PABLO ALEJANDRO MARZOCCA LA INTERPRETACIÓN DE LA CAUSA FINAL EN TORNO A LOS EJEMPLOS DE
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LA INTERPRETACIÓN DE LA CAUSA FINAL EN TORNO A LOS EJEMLOS DE
FÍSICA II
I. INTRODUCCIÓN
A lo largo del segundo libro de la Física, Aristóteles presenta una serie de ejemplos de
causa final que son, a primera vista, heterogéneos, puesto que el fin no parece causar el
efecto del mismo modo en todos los casos. Esto se ve claramente al considerar la diferencia
entre causas finales intencionales, como ir al mercado para cobrar una deuda, y causas
finales naturales, como el que una semilla crezca con vistas a su constitución madura como
planta.
Por otra parte, algunos intérpretes de Aristóteles (Gotthelf, Bradie y Miller, Matthen y
Furley entre otros) han aprovechado esta heterogeneidad en los ejemplos para reducir la
causa final a otro tipo de causa. La estrategia reduccionista clásica radica en privilegiar uno
de los usos de la causa final sobre los otros, y mostrar cómo dicho uso puede ser reducido a
otro ámbito teórico de los presentados por Aristóteles (por ejemplo, privilegiar el uso
natural de la causa final y reducirla a la causa formal).
Es evidente que las posturas reduccionistas fallan interpretativamente, puesto que van
en contra del mismo texto aristotélico: el Estagirita señala expresamente y en varias
ocasiones que hay cuatro causas distintas una de la otra. Sin embargo, los planteos
reduccionistas ponen de manifiesto que hay diferencias importantes entre los distintos
ejemplos de causa final, y preparan el terreno interpretativo para el estudio de un problema
que no es ajeno al texto aristotélico; se puede llamar a este problema el de la ‘unidad’ de la
causa final. La dificultad surge de la intuición de que parece difícil aceptar que la causa
final sea un modo de causación unívoco a la luz de la heterogeneidad de los ejemplos, y
aunque Aristóteles pretenda dar esta unidad por evidente, no deja por ello de ser una
afirmación problemática dentro de su planteo causal. La interpretación del texto aristotélico
debería entonces dar cuenta de la presencia, bajo el rótulo de ‘causa final’, de ejemplos más
bien dispares. Dentro de esta poco trabajada línea interpretativa, se ha presentado una
posibilidad de unificación de los ejemplos causales finales, tanto del ámbito humano como
del natural, a la que se puede llamar: unificación por ‘patrón común’. Lo que subyace a este
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planteo, presentado por Charles y retomado y defendido por Natali, es que, a pesar de sus
diferencias, los distintos ejemplos de causa final coinciden en su estructura general.
A lo largo del trabajo se estudian estos ejemplos de causalidad final, se presentan los
problemas que surgen de su heterogeneidad y se critica la idea de un patrón común. Luego
se presenta una propuesta interpretativa que se diferencia de las posturas reduccionistas sin
aceptar la unidad como un hecho evidente. Si se considera que lo distintivo de un tipo de
causa radica en que la causa provoque al efecto de determinada manera, el fin, en tanto
causa, no opera del mismo modo en los distintos ejemplos de causa final. La causa final es
un grupo compuesto por dos tipos heterogéneos de causación, unificados formalmente por
referir ambos al fin, pero diferentes en tanto descriptivos de ámbitos distintos. Se evalúa en
última instancia la relevancia interpretativa que tiene tomar una postura tal,
fundamentalmente respecto de la división e interacción entre lo natural y lo humano.
II. LA UNIDAD DE LA CAUSA FINAL
a. Los ejemplos de causa final de Física II
Si es que existe entonces algún tipo de problema interpretativo respecto de la unidad de
la causa final, es necesario comenzar por el estudio de los ejemplos de la misma que
aparecen en la obra aristotélica. Como ya se ha señalado, el trabajo se limitará a los
ejemplos presentados en Física II, ya que con la heterogeneidad de ‘causas finales’ que
aparecen en dicho libro bastará para exhibir el problema de unidad que se desea formular1.
Para ordenar la exposición del problema, se clasificarán los ejemplos de causa final
presentados por Aristóteles a lo largo de Física II en cuatro grupos2:
(1) Acciones que se hacen ‘con vistas a algo’, que puede ser un estado u otra acción.
Dentro de esta categoría podemos presentar a la salud y el estar sano como causas 1 Se puede plantear como propuesta adicional de trabajo el estudio de los ejemplos de causa final que aparecen en el resto del corpus. Sin embargo, dichos ejemplos probablemente tendrían lugar dentro de las mismas categorías que clasifican a los tratados aquí, por lo que la tarea, aunque más exhaustiva, arrojaría las mismas conclusiones. 2 Para realizar la clasificación de los ejemplos sigo en gran parte la presentada por David Charles (1991: 102-4), aunque no considero todos los ejemplos que dicho intérprete presenta: me limito a las apariciones ‘explícitas’ o textuales de la causalidad final en el texto aristotélico.
