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Page 1: Le Monde Diplomatique Honduras

Septiembre 2014 Edición N°11 01

»L. 35.00 Mensual - 12 Páginas

»Edición Honduras-UNAH

Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel

La fiebre de los canales centroamericanos

Pags. 3, 4 y 5Por François Musseau

Págs. 6 y 7Por Cristophe Ventura

Págs. 10 y 11Por Jean Radvanyi

Pags. 8 y 9Por Keith Dixon

Las esclusas funcionan desde hace exactamente un siglo: Estados Unidos in-auguró el Canal de Panamá en agosto de 1914. Estas esclusas, ubicadas en el canal artificial de ochenta kilómetros, se han convertido, en la actualidad, en un punto de congestión. No sólo la mayoría de los barcos transitan de

manera extremadamente justa, sino que avanzan muy lentamente: algo intolerable para un mercado que desespera por la fluidez del intercambio. El canal, que ha visto pasar desde su creación cerca de un millón de barcos, es víctima de su éxito y de la evolución del tráfico: desde 1934, el volumen de mercaderías se triplicó.

Estados Unidos le cedió a China su lugar de primer socio comercial de algu-nos de los países de su ex “patio trasero”, entre los cuales se cuenta Brasil. En La Habana, durante la segunda cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), los días 28 y 29 de enero de 2014,

los treinta y tres países miembros decidieron con Pekín el establecimiento de un foro de cooperación permanente; una evolución muy importante en una asociación hasta entonces limitada a las relaciones bilaterales. Esta dinámica, que es presentada como una señal de la emancipación de la región, ¿sugiere una inversión más profunda de los equilibrios mundiales?

E n materia de política exterior rusa, los comienzos del año 2014 están signa-dos por dos acontecimientos capitales. En primer lugar, los Juegos Olím-picos de Invierno de Sochi, cuya organización generó en los medios oc-cidentales una vasta campaña crítica del régimen de Vladimir Putin; luego,

mientras los Juegos finalizaban, la crisis ucraniana. De alguna manera, estos dos mo-mentos representan las dos facetas de la nueva política exterior del Kremlin: por un lado, su intento de iniciarse en el soft power, el “poder suave”, y por el otro, el recurso enérgico y más tradicional a las relaciones de fuerzas.

“ Escocia, quedate con nosotros”. El inesperado mensaje del cantante inglés Da-vid Bowie durante la entrega del premio al mejor solista británico, el pasado 19 de febrero, se inscribía en la larga lista de intervenciones de famosos contra la independencia escocesa. La actriz Emma Thompson, la cantante Susan Boyle,

el ex entrenador del club de fútbol Manchester United Alex Ferguson, la autora escoc-esa de Harry Potter Joanne K. Rowling, pero también el ex presidente de la Comis-ión Europea José Manuel Barroso, la ex secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton y el papa Francisco intentaron alertar a los escoceses sobre los riesgos de un desmembramiento del Estado británico.

Una nueva dependencia

Escocia debate su independencia

¿Puede ser Rusia una gran potencia?

Edición 11 Septiembre 2014

Page 2: Le Monde Diplomatique Honduras

02 Septiembre 2014 Edición N°11

Editorial

Correo electrónico: [email protected]

La nueva guerra fría

Por Serge Halimi*

En 1980, para resu-mir su vi-sión de las relaciones entre Esta-

dos Unidos y la Unión So-viética, Ronald Reagan usó esta fórmula: “Nosotros ganamos; ellos pierden”. Doce años más tarde, su sucesor inmediato en la Casa Blanca, George Bush, se congratulaba por el ca-mino recorrido: “Un mundo antes dividido entre dos campos armados, recono-ce que sólo hay una única superpotencia: Estados Unidos de América”. Fue el fin oficial de la Guerra Fría.

Este período, a su vez, ya es pasado. La hora de su muerte sonó el día en que Rusia se cansó de “perder”, y estimó que su programado descenso nunca tocaría fondo, dado que cada uno de sus veci-nos se veía sucesivamente atraído –o sobornado– por una alianza económica y militar dirigida contra ella. Por otra parte, el pasado marzo, en Bruselas, Barack Obama recordó: “Los avio-nes de la OTAN patrullan los cielos sobre el Báltico, hemos reforzado nuestra presencia en Polonia y es-tamos dispuestos a ir por más” (1). Frente al Parla-mento ruso, Vladimir Putin asimiló tal disposición a la “infame política de la con-tención” que, según él, las potencias occidentales oponen a su país desde… el siglo XVIII (2).

Sin embargo, la nueva Guerra Fría será diferente a la anterior. Ya que, como lo reveló el Presidente de Estados Unidos, “a dife-rencia de la Unión Soviéti-ca, Rusia no lidera ningún bloque de naciones, no ins-pira ninguna ideología glo-bal”. La confrontación que se instala dejó también de oponer una superpotencia estadounidense que basa en su fe religiosa la segu-ridad imperial en un “des-tino manifiesto”, a un “Im-perio del Mal” que Reagan maldecía además por su ateísmo. En cambio, Putin corteja –no sin éxito– a los

Staff

Sumario

Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación

Alain GRESH, Director Adjunto

Bruno LOMBARD Director Gestión

Anne-Cécile ROBERTResponsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo

Entidad EditoraUniversidad Nacional Autónoma de Honduras

Julieta Castellanos RuízRectora

Armando SarmientoDirector Honduras

Diana Perdomo Cristina AlvaradoEditoras

Lisa Marie SheranDiseño y Diagramación

Allan McDonaldIlustraciones

Francia

Honduras

Redacción:1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEXTeléfono: 33.1 53-94-96-01Fax: 33.1 53-94-96-26

Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110

Correo electrónico : [email protected]

Contenido

La nueva guerra fría

Escocia debate su independencia

Una nueva dependencia

La fiebre de los canales centroamericanos

Pags. 2

Pags. 8 y 9

Pags. 6 y 7

Pags. 3, 4 y 5

Pags. 10, 11 y 12

Pags. 12

¿Puede Rusia ser una gran potencia?

Mitos y realidadesdel éxito

cruzados del fundamenta-lismo cristiano. Y cuando anexa Crimea, recuerda de inmediato que es el lugar “donde fue bautizado San Vladimir […], un bautismo ortodoxo que determinó los fundamentos básicos de la cultura, los valores y la civilización de los pue-blos rusos, ucranianos y bielorrusos”.

Tanto como decir que Moscú no admitirá que Ucrania se convierta en la base de operaciones de sus adversarios. Caldeado al rojo vivo por una pro-paganda nacionalista que incluso excede el lavado de cerebro occidental, el pueblo ruso se opondría a eso. Ahora bien, en Esta-dos Unidos y en Europa, los partidarios del gran rearme superan la puja: proclamaciones marciales, avalancha de sanciones heteróclitas que sólo forta-

lecen la determinación del campo contrario. “Quizás la nueva Guerra Fría será aun más peligrosa que la anterior –ya advirtió uno de los mejores expertos estadounidenses de Rusia, Stephen F. Cohen–, por-que, contrariamente a su predecesora, no encuentra ninguna oposición –ni en la administración, ni en el Congreso, ni en los medios de comunicación, las uni-versidades, los think tanks– (3).” La receta probada de todos los engranajes…

1. Discurso de Barack Obama en Bruselas, 26-3-14.

2. Discurso de Putin en el Parlamento ruso, 18-3-14.

3. Pronunciada en la conferencia anual Ru-sia-Estados Unidos, Was-hington, 16-6-14. Retoma-da en The Nation, Nueva

York, 12-8-14.

*Director de Le Monde diplomatique.

Traducción: Teresa Ga-rufi

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Septiembre 2014 Edición N°11 03

La fiebre de los canalescentroame-

ricanos

Por François Musseau*enviado especial

“¡Cuidado, puede tocar!”, grita el ca-pitán de las mulas, los remolcadores sobre rieles que ase-guran el avance de

los barcos sin chocar contra los bordes de la esclusa. El porta-contenedores, cargado de ma-terial electrónico proveniente del Sudeste Asiático, pasa sin rozar obstáculos, a unos diez centíme-tros de los límites de la cámara, bajo la mirada admirada de tu-ristas estadounidenses. “Todos los días, tenemos sustos de este tipo –suspira Judith Ríos, técnica a cargo de las operaciones–. La anchura es insuficiente para los nuevos tamaños”. El barco parte de nuevo; sobre unas ocho horas promedio, faltan aún tres horas más para llegar hasta el Atlántico. Debido a los obstáculos, cada vez más frecuentes, cruzar el ca-nal supera con frecuencia las diez horas.

Estamos en Pedro Miguel, Re-pública de Panamá, a unos se-senta kilómetros de la capital del país, una ciudad de rascacielos que recuerdan al Miami tropical. Las esclusas funcionan desde hace exactamente un siglo: Esta-dos Unidos inauguró el Canal de Panamá en agosto de 1914. Es-tas esclusas, ubicadas en el canal artificial de ochenta kilómetros, se han convertido, en la actuali-dad, en un punto de congestión. No sólo la mayoría de los barcos transitan de manera extremada-mente justa, sino que avanzan muy lentamente: algo intolerable para un mercado que desespera por la fluidez del intercambio. El canal, que ha visto pasar desde su creación cerca de un millón de barcos, es víctima de su éxito y de la evolución del tráfico: desde 1934, el volumen de mercaderías se triplicó.

El destino de este pequeño país centroamericano de cre-cimiento asiático (aproximada-mente de un 8% desde hace una

década) es similar al de su canal, barrera estratégica, devuelto por Estados Unidos en 1999 en virtud de los tratados Torrijos-Carter. La ampliación es una cuestión de supervivencia: este corre-dor que une el Océano Pacífico y el Atlántico concentra, según el gobierno, el 5% del comercio mundial (sin contar el petróleo). Administrado por un organismo público (Autoridad del Canal de Panamá, ACP), representa una de las principales fuentes nacionales de divisas (1.600 millones de dó-lares en 2013), por detrás de la actividad bancaria. En 2006, des-pués de un referéndum aproba-do el año anterior por el 78% de los votantes, se comprometieron trabajos gigantescos que deben terminarse a fines de 2015. El ob-jetivo es construir un nuevo con-junto de esclusas más profundas y anchas, con el fin de triplicar la capacidad de recepción.

