Hugo Alejandro Ramírez Vasco 10°AEsteban Solera Rúa 10°AColegio San José de la Salle
La perpetuidad de Dios como un mecanismo de control
La autoría de esta ponencia es de los estudiantes Hugo Alejandro Ramírez Vasco y
Esteban Solera Rúa del colegio San José de la Salle.
El objetivo de esta de esta ponencia consiste en el intento de exponer la idea de un
origen y razón por la cual la religión occidental se ha perpetuado sin estar meramente
relacionada con el animismo. Para esto nos basaremos en dos de los autores más
influyentes de la filosofía moderna, Michel Foucault en su obra “Vigilar y castigar (1975)”
y Sigmund Freud en “El malestar en la cultura (1930)”. Trataremos de explicar, a partir de
estos autores, conceptos como como la “Panóptica”, del “Disciplinamiento”, la relación del
“Yo” y el “Súper-yo”, el delirio colectivo y el concepto de culpabilidad, entre otros.
Las palabras claves que vamos a utilizar en esta ponencia serán: panóptico, Dios,
delirio colectivo, domesticación y la culpabilidad.
Dentro del delirio colectivo actual existe la idea de que el motivo por el cual
muchas de las diferentes religiones occidentales han logrado perdurar a lo largo de la
historia es que desde un principio el hombre ha tratado de influenciar su realidad y tomar
control de la voluntad de ese ser que tiene la capacidad de doblegarla, por medio de algún
tipo de ritual religioso (sacrificios, cánticos, oraciones, danzas, maldiciones…) Sin
embargo, el objetivo general de esta ponencia va a ser mostrar ese otro motivo más
ignorado, el del intento del hombre por disciplinar tanto a su propio ser como al de los
demás, con esto nos referimos a que siempre que existe una clase dominante, esta clase se
puede y se basará en la religión para ayudarse a mantener un status quo.
Podemos ver en la historia diferentes ejemplos en los cuales se utiliza esto para dar validez
a los intereses de la clase dominante, Por ejemplo Constantino cuando instituyó el
cristianismo como la religión oficial del imperio romano para poder gobernar con mayor
facilidad a las masas; o como cuando los españoles subyugaron la cultura prehispánica y
absorbieron sus recursos usando como justificación la voluntad divina de dar a conocer esa
presencia de un único Dios. En este orden de ideas, en la siguiente cita de Freud podemos
observar cómo la religión obtiene poder sobre el hombre al tratar de imponer un camino
único a la plenitud de este:
“La religión viene a perturbar este libre juego de elección y adaptación, al imponer
a todos por igual su camino único para alcanzar la felicidad y evitar el sufrimiento. Su
técnica consiste en reducir el valor de la vida y en deformar delirantemente la imagen del
mundo real, medidas que tienen por condición previa la intimidación de la inteligencia. A
este precio, imponiendo por la fuerza al hombre la fijación a un infantilismo psíquico y
haciéndolo participar en un delirio colectivo, la religión logra evitar a muchos seres la caída
en la neurosis individual. Pero no alcanza nada más.”(Freud, 1930, página 20)1
Con base en esto, podemos empezar a decir que la religión esencialmente busca complacer
la necesidad primaria que tiene el hombre, la obtención de la felicidad por medio de una
explicación del saber. El problema en la religión radica en que, por medio de ella, un
individuo puede darse cuenta de que por este mismo medio puede hacer que los demás
sacrifiquen su libertad, tanto física como mental, y que con esto mismo se puede empezar
un disciplinamiento de las masas al deformar la realidad bajo conceptos que sean
convenientes para el que los manipula. Esto llega a tal punto de que se usa la religión como
un medio de control. Se la puede deformar lo suficiente para que con sólo la misma idea de
la religión, se anule completamente el pensamiento crítico, hasta llegar a un punto de que el
propio individuo sienta una especie de culpabilidad al salirse del delirio colectivo.
Procederemos ahora a explicar el panóptico y cómo se usa para la domesticación de las
masas:
“El Panóptico puede ser utilizado como máquina de hacer experiencias, de modificar el
comportamiento, de encauzar o reeducar la conducta de los individuos.”(Foucault, 1975,
página 207)2 Dios, al ser un ser omnisciente, encaja perfectamente como representación del
panoptismo, creando dentro del sujeto la idea de que siempre está siendo observado y será
juzgado por las decisiones que tome. Al aceptar este modelo de pensamiento religioso, el
sujeto crea y fortalece esa situación de poder en la cual dicho sujeto lo valida y lo termina
perpetuando: “De ahí el efecto mayor del Panóptico: inducir en el detenido un estado
consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del
poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en
su acción. Que la perfección del poder tienda a volver inútil la actualidad de su ejercicio;
que este aparato arquitectónico sea una máquina de crear y de sostener una relación de
poder independiente de aquel que lo ejerce; en suma, que los detenidos se hallen insertos en
una situación de poder de la que ellos mismos son los portadores.”(Foucault, 1975, página
204)3 Llegando a este punto podemos empezar a observar la idea de un comportamiento
guiado desde la panóptica, dado que si bien este concepto no fue plenamente utilizado y
popularizado hasta finales del siglo XVIII por el filósofo Jeremy Bentham, la forma de
ejercer el poder de la religión puede encajar perfectamente dentro del panoptismo. El
porqué de esta idea es fácil de responder, dado que el panoptismo consiste en un modelo de
vigilancia en el cual las figuras del poder están plenamente diferenciadas y que la persona
que no tenga el poder de una u otra forma sienta que constantemente están siendo vigilados
y juzgados por estatutos mayores que ellos.
