La Batalla de Magnesia
Esta batalla tiene grandísimo interés entre los amantes de las tácticas militares de la antigüedad
debido a que fue una de las no muchas batallas campales entre la legión romana y la falange
macedonia. Siempre que se ha comparado a Alejandro magno y a Julio César (ya Tito Livio jugaba
con esta idea), se remiten a los enfrentamientos entre Roma y los Estados sucesores de aquel
efímero imperio que fundara el hijo de Filipo II.
En el siguiente artículo no solamente se narrará la batalla, sino que haré también un breve análisis
sobre los enormes errores que cometió Antíoco III Megás y de como desaprovechó el enorme
potencial del ejército que comandaba. Se que es fácil hacer siempre una crítica posterior sabiendo el
resultado de una batalla, pero no es menos cierto que éstas se rigen por unas reglas básicas que si
no se aplican es segura la derrota.
PROLEGÓMENOS:
Oficialmente la guerra entre Antíoco III y Roma empieza en la asamblea de Egio, en Acaya, en el 192
a.C. , durante la cual se declaró formalmente la guerra entre ambas potencias tras diversas
reuniones entre sus respectivas embajadas. Tras esta nueva situación Antíoco toma la delantera
invadiendo la estratégica isla de Eubea utilizando para ello a toda su flota, 3000 hombres al mando
de Menipo y 6000 seleúcidas, más unos pocos miles de etolios comandados por el mismo rey.
Avanza a través de Tesalia (191 a.C.) alarmando a Filipo V, rey de Macedonia, que en vez de aliarse al
seleúcida tal y como esperaba este, alertó a los romanos. No tardó mucho Antíoco en tomar las
ciudades de Feras, Escotusa, Cramón, etc., invadiendo casi toda la comarca. Entre el invierno y la
aproximación de las tropas romanas, el rey se vio incapaz de tomar Larisa. Este fue el punto de
inflexión que puso fin a las victorias del rey sirio, que perdió con la misma rapidez con que lo había
tomado todo el territorio conquistado hasta entonces hasta el paso de las Termópilas. Allí se hizo
fuerte con 10.000 hombres y unos cuantos elefantes y caballería, pero de nuevo la fortuna no le
acompañó o más bien su incompetencia y la de sus aliados etolios, pues aseguró la retaguardia con
una tropa tampoco fiable como era la etolia, vez de mandar junto ellos a un pequeño destacamento
de soldados de su confianza. Tras perder a casi todo su ejército salvo a 500, huyó a Calcide y desde
allí a Éfeso.
No tardó mucho tiempo para que se agitaran las aguas de nuevo tal y como le advirtió Aníbal Barca,
llevando los romanos la guerra a Asia (que hubiera sido de Roma si en vez de con mandar las fuerzas
Antíoco las hubiera manejado el cartaginés), siendo de nuevo derrotado Megás naválmente en la
batalla de Córico (190 a.C.). A continuación en Panormo la flota rodia es diezmada, tras lo cual se
intenta infructuosamente por el bando romano tomar hasta dos veces la ciudad de Pátara. Mientras
tanto, Seleuco pone sitio a Pérgamo, pero es derrotado debido a la indisciplina de los soldados que
en vez de estar en sus puestos andaban dispersos entregados a la holgazanería.
Anibal y Apolonio, a los mandos de la más numerosa, pero de menor calidad flota seleúcida,
combaten en Sida contra la flota rodana, perdiendo la batalla, pero salvando gran cantidad de navíos
gracias a que no pudieron ser perseguidos. Poco después de esto Antíoco ve imposible una alianza
con el rey Prusias de Bitinia, que se echa en manos romanas tras la visita de Gayo Livio.
Tras estos sucesos el rey seleúcida prepara en Éfeso una poderosa flota de 89 buques para intentar
obtener de una vez por todas la supremacía naval. Envió su flota al mando del almirante Polixénidas
a enfrentarse a la escuadra romana, mientras que él marchó hasta Nocio (Colofón marítima), ciudad
estratégica, pues estaba tan cercana a Éfeso que alertarían a los romanos de cualquier movimiento
que hicieran. Cerca de la isla de Mioneso fracasa una argucia del almirante seleúcida presenta
batalla a la flota romana en alta mar, sufriendo una severa derrota. Esto supone un drástico cambio
de planes para Antíoco III, que abandona el asedio, retira la guarnición de Lisimaquia (error
mayúsculo, esta ciudad estaba bien defendida, aguantaría el invierno entero graias a sus reservas,
cosa que los atacantes no es seguro que lo lograran y además sirvió en bandeja a los romanos todos
los víveres de la ciudad) y se retira a Sardes. De esta manera pierde totalmente el control del mar, y
con ello el poder proteger sus numerosas posesiones. La salida que busca es ofrecerles a los
romanos el acabar con la guerra en una sola acción, y esta se dará en Magnesia del Sipilos. En
previsión de una batalla campal envía emisarios al rey capadocio Ariarate IV, para obtener refuerzos.