Camino a Gatún –un lago ar-tificial situado a veintisiete me-tros sobre el nivel del mar que atraviesan todos los barcos–, se puede tener la dimensión de esta obra vertiginosa. En el horizonte, del lado del Caribe aparecen la ciudad de Colón y su puerto de cruceros. Un ejército rugiente de grúas y de camiones se empe-ña en la edificación de cámaras de esclusas del tamaño de una catedral: “En total, el hormigón colado aquí permitiría construir cien edificios de cuarenta pisos”, anuncia Bernardo González, el ingeniero jefe español del Grupo Unidos por el Canal (GUPC).

Ese consorcio encargado de los trabajos reúne a las socieda-des española Sacyr, italiana Im-pregilo, belga Jan de Nul (para el dragado) y panameña Cusa. En un primer momento el consorcio rechazó el monto de la obra que se elevaba a 5.250 millones de dólares (o sea 3.870 millones de euros): después de los estudios más detallados, reclamaba un sobrecosto de 1.600 millones de dólares. Finalmente, a fines de fe-brero de 2014, se firmó un acuer-do. Cada parte aportó 100 millo-nes de dólares suplementarios, y la aseguradora Zurich American desbloqueó 400.

Las futuras esclusas –de cua-trocientos veintisiete metros de largo y cincuenta y cinco de ancho– fueron diseñadas para permitir el pasaje de una gene-ración de portacontenedores llamados “postpanamax”, cuya manga máxima alcanza cerca de cuarenta y tres metros. Apa-recidos a fines de los años 80, estos enormes barcos represen-tan ya prácticamente la mitad del tráfico mundial. “¡No hay tiempo que perder! Es indispensable que nuestras infraestructuras puedan recibirlos”, comenta Jorge Quija-no, el administrador del canal.

Pero, desde el comienzo de la obra, otras construcciones toda-vía más imponentes, capaces de trasladar dieciocho mil contene-dores de veinte pies fueron pues-tas a flote (1). Las nuevas esclu-sas ya son demasiado estrechas para ellas. Deberán limitarse en-tonces a los portacontenedores de trece mil cajas –contra cuatro

Un siglo después de su inauguración, el Canal de Panamá ensancha sus esclusas para absorber un tráfico marítimo cada vez más denso. Este corredor estratégico entre el océano Atlántico y el Pacífico ¿continuará siendo el único pasaje interoceánico mientras se multiplican los proyectos análogos?

Desde Panamá hasta Nicaragua

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04 Septiembre 2014 Edición N°11

mil seiscientas, actualmente–. Sin embargo, las autoridades pa-nameñas esperan doblar el tone-laje: de trescientos treinta y tres millones de toneladas en 2012 a seiscientos millones en 2025. Un filón jugoso, puesto que los de-rechos de pasaje aumentan en función del volumen de carga. De un promedio actual de 350.000 dólares por barco, treparían has-ta 1 millón de dólares, según las previsiones de la ACP.

El ensanchamiento del canal dispensará a los grandes porta-contenedores de tener que hacer el desvío por el Cabo de Hornos, o enfilar hacia el lejano Canal de Suez, competidor histórico del corredor panameño –y más fre-cuentado que éste–, cuyos ciento noventa y tres kilómetros tienen la ventaja de carecer de esclusas, y no tener otra limitación que el calado (2). Teniendo en cuenta que cada día de trayecto suple-mentario cuesta una pequeña fortuna en combustible, los ope-radores buscan el camino más corto. Ahora bien, pasando por el Cabo de Hornos, el trayecto Yokohama-Nueva York represen-ta 31.630 kilómetros, 25.120 vía Suez, y 18.560 por Panamá.

“Las inversiones en infraes-tructuras, como las de las obras en Panamá, facilitarán nuestras operaciones y aumentarán fuer-temente nuestros beneficios”, se alegra Robbert Van Trooijen, res-ponsable en la región de Maersk Line, líder del transporte maríti-mo, en Latinport, asociación la-tinoamericana de puertos y ter-minales, en septiembre de 2013.

Pero los monstruos de acero re-pletos de mercaderías y de fuel oil pesado que surcarán el traza-do sinuoso del lago Gatún, entre Panamá y Colón, significarán una pesada hipoteca sobre los par-ques nacionales recorridos.

Las perspectivas económicas, en cambio, son promisorias. En plena revolución energética, Es-tados Unidos exportará quizás hidrocarburos desde el Golfo de México hacia Asia, comenzando por China. Por otra parte, mu-chos puertos de la costa este han emprendido grandes planes de renovación para recibir los “pos-tpanamax”. Tal es el caso, por ejemplo, de Charleston, en Caro-lina del Sur, en el que un plan de inversión a diez años va a insu-mir 1.300 millones de dólares. La modernización de los de Nueva York y de Nueva Jersey costará un poco más (1.600 millones de dólares).

El sueño chinoMás al sur, América Latina

acrecienta también sus intercam-bios: en un sentido, soja, carbón, petróleo o hierro provenientes de Argentina, Brasil o de Venezuela; en otro, productos manufactu-rados destinados a satisfacer el consumo creciente de la región. En el tablero geoestratégico, Pa-namá espera poder sacar las pa-pas del fuego. Además de su ca-nal, dispone de seis puertos, un ferrocarril, una vía rápida y, con Colón, la zona más grande de li-bre intercambio del mundo des-pués de Hong Kong. “Más que un corredor, este canal está a punto de convertirse en un gran carre-

four logístico”, confirma Alberto Aleman, ex director del canal, hoy al frente de Panamá Pacífico, un complejo de mil cuatrocientas hectáreas donde están instaladas una centena de multinacionales, al este de la capital. “Aquí está el único puerto con terminales en los dos océanos. Es una ventaja crucial.”

Pero la competencia se agu-diza. Para acceder a parte de estos beneficios, surgieron otros proyectos de “atajos marítimos”, con distintos grados de desa-rrollo. El más simple se sitúa al norte: el “pasaje del Noroeste”, que une Pacífico y Atlántico vía el archipiélago ártico canadiense. Con el calentamiento climático, esta ruta helada podría ofrecer, con el tiempo, un nuevo itinerario a los barcos. En 2013, grandes cargueros realizaron la unión con Europa. Y, en muchos casos, el derretimiento del casquete polar reduce el kilometraje: un barco que una Hamburgo y Vancouver recorrerá dos mil trescientos ki-lómetros menos pasando por el Norte que haciéndolo por el ca-nal panameño. Pero los riesgos ambientales son gigantescos. “Y además, exige un equipamiento específico, un costo de seguro mayor y supone una gran cuota de incertidumbre respecto de la navegabilidad”, detalla el geógra-fo Frédéric Lasserre, instalado en Quebec (3).

Más próximos a Pedro Miguel, El Salvador, Honduras y Costa Rica sugirieron, en 2011, rutas de paso por sus territorios. A prin-cipios de 2012, Guatemala creó

un organismo, el Corredor Intero-ceánico Guatemalteco (CIG), que prevé unir dos puertos –por cons-truir– a un costo de 7.500 millo-nes de dólares. No se trataría de perforaciones, sino de “canales secos” para conducir las mer-caderías de un portacontenedor a otro por ferrocarril o por rutas terrestres.

Desde fines de los años 2000, el mismo proyecto, a un costo similar, existe en Colombia, país bañado por los dos océanos. “En realidad, más que de canales se-cos, se trata de redes de trans-porte concentradas”, comenta el analista peruano Luis Esteban Manrique, en Infolatam. “Con la desventaja, para las compañías marítimas, de que ellas pagan cara la carga y la descarga de las mercaderías.” Según el Banco In-teramericano de Desarrollo (BID), una carga de diez mil contenedo-res equivale a dieciocho trenes, o cinco mil ochocientos camiones. En otros términos, se necesitarían varios kilómetros de trenes para descargar un solo portacontene-dor.

De todos los proyectos de corredores interoceánicos, el de Nicaragua es, por lejos, el más ambicioso y el más controverti-do. Pues las autoridades tienen la decidida intención de perforar la corteza terrestre, a lo largo de, aproximadamente, trescientos ki-lómetros. En junio de 2013, el go-bierno presidido por el sandinista Daniel Ortega otorgó un permiso de cincuenta años –renovables por medio siglo suplementario– a Hong Kong Nicaragua Develope-

ment Investment (HKND), una so-ciedad registrada en las Islas Cai-mán y que tiene su sede actual en la ex colonia británica. Su dueño, el chino Wang Jing, se compro-metió a gastar 40.000 millones de dólares, o sea cuatro veces el producto interno bruto (PIB) de Nicaragua. La mayoría de los especialistas consideran que el costo mínimo de una perforación como esa alcanzaría, en realidad, los 80 mil millones de dólares.

El proyecto apunta a superar el canal panameño en capacidad: mientras este último –que está saturado–, no puede aceptar por-tacontenedores de más de cien-to diez mil toneladas, el nuevo corredor permitiría el pasaje de colosos de metal de doscientos cincuenta mil toneladas, de hasta cuatrocientos cincuenta metros de largo. Su trazado, aprobado en julio último, ya fue imagina-do por los conquistadores es-pañoles. Según las autoridades nicaragüenses, estaría desti-nado a los portacontenedores “post-postpanamax”, que cargan unas catorce mil cajas. Los traba-jos comenzarían a principios de 2015.

Además de la opacidad del proceso, muchos especialistas –empezando por Jaime Incer, el consejero especial de medio am-biente de Nicaragua– denuncian las consecuencias ecológicas previsibles, como la destrucción de cuatrocientas mil hectáreas de tierras húmedas o la salinización del lago Cocibolca, la principal reserva de agua dulce de Améri-ca Central, de una superficie si-

Page 5: Le Monde Diplomatique Honduras

Septiembre 2014 Edición N°11 05

Alaska

(EE.UU.)

VENEZUELA

PUERTO RICO (EE.UU.)

BAHAMAS (EE.UU.)