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finales de pasear, adelgazar y purgarse (194b32 ss.), recuperar lo que se debe como
causa final de la visita al mercado (197a1) y la lluvia de Zeus que podría caer para
que crezca el trigo (195a1 ss.). Un grupo de aplicaciones de la causa final es
entonces el de acciones que son realizadas intencionalmente, esto es, con
determinado fin como motivación o causa de lo que un agente hace.
(2) Objetos o características de objetos que existen ‘con vistas a’ acciones realizadas
‘con vistas a’ algo, que puede ser un estado u otra acción. Dentro de esta categoría
podemos ubicar el hecho de que la sierra está hecha con determinadas
características con vistas a determinadas cosas (200a10-24), que los fármacos y los
instrumentos quirúrgicos tengan como fin a la salud (195a1ss.) y que las cosas
producidas por un arte estén hechas con vistas a un fin (199a16-17). Este segundo
grupo, entonces, engloba a objetos cuyas características se entienden en referencia a
fines de agentes intencionales.
(3) Procesos de formación de organismos que ocurren ‘con vistas a’ la forma madura
del organismo. La naturaleza es para Aristóteles fin y ‘aquello con vistas a lo cual’
(194a28). Dentro de esta categoría figura básicamente la naturaleza como fin y
como aquello ‘en vistas a lo cual’ (194a28), que lo que está creciendo crezca hacia
algo, aquello hacia lo que se dirige su crecimiento (193b16-18), que en las cosas
que llegan a ser y son por naturaleza hay una causa final (199a5-6). Este grupo
engloba los casos en los que Aristóteles habla de ‘causa final’ haciendo referencia a
la finalidad del proceso de crecimiento de un organismo; la causa de que crezca la
planta tal y como crece radica en el fin (télos) de dicho crecimiento.
(4) Partes de organismos o características de dichas partes, que están presentes ‘con
vistas a’ la preservación del organismo. En esta categoría se puede ubicar el hecho
de que los dientes surjan para un fin (198b25), que las hojas de las plantas se
generen para proteger el fruto, que las arañas hagan sus telas y que las golondrinas
hagan sus nidos, y que las plantas dirijan sus raíces hacia abajo para nutrirse y no
hacia arriba (199a24-30). Este último grupo abarca entonces las partes y funciones
de los organismos, cuya actividad o presencia se explica con referencia a la
preservación del organismo, que opera como causa final.
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La clasificación ofrecida puede diferenciar los distintos tipos de ejemplos presentados
por el Estagirita en el segundo libro de la Física, al mismo tiempo que debería servir,
hipotéticamente, para agrupar todos los ejemplos de ‘causa final’ del corpus. Si la hipótesis
es adecuada, al hablar de Física II podemos tener cierta pretensión de universalidad sobre
la obra de Aristóteles en lo que respecta a la causalidad final. Sin embargo, no se puede
obviar que de dicha clasificación surgen al menos tres problemas u observaciones
pertinentes para el estudio de la causa final, a saber:
(a) Los grupos (1) y (2) tienen como característica exclusiva la presencia de un agente
intencional, que actúa siguiendo un propósito, mientras que (3) y (4) caracterizan
organismos naturales y no acciones intencionales. Los grupos parecen ser
heterogéneos, y surge la pregunta por la unidad de la causa final: ¿habría que
diferenciar entre dos tipos, una intencional y una no intencional, de causas finales?
¿Es la causa final una sola? ¿Qué la haría ser una sola, qué la unificaría?
(b) Los cuatro grupos pueden ser, en contra de la hipótesis de la falta de unidad,
caracterizados por presentar el nexo causal ‘con vistas a’, pero subyace la cuestión
de si dicho nexo puede ser ulteriormente explicado o si se trata de un nexo
‘primitivo’ en el planteo aristotélico. Si se trata de un nexo primitivo su carácter
unificador se limitaría a lo lingüístico, y sería un supuesto del sistema que las
situaciones de los grupos (1) y (2) se formulen con el mismo nexo que las
situaciones de los grupos (3) y (4). De no ser un primitivo, el nexo ‘con vistas a’
debería responder a una causación particular presente en los cuatro grupos.
