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La escritura en los lmitesUna aproximacin a la obra literaria de Fernando Vallejo Rendn.

JUAN MANUEL ARVALO CASTRO

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE LITERATURA CARRERA DE LITERATURA

BOGOT, SEPTIEMBRE DE 2006

La escritura en los lmites

JUAN MANUEL ARVALO CASTRO

Trabajo de grado Presentado como requisito parcial para optar por el ttulo de Profesional en Estudios Literarios.

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE LITERATURA CARRERA DE LITERATURA

BOGOT, SEPTIEMBRE DE 2006

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

RECTOR DE LA UNIVERSIDAD Gerardo Remolina Vargas S.J.

DECANA ACADMICA Consuelo Uribe Mallarino

DECANO DEL MEDIO UNIVERSITARIO Jorge Enrique Salcedo S.J.

DIRECTOR DEL DEPARTAMENTO DE LITERATURA Cristo Rafael Figueroa Snchez

DIRECTOR DE LA CARRERA Luis Carlos Henao de Brigard

DIRECTOR DEL TRABAJO DE GRADO Luis Carlos Henao de Brigard

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DEL REGLAMENTO DE LA UNIVERSIDAD Artculo 23 de la Resolucin No 13 de julio de 1946: La universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en sus trabajos de tesis, slo velar porque no se publique nada contrario al dogma y a la moral catlica, y porque las tesis no contengan ataques o polmicas puramente personales, antes bien se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia.

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Tabla de Contenido Pgina 1. INTRODUCCIN A. EL AUTOR Y SU OBRA B. CONSTRUCCIN DEL SER NARRATIVO C. PLANTEAMIENTO DEL OBJETIVO DE ESTE TRABAJO 8 8 15 18

2. CAPTULO PRIMEROEL MAMOTRETO: LA ESCRITURA PLURIGENRICA COMO FICCIN DEL YO

21 23 25 28 34 41 49 49 54 71 76 84 91 96 97

A. B. C. D. E.

LOS LMITES DEL GNERO GNEROS PICO-NARRATIVOS LA INTENCIN DE NOVELAR EL PACTO NARRATIVO Y LA FUSIN DE LO EMPRICO Y LOFICCIONAL EL DISCURSO LITERARIO Y SUS REFERENTES HISTRICOS

3. CAPTULO SEGUNDOEL VALOR DE LA PALABRA: EL DISCURSO COMO PERSONAJE.

A. B. C. D.

DILOGO: LA STIRA MENIPEA EL CNICO EVOCACIN Y CONFESIN LA DESESPERANZA

4. CONCLUSIONES 5. ANEXOS 6. BIBLIOGRAFA

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Y a m qu! A m que no me juzguen por lo que digo sino por cmo lo digo, por lo que filmo sino por cmo lo filmo, por lo que hago sino por cmo lo hago. Me da lo mismo el amor que el odio. Y no me exijan verdad que la verdad es inestable, escurridiza, evasiva. Una quimera con cola de humo1

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Aos de indulgencia. Bogot, Alfaguara, 1999, 513

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1. INTRODUCCIN A. EL AUTOR Y SU OBRA.

Fernando Vallejo Rendn (Medelln, 24 de octubre de 1942) es uno de los escritores ms reconocidos y controversiales de la literatura colombiana de finales del siglo XX e inicios del XXI. Su formacin acadmica abarca desde la expresin artstica (literatura, msica y composicin) hasta las ciencias (filosofa, biologa y gramtica). En Italia estudia cinematografa en el Centro Experimental de Roma. Vive en Mxico desde 1971.

Vallejo ha sido prolfico en sus exploraciones en el mundo artstico e intelectual: director de cine, fillogo y escritor. Su obra ha sido diversa. Inici su obra con documentales y cortometrajes2 de temtica social, realizados en Colombia a finales de la dcada del sesenta. El poco apoyo y las dificultades del cine colombiano lo llevan a Mxico que contaba con una industria cinematogrfica slida. All logr dirigir tres pelculas3. Los referentes de su cine giran en torno a personajes histricos y annimos producidos por la alucinada violencia y los conflictos sociopolticos de la sociedad rural y de la naciente urbe colombiana de los aos cuarenta y cincuenta. En su primera pelcula Crnica Roja, 1977, recrea la vida de Efran Gonzlez, conocido popularmente como Alma negra, una especie de Robin Hood que existi en la zona esmeraldera de Boyac y que muri enUn hombre y un pueblo ICODES, Bogot, 1968. Una va hacia el Desarrollo, Bogot, 1969. Crnica roja, Mxico, 1977. En la tormenta, Mxico, 1979. Barrio de Campeones, Mxico, 1981.3 2

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Bogot, enfrentando a dos batallones del ejrcito el 9 de junio de 1965, desde los tejados del barrio Quiroga. Con esta pelcula gana el premio Ariel a mejor pera Prima en 19794, otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Cinematografa. Pero pronto se desencant de esta labor inicial por considerar el lenguaje del cine muy artificioso. El cine, afirma posteriormente Vallejo, es El embeleco del siglo XX5. En Colombia no se permiti la proyeccin de sus pelculas porque la censura del gobierno las calific como obras que incitaban a la violencia. Del artculo de Mara Mercedes Jaramillo en la revista Gaceta de 1998 titulado Memorias inslitas6 se recoge la siguiente cita: la resolucin 0496 del 21 de septiembre de 1979 del Ministerio de Comunicaciones, en su apartado sptimo dice:En las escenas finales se coloca a las vctimas (sic) en un estado de indefensin total configurndose (sic) el asesinato, tambin se hace incitacin y apologa del homicidio agrabado (sic) en el Artculo 363 del Cdigo Penal. Se exalta la conducta de los militares que se toman la justicia por su propia mano para reprimir la conducta delictiva cometida por los jvenes (sic) delincuentes. El espectador, al ver las escenas no repudiara estas conductas sino simplemente podran (sic) ser determinante (sic) para cometer un delito de sta (sic) naturaleza tan reprochable en la sociedad y tan exaltado en la pelcula.

() El tono, la intencin y el punto de vista de las pelculas de Vallejo son descarnados y veristas. Reflejan sin ambigedades la compleja y polmica situacin poltica y social de la poca, la irracionalidad y el fanatismo del pueblo y la parcialidad del ejrcito que protega a la clase alta. El cine de Vallejo al igual que su narrativa necesita de un sustento histrico directo. Sin l, el autor4

Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematogrficas, Septiembre 2006 http://www.academiamexicana.com/academia/ei21.htm 5 Un embeleco del siglo XX La desazn suprema: Retrato incesante de Fernando Vallejo. Ospina, Luis. Bogot, 2003. 6 Jaramillo, Mara Mercedes. Memorias inslitas Gaceta 42/43 (1998): 8-25.

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posiblemente no concibe la gnesis para la expresin artstica de su obra. Esta situacin lleva a que la crtica colombiana de manera ingenua haya basado su valoracin sobre el discurso histrico y no en las posibilidades del discurso artstico de su obra.

A partir del ao 1975, Fernando Vallejo inicia su produccin escrita con una obra de teatro titulada El reino misterioso o Toms y las Abejas, ganadora del premio nacional de teatro infantil de Mxico. Luego, en 1982, el Fondo de Cultura de Mxico publica su Logoi: Una gramtica del lenguaje literario7, obra en la que recoge fragmentos literarios de ms de doscientos autores de la literatura universal para ejemplificar treinta y dos figuras o tropos de la prosa narrativa. Esa obra segn comenta el autor en una entrevista, la concibi para aprender a escribir literatura, pues nadie ensea lo que no sabe nos dice y l necesit escribir el texto para desmaraar el entramado de figuras y tropos del tejido textual. En su gramtica habla de la literatura como del reino de lo recibido, como el vasto dominio de la frmula en que el escritor, amn de su originalidad, recibe el gran legado de la otra palabra escrita: El genio de Cervantes descubri que la literatura, ms que en la vida, se inspira en la literatura8. Posteriormente publica la biografa del poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, El Mensajero9, 1984. Obra que es el resultado de una profunda investigacin de campo que lo lleva a recorrer los pasos del poeta por varios pases centroamericanos, adems, de Mxico, Cuba, Per y Colombia. Con ella se da a7 8

Vallejo,Fernando. Logoi: Una gramtica del lenguaje literario. Mxico, FCE, 2005. --. Logoi: Una gramtica del lenguaje literario. Mxico, FCE, 2005, 12. 9 Vallejo, Fernando. Barba Jacob: El mensajero. Mxico, Planeta, 1997.

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conocer al pblico como bigrafo. En 1991, reescribir esta obra con el ttulo de El hombre que se suicid tres veces. Luego de El mensajero inicia la publicacin de una serie de cinco textos narrativos, parte fundamental de su obra e inmersin total del autor en la libertad de creacin narrativa. Estas novelas con referentes autobiogrficos inician una evocacin desde la niez hasta la madurez del narrador y protagonista. Los textos son publicados parcialmente, aunque realmente son fragmentos del gran todo narrativo de su obra. Estos primeros textos son: Los das azules, 1985; El fuego secreto, 1986; Los caminos a Roma, 1988; Aos de indulgencia, 1989; Entre fantasmas, 1993. Estos textos sern publicados en el ao 1999, bajo el ttulo de El ro del tiempo con el que se cierra un ciclo inicial de su obra que luego continuar con algunos cambios formales, pero manteniendo su gnesis discursiva. La obra narrativa, al igual que su cine, se basa en referentes histricos. En su narrativa el centro es la representacin de su existencia, no l mismo como ser emprico, sino como un remolino de auto referencia que se ahoga en sus referentes: en su mundo, sus animales, su pas, su ciudad, su gente, su lengua. Una obra que se presenta como autobiogrfica al lector, pero que va ms all puesto que utiliza su tiempo y espacio para hacer una lectura no de su vida sino del mundo que posibilita su ser, su existencia, en cuanto parte de una comunidad. La obra narrativa de Fernando Vallejo se nutre de su experiencia vital. sta se caracteriza por una mezcla de evocaciones que son develadas en un largo dilogo10, unas veces melanclico, otras irnico y mordaz.

El dilogo constituye un subgnero literario que surge en la cultura grecolatina vinculado a la exposicin de doctrinas filosficas, polticas, retricas, etc. El dilogo hace parte de los gneros didctico-ensaysticos.