CUBA

HAITÍJAMAICA

BELICE

GUATEMALA HONDURAS

EL SALVADORNICARAGUA

COSTA RICAPANAMÁ

COLOMBIA

GUYANA

SURINAM

BRASIL

ECUADOR

PERÚ

BOLIVIA

PARAGUAY

URUGUAY

ARGENTINA

CHILE

Estrechode Magallanes

Estrechode Bering

MÉXICO

ESTADOS UNIDOS

CANADÁ

RUSIA

REP. DOMINICANA

BAHÍA

DE HUDSON

MAR CARIBE

GOLFO

DE MÉXICO

OCÉANO

PACÍFICO

OCÉANOATLÁNTICO

MARDE BERING

Vancouver

Los Ángeles -Long Beach

Houston

Corpus Christi

Santa Marta

Tubarão

Itaqui - São Luis

São Sebastião

Santos

Balboa

Colón

Caucedo

San Juan

Puerto Limón

Buenos Aires

San Antonio

Callao

Cartagena

Guayaquil

Kingston

Freeport

Charleston

Manzanillo

Oakland

LázaroCárdenas

Montreal

Rio de Janeiro

BeaumontPuerto del Sur de Luisiana

MobileNueva Orleans

Savannah

Nueva York

Hampton Roads

SeattleTacoma Minneapolis

Salt Lake CityChicago

Kansas City

180°

160°

W

140°

W

120°

W

100°

W

80°W

60°W

40°S

20°S

Ecuador

40°N

60°N

20°N

40°W

China y el resto de Asiapor el “corredor sur”(Cabo de Buena Esperanza y Estrechode Malaca)

China y el restode Asiapor la ruta del Pacífico

Europa

Europa, países del Golfopor el Canal de Suez

Ruta de Cabo de H

ornos

Bienesmanufacturados,

petróleo

Bienes manufacturados,productos refinados,productos agrícolas

Hierro, carbóncereales

Bienesmanufacturados

Bienesmanufacturados(“cajas llenas”)

Productos químicosy agrícolas, papel

reciclado (“cajas vacías”)

GUATEMALA

MÉXICO

BELICE

HONDURAS

NICARAGUA

COSTA RICA

PANAMÁ

COLOMBIA

EL SALVADOR

Canal dePanamá

Golfo deHonduras

MarCaribe

OCÉANOPACÍFICO

Golfo deTehuantepec

Golfo deMéxico

Istmo deTehuantepec

Guatemala

México

Belmopán

Tegucigalpa

Managua

San José Panamá

San Salvador

0 300 km

Canal existente, trabajosde ampliación en curso

Proyectos alternativos financiados por ChinaCanal en proyecto,trazado aprobadoProyecto de canal seco

Otros proyectos pendientes

Los puertos

Tráfico total a granelen millones de toneladas, en 2012(puertos cuyo tráfico superalos 50 millones de toneladas)

250150

50

Tráfico total de contenedoresen millones de TEU, en 2012

1(puertos cuyo tráfico supera el millón de TEU)

Plataforma de transbordo

TEU: “Unidad equivalente a 20 pies” (equivale a un contenedor de 6 m de largo)

14

5

1

La circulación

Eje mayor en desarrollo

Grandes rutas marítimas

Corredor de fletesferroviarios intermodales

Alternativaa los corredores ferroviariosRuta china hacia y desde el Caribe y el norte de Brasil

Rutas alternativasabandonadas o inciertas

Los productos transportados

Mercaderíasdesembarcadas

Mercaderíasembarcadas

Paso del Noroeste

(ruta experimental)

Fuentes: Atlas 2014 des enjeux maritimes, Le Marin-Isemar-Universidad de Nantes; isemar.asso.fr; Cnuced, Review of Maritime Transport 2013; US Department of Transportation (Federal Railroad Administration; Maritime Administration); Jean-Paul Rodrigue, Claude Comtois y Brian Slack, The Geography of Transport Systems, Universidad Hofstra, 2013; BBC News, julio de 2014.

Alaska

(EE.UU.)

VENEZUELA

PUERTO RICO (EE.UU.)

BAHAMAS (EE.UU.)

CUBA

HAITÍJAMAICA

BELICE

GUATEMALA HONDURAS

EL SALVADORNICARAGUA

COSTA RICAPANAMÁ

COLOMBIA

GUYANA

SURINAM

BRASIL

ECUADOR

PERÚ

BOLIVIA

PARAGUAY

URUGUAY

ARGENTINA

CHILE

Estrechode Magallanes

Estrechode Bering

MÉXICO

ESTADOS UNIDOS

CANADÁ

RUSIA

REP. DOMINICANA

BAHÍA

DE HUDSON

MAR CARIBE

GOLFO

DE MÉXICO

OCÉANO

PACÍFICO

OCÉANOATLÁNTICO

MARDE BERING

Vancouver

Los Ángeles -Long Beach

Houston

Corpus Christi

Santa Marta

Tubarão

Itaqui - São Luis

São Sebastião

Santos

Balboa

Colón

Caucedo

San Juan

Puerto Limón

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Callao

Cartagena

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Kingston

Freeport

Charleston

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LázaroCárdenas

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Rio de Janeiro

BeaumontPuerto del Sur de Luisiana

MobileNueva Orleans

Savannah

Nueva York

Hampton Roads

SeattleTacoma Minneapolis

Salt Lake CityChicago

Kansas City

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40°S

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Ecuador

40°N

60°N

20°N

40°W

China y el resto de Asiapor el “corredor sur”(Cabo de Buena Esperanza y Estrechode Malaca)

China y el restode Asiapor la ruta del Pacífico

Europa

Europa, países del Golfopor el Canal de Suez

Ruta de Cabo de H

ornos

Bienesmanufacturados,

petróleo

Bienes manufacturados,productos refinados,productos agrícolas

Hierro, carbóncereales

Bienesmanufacturados

Bienesmanufacturados(“cajas llenas”)

Productos químicosy agrícolas, papel

reciclado (“cajas vacías”)

GUATEMALA

MÉXICO

BELICE

HONDURAS

NICARAGUA

COSTA RICA

PANAMÁ

COLOMBIA

EL SALVADOR

Canal dePanamá

Golfo deHonduras

MarCaribe

OCÉANOPACÍFICO

Golfo deTehuantepec

Golfo deMéxico

Istmo deTehuantepec

Guatemala

México

Belmopán

Tegucigalpa

Managua

San José Panamá

San Salvador

0 300 km

Canal existente, trabajosde ampliación en curso

Proyectos alternativos financiados por ChinaCanal en proyecto,trazado aprobadoProyecto de canal seco

Otros proyectos pendientes

Los puertos

Tráfico total a granelen millones de toneladas, en 2012(puertos cuyo tráfico superalos 50 millones de toneladas)

250150

50

Tráfico total de contenedoresen millones de TEU, en 2012

1(puertos cuyo tráfico supera el millón de TEU)

Plataforma de transbordo

TEU: “Unidad equivalente a 20 pies” (equivale a un contenedor de 6 m de largo)

14

5

1

La circulación

Eje mayor en desarrollo

Grandes rutas marítimas

Corredor de fletesferroviarios intermodales

Alternativaa los corredores ferroviariosRuta china hacia y desde el Caribe y el norte de Brasil

Rutas alternativasabandonadas o inciertas

Los productos transportados

Mercaderíasdesembarcadas

Mercaderíasembarcadas

Paso del Noroeste

(ruta experimental)

Fuentes: Atlas 2014 des enjeux maritimes, Le Marin-Isemar-Universidad de Nantes; isemar.asso.fr; Cnuced, Review of Maritime Transport 2013; US Department of Transportation (Federal Railroad Administration; Maritime Administration); Jean-Paul Rodrigue, Claude Comtois y Brian Slack, The Geography of Transport Systems, Universidad Hofstra, 2013; BBC News, julio de 2014.

Rutas marítimas de América

milar a la de Puerto Rico. El canal atravesará en efecto ciento cinco kilómetros de ese lago. Pero que-démonos tranquilos; el 7 de julio, en el transcurso de un encuentro oficial con el presidente Ortega, Wang dio su “palabra de honor”: el canal será “ecológico, respe-tuoso del medio ambiente”.

Algunos se preguntan so-bre su factibilidad: “Si todos los proyectos de canales se con-cretan –ironizaba el 15 de no-viembre de 2013 el ministro panameño de Asuntos Extranje-ros de entonces, Núñez Fábrega– ¡América Central se parecerá a un gruyère!”. Pero, sea como fuere, la concesión acordada por Mana-gua al HKND ilustra las ambicio-nes estratégicas de China. Según

el sitio nicaragüense El Confiden-cial, este gigante de la telefonía sería una fachada detrás de la cual se esconde el propio Estado chino. Igual que el proyecto de “canal seco” en Colombia, los de Guatemala y El Salvador están fi-nanciados por China.

“Existe un ‘sueño chino’ –confía un interlocutor que desea conservar el anonimato–: el de controlar un corredor estratégico por el cual pase el grueso de las exportaciones del país hacia las Américas.” Un ejemplo: la impor-tación de hidrocarburos de Vene-zuela, país desprovisto de litoral

sobre el Pacífico, sería mucho más intensa si China dispusiera de un canal, aun “seco”. “El de Panamá presenta para Pekín el inconveniente de estar saturado y ser demasiado estrecho para sus enormes cargueros, y de estar, además, de facto, bajo el control de Estados Unidos”, explicó a British Broadcasting Corporation (BBC) Heinz Dietrich, investiga-dor en la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UNAM).

Aunque Estados Unidos, en 1999, haya devuelto el canal pa-nameño, todavía domina su tráfi-co, y los barcos donde ondea la

bandera estadounidense gozan de la prioridad de paso, lo que puede retardar sensiblemente a los otros portacontenedores.

“Estratégicamente, es todavía su canal –nos asegura Miguel Antonio Bernal, profesor de Dere-cho Constitucional en la Universi-dad Pública de Panamá–. Por allí pasan sus submarinos; allí inter-vendrán militarmente cuando sus intereses sean estorbados. Hasta nuestras autoridades lo han ad-mitido.”

1. El “equivalente a veinte pies”, TEU o EVP, es la unidad estándar del transporte contene-dorizado.

2. Altura de la parte sumergida de un barco.

3. Libération, París, 7-1-14.

*Periodista.Traducción: Florencia Giménez

Zapiola

Page 6: Le Monde Diplomatique Honduras

06 Septiembre 2014 Edición N°11

Durante su visita por América del Sur en julio, el presidente chino Xi Jinping firmó numerosos acuerdos comerciales. Sin embargo, los intercambios continúan siendo muy desiguales, reproduciendo la relación asimétrica que los países de la

región mantienen con las grandes potencias occidentales.

La cuenta regre-siva llega al fin a cero. Una nube blanca se forma en la pantalla de China Network

Television (CNTV) y la emoción ilumina la cara del presidente Evo Morales. Los brazos articulados de la rampa liberan al cohete Lar-ga Marcha 3B que, rápidamen-te, se desprende de la atracción terrestre. El 21 de diciembre de 2013, el lanzador chino ponía en órbita al primer satélite de tele-comunicaciones de la historia de Bolivia, el Tupac Katari (TKSAT-1).

