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CRÉDITOS

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PRESENTACIÓ10

LA NAVEGACIÓ A VELA LATINASalvador Calabuig i Sorlí - Flaminia Guallart de San Feliu

22L’ALBUFERA DE VALÈNCIA I SU TRANSFORMACIÓMarina Zaragozá Pérez

LA CONSTRUCCIÓ DE LA BARCA A L’ALBUFERA DE VALÈNCIAJosep Antoni Lluesma Espanya

TIPOLOGIES DE LES EMBARCACIONS DE L’ALBUFERA DE VALÈNCIAPilar Rosaleny i Romero - Joan J. Rosaleny i Romero

USOS TRADICIONALS DE LA BARCA A L’ALBUFERA DE VALÈNCIAJosé María Candela Guillén - Ricardo Ortí Piera

LES ASSOCIACIONS DE VELA LLATINA, SÍMBOL D’IDENTIDAD DE LA TRANSFORMACIÓ ENTRE EL MEDI I ELS SEUS HABITANTS María Albert Rodrigo

EL MUSEU HUI. MUSEU I PATRIMONISalvador Calabuig i Sorlí

LA RESTAURACIÓ D’UNA EMBARCACIÓ TRADICIONAL DE VELA LLATINAEmilia Rueda Falcó

BIBLIOGRAFIA

CATÀLEG D’OBJECTES787268645850423626

LA VELA LLATINA. BARQUES A L’ALBUFERASalvador Calabuig Sorlí - Carolina Ruiz León

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A diferencia de lo que sucede con el mundo de la navegación marítima que, sin duda, ha sido en gran medida olvidado y desconocido por la gran mayoría de los valencianos, el universo de la vela latina ocupa un lugar por derecho propio en la imaginería identitaria valenciana.

Aunque extendida por todo el litoral mediterráneo de la península ibé-rica, la vela latina tiene, en las tierras valencianas, un marco geográ-fico inconfundible y propio: la albufera. Es en este entorno ecológico, social y cultural de características tan particulares y arraigadas en el que creció y se desarrolló toda una cultura de la vela latina. Una cultura hecha de tipologías de barcos, de clases de velámenes, de series de aperos y artes de pesca, en fin, de una rica cultura material que el paso de los años ha vuelto extraña o, como mínimo lejana, a la mayoría de los valencianos. Pero se trata también de una cultura inmaterial hecha de ritos, de tradiciones, de vocablos, de actitudes ante la vida y ante el reto que nos plantea a los humanos el dominio de la naturaleza.

Con la exposición La vela llatina: barques a l’Albufera, el Museu Valen-cià d’Etnologia quiere, en primer lugar, recuperar y mostrar esta cultura material e inmaterial que orbita alrededor de la vela latina, pero que no se agota en ella. Y, en segundo lugar, esta exposición pretende sumarse al trabajo de recuperación y revitalización que de la vela latina están haciendo diversas asociaciones desde la sociedad civil.

Fernando GinerPresidente de la Diputación de Valencia

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Una de las paradojas más irónicas de la sociedad postmoderna en la que vivimos es que, la propia modernidad engendra la recuperación de los elementos tradicionales que hay en su seno. Lejos de ser borrados por completo por la marcha imparable y aterradora de la racionalidad más fría, los fragmentos supervivientes del mundo tradicional son re-configurados en un entorno de modernidad, aunque ello implique una alteración de su significado social y de su uso. Es un buen ejemplo de ello el que ahora nos ocupa: la vela latina. De medio de transporte, de instrumento para buscar el sustento en la pesca, en la construcción o en otros oficios a competición deportiva, a elemento cultural que debe ser valorado y conservado y, como hoy podemos comprobar, musealizado. Y todo ello debido a la iniciativa, no en primer lugar de las instituciones culturales, sino de los propios interesados, algunos descendientes de hombres y mujeres para los que la vela latina era su vida en el sentido más cercano del término, otros simplemente personas que consideran que hay que mantener los lazos con el mundo tradicional.

Es aquí, donde el papel de las instituciones culturales y de los museos etnológicos como el Museu Valencià d’Etnologia resulta fundamental. Un papel investigador y aglutinador de estudios vengan estos de la academia o de la sociedad, una función de custodia de los restos ma-teriales de esas vidas centradas en la vela latina, un papel de difusor ante el resto de la sociedad y ante las generaciones más jóvenes, papel esencial en una sociedad en el que la transmisión intergeneracional de saberes tradicionales está en decadencia.

Es por ello que esta muestra La vela llatina: barques a l’Albufera se acoge en el Museu Valencià d’Etnologia.

Vicente Ferrer RosellóVicepresidente primero y diputado de culturaDiputación de Valencia

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La exposición La vela llatina: barques a l’Albufera que ahora presenta el Museu Valencià d’Etnologia, nace (entre otros motivos) para reco-ger el interés institucional por el mundo de la vela latina, como queda reflejado en la moción aprobada por el Pleno de la Corporación del 28 de junio de 2005.

No es este, sin embargo, el único motivo que ha llevado al Museu Valen-cià d’Etnologia a interesarse por la navegación a vela latina. Un museo como este, que hace del método etnográfico (la descripción de pautas culturales que el investigador conoce a través de la observación parti-cipante) una razón de ser, no debe quedar al margen de una manifes-tación tan relevante de la cultura tradicional valenciana. Un universo el de la vela latina que puede parecer que agoniza de forma lenta, pero que, en realidad lo que hace es transformarse, mutar y arraigar en las nuevas condiciones sociales y culturales propias de la sociedad valen-ciana del siglo XXI. Una transformación que resulta paradigmática de un fenómeno inesperado que hoy está entre nosotros; la recuperación de elementos de la vida tradicional de la mano de la modernidad.

Es esta vinculación entre modernidad y tradición, entre lo local y lo glo-bal un rasgo esencial de nuestra sociedad y, a pesar de los riesgos que tiene ejercer de profeta, el rasgo que va a marcar nuestro futuro más inmediato. Y es aquí, en esta intersección de identidades prena-cionales, nacionales-estatales y postnacionales, donde el papel de la ciencia etnológica y de los museos de etnología se hace patente y se legitima ante la sociedad.

El Museu Valencià d’Etnologia, atento a los cambios que ocurren en nuestra sociedad, es consciente de cuál debe ser su tarea. En esta “sociedad líquida”, en esta “sociedad del riesgo”, por decirlo en térmi-nos sociológicos que han hecho fortuna a los últimos años, un museo etnológico como este ha de estar atento al latido de la sociedad para, partiendo de la huella y del influjo de nuestra sociedad tradicional, en-frentarse al análisis de los fenómenos culturales propios de la realidad valenciana y foránea de hoy.

Se trata de un museo que camina de la mano del método etnográfico hacia la reflexión etnológica (comparativa de culturas) para llegar al establecimiento de regularidades antropológicas de validez universal. Porque, no hemos de olvidarlo, el objeto de estudio de la antropología es esa realidad tan próxima y tan lejana que se llama hombre. Y como dice el conocido aforismo de Nietzsche: ”no hay nada más lejano que lo que es más próximo”.

Joan Gregori BerenguerDirector Administrativo de la Red de Museos de la Diputación de ValenciaDirector del Museu Valencià d’Etnologia

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El Museu Valencià d’Etnologia presenta la exposición La vela llatina, bar-ques a l’Albufera, una muestra que trata de dar al conocer al público, una de las formas de navegación tradicional de los va-lencianos y su recuperación en el nuevo contexto cultural y social del siglo XXl. El objeto de la expo-sición es el ayer de la vela latina en la Albufera de Valencia, pero igualmente el hoy de este fenómeno a través de su recuperación por la sociedad civil, que se organiza y busca nuevos usos y funciones para recuperar el patrimonio.

En el proceso de investigación que ha dado lugar a esta exposición se constató que muchos de los trabajos que se pretendía realizar ya existían. En efecto, desde las asociaciones de vela latina no sólo se recupera la navegación tradicional, sino también se han recupe-rado los saberes unidos a ella: la construcción de las barcas, la recupe-ración de oficios tradicionales, el vocabulario específico, las técnicas de navegación, etc. Se trata de una tarea en la que se involucran de manera activa muchos miembros de las asociaciones, realizando trabajos de cam-po, indagando, preguntando, rastreando. Así pues, la investigación se ha centrado en poner en valor estos trabajos, colaborando en su difusión a través de una exposición que pretende dar voz a sus protagonistas.

UNA EXPOSICIÓN SOBRE LA NAVEGACIÓN TRADICIONAL: LA VELA LATINALa navegación tradicional a vela latina es común a todo el Mediterráneo. La exposición recoge este hecho centrándose a continuación en las tierras valencianas y muy especialmente en la Albufera —el mar pequeño como fue denominada por los árabes— un mar pequeño y cerrado, contrapunto y reflejo del gran mar, donde se navegó a vela latina y donde ahora vuelve la práctica de esta técnica.Al hablar de la Albufera, se busca resaltar el cambio de uso y función de la navegación a vela. Así, se contrapone la embarcación a vela como medio de transporte vinculado a la explotación de recursos, como la pesca o la agricultura, en la sociedad tradicional, con ese mismo ingenio convertido en forma de ocio, asociado al deporte y al turismo, en la sociedad postin-dustrial. En este nuevo contexto, se habla también de la función de la vela latina como testimonio del pasado, objeto de políticas de musealización y recuperación del patrimonio.

En este sentido, la exposición reflexiona sobre el proceso de resignifica-ción de unos conocimientos transmitidos de generación en generación;

sobre la aparición del concepto de ocio en la sociedad tradicional y los posibles paralelismos con otras maneras de navegar de la sociedad contemporánea, como son las regatas deporti-vas; sobre los grupos y usos sociales que prota-gonizan la actual supervivencia de la vela latina. Pero igualmente reflexiona sobre los oficios tra-dicionales como el calafate, el maestro velero, el cordelero, el pescador, etc., con sus técnicas y herramientas; sobre un rico vocabulario en ries-go de desaparición y un patrimonio que debe ser documentado y conservado.

LOS MATERIALES DE LA EXPOSICIÓNLos materiales reunidos por el Museu Valencià d’Etnologia para la rea-lización de la exposición se organizan en tres bloques fundamentales, que corresponden a las tres principales líneas de investigación del museo:

La recopilación de testimonios directos a partir de la realización de entrevistas a antiguos pescadores, agricultores o calafates, así como a los miembros de las asociaciones de vela latina de la Albu-fera. Estas entrevistas han permitido obtener información de primera mano en torno a diversos temas como la navegación con vela latina, el vocabulario específico, los oficios asociados a esta técnica, las motivaciones de las asociaciones y sus actividades, etc.

La recuperación de material gráfico, especialmente de fotografías y filmaciones procedentes tanto del archivo del propio museo como de otras instituciones y colecciones que los han cedido, así la Biblioteca Valenciana o la Colección Tívoli.

La recuperación de objetos procedentes tanto de colecciones pri-vadas vinculadas a las asociaciones de vela latina, como de las co-lecciones del museo relativas a pesca, agricultura, caza, etc. En este sentido la muestra permite exponer numerosas piezas del museo que documentan la vida tradicional valenciana.

LA VELA LLATINABARQUES A L’ALBUFERA

Salvador Calabuig i Sorlí

Carolina Ruiz León

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ra. Por una parte, el transporte de personas y mercancías era funda-mental en el lago. De los diferentes puertos -El Tremolar, El Saler, El Palmar, Silla o Catarroja- partían regularmente barcas que enlazaban estos puntos. Por otra parte, las barcas están ligadas a las actividades económicas de la zona, centradas en su mayoría en la explotación de los recursos naturales. Así, la barca es protagonista en la pesca, per-mitiendo a los pescadores acercarse a sus capturas y trasladarlas a puerto; en la caza, posibilitando el acceso de los hombres a los puestos de tiro ocultos y la recogida de las piezas cobradas; en la construcción, facilitando la extracción del granito -una mezcla de piedras pequeñas, conchas y arena de playa utilizado en la construcción- y su transporte; en la agricultura, permitiendo el desplazamiento de los hombres, los aperos y la cosecha.

III. La recuperación de la vela latinaEl último apartado nos introduce en un nuevo contexto, el de la so-ciedad post-industrial actual, en el que se ubica la Albufera. Desde la década de 1970 hasta nuestros días, el lago ha sufrido un proceso de degradación creciente, por parte del hombre principalmente, que ha alterado el equilibrio de este ecosistema. A este fenómeno se han opuesto diferentes iniciativas de recuperación, como la declaración de Parque Natural en 1986 o las actuales asociaciones de vela latina, que desempeñan una doble función de recuperación del entorno natural del lago y del patrimonio cultural valenciano a través de esta técnica de navegación.

Las asociacionesLa recuperación de la vela latina en la actualidad comienza por la so-ciedad civil y está ligada al ocio. En efecto, en la década de los años 90 del siglo pasado tiene lugar en la Albufera un interesante fenómeno: diversas personas reunidas en asociaciones comienzan a trabajar des-de Silla, Catarroja y El Palmar (actualmente la asociación de vela latina de El Palmar ya no existe) para recuperar las técnicas de navegación tradicional. Son hijos o nietos de pescadores y barqueros, personas interesadas en la cultura popular quienes retoman las embarcaciones tradicionales con el aparejo de vela latina. En diferentes entrevistas, los miembros de las asociaciones exponen las circunstancias en las que éstas nacen, sus motivaciones, así como las actividades concretas que desarrollan.

EL CONTENIDO DE LA EXPOSICIÓNLa exposición se organiza en tres grandes apartados. El primero es una introducción general a la navegación y la vela latina, el segundo habla de la vela latina en la sociedad tradicional valenciana y el tercero se centra en la recuperación de la vela latina.

I. NavegarEsta sección está dedicada al progresivo dominio del medio marítimo por el hombre a través del ingenio técnico de la barca y de su per-feccionamiento mediante la vela, así como a la simbología y mitología asociadas a las embarcaciones. Por otra parte, se contempla también la historia de la vela latina en el Mediterráneo, su origen y expansión, sus usos, así como sus peculiaridades.

II. La vela latina en la sociedad tradicional valencianaEste segundo apartado plantea un recorrido por el entorno tradicional de la Albufera, entendida como medio natural y humano donde la acti-vidad se desarrolla en torno a la embarcación de vela latina. En efecto, hasta mediados del siglo pasado, la barca ha constituido uno de los ejes centrales de la vida en la Albufera. Por ello, se trata de mostrar la cadena completa de actividades que la rodean, desde su construcción hasta su utilización -en el ámbito laboral principalmente-, pasando por su manejo.

Construir la barcaAlrededor de las barcas existen varios oficios vinculados tanto a su construcción como a su mantenimiento: el carpintero de ribera, el calafate, el velero y el cordelero. Aquí se muestra principalmente el proceso de construcción de la barca, con sus herramientas, técnicas y materiales, así como aspectos de la historia de cada oficio y condi-ciones de trabajo.

NavegarAquí se explican las maniobras básicas de la navegación con el apare-jo de vela latina, mostrando los diferentes elementos que componen la barca y el papel que desarrollan en la navegación.

Usos de la barcaLas barcas eran el vehículo que posibilitaba la actividad en la Albufe-

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La recuperación del patrimonioAunque la exposición se centre en la recuperación de la vela latina en la Albufera, como la manifestación más cercana de este fenóme-no, también se da cuenta de que tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico existe la misma tendencia de recuperar las embarcaciones tradicionales, como parte del patrimonio cultural, a través de asocia-ciones. Igualmente se muestra el hecho de que la recuperación patri-monial es un fenómeno generalizado, puesto que se extiende a muchas actividades de la sociedad tradicional.

La constatación de esta situación lleva a hacer una reflexión final sobre las razones que la explican. Así, se plantea que la reivindicación de nuestra herencia es un rescate de valores del pasado que interesan a la sociedad actual; un intento de retomar lo positivo del pasado desde el presente; una reinterpretación de lo anterior que lo libera de la parte más dura. En el caso de la navegación a vela latina, la recuperación pasa fundamentalmente por desvincular la actividad del trabajo y aso-ciarla al placer, al ocio, resaltando lo manual frente a lo mecánico, lo artesanal frente a lo industrial, lo natural frente a lo artificial, lo ecológi-co frente a lo que rompe el equilibrio entre el medio y el hombre.

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El mar es plácido y temible, fuente de terrores y de fascinación pero también de recursos. Y en el mar el hombre aprenderá a pescar, cazar, comerciar, transportar. Un mar nutricio, un mar comunicador sobre el que fluyen y se intercambian las ideas y los conocimientos.

Las embarcaciones son vehículos, artilugios flotantes que hacen po-sible toda esta actividad, a partir de ellas surgirán oficios, técnicas, ingenios de una variedad y riqueza sorprendentes.

En la construcción de las embarcaciones se utilizarán los materiales disponibles, normalmente los más cercanos, por ello en cada zona geográfica las embarcaciones se construirán con distintas materias, así vemos embarcaciones de haces de papiro en Egipto, canoas de totora en el lago Titicaca... Pero no sólo los materiales determinan el tipo de embarcación, las características geográficas, tales como los vientos y las corrientes de agua, obligan a construir las embarcacio-nes de determinada manera a fin de aprovechar mejor las fuerzas naturales.

LA VELALas primeras embarcaciones a remo surcaban las aguas de ríos y lagunas, pronto se navegó cerca de la costa, en los mares.

La vela supuso una revolución, el equivalente a la rueda en el transporte te-rrestre. En principio, probablemente, alguien observó que ramas de árboles, hojas de palmera colocadas en las embarcaciones aumentaban su veloci-dad, luego aparecería un lienzo de tela que formando barrera contra el vien-to, servía de propulsión.

Las características de los vientos, su fuerza y lo que llamamos régimen de vien-tos, es decir, los vientos que regularmente, a lo largo del día o de las estaciones, confluyen en un lugar geográfico determinado, darán lugar a diversos tipos de velas construidas según principios de funcionalidad y economía de medios.

Las primeras representaciones conocidas de una embarcación a vela pro-ceden de Egipto. En un vaso de Naqada, hacia el 3100 antes de Cristo, apa-rece la primera representación de una vela, una vela cuadra y colocada en la popa. Para los egipcios la vela simbolizaba el hálito creador, el impulso hacia la acción.

BREVE HISTORIA DE LA VELA LATINAEn principio se empleaban velas de forma cuadrada para las embar-caciones mercantes y los barcos ligeros utilizaban el remo que les permitía maniobrar con mayor facilidad.

Las primeras grandes potencias lo fueron porque dominaron el mar: fenicios, cretenses, minoicos, griegos, romanos, cartagineses, vikin-gos utilizaron la vela cuadra.

Los orígenes de la vela latina son confusos. Las características del Mediterráneo, y su régimen de vientos con constantes cambios de dirección, hacían necesario variar continuamente el rumbo y acer-carse a la costa. Con la vela cuadrada esto era difícil, sólo era posi-ble con ayuda de los remos. La vela latina permitirá navegar contra el viento -ceñir- prescindiendo de la ayuda de los remos.

El origen del nombre también es confuso. Para unos era el nombre dado por los marinos del norte y el centro de Europa a la vela que predominaba en el mediterráneo en la época medieval. Para otros el nombre original era “La trina” la triangular y de éste, por deforma-ción, pasó a denominarse latina.

OrigenLas primeras representaciones de este tipo de vela datan del siglo II a.C. y aparecen en un bajorrelieve de una lápida funeraria, hallada en una necrópolis griega, actualmente expuesta en el Museo Nacional de Atenas. Parece que esta vela fue conocida por griegos y roma-nos, tal y como nos muestran numerosas representaciones, como por ejemplo en las pinturas de Pompeya. La vela latina se empleó sobre todo en embarcaciones ligeras, a veces también ayudada por remos. En Bizancio aparecerán las primeras grandes embarcaciones (más de 40 metros de eslora); los dromones, que en sus orígenes fueron birremes y en sus últimos tiempos se arbolaban con dos y hasta tres palos de vela latina.

EsplendorLo que parece claro es que son los árabes los que a partir del siglo VII perfeccionarán esta técnica, según parece a partir de prototipos mediterráneos e índicos.

EL HOMBRE, EL MEDIODesde la aparición del hombre sobre la tierra, hay un objetivo ligado a la evolución: el dominio del medio. El hombre, un ser frágil, se ve impelido a dominar el me-dio para sobrevivir. Paulatinamente, desarrolla habilidades y comienza a fabricar útiles, ins-trumentos para conseguir sus fines, el primero de los cuales es nutrirse. Los diferentes grupos de homínidos generan útiles similares, pero con diferencias en las técnicas de fabricación y en los materiales. A la par que aparecen los útiles aparecen las distintas culturas que se ordenan según estadios culturales.

Los estadios culturales comportan un acrecen-tamiento del conocimiento, de unos saberes que se trasmiten y de-puran a lo largo del tiempo.

Si nos remontamos a los orígenes, veremos al hombre desplazándo-se por todo el hábitat: corriendo por las praderas, encaramándose a los árboles, huyendo de las fieras, refugiándose en oquedades y grutas, nadando en mares, ríos y lagos.