Sucedió un hecho muy llamativo, el de la captura del hijo de Escipión, el Africano, probablemente
tras el desembarco de las fuerzas romanas en Asia, en una operación de reconocimiento cerca del
campamento real. Este hecho conmocionó mucho al héroe de Zama, que fue trasladado enfermo a
Elea, a pesar de que fue advertido por un emisario del rey de que sería entregado sin rescate alguno.
Aunque pudiese obtener algún beneficio de esta captura, la verdad que el rey seleúcida no lo hizo, y
cumplió su palabra ante las noticias de que El Africano enfermó, y eso que este se negó a dar unas
condiciones más benignas para obtener la paz al emisario real, imponiéndole el abandono de toda
AnatoliaAntíoco III.
Partió el ejercito consular desde su campamento cerca del Helesponto, pasando por Dárdano, Reteo
y la moderna Troya (Ilio), donde fueron recibidos como oriundos de allí (recordemos que se creía
que Rómulo y Remo eran descendientes de Eneas, el héroe troyano). Tras los correspondientes
sacrificios en el templo de Minerva siguieron su ruta hasta que en el sexto día desde su salida del
Helesponto llegaron a las fuentes del río Caico. Allí se les unió Éumenes, que traía a sus auxiliares
consigo, pero con prontitud marchó de nuevo a Pérgamo a ocuparse del envío de provisiones,
cuantas más mejor, pues querían encontrarse lo antes posible con Antíoco, pues el invierno se les
echaba ya encima. Este estaba cerca de Tiatira, pero cambió de posición hasta Magnesia de Sípilo
ante el consejo que Escipión le dió al devolverle su hijo, que no aceptara batalla hasta que él
estuviera en el campamento romano y no en Elea, donde reposaba de su enfermedad. Para ganar
aun más tiempo fortificó notablemente su posición, construyendo un foso alrededor del
campamento de 2,64 m de profundidad por 5,28 m de ancho, una doble empalizada alrededor del
exterior del foso y una muralla con muchas torres tras el foso. Como vemos una posición muy difícil
de tomar, lo que le garantizaría el poder decidir cuando se daría la batalla.
El ejército consular de Lucio Cornelio Escipión marchó a la anterior posición de Antíoco, creyendo
que se encontraba todavía allí, asi que ante la nueva realidad, se dispuso a seguir las huellas dejadas
por el ejercito enemigo. Llegó hasta el río Frigio (afluente del Hermo, actual Kum), acampando a
unos 6 km del enemigo, dejando el río entre los dos ejercitos para mayor seguridad. Pero lo que
debió haber hecho mucho antes, lo hace ahora Antíoco, tarde y mal; hostiga con unos 1000 de
caballería gálata, daha y otros arqueros montados a los romanos, hasta que estos se reagrupan y les
responden, persiguiéndolos y capturando a algunos que no consiguieron cruzar el río. Estos arqueros
a caballo podrían haber hostigado perfectamente a los romanos desde su desembarco en Anatolia,
minando la moral y causando ciertas bajas.
Al tercer día del ataque los romanos vadean el río y acampan esta vez a tan solo 3 km del seleúcida.
Mientras construían el campamento fueron atacados por unos 3000 hombres de infantería y
caballería ligera, pero después del caos inicial son rechazados, matando a 100 y capturando a otros
tantos.
Después de este desastroso ataque (uno más dentro de un estado mayor un tanto incompetente
como se ha podido apreciar a lo largo de toda la campaña, y como no, en la batalla también), y tras 4
días tranquilos, los romanos avanzan al centro de la llanura en disposición de entablar combate,
pero Antíoco parece no querer enfrentarse todavía a ellos, lo que hace que se reúnan en consejo de
guerra los romanos para deliberar que hacen, pues el invierno está al caer y deben de hacer algo y
rápido, o marchar a los cuarteles de invierno o presentar batalla como sea. Prevalece la opción mas
agresiva, debido a la alta moral entre los romanos, donde todo han sido victorias frente a un
enemigo que no causa ya temor alguno, viéndose capaces de derrotarlos. Acercaron al tercer día
aun más el campamento romano al del rey, ante la opción del asalto, pero no hizo falta, Antíoco
decidió salir con sus tropas en disposición de batalla para no minar aún más la moral de su tropa.