El acontecimiento, histórico para la nación andina, ilustra el estrechamiento de las relacio-nes diplomáticas, económicas y tecnológicas entre el gigante asiático y América Latina desde mediados de los 2000. Estados Unidos le cedió a China su lu-gar de primer socio comercial de algunos de los países de su ex “patio trasero”, entre los cuales se cuenta Brasil. En La Habana, durante la segunda cumbre de la

Una nueva dependencia

Por Christophe Ventura*

El circuito comercial China-América Latina

Comunidad de Estados Latinoa-mericanos y Caribeños (Celac), los días 28 y 29 de enero de 2014, los treinta y tres países miembros decidieron con Pekín el estable-cimiento de un foro de coopera-ción permanente; una evolución muy importante en una asocia-ción hasta entonces limitada a las relaciones bilaterales. Esta diná-mica, que es presentada como una señal de la emancipación de la región, ¿sugiere una inversión más profunda de los equilibrios mundiales?

La vaca sin la lecheLa reorientación del comercio

mundial hacia la región Asia-Pa-cífico no excluye a América Lati-na. Aunque Estados Unidos sigue siendo el socio principal, con un volumen de transacciones de al-rededor de 843.000 millones de dólares en 2012, el banco HSBC no duda en predecir que China le va a sacar el título de aquí a 2030 (1). Entre 2000 y 2013, los intercambios de hecho pasaron de 10.000 millones a… 257.000 millones de dólares (2).

Preocupada por seguir man-teniendo su modelo de desarro-llo a través de su mercado inter-

no, China pretende asegurarse su provisión de materias primas. Desde esta perspectiva, América Latina se ubica al mismo tiempo como proveedora y como socia. Las industrias chinas ya son el primer destino de las exporta-ciones de Brasil, Perú o Chile (el segundo para Colombia, Cuba, Uruguay o Venezuela). Cereales, oleaginosas, minerales e hidro-carburos representan el 70% del total.

Reproduciendo los viejos cir-cuitos comerciales, cuando las embarcaciones británicas lleva-ban cobre, azúcar y especias a Liverpool antes de transportar productos terminados hacia América Latina, los buques y cargueros latinoamericanos que navegan hacia China se cruzan en el camino con portacontene-dores salidos de los puertos de Shanghai o de Tianjin. Cargados

con productos manufacturados (el 91% de las exportaciones chinas hacia América Latina), ya representan la principal fuente de aprovisionamiento del mer-cado brasileño y la segunda para la mitad de los demás mer-cados latinoamericanos (3).

La continuidad del circuito comercial se ve acompañada sin embargo por un vuelco más grande. Durante mucho tiempo, este tipo de relaciones engen-draba un problema conocido con el nombre de “desequilibrio en los términos del intercam-bio”: el valor de los productos no procesados iba decreciendo poco a poco, mientras que el de los bienes manufacturados au-mentaba a medida que incorpo-raban nuevas tecnologías. Las exportaciones latinoamericanas de materias primas se desvalo-rizaban y sus importaciones de bienes se encarecían: al conti-nente le costaba equilibrar su balanza comercial.

Durante la década del 2000, la cotización de las materias pri-mas se disparó, y la de los bie-nes manufacturados empezó a caer a medida que el taller del

mundo se trasladaba hacia el Este. Teóricamente, América La-tina debía beneficiarse con esta situación. Pero no ha sido así. La evolución de los términos del intercambio a favor de la región reactivó otra amenaza, más vieja todavía…

Siglo XVI. La corona españo-la organiza el saqueo del Nuevo Mundo. El oro y los metales pre-ciosos que inundan la península ibérica transforman a los mer-caderes españoles en rentistas opulentos. Pero su riqueza be-neficia más que nada a las in-dustrias nacientes del resto de Europa: la fabricación de bienes en España disminuye y preci-pita la decadencia del imperio ibérico. “España tenía la vaca, pero otros se tomaban la leche”, resume el escritor uruguayo Eduardo Galeano (4).

Poco cambiaron las cosas. El valor agregado que se incorpo-ra en los procesos industriales está todavía muy lejos de la re-gión; por el contrario su relación con China acentúa la “reprima-rización” de las economías: una dependencia que aumentó en el mercado mundial y en el sec-

Las exportaciones chinas representan la principal fuente de provisionamiento del mercado brasileño.

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Durante mucho tiempo, este tipo de relaciones engendraba un problema conocido con el nombre de “desequilibrio en los términos del intercambio”: el valor de los productos no procesados iba decreciendo poco a poco, mientras que el de los bienes manufacturados aumentaba a medida que incorporaban nuevas tecnologías.

tor primario, que genera pocos empleos y pocas riquezas. En resumidas cuentas, por más que América Latina tenga ahora la vaca, no es en verdad la que toma la leche…

La intensificación de la de-manda de materias primas exa-cerba además otra dificultad. “Si uno mira por la ventana –obser-vaba recientemente Andrés Ve-lasco, ex ministro de Economía de Chile–, uno puede ver cómo se acerca un inmenso tsunami de riqueza. Y ese fenómeno, que hace algunos años era percibido como algo positivo, a mí me pa-rece aterrador. ¿Por qué? Porque este tsunami nos va a complicar la vida políticamente (…) y va a volver delicados nuestros arbi-trajes macroeconómicos” (5).

El problema que identifica Velasco tiene un nombre: la “en-fermedad holandesa”, relacio-nada con el descubrimiento del mayor yacimiento de gas na-tural del mundo en la provincia de Groninga, en el norte de los Países Bajos, a fines de los años 1950. Las exportaciones de gas se aceleraron y atrajeron divisas extranjeras al mismo tiempo que se disparaba el valor de la mo-neda holandesa, el florín. Con-secuencia: los productos del país se encarecían en los mer-cados extranjeros, mientras que el costo de las importaciones disminuía. Resultado: un enco-gimiento del sector industrial.

La América Latina moder-na se encuentra en una situa-ción semejante. En medio de la afluencia de divisas extranjeras (ligadas a las exportaciones, pero también a las inversiones), las monedas de la región se apreciaron considerablemente durante los años 2000. El valor del real, por ejemplo, subió un 25% entre 2010 y 2011, condu-ciendo a que el ministro de Eco-nomía brasileño, Guido Man-tega, denunciara una “guerra de las monedas” (ampliamente alimentada por el “socio” chino) (6). En un viaje a Pekín, en abril de 2011, la presidenta brasileña Dilma Rousseff les ordenó a sus interlocutores “reequilibrar” los intercambios comerciales.

Se pueden destacar ciertos logros, como la reciente obten-ción de una transferencia de tecnología en la fabricación de trenes gracias a la instalación de una fábrica china en terri-torio brasileño. Pero por lo de-más, América Latina sigue des-provista. China cuenta con una ventaja de tamaño en relación con sus socios: logra evitar las situaciones de dependencia en el campo energético. Así, cuan-do en 2010 Argentina le impuso ciertas medidas antidumping a diversas importaciones chinas (calzados, textiles, aceros), Pe-kín respondió con la interrup-ción de sus compras de petró-leo argentino, sin por eso poner en peligro su abastecimiento. A Buenos Aires no le quedó más opción que dar marcha atrás…

El gigante asiático financia masivamente a los países lati-noamericanos, gracias a inver-siones directas estimadas en alrededor de 10.000 millones de dólares por año (contra los 244.000 millones de Estados Unidos) (7), así como también al otorgamiento de préstamos,

sobre todo vía el Banco de De-sarrollo Chino (CDB, por su si-gla en inglés), en el marco de los tratados de cooperación de Estado a Estado. Garantizados con petróleo, minerales o soja, estos tratados que apuntan a la construcción de infraestruc-turas agrícolas, energéticas y minerales, de transporte, de vivienda o a proyectos científi-cos y técnicos, alcanzaron los 102.200 millones de dólares en-tre 2005 y 2013 (8). Pekín ade-más consiguió entrar al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y al Banco de Desarrollo del Caribe (BDC). Esta zona, que cuenta con cinco de los veintitrés países que reconocen a Taiwán, vio las inversiones chinas multiplicarse por cinco entre 2003 y 2012.

¿Un “gran Sur”?Desequilibrada, esta asocia-

ción presenta sin embargo una ventaja política para los dirigen-tes latinoamericanos. Alimenta la emergencia –celebrada por la prensa internacional– de una “nueva clase media”, caracteri-zada por un despegue del consu-mo. Aunque para el economista brasileño Marcio Pochmann, cer-cano al Partido de los Trabajado-res (PT), la expresión designa en los hechos a los “nuevos traba-jadores pobres”, que sólo descu-bren los supermercados porque ahí pueden encontrar productos baratos, fabricados en el exterior.

A causa de la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, Chi-na y Sudáfrica) en Fortaleza, Brasil, entre el 14 y el 16 de julio de 2014, el presidente Xi Jinping realizó su segundo viaje por Amé-rica Latina. China fue discreta en lo que respecta a los conflictos “calientes”, como la actual crisis en Venezuela, el golpe de Estado en Honduras en 2009, la tentativa de golpe de Estado en Ecuador

en 2010, etcétera. China respeta los cinco principios del informal “Consenso de Pekín” que guía su política exterior: respeto de la integridad territorial y de la so-beranía absoluta de los Estados; no agresión; no injerencia en los asuntos internos; igualdad y bús-queda de ventajas mutuas; coe-xistencia pacífica. En el subconti-nente, la ruptura con los métodos de Washington no pasa desaper-cibida (10)…

En la búsqueda de autono-mía económica y política, la ma-yoría de los países de la región cuentan con China: a ojos de los gobiernos surgidos de la ola progresista de los años 2000, esta nueva dependencia –que se estaría buscando convertir en interdependencia, según el aná-lisis del investigador Francisco J. Verdes-Montenegro Escánez (11)– sigue siendo preferible a la anterior. La segunda potencia económica mundial encarna la promesa de una diversificación de las alianzas. Esta relación permite, en una perspectiva de construcción de un mundo mul-tipolar, una descompresión de la subordinación a la arquitectura financiera internacional –Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, principalmente– y a la

potencia tutelar estadou-nidense.

¿Se desprende de todo esto la formación de un “gran Sur”, prue-ba del debilitamiento del sistema económico do-minante y de sus lógicas predadoras? ¿O esta-mos más bien asistiendo a una redistribución de los roles entre viejas y nuevas potencias en la lucha por la hegemonía?

1. Citado en “Chine-se enterprises in Latin America”, People’s Daily Online, 19-2-14.

2. Mark Keller, “China-Latin America Trade: An end to the good old days”, Latin Business Chronicle, Coral Gables, 11-6-14.

3. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Ce-pal), noviembre de 2013.