El dominio del elemento acuático fue progresivo, el hombre originaria-mente flota en el seno materno, los niños recién nacidos se mueven na-turalmente en el agua. Mejorar estas condiciones naturales fue cuestión de tiempo. Así el hombre descubrió que podía descansar del esfuerzo natatorio con la ayuda de flotadores, estos, además, facilitaban su des-plazamiento llevados por las corrientes fluviales y marinas. En su entorno el hombre observó la extraña cualidad de algunos materiales que flota-ban en el agua: troncos de árboles, cañas de bambú, tallos de papiro, calabazas, que fueron usados para desplazarse sobre el agua, primero de manera simple y después en forma de balsas y embarcaciones.

La historia que sigue es un conjunto de sabiduría acumulada, una larga trayectoria de ensayo-error, que fue conociendo y depurando técnicas y materiales. La tecnología tradicional llega, a partir de la experimentación y la observación, a un conocimiento de orden práctico que más tarde dará origen al conocimiento científico.

EL MARSimbólicamente el mar es la fuente de la vida, la madre universal de

la que surge todo lo viviente y a la que torna todo lo que muere, volver al mar es retornar a la madre, morir. En algunas lenguas románicas es clara la homofonía entre las palabras mar y madre.

El mar se encuentra presente en muchos mitos de numerosas civilizaciones.Estos mitos nos hablan del mar en el origen del mundo. Según la tradición hebrea, Dios en el segundo día de la creación separó el firmamen-to de las aguas y el tercer día separó lo seco, que llamó tierra, de las aguas a las que llamó

mares. Más tarde, Noé, como el Gilgamesh mesopotámico, construyó la gran barca que salvará a la humanidad y a toda la creación de las aguas multiplicadas del Diluvio.

El Mar nos habla de un viaje, de un mundo desconocido y por ello tenebroso, poblado por seres terroríficos. El mar se convierte en vín-culo entre la vida y la muerte y las embarcaciones posibilitarán su tránsito. La barca de Ra de los egipcios, la barca de Caronte, trans-portan a los humanos al más allá.

El mar aparece pues vinculado a las religiones y el poder de las aguas al poder espiritual.

LAS EMBARCACIONESLas embarcaciones adquieren una significación especial en ese contex-to, la barca es el vehículo, para algunos, la cuna recobrada, el claustro materno, para otros es el envoltorio del hombre: su cuerpo, el vehículo de la existencia.

Los navíos son instrumentos creados por el hombre, que el hombre hace su-yos, y así, reciben nombres, son bautizados, comparten el destino del marino, del viajero, y con el hombre desaparecen no sólo víctimas del infortunio y de la naturaleza sino también en ceremonias rituales en las que el cuerpo del difunto es reducido a cenizas o enterrado junto a la embarcación.

LA NAVEGACIÓN A VELA LATINA

Salvador Calabuig i Sorlí

Flaminia Guayart de San Feliu

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Los árabes recogerán el saber naval antiguo, como hicieron con la filosofía, la medicina, la matemática y la geometría y lo transmitieron y perfeccionaron.

Al expandirse por el Mediterráneo, se vieron en la necesidad de construir una gran flota. Abd-al-Rahman I en Al-Andalus construyó una flota cuyo aparejo imita al del dromón bizantino, embarcación que servirá de modelo a la galera medieval.

Las Cruzadas en el siglo XI fueron un gran momento en la expansión y florecimiento de la vela latina, se necesitaron naves rápidas con remos y vela latina (el pánfil, el dromón) y otras mayores, aparejadas con dos velas latinas, capaces de transportar mercancías, útiles de guerra y caballos, (buque redondo, tárida...).

En esta época se multiplica el número de velas y se reduce su tamaño para aprovechar mejor los cambios en el viento y el mar.

Naos, cocas, carabelas, carracas y otros grandes navíos utilizan ve-las latinas, sobre todo en el palo de mesana, hasta la segunda mitad del siglo XVIII en el que esta se sustituyó, por el tipo de vela de cuchi-llo llamada cangreja.

Las galeras, las grandes embarcaciones del siglo XV al XVII, combi-naban remos con vela latina, y eran los buques de guerra por exce-lencia. Las flotas venecianas y españolas estaban compuestas por galeras, con ellas lucharon contra la flota turca en Lepanto.

Las galeras evolucionarán y así aparecen los jabeques, que primarán la vela como propulsión sobre los remos. De mediano tamaño, tenían una arboladura de tres palos con el trinquete inclinado hacia la proa.

Los grandes navíos a partir del siglo XVIII requieren de un velamen más complejo en el que predominan velas cuadras y cangrejas, esto sucede en fragatas, corbetas, bergantines y goletas.

La vela latina poco a poco se reducirá a las embarcaciones ligeras de cabotaje en toda la costa mediterránea.

DecadenciaLa aparición del vapor fue una revolución. Ya no era necesario el im-pulso del viento para propulsarse, ya no eran necesarias las velas. A partir de finales del s. XVIII y sobre todo en el XIX las ruedas de palas, la propulsión a reacción, la propulsión a hélice, cambiaron por completo la navegación.

En la costa subsistirá la vela latina asociada a la pesca de arrastre, en Valencia usada con la técnica por parejas o de bou consistente en colocar una red entre dos barcas gemelas, de manera que se pesca más y con mayor rapidez.

En toda la costa mediterránea la vela latina permanecerá hasta la desaparición de la sociedad tradicional, llauts, faluchos, jabeques desaparecerán con la implantación de motores en las barcas en los años 20 del pasado siglo. En un principio se mantendrán las velas -motoveleros- que más tarde se suprimirán.

La vela quedará reducida al ámbito deportivo, apareciendo nuevas embarcaciones, vinculadas al placer, al ocio y a la competición.

La historia de la vela latina es hoy memoria y patrimonio todavía pre-sente en muchos países del norte de África y en otros lugares de África, Asia y América, donde la sociedad tradicional está viva. En nuestros días se produce en el Mediterráneo post-industrial un resur-gir de la vela latina asociado a la recuperación de las embarcaciones tradicionales. A lo largo de todo el Mediterráneo surgen grupos que recuperan antiguos saberes, técnicas y maneras de navegar.

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que había de ser el campo y se cortaban con una hoz grande, una corbellota las cañas por donde tenía que ir el margen. Después, en tierras altas se cortaban terrones de tierra, gassons, que en barcas o barquitos eran llevados al campo que comenzaban a transformar, y los primeros iban destinados a hacer los márgenes, colocándolos en línea recta, de estaca a estaca, hasta que se sobrepasaba el nivel de la Albufera en cincuenta o sesenta centímetros.

Se llama margen o mota al caballón de tierra apisonada que separa las fincas, es decir, la propiedad rústica. Cuando uno de estos caba-llones se estaba secando unos cuantos años y las raíces se habían consumido, los agricultores solían plantar sandías, que resultaban deliciosos.

Hechos los márgenes, se sacaba el agua y se segaban las hierbas que, una vez seca, se quemaba .

A continuación era necesario quitar las raíces, el suro, del cañaveral, porque si no la tierra que se ponía encima quedaba demasiado alta, y como las raíces se iban pudriendo, quedaba el terreno más blando y se hundían las caballerías.

Para arrancar las raíces iban dos hombres con dos hoces, dos corbe-lles de serrar, haciendo cortes a derecha e izquierda de lo que sería la

gleba, el gassó, y de arriba abajo. Detrás iban cinco o seis hombres con azadas cavando, haciendo un tercer corte y arrancando la gle-ba. Si el entramado de las raíces era fuerte, porque tenía un grosor de más de veinte centímetros, era necesario hacer todo el trabajo con una pala cortante, tallant, porque la hoz y la azada no profundizan bastante.

Todo el campo quedaba lleno de terrones, de glebas, de gassons, que se recogían en montones y en caballones con las manos o con los ganchos, porque cuando se soltaran las aguas y quedara todo inundado, se sacaba más fácilmente que si estaba diseminado por el campo. Cuando se inundaban los campos, se entraba con las embar-caciones y sacaban las raíces.

“Cañas y barro” se hace eco de la dificultad del trabajo y cuenta como desde antes del amanecer Tonet y la Borda iban en dos barquitos a buscar tierra para llevarla después en un viaje de más de una hora, al gran espacio de agua muerta cuyos límites marcaban los ribazos de barro. El trabajo era penoso, aplastante; una tares de hormigas. Sólo el tio Toni, con su audacia de trabajador infatigable, podía acometerlo sin otro auxilio que su familia y sus brazos. Iban a los grandes cana-les que desembocan en la Albufera, a los puertos de Catarroja y el Saler. Con perchas de ancha horquilla arrancaban del fondo grandes pellas de barro, pedazos de turba gelatinosa, que esparcía un hedor

El centro del lago, el lluent, aparece como un mundo de plata que cuando se ensancha, incorpora en su extensión como puntos lejanos, los pue-blos de alrededor que participan una gran parte del año, en invierno, inundadas sus marjales de la tersura del agua, que llega en esos momentos, cuando las compuertas, els Perellons, se cierran a su máxima extensión. Desde Sueca y Cullera, hasta los arrabales de la ciudad de Valencia, se extiende una sola superficie acuática, interrumpi-da aquí y allá por los cañares que aparecen sobre el agua. Según el testimonio de Blasco Ibáñez las barracas aisladas que antes estaban en tierra fir-me aparecían flotando sobre las aguas y las bar-cas atracaban en la misma puerta.

A partir del mes de abril, cuando ya se han hecho en los campos de arroz los trabajos preparatorios para su cultivo, que comienzan en marzo y se ha hecho la plantà comienzan a puntear las briznas del arroz y poco a poco se forma una corona verde, hasta que la vara de la macolla florece y va llenando su fruto, y dorada posteriormente, cuando el arroz enhiesto, la espiga bien llena, aunque a veces también se inclina, promete fruto abundante.

La marjal y la Albufera forman un conjunto indiscernible. En principio fue-ron lo mismo, y en el invierno ya lo hemos visto, las aguas cubren toda la cultura que supone el cultivo del arroz, y recuperan su espacio original.La transformación que supondría la creación de ese cinturón de vida y riqueza alrededor de la Albufera se hace posible por medio de la figura jurídica de l’establiment, es decir, el censal o emfiteusi, por concesión del Real Patrimonio y en ese momento los cañares de las orillas de la Albufe-ra fueron objeto de unos trabajos de saneamiento y transformación. Las grandes fincas arroceras de los alrededores de la Albufera se llamaban establiments, y establir era la acción de hacer cultivable un campo que en principio era un trozo de Albufera, y podía tener de base un cañar, o el mismo fango, agle, de la Albufera.

Los hombres de nuestros pueblos se dispusieron a transformar los ca-ñares que rodeaban la Albufera y a convertir-los en campos de arroz. Utilizaron una técnica inteligente y minuciosa que representa uno de

nuestros mayores tesoros antropológicos, inmersos en un mundo prein-dustrial en el cual se introducían unos cambios que atemorizaban a las

generaciones de más edad, al ver los padres como los hijos utilizaban la reja del arado en vez de seguir cavando la tierra, cuando ya seca, se agrietaba, sentimiento que se recoge en “Cañas y barro”, cuando el tío Paloma, viejo barquero, se ponía nervioso cuando tropezaba en la barraca con el arado de su hijo porque le parecía casi casi el mismo demonio; y en su desconcierto repetía que, ¡Iban a transformar la Albufera! En pocos años no la conocería nadie. Por la parte de Sueca colocaban unos ingenios de hierro dentro de unas casitas que tenían unas grandes chimeneas.¡Y tire usted humo! Las antiguas no-

rias tranquilas y simpáticas, la rueda de madera carcomida y los can-gilones negros iban a ser substituidas por maquinarias infernales, que removerían las aguas haciendo un estrépito de mil demonios! Milagro sería que toda la pesca no tomara el camino del mar, harta de todas esas innovaciones! Iban a cultivarlo todo. Tiraban tierra y más tierra sobre el lago. Todo cambiaba en aquel mundo del cual no había salido nunca el viejo. La Albufera la transformaban los hombres con sus cultivos y se desfiguraban las familias, como si las tradiciones del lago se perdieran para siempre. Los hijos de los barqueros se hacían siervos de la tierra; los nietos alzaban el brazo contra sus abuelos; en el barco se veían barcazas cargadas de carbón; los campos de arroz se extendían por todas par-tes, avanzaban en el lago, tragándose el agua y roían la selva, trazando grandes claros en ella... La vista de una noria vieja causábale estreme-cimientos, y contemplaba con emoción la rueda negra y carcomida, los arcaduces desportillados, secos y llenos de paja, de donde salían ratas en tropel al notar su proximidad. Eran las ruinas de la muerta albufera; recuerdos, como él de un tiempo mejor.

Comenzaron a verse por la Albufera los mojones que delimitaban el terreno para después hacer los márgenes que cerrarían el campo. Si se trataba de un trozo de Albufera, se hacían los márgenes y se comenzaba a enterrar; pero si la tierra que se havia de transformar era de cañaveral, se procedía de la siguiente manera:Primero, como ya hemos dicho, se señalaba con unas estacas lo

LA ALBUFERA DE VALENCIA Y SU TRANSFORMACIÓN

Marina Zaragozá Pérez

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Hechos los márgenes y arrancado el cañaveral, se había de llenar de tierra el campo que estaba lleno de agua. Como hemos visto esa tierra la sacaban de las acequias, el fang dragat, de los campos de huerta que lindaban con la marjal y que se destinaban a sacarles la tierra para formar nuevos campos de arroz, els terrers. A veces com-praban un campo de huerta adrede para convertirlo en terrer. A ve-ces la tierra la conseguían de los campos de arroz que tenían un nivel demasiado alto a causa de la los depósitos de la tierra en suspensión que bajaba con el agua; por esto el agua entraba con dificultad, y si se escapaba una boca de riego, o se hacía un agujero, fácilmente se quedaba el campo en seco. Por eso era conveniente rebajarlos, y los dueños regalaban la tierra a cambio de que se la llevaran.

Por tanto, la tierra para enterrar podía ser de dos clases: barro de las acequias o de la Albufera, o glebas de los campos de huerta, o de los campos de arroz que estaban demasiado altos por los depósitos de tierra que arrastraba el agua.

El barro, el fang dragat, se sacaba de debajo del agua, con una pa-langana, que la hacían rodar con los pies, y al quedar el campo en seco dejaba el barro a la vista, o desde un barquito con una azada de mango largo y de pala ancha. El barro podía secarse arriba del margen, como ya hemos visto, y una vez seco llevarlo al campo, o también, poniéndolo dentro de una pastera colocada en una barcaza que se havia acomodado para el trabajo añadiéndole unos peque-ños puentes laterales y una tabla transversal donde el trabajador se mantenía en pie, y en el fondo la pastera donde se iba recogiendo el fango dragado, que posteriormente, con una azada especial para descargar, iban incorporando al campo.

En las tierras altas, terrers, los capazos, els cabassets terrers, se lle-naban con el ligón o azadilla, desde las acequias, ports, que era lo pri-mero que se hacía en el campo donde se iba a sacar tierra, para que el barquito de carga que se utiliza en este trabajo, que tiene una medida especial, pudiera pasar y cargar los capazos de esparto, els cabassets terrers. Con treinta capazos se cargaba un barquito. Cuando llegaban a la tierra de arroz, descargaban los capazos junto a la caña que habían dejado como señal. Cada barquetada de tierra se tiraba en un montón, que cuando quitaban el agua se escampaba en un metro cuadrado. La

caña que servía de señal, se cambiaba después de haber descargado el barquito. Se necesitaban trescientas de estas cargas por hanegada en la primera tirada. Una gleba y un capazo de los que hemos descrito, equivalen a la misma cantidad de tierra.

Las glebas de las tierras altas eran el resultado de rebajar los cam-pos, trabajo que en Cullera denominan abaixar; para conseguirlas pri-mero se marcaba el campo y se calculaba cuantos dedos se había de rebajar; inmediatamente hacían la zanja, es decir, el puerto principal, el port mare, paralelo al margen exterior. Del puerto principal salían los otros puertos, verticales al puerto principal y unidos a el por un recodo. Se llama puerto a la acequia que se iba abriendo a medida que iban cortándose las glebas, y por donde se iban transportando en los barquitos. A la misma distancia se hacían otros puertos y a la tierra que quedaba entre ellos se la llamaba banco, banc. Veinti-cuatro glebas de banco por seis de puerto rebajan dos dedos. Si se querían rebajar tres dedos, se dejaban diez y ocho glebas de banco y se hacían seis de puerto. Cuanto más se quería rebajar el campo, más anchos se hacían los puertos. La norma era darles a los puertos una anchura de seis glebas, y dejar de banco la anchura equivalente a seis, doce, diez y ocho o veinticuatro glebas. Si le daban el mismo an-cho al puerto que al banco, el campo quedaba rebajado a la mitad de la altura de los bancos. En lugares donde se quería rebajar muy poco, hacían pequeñas acequias de tres glebas; en este caso, el trabajo se hacía muy pesado porque se tenían que transportar las glebas hasta el margen con el carro de las garbas, tirado por caballos, ya que no podía entrar la embarcación al campo. Después el trabajo continuaba como siempre: el operario arrastraba el barquito ayudándose con la percha, mientras estaba en el puerto principal; cuando salía a la ace-quia lo hacía avanzar estirando de una cuerda desde el margen, si estaba seco, o con la percha en el caso contrario. Si lo llevaban entre dos, uno iba delante con la cuerda, y el otro detrás con la percha, ayudándole a avanzar y evitando que rozara la orilla.

Para hacer este trabajo la tierra había de estar bien cuajada, comen-zando a secarse, lo que nosotros decimos: con agua a las pisadas. Si la tierra estaba bien cuajada, la gleba salía muy bien. Con el tallant se cortaba como si fuera una pastilla de jabón o un ladrillo de unos vein-ticinco a treinta centímetros de profundidad y cogía terreno blando y

insoportable. Dejaban secar en las orillas estos jirones del seno de las acequias y cuando el sol los convertía en jirones blancuzcos, cargábanlos en los dos barquitos que se unían, formando una sola embarcación. Percha que percha, tras una hora de incesante trabajo, llevaban al tancat el montón de tierra tan penosamente reunido, y la charca se la tragaba sin resultado aparente, como si se disolviera la carga sin dejar rastro. Se sufría la monotonía del trabajo y se podían calcular los meses y aún los años que faltaban para dar cima a la obra. Tonet pensaba en lo que había costado de arrancar cada mon-tón de tierra, y temblaba de emoción viendo como se enturbiaba el agua al recibir la carga, y después, al aclararse, mostraba el suelo siempre igual, siempre profundo, sin la más pequeña giba, como si toda la tierra se escapase por un agujero oculto.

Estos trabajos se hacían en invierno, cuando cerraban las compuer-tas de la Albufera, la Perellonada, y la marjal se inunda de agua.

Como era necesario mantener un nivel de agua para que las barcazas pudieran entrar y trabajar dentro del campo, hasta últimos de febrero se trabajaba en las tierras bajas y en las más altas de la marjal, por-que todas estaban inundadas . Después con el agua disminuida se podía continuar trabajando los campos más hondos con el agua que tenían normalmente, es decir, amb l’aigua plana, y las embarcaciones entraban a nivel de Albufera. Pero en otros campos se había de hacer una parada en la acequia, el sequiol, para retener el agua, para que el agua del campo subiera de nivel y los barquitos pudieran entrar y salir en los viajes que hacían a las tierras altas, els terrers, de don-de cargaban las glebas para transportarlas al campo que se estaba transformando.

Para hacer la parada se utilizaba el trestellador, que a Cullera se lla-ma marranet, y se coloca como una compuerta para cerrar y abrir el paso del agua en una acequia, sequiol o canal, es bastante ancho para que pueda pasar un barquito.

El agricultor que va por el margen, estira de la cuerda y arranca fá-cilmente el trestellador para poder salir con el barquito cargado, y lo vuelve a cerrar inmediatamente, para que el agua se vaya rebalsando de nuevo, para que cuando vuelva pueda entrar en el campo.

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Una vez estructurada la Marjal, comienza una dinámica de agua y trabajo que hace que este cultivo sea un referente para describir el paisaje y la actividad humana y económica de la zona.

El agua que baja de las fuentes y del río, en su discurrir hacia la Al-bufera, servirá para criar el arroz. Los arroceros la harán pasar de campo en campo según sus necesidades y su gusto; y era por eso que al atardecer, cuando ya habían acabado el trabajo, desde que se hacían los planteles, pasaban a dar una mirada al arroz, para vigilar si el nivel del agua era el adecuado, si las soleras estaban al nivel que el dueño quería, si las carrerillas de desagüe, anguileres, funcionaban bien, si las briznas de arroz tenían la fuerza y el color adecuados; y

subían o bajaban el nivel del agua según el color del cielo, que les indicaba si al día siguiente soplaría poniente o viento del norte. Cuan-do todo está preparado se van secando los campos, primero para criar el arroz y luego para segarlo. Cuadrillas de hombres venidos de la Marina y de los pueblos de alrededor en la época de la cosecha, cuando la hoz en el hombro, y como siempre en nuestros trabajos dotados de una estructura y un ritmo, en pocas semanas recogían el esfuerzo de muchos meses. Carros que chirriaban cargados de sacos de arroz y un polvillo viscoso que extendía su olor por todo el pueblo, que los hombres de fuerza, de la colla, descargaban en las casas. Antiguamente se utilizaban barcas grandes, a veces unidas de dos en dos para transportar garbas, o sacos de arroz ya trillado, cuando

fuerte; la parte más dura era la más profunda. Si estaba muy dura se rompía la gleba.