FUERZAS ENFRENTADAS:
Romanos:
• Dos legiones romanas, cada una formada por 5400 hombres según Livio, lo que nos da un
número anormalmente alto, y teniendo en cuenta que la legión solía estar formada por 4200
soldados. Para aumentar el tamaño de la legión se solía recurrir a añadir más reclutas a los
cuadros de hastati, princeps y velites a partes iguales, manteniéndose un número constante
tanto de triarii como de equites (Véase Polibio). Por lo tanto podemos dividir a estas
legiones en 3 líneas integradas cada una por unos 1500 legionarios y una cuarta por 600:
1. Velites: dispuestos en primera línea durante las escaramuzas, pero en cuanto iba a comenzar
el combate cuerpo a cuerpo se retiraban entre los huecos que habían entre los manípulos.
Eran velites aquellos hombres demasiado jóvenes como para combatir cuerpo a cuerpo o
para poder costearse un equipamiento pesado. Iban armados con un haz de jabalinas, una
espada (según Polibio hispánica, pero en mi opinión, aunque yo no generalizaría y puede
que muchos de ellos llevaran un simple y barato puñal), un escudo pequeño y redondo y
casco. Solían llevar unas capuchas de pieles de animales principalmente de lobos.
2. Hastati: estos sí que formaban parte de la primera línea de combate, pues era infantería de
linea bien equipada, con un casco de bronce tipo montefortino, el scutum (un escudo oval
muy pesado y de unos 120 cm x 60 cm, de madera con los bordes reforzados con bronce),
una greba en la pierna más expuesta, la izquierda, y como coraza lo más usual era una
pequeña placa de bronce, ya fuera rectangular o circular, ya que la cota de malla era muy
cara. Como armamento ofensivo disponían de una espada hispánica y 2 pila (jabalinas
pesadas con punta y parte del hastil de hierro, siendo el resto de madera) uno pesado y otro
ligero. Eran hastati los soldados que tenían unos veinte años de edad.
3. Princeps: disponían del mismo equipamiento que los hastati, sólo que eran algo mayores
entre los 25 y poco más de treinta años de edad. Llevaban probablemente mayor protección
que los hastati, abundando algo más las cotas de malla por ejemplo.
4. Triaii: eran los soldados más veteranos y experimentados, por lo tanto había un número
limitado de ellos. Su forma de combatir y equipamiento eran un residuo del ejército
hoplítico romano. Como protección disponían del scutum, un casco de bronce (como el
etrusco-corintio, muy común), 2 grebas y la cota de malla. Como armas disponía de la
espada hispánica (gladius hispaniensis) y de la lanza hoplítica. Su cometido a diferencia de
las otras tropas, presentar muro de escudos para proteger la retirada ordenada del resto del
ejército, o como línea de último recurso.
• Dos legiones de aliados y latinos, denominadas alae, las cuales se dividían en cohortes de
entre 400 y 600 soldados mandadas por tres prefectos romanos (praefecti sociorum).
También disponían de 5400 soldados. Su modo de pelear y equipamiento eran iguales al
romano.
• 2000 auxiliares de Éumenes (que se reuniría posteriormente con el ejército romano),
probablemente tureoforoi, es decir, peltastas, pero no nos confundamos con los antiguos
peltastas tracios, estos eran helenísticos, y fueron haciéndose cada vez más pesados,
convirtiéndose en infantería pesada de características parecidas a la romana. Disponían de
casco de bronce, tureos (versión helenística del escudo galo del que también descendía en
scutum, y era algo menor al romano), linothorax, botas altas, espada y lanza hoplítica. Eran
mas polivalentes, pues no solo actuaban como infantería de primera línea, sino que podían
hacer guerra de guerrillas en las montañas. También los había que hostigaban con jabalinas,
y menos protegidos, sin armadura o con una simple spolas (jubón acolchado).
• 3000 soldados de infantería ligera aquea, peltastas para más señas.
• 500 arqueros cretenses. Eran tropas muy cotizadas debido a su maestría con el arco, ser
cretense era sinónimo de ser arquero. No llevaban protección alguna, solo su gorro de ala
ancha llamado petasos que evitaba deslumbramientos debido al sol y su carcaj con flechas.
Excelente movilidad por tanto, pero incapaces de hacer frente a casi ningún enemigo en el
combate cuerpo a cuerpo.
• 500 honderos de Trales, al este de Éfeso, donde la moderna Aydin. Al igual que los arqueros,
carecían de cualquier protección, por lo tanto debían evitar el frente de batalla. Superaba en
alcance al arco simple e incluso al compuesto, con un rango de efectividad que iba hasta los
300 m, aunque también dependía de lo protegido que estuviera el enemigo. Con los glandes
de las hondas se podía matar o dejar gravemente herido a un soldado aunque le diera en
casco o armadura, debido a que hería por golpe no por perforación. Las heridas eran muy
dolorosas y de difícil cura debido a que solían romper huesos, órganos internos, vasos
sanguíneos, etc, traumatismos que a diferencia de los cortes o perforaciones, apenas tenían
cura en aquella época.
