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Las penas ocultas de la clase media:
empleados pblicos e identidad en Chile Contemporneo.
Imagen portada 001
Fuente: Empleados del Servicio de Salud en Campaa de Vacunacin, en las
puertas del Cementerio Nmero 1, Iquique, 1936.
Album de la familia Candina.
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A Hugo Beltrn ngel.
In memoriam.
3
En aquel tiempo, el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban, como
ahora, incomunicados. Eran, adems, muy diversos; no coincidan ni los seres ni los
colores ni las formas. Ambos reinos, el especular y el humano, vivan en paz; se entraba y
se sala por los espejos. Una noche, la gente del espejo invadi la tierra. Su fuerza era
grande, pero al cabo de sangrientas batallas las artes mgicas del Emperador Amarillo
prevalecieron. Este rechaz a los invasores, los encarcel en los espejos y les impuso la
tarea de repetir, como en una especie de sueo, todos los actos de los hombres. Los priv de
su fuerza y de su figura y los redujo a meros reflejos serviles. Un da, sin embargo,
sacudirn ese letargo mgico.
Jorge Luis Borges, El Libro de los Seres Imaginarios.
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Introduccin.
En una resea a la obra del escritor Luis Merino Reyes1, la Revista Punto Final
public en 1997 el siguiente comentario:
(..) Merino Reyes no se interes por los personajes proletarios que tanto conmovieron a la generacin del 38. Su espacio de creacin es la clase media con sus limitaciones econmicas, sus aperturas intelectuales, sus frustraciones, su afn de conservar la forma, su mitologa sobre pasados esplendorosos, su arribismo social.2
Esta investigacin ha estado animada, en parte, por el mismo inters; conocer a
esos otros grupos del mundo de los trabajadores. Los (quizs) menos heroicos,
aquellos para los cuales no se han escrito cantatas ni son la imagen retratada en los
afiches revolucionarios; los que no han despertado, al parecer, odios profundos o
admiraciones declaradas. Esta vez desde la disciplina histrica, nos ha interesado
reflexionar sobre la identidad colectiva, la asociatividad y la actuacin del huidizo
grupo de los empleados, de los trabajadores estatales de 'terno y corbata' o 'cuello
blanco': esa parte de una difusa clase media asalariada que no ha sido
sistemticamente estudiada por la historiografa social chilena, como veremos
aqu.
Me interes este grupo precisamente por su calidad gris, por su carcter de tierra
de nadie en nuestra historia reciente. Vengo yo misma de esa terra incognita, de los
1 Luis Merino Reyes naci en 1912, en Japn, donde su padre militar cumpla una misin para el gobierno de Chile. Estudi en el Liceo Alemn de Santiago y luego en la Escuela Militar. En 1933 se retir de las Fuerzas Armadas para dedicarse a la literatura y el periodismo. Ha recibido el Premio Municipal de Literatura en los gneros de poesa y cuento; el Premio Zig-Zag por su novela Regazo amargo y el Premio Atenea de la Universidad de Concepcin por su novela ltima llama. 2 Revista Punto Final, Los antihroes de la clase media, N 392- 18 de abril de 1997, p. 23.
5
inmigrantes que no se volvieron empresarios cuyos manicurados descendientes
sonren hoy en las pginas sociales de El Mercurio, de las dueas de casa con
abuelas campesinas del Norte Chico, de funcionarios pblicos que trabajaron una
vida para el Estado y terminaron sus das preguntndose si haba valido la pena
confiar en la carrera funcionaria, que tan buena oportunidad pareci all en los '30
o los '40, y que finalmente les retribuy tan poco. Conoc, como menciona Merino
Reyes, sus estrecheces y sacrificios, su responsabilidad en la pega, su costumbre de
nunca salir a la calle sin la camisa bien planchada y los zapatos lustrados. Siempre
quisieron una casa propia y una educacin para sus hijos, y soaron con que
fueran 'ms que ellos': no porque ellos fueran poca cosa, sino porque estaban
seguros de que la educacin y la profesin ('el cartn') eran importantes; ms
importantes que la plata, en muchas ocasiones. Cultivaron la sobriedad en la ropa
y en el trato, creyeron en Dios pero no siempre en la iglesia, respetaron la ley pero
nunca trataron a alguien de 'patroncito' y vivieron en una cuidadosa mediana:
mediana y sobriedad que quizs ha vuelto su historia algo invisible.
Su historia es la historia --parcial o totalmente-- de tantos de nosotros y de tanta de
nuestra memoria social, que es necesario rescatar aunque sea una pequea parte de
ella. Evidentemente, no me parece que se trate slo de un asunto cuantitativo, ni
anima a este trabajo un solo afn de rescatar memorias que en parte son
personales: creemos tambin, --quienes nos hemos aventurado por sus aventuras--
que comprenderlos es iluminar otro zcalo de nuestro recientemente terminado
siglo XX, sin el cual este siglo XXI --para bien y para mal-- no sera el que vivimos.
De all que este trabajo, con todas sus falencias, no pretende ser una descripcin
exhaustiva ni concluyente de las organizaciones de los empleados y sus luchas, ni
ninguna forma de descripcin, en verdad. Se trata, como veremos, de una ruta
exploratoria que deja muchas preguntas abiertas y pendientes, pero que al menos
ha tenido el mrito de levantarlas.
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Debo agradecer aqu a quienes entregaron sus testimonios para este trabajo, a la
colaboracin de Carla Vargas, Romina Flores y Daniel Faur, que participaron
como ayudantes en distintos perodos de esta investigacin, los valiosos
comentarios de los acadmicos Alejandra Araya y Pablo Artaza, compaeros del
Departamento de Ciencias Histricas de la Universidad de Chile, y al profesor
Eduardo Cavieres Figueroa, quien dirige la tesis de doctorado de la cual esta
investigacin es parte. Asimismo, se reconoce el apoyo de la Direccin de
Investigacin de la Vicerrectora Acadmica de la misma Universidad que auspici
este trabajo, a partir del Proyecto DI-2005, 'Identidad y clase social: el caso de los
grupos medios en Chile contemporneo'.
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1. Marco conceptual y metodolgico. Dnde estaban, dnde estn y cmo llegar.
Por razones y costumbres que se explicarn ms adelante, los empleados pblicos
han sido definidos y se han autodefinido como parte de los grupos medios en el
imaginario social chileno y tambin en trminos de las clasificaciones sociales
hechas desde la historia y la sociologa. Fue relevante en esta investigacin, por lo
tanto, reflexionar en torno a una definicin bsica de qu se entender por sectores
o grupos medios, en tanto slo son definibles a partir de la situacin del conjunto
de los sectores socioeconmicos de la sociedad.
Entenderemos aqu a los grupos medios como aquellos individuos o familias que
se encuentran --debido a su ingresos, capacidad de ahorro o de inversin-- en una
situacin en la que han podido satisfacer las necesidades ms elementales (como
alimentacin, vestido y vivienda) y que cuentan con un cierto excedente
econmico que les permite tomar decisiones como ahorrar y/o acceder a algunos
bienes considerados no imprescindibles para la sobrevivencia3. De tal manera,
pueden definirse fuera de los claramente pobres, entendidos aqu como aquellos
que no alcanzan a cubrir las necesidades ms bsicas para la vida digna, y un poco
ms cerca de los ms ricos, para quienes esas necesidades se dan por descontado
como satisfechas. Veremos ms adelante cmo, entonces, uno de sus problemas a
resolver fue encontrar las fuentes (particularmente el dinero, pero no solo el
dinero) para llegar o mantenerse en esa situacin y hacerla sostenida en el tiempo.
3 Esta definicin viene de la planteada por Gabriel Salazar, 1986, Para una historia de la clase media en Chile, Documento de trabajo SUR num. 60. Se plantea a los grupos medios como aquellos que han alcanzado satisfaccin mnima de necesidades primarias y el manejo de un elemental poder de disposicin sobre factores productivos y de servicio, o excedentes de ingreso.
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Por supuesto y por su mismo carcter, esta definicin invalida el uso de
parmetros fijos para el siglo XX. Sabemos que la definicin de qu es lo mnimo
necesario para vivir cambia histricamente; uno de los objetivos de esta
investigacin ha sido definir cules han sido los parmetros construidos por los
mismos sujetos acerca de qu es 'lo mnimo', que es 'lujo' y cmo se consigue,
entonces, volverse 'clase media', y cmo eso tambin ha cambiado a lo largo del
siglo XX. Por otra parte, tambin cambia cuantitativamente el ingreso mnimo para
poder cubrir estas necesidades, dados los vaivenes de precios y de la inflacin que
incide en la capacidad adquisitiva. Esto ltimo es slo un ejemplo de los
numerosos factores que pueden incidir en una definicin de ese 'mnimo necesario'
para ser considerado clase media.
La definicin anterior, sin embargo, no explica necesaria ni mecnicamente por qu
los empleados pblicos pueden ser considerados parte de la clase media nacional.
De hecho, el trmino clase media, en relacin a los empleados de cuello blanco, se
relativiz mucho en el desarrollo de este trabajo, aunque no pudiese soslayarse;
los empleados del Estado y tambin los particulares han sido vistos (y se han visto
a s mismos) como parte de ella. Tendremos que hacer aqu referencia a ese
trmino, pero sin perder de vista que se trata de una denominacin muy flexible
que ha abarcado grupos que poco han tenido en comn, salvo el no ser
decididamente pobres ni ricos.
Por ello y no sin razn, los grupos sociales que han cado dentro de la calificacin
de grupos medios han sufrido la maldicin de ser calificados como
'extremadamente heterogneos', 'unidad simblica' ms que clase social4, proyecto
4 Adler Lomnitz, Larissa y Ana Melnick, 1998, Neoliberalismo y clase media: el caso de los profesores en Chile, DIBAM y Centro de Investigaciones Barros Arana, Santiago de Chile, introduccin.
9
ms que realidad; un hbrido con un pie aproblemado y acomplejado en el mundo
duro de los pobres y una mano extendida y atenta hacia el mundo muelle de los
ricos. Es decir, un sujeto que no puede construirse como un objeto de estudio claro,
una suerte de piedra de tope historiogrfica mal ubicada entre los proyectos
reivindicativos de los desposedos y marginados y la hegemona vigilante de los
poderosos.
En esta investigacin, es posible afirmar --dada la revisin bibliogrfica realizada--
que no podemos hablar de una ausencia de los distintos grupos medios en la
reflexin histrica, sino ms bien de dos fenmenos. Primero, una falta de
integracin de los estudios existentes sobre ciertos grupos en particular
(empleados, pequeos y medianos comerciantes, maestros) a la reflexin ms
general sobre la historia social de Chile contemporneo. En segundo lugar, menor
prioridad de su estudio en tanto grupos participantes en la poltica nacional.