Después la tierra se araba por medio del banco, y al caer la mitad de la tierra a una parte y la otra mitad a la otra, se rellenaban los puertos. El motivo de hacer los puertos de seis glebas era porque después de llenarlos, la tierra que caía dentro de los puertos, al principio estaba esponjosa, y se hundía, y el puerto de seis glebas lo trabajaban los caballos más fácilmente. A continuación se rompían las glebas, fer la desgassonada, y se quedaba el campo arreglado.

Las tierras de arroz necesitan un mínimo de treinta o cuarenta centí-metros de buena tierra. Debajo del todo queda la tierra fangosa, floja, que nosotros llamamos agle.

Cuando ya se había hecho la primera tirada de tierra por todo el campo, escampaban bien la tierra con la azada de cavar, y después removían la tierra, a este trabajo nosotros lo llamamos cabutjar, hun-diéndose en el fango, trabajando en muy malas condiciones. Después le daban una pasada de atabladera que remolcaban dos hombres. La cuestión era plantar el campo cuanto antes mejor. Cada año de aña-día la tierra necesaria para rellenar las hondonadas y elevar el nivel del campo, fer apujada, o si era necesario, rebajar algún punto alto, fer abaixada. A partir del segundo o tercer año ya podía, hundiéndose entrar en el campo un caballito, o el rocín con el arado con una reja y una cuchilla. Durante siete u ocho años, se iba cosechando arroz y ti-rándole tierra al campo, fent camp; observando los rodales más flojos que señalaba con cañas, a fin de saber en el invierno, cuando el cam-po estaba inundado, donde había de tirar la tierra. Y así la tierra se iba aplanando poco a poco. La tierra que se echaba a los campos recién transformados, y la que aún se tira hoy, si hace falta rellenar algún hoyo en el campo, suele ser barro dragado de las grandes acequias.

La preparación de un predio hasta que se podía plantar costaba mucho esfuerzo, y además del trabajo extenuante pasaban estrecheces de todo tipo, porque era necesario hacer frente a los préstamos que necesitaban pedir y a los problemas producidos por las inclemencias del tiempo y el salitre que a veces entraba en sus tierras y mataba la cosecha.

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finales del s.XVIII comenta: Si eres aficionado a este género de caza que se acostumbra en los días que decimos de Entrada, de San Martín y Santa Catalina, el once y el veinticinco de noviembre... Estos días y los dos ante-riores se puede cazar de manera gratuita en la Albufera. Son las únicas ocasiones en que se puede tirar tres días seguidos. Pero para preparar estas cacerías y que haya caza abundante, se suprimen las tres tiradas anteriores. A esto se refiere el dicho popular que dice: “A San Martín, no se hacen, folguen, las tres tiradas”. Recuerdan los cazadores que cuan-do había gran abundancia de caza, el primer día solamente se cazaba en media Albufera, en las inmediaciones de Sollana, Silla y Catarroja, por la parte de tierra, y desde el puesto de la Ratlla hasta les Barres, por el lago, dejando libre l’Amitjanat, el Fang y el Brossar. El segundo día ya tiraban en toda la Albufera. Y el último día se cazaba por todas partes, persiguiendo el revuelo, la revolada, y tirando desde los barquitos a la caza que quedaba por el lago. Así tenían dos días de buena caza, ya que de otro modo, la caza huía a refugiarse en las tierras de arroz o hacia el mar, aunque después volvía.

Se han de distinguir los puestos de caza de la Albufera y los de la tierra de arroz, el Vedat.

En la Albufera hemos de distinguir entre puestos propiamente dichos, que se sitúan en los mejores lugares de la Albufera, y la empavesada, coloca-da en las matas, alrededor de un puesto, en lugares no tan adecuados y escogidos como en el primer caso. Aproximadamente cada cien metros había una empavesada, que estaba fija , mientras que el puesto rodaba. Y todo se distribuía en una subasta, según el dinero del que cada cual podía disponer. Los puestos se compraban para toda la temporada, de septiem-bre a marzo, y suponían veinte tiradas en total. Los que quedaban después de la subasta, se vendían al tajo, es decir, a continuación de los que habían comprado un puesto, pero antes de que se vendieran a suertes, que con-sistía en numerar los puestos que quedaban, y se elegían según el número que salía en el sorteo. Finalmente se vendían las licencias para cazar a la orilla de la Albufera, o en barquitos, de las cuales se vendían pocas y solo para las matas.

La víspera de cada tirada se reunían los que habían comprado un puesto e iban observando donde había más caza, més mostra, y según el resulta-do de este examen comenzaban a pedir el puesto, la Demanada. De esta

forma y para cada tirada, el primero, escogía donde más caza había, y así sucesivamente. A esta rotación se le llama anar a roda. Ayudaban, el de-manador y el rematador, que también se ocupaba de alzar la caza, de fer alçades; con esta finalidad utilizaba el barquito, que al principio se llevaba, arrimado, arrambat, a la barca en la cual se había transportado el puesto y todos los útiles. A veces se colocaba la vela atendada.

Las tierras de arroz, cuando en el invierno están inundadas, son un parti-cular sitio reservado, vedat, alrededor de la Albufera. Estos puestos que son fijos para toda la temporada, también se compran en una subasta en la plaza de cada pueblo, se designan por números, a veces por letras y se ubican en Partidas. Aquí desde octubre hasta enero, se hacen seis tiradas y una última tirada más corta, la tiradeta, porque cuando salen del tonel para recoger las piezas, la pollejada, ya podían entrar al vedat a cazar, todos los que querían.Los que no habían comprado una opción de caza, podían esperar escondi-dos en los límites del vedat y si algún pájaro se escapaba le podían tirar. A esta forma de cazar se le llama anar a joca.

La cacería comienza al hacerse de día, cuando ya se ve la caza, y desde la Manseguerota se enciende una bengala o cohete para comenzar. Están cazando todo el día, desde que entran en las botas hasta que salen a reco-ger la caza, la pollejada, hacia el mediodía, el aviso se hace por medio de

los caminos no llegaban a todos los campos, y se tenía que sacar la cosecha por las anchas acequias.

Para configurar el entorno de la Albufera una vez vista toda la dinámi-ca del cultivo del arroz, fruto de unas profundas transformaciones en su estructura, consideraremos tres aspectos más: la pesca, la caza y el hombre y su estructura social: La Cofradía de Pescadores y las tiradas de la Albufera.

La pesca es otra actividad económica, para el tío Paloma, la actividad principal que había de prevalecer sobre las demás a fin de mantener la libertad y la dignidad del hombre, que se perdían en los trabajos agrícolas; según él, poco a poco, los verdaderos pescadores, los pu-ros los que huían del trabajo de las tierras como de una abdicación deshonrosa, se habían trasladado al Palmar...Estimaban su lago y por eso se quedaron en él. Los labradores pobres eran unos esclavos, que rabiaban todo el año mientras trabajaban; ¿Y para quién era el pro-ducto? Toda su cosecha se la llevaban los extranjeros: el francés que les presta el dinero y el inglés que les vende el abono a crédito...¡Vivir rabiando para mantener a gente de fuera! No; mientras hubieran an-guilas en el lago podían las tierras cubrirse de juncos y espadañas, con la seguridad que no sería él quién les pasara la charrúa.

Los puntos de pesca más conocidos son: El Brossar, El Cementerio del Palmar, les goles del Perelló, el Pujol; también se pesca en los puertos, los motores, los canales... Se puede pescar con diferentes sistemas: A la luz, con caña, que puede ser corta o larga y con carre-te, con distintas redes: mornella, mornells, mona, monot; también se puede utilizar el tir parat xarxa, que según Alcover-Moll es una red larga para pescar en el río y en la Albufera, y el tir armat, que es una red larga con piezas para su sostenimiento, a fin de mantener la red convenientemente extendida, y les paraderes, que Alcover-Moll des-cribe como la red con la que se intercepta el paso de los peces dentro de un río o brazo de mar para poderlos coger con las manos.

Las Cofradías de Pescadores y la Compañía, que iba calando redes para pescar por toda la Albufera, y els Redolins que gestiona la Comunidad del Palmar, son las instituciones básicas, que suponen toda una estructura social.

Ilustraremos la pesca con luz siguiendo la novela “Cañas y barro”: Des-pués venían las pescas a la encesa: el paseo por el lago desde que se ocultaba el sol hasta que salía, siempre en la oscuridad de las noches in-vernales. Tonet vigilaba en la proa el haz de hierbas secas que ardía como una antorcha, esparciendo sobre el agua negra una gran mancha de san-gre. El abuelo iba en la popa empuñando la fitora: una horquilla de hierro con las puntas dentadas, arma terrible, que una vez clavada, solo podía sacarse con grandes esfuerzos y horribles destrozos. La luz bajaba hasta el fondo del lago, Veíase un mundo de conchas, las plantas acuáticas, todo un mundo misterioso, invisible durante el día, y el agua era tan clara que la barca parecía flotar en el aire, falta de apoyo. Los animales del lago, enga-ñados por la luz, acudían ciegos al rojo resplandor, y el tío Paloma ¡zas! No daba golpe con la fitora que no sacase del fondo un pez gordo coleando desesperado al extremo del agudo tridente.

La caza es un deporte que se practica en la Albufera desde tiempo in-memorial. Cuando se cierran las compuertas, els Perellons, en el otoño y en el invierno, como decía Max Thede, todos los días de noviembre se ven revolar sobre el mar y la costa enormes bandadas de aves de paso. En las primeras horas de la noche atraviesan la Devesa y se paran en la Albufera. Estas aves atraen a los cazadores desde todos los rincones del país. Y todos los sábados al clarear el día, se permite matarlas. Orellana, a

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en el campo, para ir a casa del vecino, para ganarse la vida. Tan pronto pasaba por el canal un niño, como una mujer, o un viejo, todos moviendo la percha con ligereza, apoyándola en el fondo fangoso para hacer resbalar sobre las aguas muertas el zapato que les servía de embarcación.

Comenzaba a anochecer. Los campos se ennegrecían. El canal tomaba una blancura de estaño a la tenue luz del crepúsculo. En el fondo del agua brillaban las primeras estrellas, temblando con el paso de la barca. Cesaba la brisa; la vela caía desmayada a lo largo del mástil y el barquero empu-ñaba la percha, apoyándose en los ribazos para empujar la embarcación. Pasó con dirección al lago una barca pequeña cargada de tierra.

De buena mañana se veía la barca correo que unía la isla del Palmar y Va-lencia como un gran ataúd cargado de personas y paquetes, con la borda casi a flor de agua. La vela triangular, con remiendos oscuros, estaba re-matada por un guiñapo incoloro que en otros tiempos había sido una ban-dera española y delataba el carácter oficial de la embarcación, colocada en el agua muerta, de una brillantez de estaño.Deslizábase la barca por canales tranquilos, de una agua amarillenta, con los dorados reflejos del té. En el fondo, las hierbas acuáticas inclinaban sus cabelleras con el roce de la quilla. El silencio y la tersura del agua aumen-taban los sonidos. De las barcas lejanas y casi invisibles llagaban agranda-dos por la calma, el choque de una percha al caer sobre cubierta, el chirri-do de un mástil, las voces de los barqueros avisándose para no tropezar en las revueltas de los canales. El horizonte se ensanchaba. A un lado la línea oscura y ondulada de los pinos de la Dehesa, que separa la Albufera del mar. Al lado opuesto, la inmensa llanura de los arrozales perdiéndose en el horizonte por la parte de Sollana y Sueca, confundiéndose con las lejanas montañas. Al frente los carrizales e isletas que ocultaban el lago libre, y por entre los cuales deslizábase la barca, hundiendo con la proa las plantas acuáticas, rozando su vela con las cañas que avanzaban de las orillas. Ma-rañas de hierbas oscuras y gelatinosas como viscosos tentáculos subían hasta la superficie, enredándose en la percha del barquero.

El viento cada vez más fuerte, cambió la superficie de la albufera. Las on-dulaciones se hicieron más sensibles, las aguas tomaron un tinte verdoso semejante al del mar, se ocultó el suelo del lago, y en las orillas de gruesa arena formada de canchas, comenzó a depositar el oleaje amarillentas ve-dijas de espuma, pompas jabonosas que brillaban irisadas a la luz del sol.

La barca deslizábase a lo largo de la Dehesa y pasaban rápidamente ante ella las colinas areniscas, con las chozas de los guardas en su cumbre; las espesas cortinas de matorrales; los grupos de pinos retorcidos, de formas terroríficas, como manojos de miembros torturados. Los viajeros, enarde-cidos por la velocidad, excitados por el peligro que ofrecía la embarca-ción arrastrando una de sus bordas a ras del lago, saludaban a gritos a las otras barcas que pasaban a lo lejos y extendían su mano para recibir el choque de las ondas conmovidas por la rápida marcha. En torno del timón arremolinábase el agua. A corta distancia flotaban dos capuzones, pájaros oscuros que se sumergían y volvían a sacar la cabeza tras larga inmersión, distrayendo a los pasajeros con esas evoluciones de su pesca. Más allá de las matas, en las grandes islas de cañares acuáticos, las fúlicas y los collverts levantaban el vuelo al aproximarse la barca, lentamente, como si adivinasen que aquella era gente de paz.

una carcasa. Después pueden seguir cazando hasta que haya luz, aproxi-madamente hasta las cinco de la tarde, momento en que se recoge la caza, la pollejada de la vespradeta. Mientras en el Vedat no se podía salir de las botas que ocupaban los cazadores. En la Albufera tenían mayor libertad de movimientos. Suelen comer en los mismos puestos.

La víspera de los días de caza, algunos cazadores se reúnen en el puerto o en los motores para hacerse un allipebre y pasar allí la noche.

Las botas son el habitáculo donde los cazadores se refugian en medio del agua para disparar los días de caza; son grandes como los toneles de vino. En muchos casos son lo mismo. Las botas de la Albufera son más peque-ñas porque se han de arrancar todos los días. Por la parte de abajo son más estrechas. Por la parte de arriba llevan un refuerzo circular de madera que se llama barchilla, barcella, y evita que se arranquen las estaca que sirven para sujetar las botas.

La bota queda fijada a unos cuarenta centímetros del agua; por eso cuando hay un poco de oleaje, el agua tiende a introducirse en la bota; para evitarlo se coloca cañizo entre el nivel del agua y la altura de la bota y así se mitiga el oleaje, y por tanto, el riesgo de que el agua entre en la bota es menor. Al fondo de la bota se pone una silla que lleva debajo una base de hierro, que forma un punto de enganche, un ull, y un codillo. De esta forma el cazador puede dar vueltas según se presente la caza, dando vueltas sobre el eje. Dentro de la bota cabe un hombre y los utensilios necesarios para la caza: el zurrón, la canana con veinticuatro o veinticinco cartuchos, y un cajita con reclamos de todo tipo: de fúlica, de patos, de judías, etc.

Los señuelos, bots, son fúlicas o patos de madera, últimamente se hacen también de otros materiales, pintados según el color de cada especie. Deba-jo de ellos llevan un plomo alargado que quedará por debajo del agua y que sirve para guardar el equilibrio y un clavito de donde se ata un hilo de un me-tro y medio de largo que lleva al otro extremo otro plomo redondo para ama-rrarlo a las caras, asprella, y al fango. Sirven de reclamo. Se colocan a unos veinte metros de donde se situará el cazador, en el tramo que le correspondía al puesto. El cazador sitúa el conjunto de señuelos, l’embotada, alrededor de la bota, según venga el aire, porque la caza siempre viene cara al viento, y los distribuye de forma que los señuelos siempre queden delante para que el pato entre bien y no cambie de dirección con dos golpes de alas.

Las escopetas, antiguamente eran de pistones, y se cargaban por la boca del cañón, como los trabucos. La de la Fluixé ya era de cartuchos. Poste-riormente, las escopetas de fuego central, y últimamente las repetidoras, han perfeccionado mucho las primitivas. Según el calibre pueden ser del diez, del doce del dieciséis y del veinte.También se cazaba con redes, parança, pero solamente para cazar patos de ala larga, porque los de ala corta se zambullían y se salían de la red.

Ilustraremos este mundo con el referente literario de Cañas y barro: Antes de amanecer, al clavar el puesto, el prudente burgués tuvo que implorar el auxilio de algunos barqueros. Con la presteza de la costumbre, clavaron tres estacas en el fondo fangoso de la Albufera y colocaron, apoyado en ellas, el enorme tanque que había de servir de refugio al cazador. Después rodearon de cañas el puesto, para engañar a las aves y que se acercaran confiadas, creyendo que era un pedazo de carrizal en medio del agua. Para ayudar a este engaño, en torno del puesto flotaban los bots: unas cuantas docenas de patos y fúlicas esculpidos en corcho, que, con las ondulacio-nes del lago, movíanse a flor de agua. De lejos causaban la impresión de una manada de pájaros nadando tranquilamente cerca de las cañas.

El barquero que lo acompañaba se alejaría en el barquito a cierta distancia para no espantar la caza, y cuando llevase muertas varias fúlicas, no tenía más que gritar, e iría a recogerlas sobre el agua.Había amanecido y los escopetazos sonaban en toda la Albufera, agranda-dos por el eco del lago. Apenas si se veían sobre el cielo gris las bandadas de pájaros, que levantaban el vuelo espantados por el estruendo de las descargas.

Este entramado de geografía humana que recoge toda la vida de nues-tros pueblos, no se entendería sin su medio de transporte: las barcas y los barquitos, els barquets, impulsados por la vela rectangular, la vela latina, característica que nuestra zona comparte con todos los pueblos del Me-diterráneo.

En “Cañas y barro” se describe como. Continuamente pasaban moviendo la percha gentes que volvían de sus campos, de pie en los barquichuelos negros, pequeñísimos, con la borda casi a ras de agua. Estos esquifes eran los caballos de la Albufera. Desde la niñez, todos los nacidos en aquella tribu lacustre aprendían a manejarlos. Eran indispensables para trabajar

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cierto que en algunas ocasiones, como señala Jorge Juan “No conocie-ron, como hemos dicho, los antiguos constructores la delineación de los planos, y aún hoy hay muchos que tampoco la conocen, particularmente los que fabrican barcos y otras embarcaciones pequeñas”. Y embarca-ciones pequeñas, si las comparamos con las de la vida marítima, son las de la Albufera.

Los calafates de la Albufera utilizaban en su trabajo, y así lo hacen los que aún trabajan, plantillas para los diferentes modelos que realizan. En-tendiendo esto para el s. XX, ya que antes no hay constancia de su uso. Estas plantillas reproducen las piezas de madera que después se unirán para constituir la barca. La madera será cortada según las plantillas. En el momento de su colocación sufrirán aún ciertas modificaciones para poder ser encajadas correctamente en su lugar. Toda esta técnica nece-sitaba y necesita de toda la experiencia y de todo el buen ojo del calafa-te. Los calafates de la Albufera eran y son una buena simbiosis entre la teoría y la práctica.

La madera utilizada en las embarcaciones tradicionales de la Albufera era de algarrobo, de olivo, de morera y de pino de Suecia. Según nos ha dicho el calafate Francisco Mayo Alfonso, de Catarroja: utilitzàvem les fustes que hi havia per ací, pero esta afirmación contiene más informa-ción que la que aparentemente manifiesta. Ya que la diferente calidad de las maderas las hacían convenientes para un tipo de pieza y de uso. No servía cualquiera madera según para que.

Con el pino se construia el forro, mientras que las otras maderas se em-pleaban para la quilla, las costillas y otras partes. Actualmente, continúa utilizandose el pino de Suecia, pero también el roble y otras maderas. La fibra de vidrio y el poliester han sido los últimos materiales incorporados a las barcas de la Albufera, como explica Francisco Gil Mochí, carpintero de Silla que también ha aprendido el oficio de calafate.

Se ha producido un proceso de adaptación tanto por lo que respeta a las maderas como a otros materiales. No así con respecto a la tipología de las barcas. Las razones de este cambio son básicamente de orden práctico: facilidad de acceso a una determinada madera y la disminución de los costes de mantenimiento de la barca. Además, como las actuales barcas de la Albufera ya no se utilizan para las actividades tradicionales, tampoco se necesitan aquellas otras maderas, más o menos resistentes al trabajo y al desgaste del quehacer diario.

El trabajo del calafate se hacía normalmente al aire libre, aunque también se podía disponer de algún taller u obrador en un momento dado, si el tamaño de la barca lo permitía. Los calafates actuales continúan hacien-dolo de la misma manera.