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La virgen de los sicarios, 1994, quizs su obra ms popular, es llevada al cine y da a conocer ampliamente a su autor en el mbito colombiano y europeo. En 1995 publica Chapolas Negras, la biografa de Jos Asuncin Silva. Aunque sus biografas han sido bien recibidas, se le critic la ausencia de fuentes bibliogrficas en los dos trabajos llevados a cabo. Al publicar su segunda biografa hace caso omiso de la reiterada observacin de la crtica. Esta caracterstica de apartar sus biografas de la auditoria de las fuentes, seala la manera como Vallejo decide manifestar su obra literaria: sus biografas no pertenecen a un ejercicio acadmico historicista, corresponde s a un ejercicio literario con valores histricos rigurosos. Su forma muestra una escritura que no cree en los lmites entre lo histrico y lo literario. Frente a esto, el aduanero del gnero se desconcierta pues en su escritura slo le corresponde a su voz narrativa y a la forma que ella posibilita. No cree en los lmites del gnero, estilo o temtica, cree s, en el lenguaje y en la libertad de sus posibilidades. Esta caracterstica en la escritura de Vallejo no se presenta como bsqueda de originalidad literaria. Lo que considera este trabajo de interpretacin de su obra es que se da por ausencia natural de otras posibilidades formales. Es decir, el autor encontr una voz narrativa natural, vital, y sta posibilita los lmites formales del ser de su obra. En 1999 tendr lugar la publicacin de su primer libro de ensayos La tautologa Darwinista y otros ensayos. Textos que se desarrollan manteniendo la misma estrategia discursiva del autor. Ese mismo ao, como ya se mencion, sus primeras cinco novelas se vuelven a editar en un solo volumen con el nombre de El ro del tiempo. En los primeros aos del presente siglo, Vallejo publica sus ltimas tres obras: El desbarrancadero, 2001, ganadora del premio internacional 11

de Novela Rmulo Gallegos. La rambla paralela, 2002, en donde introduce cambios y juegos formales a su voz narrativa; Mi hermano el alcalde, 2004, nueva aparicin del narrador protagonista que haba muerto en La Rambla paralela. En el 2005 publica su segunda obra de ensayos Manual de Imposturologa Fsica.

Aunque Fernando Vallejo ha ganado reconocimiento en el mundo literario, en buena parte de la crtica, y ha sumado cientos de lectores, tambin es cierto que los rechazos han sido numerosos desde algunos sectores de la sociedad. Esa descarnada e insistente radiografa de la realidad contempornea y el uso de un lenguaje mordaz e iconoclasta, caractersticas relevantes de su prosa, la hacen escandalosa; una afrenta devastadora que no deja ttere con cabeza en ninguno de los ms respetados espacios de la cultura. Esos conceptos injuriosos, cargados de humor negro, revuelven conciencias y dejan intranquilos a cientos de lectores que ven en su lectura ms que un acto literario, una afrenta de mal gusto que no debe ser tomada siquiera por literatura. Muchos afirman que el torrentoso ro de su prosa no es ms que el soliloquio de un energmeno loco que tiene que saldar cuentas con un pasado y con un pas que ni ama ni respeta. Sus novelas, para muchos, no deberan ser llamadas como tales, ya que tan slo alcanzan el territorio de lo subjetivo. Acaso no es este territorio de lo que se sirve el arte para dar cuenta de la realidad? Adems, qu es lo real dentro del objeto artstico? Una interpretacin. El discurso histrico es una construccin muy similar a la ficcin puesto que da cuenta de las mismas estructuras narrativas para su elaboracin. El peligro de juzgar como equivocado el referente de un objeto literario, sera como especular negativamente sobre la variacin en el eje temtico 12

de la obra de Goya. Decir que esa mirada subjetiva, individual que hace que el pintor se vuelque a expresar algunos de los horrores de su tiempo (fusilamientos y masacres) no hace honor a la verdad y que debi continuar pintando a sus seores de la corte espaola de Carlos IV para mostrarse como un correcto artista de su tiempo. En definitiva, la obra narrativa de Vallejo escapa a los moldes tradicionales de la crtica. Su interpretacin y valoracin deben realizarse como expresin artstica de lenguaje y no como si fuera nicamente un texto referencial.() pero el lector es voluble, caprichoso, olvidadizo, y hay que estarle recordando constantemente las cosas. No registra, y lo poco que registra lo olvida al instante. Ms de tres o cuatro personajes se le enredan y apuesto que no sabe latn. El lector es simplista, incompetente, morboso; quiere que le cuenten cmo entra detalladamente el pene en la vagina. Y traicionero adems, cambia de autor. No me merece el menor respeto.11

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Entre fantasmas. Bogot, Alfaguara, 1999, 668.

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B. CONSTRUCCIN DEL SER NARRATIVO.

Una de las condiciones para acercarse a la literatura es la de no olvidar que ella es producto de una expresin artstica de mltiples significados y que detrs de cada obra hay un hombre y una reflexin sobre su existencia. No solamente se dice algo, sino que hay una intencin detrs: el lenguaje en su dinamismo revela nuevas lecturas en cada encuentro con ese acto comunicativo complejo que es la obra literaria. Esa movilidad est presente aun en el acto de creacin para el mismo autor en su escritura y para el lector en el momento de interpretacin porque la obra escapa permanentemente a una nica interpretacin. El escritor eslovaco Milan Kundera, cuya novela rehye todo realismo, tanto el social como el psicolgico, para orientar sus vvidos relatos hacia la reflexin sobre lo ms elemental de la vida humana, nos dice: La novela es una meditacin sobre la existencia vista a travs de personajes imaginarios El espritu de la novela no es predicar la verdad sino redefinir constantemente al hombre como problema.12 La novela de Vallejo, en vez de huir de los referentes, ahoga y atrapa al lector en ellos, y desde all reflexiona un lcido narrador que embriaga al lector con la evocacin de su existencia. Ese ser que conforma su yo narrativo, ese narratario mimetizado de autor que se evoca y se recrea nos muestra una verdad, su ser, su obra, y no la verdad histrica, emprica.

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Blanch, Antonio. El hombre imaginario: una antropologa literaria. Madrid, PPC, 1996, 139.

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Quizs el hombre no sea otra cosa que un modo particular de contarse lo que es. Y para contarse lo que se es, acaso no se tenga otra posibilidad que recorrer las estancias del recuerdo: ese retomar el lenguaje para intentar recoger ah las palabras que lo nombran, que lo construyen. Pues es posible que no se sea ms que una imperiosa necesidad de palabras, pronunciadas o escritas, odas o ledas. Transformar nuestra inquietud en una historia: ese ro del tiempo que est hecho de palabras y que vuelve a crearse incesantemente. Como dice Jorge Larrosa: El lenguaje es condicin necesaria del yo () el yo no es lo que hay tras el lenguaje, sino lo que hay en el lenguaje13.El ro del tiempo no desemboca en el mar de Manrique: desemboca en el efmero presente, en el aqu y ahora de esta lnea que est corriendo, que usted est leyendo, y que tras sus ojos se est yendo conmigo hacia la nada. () Dueo yo de este libro ya que no de mi destino14

El ser narrativo, la voz, el narrador-protagonista, eje fundamental de la obra del escritor antioqueo, brinda una narracin que va revelando a sus lectores, en ese febril ritmo del recuerdo, todo su lenguaje. Ese monlogo, como fluir de la conciencia, brota en lenguaje vertiginoso y eufnico para reconstruir esa compleja evocacin ntima. El narrador es voz impaciente y frentica que quiere convertir el recuerdo en lenguaje y a ste en carnaval, en afrenta, en opinin, en adoctrinamiento, en construccin de ser a partir de la escritura.

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Larrosa, Jorge. Djame que te cuente: Las paradojas de la autoconciencia. Barcelona, Laertes, 1995, 196-197. 14 Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Entre fantasmas. Bogot, Alfaguara, 1999, 641.

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Porque Fernando Vallejo es lenguaje nostlgico y embravecido. l es dueo de su libro, de sus palabras, de sus recuerdos: desde all se muestra y habita. Como dice E. M. Cioran, citado por Mara Mercedes Jaramillo: No se habita un pas, se habita una lengua. Esa es la patria y no otra cosa15. Esa patria de palabras es recorrida a pie por la memoria para traernos desde sus fronteras ms lejanas al hombre que reposa en pedazos de ciudades, de paisaje, cordilleras con historias de dolor; un territorio que est atravesado por un ro en que se han arrojado a nadar la realidad y la ficcin de un pas alucinado.

La vida no avanza en condicional, va derecho, sin desviaciones, sin titubeos, dejando atrs en cada punto de su lnea recta las infinitas encrucijadas de lo posible de las que parte, entre muchos, justo el camino que no tomamos, el que llevaba a la dicha. As acabamos siendo lo que somos. Bueno yo hablo por m, usted piense lo que quiera.16

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Jaramillo, Mara Mercedes. Memorias inslitas Gaceta 42/43 (1998): 8-25. Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: El fuego secreto. Bogot, Alfaguara, 1999, 295.

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C. PLANTEAMIENTO DEL OBJETIVO DE ESTE TRABAJO.

Y si el problema es de terminologa, si los dems necesitan que les definan lo que Vallejo escribe, l encuentra sus propias definiciones. Sus frases no son frases sino chorizos de palabras, y tampoco son novelas sus libros sino mamotretos. () La memoria es el mamotreto original, el objeto pesado y embarazoso que se abulta, irregular y deforme, todos los das. Ms en Colombia donde la realidad est plagada de monstruos acfalos. El caos, la violencia esencial, sus gestos son el sntoma, lo visible del asunto, el objeto de Vallejo.17

Javier H. Murillo, en el prlogo de El ro del Tiempo, enuncia el problema que se plantea en este trabajo de grado. A qu gnero literario pertenece la obra de Fernando Vallejo? La respuesta que da el autor de la obra no aplica para el crtico literario, puesto que es necesario encauzarla dentro de la taxonoma literaria. Esa necesidad no es para limitar la obra, como se podra llegar a pensar, todo lo contrario, lo que permite la lectura crtica es suministrar herramientas interpretativas, a fin de que lectores y creadores literarios amplen sus lmites interpretativos. De esa manera simple pero compleja a la vez, se le proporciona a la literatura la posibilidad de desarrollar su propio camino. Al final de la obra del profesor Raymod Bayer, Historia de la Esttica18, dice: Ya Oscar Wilde lo seal con toda justeza: El arte se desarrolla nicamente por s mismo. No es el smbolo de ningn siglo. Los siglos son sus smbolos; el arte no expresa jams otra cosa aparte de s mismo. Tiene una vida independiente, igual que el pensamiento. No es necesariamente realista en un siglo realista, ni espiritualista en un siglo de fe.

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Murillo, Javier. Prlogo: El ro del tiempo. Bogot, Alfaguara, 1999, 17-18. Bayer, Raymond. Historia ed la Esttica. Mxico, FDE, 1998, 450.

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Lejos de ser la creacin de su poca, se encuentra en general en oposicin a ella, y la nica historia que traza para nosotros es la de su propio progreso.

El presente trabajo, titulado La escritura en los lmites pretende una aproximacin interpretativa a la obra literaria de Fernando Vallejo como novela plurigenrica, tesis mediante la cual se realiza una lectura global de su obra narrativa y se intenta dar una valoracin, a fin de detectar las caractersticas literarias bsicas que la inscriben como tal. Expuesta la justificacin para la hiptesis de lectura y la tesis que propone este trabajo, slo resta sealar las principales bases tericas que permitieron el sustento de la interpretacin crtica. La reflexin sobre la obra narrativa retoma y aplica conceptos clave elaborados por la teora narrativa, la semitica y su teora comunicativa. El rastreo histrico de los gneros literarios se elabor a partir del trabajo monogrfico de los profesores Antonio Garca Berro y Javier Huerta Calvo titulado Los gneros literarios: sistema e historia19. Este ltimo trabajo, traza una media entre las teoras de categoras absolutas del gnero y su modulacin diacrnica en subgneros y formas de transicin. Los conceptos y las variables subgenricas se utilizan para la propuesta interpretativa de la obra, estableciendo relaciones que actan como instrumento explicativo y reconociendo que slo esto conduce indirectamente a una interpretacin totalizadora.