• 2000 peltastas tracios y macedonios. No estuvieron en la línea de batalla, pero protegieron
el campamento con gran efectividad.
• 16 elefantes africanos. Eran más pequeños que los indios, con una altura máxima de 2,5 m.
Levaban un mahout, no disponiendo de torres o mas combatientes, pues su ataque radicaba
en la carga del animal.
• 3200 aprox. de caballería romana y latina. Serían unos 600 romanos y el resto latinos. Su
equipo de protección sería un yelmo de bronce, una coraza ya fuera de bronce o de lino
(linothorax), y un escudo circular. Como armamento una lanza y una espada más larga que la
de los legionarios, ya que atacaban desde más distancia y un haz de jabalinas.
• 800 jinetes de Éumenes. Serían similares a los romanos, ya que éstos iban equipados al
modo helenístico según nos cuenta Polibio.
Seleúcidas:
• 16.000 falangitas: formaron durante la batalla en una profundidad de 32 filas, el doble de lo
habitual en este tipo de formación. El falangita iba armado con una pica de entre 5,6 y 6,3 m
según Polibio (concretamente nos da la cifra de 14 codos), la cual se manejaba con las dos
manos, sobresaliendo por delante de la mano izquierda, que era la más adelantada, cinco
séptimas partes de la longitud de la pica (llamada sarissa). En caso de que se rompiera la
lanza podían recurrir a la espada que solían portar, llamada xiphos. Como elementos de
protección disponían de un casco de bronce, normalmente tracio, una coraza de bronce en
las filas más adelantadas, linothorax en el resto e incluso podrían carecer de protección
alguna en el torso las filas más atrasadas. Las grebas también eran un elemento común,
sobre todo en la pierna izquierda y por supuesto no podía faltar el escudo, de unos 60 cm de
diámetro y hecho de madera con una fina lámina de bronce en su cara externa.
Debido a que tenían las
dos manos ocupadas agarrando la sarissa, sujetaban el escudo a través de una correa de
cuero (telamón) que les pasaban alrededor del hombro. Formaban en un tipo de unidad
llamada falange macedonia, similar a la falange hoplítica, pero que en vez de mostrar un
muro de escudos mostraban un muro de lanzas. Por delante de la primera fila de soldados
sobresalían cinco filas de lanzas, o lo que es lo mismo, tenía una fuerza de combate como
mínimo cinco veces mayor (10 veces mayor que la legión romana según nos relata Polibio) a
cualquier otra unidad conocida, por eso es que todos autores antiguos coinciden en que
frontalmente (si la línea no estaba rota) era invencible e inabordable. Normalmente se
utilizaban formaciones más profundas de lo normal, como en el caso de esta batalla para
aumentar el empuje y romper la formación enemiga, ya que la fuerza de la falange también
residía en el empuje de las filas traseras, que aunque no combatían, empujaban a sus
compañeros con las sarissas que tenían de pie apoyadas en las espaldas de sus compañeros.
Como todo en esta vida, la falange macedonia también tenía sus defectos. Era vulnerable en
los flancos y retaguardia, y si debido al avance, retroceso o a irregularidades del terreno se
formaban huecos en la formación, la formación entraba en una situación muy vulnerable.
Los espartanos para evitar la ruptura de la falange recurrían a unos flautistas que marcaban
el paso, subsanando así el problema, aunque también tenían una buena disciplina de marcha
que evitaría en parte estos problemas. Una buena elección del terreno en el que batallar
también hacía la falange invulnerable a dicho problema como bien sabían los grandes
generales. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en el excelentísimo general espartiata
Xantipo, el cual aniquiló en Bagradas con un ejército de escasa calidad basado en la falange a
uno de superior calidad y bien dirigido como era el del romano Atilio Régulo.
• Un número indeterminado de infantería tarentina, varios miles de peltastas probablemente.
• 3000 argiráspides, llamados así por el color plata de sus escudos.
• 3000 infantes gálatas: descendientes de aquel ejército galo que invadiera Grecia allá por el
año 280 a.C. y que acabó con su aventura en el centro de la península de Anatolia. El tipo de
armamento y de combate era igual al que usaban los galos autóctonos, es decir, espada de
tajo de unos 100 cm de largo, casco de bronce o hierro y cota de malla en el menor de los
casos, pues en general sólo llevaba en unos pantalones a la guerra. Disponían de un escudo
oval plano de grandes dimensiones, similar al romano. Eran famosos los galos por su tamaño
y su fuerza, muy importantes en la carga inicial que era tremenda, capaz de derrotar a un
ejército. El problema venía según avanzaba el combate, pues perdían el ímpetu
rápidamente.