Tampoco era extraño que el calafate se desplazará al lugar donde se le había hecho el encargo de la barca. La construcción siempre era por encargo, y se basaba en el principio del trato oral, mediante el cual se es-tipulaba el precio a pagar y las características del trabajo. Esa promesa verbal era suficiente, es lo que se conoce como donar paraula.

La construcción de barcos siempre ha sido un sector estratégico, a causa de la trascendental implicación económica y militar que han te-nido las naves para los estados y sus actividades e intereses. Pero a medida que descendemos en la concreción de estos intereses, los hacemos más personales y locales y los distribuimos entre las distintas actividades posibles dentro de la so-ciedad (transporte de mercancías, de personas, la pesca, etc.), observamos como el hecho de la construcción mantiene a todos los efectos el mis-mo grado de importancia. Saber hacer barcos es y ha sido siempre una actividad valiosa. No inte-resaba tanto la nave en primera persona, como la técnica utilizada. Aún hoy en día observamos esta preocupación, no hay más que escuchar las noti-cias, de vez en cuando, sobre la America’s Cup que se desarrolla en Va-lencia, para percatarse de la beligerancia que despierta el conocimiento de la técnica constructiva, porque la mejor técnica te hará ser superior al otro. Hacer buenos barcos continúa siendo también en nuestros días una actividad valiosa. Respecto a España, un caso histórico muy significativo por lo que hace referencia al aprendizaje y observación de la técnica de construcción de navíos, es el de Jorge Juan y Santacilia. Sus estudios y reflexiones produjeron una obra maestra dentro de la construcción naval española.

¿Quien es el responsable en la construcción de las embarcaciones? El carpintero de ribera o mestre d’aixa. En la Albufera de Valencia, las fun-ciones de carpintero de ribera y calafate se hacen una. El constructor de las barcas en la Albufera se llama calafate. Esta misma identificación también la hemos encontrado en otros ámbitos valencianos, como es el caso de Joaquín López Martínez , del Cabañal, carpintero de ribera o calafate como él mismo se define. Esta relación entre los dos oficios también ha afectado a otros lugares de la costa mediterránea peninsular, cuando menos. En todo caso han mantenido una vinculación tan estre-cha que ambos ámbitos profesionales han acabado por vincularse de forma inseparable.

¿Qué tipología de barcas construía el calafate de la Albufera? Como lo hemos de expresar de una forma muy básica y general, podemos decir

que según los usos a los cuales iba a destinarse la embarcación se cons-truia un tipo u otro de barca, así tenemos:

La barca: utilizada para la pesca, la caza, la agri-cultura, el “Rabajol” (transporte de personas y de mercancías) y la construcción. Desde los 5/6 m hasta los 12 m de longitud.

El barquet: principalmente su actividad era para la pesca y la caza, aunque el de mayor tamaño también tenía un uso agrícola. En-tre 17 y 22 palmos de largo.

El barquetot: Más ancho que la barca, sus di-mensiones lo hacían muy adecuado para el tra-bajo agrícola y el transporte de materiales para la

construcción. Lo más habitual es que tuviera de 7 a 11 m de largo.

El marimatxo: embarcación grande y resistente, como el híbrido del ca-ballo y el asno, para las actividades agrícolas en general.

Jorge Juan también nos da en su obra una buena tipología de las gran-des naves de su época. Antonio Capmany ofrece de igual manera los nombres de algunas de las principales embarcaciones mediterráneas desde la edad Media. Una relación de los tipo de botes y barcas tradicio-nales del mar la tiene el estudio de Francesc Oller. Para la pesca en las costas valencianas ese listado nos lo ofrecen Rafael Viruela y Mª Roser Cabrera.

EL PROCESO CONSTRUCTIVOConstruir barcos y embarcaciones de cualquier tipo es un proceso lar-go y costoso. Un proceso que se debe de basar en el estudio y la plani-ficación, como no deja de recordarnos el ilustre Jorge Juan, pero que también tiene -como mínimo en el caso de la Albufera-, mucho de ex-periencia y de observación. En l’Encyclopédie encontramos una prolija descripción de los pasos a seguir para la correcta construcción de un barco, mencionándose hasta 122 trabajos esenciales antes de dedicarse aux menus ouvrages. Naturalmente la construcción de las grandes na-ves de guerra o de comercio exigía una planificación considerable para poder afrontar la obra con garantías suficientes, aunque también es muy

LA CONSTRUCCIÓN DE BARCAS EN LA ALBUFERA DE VALENCIA

Josep Antoni Lluesma Espanya

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nera de hacer las embarcaciones tendrá que matizarse según las dimen-siones y tipología. Sin embargo, los procedimientos básicos parecen ser iguales en todas partes de nuestro ámbito territorial.

TERMINOLOGÍA Y HERRAMIENTASLos diferentes tipo de herramientas utilizadas en el proceso de construc-ción de una barca los podemos clasificar según su función y uso en: Tra-zado/Diseño, Corte, Montaje, y Calafateado.

Según la descripción que nos ha hecho Francisco Gil, las principales herramientas utilizadas en la construcción de las barcas de la Albufera eran:1.- Les garlopesSe utilizaban para cepillar y sacar las rectas, la más grande, y las más pequeñas para devastar y trabajar en lugares más reducidos. Actual-mente, se utilizan el cepillo y la caladora eléctricos. 2.- L’aixaPara refinar las costillas o cuadernas.3.- Les barrenesDe varios tamaños. Para hacer agujeros. Ahora se utiliza una taladradora eléctrica.4.- Els gatsCon ellos se ajustaba, y aún se hace, el forro a las costillas.5.- El rossetCon él se marcaban los espesores de la madera.6.- Les serresDesde las más grandes hasta las más pequeñas. Continúan en uso.7.- Les esquadresPara la comprobación de líneas.8.- La raspaPara afinar las piezas de madera.9.- El punta correntPara quitar madera.10.- Les paletes y el martell de calafatejarPara la colocación de la estopa entre las juntas de la madera.

Una descripción más pormenorizada de las herramientas que utilizaban los calafates tradicionales valencianos la ofrecen los estudios de Marto-rell y de Cabrera.

Haremos ahora, una descripción sintética y comparativa del proceso de construcción según un calafate del Cabañal y un calafate de la Albufera.

Como nos ha contado Joaquín López, antes de proceder al trabajo directo sobre las piezas de madera, había que hacer el modelo de la embarcación que se quería construir. Después pasarlo al dibujo, del que iban a hacerse las figuras de las piezas a partir de las líneas de agua, las líneas diagonales y las verticales. Desde una escala de 1:20 hasta las medidas reales. He-chas todas estas líneas de diseño y comprobación, se hacían las plantillas de las cuadernas, que después eran cortadas con una sierra para dar la forma deseada. Una vez se tenían las plantillas y las piezas cortadas se procedía a la construcción de la embarcación. Se comenzaba por la qui-lla, obviamente, ya que la quilla es la columna vertebral sobre la que se construirá el resto de la embarcación. Después la roda y el codastre, las cuadernas, una multitud de otras piezas y finalmente el forro que cerraba toda la embarcación por el exterior. Acto seguido se ponia el aparejo, y de esta manera ya se podía calafatear. Finalmente, con el potim se pintaba la barca para aislarla del agua. Otras actividades u oficios tradicionales vin-culados a la construcción de las barcas eran los de los maestros veleros y los de los maestros cordeleros.

El trabajo más teórico de diseño y de plantillas, una vez hecho, podía apro-vecharse para construir otras embarcaciones de la misma tipología.

Francisco Gil, nos da la siguiente descripción del proceso de construc-ción tradicional de una barca de la Albufera :1.- Se conseguía la madera, que era de algarrobo, olivo y pino de Suecia. Hoy, se utiliza el roble y el pino de Suecia, principalmente.2.- Esta madera era preparaba en las carpinterías del pueblo, cortándose

como convenía, para llevarla después al lugar donde el calafate trabaja-ba. El calafate solamente tenía herramientas para el trabajo manual. No contaba con las posibilidades técnicas de los calafates de Valencia. Hoy, la madera también se prepara en la serrería.3.- Con la madera cortada según diseño, el calafate plantaba en primer lugar la quilla . 4.- Después las dos rodes, la de popa y la de proa.5.- La maestra.6.- Ponía las entrades i les eixides d’aigua.7.- Tiraba la cinta d’aigües.8.- Montaba los merils.9.- Se ajustaban las costelles hasta tocar la cinta. Se llevaban a su lugar con los gatos, y después se clavaban con el martillo.10.- Se colocaba el forro, primero el de la cubierta y después el del culo de la barca.11.- Las juntas se calafateaban.12.- La barca se hundía con piedras 2 o 3 días para que la madera hin-chara y las juntas se cerraran del todo. Una vez secada se procedia a pintarla con el potim.

En nuestros días el potim ha sido desplazado por la fibra de vidrio y el poliéster, que recubren toda la superficie exterior de la barca. Primera-mente, se pone la lámina de fibra de vidrio, y después se consolida con el poliéster. Estos dos materiales aislantes impiden que el agua deteriore con rapidez la madera.

La construcción de embarcaciones, independientemente de la tipología y del medio donde iban a ser utilizadas (mar/agua dulce), observa unos mismos principios constructivos. No es preciso recalcar, que esta ma-

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mas aceptada es aquella que dice que con la entena arriada ha de sobresalir de la barca por proa 0’5m y por popa 1,5m. Esto en todas las barcas, tengan la eslora que tengan. Si lo consideramos respecto a la manga veremos que no es nada descabellado sino que guarda una relación proporcional de la vela respecto a la manga de la em-barcación.

VARIANTES TIPOLÓGICASEn las zonas lacustres donde todos los trabajos pasan por las embar-caciones, cualquier actividad cotidiana, precisaba una embarcación adecuada a la actividad que tenia que realizar, de ahí la lógica apari-ción de diferentes tipologías.

Vamos a hablar de la sociedad tradicional, donde la salida y puesta del sol, la luna o el régimen de brisas era el que marcaba el ritmo de la vida y donde las unidades de medida no son las actuales. Como las consideramos parte del legado, preferimos respetar las originales. Es por lo que se hace necesario una orientación de equivalencias con las actuales:1 saco de arroz = 70-75 Kg1 carga (càrrec)= 8-9 sacos1 palmo valenciano 22.7 cm. 20.8 cm. el castellano.

Respecto a las embarcaciones a vela latina tradicional podemos ha-blar de dos grandes familias:

Los barquets y barquetots, de fondo y costados planos, ángulos rectos y sección trapezoidal.Las barcas, de sección redondeada.

En cada una de las familias encontramos todo un abanico de dife-rentes soluciones dependiendo del trabajo que realizaban y del estilo de cada calafate o el gusto del armador. Pero siempre sin apartarse de las características que comparten las embarcaciones de aguas protegidas y de poca profundidad. Es por lo que estas herramientas lucen una fisonomía singular, invariable y genuina desde hace siglos.

No podemos olvidar que les embarcaciones eran concebidas según las necesidades personales del propietario armador es por eso que se da una amplía variedad de medidas y formas. Por ejemplo, los bar-quets se construían a palmos de 16 a 18 hasta 22 palmos, las barcas de 25 palmos a más de 14m de eslora. Algunas barcas se construían ajustándose a la carga, que no era otra que la cantidad de arroz cose-chado que poseía el propietario y armador de la barca.

Con sus diferencias encontramos unos rasgos generales que son co-munes a las dos familias: la manga en relación con las marinas, las

No es difícil de imaginar un enclave prehistórico donde confluían el agua dulce con la salada, con estanques y marjales donde abundaba la pesca y la caza. Es lógico que para los hu-manos resultara muy atractiva su explotación. Seguramente las primeras embarcaciones da-ten de esta época, un tiempo donde las golas de comunicación con el mar estaban abiertas y el paso de embarcaciones no era extraño, sino más bien una opción cuando la mar no dejaba faenar.

Durante siglos encontraríamos pocas diferen-cias entre las embarcaciones de la Albufera y las de la mar. Pero sin ninguna duda la base del desarrollo de la navegación a vela latina se dio durante la dominación musulmana de la zona, de hecho, el año 1248 diez años después de la entrada del rey Jaume I a València, la Orden de San Juan del Hospital, Señora de Silla, le plantea un serio pro-blema al monarca: l’expulsión de los moros dejaba la explotación del lago o mar pequeña en pocas e inexpertas manos. Como solución, el Conquistador, concedió a Fray Pedro Garrañaga, comendador deAm-posta, el beneficio de retener 100 familias moras, 60 hombres habían de tripular unas 30 embarcaciones. Tenemos constancia de que a mediados del siglo XVIII, la Comuni-dad de Pescadores del Mar y la Albufera continuaban compartiendo intereses y decisiones, siendo la utilización del gánguil en el mar y la evolución del bou de parella, motivo de disputas y diferencia de intereses.

La separación de los impuestos del pescado del mar y la Albufera, el progresivo cierre de las gargantas. Las embarcaciones continuaron una evolución separada, las de agua dulce de las de agua salada, otorgando a cada una rasgos diferenciales.

El modelo, el tipo de embarcación tradicional a vela latina. Las em-barcaciones que hoy en día entendemos como autóctonas podríamos decir que son aquellas que son originarias y navegan en el mismo marco geográfico que sus antecesoras siguiendo un estilo propio heredado.

Una embarcación se considera tradicional cuando su construcción, diseño, materiales y aparejos siguen una tipología constructiva que

pasa de generación en generación, mostrando una fisonomía invariable a lo largo del tiempo. Descendentes de una familia de embarcacio-nes propias del Mediterráneo, su constante y singular evolución, su aislamiento, su capaci-dad de adaptación y la experiencia de muchos siglos, hicieron de las embarcaciones a vela latina una herramienta de una eficacia notable en su entorno.

Con el paso del tiempo, los diferentes usos y la especialización en cada trabajo han dado como resultado el desarrollo de diferentes ti-

pologías, con diferencias en el casco y en las arboladuras. Pero todas ellas caracterizadas por la su versatilidad y pragmatismo. Respecto a las embarcaciones de la Albufera se reconocen como tipologías clásicas las que se desarrollaron antes de la aparición de los motores de combustión interna que provocaron las primeras re-formas.

LA VELA LATINALa silueta de la latina fue durante siglos la más generalizada, tanto en la costa como en el lago. La vela latina ha sido mucho más que un aparejo motor, una herramienta versátil, eficiente en todos los traba-jos que ha realizado: comercio, pesca, guerra, piratería, guardería y demás sino que también ha supuesto un vinculo entre las culturas. Su supremacía en el Mediterráneo fue indiscutible durante muchos siglos. Se considera la madre de la mayoría de las velas de cuchillo. Haciendo acto de presencia prácticamente en todos los océanos y mares del mundo, pero es en el Mediterráneo donde alcanza especial importancia, ya que como en la Albufera con vientos cambiantes la vela latina se adapta a la perfección, ajustándose a los pasos estre-chos de acequias y pasadizos, donde demuestra su capacidad innata de ceñirse al viento.Les formas más clásicas de las latinas son barcas con tintero cen-tral, caída del mástil a proa unos 18º. La norma empírica y práctica

TIPOLOGIAS DE LAS EMBARCACIONES DE LA ALBUFERA DE VALENCIA

Pilar Rosaleny i RomeroJoan J. Rosaleny i Romero

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El diseño está muy unificado y perfeccionado durante siglos, es una embarcación económica y muy útil. Su unificación técnica hace que los calafates de la Albufera realicen encargos para lagunas y estan-ques de muchos lugares como, por ejemplo, Ciudad Real, ribera y del-ta del Ebro, Toledo, Alacant y otros.

Ha sido el juguete y escuela de navegación para muchos niños, po-dríamos decir que es el optimist de la Albufera. Es la expresión mí-nima de una latina, sencillo y eficaz. Es la embarcación a vela latina mas versátil, se puede desplazar a percha, remo, empujando desde tierra con la percha (escalem), tirando de la vegetación (arrapant), tirando de cuerda y, por supuesto, a vela. La clasificación viene dada por las dimensiones, determinadas por su uso.

El casco se compone por una estructura o armadura transversal constituida por piezas superpuestas entre si, varengas, (peuets) que son estamenara y barraganete en una pieza, latas o semibao, baos, talamete y el banco de arbolar.

Longitudinalmente esta constituido por las cintas, las cosías, los bor-dos y las defensas o sobre bordos . El forro y los corredores también dan rigideza al conjunto.

Su simetría, proa-popa, es una ventaja en los sitios donde no se pue-de dar la vuelta fácilmente. La arrufada del casco no deja clavar la proa o la popa, pudiendo superar la vegetación de flor de agua, posi-bilitando de esta manera el encallar en las orillas, quitando freno a la vez durante la navegación. Sin caperol, sin quilla, sin timón (a vela se utiliza el remo para gobernar, de espadilla).Posee una eslora entre 16 y 22 palmos y un puntal de entre 20 y 25cm, manga de 97 cm. hasta 125 cm. Tiene las cubiertas iguales a proa que a popa, unidas por los corredores, delimitadas transversalmente por los talametes y longitudinalmente por cosías o filaretes que se curva-ban buscando la orla.

BARQUETS GRANOTERS – D’ARRAPARDe 16 a 18 palmos, pequeños y ligeros posibilitando el desplazamiento por y sobre la vegetación. Se usaban para cazar y coger ranas. Se caracterizan por una simetría total y un fondo del casco muy curvado.

formas finas, menor manga y puntal, orla baja, todo lógicamente para navegar en aguas protegidas.Encontramos después de contrastar muchas medidas que la manga no guarda una relación directa con la eslora. Las embarcaciones pequeñas, barquets y barquetes de me-nos de 30 palmos tienen una mayor manga en relación con las barcas y barquetots que son más finas. Bien por motivo de estabilidad en las pequeñas o bien por la restricción de algunos pasos en las grandes. Como se ha visto no podemos generalizar y dar unas reglas fijas res-pecto a la manga. Algunas barcas grandes llegan a una relación es-lora/manga de 5, es decir, 20 cm. por metro, hecho que nunca ocurre en las pequeñas. Tampoco llegan ninguna de las grandes a la relación eslora /manga de 3,5 o lo que es lo mismo 28 cm. de manga por metro de eslora, como pasa en algunos barquets y barquetes.

Las proas en todas las variantes son lanzadas, en las barcas en for-ma de cuchara, en los barquets y barquetots rectos de unos 45 o a los que se resta la arrufada del casco, totalmente simétrico que la popa en los barquets. El lanzamiento se aprovecha para embestir las orillas, desembarcando o embarcando con mayor facilidad al quedar sobre de la vegetación.

LOS BARQUETS Es una embarcación muy característica de las zonas lacustres y se-mejante a las piraguas, evolucionadas en aguas protegidas de todo el mundo. Son de gran importancia para la realización de cualquier acti-vidad cotidiana en este entorno, son muy abundantes y populares.

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No solían montar banco de arbolar.Son capaces de llegar a cualquier rincón por somera que sea el agua y estrecho el pasadizo. El desplazamiento se realiza a percha, remos, tirando de cuerda (arrapant), Que consiste en desplazarse, sujetán-dose con las manos en la vegetación.

BARQUETS PESCADORSDe 18 a 22 palmos. Es el más popular y extendido, preferido por su gran versatilidad que lo hace muy adecuado tanto para pescar como para cazar, siendo capaz de realizar cualquier trabajo. Servía de auxiliar a todas las barcas, podríamos hablar del “utilitario” de la Albufera.

Es el modelo mas exportado, la fabricación estaba muy estandardi-zada, cosa que influía en el precio y en un rápido montaje. El calafa-te utilizaba unas plantillas comunes de manera muy ingeniosa. Así y todo pasa como con las barcas no hay dos iguales.

Una familia de calafates, los Mayo, supuso una gran aportación a esta tipología como también a la fabricación de barcas pescadoras.Los barquets de pescador se desplazaban a percha, remo, tirando de cuerda, a vela y (escalem) que consiste en caminar por la orilla empujando el barquet con la percha haciendo palanca en el tolete o escalamo. BARQUET DE CARGO (CÀRREC)

Alrededor de 28 a 30 palmos. Nace y se desarrolla para enterrar, relle-nando campos, reparar motas o ribazos y realizar el resto de trabajos en los arrozales.

No montaban banco de arbolar. Una de sus características defini-torias es que las cosias son rectas y paralelas entre si, para poder ajustar una hornacina, cosa que se procuraba evitar por el aumento de peso. No es extraño que nombren igual a la proa que a la popa, (proves) ya que son prácticamente idénticas.

La tierra se cargaba a capazos o cuando estaba buena en gasons terrones que se extraían cortado la tierra en cubos.

La capacidad, una carga (càrrec) se aproxima a los 150 ó 160 capazos o gasons. A una falta podía transportar 8 ó 9 sacos de arroz.

La propulsión solía ser a percha, tirando de cuerda, a escalamo y re-molcado. Era habitual unir atados 2 ó 3 barquets por las aletas, for-mando un bloque mas fácil de controlar a percha. BARQUETOTSSon los hermanos mayores, de los barquets de càrrec, se utilizaban preferiblemente para dragar. Encontramos una diferencia significa-tiva dentro de la misma variante tipológica. Sus dimensiones eran bastante dispares, sabemos que los más pequeños en campaña del arroz podían cargar unos 24 sacos, es decir 3 cargas. El más grande construido fue el llamado “Titànic” que podía cargar hasta 56 sacos de arroz (7 cargas).