Quizs el motivo de esta falta de sistematizacin se basa en que durante gran parte
del siglo XX la historia como disciplina crtica tuvo otras urgencias: tanto la
historia social hecha por el marxismo clsico como la nueva historia social
desarrollada desde la dcada de 1980 centraron sus investigaciones en la capacidad
de los evidente e incontestablemente explotados (obreros, grupos marginales) para
levantar acciones de resistencia contra la represin fsica, econmica y social a la
que haba sido sometida desde la poca colonial hasta nuestros das. Las
emergencias revolucionarias, las masacres y persecuciones siguientes marcaron el
mapa del anlisis. La lucha antidictatorial desde 1973 hasta los aos noventa marc
tambin, por supuesto, dicha urgencia, en la medida que, como ha indicado
Valderrama, se construy sobre la relectura del marxismo clsico y en el combate
10
contra el autoritarismo de la dictadura5. Ello provoc que aquellos grupos que no
pertenecieron a la lites dominantes polticamente pero que tampoco se
visibilizaron como sus contendores ms directos quedaran en la sombra; entre
ellos, numerosos sujetos asociados a los 'grupos medios'.
Por supuesto, este trabajo no pretende aseverar que el estudio de los llamados
grupos medios sea ms importante hoy (o lo hubiese sido ayer) que el de los
sectores populares o las lites sociales. Sin embargo, postula que para la
comprensin de nuestra historia social reciente es tan importante como ellos. Por
una parte, han sido llamados baluarte de los valores republicanos, base del
desarrollo de la democracia y esperanza para un futuro de igualdad de
oportunidades y de bienestar. Por otra, sectores arribistas, heterogneos, 'traidores'
a la causa de la revolucin y a la necesaria alianza con los sectores populares para
el cambio social. Alain Joxe afirmaba, por ejemplo, que estaba pendiente una
'genealoga de la clase media'. Como muchos, consideraba esta genealoga
importante en la medida que el comportamiento de los grupos medios (en el caso
de su estudio, particularmente de los oficiales de ejrcito) sera decisivo para las
posibilidades de un cambio de orden revolucionario. Si grupos medios como la
oficialidad apoyaban un proyecto de derecha o se sumaban a una alternativa de
reforma de la sociedad sera esencial para la sobrevivencia de un proyecto
socialista6. De una manera o de otra, se les asign a la clase media determinados
papeles en la poltica nacional del siglo XX, tanto de liderazgo de los trabajadores
organizados como de reaccionarios acomodados en el Estado.
5 La bibliografa a este respecto es muy extensa. Ver los trabajos de Salazar, Gabriel, particularmente la introduccin a Labradores, Peones y Proletarios, LOM Ediciones; e "Historia social; para qu?", en Revista Nuestra Historia, Universidad de Chile, 2006, p. 41 y ss. Tambin Miguel Valderrama, "Renovacin Socialista y Renovacin Historiogrfica", PREDES, Universidad de Chile, Septiembre de 2001, passim. 6 Joxe, Alain, 1970, Las fuerzas armadas en el sistema poltico chileno, Editorial Universitaria, pp. 133 y ss.
11
Los hechos mostraron que las preocupaciones de Joxe no estaban alejadas de las
encrucijadas que vivi Chile en la decada de 1970. Los llamados 'partidos de clase
media', como la Democracia Cristiana, no entregaron su apoyo al proyecto
socialista de la Unidad Popular, ni generaron un pacto que hubiese colaborado a
su sobrevivencia. Grupos medios como los pequeos y medianos empresarios y
comerciantes prefirieron instalarse en la oposicin en el perodo 1970-1973 y
celebraron el advenimiento de la Dictadura. Al menos, esa es la visin que ha
quedado instalada en la historiografa y que comprueban ciertas fuentes7.
Pero una vez ms las reflexiones posteriores al Golpe de estado de 1973 parecieron
aplazar el proyecto de estudiar a estos otros grupos de asalariados, es decir, a
aquellos que no fueron identificados como posible motor de cambios profundos o
revolucionarios en el pas. El autoritarismo como fenmeno (y su horror), la
reflexin sobre las razones del fracaso de la agenda de la Unidad Popular y luego
los 'reventones histricos' de las protestas populares y los avatares de la transicin
a la democracia volvieron a opacarlo. Puede sumarse, ms tarde, que el estudio de
la sociedad y el cambio social segn el enfoque de las clases sociales ha cado en
desuso, hasta no encontrar hoy en Chile ms que casos aislados de trabajo8. Las
ciencias sociales (y la historia social y cultural) dieron a mirar y a analizar la
7 Ver las manifestaciones de apoyo de los gremios de pequeos comerciantes y pequeos y medianos empresarios al Golpe de Estado en la prensa nacional desde 1974 hasta aproximadamente 1980, en Azun Candina, 2001, "La fecha interminable: instalacin y memoria del 11 de septiembre en Chile", en Elizabeth Jelin, compiladora, Las fechas in-felices, Coleccin Memoria Colectiva y Represin, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires. 8 Valga como ejemplo el trabajo de tesis de Liliana Manzano. Una de las dificultades encontradas por la investigacin fue que desde fines de la dcada de 1980 fue muy difcil encontrar estudios que se refirieran a los grupos sociales como clases y que utilizaran ese enfoque en el procesamiento de la informacin sobre salario, propiedad u opciones polticas. Ver Manzano, Liliana, 2005, Clases y estratos sociales en Chile: anlisis de sus transformaciones durante la dictadura militar, Tesis para optar al grado de Licenciado en Sociologa, Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Sociologa.
12
sociedad ms en trminos de identidad, gnero y etnia, y la dupla
explotadores/explotados dio paso a la tensin de lo local/global, de
marginales/integrados y de alternativos/neoliberales. La individualizacin de los
grupos medios en cuanto a tales, que ya era difcil segn el enfoque marxista
clsico, se llenaba ahora de un nuevo pliegue de dificultades: cmo identificar a
quienes parecen representar a la gran mayora, pero que no se agrupan ni como
etnia ni como gnero, y tampoco parecen fcilmente definibles segn la categoras
de lo local/global, o de alternativos/neoliberales?.
Pero este pliegue de dificultades se ha entendido en esta investigacin como una
oportunidad. La ruptura o el estallido de categoras ms bien rgidas en la
definicin de los sujetos en trminos estructurales ha abierto la posibilidad de
dilogos que antes hubiesen sonado demasiado extranjeros, quizs, en la disciplina
histrica.
La definicin por la identidad.
Esto nos lleva al segundo marco definitorio de nuestra investigacin. En El
mundo como representacin, Roger Chartier ha afirmado que la historia cultural de
lo social plantea un intento por superar el (falso) debate entre la objetividad de
las estructuras y la subjetividad de las representaciones. Este debate ha opuesto
enfoques estructuralistas a investigaciones fenomenolgicas, creando, por un
lado, trabajos a gran escala generalmente basados en el anlisis de las clases
sociales, y por otro, estudios de comunidades ms pequeas y consideradas
homogneas. Chartier ha planteado, en esta lnea, la importancia de desarrollar
una historia de la luchas por la representacin entendidas como las luchas por
hacer reconocer una identidad social, que no est separada de la construccin de
13
clase (en un sentido socioeconmico estricto) como fue planteada por el
estructuralismo. As, el enfoque se apartara de una historia social ocupada casi
exclusivamente de las luchas econmicas, regresando sin embargo a lo social a
partir del estudio de las estrategias simblicas que determinan posiciones y
relaciones y que construyen para distintas clases o grupos la percepcin de un
ser de su propia identidad9.
No compartimos, sin embargo, que (al menos en Chile) la historia social haya
estado centrada slo en lo econmico. Habra que precisar que buscamos mover
el foco de atencin de la sola descripcin de las luchas sociopolticas contenciosas
a un anlisis que involucre la mayor complejidad de los procesos de constitucin
de actores sociales y el abanico de sus acciones. En este sentido, es mejor referirse
a la crtica de Garca Canclini, cuando afirma que los estudios sobre los grupos
populares y su relacin con los grupos dominantes se centraron durante largo
tiempo en el enfrentamiento y los conflictos abiertos, oscureciendo el amplio
campo de las negociaciones y alianzas que se producen entre diferentes
clases/grupos sociales10. Como si, en el campo de la realidad, las clases y
subclases sociales hubiesen estado siempre en trincheras opuestas, clara e
indudablemente delimitadas, o como si su historia fue digna de ser estudiada
slo cuando el enfrentamiento fue muy visible y se convirti en 'revolucin', y
muy especialmente, en revolucin derrotada.
Dado que los historiadores han reconocido cada vez ms el 'poder de lo
imaginado', se entiende este estudio como un esfuerzo de profundizacin en la
importancia que factores como el lenguaje, los cdigos sociales y separaciones
9 Roger Chartier, 2002, El Mundo como representacin, Gedisa, p. 57. 10 Ver Nstor Garca Canclini, 1995, Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalizacin, Editorial Grijalbo, Mxico, p. 173 y ss.
14
como la divisin entre 'clase media' y 'clase trabajadora' han tenido en la misma
realidad histrica11. Peter Burke ha denotado que si es posible definir una lnea
divisoria entre lo 'cultural' y lo 'social', sta puede estar dada a partir de lo
siguiente: entender a la historia cultural como aquella que se centra en
desmontar y analizar lo considerado como fenmenos 'naturales', como los
sueos, la memoria o el tiempo, y emplear el trmino 'social', para referirnos a
una aproximacin particular a su historia, en la medida que 'artefactos culturales'
como el lenguaje y el humor se dan en situaciones sociales especficas,
entendemos de ello12. Por supuesto, la lnea divisoria es frgil pero al mismo
tiempo rica en posibilidades de anlisis: el cmo los sujetos llegan a considerar
'naturales' ciertos comportamientos tiene una historia que no podemos llegar a
entender si no revisamos la manera en que las instituciones y las organizaciones
construyen modelos de comportamiento de los cuales los sujetos se apropian y a
la vez modelan y cambian en sus prcticas sociales.
Esto implica tambin definir aqu qu vamos a entender, en lneas gruesas, por
conceptos como cultura, identidad y representacin. En torno al concepto de
cultura, nos acercamos a una definicin histrico-antropolgica. Este enfoque
hace nfasis en la cultura como "los procesos de produccin y transmisin de
sentidos que construyen el mundo simblico de los individuos y la sociedad.