• 2000 capadocios enviados por Ariarate IV, rey de Capadocia y yerno de Antíoco. Llevaban un
armamento similar al de los galogriegos.
• 54 elefantes indios: eran de un tamaño enorme, de unos 3 m en la cruz. Llevaban testeras y
penachos, que a parte de proteger al animal intimidaba todavía más, un paño grueso
alrededor del cuerpo y protecciones en las patas, protegiendo los tendones. Estos si que
iban armados pues no solo disponían del cornaca, sino de una torre con 4 tripulantes
armados con pica, arcos y jabalinas. Por lo tanto no tenían porque exponerse al combate
cuerpo a cuerpo, sino que podían acribillar desde una posición protegida y elevada al
enemigo, evitando también que se acerquen al animal para matarlo.
• 8000 catafractos: 1000 de ellos eran del agema, la caballería real, la más escogida,
compuesta de jinetes medos totalmente acorazados, tanto ellos como sus caballos con
armaduras mas pesadas de lo normal. Otros mil tenían una protección mas ligera que la del
agema y el resto similar.
• 10000 arqueros de muy diversos pueblos como eran cretenses, neocretenses, misios,
elimeos, carios y cilicios.
• 5500 honderos trales y cirtios.
• 4000 peltastas písidas, pánfilos, licios.
• 5400 auxiliares de muy diversas razas, entre ellos curtios y elimeos. Serían infantería ligera
armada según costumbres locales, pero lo más seguro es que dispusieran de un escudo
pequeño y ligero, lanza corta, hacha o jabalinas y carecieran apenas de protección corporal.
• 1200 dahas: también conocidos como escitas. Estos eran arqueros a caballo armados con el
poderosísimo arco compuesto, una obra de arte en toda regla. Tardaba un año en
construirse, pues se debía de dejar el tiempo necesario para que secara la cola empleada.
Uno de tipo complejo disponía de un armazón de madera revestida con hasta (ya sea de
búfalo, cabra, etc, todo dependía de los recursos de la zona) en el interior y con tendones
por el exterior. Se pegaban entre si con cola extraida de la espina de los peces y otros
animales, y reforzadas las uniones con tiras de cuero empapadas en cola también. Si difícil
era su elaboración, también lo era su empleo, para lo cual se necesitaban años de
experiencia, aunque los escitas nacian ya casi sabiendo. El alcance en combate del arco se
estima en casi 300 metros, aunque una vez mas esto dependía de la protección del enemigo,
no era lo mismo disparar a un peltasta ligero que a un legionario. A parte del arco disponían
de flechas con puntas pequeñas y macizas, aptas para la perforación, transportadas en su
gorytos (carcaj) en un número de hasta 70. Pero esto no es todo, pues no solo eran maestros
en la monta, en la cual se iniciaban desde muy niños, sino que podían disparar en la retirada
(también conocido como disparo parto), con lo que ello suponía.
• 2500 jinetes gálatas. Iban armados con un escudo, lanza corta y carecían de armadura. Poco
disciplinados como era habitual en las tropas galas.
• 300 árabes montados sobre dromedarios. Este es un animal de unos 215 cm de altura, por lo
tanto debían de portar espadas de unos 4 codos de larga para poder alcanzar a la infantería.
Eran espadas de filo muy fino, pues en el tipo de combate sin armadura que se daba en el
desierto estas no corrían peligro de romperse, asi que se potenció su filo, pero ante un
scutum podría romperse fácilmente, pero le quedaría su arma principal, el arco. Los
dromedarios causarían el pánico a las unidades de caballería que no estuviesen
acostumbradas, asi que era un elemento útil si se sabía utilizar, ya que su capacidad de carga
y maniobra era limitado.
• Carros falcados: eran carros tirados por 4 caballos protegidos. Llevaban un auriga totalmente
acorazado y solo los ojos dejaban entrever rasgos de humanidad en el conductor de tan
diabólica arma. Esta era verdaderamente terrorífica, y ante tropas poco disciplinadas
causarían pavor y huirían al ver aproximarse a dichas máquinas. Livio nos describe con sumo
detalle las armas de estos carros. Dos o más picas dispuestas alrededor del timón a modo de
cuernos con una longitud de 10 codos, para embestir al enemigo; a cada extremo del yugo
salían 2 hoces, una al mismo nivel del yugo, que partiría en 2 a cualquiera que se hallase en
los lados, y otra algo más baja apuntando al suelo, para dar cuenta de aquellos que se
tiraran para evitar las hoces; 2 hoces en cada eje de la rueda, cada una en dirección opuesta.
