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La importancia de llamarse Netbuk

La señorita Silvia estaba realmente or-

gullosa. Ni en sus más utópicos sueños

de adolescente se imaginaba algo así.

Y a la vez estaba muy sorprendida. Ni

en sus más atípicas fantasías de maes-

tra se le ocurrió algo así. Sus manuales

nada decían de todo esto. De pronto

sus alumnos, todos ellos, recibirían ca-

da uno una computadora de regalo pa-

ra usar en la escuela. Eso es, sin duda,

un gran avance. Y a la vez, un enorme

desafío. ¿cómo enseñarles a los chicos

que las compus son una herramienta

formidable, pero no dejan de ser una

herramienta, que conectarse a internet

implica estar en contacto con enorme

cantidad de información y conocimien-

to, pero que luego había que saber se-

leccionarlo, usarlo adecuadamente? Se

acordaba de su propia infancia, cuando

sus maestras le enseñaban a usar el

compás, las escuadra, la calculadora…

Cada herramienta, un mundo nuevo. Y

la compu, la herramienta de las herra-

mientas… ¿qué actitud procedimental,

qué procedimiento conceptual, qué

concepto actitudinal era el adecuado?

Bueno, ella tenía que explicarles a los

chicos que dentro de muy poco tiempo,

llegarían las computadoras. Y ahí va,

con todo el coraje que significa ser maes-

tra en estos tiempos tan complicados

(a diferencia de antes, que eran otros

tiempos, aunque también fueran com-

plicados).

Y entró en el aula. Y ahí estaban los

chicos.

–¡Buenos días, chicos!

–¡Buenos días, señorita Silvia! –dijo el

coro de niños argentinos.

–¿A que no saben lo que les van a en-

tregar dentro de unos días?

–¡Una computadora a cada uno! –dijo

el coro de niños argentinos, con el mis-

mo tono con el que había dicho, segun-

dos antes: “Buenos días, señorita”.

La señorita Silvia no dejó de sorpren-

derse… en realidad, nunca dejaba de

sorprenderse, pero esta vez hasta se

sorprendió de su propia sorpresa.

–¿Y ustedes cómo lo saben?

–¡Porque lo vimos en internet, señorita

Silvia! –respondió unánime, el coro,

con el mismo tono que… bueno, ya sa-

ben.

Y allí se dejó oír una voz solista:

–La verdad, seño, yo no lo vi en inter-

net, lo vi por la tele, pero no quise des-

tacarme por sobre mis compañeros

porque usted me dijo que hay que ser

solidaria, y no solitaria –esta fue la dul-

ce Julieta.

–¡No te hagas la romboide que yo lo vi

por internet, y también por la tele! –sal-

tó Joaquín!

–Y yo lo vi por la tele, por internet, y

además lo escuché por la radio! –Ariel

no se iba a quedar atrás.

–Y yo lo vi por la tele, por internet, lo

escuché por la radio y además me lo

dijo mi papá –dijo Sebastián.

–Y yo lo vi por la tele, por internet, lo

escuché por la radio, me lo dijo mi pa-

pá, y mi hermano dijo que el maestro

de él también se lo había dicho –dijo

Sebastián.

–Y yo… yo… yo…

–¿Vos qué, Lucas?

–Nada, seño, que yo me pongo conten-

to, porque en mi casa mi mamá no me

deja jugar con la compu, y ¿ahora voy a

poder jugar en la escuela?

–¡Lucas, a la escuela se viene a estu-

diar, no a jugar! –este fue Luisito.

–¿Vos pensás eso, Luisito? –preguntó

Javi.

–No, en casa la que piensa es mi her-

mana Enriqueta, ¡mi mamá trabaja to-

do el día mientras los demás se dedi-

can a ensuciar todo!

–¡Y eso?

–No sé, mi mamá lo dice todo el tiem-

po, así que debe ser verdad.

–No –dijo Joaquín –para que algo sea

verdad, no alcanza con que lo diga tu

mamá, también lo tienen que decir por

la tele y por internet!

–¡Y también lo tiene que decir la seño-

rita! –dijo Santi.

La señorita Silvia seguía orgullosa, se

dio cuenta de que se abrían temas nue-

vos. Y que el debate recién estaba co-

menzando. �

por Rudy

63 E L M O N I T O R

HUMOR