Esos procesos comprenden la produccin organizada de bienes simblicos
(textos en general; conocimientos, informaciones, imgenes, modas, dolos,
currcula, bienes de salvacin, interpretaciones, concepciones del mundo, etc.)
y la continua produccin de sentidos a nivel de las relaciones cotidianas
mediante las interacciones situadas en que los individuos se ven envueltos con
11 Burke, Peter, 1997, Historia y Ciencia Social, Instituto Mora, Mxico, p. 143. 12 Burke, Peter, 2006, Qu es la historia cultural?, Editorial Paidos, Barcelona, p. 140.
15
otros y consigo mismos13. Valga la pena enfatizar aqu los conceptos claves de
produccin, smbolo y relaciones. Unidos entre s, remiten a la imagen de un
comportamiento dinmico, en el cual los individuos se convierten en sujetos a la
vez receptores y creadores de sentidos, mediante la apropiacin y seleccin de
los mismos a partir de sus propios contextos.
Lo anterior remite a destacar como significativo que esta definicin de cultura se
acerca a los postulados de uno de los iconos de la historia social contempornea, el
historiador britnico E.P. Thompson, referido al estudio histrico de las clases
sociales y la produccin de una conciencia de clase. Thompson seala que la
relacin entre la clase y la conciencia de clase son un proceso, cuyos resultados no
se encuentran predeterminados por ninguna teora ni 'deber ser' especfico. Quizs
compartiendo con Nietzsche la creencia de que nada que tenga historia puede
definirse, en la introduccin de una de sus obras ms ledas y discutidas
Thompson escribe esta verdadera declaracin de principios al respecto:
"Por clase entiendo un fenmeno histrico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados en lo que se refiere tanto a la materia prima de la experiencia como a la conciencia. Y subrayo que se trata de un fenmeno histrico. No veo la clase como una estructura, ni siquiera como una categora, sino como algo que tiene lugar de hecho (y se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas. (...) Todava ms, la nocin de clase entraa la nocin de relacin histrica. Como cualquier otra relacin, es un proceso fluido que elude el anlisis si intentamos detenerlo en seco en un determinado momento y analizar su estructura. Ni el entramado sociolgico mejor engarzado puede darnos una muestra pura de la clase, del mismo modo que no puede drnosla de la deferencia o del amor"14.
13 Brunner, Jos Joaqun, Alicia Barrios y Carlos Cataln, 1989, Chile: transformaciones culturales y modernidad, FLACSO, Santiago, p. 21. 14 Edward Palmer Thompson, Prefacio, La formacin de la clase obrera en Inglaterra, en Thompson, 2001, Obra Esencial, (edicin de Dorothy Thompson), Editorial Crtica, Barcelona, p. 13.
16
La ltima frase de Thompson comprenda su crtica al estructuralismo o el
funcionalismo venido de la sociologa, especialmente a la obra de Darhendorf, a la
que criticaba el 'congelamiento' en sus anlisis de algo que no est nunca
congelado ni detenido en el tiempo, como son las sociedades humanas.
Para Thompson, la clase es una relacin y no una cosa: de tal manera, tambin, la
conciencia de clase no surge siempre de la misma forma, por lo que no se pueden
constituir leyes sobre la misma. "La conciencia de clase", afirma Thompson, "es la
forma en que se expresan estas experiencias en trminos culturales: encarnadas en
tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la
experiencia aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo est"15.
Los hombres detenidos en el tiempo, observados uno a uno, no son ms que
millares de individuos con una multitud de experiencias: pero si observamos a
esos hombres a lo largo de un perodo suficiente de cambio social, observaremos
pautas en sus relaciones, sus ideas y sus instituciones16.
Significa esto que entonces es imposible o casi imposible llegar a alguna
definicin al respecto? Thompson resuelve esa pregunta en la misma afirmacin
previa; si bien las relaciones y la conciencia de clase son fluidas y no pueden ser
definidas de manera esttica, s es posible detectar pautas a lo largo de un perodo
determinado. Es el trabajo que desarrolla en el texto sobre la formacin de la clase
obrera en Inglaterra, Thompson pone en prctica su enfoque analizando, por
ejemplo, las prcticas de lectura en la formacin de una 'cultura intelectual obrera'
penosamente conseguida por artesanos alfabetos formados en la lectura del
Antiguo Testamento, los trabajadores manuales analfabetos que iban a las tabernas
a escuchar las lecturas en voz alta y los elementos propios de las culturas locales de
15 Thompson, Op. Cit., p. 14. 16 Thompson, Op. Cit., p. 15.
17
estos sujetos17. En otras palabras, Thompson se distancia de un estructuralismo
determinista, enfocando la investigacin a descubrir cmo y de qu manera
prcticas sociales concretas crean aquello que podemos llamar 'conciencia de clase',
y no cmo una abstraccin, sino como expresin nica de un proceso especfico.
En ese enfoque, definimos identidad como la tensin permanente producida entre
la necesidad de construir esos sistemas de relaciones y smbolos propios de la
cultura sobre una base estable, y las caractersticas cambiantes de esos sistemas de
relaciones en la vida real y cotidiana de los sujetos. La identidad contiene, como
han subrayado distintos autores, siempre una paradoja: quiere ser piedra angular
del s mismo y espacio de seguridad y a la vez es un espacio en transformacin
permanente18. Mervyn Bendle, en un texto poco conocido en nuestros debates, ha
propuesto que la pregunta por la identidad debe ser dividida en dos campos: la
identidad como un proceso social vivo, y la 'identidad' como un concepto
discutido en el mundo acadmico. Hay una contradiccin inherente, segn Bendle,
entre una valoracin de la identidad como fundamental y crucial para el bienestar
personal, y una teorizacin de la 'identidad' que la ve como algo construido, fluido,
mltiple, no permanente y fragmentario. De tal manera, el autor distingue varias
tendencias desde las cuales es posible construir un mapa de cmo se entiende la
'identidad', en tanto concepto aplicado al anlisis de la realidad:
- en trminos de similitud y diferencia, involucrando categoras de gnero,
raciales, tnicas y sociales;
- en trminos contextuales que varan con la situacin social de cada uno,
entregando una experiencia multifactica;
17 Thompson, Op. Cit., p. 93 y ss. 18 Para el tema del carcter 'lquido' de las identidades en la modernidad, Ver Bauman, Zygmunt, Identidad, 2001, Editorial Gedisa.
18
- en categoras culturales reflejando las concepciones contemporneas de la
identidad;
- en trminos del sentido de s mismo de cada uno, posiblemente basado en
nociones de 'vida interior';
- en trminos de desempeo social o de mismidad;
- en trminos de 'narrativas del s mismo', entendidas como relatos que alguien
se cuenta a s mismo acerca de lo que ese alguien es;
- en trminos psicoanalticos, donde la identidad y el s mismo son sentidos
como constreidos por estructuras inconscientes de la mente19.
Creemos que es relevante mencionar estas diferentes definiciones, en tanto
destacan lo que ha sido una de las carencias de los trabajos historiogrficos que
han utilizado la identidad como concepto: su nfasis casi total en la identidad
como proyecto, es decir, como una construccin voluntaria (y voluntarista, al fin y
al cabo) de los sujetos y actores sociales, minimizando o sencillamente omitiendo la
lectura de las llamadas 'narrativas del s mismo' como ideologas espontneas, tal
como las plantea Zizek, es decir, como internalizaciones no conscientes de
ideologas que tambin tienen una expresin institucional y poltica explcita20.
Definicin de un sujeto especfico.
Esta investigacin, aun someramente, intent abarcar esas dos vertientes
relacionadas: cmo una subclase social se transforma en un grupo definible, que
(parte de su definicin como tal) internaliza un deber ser que termina viendo como
19 Mervyn Bendle, "The crisis of Identity", British Journal of Sociology, Volumen 53, issue num. 1, Marzo 2002 (pp. 1-18). Traduccin propia. 20 Slavoj Zizek, 2003, "El espectro de la Ideologa", en VVAA, Ideologa. Un mapa de la cuestin, FCE, Argentina, p. 16 y ss.
19
lo 'natural' a su condicin, y cmo este deber ser se construye segn pautas sociales
ms amplias y genera formas de interaccin poltica y cultural entre s y con otros
grupos sociales. En esta investigacin decidimos adentrarnos en los empleados
pblicos chilenos, uno de los grupos calificados como parte de la 'clase media'
chilena, es decir, de la jungla gris de profesionales liberales, comerciantes,
pequeos y medianos empresarios, obreros bien pagados, profesores de distinta
estirpe y dependientes varios que han sido definidos como parte de esta (quizs
mal llamada) clase social21.
Por qu los empleados pblicos? La respuesta se basa parte en la necesidad, la
intuicin, la experiencia personal y las lecturas realizadas para este trabajo. Tratar
de abarcar en una investigacin con un tiempo bastante limitado la enorme
diversidad de oficios, profesiones y trayectorias de vida implicadas o rotuladas
bajo el concepto de clase media era (y es) ciertamente inabarcable. Por otra parte, la
eleccin de los empleados pblicos como sujeto tampoco fue azarosa.
Nos pareci --y esta investigacin est en proceso de confirmarlo-- que cumplan
cabalmente la caracterstica de ser sujetos definibles a partir de una cierta actividad
definida transversalmente en la literatura sobre el tema como perteneciente a ese
grupo, y que tambin haban constituido organizaciones que permitan seguirlos a
lo largo del tiempo, identificando precisamente esos patrones de comportamiento
de los que hablaba Thompson, y esas luchas por la representacin frente a otros
grupos que subraya Chartier. Bajando desde ah a las realidades de la historia del
siglo XX chileno, creemos importante revisitar esos patrones, sus expresiones
21 Nikos Poulantzas ha dicho que quizs el nico grupo que podra corresponder exactamente a una definicin de clase media, en trminos de anlisis de clase en sensu stricto, sean los pequeos y medianos productores, quienes son a la vez dueos de sus medios de produccin y trabajadores de su propia empresa. Evidentemente, el uso social del trmino clase rebasa esas precisiones conceptuales, lo cual es uno de los puntos que se discuten en esta investigacin.
20
polticas y sus deber ser cotidianos. Fueron la bisagra entre los trabajadores
obreros y las elites de los partidos en el poder? generaron una identidad poltica
propia y singular, o slo alcanzaron una cierta actitud o sensibilidad que los
separ de otros trabajadores? fue esta separacin una distancia asumida
voluntariamente o una consecuencia de las divisiones de trabajadores hechas
desde arriba?