La distribución de la cubierta es lo que primero se distingue, como más característico de los barquetots. La cosia paralela alberga la hornacina, a proa de la cual encontramos el banco de arbolar situado a 1/3 de la eslora, a continuación una descubierta para el tripulante, y la cubierta de proa. A popa de la Hornacina el senó, porción de cu-bierta, seguido de la chupeta o descubierta que alberga al patrón.

Posee orlas bajas coincidiendo en altura con la cosia, para facilitar el dragado. La roda de proa es la típica de barquet lanzada recta a 450 y rasa a bordos. En los más antiguos la popa era igual a la proa, posteriormente y en adoptar el timón axial, la roda de popa recta y vertical recibe el timón, sobrepasando la orla lo justo para albergar la escotera.

Probablemente los de mayores dimensiones podían montar quillas en forma de cuña, a proa y popa, sin dar calado, reforzando la estructura.

La propulsión era a vela, a percha y tirando de cuerda. El mástil como en los barquets conserva cierta inclinación a proa. La antena no se solía arriar, ya que molestaba para dragar, pensemos que se hacia

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BARQUES DE CÀRREGAEl desuso, debido a la mejora en las vías de comunicación por ca-rretera, ha sido una de las razones por las que encontramos pocos ejemplares de esta tipología. Continuando con la unidad de medida tradicional, el saco, encontra-mos barcas de 45, 50, 60, 70, 80 y 90 sacos y más de 14m de eslora.

Un buen ejemplo es la barca de Faustino Martí (Sulema) con una ca-pacidad de 70 sacos de arroz o 8 cargas, y unos 12m de eslora y que podía cargar hasta 4 o 5 m3 de arena.

Las barcas de carga poseen la misma distribución estructural y de cubierta que las pescadoras, proporcionalmente más reforzadas. Casco de sección más llena y plana, para ganar flotación y un mayor puntal. En las más grandes en medio de la cubierta de proa, una es-cotilla daba paso al interior. La quilla corrida era mínima y una biga empernada por el interior, la “carlinga” da rigidez al conjunto. La ma-yoría de estas grandes barcas se montaban en el Saler, por calafates de gran prestigio.

EL RABATJOLNo estaría completo este estudio si no habláramos de estas embar-caciones. Primeramente el servicio de ordinario se realizaba con una pescadora, pero a finales del XIX, principio del XX, aumenta de tal manera la demanda que se incorporan barcas más grandes de carga a vela, a percha o tirando de cuerda como era habitual. La comuni-cación por tierra era muy deficiente y los pedidos entre Catarroja y el resto de la Albufera crecían.

Es en la década de los años 20 es cuando aparece una primera em-barcación al poco una segunda, las dos con características propias: barcas a motor, timonera y con cabina para el transporte de pasaje-ros y mercaderías. Recibe el nombre de Rabatjol a partir de la utiliza-ción del motor de estas dos embarcaciones y que resultaba único en la Albufera. Otra versión afirma que el nombre procede de un revo-lucionario francés de la época mientras que hay quien asegura que el nombre es de un tranvía tirado por caballería que pasaba por el puerto de Valencia.

Estas embarcaciones dieron servicio hasta el año 1955, de su fin se encargó la riada del 1957. Dos embarcaciones únicas en la historia de L’Albufera.

con una azada cuyo mango tenia 3m aproximadamente. Para plegar vela, el patrón, escota en mano, iba a proa y enrollaba el trapo a la antena, consiguiendo que no se ensuciara. MARIMATXOEn los años 50 en Catarroja se fabricaron unas pocas unidades, se trata de una embarcación mixta que tenia casco de barca de carga y cubierta de barquetot una “barca rasa”. La capacidad de carga osci-laba de 40 a 50 sacos.

BARQUETADe 25 a 32 palmos. Utilizada en cualquier arte de pesca, por un solo pes-cador se podría decir que es la hermana pequeña de las pescadoras.

BARCA PESCADORAEslora aproximada de 7m a 7.50m, puntal de 32 a 36 cm, manga de 1.70m a 1.90m. Se caracteriza por tener una carena más dulce en en-trada y salida de aguas, una maestra con estamenaras mas abiertas. Tienen la proa más llena que la popa, como pide la vela latina.

Ligera y fina de formas. Como todas las embarcaciones de la Albufera la proa y popa cerradas de canoa o laúd. Poco puntal para laborar las redes y demás artes. No es una barca para la carga pero en caso de necesidad podía cargar unos 25 sacos. La propulsión, solía ser a vela, tirando de cuerda, perchando y a remos.

El casco se compone de una estructura o armazón transversal cons-tituido por piezas superpuestas entre si, varengas, estamenaras, ba-rraganetes, semibaos, talametes, baos, sobrevarengas y incluimos el banco de arbolar.

La estructura longitudinal se compone por la quilla, las cintas, la co-sia y la carlinga. El foro a tablas longitudinales, canto a tope, juntos los corredores y cubiertas forman un armadura resistente y ligera. La roda de proa es lanzada en forma de cuchara, la de popa es recta y vertical. El caperol: pico o cabeza de moro, es la parte superior de la roda de proa que sobresale por encima de la orla, coronada por una gorra o tapa, horizontal a la barca, como en las antiguas mules, bous o barcas de rodons valencianas y galeones andaluces de marcada y clara reminiscencia árabe.

La orla se compone de una tabla de proa a popa sin tapa de regala. A la parte superior externa encontramos la defensa, en la parte infe-rior y coincidiendo con los barraganetes, están los inbornales, para desaguar las cubiertas y corredores. Unos generosos y encebados agujeros entre las rodas y el primer barraganete se usan para pasar los cabos de las maniobras.

El timón debe a las aguas someras su singular figura, la profundidad guarda línea con la quilla, la altura la línea de flotación, solo puede crecer a popa.

Todas estas particularidades hacen que las barcas pescadoras, den buenos resultados navegando.

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PESCAUno de los recursos más abundantes que proporcionaba la Albufera era la pesca. Los condicionamientos naturales de los humedales han determinado el uso de aparejos y artes muy específicas, adecuándo-se a la escasa profundidad del lago. Así, el empleo de redes peque-ñas como las nasas ha sido la respuesta técnica a la imposibilidad de utilizar barcas de gran envergadura que permitieran el trabajo de muchos hombres.Para la actividad pesquera se utilizaban barquets y barcas.En la Albufera existen tres Comunitats de Pescadors: Silla, Catarroja y El Palmar.

Destacan tres tipos de pesca: -En redolí, exclusiva de la Redolí de El Palmar, que se realiza en un lugar fijo de calada de la red, en la cual varios pescadores colo-can paraderes (paradera), que son redes perpendiculares al fondo, sujetas a gruesas y largas estacas de madera (astacons), que no capturan sino que detienen los peces. En ellas se calan mornells, mornellas, mornellots y gànguils, redes cónicas en las que una vez dentro el pez no puede salir excepto si se extrae manualmente.

-Involant, técnica en la que el pescador, de manera individual, se desplaza con el barquet calando sus redes y pescando en zonas profundas. En esta modalidad pueden participar las comunidades.

-En companyia, arte que no se realiza en sitios fijos pero, en la que a diferencia de la anterior participan un grupo de pescadores. Tam-bién en esta modalidad pueden participar las tres comunidades existentes en la zona.

De estos dos últimos tipos (involant y en companyia), cabe destacar cuatro técnicas de pesca:

-Petardo, que consiste en anclar un mornell por su parte más ancha al fondo de la albufera mediante pesos e introducir en su interior gambas, en la parte más estrecha, tirando algunas a su alrededor. De este modo la llisa prueba las gambas e intenta introducirse en su interior, quedando atrapada dentro.

-Tir trasmall, consta de una red rectangular que conforma una tri-

Desde tiempos remotos, el humedal ha ejercido una poderosa atrac-ción sobre el hombre. En su entorno natural, el ser humano ha desple-gado toda una serie de actividades con el fin de obtener recursos, instalándose en sus riberas o en sus proximidades y modificando el medio para adecuarlo a sus necesidades. A pesar de las li-mitaciones que impone el biotopo lacustre para el desarrollo de las actividades humanas, con la aparición de enfermedades como el paludismo o las dificultades físicas puestas de manifiesto para el propio asentamiento, lo cierto es que los hom-bres se han visto persuadidos por la gran canti-dad de recursos y beneficios que la naturaleza proporciona en este tipo de entornos. Obtención de alimento a través de la pesca, la agricultura y la caza, y adquisición y explotación de recursos materiales para la construcción de viviendas o para el comercio o el intercambio, como la extracción de la sal, han supuesto la introducción de un proceso de antropización a través del cual el medio ha ido transformándose paulatinamente, cambiando su fisonomía según las necesidades de las poblaciones asentadas en sus dominios y generando a la postre un paisaje cultural en el que las prácticas y las actividades humanas han intervenido decisivamente en el ecosistema natural, generando de esta manera un agroecosistema definido por la presencia del cultivo del arroz y en menor medida de la huerta.

El agua es el elemento fundamental de los humedales. El medio acuoso determina las especies animales y vegetales que en ellos habitan y el propio espacio físico donde se desarrolla la parte viva del ecosistema. La abundancia de fauna piscícola y avícola, la posibilidad de extraer sal de salinas y saladares, la potencialidad de las zonas húmedas como espacios de cultivo y la propia existencia de una gran reserva de agua dulce que facilita el riego de los campos y el consumo de las poblaciones humanas, constituyeron sin duda un gran atractivo para el asentamiento de comunidades que comenzaron a modificar el paisaje natural en pos de acondicionarlo para su mejor aprovechamiento, lle-gando en la mayoría de las ocasiones a producirse una degradación medioambiental que ha ocasionado graves perjuicios para el equilibrio del ecosistema.

En la Albufera de Valencia, los diferentes usos tradicionales relaciona-dos con el empleo de la barca han respondido a las diversas actividades

económicas que el medio lacustre ha permitido y ha hecho posible. La barca ha servido como medio de transporte de personas y mercancías para desplazarse por los municipios ribereños del lago, para llevar a los cazadores al puesto y a la empavesada y para cobrar las piezas, para trasladar los aperos de labranza al arrozal o a la huerta y transportar la recogida de la cosecha, para cargar la hierba recogida como alimento de los animales, para acarrear el granito utiliza-do para la construcción de viviendas, para ate-rrar la superficie de la laguna y por último para la actividad pesquera. La barca constituye una

herramienta fundamental para ganarse el sustento y también repre-senta una actividad económica propia, centrada en la construcción y mantenimiento de las embarcaciones. El carpintero de ribera y el cala-fateador (fundidos en un solo oficio) -y complementariamente el maes-tro velero y el cordelero- eran figuras esenciales en torno a los cuales giraba la mayor parte de los trabajos desarrollados en el entorno de la Albufera. La barca en la actualidad es un elemento más del paisaje de la laguna, un objeto recuperado y patrimonializado por determinados actores locales que lo han transformado en un símbolo identitario, pero en la sociedad tradicional fue ante todo un catalizador de una buena parte de las labores que se desplegaban en el lago y el marjal.

Lo que en su día fue un bien útil y necesario para poder trabajar en un medio generalmente hostil, se ha convertido en las últimas décadas en objeto de una actividad de ocio, asociada a la preocupación por recu-perar un elemento del patrimonio etnográfico valenciano que a la sazón se estaba perdiendo. En efecto, la concienciación de un segmento de la sociedad, que asistió en primera persona al declive de este medio de transporte debido al abandono de las prácticas culturales tradicionales -fenómeno que corrió paralelo al avance de los medios de comunica-ción terrestre y al progresivo deterioro del medio natural en el que se desenvolvió la barca de vela latina como medio de transporte-, ha he-cho posible la recuperación, la conservación y el impulso de la barca para fines exclusivamente recreativos.

USOS TRADICIONALES DE LA BARCA EN LA ALBUFERA DE VALENCIA

José María Candela GuillénRicardo Ortí Piera

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tos denominados en ronda, que en origen eran de piel de toro curtida sujeta al fondo por cuatro estacas formando una balsa, quedando rodeada de carrizos, y depositándose un poco de paja de arroz en el fondo para que se ubicara el cazador. Posteriormente, se hicieron es-tructuras circulares de madera (denominadas barcellas) reforzadas con aros de hierro de un metro de altura, sujetas por tres o cuatro es-tacas al fondo, figurando dos toneles superpuestos, el superior más ancho que el inferior, dando lugar a un asiento. Luego se utilizaron puestos de madera con aros de hierro de forma cónica-cilíndrica, y por último, los bocois o botes, que son barriles rodeados con cañas, asegurados o fijados al fondo con estacas o cadenas. Por último se delimitaba un cerco (encerrallat), para facilitar la recogida de las aves abatidas, evitando que se desplacen a otros puestos. Para la actividad cinegética se utilizan bots, que son cimbeles de reclamo (patos) de madera, corcho o plástico con plomos de peso, y silbatos, que simulaban los graznidos de las aves de la Albufera, en algunas ocasiones también se arrojaba arroz al lago para atraer a las aves. Una figura importante era la del barquero, que le indicaba desde su barca hacia donde se dirigían las piezas. Hoy en día ya no se puede cazar en la Albufera.

Las especies más cobradas eran patos colorados, fochas, ánade ra-budo, y en menor número pollas de agua y aves limícolas.

AGRICULTURA-GANADERÍAIndudablemente, la agricultura ha constituido la actividad económica más destacada de todas cuantas han tenido lugar tradicionalmente en el ámbito de la Albufera. Los humedales son espacios que favore-cen el desarrollo de cultivos como el arroz, cereal que necesita para su crecimiento un ciclo anual de inundación. El medio anfibio en que se desenvuelve el cultivo del arrozal ha permitido además otros usos paralelos como la pesca y la caza.

Los agricultores se trasladaban con barcas, barquets (los de mayor ta-maño), barquetots y marimachos para realizar las faenas del campo.

El proceso del cultivo del arroz se inicia tras la siega en septiembre, momento en que se queman los rastrojos y se cierran las compuertas

ple red armada con corcho en su parte superior y plomos en la inferior. En el centro se halla una red con malla de reducido tamaño y a ambos lados redes con maya de mayor tamaño. El pez atraviesa las laterales sin problema pero queda atrapado en la central.

-Molinà o molinada, realizada con caña. En primer lugar se pone de cebo un novillo de hilo con gusanos y se introduce en el agua. Cuando la anguila comienza a comer y tiene parte del hilo en su in-terior, el pescador la extrae y la deposita en una estructura similar a un paraguas o en un mornell.

-Palangre: consiste en una cuerda de diez metros sujeta a dos ca-ñas de la cual cuelgan hilos con anzuelos con cebo de camarón de agua dulce (gambeta), rana,...

Hay muchas más técnicas de pesca y más herramientas como el gamber, moneta, monot, y otros tipos de redes o de cañas. Entre las especies obtenidas de esta actividad destacan la tenca (carpa), llisa (lisa), llobarro (lubina), anguila y camarón de agua dulce (gambeta).

CAZAEl predominio de una gran cantidad de alimentos primarios en el eco-sistema de la Albufera ha permitido la existencia de un abundante número de cadenas tróficas, lo que a su vez ha facilitado el desarrollo de una fauna terrestre y una avifauna que ya desde la Edad Media fue objeto de una especial atención por parte de las autoridades, que se reservaron su explotación y disfrute en la zona a través de privilegios y derechos de uso.Para esta actividad se desplazaban en barquets o barcas a los pues-tos, aunque también se cazaba desde la propia barca.Los puntos de caza estaban distribuidos en la Albufera y en terra d’arròs-vedat (en invierno). Pueden ser de dos tipos: puestos, que se sitúan en los mejores lugares de la Albufera y la empavesada, situada alrededor de los puestos. La diferencia estriba en que la primera es móvil y la segunda es fija. Los primeros puestos eran dos fuertes y espesas empalizadas de cañas de veras paralelas, construidas en el alteró en medio del lago donde colocaban el barquet o rellenaban el fondo con gran cantidad de paja de arroz. En 1761, Carlos III prohibió estos puestos porque incrementaban el área de cañares, limitando de este modo la caza y la pesca. Autorizó sin embargo otro tipo de pues-

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Para extraer el granito de la Albufera empleado para la construcción se empleaba la barca, obteniéndose fundamentalmente de la zona de la Devesa.

Se utilizaba una pala especial (aixà de rabo llarg, cuyo mànec medía entre 3 y 4 metros), que permitía profundizar unos 2 ó 3 metros con el objetivo de extraer el granito o grava, compuesto por piedras de pequeño tamaño, conchas y arena de playa. No recibía ningún tipo de tratamiento como por ejemplo el secado, pero en algunas ocasiones se cribaba con un tamiz, sobre todo si las piedras eran de gran tama-ño. El granito extraído se iba depositando en la barca, situación ante la cual el trabajador se veía obligado a achicar el agua que acom-pañaba a la grava. Posteriormente, se transportaba al puerto y allí se descargaba en carros con la ayuda de palas, para su posterior traslado al lugar de destino.

El granito se utiliza para la elaboración de bloques, destinados a la construcción de las paredes de las casas (no se utilizaba para la ci-mentación ni como pavimento), para lo que se introducía el granito en moldes, normalmente rectangulares, y se secaban al sol. También se utilizaba para elaborar cemento, mezclado con otros materiales. Su uso se extendía desde la Albufera hasta la ciudad de Valencia.

ATERRAMENTSEl cultivo del arrozal se extendió a partir del siglo XVIII gracias a las condiciones de inundabilidad que existían en el área perimetral del lago y a la escasa profundidad de sus aguas. Pese a las dificultades físicas que imponía el medio, lo cierto es que el hombre ha ido ga-nando terreno al humedal aterrando grandes extensiones de terreno para roturarlos y convertirlos en superficie de cultivo. El esfuerzo del hombre por acondicionar estos espacios húmedos representa el pa-radigma de la lucha del ser humano por dominar el medio hostil.Los aterraments se hacían en los cañares o en la propia agua del lago. En primer lugar se delimitaba con estacas lo que iba a ser el campo; en el caso del cañar se debía cortar las cañas con la corbe-llota. Posteriormente se traía el corcho (suro) y la tierra que provenía de tierras altas, denominada gassons o gleves (terrón), con los que se construía los màrgens o motes, que alcanzaban una altura de unos

de la Albufera (perllonà), inundándose los campos. Por el mes febre-ro se produce la fanguejà, operación que se realiza para conseguir allanar los campos, dejando la tierra pastosa y en condiciones para la plantación. Desde este mes hasta abril se trabaja la tierra, se abo-na, se remueve la tierra, y se va eliminando el agua para secar los campos. Tras lo cual vuelven a inundarse para iniciar la plantà, bien plantando manojos de plantel (guaixos) en los hoyos realizados ante-riormente o sembrando a mano o con máquina con semillas (barre-jar), quedando la semilla sumergida en el agua. Cuando ésta germina se deseca el campo, comenzando el periodo de birbar (limpieza de la tierra) y de replantación, en aquellas zonas que han quedado sin cultivar. Cuando en septiembre se secan los terrenos comienza la siega, realizada con las manos, con corbelles y con falçs, operación que en la actualidad se realiza con segadoras mecánicas. El arroz se recolectaba formando garbes (gavillas) que se iban amontonado, las cuales eran trasladadas lo más cerca posible del sequero o eran car-gadas en carros y en caballos para el transporte a los mismos. Pos-teriormente se trillaba el arroz, separando el grano de la espiga, y por último se almacena. Con las mejoras en el transporte y en las carre-teras, los carros pudieron llevar directamente el arroz a la era donde estaban las trilladoras o batedoras. Las diferentes tipologías de arroz cultivados en la Albufera son bahía, bomba, senia y thaibonnet.

En el caso de la ganadería, se seguía el mismo proceso, pero en lugar de tratar la materia se utilizaba directamente como forraje para los animales.

En la Albufera valenciana se recolectaba principalmente brossa, gra-ma, cañota, senill (tipo de grama) y boba cantonera.

CONSTRUCCIÓN El asentamiento en las riberas de la Albufera condujo a la necesidad de utilizar los recursos que el medio proporcionaba para la construc-ción de viviendas y obras de infraestructura local. La construcción de barracas con caña, paja y barro dio paso al empleo de otros materia-les considerados más duraderos. Los materiales que utilizados para la edificación de viviendas en la zona a partir de la primera mitad del siglo XX fueron la grava o granito extraído de El Saler.