4. Eduardo Galeano, Las ve-nas abiertas de América Latina [1971].

5. Citado por Chrystia Fre-eland, “US policy no longer stands alone”, International He-rald Tribune, Neuilly-sur-Seine, 22-4-11.

6. Véase Laurent L. Jacque, “El color y el valor del dinero”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, diciembre de 2010.

7. América Latina capta el 13% del total de las inversiones extranjeras directas (IED) chinas en el mundo. Por su parte, las IED latinoamericanas en China representaban en 2010 menos del 0,1% del total para China (entre 70 y 80 millones de dóla-res).

8. “China to finance major projects in Latin America”, Reu-ters, 15-6-14.

9. Marcio Pochmann, Nova classe média? O trabalho na

base da pirâmide social brasilei-ra, Boitempo Editorial, San Pa-blo, 2012.

10. Véase Maurice Lemoine, “Los nuevos golpes de Estado ‘light’”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2014.

11. “Amigos a la fuerza: las relaciones China-América Latina y el Caribe frente a los riesgos e interdependencias de una geoe-conomía en transformación”, Instituto Español de Estudios Estratégicos, Madrid, mayo de 2014.

*Autor de L’Eveil d’un conti-nent. Géopolitique de l’Améri-que latine et de la Caraïbe, Ar-mand Colin, París, 2014.

Traducción: Aldo Giacometti

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08 Septiembre 2014 Edición N°11

Por Keith Dixon*

Escocia debate su independencia

Rupturas en el Reino Unido

“Escocia, quedate con nosotros”. El in-esperado mensaje del cantante inglés David Bowie durante la entrega del premio

al mejor solista británico, el pasa-do 19 de febrero, se inscribía en la larga lista de intervenciones de famosos contra la independen-cia escocesa. La actriz Emma Thompson, la cantante Susan Boyle, el ex entrenador del club de fútbol Manchester United Alex Ferguson, la autora escocesa de Harry Potter Joanne  K. Rowling, pero también el ex presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso, la ex secretaria de Esta-do estadounidense Hillary Clinton y el papa Francisco intentaron

alertar a los escoceses sobre los riesgos de un desmembramiento del Estado británico.

Nada indica que sus interven-ciones hayan tenido el efecto pre-visto –como tampoco las adver-tencias y las amenazas apenas veladas del actual gobierno bri-tánico, que no goza de gran po-pularidad al norte del río Tweed–. Sin embargo, dichas intervencio-nes ponen en evidencia que los tres partidos unionistas (conser-vador, liberal demócrata y labo-rista) no escatimaron esfuerzos para despertar a los opositores a la independencia.

En el referéndum del 18 de septiembre, los escoceses sólo tendrán que responder a una úni-ca pregunta: “¿Debería Escocia ser un país independiente?”. El

primer ministro nacionalista, Alex Salmond, quería proponerles que eligieran entre una mayor autono-mía y la secesión del Reino Uni-do, pero su homólogo británico, David Cameron, se negó, espe-rando poner trabas a los naciona-listas. No obstante, al término de una campaña larga –y bastante insulsa por el lado de los parti-darios de la unión–, todo sugiere que nada está decidido. El futuro constitucional del Reino Unido dependerá del voto de los indeci-sos, que ambos bandos intentan ganar para su causa, apelando incluso a la mediación de Ziggy Stardust...

El triunfo del SNP La unidad de Gran Bretaña co-

menzó a agrietarse con la crisis de la década de 1970. La primera irrupción electoral del Partido Na-

cional Escocés (SNP, fundado en 1934) data de las elecciones le-gislativas de febrero y octubre de 1974 (dado que las elecciones de febrero no habían arrojado ningún ganador claro). En ese tiempo, los nacionalistas, que contaban con poco más del 30% de los votos, se apoyaban en el descon-tento hacia los dos partidos britá-nicos, el conservador y el laboris-ta. Ambos parecían incapaces de responder a las dificultades del país, particularmente agudas en Escocia, donde la economía de-pendía de las industrias pesadas tradicionales, en pleno declive. Los nacionalistas proponían una salida a la crisis británica pro-metiendo “que el petróleo sería escocés”, al tiempo que denun-ciaban que Londres acaparaba las ganancias petroleras del Mar del Norte.

Luego del fracaso del primer referéndum sobre la autonomía, propuesto por un gobierno la-borista en 1979, el viento cam-bió resueltamente a favor de una toma de distancia respecto de In-glaterra. Unos meses después, la llegada al número 10 de Downing Street de una neoliberal con es-tridente acento inglés, Margaret Thatcher, modificó el curso de los acontecimientos al inaugurar una política antisocial rechazada por la gran mayoría de los votantes escoceses.

La década de 1980, marcada por una intensa efervescencia, reconfiguró la vida política, in-telectual y cultural. Una nueva generación de historiadores se emancipó de un anglocentrismo deformante; sus colegas soció-logos exploraron las especifici-

El 18 de septiembre los escoceses decidirán por referéndum su continuidad en el Reino Unido. Aunque el principal promotor de la iniciativa, el SNP, se proclama heredero de una hoy inexistente socialdemocracia, la cuestión es si una

eventual independencia podrá cambiar el rumbo neoliberal adoptado por el Estado británico.

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fuera de las filas del SNP, sigue siendo: independencia, ¿para qué? ¿Para continuar las políticas que implementan mal o bien los dos partidos mayoritarios británi-cos desde hace cerca de treinta años o para marcar una verdade-ra ruptura, inspirándose en lo que algunos presentan como el pen-samiento social escocés? Se ve resurgir una idea planteada por la izquierda en los comienzos del movimiento obrero (en la pluma del laborista Keir Hardie o, más adelante, del marxista John Ma-cLean): al dar el ejemplo de trans-formaciones sociales audaces, la autodeterminación escocesa podría servir como plataforma de lanzamiento para el movimiento social en el conjunto de las islas británicas.

Esta es la posición que defien-den dos ex diputados laboristas, Jim Sillars y Dennis Canavan, el escritor James Kelman (5) y el Partido Socialista Escocés, cuyo dirigente, Colin Fox, retoma por su cuenta el argumento republi-cano socialista. Para esa izquier-da, que no necesariamente se define como nacionalista, la auto-determinación escocesa no sólo no debilita al movimiento obrero británico (como pretendía fuera de broma el neolaborista Brown), sino que claramente podría cam-biar la situación al trazar una vía diferente de la que tomaron los neoliberales en el poder en Lon-dres desde 1979.

De todos modos, en la hipóte-sis según la cual se produciría una ruptura con el consenso neolibe-ral (todavía poco perceptible en las medidas recomendadas por el SNP), ¿cómo se la puede conci-liar con el respeto de las reglas de la Unión Europea? Si la Comisión aprobara su integración, lo que seguramente no plantearía de-masiados problemas, una Esco-cia independiente debería acep-tar, como todos los demás países miembros, pasar por la humilla-ción del conservadurismo mili-tante que reina en Bruselas tanto como en Westminster. Una vez resuelta la cuestión de la autode-terminación respecto de Londres, se plantearía, con la misma inten-sidad, la del margen de maniobra posible dentro de una Unión más neoliberal que nunca…

1. Véase David Nowell-Smith, “Amers lendemains électoraux pour l’université britannique”, Le Monde diplomatique, París, mar-zo de 2011.

2. N. de la R.: kilt es la típica falda que visten los hombres es-coceses.

3. Véase Renaud Lambert, “Las cuatro vidas del modelo ir-landés”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, octubre de 2010.

4. Se refiere al “milagro econó-mico irlandés” ocurrido en la dé-cada del 90 y 2001/2002.

5. Véase James Kelman, “De-puis une chambre à Glasgow”, Le Monde diplomatique, febrero de 2011.

*Autor de Les Evangélistes du marché. Les intellectuels britanniques et le néolibéra-lisme, París, Raisons d’agir, 2008 (nueva edición).

Traducción: Gabriela Villalba

dades contemporáneas de sus conciudadanos; surgieron re-vistas, como Radical Scotland o Cencrastus, que lanzaron el debate sobre el futuro de la na-ción. Desde Alasdair Gray hasta William McIlvanney, pasando por Liz Lochhead y John McGrath, novelistas, poetas y dramaturgos volvieron a delinear las fronte-ras de una Escocia imaginaria, a menudo dotada de cualidades intrínsecas que supuestamente le faltarían a su vecina del sur.

En aquel momento, el naciona-lismo adquirió un fuerte tinte de izquierda, o, al menos, intensa-mente anti thatcheriano: en 1989, el SNP, junto a una izquierda ra-dical muy activa, desempeñó un importante rol en la protesta con-tra la poll tax, la reforma de los impuestos locales que la “dama de hierro” experimentó primero en Escocia y que contribuirá a su caída un año después.

El período thatcheriano no se caracteriza tanto por el aumento del voto al SNP –que disminu-ye– como por el rechazo al neo-liberalismo combinado con una aspiración a la autodetermina-ción, mucho más allá de las filas nacionalistas. Una parte del elec-torado de izquierda, que no había votado a favor de la autonomía en 1979, se aleja poco a poco de la Unión. Dentro del SNP surge una corriente radical, republicana y socialista, que objeta la hegemo-nía de los “fundamentalistas” que conciben la independencia como un fin en sí mismo. Esta corrien-te, llamada “Grupo 79”, atrae a una joven generación de militan-tes, entre los que se encuentra el actual primer ministro y dirigente del SNP. Por lo demás, Salmond será temporalmente excluido por sus tomas de posición a favor de una república socialista escocesa (desde entonces se sosegó).

En esta nueva configuración, que no tenía mucho que ver con las tendencias políticas inglesas del mismo período, dos parti-dos dominaron la vida política escocesa: el SNP y el Partido Laborista. Los demás quedaron reducidos a hacer de extras (Par-tido Conservador) o de fuerzas complementarias (Partido Liberal Demócrata). Las encuestas de opinión de la época confirmaban, por un lado, el debilitamiento del sentimiento de pertenencia a la entidad británica (con el corola-rio de una afirmación mayoritaria más fuerte de la identidad esco-cesa) y, por otro lado, la aspira-ción creciente por la autonomía política, desde entonces amplia-mente mayoritaria. Incluso den-tro de la corriente nacionalista, desertores laboristas, como Jim Sillars, intentaron ampliar el audi-torio del nacionalismo hacia la iz-quierda, proponiendo un proyec-to socialista (una vez adquirida la autodeterminación) que confluía con el del Grupo 79.