Igualmente y dado que cuando hablamos de 'empleados pblicos' o 'fiscales' nos
estamos refiriendo a una definicin administrativa que puede ser extremadamente
inclusiva (el Presidente de la Repblica o los ministros de Estado tambin son, al
menos durante el perodo de su mandato, empleados pblicos) se hace necesario
hacer la distincin de a quines nos estamos refiriendo con esta definicin.
Para usar las categoras ya instaladas, hay que precisar que nos referimos a la
llamada burocracia estatal tradicional y moderna, baja y media: los y las
empleados de la administracin pblica que incluyen a tenedores de libros,
mecangrafos y taqugrafos, operadores de mquinas de oficina, telefonistas,
inspectores y despachadores, carteros y mensajeros, por una parte, y a los
profesores, maestros y contadores, por otra. Es decir, a aquellos empleados
pblicos que poseen un promedio de entre 9 y 12 aos de educacin formal y que
no ingresan a la administracin pblica directamente a cargos directivos, donde
ms del 90% tiene estudios superiores universitarios completos y que reciben
asignaciones especiales debido a sus labores directivas y a las profesiones que
desempean (abogados, jueces, arquitectos, ingenieros y mdicos, entre otros)22.
22 Ver la organizacin de dichas categoras y sus caractersticas en Len, Arturo y Javier Martnez, 1987, Clases y clasificaciones sociales. Investigaciones sobre la estructura social chilena. 1970-1983, Centro de Estudios del Desarrollo/SUR, Santiago de Chile, p. 65 y ss.
21
22
2. El no-lugar del empleado y la construccin de un espacio social: el indefinible
'roto acaballerado'.
La 'aparicin' de los empleados en la arena poltica y social chilena nace de la
ampliacin de la burocracia pblica y privada, en aumento progresivo desde fines
del siglo XIX en Chile. El paso de una sociedad mayoritariamente rural y agrcola a
una sociedad en proceso de urbanizacin y modernizacin, habra provocado este
subproducto: este clerk asalariado necesario a la complejizacin de la banca, el
comercio y los servicios pblicos.
Segn el estudio de Humud-Tleel, los funcionarios del Estado chileno aumentaron
de 1.165 en 1845 a 47.193 en 193023. Garca Covarrubias denota en su estudio que
las plantas de empleados estatales habran crecido, entre 1940 y 1952, a una tasa
anual que va del 5,1 al 3,0. Entre 1940 y 1946, por ejemplo, el aumento de puestos
en la burocracia estatal habra crecido en un 70%, habindose creado en el perodo
16.520 nuevos puestos de trabajo24. Para 1970, los empleados correspondan al 24%
de la fuerza laboral en el sector manufacturero, 49% en los servicios y 29% en el
sector comercio25. Da la impresin, entonces, que se fueron imponiendo al paisaje
social, cultural y poltico chileno por la fuerza del nmero, pero no parecieron
tener un lugar claro en el sistema de relaciones y representaciones sociales.
23 Humud-Tleel, Carlos, 1969, El sector pblico chileno. 1830-1930, Universidad de Chile, citado en Richard, Nelly y Carlos Ossa, 2004, Santiago Imaginado, Armado Silva Editor, Santiago de Chile. 24 Garca Covarrubias, Jaime, 1990, El Partido Radical y la clase media en Chile, Editorial Andrs Bello, Santiago, p. 120-121. 25 Angell, Alan, 1993, Chile de Alessandri a Pinochet: en busca de la utopa, Editorial Andrs Bello, Santiago de Chile, p. 17.
23
De tal manera, uno de los primeros hechos culturales que saltan a la vista es que
este asalariado de cuello blanco no corresponda (ni sigue correspondiendo, acaso)
a ninguna de las identidades asentadas y reconocidas en ese Chile de aire colonial
y campestre al que nos han acostumbrado a ver como un 'Chile profundo',
originario, depositario de las ms recnditas (y por lo tanto, verdaderas)
identidades patrias o nacionales, entendiendo a la Nacin, entre otras cosas, como
una comunidad imaginada donde, por ejemplo, el Pije y el Roto ya tenan un claro
lugar26.
El empleado, con su traje de confeccin pero traje al fin, con sus lecturas, con su
pelo peinado a la manera de los caballeros y sus manos limpias, no calzaba
claramente en ninguno de los roles de la galera de personajes emblemticos de la
nacionalidad. No era el gran seor y rajadiablos que cant Eduardo Barrios, de
pura sangre goda, rico y temido por todos. No era el huaso mestizo con las ojotas y
el poncho, ni un indgena de los pueblos originarios. Tampoco se lo poda asimilar
con el obrero pampino aguerrido que muri acribillado en la masacre de la Escuela
Santa Mara y que antes dio su vida como soldado en la Guerra del Pacfico. No
era, si se trata de las mujeres, la brava mapuche del sur, ni la delicada flor rubia de
la aristocracia, ni la 'china chinchosa' del Chile central. Profesoras primarias como
Gabriela Mistral, por ejemplo, o dirigentes como Clotario Blest poco cabran dentro
de esas imgenes sociales. Es posible, creemos aqu, que gran parte de la
indefinicin en la que ha quedado este personaje ha sido precisamente por esta
26 Bernardo Subercaseaux ha destacado esta idea de Nacin; "la nacin, en tanto producto de la modernidad, no es slo un dato geogrfico o una mera territorializacin del poder, sino tambin una elaboracin simblica y discursiva, una comunidad imaginada en la que confluyen los mitos fundacionales y de origen, la escenificacin del tiempo nacional, las metforas, los smbolos y rituales cvicos establecidos (o en reelaboracin), e incluso las propias polticas historiogrficas y filolgicas. Adems de realidad constatable, la nacin es un relato, una construccin intelectual, emocional e historiogrfica", Bernardo Subercaseaux, 2003, "Nacin, Hroes y Arte (ruido, demasiado ruido)", Revista Cyber Humanitatis num. 25, en www.cyberhumanitatis.uchile.cl.
24
falta de un referente en esa construccin de nuestras supuestas identidades
originarias que nos remiten a un pasado rural, dieciochesco o decimonnico, a
partir del cual podemos sentirnos razonable y emotivamente seguros de ser
distintos a otros. Si los chilenos tenemos huasos y los argentinos gauchos (y, ay de
quin confundiera los trminos u obviase las diferencias!), qu distinguira, en lo
que acervo patrio se refiere, a un empleado ministerial de la Repblica Argentina a
uno de la Repblica de Chile? y cmo tratar a alguien que no corresponde a esa
galera conocida?
Hay que partir, entonces, reconociendo que este grupo nuevo y creciente a
comienzos del siglo XX lleg algo tarde a la reparticin de estereotipos. Cuando
empez a hacerse numeroso y dej de ser una presencia excepcional, los otros
grupos tuvieron que ponerlo en alguna parte de la jerarqua social, en algn lugar
entre los Pares y los Otros, y el proceso no fue ni ha sido sencillo. Ellos mismos,
tambin, tuvieron que hacerlo. Los empleados, los tcnicos, los que estudiaban en
una Escuela Normal ya (quizs) no eran sencillamente rotos, pero, eran caballeros?
Y si no eran ni rotos ni caballeros, qu eran? Recabarren abordaba ya este
problema en 1910, afirmando que:
"No es posible mirar a la nacionalidad chilena desde un solo punto de vista, porque toda observacin resultara incompleta. Es culpa comn que existan dos clases sociales opuestas, y como si esto fuera poco, todava tenemos una clase intermedia que complica ms este mecanismo social de los pueblos"27.
Valga la comparacin entre estas fotografas. La primera corresponde a la imagen
del "Pueblo ante las elecciones", una caricatura del diario satrico Jos Arnero, de
1890, donde podemos ver claramente las figuras de los caballeros (de levita,
27 Recabarren, Luis Emilio, "Ricos y pobres", Conferencia dictada en Rengo, 3 de septiembre de 1910, con ocasin del Primer Centenario de la Independencia, p. 167.
25
sombrero y corbata) tratando de seducir al roto, identificado claramente por sus
las ojotas, sus pantalones en jirones y el cabello desordenado, descamisado y con
su sombrero de paja de campesino28. La segunda imagen corresponde a peones
castigados, a fines del siglo XIX29; ntese la correspondencia entre la indumentaria
y cuidado fsico de estos desdichados peones del mundo real con la representacin
que se haca de ellos en los dibujos publicitarios.
IMAGEN 002
IMAGEN 003
Ahora, miremos las siguientes imgenes de los empleados. La primera imagen
corresponde a los empleados de la seccin de cuentas corrientes de la Compaa
Chilena de Electricidad, de 1924. La segunda, a una familia de empleados de la
misma Compaa en un paseo dominical30. Evidentemente, la primera imagen nos
remite a un grupo de trabajadores asalariados, alineados en sus mesas y aplicados
a la labor mientras un supervisor los lidera desde el fondo: pero estos trabajadores
visten, en verdad, como caballeros, con sus trajes, corbatas y cabellos cortos y
ordenados. Asimismo, la familia fotografiada parece una sntesis de ambos
mundos: nadie los confundira en Chile con una familia de 'patrones', pero
28 Imagen tomada de Toms Cornejo, 2005, "Representaciones visuales de lo popular a fines del siglo XIX: imgenes, sujetos, identidades", investigacin presentada a las Segundas Jornadas de Historia de las Mentalidades: homenaje a Rolando Mellafe Salas, Universidad de Chile, octubre de 2005. 29 Las imgenes fueron facilitadas por la profesora Alejandra Araya, del archivo utilizado en el curso de Historia general contempornea dictado para la Escuela de Periodismo, Universidad de Chile, ao 2003. 30 Las imgenes corresponden al Archivo Fotogrfico de Chilectra, y se encuentran disponibles en el sitio www.memoriachilena.cl
26
tampoco de peones pobres: la influencia de la moda urbana es especialmente clara
en el hombre de traje de tres piezas y corbata, los trajes marineros de los nios y el
vestido dominical de la esposa. Slo la posible abuela, con sus largas faldas y su
pelo sencillamente recogido nos remite a un Chile rural y popular que podra ser
intercambiable con las imgenes de los recios peones asoleados y campesinos.
IMAGEN 005
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La literatura costumbrista nacional arroja luces interesantes sobre estos procesos. A
comienzos de la dcada de 1920, el escritor Fernando Santivn public una triloga
--dos novelas (El Crisol y Robles, Blume y Ca) y un eplogo a ellas (El Mundo
Transparente) -- que forman una sola historia. En parte, la narracin es el relato
clsico de los amantes contrariados. Ms interesante que la predecible y dulzona
trama principal es el escenario local en el que Santivn sita la historia.