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50 ó 60 cm. Posteriormente, se vaciaba de agua, se segaba la brossa y cuando ya estaba seca se quemaba. Posteriormente se extraía el corcho ya que de lo contrario la tierra quedaba muy alta y blanda. En ese momento se inicia el rellenado de la base de lo que luego será el campo de arroz. La tierra provenía de tres zona: terrers, que eran campos de l’horta situados cerca del marjal, los cuales se iban reba-jando y se convertían a su vez en campos de arroz; camps de arròs alts, que eran campos con desnivel debido a la acción del agua; y de les sèquies, donde se obtenía fango al dragar (fang dragat)

TRANSPORTELos problemas que el medio lacustre ha impuesto para el asentamiento humano se pueden asimismo hacer extensibles a las posibilidades de circulación de personas y mercancías de un lugar a otro de la Albufera. Los puertos de Catarroja, Silla, El Palmar, o El Tremolar (en Castellar) hicieron posible, además de las actividades agrícolas y pesqueras con-sabidas, el tráfico de personas, bienes y servicios a lo largo y ancho de todo el humedal. Para el transporte de personas y mercancías se utilizaban barcas, y una embarcación específica para este uso, el rabatjol, que servía para repartir el correo y en general para distribuir las comandas entre parti-culares que se realizaban en los diferentes puntos de la Albufera.

El rabatjol comunicaba distintos puntos de la Albufera. Su uso se ex-tendió desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Al principio, eran los propios pescadores los que transportaban a las personas y a las mercancías. Navegaban a vela, con la ayuda de la percha o la cuerda (tirant de cordeta), en aquellos tramos que discu-rrían por acequias y caminos.

Con los avances técnicos comenzó a utilizarse el motor e incluso se cubrió la embarcación. Se configuró un recorrido fijo que partía del puerto de Catarroja, y pasaba entre otros sitios por El Palmar, la De-vesa, El Saler o el Perelló. Transportaba viajeros, agricultores y co-merciantes.

El servicio del rabatjol finalizó en el periodo comprendido entre los años 1955 al 1957, a causa de la mejora en las vías de comunicación y de los medios de transporte.

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Lo que desde muy antiguo fue un territorio de excepción por su ri-queza y diversidad ecológica para la supervivencia de sus habitantes (grandes posibilidades de pesca y posteriormente de cultivo del arroz), que configuro un modo de vida particular, en las últimas décadas ha sido el escenario de intereses contrapuestos entre ese tradicional modo de vivir, el desarrollo industrial y finalmente, el turismo (entre la especulación del suelo con fines urbanísticos y la conservación del espacio y de la tradición como bien patrimonial y como no, como recurso turístico de excepción). En esta tesitura de conflicto es donde se configuran y se sitúan las asociaciones de vela latina, dentro de un amplio movimiento conservacionista que vela por la conservación tanto del espacio natural como de poder mantener ese modo “tradi-cional” de embarcación para navegar por el lago.

La vela latina tiene una antigüedad estimada de 2.000 años, con ella navegaron los romanos, bizantinos y árabes por todo el mar Medi-terráneo y fue de ellos de quien se adquirieron los conocimientos y la destreza necesaria para dicho tipo de navegación. La vela latina actual es el resultado de su evolución y fue precisamente, la perfec-ción de su diseño lo que le ha permitido permanecer hasta nuestros días. Hoy en día, estas embarcaciones se construyen como réplicas actuales, mejoradas, de aquellas otras destinadas al trabajo en fae-nas portuarias y de pesca que además celebran regatas, con la única finalidad de competir deportivamente, pero, en imitación a los anti-guos que perseguían condiciones comerciales llegando antes que sus competidores, éstos luchan por el trofeo o los puntos en litigio. Ha sido precisamente esta nueva modalidad instrumental (competi-ción deportiva) del uso de tales embarcaciones lo que ha permitido mantener el oficio de su construcción y la práctica de su navegación que se ha conseguido de la mano de la afición popular y del clamor general ante el detrimento que supone la pérdida del símbolo de lo que fue “el particular modo de vivir de un pueblo”. Veamos pues, cua-les son sus orígenes y algunas de las características más comunes en las asociaciones de patrimonio cultural y concretamente, de las dedicadas a la vela latina.

ASOCIACIONES DEDICADAS AL PATRIMONIOEn términos generales, será a partir de los años 80 cuando encon-tramos las primeras asociaciones en defensa del patrimonio cultural.

Este fin de siglo pasado ha protagonizado uno de los momentos de cambio social más activos de la historia, lo que en cierta manera nos ayuda a comprender uno de los fenómenos sociales que más visibilidad social ha cobrado en los últimos años: la eclosión asociativa. Las asociaciones, como agentes históricos que son, cambian y se transforman en el tiempo y, aunque esta nueva oleada asociativa hunde sus raíces en tiempos lejanos, las actuales formas asociativas poseen aspectos y pautas que las distinguen del pasado y que responden a las ne-cesidades sociales actuales. Este boom asociativo, su especial dinamismo y la tendencia hacia la especialización funcio-nal son quizá sus aspectos más relevantes. Pero no lo es menos su heterogeneidad, es decir, la diversidad de formas que presenta, los objetivos que persigue y los destinatarios a los que se dirige. En lo que sigue, sin embargo, vamos a fijarnos en unas asociaciones muy específicas, ubicadas en un espacio también muy concreto. Se trata de las asociaciones de Vela Latina (o Íbera) dedicadas a la navega-ción en l’Albufera de Valencia y que se incluyen en lo que conocemos como sector del patrimonio dentro del campo cultural, aunque antes de ello vamos a ver algunas de las características del territorio donde se ubican: l’Albufera.

L’ALBUFERA: DE UN MODO DE VIDA A UN RECURSO PATRIMONIALEn el Llibre de Repartiments de Jaime I, en 1238, encontramos una de las referencias más antiguas al lago de la Albufera. Dicho texto se transcribe en el capítulo III de las ordenanzas pertenecientes al Comú de Pescadors de la Ciutat de Valencia y dice así: Lo rei En Jaume... per propi special Patrimoni seu, se retrech la Albufera de Valencia, Devesa de aquella; e jatsia aquella fos en lo Regne, é de terme de la Ciutat de Valencia, en tant que status alguns fets é ordinacións per la dita ciutat, no podem comprendre, los drets de la Albufera, com es anexa al Patrimoni del Princep. Es decir, el rey se reservaba para sí como propia la Albufera y su Dehesa, pudiendo otorgar como conce-sión determinados privilegios1. Así, durante muchos siglos la principal actividad económica realizada en el lago será la pesca, hasta que en

época muy posterior, la superficie de la Albufera se verá reducida por los llamados aterraments (cubrir de tierra las zonas limítrofes del

lago para su posterior cultivo) y su dedicación al cultivo del arroz, lo cual disminuyo el período anual de pesca, diversificó sus tareas y abrió una nueva vía al capitalizar en la tierra la cam-biante fortuna de la pesca. La introducción de la tierra y la coyuntura favorable para el arroz a principios del siglo XX, permitió un crecimiento de la población hasta la década de 1950-602. Momento a partir del cual el crecimiento in-dustrial del país discurrirá de forma paralela a la crisis pesquera en el lago. Los pueblos y ciudades que bordean la Albufera comienzan a industrializarse (a excepción de El Palmar3) y a

verter residuos orgánicos y detergentes, que se unen a los proceden-tes de los núcleos urbanos que alteran (desequilibrios en la flora y la fauna) la proporción de sus especies piscícolas (desaparición de la gamba) y disminuyen el rendimiento de los campos regados con sus aguas. A ello debe sumarse además, la creación del puerto deportivo del El Perelló, en la Gola Sur de la Albufera, que todavía agravará más la difícil situación medioambiental de la Albufera. Con todo, no sólo fue el desarrollo económico de la mano de la industria lo que modi-ficó el equilibrio ecológico de la zona, sino que además, las mejores comunicaciones, su proximidad a la ciudad de Valencia y la existen-cia de buenas playas transformaron lo que fue un pequeño núcleo de pescadores-agricultores en un centro turístico de primer orden.

LAS ASOCIACIONES DE VELA LATINA, SÍMBOLO DE IDENTIDAD DE LA TRANSFORMACIÓN ENTRE EL MEDIO Y SUS HABITANTES

María Albert Rodrigo

1 En adelante, en un real privilegio establecerá la posibilidad de pescar en el lago tras el pago “del quinto” como impuesto anulando y sancionando a los pescadores agrupados en el Comú del Pescadors de la Ciutat de Valencia con el impuesto que por su actividad debían abonar al titular del lago como cualquiera que quisiera ejercer el oficio de la pes-ca. El real privilegio de 1250 dice así: que puedan pescar cualquier vecino o habitante de la ciudad o Reino de Valencia, y cualquier extraño también, y coger peces, y no tengan que dar a Nos y a los nuestros nunca de estos pescados, sino sólo la quinta parte franca, sin ningún mandato nuestro o de los nuestros; las restantes cuartas partes sean de los pescadores.2 En estas fechas la población de Catarroja y Silla sigue creciendo y se dispara hacia arriba en la década siguiente. En El Palmar ocurre justo lo inverso, la población comienza a disminuir a partir de 1950 y así sigue en la década de 1960-70.3 De 1960 a 1970 se duplica el número de industrias de Catarroja, y ya en los años 70 se localizaban alrededor de 5.000 industrias, pequeñas en su mayoría que comprendían una amplia gama de actividades.

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Lo cierto es que la mayoría de los puntos de referencia constantes y sólidamente establecidos que sugerían un entorno social duradero, seguro y digno de confianza durante el ciclo vital de cualquier per-sona se han acabado. Hemos cambiado de tal manera nuestro actual modo de vivir que difícilmente nuestros antepasados recientes po-drían reconocerse en todo aquello que ahora nos ha convertido en nosotros. Ello nos “obliga” de alguna manera a mantener un vínculo con nuestros orígenes, con nuestras anteriores formas de vivir, en definitiva, con todo aquello que fuimos. En este sentido, cabe señalar lo que conocemos como la radicalización de los procesos de indivi-dualización, que tal como lo entiende, es un proceso de socialización históricamente contradictorio entre la colectividad y la estandariza-

ción de las situaciones existenciales individuales emergentes. Preci-samente, esta oposición entre la colectividad y el individuo es la que conduce al surgimiento de nuevas comunidades socioculturales, de nuevos espacios para las relaciones sociales: las asociaciones.

Estos nuevos espacios asociativos (ya sea en forma de ONG, platafor-ma, fundaciones, entidades etc.) son un lugar extraordinario para la interacción social, lo que facilita la cohesión y la integración social. Funciones ampliamente señaladas y corroboradas en los estudios realizados sobre el asociacionismo y que se consiguen gracias a la práctica de la sociabilidad. Las relaciones de amistad y de afinidad que se establecen en el seno asociativo son fundamentales no sólo para los miembros de la asociación sino para la propia supervivencia de la asociación en el tiempo. En muchas ocasiones, las asociacio-nes surgen a partir de un núcleo de amigos o personas afines que comparten un mismo objetivo (recuperar o mantener una tradición, etc.). Además, resultan ser un lugar ideal para charlar, distraerse y pasarlo bien, en definitiva, para encontrarse con amigos y conocer gente con la que realizar actividades agradables. En este espacio se hace posible el ensayo de la moderna interacción, de cultivar las rela-ciones de afinidad y de amistad, de adentrarse en un clima amigable y distendido, de dedicar el tiempo al ocio, etc.

Más allá de las posibilidades recreativas que nos proporciona el es-pacio asociativo, en general, en cualquier tipo de asociación, pero de manera muy significativa en las asociaciones dedicadas al patrimo-nio, la practica asociativa nos proporciona la posibilidad no solo de identificarnos con la asociación sino que es la misma asociación la que nos confiere identidad colectiva. En el caso de las asociaciones de Patrimonio, que en muchos casos son de muy reciente creación, comportan la creación de una nueva identidad cultural7 con la que nos identificamos muy específicamente. Esta nueva identidad es la surge a partir de la conciencia de pérdida de los elementos de nues-tra identidad cultural. Se trata pues, de recuperar y salvaguardar to-dos aquellos elementos (bienes tangibles o intangibles) con los que nos identificamos y que en un contexto de profundos cambios socia-

7 Se entiende la identidad como un sentimiento de pertenencia. Tal como señala Bauman con respecto a la identidad, “la palabra debe la atención que atrae y las pasiones que despierta a que es un sucedáneo de la comunidad: de ese supuesto “hogar natural” o de ese círculo que se mantiene cálido por fríos que sean los vientos del exterior.

Aunque ya en la década anterior (incluso antes en algunos casos) se constituyen algunas asociaciones a caballo entre el campo deportivo y el patrimonial (colombaires, vela latina, tiro y arrastre, etc). Sin em-bargo, no será hasta la década de los noventa, cuando se produzca una verdadera fiebre asociativa en torno a la cuestión patrimonial y surjan multitud de asociaciones dedicadas al patrimonio de nueva creación y las asociaciones ya existentes redefinan su discurso en torno a las acciones que practican y los objetivos que persiguen. En general, estas asociaciones son la manifestación más contunden-te de la conciencia de pérdida de aquello que se identifica como tra-dición o patrimonio. Los protagonistas de esta nueva concepción son pequeños colectivos formados por minorías cívicas que despliegan, directa o indirectamente, una gran actividad de defensa, restaura-ción y protección del patrimonio. Se constituyen con frecuencia, por pequeños colectivos formados por elites culturales locales que gozan de una gran legitimidad social en sus acciones y propuestas. Así, este asociacionismo se ha convertido, junto con los especialistas y exper-tos, en uno de los principales sujetos activadores de bienes patrimo-niales. Forman parte de un verdadero movimiento social moderno de carácter conservacionista patrimonial, que se manifiesta como una nueva voz social y política que expresa una nueva sensibilidad pa-trimonializadora de la cultura y una forma de practicar y entender la participación cívica y la ciudadanía. Las asociaciones de patrimonio aparecen y en gran medida responden a un contexto de globalización6 que comporta grandes transformacio-nes sociales a escala planetaria. La efervescencia por el interés del patrimonio se corresponde con una de las múltiples dimensiones de la globalización, la globalización cultural y más concretamente a la patri-monialización de la cultura. Así, la pérdida de las identidades locales como consecuencia de la homogeneización y del imperialismo cultural ha despertado gran interés por conservar tradiciones, viejas costum-bres y antiguos modos de vida. En definitiva, todo aquello con lo que nos identificamos como colectivo y que salvaguarde nuestras raíces. 6 La globalización es un largo proceso histórico no exclusivo de la segunda modernidad, sino que lo encontramos anteriormente aunque no con la misma intensidad. Se caracteriza por una constante intensificación de la conectividad compleja, materializada en una red de interconexiones e interdependencias, de rápido crecimiento y densidad, que caracteriza a la vida social moderna a escala global. La intensificación de la globalización genera, al ser percibida, una progresiva toma de conciencia reflexiva que lleva a considerar el mundo como una totalidad interdependiente.

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ante todo, en los encuentros semanales para practicar la vela ade-más de las competiciones que realizan. Por esta razón instrumental, la asociación es frecuentada con notable asiduidad y presenta, por tanto, un altísimo grado de sociabilidad que implica a toda la familia en primera instancia y a todas las localidad colindantes de l’Albufera en último término.

Estas entidades tienen en su inmensa mayoría un carácter local y en algunos casos, comarcal . Aunque se trata de asociaciones que tienen tanto un ámbito de actuación como de implantación estricta-mente locales y nacen con vocación de representar o expresar sus valores territoriales bien sea mediante el conocimiento y la investiga-ción del modo de vida y de la historia local como mediante la recupe-ración y conservación de los elementos patrimoniales. Sin embargo, esta implantación local no es un impedimento para que a través de lo particular se exprese la identidad étnica, la identidad valenciana.

les corren el peligro de desaparecer. En definitiva, las acciones que se realizan en las asociaciones proporciona “sentido” a la existencia de los individuos, ya que nos ayudan a establecer vínculos con nues-tro pasado, nos dice de donde venimos, nos sitúa en el presente y nos proyecta al futuro.

Estas asociaciones se caracterizan por compartir un objetivo funda-mental, “mantener la tradición y salvar el patrimonio”, ya que se con-ciben a sí mismas como el verdadero ángel custodio del patrimonio cultural ante las múltiples amenazas (el paso del tiempo, el progreso, la globalización) que supone la modernidad avanzada. Son portado-ras y pretenden hacer extensiva una conciencia de salvaguarda de aquellos elementos que como símbolos de identidad son dignos de ser conservados y que nos remiten y conectan con nuestro pasado. Mantener la tradición y salvar el patrimonio rescatado del olvido no son objetivos finalistas de las asociaciones, sino que estos colecti-vos pretenden también, su extensión e irradiación social. Por ello, la concienciación y difusión del patrimonio ha de considerarse como un objetivo transversal que se halla presente en prácticamente casi todas las actividades que efectúan, ya sea a través del estudio de la historia, de las costumbres y de las formas de vida locales o, sen-cillamente, manteniendo vivo el oficio de hacer las embarcaciones de vela para practicar un deporte que nos remite a nuestro anterior modo de vida para evitar su pérdida, como es el caso de las asocia-ciones de vela latina.

En cuanto a la ideología o marco cognitivo de las asociaciones de-dicadas al patrimonio consideran que a través de sus actividades de recuperación, conservación y protección mantienen vivos los símbo-los de la identidad colectiva. Enarbolan, por tanto, el estandarte de la pureza y de la autenticidad de sus raíces. Por otra parte, son por-tadoras de una nueva visión acerca de los elementos patrimoniales. Aquello que podía verse como viejo e inútil ahora se considera como digno de preservación para las generaciones del futuro. Abanderan pues, los elementos necesarios para producir un verdadero cambio en la sociedad a través de crear conciencia de conservación.

Merece la pena destacar dos peculiaridades de las asociaciones dedicadas al deporte tradicional. Ya que su vida asociativa consiste,

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los años 20 las masas de obreros empiezan a disfrutar de tiempo libre, para llenar ese tiempo de ocio, surge una nueva política cultural, ésta tratara de facilitarles el acceso a la cultura: “Se trata de popularizar la cultura y la ciencia, de volverlas accesibles al mayor número de gentes, de procurar que el pueblo pudiera apropiarse de aquello que era considerado “su herencia cultural”.” El objeto del museo cambia, la exposiciones se plantean para com-prender y para reflexionar no sólo para ser contempladas. El público de los museos crece y aparecen las asociaciones de amigos de los museos; en torno al museo se organizan múltiples actividades. Se sientan pues las bases del museo tal y como lo concebimos hoy.

El organismo internacional que regula el mundo de los museo, el ICOM proclama: el museo es una institución permanente sin finali-dad lucrativa, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierto al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe para fines de estudio educación y de deleite, testimonios materiales del hombre y su entorno. El ICOM también considera museos a los institutos de conservación

y galerías permanentes de exposiciones, a las bibliotecas y archivos, los parajes y monumentos, naturales, arqueológicos y etnográficos, los monumentos históricos y los sitios que tengan la naturaleza de museo por sus actividades de adquisición, conservación y comuni-cación, las instituciones que presenten especímenes vivos como jar-dines botánicos y zoológico, acuarios, viveros, los parques naturales y los centros científicos y planetarios.

NUEVOS CAMBIOS, NUEVOS MUSEOS. UN NUEVO PAPELCasi 80 años después la sociedad ha pasado por abruptos cambios, la sociedad industrial, dio paso a la postindustrial, la modernidad a la postmodernidad, y ahora vivimos los albores de la tercera gran revolución, tras la agrícola y la industrial: la revolución informática. En un mundo global, en un mundo de la información, del mestizaje, de la pluralidad en el que los valores humanos, son pisoteados y arras-trados por los valores del interés, la riqueza, la mentira, que implican la destrucción del medio, de la naturaleza que nos sustenta y de las sociedades en que vivimos.

Y en esta sociedad ¿cuál es el papel del museo? Y en concreto ¿cuál es el papel de los museos de etnología?

EL PATRIMONIOEl patrimonio es la Hacienda que alguien ha heredado de sus ascendien-tes o el conjunto de los bienes propios adquiridos por cualquier título

El concepto de patrimonio etnológico aparece en Francia, significando lo mismo que en otros lugares recibe el nombre de bienes culturales. Pero cabría diferenciar entre cultura y patrimo-nio, pues la cultura es lo realmente practicado y el patrimonio es lo conservado y memorizado de la cultura.

Este es un mundo en continuo cambio, donde nacen y mueren infinitos mundos. Una sociedad en la que identidad, pertenencia, globalización, tejen y destejen la ma-raña del hoy. Una sociedad que se cuestiona, se indaga, se pregunta. Una sociedad que debate, discute, hace la guerra. Esta sociedad que se cuestiona, que todo lo cuestiona creó en un momento dado unos guardianes, los depositarios del saber, del conocimiento, los trans-misores de la sabiduría: el patrimonio por excelencia. La academia, la escuela, la universidad, se ocupan de la transmisión de la sabiduría, llamada ahora ciencia, ética, política y maestros, profesores, cate-dráticos, sabios, serán sus creadores y los oficiantes de su liturgia

Ese saber intangible se trasmitía oralmente en otros tiempos y con la invención de la escritura y siglos después de la imprenta, paso a trasmitirse por los libros. Las bibliotecas se crearan para guardar el saber escrito. Más tarde, aparecerán otros medios de reproducción: del sonido, de la imagen inerte, de la imagen en movimiento. Captar el mundo para comprenderlo, para analizarlo, para saber, que dará lugar a la aparición de otros espacios donde se acumulan estos ma-teriales : fonotecas, filmotecas, videotecas, archivos, ordenadores, memorias internas y externas

EL MUSEOY para lo tangible, lo material aparecieron los museos. Primero, acu-mulación de belleza, o de rareza (lo raro es bello o al menos extraño), en las colecciones privadas y gabinetes de coleccionistas. Más tar-

de, taxonomía, clasificación, categorización, un intento de compren-sión del mundo a partir de sus hechos, de los objetos, siguiendo las

directrices de los ilustrados. Los museos mau-soleos que conservaban los restos de mundos desaparecidos. Y esa clasificación hace que surjan organizados por temáticas, así apare-cen los museos de pintura, ciencias naturales, cerámica, escultura.