En ese contexto, el Labour, que volvió al poder en 1997, no tenía muchas más opciones que con-ceder a Escocia la autonomía que había temido durante tanto tiem-po. Su esperanza: que conceder un gobierno a Edimburgo, con poderes reales en determinados ámbitos (educación, salud, etc.), le hiciera perder terreno a los na-cionalistas. Se trata del proyecto de devolución, caro a los neola-boristas, concebido como el pun-

to final de la transferencia de po-der. Ahora bien, lo que ocurre es exactamente lo contrario. El SNP se impuso como el primer partido de oposición a la coalición labo-rista-liberal-demócrata (de 1999 a 2007). En 2007, sorprendió al obtener una mayoría relativa en la Asamblea edimburguesa. Cua-tro años después, con el rechazo masivo a los neolaboristas luego de la debacle iraquí y la implosión bancaria como telón de fondo, logró la hazaña de obtener la ma-yoría absoluta de los escaños en el Parlamento escocés, a pesar de un sistema electoral basado en la representación proporcional y concebido, precisamente, para evitar ese tipo de mayorías.

Los límites de la soberaníaAsí pues, el SNP gobierna Es-

cocia desde 2007. Desde 2011, cuenta con un cómodo margen de maniobra. A pesar de la crisis desencadenada por el derrumbe de los bancos británicos, conser-vó sobre su adversario laborista una ventaja que los resultados de las elecciones europeas de mayo último volvieron a confir-mar. Aprovechó hábilmente el carácter limitado de sus pode-res, haciendo recaer en Londres la responsabilidad del deterioro de la situación económica y so-cial. Además, hizo méritos a la izquierda al distanciarse de los aspectos más discutidos de las políticas (notoriamente idénticas) implementadas por los neola-boristas y el gobierno actual. De este modo, Salmond se negó a seguir el programa de privatiza-ción de cárceles comenzado por sus predecesores laboristas, se opuso a la introducción de dere-chos de inscripción en las univer-sidades escocesas (1) y garantizó un nivel de protección social a las personas mayores más alto que

en el resto del Reino Unido. Y no dejó pasar ninguna oportunidad de denunciar los nefastos efectos de la austeridad impuesta por la coalición actualmente gobernan-te en Londres.

En síntesis, la erosión del apo-yo a la unidad del Reino Unido, que se había confirmado con Thatcher, continuó con más fuer-za durante los gobiernos de An-thony Blair (1997-2007) y Gordon Brown (2007-2010). Mientras que los votantes ingleses de izquierda no disponen de una opción seria y se refugian en la abstención, en Escocia la oferta política resul-ta ser más rica. El SNP retomó una parte de la herencia social-demócrata abandonada por los blairistas y se opuso a la guerra angloestadounidense en Irak: su espectacular crecimiento se ex-plica en parte por un traspaso de los votos laboristas.

Sin embargo, dentro de un movimiento sindical todavía fuer-temente ligado al Labour, sigue siendo fuerte la desconfianza respecto de nacionalistas que durante mucho tiempo fueron descritos como “tories con kilt” (2). Después de todo, pese a sus oportunistas cazas furtivas en las antiguas tierras laboristas, ¿aca-so Salmond no sostuvo hasta el final el “modelo irlandés” de des-regulación salvaje antes de que ese país se sumiera en una grave crisis? (3) ¿No recomienda, a la manera del ex “Tigre Celta” (4), una forma de dumping fiscal para favorecer la llegada de empresas extranjeras? Además, mostró es-pecial indulgencia para con los bancos escoceses, ampliamente responsables de la crisis de 2008.

En el último período, el primer ministro también multiplicó las

concesiones. Por ejemplo, re-afirmó su apego a la monarquía británica y aceptó el papel deter-minante del Banco de Inglaterra en los asuntos monetarios de una eventual Escocia independiente, que seguiría utilizando la libra bri-tánica (algo que Londres piensa negarle...).

Sea cual fuere el resultado, el escrutinio del 18 de septiem-bre no cambiará la situación de forma fundamental. Los memo-riosos recordarán que el primer referéndum sobre la autonomía, en 1979, terminó con un fracaso, lo que no impidió un “sí” masivo (de más del 70%) a la creación de un Parlamento Escocés en 1997. Los nacionalistas tendrán la impresión, seguramente fun-dada, de que el tiempo juega en su favor. Y esto será aun más así si se confirman las tendencias observadas en Inglaterra duran-te el último escrutinio europeo: el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) de Nigel Farage, que triunfó en Inglate-rra, funciona como un repelente en Escocia, como lo había sido antes el Partido Conservador de Thatcher, del que Farage se pre-senta como un digno heredero. En caso de derrota de la propues-ta nacionalista, la presión sobre Londres seguirá siendo máxima para que conceda nuevos pode-res a la Asamblea de Edimburgo. Esto llevaría a Escocia, la tercera región más rica del reino, hacia lo que el teórico nacionalista Tom Nairn describió como una “inde-pendencia de facto”, en relación con una independencia de iure obtenida en las urnas.

Pero la verdadera pregunta, que cada vez plantean con más insistencia los partidarios de la autodeterminación, sobre todo

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010 Septiembre 2014 Edición N°11

tales, sobre el control de internet, sobre la “propaganda homosexual”… Algunas concesiones tardías –liberación de las in-tegrantes del grupo de rock Pussy Riot y del oligarca Mijail Khodorkovsky, promesa de no acosar a los homosexuales durante los Juegos…– no cambiaron nada.

Pero las Olimpíadas de Sochi quedarán marcadas sobre todo por su coincidencia con los acontecimientos sangrientos de Maidan, la Plaza de la Independencia de Kiev, pronto seguidos por la anexión mi-litar de Crimea y por su integración a la Federación Rusa. La reacción totalmente desproporcionada del presidente ucrania-no Viktor Yanukovich, y luego la serie de decisiones tomadas tanto en Moscú como en Kiev y en Bruselas, hicieron tambalear al mundo en una prueba de fuerza mayor, y desencadenaron una campaña rusófoba sin antecedentes desde hacía décadas (2). Aun antes de la aplicación de sanciones por la anexión de Crimea, la imagen del país había sufrido un deterioro que nin-guna movilización patriótica interna podrá compensar.

Pobres armas de seducciónLa organización de los Juegos Olímpi-

cos tenía que ver con la implementación tardía, en el arsenal de herramientas de la política exterior rusa, de lo que se suele llamar el soft power –el poder de influen-cia no coercitivo, a la vez ideológico, cul-tural y científico–. En una revista, en el año 2012, el propio Putin se había expresado sobre las técnicas del “poder suave”, para lamentar un retraso en este dominio don-de sobresalen las potencias occidentales. El control del discurso sobre los aconte-cimientos, sobre su interpretación, se ha vuelto efectivamente tan importante, en la arena internacional, como los propios he-

chos. A la vez, el presidente ruso criticaba vivamente la manera en que varios países, y en particular Estados Unidos, utilizaban estos medios para presionar a otros Esta-dos a fin de imponerles sus elecciones. Es-timaba que “la actividad de pseudo-ONG [organizaciones no gubernamentales] y otras estructuras que buscan, con ayudas exteriores, desestabilizar tal o cual Estado, era ‘inadmisible’” (3).

En 2003 y 2004, las “revoluciones de color” en Georgia y en Ucrania suscitaron un giro en la política rusa, tanto en el plano exterior como en el interior, con la sanción de leyes cada vez más restrictivas sobre la libertad de organización y de expresión. Es en este período cuando Rusia comien-za a preocuparse por mejorar su imagen. Relanza su red cultural y lingüística, con el desarrollo de los centros Russkii Mir (“Mundo ruso”), e intenta ganar el apoyo de la diáspora (4). Su dominio de estas herramientas sigue siendo, empero, muy imperfecto, y sus dirigentes continúan re-curriendo a medios más tradicionales, en particular las presiones económicas y militares. Mucho más que un savoir-faire balbuciente en materia de comunicación, Fiodor Lukianov, jefe de redacción de la revista Russia in Global Affairs, señala la principal debilidad de su país: “Por ahora, el ‘poder suave’ carece de esa sustancia que volvería atractivo el modelo de de-sarrollo pregonado por Moscú”. Mientras que la URSS podía apoyarse en un fer-mento ideológico y en una oferta plausible de alternativa estratégica, “Rusia no con-sigue producir otra cosa que un discurso tradicionalista y conservador, claramente opuesto al progreso” (5).

En sus relaciones con las ex repúbli-cas soviéticas tentadas de acercarse a la

¿Puede Rusia ser una gran potencia?

En materia de política ex-terior rusa, los comien-zos del año 2014 están signados por dos acon-tecimientos capitales. En primer lugar, los Juegos

Olímpicos de Invierno de Sochi, cuya orga-nización generó en los medios occidenta-les una vasta campaña crítica del régimen de Vladimir Putin; luego, mientras los Jue-gos finalizaban, la crisis ucraniana. De al-guna manera, estos dos momentos repre-sentan las dos facetas de la nueva política exterior del Kremlin: por un lado, su intento de iniciarse en el soft power, el “poder sua-ve”, y por el otro, el recurso enérgico y más tradicional a las relaciones de fuerzas.

Los Juegos de Sochi tenían el propósito de mostrarle al mundo que Rusia era ca-paz de organizar un evento planetario de envergadura utilizando los medios más modernos, ya sea para la organización de las pruebas, ya sea para garantizar la se-guridad de los participantes en una región –el Cáucaso– particularmente sensible. Tenían que permitir mejorar su imagen en la opinión pública internacional, elemento esencial del restablecimiento de Moscú como actor principal de un mundo multi-polar (1). Sin embargo, su pleno éxito, pese a los ecos deformados que le llegaron al público occidental, no acarreó los efectos calculados. Los grandes medios no tuvie-ron ningún problema en suscitar la hostili-dad de la opinión poniendo el énfasis en las incertidumbres ligadas a la preparación de los Juegos, y sobre todo, detallando las leyes represivas votadas desde el retorno al poder de Putin: leyes sobre el control de las organizaciones no gubernamen-

Unión Europea y a la Organización del Tra-tado del Atlántico Norte (OTAN), Moscú no dejó de recurrir a sanciones económicas y aduaneras, como en diversos episodios de la “guerra del gas” con Ucrania. El si-tio ucraniano Newsplot publicó en 2013 un mapa que detallaba quince medidas de “guerra alimentaria” tomadas por Mos-cú contra sus vecinos occidentales en-tre 2005 y 2013 (6): bloqueo de los vinos georgianos y moldavos, de los productos lácteos bielorrusos, de la carne polaca, del choclate ucraniano, etc.