Los hechos se desarrollan en Santiago y sus alrededores en la misma dcada de
1920. Bernab Robles, el protagonista, es hijo de inquilinos enriquecidos, del sur de
Chile. Viaja a Santiago a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios, donde espera
convertirse en obrero especializado. En Santiago, su apoderado en la Escuela es
Augusto Blume, antiguo patrn de su padre, seor de origen alemn casado con
una aristocrtica dama criolla, Juana Mara Urquzar, y padre de Adriana Blume,
hermosa, algo 'alocada' y artista. Doa Juana Mara no estima a Bernab: lo mira
con el desdn de la seora al hijo de sus antiguos sirvientes. Pero lo ms
interesante aqu es que Bernab ya no es un inquilino, sino un estudiante con
recursos propios. Cuando llega a la casa de los Blume, su estatus es complejo:
dnde hacerlo pasar? Al saln de las visitas o al vestbulo de los criados? No est
claro, para la familia Blume. Si se queda a almorzar, debe compartir la mesa con
27
ellos o comer con los sirvientes en la cocina? Finalmente, una solucin intermedia:
don Augusto lo recibe en su escritorio.
Pero los problemas no terminan all. Bernab se enamora de Adriana, la hija del
antigui patrn de sus padres. El joven se enfrenta tambin a un conflicto, en ese
plano: simplemente se olvida de una muchacha a la que reconoce como de 'clase
superior', o intenta alcanzarla y merecerla? Bernab Robles inicia la ruta hacia su
amada terminando sus estudios en Artes y Oficios, instalando una fundicin e
inscribindose en la Universidad Catlica para obtener el ttulo de ingeniero. Con
capital aportado por su padre, se asocia con don Augusto Blume, y crean una
sociedad: Robles, Blume y Compaa, que da el ttulo a la segunda novela de la
triloga.
Cinco aos ms tarde de su primer flechazo de amor, Bernab Robles se ha
convertido en un pequeo empresario manufacturero. Quiere hacer en Chile lo que
antes se exportaba del extranjero, ha contratado a algunos de sus antiguos
compaeros en Artes y Oficios como empleados y planifica la educacin y
civilizacin de sus obreros, pensando en construirles casas dignas, una escuela y
un parque cerca del trabajo. Se considera ya relativamente digno de Adriana y los
enamorados se atreven a soar con el matrimonio, que finalmente se realiza.
Santivn, literariamente, soluciona el conflicto de jerarquas sociales de sus
personajes haciendo a Robles ascender de tcnico a profesional universitario y
empresario exitoso, y poniendo en la trama a un suegro aristocrtico pero
librepensador que apoya y respeta al recin llegado. Crea incluso un personaje
contra la peor resistencia: la madre de la novia. Monseor Inchustegui, su director
espiritual, es convocado por el padre de la novia para terminar de quebrarla, y su
dilogo es un resumen del arribismo vencedor:
28
"En resumen--concluy el sacerdote-- el joven no es un partido despreciable. Por lo que me dices, fuera de sus condiciones morales e intelectuales, posee buena fortuna, buena presencia y buen trato... La seora Juana Mara abri desmesuradamente los ojos y se agit nerviosamente en el asiento. Sin poderse contener, profiri con indignacin y voz destemplada: --Cmo un Enchustegui Urmeneta puede decir eso...? Un partido apreciable...! Segn para quin, padre...! El muchacho es un sitico, un roto...!"31
Monseor la acusa de pecado de orgullo y le da como penitencia aceptar el
matrimonio. En el tercer y breve texto de la triloga, El Mundo Transparente,
Bernab y Adriana emprenden viaje de luna de miel a Europa. Los enamorados
dan a su viaje un contenido ms all del solo placer de viajar. El viaje oligrquico a
Europa, cuna de la civilizacin, norte de toda una clase alta decimonnica
afrancesada, se realiza aqu de todas maneras, pero tiene nuevos elementos. Los
novios recorrern en Europa y visitarn fbricas y escuelas y museos; volvern al
pas a emprender juntos la tarea de la civilizacin y educacin del pueblo
embrutecido y abandonado. Final feliz de novela rosa, s, pero tambin final con
promesas de cambio social. Adriana le dice a Bernab, en el barco que los lleva a
Europa:
"A quien te has entregado...? No a una clase social a la que prometiste combatir sino a una mujer... a tu mujer, a la que Dios te destin para amarla y ser amado... Viviremos lejos de ese mundo que pudo separarnos. T lo combatirs y yo te acompaar. No le pertenecemos a l sino a nosotros. Juntos contribuiremos a educar al pueblo estragado por la miseria y la ignorancia. Si adquirimos fortuna, sta ser para ellos y para darles el bienestar que necesitan. Nada queremos para nosotros. Tendrn, si Dios nos protege, trabajo, escuela, hogares confortables. (...) Vamos al extranjero no en busca de placeres, sino a estudiar el trabajo humano o a impregnarnos de la belleza artstica; ms tarde transmitiremos a los nuestros la experiencia que
31 El Crisol, p. 226.
29
adquiramos Remordimiento! Mi hijito...! De qu?" (El Mundo Transparente, p. 249)
Si bien el protagonista mantiene sus ideales de cambio social, lo hace desde el
lugar del empresario asociado con un antiguo nombre de la oligarqua y casado
con una de sus hijas; como afirma Adriana, si a ellos los protege Dios, les darn a los
pobres lo que necesitan; educacin, dignidad, trabajo. Bernab Robles es, como su
futura suegra lo calificaba, un sitico: un hombre de abajo hechizado por el
encanto de los ms ricos, por sus hijas rubias, por su refinada manera de moverse,
comer y hablar. Admira a esa clase y la vez le enfurece su desprecio por los otros.
Est, durante todos los aos de su juventud, atrapado entre el deseo de tener sus
virtudes y bienes y repeler sus defectos. Su mejor amigo es Enrique Aninat,
soador utpico, tolstoiano y socialista, con quien lidera una protesta contra los
abusos de las autoridades en la Escuela de Artes y Oficios. Bernab
intelectualmente est en contra de las clases autoritarias y orgullosas y anhela el
cambio social, pero al mismo tiempo teme poner sus ojos en una aristcrata que no
'merece' y duda de los proyectos utpicos de su amigo Aninat32.
Si nos hemos extendido en esta trama, es porque deja en evidencia de manera muy
clara los conflictos de estos personajes nuevos; el no-lugar social de los hombres de
estos nuevos grupos frente a los Otros. Si Bernab Robles no hubiese dado
econmicamente el salto a la clase alta, muy posiblemente hubiese quedado en una
especie de tierra de nadie: bastante educado y blanco para ser admitido en el
escritorio del seor Blume y charlar amablemente con su hija, pero demasiado
pobre y demasiado cerca de los campesinos sin zapatos para siquiera atreverse a
cortejarla. Queda entonces pendiente qu ocurri con aquellos que --con menos
32 No es una casualidad que Fernando Santivn haya sido tambin el autor de la crnica 'Memorias de un Tolstoiano', donde ironiza sobre la incapacidad de los jvenes idealistas para sacar adelante una colonia anarquista en San Bernardo, tambin a comienzos del siglo XX.
30
suerte que Bernab-- lograron salir de la pobreza del inquilinaje pero no
ascendieron a la clase alta por medio de las profesiones liberales o los buenos
negocios.
La respuesta ms clara es que paulatinamente generaron una identidad y unas
actividades propias, aunque la tensin de ser entre los ms pobres y los ms ricos
no desapareciese. Se apropiaron e hicieron suyos los discursos que llamaban a
abandonar los malos hbitos y las carencias atribuidas al mundo popular -la
embriaguez, el derroche, el analfabetismo, la destemplanza, la suciedad- para
asumir la responsabilidad laboral, el ahorro, la lectura, la limpieza y el buen trato
con los dems.
En un estudio sobre los circuitos culturales a fines del siglo XIX Bernardo
Subercaseaux demuestra que en la ciudad de Santiago ya existan grupos
diferenciados, donde era posible distinguir los circuitos populares propiamente
tales, con la lira popular y una fuerte tradicin de las dcimas rurales en proceso
de fusin con el mundo de la ciudad; la cultura de la lite, representada en el amor
por la pera, el romanticismo francs y los viajes a Europa; y los circuitos de la
nueva clase media, que escuchaba zarzuela en el Politeama y se reuna en los cafs
del centro. El Politeama fue la versin para clases medias y populares del refinado
Teatro Municipal, patrimonio de la 'aristocracia' nacional: en l y otros teatros del
centro de Santiago se representaban especialmente zarzuelas para miles de
espectadores, en tandas rotativas de hasta cuatro o cinco funciones diarias con el
mismo elenco. Se trataba de piezas alegres y bohemias, algo mal vistas por los
sectores ms conservadores. Sin embargo, en estos teatros tambin se
representaban obras con afanes costumbristas y didcticos, como Don Lucas Gmez
o el guaso en Santiago (1885) de Mateo Martnez de Quevedo, que mostraba
precisamente las aventuras del inmigrante campesino recin llegado a la ciudad, o
31
La historia universal de Csar Cant (1890), una tragicomedia dramtica que duraba
nada menos que setenta y dos noches consecutivas: la propaganda de la obra deca
que quin la viera podra considerarse luego 'un verdadero ilustrado'. Este pblico,
en la opinin de Subercaseaux, no slo quera divertirse, sino ser instruido33.
Los espacios de sociabilidad pblica tambin sufren cambios: a comienzos del siglo
XX los primeros cafs fueron centro de reunin slo de la aristocracia, y
principalmente de sus damas. Pea Muoz describe el refinado Tea Room de Gath y
Chavez, inaugurado en 1910, en el ltimo piso de la modernsima tienda y con un
conjunto de cuerdas que interpretaba a Ravel y Stravinsky, y el Caf del Hotel
Crilln, decorado con tapicera belga y lmparas de lgrimas, donde las seoras
elegantes se reunan34. Mas tambin da cuenta de cmo, con el correr del siglo XX,
se multiplicaron los salones de t en Santiago, como el caf Paula, el Santos, el Iris,
el Tvoli, el Hait y el Colonia, que pronto fueron frecuentados por ejecutivos y
empleados, familias en paseo de fin de semana y sus nios premiados con
helados35.