Los museos de Etnología aparecen a la par que la colonización. Se descubren nuevas culturas, aparece lo exótico y occidente, curioso, reco-ge los elementos de éstas. El siguiente paso es el descubrimiento de las culturas propias de los pueblos occidentales. Occidente se mira a

si mismo, es el Romanticismo. La burguesía ha de inventarse una nue-va historia, una historia distinta a la narrada en el antiguo régimen, que era la historia de las clases aristocráticas, la de los grandes he-chos. Para hacer visible esta nueva historia aparecen los museos del pueblo, (en alemán Volk, en ingles folk de lo que derivara la palabra folclore) y los de artes y oficios populares.

UNA NUEVA MIRADA, UN NUEVO MUSEOPasarían años hasta la primera revolución en el mundo de los mu-seos, revolución que surge en el ámbito de los museos de etnología y antropología.

En los años 30 en Francia (donde las vanguardias cuestionaban el arte) G. Henri Riviere y Rivet en el Musée de L’Homme y el Musée d’Arts et Metiers populaires abren la caja de los truenos, sacuden los mausoleos y sientan las bases de lo que se llamara la nueva museo-logía; una nueva forma de entender los museos. La concepción del museo de Riviere se define por el nuevo papel que asigna a los obje-tos, estos ya no se coleccionan como curiosidades u obras de arte, sino como objetos de saber, de saber positivo sobre las representa-ciones y valores culturales de las sociedades que los han producido.El museo ya no es solo un lugar donde conservar, es un laboratorio, un lugar donde indagar y, aun más, un lugar ligado a una política edu-cativa, un concepto de educación no elitista, sino de las masas. En

EL MUSEO HOYMUSEO Y PATRIMONIO

Salvador Calabuig i Sorlí

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de datos, paginas web, museos virtuales, fórums. El contacto con el público por estas vías acercara el museo.

La creación de redes es fundamental, redes que propicien la descen-tralización del museo y que incidan en el establecimiento de cola-boraciones entre los mismos, que optimicen y compartan recursos: almacenes, unidades de restauración, exposiciones, que propicien la creación de extensiones o subsedes o simplemente complementen la oferta buscando singularizar propuestas El museo a veces es entendido como el refugio de una casta, ence-rrada en despachos dedicada a misteriosas investigaciones, El mu-seo debe abrirse a la participación social, en la sociedad existen per-sonas, grupos, con una especial sensibilidad hacia el patrimonio, el museo debe ser el receptáculo de los mismos, debe ser su referencia, y su apoyo, en el deben encontrar amparo, el museo debe ser el que recoja y proyecte sus trabajos

El museo ha de contribuir a una mayor y mejor integración social, ha de fomentar una conciencia ética y política universal, ya que es uno de los custodios del patrimonio: de los testimonios, materiales e inmateriales de la cultura.

UN MUSEO CON FUTUROEl Museu Valencià d’Etnologia desea caminar por esta senda. A los tres pilares básicos de la acción del museo, conservación, investiga-ción y difusión, deberíamos añadir:

Un museo al servicio de la sociedad, de los usuarios.

Un museo abierto, accesible, un centro de investigación, de reflexión y debate, un lugar de encuentro de todos los interesados en la cultura popular, en la antropología, en la sociología.

Un referente para otros museos, que ofrezca sus servicios, que los comparta, que favorezca la creación de redes.

Un museo dinámico que ayude a mirar desde todos los ángulos, que contribuya a la integración, al pluralismo.

Un museo que utilice los recursos de las nuevas tecnologías tanto internamente, facilitando su gestión, como externamente, acercando, sus fondos, sus contenidos, sus actividades, a los usuarios y posibili-tando la comunicación entre los mismos y el museo.

Un museo que sea puente integrador entre el mundo académico, los estudiosos y a la sociedad civil.

Al ayudarnos a comprender mejor el mundo y a los seres humanos, ha de ofrecer una triple mirada del pasado: Aprendiendo de sus aciertos y errores y proyectándonos a partir de su ejemplo hacia el futuro.

El museo conserva, es una de las principales funciones del museo. Y en este mundo ¿qué merece ser salvado? Algún conservador ha planteado que conservemos aquello que nos gusta, es decir: que ex-traigamos un mensaje positivo, construyamos un futuro positivo y, si lo horrible es necesario, que se conserve en clave ejemplarizante, como memoria para que no se repita ( así, la musealización de los horrores de los campos de exterminio nazis )

En este tiempo, el museo ha pasado a ser una de las estrellas de la vida social, el edificio del museo, su contenedor, es el encargo mas preciado de los arquitectos. Las ciudades rivalizan por el museo mas bello o espectacular, un edificio que se convierte en hito en símbolo, que proyecta la ciudad. Las masas lo visitan y se cuantifica la impor-tancia del museo según el número de visitantes. Los museo se con-vierten también en dinamizadores de las ciudades de su economía, (Bilbao y el Guggenheim o la Ciudad de las Ciencias en Valencia), centros de turismo en la sociedad del ocio.

Los museos se convierten en espectáculo, las colecciones, las expo-siciones y las actividades no son lo principal y muchos de ellos, per-dido el norte, caen en la banalización, en la explotación económica, en la que todo vale para conseguir recursos y los conservadores y profesionales se convierten en estrellas de un star system mediático

También los hay que, desde el rigor y la modestia, optan por esta-blecer líneas de revisión de conceptos, de renovación de la mirada, replanteando sus colecciones permanentes, abriéndose a nuevos campos.

Otros museos optan por la provocación, por el cuestionamiento, por golpear el rostro de la sociedad y de la ortodoxia, y así convertirse en instrumentos de reflexión.

RETOS DEL MUSEOEl mundo de hoy plantea nuevos retos, los museos de etnología, de artes y tradiciones populares, los de antropología, están transformán-dose en museos de sociedad, museos que intentan la comprensión de los fenómenos que nos agitaron, en el pasado y que nos agitan en el presente, que reflexionan sobre la sociedad de hoy

Los nuevos retos hablan de un cambio importante: la aparición del concepto de usuario frente al concepto de visitante, la necesidad de fidelizar un público y ofrecerle una serie de servicios, el museo no sólo se visita, se utiliza, para ello el museo ofrece una serie de recur-sos: actividades, talleres vinculados a sus contenidos, exposiciones dinámicas.

En una sociedad donde la información fluye, el museo debe de favo-recer la difusión de sus contenidos. La forma de hacer participe a la sociedad es la de poner a su disposición información sobre sus fon-dos, materiales, audiovisuales, fotográficos. Las nuevas tecnologías permiten este acercamiento mediante la informatización de bases

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El potim, que resulta un estrato muy grueso, se extiende por todo el folro (conjunto de tablas de pino clavadas al costillar de manera lon-gitudinal) y por el interior impidiendo así la deformación de las tablas por efecto de la humedad. En general es un estrato bien conservado a excepción del área que coincide con la eslora de flotación en donde se aprecia decoloración por presencia de sales y descohesión de la superficie.

El estado de conservación de las partes metálicas era bastante bue-no porque los clavos de hierro no sufrieron un alto nivel de oxidación. Las piezas de cuero se encontraban muy deshidratadas, teniendo mermadas sus propiedades de elasticidad y flexibilidad. Y el tejido de lino con el que se confeccionó el velamen estaba muy sucio y con desgarros.

Criterios y objetivo de la intervenciónUna vez, finalizado el diagnóstico de la pieza, se procedió a realizar el tratamiento más acorde a su estado siguiendo los principales crite-rios de intervención. Estos criterios se basaron en:

-Detener los procesos de deterioro, consolidando las partes frági-les para evitar su destrucción.

-Intervenir lo mínimo posible controlando el número de interven-ciones y el tipo de tratamiento, comenzando por el menos agresivo y empleando los materiales más inocuos, respetando siempre la pátina y las marcas de uso.

-Aplicar técnicas y materiales reversibles. Cualquier intervención debe poder ser eliminada.

-Realizar reintegraciones, que no falseen o modifiquen la estructu-ra del objeto y su estética, preservando su valor documental.

Por otro lado, la instalación de la pieza en el museo hizo que la embar-cación no asumiera una intervención tan esmerada de lo que exigiría si volviera a ser usada de nuevo en la Albufera. El objeto nos sirve para explicar el pasado y la historia de los hombre, en el objeto se refleja el paso del tiempo, la transformación tecnológica y el desgaste

provocado por el trabajo. En el objeto se deja de lado el valor material para concentrarse en el valor etnológico.

Por esta razón el objetivo fue dejar el objeto en su estado natural basándose simplemente en consolidar, limpiar y proteger para poder hacer una lectura sencilla de lo que nos explica la historia del objeto viéndose el esfuerzo y el trabajo realizado por el hombre.

Tratamientos realizadosLa restauración de la pieza se realiza en dos fases, una primera res-tauración acometida en el año 2002 coincidiendo con la exhibición de la pieza en la Exposición sobre los Humedales Valencianos que el Museu Valencià d’Etnologia presenta en la 8a Conferencia de las Partes Contratantes (COP8) del Convenio RAMSAR y una segunda in-tervención realizada en el 2007 con motivo de la exposición temporal sobre la vela latina.

METALLos trabajos de restauración se iniciaron con la limpieza de las partes mecánicas (clavos y tachuelas) para evitar que los restos de oxido dañaran a los demás materiales. Se eliminó el óxido y los depósitos terrosos de forma mecánica empleando un micromotor con posterior protección final con resina acrílica (Paraloid B67® en Xileno al 4%) que impidiera la aparición de nuevas oxidaciones.

CUEROTras una primera limpieza mecánica para retirar las incrustaciones terrosas se efectuó una segunda limpieza, pero en este caso química, que al mismo tiempo limpiara y aportara un mayor nivel de hidratación al cuero. Para ello se empleó una disolución de agua destilada al 50%, alcohol al 40% y glicerina al 10%.

MADERAPara la limpieza de la madera se empleó la combinación de medios mecánicos y químicos. Se aspiró eliminándose todo el material ajeno a la pieza (tierra suelta, nidos de araña, suciedad...) y se efectuaron catas de limpieza para determinar que tipo de disolvente emplear, lle-gándose a la conclusión de que el agua destilada (disolvente apolar)

Las embarcaciones de vela latina han jugado un papel primordial y básico para la subsistencia y desarrollo de aquellas comunidades asentadas en torno a la Albufera. Empleadas como principal herramienta motriz de trabajo para el aprovechamiento de los diferentes re-cursos que ofrecía el lago, han generado toda una cultura popular y una tecnología náutica que supone un importante testimonio del pa-sado. Todo un legado que forma parte ya de nuestro patrimonio cultural y al cual nos vemos obligados a respetar y conservar.

MORFOLOGÍA DE LA PIEZALa embarcación que nos ocupa forma parte del tipo vela latina, la más adecuada para navegar por la Albufera, sobretodo por la tipología que ofrece la laguna de aguas poco profundas sometidas a un régimen caprichoso y vientos contrarios y cambiantes. Este tipo de embarcación más conocido por barquet o Albuferenc se distingue de la barca por su menor tamaño (unos 22 palmos de eslora y 1.45 metros de manga) y por no tener qui-lla sino el suelo plano. El barquet fue construido a principios del siglo XX por un mestre d’aixa y aparejado para la navegación tradicional con la combinación de las dos técnicas de vela latina y percha.

Las características de la embarcación tienen relación directa con sus necesidades funcionales; para navegar por la Albufera con el vela-men desplegado y la percha para realizar las maniobras en casos de falta de viento. La forma y las dimensiones del barquet están también estrechamente relacionadas, dándose prioridad máxima a la optimi-zación del espacio. Es ligero y estilizado para permitir manejar sin di-ficultades, con la popa y la proa lanzadas para abrirse camino entre la vegetación y pasar por las carreras y pasadizos, con la carena plana y con la coberta abierta configurada para permitir el trabajo al centro o alojar la carga que se llevaba.

INTERVENCIÓN DE LA PIEZAA continuación, se contempla la descripción y evaluación de los tra-bajos de restauración y conservación realizados por parte del equipo técnico del Museu Valencià d’Etnologia.

Diagnóstico El proceso de restauración comienza con una fase de diagnóstico en el

que se identifican las patologías y el estado de conservación de los diferentes materiales que configuran la pieza. La identificación de estas patologías se hizo mediante exploración visual sin tener que necesitar pruebas más complejas. Básicamente los deterioros que se encontraron fueron ocasionados por el propio envejecimien-to de la pieza y por la situación de almacenaje en la que estaba antes de ser intervenida.

La madera, el material mayormente empleado en la construcción de la pieza y a pesar de ser altamente deteriorable, se encontraba en buen

estado de conservación pero oculta bajo concreciones de barro y de-pósitos de suciedad. De forma puntual los componentes ácidos de las deposiciones de aves provocaron decoloraciones. El paso del tiempo junto con las condiciones ambientales a las que es-tuvo sometido durante su funcionamiento (niveles altos de humedad, temperatura y radiación) provocaron en parte la degradación externa de la madera. Incluso el empleo de maderas resistentes y durables como la morera no impidieron que algunas partes del barquet sufrie-ran desgaste físico, caso de las cubiertas de popa y proa con sus res-pectivos pontets, el corredor con la defensa y les serretes o la roda de popa y proa. Otro elemento muy dañado por la erosión fue la perxa confeccionada con madera joven de chopo. En cambio l’abre y l’antena hechas de madera de pino, de poca densidad y peso y mucha flexibi-lidad, presentaban un ataque inactivo de insectos xilófagos. La fatiga de este material provocó también la aparición de roturas y fisuras es-tructurales, como por ejemplo en del cajetín en donde se aloja la metxa de l’arbre, en el banc d’arborar o en el entablado en donde se advertía incluso la separación de alguna de las tablas.

Las juntas de las tablas y las piezas de cubierta van calafateadas con estopa para impermeabilizar y evitar la entrada de agua al interior y embreadas con potin (brea, polvo de blanco de España) para mantener la flexibilidad y protección del material de relleno.

LA RESTAURACIÓN DE UNA EMBARCACIÓN TRADICIONAL DE VELA LATINA

Emilia Rueda Falcó

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eliminaba la suciedad de manera controlada y nada agresiva. Para ablandar y remover las costras más duras se combinó la limpieza con agua y el empleo de cepillos y bisturís. Esta metodología se siguió tanto en el interior como en el exterior de la pieza.

El grado de limpieza se encauzó hacia la consecución de un equi-librio estético en la totalidad de las superficies de la embarcación, respetando siempre la pátina original, máxima establecida en todo el proceso porque esta ya forma parte de la propia historia de la pieza. De este modo, al acometer la limpieza de las partes empotinadas se respetaron todas las marcas de uso, caso de los restos biológicos adheridos así como las pequeñas partículas de grava y vidrio emplea-das como carga.

Las superficies de madera más deterioradas por deshidratación se limpiaron cuidadosamente evitando levantar la fibra y aportando la cantidad justa de humedad.

El mástil de l’arbre se encontraba fragmentado a la altura del punto de anclaje con la barca. La reparación se efectuó encolando las dos partes colocando una espiga interna, también se hizo un tratamiento preventivo de desinfección, a pesar de estar inactivo, mediante in-yección e impregnación. Para la reintegración volumétrica se empleó un estuco hecho con polvo de madera y acetato de polivinilo y para la reintegración cromática medios acuosos ajustándose al croma origi-nal. Tanto las operaciones anteriores como los materiales empleados en ellas fueron totalmente reversibles.

TEXTILLimpieza química de la tela de lino mediante inmersión en agua desti-lada y jabón neutro al 3%.

La primera intervención se centró en acometer las operaciones de limpieza y consolidación de la pieza mientras que en la segunda in-tervención se realizan básicamente tareas de conservación. Después de la primera restauración la pieza permanece varios años almace-nada en las salas de reserva del Museu Valencià d’Etnologia hasta que es seleccionada en el 2007 para la exposición sobre la vela la-tina. Durante el tiempo que transcurre entre una y otra intervención no se aprecian cambios notables en la pieza, los tratamientos y los productos empleados en ellos no sufren alteración alguna y sola-mente es necesaria una limpieza mecánica para eliminar la suciedad superficial.

ConclusionesEste trabajo nos permite concluir que la intervención en un elemen-to patrimonial va más allá de una recuperación material, porque el objeto por si mismo explica su propia historia, por tanto hemos de tener en cuenta su papel como legado cultural y el valor educativo que tiene añadido.La recuperación museística de esta embarcación es un ejemplo para enfatizar la falta de respeto y poner en valor el patrimonio autóctono de la Albufera.

Por último, querríamos agradecer a las restauradoras Begoña Nava-rro y Rosa María Cordero su colaboración en los trabajos de restau-ración de esta pieza.

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90 p. : il. col. ; 27 cm.En la port.: Fundación ValenciaportISBN 84-933614-0-2BETNO 5241

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VELA LATINABIBLIOGRAFÍA TEMÁTICA

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AUTORES (REG)Al·lès, Cristòfol (1)Ayza Roca, Alfred (2)Berner, Simon (25)Bertonèche, Patrick (26)Blanes Andrés, Roberto (3)Castelló i Ballester, Josep Vicent (4)

Duck, Noëlle (27, 28)Gabrielli, Maria (29)Garry, Martine (30)Huertas Morion, José (5)Huet, Jean (6)Jadresic, Klement (31)Jaffry, Gwendal (32)Llecha, G. (7)Martinoli, Marguerite (33)Martorell, Pep (11)Monleón y Torres, Rafael (13)Oliver Font, Bernat (14)Oller, Francesc (15)Ramón Fernández, Francisca (16)Rodríguez Buenafuente, Alejandro (17)Roque Pérez, Fernando (18)Sarzo, Emilio (19)Sebastià, Jordi (20)Sella Montserrat, Antoni (21)Zaragozà Pérez, Marina (24)

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20.Sebastià, JordiLa conquista del viento / Jordi Sebastià con la colaboración de José Ferrando. - Alzira : Bromera, 2004. - 255 p. : il. col. ; 35 cm.DL V 3751-2004 . - ISBN 84-8471-073-4BETNO 5362

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Tesi doctoral dirigida pel catedràtic doctor en Manuel Sanchis GuarnerBETNO 0685

PUBLICACIONES PERIÓDICAS25.Berner, Simon Sauver le patrimoine navigant corse / Simon BernerEN: Le Chasse-Marée : Revue d’Histoire et d’Ethnologie Marée. - Douarnenez(Francia) : Le Chasse-Marée, [1981]- . - ISSN 0292-4609.N. 180 (2005), p. 58-59 ; BETNO PP 0030

26.Bertonèche, PatrickLe patrimoine maritime méditerranéen à l’affiche / Patrick Ber-tonècheEN: Le Chasse-Marée : Revue d’Histoire et d’Ethnologie Marée. - Douarnenez(Francia) : Le Chasse-Marée, [1981]-. - ISSN 0292-4609. N. 163 (2003), p. 2-7 ; BETNO PP 0030

27.Duck, NoëlleDelecta est Kerkenna! (Les régates de Kerkenna - Tunisie -) / Noëlle DuckEN: Le Chasse-Marée : Revue d’Histoire et d’Ethnologie Marée. - Douarnenez(Francia) : Le Chasse-Marée, [1981]-. - ISSN 0292-4609.N. 179 (2005), p.24-27 ; BETNO PP 0030 28.Duck, Noëlle Voiles latines à Saint-Tropez : le fruit de la passion / Noëlle Duck EN: Le Chasse-Marée : Revue d’Histoire et d’Ethnologie Marée. - Douarnenez (Francia) : Le Chasse-Marée, [1981]-. - ISSN 0292-4609.N. 186 (2006), p.18-23 ; BETNO PP 0030

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Page 41: La vela latina : barcas en la Albufera

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Page 42: La vela latina : barcas en la Albufera

Catálogo de objetos

Page 43: La vela latina : barcas en la Albufera

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Falucho“El Roig”Madera, metal y fibra vegetal.

Modelo reducido de un falucho. Embarcación costanera de guerra o mercante de casco ligero, arbolada con un palo mayor inclinado hacia popa y una mesana vertical detrás del botalón para el foque, en ambos palos izaba velas latinas. Se utilizaba principalmente para el tráfico de cabotaje. Su eslora oscilaba entre 15 y 20 metros

Último tercio del s. XX

Autor: Joan J. Rosaleny i Romero

Joan J. Rosaleny i Romero

Jabeque“Indiscret”Madera, metal y fibra vegetal.