A pesar de lo terrible de este arma, no es el más indicado contra la infantería disciplinada,
pues abriría filas disipando la carga (la maniobrabilidad era muy limitada), al igual que
debían evitar la caballería e infantería de proyectil, pues los derrotaría desde la distancia. Lo
suyo sería para la carga contra tropas bisoñas, caballería pesada, o infantería desorganizada.
También un ataque en los flancos sería terrible, inaguantable para cualquier infantería por
muy disciplinada o motivada que estuviera. Un uso incorrecto del arma volvería contra tus
propias tropas a dicha arma, tal y como sabía Éumenes, y que sacó provecho de ello.
ORDEN DE BATALLA:
Romanos: siguieron una disposición clásica. En el centro se dispusieron las dos legiones romanas,
ambas flanqueadas por las otras dos latinas. En primer lugar los velites, luego los hastati, princeps y
triarii, el archiconocido triple aciex. En el ala derecha colocó a todos los peltastas disponibles, tanto
los aqueos como los auxiliares de Éumenes. A continuación de estos puso a 800 jinetes del rey de
Pérgamo y 2000 romanos y aliados. Al final del flanco derecho se situó a las tropas de proyectil, los
1000 trales y cretenses.
El flanco izquierdo por estar protegido con el río, no fue necesario disponer tropa que lo protegiera
(vemos aquí un paralelismo entre la legión y la falange. Los 2 necesitan de protección de tropas mas
móviles en sus flancos, pues los 2 son vulnerables, aunque más en la falange macedonia), pero aún
así 1200 de caballería romana y aliada fueron dispuestos.
Los 16 elefantes africanos fueron relegados detras de los triarios, en reserva, ya que estos poco
podían hacer frente a los elefantes indios.
Seleúcidas: el despliegue de este ejército es un tanto más complicado debido a la diversidad de
tropas de que constaba. En el centro de la formación estaba en los 16.000 falangitas, divididos en 10
secciones separadas por dos elefantes entre cada una y formando en cuadros de 50 columnas por 32
filas. Con esta disposición se conseguiría dos cosas. La primera, obtener una capacidad de empujes
tremenda debido a la profundidad de la formación, y en segundo lugar, al colocar a los elefantes
entre cada syntagma, evitaría en caso de que se separaran algo, que se infiltraran legionarios entre
dichos huecos y formaran la matanza que crearon en Pidna. Esta colocación no es para nada
novedosa, pues ya fue utilizada por el rey Poros en la batalla de Hidaspes. Incluso Apiano utiliza el
mismo símil que Diódoro Sículo, comparando a la falange con una muralla y a los elefantes con las
torres de esta.
Debido a lo complicado de la formación, describiré cada flanco por separado:
Flanco derecho: a la derecha de la falange se colocó en primer lugar a los 1500 galogriegos de
infantería, a su lado 3000 jinetes acorazados, junto con los 1000 de la agema. Cubriendo la derecha
de estos, dieciséis elefantes, a continuación los argiráspides, después los 1200 dahas a caballo
seguidos por 1500 arqueros cretenses y 1500 trales. Añadió a la anterior infantería de proyectil otros
2500 arqueros misios, y ya en el extremo del ala y cerrando la formación 4000 honderos cirtios
combinados con arqueros elimeos.
Flanco izquierdo: dispuestos al igual que en el flanco derecho, 1500 gálatas de infantería cubriendo
la falange, después iban los 2000 capadocios de Ariarate, seguidos por 2700 auxiliares de diversas
razas y de 3000 catafractos, más los 1000 de protección menos pesada; delante de la caballería
estaban los carros falcados y los dromedarios. Siguiendo de disposición de la tropa veríamos a los
tarentinos, después a los 2500 jinetes galogriegos, luego a los 1000 neocretenses, 1500 arqueros
carios y cilicios, y a los otros 1500 Trales y 4000 peltastas pisidas, pánfilos y licios. Ya finalizando este
flanco estarían los 2700 curtios y elimeos y a su izquierda 16 elefantes.
Respecto a los mandos, como era tradición el ala de honor, el de la derecha, correspondía al rey
Antíoco III Megás. El centro era mandado por tres generales, Minión, Zeuxis (strategós en Lidia en el
205 a.C.) y Filipo que comandaba los elefantes. La dirección del ala izquierda estaba confiada a su
hijo Seleuco y al hijo de su hermano, Antípatro.