(c) Resta ver qué tipo de relación une a la causa con el efecto en la causalidad final,
característica que dista mucho de ser clara. Si la causa final es una sola, parece
intuitivo pensar que se tratará del mismo tipo de causalidad en los ejemplos
correspondientes a (1) y (2) y a (3) y (4)
El gran problema respecto del tópico de la causalidad final recae entonces
fundamentalmente en la heterogeneidad de ejemplos presentados por el autor. El modo de
causación que subyace a la causalidad final intencional no es el mismo que subyace a la
causalidad final biológica, aunque Aristóteles las agrupe. El autor presenta los distintos
ejemplos como casos de lo mismo, y en todos repite ‘con vistas a’, sin embargo, no basta
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con señalar un aspecto lingüístico para decir que dos cosas pertenecen al mismo ámbito o
conjunto. Si la noción de causalidad final aristotélica es tan rica no se agotará su
profundidad en un nexo lingüístico: habrá que estudiar el modo de causación característico
(o los modos de causación característicos) de la causalidad final. Pareciera, sin embargo,
que los modos de causación que subyacen a los distintos ejemplos de causa final son
distintos: no parece que la causa, que en este caso es el fin, provoque el efecto del mismo
modo en el caso intencional y en el natural. Hay intérpretes que consideran que hay una
forma de salvar a Aristóteles de este problema de unidad mediante lo que se puede titular:
‘patrón común’.
b. Posible unificación de los ejemplos presentados
A pesar de que los ejemplos pertenecientes al ámbito natural y al ámbito humano son
prima facie distintos, ya Aristóteles quería mostrarlos como pertenecientes a un mismo
grupo. No sólo los coloca a todos bajo el rótulo ‘causa final’ sino que presenta una suerte
de criterio: a todos los ejemplos es posible aplicarles un ‘patrón común’ que caracterizaría a
las causas finales y no a los otros tipos de causa. El patrón presentado por Aristóteles
consiste en señalar que:
“En todo lo que hay un fin, cuanto se hace en las etapas sucesivamente anteriores se
cumple en función de tal fin.” (Fís. 199a 9-10)
En las explicaciones causales finales, todo lo que sucede causalmente hasta lograr la
consecución del fin es también ‘con vistas a’ dicho fin. Entonces, Aristóteles puede sacar su
conclusión unificadora:
“Por lo tanto, si las cosas producidas por el arte están hechas con vistas a un fin, es
evidente que también lo estarán las producidas por la naturaleza; pues lo anterior se
encuentra referido a lo que es posterior tanto en las cosas artificiales como en las cosas
naturales.” (Fís. 199a 18-20)
Entonces, la idea que subyace al planteo aristotélico es que, cuando se dice que algo ocurre
‘con vistas a’ otra cosa, a un fin (F), una cantidad de instancias anteriores a ese fin
conectadas causalmente con él (a1, a2,…, an) ocurren ‘con vistas a’ dicho fin. Por
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consiguiente, lo que define a la causalidad final es este patrón que marca la ‘tendencia’ de
cada eslabón de la cadena causal a un fin único para todo el proceso. Si hay causación final
o teleológica, lo distintivo radicará en que lo que en última instancia da sentido a la
concatenación de <a1, a2,…, an>, y lo que explica ulteriormente su lugar en la cadena causal
es la referencia de cada uno de los elementos a un fin. La idea aristotélica es que esto es así
tanto en el ámbito humano como en el ámbito natural, y por ello, como ya se ha citado,
puede unificar los dos ámbitos teleológicos.
c. Problemas de unificación
La idea de tomar este patrón como criterio unificador de los ejemplos de causa final ha
sido utilizada por Natali (1999: 51) que la ha adoptado directamente del trabajo de Charles
(1991: 114-115), y tiene la ventaja de estar apoyada directamente en el texto aristotélico.
Sin embargo, no deja de tener por ello problemas, evidenciando que no se trata de un tópico
simple dentro del planteo teórico del Estagirita.
El mismo Charles señala que la estrategia de pensar un patrón común, aunque da cierta
sensación de homogeneidad a los dos tipos de causación teleológica, no supone una razón
última para aceptar la unidad de la causalidad final (1991: 124). Natali, sin embargo, adopta
la idea de que el patrón unifica por completo, y juzga los recaudos de Charles respecto de la
utilidad del patrón ‘excesivos’ (1999: 49). La duda surge respecto de la posibilidad de que
un patrón puramente formal como el presentado baste para unificar ejemplos causales
heterogéneos.
Los recaudos de Charles respecto del poder unificador del patrón son justificados. Si se
considera, tal y como se hace en la presentación del patrón común, a una cadena causal
final como una sucesión de instancias, estados o momentos <a1, a2,…, an> tal que todas
ellas justifican su posición en la sucesión por referencia a un fin, resta todavía observar si
dicho fin ‘opera’ sobre ellas del mismo modo en los distintos ejemplos presentados.