El trabajo se articula en dos captulos que rastrean los logros en el discurso literario del autor. Detectados los elementos tanto narrativos como discursivos, se

Garca Berro, Antonio y Huerta Calvo, Javier. Los gneros literarios: sistema e historia. Madrid., Ctedra, 1995.

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tipifican dentro de sus orgenes genricos. Las partes interpretadas se complementan para permitir as una lectura crtica de aproximacin a la obra literaria de Fernando Vallejo. El trabajo finaliza sealando algunas caractersticas del discurso del personaje creado por Fernando Vallejo. Esta valoracin del pensamiento del personaje se realiza desde la visin de la filosofa cnica mediante un texto de Michel Onfray y un ensayo sobre la desesperanza, del escritor colombiano lvaro Mutis.

Si el cine no tiene razn de ser, ni el teatro, ni la novela, qu queda entonces? Hombre, queda la muerte, y en su defecto los recuerdos: el libro de Memorias, que es el gnero mximo. Ahora bien, Memorias recordando al tendero, al carnicero, a los marihuaneritos de Medelln? Y por las que pase un solo personaje famoso, Sartre, pero de lejos? Se puede? Todo se puede en este mundo, Pearanda, no digas nunca que no, no niegues el viaje en tren si vas montado en l. Pasa Sartre por mi vida y la plaza Navona de Roma acompaado de Simonne de Beauvoir, su mujer, vestidita ella con un trapero viejo de colores chillones y la cara policromada, pintarrajeados los labios de carmn. Recuerdo que me hizo recordar a otra loca, de Medelln, La mueca, a quien vi en mi infancia un domingo en el Bosque de la Independencia pero que no tena, como la ilustre francesa, ms compromiso ella que con ella, con su locura.20

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Entre fantasmas. Bogot, Alfaguara, 1999, 641.

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2. CAPTULO PRIMERO

EL MAMOTRETO: LA ESCRITURA PLURIGENRICA COMO FICCIN DEL YO.

La obra narrativa21 de Fernando Vallejo parece escapar a las denominaciones, a los lmites, a las etiquetas, a la terminologa. Es un surgir constante de evocaciones y de palabras que vienen en una especie de fluir febril del recuerdo. Se mezcla y se anima en un vrtigo de recuerdos y rodeos; camina entre el pasado y el presente, entre el all de los recuerdos y el presente: quiere descargar ese torrente de palabras para convertirlas en olvido para el que lo narra y en presencia para el que lo lee. Se sacude todo el tiempo de los estrechos lmites de los gneros para volverse, a veces, arenga, soliloquio, testimonio, poesa, autobiografa, carnaval del lenguaje: mamotreto de vivencias que entra en la ficcin y escapa de la esfera ordinaria del uso del lenguaje donde imperan los valores como verdad y certeza, para ingresar a un mundo donde nada es verdadero ni falso, sino posible (o sea, verdadero y falso a la vez). Ese mundo es la novela.

La obra narrativa de Vallejo se caracteriza por un dinamismo que no permite una taxonoma nica; su forma presenta una mixtura que obliga a interpretarla en unaEntindase obra narrativa de Fernando Vallejo los siguientes textos: El ro del tiempo, 1999 (Los das azules, 1985; El fuego secreto, 1986; Los caminos a Roma, 1988; Aos de indulgencia, 1989; Entre fantasmas, 1993); La virgen de los sicarios, 1994; El desbarrancadero, 2001; La rambla paralela, 2002; Mi hermano el alcalde, 2004, y la voz narrativa presente en otros campos semiticos como: discursos, entrevistas y documentales.21

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dimensin ms amplia y compleja. Como se ha visto, sus novelas se nutren de experiencias vitales que muestran, en la dinmica de un tiempo evocado, aquellos primeros das de la infancia, hasta experiencias presentes que recuperan poco a poco algunos de los momentos personales y existenciales del autor y su entorno: pas, ciudad, familia, lengua. Esta mirada autobiogrfica a su obra ha sido la ms recurrente a la hora de hacer un anlisis de las novelas de Fernando Vallejo, lo que en parte limita una lectura crtica con nuevas posibilidades interpretativas. Para analizar la obra de Fernando Vallejo, este trabajo se plantea la necesidad de interpretar la forma genrica de su obra segn el concepto plurigenrico o coexistencia de gneros, este concepto que corresponde a la mixtura de formas en los textos. Ya desde pocas clsicas se ha visto cmo las formas literarias han ido cambiando a travs del tiempo y haciendo posible lo plurigenrico. Esa evolucin ha permitido a la novela fusionar los diferentes impulsos que emergieron de la transicin de la pica a la narrativa, impulsos cuyas amplias polaridades originales iran desde lo real (histrico) hasta lo fantstico (ficticio) y desde lo oral hasta lo escrito. La novela moderna se muestra como la forma que mejor fusiona los dos impulsos. Y a Cervantes el mrito de haberlo logrado.

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A. LOS LMITES DEL GNERO.

Definir un concepto totalizante de gnero est ms all de los lmites de este trabajo; lo que se hace es elegir algunos conceptos presentados por autores reconocidos para establecer los cambios en la tipologa estructural de la obra literaria. En el libro de Antonio Garca Berro y Javier Huerta Calvo Los gneros literarios: sistema e historia,22 se establece una definicin que le da movilidad al gnero. Las grandes divisiones que contempla su investigacin, ayudan a determinar las caractersticas independientes de cada uno de ellos y las posibles relaciones a la hora de efectuar el anlisis en una obra particular. La clasificacin ms amplia que se establece en su trabajo es: Gneros poticos-lricos, Gneros pico-narrativos, Gneros teatrales y Gneros didctico-ensaysticos.

Evidentemente, el primer concepto indispensable que se encuentra en la base de la cuestin es el de gnero como rea que permite agrupar un conjunto de obras dentro de ciertos parmetros formales y temticos:

La definicin de gnero en cuanto a architexto o texto de textos (G. Genett, 1977) - descansa, pues, en una armnica articulacin entre constitucin formal dispositio y elocutio y contenido temtico e ideolgico inventio. Los rasgos predominantes en cada uno de los dos planos derivan de la observacin de una muestra representativa de distintos casos (o sea, los textos literarios en su proyeccin genrica). La prctica reiterada de un gnero constituye la serie histrica del mismo o serie genrica. Cuando esa prctica se reduce o concentra a un periodo determinado, cabe hablar de grupo genrico. Tanto en la serie como en el grupo genrico se advierten un grupo de caractersticas dominantes o dominante genrica, y otras de tipo innovador o cambiante variables- (O. Ducrot/T. Todorov, 1972: pg. 179). El conjunto de las variables define la especificidad de un texto respecto del modelo o caso particular del gnero (G. Genett, 1968: pg. 39). Cuando esa especificidad se hace absoluta o radical nace el antignero. En un sentido similar, un texto puede aceptar las22

Garca Berro, Antonio y Huerta Calvo, Javier. Los Gneros Literarios: Sistema e Historia. Madrid, Ctedra, 1995.

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convenciones propias de la constitucin formal y transgredir los elementos ideolgicos, dando lugar a un contragnero. Este puede presentar una intencionalidad seria verbi gracia, el contrafactum o poema lrico vuelto a lo divino- o, lo que es ms comn, un propsito cmico-burlesco parodia-. Finalmente la construccin de un texto puede requerir el concurso de gneros diversos y, entonces nos encontramos ante el texto plurigenrico o plurignero (J. L. Martn, 23 1973).

La consideracin de gnero parte de ser el texto de textos, esa especie de modelo o paradigma que se articula fundamentalmente en su constitucin formal y en su contenido temtico e ideolgico. Un gnero se puede establecer como una serie histrica o genrica o como un grupo genrico que est determinado ms en un periodo que en una serie. Los cambios genricos se suceden no en los cauces de representacin (lrica, pica y dramtica) sino en la forma, la temtica y la modalidad, posibilitando la tesis del concepto de novela plurigenrica. Concepto pertinente para la interpretacin de la obra de Fernando Vallejo. El trabajo literario de Vallejo presenta textos plurigenricos que para su construccin toman una base genrica especfica, lo narrativo y sus elementos formales, pero los contenidos temticos y discursivos del narrador se desarrollan de tal manera que hacen parte de gneros diferentes a los tpicamente narrativos. Adems, hace del discurso la columna y referente principal de su obra.

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Garca Berro, Antonio y Huerta Calvo, Javier. Los Gneros Literarios: Sistema e Historia. Madrid, Ctedra, 1995, 146.

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B. GNEROS PICO-NARRATIVOS.

Los profesores Garca y Huerta sealan las diferencias que separan la pica de la novela, sin embargo se encuadra entre ellas los lmites generales de las narraciones que dan cuenta de algn acontecimiento. De esta forma, el propsito de las formas narrativas ser abarcar una serie total de sucesos que den cuenta de un acontecimiento. Dentro de la clasificacin general de los gneros piconarrativos, las formas cambian por diferentes variables: desde el verso hasta la prosa, breve y larga extensin del texto, diferentes referentes y temticas, se acenta la narratividad o se alejan de ella, entre otras.

Ante la casa campesina de amplio corredor con barandal que ilumina un foco, tomadas mis manos de los barrotes de su ventana van mis ojos hacia el interior buscando el pesebre. Ms no hay pesebre: veo un seor muy viejo acompaado por una perra negra, escribiendo en un escritorio negro. Ves, bruja !dice sealndome a m!, quin est parado en la ventana? Es un nio curioso. Lo dejamos entrar? He entrado al cuarto y ahora estoy de pie, a sus espaldas. Intrigado, leo lo que escribe. Escribe que de nio ha salido una noche de diciembre con sus hermanos por la carretera de Santa Anita a ver pesebres: los nacimientos que ocupan un cuarto entero de las casitas campesinas. Se ha detenido ante una de ellas, de amplio corredor con barandal que ilumina un foco, y mira por la ventana buscando el pesebre. Ms no hay pesebre: un viejo escribe en un escritorio negro, acompaado por una perra negra. Ven, Bruja nia, que el viaje de circunvalacin ha concluido. Ven conmigo. Dejemos esta trampa de la existencia. Salgamos de la casa de amplio corredor con barandal, donde se enloquece el tiempo, a la noche tibia, a tomar la carretera. Es la vieja carretera que recorri Eza de Queiroz hace ms de un siglo, slo que no va a Cintra: va a Santa Anita desde Sabaneta. T que me acompaas sin recelos hasta el fin del mundo, hasta lo

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hondo del Infierno, Bruja nia, Bruja negra, ven conmigo que voy a ensearte a Santa Anita.24

La obra de Vallejo se caracteriza por ser formalmente narrativa y en cuanto a los lmites entre unas novelas y otras no son nada precisos. Para este trabajo de aproximacin se asume la obra narrativa como un continua elaboracin en la que unos textos son apndices de los otros. Lo que parece relevante es su valor como texto narrativo. Entendiendose la narracin segn el concepto que expone la autora Mieke Bal en su libro Teora de la narrativa. 25:

Un texto narrativo ser aquel en que su agente relate una narracin. Una historia es una fbula presentada de cierta manera. Una fbula es una serie de acontecimientos lgica y cronolgicamente relacionados que unos actores causan o experimentan. Un acontecimiento es la transicin de un estado a otro. Los actores son agentes que llevan a cabo acciones. No son necesariamente humanos. Actuar se define aqu como causar o experimentar un acontecimiento.26

Para la interpretacin de la obra de Vallejo se ha tenido en cuenta el uso del lenguaje verbal como sistema semitico constitutivo del texto narrativo: Un ejemplo seran las entrevistas de Fernando Vallejo, donde el autor emprico se desplaza al terreno de lo narrativo, utilizando su ser narrativo, y donde su creacin o voz narrativa se conecta y emprende la continuacin de su tautologa narrativa convirtindonos en narratarios. De esta manera, el narrador y protagonista se hacen presentes en otros textos que aparentemente no constituyen el terreno narrativo, como artculos, entrevistas o documentales. De una extraa manera el autor real y emprico de la obra se esconde dentro de su narrador-protagonista.24 25

Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Los das azules. Bogot, Alfaguara, 1999, 123 -124. Bal, Mieke. Teora de la narrativa (una introduccin a la narratologa). Madrid, Ctedra, 2001. 26 Bal, Mieke. Teora de la narrativa (una introduccin a la narratologa). Madrid, Ctedra, 2001. 13.