Y desde hace algunos años, Rusia ya no duda en resolver algunos conflictos mediante las armas. En agosto de 2008, el propio presidente georgiano le dio la oportunidad bombardeando la ciudad de Tskhinvali, en Osetia del Sur, y al cuartel de militares rusos que se encontraba allí. La respuesta fue rotunda. Las fuerzas rusas tomaron momentáneamente el control de todo el oeste de Georgia, y Moscú recono-ció la independencia de las dos regiones secesionistas de Abjasia y de Osetia del Sur, rompiendo de este modo el compro-miso adquirido en 1991 de respetar la in-tegridad territorial de la Comunidad de los Estados Independientes (CEI), que agrupa a ex repúblicas soviéticas. En marzo de 2014, luego de los acontecimientos de Kiev, Rusia tomó la iniciativa de ubicar a Crimea bajo su control militar, para luego proceder a su anexión al término de un re-feréndum organizado a las apuradas.

El Kremlin no oculta en modo alguno las razones de este nuevo recurso a la fuer-za. Y el desafío que lanza así al mundo supera de lejos el problema ucraniano. De hecho, reclama un replanteo total del con-junto de las normas que regulan la seguri-dad internacional. Su posición, expresada

Intento de alternar la fuerza y el soft power

Por Jean Radvanyi*

El retorno de Rusia a la escena internacional no carece de desvíos y contratiempos. Presionada por la inclinación de Ucrania hacia la órbita occidental, improvisó una brusca reconquista de Crimea. La tosca apelación a sus intereses

legítimos revela los límites de su poder de atracción.

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claramente por Putin en la cua-dragésima tercera conferencia sobre la seguridad en Munich, el 10 de febrero de 2007, se limita a unos pocos puntos. Moscú ya no acepta el doble discurso de algunos Estados occidentales, que mientras presentan reglas internacionales como inmutables por otro lado las infringen alegre-mente cada vez que les conviene.

Aprovechando el debilitamien-to de Rusia después del esta-llido de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia, algunos dirigentes estadounidenses pen-saron que era posible establecer el dominio de una superpotencia única: la suya. Pero, desde en-tonces, el mundo ha evoluciona-do. En consecuencia, conviene renegociar las bases de la segu-ridad asociando a ello plenamen-te los nuevos polos del poder, en particular los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Por último, hay que admitir que Rusia tiene sus propios intereses estratégicos legítimos y que pue-de defenderlos, tal como siempre lo hicieron Estados Unidos y los principales Estados occidentales en sus diversas zonas de influen-cia.

Desafíos occidentalesAl proponerles en 2008 a Ucra-

nia y a Georgia entrar en la OTAN, o al negociar con Kiev, a fines de 2013, un acuerdo de asociación con la Unión Europea, los dirigen-tes estadounidenses o europeos atentaban contra los intereses de Rusia en sus propias fronteras, y eran perfectamente conscien-tes de ello. Una parte de los di-rigentes estadounidenses, a los que se sumaron países europeos como Polonia o Suecia, nunca abandonaron la estrategia enun-ciada en su momento por Zbig-niew Brzezinski (7). Para Serguei Karaganov, uno de los asesores en política exterior del presiden-te Putin, frente al riesgo de ver a Ucrania entrar en la OTAN, con la perspectiva de que la Alianza re-cupere el puerto de Sebastopol, “Rusia tenía que defender sus in-tereses con mano de hierro” (8). Al anexar a Crimea y al acumu-lar tropas cerca de las fronteras orientales de Ucrania, les está diciendo a los dirigentes occi-dentales que salió de su período de debilidad y que defenderá sus intereses estratégicos, cueste lo que cueste en términos de rela-ciones diplomáticas o comercia-les. Pero… ¿tiene realmente los medios para lograrlo?

Hasta hace muy poco se hu-biera dirigido a Europa, socio tra-dicional principal tanto de sus in-tercambios culturales y humanos como de sus relaciones econó-micas. En 2013, la Unión Europea todavía era el primer cliente y pro-veedor de su comercio exterior. Sin embargo, al compartir con Turquía el privilegio de ser un Es-tado encabalgado entre los conti-nentes europeo y asiático, desde hace mucho tiempo muestra su interés por una complementa-riedad entre sus dos fachadas, una continental, al oeste, y la otra marítima, en la zona del Pacífico. Este designio no es nuevo: había calado hondo desde antes de la disolución de la URSS (1991) en el discurso de Mijail Gorbachov en Vladivostok, en 1986. Boris Yeltsin, y luego Putin, prosiguie-ron con los esfuerzos para di-namizar esta relación asiática. Y

varios factores concurren en la actualidad para un relanzamiento de esta estrategia de reequilibrio.

El más evidente es el impresio-nante dinamismo de la zona del Pacífico. Rusia espera ver que este auge favorezca, gracias a cooperaciones e inversiones, el renovado impulso de su econo-mía. Por ello Putin organizó en 2012 en Vladivostok la cumbre del Foro de Cooperación Econó-mica Asia-Pacífico (Asia-Pacific Economic Cooperation, APEC), de la que su país es miembro desde 1998. Por ende, este re-florecimiento del interés traduce la toma de conciencia de la crisis aguda por la que atraviesa el Ex-tremo Oriente ruso: su población no cesa de disminuir desde fines de los años 80 (el conjunto de esta vasta región perdió más del 20% de sus habitantes) a riesgo de dejar esta fachada estratégica totalmente desguarnecida frente a regiones chinas muy dinámicas.

Otro elemento determinante de la retórica del gran reequili-brio: el deterioro de las relaciones

con las instituciones europeas que, mientras se expanden ha-cia el Este, imponen sus propias reglas como marco obligado de las relaciones con los rusos, en particular en el dominio clave de la energía. Además de los pro-gramas sucesivos propuestos a algunos miembros de la CEI en el marco de la política de vecin-dad, a partir de 2004, y luego de la asociación oriental, lanzada en 2009, la Unión Europea se ha esforzado por disminuir su de-pendencia petrolera y gasífera de Rusia diversificando sus aprovi-sionamientos. Moscú se adaptó a estas evoluciones reorganizan-do sus circuitos de exportación hacia el oeste (construcción de gasoductos North Stream y Blue Stream, proyecto South Stream bajo el Mar Negro), pero también transfirió a Asia una parte de sus intercambios. Es así como, en 2011, China se convirtió en el pri-mer socio comercial de Rusia.

Atrasos estructuralesÉste es un elemento esencial

de la crisis actual: profundamen-te dividida en lo que atañe a la

conducta frente a su gran vecino oriental, la Unión Europea nunca aceptó realmente discutir acerca de esta relación no obstante fun-damental. No encaró una estrate-gia global de desarrollo y de se-guridad para una “gran Europa” que incluya a Rusia. Al criticar algunas fórmulas propuestas por Moscú, Bruselas prefirió atenerse a una política de distanciamien-to. Paralelamente, la atribución de un nuevo rol a la OTAN, cada vez más integrada a la estrate-gia estadounidense, reforzó la desconfianza del Kremlin. Esta actitud, manifestada por Europa en el momento en que sus insti-tuciones y su economía entraban en una profunda crisis, reconfortó la posición de los que predicaban un acercamiento acelerado a las nuevas potencias asiáticas y el relajamiento de las tensiones de las relaciones con una Unión de-bilitada, incapaz de trazar una vía distinta de la de Washington.

Sin embargo, este vaivén, muchas veces esgrimido como un espantapájaros y presentado como un medio de presión sobre

los europeos, plantea algunas di-ficultades, tanto técnicas como organizativas. En primer lugar, hay que superar un grave déficit de infraestructuras en materia de energía, de transportes o de vivienda en sus regiones orienta-les. Moscú parece por fin haber tomado cartas en el asunto, ya que ha creado un Ministerio de Desarrollo del Extremo Oriente; pero muchos expertos dudan de la eficacia de esta medida: las ne-cesidades económicas son enor-mes, y los gastos extravagantes de la cumbre de Vladivostok, en 2012, no permiten presagiar un uso eficaz de las inversiones. Por cierto, se ve surgir el comienzo de una red de transporte de energía hacia el Pacífico (proyecto Eas-tern Siberia-Pacific Ocean Oil Pi-peline, ESPO), pero Rusia acusa cierto retraso en las técnicas de gas licuado. Deberá pasar mu-cho tiempo antes de que pueda pensar en redirigir hacia Asia el volumen de hidrocarburos que le entrega a Europa.

Si bien China declara que se considera lista para proveer una

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dirigidos a algunos opositores, calificados, como en los peores momentos de la época soviética, de “agentes del extranjero”, la campaña mediática organizada en todo el país despierta muchos malos recuerdos. Por ahora, per-mitió reunir a la inmensa mayoría de la población alrededor de su presidente, el cual parece así to-marse la revancha del movimien-to del invierno de 2011-2012 (10). Pero los efectos a más largo pla-zo podrían ser temibles, tanto en el interior del país como en sus márgenes.

Varias regiones de Rusia (el Cáucaso, el Volga, pero también Siberia) están pobladas por mi-norías activas y atravesadas por movimientos antagonistas, des-de el islamismo radical al autono-mismo regional, muy crítico de la deriva centralizante del régimen. Nadie puede predecir cómo se traducirá esta exacerbación de nacionalismos. El poder autorita-rio actual parece a salvo de estas fuerzas centrífugas, ¿pero qué pasará en caso de debilitamiento ulterior, ya provenga de una sim-ple transición política o de una nueva crisis económica?

No obstante, las consecuen-cias más desestabilizantes de la anexión de Crimea podrían pro-ceder indudablemente desde el exterior. Estonia y Letonia cuen-tan aún entre su población cer-ca del 25% de rusos (a menudo apátridas). El referéndum orga-nizado en Crimea fue percibido como una amenaza, así como en Moldavia –donde está causando estragos el conflicto de la Trans-nistria – y en Kazajistán, cuya zona norte es ampliamente ru-sófona. Desde 1991, Nazarbaiev, el presidente kazajo, se ha com-portado siempre como un aliado indefectible de Moscú. Sus suce-sores, ¿se mostrarán igualmente dóciles? Después de la salida de Georgia de la CEI, en 2008, y lue-go de la de Ucrania, anunciada a partir del 19 de marzo de 2014, un simple distanciamiento crítico de Astana marcaría la quiebra de más de veinte años de intentos de los rusos por reorganizar a su antojo lo que, a comienzos de los años 90, llamaban su “extranjero próximo”.