¿Y qué mejor que la capacidad de un Dios omnipresente para perpetuar y garantizar
constantemente este modelo de panóptica? La sola idea de depender de una figura religiosa,
que no necesariamente deba ser divina (puede ser un clérigo), para limpiar la conciencia de
la persona (En el caso de la religión católica se conoce como confesión) es un mecanismo
de autosostenimiento de la situación de poder:
“Lo que el hombre común concibe como su religión, al sistema de doctrinas y
promisiones que, por un lado, le explican con envidiable integridad los enigmas de este
mundo, y por otro, le aseguran que una solícita Providencia guardará su vida y
recompensará en una existencia ultraterrena las eventuales privaciones que sufra en
ésta”(Freud, 1930, página 10)4 este sistema en el cual el hombre desposeído observa su
propia religión como una garantía que le asegura una remuneración con respecto a lo que
tuvo que soportar en el plano terrenal, es justo lo necesario para que este mismo ser no trate
de alterar este status quo, que muy posiblemente es el principal responsable de situación de
sufrimiento actual. Este pensamiento se puede sustentar bajo diferentes conceptos, tales
como la exageración de la norma, la culpabilidad, el temor, la religión y el respeto. Veamos
ahora esta cita de Foucault en la cual podemos analizar esto.
"La menor desobediencia tiene su castigo y el mejor medio de evitar delitos graves
es castigar muy severamente las faltas más ligeras: una palabra inútil se reprime en
Mettray." El principal de los castigos que se infligen es el encierro en celda; porque "el
aislamiento es el mejor medio de obrar sobre la moral de los niños; ahí es sobre todo donde
la voz de la religión, aunque jamás haya hablado a su corazón, recobra todo su poder
emotivo"; toda la institución para penal, que está pensada para no ser la prisión, culmina en
la celda, sobre cuyas paredes está escrito en letras negras: "Dios os ve."(Foucault, 1975,
página 300)5 En el anterior fragmento se pueden distinguir varios factores, uno de ellos es
la severidad de la norma con respecto a las faltas, algo que no solamente se ve en la
religión, sino que también en cualquier modelo educativo y reformatorio promedio. Otro de
estos factores en este caso la religión (o el clérigo) crean un temor al castigo en el niño,
afectando su conducta posterior a la reprimenda. Por último está ese intento de modelo
panóptico basado en esa mismísima mezcla entre temor y respeto a la idea de un Dios, que
como ya se había mencionado anteriormente tiene esa cualidad de la omnipresencia.
También hay que tener en cuenta que en el momento en el cual un modelo de
disciplinamiento es establecido, se crea cierta resistencia a dicho modelo dentro del
hombre:
“Estos revuelos comienzan con las incitaciones y a veces las aclamaciones que
acompañan al condenado hasta la ejecución. Durante todo su largo paseo va sostenido por
"la compasión de los que tienen el corazón tierno, y los aplausos, la admiración y la envidia
de los bravíos y empedernidos". Si la multitud se agolpa en torno del patíbulo, no es
únicamente para asistir a los sufrimientos del condenado o azuzar el furor del verdugo: es
también para oír cómo aquel que no tiene ya nada que perder maldice a los jueces, las
leyes, el poder y la religión. El suplicio permite al condenado estas saturnales de un
instante, cuando ya nada está prohibido ni es punible. Al abrigo de la muerte que va a
llegar, el criminal puede decirlo todo y los asistentes aclamarlo. "Si existieran unos anales
en los que se consignará escrupulosamente las últimas palabras de los ajusticiados y se
tuviera el valor de leerlas [...] respondería que no hay culpable atado a la rueda que no
muera acusando al cielo de la miseria que lo ha conducido al crimen, reprochando a sus
jueces su barbarie, maldiciendo el ministerio de los altares que los acompaña y
blasfemando contra el Dios cuyo órgano es."(Foucault, 1975, página 65)6.