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Una escritura como fragmentacin y evasin, pero al mismo tiempo reconstruccin de un nuevo ser: El personaje.

Pero permtaseme volver atrs unas pginas para seguir adelante: al brumoso Alto de Minas que me envuelve con su manto. As procedo yo, construyendo sobre lo ya escrito, sobre lo ya vivido. El hombre no es ms que una msera trama de recuerdos, que son los que guan sus pasos. Y perdn por el abuso de hablar en nombre de ustedes pues donde dije con suficiencia el hombre he debido decir humildemente yo. Mi futuro est en manos de mi pasado, que lo dicta, y del azar, que es ciego. Y tocar el clavecn, como dijo Bach, es muy fcil: hay que pulsar la nota justa en el momento justo con la intensidad justa.27

Fernando es el nico personaje en cuanto actante, en l se dan transformaciones, y evidencia acontecimientos. Es el valor y complejidad como protagonista lo que permite que sobre l graviten los dems agentes de la obra narrativa. El trmino de agente se refiere al narrador y a los personajes. Para la teora narrativa, el narrador en ningn caso es el autor emprico. Esto posibilita, como se ver ms adelante la interpretacin de mixtura de gneros en la obra.

27

Vallejo, Fernando. El desbarrancadero. Bogot, Alfaguara, 2001, 178.

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C. LA INTENCIN DE NOVELAR.

Abuela, dej de leer novelas que se es un gnero manido, muerto. Qu chiste es cambiarles los nombres a las ciudades y las personas para que digan despus que uno est creando, inventando, que tiene una imaginacin prodigiosa? Uno no inventa nada, no crea nada, todo est enfrente llamando a gritos. Abuela, dej esas novelas pendejas y mejor leme a Heidegger. O al directorio telefnico aunque sea o al Diccionario de la Real Academia, que es clerical, realista, retrgrado, acientfico, 28 que me encanta por lo anticuado y ridculo.

La obra literaria de Fernando Vallejo est situada dentro de los gneros piconarrativos. Su obra literaria se inscribe desde su estructura narrativa como novela, entendindose como tal esa forma narrativa compleja en la que prima la reflexin sobre la accin, en la que nos enfrentamos a una gnesis de agentes complejos y dinmicos. Algunos crticos han querido tipificar la forma narrativa de Vallejo como testimonio o relato, pero este trabajo entiende estas formas narrativas como aquellas en las que prima una condensacin de la accin por sobre la reflexin. La lectura atenta de la obra de Vallejo permite sealar una estructura narrativa extensa y tcnicamente bien elaborada que presenta al lector, no slo una fbula desarrollada por un personaje, sino lo ms importante una reflexin de parte del narrador con valores metaficcionales y opiniones sobre los valores histricos de su poca. El narrador se presenta como lcido y creble, lo que permite al lector aceptar de manera verosmil el pacto narrativo. Adems, alcanza una dimensin narrativa compleja lograda con una sola voz. El narrador-personaje gobierna y

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: El fuego secreto. Bogot, Alfaguara, 1999,666.

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narra, controlando el devenir de la narracin a su antojo. Este control anrquico pero dinmico le permite desarrollar un discurso que despliega un complejo pacto narrativo con el narratario.

La obra narrativa toda posee hasta ahora una unin estructural. Unin que no permite sealar adecuadamente una separacin clara entre unas y otras novelas sino por valores cronolgicos de la fbula, focalizacin del narrador y formales de publicacin. Todas comparten de manera general el mismo formato y de manera particular se distancian por focalizacin temporal y desarrollo de personajes secundarios, como sera el caso de los dos ltimos textos: El desbarrancadero y Mi hermano el Alcalde, en los que la figura del narrador-protagonista, por primera vez, empieza a desplazarse permitiendo a otros agentes del relato ser el centro de la gnesis de la fabula narrativa, pero sin perder el valor y el predominio que tiene la opinin del narrador-protagonista, por sobre la fbula: el discurso del narrador como centro nico de la obra literaria de Fernando Vallejo. A pesar de que su narrador es el centro, esto no significa que se valide para quien la obra es simplemente una autobiografa. La informacin que ofrece el autor en su obra, aunque se puede rastrear parte de ella, no siempre es cierta, y la intencin del autor es reconstruir y tergiversar los referentes histricos para expresar ideas a travs de su obra.

Mi hermana Gloria muri, mi hermano Manuel muri, mi hermano Anbal muri, y por el mismo trillado camino de la muerte se me fueron yendo todos, hermanos hermanas, dejando mi casa abandonada. Yo sigo en Mxico, vivo, ahora s que por una enfermedad o empecinamiento que

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nos acomete a los literatos viejos de hoy da y que un lcido escritor peruano bautiz empeo literario29

La obra, como novela, pertenece a la categora de los Gneros pico-Narrativos, pero esto a partir de la intensidad del pacto narrativo logrado y de la complejidad de lo discursivo de la obra, en la que la opinin del narrador-personaje tiene un predominio sobre las acciones y los eventos de la narracin, construyendo desde su voz una condicin que enlaza su discurso con los gneros didcticoensaysticos. Esa mixtura que se produce, se ejemplificar durante la interpretacin, al determinar los lugares de encuentro de los dos gneros en la obra, y as, poder demostrar su carcter de novela plurigenrica.

El juego que propone la obra de Vallejo, en donde se llaman de la misma manera autor y narrador protagonista (agente) no conlleva ningn mtodo especial, simplemente se trata de un juego de paralelos del autor, que para el anlisis de la teora narrativa no es emprico, por cuanto el narrador es la misma persona, pero en otro momento y en otra situacin distintos de los existentes cuando experiment originalmente los acontecimientos.30 Esta caracterstica es

importante para la interpretacin de la obra puesto que no se acepta al narradorpersonaje en ningn momento como el autor emprico. Otro elemento relevante para tener en cuenta en relacin con la interpretacin de la obra es el concepto de focalizacin:

29 30

Vallejo, Fernando. Mi hermano el alcalde. Bogot, Alfaguara, 2004, 164. Bal, Mieke. Teora de la narrativa. Madrid, Ctedra, 2001, 16.

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Mieke Bal sostiene que cuando se presentan acontecimientos, siempre se lo hace desde un ngulo, desde un punto de vista, independientemente de que se trate de un discurso literario o histrico. Aunque se intente eliminar todo comentario, toda evaluacin, en tanto la percepcin es un proceso psicolgico que depende grandemente de la posicin del cuerpo perceptor, es imposible eliminar factores como el grado de familiaridad con el objeto percibido, el ngulo de caa de la luz, la distancia, la actitud psicolgica hacia el objeto, etc. As, el trmino Focalizacin designa la relacin entre la percepcin y lo que se percibe. El sujeto de la focalizacin es denominado focalizador.31

El narrador y el focalizador no deben ser confundidos pues no son lo mismo; algunas veces podrn coincidir en el mismo agente o personaje como en el caso del sujeto lingstico que narra la obra de Fernando Vallejo. El dinamismo en la narracin de la obra proviene en parte del adecuado uso de la focalizacin. El narrador traslada cronolgicamente su mirada y as permite al lector ser testigo de los mltiples cambios que vive el personaje, en un permanente deambular por ese ro del tiempo

Uno tiene que ser feliz sin saberlo. Qu iba a saber yo de nio que era feliz! Ms an que iba a saber yo que lo era de viejo, cuando empec esa tarde Los das azules contigo a mi lado, Brujita, que ya no ests Lo que siempre s est claro es la desdicha. Ahora que tu muerte, nia, me ha devuelto a los recuerdos, recuerdo la tarde feliz en que empec el libro. Lo empec a la aventura como he vivido, sin saber cmo ni hacia dnde ni por qu carajos. O mejor dicho s, sabiendo que deba terminar aqu como empez por mi ms lejano recuerdo con un nio tocado de irrealidad32***

Bum! Bum! Bum! La cabeza del nio, mi cabeza, rebotaba contra el embaldosado duro y fro del patio, contra la vasta tierra, el mundo, inmensa caja de31 32

Contursi, Mara Eugenia y Ferro, Fabiola. La narracin: Usos y teoras. Bogot, Norma, 2000, 49. Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Entre fantasmas. Bogot, Alfaguara, 1999, 710-711.

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resonancia de mi furia. Tena tres aos? Cuatro? No logro precisarlo. Lo que perdura en cambio, vvido, en mi recuerdo, es que el nio era yo, fugaz fantasma que cruza la niez a mi juventud, a mi vejez, camino de la muerte, y la dura frialdad del patio. Ah, y algo ms: la criadita infame que a unos pasos se convulsionaba de risa.33

Los dos fragmentos de la obra El ro del tiempo son la entrada y la salida de la serie de las cinco novelas iniciales: el primero es el ltimo prrafo de la ltima novela, Entre fantasmas, y el segundo, pertenece a la primera novela, Los das azules y es su primer prrafo. La apertura y el cierre de una voz que, aunque posteriormente va a seguir enunciando memorias en otras novelas, aqu tiene una unidad un poco mayor. La voz de ese narrador-personaje se confunde en el giro que hace en su recuerdo, en su dilogo con su pasado y entonces la narracin, en su focalizacin, cambia, dando la sensacin de la creacin de otro, una especie de enrarecimiento desde la enunciacin: el narrador y el otro que slo es apariencia, imagen de un slo lado, imagen del recuerdo. El juego se da en los dos extremos: el nio y la Bruja se han ido, pero crean desde el espejismo de la narracin una presencia ausente.

As, el narrador dicta lo que su mamotreto deber ser cuando termine. No ha dejado de sumar hojas llenas de palabras, de los recuerdos de ese otro que es l, el narrador, Fernando. Aqu comienza ese abandono de realidad que el ro del tiempo ha dejado a su paso: aquel nio que era l, como ese fantasma, ese otro que ya no ser ms. Este juego se convierte en la clave de la lectura: estamos

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Los das azules. Bogot, Alfaguara, 1999, 25.