Autores como Ral Alarcn y Julio Vega confirman, ya en la dcada de 1940, esa
imagen de los grupos medios como personas dedicadas a educarse y a vivir de
manera ms confortable y refinada cada ao de sus vidas, y evidentemente ms
cercanas a la modernizacin urbana que a las tradiciones rurales. El retrato que
hizo Alarcn de la vida cotidiana de la clase media chilena es digno de ser
mencionado. La clase media es limpia y ha adquirido hbitos nuevos y diferentes a
33 Subercaseaux, Bernardo, 1992, "La cultura en la poca de Balmaceda. (1880-1900)", en VVAA, La poca de Balmaceda, Direccin de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago de Chile, p. 45. 34 El caf del Crilln (aparte de la novela La Chica del Crilln, de Joaqun Edwards Bello, 1935) tambin debe su fama al furor pasional de algunas de sus clientas. En sus puertas la escritora Mara Luisa Bombal le dispar tres tiros a su ex novio en 1941, dejndolo malherido, y la novelista Mara Carolina Geel dio muerte a su pareja a balazos en 1954, por celos.
32
su frecuente origen campesino, nos dice; los utensilios de barro ya no van a la sala
y no comen todos de la misma fuente, costumbre ya "relegada al inquilinaje de los
campos"36. Su alimentacin es variada y abundante, y sus habitaciones cmodas y
ordenadas:
"La familia de clase media de hoy come una entrada, sopas, uno o dos guisos, y postre de fruta o leche. Raramente falta el vino. Al desayuno o media tarde, una taza de t o caf, pan, y algn agregado. (...) La habitacin es relativamente buena, pero de subido precio. La labor del Estado en cuanto a habitaciones, se va haciendo cada da ms efectiva. Las casas cuentan de varios dormitorios, comedor, pieza de recibo, y dependencias. El bao es una condicin elemental que exigen las familias. La reduccin obligada con la introduccin de los edificios de departamentos, proporciona un mayor confort y economa. Aspiracin muy sentida de la clase media es el tener juegos de muebles para guarnecer sus casas. El receptor de radio constituye una necesidad, y para algunos es tambin el automvil. La autoridad del hogar se comparte entre el hombre y la mujer. La familia es poco numerosa. Los temas de las conversaciones familiares son variadsimos, ocupado un lugar preferente los asuntos de poltica de actualidad y los emanados de las actividades propias desarrolladas por los distintos familiares durante el da. Las fiestas familiares consisten en la celebracin de onomsticos y cumpleaos, Navidad y Ao Nuevo. Las diversiones ms comunes son los paseos campestres, los deportes y las excursiones de fin de semana. El cine y el teatro cuentan con la admiracin de la mesocracia. El veraneo, como necesidad o pedantera, es causa de grandes aprietos econmicos"37
En la introduccin a este trabajo plantebamos que la definicin de la clase media
no es inmvil, sino que debe ser puesta en el contexto de la evolucin
socioeconmica de las sociedades especficas; este texto nos entrega datos
35 Pea Muoz, Manuel, 2001, Los cafs literarios en Chile, Ediciones RIL, Santiago de Chile, p. 113 y ss. 36 Alarcn Pino, Ral, 1947, La clase media en Chile. Origen, caractersticas e influencias, Tesis de prueba para optar al grado de licenciado en la Facultad de Ciencias Jurdicas y Sociales, Universidad de Chile, p. 97. 37 Ral Alarcn, 1947, p. 97.
33
interesantes acerca de qu se consideraba, ya para la dcada de 1940, lo que deba
ser y tener una familia para ser considerada dentro de los grupos medios.
Haba que, claramente, haber superado el hacinamiento de una familia numerosa
en pocas habitaciones (y la misma familia numerosa) y haber accedido a una
vivienda independiente para ese ncleo familiar. Haba, tambin, que poder
acceder a comodidades y diversiones como el aparato de radio, el teatro, el cine,
los libros y las vacaciones; en el mejor de los casos, el automvil. Se esperaba
tambin un nivel de educacin formal y de integracin a los asuntos pblicos, que
permite conversar entre los miembros de la familia acerca de la poltica nacional,
por ejemplo. Puede que la descripcin de Alarcn no sea, en verdad, la descripcin
de cmo efectivamente vivan la mayora de las familias de estos nuevos grupos,
pero s corresponde al ideal que se haba ido forjando desde fines del siglo XIX y
hasta mediados del siglo XX. Se sintieron, al parecer, llamados a cumplir esas
condiciones, aun cuando sus ingresos no fueran mayores que los de obreros o
campesinos. Afirma Julio Vega, tambin en la dcada de 1940:
"En este sentido, es caracterstica la forma en que estos elementos modestos de la clase media distribuyen su presupuesto. Tanto por su mayor cultura, como porque sus ocupaciones as lo exigen, deben dedicar un porcentaje mayor que el obrero, a los rubros de vestuario y habitacin"38
Aunque simpatizaran con los dolores y penas del mundo obrero y aunque ellos
sufrieran tambin las consecuencias de una situacin econmica estrecha,
tendieron a diferenciarse de ellos precisamente a partir de esos necesarios
sacrificios: vestir formalmente, opinar de manera informada y sumarse a las
discusiones pblicas.
34
Fue, en parte, una decisin consciente en la que empearon sus esfuerzos y
tambin una a la que llegaron empujados para salir de la miseria. Era como tena
que ser: no poda ser de otra manera. En La Vida Simplemente39, de Oscar Castro,
Roberto, nio pobre de Rancagua, vive este proceso de civilizacin dolorosamente.
A comienzos del siglo XX, el nio es apadrinado por un to materno que ha llegado
a ser un comerciante de cierto xito y es matriculado en el colegio de los Hermanos
Maristas de Rancagua. Roberto viene de los arrabales de la ciudad, acostumbrado a
correr descalzo, reir a golpes y ser el recadero de las fieras prostitutas de su calle.
Para ir al colegio privado y catlico es obligado a vestir 'un trajecito', lavarse y
peinarse, soportar la tortura de los zapatos y hablar de manera comedida: debe
tratar a los hombres de 'seor', y a los curas de 'hermano'. Es ridiculizado por un
sacerdote estpido e insensible, porque su trajecito pronto est roto y sucio: un
alumno de los Hermanos Maristas no puede vestir as, le informa delante de los
otros nios. Tiene que des-campezinizarse y des-popularizarse. Y el Roberto de
Oscar Castro tiene algo en comn con el Bernab Robles de Santivn: aprende a
odiar el desprecio de los de 'arriba', pero al mismo tiempo se encanta con sus casas
limpias, con sus hijas rubias (su idolatrada noviecita Maringela es casi igual a la
Adriana Blume de Santivn), con los libros y los modales, con el mundo que se abre
ante l ahora que ha sacado un pie de la miseria. A su pesar, la 'civilizacin' de la
que es objeto hace su efecto: Roberto aspirar a ms, y ya no volver a ser el
muchacho del arrabal.
38 Julio Vega, La clase media en Chile, mimeo, p. 87. Las cursivas son nuestras. 39 La novela fue publicada en 1951, como unos de los trabajos pstumos del autor, que falleci en 1947. Contiene referencias biogrficas al mundo de su infancia: nacido en 1910 y fallecido a los 37 aos de tuberculosis, Oscar Castro creci en los barrios pobres de Rancagua de comienzos del siglo XX.
35
Se debe destacar la continuidad en el tiempo de estos deber ser. Entrevistada en
1997 sobre su vida en la dcada de 1960, la profesora Marta Hurtado relata lo que
para ella fue una difcil situacin de vida de recin casada, cuando por dificultades
econmicas un amigo les facilit una casa sin costo en Concepcin:
"Y ah vivimos. Haba un bao para tres familias, con un patio comn. Haba una pileta para las tres familias donde ir a buscar agua para lavar la loza. Yo creo que ese fue el momento ms crtico en mi vida. Pero nunca me sent avergonzada. Incluso, yo estaba trabajando en la Escuela all en Concepcin, escuela bsica de renombre. Yo creo que si los paps de los nios saben donde vive la profesora me habran mirado mal, porque socialmente siempre se preocupan de que el profesor ande bien vestido, que dnde vive, que cmo habla, todos esos detalles. Entonces yo, calladita, me bajaba de la micro como a dos cuadras de donde viva y me iba a pie. Evitaba que supieran donde viva para no tener ningn tipo de conflicto. Estuve unos pocos meses. Prcticamente fue como un remezn para mi marido, para que aceptara cuando la empresa lo llam"40.
Sencillamente no se poda vivir as, y si se viva, haba que esforzarse por superarlo
o (en su defecto) ocultarlo. Ntese que el argumento para ocultar la situacin no es
la vergenza, sino el que vivir en un cuarto y compartir el bao con otras familias
no 'corresponde' a una profesora.
Valga citar aqu tambin el testimonio de don Vctor, entrevistado para esta
investigacin. Naci en 1936 y fue empleado del Servicio Nacional de Salud y
luego de la CORA, desde 1955 hasta 1975. Como el Bernab Robles de Santivn,
tambin lleg a Santiago desde el sur, pensando entrar en la Escuela de Artes y
Oficios. Pero la oportunidad de estudiar menos tiempo y conseguir un trabajo
remunerado ms pronto, lo decidi;
40 Testimonio de Martha Hurtado, profesora primaria, en Bengoa, Jos, Francisca Mrquez y Susana Aravena, 1997, La desigualdad, SUR Ediciones, p. 82. Las cursivas son nuestras.
36
"Primero yo estudi en el liceo de Castro hasta sexto ao de humanidades, o sea, eran los seis aos de enseanza primaria y seis aos de enseanza secundaria. De ah me vine a Santiago con el nimo de haber ingresado a la Escuela de Artes y Oficios a estudiar electricidad, electrnica. Por distintos motivos no pude hacerlo y en cambio descubr, me dieron el dato, un compaero castreo, que exista el Instituto Superior de Comercio en Santiago. Nos presentamos, mostramos nuestros papeles, algunas movidas que hizo mi amigo Crdenas, e ingresamos a un curso que se haba especializado, establecido para alumnos que venan con licencia secundaria. En dos aos se obtena el ttulo de contador general, de manera que una vez obtenido ese estudio, digamos, quedo pendiente la memoria, eh, el jefe tcnico del Instituto Comercial que se llamaba el seor Bocho, creo, (...) eh, nos coloc, a m por lo menos, en la administracin pblica que estaba, ms o menos, recin naciendo en ese tiempo: el Servicio Nacional de Salud. De manera que de ah fui, sal en diciembre del ao 55 y el 2 de enero estaba trabajando en el Servicio Nacional de Salud. (...) Comenc a trabajar en el servicio pblico"
Su experiencia se parece a la que veinte aos antes haba vivido Clotario Blest, el
destacado dirigente sindical, hijo de una profesora primaria y de un descendiente
empobrecido de la familia Blest. En 1921, entr a trabajar a la Tesorera, debido a
que era una manera rpida de empezar a trabajar remuneradamente y tambin
apoyado por los buenos oficios de alguien que lo recomend:
"Una de mis tas ricas, Luz Blest, me recomend a un conocido de la Tesorera, y all estuve cerca de un ao, como un empleadito cualquiera, lavando vidrios, barriendo. En 1922, gracias al empeo de otro familiar, don Francisco Huneeus Gana, ingres formalmente al Servicio de Tesorera, como ayudante de pagador de las escuelas primarias"41
Don Vctor comparte con otros testimonios las visin de que el empleado se
distingue del obrero por su esfuerzo por ser diferente, ms cuidado, mejor vestido,
41 Entrevista citada en Echeverra, Mnica, 1993, Antihistoria de un luchador. (Clotario Blest 1833-1990), LOM Ediciones, Santiago de Chile, p. 144.
