IDEOLOGÍA Y CIENCIA
FRAGMENTOS
TEXTO CONSTRUIDO SOBRE LA BASE DE LA CONFERENCIA DICTADA
EN MEDELLÍN, EL 26 DE FEBRERO DE 1974, EN LA ESCUELA DE
ADMINISTRACIÓN Y FINANZAS Y TECNOLOGÍAS, EAFIT.
Estanislao Zuleta Libro: Elogio de la Dificultad
1. DISTINCIÓN ENTRE IDEOLOGÍA Y CIENCIA Para tener una primera idea del asunto es necesario
entonces comenzar por construir una oposición entre la
ideología y la ciencia. Una definición aproximada sería
muy vaga mientras no se desarrolle esta distinción con
criterios claros.
En el Georgias Platón establece un primer criterio
esencial para la construcción de la diferencia entre la
ideología y la ciencia:
La única “autoridad” que la ciencia admite es la
demostración; una proposición científica es válida sólo
con este respaldo.
La tradición, en sus diversas formas, es una referencia autoritaria. También puede serlo una autoridad establecida o la presión de la opinión general. Pueden incluso combinarse, pero con relación a la ciencia, carecen de validez.
Nadie puede proponer en términos científicos la teoría de que la mayoría tiene la razón. En este sentido la ciencia no es democrática.
La ciencia, en la medida en que se funda en una demostración, escapa a la propiedad de un autor y se convierte en un patrimonio común. En este sentido es completamente secundario que conozcamos el origen de una determinada formulación científica.
Tenemos así una característica típica de la ideología: se funda siempre en las tradiciones, en los modos de vida, en una autoridad de cualquier tipo que sea, y deja de lado la demostración como fundamento de su validez.
Platón, sin embargo, en su afán por diferenciar la opinión de la ciencia, no se limita a este criterio. En El Sofista (al igual que en El Filebo) no presenta un nuevo criterio aún más agudo: nos ofrece, en una forma muy interesante, una teoría de la ignorancia. Y llega a una conclusión: La Ignorancia no es un estado de carencia como se lo imagina el sentido común. Si fuese así nada habría más fácil que la enseñanza, que sería como dar de comer a un hambriento. Introducir algo allí donde hay una ausencia sería supremamente sencillo. Pero desgraciadamente la ignorancia no es un estado de carencia, no es una falta, sino – y esa es la fórmula de Platón – un estado de llenura; es un conjunto inmenso de opiniones en las que tenemos una confianza loca.
La conciencia de saber que no se sabe es propia de la ciencia; no es en absoluto un atributo de la ideología.
La ideología, como la naturaleza, tiene horror al vacío y en tal sentido ofrece para todo una respuesta.
Está sumergido en la ideología aquel que no sabe en absoluto que hay muchas cosas que ignora.
La fórmula “sólo sé que nada sé”, que aparece de manera tan frecuente en los diálogos socráticos, no es un rasgo de falsa humildad, sino una muy interesante observación: el primer conocimiento efectivo es un saber negativo; es entender que la opinión que teníamos sobre algo no era más que una opinión y no constituye un verdadero conocimiento.
la ideología se caracteriza por tener horror al
vacío, por ser un estado de opinión generalizada que
tiende a dar cuenta de todo.
La ciencia es un paso hacia el no saber a
partir de una apariencia de saber. El ingreso en
la ciencia, como ya lo había visto Platón, es un paso
hacia el no saber, pero hacia un no saber riguroso,
que sabe que no sabe, y que a partir de la crítica a
una apariencia de saber (una opinión), es consciente
de su búsqueda. La ideología excluye la
autocrítica mientras la ciencia es un movimiento
esencialmente crítico.
De manera similar Gastón Bachelard, un teórico
moderno, nos expone el proceso de construcción
de la ciencia, no como la acumulación pasiva de
informaciones nuevas, sino como un procedimiento
de ruptura crítica con un saber anterior.
La ciencia avanza poco a poco en un mundo de
incógnitas. Para llegar a aceptarla es necesario
aprender a vivir en un mundo de preguntas abiertas
que todavía no tienen una respuesta. La ideología,
por el contrario, responde a todo y en tal sentido
es mucho más cómoda, completa y sobre todo
tranquilizadora.
Una ideología que permita consolarse con una
respuesta a cualquier planteamiento, aunque no esté
demostrada y sea muy misteriosa y muy vaga, es
mucho más tranquilizadora que una ciencia en la
que gran parte de las preguntas carece aún de
respuesta y se formulan como hipótesis en proceso de
investigación.
La ciencia es siempre un conocimiento
demostrable, parcial e indefinido, porque de lo
contrario sería una opinión. El descubrimiento del
átomo resuelve una serie de problemas muy
importantes en química y en física, pero crea una
cantidad inmensa de interrogantes que hasta
entonces no existían. Y así ocurre con el desarrollo de
todo tipo de conocimientos.
El conocimiento requiere por tanto de una disposición
distinta a la que impone la ideología: exige
romper con la actitud de satisfacción y descanso en
la apariencia de un saber probado y asumir la
valoración del gusto por la búsqueda misma de un
saber cuyos resultados no se conocen de antemano.
Conlleva además una distinta imagen de la felicidad,
como dice Nietzsche en el prefacio de La gaya ciencia:
no la felicidad concebida como reposo, droga,
sueño, cielo o muerte, es decir, como un estado
definitivo y acabado, sino la felicidad concebida
como lucha, como conquista, como búsqueda y
como trabajo.
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