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inmersos en la ficcin, interpretando la realidad que se encuentra velada tras los recuerdos y sus palabras.

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D. EL PACTO NARRATIVO Y LA FUSIN DE LO EMPRICO Y LO FICCIONAL.

Pero bueno, preguntar usted, qu mueve al director de cine colombiano a hacer semejantes locuras? Ay seora, el seuelo de la fama. La fama y la gloria y el arte y la obra maestra de la que no se puede privar al mundo. Y si no mreme a m que si no vend nada porque nada tena que vender hipotequ mi futuro. Veintitreinti tantos aos me pas rogando, implorando, suplicando que me dejaran hacer mi pelcula, la de los decapitados, y cuando por fin la pude hacer (con plata ajena en un pas ajeno), en Colombia, para la que la hice, me la prohibi la censura: que era una apologa al delito, una incitacin a la violencia, una mentira, que Colombia no era as. All todos moran a los ciento veinte aos de viejos en su cama, tristes de irse pero felices por haber vivido.34

Fernando Vallejo emplea para la construccin de su texto un pacto narrativo que precisa de lectores modelo; es decir, de lectores que acepten el juego que se les plantea. Son imgenes paralelas entre el autor emprico y el autor modelo o narrador. Aceptado el pacto de ficcin con referentes empricos cercanos se pasa a utilizar ese nico personaje (nico actante) para narrar mediante la expresin de su memoria. El narrador-personaje enriquece la narracin desplazando la focalizacin entre sus mltiples anacronas narrativas; por lo tanto, cuando se narra y nos muestra lo que senta y le suceda en su infancia o en su juventud, lo hace mediante una analepsis, ese viaje hacia atrs en la narracin. Despus, cuando su memoria se alcanza en el presente narrativo o se proyecta hacia el futuro -una prolepsis narrativa-, fusiona al focalizador y a su narrador-personaje como un adulto que evoca su vida y en ese momento detiene los sucesos: dilata

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Aos de indulgencia. Bogot, Alfaguara, 1999, 495.

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el tiempo de la fbula para iniciar lo que se llama los aspectos discursivos u opiniones del narrador.Algo inslito not en la carretera: que entre los nuevos barrios de casas uniformes seguan en pie, idnticas, algunas de las viejas casitas campesinas de mi infancia, y el sitio ms mgico del Universo, la cantina Bombay, que tena a un lado una bomba de gasolina o sea una gasolinera. La bomba ya no estaba, pero la cantina s, con los mismos techos de vigas y las mismas paredes de tapias encaladas. Los muebles eran de ahora pero que importa, su alma segua all y la compar con mi recuerdo y era la misma, Bombay era la misma como yo siempre he sido yo: nio, joven, hombre, viejo, el mismo rencor cansado que olvida todos los agravios: por pereza de recordar.35

En ese momento se convierte casi en un suceso narrativo al no haber otros agentes, el discurso casi como un actante. El narratario se ve obligado a dialogar con el narrador. La potencia de lo discursivo no funciona mecnicamente, se da como un juego aleatorio y variable que va construyendo un ritmo en la narracin y una expectativa permanente en el lector modelo. Atrapa, seduce y logra involucrar no slo desde lo que nos est contando sino desde el ritmo de su voz narrativa. se presenta con verdaderas seales de suspense, casi como si el discurso moderara el paso o incluso frenara, y como si el autor sugiriera: y ahora intenta seguir t. Cuando hablaba de paseos inferenciales me refera, en los trminos de nuestra metfora forestal, a paseos imaginarios fuera del bosque [narrativo]: el lector para poder prever el desarrollo de la historia se remite a su experiencia de la vida, o a su experiencia de otra historias (Eco)36

35 36

Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. Bogot, Alfaguara, 1994, 14. Contursi, Mara Eugenia y Ferro, Fabiola. La narracin: Usos y teoras. Bogota, Norma, 2000, 36.

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Se debe aclarar que

Eco, cuando se refiere a discurso, est hablando de la

fbula, de los sucesos, de los actantes.Enterrados mis amigos y mis enemigos, de enemigo slo queda el Tiempo y juego con l, como un nio daino con un monigote de trapo: le arranco la cabeza y lo despanzurro, expando un segundo de la vida ma a veinte pginas, o meto cuarenta aos vividos en Mxico (o mejor, muertos) en una sola frase que borro de un tachn. Infiernitos a m? Metaforitas? Al diablo con el diablo y la metfora!, que nada aclaran, que nada agregan, que nada explican y que se hunda el barco! y me voy a ir de este mundo, Brujita, sin entender el espejo ni la llama de la vela?37

Estos conceptos discursivos no hacen parte de la fbula de la historia pero se convierten en el centro de la obra y de hecho toman similar o mayor relevancia que los sucesos del agente narrativo; estos aspectos se interpretarn de una manera totalizante en el segundo captulo. Era necesario describir el funcionamiento del discurso literario para ver la relevancia que tiene en cuanto al valor plurigenrico o mixtura en la forma de la novela de Fernando Vallejo.

Cuando cay el muchacho el hombre se le fue encima y lo remat a balazos. Por entre el carrero detenido y el caos de bocinas y de gritos que sigui se perdi el asesino. El presunto asesino, como dira la prensa hablada y escrita, muy respetuosa ella de los derechos humanos. Con eso de que aqu, en este pas de leyes y constituciones, democrtico, no es culpable nadie hasta que no lo condenen, y no lo condenan sino lo juzgan, y no lo juzgan sino lo agarran, y si lo agarran lo sueltan La ley de Colombia es la impunidad y nuestro primer delincuente impune es el presidente, que a estas horas debe andar parrandendose el pas y el puesto en dnde? En Japn, en Mxico En Mxico haciendo un cursillo.

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Entre Fantasmas. Bogot, Alfaguara, 1999, 668.

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Del presunto asesino no quedo sino el presunto flotando sutilmente en el aire de la avenida San Juan, hasta que en el smog de los carros la presuntez se esfum. O la presuncin, si prefieren y les da por la correccin del idioma en este que fuera pas de gramticos, siglos ha. De los ladrones, amigo, es el reino de este mundo y ms all no hay otro. Siguen polvo y gusanos. As que a robar, y mejor en el gobierno que es ms seguro y el cielo es para los pendejos. Y mire, Oiga, si lo est jodiendo mucho un vecino, sicarios aqu es lo que sobra. Y desempleo. Y acurdese de que todo pasa, prescribe. Somos efmeros. Usted y yo, mi mam, la suya. Todos prescribimos.38

El narrador-personaje construye un discurso literario singular y polmico. Levanta su narrativa en torno a s mismo a travs de sus evocaciones y la reflexin sobre ellas y desde all, en un lenguaje procaz, deslenguado, desvergonzado, altanero y chocarrero; pero lrico, inspirado, depurado, arremete contra l y contra todo. La voz narrativa se traslada del espacio narrativo y se manifiesta en otras formas discursivas pertenecientes a los gneros didctico-ensaysticos tales como discursos, ensayos y artculos.

Seor vicepresidente, seora directora de Comfama, amigos escritores: Que cada quien hable por s mismo, en nombre propio, y diga lo que tenga que decir que el hombre nace solo y se muere solo y para eso estamos en Colombia donde por lo menos, en medio de este desastre, somos libres de irnos y volver cuando queramos, y de decir y escribir y opinar lo que queramos, as despus nos maten. Y qu importa! Una libertad de semejante magnitud no tiene precio. En uso de esa libertad esplndida que me confiere Colombia, que a nadie calla, me dirijo a ustedes esta noche aprovechando que todava estoy vivo. Y que se callen los muertos! Con eso de que cualquier vida humana aqu no vale ms que unos cuantos pesos, los que cuesta un sicario... Y adivinen quin lo contrat! Esa es la ventaja de vivir en Colombia, de morir en Colombia, que uno se va38

Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. Bogot, Alfaguara, 1994, 22-23.

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tranquilo sin saber de dnde vino la bala, si de la derecha o de la izquierda, y as, ignorante el difuntico del causante de su muerte, sin resentimientos ni rencores, se queda por los siglos de los siglos en la infinita eternidad de Dios.39

El discurso literario muestra una gran capacidad de tcnica narrativa. Todo l es sostenido por un narrador-personaje que maneja con creatividad los ritmos de la narracin, el desplazamiento entre los tiempos y los espacios, la versatilidad en el lenguaje y un alto nivel de verosimilitud. Esta condicin de ser el centro y nico motivador de ella podra hacer que la narracin cayera fcilmente en la monotona, carente de otros recursos en los cuales apoyarse tales como otros personajes y alternancia de narradores que construyeran una polifona. Adems, los sucesos son en su mayora de un carcter ntimo y familiar, lo que a primera vista la puede hacer ver como una historia de acciones poco interesantes. Pero, todo lo contrario, la fuerza del narrador-personaje y de la sostenibilidad de su narracin est fundamentalmente en el cmo lo dice y no en los sucesos.

()Tena el parque un laguito, un cine y un bailadero. Por el laguito de aguas verdes, densas, patos y barquitas de remo se impulsaban dejando sus estelas. De la mano de mi padre entr al cine. La salita, pequea, abarrotada, palpitaba con la tibieza de las iglesias en misa de madrugada, si bien era el atardecer. Tal vez por causa de esa primera impresin para m todo cine es un templo. Pero uno que embriaga no con incienso no con latines de coro y presbiterio, sino con luces y sombras que pugnan en la oscuridad. Retumb un caonazo atronador y el templo se volvi barco: una nave pirata al abordaje. Y ah voy yo, el Corsario Negro, parche negro en un ojo y el otro echando chispas iracundas de colores, al abordaje con mi cimitarra de mango incrustado de rubes y esmeraldas. Tas-tas-tas-tas Tumbo uno aqu, tumbo otro all, el que39

Vallejo, Fernando. Discurso de inauguracin del Primer Congreso de Escritores Colombianos. Medelln, 30 de septiembre de 1998

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se me atraviesa muere, salto a la goleta inglesa y por entre arboladuras, jarcias mstiles, volando en una cuerda, aterrizo en la cabina del capitn y lo hago prisionero. El humo de los mosquetes se sala de la pantalla y se mezclaba en la sala con el de los cigarrillos Pielroja. Nunca, nunca, nunca he sido ms feliz que en medio de esa humareda y de esa matazn. De cuando en cuando, por entre el fragor de los caones, llegaban de afuera, del bailadero, compases de un porro o de un paseadito, jirones de la prosaica realidad: negros y negras meneando las caderas. Esa tarde de domingo, en esa salita abarrotada, al abordaje en un entrechocar de sables, as y ah y entonces naci mi amor al cine.40

El ritmo y el tono propio que logra crear a travs de los particulares recursos estilsticos de su voz narrativa: crudeza y humor, acontecimiento y reflexin, exageracin y verosimilitud, grosera y poesa: todos estos elementos van dando impulso a la narracin que compromete al lector modelo, aquel lector que acepta el pacto narrativo y que activamente reconstruye la obra.

El fantasma del yo que pasa por estas pginas, de nio, de hombre, de viejo, no sabe quin es ni que quiere. Pero es fantasma no por limitacin de mis palabras: porque as soy41.