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ms educado, y que es esa diferencia lo que lo define frente a los trabajadores
manuales, creando una distancia entre ellos:
"S, eh, haban dos corrientes (en el movimiento sindical) la de los empleados que ramos los de cuello y corbata, ah?, mejor vestiditos, en cierto modo nos esforzbamos por, por aparentar vivir mejor, nos vestamos mejor. En cambio el obrero era como el antiguo pen de los fundos y era una clase social como ms despreciada. Ahora toda esa cuestin del trabajador tenan su origen en el pen, en el gan de fundo! de poca escolaridad, entonces la (gente) poco escolarizada haca que llegara solamente para obrero, el obrero era el que haca el trabajo bruto de pala y la picota, qu s yo, en alguna fundicin calentando los hornos, eh, trabajos ms brutales, as como el trabajador campesino. En cambio el empleado era ms mononito, lgicamente haba tenido mejor instruccin y por esta discriminaciones sociales que vienen histricamente en Chile, el empleado se senta en un plano un poco superior y haba un cierto menos precio hacia el obrero, entonces siempre se deca: no, si se es obrero, no ms, ah?, se es obrero, no ms. Y a su vez el de abajo, el obrero senta una especie de entre admiracin y envidia, una tirria, no s si has escuchado el trmino de tirria? hacia al de cuello y corbata, entonces se produca una especie de malquerencia entre esos dos sectores."
De all, probablemente, las muy frecuentes acusaciones de arribismo e hipocresa
que recibieron estos grupos, aun de los mismos autores que por otra parte
alababan sus virtudes. Julio Vega afirma que sacrifican la comida al vestuario, y
"esto se traduce en una disminucin de los ingresos destinados a la alimentacin,
en lo cual se encuentran en condiciones inferiores a las de algunos artesanos y
obreros de fbrica"42. El citado Alarcn, luego de alabarla, pinta el lado negro de
sus esfuerzos por refinarse:
"entre las caractersticas de nuestra mesocracia tenemos algunas que, como es lgico, nos han sido legadas de los progenitores espaoles y aborgenes. Entre ellas tenemos, por va de ejemplo, la tristeza, que asume el papel de gravedad
42 Julio Vega, p. 87.
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en algunos; la pasin por los juegos de azar; la permanente falta de voluntad y carcter; la falta de veracidad, de acentuada moralidad, de cumplimiento del deber y de respeto a la ley. (...) La actual mesocracia chilena vive al da, casi despreocupada del maana, sus facultades inhibitorias son dbiles ante la posibilidad de privarse de un placer o un gusto, es derrochadora y no le preocupan las consecuencias con tal de alcanzar una ambicin o notoriedad incompatible con su capacidad econmica; su cordura y sentido de realidad no pueden favorecerla plenamente"43
Probablemente, su esfuerzo por distanciarse culturalmente del roto campesino,
malhablado, desordenado al vestir y que se amontonaba en ranchos y conventillos
sale de su pasado cercano: vena de all. Autores como Mazzei, Salazar y Bengoa
han destacado ese origen de los empleados urbanos de cuello y corbata. Los
inmigrantes extranjeros tendieron a dedicarse al comercio y luego las profesiones
universitarias liberales; los nacionales prefirieron los blasones de la educacin y la
seguridad del empleo asalariado (y con frecuencia estatal) para ascender
socialmente44. Esa 'vocacin' no empresarial y dependiente es explicada tambin,
por Salazar, como el resultado del bloqueo desde arriba practicado durante
prcticamente todo el siglo XIX y comienzos del siglo XX hacia el empresariado de
origen popular45. La experiencia mostraba que sa no era la ruta.
Quedaban entonces, la educacin y el Estado. Bengoa apunta que en las ltimas
dcadas del siglo pasado y las primeras del XX, el fin del ciclo triguero marc una
ruptura profunda en las clases agrcolas provinciales, y signific el inicio del
descenso social de un tipo de mediano propietario, como en los sectores del Maule,
Talca y especialmente Chilln. All, surgen sectores que se identifican con la clase
media y muchos de esos venidos a menos se identificaron con el radicalismo y la
43 Raul Alarcn, op. cit., p. 95. 44, Leonardo Mazzei, 1994, "Inmigracin y clase media en Chile" Revista Proposiciones n24, Sur Ediciones, Santiago de Chile, p. 156. 45 Gabriel Salazar, 1986, "Para una Historia de la Clase Media en Chile", Documento de Discusin n 60, SUR Profesionales, Santiago de Chile., p. 33 y ss.
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masonera. Parte de ellos se irn a colonizar otras regiones, pero la mayora emigr
a Santiago. En Chilln descampesinizado surgi una de las grandes tribus de clase
media nacionales. Estas tribus son estatistas, de ideas laicas y proeducacionistas.
Sin educacin no son nada46.
Otros testimonios orales confirman estas afirmaciones. Ya citamos el de don Vctor,
que accedi a la administracin pblica por contactos personales, pero tambin por
tener su licencia secundaria y haber estudiado una carrera tcnica. Veinte aos
despus, Miguel, ingres como empleados a Correos y Telgrafos, tras terminar su
educacin secundaria:
"Cmo llegu ah, por cosas del azarporque uno termina de estudiar y no sabe, desorientado... y no sabe a lo mejor qu uno quiere! Si t no puedes quedar en la universidad, en los aos cuando yo termin de estudiar posiblemente, a o mejor, no me recuerdo, haban institutos pero no tantos como hay hoy da, que hay una gran cantidad y un gran campo en el cual tu puedes elegir seguir estudiando. Y a m, las condiciones econmicas tampoco me acompaaban. Entonces, una de las razones era que un compaero de curso me dijo que haba una posibilidad de entrar a estudiar y que si aprobaba el curso uno quedaba trabajando inmediatamente. Entonces era una buena alternativa que haba para una persona de un nivel bajo, digamos, medio bajo. (...) en esos aos el campo laboral era muy poco. Yo que viva con mi mam... (ella) estaba super contenta, por fin vio que uno de sus hijos haba estudiado, se haba capacitado; si bien (su hijo) no estudi en la universidad o instituto, pero hizo un curso y le dio la oportunidad de encontrar un trabajo rpidamente; comprenders que en esos aos el campo laboral no era muy amplio, era muy poco, qu te quedaba: la industria, textiles, la construccin. Yo creo que es lo que uno no quiere, uno siempre aspira a ir creciendo no quedarse parado mirando lo que hace el vecino, ser igual que l, trabajar en una feria, no s, de vendedor, de ayudante, de mozo, no poh, la idea es tener un trabajo y estable. Al momento, cuando yo me incorpor definitivamente a Correos y Telgrafos, uno tiene una sensacin de
46 Jos Bengoa, 1994, La Comunidad Perdida, Revista Proposiciones n 24, Ediciones SUR, Santiago de Chile, p. 145 y ss.
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estabilidad, la empresa estatal, siempre la misma gente deca: no, si pa' que aqu te echen tienen que pillarte robando, con la plata arrancando pa' fuera, la nica manera que te echaran, te podas mandar cualquier tipo de error y te iban a ser un sumario y nada ms, una amonestacin y eso es todo". (Miguel, actual empleado de la Empresa Chile Express. El subrayado es nuestro).
El empleo pblico fue asumido entonces como una ruta para salir de la miseria o
mantenerse a digna (aunque no muy grande) distancia de ella, al menos. No
necesitaba mayor especializacin, ni capital, ni una especial sagacidad. De hecho,
es interesante comparar cmo para algunos es una solucin y un paso adelante,
mientras para otros fue visto como una derrota, o la confirmacin de que alguien
era un carcter menor y poco valioso. Blas Caffarena, inmigrante italiano llegado a
Iquique a los diecinueve aos (aproximadamente en 1880) y quien se convertira en
un exitoso empresario con el paso de las dcadas, muestra con total sinceridad su
desprecio por esa opcin: nos dice en sus memorias que afortunadamente para l
no logr conseguir una plaza de empleado (despus de un incendio que destruy
completamente su negocio en Antofagasta) que lo hubiese condenado a la pobreza
y a no emprender la fbrica de medias de seora y calcetas que luego le dio
riqueza:
"Si el seor Manuel M. Me hubiese dado el empleo que yo le peda mi situacin hubiera sido una ruina completa. Con el pequeo sueldo que ganara como un pobre empleado, me imposibilitaba de dar instruccin a mis hijos y de mantenerlos. Todos llegaran a ser unos pobres obreros y pobres empleados y por mi parte una vida muy econmica y triste despus de un trabajo de ms de treinta aos. He querido abrir este pequeo prrafo de mi vida declarando solemnemente que mi fortuna es debida al rechazo del seor Manuel M. al no darme el empleo que consideraba era mi salvacin, mientras que era mi ruina"47
47 Caffarena, Blas, 1953, Memorias de Blas Caffarena Chiozza, Imprenta Wilson, Santiago de Chile, p. 105.
41
Define duramente a su hermano Camilo, quien despus de perder varias buenas
oportunidades de negocios por su descuido y dedicacin a los bares y clubes
nocturnos, termina sus das como un oscuro empleado en Concepcin, situacin
que al competitivo y emprendedor Blas le parece casi abominable:
"... aqu termin todo con mi hermano Camilo, que pas su vida desde los treinta a los sesenta aos en la pobreza, pues si hubiese tenido un mejor criterio sera seguramente un hombre millonario, pues posee buenas cualidades de inteligencia de trabajo; sin embargo hoy da est pasando su vida como un pobre empleado fiscal"48
Ciertos textos polticos confirman, a su vez, estos requisitos de los trabajadores
para ser considerados parte de la 'clase media', y no de los ms pobres. En un
defensivo panfleto del Partido Demcrata Cristiano de 1967, se enumera qu ha
hecho el gobierno por la clase media y por defender y mejorar su estatus.