BATALLA:
El día se presentaba oscuro y sombrío debido a las nubes que se habían formado a partir de la niebla
matutina. Este hecho junto con la humedad, no sólo del río, que se añadió a la que ya había,
perjudicó bastante a las tropas de proyectil seleúcidas. Estas, al disponer de numerosos lanzadores
de proyectil, se vio con una tercera parte de las tropas con un bajo rendimiento. Esto se debía a
varios motivos: a que la cola animal que unía los compuestos con que estaban construidos los arcos
compuestos (hueso, madera y tendones fundamentalmente) se ablandaba con la humedad; el cuero
de las hondas y las correas de las jabalinas también se veían afectadas por la dicha climatología.
Salvo los peltastas aqueos y los honderos y arqueros trales y cretenses, el resto de infantería romana
era de tropa pesada, por tanto no le afectaría ni en los arcos, jabalinas u hondas.
Éumenes, hábil militar, se dio cuenta de lo anteriormente expuesto, así que podía despreocuparse
en cierta medida de toda la infantería ligera que sobrepasaba su flanco. También conocía el doble
filo de los carros falcados, pues estos podían volverse incontrolables si se asustaban a los animales y
herían. Era parecido a lo que ocurría con los elefantes, así que en mi opinión los carros no deben ser
utilizados en los inicios del combate, sino tal y como hizo Pirro de Épiro, dejarlos en segunda fila, y
cuando las tropas estén trabadas en combate y ocupadas, sacarlos al combate y cargar contra el
flanco o la retaguardia, y a poder ser tras derrotar a la caballería, contra la que es muy efectiva.
Pero el uso que se le dio fue para desorganizar la línea enemiga, lo cual está bien si son tropas con
un bajo nivel de moral y con poca disciplina (galos por ejemplo), pero contra tropa competente, o
una de dos, o son aniquilados, o se vuelven contra sus propias tropas. Viendo lo hábil que fue el rey
de Pérgamo, me pregunto yo cuan diferente hubiera sido la batalla si llega a estar él bajo el mando.
Prosigamos con el relato de tan importante batalla. Éumenes manda a toda la tropa bajo su mando,
arqueros cretenses, honderos trales, aqueos peltastas y auxiliares pergamitas, rodear a los carros
falcados, y disparar a los animales, porque si en una cuadriga uno solo de los animales pierde el
control, esta queda inutilizada. De esta manera los caballos, acosados a pedradas, flechazos y
lanzadas volvieron grupas a través del único hueco que le dejaron las tropas de Éumenes. A través
de ese hueco se lograban ver los dromedarios, los primeros en huir de la avalancha de cuchillas que
se les venía encima, y como una bola de nieve, se sumaron los 4000 catafractos, que cercados entre
los tarentinos y gálatas solo tenían una vía de escape, la huida. Apiano culpa del peso de la armadura
el que solo pudieran huir, pero lo descarto totalmente por la razón que he esgrimido. Tal vez los más
pesados no se pudieran apartar con mayor facilidad que los 1000 más ligeros, pero la verdad que
mucha alternativa no les quedaba.
Toda la zona afectada se volvió un caos total, lleno de griteríos, ordenes solapadas por el
jaleo, etc. Aprovechando esto, Éumenes exhortó a la caballería romana para que se unieran a él y
atacar a los gálatas, capadocios y la infantería ligera contigua. Aunque el rey pergamita apelara a la
inexperiencia de esta tropa durante la arenga (las cuales suelen ser de mero desprestigio), es
significativo que no soportaran una carga de caballería, demostrando así la bisoñez de la tropa y lo
acertado que estaba Éumenes. De esta manera liquidaron a dicha tropa, a los restantes y
desorganizados catafractos que quedaban, más los que huían y que debido a su peso no lograron
huir del enemigo.
Por contra, la caballería catafracta de Antíoco III derrotó con facilidad a la romana que estaba en el
margen del río, huyendo también parte de la infantería romana que no aguantó la carga de tan
potente caballería en el flanco duro, el del escudo, el blando sería el derecho, que no está protegido
y es muy vulnerable. Persiguioles hasta el campamento romano, donde el tribuno Marco Emilio, que
estaba al mando de los 2000 peltastas macedonios y tracios, insta a los fugitivos a pelear, matando a
los que no obedecían. Una vez que reorganizó las tropas, se dispuso a hacer frente a la caballería de
Antíoco, que venía en desorden total, pero se le añadió un contingente que para nada esperaba. El
genial Éumenes, artífice de la victoria romana, había enviado a 200 jinetes al mando de su hermano
Átalo desde el flanco derecho, y ante esta perspectiva, de verse rodeado y con sus caballos un tanto
desorganizados por la persecución, Antíoco ordenó volver grupas y huir.