All se rompen las formas, se subvierte y se combinan los estilos. Prima lo subjetivo, la opinin y la reiteracin constante de ellas: crea una tautologa discursiva que acompaa y valora los sucesos del personaje.

Y ahora toma aire Pearanda, contn la respiracin, rmate de paciencia, papel y lpiz y brete prrafo aparte que te voy a dictar un chorizo, lo que este libro al terminar40 41

Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Los caminos a Roma. Bogot, Alfaguara, 1999, 337. Vallejo, Fernando. El ro del tiempo Aos de indulgencia Bogot, Alfaguara, 1999, 490.

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ha de ser, cuando adquiera su prstino genio y figura, cuando acabe, cuando acabe. Un libro as: chocarrero, burletero, puetero, altanero, arrogante, denigrante, delirante, desafiante, insultante, colrico, impdico, irnico, ilgico, rtmico, cnico, lgubre, hermtico, apstata, sacrlego, catico, nostlgico, perifrstico, pleonstico, esquizofrnico, parablico, paradjico, inservible, irrepetible, irreparable, irresponsable, implacable, indolente, insolente, impertinente, repelente, recurrente, maldiciente, demente, senil, pueril, brujeril, burln, rampln, parcial, sectario, atrabiliario, escabroso, empalagoso, tortuoso, tendencioso, rencoroso, sentencioso, verboso, cenagoso, vertiginoso, luctuoso, memorioso, caprichoso, jactancioso, ocioso, lluvioso, luminoso, oscuro, nublado, empantanado, soleado, alucinado, desquiciado, descentrado, solapado, calculado, obstinado, atrabancado, desorbitado, iracundo, bufo, denso, impo, arcano, arcaico, repetitivo, reiterativo, exhaustivo, obsesivo, jacobino, viperino, vituperino, luciferino, hereje, iconoclasta, blasfemo, ciego, sordo, necio, obsceno, rojo, negro, terco, torvo, terso, gratuito, execrable, excntrico, paranoico, infame, siniestro, perverso, relapso, pertinaz, veraz, veloz, atroz, soez, sagaz, mordaz, feliz, falaz, revelador, olvidadizo, espontneo, inmoral, insensato, payaso, y como dijimos antes de empezar y para que no se te vaya a olvidar, cuentavidas, deslenguado e hijueputa.42

La obra de Vallejo se nos presenta slida, segura, clara. Con la certeza del escritor que no teme equivocarse porque est convencido de lo que hace. Su particular forma de utilizar la narrativa para permitirse expresar un discurso en el que une lo literario y la opinin subjetiva de su narrador.

42

Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Entre fantasmas. Bogot, Alfaguara, 1999, 620.

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E. EL DISCURSO LITERARIO Y SUS REFERENTES HISTRICOS.

El choque constante que produce y busca la obra narrativa de Vallejo tiene antecedentes reconocidos en la historia de la literatura. Re-significar la realidad para interpretarla fue y ser parte de la labor de toda expresin artstica. Pero, sin esa re-significacin, ya sea formal o temtica, qu aportara el nuevo objeto artstico? El rey necesita del bufn, la sociedad necesita de la novela. La novela y el bufn emanan del carnaval medieval, necesitan subvertir el orden y el status para posibilitar a la corte y a la sociedad la reflexin de mirarse en ellos como un espejo y reflexionar sobre lo que son y lo que deberan ser.

Literatura sin la posibilidad de referentes empricos no puede ser interpretada. Uno de los principales valores de la literatura es precisamente que es representacin de la existencia. Su tema central es el individuo y la relacin de ste con el mundo que lo rodea. Los lectores pueden pensar que lo que dice tal obra no corresponde al inters que ellos tienen en la literatura, pero descalificar la obra literaria de un autor porque lo que dicen o hacen sus personajes es incorrecto social y culturalmente; adems, interpretar la obra exclusivamente desde los significantes biogrficos del autor en pleno siglo XXI, es retroceder siglos en la historia del arte universal.

La teora semitica permiti identificar cuatro dimensiones para comprender la dimensin discursiva de la narracin: el autor emprico, el narrador o autor modelo,

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lector emprico, lector ideal o narratario evidenciando as un dilogo constante entre el narrador y el narratario. A partir de estos desarrollos, surgieron tendencias que ponen en relacin el uso de la lengua, fundamentalmente la escrita, con la situacin de comunicacin, ya que el texto visto como un evento comunicativo particular en el que participan miembros de una comunidad lingstica que desempean papeles sociales (enunciador enunciatario / narrador narratario ) y entre los cuales existen relaciones sociales tambin determinantes).43 Estas concepciones permiten valorar la importancia de la recepcin en la narracin. No slo la obra depende del narrador. La figura del narratario surge como mecanismo que permite la solidificacin del objeto literario al establecer un dilogo y as continuar su produccin mediante la interpretacin.

Ustedes no necesitan, por supuesto, que les explique qu es un sicario. Mi abuelo s, necesitara, pero mi abuelo muri hace aos y aos. Se muri mi pobre abuelo sin conocer el tren elevado ni los sicarios, fumando cigarrillos Victoria que usted, apuesto, no ha odo siquiera mencionar. Los victoria eran el bazuco de los viejos, y el bazuco es cocana impura fumada, que hoy fuman los jvenes para ver ms torcida la torcida realidad, o no? Corrjame si yerro. Abuelo, por si acaso me puedes or del otro lado de la eternidad, te voy a decir qu es un sicario: un muchachito, a veces un nio, que mata por encargo.44

La obra literaria de Vallejo exige, como toda literatura, que el lector acepte el pacto narrativo que el autor emprico establece y que se interprete la representacin que su obra da del mundo, al igual que toda la literatura lo ha hecho desde sus

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Contursi, Mara y Ferro, Fabiola. La narracin: Usos y Teoras. Bogot, Norma, 2000,23. Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. Bogot, Alfaguara, 1994, 9-10

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orgenes, sin importar la cercana al mundo emprico del lector. La novela es la forma literaria que ha permitido mayores libertades en su creacin. No posee, como la lrica o el teatro, unos lmites claros desde su gnesis. Desde la antigua Grecia, con la retrica de Aristteles, hasta nuestros das, contina su permanente evolucin en la forma de los gneros. Los autores se han permitido toda clase de licencias con la forma novelesca. Esa ausencia clara de lmites y la continua experimentacin, han dado un inusitado nmero de posibilidades a los escritores. Durante el siglo de oro espaol obras como el Lazarillo de Tormes manifiestan mediante el juego de la forma autobiogrfica la simbiosis del discurso histrico y el ficcional, permitiendo al autor criticar su tiempo e incluso su literatura, un hroe abyecto, un pcaro como protagonista que se enfrentaba al ideal caballeresco, da cuenta de los arquetipos oficiales de la poca. La picaresca permite al autor y a su obra satirizar su poca y redefinirla ante el lector: el alto valor histrico y literario de su discurso no posee hoy ninguna duda para la crtica.Algo ntimo en l daba la impresin de que en efecto, como el rumor deca (sugestin del apellido?), lo hubiera aligerado de ciertas partes fundamentales la polica de Batista. Esa cara oval de eunuco oculta tras de la barba, y el cacareo gesticulante, chilln, de su voz demagoga Pero no, no era cuestin de castrado o no castrado, la cuestin va ms all, mucho ms de lo que usted se imagina. Si se dejaron montar los comits de defensa de la revolucin (yo lo espo, usted me espa), si se dejaron aherrojar la libertad y volver una crcel la isla, y enseorearse de ella la verborrea y la mentira, all ellos. Que cargue con su negra suerte el pueblo imbcil si se dej embaucar. La gente decente por lo menos alcanz a salir, y el que se qued se qued, a m no me preocupan. Lo que me preocupa es l, que hable mi idioma. Y que si le hablo, directamente me entienda. Que puedan tener eco en su cerebro de energmeno asesino, sin intrprete ruso, mis palabras. Cmo concebir que por los mismos cauces mentales por los que ando yo ande l? Simple cuestin de

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lingstica, vaya. No lo soporto en mi idioma. La ficcin general fue creer que era de la misma especie que usted y yo. Con el pasar de los aos, mientras Cuba era menos Cuba y ms crcel, la negra barba no se le fue haciendo blanca? No envejeca, pues, como todo el mundo el tirano? He ah el error de todos,45

El discurso histrico y el discurso literario han estado unidos y han hecho posible una confusin entre sus estructuras. La historiografa se ha elaborado mediante la narrativa y por lo tanto se ha prestado para confundir sus referentes y sus lmites formales. Hasta el siglo XVI se empieza a dividir claramente los hechos como verificables y no verificables, pero incluso an hoy en da la terminologa existente en el idioma espaol, no as en el ingls, se permite confundir la historia como narracin ficcional y la historia como texto de fuentes verificables.

En las obras literarias de la Amrica hispnica se evidencia este fenmeno en las crnicas de El Carnero, 1638 de Juan Rodrguez Freile, donde la ficcin permite recrear hechos histricos que no pertenecen al discurso oficial de la poca. Permitiendo al lector enterarse del da a da privado o pblico de la incipiente sociedad colonial. El uso de la creacin ficcional con referente histrico, es el origen de toda literatura y de toda la historiografa. El periodismo del novelista Daniel Defoe permite en Diario del ao de la peste, 1722, novelar con valor histrico. Aos despus Walter Scott se consideraba a s mismo historiador tanto como novelista y en la Historia de la Revolucin francesa, 1837, Carlyle escriba ms como un novelista que como un historiador moderno46. David Lodge, tambin describe cmo en el siglo XX la novela basada en hechos reales fue45 46

Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: El fuego secreto. Bogot, Alfaguara, 1999, 301-302. Lodge, David. El arte de la ficcin. Barcelona, Pennsula, 1998, 299

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bautizada por Truman Capote despus de su A sangre fra, 1967, como novela de no ficcin y seala otros ejemplos que continan ejemplificando la paradoja de lo literario y lo histrico. La stira a la sociedad o al menos el llamado a ver otros valores y discursos abyectos han sido utilizados como recurso literario en la obra de Norman Mailer y su novela reportaje La cancin del verdugo, 1979. As mismo, las obras de Tom Wolfe se inscribieron en un nuevo movimiento literario llamado por l: Nuevo Periodismo Lo que hay que tener, 1981 y La hoguera de las vanidades, 1987. En ellas Wolfe intenta hacerse cargo de la tarea tradicional de describir la realidad social contempornea, tarea desdeada por novelistas literarios demasiado obsesionados por el mito, la fabulacin y los trucos de la metaficcin para darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor47. El acierto de Vallejo no es utilizar los referentes sino la manera como convierte ese material en literatura sin quedar prisionero de lo autobiogrfico. El lector encuentra una posibilidad ficcional en un mundo verosmil que da cuenta de la realidad de una poca histrica del mundo contemporneo.

Esta Roma no vale con todas sus piedras viejas una rocola sonando en un caf de putas del barrio Guayaquil. Pero la blasfemia slo la pienso, no la escribo. Dejo el consulado, bajo la escalera y salgo a la calle leyendo la carta de ellos, que es mi nico contacto con Medelln, el mundo, por la que s que existo.48

Interpretar, bajo la teora de la comunicacin, la obra literaria implica tambin una responsabilidad para creadores y crticos narrativos, en tanto que la narracin con sus formas, modalidades y temticas reviste procedimientos singulares en funcin47 48

Lodge, David. El arte de la ficcin. Barcelona, Pennsula, 1998, 298. Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Los caminos a Roma. Bogot, Alfaguara, 1999, 349.