Respecto de este punto es acertada la posición de Furley (1996: 64) al señalar que,
planteados de este modo, los ejemplos presentan una heterogeneidad insalvable. En los
casos del mundo humano, marcados por la intencionalidad, un agente realiza una acción o
una cadena de acciones teniendo en consideración el fin como un objetivo o algo hacia lo
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que, de algún modo ‘dirige su pensamiento’. En el mundo natural, en cambio, la
consideración del fin no pasa por un ‘tenerlo presente’ a la hora de actuar sino por una
presencia que, siguiendo a Aristóteles, parece ubicarse con propiedad en la configuración
del ente, esto es, en su forma. La diferencia que surge desde este punto de vista entre los
ejemplos es ya casi un abismo: el hombre que va al mercado teniendo en cuenta como
finalidad el cobrar una deuda, suponiendo que quien debe pagarle va a encontrarse allí,
coincide ya en muy poco con el caso de la semilla que crece hasta convertirse en planta
madura porque así está especificado en su forma. Parece estar esto aún más fundamentado
en la distinción que el mismo Aristóteles presenta en la Ética Nicomáquea (EN II 119b5 –
1112a18) entre lo que es ‘por elección’ (proháiresis) y lo que es ‘por naturaleza’ (phúsei):
aunque ambas tienen un fin, en uno de los casos el fin es especificado de forma natural y en
el otro surge de la deliberación y de la elección, en unos de los casos el fin opera
causalmente de un modo y en el otro de otro modo3. La postura del patrón común no parece
entonces ofrecer una unificación en sentido fuerte.
III. CONCLUSIONES Y CONSECUENCIAS
Los ejemplos de Física II son heterogéneos, algunos corresponden al mundo humano,
y son intencionales, otros pertenecen al mundo natural, donde no hay ningún agente
intencional que los origine. Aristóteles los agrupa bajo el nombre ‘causa final’ porque en
ambos, lo relevante a la hora de preguntar por el ‘por qué’ es el fin, pero, en rigor, el fin
provoca el efecto en los distintos grupos de distinto modo. Es cierto que en ambos casos el
fin es la causa, pero es complicado aseverar que esos ‘fines’ se parecen en algo más que en
su nombre. Lo mismo sucede con el patrón común: coinciden los distintos ejemplos en la
forma, pero el modo de causación difiere en unos y en otros. Por otra parte, las hipótesis de
lectura reduccionistas no tienen fundamento textual: Aristóteles no privilegió ningún uso de
causalidad final sobre los otros, y tampoco negó su independiencia a la categoría de ‘causa
final’.
3 Esta postura de Aristóteles puede encontrarse también en el primer libro de la Política, donde es utilizada para caracterizar el vivir en familia como una finalidad natural y alejarlo de una decisión deliberada (Cf. Pol. I 1252a25 – 29).
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La situación coloca al intérprete en un dilema: si se defiende una unidad en sentido
fuerte, parecen minimizarse las diferencias que existen entre los ejemplos de causa final, si
se consideran estas diferencias parece comprometerse la unidad de dicho tipo de causa. La
clave para comprender esto no parece estar en reducciones o en la defensa de patrones
unificadores sino en algo mucho más manifiesto: ¿Dónde utiliza Aristóteles con más
asiduidad las explicaciones finales? Cuando se refiere al ámbito humano, ámbito en el que
coexisten condicionamientos naturales y decisiones intencionales. El hombre es
caracterizado entonces en el planteo aristotélico como afectado tanto por finalidades que le
son propias en tanto hombre, en tanto animal racional, como por finalidades que él mismo
se impone, y es en dicha tensión en la que se inserta la explicación tanto de su politicidad
como de su eticidad. El hombre tiene determinadas tendencias o inclinaciones teleológicas
por naturaleza, pero dispone de la deliberación para efectuar en última instancia su
elección, el hombre tiene la vida en la pólis como un fin inscripto en su forma, pero tiene
también la decisión deliberativa de fundar la ciudad.
A la luz del uso argumentativo que le da Aristóteles a la causa final, se puede señalar
que ésta abarca dos tipos distintos de causa, una que se asocia con lo natural y otra con lo
propiamente humano, que coinciden solamente en la presencia de fines en las dos, fines que
operan de forma diferente. Uno opera de un modo más metafísico, mediante su íntima
relación con la forma de los entes, el otro opera como un objetivo que el agente tiene en
consideración crucialmente a la hora de actuar. Si en el intento de hacer una buena
interpretación de la causalidad final se privilegia evitar ciertas inconsistencias teóricas, y
para ello se unifican los ejemplos presentados por el autor, se corre el riesgo de caer en una
inconsistencia aún más riesgosa: perder la distinción entre fines naturales y fines humanos
que Aristóteles defendió y utilizó para presentar sus posturas. Y es un riesgo demasiado
grande.
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IV. BIBLIOGRAFÍA
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