Henri PirenneLa Edad Media y la ciudad
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Henri Pirenne nació en Verviers,
Bélgica, el 23 de diciembre de 1863, en el seno de una familia de industriales. Desde pequeño
conoció los entresijos de la industria textil que dominaba la economía de la región y que
después le servirá de inspiración para desarrollar sus obras más reconocidas. Su padre quiso
que estudiase Derecho y le envió a la Universidad de Lieja. Una vez allí descubrió su
verdadera vocación tras asistir a los cursos del historiador G. Kurth y decidió dedicarse por
entero a la historia. Completó su formación en las universidades de París, Leipzig y Berlín y
durante estos años G. Schmoller y K. Lamprecht (con quien trabó una larga amistad)
ejercieron una clara influencia sobre el joven historiador belga.
A partir de 1885, con 23 años de edad, estuvo a cargo de un curso de diplomática y
paleografía en la Universidad de Lieja, disciplinas que llegó a dominar completamente. Al año
siguiente se trasladó a la Universidad de Gante donde impartiría clases de historia de la Edad
Media e historia de Bélgica hasta 1930, cuando se quiso dotar a aquella universidad de un
carácter más flamenco. En 1907 fue nombrado secretario de la Comisión Real de Historia de
la Academia Belga y por entonces su fama había superado ampliamente las fronteras de su
país natal. Durante la Gran Guerra fue hecho prisionero por los alemanes y aprovechó su
cautiverio para aprender ruso y profundizar en las raíces de la historia bizantina. Acabó su
carrera docente en la Universidad de Bruselas y murió en Uccle, cerca de la capital belga, el
24 de octubre de 1935.
Henri Pirenne puede catalogarse como un historiador puro. A diferencia de los grandes
historiadores de finales del siglo XIX, sus obras tratan exclusivamente de historia, sin
adentrarse en otras disciplinas como la filosofía, la estética o la literatura. Este proceder, sin
embargo, no significa que su trabajo se circunscriba al estudio limitado de la historia política o
de la histórica económica, más bien al contrario. Marc Bloch lo definió como un “historiador
integral” que supo abarcar la esencia de la historiografía en sus más de treinta libros y
trescientos artículos publicados.
Destacamos cuatro grandes rasgos de la obra de Henri Pirenne. El primero consiste en su
preocupación crítica por las fuentes. El estudio sopesado de los testimonios fue una constante
en todos sus trabajos, para cuya producción acudió reiteradamente a las ciencias auxiliares
como soporte de sus tesis.
El segundo rasgo radica en el
énfasis puesto en los hombres, en lo concreto, y más especialmente en los fenómenos
colectivos y en las fuerzas económicas y sociales. Consideraba que el motor de la evolución
humana se hallaba en esas fuerzas, que veía como los motivos esenciales y constitutivos de
la actividad humana en el pasado. Ello no implica que se posicionara junto al materialismo
histórico, pues creía igualmente en la influencia real (y a veces decisiva) de las acciones de
los individuos sobre el curso de la historia. Pero, a su juicio, por encima de los individuos y de
los acontecimientos políticos y militares se encontraban los fenómenos económicos y sociales
que proporcionaban una línea de continuidad en los episodios configuradores del devenir del
hombre. Así se observa claramente en su Historia de Bélgica en la que, por encima de los
lances políticos e históricos, advierte la evolución progresiva de los elementos económicos y
sociales de la nación belga.
El tercer rasgo lo constituye su gusto por la síntesis, por los planteamientos generales y por
las explicaciones universales. Gusto que se tradujo en el carácter internacional o
supranacional que adoptaron la mayoría de sus obras. Pirenne creía que por encima de los
estudios políticos, circunscritos a un territorio delimitado, se situaba la historia económica y
social carente de fronteras que la encerrasen. Esta interpretación facilitó su análisis de los
acontecimientos del pasado y favoreció su concepción de la historia universal en la que
profundizó durante los últimos años de su vida.
El cuarto y último rasgo fue su dedicación a la
Edad Media, en especial a la Alta Edad Media. Sus estudios más importantes de este período
se centran en el papel jugado por las ciudades del norte europeo durante el renacimiento
económico y cultural del siglo XI.Las ciudades de la Edad Media, Ensayo de historia
económica y social y Les anciennes democraties des Pays-Bas son obras pioneras en su
tiempo (hoy ya clásicas) que dieron lugar a una nueva forma de concebir la historia a través
del estudio combinado de las distintas áreas de la sociedad (la economía, la cultura…).
El interés por esta época le llevó en los últimos años de su vida a investigar la transición del
mundo antiguo a la civilización medieval, a cuyo efecto se centró en la fractura económica que
supuso la expansión islámica en el siglo VII, causante de las dificultades para la navegación
por el Mediterráneo y de la ruptura de las relaciones entre occidente y oriente. Tesis que
plasmó en su trabajo póstumo Mahoma y Carlomagno.
La obra de Henri Pirenne se caracteriza por su sencillez y simplicidad, alejada de todo
academicismo y con las cualidades de exactitud y claridad como ejes de la narración.
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