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del material que conforma la fbula. No es lo mismo narrar una experiencia personal que una ancdota o suceso que no nos tiene como protagonistas (no slo en un sentido individual, sino tambin en trminos colectivos, nacionales, tnicos, culturales). La narrativa es el tejido con el que tambin se ha construido el discurso histrico y pensar que es posible narrar sin el menor viso de subjetividad sera lo mismo que asegurar que los mapas geogrficos del siglo XVIII representaban con exactitud la Amrica del Sur de su poca. La narracin es el mismo medio que se utiliza para escribir la historia y puesto que todo discurso es una construccin lingstica se enfrenta a la complejidad de ese proceso. Esta realidad abre una situacin que se debe reconocer: El discurso literario y el discurso histrico influyen en la cultura por igual. Desconocer que existe una funcin social como acto comunicativo tanto del discurso literario como del histrico sera tapar el sol con las manos, pero pretender que por saber esa condicin de interpretacin deba haber un lmite o veto en la expresin artstica es desconocer la libertad de expresin de la cultura como suma de particularidades.

Y pensar que ese niito que sali de ah iba a ser el alcalde de Tmesis! Quin lo iba a decir! La vida nos depara tales cosas No haba sin embargo en esa casa, en esa fecha, astrnomo que consignara el prodigio y nos leyera las estrellas. La carrera rumbo a la alcalda de Tmesis fue fulgurante. No digo meterica porque el meteoro cae y Carlos fue siempre para arriba, subiendo, ascendiendo, encumbrndose, Jurisconsulto de la Universidad de Antioquia con postgrado en la Universidad de Medelln y doctorados honoris causa de las pontificas Universidades Javeriana y Bolivariana, Carlos fue inspector de Polica en un barrio, primer secretario de la embajada Colombiana en Madrid, y tuvo el gran honor de hablar en la FAO donde dijo: Hay mucha hambre en el mundo. Con la plata que junt en Madrid ms unos costalados de

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harina que le regalaron en la FAO se compr en Tmesis, y en las vecindades de la finca nuestra La Cascada, una finca que bautiz La Floresta, en una loma conocida como El Hacha, muy nombrada porque ah se apareci una noche de fiesta ante los vecinos congregados el padre Orozco, uno de los primeros prrocos de Tmesis, de hace cien aos y ya canonizado, para decirnos a todos, entre fuegos fatuos: -Me enterraron vivo, hijueputas. Eso, Carlos, es lo que hiciste t al volverte de Madrid por nostalgia y enterrarte en ese pueblo de comemierdas llamado Tmesis y en esa vereda de muertos de hambre llamada El Hacha. Vereda, por si no lo sabe, en Colombia quiere decir casero y antes las haba de dos nicos tipos: conservadoras o liberales. Ahora estn todas mezcladas. Hoy los liberales votan por los conservadores y maana los conservadores votamos por los liberales. Nos hemos modernizado mucho, entramos a la era de la promiscuidad poltica. Todo cambia. Ya no hay misa en latn, se celebra en vernculo. En este mundo sidoso de costumbres relajadas, un da Carlos amaneci postrado: con diarrea y calentura, inapetente, estuporoso, nada se le antojaba. Un caldito de pollo? No. Una sopita de verduras? Tampoco. Carnita de res deshebrada? Ni contestaba. Me acerqu a su cama, le toqu la frente y arda en fiebre. -Carlos, tens que comer. Lo que sea. No se te antoja un muchacho? -Una chispita le brill en los ojos pero se apag al instante. O sea, la cosa era grave, se nos iba a morir el hermano. Qu tendra? Sida? se era el terror de sus terrores. Como en Madrid haba visto morir de eso a tantos Mandamos de urgencia al pueblo por la doctora Rosa Luz Alegra, una infectolog muy buena que le quitaba a Carlos los muchachos pero que lo quera mucho y se vino a caballo volando.() -Qu sida va a ser es dengue! -Ahhhh! exclamamos todos con alivio-. Bendito sea mi Dios. Gracias, doctora, le quedamos eternamente agradecidos, usted lo salv. Pues bien, ese dengue que le encenda a Carlos la cabeza y lo pona a delirar fue el causante de su desvaro: no bien sali la doctora se le meti en la cabeza que quera ser alcalde de Tmesis y que lo tenamos que apoyar. Que Manuel con el plan de desarrollo urbano, que Julio con el forestal, que Antonio con la logstica, que Luis con lo de educacin y salud, que Gloria organizndole la banda de msica, que Jhon impartindoles seminarios de tica a los funcionarios pblicos, que Anbal montndole una protectora de animales, que Marta en restauracin y mantenimiento del

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patrimonio cultural, que yo mandndole desde Mxico por e-mail citas para sus discursos Y as, funcin gratuita para cada uno de los veinte hermanos con extensin ad honorem a los cuados y a las cuadas.49

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Vallejo, Fernando. Mi hermano el alcalde. Bogot, Alfaguara, 2004, 15-16.

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3. CAPTULO SEGUNDO

EL VALOR DE LA PALABRA: EL DISCURSO COMO PERSONAJE.

Quera escribir un libro sobre Nueva York, mi estancia en Nueva York, con unidad de espacio, tiempo y accin, triple fuerza. Pero una cosa es lo que uno quiere y otra lo que uno puede, la vida es as. O por lo menos as es la ma y as este libro, proyecto disparatado. El presente se entremete en el pasado y el pasado no deja vivir. Y el futuro enterito se lo regalo. La vida enciende las ilusiones y las apaga.50

En su propuesta los profesores Garca y Huerta abren la tradicional clasificacin ternaria de gneros a un cuarto gnero terico e histrico: Los gneros didcticoensaysticos, considerados tradicionalmente fuera del mbito de las poticas, y que tratan de materia doctrinal y no ficcional. Sin embargo, comparten la intencin de establecer un acto comunicativo. Algunos escritores de estos gneros no han dejado de lado el propsito esttico, y han construido textos que nada tendran que envidiar a los propiamente llamados narrativos. La divisin en subgneros para este grupo se realiz usando como variable su determinacin formalexpresiva, es decir, objetividad (pica), subjetividad (lrica) y objetividadsubjetividad (dramtica). Segn el estudio de Garca y Huerta, en los subgneros de tipo objetivo primara la exposicin de las ideas en tercera persona y en forma

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Aos de Indulgencia. Bogot, Alfaguara, 1999, 527-528.

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narrativa. Por ejemplo, historiografas y biografas. En los didctico-ensaysticos de tipo subjetivo prima la primera persona: toda la exposicin de la materia se hace en funcin de un yo, cuya interioridad se quiere desentraar de modo profundo en actitud similar a la del poeta lrico. Formas como la autobiografa y la confesin entraran de lleno en esta determinacin formal. Por ltimo, otros subgneros de este grupo aparecen conformados de manera mixta, es decir, dramtica. La figura del autor en tercera persona desaparece para dejar va libre a otros personajes. Es el caso de un importantsimo subgnero, que es el que presenta las fronteras ms borrosas con la novela: el dilogo. Cada vez ms se han ido abriendo las fronteras entre los unos y los otros gneros, hasta el punto de que a lo largo de la historia literaria se advierte que los lmites entre lo didctico y lo narrativo han llegado a fundirse.

Yo soy el que s que soy, uno en su interior no tiene nombre. Ese que ven los dems o que pasa por estas pginas engaosas diciendo yo no soy yo, es un espejismo del otro, su reflejo en un ro turbulento y pantanoso. Llmenme como quieran pero no me pongan etiquetas que no soy psiquiatra ni escritor ni director de cine ni nada de nada de nada. Yo soy el que soy y basta. En Colombia todos son doctores. Aqu es el arquitecto tal, el licenciado no se cual, el contador pblico no s que diablos, el profesor no s cuantos. Mucho senador tambin, gobernador, diputado, presidente Rateros todos hijos de su pelona o sea de su puta madre. Y el peridico lambisconeando, acolitando. El peridico es el ms infame despilfarro de papel, la venerable corteza de los rboles vuelta mierda. Ay Tonino Dvila si vivieras! Si vivieras para que vieras! Cunta mierda no ha arrastrado el ro!51

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Entre Fantasmas. Bogot, Alfaguara, 1999, 665-666.

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La obra narrativa de Vallejo utiliza la opinin y el dilogo como elementos predominantes en su narrativa. Este constante contacto entre el narrador y el protagonista con el lector imprimen en la obra otra posibilidad interpretativa. La obra se convierte en un discurso, un ensayo, una perorata lcida y retrica que envuelve al lector en materia doctrinal ms que en ficcional. Lo ficcional en Vallejo es un herramienta esttica con fines ideolgicos.

De acuerdo con lo anterior, en la clasificacin realizada por Antonio Garca Berro y Javier Huerta Calvo en su libro Los gneros literarios: sistema e historia52, los gneros didctico-ensaysticos dentro de la tercera categora, la de expresin dramtica, el dilogo se encuentra con dos de sus formas o manifestaciones: el platnico y el lucianesco o stira menipea. La stira menipea en sus inicios fue considerada como expresin dramtica por su caracterstica formal relevante del dilogo, aunque hoy en da es leda con valores narrativos. Este hecho permite acercarla a la narrativa de Fernando Vallejo desde esa condicin de dilogo interior con la memoria y dilogo explcito establecido con el lector. Esa condicin conversacional que se observa constantemente por el narrador-personaje de la obra narrativa de Fernando Vallejo, es la caracterstica formal ms relevante de su obra.

La interaccin entre lector y texto puede ser explicada adems desde la perspectiva del dilogo. Cada palabra viene con un significado y una expresin propios en medio de una multitud de palabras... Afirma Bajtn que todo discurso es por naturaleza dialgico. La palabra no puede evitar un perpetuo estado de Garca Berro, Antonio y Huerta Calvo, Javier Los Gneros Literarios: Sistema e Historia. Madrid, Ctedra, 1995. 218-222.52

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tensin e interaccin; es el dilogo interno que penetra la estructura. Cada palabra demanda una respuesta. Cada palabra est determinada por lo que no ha sido dicho, por la respuesta que vendr. Por eso no hay comprensin pasiva.53

En consecuencia, la condicin plurigenrica de la obra de Fernando Vallejo es condicin en tanto se acepte el pacto narrativo. Adems, la obra se ve caracterizada por la mezcla de algunas de las variables formales del gnero novelesco que se evidencia en la morfologa de su discurso narrativo. Algunas de esas caractersticas se presentan mediante formas utilizadas por textos clsicos del dilogo y la stira griega y romana, formas (y temticas) que dieron origen, entre otras, a la picaresca del siglo de oro espaol. Las obras correspondientes permiten trazar una simbiosis entre los gneros pico-Narrativos y DidcticoEnsaysticos.