Se pudo ver el primer signo de un aislamiento diplomático de Moscú el 27 de marzo último, cuando se votó en la Organiza-ción de las Naciones Unidas la re-solución que condenaba la ane-xión de Crimea: entre los Estados “amigos”, sólo Armenia y Bielo-rrusia votaron en contra. China se abstuvo, así como Kazajistán. Kirguistán y Tajikistán ni siquiera participaron de la votación (11).

Más allá de los gritos de vic-toria de los manifestantes rusos que saludaban su retorno al seno de la madre patria, y sin esperar eventuales deslices en Ucrania oriental, la anexión de Crimea bien podría revelarse como una victoria pírrica.

1. Véase Guillaume Pitron, “Los juegos de Putin”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, febrero de 2014.

2. Véase Olivier Zajec, “La obsesión anti-rusa”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2014.

3. Vladimir Putin, “La Rus-

se empezó a percibir a la pro-ducción de soja como peligrosa. Si generaba una renta tan eleva-da y llevaba a los productores a dejar de lado otros cultivos algo malo debía tener… Este análi-sis, producto de conjeturas, no se sostiene en la realidad de una producción que es exportada a un centenar de países y que ha contribuido al desarrollo de los pueblos del interior. Por supuesto que existen bolsones de pobre-za, situaciones lamentables que no se pueden atribuir a la soja, y también es posible que se pro-duzca la degradación de los sue-los. Pero si ocurre, no es por la soja sino por las labranzas, y no es lo que sucede en Argentina, donde los métodos de arado se dejaron de lado hace tiempo.

El sector agropecuario argen-tino está atento a las oportu-nidades y rápidamente adopta tecnologías no sólo rentables sino también sustentables para desarrollar las cadenas de valor. La importancia de la soja es tal que el país está pendiente de la cosecha como si se tratara de un recurso público y no de una pro-ducción privada, y en este senti-do la población no agropecuaria debe entender que la sustentabi-lidad del campo está asegurada y que, más allá de la soja, estamos frente a un nuevo desafío: gracias a los avances científicos de la biotecnología, las plantas se po-drán modificar y, a partir del sol, el agua y la fotosíntesis, se abre una puerta enorme hacia posibili-dades cuyos límites están sólo en nuestra imaginación.

*Doctor en Bioquímica de la Universidad Nacional de Ro-sario (UNR), profesor titular de Fisiología de la Facultad de Ve-terinaria de la UNR, productor agropecuario, ex presidente de la Confederación de Asociaciones Americanas para una Agricultura Sustentable (CAAPAS) y funda-dor de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID).

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

“Tratar de encontrar, detrás del sustantivo, la sustancia”

L os mitos consti-tuyen formas de pensar, creen-cias; no importa que sean ver-daderos sino

que sean creíbles y que, por lo tanto, se actúe en consecuen-cia. Como la vida requiere ilu-siones que la sostengan, algu-nos comportamientos humanos han estado y siguen operando en función de ciertos mitos: la soja constituye un claro ejem-plo. Pero a la hora de la verdad, cuando se necesita un plato de comida para alimentar a 7.000 millones de personas, la opinión pierde relevancia frente a la cien-cia y el conocimiento, la verdad y sus consecuencias.

¿Por qué se consume soja y sus subproductos más impor-tantes, harina y aceite? En pri-mer lugar, es preciso aclarar que como humanos somos animales monogástricos, por lo cual no fa-bricamos una serie de aminoáci-dos, que son las moléculas que constituyen nuestras proteínas. Las proteínas constituyen las for-mas químicas básicas que hacen a la vida: son las enzimas que ca-talizan los procesos metabólicos como respirar, digerir alimentos, fabricar otras proteínas, etc. Las proteínas forman las fibras mus-culares y nerviosas. La hemoglo-bina, por ejemplo, es una proteína que permite transportar el oxíge-no del pulmón al dedo gordo del pie. El ser humano fabrica proteí-nas pero para ello necesita ami-noácidos, algunos de los cuales puede fabricar y otros no. Estos últimos, llamados aminoácidos esenciales, se adquieren de las plantas o animales a través de la dieta. En otras palabras, los seres humanos no tenemos la capaci-dad para sintetizar todos los ami-noácidos que necesitamos para vivir y necesariamente los tene-mos que obtener de las fuentes que nos ofrece la naturaleza.

La semilla de soja constituye una de las fuentes principales de estos aminoácidos, pero el ser

humano no la puede aprovechar porque no puede descomponer-la. Para hacer posible su diges-tión la soja debe ser desactivada mediante el calentamiento a una temperatura determinada por un tiempo también determinado.

En Argentina, salvo entre los vegetarianos, esta práctica no es habitual, y la soja se incorpora indirectamente cuando se consu-me pollo, huevos o carne de cer-do, productos que tienen harina de soja que ha sido desactivada en el proceso. La enorme deman-da de la soja se explica por el he-cho de que es la principal fuente de proteínas vegetales y la prin-cipal fuente de proteínas de los animales monogástricos –pollos, cerdos, etc.– que luego son inco-porados a la dieta humana.

El cultivo en ArgentinaCuando, siguiendo el ejemplo

de Estados Unidos, se incorporó el cultivo de soja en Argentina, fue bien recibido, en una primera etapa, por la comunidad vege-tariana. Los productores, con el apoyo del INTA y algunas cáte-dras universitarias, aprendieron a manejar el cultivo. También las empresas aceiteras, que proce-saban semillas de girasol y maní, rápidamente se adaptaron y ge-neraron una demanda de soja que se transformó en un boom, que empezó en un pequeño pue-blo del sur de Santa Fe, Arequito, con el trabajo de pequeños pro-ductores.

Pasada esta primera etapa se inició un proceso de expansión del cultivo y de crecimiento de la industria de la soja. Este proce-so se dio simultáneamente con el cambio de paradigma que consti-tuyó la siembra directa. Esto per-mitió terminar con las labranzas como proceso necesario para la producción del grano y evitar el costo de degradación de los sue-los. Fue así que soja y siembra directa integraron un proceso vir-tuoso de producción y conserva-ción afincado en los pueblos del interior del país, empezando por Santa Fe.

En ese momento, probable-mente por falta de información,

Mitos y realidadesdel éxito

parte de los capitales para redu-cir estos retrasos, sus compras de materias primas sólo pueden hundir más a Rusia en su rol de simple proveedor de productos primarios, y diferir aun más su modernización. Por otro lado, la extrema centralización de las prácticas federales tiende a bloquear las iniciativas locales. Muchos siberianos reivindican cada vez más abiertamente una autonomía de decisión, la única capaz, según ellos, de asegurar un verdadero impulso renovado de sus regiones. Ahora bien, sin lugar a dudas, el sistema putinia-no no se compromete en dicha vía (9).

Otra dificultad: la incapacidad de Moscú para impulsar relaciones positivas entre los diferentes Es-tados del espacio postsoviético. Mientras que la CEI nunca se convirtió en ese mercado común oriental bajo dominio ruso con el que soñaba Yeltsin en 1991, los intentos del Kremlin por consoli-dar un núcleo de Estados que le sean fieles no pueden dejar de sorprender por su carácter vaci-lante. En el marco de la mayor de las confusiones terminológicas y organizativas, se crearon no me-nos de cuatro conjuntos econó-micos imbricados: la Unión Adua-nera Espacio Económico Único, la Comunidad Económica Eura-siática (EurAsEC) y zona de libre comercio en el seno de la CEI, sin contar la Unión Eurasiática –o eu-rasiana–, propuesta desde 1994 por el presidente kazajo Nour-soultan Nazarbaiev, que debía ser establecida en 2015. Todas estas organizaciones se articulan alrededor de un núcleo común constituido por Rusia, Bielorrusia y Kazajistán. A él se unen, según los casos, tres o cuatro de los Es-tados de Asia Central (Uzbekistán es, en el mejor de los casos, un observador), y a veces, por ejem-plo en la Unión económica y en la zona de libre comercio, Moldavia y Ucrania.

Pero ninguna de estas estruc-turas funciona realmente, en gran medida a causa de las exigencias contradictorias de Moscú, intere-sado por sobre todas las cosas en preservar su libertad de acción y su control de los Estados a los que considera como pertenecien-tes a su esfera de influencia. Esta actitud tiene el efecto principal de que cada uno de estos países, para descomprimir la tenaza de las presiones rusas, multiplica las relaciones con terceros actores influyentes: Estados Unidos, Eu-ropa, China, Irán… Los Estados de Asia Central parecen recurrir cada vez más a la cooperación china como medio de diversi-ficar sus intercambios, mucho más allá de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), donde se encuentran con sus dos poderosos vecinos. Una cosa está clara: este rompecabezas internacional traduce la dificultad de Rusia para definir un nuevo equilibrio en sus relaciones con sus vecinos en lo sucesivo inde-pendienes. Y la crisis ucraniana bien podría complicarle más aun la tarea.

Putin creyó bueno acompañar la anexión de Crimea con una movilización sin antecedentes alrededor de la defensa de los compatriotas rusos separados de la madre patria desde el estalli-do de la URSS. Con sus ataques

La mirada de un biólogo y productor

Por Víctor Trucco*

sie dans un monde changeant”, Moskovskie Novosti, Moscú, 27-2-12 (en ruso).

4. Tatiana Kastoueva-Jean, “‘Soft power’ russe: discours, outils, impact”, Russie. Nei. Re-ports, N° 5, Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), octubre de 2010.

5. Fiodor Loukianov, “Les pa-radoxes du soft power russe”, La Revue internationale et stratégi-que, Instituto Francés de Relacio-nes Internacionales y Estratégi-cas (IRIS), N° 92, París, 2013.

6. www.newsplot.org (en ucra-

niano).7. Zbigniew Brzezinski, Le

Grand Echiquier. L’Amérique et le reste du monde, Bayard, París, 1997.

8. The Financial Times, Lon-dres, 5-3-14.

9. “La Sibérie, Eldorado russe du XXIe siècle?”, La Revue inter-nationale et stratégique, op. cit.

10. Véase Jean Radvanyi, “Las expectativas de la sociedad rusa”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2012.

11. La resolución que conde-naba la anexión de Crimea obtu-

vo cien votos a favor y once votos en contra. Hubo cincuenta y ocho abstenciones.

*Profesor en el Institut Natio-nal des Langues et Civilisations Orientales (INALCO), codirector del Centro de Investigaciones Europa-Eurasia (CREE). Autor de Retour d’une autre Russie, Le Bord de l’Eau, Lormont, 2013.

Traducción: Viviana Ackerman