UN CAMBIO DE ENFOQUE
El pensamiento sistémico es una disciplina para ver totalidades. Es un marco para ver
interrelaciones en vez de cosas, para ver patrones de cambio en vez de instantáneas
estáticas.
Durante los últimos treinta años esta herramienta se ha aplicado para comprender una
amplia gama de sistemas empresariales, urbanos, regionales, económicos, políticos,
ecológicos e incluso fisiológicos.
Nos rodean problemas de “fallos sistémicos” como problemas del calentamiento global, el
agotamiento del ozono, el narcotráfico internacional, los déficits comerciales y
presupuestarios de Estados Unidos, que no tienen una causa simple y local.
La complejidad erosiona la confianza y la responsabilidad. Las organizaciones se
desquician a pesar de la lucidez individual y los productos innovadores, por no poder
generar una totalidad productiva de sus diversas funciones y talentos.
El pensamiento sistémico es el antídoto para esta sensación de impotencia, por ser una
disciplina para ver las estructuras que subyacen a las situaciones complejas, y para
discernir cambios de alto y bajo apalancamiento; así al ver la totalidad entonces
aprendemos a alentar la salud.
El lenguaje del pensamiento sistémico comienza por reestructurar nuestro pensamiento.
El autor Peter Senge denomina al Pensamiento sistémico como la Quinta Disciplina
porque crea una interrelación entre las cinco disciplinas, y hace ver a las personas como
partícipes activos en la modelación de la realidad, y se crea el futuro en vez de solo
reaccionar ante el presente.
Tenemos el ejemplo de la Carrera armamentista entre Estados Unidos y Rusia, que ha
drenado la economía de los Estados Unidos y ha desvastado la Soviética. Sucedió debido
a ideologías de rivales quienes compartían el mismo modo de pensar de que si el otro
tenía armas eran amenaza y por eso debían construir los propios. Esto crea un círculo de
nunca terminar lo cual se convierte en un “sistema” como conjunto de variables que se
influyen mutuamente, que a su vez es un ciclo perpetuo de agresión.
Durante años ninguno de los dos bandos dio con una perspectiva sistémica a pesar de la
abundancia de “analistas de sistemas”, pero estos análisis sofisticados no pudieron
capacitar para escapar de la ilógica de la carrera armamentista. Asimismo elegantes
planes estratégicos han fracasado con frecuencia en el intento de generar mejoras
rápidas en la administración de una empresa.
Los métodos analíticos convencionales no están equipados para afrontar la complejidad
donde hay muchas variables.
Para hallar un punto de apalancamiento en la mayoría de las situaciones empresariales,
hay que comprender la complejidad dinámica, como son el equilibrio entre el crecimiento
en el mercado y la expansión de la capacidad; el desarrollo de una mezcla beneficiosa de
precio, producto o servicio, calidad, diseño y disponibilidad para obtener una posición
fuerte en el mercado, es un problema dinámico; porque con el mejoramiento de la calidad,
la reducción de los costes totales, se puede producir la satisfacción sostenida de los
clientes, lo cual a su vez es un problema dinámico.
Para la mayoría de la gente “El pensamiento sistémico” significa “Combatir la complejidad
con la complejidad”, diseñando soluciones cada vez más complejas para problemas cada
vez más complejos.
En el sistema geopolítico internacional hay muchos factores que han tenido que ver con el
desmantelamiento armamentista de Estados Unidos y la Unión Soviética, pero al parecer
presenciamos el primer destello de un enfoque verdaderamente sistémico.
La esencia de la disciplina del pensamiento sistémico sucede con un cambio de enfoque:
Al ver las interrelaciones en vez de las concatenaciones lineales de causa-efecto, y ver
los procesos de cambio en vez de “instantáneas”
La práctica del pensamiento sistémico comienza con la comprensión de un concepto
simple llamado “feedback”o retroalimentación, que muestran cómo los actos pueden
reforzarse o contrarrestarse (equilibrarse) entre sí. Se trata de aprender a reconocer tipos
de estructuras recurrentes. El pensamiento sistémico ofrece un rico lenguaje para
describir una vasta gama de interrelaciones y patrones de cambio.
En última instancia simplifica la vida.
Si queremos ver interrelaciones sistémicas, necesitamos un lenguaje de interrelaciones,
constituido por círculos, especialmente para cuando los individuos, los equipos y las
organizaciones necesitan trascender los hechos para ver las fuerzas que modelan el
cambio.
En el pensamiento sistémico, la retroalimentación alude a todo flujo recíproco de
influencia de causa y efecto ya que enseña que no hay influencias en una sola dirección.
Para ver la realidad sistémica hay que ver círculos de influencia en vez de líneas rectas.
Cada elemento está representado por un círculo que tiene su influencia sobre otro
elemento.
Desde la perspectiva sistémica, el actor humano forma parte del proceso de
retroalimentación, no está separado de él, lo cual representa un profundo cambio de
conciencia. Nos permite ver que continuamente recibimos influencia de la realidad y
ejercemos influencia sobre ella.
Es el cambio de enfoque reconocido por muchos de los grandes sistemas filosóficos del
mundo.
Todos los actos son forjados únicamente por las cualidades de la naturaleza. El Yo
engañado por el egoísmo, piensa: “Yo soy el que los realiza”.
Al dominar el pensamiento sistémico, abandonamos el supuesto de que debe haber un
agente responsable, y la perspectiva de la retroalimentación sugiere que todos comparten
la responsabilidad por los problemas generados por un sistema.
Estamos atascados en un lenguaje lineal para describir nuestras experiencias, pero
cuando afrontamos problemas de complejidad dinámica, necesitamos de este lenguaje
nuevo.
CONCLUSIÓN
Muchos gerentes no llegan a apreciar en que medida sus expectativas influyen sobre el
desempeño de los subordinados.
Al ver que un individuo tiene mucho potencial, le dedica atención especial para desarrollar
dicho potencial; cuando ve que evoluciona, se siente bien porque ve que su apreciación
inicial era correcta, y ayuda a dicho individuo aún más.
Pero de manera inversa, cuando hay un individuo que considera están dotados con menor
potencial, languidecen desprovistos de consideraciones; y como se desempeñan con
desinterés, entonces se justifica aún más su falta de atención para con el segundo
individuo.
Esto se llamó “profecía autocumplida” por el sicólogo Robert Merton, o también “el efecto
Pigmalión”, un personaje de la mitología grecolatina, que creía tanto en la belleza de la
estatua que había tallado, que logró que ésta cobrara vida.
Todo movimiento es amplificado, produciendo más movimiento en la misma dirección. Un
acto pequeño crece como una bola de nieve, repitiéndose una y otra vez.
Un ejemplo es que la fama de un producto crece a partir de la propaganda de boca en
boca, lo cual crea una bola de nieve. Se transforman en clientes satisfechos que luego
hablan con otros.