Mientras, por el centro seleúcida las cosas no iban mejor. Las tropas ligeras del flanco derecho que
habían estado hostigando al frente romano y gastado la munición, se ocultó entre las líneas de la
falange, que había perdido la protección de los flancos que habían sido descubiertos tras la derrota
de los gálatas, tanto del flanco derecho como del izquierdo, y de los catafractos. Ante esta situación,
poca cosa podía hacer la falange macedonia y los argiráspides, salvo aguantar la lluvia de proyectiles
de la caballería e infantería romanas. No se atrevieron siquiera a enfrentarse a dicha formación, a
pesar de que los seleúcidas los retaran. Era un muro de espinas, disciplinado y muy veterano.
Ninguno podía romper la formación en persecución de sus enemigos, pues era infantería pesada,
incapaz de atrapar a la otra más ligera, y menos a la caballería, sino se verían solos, y agotados tras
la persecución, a merced de los proyectiles. La derrota estaba cantada, y aun así aguantaron
heroicamente hasta que los proyectiles hicieron mella en los elefantes, que se volvieron
ingobernables y destrozaron la formación seleúcida. Si cada parte del ejercito hubiera cumplido su
función, esto no hubiera ocurrido, los elefantes no debían ser hostigados impunemente, su función
hubiera sido perfecta de chocar con la infantería pesada romana, que ante una muralla de picas y sin
la posibilidad de que se abrieran huecos entre las secciones (como en Pidna), solo les quedaba huir.
Fue el único dispositivo loable de los seleúcidas.
Ya solo quedaban tropas huyendo al campamento seleúcida y romanos persiguiéndolos. Los
hombres de Antíoco según iban llegando al campamento, iban presentado batalla de nuevo frente a
la empalizada, rechazando un primer asalto romano, aunque no un segundo, cayendo el
campamento entero y formándose otra batalla en su interior, donde los romanos se ensañaron con
los derrotados.
Antíoco, que no se comportó con el mismo valor que sus hombres, llegó a media noche tras huir
frenéticamente, a Sardes, desde donde partió con su mujer e hija a Apamea tras enterarse de que su
hijo se encontraba allí.
Los muertos en la batalla, como siempre, nunca lo sabremos con seguridad:
Dión Casio: Seleúcidas, 50000 entre muertos y prisioneros, algunos elefantes muertos y 15
capturados; romanos, 300 de infantería muertos y 24 de caballería, casi todos muertos por los
catafractos de Antíoco.
Tito Livio: Seleúcidas, 50000 muertos de infantería y 3000 de caballería, 1400 prisioneros y 15
elefantes; romanos, las mismas que Casio, mas 24 de Éumenes.
CONSECUENCIAS:
Las más inmediatas, y ante su indefensión, la caída de las siguientes ciudades: Tiatira, Magnesia de
Sípilo, Sardes, a pesar de la guarcición al mando de Xenón, Magnesia de Meandro, Trales, y Éfeso,
tras el abandono de la ciudad de Polixénidas.
Luego las consecuencias tras el tratado de paz de Apamea fueron tremendas. Se perdió toda Asia
hasta los montes Tauro, el pago de 15000 talentos euboicos como compensación de guerra,
fraccionados los pagos de la siguiente manera: 500 en el acto, 2500 cuando el senado ratificara la
paz, y 1000 talentos al año en 12 pagos. También debía compensar a Éumenes, pagándole 400
talentos y una incierta cantidad de trigo. Menos molesto, pero aun así incomodo fue el tener que
entregar a 20 rehenes elegidos por el senado de Roma, entre ellos al instigador de la guerra, el etolio
Toante, y por supuesto a Aníbal Barca, aunque este huyó al reino de Bitinia, poniéndose a salvo por
poco tiempo.
Aunque obtuvieran una nueva frontera muy segura, la de los Montes Tauro, y se pudieran centrar en
otro frentes de mejor manera, la perdida de las importantísimas ciudades de las costas del Asia
Menor, supusieron un fuerte varapalo para la hacienda seleúcida, a lo que se le sumó el pago de las
indemnizaciones. También se puso fin a la politica expansionista en Grecia de Antíoco, y reforzó la
romana, que no se separaría más de esas tierras.
De este modo empieza el declive de un gran Imperio, que no supo aconsejarse del más grande
asesor militar que pudiera tener, y que haya habido, Anibal Barca.
Fuentes:
Historia de Roma desde su fundación, Tito Livio, Libros XXXVI-XL, Ed. Gredos, 1993.
El ejército romano, Adrian Goldsworthy, Ed. Akal, 2003.
Técnicas bélicas del mundo antiguo, V.A., Ed. Libsa, 2007.
Historia romana I, Apiano, Sobre Siria, Ed. Gredos 1995.
Imágenes de varias webs, aunque algunas de ellas proceden de los geniales libros de Osprey
Publishing, lo mejor en ilustraciones.
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