Evidentemente, el objetivo abierto del texto es convencer votantes de que las
medidas sociales tomadas y los gastos que han requerido benefician a todos los
chilenos y no perjudican a los grupos medios en particular, indicando
especialmente que los aumentos de los impuestos afectan a las clases ms altas, no
a ellos, y que el gobierno se ocupa de mejorar la situacin de pequeos y medianos
propietarios mediante el crdito. Sin embargo, es digno de destacarse lo que el
PDC consider como medidas que favorecen particularmente a la clase media:
- Aumento de un 30% de las matrculas en la educacin secundaria pblica entre 1964 y 1967, "o sea el mayor aumento que ha habido en Chile en tan corto plazo".
- Aumento de las matrculas universitarias en un 40%. - Aumento de desayunos y almuerzos escolares, "que favorecen a todos los
nios, sin excepcin".
48 Caffarena, Blas, op.cit., p, 81.
42
- Aumento de las constricciones de viviendas a partir de las Asociaciones de Ahorro y Prstamos, que "han trabajado exclusivamente para la clase media".
- Importacin de 2.500 buses , medio de locomocin usado por la mayora de la clase media.
- Aumento en un 34% de las atenciones mdicas del Servicio Nacional de Empleados49.
Como veremos ms adelante, estas palabras tenan que ver precisamente con las
crticas ejercidas por las asociaciones de empleados al gobierno de la Democracia
Cristiana. Pues ya a mediados del siglo XX, las organizaciones de empleados
haban elaborado una propuesta sobre el 'lugar social' que corresponda a estos
grupos de empleados del Estado, y stas se haban puesto del lado de un proyecto
unitario con el resto de los trabajadores, de crtica a las autoridades y cambio social
en profundidad. En una editorial de la Revista ANEF, titulada 'Crisis Moral', nos
encontramos con un texto sumamente interesante. Plantendose en relacin a la
crisis econmica que vive el pas, recoge la interpretacin moral que ya sabemos
presente en Chile desde fines del siglo XIX (la falta de una conducta moral rigurosa
es lo que ha llevado al pas a la crisis). Pero se hace otras preguntas, y elabora otras
respuestas. No slo son los hombres humildes, nos dice, que viven en la miseria de
los campos o "en las pocilgas de las poblaciones callampas" los que matan y roban,
sino tambin jvenes adinerados que desvalijan las mansiones de sus propios
amigos. Y tambin los altos funcionarios pblicos, "casi todos allegados por
influencias polticas a cargos para los cuales no estaban capacitados". Frente a ello,
los empleados fiscales estn llamados a tener una responsabilidad, a dar ejemplo
de conducta moral y responsabilidad social:
"Los empleados fiscales, los trabajadores en general y los dirigentes gremiales en especial, tienen la responsabilidad de sealar una conducta moral que sea ejemplo para quienes creen comprar la honra con dinero y ejemplo para los
49 Partido Demcrata Cristiano de Chile, 1967, El gobierno y la clase media, sin pie de imprenta, 14 pp.
43
gobernantes y autoridades que abusan de su poder, logrando granjeras que les reportan beneficio personal, sacrificando los intereses superiores del pas. Slo as ser posible construir la patria grande y digna que todos esperamos"50
Por supuesto, este proceso es incomprensible si no se revisan las luchas polticas de
estos trabajadores. Afirmamos aqu que, en uno de esos procesos sociales donde
las realidades se hermanan indisolublemente con los deseos, los empleados
pblicos se organizaron para defender el estatus social que estaban alcanzando.
50 Editorial: 'Crisis Moral', Revista ANEF, ao 2, num. 10, noviembre-diciembre 1955.
44
3. La poltica. La demanda laboral como ruta hacia la vida digna.
Cmo fue, y por qu vas, que los empleados pblicos lograron distanciarse de la
pobreza ms insoportable, a la vez que reivindicaron su condicin de trabajadores
asalariados y sus derechos como tales? Cmo se construy en la prctica esa
distancia y esa compleja cercana? Declaraba Recabarren, en el mismo discurso
para el Centenario antes citado:
"Esta clase (la clase media) ha ganado un poco en su aspecto social y es la que vive ms esclavizada al que dirn, a la vanidad y con fervientes aspiraciones a las grandezas superfluas y al brillo falso. Debido a estas circunstancias que le han servido de alimento, esta clase ha hecho progresos en sus comodidades y vestuario, ha mejorado sus hbitos sociales, pero a costa de mil sacrificios, en algunos casos; de hechos delictuosos en otros y poco delicadas en la mayor parte de los casos. Es en esta clase, la clase media, donde se encuentra el mayor nmero de los descontentos del actual orden de cosas y de donde salen los que luchan por una sociedad mejor que la presente"51.
Vale la pena subrayar el nexo con el tema anterior: grupos arribistas, s, un poco
capaces de todo para lograr escapar del lodo de los conventillos y los pies
descalzos, pero tambin capaces --quizs por los mismos motivos-- de organizarse,
criticar y luchar en contra de un sistema discriminatorio, y de defender duramente
los derechos y privilegios conseguidos.
Las primeras dcadas del siglo XX dieron cuenta de la capacidad de organizacin
del grupo que nos interesa aqu para hacer llegar sus demandas al Estado e
intervenir en la sociedad. Segn Rojas Flores, las primeras agrupaciones de
empleados surgieron en las ltimas dcadas del siglo XIX y comienzos del siglo
XX, como la Sociedad de Empleados de Comercio de Santiago (1887), la Sociedad
de Empleados de Aduanas (1910), la Asociacin de Telegrafistas de Santiago (1912)
45
y la Federacin de Empleados de Antofagasta (1919)52. Jorge Barra ha destacado
que la organizacin de los empleados pblicos y particulares empez a cobrar
fuerza en la dcada de 1920, mencionando a la UECH, Unin de Empleados de
Chile, que agrup a organizaciones mutualistas de empleados como un nuevo
sindicato, que se opuso a la legislacin laboral que luego fue abolida por la Junta
Militar de 192453.
Segn Rojas Flores, la legislacin laboral de ese ao marc en definitiva una
diferencia entre obreros y empleados, al definir la diferencia en base a quienes se
dedicaban al trabajo manual (obreros) y el intelectual (empleados), definiendo que
deban formar agrupaciones separadas y con diferentes caractersticas54. Cabe
sealar tambin, aunque no hayan sido objeto de esta investigacin especfica, que
las postrimeras del siglo XIX y los comienzos del XX fue tambin el perodo en
que se inici la formacin de asociaciones de profesionales como los mdicos,
abogados, ingenieros y contadores, aunque no participaron en las corrientes del
resto de los trabajadores organizados.55
Este escollo sigui existiendo: el Cdigo Laboral de 1934 impeda a los empleados
fiscales formar sindicatos. De all que los activistas por la organizacin de los
empleados pblicos usaron lo que ya se ha vuelto una antigua estrategia de los
movimientos sociales: empezar por la cultura y el deporte, para crear una
asociatividad que diera base a una propuesta propiamente poltica y gremial.
51 Recabarren, Ricos y pobres, p. 175. 52 Rojas Flores, Jorge, Los trabajadores chilenos. Desde la Colonia hasta 1973, Documeto ICAL, Santiago, p. 60. 53 Barra Sern, Jorge, 1978, El sindicalismo: fuerza social chilena, Departamento de Relaciones del Trabajo y Desarrollo Organizacional (DERTO), Facultad de Ciencias Econmicas y Administrativas, Universidad de Chile, p. 43. 54 Rojas Flores, Jorge, op. cit, p. 60. 55 Por ejemplo, la Sociedad Mdica y el Instituto de Ingenieros, en 1888, y las de abogados, framacutcos y contadores entre 1925 y 1938. Rojas Flores, Jorge, Ibid, p. 61.
46
Clotario Blest, en la Tesorera donde trabajaba, form el Club Cultural Deportivo
Tesorera, y otras reparticiones del Estado empezaron a imitar su ejemplo. El
reglamento s permita que estas asociaciones tuviesen una rama deportiva, una
seccin cultural y otra de asistencia social. En enero de 1938 nacin la Asociacin
Deportiva de Instituciones Pblicas (ADIP) que dirigentes posteriores como
Tucapel Jimnez reconocieron como su primera escuela como sindicalista56.
El proceso sigui en marcha en las dcadas siguientes. Las dcadas de 1930 y 1940
vieron un florecimiento de las agrupaciones de empleados y funcionarios de
'cuello y corbata' fiscales y semifiscales. En 1943, se fund la Agrupacin Nacional
de Empleados Fiscales (ANEF), que agrup a los empleados civiles de la
administracin central del Estado, la organizacin de empleados ms duradera en
el tiempo. La reunin de representantes de asociaciones de diez servicios del
Estado eligi como presidente a Clotario Blest, que sigui en dicho cargo hasta
1958. Esta agrupacin se defini como exclusivamente de carcter gremial, y su
objetivo era agrupar a todos los empleados fiscales del pas. Es insoslayable
destacar los vnculos positivos que realiza la declaracin fundacional de la ANEF
entre lo gremial, la ciudadana y la democracia:
"(la ANEF) ... considera que para librar con xito su campaa de bienestar general, es indispensable que los empleados fiscales gocen de las ms amplia libertad de sus derechos ciudadanos. Aspira a la superacin integral de cada uno de sus componentes y al perfeccionamiento del rgimen democrtico, por ser el nico en que el individuo puede desarrollar su mxima capacidad y obtener su liberacin social y econmica"57
56 Mnica Echeverra, Op. Cit., p. 149. 57 ANEF, Estatutos y reglamentos, Asamblea General del 5 de mayo de 1943.
47
Organizada en base a delegados de las agrupaciones provinciales de los servicios
pblicos a lo largo del pas, su organismo jerrquico mximo fue la Convencin
Nacional Ordinaria, que deban reunirse reglamentariamente cada tres aos, y un
Directorio y un Consejo Nacional que deba realizar reuniones anuales. Todos los
cargos de representacin deban ser electos. Asimismo, organiz las Secretaras de
Finanzas, Prensa y Propaganda, Relaciones Pblicas, Cultura, Relaciones
Internacionales y Bienestar. Transversalmente y segn los estatutos, todas estas
secretaras tenan por objetivo hacer y reforzar la presencia pblica de la ANEF en
todas las reivindicaciones y problemas de sus miembros, en las asociaciones de
trabajadores a lo largo del pas y en el extranjero. Pero tambin, recogiendo en
parte la tradicin de educacin y autoeducacin de los trabajadores, la Sec