FLACSO. DIPLOMATURA LECTURA, ESCRITURA Y EDUCACIÓN
La segunda consigna es la siguiente:
Escribir un relato que incluya las siguientes frases en el orden dado.
• La señorita M avanzó rápidamente por los fríos pasillos que conducían a la sala de música.
• —Página catorce, por favor, y marcá bien los acentos.
• La voz de la señorita M se levantó por encima de todas las demás, matizada, brillante, llena de expresividad. Allí estaba como si hubiera nacido un momento antes de entrar a esa vivienda insólita, aunque extrañamente familiar.
La extensión del relato será de una página tamaño A 4, en tipografía arial 11 y con interlineado de 1,5. Les recomendamos que escriban el texto
desconectados, en word, y luego lo copien y lo peguen en el espacio asignado para tal fin (cuando lo hagan, y por cuestiones de edición, les sugerimos hagan
clic en el símbolo de “pegar desde Word”, ícono ubicado en la parte superior derecha de la segunda barra de herramientas del recuadro.). Y recuerden
hacer clic, también, en el casillero para el uso del seudónimo que se encuentra debajo del recuadro donde pegan el texto.
La entrega de este primer relato es hasta el 19 de junio.
Límpido, gélido, sutil
La señorita M. avanzó rápidamente por los fríos pasillos que conducían a la sala de
música. Sin saber hacia dónde se dirigía, en realidad, nueva en ese edificio, vagaba
desconcertada por las enormes dimensiones y los cambios bruscos de temperatura a
medida que dejaba atrás uno a uno los salones de ese, su nuevo lugar de trabajo.
—Página catorce, por favor, y marcá bien los acentos.
Esas habían sido las primeras palabras de su última profesora de español; aquellas
palabras, hoy sin importancia y sin motivo alguno, eran lo único que la acompañaban
absurdamente en su camino a la no menos absurda decisión de trabajar con aquel
sujeto.
Apenas lo conoció se dio cuenta de que no había nada común en él ni en el empleo
que le ofrecía. Ese primer encuentro se diluyó de su memoria tan rápido como sucedió
todo en esa fugaz entrevista, de modo que no le había quedado claro si había sido
contratada o no. Sentía, difusamente, que ella no había desempeñado un papel muy
deslumbrante, mucho menos meritorio; por eso, dudaba del resultado de esa segunda
convocatoria.
Sin embargo, esta vez, la voz de la señorita M se levantó por encima de todas las
demás, matizada, brillante, llena de expresividad. Allí estaba: como si hubiera nacido
un minuto antes de entrar a esa vivienda insólita, aunque ya extrañamente familiar. A
diferencia de la ocasión anterior, en la que todos los rostros de la concurrencia
armonizaban en pálidos tonos mestizos, vio que éstos, los mismos de entonces,
irradiaban una extraña energía. Flotaba, naufragaba, soñaba, se elevaba,
desaparecía, entre tantas y tantas sonrisas fingidas, palabras infinitamente ensayadas,
apretones de mano y calidez impostados; en medio de semejante acogida, le resultaba
difícil discernir. Cerraba los ojos y creía que, al abrirlos, aparecería en el baño de un
pub que no existe más, como cuando bebía demasiado sin haber bailado suficiente.
La repetición de la primera entrevista como si se tratase de un ensayo disparó el
aburrimiento, que comenzaba a arrullarla y vencía el resto de cordura y lucidez que
había conservado para momentos como ése. Las personas que ocupaban los asientos
privilegiados la miraban complacientemente, no por empatía sino por ostentación de
poder.
Había ingresado tan temprano que le inquietaba el tiempo transcurrido entre seres
extrañamente humanos, pero que, sin duda, no lo eran en verdad. Sus delantales
blanquísimos y la inodora asepsia los delataron.