Ya con un modelo de disciplinamiento establecido, hay que tener en cuenta esa
necesidad innata dentro las personas de romper la normatividad, y aunque no se haga
directamente por el temor a un castigo, las personas tienden a no solamente admirar, sino
hasta apoyar y darle una especie de fama a aquellos que logren salirse del sistema y no
tengan ningún reparo en criticarlo. Con esta idea aparece la duda de ¿cuántas personas no
permanecen dentro del sistema solamente esperando ese momento de liberación en el cual
alguien rompa una normativa y podamos juzgarlo y secretamente admirarlo? ¿Quién no ha
deseado a lo largo de toda su vida poder romper una regla, reprochar los errores de los
superiores o hasta blasfemar contra ese dios en el cual creemos sin que existiera ninguna
clase de castigo para estos actos? Solo cuando el hombre ya no tiene nada más que perder y
está en condiciones de desinhibirse tanto moral como religiosamente, el ser muestra esta
forma bajo la cual ya no le interesa lo que le suceda y por ende pierde totalmente los
escrúpulos y el respeto hacia ese sistema que hasta hace poco lo doblegó de una u otra
forma.
Aquí nace una problemática: ¿cómo es posible para el hombre saber si es que está
en ese modelo de disciplinamiento?, si ese mismo modelo está también basado en que las
personas no sepan que ya están dentro de él, pero bajo este orden de ideas también existe
una pequeña falla, cuando el ser no posee un control suficiente en su cuerpo y
pensamientos, generalmente realiza pequeños actos sin siquiera darse cuenta de lo que
hace, ni mucho menos saber cuál es el significado de lo que hizo:
“Cosas pequeñas, se dirá, ¡ay, Dios mío!, ¿qué podemos hacer que sea grande para
vos, siendo como somos, criaturas débiles y mortales? Cosas pequeñas; si las grandes se
presentan, ¿las practicaríamos? ¿No las creeríamos por encima de nuestras fuerzas? Cosas
pequeñas; ¿y si Dios las acepta y tiene a bien recibirlas como grandes? Cosas pequeñas; ¿se
ha experimentado? ¿Se juzga de acuerdo con la experiencia? Cosas pequeñas; ¿se es tan
culpable, si considerándolas tales, nos negamos a ellas? Cosas pequeñas; ¡ellas son, sin
embargo, las que a la larga han formado grandes santos! Sí, cosas pequeñas; pero grandes
móviles, grandes sentimientos, gran fervor, gran ardor, y, por consiguiente, grandes
méritos, grandes tesoros, grandes recompensas."(Ctd en vigilar y castigar, página 143)7
En este himno se encuentra la idea de que por muy pequeñas que sean las cosas, por
muy insignificantes que parezcan los actos que hacemos casi sin siquiera darnos cuenta de
ellos, esos mismos actos pueden formar y dar constancia de que existe un modelo mucho
mayor del que nos podemos imaginar, la sola perduración de la idea de un Dios está
sustentada en estas mismas pequeñas cosas que realizamos y tratamos de transmitir a
nuestros congéneres. Todas las religiones por muy libres que se consideren, tienen
diferentes actos que las distinguen de las demás, ya sean actos como orar, tratar con un
respeto supremo a sus representantes o los lugares en los cuales han representado cosas
importantes para ellos, o incluso el simple hecho de que algunas personas creen tener la
obligación de persignarse al pasar por una Iglesia. Todas estas actividades se realizan
generalmente de una forma casi inconsciente por un individuo que ya está completamente
disciplinado.
La perduración de la creencia en seres divinos puede que no esté meramente basada
en la utilidad que conlleva su existencia para las clases dominantes, pero es necesario
admitir que este mismo pensamiento es bastante útil y que se ha realizado con cierta
facilidad como modelo de control de las masas dentro de la continuidad histórica de la
humanidad, con esto también podemos observar que este modelo es sumamente efectivo a
nivel social, ya que las masas aseguran la perduración de éste al verse enfrentados al miedo
de la muerte, el solo hecho de prometer una nueva vida donde se le asegure la plenitud al
hombre si este cumple con ciertos parámetros del comportamiento, crea una razón para que
el sujeto se regule con una facilidad mucho mayor. Ya para concluir nos gustaría compartir
esta cita del filósofo John Galsworthy:
“Quien posee Ciencia y Arte también tiene Religión; quien no posee una ni otra, ¡tenga
Religión!” (Ctd del malestar en la cultura, página 11)8
Bibliografía:
1. Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. [en línea]. Disponible en:
http://www.dfpd.edu.uy/ifd/rocha/m_apoyo/2/sig_freud_el_malestar_cult.pdf[2015, 14 de
mayo]
2. Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar. Argentina: Siglo veintiuno editores.
3. Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar. Argentina: Siglo veintiuno editores.
4. Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. [en línea]. Disponible en:
http://www.dfpd.edu.uy/ifd/rocha/m_apoyo/2/sig_freud_el_malestar_cult.pdf[2015, 14 de
mayo]
5. Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar. Argentina: Siglo veintiuno editores.
6. Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar. Argentina: Siglo veintiuno editores.
7. Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar. Argentina: Siglo veintiuno editores.
8. Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. [en línea]. Disponible en:
http://www.dfpd.edu.uy/ifd/rocha/m_apoyo/2/sig_freud_el_malestar_cult.pdf[2015, 14 de
mayo]
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