igualdad entre Hombres y Mujeres), pueden atentar en contra de

sus derechos, en este caso, dentro del proceso democrático.

La civilidad y el poder propio tanto de la mujer como del hombre se consagran en una sociedad

formada a partir de sus constructos propios; el problema deviene cuando estos constructos son

violentados para dar lugar a quienes osan tener el poder. Los discursos cambian rápidamente sin

esperar a tener un mejor escenario.

La premura por alcanzar el reconocimiento lanza con vehemencia el aturdido, ¡yo cuento!

Improvisando nuevas acciones, asumiendo las antes establecidas y rompiendo con aquellas

posturas hieráticas que en lugar de construir han segregado en afán de consolidar en la cultura

una semiótica codificada por unos cuantos.21

21 Se autoriza el contenido del presente ensayo para uso del Comité Organizador del II Congreso de Estudios Poscoloniales/ III Jornadas de Feminismo Poscolonial, delegándole la responsabilidad de su publicación en el formato que mejor convenga.

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Referencias

Aragón González. La Dimensión política de la deconstrucción. Revista Internacional de

Filosofía, num.54, 2011. Pág 45-59.

Caso, Antonio. Antología Filosófica. México. Impreso.

Derechos Humanos de las Mujeres, Marco Jurídico Básico Nacional e Internacional. Ley General

para la Igualdad entre Mujeres y Hombres. Secretaría General de la Cámara de

Diputados, México, 2007. Impreso.

Fernández Armendáriz, Eduardo. Cultura y Globalización ensayos filosóficos. Chihuahua,

México: Textos Universitarios UACh, 2002. Impreso.

Fisas, Vicenç. Cultura de paz y gestión de conflictos. Cap. XI Una cultura de paz. Barcelona:

Icaria, Ediciones Unesco, 1998. Impreso.

Kristeva, Julia. El Texto de la Novela. Trad. Jordi Llovet. España: Lumen, 1981.Impreso.

Krauze de Koltenuik, Rosa. “Persona y cultura”. Antología Filosófica, México DF: UNAM,

1985. Impreso.

Mayorga, Patricia. Ordena TEPJF atender paridad de género en Chihuahua. Proceso. Web. 16

mayo de 2013.

Rojas González, Gerardo. Radiografía de la Mujer Mexicana en la Política, INEGI. e-consultas.

Web. 22 de marzo 2013.

Reyes, Andrea. “Feminismo a la mexicana”. Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario

Castellanos. Vol. I. México DF: CONACULTA, 2003. Impreso.