No era que llegara La, la mrtir, que se limitaba a conversar: era que llegbamos nosotros, sus hijos, a revolver, a destruir: llegaba la revolucin. Con el demonio de la movilidad adentro hacindonos cosquillas en la barriga por la pared interior, bamos, venamos, subamos, bajbamos. Veamos un cajn: a esculcarlo; una escalera: a subirla; un pasamanos: a resbalarnos; una veladora encendida: a apagarla; una flor exhibindose: a cortarla; una puerta cerrada: a abrirla; una ventana abierta: a cerrarla; un perro dormido: a despertarlo; un gato inocente: a perseguirlo; un canario prisionero: a liberarlo; un avispero en paz: a alborotarlo; un jarro por el piso: a patearlo; un tarro de confites: a acabrnolo. Todo lo indagbamos, todo lo revisbamos, todo lo preguntbamos. Que por qu esto, que por qu lo otro, que a qu venimos, que cundo nos vamos, que cmo se llama esta seora, que por qu est rica, que por qu est pobre, que por qu est vieja, que por qu est coja Buscbamos bajo las camas, tras de las sillas,53

Pineda, lvaro. Teora de la Novela: Bogot, Plaza y Jans, 1987, 24.

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sobre las mesas No haba intimidad encerrada con candado que pudiera resistir los embates de nuestra curiosidad. Una mueca que deca mam? La despanzurrbamos. Una escoba patas arriba tras una puerta? La enderezbamos. Un cordn de san Francisco? Nos lo ponamos. Una medalla de san Benito? Nos la colgbamos. Y ahora qu hacemos, La, con esta aburricin? Nos lavbamos con jabn las manos, y corramos al solar terregoso a empuercrnolas. Ausente de pecado mortal, la niez es la poca ms tediosa de la vida. Un da, por fin, la deja uno atrs con su vaco incolmable.54

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Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: Los das azules. Bogot, Alfaguara, 1999, 148-149.

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A. DILOGO: LA STIRA MENIPEA.Javier H. Murillo y otros crticos interesados en la obra de Fernando Vallejo han sealado la cercana de la obra de Vallejo con la picaresca. Esta observacin es correcta; sin embargo, este trabajo rastrea fuentes anteriores a la picaresca con el objetivo de continuar indagando en las fuentes crticas de la obra. Se busc en obras que se situaran dentro de los lmites de la mixtura de los gneros estudiados, textos que presentaran caractersticas similares a la obra de Vallejo. Esta bsqueda en parte temtica y en parte formal indaga por obras que se pueden considerar como referentes en el tono y el estilo caractersticos de la voz de la obra narrativa de Fernando Vallejo. As se llega a El Libro de las Stiras o El Satiricn de Petronio Cayo Arbiter, obra genrica de la Stira. La Stira es una composicin en la que se realiza una crtica de las costumbres y vicios de personas o grupos sociales con intencin ldica e intencionalmente burlesca. La obra del autor latino permite caminar por una ciudad de la Italia meridional cercana a Npoles guiado por un narrador protagonista. Un elocuente retrico, casual similitud directa al narrador de Vallejo, que nos cuenta su vida y costumbres desde la primera persona del singular. El narrador y protagonista del Satiricn explica lo que vea y haca, sin pretensiones moralizantes o de cualquier otra clase, y lo hizo con toda desenvoltura y desfachatez, dando rienda suelta tanto a la opinin como a la narracin. Por tal motivo su obra fue considerada escandalosa durante siglos y esta fama le ha seguido hasta hoy. Sin embargo, el calificativo de escandaloso es inadecuado por completo. Sera difcil encontrar otro autor, acaso Vallejo, que explicara tantas situaciones con tanta sencillez y naturalidad, sin darle importancia

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y sin caer nunca en la grosera o en el mal gusto a travs de un lenguaje literario preciso, dinmico y oralmente verstil y elocuente.

Recorr una a una todas las posadas de la ciudad, sin encontrarle, y al fin volv a la ma, para entregarme a mi pasin por Gitn. Le abrac amorosamente, mientras le prodigaba nuevas y clidas caricias y mi dicha igual a mis deseos. Fui en todo concepto digno de envidia. En lo ms dulce de aquellos momentos, Ascilto abri violentamente la puerta y nos sorprendi en pleno xtasis. La habitacin retumb con sus risas y sus estrepitosos aplausos55

***Nos levantamos, tomamos una de tantas botellas de la mesa, y dejndolos a todos mudos nos fuimos a donde Clodomiro, dueo de la felicidad. Cul cuarto quieren? pregunt su voz cuarteada. Cualquiera. Vale tanto. Yo pago. Y le entregu mi reloj: el primero, el ltimo. Y en el acto se me detuvo el tiempo: hasta entonces haba vivido para vivir; en adelante creo que he vivido para recordar.56

Cabe recordar que el texto de Petronio sirvi para describir su sociedad en el mejor latn de la poca, permitiendo no solo conocer hechos sino la lengua de la poca, el uso de coloquialismos en sus dilogos, hbilmente introducidos por los personajes de la obra. De esta manera, El Satiricn hoy genera procesos de autoconciencia para su sociedad y la cultura occidental en general. Este valor didctico y literario fue comentado por el reconocido editor, traductor y crtico, espaol Juan B. Bergua, quien en los aos sesenta escriba: () y as como resultara arbitrario tachar de virtuoso al que se limitase a describir actos de virtud, ni virtud sera, en realidad, el referir tales actos, no menos arbitrario sera tildar de inmoral al que cuanto [sic] hace es poner ante los ojos de los dems un espejo en el que refleja una sociedad decadente, y de inmoral su relacin. Del vocablo5556

Petronio, Cayo. La novela Romana: El Satiricn. Madrid, Senn Martn, 1964, XI. Vallejo, Fernando. El ro del tiempo: El fuego secreto. Bogot, Alfaguara, 1999, 195.

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inmoralidad se ha abusado mucho, emplendole sin razn y sin fundamento, es decir, sin la oportunidad debida, al aplicarle a todo cuanto va desde lo simplemente ertico y amoroso, que puede y suele no tener nada de inmoral, a lo obsceno y a lo lbrico que, esto s, como inmoral puede y debe ser calificado. () pero nadie levant jams la voz para decir algo semejante del Satiricn ni de Las Metamorfosis de Apuleyo, verdadero y admirable cuadro de costumbres, el primero, y pura y simple narracin de aventuras, el segundo El Satiricn transcurre en un mbito no idealizado, al igual que la obra de Vallejo. En ambos textos el mundo es grotesco y burln, fuera de los lmites sociales, en el que sus protagonistas y narradores, tipos de pocos recatos, cuentan la historia de sus experiencias en su mundo presente. El narrador y protagonista de El Satiricn Eumolpo revela, mediante sus viajes y aventuras con Gitn y Ascylto, el carcter y la condicin humana del horizonte social de Roma.

Leer hoy en da, separados por la distancia temporal, los hechos narrados por Eumolpo, permite ver de otra manera la vida en la capital del Imperio y, quizs, de un modo tan valioso como la trasmitida por los historiadores que se limitaban a las demarcaciones de la forma, el tema y discurso oficial. Representar la existencia ha permitido, se quiera creer o no, conocer histricamente hechos que se hubieran perdido en el tiempo e imposibilitado el conocimiento valioso de hechos cotidianos, pensamientos individuales, discursos al margen de la costumbre, actividades no bien vistas y generalmente suprimidas de los grandes libros de la historia, pero que, como sabemos, constituyen tambin el origen y el desarrollo autntico de toda cultura. 55

Qu son esas novedades? pregunt. Y l, con voz apagada, continu: Vagaba por toda la ciudad, sin encontrar nuestro albergue y se me acerc un padre de familia, de venerable aspecto, que se ofreci a guiarme. Acept. Cruzamos varias calles oscuras y estrechas hasta dar con esta casa y entonces pretendi comprar mi estupor con dinero, llegando incluso a suplicarme para que me decidiese. Ya le haba pagado la habitacin a la meretriz y el stiro me empujaba hacia dentro con incontenible deseo. De no resistirme con tanto vigor me habran ultrajado. Mientras Ascylto me iba contando sus aventuras, vino a nuestro encuentro el mismo padre de familia, a quien acompaaba una mujer de bastante belleza57 ***

El da que digo sigue a la noche que cont, noche horrsona, borracha, horrida nox de borrasca, la de la fiesta de Queens en que el pleito de mi hermano me hizo perder mi paisano, el que iba a ser justamente el gran amor de mi vida por lo cual me busco un hustler o alma caritativa de esas que venden su belleza a cuentagotas con taxmetro porque la belleza es efmera, pasa rpido, se va. Algero pues de ropa el angelito aqu lo tienen en mis brazos con los brazos bajo la nuca fumando un cigarrillo Camel. Yo tengo por principio no describir en detalle lo que la tarde me trae, lo que la noche me da. Entiendo que hay una moral pblica, a la cual corresponde una inmoralidad privada, pero callada. Y que por mi boca no hablar. De la pornografa lbrame seor palmo a palmo, o hzme caer la lengua. Slo me limito entonces a evocar del susodicho encuentro un embriagante olor a pino, a roble, primigenio, que me arrastra en su turbacin de locura, a m y a mi alma libre, prehumana, oscura como una caverna en cuyos techos hay pintados bisontes. Y qu ms? Y nada ms. Sin el estorboso, el lagrimoso amor. Nunca he pedido una correspondencia. Yo alcanzo a oir dentro de m mismo mi propia voz como si me la devolviera el eco. Ojos de envidia quisieran falsear esta dicha, y ver donde hay una felicidad clara una felicidad turbia. No hay tal. Es lmpida y lo digo yo. Hecho lo que vinimos a hacer le pago: mi sueldo del mes: lo que le iba a dar al psiquiatra pues.5857

Petronio, Cayo. La novela Romana: El Satiricn. Madrid, Senn Martn, 1964, IX.

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Aunque uno de los valores ms llamativos de estos pasajes del Satiricn es su mesura y contencin, con la aparente intencin de describir y mostrar costumbres y vicios de la vida cotidiana de los romanos sin juzgarlos, se encuentra all el lector frente a las costumbres y los vicios de la sociedad. El ttulo mismo del libro revela esa funcin analtica ejercida por alguien que registra en su mirada y su voz las caractersticas de esa vida cotidiana en la que se pone nfasis en conductas y manifestaciones que arrastran a los personajes por lugares en los que ellos revelan la fragilidad de lo que los rodea frente a los valores: una doble moral que veladamente se convierte en alimento de la stira. El Festn o banquete de Trimalcin, el fragmento ms representativo del Satiricn proporciona al lector un cuadro con los ms vivos y reales hechos de la stira latina. La agudeza y comicidad formal de las situaciones, rebozadas de certeza crtica gracias a la abundante cultura del autor, se manifiestan en los atinados juicios sobre la vanidad social, costumbres gastronmicas, literatura, cultura en general, retrica, la educacin de su tiempo, entre otras temticas. Sin embargo, se advierte una intencin claramente didctica o al menos discursiva como seala tambin Juan B. Bergua: En fin , El Satiricn es un cuadro vivo y fehaciente de la relajada sociedad de entonces; un cuadro perfecto en medio de cuyas aparentes inmoralidades -que no son del autor, ciertamente, que escribe sin otro propsito, aparte del crtico, que deleitar y