Modelo en tamaño reducido de un Jabeque. Embarcación de cabotaje, de la familia de las galeras con una capacidad entre 30 y 60 toneladas, surgió en el siglo XV y pervivió hasta el siglo XIX. Es un barco típico del mediterráneo, se desplazaba por medio de remos y a vela, su aparejo constaba de tres mástiles que llevaban vela latina o triangular

Segunda mitad del s. XX

Autor: Rodolfo Pardo Vera

Ayuntamiento de Valencia

Barca de pesca“Cabañal”Madera, metal y fibra vegetal.

Modelo reducido de una barca de pesca. Esta embarcación es un llaud, similar al falucho, posee un mástil con vela latina, y su eslora es de 15 a 20 metros. Es típica del Mediterráneo, se empleaba en la pesca de bou

Primer tercio del s. XX

Autor: Anónimo

Ayuntamiento de Valencia

Barca de bou“Cristo del Salvador”Madera, metal y fibra vegetal.

Modelo en tamaño reducido de una barca de bou. Embarcación típica de la costa valenciana, donde se práctica este tipo de pesca a gran escala, que consiste en pescar con dos barcas arrastrando sus redes por el fondo, como los bueyes (bous) con el arado. Son embarcaciones parecidas a los faluchos pero con un sólo mástil muy inclinado a proa, una gran vela latina y un foque

Segunda mitad del s. XX

Autor: Cayetano Barcelona

Ayuntamiento de Valencia

GoletaMadera, metal y fibra vegetal.

Modelo en tamaño reducido de una goleta. De origen norteamericano se difundió por Europa a finales del siglo XVIII. Es una embarcación fina y rasa, con una capacidad de 100 toneladas. La goleta tradicional lleva en su aparejo foques y velas áuricas o de cuchillo (cangrejas y escandalosas).

Segunda mitad del s. XX.

Autor: Joaquín López Martínez

Ayuntamiento de Valencia

Barca de bou“Concha Peiró”Madera, metal y fibra vegetal.

Modelo en tamaño reducido de una barca de bou. Embarcación típica de la costa valenciana, donde se práctica este tipo de pesca a gran escala, que consiste en pescar con dos barcas arrastrando sus redes por el fondo, como los bueyes (bous) con el arado. Son embarcaciones parecidas a los faluchos pero con un sólo mástil muy inclinado a proa, una gran vela latina y un foque.

Segunda mitad del s. XX.

Autor: Joaquín López Martínez

Ayuntamiento de Valencia

Nav

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EscuadraMadera

Herramienta con forma de “L” en ángulo de 90º. Utilizada para cuadrar en ángulo recto

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Con

stru

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traz

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CompásMetal y madera.

Herramienta que utiliza el carpintero de ribera para el trazado de circunferencias y para realizar mediciones

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Plantillas de calafateMadera, cartón o similar.

Son los patrones que sirven de modelo para elaborar las distintas piezas de la embarcación. Normalmente el carpintero de ribera utiliza plantillas de antiguas embarcaciones

Finales del s. XX

Joan J. Rosaleny i Romero

PlomadaMetal y fibra vegetal.

Consiste en una pesa metálica de plomo que cuelga del extremo de un cordel, sirve para comprobar la verticalidad de un elemento

Finales del s. XX

Joan J. Rosaleny i Romero

Compás redondoMetal (hierro)

Herramienta que utiliza el carpintero de ribera para el trazado de circunferencias y para realizar mediciones

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Falsa escuadraMadera

Herramienta formada por dos piezas articula-das. Utilizada para cuadrar en ángulo recto

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

EscuadraMadera.

Herramienta con forma de “T” en ángulo de 90º. Utilizada para cuadrar en ángulo recto

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

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Con

stru

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cor

te

Azuela de pieMadera y metal

Herramienta de carpintero de ribera similar a un hacha, está compuesta por un mango largo de madera y un filo u hoja de metal, se utiliza para labrar y desbastar la madera de gran tamaño. En la Albufera, esta herramienta da nombre al oficio, el mestre d’aixa

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

BarrenaMetal y madera

Herramienta de carpintero de ribera, compuesta por un vástago metálico con la extremidad labrada a forma de tornillo rematado con una punta muy aguda. Penetra en la madera por presión y rotación, sirve para taladrar la madera y posteriormente introducir tornillos o similares

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

BarrenaMetal y madera

Herramienta de carpintero de ribera, compuesta por un vástago metálico con la extremidad labrada a forma de tornillo rematado con una punta muy aguda. Penetra en la madera por presión y rotación, sirve para taladrar la madera y posteriormente introducir tornillos o similares

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

BarrenaMetal

Herramienta de carpintero de ribera, compuesta por un vástago metálico con la extremidad labrada a forma de tornillo rematado con una punta muy aguda. Penetra en la madera por presión y rotación, sirve para taladrar la madera y posteriormente introducir tornillos o similares

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

BerbiquíMetal y madera

Instrumento formado por una barra de hierro en espiral que en su parte superior tiene un pomo de madera giratorio. El carpintero de ribera lo utiliza para penetrar en la madera por presión y rotación, facilitando la introducción de tornillos o similares

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Azuela de mano Madera y metal

Herramienta de carpintero de ribera similar a un hacha, está compuesta por un mango de made-ra y un filo u hoja de metal, se utiliza para labrar y desbastar la madera de tamaño reducido. En la Albufera, esta herramienta da nombre al oficio, el mestre d’aixa

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

SierraMadera, metal y fibra vegetal

Herramienta de carpintero de ribera compuesta por una lámina fina dentada y un bastidor de madera que permite su manejo. Se utiliza para cortar piezas de madera

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Page 46: La vela latina : barcas en la Albufera

91

Con

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bar

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cor

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ParafusaMetal y madera

Herramienta de carpintero de ribera, está com-puesta por un mecanismo metálico, en la parte inferior se halla el receptáculo de brocas, en el centro un mecanismo circular que rota provo-cando el movimiento de la broca y en la parte superior hay un pomo que facilita su sujeción. Sirve para taladrar la madera y posteriormente introducir tornillos o similares

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

FormónMetal y madera

Herramienta manual de carpintería. Se compo-ne de una hoja de metal con boca formada por un bisel y mango de madera. Sirve para realizar cortes, muescas y rebajes, para ello se ayuda de una maza

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Cepillo-GarlopaMadera y metal

Herramienta de carpintero de ribera de forma rectangular con la superficie inferior plana y empuñadura. Se emplea para igualar superfi-cies de madera

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

SerruchoMadera y metal

Herramienta de carpintero de ribera compuesta por una lámina dentada y una empuñadura de madera que permite su manejo. Se utiliza para cortar piezas de madera

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Cepillo-GarlopaMadera y metal

Herramienta de carpintero de ribera de forma rectangular con la superficie inferior inclinada y empuñadura. Se emplea para igualar superfi-cies de madera

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Cepillo-Garlopa planaMadera y metal

Herramienta de carpintero de ribera de forma rectangular con la superficie inferior plana, posee una empuñadura en su parte superior. Se emplea para igualar superficies amplias de madera

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Page 47: La vela latina : barcas en la Albufera

93

Cons

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MartillosMetal y madera

Herramienta de metal y madera, empleada para clavar por choque o percusión clavos y remaches o suministrar a otras herramientas de corte o modelado energía para su labor

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Joan J. Rosaleny i Romero

ClavosMetal

Utensilio de hierro de forma alargada, puntiagu-do por un extremo y con cabeza en el otro, que sirve para unir dos piezas

Segunda mitad del s. XX

Joan J. Rosaleny i Romero

PernosMetal

Pieza metálica con forma cilíndrica alargada, que por un extremo termina en una cabeza, generalmente prismática, y en el otro extremo tiene una rosca, en la cual se atornilla una tuerca

Último tercio del s. XX

Joan J. Rosaleny i Romero

Sargenta-gatoMetal y madera

Instrumento de hierro formado por dos piezas, una fija y otra móvil que forman escuadra, y que se apretan o aflojan por medio de un caracol de espiral que se maneja desde el mango. Sirve para sujetar las piezas

Último tercio del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Page 48: La vela latina : barcas en la Albufera

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Con

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Mazo-mazaMadera

Herramienta de madera, empleada para sumi-nistrar la energía necesaria para introducir la estopa en las juntas con la ayuda de los hierros de calafatear

Segunda mitad del s. XX

Joan J. Rosaleny i Romero

Martillo de calafateMetal y madera

Herramienta de madera, empleada para sumi-nistrar la energía necesaria para introducir la estopa en las juntas con la ayuda de los hierros de calafatear

Último tercio del s. XX

Joan J. Rosaleny i Romero

Hierros de calafatearMetal

Son herramientas metálicas con las cuales el calafate introduce la estopa golpeándolos con el martillo o la maza/o. Algunos autores denomi-nan a este hierro “calafat”

Segunda mitad del s. XX

Joan J. Rosaleny i Romero

Page 49: La vela latina : barcas en la Albufera

97

Agr

icul

tura

TraíllaMadera y metal

Herramienta agrícola utilizada para allanar o igualar la tierra con la ayuda de tracción animal, de uno o dos caballos. Utilizado en el cultivo del arroz

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

AzadaMetal y madera

Herramienta agrícola que consiste en una lámina o pala rectangular de hierro por un lado cortante y por el otro un anillo que sujeta un astil o mango de madera. Utilizado para remover la tierra

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Escardillo-azada pequeñaMetal y madera

Herramienta agrícola que consiste en una lámina o pala rectangular de hierro por un lado cortante y por el otro un anillo que sujeta un astil o mango de madera. Utilizado para remover la tierra y eliminar las malas hierbas

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Protector de dedosFibra vegetal y cuero

Pieza compuesta por dos fundas alargadas de cuero con forma de dedos, unidos por un cor-dón. Su función es la protección de los dedos en el desempeño de la actividad agrícola, en aquellos momentos en los que existe riesgo de corte como en la siega.

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Hoz de desbarbarMetal y madera

Herramienta agrícola, compuesta de una gran hoja acerada y curva fijada a un mango de ma-dera. Sirve para cortar las raíces de las garbas de arroz (desbarbar)

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

HozMadera y metal

Herramienta agrícola, compuesta de una hoja acerada y curva fijada a un mango de madera. Sirve para segar el arroz

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Hoz de hierbaMetal y madera

Herramienta agrícola, compuesta de una hoja acerada y curva fijada con cierta separación a un mango de madera. Sirve para segar la hierba

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

ZoquetaMadera

Herramienta agrícola que consiste en un guarda manos. El segador lo usa para su mano izquierda, dejando libre el pulgar, de este modo se protege de posibles cortes con la hoz.

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Page 50: La vela latina : barcas en la Albufera

99

Reclamos de caceríaMadera, metal y vidrio

Figura realista de un ánade de la Albufera. En la parte inferior figura el apellido del propietario: Bru

s. XX

Salvador Calabuig i Sorlí

Caz

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Reclamos de caceríaMadera, metal y fibra vegetal

Son figuras esquemáticas y realistas de aves de la Albufera, realizadas en madera, en algunos casos de palmera, se anclan por medio de plomos que penden de un cordel que se sujeta en el cimbel. Sirven de reclamo a las aves. En la Albufera se denominan bots

s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

CartucheraCuero y metal

Parte de la indumentaria del cazador, utilizada para guardar los cartuchos, facilitando su uso y protegiéndolos de la humedad o de su deflagración

s. XX

Josep Antoni Lluesma Espanya

Contenedor de pólvoraMetal

Utensilio de caza, utilizado por el cazador para guardar la pólvora con el objeto de proteger-la del agua y de agentes que provoquen su deflagración

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

CartuchosMaterial sintético y metal

Es parte imprescindible de la actividad cinegéti-ca junto con la escopeta. Consiste en un cilindro que contiene material explosivo que sirve para abatir a las aves. El cazador los guarda en la cartuchera

Primera mitad del s. XX

Josep Antoni Lluesma Espanya

Rellenador de pólvoraAsta y metal

Utensilio de caza, realizado con asta de bóvido y metal, utilizado por el cazador para recargar de pólvora la escopeta

Primera mitad del s. XX

Josep Antoni Lluesma Espanya

SilbatoMadera

Instrumento hueco que al soplar reproduce un sonido similar al graznido de las aves, atrayéndolas hacia el cazador. El cazador utiliza diversos silbatos dependiendo de las presas. Es un reclamo como el cimbel y el arroz

Primera mitad del s. XX

Josep Antoni Lluesma Espanya

EscopetaMadera y metal

Es parte imprescindible de la actividad cinegéti-ca junto con los cartuchos. Es un arma de fuego de uno o dos cañones montados en una caja de madera. Utilizada en la Albufera para la caza de aves desde el s. XV hasta el s. XX

Primera mitad del s. XX

Josep Antoni Lluesma Espanya

Page 51: La vela latina : barcas en la Albufera

101

Cons

truc

ción

LegonaMetal y madera

Herramienta que consiste en una lámina o pala pseudocuadrada de hierro por un lado cortante y por el otro un vástago que sujeta un mango de madera. Utilizado para remover y extraer la tierra

Segunda mitad del s. XX.

Museu Valencià d’Etnologia

Pala Madera y metal

Herramienta similar a una pala, compuesta de una lámina u hoja plana cortante y un mango. Sirve para tallar los denominados gassons o gleves (terrón) para los aterraments de la Albufera

Segunda mitad del s. XX.

Museu Valencià d’Etnologia

Azada de mango largoMadera y metal

Herramienta de dragar, compuesta de una hoja curva sujeta a un mango cilíndrico alargado, con una longitud aproximada de 3 a 4 metros. Se utilizaba para la extracción de fango y granito

s. XX

Miquel Martí Villanueva

Page 52: La vela latina : barcas en la Albufera

103

Pes

ca

Caña de pescarMadera, metal y material sintético

Aparejo de pesca, compuesta por un mango cilíndrico de madera o caña con un hilo sujeto al mismo del que pende un anzuelo, donde se pone el cebo

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Redolí “Cap en terra de la Sanxa” en los años 30-40Madera, material sintético y fibra vegetal

Reconstrucción de un tancat. Uno de los tipos de pesca de la Albufera es el redolí, exclusiva de la Comunitat de Pescadors de El Palmar, que se realiza en un lugar fijo de calada de la red, en la cual varios pescadores colocan paraderes (paradera) que son redes perpendiculares al fondo, sujetas a gruesas y largas estacas de madera (astacons), que no capturan si no que detienen los peces, en ellas se calan mornells, mornellas, mornellots y gànguils, que son redes cónicas en las que una vez dentro el pez no puede salir excepto manualmente

Finales del s. XX

Domingo Bru Sevilla

SalabreMadera, metal y fibra vegetal

Aparejo de pesca utilizada para pescar cama-rón de agua dulce (gambeta), consiste en un aro de metal que sostiene una bolsa, embudo o manga de red muy tupida, que dificulta la huida de las gambas y un mango alargado de madera

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

NasaMimbre y fibra vegetal

Es una red cónica con aros de mimbre (3 en este caso) con un sistema de embudos concéntricos de malla en la que una vez dentro los peces no pueden salir excepto manualmente. Se calan a una caña clavada a la que se ligan por una cuerdecita y quedan libres por el otro lado. Se utiliza para pescar principalmente anguilas

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

MangaMimbre y fibra vegetal

Es una red cónica con aros de mimbre (4 en este caso) con un sistema de embudos concéntricos de malla, en la que una vez dentro el pez no puede salir excepto manualmente. Se utiliza para pescar todo tipo de peces, con él se realizan varios tipos de pesca, como por ejemplo la del petardo

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Page 53: La vela latina : barcas en la Albufera

105

Pes

ca

Cesta de palangreFibra vegetal, algodón y material sintético

Es una cesta circular cuya base es un entra-mado de red de material sintético, sobre ella se alza una estructura de perfil curvo de fibra ve-getal y algodón, en ella se deposita el material del palangre, por este motivo recibe su nombre. El palangre es un tipo de pesca que consiste en una cuerda de diez metros sujeta a dos cañas de la cual cuelgan hilos con anzuelos con cebo de gamba, rana,...

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Cesta de palangreFibra vegetal, algodón y material sintético

Es una cesta circular cuya base es un entra-mado de red de material sintético, sobre ella se alza una estructura de perfil curvo de fibra ve-getal y algodón, en ella se deposita el material del palangre, por este motivo recibe su nombre. El palangre es un tipo de pesca que consiste en una cuerda de diez metros sujeta a dos cañas de la cual cuelgan hilos con anzuelos con cebo de gamba, rana,...

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Cesta de palangreFibra vegetal, algodón y material sintético

Es una cesta circular cuya base es un entra-mado de red de material sintético, sobre ella se alza una estructura de perfil curvo de fibra ve-getal y algodón, en ella se deposita el material del palangre, por este motivo recibe su nombre. El palangre es un tipo de pesca que consiste en una cuerda de diez metros sujeta a dos cañas de la cual cuelgan hilos con anzuelos con cebo de gamba, rana,...

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

AnguileraCerámica

Se trata de cántaros con orificios pequeños que impiden que la anguila huya por ellos. Se utiliza-ban para mantener vivas a las anguilas tras su pesca. Su uso se extiende por toda la Albufera

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Contrapeso de redBarro cocido y material acrílico (poliéster)

Complemento de la red que consiste en un peso que equilibra a otro, de este modo neutraliza la acción

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

AnguileraCerámica

Se trata de cántaros con orificios pequeños que impiden que la anguila huya por ellos. Se utiliza-ban para mantener vivas a las anguilas tras su pesca. Su uso se extiende por toda la Albufera

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

RedFibra vegetal

Aparejo hecho de hilos, cuerdas o alambres trabados en forma de malla. Utilizado en diversos tipos de pesca, como por ejemplo tir de trasmall o tir pla

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

RedFibra vegetal

Aparejo hecho de hilos, cuerdas o alambres trabados en forma de malla. Utilizado en diversos tipos de pesca, como por ejemplo tir de trasmall o tir pla

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Page 54: La vela latina : barcas en la Albufera

107

Tra

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TonelMadera y metal

Contenedor de sólidos y líquidos, dedicado al transporte. Normalmente se utiliza para produc-tos con un volumen importante.

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

TonelMadera y metal

Contenedor de sólidos y líquidos, dedicado al transporte. Normalmente se utiliza para produc-tos con un volumen importante.

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Cántaro con tapaCerámica y corcho

Recipiente contenedor de líquidos, general-mente utilizado para el transporte. Es una pieza de perfil curvilíneo con ensanchamiento en la carena, posee base plana, cuello cilíndrico con abertura circular y dos asas

Primera mitad dell s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

GarrafaFibra vegetal (mimbre), vidrio y corcho

Contenedor de líquidos. Consta de una botella de cuerpo globular con cuello recto con dos asas, envuelta en mimbre. Era utilizada para el transporte

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

GarrafaFibra vegetal, vidrio y corcho

Contenedor de líquidos. Se trata de una botella de cuerpo globular de base ovalada y con dos asas, envuelta en fibra vegetal. Era utilizada para el transporte

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

GarrafaVidrio, madera y corcho

Contenedor de líquidos. Consiste en una botella de cuerpo curvilíneo de base ovalada y con hombro plano, envuelta en madera. Era utilizada para el transporte

Primera mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

Page 55: La vela latina : barcas en la Albufera

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CestaFibra vegetal (mimbre)

Recipiente de base plana con paredes curvilí-neas con dos asas laterales. Se utilizaba para transportar productos

Principios del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

CestaFibra vegetal (mimbre)

Recipiente de base plana con paredes curvilí-neas con dos asas laterales. Se utilizaba para transportar productos

Principios del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

CajaMadera

Contenedor de sólidos como naranjas. Es un re-cipiente de base plana rectangular con paredes rectas y orificios laterales de aprehensión. Se utilizaba para transportar productos.

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

CajaMadera

Contenedor de sólidos como naranjas. Es un re-cipiente de base plana rectangular con paredes rectas y orificios laterales de aprehensión. Se utilizaba para transportar productos.

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

MaletaMetal, madera, cuero y fibra vegetal

Contenedor de objetos. Se trata de una estruc-tura rectangular con cierres laterales y asas para facilitar su aprehensión. Sirve para trans-portar materiales, ropa y enseres personales

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

MaletaMetal, madera, fibra vegetal (algodón) y mate-rial sintético.

Descripción/función: Descripción/función: Con-tenedor de objetos. Se trata de una estructura rectangular con cierres laterales y asas para facilitar su aprehensión. Sirve para transportar materiales, ropa y enseres personales

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

BotellaVidrio, metal y material sintético

Se trata de un recipiente de base ligeramen-te cóncava con paredes rectas y cuello y borde rectos. Es una pieza policromada, con el logotipo de “La Flor de Valencia” (gaseosa). Se utilizaba para el transporte

Segunda mitad del s. XX

Museu Valencià d’Etnologia

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RemosMadera

Consiste en un instrumento alargado con ensanchamiento en el extremo de forma rectangular. Sirve para impulsar la embarcación manualmente

Segunda mitad del s. XX

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PerchaMadera y metal

Palo con forma cilíndrica alargada acabada en “V”, sirve para impulsar la embarcación manualmente

Segunda mitad del s. XX

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